DISCURSO INAUGURAL COLOQUIO BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA

DISCURSO INAUGURAL COLOQUIO BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA El transcurrir histórico puede ser cíclico y repetible o bien puede obedecer a una evolu...
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DISCURSO INAUGURAL COLOQUIO BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA El transcurrir histórico puede ser cíclico y repetible o bien puede obedecer a una evolución lineal o ascendente. Para efectos de análisis y discusión es un recurso válido el realizar divisiones y separaciones que nos permitan delimitan este tránsito. Los centenarios suele ser uno de los recursos más a nuestro alcance. Aparte de constituir separaciones metodológicas, estos segmentos temporales son una especie de alto en el camino que nos permite repensar nuestra historia. Hoy nos reúne esta tarea, revalorar el bicentenario de la Independencia de México. La Independencia de México dejó en Chihuahua una huella singular, porque aquí tuvo su fin la vida de muchos de los protagonistas de este pasaje de nuestra historia. Aspectos que sin lugar a dudas serán abordados en los trabajos que hoy se presenten. Cuando la distancia se ha acrecentado, como en este caso por 200 años, recrear la vida cotidiana y los hechos que quizá no tuvieron una trascendencia mayor, pero que no son menos importantes, se convierte en una actividad plena de imaginación que raya en lo artístico. Es entonces que la presencia y el trabajo de los historiadores se convierten en un ejercicio inventivo que nos permite recuperar la viveza y el entusiasmo de nuestra memoria histórica. La llegada a Chihuahua de los dirigentes ejército insurgente se dio, como todos sabemos en condiciones más que difíciles. Todo esto fue posible porque para ese entonces estaba ya bien demarcado lo que se conoce como el Camino Real. El ser humano ha sido un viajero desde sus orígenes mismos. Esta situación le ha permitido desplazarse e instalarse en los rincones más alejados e inhóspitos del planeta. Ha sido esta búsqueda lo que nos ha obligado a la construcción o al descubrimiento de más y nuevos senderos. Así como el Camino Real fue una vía hacia la desolación, hacia una soledad inmensa que lejos de disminuir el entusiasmo de los primeros exploradores alimentaba su espíritu por expandir los límites del mundo conocido. Así era también el espíritu de la lucha de Independencia. Construir nuevas vías hacia una

sociedad más justa e igualitaria. Abrir otros senderos para una realización más plena para todos y cada uno de los miembros de una nación en estado germinal. Este encomiable esfuerzo por repensar la importancia de la Independencia en el cumplimiento de su bicentenario para el desarrollo político, económico y cultural de la región, merece todo nuestro reconocimiento y apoyo. Su reconstrucción histórica nos permitirá una mejor comprensión del devenir del norte de México y del sur de Estados Unidos. Estoy seguro que la gran calidad de los ponentes tendrá una resonancia significativa que nos llevará a reconsiderar el papel desempeñado por Chihuahua en la lucha independendista. Un proyecto social que a la postre nos permitiría construir la sociedad que en este momento tenemos. Porque paralelamente a la investigación histórica está nuestra deuda con quienes ofrendaron sus vidas en busca de un mejor horizonte. En este sentido el Coloquio El bicentenario del la Independencia, es también un homenaje a todos los insurgentes que nos heredaron un mundo más justo y más libre. Nos congratulamos de tener entre nosotros a los historiadores más destacados en esta área. Agradezco, a nombre del rector C. P. Raúl Arturo Chávez Espinoza, a todos los participantes todo su esfuerzo y empeño por acompañarnos y entregarnos lo mejor de su trabajo. También deseo resaltar el esfuerzo de todos y cada uno los que han participado en la organización de este evento, por su esmero y dedicación, que nos permitirá enriquecer el nuestro bagaje histórico y cultural. Si me lo permiten, a nombre de la Universidad Autónoma de Chihuahua, declaro formalmente inaugurado los trabajos del Coloquio el Camino Real siendo el día 20 de mayo a las 9:00 hrs. Deseándoles el mayor de los éxitos. Muchas gracias

JOSÉ MARCOS MEDINA BUSTOS.

RFC: MEBM580320HL9 DIRECCIÓN PARTICULAR: Privada Pailet #18, Fracc. Montecarlo, Hermosillo, Sonora, México, teléfono (01662) 2206946. DIRECCIÓN TRABAJO: El Colegio de Sonora, Av. Obregón # 54, Col. Centro, Hermosillo, Sonora, C. P. 83000, teléfono, (662) 2 12 65 51, fax (662) 2 12 50 21.

PROFESIÓN. • Profesor investigador de Tiempo Completo indeterminado, Titular B, en El Colegio de Sonora desde enero de 1999. • . Profesor de Asignatura nivel D en el Departamento de Historia y Antropología de la Universidad de Sonora desde 1993. ESCOLARIDAD • Licenciatura en Historia de la Universidad de Sonora 1988-1993. • Maestría en Historiografía de México en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco, 1996-1998. • Doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de Michoacán. 2002-2007. RECONOCIMIENTOS • Reconocimiento a Perfil Deseable y Apoyo para profesores de tiempo completo por parte del PROMEP. 1 de agosto de 2005. • Premio Nacional INAH 1994, a la mejor tesis de licenciatura en la categoría de Historia y Etnohistoria “Francisco Javier Clavijero” con la investigación titulada “Vida y muerte en el antiguo Hermosillo (1773-1828). Un estudio demográfico y social basado en los archivos parroquiales”. CUERPOS ACADÉMICOS. •

Miembro del Cuerpo Académico en Formación COLSON-CA-4: “Estudios Históricos: Región y Frontera. Reconocido por el PROMEP de la SEP el 19 de julio de 2005.

PUBLICACIONES. • Ignacio Almada Bay, José Marcos Medina Bustos, María del Valle Borrero Silva, “Hacia una nueva interpretación del régimen colonial en Sonora. Descubriendo a los indios y redimensionando a los misioneros, 1681-1821”, en Región y Sociedad, vol. XIX, número especial, 2007, pp. 237-266. • Ponencia en extenso publicada en CD de la Memoria del XXX Simposio de Historia y Antropología de Sonora titulada “La población de Sonora en 1785, según el informe del obispo Fray Antonio María de los Reyes”, publicación de la Universidad de Sonora, Departamento de Historia y Antropología en febrero de 2006, 9 pp., ISBN970-689-285-0 • Ponencia en extenso publicada en CD de la Memoria del XXXI Simposio de Historia y Antropología de Sonora titulada “Liberalismo y rebeliones indígenas en Sonora: el caso de la resistencia ópata a las leyes 88 y 89 de 1828”, publicación de la Universidad de Sonora, Departamento de Historia y Antropología en febrero de 2005, 10 pp., ISBN 970-689-345-8.. • Ponencia en extenso publicada en CD de la Memorias del XXIX Simposio de Historia y Antropología de Sonora titulada “El pronunciamiento de Arizpe de 1833. Un acercamiento a la práctica política de la época”, publicación de la Universidad de Sonora, Departamento de Historia y Antropología en febrero de 2005, 6 pp., ISBN 970-689-244-3. • “Avatares de la ciudadanía en Sonora durante la primera mitad del siglo XIX”, artículo publicado en la revista Región y Sociedad de El Colegio de Sonora, N° 25, Vol. XIV Sep-Dic 2002. • Historia panorámica del Congreso del Estado de Sonora, 1825-2000, México, LVI Legislatura del Congreso del Estado de Sonora-Cal y Arena, 2001, 578 pp. • Vida y muerte en el antiguo Hermosillo 1773-1828. Un estudio demográfico y social basado en los registros parroquiales, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1997, 340 pp.. • "Las memorias estadísticas en la primera mitad del siglo XIX: el caso del noroeste mexicano", en José A. Ronzón León y Saúl Jerónimo Romero (coords.), Formatos, Géneros y Discursos, México, UAM-Azcapotzalco, 2000, pp.217-252. • “La epidemia de sarampión de 1826 en la Villa del Pitic”, en Memorias del Simposio Juan Bautista de Escalante. Hermosillo en el tiempo 1700-2000, Hermosillo, Instituto Sonorense de Cultura, 2000, pp. 49-57, ISBN 970-18-5719-4.

• Ponencias en los simposios de Historia y Antropología de Sonora, de la Sociedad Sonorense de Historia y de los Foros de las Misiones del Noroeste de México.

INVESTIGACIÓN. • Participación en el proyecto del Consejo Estatal de Población Un siglo de Población y Desarrollo concebido dentro del subprograma “Población y Desarrollo” concluyéndose en marzo de 2002. • Proyecto de investigación financiado por CONACYT en el período 2000-2001, titulado: “El poder legislativo en Sonora (1825-1857): redes de relaciones y práctica política”. • Proyecto de Investigación financiado por el Congreso del Estado de Sonora, durante el período 1999-2000, titulado “Historia panorámica del Congreso del Estado de Sonora 1825-2000”, obteniéndose como producto un libro.

DOCENCIA. • Profesor de la Especialidad en Métodos de Investigación Histórica de la Maestría en Ciencias Sociales de El Colegio de Sonora. Curso “Historia, región y frontera”. III trimestre de 2004. Curso “Métodos históricos y análisis de documentos”, I trimestre de 2005. • Profesor del Área de Historia Regional del Doctorado en Ciencias Sociales de El Colegio de Sonora. Curso “Historia Comparada II”, del 2 de marzo al 25 de junio de 2006. • Profesor del Doctorado en Ciencias Sociales de El Colegio de Sonora, en la línea de investigación Estudios Históricos de Región y Frontera, con el curso “Interpretaciones del Antiguo Régimen”. Enero-abril de 2008. • Profesor de asignatura en el Departamento de Historia y Antropología de la Universidad de Sonora desde 1993. He impartido las materias de Métodos Cuantitativos, Elementos de Economía I y II, Historia de México III, Historia de Sonora III . FORMACIÓN DE RECURSOS HUMANOS. • Dirección de la Tesis de Licenciatura en Historia, de José de Jesús Martínez Alarcón titulada “Conquista y resistencia en Sonora, siglo XVI, XVII y XVIII”, Depto. de Historia y Antropología de

la Universidad de Sonora. Presentada en examen profesional el 26 de junio de 1997. • Dirección de la Tesis de Maestría en Ciencias Sociales, de Hiram Félix Rosas titulada “Cuando la muerte tuvo alas. La epidemia de fiebre amarilla de 1883-1885 en Hermosillo, El Colegio de Sonora. Presentada en examen de grado el 12 de enero de 2004. • Dirección de la Tesis de Maestría en Ciencias Sociales de Juan Manuel Silva Rodríguez, titulada “La criminalidad en el porfiriato en Sonora. El caso del distrito de Arizpe.” El Colegio de Sonora. Presentada en examen de grado el 15 de diciembre de 2006. • Dirección de la Tesis de Maestría en Ciencias Sociales de Carmen Bojórquez Jusaino, titulada “Los usos sociales del agua en el distrito de Hermosillo, 1742-1850.” El Colegio de Sonora. Presentada en examen de grado el 27 de febrero de 2006. • Dirección de la Tesis de Maestría en Ciencias Sociales especialidad en Métodos de Investigación Histórica, de Miguel Rosas Luna, titulada “Del trabajo compelido y libre al trabajo endeudado. Formas de trabajo en Sonora, 1767-1843”. Presentada en examen de grado en enero de 2008. • Director de la Tesis de Maestría en Ciencias Sociales especialidad en Métodos de Investigación Histórica, de Rodolfo de Castillo López, titulada “La misión franciscana en la Pimería Alta: un estudio del financiamiento de la construcción de iglesias y su equipamiento litúrgico y ornamental, 1768-1810”. Presentada en examen de grado en enero de 2008. OTRAS ACTIVIDADES: • Director de los dos primeros números de la revista Indicios, de la comunidad académica del Departamento de Historia y Antropología. Miembro de su dirección colectiva en los siguientes cinco números. • Coordinador del Doctorado en Ciencias Sociales de El Colegio de Sonora, desde abril de 2008.

LA CRISIS DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA EN LA INTENDENCIA DE ARIZPE (1808-1812).1 Por José Marcos Medina Bustos.2

1

Este trabajo fue presentado el 19 de junio de 2008 en el Coloquio “El camino real. Bicentenario de la independencia de México”, organizado por la Universidad Autónoma de Chihuahua; el cual forma parte de una investigación más extensa cuya referencia es la siguiente: José Marcos Medina Bustos, “La representación política de Antiguo Régimen y la transición al liberalismo en una zona de frontera. Sonora, 1650-1824”, tesis de doctorado, El Colegio de Michoacán, Zamora, 2008. 2 Profesor investigador del Centro de Estudios Históricos de Región y Frontera de El Colegio de Sonora.

En 1808 los “vecinos principales” de la intendencia de Arizpe se aprestaban a aprovechar las oportunidades abiertas gracias a las políticas implementadas en la región por la monarquía desde mediados del siglo XVIII, las cuales se habían concretado desde principios de la década de 1790 en una situación de paz relativa con los grupos indígenas y en un repunte de las actividades económicas. Lejos estaban de imaginarse que a partir de ese año se verían inmersos en una vorágine de acontecimientos políticos, totalmente inéditos y forjados en lugares muy lejanos, que trastocarían radicalmente las expectativas que tenían en esos momentos.3 En este trabajo se analiza la manera como se expresó en las provincias de Sonora y Sinaloa la gran crisis monárquica, para lo cual se inicia presentando las condiciones que privaban antes de la crisis para comprender las modalidades de participación que tuvieron los vecinos principales en los procesos y acontecimientos abiertos ante la usurpación napoleónica, como fueron los actos tendientes a reconstruir un poder soberano legítimo a través de juramentos públicos y elecciones, así como frente a la insurrección de Miguel Hidalgo. LOS AÑOS PREVIOS A LA CRISIS: DE LA GUERRA DE FRONTERA A LA CONSOLIDACIÓN DEL DOMINIO HISPÁNICO. En 1788, como parte de la aplicación de la Real Ordenanza de intendentes de 1786, se creó el cargo de gobernador-intendente de Arizpe, el cual ejercía su jurisdicción sobre un territorio extenso que se iniciaba en el río de las Cañas en el límite con la Nueva Galicia y terminaba en el extremo norte de la provincia de Sonora en el curso del río Gila, en la frontera con indios “gentiles”, es decir no cristianizados. Esta enorme jurisdicción también era conocida como intendencia de Sonora y Sinaloa, provincias que -aunque propiamente designaban dos subdelegaciones- en términos generales comprendían los territorios al norte y sur del río Mayo, respectivamente. Es importante tener en cuenta que había rasgos sociales y económicos que diferenciaban la parte alta y la parte baja. La primera incluía las subdelegaciones de Sonora, Hostimuri, Álamos, El Fuerte y Sinaloa, las cuales tenían en común la permanencia de grupos indígenas numerosos que habían sido de misión y continuaban con privilegios como no tributar; y que, como contraparte, tenían la carga de mantener milicias para apoyar a los españoles en contra de los indios rebelados o de los indios nómadas que habían sido refractarios a la cristianización en las misiones.4 Durante los años comprendidos entre 1720 y 1795 esta zona había presenciado distintas rebeliones indígenas y ataques de los indios nómadas 3

Luis Navarro García, Las provincias internas en el siglo XIX, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 1965, pp. 1-2. 4 Luis Navarro García, La sublevación yaqui de 1740, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-americanos, 1966, pp. 144-145. Este autor distingue las provincias de la parte alta como “países de misión”.

del norte y el noroeste. El poblamiento hispano en las villas presidiales de Sonora y Hostimuri era un fenómeno propio de la segunda mitad del siglo XVIII, en tanto que los reales de minas no habían logrado conformar poblaciones estables. En este aspecto se diferenciaba el norte de Sinaloa, donde si existían poblaciones estables que se remontaban al siglo XVII como era el caso del real de los Álamos y las villas de El Fuerte y de Sinaloa. En cambio, la parte baja de la intendencia se caracterizaba porque no tenía un pasado misional y desde los primeros tiempos de la conquista los indígenas eran tributarios. En esta zona había una mayor mezcla entre los grupos étnicos, siendo superados ampliamente los indígenas por los españoles, mulatos y otras castas. Los levantamientos indígenas ya habían quedado en un pasado remoto. El poblamiento hispano que se inició desde mediados del siglo XVI se había consolidado en villas como Culiacán y reales de minas como Cosalá, Copala, Maloya y sobre todo El Rosario, cabeceras de la subdelegación respectiva. (Ver mapa 1)

MAPA 1. Fuente: Peter Gerhard, La frontera norte de la Nueva España, México, UNAM, p. 306.

Desde fines del siglo XVIII se vivía una situación de paz relativa con los grupos indígenas, tanto con los que eran o habían sido de misión como con los refractarios a la misma. En el caso de los primeros ya estaban lejanos los años de las grandes rebeliones como fueron la de los yaquis y mayos de 1740, la de los pimas altos de 1751, la multiétnica que reunió en el Cerro Prieto a grupos de pimas altos

y bajos, seris y yaquis en la década de 1760 o la rebelión de los indios fuerteños de 1769. En el caso de los indios nómadas, como los apaches y los seris, se habían reducido en gran medida sus ataques gracias a la política de combinar la guerra y la paz, logrando que los apaches se asentaran desde 1795 en los presidios ópatas de Bavispe y Bacoachi. De manera similar los seris se habían constreñido a su territorio costero o asentado en la misión del Pitic. De tal manera que si bien continuó manifestándose la presencia ocasional de grupos de indígenas que asaltaban viajeros o ranchos, la situación distaba mucho de la que se vivía todavía en 1792.5 La paz relativa lograda con los indígenas fue el resultado de una serie de políticas instrumentadas por la corona desde mediados del siglo XVIII, las cuales empezaron fortaleciendo el aparato militar y fomentando el poblamiento hispano para enfrentar a la resistencia indígena. Así, la intendencia de Arizpe, sobre todo en la provincia de Sonora, experimentó un constante incremento de presidios hasta llegar a nueve en la década de 1780 con alrededor de 900 soldados pagados por la real hacienda que incluía dos compañías ópatas y una pima. (Ver cuadro 1)

5

Existe una amplia bibliografía sobre las rebeliones indígenas de la provincia de Sonora, algunos trabajos en los que se aborda lo planteado en este párrafo son los siguientes: José Luis Mirafuentes Galván, Movimientos de resistencia y rebeliones indígenas en el norte de México (1680-1821), vol 1, México, UNAM, 1989; José Luis Mirafuentes Galván, Movimientos de resistencia y rebeliones indígenas en el norte de México (1680-1821), vol 2, México, UNAM, 1993; Navarro, La rebelión yaqui; Manifiesto de Eusebio Bentura Beleña, edición, introducción y notas por Ignacio Almada Bay et.al., México., El Colegio de Michoacán/ Universidad de Guadalajara/ El Colegio de Sonora, 2006. Luis Navarro García, Don José de Gálvez y la comandancia general de las provincias internas del norte de la Nueva España, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-americanos, 1964. Sergio Ortega Noriega e Ignacio del Río, coords, Tres siglos de historia sonorense (1530-1830), México, UNAM, 1993. En 1792, el gobernador intendente Enrique de Grimarest envió un extenso informe al virrey sobre la Intendencia de Arizpe, en el cual describía el despoblamiento que se experimentaba en el norte de la misma por los ataques apaches, y proponía una guerra de exterminio contra éstos. Este es el último informe del período monárquico en el que la guerra con los apaches aparece como un problema central. En Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Historia, vol. 522, ff. 24-24v.

CUADRO 1. FUERZAS MILITARES DE LA PROVINCIA DE SONORA (1787)6 CUERPOS MILITARES

TROPA

Presidio de San Carlos Buenavista

73

Presidio de San Miguel de Horcasitas

73

Presidio de Santa Gertrudis del Altar

73

Presidio de San Agustín del Tucson

73

Presidio de Santa Cruz

106

Presidio de Fronteras

106

Compañía de ópatas de Bavispe

91

Compañía de ópatas de Bacuachi

91

Compañía de pimas de San Rafael Buenavista

84

Compañía de Voluntarios ubicada en Arizpe

83

Piquete de Dragones

53

TOTAL

906

Tal crecimiento del aparato militar se hizo más eficiente con el dictado de normas como el reglamento de presidios de 1772 y la creación de instituciones como la Comandancia General de Provincias Internas en 1776. Estas medidas posibilitaron delinear estrategias para todo el septentrión, lográndose un accionar coordinado y más efectivo de las tropas en el combate, sobre todo, a los apaches. Las políticas anteriores buscaban acabar con el estatuto de las provincias norteñas de la intendencia como zona de excepción, en la que los indios de los pueblos no tributaban y el dominio de la monarquía española era precario e impugnado; sin embargo, al no lograr una derrota contundente de los grupos indígenas, las autoridades imperiales optaron por una prudente negligencia en cuanto a imponer tributos y a terminar con los privilegios de los pueblos indios en cuanto al usufructo comunal de sus tierras. Dejando que fuera la descomposición de la misma corporación indígena y la paulatina mezcla de indios y “gente de razón”, la que acabara con el estatuto privilegiado. De tal manera que la política hacia los indígenas fue otorgarles la “libertad”; es decir, acabar con la jurisdicción del misionero en los pueblos de indios y permitir que éstos pudieran mantenerse bajo el gobierno indio de república o convertirse en vecinos, con lo cual se dividía la comunidad. 6

AGN, ramo Provincias Internas, vol. 254. Agradezco a la Dra. María del Valle Borrero Silva que me facilitó fotocopia de este documento. La compañía de voluntarios y el piquete de Dragones eran dos cuerpos que quedaron en la región desde su arribo a la misma para la expedición punitiva de 1768. Navarro, Don José de Gálvez y la comandancia, p. 448.

La política de lenta transformación de la comunidad indígena, en lugar de un ataque frontal a la misma, obedecía al temor que tenían las autoridades de nuevos levantamientos y la necesidad de mantener el apoyo militar de los indios de los pueblos, los cuales tenían estructuras militares y cargos que unificaban a las distintas “naciones” como era el capitán general. Como ya se mencionó los ópatas proporcionaban dos compañías presidiales y los pimas una. Los yaquis y mayos tenían poderosas milicias. De ahí que a la par que se hacía uso de tales apoyos se temía por su capacidad militar. En la parte baja de la intendencia la seguridad dependía de las milicias que se habían constituido desde mediados del siglo XVIII, como se muestra en el siguiente cuadro 2.

CUADRO 2. COMPAÑÍAS MILICIANAS DE LA PROVINCIA DE SINALOA. FECHA DE FUNDACIÓN Y PROPUESTA DE REFORMA EN 1792.7 Jurisdicción Rosario

Españoles

Pardos

Fundación

Propuesta

100

100

1733

50 y 50.

200

1733

200 pardos

Mazatlán Culiacán

100

100

1740

100 y 50

Sinaloa

50

50

Siglo pasado

200 y 200

Fuerte

150

1730

100 españoles

Álamos

50

1730 y 1769

50 y 50

50

Copala

50 españoles

Cosalá

50 españoles

A pesar de que estas milicias habían sido formadas desde principios del siglo XVIII, no conformaban cuerpos permanentes, agrupándose según las necesidades. Por ejemplo las de Álamos, Sinaloa y El Fuerte les tocó participar en el combate a las rebeliones de yaquis y mayos de 1740 y de los indios fuerteños de 1769. En cambio los de la parte sur no tenían adiestramiento ni experiencia militar. Un caso especial eran las milicias de mulatos del poblado de San Juan Bautista de Mazatlán que resguardaban el puerto de Mazatlán y vigilaban las costas. Por sus servicios estos milicianos tenían fuero militar y estaban exentos de pagos de alcabala y tributos, además del privilegio de un gobierno militar exclusivo.8

7

Fuente: Informe del gobernador intendente de Arizpe, Enrique Grimarest al virrey Conde de Revillagigedo. Real de los Álamos, 31 de julio de 1792 AGN, Historia, Vol 522, ff. 297. 8 Luis Navarro García, Don José de Gálvez y la Comandancia General de las Provincias Internas de Nueva España, Savilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1964, pp. 164-165, 485-486.

A la par del reforzamiento del aparato militar, desde 1750 el visitador Rafael Rodríguez Gallardo había propugnado porque en la parte alta de la –en ese momento- gobernación de Sonora y Sinaloa, se crearan poblaciones según el modelo tradicional hispánico: villas estables con sus tierras de repartimiento que acabaran con la dispersión de los españoles en los efímeros reales de minas, convirtiéndolos en auténticos vecinos.9 Tal política se fue concretando con el surgimiento de villas a la sombra de los presidios como el caso de San Miguel de Horcasitas, el Pitic, Altar entre otras; además, con la expulsión de los jesuitas en 1767 se facilitó el asentamiento de pobladores no indígenas en los pueblos de indios, desarrollándose pueblos mixtos de consideración como Ures y Oposura. También hubo una política imperial tendiente a favorecer el desarrollo de núcleos urbanos acordes con la importancia de la Comandancia General, así fue que el pequeño pueblo de misión de Arizpe, al ser designado como capital de la misma, se le confirió el título de ciudad y asiento del recién creado obispo de Sonora, siendo la primer y única ciudad en el Noroeste novohispano. Del conjunto de la situación trazada se comprende que si bien se había logrado un equilibrio entre las demandas de autonomía de los indígenas y las de mejores condiciones para la consolidación del dominio hispánico que permitiera el desarrollo de una sociedad no indígena y con ella el crecimiento económico y los ingresos fiscales de la corona, tal equilibrio era inestable, pues la pujanza de la sociedad hispanizada necesariamente llevaría a un conflicto con los indígenas; sin embargo, la situación de relativa paz que se disfrutaba desde 1795, permitía la consolidación de grupos locales de poder económico y social, los cuales habían aprovechado la estabilidad política que se expresaba en la larga permanencia de los gobernadores militares como era el caso de Alejo García Conde que gobernaba la intendencia desde 1796 y permaneció en el cargo hasta 1813, situación similar a otros mandos del septentrión novohispano como el comandante general Nemesio Salcedo, y el gobernador de Nueva Vizcaya, Bernardo de Bonavía.10 Ambas provincias de la intendencia de Arizpe se habían beneficiado de las políticas borbónicas, por un lado la de Sonora con la creciente militarización y apertura de los pueblos de indios había logrado incentivar la economía con la derrama que significaban los sueldos de los soldados presidiales, las raciones que se daban a los apaches de paz; además con la “libertad” de los indios se obtuvo la mano de obra necesaria para trabajar la minería y la agricultura; así se desarrolló un incipiente comercio para surtir de alimentos y productos manufacturados a las poblaciones de las villas y los 9

José Rafael Rodríguez Gallardo, Informe sobre Sinaloa y Sonora. Año de 1750, German Viveros ed., introducción, notas, apéndice e índices, México, AGN, 1975. 10 Luis Navarro García, "Los intendentes de las provincias internas de nueva España", Temas Americanistas, 19, Sevilla, 2007, páginas 51-63.

reales de minas, en donde se consolidaron “familias principales” que demandaban productos de lujo provenientes del exterior,11 ya fuera por el comercio controlado por el consulado de la ciudad de México o por el comercio con barcos extranjeros, norteamericanos o ingleses, que fondeaban en las costas y cambiaban sus telas y productos manufacturados por plata. Este último comercio era principalmente de contrabando, aunque en ocasiones era autorizado por autoridades como la Comandancia General. La provincia de Sinaloa, con sus reales de minas estables, se había beneficiado de la política de fomento a la minería, que había reducido el costo del azogue y la pólvora, además de que había dejado en manos de los propios mineros la administración y fomento de la actividad minera, a través del establecimiento de las Diputaciones Provinciales del Real Tribunal de Minería. La bonanza minera se manifestaba en que estos reales eran las poblaciones más grandes de la intendencia, en los cuales los vecinos principales disponían de los medios suficientes para hacer inversiones que redituaban en su prestigio social, como la edificación de iglesias, la creación de capellanías y cofradías.12 A pesar del proceso anteriormente trazado y que se sintetiza en un creciente dominio de la monarquía en la intendencia de Arizpe que permitió la consolidación de poblaciones de algunos miles de habitantes en donde se desarrollaron familias de vecinos principales con poder económico y social, hasta 1808 su acceso al poder político se había limitado a ocupar algunos puestos de la jerarquía político-administrativa como subdelegados y tenientes de subdelegado, o capitanes de presidio. En tanto que el órgano de gobierno local que daba poder de representación y de autogobierno a las principales poblaciones de la Nueva España, el ayuntamiento, había dejado de elegirse desde fines del siglo XVII. Sería hasta principios de la década de 1790 que se nombraron cargos de gobierno municipal como el de alcalde ordinario, aunque sin que lo nombrara un cabildo, sino los vecinos. En ausencia de ayuntamiento el gobierno local era ejercido por una autoridad que combinaba atribuciones civiles y militares, ya fuera un teniente de justicia o un capitán de presidio, pero esta autoridad dependía en gran medida del apoyo que le brindaran los vecinos para resolver los problemas de emergencia, por lo que era práctica común que convocara juntas en las que participaba el vecindario y se tomaran decisiones como organizar milicias que salieran a perseguir apaches, o sobre el 11

Stuart S. Voss, On the Periphery of Nineteenth-Century Mexico. Sonora and Sinaloa 1810-1877, Tucson, The University of Arizona Press, 1982, pp. 24-32. 12 En 1807, como parte de la orden de consolidación de vales reales, se realizó un inventario de las donaciones que las “familias principales” de la intendencia habían hecho a la iglesia por concepto de capellanías, pago de misas y velas, culto de cofradías. Tal orden significaba que la corona quitaba a la iglesia la administración de esos fondos. Como es conocido tal medida causó mucha inconformidad en el centro de la Nueva España, todavía está por investigarse cómo se llevó a la práctica en la intendencia de Arizpe y si hubo reacciones, que se tradujeran en apoyo a los insurgentes. Este inventario se encuentra en la Biblioteca Nacional de México, Archivo Franciscano, expedientes 37/835.1 y 37/834.1.

repartimiento de solares o donar a la iglesia un porcentaje del ganado mostrenco reunido en las partidas anuales.13 Los elementos señalados en este apartado se verán reflejados en la manera como participaron los habitantes de la intendencia de Arizpe en la crisis monárquica. Un primer aspecto es que el peso económico y social adquirido por los “vecinos principales” les permitiría demandar participar del poder político. Por otra parte la diferente conformación histórica de la parte alta y baja de la intendencia se expresó en que asumieron una postura diversa ante la insurrección de Miguel Hidalgo, pues mientras la porción sur apoyó a los insurgentes y las milicias se mostraron incapaces de detenerlos, la parte norte tenía tropas presidiales fogueadas en la guerra que se encargaron de derrotarlos. Procesos que se analizan a continuación. 1808-1812. LA PRIMER FASE DE LA CRISIS MONÁRQUICA EN LA INTENDENCIA DE ARIZPE. El 17 de marzo de 1808 se produjo un levantamiento popular en la ciudad de Aranjuez en la península Ibérica, mismo que llevó a la abdicación del rey Carlos IV y la entronización de su hijo Fernando VII, conocido como “el deseado” por la esperanza que se tenía en él de que encabezara una nueva época de esplendor de la monarquía. Desde ese día se sucedieron una serie de acontecimientos de carácter político-militar que transformaron al conjunto del imperio español, incluyendo a la remota intendencia de Sonora y Sinaloa, cuyos habitantes, totalmente ajenos a la conmoción que se avecinaba, se aprestaban a aprovechar las oportunidades abiertas para el desarrollo económico, gracias a las políticas que desde el último tercio del siglo XVIII habían impulsado los funcionarios borbónicos. En el siguiente cuadro 3 se anotan los principales acontecimientos que se dieron en la península Ibérica y en la Nueva España. CUADRO 3. CRONOLOGÍA DE ACONTECIMIENTOS 1808-1812.14 FECHA

ACONTECIMIENTO

17-03-1808

Motín popular en Aranjuez que obliga a Carlos IV a abdicar a favor de Fernando VII.

