Don Orione, Scritti 63, 227

ENCUENTRO INTERNACIONAL DE PASTORAL JUVENIL ORIONINA TORTONA, 16/24 JULIO 2014 “DE TORTONA AL MUNDO, PROTAGONISTAS DE UN SUEÑO” Jóvenes orioninos: dis...
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ENCUENTRO INTERNACIONAL DE PASTORAL JUVENIL ORIONINA TORTONA, 16/24 JULIO 2014 “DE TORTONA AL MUNDO, PROTAGONISTAS DE UN SUEÑO” Jóvenes orioninos: discípulos-misioneros, testigos alegres del Evangelio (Reflexiòn de la Superiora general Sor M. Mabel Spagnuolo)

¡Queridísimos jóvenes orioninos! Me siento verdaderamente feliz de estar hoy aquí, en medio de ustedes, al inicio de este encuentro internacional de la Pastoral juvenil orionina, en el que tienen intención de hacer un verdadero itinerario carismático y una experiencia orionina de identidad, comunión y misión. Ustedes son, en el corazón de la Familia orionina, los hijos predilectos, porque también para Don Orione los jóvenes han estado siempre en el centro de su caridad pastoral, de su dedicación paterna y de su esperanza para el futuro de la Iglesia y de la sociedad. Conocemos bien el palpitar de su corazón por los jóvenes, sus gestos y sus palabras encendidas de amor puro, de confianza y de esperanza en los jóvenes: “me convenzo siempre más de que no se siembra, no se ara en vano Jesucristo en el corazón de los jóvenes”… “Cristo, tarde o temprano, siempre resucita en los jóvenes”… “los jóvenes son el sol o la tempestad del mañana”… y tantas otras expresiones que brotaban de su corazón apasionado, para que Cristo sea conocido y anunciado. Quiero ahora compartir con ustedes no tanto una reflexión teórica sino, principalmente, algo que brota de mi experiencia orionina, cómo siento y vivo a Don Orione en mi corazón, como hija suya. “Protagonistas de un sueño” Me han llegado mucho las palabras que eligieron como slogan de este encuentro, en particular las últimas palabras: “protagonistas de un sueño”. Ustedes, jóvenes orioninos de hoy, pero también los jóvenes de todos los tiempos, pasados y futuros, son los que, con la adhesión al Evangelio y al carisma orionino, han dado y dan cuerpo, vida, forma histórica, a lo largo de los tiempos y de la cultura, a un “sueño”, ustedes son aquellos que conservan “vivo” a Don Orione, ustedes son “Don Orione hoy”, porque son ustedes los “protagonistas” de aquel “sueño” suyo que me parece ver muy bien reflejado en estas palabras suyas: “Yo no veo más que un cielo, un cielo verdaderamente divino, porque es el cielo de la salvación y de la paz verdadera: yo no veo más que un reino de Dios, el reino de la caridad y del perdón, donde toda la multitud de las gentes es herencia de Cristo y reino de Cristo”1. El “sueño” de Don Orione era la salvación de todas las gentes, la construcción del reino de Cristo a través de la caridad, a fin de que “todo sea instaurado en Cristo”. Y de este “sueño” todos sus hijos e hijas somos protagonistas, pero de manera muy especial ustedes jóvenes, ¡chicos y chicas orioninos! Son ustedes, jóvenes, los que hoy pueden edificar este reino de salvación, de paz, de caridad y de perdón. Ustedes son, hoy, protagonistas y no “espectadores”, o simplemente “víctimas” de estos tiempos en transformación, donde sólo aparentemente han vencido el egoísmo, el individualismo, el materialismo, el relativismo, el hedonismo... Sólo aparentemente, porque ustedes son el signo y la prueba de una realidad superior, de una humanidad nueva que ya está presente y germina, porque las 1