2-05-1808

Levantamiento popular en Madrid contra los invasores franceses. Inicio de levantamientos en las otras ciudades de la península, conformándose juntas insurreccionales.

25-05-1808

Abdicaciones de Bayona. Fernando regresa la corona a Carlos IV, éste a su vez abdica a favor de Napoleón Bonaparte, quien pasa el trono de España a su hermano José.

25-09-1808

Se constituye en Aranjuez la Suprema Junta Central Gubernativa del Reino, con dos

13

Medina, “La representación política”. Un texto en el que se realiza un análisis detallado de estos acontecimientos es el de Francois-Xavier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, México, Editorial MAPFRE / FCE, 2000. 14

delegados por cada junta insurreccional formada en las ciudades de la península Ibérica. 22-01-1809.

Convocatoria de la Junta Central para que los reinos, capitanías generales y provincias de América eligieran diputados a la misma.

29-01-1810.

Disolución de la Junta Central y convocatoria para elegir diputados a Cortes “generales y extraordinarias”.

16-09-1810

Levantamiento de Miguel Hidalgo en la Nueva España.

24-09-1810.

Se reúnen en la Isla de León las Cortes. Proclaman ser depositarias de la soberanía nacional.

19-03-1812

Juramento de la Constitución Política de la Monarquía Española, expedida por las Cortes de Cádiz . Abrogada en mayo de 1814 por Fernando VII y puesta en vigencia nuevamente en marzo de 1820.

El problema principal que se presentó durante estos años fue encontrar el tipo de representación que posibilitara reconstruir un centro reconocido como depositario de la soberanía real, pues la entronización de José Bonaparte era concebida por los cuerpos más importantes de la sociedad española como una usurpación totalmente ilegitima, lo cual condujo a la llamada vacatio regis, situación verdaderamente excepcional, sin antecedentes en ninguna otra monarquía, que abrió la puerta a una gran agitación, movilización y discusión acerca de cómo enfrentar ese enorme vacío.15 ¿Cómo influyeron los acontecimientos anteriores en la remota Intendencia de Arizpe? Un primer elemento a tener presente es que la lejanía del teatro de los acontecimientos motivó que sus habitantes tuvieran conocimiento de los mismos con un desfase de alrededor de seis meses, tiempo suficiente para que en diversas ocasiones se actuara uniendo un primer acontecimiento y el que lo siguió, como fue el caso de la jura de Fernando VII en Arizpe realizada a fines de noviembre de 1808, en la que se reunió el paseo del pendón real por su entronización del mes de marzo y la denuncia de la usurpación de Napoleón y la lucha por su liberación del mes de mayo. Tal situación hacía muy difícil que los pobladores de estas regiones pudieran tener una iniciativa mayor y que se concretaran a responder, sin mucha premura, las órdenes que llegaban. Por otra parte, las noticias se conocían por medio de las autoridades provinciales, ya fuera el intendente gobernador Alejo García Conde quien residía en Arizpe o del obispo de Sonora Fray Francisco Rousset residente en Culiacán, quienes a su vez podían ser informados por el Comandante General de las Provincias Internas, Nemesio Salcedo, desde Chihuahua o Durango, o alguno de los virreyes que hubo en ese período. La información que se pasaba a través de proclamas, manifiestos o 15

Situación cuyo paralelo más próximo se dio en 1700 cuando el rey Carlos II murió sin descendencia desencadenándose la llamada guerra de sucesión, entre los aspirantes al trono de las dinastías Habsburgo y Borbón, con la diferencia de que en esa ocasión ambos pretendientes podían alegar derechos legítimos. Antonio Annino ha enfatizado el carácter excepcional de la vacatio regis de 1808, en “Cádiz y la revolución territorial de los pueblos mexicanos 1812-1821”, en Historia de las elecciones en Iberoamérica. Siglo XIX, Antonio Annino, coord., México, FCE, 1995, p. 184. También John H. Elliot, Empires of the Atlantic World. Britain and Spain in America 1492-1830, New Haven, The Yale University Press, 2006, p. 374.

bandos, involucraba personajes y lugares muy ajenos a la experiencia de los pobladores de la intendencia; en tales documentos se daba prioridad a exaltar sus sentimientos patrióticos centrando el discurso en la usurpación de Napoleón, las violencias contra Fernando VII y los peligros para la religión y la patria. El espacio usual para su lectura eran las iglesias, durante la misa dominical, y los sujetos idóneos para hacerla eran los misioneros y los curas, quienes debían exhortar a los fieles, ya que en las provincias no había imprenta.16 En la intendencia de Arizpe el desfase temporal y el escaso desarrollo de la sociedad hispánica, expresada en la ausencia de ayuntamientos, motivó que no existieran las instituciones que pudieran plantearse alguna iniciativa ante la vacatio regis, de ahí que la estructura política de la monarquía sustentada en las diversas autoridades provinciales se mantuvo, siendo ellas las encargadas de promover las acciones acordadas para el conjunto del imperio desde la Península Ibérica, acciones que incluyeron actos públicos como los juramentos de fidelidad y la realización de elecciones, así como la recolección de donativos y una intensa campaña propagandística. Si bien los pobladores de la intendencia, salvo los de la parte sur, no vivieron la violencia de la guerra, si -en cambio- se les movilizó e integró al debate político, incluyendo a los indígenas, lo suficiente como para que se debilitaran las estructuras de autoridad, como se verá más adelante. A continuación se analizan tres procesos que dan cuenta de la manera como los habitantes de la intendencia de Arizpe se vieron involucrados en la crisis de la monarquía: los juramentos públicos, lAs primeras elecciones para la reconstrucción de un poder soberano y el combate a la insurrección de Miguel Hidalgo. LOS JURAMENTOS PÚBLICOS: UN MEDIO DE INVOLUCRAR AL PUEBLO EN LAS MEDIDAS PARA SOLUCIONAR LA CRISIS MONÁRQUICA. Los juramentos públicos eran actos importantes porque a través del juramento de fidelidad, las diversas corporaciones que constituían el “pueblo”, simbólicamente reconocían la soberanía del nuevo rey. La importancia de estos actos fue mayor a partir de 1808, ya que había una disyuntiva real entre reconocer a José Bonaparte, quien tenía el poder efectivo, o a Fernando VII, quien había abdicado en su padre Carlos IV, y éste a su vez en Napoleón y había emitido una proclama al pueblo español llamando a reconocer la nueva dinastía. Por otra parte en estos actos gran parte del ceremonial era religioso, pues

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La importancia del clero en los procesos aquí tratados se expresa en que las fuentes primarias para estudiarlo son principalmente documentos localizados en los Microfilms del Archivo del Arzobispado de Sonora (en adelante MAAS), consultados de la Biblioteca Ernesto López Yescas del Centro INAH-Sonora de la ciudad de Hermosillo.

se realizaban misas con Te Deum, rogativas y procesiones que imitaban las de las fiestas religiosas. Elementos todos ellos que hacían de los ministros religiosos un elemento central en todo el acto. 17 En la intendencia de Arizpe la primer fase de la crisis monárquica se expresó en dos actos de jura, uno a Fernando VII y otro a la Junta Central, ambos realizados en la ciudad de Arizpe, del 26 al 30 de noviembre de 1808 el primero y el 28 de mayo de 1809 el segundo. A continuación se describe el acto de “jura” que se hizo en la ciudad de Arizpe del 26 al 30 de noviembre de 1808, en el que se juró lealtad a Fernando VII, se rechazó al usurpador y se manifestó la voluntad de luchar para reinstalarlo en el trono; en un mismo acto se atendió dos acontecimientos que se habían dado en diferentes momentos. Si bien desde el 26 de julio el comandante general, Nemesio Salcedo, había ordenado que se hiciera el juramento en las provincias bajo su mando, en Arizpe se organizaron los actos respectivos a fines de noviembre, porque -según informaba el cronista anónimo hasta esas fechas regresaron a la ciudad: “el Subdelegado D. Tomás de Escalante, el Ministro Tesorero de esta Real Caja D. Ignacio de Bustamante y el cuerpo de comerciantes que se hallaban en el Puerto de Guaymas a la feria celebrada en él con motivo del permiso concedido por el Sr. Comandante General de estas Provincias al dueño de la fragata anglo-americana fondeada allí”.18 Fue hasta su regreso que Alejo García Conde Gobernador e Intendente, convocó a la jura y las “diversiones que le siguieron.” Lo cual corrobora la manera como las autoridades y los pobladores de la intendencia asumieron la problemática de la península: eran asuntos lo suficientemente lejanos como para no afectar de inmediato su vida cotidiana. El 27 de noviembre fue el día más importante, en el que se realizó la jura. Los festejos empezaron por la mañana con la realización de una misa en la iglesia de la ciudad. En la misa el Br. José de Jesús Salido predicó un sermón adecuado a la ocasión, al terminar volvió a salir la comitiva en “paseo por la principales casas de la Ciudad, cuyas casas en puertas, ventanas y azoteas se veían vistosamente” y se llevó el estandarte a la casa del gobernador donde se le haría guardia hasta las tres y media de la tarde, hora señalada para la jura, la cual se llevó a cabo de la siguiente manera: Con efecto, congregados en la expresada Casa de Gobierno el Alférez Real, oficialidad franca, comercio y demás personas de distinción, formada en batalla toda la tropa de la Guarnición en la Plaza del frente con sus correspondientes Oficiales, y las diversas cuadrillas de indios y españoles con sus respectivas bandas, y a la vista 17

Véase “JURA” y sus derivaciones, en Diccionario de la lengua castellana en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modo de hablar, los proverbios o refranes y otras cosas convenientes al uso de la lengua [...] Compuesto por la Real Academia Española, edición facsimilar en formato electrónico por la Fundación Histórica Tavera/Colección Clásicos Tavera, Madrid, Imprenta de Francisco del Hierro, 1729; también Beatriz Rojas, comp. y estudio introductorio, Documentos para el estudio de la cultura política de la transición. Juras, poderes e instrucciones. Nueva España y la Capitanía General de Guatemala 1808-1820, México, Instituto Mora, 2005, pp. 36-38. 18 Informe del acto de jura a Fernando VII en Arizpe. Fechado el 9 de diciembre de 1808. MAAS, rollo 76.

del numeroso Pueblo; los dos Reyes de Armas impusieron silencio, como es costumbre en semejantes actos y sin intermisión; teniendo el Sr. Gobernador en sus manos el real estandarte y acercándose al balcón de la expresada galería, y Juró tres veces en alta voz al Sr. D. Fernando 7º. por Rey de España y de las Indias; en el mismo instante de acabar de pronunciar este Jefe las palabras de fórmula, se oyó un grito general de alegría con la expresión de viva Fernando 7º., a que acompañaron los repiques de campanas, las salvas de la tropa, la orquesta de la música, los diversos bailes de los indios y el incendio de un número crecido de cohetes, manifestando el Jefe su generosa alegría con tirar al Pueblo considerable cantidad de moneda y hacer suministrar de su bolsillo el socorro de este día a toda la tropa de la Guarnición.19

A continuación salió la marcha por las calles de la ciudad, dirigiéndose a “el tablado que al efecto se había dispuesto y adornado con la mayor magnificencia en la Plaza mayor” para la “jura” del pueblo. Esa noche y las tres siguientes, las autoridades civiles que habían protagonizado los juramentos hicieron “vistosos” bailes y “refresco” en sus respectivas casas, se mantuvo iluminada la ciudad y se hicieron corridas de toros. La anterior descripción me permite plantear que aunque los vecinos carecían de ayuntamiento, habían avanzado en ocupar cargos de gobierno local y distrital, como lo muestra que Tomás Escalante sea el subdelegado, un funcionario de jurisdicción en todo el “partido” de la ciudad, también es el caso de Rafael Morales, otro vecino que ya desde 1795 había adquirido el cargo de alcalde ordinario, con lo cual –a pesar de no tener cabildo- los vecinos contaban con un juez para tratar sus asuntos locales; en el caso de esta “jura”, el vecindario lo nombró para hacer de alférez real, otro cargo de carácter municipal, si bien con funciones más honoríficas, como era precisamente portar el estandarte real en los actos públicos, no por eso menos importante ya que tenía que ver con el honor que merecía el vecindario de la ciudad. Me interesa destacar que si bien los vecinos principales y los funcionarios imperiales eran las autoridades reconocidas, por otra parte la ausencia de ayuntamiento motivaba que se mantuviera la práctica propia de los vecinos fronterizos, las reuniones amplias de vecinos en las que se discutían los asuntos de carácter extraordinario.20 En la descripción de la “jura” de Arizpe, esa tradición se manifiesta en el lugar dado al “pueblo”, el cual se manifestaba con aclamaciones y vivas a Fernando VII. A partir del juramento de fidelidad a Fernando VII en 1808, se sucederían uno tras otro para legitimar ya no al monarca sino a las nuevas instituciones, convirtiéndose en la vía más utilizada para 19

Ibid. El orden corporativo novohispano hacía considerar que era suficiente con el juramento de las autoridades corporativas para dar por un hecho la fidelidad del resto de los miembros de las corporaciones; por ejemplo, el cabildo de Guanajuato juró en representación de toda la ciudad. Sin embargo, en lugares donde no había ayuntamiento, como era el caso de San Miguel el Grande en esos momentos, fue necesaria una “junta general del vecindario” para hacer el juramento. Ver Alfredo Ávila, En nombre de la nación. La formación del gobierno representativo en México (México: CIDE/Taurus, 2002Ávila, En nombre de la nación, 77-78. 20

demandar la fidelidad de la población a las mismas y para inculcarle de la manera más táctica posible los nuevos principios. Así, se organizaron actos de jura a las Cortes Generales y Extraordinarias instaladas en septiembre de 1810, a la constitución que aprobaron el 18 de marzo de 1812 y cuando fue nuevamente puesta en vigencia en 1820; tales actos continuaron utilizándose para legitimar los nuevos eventos de construcción de una soberanía nacional, como la independencia de la Nueva España en 1821, la constitución federal de 1824 y las constituciones estatales. El grueso de los pobladores de las provincias de Sonora y Sinaloa tuvo su primer contacto con el nuevo ideario a través del imaginario político del Antiguo Régimen expresado en los actos de jura, ya que no había otros medios, como lo fue el caso de la prensa en las áreas centrales de la Nueva España. LAS ELECCIONES DEL DIPUTADO POR LA INTENDENCIA DE ARIZPE A LA JUNTA CENTRAL. A la par de la agitación política que implicaba la realización de juramentos, la intendencia de Sonora y Sinaloa se vio involucrada en el proceso electoral que desde el 29 de enero de 1809 convocó la Junta Central para que las “Indias” tuvieran “representación” por “medio de sus respectivos diputados”.21 Un detalle de interés es que la convocatoria señalaba explícitamente que las elecciones las harían los ayuntamientos de las capitales cabezas de partido y que las Provincias Internas debían ser incluidas, pero no concretaba cuales eran tales capitales. Un documento titulado “Sobre derecho de la Provincias Internas para elegir cada una diputado que sea comprendido entre los demás del Reyno donde se ha de sortear el que baya a la Suprema Junta”, 22 muestra que tal definición motivó que en la Nueva España se abriera una discusión que involucró al comandante general de la Provincias Internas, al Tribunal del Real Acuerdo y al virrey. Es importante tal discusión porque muestra la naturaleza de los argumentos utilizados. El documento mencionado es un resumen hecho al virrey por la Secretaría de Cámara de las discusiones y resoluciones dadas el respecto, las cuales parten de la consulta que hizo el comandante general sobre si Arizpe, Coahuila, Texas y Nuevo México deberían cada una en su capital hacer su elección. A favor de Arizpe se “alegó” lo siguiente:

21

Real Orden de la Junta Suprema Central Gubernativa del Reino, de fecha 29 de enero de 1809, en Documento No. 69 de la Colección de Leyes Mexicanas Dublán y Lozano, consultada en la página de internet de la Biblioteca de El Colegio de México. 22 “Sobre derecho de la Provincias Internas para elegir diputado que sea comprendido entre los demás del Reyno donde se ha de sortear el que baya a la Suprema Junta”. s/f., en Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Historia, vol. 416, fs. 44-47.

[…] que havia Intendencia y gobierno militar reunido: tenía Teniente Letrado: caxas reales: diputación de minería y cabesera de obispado: que la casualidad de no tener ayuntamiento no devía privar de derecho a la provincia quando esto consistiría en un descuido en que no eran culpables los habitantes.23

De las otras provincias se apuntó que eran gobiernos militares y en sus capitales había ayuntamientos, “con que si a Arizpe perjudicaba no tenerlo, estas otras se hallaban libres del inconveniente”; además, el comandante general introducía otro asunto en la consulta: que el ayuntamiento de la villa de Chihuahua podría representar a Coahuila, Texas y Nuevo México, como capital de las mismas, afirmación que sustentaba en que era su residencia. El fiscal de lo civil, en su respuesta del 12 de junio de 1809, opinó que a Arizpe se le diera el “derecho de elegir, formando antes ayuntamiento; y que no lo fuesen Coahuila, Texas y Nuevo México, porque no eran Intendencias sino gobiernos militares”. Esta resolución pasó a ser votada en el Tribunal del Real Acuerdo, el cual ratificó a Arizpe el derecho de elegir, señalando que el intendente debía formar ayuntamiento “en el modo que le parezca”. En cuanto a Chihuahua, señalaba que no había duda de que no tenía derecho porque ni era cabecera, ni lo había sido ni podía serlo “porque la casualidad haya proporcionado la residencia del Comandante General en ella, pues ni asi goza de privilegio, ni deja de estar sujeta a la Intendencia de Durango, legítima cabezera de la Nueva Vizcaya”. De tal manera que finalmente el virrey reconoció derecho de elegir vocal únicamente a las ciudades de Arizpe y Durango. Entre los argumentos dados se mezclan los de orden circunstancial como la lejanía y la premura del tiempo, con los relacionados con lo que era propiamente la cultura política del Antiguo Régimen: los privilegios obtenidos por las poblaciones. Tal situación se evidencia en el caso de la villa de Chihuahua, la cual a pesar de ser una población de más importancia económica y demográfica que Arizpe o Durango, era considerada por los magistrados como una “simple villa”, todavía “sujeta” a la ciudad de Durango la capital de la intendencia de Nueva Vizcaya. Así fue como Durango y Arizpe tuvieron derecho a elegir debido a los privilegios que habían obtenido del monarca al ser designadas como las ciudades capitales. La falta de ayuntamiento en Arizpe no se consideró un problema, ya que podía ser resuelto con la formación de uno provisional. De tal manera que el gobernador reunió en su casa el 24 de junio de 1809 a los: […] vecinos más principales de esta capital que en el día lo son D. Casimiro Merino, D. Rafael Morales, D. Martín de Zubiría, D. José Tomás de Escalante, D. Miguel Morales, D. Gabriel Padilla, D. Rafael Zubia, y D. Rafael Elías González: el subdelegado del Partido de Culiacán D. Ambrosio Ramón de Ortiz y el Teniente de Justicia del Río de Sonora D. José Quiroga que en representación de aquellas dos jurisdicciones de su cargo concurren a esta junta [ ]gualmente se citó y sin haber podido concurrir a ella los tenientes de justicia de las jurisdicciones de Oposura y Cucurpe por hallarse accidentado el primero, y ausente el segundo, ni tampoco algunos de los vecinos de las mismas con respecto a estar actualmente todos ellos ocupados en la urgentísima e interesante operación de los

23

Ibid.

cortes de trigo que no pueden desatender, a menos que resignándose a sufrir los más graves e irreparables perjuicios.24

A continuación procedieron a nombrar al vocal a la Junta Central, para lo cual eligieron a tres personas de siete candidatos: el presbítero Licenciado D. Manuel María Moreno y Vázquez, vecino de Oposura y en ese momento Prebendado de la Catedral de Puebla, Dn. Manuel Merino y Moreno, también de familia arizpense y que en ese momento se desempeñaba como secretario de cámara interino del virrey y el capitán D. Antonio García de Tejada, ayudante inspector de las tropas de la provincia de Sonora. Luego, por medio de sorteo, quedó uno: el mencionado secretario de cámara del virrey D. Manuel Merino y Moreno.25 Si bien la ausencia de ayuntamiento en Arizpe se pretendió resolver con la creación de uno provisional, éste asumió la forma de una “junta”, en la que participaron los vecinos principales de Arizpe (“junta de vecindario”) e individuos de otros lugares como el Valle de Sonora y de la villa de Culiacán, el primero cercano a Arizpe y la segunda muy lejana; además de que se había convocado a los pueblos de Cucurpe y Oposura, aunque no participaron. Lo anterior significa que la convocatoria del gobernador intendente iba en el sentido de conformar una instancia de representación provincial; sin embargo, seguramente por las largas distancias, no asistieron individuos de otros pueblos y villas, lo que favoreció que los vecinos principales de Arizpe y su jurisdicción, finalmente tuvieran una clara mayoría. También la junta de Arizpe se declaró lista para otorgar el poder e instrucciones a quien finalmente quedara electo como diputado, de la misma manera como se concebían los procuradores de las ciudades. El 28 de marzo de 1810 terminaron de redactar las instrucciones que pasarían a Miguel de Lardizabal y Uribe como vocal de la Nueva España a la Junta Central. Estas mismas instrucciones fueron utilizadas por Manuel María Moreno, primer diputado de la intendencia a las Cortes de Cádiz y en 1820 por Miguel Ramos Arizpe.26 Se trataba de una representación como la que realizaban los apoderados, la cual debía constreñirse a defender los intereses de las provincias y la ciudad capital, según la instrucción extendida, tal y como lo harían ellos mismos. Se trata pues de una representación que todavía no tiene nada que ver con la construcción de un órgano soberano de carácter nacional, sino 24

AGN, ramo Operaciones de Guerra, vol. 31, f. 120. La localización de este documento fue posible gracias a la referencia proporcionada por Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva, “Las elites regionales y la formación del estado de Sonora. 17901831”, tesis de doctorado, El Colegio de México, 1994, p. 121. 25 AGN, ramo Operaciones de Guerra, vol. 31, f. 120. 26 Miguel Ramos Arizpe, "Exposición o memoria sobre el estado natural, civil y político militar de las Provincias de Sonora, Sinaloa y Californias (1820)", introducción y notas de Juan Domingo Vidargas del Moral, en Estudios de Historia Novohispana, vol. 14, UNAM-IIH, 1994.

más bien el tipo de representación que desempeñaban los procuradores de las ciudades ante las Cortes de Antiguo Régimen. De tal manera que la instrucción fue pensada como una lista de peticiones que hacían las provincias y la ciudad capital, las cuales sin un orden claro comprendían cuestiones económicas y políticas. Todas ellas argumentadas con un vocabulario de Antiguo Régimen, ya que se pedía el cumplimiento de privilegios incumplidos, que se habían obtenido en la época de José de Gálvez. Las peticiones nuevas eran consideradas como gracias, que podía otorgar el soberano impersonal que era la Junta Central. El punto en el que pareciera que los vecinos principales de Arizpe estaban más a tono con los nuevos tiempos, es el relacionado con “la recta administración de justicia”; ya que en él critican severamente “el mal uso que se hace de la jurisdicción real de estas provincias”, pues cuestionaban a los encargados de administrarla en los términos siguientes: […] unos individuos tan extragados y corrompidos que degradando su especie, son como un aborto o embrión de la naturaleza humana. Parece que en un empleo en que se interesa la autoridad del Soverano, el aumento de la religión, la observancia de las leyes, la tranquilidad de los vasallos, y felicidad de la patria, que los devia hacer mas cautos en sus vicios, y menos relaxados en sus costumbres, los desenfrena, hasta desconocerse así propios, cometiendo a la sombra de la justicia los excesos mas ignominiosos […] Se hace pues indispensable, y de la mas urgente necesidad, aplicar los remedios convenientes a este cancer, que reconocido por todos lados, anuncia las mas tristes y dolorosas consecuencias. Y todo podrá conseguirse despojando a los Intendentes gobernadores de esta regalia, que en la mayor parte contribuye a estos desordenes. Como quiera que estos magistrados, muchas veces no están instruidos, como se requiere, en los sujetos benemeritos de las provincias, y aun quando lo estén, reusan los idoneos, admitir un empleo tan oneroso: agregandose el gran participio, que suele tener en estos nombramientos la lisonja, el interes, el favor, y la amistad.27

Es de resaltar el duro tono de la crítica al intendente y sus justicias, que avizoraba ya conflictos inminentes. La propuesta que hacen para enfrentar tal problema es por demás interesante, ya que plantean despojar al gobernador intendente de “esta regalía”, es decir del derecho que le daba la Ordenanza de Intendentes de nombrar a los subdelegados, en su lugar planteaban el siguiente mecanismo de nombramiento: […] deven todas las caveceras de subdelegaciones, formar anualmente una junta con autoridad competente, para nombrar el sugeto, que en aquel año administre la justicia a su respectivo territorio; sin que pueda excusarse en la primera elección ninguno por privilegiado que sea (solo en caso de enfermedad justificada) pues a todos comprende generalmente el interés de la patria […] Esta resolución llevada a su devido efecto por la autoridad suprema llenaría de jubilo y satisfacción a estos vasallos […]28

Es significativo que los firmantes no plantearan la conformación de cabildos, sino que su preocupación fuera mantener el gobierno de un justicia, como lo habían experimentado las provincias desde fines del siglo XVII, pero buscando su control a través del mecanismo también tradicional en la 27 28

Ibid., fs. 214-214 v. Ibid.

región de la junta de vecinos. Lo novedoso es que por primera vez intentan formalizar un mecanismo de elección en donde los vecinos no esperan que la autoridad real atienda su petición acerca de quien deba ocupar un cargo, sino que plantean ser ellos mismos reunidos en junta, sin ninguna otra intromisión, quienes elijan al justicia. Seguramente tal postura fue una racionalización de las prácticas tradicionales de las juntas de vecinos y los nuevos procesos electorales que habían vivido desde la convocatoria hecha por la Junta Central. La instrucción comentada es importante porque fue elaborada por una representación de vecinos, en la que se reflexiona acerca de las necesidades de las provincias de Sonora y Sinaloa. El texto refleja, más que los problemas por los que atravesaba la monarquía, el grado de desarrollo alcanzado por la sociedad hispana en las provincias, ya que se evidencia que un grupo de vecinos principales, que venían ocupando cargos de gobierno corporativo, local y distrital, poseían los suficientes recursos, conocimientos y experiencias como para sentirse identificados con el territorio y disputar con el mismo gobernador intendente el gobierno distrital.29 Tenían ya la capacidad suficiente para plantear una visión de conjunto sobre las provincias, identificándolas como una zona de frontera en la que los problemas principales seguían siendo los indios, tanto cristianizados como gentiles, lo que hacía necesario reforzar los mecanismos que en un pasado mítico supuestamente habían sido exitosos en la pacificación de las provincias, como era restaurar el poder temporal de los ministros religiosos en los pueblos de indios y el incremento de las fuerzas presidiales. El carácter fronterizo de la región también era un argumento para exigir el cumplimiento de los privilegios otorgados por la Corona, cuando mediante ellos buscó poblar y afianzar los territorios de frontera del septentrión novohispano. La madurez alcanzada por la sociedad hispánica en la región posibilitaba el planteamiento de un discurso identitario, en el que se exaltan las riquezas naturales de las provincias y la pobreza de sus vecinos, como un argumento para apoyar sus peticiones. El uso recurrente de términos como “patria”, “país”, “nación” y “compatriotas”, expresivos de la identificación con el territorio; así como la construcción de los “otros”, los “advenedizos”, los venidos de fuera que el gobernador intendente ponía en los puestos de subdelegado, sujetos descritos como “abortos” de la humanidad. En oposición a ellos se construye la imagen de una comunidad de compatriotas, dispuestos todos a sacrificarse en beneficio

29

Coincido con la apreciación de Hernández, “las elites”, en el sentido de que para estas fechas los “notables” de Arizpe habían obtenido el poder social y económico suficiente para reclamar una mayor participación política en el gobierno de la provincia.

de sus distritos, de entre ellos una junta de vecinos votaría por un patricio para que se encargara anualmente del gobierno del distrito. Tales planteamientos no tardarían en conducir a un enfrentamiento directo con el gobernador intendente, como sucedió el 17 de enero de 1812 cuando cinco vecinos de los firmantes de la instrucción de 1810, dirigieron un escrito al gobernador-intendente Alejo García Conde, en el que se identificaban como “Los capitulares del cabildo de esta capital que representa la generalidad de la provincia”, reconocidos en “repetidos actos” a lo largo de cuatro años por diversas autoridades, para exponerle los problemas de abasto que tenía la ciudad. Al día siguiente García Conde les respondió que no consideraba necesarias sus propuestas; además les advertía lo siguiente: […] se abstengan en lo subcesivo de usar del estilo arrogante con que pretenden fundar su citada exposición, y del nombre de capitulares, hasta tanto me hagan constar, de que estan condecorados con un privilegio de que solo fungieron formando cuerpo que supliera ayuntamiento, por la necesidad de tener que nombrar la provincia diputado que representara sus acciones en el congreso nacional de las cortes […]30

Tal respuesta motivó que los capitulares de Arizpe dirigieran el 14 de febrero una larga exposición al comandante general Nemesio Salcedo con copia al virrey, en la que debatían acremente con el gobernador intendente y solicitaban los títulos de alférez real, regidores y síndico del común, así como la autorización para usar el “uniforme señalado a los demás cabildos de esta Nueva España”, para lo cual se manifestaban prestos a pagar los “derechos reales”, pues sabían que eran cargos “vendibles y renunciables”, aunque pedían se les graduaran “con atención a la pobreza y corta población de la provincia de Sonora que representamos”. El debate entre los capitulares de Arizpe y el gobernador intendente es de mucho interés porque los primeros pusieron en el centro del debate la necesidad de conformar un cabildo que se encargara del gobierno de la ciudad disputándole a García Conde las funciones de gobierno urbano que se había atribuido ante la ausencia de tal órgano. Del pleito entre el intendente y los capitulares no se conoce el resultado, seguramente perdió su razón de ser pues por una parte Alejo García Conde en 1813 fue cambiado a la intendencia de Durango y por otra, la constitución de 1812 estableció el derecho de conformar ayuntamientos, lo que favoreció a los “vecinos principales” pues les permitió acceder al gobierno municipal, así se corrobora porque en

30

AGN, ramo Operaciones de Guerra, vol. 31, f. 119-119 v.

los meses de marzo y abril de 1814 el ayuntamiento constitucional de Arizpe estaba integrado por los mismos que desde 1808 venían fungiendo como representantes del “público”. 31 El proceso de elección iniciado en 1809 con la conformación de la Junta Central, luego continuó con la elección de diputados a las Cortes Generales y extraordinarias, las cuales se reunieron en septiembre de 1810, pocos días después del estallido de la insurrección de Miguel Hidalgo. ¿Cuál fue el impacto de esta última en la intendencia de Arizpe? LA INSURGENCIA EN LA INTENDENCIA DE ARIZPE El levantamiento de Hidalgo rápidamente se diseminó en la zona centro-occidente de la Nueva España y a principios de noviembre de 1810 ya los insurgentes ocupaban Guadalajara, la capital de la Nueva Galicia, después de lo cual fácilmente ocuparon las principales poblaciones en dirección noroeste: Tepic, el puerto de San Blas y Acaponeta, para quedar frente al territorio de la intendencia de Arizpe, apenas cruzando el río de las Cañas. Hasta ese momento sus pobladores no habían dado muestras de inquietud ni de simpatías con los insurgentes, de ahí que en Guadalajara se comisionara a José María González Hermosillo para llevar la insurrección a esa enorme jurisdicción. Hermosillo salió de Guadalajara el 1 de diciembre de 1810 con la intención de tomar el real del Rosario, la población más importante del sur de la intendencia de Arizpe y su principal centro minero. Para estas fechas ya era conocido por las autoridades civiles y eclesiásticas de las provincias de Sonora y Sinaloa el peligro que significaba la insurgencia,32 por lo que a la propaganda en las iglesias a favor de Fernando VII y en contra de los franceses que ocupaban la Península Ibérica se aunó la condena al movimiento de Hidalgo para tratar de impedir que su influjo condujera a levantamientos parecidos. Por otra parte el intendente-gobernador Alejo García Conde tomó medidas más prácticas para detener la ola insurgente, como fue el movilizar a las tropas de los presidios de la provincia de Sonora las cuales, fojeadas en la guerra contra los indios insumisos, ahora -por primera vez en su historia- serían utilizadas para combatir a otros españoles. Así, mandó una compañía de soldados presidiales dirigidos por Pedro Villaescusa, capitán del presidio de Buenavista ubicado en el territorio yaqui, para que se destacara en el real del Rosario y defender la porción sur de la intendencia e incluso llevar la contrainsurgencia más allá, hacia la Nueva Galicia.

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Documento consultado en la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco. Archivo de la Real Audiencia de Guadalajara (en adelante BPEJ-ARAG), ramo Civil, clasificación 252-9-3365. 32 El temor hacia los insurgentes se evidencia cuando el comisario de las misiones de Sonora, le ofrecía al obispo “la casa de la Misión del Pitic”, pues tenía noticia de que “arrimándose los insurgentes, piensa retirarse para acá”. Fray Ignacio Dávalos al obispo de Sonora, Fray Francisco Rousset, Tecoripa, 14 de diciembre de 1810, en MAAS, rollo 97.

Esas eran las esperanzas que suscitaba la llegada de las tropas presidiales al Rosario en su cura, José María de la Riva y Rada, quien afirmaba lo siguiente al obispo de Sonora: “[…]no me dejan duda de que si se toma la resolución de avanzar con nuestras tropas hasta el Río de Santiago, ha de ser el Gobierno de Sonora seguramente el que reconquiste cuanto han usurpado los bandidos y el que ha de reponer el Reino en la tranquilidad y orden antigua.” 33 Al igual que en el caso de la crisis monárquica, la jerarquía del obispado de Sonora y sus ministros tanto seculares como regulares, jugaron un papel fundamental en inculcar el rechazo a la insurgencia entre los habitantes de la intendencia de Arizpe. A poco tiempo de la insurrección de Dolores, el clero local se vio inmerso en las tareas de condena al movimiento. Así, el Bachiller José Joaquín Calvo, secretario de la mitra, desde la villa de Culiacán, envió una carta en nombre del obispo, quien se encontraba enfermo, a los ministros religiosos de la diócesis de Sonora, en la que les señalaba que atendiendo a un oficio de fecha 22 de septiembre enviado por el presidente de la Audiencia de Guadalajara le informaba de la sublevación de la congregación de Dolores y ordenaba que los obispos exortaran a sus “Provisores, Vicarios, Curas Párrocos y Prelados de las Ordenes Religiosas la aplicación de su celo tan acreditado al Soberano nuestro amado Sr. D. Fernando 7°”.34 Atendiendo tales recomendaciones en la intendencia de Arizpe, al igual que en el resto de la Nueva España, fue circulado y dado a conocer el edicto del la Santa Inquisición de fecha 13 de octubre de 1810, en el que se condenaba a Miguel Hidalgo por el “delito de herejía y apostasía de nuestra fe católica”, así como por ser un “hombre sedicioso, cismático y hereje”; además de haberse puesto al frente de “una multitud de infelices” que había “seducido, y declarado la guerra a Dios, a su Santa Religión, y a la Patria”. La tarea asignada al clero de convencer a los feligreses de la condena a la insurgencia, al parecer era más fácil de cumplir en la remota y lejana provincia de Sonora, los cuales difícilmente podían tener acceso a noticias que no fueran las transmitidas por los ministros religiosos, no es casual que el único caso documentado de una quema pública de la figura de Miguel Hidalgo se haya realizado en el real de la Cieneguilla en el extremo noroeste de la provincia de Sonora;35 situación diferente era la que se daba en las poblaciones del sur de la intendencia, en donde los arrieros y viajeros podían esparcir otra versión de las cosas. Así, en San Ignacio Piaxtla se quejaba su cura, Rafael de Castro, de 33

José María de la Riva y Rada al obispo de Sonora Fray Francisco Rousset, Rosario, 7 de diciembre de 1810. MAAS, rollo 97. 34 Edicto de la Inquisición, México, 13 de octubre de 1810. MAAS, rollo 97. 35 Fray Juan José Rosas informa de las “ocurrencias” habidas desde la época de la independencia en la provincia de Sonora. Pueblo de Movas, 8 de mayo de 1824. MAAS, rollo 78.

que había llegado al pueblo un “viandante con varias cosas que vendía” y un acompañante, los cuales habían difundió la versión de que era falsa la condena que había hecho el Tribunal de la Inquisición de Miguel Hidalgo y que “todo era fingido y producido por los gachupines y que el cura Hidalgo era un hombre bueno”; que luego otra persona llamada Tomás Arámbula de la jurisdicción de San Sebastián, dijo públicamente que “venía de Acaponeta de entre los insurgentes, que era una buena gente y que no procedían contra ningún criollo ni contra la fe, ni tenían otros intentos que quitar de la tierra a los malvados gachupines”. El cura temía que algunos de su feligresía simpatizaran con los insurgentes por lo que pedía al obispo que decretara “una excomunión para todos aquellos que se sujetaran a los insurgentes”.36 Tales temores no resultaron infundados pues cuando los insurgentes irrumpieron en el sur de la intendencia contaron con el apoyo de sectores de la población y si bien el clero se mantuvo como uno de los principales opositores de la insurgencia, informando a las autoridades de posibles simpatizantes o encabezando directamente la lucha contra ellos, hubo casos de curas que se manifestaron a favor de los insurgentes, como el de San Sebastián, José María Aguirre, quien apoyó económicamente su lucha e influyó para que se les unieran algunos vecinos y los soldados mulatos de la guarnición de Mazatlán.37 También fue el caso del presbítero Santiago Mariano Jaime del real de Pánuco y Copala.38 Seguramente los temores y sobresaltos que ocasionó la incursión insurgente en la intendencia de Arizpe se disiparon cuando el secretario de la Mitra, José Joaquín Calvo, volvía a enviar una carta a los ministros de la diócesis informándoles que las tropas de Coahuila habían hecho prisioneros “al rebelde cura Hidalgo y cabecillas Allende, Aldama, Abasolo, Zapata, Jiménez, Lanzagorta, Aranda, Portugal, etc.” y les daba instrucciones para junto con los “jueces reales” se solemnizara “este glorioso hecho con misa cantada y Te Deum en acción de gracias al Sr. Dios de los ejércitos, que tan visiblemente ha protegido a nuestras armas”.39 La narración historiográfica de la incursión insurgente a la intendencia de Arizpe comandada por José María González Hermosillo, inicia con su salida de Guadalajara el 1 de diciembre de 1810 y finaliza al ser completamente derrotado por las tropas presidiales comandadas por el brigadier Alejo García Conde, el 8 de febrero de 1811 en San Ignacio Piaxtla. En ese lapso había logrado tomar, después de cierta resistencia, el real del Rosario y había sido recibido con beneplácito y muestras de 36

Rafael Castro al obispo de Sonora Fray Francisco Rousset, San Ignacio, 20 de diciembre de 1810. MAAS, rollo 97. Jorge Gurría Lacroix, “José Ma. González Hermosillo”, en Nicolás Vidales Soto, comp., La independencia en Sinaloa, Culiacán, CEHNO, 1992, p. 101. 38 Alejo García Conde al obispo Fray Francisco Rousset, Piaxtla, 25 de marzo de 1811, en MAAS, rollo 77. 39 Br. José Joaquín Calvo al cura vicario superintendente Br. Jacinto Atanasio Bátiz. Culiacán, 12 de abril de 1811. MAAS, rollo 97. 37

apoyo en San Sebastián, donde obtuvo la adhesión de la guarnición de Mazatlán. Después de su derrota en San Ignacio, la única acción insurgente de cierta consideración que se realizó fue un levantamiento con raíces locales ocurrido en Badiraguato, el cual fue rápidamente sofocado en el pueblo de Charay entre el 12 y 14 de marzo de 1811. Desde entonces los partes de las autoridades de la intendencia en relación a la tranquilidad pública sólo indican “sin novedad”.40 ¿Cómo explicar el escaso impacto de la insurgencia en la intendencia de Arizpe? La historiografía al respecto a apuntado dos razones principales: una de carácter más general tiene que ver con el grado de desarrollo de la sociedad hispana en la región, la cual todavía –principalmente en la parte alta- enfrentaba grupos indígenas por fuera del dominio español o que no habían sido totalmente conquistados y se levantaban periódicamente, lo cual hacía que la distinción entre criollos y peninsulares no fuera tan conflictiva. Una segunda razón, más concreta, es que precisamente el peligro indígena motivó que desde mediados del siglo XVIII se conformara un sistema defensivo basado en una serie de presidios con soldados profesionales pero reclutados localmente y destinados exclusivamente a la guerra contra los indígenas. De tal manera que en 1810 la provincia de Sonora contaba con varios centenares de tropa veterana, acostumbrada a la guerra, que se vio especialmente apta para enfrentar los ejércitos bisoños y sin experiencia de los insurgentes, a diferencia de las milicias de las áreas centrales que en realidad no tenían experiencia de guerra y se encontraban casi al mismo nivel de los ejércitos insurgentes. La presencia de las fuerzas presidiales en el sur de la intendencia se hizo sentir desde principios de diciembre. El teniente coronel Pedro Villaescusa, capitán del presidio de Buenavista fue el principal protagonista de la guerra contra los insurgentes como el comandante de las tropas, apenas por abajo del brigadier Alejo García Conde. Al igual que éste último era un soldado veterano de alrededor de 60 años de edad y 40 de servicio. A él le tocó enfrentar sin éxito a José María González Hermosillo en el real del Rosario, donde en plena batalla los soldados "pardos" del presidio de Mazatlán, se pasaron al bando insurgente. Gracias a la inexperiencia de González Hermosillo logró salvar la vida y escapar para reagrupar sus fuerzas en San Ignacio Piaxtla.

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La historiografía de estos eventos tiene como fundamento los textos de Carlos María de Bustamante, Cuadro histórico de la revolución mexicana de 1810, edición facsimilar, t. I, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexican, 1985; Lucas Alamán, Historia de México, t. II, México, Jus, sin año; Juan E. Hernández Dávalos, Historia de la guerra de independencia de México, ed. facsimilar, t. II México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1985. Adicionalmente han sido tratados en partes de libros, artículos o ponencias principalmente en las décadas de 1940 y 1950, véase las compilaciones de Vidales, La independencia en Sinaloa y de Mario Cuevas Aramburu, comp., Sonora. Textos de su historia, t. I, México, Gobierno del Estado de Sonora/Instituto Mora, 1989.

En este último lugar fue reforzado por nuevas tropas presidiales comandadas por oficiales como los siguientes: los capitanes Manuel Ignacio de Arvizu de Fronteras y Mariano Urrea de Altar; también aparecen José Antonio Leyva, alférez de Tucson, el sargento alférez Juan José Tovar de Bavispe, el sargento Ignacio Arvizu de Fronteras; así como el capitán general ópata Francisco Medrano.41 Finalmente se unieron a este contingente el gobernador intendente Alejo García Conde, quien desde Arizpe se trasladó a marchas forzadas con tropas ópatas "armadas de fusil, lanza y rodela".42 Este conjunto de tropas sonorenses fueron las encargadas de detener el avance insurgente con la desastrosa derrota infringida a González Hermosillo en el pueblo de San Ignacio de Piaxtla. Después de la derrota mencionada, las tropas presidiales van a desempeñar un papel importante en la aniquilación de los grupos insurgentes que se dispersaron, así como en la recuperación de las plazas del noroeste de la Nueva Galicia, como fue el caso de Acaponeta y Tepic.43 En los meses siguientes los partes de guerra dan cuenta de varias batallas victoriosas contra los insurgentes pero ya en el territorio neogallego, que llevan a García Conde a afirmar lo siguiente: Quedo por todo lo dicho con la gloriosa satisfacción de que las tropas de esta frontera no sólo han librado sus dos provincias de la infestación de dichos enemigos, sino que auxiliando a la de la nueva Galicia han desembarazado ya el camino de Tepic portándose Urrea en esta última acción, y Arvizu con don Benito Espinosa en las anteriores con el valor intrepidez y esfuerzo militar que ya tienen acreditado.44

La importancia de la presencia de las tropas presidiales en Nueva Galicia se manifiesta en la relación de los soldados que murieron el 26 de julio de 1811 en la batalla de Tepequispan: tres del presidio de altar, cinco del presidio de Santa Cruz, uno del presidio de fronteras, cuatro del presidio de Tucson, uno del presidio de Pitic, seis del presidio de Buenavista, tres del presidio de tubac, seis del presidio de Bavispe, dos del presidio de Bacoachi y dos del pueblo de Cucurpe.45 En los documentos de la época la presencia de los guerreros indígenas del norte de Sonora, se manifiesta en los comentarios favorables a los ópatas, a quienes son atribuidos en gran medida los triunfos obtenidos en San Ignacio Piaxtla y en el pueblo de Charay contra los levantados del pueblo de 41

"Diario de las ocurrencias del ejército del señor Villaescusa", en Héctor R. Olea, "el heroico sacrificio insurgente", en Vidales, la independencia en Sinaloa, pp. 25-26. 42 Los autores que narran estos acontecimientos proporcionan cifras diversas acerca del número de las tropas ópatas, que van desde 200 hasta 400. Los ópatas componían dos compañías presidiales, una en el pueblo de Bacoachi y otra en el pueblo de Bavispe, con 91 efectivos cada una. Por otra parte el capitán General ópata tenía facultades para reclutar milicianos de la etnia para campañas específicas. Los ópatas eran tenidos por ser una tropa fiel y muy aguerrida en las campañas contra los apaches. 43 Alejo García conde al virrey de la nueva España. Arizpe, 17 de agosto de 1811.AGN, ramo Operaciones de Guerra, volumen 739, fojas 115-116. 44 Alejo García conde al comandante general Nemesio Salcedo. Arizpe, 14 de diciembre de 1811. AGN, ramo Operaciones de Guerra, volumen 739, fojas 54-54v. 45 Mariano Urrea, Tepic, diciembre 29 de 1811.AGN, Operaciones de Guerra, volumen 739, fojas 55-55v.

Badiraguato. En este último caso, al líder del levantamiento Antonio o Apolonio García se le atribuyó ser hijo de un capitán general ópata, e incluso ser un apache criado en el presidio de Bacoachi.46 Versiones no comprobadas que dan cuenta de la imagen casi mítica que se tenían en esta época de los guerreros indígenas del norte de Sonora. La incursión de las tropas sonorenses en el combate a los insurgentes en la Nueva Galicia se mantuvo durante varios años brindando a los oficiales presidiales la oportunidad de ejercitar sus aptitudes militares en una región muy diferente a la que estaban acostumbrados. Sus posibilidades de ascenso ya no se circunscribían al combate de grupos indígenas insumisos como parte de la tropa presidial, sino que ahora hicieron relaciones con la oficialidad del ejército y las milicias de criollos y españoles, las cuales explotarían en el nuevo contexto que se iniciaría con el triunfo del movimiento de independencia encabezado por Agustín de Iturbide. Los efectos en la intendencia de Arizpe de la crisis en que se vio inmerso el imperio español y especialmente la Nueva España con la insurrección de Miguel Hidalgo, no tuvieron que ver con la destrucción material ocasionada por la guerra, sino con la dependencia que tenía su economía del aparato monárquico. Después de 1810 los soldados presidiales que permanecieron en la provincia de Sonora recibieron sus pagos de manera irregular, lo mismo que su avituallamiento en uniformes y armamento; también los misioneros experimentaron el retraso en el pago de sus sínodos. Por otra parte se vio afectado el envío de azogue a los mineros, con lo cual se paralizaron sus trabajos. De tal manera que el crecimiento económico que se experimentaba desde fines del siglo XVIII se vio truncado, pues los sueldos de soldados y misioneros eran el estímulo principal de diversas actividades económicas y la minería sustentaba las poblaciones más grandes de la intendencia. Aunque hace falta una investigación que precise los ritmos de esta decadencia económica.47 A MANERA DE CONCLUSIONES De lo planteado acerca de la manera como los habitantes de la intendencia de Arizpe participaron tanto en los esfuerzos por recomponer un centro soberano ante la crisis de la monarquía como en los acontecimientos relacionados con el estallido insurgente, se puede considerar que se 46

Parte del capitán de milicias Juan José Padilla al comandante militar de álamos, en Olea, "El heroico sacrificio insurgente", p. 34. 47 Sobre la crisis del sistema presidial por falta de pagos, véase: Ignacio Zúñiga, Breve ojeada al Estado de Sonora (1835), Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1985. Al respecto de los problemas con el abastecimiento de azogue García Conde le comunicaba al virrey Francisco Xavier Venegas que “este ingrediente es necesario no sólo para el fomento de las muchas minas que hay en esta provincia sino para mantener ocupada la gente popular que las trabaja, espero que V.E. se sirva cubrir la falta del referido ingrediente […]”. Arizpe, 23 de febrero de 1813. AGN, ramo Operaciones de Guerra, volumen 739, foxa 117v.

mantuvieron bajo las directrices establecidas por las autoridades reales, pero que los grupos emergentes de “familias principales” no lo hicieron de una manera incondicional y gratuita; sino que aprovecharon los espacios abiertos tanto en la representación política como en el aparato militar para hacer valer sus intereses. Así, los vecinos de Arizpe lograron desplazar del gobierno local al gobernador intendente Alejo García Conde y algunos oficiales presidiales oriundos de la región, como Mariano Urrea y Manuel Ignacio de Arvizu, accedieron a cargos políticos de importancia provincial cuando se logró la independencia.

CARLOS HERREJÓN PEREDO. CARLOS HERREJÓN PEREDO. Nac. 1942, Morelia Mich. ESTUDIOS. Doctorado en Historia: École des Hautes Études en Sciences Sociales, París. Licenciatura en Teología: Universidad Gregoriana de Roma. PUESTOS ACADÉMICOS. Cargo actual: profesor-investigador del Centro de Estudios de las Tradiciones de El Colegio de Michoacán, Zamora. Director de Estudios Invitado en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, París. Investigador Asociado en el Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador Invitado en la Universidad Michoacana. Profesor en la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México. Profesor en el Seminario de Morelia. LIBROS: Morelos: Vida Preinsurgente y Lecturas. Los procesos de Morelos. Morelos: Documentos Inéditos de Vida Revolucionaria. Hidalgo: Razones de la Insurgencia y Biografía Documental. Hidalgo antes del Grito de Dolores. Textos Políticos en la Nueva España. Historia del Estado de México. Los Orígenes de Morelia: Guayangareo-Valladolid. Del sermón al discurso cívico, México 1760-1834. Pertenece a la Academia Mexicana de la Historia y al Sistema Nacional de Investigadores III. CORRIENTES Y AUTORES EN LAS RESPUESTAS DE HIDALGO A LA INQUISICIÓN. Carlos Herrejón Peredo El Colegio de Michoacán

Luego que Hidalgo se lanzó a la lucha insurgente, en la Inquisición se acordaron que desde 1800, a raíz de la denuncia de un mercedario, se había iniciado un proceso en su contra, que por falta de pruebas había sido archivado. Pero ante el levantamiento convenía que la Inquisición prestara sus servicios, para lo cual el fiscal entresacó puntos de aquella y otras denuncias, los dio por comprobados y los entregó a dos calificadores, cuyo dictamen censuró a Hidalgo como hereje. En su vista el fiscal pidió a

los inquisidores citaran a Hidalgo para que respondiera de los cargos. De tal suerte los inquisidores publicaron edicto el 13 de octubre de 1810.48 En realidad la Inquisición no había pronunciado ni pronunciaba ninguna sentencia. El proceso, con todo y la acusación del fiscal, aún requería la comparecencia y respuestas de Hidalgo, la defensa del reo por un abogado y al final la sentencia. Pero el edicto contenía las acusaciones altisonantes del fiscal y ante los ojos del pueblo eso equivalía a que efectivamente se le consideraba hereje. Era lo que buscaba la Inquisición: que sobre la insurrección cayera el desprestigio de su caudillo acusado de herejía. Es de advertir que las acusaciones del fiscal representan una selección de elementos de denuncia o de informes vertidos a lo largo del proceso incoado en 1800. Y salta a la vista que el fiscal se centró en puntos doctrinales, en lo que pensaba y decía Hidalgo en materia de fe, no en el sin fin de detalles y chismes sobre su comportamiento y costumbres, muy interesantes para la biografía del prócer, pero en realidad de peso inferior frente al objetivo de señalarlo como hereje. Hidalgo iba rumbo a México cuando recibió noticias del edicto de comparecencia, por el 25 de octubre. Su principal preocupación en ese momento era llegar a su destino. De tal manera, entre las mil atenciones de la guerra, apenas hubo tiempo para que alguien se lo leyera el 27, a la hora de sobremesa estando en la casa cural de Ixtlahuaca. Comentó algunas contradicciones que contenía el edicto: “Que el Santo Oficio le imputaba ser luterano y después hereje deísta, que estas cosas se oponían y contradecían; que asimismo le acusaba el Santo Oficio de haber predicado que no había infierno, pero que de esto mismo le calificarían lo contrario los indios y demás que le acompañaban de haberle oído predicar todo lo contrario, y que los mismos indios le hacían beneficio en haberse pasado a su partido para que ellos convencieran que había predicado acerca del infierno, como del pecado que es la fornicación; que lo citaba el Santo Tribunal para dentro de treinta días y que seguramente estaría ante él antes de término”.49 Asimismo Hidalgo expresó su intención de que una vez que entrara a México demostraría su inocencia e integridad de fe católica.50 No lo hizo debido al retorno de Cuajimalpa y a la derrota de Aculco. Pero estando luego en Valladolid, por el 15 de noviembre publicó manuscrito un manifiesto de respuesta al edicto inquisitorial, que luego se imprimió en Guadalajara. El manifiesto sólo se refiere a cuatro de las doce acusaciones del fiscal, una sobre el infierno, otra sobre la canonización de Gregorio VII, la tercera sobre la Biblia y la cuarta sobre doctrinas de Lutero. En cuanto al infierno, pone por 48

Antonio Pompa y Pompa (ed.), Procesos inquisitorial y militar seguidos a D. Miguel Hidalgo y Costilla, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1984, pp. 122-138. 49 Así o escuchó el médico Mariano López: Pompa, Procesos cit., p. 177. 50 Pompa, Procesos cit., pp. 174-179.

testigos a sus feligreses de que él mismo les predicaba continuamente sobre “las terribles penas que sufren los condenados en el infierno”. Las demás acusaciones no las contesta directamente, sino que desecha por contradictorias, y asegura que el resto va por el mismo camino: “Se me acusa de que niego la existencia del infierno, y un poco antes se me hace cargo de haber asentado que algún pontífice de los canonizados por santo está en ese lugar: ¿Cómo, pues, concordar que un pontífice está en el infierno negando la existencia de éste? Se me imputa también el haber negado la autenticidad de los Sagrados Libros; y se me acusa de seguir los perversos dogmas de Lutero. Si Lutero deduce sus errores de los libros que cree inspirados por Dios, ¿cómo, el que niegue esta inspiración, sostendrá los suyos, deducidos de los mismos libros que tiene por fabulosos? Del mismo modo son todas las acusaciones”. Más bien acusa a la Inquisición, al gobierno represor y a los gachupines en general de que su móvil verdadero es la avaricia como idolatría del dinero. Aprovecha para exhortar a todos los nacidos en esta tierra para que se unan contra la opresión y finalmente propone la creación de un congreso.51 La Inquisición le contestó con otro edicto y al mismo tiempo proseguía recabando información, denuncias y testimonios.52 Así las cosas, Hidalgo fue hecho prisionero y conducido a Chihuahua, donde permanecería más de tres meses, a partir del 23 de abril de 1811, hasta su sacrificio el 30 de julio del mismo año. Entregó los descargos el 10 de junio, de manera que tuvo más de un mes para leer con calma las acusaciones y darles respuesta cabal. Tales descargos constituyen parte medular del proceso. Un documento poco aprovechado y bastante complejo, a pesar de que no es muy extenso; ya que su comprensión supone la voluminosa documentación anterior, de la cual las acusaciones del fiscal no son sino un brevísimo extracto manipulado, en cuanto que el mismo fiscal Manuel Flores, antes del Grito había considerado todas las denuncias carentes de prueba.53 Y como se trataba original y principalmente de denuncias de corte teológico, ahí afloran autores y corrientes de pensamiento plasmados en textos de diversas épocas. Por lo mismo Hidalgo en sus descargos hubo de referirse a ellos, autores y corrientes vinculados a su formación, a su magisterio y a 51

Juan Hernández y Dávalos, Colección de documentos para la historia de la guerra de independencia de México de 1808 a 1821, 6 vols., México, 1877-1872, I, pp. 124-126. 52 Hernández, Colección cit., I, pp. 127-178. La Inquisición reformuló los cargos a raíz del manifiesto de Hidalgo y sobre todo luego de las declaraciones de Martín García de Carrasquedo, en México, del 21 de junio de 1811, pp. 148-150, 163-176, ya estando Hidalgo preso en Chihuahua, quien ya no conoció tales reformulaciones, de manera que sus descargos se refieren sólo al edicto del 13 de octubre de 1810 . Sin embargo, por una parte varias de las respuestas de Hidalgo también se refieren a temas tocados por García de Carrasquedo, y por otra, consultando los mismos autores leídos por Hidalgo, se confirma su profesión reiterada de ortodoxia. 53 Así lo firmó el 1 de octubre de 1801; y ante nuevas denuncias el secretario que hacía de fiscal, licenciado Torrecilla, también las estimó carentes de prueba, el 4 de junio de 1808: Pompa, Procesos cit., pp. 109-110; 119-120.

sus lecturas. De tal suerte nos hallamos ante un documento clave no sólo del proceso inquisitorial, sino del proceso mental de Hidalgo en aquella línea en que desde el punto de vista profesional había destacado más, la teología, proceso ligado vivencialmente, ante las puertas de la muerte, a su fe religiosa en un destino trascendente. La estructura general de la pieza54 que contiene las respuestas tiene tres partes: 1.- La introducción en que pide permiso para exponer su defensa y explica porqué no se presentó a la Inquisición que lo había citado; 2.- El descargo a

las doce proposiciones del fiscal; 3.- Un

complemento de descargo a otros puntos con una final advertencia. Primer descargo a: “Negáis que Dios castiga en este mundo con penas temporales”. Esta primera acusación, como otras, proviene de la denuncia que hizo el mercedario fray Joaquín Huesca a raíz de una discusión que tuvo con Hidalgo en el curato de Tajimaroa en la Pascua de 1800. Según el fraile, Hidalgo traduciendo, del francés o del italiano la Historia Eclesiástica de Claudio Fleury, dijo que Dios no castiga en este mundo con penas temporales. El mercedario contestó que sí y que era de fe. Según él, Hidalgo repuso que no y sólo propio del Antiguo Testamento, demandando dónde consta para el Nuevo. El fraile adujo a San Pablo 1 Co 11, ‘Había entre los fieles muchos débiles y adormecidos’, por su mala conducta. Según el fraile Hidalgo manifestó vacilación sobre la autenticidad de tal carta de san Pablo, aunque finalmente asentó: ‘Sí, es auténtica’. Otro mercedario presente en la discusión precisó que Hidalgo había dicho que Dios no castiga ahora con penas temporales ‘por ser improporcionado el castigo con el pecado’. Escuchemos el descargo de Hidalgo: “Que Dios no castiga en este mundo con penas temporales. Confieso ingenuamente haberlo proferido varias veces, mas no en el sentido, ni con la extensión con que se expresa. He asentado que Dios no castiga siempre a los pecadores en este mundo con penas temporales, ni premia siempre en él con bienes de la misma especie y en los mismos términos a los buenos; o más claro, he dicho que no son los castigos ni los premios temporales argumento cierto de que se infiera que el que es afligido con ellos es malo, y el que es prosperado con los bienes es bueno, especialmente en la ley de gracia; […]”. Abundó luego Hidalgo citando el Evangelio de san Juan, a propósito del ciego de nacimiento: “¿Quién pecó: él o sus padres?”;55 igualmente citó a san Agustín: “Si Dios nos premiara con bienes temporales en esta vida, nos haríamos avaros”;56 y a san Juan Crisóstomo: “El Señor tiene ahora 54