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palabras de Jesús: “el Reino de Dios está en medio de ustedes” (Lc 17,21b), son una realidad en cada uno de ustedes, en las opciones de vida que hacen cada día y que no tienen miedo de testimoniar, contracorriente, como el Papa Francisco nos repite con fuerza. Han sido verdaderamente entusiasmantes y, hoy, para nosotros, providenciales, las palabras que el Papa Francisco ha dirigido a ustedes, jóvenes, durante la vigilia de oración realizada el 27 de julio 2013 en Copacabana: “son los jóvenes que quieren ser protagonistas del cambio. Por favor, no dejen que otros sean los protagonistas del cambio. Ustedes son los que tienen el futuro. Ustedes... Por ustedes entra el futuro en el mundo. A ustedes les pido que también sean protagonistas de este cambio. Les pido que sean constructores del futuro, que se metan en el trabajo por un mundo mejor. Queridos jóvenes, por favor, no balconeen la vida, métanse en ella, ... métanse en ella como hizo Jesús.”2. El Documento de Aparecida dice: “los discípulos y misioneros de Cristo deben iluminar con la luz del Evangelio todos los ambientes de la vida social… Si muchas de las estructuras actuales generan pobreza, en parte se debe a la falta de fidelidad a los compromisos evangélicos de muchos cristianos”3. En este sentido ustedes, jóvenes orioninos, son “sol o tempestad”; este es el sentido de vuestro “protagonismo”, un protagonismo capaz de transformar las realidades, a partir de la propia persona, del propio pequeño ambiente: “ustedes son la sal de la tierra… ustedes son la luz del mundo…” (Mt 5, 13;14) les dice hoy Jesús. Pero ¿“si la sal perdiera el sabor”? ¿si la “luz” permaneciera escondida? ¿Si los jóvenes se pararan a “mirar desde el balcón” al mundo? ¿Quién llevaría al mundo la belleza, la alegría, la novedad, el coraje, la luz y la esperanza que vienen sólo de Cristo encontrado, seguido y anunciado? Este es el camino para ser hoy lo que Don Orione quería, o sea, aquella “profundísima vena de espiritualidad mística que impregne todos los estratos sociales: espíritus contemplativos y activos siervos de Cristo y de los pobres”4; estar en el mundo pero “sin ser del mundo” (Jn 15,19b). Como dice una vez más el Documento de Aparecida (citando a su vez el Documento de Puebla): “los fieles laicos y laicas, discípulos y misioneros de Jesús, luz del mundo, son hombres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia”5. “Discípulos-misioneros” orioninos Papa Francisco en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium profundiza aún más el protagosimo de los cristianos poniendo juntos el ser “discípulos-misioneros”: “todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos “discípulos” y “misioneros”, sino que somos siempre “discípulos-misioneros”6. Entonces, ¿a qué cosa los llama este protagonismo de discípulos-misioneros orioninos? Los llama a ser discípulos-misioneros según un estilo específico, una identidad concreta, la de ser hijos e hijas de San Luis Orione. Vuestro lugar y el nuestro en la Iglesia, en el seguimiento de Jesús, tiene una clara identidad carismática. ¡Son discípulos-misioneros orioninos! ¡Discípulas-misioneras orioninas! Tienen un “nombre” pero también un “apellido” que los identifica y les da una cualidad! En consecuencia, este discipulado y misionariedad tienen características que los hacen, no “anónimos”, sino “identificables”. Donde está un joven, una joven orionina, enseguida se hacen presentes los valores y las opciones que Don Orione ha hecho y haría en el hoy de las realidades

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Papa Francisco, discurso durante la vigilia de oración con los jóvenes, XXVIII JMJ, Copacabana, 27 julio 2013. Documento conclusivo de Aparecida, V Conferencia general del episcopado latinoamericano y del Caribe, Brasil, mayo 2007, n. 501. 4 Don Orione, “Lo Spirito di Don Orione”, Vol. I, La nostra spiritualità, 1. Un programma di vita. 5 Documento de Aparecida, n. 209. 6 Papa Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 120. 3