Hernández, Colección cit., I, pp. 186-191. Jo 9,1-3. 56 De Civitate Dei, cap. 8. 55

muchas cosas en un método inverso, como es que el justo sea afligido y el pecador engrandecido”.57 Finalmente adujo a san Pablo, a propósito de que los predestinados debiendo ser conformes a la imagen del mismo Hijo, deben entrar por muchas tribulaciones.58 Y concluía Hidalgo diciendo que de no ser así ‘cerraríamos a los escogidos el camino angosto, y nos iríamos por el que Jeremías vio llevaban los impíos, sembrado de prosperidades’. Esta respuesta de Hidalgo va en todo conforme con el testimonio de un discípulo suyo, Martín García de Carrasquedo, el mismo que estuvo en la discusión con los mercedarios. Refiere Carrasquedo que Hidalgo no una sino varias veces abundaba sobre el tema de los males padecidos por los justos o los pecadores, diciendo “que Dios no castigaba frecuentemente en esta vida a los pecadores, ni que tampoco premiaba del mismo modo las virtudes”, y que […] “Dios había creado males para los malos, que no sufrirán los justos; y bienes para los buenos, de que no gozarán los impíos; pero que en cuanto a estos bienes y males temporales, serían comunes a los dos en esta vida para que no se deseasen con ansia aquellos bienes que también andaban en manos de los perversos ni se temiesen tanto los males que también sufrían los justos”. 59 Segundo descargo a: “Negáis la autenticidad de los lugares sagrados de que consta esta verdad”. Esta acusación no tenía ningún fundamento, pues el mismo denunciante original había asegurado que tras una vacilación Hidalgo había reconocido su autenticidad. Al contestar en Chihuahua, tal vez Hidalgo ya ni recordaba esos detalles y por ello en su respuesta más bien echó mano de un recurso que iba muy bien con su gusto y capacidad: argumentar por las implicaciones o contradicciones lógicas. Respondió así: “¿Podrá, pues, decirse que yo niego la autenticidad de los lugares sagrados que confirman los castigos temporales que Dios ha usado en este mundo? Todo lo contrario muestran mis expresiones. Quien siente que Dios castiga, aunque no siempre, sí muchas veces con castigos temporales, ¿no confiesa esos muchos castigos que afirman las Escrituras? Y si los confiesa y se funda en ellas para afirmarlo, ¿negará su autenticidad? Lo cierto es que yo jamás he negado ni esos ni otros lugares de la Escritura, y que en el mismo hecho de asegurar que su Majestad no castiga siempre en esta vida los pecados, es confesar tácitamente los castigos eternos del infierno, no debiendo la justicia divina dejar impunes esos delitos, con lo que también convenzo la verdad de que nunca he dicho que no hay infierno”. 57

Del Sacerdocio, último libro. Rm 8, 29. 59 Hernández, Colección cit., I, pp. 148-150. 58

Como se advierte, esta última afirmación sobre el infierno es otra muestra de la manera de argumentar de Hidalgo, a partir del análisis de las implicaciones en las proposiciones. Tercer descargo a: “Habéis hablado con desprecio de los papas y del gobierno de la Iglesia como manejado por hombres ignorantes, de los cuales, uno que acaso estaría en los infiernos estaba canonizado”. El cargo brotó de nuevo de la traducción de Fleury hecha por Hidalgo a propósito de que un papa había enviado a unos gañanes como legados suyos a un concilio, de donde según el mercedario Hidalgo tomó pie para hablar con mucho desprecio de muchos papas y del gobierno de la Iglesia, como de hombres ignorantes. Uno había canonizado a Gregorio VII, nocivo a la Iglesia y acaso en los infiernos.60 Hidalgo contestó: “No me acuerdo haber vertido semejantes proposiciones. Me hallo en circunstancias en que no sólo debo decir la verdad, sino que espero que se me crea, como que voy al tribunal divino. Lo que yo he dicho es que no es de fe que uno de los papas que es Gregorio Séptimo esté en el cielo. También es cierto que no le he dado el tratamiento de santo. Esto lo he hecho porque Bossuet tampoco se lo da; porque dice que no se hizo una canonización formal de su santidad, sino que habiendo construido uno de los papas en Roma una capilla, y mandado pintar cuatro pontífices, y siendo uno de ellos Gregorio Séptimo, comenzaron los fieles a darle culto que después se ha propagado. Es decir, que no es de fe que Gregorio Séptimo sea santo. ¿Para qué he de acordar que no es herejía a vuestra señoría, que sabe que la canonización de los santos es opinable, que no es de fe, y que entre los teólogos que la sostienen, el Muratori lo muestra con energía en su Apología que hizo a favor del señor Benedicto Catorce contra el inglés Wingtein, […]?”.61 Esta respuesta de Hidalgo va en consonancia con el testimonio de Carrasquedo: “que [Hidalgo] no tenía como de fe la canonización de los santos; y le hacía fuerza la beatificación del beato Sebastián Aparicio, con respecto a lo que Serry había respuesto a la Silla Apostólica en la consulta que se le hizo sobre esta materia”. 62 60

El otro mercedario, Manuel Estrada, ampliaría esta acusación: Que los padres de todos los concilios del siglo V hasta el XI eran ignorantes. 61 “que lo censuraba de haber creído la impresión de las llagas de san Francisco, la traslación de la casa de Loreto, y haber permitido se diese culto en Roma a cierta Cresencia, que había dejado memorias no tan favorables, la que dedicó al mismo pontífice?”. 62 Hernández, Colección cit., I, pp. 148-150. El dictamen de Serry Suffragium censorium in causa Venerabilis Servi Dei F. Sebastiani ab Apparitio Pyraustae vulgo dicti, Padua, 1722, incluido luego en Jacobus Hyacinthus Serry, Praelectiones theologicae [!], Venecia, 1742, t. V, pp. 113ss.

Como se advierte, en este punto Hidalgo precisa su postura: no ha hablado mal de los papas en los términos de la acusación. Tal vez lo hizo en otra forma, afirmando que algunos ignoraban tales o cuales cosas. Pero no oculta dos puntos críticos: la canonización de los santos no es de fe y en particular en el caso de Gregorio VII y del beato Sebastián de Aparicio. En cuanto a lo primero invoca a Muratori;63 y para lo segundo, a Bossuet y a Serry. En Bossuet es explicable habida cuenta de su galicanismo, incompatible con el primado del sumo pontífice expresado con fuerza en los Dictatus Papae de Gregorio VII. Otro autor leído por Hidalgo, Noël Alexander también critica a Gregorio VII64, pero tal vez ignoraba la contestación de Francisco de Enghien,65, así como la defensa que del mismo pontífice hace Vicente Luis Gotti,66 uno de los autores que recomienda Hidalgo en su Disertación teológica. Por lo demás en 1628 ocurrió la canonización de Gregorio VII, cuya memoria litúrgica fue elevada a la iglesia universal por Benedicto XIII en 1728, “con gran indignación de los galicanos”.67 Cuarto descargo a: “Aseguráis que ningún judío que piense con juicio se puede convertir, pues no consta la venida del Mesías”. El cargo correspondiente se deriva de una segunda discusión entre Hidalgo y fray Joaquín Huesca. Según el fraile, almorzando Hidalgo dijo que un judío guatemalteco preso en la Inquisición sólo se habría convertido de boca, ‘porque ningún judío que piense con juicio se puede convertir, pues no consta del texto original que haya venido el Mesías’. El fraile replicó diciendo que sí consta, por Isaías Ecce virgo concipiet. Hidalgo repuso que en el texto hebreo no había tal voz sino otra, alma, que puede ser mujer no virgen o mujer en general. El fraile aludió que había otros textos sobre la venida del Mesías. Hidalgo repuso que no probaban. Al parecer Hidalgo exigía que su interlocutor mostrara que la fuerza probativa no estaba en un texto aislado, sino en un conjunto como parte de una tradición. Para ello partía de la duda, more scholastico, como diría otro testimonio a propósito de este mismo lugar,68 es decir, como lo hace el mismo santo Tomás, que al plantearse, por ejemplo el tema de Dios comienza diciendo ‘parece que no existe’ y da los argumentos de los mismos ateos, para luego contraponer la doctrina que lo afirma y finalmente volverse a resolver cada uno de los argumentos del ateísmo.

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Luis Muratori, De naevis in religionem incurrentibus sive apologia ep. a SS. D. NN. Benedicto XIV P. M. ad episc. Augustanum (de quadam sanctimoniali) scriptae, Luca 1749, adversus Christ. Ernestum de Windheim religione protestantem. Ver. Contin. Hist Eccl. Fleurii I 236, # 13. Zacaria, Storia letteraria d’Italia I, 28-34. 64 En su obra Selecta historiae ecclesiasticae capita, 1686. 65 Auctoritas Sedis Apostolicae pro Gregorio VII vindicata 1685. 66 Colloquia theologica polemica, 1727. 67 Vidas de los santos de Buttler, México, 1965, II, p. 371. 68 Según lo escuchó Pedro Díaz Barriga de Ignacio Palacios.

Fray Manuel Estrada precisaría algo importante. Hidalgo había dicho: ‘no hay en todo el Antiguo Testamento una profecía cumplida literalmente de la venida del Salvador’. De tal suerte Hidalgo formuló así su descargo: “[…] Dice que yo aseguro que ningún judío que piense con juicio se puede convertir, pues no consta la venida del Mesías. Estoy y he estado tan convencido de la venida del Mesías, que no solamente la creo con fe católica, sino que tengo toda la evidencia teológica que es compatible con la fe, de suerte que aun cuando no fuera dogma de nuestra religión, no se puede negar, atendidos los hechos que la demuestran. El cetro de Judá continuado en el pueblo escogido y traspasado al extranjero Herodes cuando nace el Salvador;69 las semanas de Daniel contadas o bien desde Ciro, o desde Darío Histapis, o desde Artajerjes Longuisano cumplidas;70 la muerte de Cristo después de ellas;71 la destrucción de la ciudad y santuario por Tito; la abominación en el templo; la negación que hizo de Cristo su pueblo; y la disipación de éste que hemos visto; la pintura tan viva de la historia del Mesías que hace David en sus Salmos y vemos realizada;72 las circunstancias de su nacimiento anunciadas por Miqueas;73 el retrato que hace Isaías74 de Jesucristo tan idéntico que san Jerónimo dice de él que más parece evangelista que profeta;75 su concepción en el vientre de una virgen; su pasión tan individualizada; precisan aun al más ciego a decir lo que el Príncipe de los Apóstoles: ‘Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo’. […] Lo que yo he afirmado es el axioma asentado entre todos los teólogos polémicos y sabe vuestra señoría que entre otros trae Serry: Facilius est ethiopem dealbare, quam iudaeum ad catholicam religionem convertere.76 Esto no es decir que ningún judío que piense con juicio se puede convertir, sino antes que no se convertirán los que no usan de él. Obstinados en las falsas ideas con que se pintan al Mesías, lo esperan con los mayores aparatos de grandeza y soberanía mundana; quieren ver al pie de su trono los reyes y emperadores, […] entendiendo tan literalmente las profecías que a más de los errores inusitados están persuadidos, que han de ver habitar físicamente los lobos con los corderos; [...] sin que pueda convencérseles del sentido espiritual en que hablan los profetas y demuestran sus mismas expresiones, valiéndose del efugio de que esas son interpretaciones de los católicos y no palabras de las Escrituras”.

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Gen 49. Dan 9, 24-27. 71 Breve alusión a esta profecía de Daniel en testimonio de García de Carrasquedo: “12 [!] sobre el cumplimiento de la profecía de las setenta semanas”: Hernández, Colección cit., I, pp. 148-150. 72 Ps 22. 15. 21. 44. 68. 71.108.109. 73 Miq 5, 2-3. 74 Is 2.42.52.53. 75 San Jerónimo In Isaiam 76 ‘Es más fácil blanquear a un etíope que convertir a un judío a la religión católica’. 70

La convicción del mesianismo de Jesucristo la había leído Hidalgo en varios autores: Serry, Exercitationes historicae, criticae, polemicae de Christo ejusque Virginie Matri, 1719, y Gravesson, Tractatus de Scriptura Sacra, 1735. Quinto descargo a: “Negáis la perpetua virginidad de la Virgen María”. El cargo correspondiente se derivó del anterior, pues al negar que se refería a la venida del Mesías, negaba la vía virginal. Hidalgo contestó: “Ya parecería excusado hablar de la quinta proposición en que se me objeta negar la perpetua virginidad de María Santísima. Quien confiesa no solamente como católico, sino como racional la venida del Mesías; confiesa igualmente que tuvo la misma madre que los profetas y evangelistas nos refieren, y siendo ésta aquella virgen que anunció Isaías a Acaz, como señal dada por el Señor para que lo creyera,77 y la que san Lucas dice que lo concibió por obra del Espíritu Santo, necesariamente ha de decir como yo siempre he dicho, digo y diré que es Virgen, agregando a esto, que no solamente fue virgen antes de concebir al Mesías, y cuando lo dio a luz, sino que lo es perpetuamente; pues aunque los libros sagrados no lo dicen expresamente,78 la tradición apostólica legítimamente continuada hasta nosotros, como regla de nuestra fe, así nos lo enseña, y lo persuade claramente san Jerónimo en su Epístola a Elvidio”. No es una epístola, sino un tratadito: De perpetua virginitate B. Mariae adversus Helvidium.79 Hidalgo, pues, no ignoraba el sentido literal de Isaías 7, 14-15, pero no se quedaba ahí, sino lo asumía finalmente en su sentido pleno, a la luz de la regla de nuestra fe, la tradición apostólica.80 Pero le gustaba poner a prueba la ciencia de los religiosos para inducirlos al estudio. Sexto, séptimo, octavo y noveno descargo a: “Adoptáis la doctrina de Lutero en orden a la divina Eucaristía …”. Este y los siguientes dichos provienen del segundo mercedario, fray Manuel Estrada, quien dijo los había escuchado también en los días de Pascua en Tajimaroa. Con precisión esta fue su denuncia: Que según Hidalgo la Eucaristía no se conoce en los términos que hoy enseña la Iglesia hasta mediados del siglo tercero, que antes sólo se tuvo por pan bendito; que hasta entonces no se conoció la confesión

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Is 7, 14-15. Breve alusión a esto en el testimonio de García de Carrasquedo: “12. [!] sobre la virginidad de María santísima después del parto”: Hernández, Colección cit., I, pp. 148-150 79 3.5.7.9.11: ML 23, 195.198.201.204 80 Ver a Serry, Praelectiones theologicae, sobre la virginidad de María, t. II, pp. 92-99. Y sobre la tradición como regla de fe: Ib., T. III, pp. 272-291. 78

auricular. Que la doctrina del Evangelio sobre la Eucaristía está mal entendida por entenderse la existencia real donde había entenderse como en las palabras Ego sum via. Hidalgo contestó: “A la verdad que me es enteramente extraño cuanto ellas expresan. Ni idea remota se me presenta de haber hablado de ese modo. He creído y he confesado como ahora lo hago que Jesucristo está real y verdaderamente en la Eucaristía por transubstanciación, del modo que lo cree nuestra santa madre Iglesia, y he abominado los errores de Lutero y de los sacramentarios que produjo su infernal secta y han delirado con variación, como son los zuingliastos, tropistas, enérgicos, arabonarios y los que asientan la empanación.81 Indubitablemente he venerado con los respetos de la fe la Epístola a los Corintios y Evangelios que hablan de la Eucaristía; y la prueba convincente es que el temor que mi dañada conciencia me infundía cuando la conocía no limpia, me hacía abstener de sacrificar”. Implícitamente Hidalgo se apoyaba en la sesión XIII del Concilio de Trento sobre la transubstanciación y la presencia real.82 De nueva cuenta, dado el ingenio polémico y didáctico de Hidalgo probablemente había planteado como duda al mercedario la comprensión de la expresión ‘Yo soy el pan vivo’ en paralelo con ‘Yo soy el camino’. Mas por otra parte la proposición de que la doctrina de la Eucaristía no se formulaba en los primeros siglos en los mismos términos que siglos después no necesariamente implica herejía; puesto que el concepto es uno y los términos varios, bien que en la historia de los dogmas varios términos vayan quedando consagrados. Séptimo descargo a: “y confesión auricular …”. Es decir, que hasta el siglo tercero se conoció la confesión auricular. Contestó así: “También he confesado la verdad y necesidad del sacramento de la penitencia o confesión auricular, sin que me acuerde haber hablado otra cosa sobre ella, que afirmar una ocasión que leía en el Berti la tradición que hay de la confesión auricular (no con ánimo de dudar de ella sino de instruirme para desempeñar la obligación como pastor de exhortar en doctrina sana y de confundir los que la contradigan, dando los testimonios o fundamentos de nuestra fe, como nos manda san Pedro), que no me parecía bien el modo con que la asentaba dicho autor hasta el segundo o tercero siglo […] por apoyarla en una epístola que se tenía por apócrifa; pero que Natal Alexandro traía la referida tradición con claridad. Hace muchos años que fue esta conversación con el cura que ahora es de Celaya […] ¿Qué expresiones pueden alegarse contra mí de esa conversación? ¿Ni cómo negaría la confesión auricular ya como diez años quien ha sufrido las mayores fatigas varias veces en el tiempo que he sido cura sin temer soles, fríos y asperezas, distancias y pestes, porque sus feligreses no pasaran sin ella a la eternidad?”.83 81

Sigue fundamentalmente al concilio de Trento, sesión XIII. Denzinger, Enchyridion, ns.1637, 1642, 16511654. 82 DZ 1637, 1642, 1651-1654. 83 Probablemente se trata en cuanto a Berti, de De theologicis disciplinis, 1739-1792; y en cuanto a Noël Alexander, de la ya citada o de Theologia dogmatica et moralis, 1693.

Décimo descargo a: “Tenéis por inocente y lícita la polución y fornicación como efecto necesario consiguiente al mecanismo de la naturaleza, por cuyo error habéis sido tan libertino que hicisteis pacto…” En realidad se trata de dos denuncias: Lo que dijo y lo que supuestamente hacía al respecto. Fray Manuel Estrada había denunciado que Hidalgo hablaba ‘aun de los tactos impuros con que se solicita aun la polución, diciendo que ésta es una materia que no ha de salir ni por los ojos ni por los oídos ni por la boca’. Y que en fin no obliga el sexto precepto. Y años después en 1808 una tal Manuela Herrera denunció que Hidalgo había hecho pacto con ella para que le consiguiera mujeres y él le consiguiera hombres para pecar. Hidalgo comenzó por esta segunda denuncia, que rechazó pidiendo incluso una prueba pública: “Para hablar de la décima proposición quisiera que lo hiciera ante todos los vecinos de mis curatos donde me vi de párroco. Si vuestra señoría tiene la bondad de hacer una información legal, no se hallará ni quién fue la manceba con quien hice pacto de que me buscase mujeres para fornicar, buscándole yo hombres, ni quiénes fueron aquellas mujeres ni estos hombres; ni se encontrará persona alguna a quien haya dicho yo que no hay infierno ni Jesucristo; ni tampoco quien me haya oído que es inocente y lícita la polución y fornicación, como efecto necesario y consiguiente al mecanismo de la naturaleza”. “La única conversación que he tenido de donde puede haber dimanado esta equivocada acriminación, fue con dos religiosos mercedarios, y entonces nada dije de la fornicación y polución, ni de que éstas eran lícitas. Mis palabras se contrajeron a afirmar que la concupiscencia era natural al hombre, aun en el estado de la naturaleza pura. Aserto tan fundado que no sólo se ve sostenido por Gonet y de muchísimos teólogos que llevan al frente a su Angélico maestro, quien entre otros lugares en la cuestión 30, artículo 3 de su Prima Secundae, donde dividiendo la concupiscencia en natural y no natural, dice que la natural se dice así, por ser conveniente a la naturaleza animal, como el manjar, la bebida y otras cosas semejantes que son comunes a los hombres y a otros animales como conveniente a su naturaleza; y en la cuestión 46, artículo 5 de la misma Prima Secundae, dice que si la concupiscencia y la ira se miran respeto de sus objetos, es más natural la concupiscencia que la ira. ¿Quién habría imaginado que explicarse así santo Tomás, se le atribuya que da por lícita la fornicación y polución, ni quién me condenará de este delito siendo mis expresiones las de aquel doctor? La concupiscencia o deseo de los bienes deleitables o para la conservación o para la propagación de la

naturaleza, se puede verificar por medios lícitos, como es el matrimonio, y esto que es lo natural al hombre aun en el estado de la inocencia, le es lícito, pero nunca le serán la fornicación y polución voluntarias, tan contrarias a esta concupiscencia natural que en su mismo nombre llevan grabado el uso ilícito de que se valen los que las ejecutan”. Esto coincide con el testimonio de María Josefa Lecuona, hermana del cura de Tajimaroa de 25 años, quien algo oyó a la hora de servir el almuerzo en la discusión de Hidalgo con el mercedario. La joven atestiguó que Hidalgo decía que el mandamiento que más se quebrantaba era el sexto; y la misma testigo comentó: ‘en lo que dio a entender que el quebrantarlo era pecado’. Como la acusación de Manuela Herrera también incluía la negación de Jesucristo y del infierno 84

el descargo de Hidalgo fue obvio: Ya había mostrado en respuestas anteriores su fe en Jesucristo

Mesías y su certeza sobre el infierno. En realidad Hidalgo había afrontado la acusación sobre el infierno desde el decurso de la guerra, incluso antes del edicto inquisitorial; pues la prensa realista el 28 de septiembre le lanzó esta acusación: “atreviéndose Hidalgo a inspirar las impías máximas de que no hay infierno ni purgatorio ni gloria, para que cada uno siga sus pasiones”.85 No es creíble tal cosa, pues punto fundamental de la insurrección era la defensa de la fe. Más bien tiene todos los visos de una especie calumniosa surgida por el pánico del levantamiento masivo. Junto con ello pudo haber algún filtramiento o insinuación del proceso inquisitorial que contenía la denuncia de Manuela Herrera,86 aun cuando el edicto no se hubiera armado aún. De tal manera la acusación sobre la negación del infierno cundió primero gracias a la prensa, de manera que ya era voz común cuando apareció el edicto. Hasta aquí las proposiciones denunciadas de carácter principalmente doctrinal. De las respuestas de Hidalgo se deduce que lo que más le interesaba a Hidalgo de la teología era el método de la teología positiva, esto es, la indagación de las fuentes o lugares teológicos de los diferentes dogmas: la Sagrada Escritura, la Patrística, el Magisterio eclesiástico, la historia y la praxis de la Iglesia, todo a través de análisis filológicos, críticos e históricos de cada fuente, no exentos de polémica, con precisiones y deslindes de lo que realmente era de fe y lo que sólo fuera opinión teológica, y más, frente a credulidades que pasaban por doctrinas seguras. Todo además examinado con lógica que gustaba descubrir las implicaciones o las contradicciones. Exactamente el mismo criterio que había 84

Manuela Herrera, vecina de Querétaro, casada, de 41 años, dijo que viviendo en otro tiempo en San Felipe le oyó decir a Hidalgo que el Niño Dios, que había nacido en Belén, no había padecido, que se había perdido; que Dios no tenía necesidad de padecer; y preguntándole la que declara ‘Pues el que padeció ¿quién fue?’, le respondió que un hombre, que se le antojó morir. Y que en otra ocasión le dijo: ‘¿Qué querrá vuestra merced creer, que hay infierno, que hay diablo? No creas eso, Manuelita, que estas son soflamas’. 85 Gazeta de México viernes 28 de septiembre d 1810, citada en el proceso: Pompa, Procesos cit., pp. 122-123. 86 Según el carmelita fray Juan de San Anastasio: Pompa, Procesos cit., p. 155.

marcado el joven Hidalgo desde 1784 en su Disertación sobre el verdadero método de estudiar teología. Tal interés, empero, no anulaba el entrenamiento y dedicación que había tenido Hidalgo por la teología especulativa, aquella cuyo método pondera, no las fuentes, sino la interpretación del dato revelado y transmitido, su sistematización a la luz de tal o cual filosofía. Incluso, por la respuesta de Hidalgo relativa a la concupiscencia, se advierte que tenía muy presente la Suma Teológica de santo Tomás, así como a uno de sus expositores, el que siguió de texto escolar, el Clypeus de Juan Bautista Gonet, que lo había atacado en aquella Disertación, pero que lo sabía al revés y al derecho y en realidad le había estructurado parte de su mentalidad. Tanto la teología positiva como su manejo polémico a lo argo de los diez años que duró su magisterio colocaron a Hidalgo en un reconocido lugar: “El cura Hidalgo es tenido y estimado por el mejor teólogo de esta diócesis, e igualmente travieso en poner dificultades exquisitas y graciosas. Es finísimo en argüir y de genio jocoso”, decía otro comisario de la Inquisición, José Vicente de Ochoa. Y eso es lo que había hecho frente a los mercedarios aturdidos ante las objeciones incisivas de Hidalgo y resentidos porque también les había lanzado esta pulla: las órdenes religiosas son inútiles. Cosa que en realidad Hidalgo tampoco compartía de verdad, pues la mayor parte de los mismos autores que seguía eran religiosos. Pero quería que los mercedarios le arguyeran a su altura o se pusieran a estudiar. Tal afán de conocimiento crítico e histórico lo llevó a la afición por la historia de la Iglesia echando mano de autores como Bossuet y Fleury, no exentos de galicanismo, de donde Hidalgo bebió la crítica a Gregorio VII y a su canonización. Mas parece que el tinte de galicanismo en Hidalgo no asumió la subordinación de la Iglesia a la potestad secular, sino la participación de sectores de la Iglesia como condición para el carácter irreformable de las enseñanzas pontificias, según la cuarta de las declaraciones del clero galicano de 1682, mismas que fueron condenadas por Alejandro VIII en 1690.87 Pero el edicto incluía otras dos acusaciones, no de materia doctrinal, pero que servían para redondear la satanización de Hidalgo: soberbio e hipócrita. Lo primero porque había dicho que los doctores de la Real y Pontificia Universidad eran una cuadrilla de ignorantes. Esta acusación no fue una denuncia, sino un comentario que de paso había hecho el comisario Ramón Pérez de Anastáriz, peninsular que había sido rector del otro célebre colegio de Valladolid: el Seminario Tridentino. Pero resulta que él mismo confiesa no haber cruzado palabra con Hidalgo más que los saludos formales en actos públicos. De manera que lo oyó de otros y lo interpretó a su manera. Como haya sido, Hidalgo repuso: “[…] es enteramente ajeno de verdad que yo haya dicho que no me he graduado de doctor en esa Real Universidad por ser su claustro una cuadrilla de ignorantes. 87

Denzinger, Enchyridion, ns. 2281-2285.

Cuando intenté verificarlo, lo frustró la muerte de mi padre, y después no insistí en hacerlo, porque tomé la resolución de no graduarme porque no pretendía colocación que lo exigiera. Lo que no podré negar es que en una conversación dije que si en México se hicieran los actos literarios como en la Sorbona, donde para doctores se presentan con todas las teologías: dogmática, polémica, escolástica, moral, con la Biblia, con la historia eclesiástica y con los diez y ocho concilios generales, por lo menos; pudiera haber menos doctores, o haría que algunos estudiaran más […] No reputo que en esto haya injuriado al imperio mexicano, viendo que ni el mismo Jesucristo tuvo a mal afirmar de la casa de su Padre que tiene mansiones desiguales”. En cuanto a la hipocresía, la acusación del fiscal envuelve una doble manipulación, ya que el haber desechado él mismo las denuncias contra Hidalgo antes de septiembre de 1810, implicaba su inocencia y la mala fe del mismo fiscal. Pero éste halló la manera de convertir en nueva acusación tal inocencia, porque como varios testimonios del proceso señalaban la vida recatada de Hidalgo, luego de una temporada de jolgorio en San Felipe,88 el fiscal inventó que esa conversión era hipocresía, puesto que luego se había lanzado a la insurrección. Hidalgo contradijo: “Es no menos equivocación manifiesta decir de mí, que temiendo haber sido denunciado ante vuestra señoría procuré eludir su celo con la hipocresía. Ni tuve jamás ese temor, ni siquiera veía en mí motivo para tenerlo, pues como he dicho nunca creí haber faltado a las verdades católicas en mis palabras ni en mis conceptos, así como nunca aparenté verdad que con sinceridad no me hubiera hecho el Señor el beneficio de ejecutar. Y si algunas veces tuve alguna fragilidad en materias no de fe ni religión, y en otras me reformaba, éstas eran vicisitudes de mi miseria que remitía a la gracia, y no efectos de simulación”. Finalmente89 fuera de las acusaciones del fiscal Hidalgo alude, como complemento, a otra acusación, no formal, pero que se había propalado al menos desde su retirada de Guadalajara. Se dijo entonces que sobre la cabeza de la rebelión caía la condenación del concilio de Constanza que supuestamente había anatematizado las revoluciones. Hidalgo contestó: “Ni menos puedo ni debo sostener por acertadas mis ideas e intenciones en ella [la insurrección], como inconexas ni idénticas con las expresiones de Wiclef condenadas en el

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Bachiller Pedro Díaz Barriga: “sabe de cierto por varias personas de juicio y de verdad que en el día está haciendo una vida ejemplar en su curato, reducido a la compañía de un solo eclesiástico, retirado de toda tertulia y comercio con las gentes, y entregado a l confesionario y demás negocios de su preciso ministerio”. 89 Hay otra breve explicación de Hidalgo sobre un punto secundario, tocante a santa Catarina mártir, del que al parecer no se le había acusado, pero que Hidalgo recordó como posible acusación. Dice: “Esto mismo ejecuto con las proposiciones que vertí, por haberlas visto en Natal Alexandro, de que no había santa Catarina mártir, y que sus actas eran apócrifas por los motivos que él expresa y vuestra señoría tiene muchas veces visto”.

concilio de Constanza.90 Bástame decir que si vuestra señoría las juzga por tales, aunque hasta ahora yo no las reputaba por de esa especie, las abjuro, detesto y retracto; sin embargo que confieso desde ahora y tengo ya confesado haber sido ellas contrarias a la moral de Jesucristo, lo que lloro con amargura, y de lo que espero me ayude la bondad de vuestra señoría a pedir misericordia”. Es decir Hidalgo había considerado que el haberse lanzado a la insurrección no implicaba la condenación de Constanza. Pero ¿qué dice realmente el concilio sobre una insurrección? Directamente nada. Pero condena dos proposiciones que pueden relacionarse. La primera, atribuida a Juan Wiclyf, dice: “Populares possunt ad suum arbitrium dominos delinquentes corrigere”: ‘El pueblo puede corregir a su antojo a los gobernantes que delinquen’. La otra proposición, de Juan Petit, dice: “Quilibet tyrannus potest et debet licite et meritorie occidi per quemcumque vasallum suum vel subditum, etiam per clanculares insidias, et subtiles blanditias et adulationes, non obstante quocumque praestito iuramento seu confoederatione factis cum eo, non expectata sententia vel mandato iudicis cuiscumque”. ‘Se puede y debe, lícita y meritoriamente, matar a cualquier tirano por cualquier vasallo o súbito suyo, aun mediante insidias ocultas, así como lisonjas y adulaciones sutiles, no obstante cualquier juramento prestado o alianza establecida con él, sin esperar sentencia o mandato de cualquier juez’. 91 Como se advierte, las dos proposiciones están relacionadas entre sí, en cuanto que en ambos casos se trata de acción contra los gobernantes. En la primera por parte del pueblo y en la segunda por un particular. Hidalgo había señalado como causales de la insurrección popular el mal gobierno de los peninsulares y su opresión tiránica, esto es que los gobernantes delinquían en su oficio hasta la tiranía. Incluso desde mucho antes de la conspiración de Querétaro, tanto Hidalgo como su discípulo Martín García se manifestaban “favorecedores de la libertad francesa, la desean en nuestros reinos, aseguran el despotismo en el gobierno monárquico”, según había oído decir fray Manuel Estrada. Sin embargo Hidalgo no juzgó que el levantamiento cayera en la condenación constanciense. No expresa la razón, pero para un teólogo como él en cuyo círculo vallisoletano se había discutido sobre la guerra de independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa, así como sobre el tiranicidio, la única razón legitimante era la que dan algunos teólogos, como Francisco Suárez, a partir de lo que se llama el contractualismo de la escolástica. Las tesis de este autor están contenidas principalmente en la obra Defensio Fidei, 1613, contra un juramento impuesto por el rey de Inglaterra. En síntesis son:

90 91

Ver a Serry, Praelectiones theologicae, t. IV, De conciliis. Denzinger, Enchyridion, ns.1167, 1235.

1. La existencia de un poder político dimana de la sociabilidad del hombre, como propiedad de su misma naturaleza y en este sentido la autoridad legítima proviene del autor de esa naturaleza, Dios. 2. La suprema potestad política, en virtud de la misma naturaleza humana y, en consecuencia, por disposición general del mismo autor de esa naturaleza, no reside en un determinado individuo o en un grupo de ellos, sino en toda la comunidad, en todo el pueblo, en toda la nación. 3. Consiguientemente, la democracia es la institución primordial y ''cuasinatural'' de la sociedad humana, aunque no por ello la más perfecta. 4. El pueblo, en el momento mismo de constituirse como tal, elige a su arbitrio forma de gobierno y gobernantes, celebrando un pacto, un contrato explícito o implícito con sus gobernantes y eventualmente en ellos con sus posibles sucesores. En virtud de ese pacto el pueblo traslada la autoridad, la suprema potestad política, a esos gobernantes, quienes en consecuencia no la reciben inmediatamente de Dios, sino a través del pueblo, siendo así cada forma particular de gobierno y cada elección o aceptación de gobernantes no de derecho natural o divino, sino de derecho positivo, sujeto en consecuencia a los términos del contrato o pacto de traslación. 5. El pacto es estable y obliga al pueblo a la obediencia y al respeto para sus gobernantes, y a éstos, a velar por el bien común, norma suprema de toda actividad política. 6. La estabilidad del pacto puede romperse cuando el gobernante se vuelve tirano. Se entiende propiamente por tiranía la degradación del gobierno legítimo, en cuanto que el gobernante "todo lo ordena hacia su medro personal, desatendiendo el bien común, o aflige injustamente a sus súbditos robando, matando, pervirtiendo o perpetrando contra la justicia otras semejantes cosas de manera pública y frecuente". 7. "En caso de que el rey legítimo gobierne con tiranía, de suerte que el reino no encuentre más remedio para defenderse que rechazar y deponer al rey, podrán hacerlo la comunidad toda, por pública y común decisión de las poblaciones y de los próceres. Esto, porque el derecho natural permite repeler la fuerza con la fuerza, y porque este caso, en cuanto necesario para la conservación de la república, siempre se entiende exceptuado en aquel pacto primordial, por el cual la república transfiere su potestad al rey." El rechazo y deposición del rey se podrán hacer, a condición de que ahí no se sigan mayores males que los causados por la tiranía. 8. ''Después de la sentencia declaratoria que priva al rey del reino dada por autoridad legítima... aquél que pronunció la sentencia o a quien él mismo haya delegado, puede privar del reino al monarca aun dándole muerte, si no hay más recurso o si la justa sentencia se extiende también a esa pena.'" 9. En los pueblos o naciones cristianas que padezcan tiranía, la deposición y pena del tirano no podrán llevarse a cabo sino en cierta dependencia del Sumo Pontífice, "toda vez que el régimen tiránico del gobernante secular siempre es pernicioso aun para la salvación de las almas".

Suárez es consciente de las condenaciones conciliares y por ello dedica varias páginas a deslindar su postura, aclarando en especial sobre el tiranicidio que el concilio “no define una proposición universal negativa, como sería ‘A ningún tirano se le puede dar muerte’; sino condena una universal afirmativa, cual es: ‘A todo tirano se le puede dar muerte’; y lo hace, no de manera absoluta, sino matizando en mucho la proposición. Por ello la determinación conciliar se reduce a esta proposición: ‘No a todo tirano se le puede matar antes de la sentencia dictada en su contra’.92 De tal manera las tesis suarecianas no fueron condenadas, a pesar de que Paulo V en 1615 renovara la condenación del tiranicidio indiscriminado, con ocasión de haberse dado a luz la obra de Suárez y tomando en cuenta el no lejano asesinato de Enrique IV (1610). Hidalgo conocía las principales tesis suarecianas enunciadas, al menos a través de autores que llegó a utilizar como textos en su cátedra, como Carlos Billuart, que las reseña. Incluso, por los días de su magisterio llegó al Colegio de San Nicolás un lote de libros de San Luis de la Paz, entre los que se hallaba la Defensio Fidei. Por todo ello Hidalgo dijo en su contestación que consideró que sus ideas e intenciones de insurgencia no caían en la condenación conciliar, y que desde luego rechazaba tales proposiciones condenadas por el concilio. Esto es lógico; pero lo que no parece es que añade que se retractaba, en cuanto que da a entender que aquellas ideas e intenciones sí cayeron en la condenación conciliar. La explicación está en función de los excesos de la insurrección, que reconoció reiteradamente en el proceso militar, en especial los asesinatos de españoles civiles en Valladolid y Guadalajara. En verdad esto no cumplía con las condiciones del levantamiento justo y puso al movimiento en entredicho. Por lo cual Allende, Rayón y Morelos, se apartaron de tal violencia injustificada. Estas observaciones, empero, no anulan el planteamiento original que hubo de formularse Hidalgo a la luz del contractualismo, esto es, el análisis de una tiranía condenada en los tratados y comprobada en la realidad de Nueva España. Pero la relación de Hidalgo con el concilio de Constanza no quedó en la referencia explícita que acabo de comentar. Hay otra implícita y muy significativa. Al final de los descargos dice: “También llamo por último la atención de vuestra señoría para que providencie sobre un impreso de Gazeta que me parece salió en México cuando la deposición del señor Iturrigaray, en que si

92

Francisco Suárez, Defensio fidei catholicae et apostolicae adversus anglicanae sectae errores cum responsione ad apologiam pro iuramento fideliatatis et praefationem monitoriam serenissimi Jacobi Magnae Britaniae regis [!] Colonia 1614. Traducción del fragmento citado en Carlos Herrejón Peredo, Textos políticos en la Nueva España, México, UNAM, 1984, p. 63.

no estoy equívoco, se atribuyen al pueblo unas facultades que así como a mí fueron peste de mi seducción, es de temer no la produzcan en otros sujetos”. 93 Es claro que habiendo aludido, pocos renglones arriba, al concilio de Constanza ahora, cuando se refiere al golpe de estado contra Iturrigaray perpetrado sarcásticamente en nombre del pueblo, Hidalgo hacía resonar la condenación de la proposición de Wiclif que dice: “El pueblo puede corregir a su antojo a los gobernantes que delinquen”. Eso es lo que habían hecho los golpistas de 1808, pero ni siquiera el pueblo tras cuyo nombre vanamente se escudaba un puñado de oligarcas. Lo habían hecho así porque los criollos que buscaban la autonomía o la independencia habían invocado la autoridad del pueblo. Ante el golpe y el sarcasmo Hidalgo y otros insurgentes señalaron una y otra vez tal acción como el colmo de la tiranía, en especial en una de las proclamas publicadas en Guadalajara: “Esta legítima libertad no puede entrar en paralelo con la irrespetuosa que se apropiaron los europeos, cuando cometieron el atentado de apoderarse de la persona del excelentísimo señor Iturrigaray y trastornar el gobierno a su antojo sin conocimiento nuestro, mirándonos como hombres estúpidos o más bien como manada de cuadrúpedos, sin derecho alguno para saber nuestra situación política”. De tal manera, al final de los descargos Hidalgo sagazmente, tras la apariencia de una ingenua recomendación, estaba volteando la acusación contra sus acusadores: Eran ellos los que merecían la condenación de Constanza. Comparando el decurso del proceso antes de 1810 con las acusaciones, echamos de ver que hay un punto que el fiscal no estimó digno de tomarse en cuenta. Me refiero a la lectura de libros prohibidos. En efecto, a raíz de un informe del comisario Ramón Pérez de Anastáriz, que suponía tales lecturas en Hidalgo, los Inquisidores de México le ordenaron especificara qué lecturas eran. A pesar de la escasa buena voluntad del comisario para con Hidalgo, sus indagaciones en 1801 sólo arrojaron dos cosas: que leía a Claudio Fleury, cuya historia le parecía ‘libro pésimo’ y según él a punto de haber sido condenado por Benedicto XIV. De manera que en realidad no se trataba de una obra prohibida. La segunda lectura objeto de acusación primero era vaga: ‘autores teñidos de jansenismo’, y luego la concretó el comisario: las obras del dominico Jacobo Jacinto Serry, 1659-1738. Pero a la hora en que intervino un experto en libros de la época, el licenciado Vicente Pisa, aclaró que la obra de Serry que 93

Se refiere a la Gazeta Extraordinaria de México, 16 de septiembre de 1808, t. XV, n° 97, pp. 679-680, que pretendió justificar el golpe de estado de esta forma: “Habitantes de México de todas clases y condiciones: La necesidad no está sujeta a leyes comunes. El pueblo se ha apoderado de la persona del excelentísimo señor virrey, ha pedido imperiosamente su separación por razones de utilidad y conveniencia general, han convocado en la noche precedente a este día al Real Acuerdo [!]”.

Hidalgo manejaba eran las Praelectiones theologicae que no incluían la Historia de la Congregación de Auxiliis del mismo autor,94 sobre la que había caído una prohibición inquisitorial, mas no por herejía, sino, “por proposiciones escandalosas, sediciosas, injuriosas de papas y varones ilustres”.95 Posteriormente en 1809 pasó por Dolores fray Diego Bringas y habiéndose informado sobre lecturas de Hidalgo llegó a la conclusión que sí tenía dos obras prohibidas: el tratado De auxiliis, es decir la ya mencionada Historiae Congregationum de auxiliis divinae gratiae sub summis pontificibus Clemente VIII et Paulo V, libri 4, 1700, de Serry y las Exercitationes historicae, criticae, polemicae de Christo ejusque Virginie Matri 1719, de Agustín Leblanc, pseudónimo del mismo Serry. Esta obra también recibió tacha de la Inquisición en 1722 por razones análogas a las de la Historia de auxiliis, es decir, no por herejía, sino por proposiciones escandalosas y ofensivas.96 Precisamente por el carácter no grave de la prohibición el fiscal no tomó en cuenta esas delaciones en su petición de 1810. Y es que en realidad Serry era un teólogo ortodoxo que en las agrias polémicas entre los mismos autores católicos se le había ido la mano. Incluso hay en algunas de sus obras frases aisladas que podrían entenderse en sentido jansenista, como ocurre con el mismo san Agustín. Serry era contrario al molinismo, sostenido por autores principalmente jesuitas y que como se sabe sobre el binomio gracia-libertad subrayan lo segundo, en tanto que las escuelas agustiniana y dominicana insistían en la gracia. Las dos posturas son ortodoxas. Pero en la polémica a menudo se han lanzado recíprocamente la nota de acercarse a herejías, el pelagianismo para quienes subrayan la libertad, y el jansenismo para quienes enaltecen más la gracia. Por lo mismo es muy importante que los historiadores que se acercan a estos temas estudien algo más y no se dejen impresionar por cualquier acusación. Es más, en México entre los años 1751 y 1760 se suscitaron una serie de denuncias contra Serry,97 pues algunos le veían resabios quesnelianos, condenados en la bula Unigenitus de Clemente XI, 1713. Entre los censores se halla Luis Fernando de Hoyos y Mier, futuro obispo de Michoacán 1773-1775. Sin embargo hubo defensores de la ortodoxia de Serry, sobre todo a partir de la expulsión de los jesuitas y ahí quedó. La polémica siguió en las aulas donde fueron entrando con paso más franco las obras de Serry con sus consiguientes defensores. Uno de ellos fue precisamente Hidalgo quien 94

En efecto la edición de las obras completas de Serry es en 6 tomos, Lyon 1770, e incluyen tanto la dicha historia como las Praelectiones y el resto de sus obras. Las Praelectiones habían sido publicadas antes en 5 volúmenes, Venecia 1742. 95 Fue la Inquisición española que hizo tal condenación en 1701: Hurter, Nomenclator theologiae catholicae, Oeniponte, Libraria Academica Wagneriana, 1879, pp. 989-995. 96 La ortodoxia antijansenista de Serry en Praelectiones theologicae, donde trata las proposiciones de Jansenio condenadas por la Iglesia T. I, disputatio IV, pp. 416-486. 97 AGN, Inquisición vol. 963, exp. 5, fs. 309-307; 318-345; 349-357; 458-474, 38-87; 479-502; 359-381v; 419457v; 402-413; vol. 941, exp. 5 fs. 95-105. Caja 184, carpeta 1752, exp. 28, fs. 165-169.

desde joven, en 1777, a la entrada a Valladolid de Ignacio de la Rocha como nuevo obispo de Michoacán, le dedicó un acto académico en torno a Serry, muy probablemente porque este obispo compartía la adhesión por tales obras, ya que desde 1759 en un concurso de oposición había considerado católica la predeterminación física,98 acorde con el bañezianismo de Serry. Luego en la plenitud de su magisterio, 1785, Hidalgo presidió otro acto donde uno de sus alumnos, expuso puntos de la Praelectiones theologicae de Serry y lo defendió expresamente de la nota de jansenista, evento que además fue reseñado en la Gazeta de México. De manera que el fiscal, que muy probablemente estaba al tanto de algunas de estas cosas, no incluyó con razón la acusación de lecturas prohibidas. Lo que no sabía él, ni Hidalgo, ni la generalidad en Nueva España, era que en realidad hubo otra obra de Serry, Theologia supplex coram Clemente XII Pontif. Max. Clementinae Constitutionis Unigenitus Dei Filius explicationem atque intelligentiam rogans, 1736, publicada de manera anónima que mereció mayor censura al año siguiente, pues trató de defender algunas de las proposiciones del oratoriano Pascasio Quesnel, jefe de los jansenistas después de Antonio Arnauld. Una de tales proposiciones de Quesnel nos da pie para hablar de la última corriente de pensamiento manifestada en Hidalgo. La corriente es el iusnaturalismo teológico y la proposición de Quesnel es la siguiente: “Fides est prima gratia et fons omnium aliarum”: ‘La fe es la gracia primera y la fuente de todas las demás’.99 Esto significa que la ortodoxia de la Iglesia admite que antes de abrazar la fe un infiel puede recibir dones de Dios, más allá de las exigencias de su naturaleza, que lo van conduciendo a la justificación. Calvino, Jansenio y Quesnel son tajantes: la fe es la puerta exclusiva de los beneficios que superan nuestra naturaleza. Pues bien, Hidalgo insurgente con frecuencia invoca al Dios de la naturaleza y los derechos naturales otorgados por ese Dios. Indudablemente Hidalgo sabía que el Dios de la naturaleza es el mismo que el de la revelación y la gracia, pero en cuanto es perceptible por la sola luz de la razón y referido solo a los dones que no superan las exigencias de la creatura. Uno de sus argumentos más notables se halla en una proclama cuya autoría reivindicó Hidalgo en el proceso militar. Dice así: “Cuando yo vuelvo la vista por todas las naciones del universo y veo que las naciones cultas como los franceses quieren gobernarse por francés, los ingleses por ingleses, los italianos por italianos, los alemanes por alemanes, cuando veo que esto mismo sucede en las más bárbaras y groseras […] que los apaches quieren ser gobernados por apaches, los pimas por pimas, los taraumares por taraumares, no puedo menos de creer que ésta es una idea impresa por el Dios de la naturaleza. ¿De qué otra suerte 98 99

AGN Inquisición, vol. 852, exp. s.n.,fs. 277v-283v. Denzinger 2427.

convendrán todos en un mismo modo de pensar, si no lo dictara la luz de la razón que el mismo Ser Supremo nos ha dado, como una antorcha que nos guíe y nos ilumine? Cuando veo, vuelvo a decir, que esto sucede en todas las naciones del universo, me lleno de admiración y de asombro al considerar que sólo a los americanos se niegue esta prerrogativa”.100 Otra referencia significativa del iusnaturaismo en Hidalgo se halla en la respuesta de rechazo al indulto, donde habla de: “aquellos derechos que el Dios de la naturaleza concedió a todos los hombres, derechos verdaderamente inalienables y que deben sostenerse con ríos de sangre si fuere preciso”.101 Este iusnaturalismo que hace referencia expresa al Dios de la naturaleza, no procede del tiempo de Hidalgo, y más bien había sido un antecedente del iusnaturalismo a secas como lo muestran los historiadores de la teoría política como Sabines haciendo ver como Francisco Suárez al atacar el derecho de los reyes como derivado inmediatamente de Dios, finca las bases de una teoría política y una jurisprudencia que se pueden separar de desarrollos teológicos, aunque no se niegue la existencia de ese Dios de la naturaleza. Los tratados de teología dogmática que conocía Hidalgo, de los siglos XVII y XVIII, como Billuart, suelen dedicar algunas páginas, pocas, al derecho natural, distinguiéndolo desde luego del divino, del de gentes y del positivo. De tal manera mientras se desarrolló el iusnaturalismo fuera de la teología, esto no significó que lo abandonaran los teólogos; al contrario la misma doctrina y polémicas sobre naturaleza y gracia, razón y fe, responden a desarrollos paralelos. Hidalgo, lector y admirador de Serry, amigo de la corriente bañeziana, que pondera más la soberanía de la gracia que las posibilidades de la libertad, parece que lo seguía no tanto por esto, sino por su destreza en el manejo, incluso polémico, del método de la teología positiva, esto es el análisis de las fuentes. Pues hay indicios de que Hidalgo se inclinaba más, sobre todo a partir de su experiencia de párroco, por valorar las posibilidades de la naturaleza, acorde con el reconocimiento que Hidalgo hacía del mundo americano, no sólo el criollo, sino particularmente el indígena, no ignorando el axioma según el cual, aunque planos distintos el de la naturaleza y el de la gracia, son inseparables de manera que ésta no destruye la naturaleza, sino la perfecciona. Atendiendo a esto y al indudable conocimiento que hubo de tener de la bula Unigenitus, me parece que en esto Hidalgo no seguía a Serry y menos a Quesnel, particularmente en aquella proposición referida, de que la fe es la primera gracia. La ortodoxia de Hidalgo quedó testificada por varios a lo largo del proceso inquisitorial, por ejemplo el bachiller Pedro Díaz Barriga, quien “no sabe ni le ha oído decir proposición alguna que se 100

Archivo General del Estado de Durango, “Procesos de la Guerra de Independencia del año de 1811”. Expediente n° 2123. Rollo 103. Exp. N| 15, fojas 54, casillero 5. 101 Juan Hernández y Dávalos, Colección de documentos para la historia de la guerra de independencia de México de 1808 a 1821, 6 vols., México, 1877-1872, II, p. 404.

oponga a nuestra santa fe, antes bien declamar contra los herejes con el más vivo esfuerzo, no sólo en las instrucciones de su cátedra, sino hasta en las pláticas familiares que tenía con sus contertulios”. Y junto a ello hacía notar “la suma docilidad y humildad que se observa en él, sin embargo de su sabiduría, prendas que todos le confiesan”. En suma, las respuestas de Hidalgo a la Inquisición en Chihuahua, muestran a un Hidalgo en consonancia con los años de su magisterio teológico, que sin dejar la crítica y las precisiones, pregona su ortodoxia y, para los años de párroco, su entrega a los ministerios de la predicación y el confesionario; que se confiesa pecador, pero rechaza la acusación de libertino, que reconoce y se arrepiente de los excesos de la revolución; pero que sagaz y sutilmente vuelve contra sus acusadores la nota de heterodoxia por las declaraciones del golpe de 1808.

JOSÉ DE LA CRUZ PACHECO ROJAS Instituto de Investigaciones Históricas Universidad Juárez del Estado de Durango Torre de Investigación 2º. Piso Blvd. del Guadiana No. 501 Fracc. Ciudad Universitaria C.P. 34120 Durango, Dgo. Tel. (618) 827 12 41 ESTUDIOS: Antropólogo Social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Maestro en Historia por la UNAM. Dr. en Historia por El Colegio de México. Becas: ex becario CONACYT para tesis doctoral, 1989-1992. INVESTIGACIÓN: Investigador de Tiempo Completo en el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Juárez del Estado de Durango desde 1991. Durante diez años colaboré en el proyecto binacional El Camino Real de Tierra Adentro, con el patrocinio de National Park Service, Bureau of Land Management de los Estados Unidos de América y el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Desde hace tres años realizo estancias de investigación en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, donde también colaboro en el proyecto de investigación “La Independencia en el Norte de México”. Responsable del proyecto “Religiosidad y Cultura Popular en el Camino Real de Tierra Adentro”, en colaboración con el Centro de Estudios Chicanos de las Universidad de Nuevo México. DOCENCIA: Profesor de Asignatura, Escuela Nacional de Antropología Historia, 1982-1985.

Profesor titular de la Maestría en Historia en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, septiembre de 1989 a junio de 1990. Profesor de Asignatura Asociado “B” en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Enero- diciembre de 1990. Profesor de la materia Antropología Social en la Universidad de las Américas, A.C. Invierno 19901991. Imparticiòn del Seminario “La cultura material en los asentamientos mineros novohispanos,” del 26 al 30 de abril de 1999. Doctorado en Historia Colonial, INAH-UAZ. Docente invitado a la Maestría en Arquitectura de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Sinaloa, 2005-2007. Profesor titular del Seminario “Los Grandes Paradigmas 1” en la Maestría en Ciencias y Humanidades de la Universidad Juárez del Estado de Durango, a partir de 2005. CONGRESOS, SEMINARIOS, COLOQUIOS: (participaciones recientes) Ponente en el Seminario “La Religión y los Jesuitas en el Noroeste Novohispano”, organizado por El Colegio de Sinaloa, con el trabajo “El concepto de misión en el noroeste novohispano”, realizado el 4 y 5 de febrero de 2005 en al ciudad de Culiacán, Sin Ponente en el primer Coloquio Carl Lumholtz de Antropología e Historia del Norte de México, organizado por la Escuela Nacional de Antropología e Historia Unidad Chihuahua, con el trabajo “Culturas indígenas de la Nueva Vizcaya nuclear, siglos XVI y XVII. 26 de octubre de 2005. Ponente el primer coloquio El Noreste Mexicano y Texas, organizado por la Universidad de Texas y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, con el trabajo “Tobosos y salineros. Dos etnias del desierto”, realizado en San Antonio, Texas, el 28 de octubre de 2005. Presidente de el Seminario La Religión y los Jesuitas en el Noroeste Novohispano organizado por El Colegio de Sinaloa y ponente con la conferencia “El milenarismo tepehuan: mesianismo y resistencia en el septentrión novohispano”, llevado a cabo los días 3 y 4 de febrero de 2006, en la ciudad de Culiacán, Sin. Ponente en el X Coloquio Internacional sobre el Camino Real de Tierra Adentro, auspiciado por National Park Service, Bureau of Land Management y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, con la ponencia “Balance historiográfico del Camino Real”. Realizado en la ciudad de Socorro, Nuevo México, del 10 al 12 de abril de 2006.

Ponente en la XII Reunión de Historiadores Mexicanos, Estadounidenses y Canadienses, organizado por El Colegio de México y la University of British Columbia, con el trabajo “La formación del obispado de Nuevo México”. Realizada en la ciudad de Vancouver, Columbia Británica, del 10 al 13 de octubre de 2006. Ponente en el Seminario La Religión y los Jesuitas en el Noroeste Novohispano, organizado por El Colegio de Sinaloa, con el tema “La destrucción de idolatrías en la Sierra Madre Occidental, Siglo XVII”, febrero 2007, Culiacán, Sin. Ponente en el Seminario Arqueología, Antropología e Historia, organizado por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, con el trabajo “Religiosidad popular en el Camino Real de Tierra Adentro: los Hermanos de Jesús de Nazaret de Nombre de Dios, Durango”. Realizado del 24 al 26 de septiembre de 2007. Ponente en el Coloquio La Independencia en el Norte de México, organizado por el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, con el trabajo “Insurgencia, vida social y cultura en la Nueva Vizcaya, 1808-1828”. Realizado en Ciudad Universitaria, México, el 15 y 16 de noviembre de 2007. EVALUADOR, DICTAMINADOR: Evaluador Externo en las II Jornadas Evaluación del Programa de Maestría en Historia de la Facultad de Historia de la Universidad Autónoma de Sinaloa, 4 de febrero de 2002. Arbitro evaluador en la Convocatorias de Investigación Científica Básica CONACYT/2006-2007 del área de Humanidades y Ciencias de la Conducta. PUBLICACIONES: Coautoría: México al tiempo de su guerra con Estados Unidos (1846-1848). Coordinación e introducción de Josefina Zoraida Vázquez. México, Fondo de Cultura Económica/El Colegio de México/Secretaría de Relaciones Exteriores, 1998. Capítulo: “Durango entre dos guerras, 1846-1847”, pp. 189-212. Testimonios de una guerra. México 1846-1848. 2 T. Coordinación y edición de Mercedes de Vega y María Cecilia Zuleta. México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 2001. Capítulo: “Durango”, T. 1, pp. 299-331.

De mi autoría destacan: Breve historia de Durango. México, Fondo de Cultura Económica / El Colegio de México, 2001. El Colegio de Guadiana de los jesuitas. México, UJED / Plaza y Valdés Editores, 2004. Las Leyes de Reforma y su impacto en Durango, 1854-1861. Durango, Instituto de Investigaciones Históricas-Universidad Juárez del estado de Durango, 2005. Memorias del Camino Real de Tierra Adentro, José de la Cruz Pacheco Rojas y Joseph P. Sánchez (Coords.), México, National Park Service/ Bureau of Land Management, 2001. Mesianismo y resistencia indígena en el norte novohispano, siglo XVII. En proceso de edición. Siglo XXI Editores/Universidad Juárez del Estado de Durango. Además de diversos artículos y ensayos publicados en revistas especializadas. ASOCIACIONES Y DISTINCIONES ACADÉMICAS: Socio de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística de Durango. A partir del 19 de febrero de 1994. Miembro del Seminario de Cultura Mexicana, corresponsalía de Durango. A partir del 3 de marzo de 1995. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 1998. Perfil PROMEP desde 2001.