donde están insertos: en el trabajo, en el estudio, en la familia, en la Iglesia, en la sociedad, cualquiera sea vuestra responsabilidad.  Donde hay un joven o una joven orioninos se respira la caridad, esa caridad universal que se hace pequeña con los pequeños, y que dona a todos el consuelo y la misericordia de Dios, que no tiene miedo de “tocar la carne de Cristo en el pobre”, con palabras del Papa Francisco.  Donde hay un joven orionino se instaura la cultura de la solidaridad, de la inclusión, de la compasión, porque “en el más miserable de los hombres brilla la imagen de Dios”7.  Donde hay un joven orionino, discípulo-misionero, se transmite la confianza en la Divina Providencia, y ustedes mismos se hacen “providencia”, se transforman en “bendición” para los demás, irradiando en vuestra vida y con vuestra vida los valores del Reino: la justicia, la verdad, la reconciliación, la paz, porque han hecho de Cristo y de su Evangelio el centro y el sentido de vuestra vida y de vuestras opciones.  Donde están los jóvenes orioninos está María, la madre, el modelo y el camino seguro que nos lleva a Jesús y a los hermanos. Con María son fuertes en la fe, se nutren de la Palabra del Hijo, se consolidan en la oración y en los sacramentos para ser luego testigos coherentes y fieles como Ella.  Donde está un joven, una joven orionina, se construye la Iglesia en la comunión, en la fraternidad, en las periferias del hombre y de las situaciones más dolorosas y necesitadas. Porque ser orionino, orionina, es estar activamente comprometido en la promoción humana y en la defensa de la dignidad de cada persona, es estar comprometidos con la vida frágil. Papa Francisco les dijo a ustedes, jóvenes: “Somos parte de la Iglesia; más aún, nos convertimos en constructores de la Iglesia y protagonistas de la historia... en la Iglesia de Jesús las piedras vivas somos nosotros, y Jesús nos pide que edifiquemos su Iglesia; cada uno de nosotros es una piedra viva, es un pedacito de la construcción…”8.  El joven discípulo-misionero está siempre en permanente camino de “seguimiento” del maestro del cual es “discípulo” y en permanente tensión evangelizadora y misionera, para anunciar y llevar a todos a Aquel que sigue. “El discípulo, fundamentado en la roca de la palabra de Dios, se siente impulsado a llevar la buena noticia de la salvación a sus hermanos. Discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede no anunciar al mundo que sólo El nos salva”9. “Testigos alegres del Evangelio” Finalmente, el joven orionino discípulo y misionero es un “testigo alegre”. Jóvenes orioninos, protagonistas del gran “sueño” de Don Orione: discípulos-misioneros son, así, “alegres testigos del Evangelio”. “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por El son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”10. Con estas bellísimas palabras inicia la Exhortación apostólica Evangelii gaudium. La “alegría” es, por lo tanto, la nota distintiva del cristiano. Pero lo es en particular de los jóvenes. Los jóvenes son naturalmente alegres, optimistas, entusiastas, creativos... de no ser así habría que preocuparse.

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Don Orione envía su voz “grabada” a sus bienhechores y amigos de Italia, desde América, 1936, Scritti 80,170. Papa Francisco, discurso durante la vigilia de oración con los jóvenes, XXVIII JMJ, Copacabana, 27 julio 2013. 9 Benedicto XVI, Discurso inaugural, V Conferencia general del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida, 13 mayo 2007. 10 Papa Francisco, Evangelii gaiudium, n. 1. 8

La “alegría” que está en el corazón de quien ama y sigue a Jesús es ya, en sí misma, un instrumento de evangelización; la “sonrisa”, que es expresión de la alegría y de la serenidad del corazón, es un medio eficaz para testimoniar la fe. El Papa ha hablado últimamente de la “revolución de la ternura”, quiero agregar también que existe una “revolución de la alegría”, la “revolución de la sonrisa”. Somos portadores de aquella alegría que con frecuencia falta en nuestro mundo, alegría que con muchas veces se confunde con el estruendo de las discotecas, de la diversión banal, del poseer y del placer … Nosotros somos testigos de la alegría verdadera y perenne que promete Jesús a quien permanezca con El: “vuestro corazón se alegrará y nadie les podrá quitar esta alegría” (Jn 16,2223). Lo dice bellísimamente el Documento de Aparecida: “la alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, reconocido como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a todos los hombres y mujeres heridos por las adversidades; deseamos que la alegría de la buena noticia del Reino de Dios, de Jesucristo vencedor del pecado y de la muerte, llegue a todos cuantos yacen al borde del camino, pidiendo limosna y compasión. La alegría del discípulo es antídoto frente a un mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la violencia y el odio La alegría del discípulo no es un sentimiento de bienestar egoísta, sino una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita para anunciar la buona noticia del amor de Dios. Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer, con nuestra palabra y obras, es nuestro gozo”11. Seguramente sentimos ya dentro nuestro, el eco de la experiencia de Don Orione, sentimos su voz en nuestro corazón repitiéndonos hoy: “La perfecta alegría no puede existir sino en la perfecta dedicación de sí mismo a Dios y a los hombres, a todos los hombres, a los más miserables como a los más física o moralmente deformes, a los lejanos, a los más culpables, a los más adversos”12. Si hemos dicho que no puede existir un cristiano, un joven cristiano, que no sea testigo de la alegría, podemos entonces decir que no puede existir un orionino, una orionina, un joven, una joven orionina triste; la alegría de Jesús, de su caridad y misericordia, de su salvación, es distintiva de nuestra identidad como hijos e hijas de San Luis Orione. Don Orione ha sido testigo de esta alegría, de la alegría del Evangelio, y la ha transmitido y pedido siempre a sus hijos e hijas, a los alumnos, a los jóvenes, a los laicos, podríamos decir, hasta su último respiro, alegría incluso en las dificultades, en las contradicciones, en los sufrimientos, alegría invencible porque Jesús ha vencido toda tristeza y todo mal. Lo vemos así en este fragmento de carta escrita el 12 de marzo 1940, el mismo día de su muerte, y con el cual quiero terminar esta reflexión: “Distinguida señora Dios es el Padre celestial que todo lo puede y todo quiere darnos, basta que le recemos y lo amemos, en simplicidad y abandono como niños. Se diría que el Señor nos quiere, en cierto sentido, siempre niños, siempre alegres, serenos. Justamente así, al Señor se lo ama y se lo sirve en santa alegría, no en la tristeza, allí donde S. Francisco de Sales no creía a la santidad melancólica y triste, y solía decir: «Santo triste triste santo». Francisco de Asís, además, no quería sólo la alegría sino la perfecta alegría. He conocido a Don Bosco, estaba siempre alegre y de buen humor, incluso cuando le prohibieron la Misa. Y Santa Teresa decía: «nada te turbe ». Así eran nuestros hermanos santos, y así debemos esforzarnos, vencernos y estar también nosotros: ¡siempre contentos y alegres en el Señor! ¿Y cómo no se podría estar llenos de santa alegría, si el Señor está cerca nuestro y en nosotros? «Escrúpulos, melancolía, lejos de mi casa », decía San Felipe”13.