“INFIDENCIA Y SEDICIÓN EN LA INTENDENCIA DE DURANGO, 1808-1814”

Introducción

Dr. José de la Cruz Pacheco Rojas Instituto de Investigaciones Históricas Universidad Juárez del Estado de Durango

Como es bien sabido, el proceso de Independencia en México tuvo su mayor fuerza en la parte media y sur del país. En cambio, en las márgenes septentrionales de la Nueva España la organización política y de acciones insurgentes se perciben, en un primer acercamiento, más bien desorganizadas, desarticuladas y esporádicas. No obstante, los hechos de guerra, conspiraciones y casos de infidencia y sedición ocurridos en la Intendencia de Durango comienzan a mostrar otra situación. Contrario a la idea común de que en esa región no pasó nada, hoy podemos sostener, a partir de fuentes primarias locales, principalmente, que el movimiento insurgente y las acciones en pro de la independencia encontraron

eco importante entre los indios tepehuanes, algunos clérigos ilustrados y criollos, quienes se vieron involucrados en diversas acciones. Serán, primero, los indígenas los que van a cuestionar con mayor rigor al régimen colonial en la Nueva Vizcaya y en más tarde los criollos, que se habían mostraron en su mayoría fieles y leales a la Iglesia y a la Corona. De igual modo, la presencia de miembros de etnias externas como los apaches, comanches y mezcaleros, no siempre hostiles y en algunos casos amigos de los indios de la Nueva Vizcaya, contribuyeron con sus incursiones guerreras en haciendas y pueblos a debilitar las estructuras de poder de los españoles. Pero más importante fue la influencia que ejercieron directamente entre los indios de naciones de aquella provincia. Es igualmente importante destacar también que en el proceso de la lucha armada en pro de la Independencia la aprehensión del padre Miguel Hidalgo y Costilla y demás destacados insurgentes que lo acompañaban el 21 de marzo de 1811 en el paraje llamado de Baján, en el estado de Coahuila, con el consiguiente traslado a la villa de Chihuahua, capital a la sazón de la Comandancia de las Provincias Internas de Occidente, para ser degradado eclesiásticamente y procesado criminalmente hasta su ejecución el 31 de julio de 1811, como el asedio de la capital de la Intendencia por los insurgentes a finales de 1810, influyeron fuertemente en los ánimos de los insurgentes nuevo vizcaínos, quienes se organizaron en distintos puntos para combatir al régimen español. Al mismo tiempo, las autoridades de la provincia extremaron férreas medidas y estrategias de defensa estableciendo un cerco contra la insurgencia. Tales acciones defensivas se tradujeron en un estado permanente de temores e intolerancia contra toda manifestación de sedición, por mínima que fuera, al grado de llegar a imponer un estado de terror. Pese a ello encontramos una serie de acciones insurgentes de 1808 a 1814. De acuerdo con las ideas anteriores, me propongo ofrecer una visión general de los hechos más relevantes ocurridos durante el proceso de Independencia en la Intendencia de Durango, centrando mi atención en los movimientos sociales ocurridos durante el tramo de 1808 a 1814. Periodo que bien podríamos llamar de la insurgencia, o primera etapa del proceso de Independencia en la Nueva Vizcaya. La periodicidad elegida obedece más al largo proceso y la diversidad de factores asociados a la guerra de Independencia en esta vasta región. El presente trabajo es, por tanto, un primer acercamiento a tan extensa y compleja situación histórica. INFIDENCIA Y SEDICIÓN Los principales movimientos libertarios que ocurren en la Intendencia de Durango en el período seleccionado, fueron realizados principalmente por indígenas y tipificados bajo el “delito de

infidencia”.102 De esta manera, los diversos grupos de indígenas que se levantaron en armas o planeaban hacerlo, fueron considerados por las autoridades provinciales no sólo de cometer una serie de violaciones a los principios de autoridad sino como una afrenta a las instituciones coloniales. Por ese motivo fueron rabiosamente perseguidos y castigados. A continuación haremos referencia a una serie de movimientos sociales que anteceden al movimiento insurgente en la Intendencia de Durango que, en algunos casos podríamos inscribir dentro del movimiento independentista, directa o indirectamente, pero otros no. Sin embargo, dan cuenta de la situación política y social que guardaba esa porción de las Provincias Internas de Occidente, previa al estallido de la guerra de Independencia. Antecedentes Anteceden al movimiento insurgente en la Intendencia de Durango una serie de circunstancias, o si se quiere causas internas, que prepararon las condiciones favorables a la independencia. (N.P. En este trabajo no me ocupo de las causas externas tan bastamente abordadas y de sobra conocidas) Destaca en primer término la presencia de los indios “bárbaros” y mesiánicos, que contribuyeron con sus acciones a desestabilizar, minar y perturbar al antiguo régimen. El siglo XVIII termina con la creciente tendencia hacia la presencia y acciones guerreras y de saqueo de los llamados indios “bárbaros” que habitaban, unos en las grandes praderas y otros en el territorio septentrional de las Provincias Internas de Occidente, que ante la incapacidad de las autoridades coloniales y la Iglesia para reducirlos a pueblos de misión y formas de vida civil occidentales y, también, ante la fragilidad de sistema presidial de defensa fronteriza que los indios rompían con frecuencia. De esta manera, diversas bandas de indígenas apaches, comanches y mezcaleros (apaches de Nuevo México), influyeron como grupos e individualmente a minar poco a poco al antiguo régimen en busca de alianzas con miembros de las etnias sometidas al sistema misional jesuítico y franciscano. Así, por ejemplo, el 27 de agosto de 1799 el gobernador intendente de Durango, Pedro de Nava, informa desde Chihuahua que ha recibido varios partes sobre las hostilidades ejecutadas por los indios mezcaleros en las jurisdicciones de San Juan del río, Cuencamé y Real de Indé. De lo cual tenía constancia de los actos cometidos por estos en Cuencamé, según los informes proporcionados por el subdelegado Joseph María Durán. En razón de ello dispuso que el comandante de la primera compañía volante despachara una partida de tropa “para que corte por la parte exterior de la frontera hasta las “Infidencia -dice Escriche-, en general es la falta que uno comete por el hecho de no corresponder a la confianza que uno ha puesto en él, o sea la violación de la fidelidad debida a otra; pero se aplica esta denominación al delito político en que uno incurre por su inteligencia con los enemigos del Rey o del Estado, y se usa con más especificidad en la milicia”. Joaquín Escriche, Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia, México, Cárdenas Editores, 1979. T. I, p. 867. 102

inmediaciones de Cuencamé, restituyéndose por lo exterior…” Esto es, tenderles un cerco por el norte para detener su avance hacia el sur. No obstante, ante la imposibilidad de guarnecer todos los puntos que los indios pudieran atacar, mandó cumplir el mando por el que se permitía armar a los trabajadores de las haciendas, pueblos de mestizos y ranchos como “el medio más oportuno para libertarse de sus hostilidades [de los indios] que los vecindarios y operarios de las haciendas tengan armas con que oponérseles y perseguirlos según está dispuesto por bando mandado publicar en 29 de mayo de 1792. Cuya observancia debe vigilar V.S. y los respectivos jueces”.103 Al mismo tiempo, otros personajes “aislados” o aparentemente aislados, expresaban a su manera los deseos milenaristas ancestrales de los indígenas norteños. Son los casos del indio José Bernardo Herrada, “el trastornado mesías de Durango”, del indio Mariano y el indio Rafael. “El trastornado mesías de Durango” y el indio Mariano Así llamó Van Young al indio José Bernardo Herrada, quien fuera capturado y sometido a un largo proceso por la justicia de San Juan del Río en 1800 para luego pasar a manos del gobernador intendente Bernardo Bonavía, por sostener entre los indios de ese pueblo que su misión “era llamar a los indios del norte a la inminente coronación de su padre, el gobernador de Tlaxcala, como rey de la Nueva España, en marzo de 1801, también por haber estado interesado en recolectar tanto dinero como le fuera posible, de los fondos comunales de los pueblos y de los fondos piadosos. De hecho – afirma Van Young-, es difícil decir a partir de los registros si era un criptomilenario, un artista del timo, un loco, o todo combinado”.104 Lo cierto es que causó un gran revuelo en un ambiente ya de por sí plagado de tensiones y paranoia que imperaba en toda la frontera norte Nueva España, debido a las constantes amenazas de insurrecciones indígenas y de invasión de las tropas de los Estados Unidos. La reacción de las autoridades provinciales no era para menos, pues el testimonio de Herrada era abiertamente sedicioso, como bien advierte Young: “predicaba una especie de milenio indio en donde la soberanía efectiva habrá de pasar de manos de las autoridades coloniales blancas a la de los indios de la Nueva España, en la persona de un monarca indio”.105 El 25 de enero de 1801, Francisco Antonio de la Bastida y Araziel, magistrado de la Villa de San Juan Bautista del Río, manifestó haber sostenido una extraña conversación con un indio que acababa de llega al pueblo, en la que dijo llamarse capitán Cuerno Verde, que había sido intérprete de un capitán apellidado Carrasco y que en ese momento se dedicaba a ser torero. Para lo cual solicitaba permiso para 103

Archivo Histórico General del Estado de Durango, en adelante AHGED, El gobernador intendente de Durango sobre ataques de los indios mezcaleros en las jurisdicciones de San Juan del Río, Cuencamé, Indé, y Guarizamey”, Caja 7, Casillero 2, exp. 119-4, año 1799, 17 fs. 104 Eric Van Young, La crisis del orden colonial. Estructura agraria y rebeliones populares de la Nueva España, 1750-1821, México, Alianza Editorial, 1992, p.365. 105 Ibid, p. 368.

torear en las próximas fiestas del pueblo. No portaba pasaporte porque dijo haberlo perdido, mas para que se le permitiera permanecer en el pueblo aseguró a De la Bastida que no ocasionaría ninguna clase de molestias y disturbios, por lo que asintió el magistrado. No obstante, al día siguiente el gobernador de los indios del pueblo informó a De la Bastida que Cuerno Verde andaba perturbando a la gente de la villa, suponemos que sobre todo a los indios, con ciertas expresiones sediciosas. Este hecho causó su inmediata captura. En su primera declaración, de 30 de enero de 1801, dijo llamarse José Silvestre Sariñana, no saber su edad, que había nacido en el barrio indio de San Juan Bautista en la ciudad de Tlaxcala, que en ese no tenía ocupación y que era capitán de 133 nativos en su distrito.106 Ante las contradicciones de sus declaraciones y considerando que se trataba de un reo peligroso, fue trasladado a Durango custodiado por doce hombres armados. En la capital de la provincia se le encarceló incomunicado. Es muy importante destacar que Cuerno Verde había sido un gran guerrero comanche, pintoresco e irascible, que apareció en escena en Nuevo México en 1768 en un fallido ataque en Ojo Caliente, donde fue asesinado. El cuerno de búfalo que usaba en su cabeza simbolizaba la fuera, la valentía y el poder de este portentoso animal. A su muerte lo sucede su hijo, otro valiente guerrero, quien adopta el mismo nombre de Cuerno Verde en su lucha por hacerse un territorio propio en el norte de Nuevo México combatiendo contra los españoles, quienes se empeñan en expulsarlos de ese territorio. Precisamente uno de los negros pasajes de la historia de los comanches recién llegados a esas tierras es la masacre cometida contra ellos por el capitán Carlos Fernández, por orden del gobernador Mendinueta en 1774, al norte de Santa Fe. Después de estos terribles hechos, y con la llegada de Juan Bautista de Anza como nuevo gobernador ocurren los últimos enfrentamientos de guerra con los blancos, donde figura nuevamente Cuerno Verde, el tercero, siendo derrotado y aniquilado definitivamente en 1779. A partir de entonces se abre un proceso de negociaciones diplomáticas entre ambos bandos que termina con el tratado de paz de 1786. Mas la lucha que encabezó el gran caudillo Cuerno Verde quedó en el imaginario de los nuevo mexicanos del alto Río Grande, y se conserva hasta nuestros días en las representaciones populares que evocan las legendarias luchas indígenas contra los españoles.107 Por esta misma razón nada tiene de extraño que “el trastornado mesías de Durango” tuviera presente la imagen libertaria de Cuerno Verde. Vinieron después una serie de interrogatorios, declaraciones y careos. Cabe destacar el especial empeño que pusieron las autoridades de la provincia en los acuciosos interrogatorios sobre los posibles 106

Ibid, p. 371. Enrique R. Lamadrid, Hermanitos comanchitos. Indo-hispano rituals of captivity and redemption. Fotografías de Miguel A. Gandert, Albuquerque, University of New Mexico Press, 2003, pp. 33-38. 107

nexos de Herrada con los indios rebeldes del área de Tepic y la sierra del Nayar, por el hecho de haber afirmado que había viajado por esa zona, pero sobre todo por las semejanzas de su historia y su testimonio con la del indio Mariano, activo en ese momento en el área de Tepic.108 Efectivamente, esta especie de mesías decía ser también originario de Tlaxcala e hijo del gobernador de ese pueblo ubicado en la provincia de la Nueva Galicia, había convocado, más o menos por las mismas fechas en que apareció el trastornado mesías de Durango, a un sinnúmero de comunidades indígenas a una reunión general en Tepic. Se habló también de un rey indígena o de la elección de un jefe, así como de la existencia de un ejército de 30 mil hombres prestos a luchar contra los españoles para imponer al nuevo soberano. Se decía igualmente que un personaje anónimo de la ciudad de México estaba involucrado. La reunión indígena tenía como objetivo fraguar el plan de asalto de la capital de la provincia neogallega: “El plan debía realizarse en la fiesta de la Virgen de Guadalupe en el momento en que los cirios fueran encendidos en el altar. Estos contendrían explosivos que harían estallar el templo. Los insurgentes aprovecharían la confusión para atacar el palacio virreinal, que estaría minado en las esquinas”.109 Al parecer la mayoría de los indios reunidos en Tepic no sabían a ciencia cierta a que habían ido ni tenían idea de quien era Mariano. Eso les importaba ni incumbía a las fuerzas militares de la provincia, que dieron órdenes al capitán Salvador Fidalgoa se trasladara a Tepic con una fuerza de soldados y marinos con la orden expresa de reprimir a los indígenas al momento de celebrar la reunión. El resultado fue el asesinato de dos indios, varios heridos y más de doscientos prisioneros que fueron conducidos a Guadalajara, donde muchos murieron en prisión antes de que fueran juzgados. Otros tantos más lograron huir de la represión hacia la sierra nayarita; Mariano evadió el arresto y se perdió o continuó bajo el abrigo invisible del mito. Dice Archer: “Cuando se acabaron los hechos era evidente que el régimen había reaccionado ante un engaño inventado posiblemente por un solo hombre, un indio llamado Juan Hilano, quien había muerto en prisión o en el camino a la cárcel de Guadalajara. Parecía que Hilano había escrito las cartas y la existencia de Mariano era muy dudosa. No se descubrieron evidencias que involucraran a españoles ni extranjeros [como se temía], y la región alrededor de Tepic permaneció tranquila después de estos hechos”.110 No hubo, pues, evidencia alguna que justificara la represión tan severa, concluye el autor. La verdad es que los planes sediciosos del indio Mariano y “el trastornado mesías de Durango” encontrarían eco pocos años después entre los indígenas tepehuanes de la sierra del Mezquital, vecina de la del Nayar, que culturalmente se trata de la misma unidad. Real o mítica la existencia del indio 108 109

Van Young, op. cit, 374.

Christon I. Archer, El ejército en el México borbónico, 1760-1810, México, Fondo de cultura Económica, 1983, p. 132. 110 Ibid, p. 135.

Mariano influyó en el imaginario popular en Durango a tal grado que durante la revolución de 1910 encontramos a otro indio Mariano militando en las filas de Cheché Campos, el destructor de fábricas y haciendas. Continuando con Herrada, de sus declaraciones se desprende que también había sido comisionado para recolectar 40 o 60 mil firmas en todo el norte con el propósito de apoyar el régimen de su padre como rey de la Nueva España, cuya gira serviría al mismo tiempo para que se dieran por enterados del llamado para acudir a su coronación el 29 de marzo de 1801. Dijo igualmente que dicha información le permitía saber al soberano indígena cuantos españoles residían en cada pueblo y área rural para luego expulsarlos, porque: “…tenían oprimido y avasallado a los indios, y que su padre tenía corona y poder; se trataba de expatriar a todos estos por su mandato al modo que se hizo con los jesuitas en un mismo día y hora”.111 Mencionó, además que los planes de su padre estaban apoyados por fuerzas militares inglesas y francesas que se hallaban apostadas en algún lugar de las costas de la Nueva España. Después de esta declaración, ocurrida el 26 de febrero de 1801, Herrada permaneció mudo los cuatro años que siguió preso en Durango. Sin embargo, dada la peligrosidad de sus declaraciones manifiestamente subversivas, las autoridades judiciales determinaron mandarlo a la ciudad de México, de donde sería conducido a Veracruz para deportarlo a Cuba a cumplir una larga condena de trabajos forzados.112 No lograron cumplir la condena, pues el peligroso reo se escapó el 14 de diciembre de 1805 camino a la capital novohispana en las proximidades de Zacatecas y desapareció; las autoridades coloniales no pudieron encontrarlo. Por otra parte, varios testigos, la mayoría de ellos provenientes de su pueblo natal, al ser interrogatorios dejaron en claro que no era originario de Tlaxcala, sino del pueblo de indios del Tunal, de donde era su madre María Mónica León, quien lo reconoció como su hijo y dio cuenta de que su apellido, Herrada, había sido adoptado de su esposo, José Tadeo Herrada, padrastro del muchacho. Dijo también que su hijo había dejado su casa cuando tenía 12 años de edad y que después no había sabido más de él.113 El hecho de que Herrada haya sido originario del pueblo del Tunal, un pueblo de indios cercano a la ciudad de Durango reviste una gran significación porque es el mismo pueblo en donde los tepehuanes tenían guardada la corona de plumas con que iban a entronizar al gobernador de la gran confederación india que planeaban construir una vez que consiguieran deshacerse de los españoles de sus territorios

111

Van Young, 1992, p. 375. Ibid, p. 376. 113 Ibid, p. 377. 112

en la guerra de 1616 e instaurar el reino milenario que sus dioses les mandaban erigir.114 Como se pude apreciar, las ideas externadas por el “trastornado mesías de Durango” sobre la coronación de un rey indio, la expulsión o aniquilación de los españoles y la creación de un estado milenario para los indios, no eran nuevas en la Nueva Vizcaya. Más bien, tengo la sospecha de que estas formas ideológicas, un tanto mesiánicas, fueron transmitidas de generación en generación entre las comunidades indígenas de todo el norte novohispano. Finalmente, Young se pregunta sobre el “trastornado mesías de Durango”: ¿Qué le sucedió? ¿Siguió vagando por los caminos polvosos de la Nueva España en busca de su padre y de algunos pesos regalados por indios crédulos? ¿Vivió su vida como un campesino excéntrico en un pueblo silencioso? Uno está tentado a creer que tomó las armas en 1810 bajo la bandera de la Virgen y que incidió en la caótica realidad de estas épocas, con las fantasías igualmente caóticas de su cabeza. Si fue así, ¿terminó con la cara en el lodo, como muchos otros héroes modernos torturados, o en algún oscuro campo de batalla, en Aculco, o Las Cruces, o Calderón? Nos dejó parte de su historia, con todo su poder y pathos; nunca nos dejó conocer el resto de sus secretos”.115 El indio Rafael La figura del indio Rafael es por demás enigmática y contradictoria, al grado incluso que se duda de su existencia. No fue un revolucionario, sino un bandolero, según los testimonios acerca de sus correrías por las polvorientas tierras del desierto y pueblos serranos de la Nueva Vizcaya en donde se dice que asesinó, robó, cometió múltiples saqueos, y huyó tranquilamente hacia “tierra afuera” sin poder ser alcanzado por las fuerzas militares de la provincia. Se trata de un personaje legendario que quedó también grabado en la memoria colectiva de los campesinos e indígenas de la región. Tal vez fue un guerrero justiciero que se ganó la simpatía de los más desprotegidos.116 El indio Rafael era, se dice, un apache que entró en escena en al Intendencia de Durango al menos desde octubre de 1806 las primeras noticias que se tienen de él provienen del presidio de Guajoquilla, según el informe que envía el comandante de general de las provincias Internas al obispo de Durango Francisco Gabriel Olivares, en el sentido de que el indio Rafael había cometido varios asesinatos en ese lugar. Motivo por el cual pedía se celebrara misa “para que Dios Nuestro Señor nos libre de él”.117 A principios del siguiente año se deja ver en Santiago Papasquiaro, donde Félix Colomo informa al 114

En un ensayo reciente dedicado a la guerra tepehuana de 1616 abordo estas cuestiones. Véase José de la Cruz Pacheco Rojas, Mesianismo y resistencia indígena en el norte novohispano. Universidad Juárez del Estado de Durango/Siglo XXI Editores, en prensa. 115 Van Young, 1992, p. 397. 116 Atanasio G. Saravia da fe de los relatos que conservaban los campesinos viejos del estado de Durango sobre las hazañas de este personaje legendario; solo que para mostrarlo cruel y sanguinario. Véase, Saravia, Apuntes para la historia de la Nueva Vizcaya, T. III, México, UNAM, 1980, p. 145. 117 Archivo Histórico Matheo, Parras, Coah, Exp. 741, XXXVII, Durango, 28 de octubre de 1806.

gobernador intendente de Durango, Bernardo Bonavía, de su persecución a raíz de que había dado muerte a dos paisanos en el paraje del Pochón el 20 de enero de 1807; más adelante, río Santiago arriba, en el Arroyo del Salto de Lucas asesinó a dos vinateros para luego continuar su huída hacia Guatimapé sin poder ser alcanzado por sus perseguidores porque estos le perdieron la huella.118 Más tarde, el propio Colomo recibió noticias retrasadas del paso del indio Rafael por la jurisdicción de El Oro e Indé, de donde le reportaban que había dado muerte a tres hombres y tomado cautivo a un muchacho de 16 años siguiendo con rumbo a Guanaceví, para después dirigirse a Cuencamé y Santiago Papasquiaro. Un año después, el 12 de febrero de 1808, José María Durán, autoridad judicial de Cuencamé reportaba a Bonavía que por esos días habían entrado los apaches a la estancia de Acatita, en las cercanías del río Nazas, en donde después de dar muerte a tres individuos se llevaron una caballada; salieron veintidós hombres en su persecución sin haberle dado alcance. En el puesto de Tetillas y en el Cañón de las Ánimas cometieron otros tantos crímenes, saqueos y robos de caballada, por lo que la autoridad de Cuencamé ordenó la salida de tres grupos de fuerza para perseguirlos y capturarlos. No obstante, no consiguieron darles alcance. En estos hechos no se menciona al indio Rafael, quien al aparecer había aparecido por esas mismas fechas en la hacienda de Ramos, jurisdicción de El Oro, en donde le quitó la vida a un vaquero ya dos mezcaleros; acompañado por su hermano Antonio dieron muerte a dos caminantes que iban del Parral y asaltaron unos arrieros con una conducta de maíz que traían de tierra caliente cometiendo otros asesinatos. Esto motivó a que las tropas y vecinos de El Oro emprendieran su persecución. El indio Rafael se dirigió a tierra caliente y “después de hacer algunas muertes en el camino”, llegó a San Andrés de la Sierra, donde se unió Vicente Gómez del Campillo a su persecución quebrada abajo, pero no lograron darle alcance.119 En el parte que rindió Gómez del Campillo al gobernador le informaba que los vecinos ni los vecinos de San Gerónimo ni de Soyupa habían querido ayudar en la persecución, alegando no contar con armas, “pero en cambio sí reclamaron parte de los caballos que se habían quitado a Rafael, a lo cual, a su tiempo, contestó el gobernador apreciando la actividad de Gómez del Campillo y sus mineros y reprendiendo severamente a los vecinos que se habían negado a su persecución…”120

118

Para la descripción de la primera parte de este personaje me apoyo en Ibid, pp. 143-149, pues esa parte del expediente lo conservó Saravia en su archivo particular, la otra se encuentra en el Archivo Histórico General del Estado de Durango. 119 Ibid, pp. 146-147. 120 Ibid, p. 147.

El hecho es que se abrió “Causa criminal de oficio contra lo indios del pueblo de San Gregorio, de la jurisdicción de San Andrés por robos y crímenes cometidos en unión o bajo las órdenes del indio Rafael” y fueron castigados con su complicidad con el indio Rafael.121 En tanto, el indio Rafael siguió librándose de toda persecución. Así, el 14 de enero apareció con su hermano Antonio y otros apaches en la laguna de Tlahualilo, de donde siguieron hacia el Cañón de Fernández para remontarse en la Sierra del Rosario, en las proximidades de río Nazas, perseguido por fuerzas militares de la provincia. En ese último punto se fortificó y sus perseguidores tuvieron miedo de atacarlo. De su informe se supo que “… el indio Rafael vestía calzones azules y un coleto de gamuza con vuelta encarnada, mientras que Antonio iba vestido todo de gamuza, llevando ambos fusil, lanza, y carcaje bien provisto, y que en su compañía iban tres mujeres, una de las cuales, por la ligereza con que trepaba por las sierras mostraba traza de ser apache, y que todas iban con sombreros y montadas a caballo como los hombres”.122 Así, con esa imagen, se pierde y a la vez perdura el legendario indio Rafael en la historia. Indios precursores de la Independencia A pesar de la ferocidad con que eran perseguidos los indios por cualquier indicio de insubordinación a las autoridades españolas, o mejor, a causa de ello, los tepehuanes de la zona del Mezquital decidieron unirse a la conspiración que se fraguó en 1808 con miras de levantarse en armas contra el régimen colonial. En la causa que se siguió en su contra, se dijo: “Parece que estos estaban instigados por revolucionarios de México”. Es probable que así haya sido, pues, como se sabe fueron los miembros del cabildo del Ayuntamiento de la ciudad de México quienes expresaron ese mismo año claras aspiraciones independentistas, seguidos por juntas de conspiradores en Valladolid donde se intentó organizar un movimiento revolucionario que debía estallar el 21 de diciembre de 1809. Aunque fracasó, dio pie a otros intentos de conspiración en Querétaro y San Miguel, en Guanajuato. Parece poco probable que los indios del Mezquital hayan estado directamente en contacto con los revolucionarios del centro del virreinato, más bien, como se ha visto, suponemos que los nexos más cercanos que tuvieron fueron con personajes como el indio Mariano, el “trastornado mesías de Durango”, el indio Rafael y, sobretodo, con los indios nayaritas que se habían refugiado en la sierra del Nayar. En la denuncia presentada por el maestro de escuela José Bruno Eliciaga de Santa María de Ocotán ante el subdelegado de San Francisco del Mezquital, Cristóbal de Urquizu, el 8 de noviembre de 1808, 121

AHGED, Sección Justicia Criminal, Exp. 26, 1808-1810, 50 fs. Saravia, 1980, p. 148. En opinión de Enrique Lamadrid se trataba más bien de un guerrero comanche y no de un apache. Comunicación personal. 122

informa que José Domingo de la Cruz Valdéz, gobernador del pueblo de Santa María de Ocotán y Tomás Páez, gobernador de Guazamota, eran los principales cabecillas de una conspiración que estaban organizando para levantarse en armas contra los españoles. Que para este efecto habían convocado a los vecinos de los pueblos de Santa María, San Miguel de Temohaya, Taxicaringa y Xoconoztle a una reunión secreta en las afueras del primer pueblo, poniendo espías en los cerros, con el plan de insurreccionarse y declarar la independencia.123 A causa de esta denuncia Ángel Pinilla, gobernador intendente interino, ordena se tomen declaraciones a los inculpados y se proceda a su arresto y de ameritar la causa los reos sean trasladados a la real cárcel de Durango. Esto dijo: “En esta atención, y en semejante hecho conozco que el motivo de estar estos pueblos tan retirados es imposible contenerlos en que hagan ellos sus cabildos, y que piensen en unos modos extraños como en la presente, y si V.S. no insta a que en ellos se planten padres que con el martillo del Evangelio y la doctrina les estén dando todos los días en los oídos, con el tiempo, y no muy dilatado, vendrán a conseguir un libertinaje que después será imposible sujetarlos, pues yo por más que hago no puedo acarrear a que al juez real le hagan patentes las maldades que en los pueblos se ejecutan, y se pasa el año sin oír si en los pueblos hay maldades o no, pues todas entre ellos se quedan y las ocultan”.124 (AHGED,…) Así las cosas, todo indica que en ese ambiente de descontento y fricciones con los españoles, se estaba preparando el terreno para un inminente levantamiento indígena. Por su parte, Nemesio Salcedo, comandante general de las Provincias Internas, consideró importante que tanto Domingo de la Cruz Valdés como Tomás Páez fueran privados para siempre de ocupar los puestos de tenientes generales de indios, por revoltosos e inquietos y por turbar la paz y la tranquilidad aprovechando su cargo. A lo que contestó Flores de Urquizu en estos términos: “…y ahora nuevamente digo a V.S que si no teniendo ningún cargo y empleo el indio Domingo de la Cruz Valdés y el indio José Tomás Páez (el primero de este pueblo y el segundo de Guazamota) obedecen todos y guardan sus órdenes más que los Diez Mandamientos sobre lo que se forma el tema de mi consulta de lo que hasta lo presente no se da paso a nada sobre la dicha consulta que tengo hecha con sobrado tiempo. Tengo hablado a V.S que las cosas de este indio Cruz son inaveriguables e improbables [incomprobables] por el mucho respeto que todos le guardan y la facilidad de que usan continuamente los indios de desdecirse. Tengo hablado a V.S., y si no ahora lo hablo, que estos dos indios son los Dioses de todos estos pueblos y que a un grito que estos den harán un levantamiento 123

AHGED, “Expediente formado con motivo de la denuncia hecha por el maestro de escuela de Santa María de Ocotán, José Bruno Eliciaga, de una conspiración capitaneada por los indígenas Domingo de la Cruz (general) y el general indio Tomás Páez, el primero de Santa María de Ocotán y el segundo de Huazamota. Parece que estos estaban instigados por revolucionarios de México”, Cajón 13, Expediente 7, año 1808. 124 AHGED, Cajón 2, exp. 50, s. n. f., año 1798.

disforme y será una convocación de todos estos pueblos de otros. Y esto que digo a V.S. no es juicio temerario sino muy prudente, pues el odio mortal que reina en el corazón de estos [indios] contra todo español y vecino se les conoce hasta por fuera por lo mismo tengo hablado en consulta que tengo hecha por ley natural y divina deben ser en los de todo este gobierno estos dos indios, que es desterrándolos por cabecillas y enemigos de la paz V.S. me hace responsable en esta superior orden…”.125 Este proceso no estuvo exento de represalias y crueldades por parte de las autoridades de la Nueva Vizcaya, que derivó en persecuciones, aprehensiones y asesinatos. Tal vez por esta razón y consecuentes con sus posturas antiespañolas, muchos indios perseguidos decidieron unirse al movimiento insurgente; es el caso de Domingo de la Cruz, a quien lo veremos conspirando al lado de los indígenas del pueblo de Temohaya en 1812. Los insurgentes en pos de la capital de la Intendencia de Durango El 16 de octubre de 1810 llega a las cercanías de la hacienda de Calera el capitán realista Pedro María Allande, acompañado por una partida de ciento trece hombres, y con él la noticia de la insurrección insurgente en los pueblos de San Miguel el Grande y Dolores. Enterado de estos hechos, cundió la alarma en las intendencias de Zacatecas y Durango, por lo que el gobernador interino de esta última, Ángel Pinilla y el comandante de las provincias internas, Nemesio Saucedo, dispusieron el despliegue de las fuerzas militares existentes hacia el sur de la provincia de la Nueva Vizcaya con el fin de resguardarla de la amenaza de los insurgentes erigiendo un cordón defensivo para combatirlos e impedir que se aproximara a la capital. Tal vez por ello fue que el cura Hidalgo decidió tomar el camino a Saltillo en su avance hacia el norte. El resultado de esas medidas fue, en lo militar, la formación de varias compañías de voluntarios, el reforzamiento de las tropas ya existentes, el armamiento de los peones de las haciendas, pero sobre todo, el endurecimiento, la intolerancia y la tiranía del gobierno provincial ante cualquier amenaza de insurrección; frente a la que aplicaron castigos implacables e impusieron un estado de terror. La alarma, el temor y la paranoia cundieron por todas partes. Por eso, el 21 de octubre de 1810 el comisionado de la junta real de Sombrerete, Antonio de Cumulat, auxilió a Allande para protegen dicha población en razón de las primeras noticias de la rebelión de los indios de San Andrés del Teúl y la infidencia de la compañía de milicias de Colotlán, que haciendo eco del avance de los insurgentes hacia el occidente decidieron pasarse de bando en pro de la independencia.126 Enterado el intendente interino de Durango Ángel Pinilla, se acuerda el traslado de parte de la tropa hacia ese punto. Con el mismo 125

AGED, Mezquital, diciembre 23 de 1809. José Cristóbal Flores de Urquizu”, Cajón 13, Exp. 7, foja 18 y vuelta, último folio. El subrayado es mío. 126 AHGED, Casillero 4, Exp. 98.

propósito se dispuso en traslado de alférez José María Ordaz, quien llegó a ese real con treinta soldados el 28 de octubre con órdenes de trasladarse a la Boquilla, en la región del Mezquital, con la comisión de someter a los insurrectos.127 En tanto, las autoridades de la intendencia de tomaron la decisión de cerrar la comunicación con Zacatecas para tratar de evitar cualquier penetración de los insurgentes y cortar la correspondencia que proviniera de esa ciudad y de Guadalajara; en especial la de carácter subversivo, ya que se habían confiscados dos papeles “sediciosos” y era de su conocimiento que en Zacatecas circulaban libremente. Así le informaba Pinilla a Nemesio Salcedo: “Había logrado ver la libertad con que se escribía de Zacatecas, como regida por un gobierno ilegitimo, que había recogido las dos cartas que acompañé a V.S. en copias con los Números 1° y 2° y otros dos papeles extraordinariamente sediciosos que vinieron con la 1ª de dichas cartas y últimamente que había visto en otra, que en aquella ciudad se hallaban fijas en las esquinas aquellas proclamas o papeles sediciosos”. Ante lo cual, le decía, consideró conveniente también cortar la correspondencia con Guadalajara y San Luis Potosí.128 No obstante esa determinación, el conde de Santiago de la Laguna, intendente interino de Zacatecas, se opuso a tal medida y pidió su revocación, lo que pareció a Pinilla un “absurdo y temeridad”, porque según el: “es pretender que yo reconozca un Gobierno tan ilegal como sin otros comprobantes demuestra el mismo oficio de aquel sr. Conde: y mas absurdo todavía, cuando aunque ilegal no se me presenta la aprobación superior que tal vez pudiera por algunas circunstancias de necesidad haberle autorizado”.129 Era claro que el conde De la Laguna era partidario de los insurgentes. Y eso irritó al intendente interino de Durango, al punto que, estando de por medio Sombrerete que había sido auxiliado por las fuerzas militares de la nueva Vizcaya, el asunto derivara en una disputa jurisdiccional entre ésta y la provincia de Nueva Galicia. Así, alegando que graves causas lo obligaron a cortar la comunicación con Zacatecas, afirma Pinilla: “Mi recuerdo se endereza a justificar mi determinación de cortar toda comunicación de esta provincia con Zacatecas; porque si Sombrerete Pueblo fiel y leal, y dependiente de aquella gobernación no quiere contaminarse con las ideas de aquel mando, ni tampoco reclama sus auxilios; yo tengo mas motivos para no reconocer aquel gobierno, y para cortar el curso de las ideas licenciosas de su Pueblo”.130 Peor aun, por la correspondencia sediciosa incautada mencionada arriba se sabía de la real amenaza que representaba la aproximación de los insurgentes, sobre todo porque la 127

AHGED, Casillero 4, Caja 11, año de 1810, 1 foja. AHGED, “Documentos, oficios y correspondencia sobre la guerra de independencia”, Casillero 4, Caja 11, expediente 100, año de 1810. F. 457. El subrayado es mío. 129 Loc cit. 130 Ibid, f. 458. 128

Villa de Aguascalientes y la ciudad de Zacatecas estaban en su espera para adherirse al plan de independencia: La Villa de Aguas calientes está hoy como Zacatecas libre de los insurgentes; pero ambos pueblos los esperan con los brazos abiertos. Aquella Villa es de la intendencia de Zacatecas: se halla en un estado e mayor rebelión que su capital y con un Gobierno mas ilegitimo si es que cabe más. No obstante esto, se halla dicha Villa regida por las ordenes de aquella Intendencia, usa V.S. la carta que en copia acompaño con el número 3° cuyo original queda en mi poder: ella es escrita por un eclesiástico que aunque no conozco, tengo informes de su religiosidad: las órdenes que refiere de la Intendencia se enderezan a que se reciban los sublevados sin derramamiento de sangre pero note V.S. la posdata de dicha carta, y hallará las atrocidades mas inauditas que se comente o autorizan por los que mandan en Aguas calientes. En la misma carta advertirá V.S. que su autor se lamenta de que se les haya cortado los correos que ya no llegan ni de Guadalajara, ni de tierra fuera. Esto me hace creer, que Guadalajara impuesto del estado de Aguas Calientes, y también de Zacatecas, trató de corresponderse con ellos, pues no considero interrumpida su carrera. Es fuerte rigor que de todas partes donde se conserva la lealtad hemos de recibir noticias las más lisonjeras y que de solo Zacatecas y Aguas Calientes con sus respectivos departamentos, no hemos de oír más que la voz de la insurrección, insubordinación, robos y otras atrocidades como también un general descontento y propensión a gritar”. 131

Era obvio que las autoridades de la Nueva Vizcaya tenían muy claro el peligro que representaban las noticias acerca del avance de los insurgentes hacia las poblaciones de Aguascalientes y Zacatecas, pero sobre todo, la disposición de sus autoridades y habitantes para recibirlos con los brazos abiertos, de ahí su alarma. Por ello había erigir una línea protectora para impedir la llegada de noticias de los hechos ocurridos en Guadalajara, de la propaganda sediciosa y del inevitable avance de los insurgentes a territorio neovizcaíno. Aunque si bien advertían y confiaban en el triunfo de las fuerzas realistas que se dirigían a la capital de Nueva Galicia a combatir a los insurgentes, estaban convencidos de que estos serían derrotados y “que impelidos los insurgentes por las tropas relegadas de México y otros puntos forzosamente se han de dispersar y en partidas más o menos numerosas han de acogerse en aquellos pueblos que saben están prontos a recibirlos como Aguas Calientes y Zacatecas”.132 No obstante la eventual derrota de los insurrectos, Pinilla y Salcedo temían que en su dispersión influyeran en los ánimos de los habitantes de la región norteña contra el gobierno. De ahí la necesidad de: que estas provincias deben reforzar su línea con más fuerza que la que tiene y no basta a impedir cualquier torrente de enemigos dispersos, que se junten en la Provincia de Zacatecas a mas de los que de esta se les agreguen que no dudo serán muchos según su fatal disposición. Me parece que es de evitarse cualquiera mala impresión que pueda imprimirse en los habitantes de estas provincias con la cercanía de aquellos dispersos, pues que pudiendo creer, por que no discurren que son las legiones mismas de los insurgentes, su espíritu se anonade, como sucedió en Aguas Calientes y Zacatecas, y no pueda contarse con ellos o que aterrorizados sin fundamento se verifique la desunión que allí reina.

131 132

Ibid, f. 462. Ibid,f, 463.

El refuerzo de la línea servirá para que sabiéndola los enemigos tomen en su dispersión muy distinto rumbo: y al mismo tiempo servirá para infundir mas confianza en estos habitantes, si así no se hace, contemplo inevitable que tomen este derrotero, porque el de San Luis les está cerrado con fuerzas considerables: el de Guadalajara y Valladolid (ilegibles dos renglones)… allí vienen rechazados e impelidos.133

Lo anterior determinó que también se tomaran medidas de protección en el camino de Mapimí a Parras y Saltillo para impedir el curso de las comunicaciones con Guadalajara a través de Zacatecas, reforzando así la presencia militar en aquel punto y en Cuencamé. Mas la estrategia principal del gobierno provincial y de la Comandancia de las Provincias Internas fue desplegar el mayor número de fuerzas al sur para cerrar el paso a los insurgentes. Y no les faltaba razón, pues el 9 de noviembre de 1810 Pinilla es informado por el subdelegado del Mezquital de que el pueblo de indios de San Andrés del Teúl se había sublevado a consecuencia de la infidencia de las compañías de milicias de Colotlán, y le hace saber que: “el comisionado de la insurrección de aquellos pueblos llamado José María Gutiérrez, ha formado el mayor empeño en seducir los pueblos de indios del Mezquital y hacerlos de su partido por medio de las indicadas cartas dirigidas, la primera al subdelegado, la segunda al teniente de indios, la tercera a un vecino llamado Gregorio Rivera, y la cuarta a un teniente o comisario del pueblo de Atotonilco llamado Anselmo”.134 Frente a estos hechos, que anunciaban la amenaza de un incendio mayor que los ocurridos antes en esa región indígena y ante la imposibilidad de Allande de combatir a los insurrectos, se dispuso el desplazamiento la compañía de caballería a Sombrerete, lugar que se transforma desde ese momento en un punto defensivo muy importante para contener el avance de los alzados hacia Durango. Llegan a ese sitio tres compañías de la Villa de Nombre de Dios, la compañía de caballería de auxiliares de Cacaria, dos de Santa Catarina de Tepehuanes, dos más del Real del Oro, pero no así las Compañías de Voluntarios (o de Fernando Séptimo) de la Villa de San José del Parral y Valle de San Bartolomé, mejor armadas y disciplinadas, quedaron a la espectativa. Se ordena que la séptima compañía de voluntarios al mando de Miguel de Ochoa, las fuerzas comandadas por el teniente Antonio Gamiochipi y las compañías habilitadas por los hacendados del Valle de Poanas marcharan al Mezquital. El conde del Valle de Súchil, por su parte, aportó uno de los contingentes más numerosos y bien armados que reunió entre sus peones de las haciendas de Guatimapé y Muleros. Como se puede apreciar, muy a pesar de las rígidas medidas adoptadas por las autoridades de la provincia de la Nueva Vizcaya para proteger su territorio del contagio de la insurgencia, tenía dentro de sí un levantamiento de amenazantes proporciones. Este fue lo que causó la movilización y 133

Ibid, “Comunicación enviada al Comandante General de estas Provincias”. Durango 30 de octubre de 1810”, f. 464. 134 Ibid, casillero 4, caja 11, 1810, f. 9.

concentración de tantas fuerzas militares, profesionales y voluntarios, al sur de la intendencia para someter a los sublevados. Este despliegue de fuerzas mostraba, al mismo tiempo, las debilidades del gobierno de Durango y la Comandancia General de las Provincias Internas, pues revelaban su incapacidad para controlar y mantener vigilados a sus habitantes, sobre todo a los indígenas, más propensos a abrazar las ideas subversivas. Por ese motivo, temiendo que el movimiento insurgente se extendiera a otras regiones, Nemesio Salcedo le dice a Pinilla: “No dudo habrá vm. Tomado las medidas convenientes a evitar toda comunicación con los indios de Canatlán, Tizonazo y Santa Catarina de Tepehuanes, haciendo a sus jueces y protectores partidarios las prevenciones necesarias por cuanto la situación y número de dichos indios exige todo cuidado, mediante la experiencia de lo acaecido con los del Mezquital, y las malas resultas que tendría fuesen imbuidos en las perversas máximas de los revolucionarios. Dios guarde a V.M. Chihuahua 15 de noviembre 1810. Nemesio Salcedo”.135 Y ordena igualmente el regreso inmediato del “alférez Gaspar Ochoa y cincuenta de sus hombres de tropa veterana que se hallaba en marcha para emplearse en el resguardo y defensa de determinadas jurisdicciones de esta provincia comunicó hoy órdenes por este mismo Extraordinario a fin de que siga su viaje desde donde se hallare en términos que con la brevedad posible, se situé en Cuencamé, respecto a haberse separado de ahí el destacamento del cargo del capitán Don Pedro Larramendi, y que es interesante que aquel punto como precisa entrada de esta Provincia, permanezca resguardado, cuya noticia servirá a vm. de gobierno”.136 Eran días de mucha tensión y nerviosismo. La paranoia crece, el 30 de octubre es recibida la noticia en Sombrerete de la “entrada que ha hecho en zacatecas el cura Hidalgo”,137 cosa que no era cierto pero que da cuenta del ambiente que privaba entre las tropas realistas de la Intendencia de Durango. Como se sabe, en esos momentos el ejército insurgente prepara el asalto a la ciudad de Guadalajara, a la que hará su entrada triunfal el padre de la patria el 11 de noviembre de 1810. De cualquier manera, las compañías militares apostadas en Durango a cargo del capitán Antonio Yandiola se preparan para trasladarse a la hacienda de Muleros en espera de órdenes precisas para ir a combatir al enemigo. No obstante, los planes cambian seguramente informados de que Hidalgo se encontraba en Guadalajara, por lo que deciden concentrar sus esfuerzos en “preservar los pueblos que se hallan a la entrada de esta provincia, de las incursiones de la gente malvada, que en los Partidos de san miguel el grande y Dolores, parece se han sublevado”.138 Salcedo le pide a Allande destaque un oficial y veinte hombres en las proximidades de Sombrerete con el fin de mantener el buen orden y apoyar al comisionado de la 135

Ibid, f. 10. Ibid, f. 10v. 137 AHGED, Casillero 5, Caja 13, f. 2. 138 AHGED, Documentos del capitán Pedro María Allande, Casillero 4, Caja 11, f. 1. Año de 1810. 136

junta de seguridad de ese real Antonio Camalut, porque se afirmaba que desde la reclamación del conde De la Laguna “no han salido de aquel pueblo sino especies subversivas”.139 Ante todo, la preocupación más apremiante era someter a los indios insurgentes de San Andrés y la infidencia de los miembros de la compañía de milicias de Colotlán. Por lo cual, el 30 de octubre Salcedo da la orden de que la tropa apostada en el paraje de la Boquilla del Mezquital (compuesta de un oficial y treinta soldados) comenzara a operar en combinación con la primera compañía de voluntarios, a las que se les uniría la séptima compañía (de Santiago Papasquiaro). Y mientras ocurren estos movimientos, el subdelegado del pueblo de Tayoltita informa al intendente Pinilla haber aprehendido a un indio de la ranchería de Ventanas “por especies sediciosas”, sin mayores consecuencias que tomar precauciones para tener observados a los indios de los pueblos de San Bartolo y San Pedro Guarisamey.140 En ese momento se sabe por cuatro cartas -“todas ellas con declarado espíritu revolucionario”- que fueron incautadas en los pueblos del Mezquital que el principal instigador de la rebelión de los indios de San Andrés de Teúl es José María Gutiérrez, de quien se dice: “ha formado el mayor empeño en seducir los pueblos de indios del mezquital y hacerlos de su partido por medio de las indicadas cartas dirigidas, la primera al subdelegado, la segunda al teniente general de los indios, la tercera a un vecino llamado Don. Gregorio Rivera, y la cuarta a un teniente, o comisario del Pueblo de Atotonilco”.141 De las cartas subversivas, que se infiere fueron escritas por Gutiérrez, se precisa a quien iban dirigidas: Todas son escritas por un cabecilla revolucionario del pueblo de indios de San Andrés del Teúl que sabe v. se halla en insurrección. La de número 1° es dirigida a seducir al mismo subdelegado del Mezquital: la del 2° s contaminar al teniente general de los pueblos de indios del mismo partido: la del 3° lleva igual objeto respecto de un Gregorio Rivera que supongo sea algún vecino del Mezquital: y las del número 4 se le manda al comisario del pueblo de Atotonilco llamado Anselmo. Usted notará en todas ellas un declarado espíritu revolucionario, y un deseo de hacer del Partido de los insurgentes los pueblos de indios del Mezquital para de este modo facilitar su transito a esta ciudad y provincia.

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En razón de tan amenazante situación, Salcedo dispuso inmediatamente una serie de medidas encaminadas a “impedir semejante inicua seducción” y para alejar al enemigo. Tenían claro, él, Pinilla y Allande que los insurgentes se proponían sembrar “la fatal semilla de la insurrección” en los pueblos de indios más numerosos y más próximos a la capital de la Intendencia de Durango, por lo cual ordena que las compañías militares emplazadas con ese objeto entraran en acción de acuerdo a la siguiente estrategia:

139 140 141 142

Ibid, f. 3.

Ibid, f. 4. Ibid, f. 5. Ibid, f, 6.

He dispuesto que la 7ª cia de voluntarios al cargo de Dn Miguel de Ochoa pase al Mezquital el lunes 12 del corriente que también vaya la 6ª de su clase al cargo del hoy de su tte Dn. Antonio Gamiochipi, para que de las compañías levantadas a sus expensas por varios hacenderos del Valle de las Poanas, se pongan en marcha dos de las más habilitadas para el mismo partido del mezquital, y a dicha fuerza se reunirán los vecinos que hay armados en dicho territorio. Con estas disposiciones a la vista usted combinará las suyas, conociendo la proximidad del riesgo que directamente amenaza a esta provincia. Supongo que ya en el día se haya Sombrerete socorrido no solo para su seguridad, sino también para acometer al enemigo, porque según me avisó el subdelegado de Cuencamé, la fuerza de Larramendi puede no bajar de quinientos hombres. Por estos principios, y resguardadas las provincias por la parte del oriente, es de absoluta necesidad socorrerlas y atenderlas si cabe mas por la del sur que es el Mezquital, mayormente cuando por ese rumbo amenaza el riesgo. Resguardado con mas refuerzo el punto de Muleros que es muy interesante: y guarnecido el partido del Mezquital con la fuerza que allí destino: entiendo que convendría caer sobre el pueblo de San Andrés, estando de acuerdo las tres divisiones de nuestras fuerzas, pues que así podrá sofocárseles en su origen, y antes que se aumenten los revoltosos de dicho pueblo con sus inmediaciones, como lo intentan, según las citadas cartas. En fin, usted pesará la fuerza de estas consideraciones, y el riesgo que amenaza a esta provincia, y tan cercano si prontamente no se la atiende por el punto del Mezquital: siendo cuanto por ahora debo decir a v. para su gobierno.143

Las fuerzas realistas temían también que los insurgentes atacaran el Real de Sombrerete por dos frentes, el primero viniendo de de Zacatecas por Fresnillo, y el segundo por San Andrés del teúl, pues sabían que los indios de Colotlán iban acercándose a San Mateo. Por esto mismo era fundamental proteger a Sombrerete y el Mezquital. Peor aun, Allande se encuentra desesperado y temeroso pidiendo auxilio urgente al capitán Larramendi y al coronel Antonio Cordero porque en su avance hacia el real minero de los insurrectos no sólo no encuentran resistencia de los pueblos, sino que se les unen. Esto le informa Allande a Pinilla el 11 de noviembre de 1810: “Ya he llamado al capitán Larramendi, y pedídole auxilio al Sr. Coronel D. Antonio Cordero, de donde vendrá vm en conocimiento el apuro en que me hallaré, y mas cuando veo que los pueblos no hacen resistencia, y antes bien tácitamente desear que los malvados entren en ellos, mirando que la guerra es directa a los europeos, y así lo acredita la entrada de Colotlán, en donde se rindieron ocho o nueve compañías con la mayor infamia; lo que testifican varios desertores que aquí van llegando de la de Chalchihuites”.144 Estos militares tenían toda la razón: “el fuego ya está encendido y es muy dificultoso apagarlo”. Ese mismo día, el subdelegado del Mezquital me da parte en esta noche de haber entrado en aquella cabecera un numeroso contingente de indios rebeldes de san Andrés del Teúl, acompañados, suponían por otros de varios pueblos de Colotlán. Tal como lo preveían los realistas, los insurgentes habían llegado al Mezquital y amenazaban a la capital y la provincia de la Nueva Vizcaya. Esta vez no se trataba de una insurrección indígena más, 143 144

Ibid, f. 8. Pinilla a Allande, Durango, 1º de noviembre de 1810. El subrayado es mío. Ibid, f. 9.

pues se encontró que en una de las cartas que recogió el subdelegado de aquel pueblo, firmadas por José María Gutiérrez, las suscribía como “comisionado de la Junta Americana”. No había duda, se trataba de una insurrección bien planeada, que apuntaba a la cabeza de la intendencia neovizcaína. Había llegado la hora de combatirlos y dejarse de escaramuzas: aquel mismo día se puso en marcha una fuerza de mil hombres armados, trescientos de ellos bien pertrechados, que estimaban llegar al campo de combate en dos días. Además, ponderando la magnitud de la amenaza a “esta ciudad y provincia”, Allande solicita a Pinilla la presencia de “sus veteranos” en el Mezquital y, de ser posible, la de su persona.145 En medio de los preparativos de guerra, el 12 de noviembre Allande recibe otra noticia alarmante del teniente de cura de Saín el Alto que no admite ninguna dilación: en la nota que le envía éste al párroco de Sombrerete, le informa con gran apremio la llegada de “emisarios del Cura Hidalgo y Don Ignacio Allende”, por lo que el comandante se traslada inmediatamente (a las dos de la madrugada) a ese punto con una fuerza de cincuenta soldados. He aquí la misiva: “Sor. Cura dn. Nicolás Mixares= estimado padrino y sr. Mío, no tengo mas lugar que decir a vm han llegado emisarios del Cura Hidalgo y Dn Ignacio Allende convocando gente para las determinaciones que vm hallaren por oportunas= su afmo ahijado= José Fernando Gracia= Saín, 12 de nov. Es copia.- Rubrica.- Bustamante”.146 La cosa no pasó a mayores, al parecer se trató de una falsa alarma. Allande regresó a su puesto para salir de inmediato a la campaña de pacificación de los indios rebeldes al Mezquital. Ya en el frente, y después de algunos enfrentamientos con los insurgentes, comunica al intendente interino de Durango, Ángel Pinilla, quien celebra lleno de regocijo el triunfo de las fuerzas realistas, la rendición de los enemigos y la captura del “infame” José María Gutiérrez: Estoy impuesto de la completa derrota, y rendición que ha conseguido con sus soldados veteranos, con los Ferdinandos y demás tropa de milicias que llevaba a su mando, cayendo sobre los seiscientos indios insurgentes de que se componía el pie de fuerza reunida en el pueblo de San Andrés del Teúl apresando al infame José María Gutiérrez que los capitaneaba, y tan sedicioso que ya había principiado a sembrar en mi provincia la semilla de la rebelión. Esta acción ha cubierto de gloria las armas del Rey, porque con ella ha cortado v los progresos de la sedición, sin perdida de hombre alguno de su gente, no obstante que el número de la fuerza enemiga duplicaba la de usted, y que la posición de los contrarios era extraordinariamente mas ventajosa. Se ha distinguido v y sus soldados de un modo singular en causa tan justa y tan interesante a la nación; y es propio de mi deber que a nombre de esta capital, y de la provincia entera manifieste a usted mi reconocimiento debido al merito en grado heroico que ha contraído y celebrare que a sus valientes soldados les haga presente la satisfacción que me han proporcionado.

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Ibid, f. 10 Ibid, f. 11.

Dios guarde a V.M. Durango, 19 de noviembre 1810. Enviado a Pedro María de Allande.147

Con este triunfo de las fuerzas contrainsurgentes quedaba con jurada la mayor amenaza contra el gobierno de la Nueva Vizcaya. La alegría no podía ser menos, la noticia se recibió con demostraciones públicas de regocijo, y al día siguiente se celebró una misa de acción de gracias en la catedral de Durango. Pero si el gobierno realista creyó que con esta victoria y la erección del cerco militar de sus fronteras quedaba resguardado de las amenazas de la sedición y la insurgencia, se equivocó. Vendrían después, como veremos en adelante, otros revolucionarios que siguieron poniendo en jaque al antiguo régimen conservador de la provincia. Serían sobre todo los indios tepehuanes de la región del Mezquital, dos clérigos criollos de la sierra y funcionarios provinciales, los actores principales de los nuevos planes de insurgencia. Aparentemente aislados unos de otros, sin relación organizativa entre ellos, tendían todos hacia el mismo objetivo: derrocar al gobierno español e instaran un gobierno independiente. Criollos sediciosos En la Nueva Vizcaya ocurrió más o menos lo mismo que en el centro y sur del virreinato novohispano; los clérigos, religiosos y laicos blancos americanos o criollos, que por el hecho de serlo ocupaban posiciones subordinadas al mando de los peninsulares, conspiraron también contra el régimen colonial. En su calidad de “privilegiados” e intelectuales disfrutaban de una posición hasta cierto punto ventajosa en relación con los indios y miembros de las castas de la Nueva España, pero reclamaban por derecho de nacimiento las mejores posiciones en las estructuras del Estado y la iglesia; fue así como desarrollaron sentimientos anti gachupines y, sobre todo, aspiraciones independentistas. En este plano destacan las conspiraciones de los criollos laicos de la villa de Chihuahua de 1811 y 1814. Conspiración en la Villa de Chihuahua 1811 Un caso de mayores proporciones es el que ocurrió en enero de 1811 en la Villa de Chihuahua, en donde fue descubierta una conspiración en la que estaban implicados algunos personajes importantes y miembros de clero. La denuncia fue presentada por el presbítero José María Riaño contra quienes, se dijo, pretendían: “secundar la independencia en Chihuahua, dar muerte al comandante general y a todos los gachupines y atraerse a las tropas de la guarnición”. Entre los conspiradores se encontraban el regidor del ayuntamiento, el capitán de infantería Salvador Porras señalado como el principal instigador, el auditor de la Comandancia General y asesor de Durango Mariano Herrera y el teniente

147

Ibid, f. 13. En los informes no se menciona cual fue el destino de los rehenes, pero no es de dudarse que fueron ejecutados inmediatamente.

veterano de las milicias de Mazatlán Juan Pedro Walker, todos los cuales fueron aprehendidos y juzgados.148 El regidor Porras era originario de la Villa de Chihuahua, donde había hecho una importante carrera política que lo había llevado hasta esa posición. Además, era un prospero hombre de negocios (minero y comerciante) con ideas liberales, que simpatizaba con la doctrina independentista del padre Hidalgo. Su participación en la conspiración le costó la pérdida de su puesto en el ayuntamiento, la degradación como jefe de la compañía y una multa de trescientos pesos por deslealtad al rey de España. A la llegada de Hidalgo y los demás insurgentes presos para ser juzgados, se dice que Porras estando en también en prisión, en julio de 1811 pretendió urdir un plan para liberar al Padre de la Patria, apoyado por el cura Mateo Sánchez. Ambos insurgentes chihuahuenses continuarían en la lucha por la independencia desde diversas trincheras; al consumarse la independencia fueron elegidos diputados constituyentes y les tocó años después firmar la Constitución del estado. Por su parte, Mariano Herrera, originario del Perú, estuvo un tiempo recluido en la cárcel de Durango, pero tal vez por ser un hombre potentado, respetado e influyente logró salir libre, y hasta se le restituyó en el puesto de asesor de la Intendencia de Durango. Se sabe de sus ideas liberales a través de varias causas de infidencia defendió y por la relación que mantenía desde Durango con Félix Tres Palacios, jefe de la pretendida sublevación para apoyar la independencia en 1814 en la Villa de Chihuahua. Herrera sobrevive al proceso de independencia y en 1821 se muestra entusiasta partidario de la causa republicana. Juan Pedro Walker tuvo menos suerte. Tal vez influyó su calidad de anglosajón, pues fue condenado a diez años de prisión a cumplir en una cárcel de ultramar. Si bien el comandante de las Provincias Internas de Oriente “lo mantuvo y retuvo en su trabajo”, ante lo cual Bonavia protestó; se sabe sin embargo que para 1817 seguía en prisión en Cádiz, de donde fue liberado al año siguiente. Su deseo era trasladarse a los Estados Unidos, pero no se le permitió por temor a que organizara desde allí una invasión, que era, por cierto, uno de los miedos que rondaban en el ambiente de la monarquía española de ese tiempo. González transcribe la comunicación del Ministerio de Ultramar al comandante general de las Provincias Internas relativa a la pretendida conspiración de enero de 1811 en la Villa de Chihuahua.149 Conspiración en la Villa de Chihuahua 1814 148

Para este caso sigo a Judith González González, “Documentos sobre la guerra de Independencia en la Nueva Vizcaya (Chihuahua-Durango)”, en Cuarto Congreso Internacional de Historia Comparada Actas 1993, Vol. I, Ciudad Juárez, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 1995. pp. 331-333. 149 Ibid, p. 333. González tomó la información de Francisco R. Ahumada, El período de la Independencia en Chihuahua, Universidad de Chihuahua, Departamento de Investigaciones Sociales, Sección Historia, 1943, pp, 21-22.