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Documento de Aparecida, n. 29. Don Orione, Scritti 63,227. 13 Don Orione, carta a la “Distinguida Señora Ida Gallarati Scotti, Sanremo 12 marzo 1940, Scritti 44,145. 12

Queridísimos jóvenes, están comenzando estos días en los cuales van a vivir una experiencia profunda de formación, de comunión y de crecimiento en el seguimiento de Jesús y en el carisma de Don Orione. Están aquí no por casualidad; han respondido primeramente a la llamada del Señor que, a través de Don Orione, ha sintonizado vuestros corazones con la caridad del corazón de Dios y con el corazón de Don Orione. Están aquí porque han respondido a la invitación a ser “discípulos-misioneros, alegres testigos del Evangelio, protagonistas de un sueño”. Vivan estos días con gran apertura al Espíritu Santo y con gran docilidad a cuanto El querrá modelar en ustedes. Vivan estos días con gran apertura hacia los demás jóvenes llegados de las distintas realidades orioninas en el mundo; maduren el sentido de la comunión eclesial y carismática, refuercen vuestro sentido de pertenencia a la gran Familia orionina y construyan entre ustedes santos vínculos de fraternidad y de amistad, que los ayudarán a no sentirse nunca solos en la construcción del Reino, en el camino hacia una vida más santa, verdadera, buena y bella; en la “revolución de la alegría”, en el compromiso y la responsabilidad histórica que Jesús, la Iglesia y Don Orione hoy les confían. Cuenten siempre con María, la Madre de Dios y nuestra, la primera discípula-misionera, la primera testigo alegre de la Palabra. Con María tendrán siempre la fuerza para dar testimonio de la fe, sin compromisos, sin medias tintas; con María tendrán el coraje de “bajar del balcón” y tocar la carne di Cristo en las periferias de la existencia humana, con Ella tendrán la alegría en el corazón para cantar vuestro Magnificat, por las maravillas que el Omnipotente hará en vuestra humildad y pequeñez. Con María podrán encontrar su lugar en la Iglesia y en la sociedad, non tendrán miedo de responder con radicalidad a la vocación que Dios ha pensado para ustedes. Y cuenten también con nosotros, con nuestro apoyo, con nuestra confianza, con nuestra oración, con nuestro sincero afecto en el Señor. Un pensamiento va también a ustedes, animadores. A ustedes, religiosos y religiosas que acompañan a estos jóvenes. La pastoral juvenil no es un “trabajo”, un “servicio” como tantos otros, sino que es un verdadero “privilegio” porque a ustedes, Dios y la Congregación les confía, en la persona de los jóvenes, el futuro, les confía la esperanza de la Iglesia y de la sociedad. Juan Pablo II se sentía feliz entre los jóvenes y los jóvenes se sentían felices con él; con frecuencia decía que, junto a los jóvenes, no se envejece! ¡Y es cierto! Pero también los jóvenes necesitan ver en ustedes, religiosos alegres, discípulos misioneros coherentes y fieles, entusiastas y emprendedores, abiertos y cercanos. Necesitan ver vuestro testimonio de amor a vuestra vocación, de oración, de tensión a la santidad, de dedicación radical y auténtica a Cristo, a la Iglesia y a la Congregación. Los jóvenes no necesitan de “màs de lo mismo” (più dello steso), tienen necesidad de hombres y mujeres totalmente de Dios y del prójimo, de hombres y mujeres verdaderos, capaces de “volar alto”, de “ideales grandes” por los cuales vale la pena entregar toda la vida. Los jóvenes los miran a ustedes y quieren encontrar verdaderos compañeros de camino en el seguimiento de Cristo. Entonces, Ave María y adelante, queridos religiosos y hermanas, animadores y animadoras de la Pastoral juvenil orionina. Adelante con esperanza y con alegría, con la alegría que nos caracteriza como orioninos y orioninas. A ustedes (pero también a los jóvenes y a todos nosotros aquí presentes) este pequeño párrafo de una carta de Don Orione al Padre Montagna, escrita desde Argentina en 1934, donde se revela un Don Orione alegre y optimista. Aquí están sus palabras: “Tenemos tanto para hacer con los jóvenes y con el pueblo, - ¿cómo los llevaremos a Dios si no estamos un poco alegres? Alegres in Domino, se entiende! Tenemos clérigos, personal, sacerdotes, ermitaños – si somos taciturnos, siempre pensativos, vamos a ser pesados para ellos, no les haremos amar la Casa, la Congregación: nosotros no somos trapenses, nosotros somos los gozosos de la

Caridad: nosotros somos los santos de la alegría. ¡Ay de nosotros si tendremos siempre una modo de hacer y una cara de cuaresma! No, no, quiero estar alegre y bailar in Domino también en cuaresma! Si estamos tristes, ¿cómo seremos la felicidad de quien está con nosotros? Nosotros tenemos que irradiar alegría, la alegría de Dios, la felicidad de Dios: hacer sentir que servir y amar a Dios es vida, es calor, es ardor, es vivir siempre alegremente – y que sólo los siervos de Dios sienten la paz gozosa y el bien y la alegría santa de la vida. Ninguna capa de plomo, ni sobre nosotros ni sobre quien está con nosotros! ¡Canten! ¡Toquen! ¡Alégrense in Domino!: llenen la Casa de suave festosidad. Servite Domino in laetitia! «Escrúpulos y melancolía lejos de mi Casa», decía San Felipe. Yo quiero bailar, cantar, tocar también de muerto”14. Quiero terminar recordando un canto, muy conocido en Argentina, que escribió una hermana nuestra, la Hna. María Julia Lorenzo: Ser Don Orione hoy, porque pienso que contiene, en síntesis, cuanto ustedes, y nosotros, estamos llamados a ser y a hacer como orioninos y orioninas en la Iglesia y en el mundo hoy. Al cantarlo juntos, renovemos nuestro compromiso y nuestro deseo de ser auténticos discípulos-misioneros orioninos, testigos alegres del Evangelio. Hubo un hombre que tenía el corazón lleno del amor de Dios, un corazón sin fronteras. que tenía la pasión por encontrar a Jesús en los demás, en todo aquel que sufriera. Nunca retrocedió, cuando encontró el dolor, Él se abrazó a la Cruz, porque en ella vio a Jesús. Y no es un hombre que pasó, ni su recuerdo quedó atrás, pues Don Orione quiere estar, entre nosotros, hoy. SER DON ORIONE HOY, ES ESCUCHAR SU VOZ AMAR COMO ÉL AMÓ, VIVIR COMO ÉL VIVIÓ CON LA MADRE DE DIOS, SIEMPRE EN EL TIMÓN. Ser como él es buscar sin descansar, a los hombres que se van, y se alejan de Cristo. Trabajar sin cansancio por llevar, a los brazos del Señor, a los que se han perdido. Es luchar por llevar, la luz de la caridad, para poder llenar los surcos que dividen. Y sin dejar de ser quien soy y sin perder mi identidad, el desafío es lograr, ser Don Orione hoy. Ser cono él es amar y obedecer, con la fuerza de su fe, viendo a Cristo en el Papa. Trabajar sin cansancio por vencer, lo que impide que esa fe, brille hoy en las almas. Y no es cuestión de hablar, ni sólo es cuestión de hacer, es ser capaz de dar, la vida como Cristo. Y en cada gesto entregar de nuestras almas lo mejor, mirando a Cristo que vendrá, con su inmenso amor.

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Don Orione, carta al P. Montagna, desde Victoria, 9 noviembre 1934; Scritti 21, 179.