Por último, lo que bien podemos llamar la primera etapa de la guerra de Independencia en la Nueva Vizcaya, se cierra con la conspiración de los criollos en la Villa de Chihuahua en 1814, una conspiración de grandes proporciones, relacionada estrechamente con la de 1811 y que tenía que ver también con el descontento que generó entre los criollos la abolición de las Constitución de Cádiz de 1812 al serles negados sistemáticamente los derechos para gobernarse por sí mismos. Estos hechos los ha analizado acertadamente el historiador chihuahuense Víctor Orozco, quien ha mostrado el hilo conductor que va de la reunión de las cortes españolas en septiembre de 1810, pasando por el proceso de elección de representantes provinciales en la Nueva Vizcaya a las Cortes de Cádiz y de miembros de los cabildos de los ayuntamientos constitucionales, a la restauración de la monarquía, y, por tanto, la anulación de todos los decretos conferidos por la Constitución de Cádiz. Proceso en el cual participaron los criollos de la villa de chihuahua de manera crucial.150 Como se sabe, el 19 de marzo de 1812 fue proclamada la Constitución política de la Monarquía Española, donde se establece el principio de la soberanía popular a la manera en que había sido asentada en las constituciones norteamericana y francesa, confiriendo así el derecho a ser representados y elegidos también los pobladores americanos, a excepción de los descendientes de origen africano. Esto significaba ni más ni menos que “Las fuentes del poder político ya no estarían en la voluntad divina, como pretendían los monarcas, responsables sólo ante dios, sino ante la voluntad general del pueblo”.151 En diciembre de 1812 llegó a Chihuahua un ejemplar de la Constitución y los vecinos pudieron darse cuenta de varias novedades políticas que contenía, como el principio de la soberanía popular, la formación de un sistema de gobierno que descansaba en la participación de los vecinos y la instalación de tres ámbitos o niveles de representación: el municipal, el provincial y el nacional. Lo cual debió de haber llamado poderosamente la atención de quienes simpatizaban con el movimiento insurgente, al grado tal que fue en esta villa donde las propuestas democráticas encontraron mayor eco en la provincia neovizcaína. Fue así como dio inicio el proceso democrático en la Nueva Vizcaya. Con base en la Instrucción conforme a la cual deberán celebrarse en las Provincias del Extranjero las elecciones de diputados diputaciones de cortes para las ordinarias del año próximo de 1813, expedida en Cádiz el 23 de mayo de 1812, el artículo primero disponía se formará una junta preparatoria para facilitar la elección de los diputados de cortes para las ordinarias de 1813, entre las que estaba considerada la ciudad de Durango,

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Víctor Orozco, El estado de Chihuahua en el parto de la nación 1810-1831, México, El Colegio de Chihuahua-Instituto Chihuahuense de la Cultura-UACJ-Plaza y Valdés Editores, 2007. Véase especialmente pp. 67-83. 151 Orozco, op. cit, p. 68.

capital de la Nueva Vizcaya.152 De este decreto derivó la determinación del número de diputados por provincia en función de la cantidad de habitantes de cada una de ellas. Así, en este primer ensayo histórico de ejercicio democrático, se le concedió el derecho a la Nueva Vizcaya, la más poblada de las Provincias Internas, con 190,504 habitantes, a designar a dos diputados propietarios y dos suplentes, dos a la de Sonora y Sinaloa y uno a la de Nuevo México. En primer término, en las elecciones parroquiales celebradas el 23 de enero de 1814 resultaron electos veintinueve compromisarios, entre quienes se encontraban José Félix Tres Palacios y Salvador Porras, miembros destacados de la elite española de la villa de Chihuahua, quienes jugarán un papel muy importante en la oposición a la tiranía absolutista encabezando la conspiración a finales de ese año. Si bien no resultaron diputados electos a cortes, jugaron un importante papel político en la lucha por el derecho a la representación popular concedido por la Constitución de 1812. Asimismo, “De acuerdo con lo previsto, los días 11 al 14 de marzo de 1814, los electores de otros tantos partidos presentes y quienes se les tuvieron por válidas sus respectivas representaciones, eligieron como diputados propietario y suplente ante las cortes a Francisco José de Jáuregui y a Simón de Ochoa, ambos de la villa de Chihuahua. Como diputados provinciales eligieron a Juan Rafael Ortiz de Santa Fe y a Mateo Sánchez Álvarez de Chihuahua. En septiembre de ese año, Jáuregui se dispuso a salir para España, pero en esas fechas llegó la noticia de que Fernando VII había restaurado sus poderes y disuelto las cortes. Consecuentemente, todas las juntas y elecciones quedaron sin efecto, regresándose al viejo sistema de autoridades designadas y con facultades absolutas”.153 De este modo, los chihuahuenses, como varios americanos vieron frustradas sus aspiraciones democráticas. Por otro lado, la Constitución Cádiz al referirse al gobierno interior de los pueblos, disponía en el Art. 309 la creación de ayuntamientos compuestos de alcalde o alcaldes, los regidores y el procurador síndico.154 Contemplaba igualmente la formación en pueblos donde no los hubiera. De esta disposición derivó la creación de muchos ayuntamientos en toda la Nueva España. En la Nueva Vizcaya se crearon otros y los ya existentes como el de Durango, San José del Parral y Chihuahua, que ingresaron a la naciente etapa constitucional experimentaron importantes procesos políticos. El del Parral, por ejemplo, al formarse la junta electoral el 30 de enero de 1814, convocó a todos los ciudadanos sin distinción de riqueza o color, adelantándose así en lo social a otras poblaciones; en Durango, ante la negativa del gobernador Bonavia a convocar a los electores y “el síndico se dirigió directamente al virrey y éste

152

Ibid, p.70. Orozco, op cit, p. 73. El subrayado es mío. 154 Constitución Política de la Monarquía Española, en Dublán y Lozano, Legislación Mexicana, Tomo I, México, 1876, p. 349, citado por Orozco, op. cit, p. 74. 153

ordenó constituir el ayuntamiento, cuando se inició el procedimiento”;155 en Chihuahua fue donde el proceso de elección del ayuntamiento constitucional adquirió tintes más interesantes, pues en esta villa residían destacados personajes españoles y criollos que vieron en los decretos constitucionales la oportunidad de hacer efectivos los derechos para contar un gobernó propio, que no dependiera de la capital y el gobierno de la Intendencia de Durango. El proceso de formación del ayuntamiento constitucional de la villa de Chihuahua, como lo ha mostrado Orozco, es uno de los primeros en Nueva España, pues data del 5 de diciembre de 1812, de hecho recién conocida la Constitución en esa población. Sin embargo la elección no fue reconocido por el gobernador Bonavia, quien la declaró nula debido que, alegó, el secretario que levantó el acta no había sido elegido por pluralidad de votos.156 En este primer ensayo electoral afloraron los intereses encontrados de los realistas más conservadores de la provincia contra los de los constitucionalistas. Hubo que esperar un poco más de un año. El 16 de enero de 1814 se efectuó la nueva elección del cabildo, en el que resultaron electos Juan José Jáuregui, José Félix Tres Palacios, entre otros importantes personajes de la elite local. De nueva cuenta Bonavia declaró nula la elección el 7de marzo, argumentando la participación como elector de Salvador Porras, quien estaba privado de sus derechos políticos por haber pretendido ayudar a liberar de la prisión al cura Miguel Hidalgo. En una tercera elección, realizada el 30 de abril de 1814, quedó claro que los criollos iban ganado terreno y donde Tres Palacios aparece como su vocero, pues en una extenso documento suscrito por él deja clara la reivindicación que hacían los integrantes del grupo criollo local de los postulados democráticos establecidos en la Constitución de Cádiz, a sabe: la soberanía popular y la igualdad ante la ley. Ante la negativa de las autoridades locales y los gachupines a reconocer sus derechos, proponía un que las elecciones se hicieran por sorteo: “El método pues que me ha ocurrido es hacer la elección por sorteo, entrando en él todas las personas que se consideraran aptas e idóneas para desempeñar los empleos; de este modo no habrá quien forme queja de de dicha elección, y se consiga la paz y se consiga la paz y quietud a que todos aspiramos”.157 La propuesta de Tres Palacios fue obviamente rechazada por representar una posición claramente radical. Se procedió a elegir el nuevo cabildo por un electorado integrado principalmente por la elite española de la villa. Quedó integrado por peninsulares, con los que recuperaron el poder que había ido minando el avance de los criollos y frustraron a éstos sus aspiraciones de hacerse de un espacio de poder representativo. Aunque Tres Palacios impugnó la elección solicitando su anulación debido a que 155

Orozco, op. Cit, p. 75. Ibid, p. 78. 157 Archivo Histórico Municipal de Chihuahua, Fondo Colonial, Sección Gobierno, Caja 49, exp., 50. 156

Pedro del Valois, electo primer alcalde, servía al mismo tiempo como comandante del Piquete, de nada sirvió. Su propuesta fue rechazada y comenzó a ser objeto de amenazas por las autoridades de la intendencia. A raíz de estos hechos, a los criollos chihuahuenses no les quedaba otra salida que la rebelión. Así en la conspiración de 1814, como en la de 1811, estuvieron involucradas notables personalidades de la villa. Pero esta vez contaban con una importante experiencia en las lides políticas y en la formación ideológica, como José Félix Tres Palacios, militar, comerciante y miembro del cabildo del ayuntamiento de la Villa de Chihuahua; amigo de Mariano Herrera, a quien solía visitar en Durango aprovechando que tenía varios negocios en esa ciudad. Otro de los principales conspiradores era Juan Pablo Caballero,158 que ya había sido procesado y multado por negarse a participar en las milicias urbanas organizadas al momento e que estalló la revolución de independencia y por irrespetuoso con las autoridades españolas. Otro militar, Gaspar Ochoa, teniente de la compañía presidial de Janos, amigo de Tres Palacios y Herrera. Entre los conspiradores destacan seis norteamericanos: Peter Baurr, Alfred Allen, James Bairad, Michael Nac Dong, Tomas Cook y Roberto Mani. El delator del plan de insurrección fue José María Arrieta, de origen venezolano, que formaba parte activa del grupo; había combatido al lado de los insurgentes pero había logrado conseguir el indulto, quedando bajo sospecha, por lo que, sintiéndose observado denunció el plan de conspiración al tesorero del ayuntamiento de Chihuahua a mediados de agosto de 1814. En las declaraciones de Tres Palacios, Caballero y Arrieta quedó claro que el punto de mayor descontento entre ellos era la abolición de la Constitución de Cádiz, pues veían perdidas sus aspiraciones políticas; pretendían llamar a la insurrección bajo la proclama de amor y defensa de dicha constitución. La revolución estaba programada iniciar en noviembre de 1814. Para financiarla, Tres Palacios tenía pensado utilizar el dinero que tenía guardado en Zacatecas y los fondos de los negocios que poseía en Durango, así como las aportaciones particulares de los participantes y simpatizantes. Fueron cerca de sesenta los aprehendidos por esta causa, lo que da una idea de la magnitud de la conspiración.159 EL REY: Virrey Gobernador y Capitán General de las Provincias de la Nueva España y Presidente de la Real Audiencia de México; en carta de 3º de Noviembre de 1815, No. 220, dio cuenta el comandante general de Provincias Internas Occidentales Don Bernardo Bonavia de la causa que había formado a diferentes sujetos o vecinos de la Villa de Chihuahua por haber intentado una conspiración o movimiento popular en ella, expresando que no remitía los autos íntegros porque incidentes inesperados se lo habían impedido, porque lo hacía como efectivamente lo hizo, del dictamen que en calidad de 158

Debemos destacar que Lucas Alamán menciona a Tres Palacios y a Caballero en la defensa de Monterrey al lado del capitán José María Sada de la amenaza de la partida de Herrera a finales de 1813. Véase Historia de Méjico desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año de 1808 hasta la época presente, México, Libros del Bachiller Sansón Carrasco, 1986, T. III, p.284. 159 Véase González, 1995, pp. 336-339.

Auditor había dado Don Francisco Antonio Landa, y de la sentencia definitiva que recayó contra los que aparecieron reos. En el citado documento se hace referencia del origen y trámites de la causa; y así que pasada al Auditor fue de dictamen de que a Don José Félix Tres Palacios y a Don Juan Pablo Caballero como principales autores del plan se les impusiese la pena de muerte: que se extrañase de aquellas Provincias a Don José María Arrieta. Que a Don José Ignacio Valenzuela, de oficio sastre, como perjuro se le condenase a un año de reclusión en aquellas cárceles sobre lo que había sufrido para que pudiese ejercer su oficio para poder alimentar a su familia: que a tres de seis americanos inculcados en la causa, a saber los conocidos por Alazán, el Carpintero y el Herrero, se les destinase con separación a Presidios de las Fronteras; y finalmente que a Don Mariano Herrera, Don Gaspar de Ochoa, un cabo llamado Ramón Ramírez, y a los otros tres de los seis angloamericanos se les declare inocentes. Sin embargo, el Comandante Bonavia, asesorado del Licenciado Bracho reformó en providencia definitiva en 3º de Noviembre del referido año de 1815 la pena corporal que le consultó contra Tres Palacios y Caballero, y en su lugar les impuso diez años de presidio ultramarino con calidad de que jamás volviesen a aquellas Provincias: declaró que el cabo Ramírez había purgado el defecto en que incurrió, con la carcelaria que había sufrido y en todo lo demás se conformó con el parecer del Licenciado Landa. Visto este expediente en mi Consejo de las Indias con lo que en inteligencia manifestó mi fiscal y habiéndome consultado su parecer en 5 de Agosto del año último siendo posible graduar la justicia de dicha sentencia sin más noticia que la causa, he resuelto preveniros y mandaros, como lo que abocando el conocimiento de dicha causa, me informéis, a la mayor brevedad, con testimonio de ella, lo que se ofrezca y parezca. Y siendo como es muy reparable la permanencia de los seis anglo-americanos en las Provincias Internas, contra lo expresado, mandado por leyes de Indias, os prevengo igualmente cuidéis con toda exactitud de la puntual observancia de ellas manifestándome cuales son los motivos que haya habido para permitir la residencia en Chihuahua de los referidos anglo-americanos que resultan de la causa. Dada en Palacio a 3º de enero de 1817. Yo el Rey. Por mandato del Rey Nuestro Señor: Esteban Varca.160

El proceso judicial fue largo y sinuoso, primero se determinó aplicar la pena capital a los principales cabecillas, Tres Palacios y Caballero, pero luego se les redujo la condena a pasar diez años de presidio ultramarino y el destierro de las Provincias Internas de Occidente; a los demás implicados se les impusieron penas menores. Tres Palacios pudo sin embargo salir airoso de los confinamientos a que fue sometido, en 1818 se fugó de una prisión en San Luis Potosí para unirse a la gavilla de Sebastián González, en la que participó poco tiempo, después fue indultado, para más tarde unirse a la expedición a Texas y al final de la guerra de independencia abrazar el plan de Iguala. Caballero, por su parte, fue el único que cumplió parte de la sentencia en España, de donde volvió después de haber sido indultado. Finalmente, de acuerdo con Víctor Orozco, en relación con los hechos anteriores podemos afirmar: “…por los efectos que aquí tuvieron los nuevos ordenamientos constitucionales derivados de la Revolución española, lo que sucedió en esta etapa es que las fuerzas interesadas en el cambio, todavía sin alcanzar una identidad acabada, se dirigieron a lograr las transformaciones a través de las nuevas instituciones y sus reglas democráticas. Estuvieron entre aquellos que, en 1810 y 1820, en lugar de la lucha armada optaron por la vía parlamentaria y constitucional, abierta con la convocatoria a cortes en 160

AGN, Ramo Historia, Vol. 412, ff. 160-161, en González, 1995, pp. 341-342.

España y con los ordenamientos jurídicos que de ellas emanaron”.161 En este plano se inscriben precisamente los participantes en la conspiración de 1814. Conclusiones De acuerdo a los casos de insurgencia abordados en este trabajo, en el que hemos tratado de ofrecen una panorámica del proceso de independencia en la Nueva Vizcaya en el tramo que va de 1808 a 1814, a partir de fuentes primarias, podemos afirmar, de entrada, que más allá de la idea general que priva en el conocimiento de esta etapa fundamental de nuestra historia patria, la participación de los novohispanos norteños en la lucha por la construcción de nuestra nación fue mayor de lo que se creía. De igual manera, podemos afirmar que en estos combates fueron los pueblos indígenas de la región del Mezquital los que más contribuyeron con sus hombres a la causa. De este particular proceso de insurgencia llaman la atención los componentes organizativos e ideológicos que los encausaron y sustentaron. Por lo que hace a los aspectos organizativos de los diversos movimientos de infidencia y sedición, individuales y colectivos, ocurridos en la Nueva Vizcaya, que a primera vista parecen aislados y desarticulados unos de otros, los hechos muestran que existieron estrechos nexos causales entre todos ellos, particularmente en la región del Mezquital, en donde confluyeron indígenas mesiánicos, emisarios insurgentes y curas criollos que contribuyeron a planear las acciones de guerra contra el antiguo régimen. En el caso de los dos movimientos de sedición mejor organizados, son eminentemente criollos, y por tanto, con objetivos y aspiraciones muy claros. En lo ideológico, es importante destacar que se combinan los intereses y deseos de indios y criollos por deshacerse de la tiranía de los españoles, así como por erigir un mejor gobierno. De haber prosperado esta unión entre blancos y naturales, habrían de chocar irremediablemente; pues los indios idealizaban más bien una sociedad sin europeos, un gobierno propio y el retorno de un mundo sin desigualdades. Los criollos, en cambio, aspiraban a gobernar el país, sin “gachupines”, construir una nueva nación con todo e indígenas, pero bajo su dominio. No obstante, mesianismo indígena y nacionalismo criollo se unieron bajo las mismas banderas de “Viva la Virgen de Guadalupe, Viva Fernando Séptimo y Muera el mal gobierno”. En ese sentido, es de hacer notar la circulación de documentos insurgentes (prensa, proclamas y correspondencia), que influyeron notablemente en la definición como en la unificación del movimiento insurgente en la Intendencia de Durango. Por otro lado, las previsiones adoptadas por las autoridades provinciales y la Comandancia General de las Provincias Internas de Occidente para evitar la extensión de la presencia insurgente proveniente del 161

Orozco, op. cit. P. 77.

sur, que derivó en el establecimiento de una frontera defensiva en los límites con la Nueva Galicia, no resultó del todo efectiva como se pensaba, pues, como hemos visto, los movimientos de infidencia y sedición continuaron dándose al menos hasta 1814. En ello influyó, pensamos, la presencia fortuita del cura Hidalgo y sus compañeros presos que fueron procesados y ejecutados en la Villa de Chihuahua y en la ciudad de Durango.

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CUAUHTÉMOC ESPARZA SÁNCHEZ Cuauhtémoc Esparza Sánchez (1926) es, por estos rumbos, el historiador emérito por antonomasia. Sus trabajos sobre el acaecer vernáculo constituyen sendos clásicos cuya consulta es inexcusable. Es miembro de la Academia Mexicana de Historia, de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y de la Sociedad Chihuahuense de Estudios Históricos. Se le ha distinguido con las Palmas Académicas de la Academia Nacional de Historia y Geografía, la Medalla Alonso de León y el Premio Ramón López Velarde. Actualmente se desempeña como Director del Centro de Estudios Históricos en la Universidad Autónoma de Zacatecas, y es el Cronista de la Ciudad de Guadalupe. Su producción bibliográfica en medio siglo de ejercicio profesional consta de seis títulos, a saber: “Compendio histórico del Colegio Apostólico de Propaganda Fide de Nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas” (1957, 1974), “Cinco cartas para un viajero, la voz de una ciudad” (1976), “Cuentos, leyendas y costumbres del antiguo Zacatecas” (1976), “El corrido zacatecano” (1976), “Historia de la Ganadería en Zacatecas” (1978) y “Zacatecas, monografía estatal” (1982). Con “Historia de la ganadería en Zacatecas, 1531-1911”, el maestro Esparza cubre una laguna en los anales vernáculos, pues hasta entonces nadie se había ocupado en profundizar un tema de tal relevancia. “Después de la minería -dice el autor- lo más lucrativo y lo que más atrajo a los peninsulares en la tierra nueva fue la ganadería, indispensable en la industria, sobre todo en la minero metalúrgica, en la agricultura, los transportes y la alimentación”. El tratado en cuestión, a través de intensas y fructíferas investigaciones en fuentes originales, reconstruye el desarrollo de esta actividad durante el periodo antedicho. El sustento documental lo conforma una extensa y selecta bibliografía, que incluye manuscritos e impresos diversos, apoyada por un abundante y rico material gráfico. Desde los antecedentes y orígenes, pasando por la Colonia y la Independencia, hasta el Porfiriato, Cuauhtémoc Esparza rastrea las evoluciones locales de vacunos, ovinos, caprinos, equinos, porcinos, aves y abejas.

También ofrece información inédita sobre el abasto de carne y los subproductos de la ganadería; así como un panorama de los gremios, concursos y exposiciones. No falta desde luego el apartado correspondiente a los toros de lidia, que reseña esta forma de explotación del ganado mayor, con una breve semblanza de la fiesta brava en el estado.

CÉSAR MORADO MACÍAS. Estudió el doctorado en Ciencias Sociales, con especialidad en Historia, en la Universidad de Guadalajara, considerado competente a nivel internacional, por el Padrón de Excelencia de Conacyt (2002-2006). Secretario Técnico de la Comisión de Historia en el Patronato Monterrey 400 (1996). Presidente de la Sociedad Nuevoleonesa de Historia (1994).

Autor de varios libros sobre historia regional, entre ellos Minería e Industria Pesada. Capitalismo regional y mercado norteamericano 1885-1910 (1991), Santiago Vidaurri. El poder en los tiempos del cólera (1994), Del proyecto socialista al de unidad nacional. La funcionalidad de la Universidad de Nuevo León, 1943-1949 (2007), Coautor de cinco libros: Diccionario Biográfico e Histórico de la Revolución Mexicana Vol. V (1992), El Centro Bancario de Nuevo León a 75 años de su fundación (2000) La guerra México-Estados Unidos. Su impacto en Nuevo León (2003), Nuevo León ocupado. Apuntes de la guerra México-norteamericana (2003) y Fábrica de la Frontera. Monterrey 1596-2006 (2006). Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL, de la Maestría en Educación de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad 19-B y de la Maestría en Humanidades de la Universidad Virtual del ITESM. Coordinador de Archivos Históricos en el Archivo General del Estado de Nuevo León. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

“Nuevo León durante el proceso de Independencia” César Morado Macías Universidad Autónoma de Nuevo León Facultad de Filosofía y Letras Las tropas milicianas

Una buena parte de los participantes en la revolución de independencia se forjaron en la milicia. Es el caso de Manuel de Santamaría, gobernador de Nuevo León en 1810 quien se cambió al bando insurgente. Por ello, es preciso revisar la conformación de estos cuerpos militares si pretendemos comprender mejor su papel en este momento histórico. La primera distinción importante a destacar es que las milicias, se han estudiado a partir de asunción de la soberanía, olvidando que se trata de una fuerza militar de antiguo régimen. En opinión del historiador militar español Francisco Andujar los cuerpos de milicias constituyeron la pervivencia en la modernidad de una práctica medieval en la que el servicio militar era cuestión de todos los vasallos al servicio de los señores, aunque como veremos enseguida, fueron evolucionando hacia la figura del ciudadano en armas.162

En el antiguo régimen, una de las atribuciones de los gobernadores del Nuevo Reino de León era mantener el buen funcionamiento de los presidios, las compañías volantes y las milicias vecinales. Las milicias vecinales en Monterrey, en opinión de la historiadora Lidia Espinosa, nacieron prácticamente desde la fundación de la ciudad, bajo el gobierno de Diego de Montemayor y se reforzaron durante el régimen de Martín de Zavala.163

162

Francisco Andújar Castillo. Ejércitos y militares en la Europa moderna. Madrid, España, Editorial Síntesis, 1999, p. 77. Lydia Espinosa Morales. “El Nuevo Reino de León” en Nuevo León, historia de un gobierno, libro que reúne textos de Israel Cavazos Garza, Rocío González Máiz, César Morado Macías, Jorge Pedraza Salinas y Ofelia Martínez García, Monterrey, N.L., Museo de Historia Mexicana, 2006. 163

Aunque se trataba de cuerpos militares secundarios sin capacidad real de ataque, en algunos ámbitos de Iberoamérica y por supuesto de la Nueva España tuvieron una participación destacada en algunos procesos bélicos. Al igual que los presidios también se procuró hacerlas más efectivas hacia el siglo XVIII. Pero, ¿de cuánta fuerza militar estamos hablando, por lo menos en términos estadísticos?, ello es muy difícil de precisar por el carácter mismo de la integración de la milicias, por lo accidentado de los mecanismos de conscripción y porque los gobernantes locales generalmente alteran su numero para justificar su presencia y poder militar.

El año de 1739 el militar Antonio Ladrón de Guevara realizó un importante diagnóstico del Nuevo Reino de León y dentro de este hizo importantes recomendaciones para mejorar su operación. Señaló que:

“los vecinos han de operar con mayores ventajas que los presidiales porque de ello les resulta su beneficio... en todos los tiempos son los vecinos los compelidos a la defensa del país… por ello fuera más conveniente que estos vecindarios tuviesen depósito de armas con el arreglamento de las milicias de Europa... con cuyo arreglo fueran soldados y vecinos al mismo tiempo”.164

164

Antonio Ladrón de Guevara. Noticias de los poblados de que se compone el Nuevo Reino de León, provincias de Coahuila, Nueva Extremadura y la de Texas, Monterrey, N.L., Edición del ITESM, 1969, p. 34.

En el documento Guevara señaló algo que ya veníamos, sospechando, la competencia de las milicias frente a los presidios como mecanismo para asegurar la protección de la frontera norte. Ambos cuerpos compiten por justificar su funcionabilidad ante el rey, argumentando en torno al costo beneficio de su instrumentación. Era evidente que milicias resultaban mas baratas para la corona como señala Ladrón de Guevara, ya que éstas funcionarían, “excusando Su Majestad en algunas de aquellas provincias los consumos que se le originan a la Real Hacienda”.165

El historiador Antonio Peña coincide en destacar el importante rol de las milicias para el Nuevo Reino de León durante el siglo XVIII y señala que “el control sobre las milicias se convirtió en el recurso principal que utilizaron los miembros más ricos de la elite local para proteger sus intereses económicos”.166

En el Archivo Municipal de Monterrey, hemos localizado un censo militar de milicias existentes en el Nuevo Reino de León para 1768167, donde estas rebasan el millar de reclutas y además se enumera toda una serie de problemas que implicaba el dotarlas de armamento, municiones, etc. No hemos logrado ubicar cifras oficiales sobre la cantidad exacta de milicias nuevoleonesas durante el resto del siglo XVIII, consideramos que es un asunto que debe estudiarse y además con mucha cautela, pues conocemos la enorme distancia existente entre los datos de estos informes oficiales y la realidad de los cuerpos militares a la hora en que se exigía su colaboración, para presentarse en determinado combate.

165

Ibíd., p. 35. Antonio Peña Guajardo. La economía novohispana y la elite local del Nuevo Reino de León en la primera mitad del siglo XVIII, México, D.F., Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Nuevo León, 2005, p. 134. 167 “Cuaderno de listas de gente armada en esta provincia”, Archivo Municipal de Monterrey. Ramo Civil, v. 98. exp. 1, 1768, 25 ff. 166

Pero ¿cuál era el estado de las milicias en las Provincias Internas de Oriente al inicio de la guerra de Independencia? Oficialmente, existía una compañía de milicias presidiales en cada población con lo que por ejemplo, debían existir dieciséis en Nuevo León, pero eso era solo ficción. En realidad solo estaban integradas las compañías volantes. En Nuevo León solo funcionaba bien la de Lampazos, en Nueva Santander existían dos errantes y la de Laredo, en Coahuila funcionaba la de Monclova, Río Grande, Santa Rosa y San Fernando de Rosas, mientras que en Texas existían las de Béjar, Espíritu Santo, Trinidad y Nacogdoches.168

Cuando llegó a Monterrey el 29 de septiembre de 1810 la noticia de la rebelión de Hidalgo, el gobernador Manuel de Santa María intentó organizar a los milicianos para rechazar el ataque. Él conocía bien su funcionamiento, pues había formado parte del Regimiento de Dragones de San Carlos, en San Luis Potosí, unidad miliciana que oficialmente comprendía más de 360 integrantes. En opinión de Isidro Vizcaya, Santa María “era el oficial veterano de más alta graduación, quien va a pasar los siguientes diez años recorriendo distintas regiones de la provincia, muy probablemente, pasando revista y proporcionando este precario adiestramiento a los milicianos de su regimiento”.169

Obedeciendo al llamado de Santa María, en Nuevo León fue posible organizar la marcha de tres compañías. Israel Cavazos afirma que estaban comandadas “una al mando del capitán Francisco Bruno Barrera, otra a cargo de José Domingo Castañeda y una más al de Andrés Guajardo. Los doscientos hombres que las componían iban bajo las órdenes de Pedro Herrera y Leyva. No alcanzaron a llegar a San Luis, pues se detuvieron en Real de Catorce para ofrecer auxilio, y de ahí se

168

César Morado Macías. La batalla de Monterrey. Fuerzas militares, frontera y sociedad. El papel de los actores locales en la guerra entre México y los Estados Unidos. Tesis para obtener el grado de doctor en Ciencias Sociales con especialidad en Historia por la Universidad de Guadalajara, Guadalajara, Jal., 2006, 370 p. 169 Isidro Vizcaya Canales. Los albores de la Independencia. Las Provincias Internas de Oriente durante la insurrección de Don Miguel Hidalgo y Costilla, 1810-1811, Monterrey, N.L., ITESM, 1976, p. 2.

volvieron, para situarse en Aguanueva, al sur de Saltillo”.170 Es entendible que tanto los ejércitos realista e insurgente que coinciden en Aguanueva (Coahuila) tuviesen un número significativo de milicias. En lugar de combatir, los realistas se pasaron al bando insurgente liderado por Mariano Jiménez. Luego lo hicieron Manuel de Santa María y Juan Ignacio Ramón.

Otro protagonista del proceso independiente en la región que también se había forjado en la milicia es José Rafael de Iriarte. En el año de 1811, se formó en la ciudad de Saltillo Coahuila, un consejo de guerra para juzgar la actuación del Cabo Leyton. Se le declaró culpable y se le fusiló. Leyton, había logrado escapar con éxito de Acatita de Baján donde habían apresado al resto de los jefes insurgentes. Casi nada sabemos de este personaje delineado apenas en las historias de Lucas Alamán y de Carlos María de Bustamante.

Cuando Joaquín de Arredondo, el hombre que asumió el control realista del noreste a partir de 1814, se mudó a Monterrey, se llevó consigo unos papeles que aluden al Cabo Leyton y que fueron analizados por vez primera por el historiador Isidro Vizcaya. Mediante la revisión de estos papeles sabemos que el cabo Leyton es uno de los insurgentes más participativos en los primeros meses de la lucha insurgente. Sólo le superaron en jerarquía militar el cura Hidalgo e Ignacio Allende, pues Leyton ostentaba el grado de teniente general. En segundo término hay que señalar también que fue uno de los comandantes insurgentes que más territorio ocupó en sus operaciones, pues llegó a ocupar capitales muy importantes para la causa insurgente como lo son León, Lagos, Aguascalientes, Zacatecas y San Luis Potosí. Leyton acompañaba a la elite insurgente en la Acatita de Baján, sin embargo, logró escapar y quizá por ello se duda de su fidelidad a la causa quedando excluido de la historia oficial de la independencia mexicana. El cabo Leyton, tenía entre 36 y 38 años cuando inició el movimiento insurgente, según informes proporcionados por el gobernador del Nuevo Reino de León, Manuel María de Llano, donde 170

Israel Cavazos Garza. Breve Historia de Nuevo León, Monterrey, N.L., coedición del Fondo de Cultura Económica y del Colegio de México, 1994, p. 120.

consta que había nacido en Venado, jurisdicción de San Luis Potosí y que se había desempeñado como veterano en el Regimiento de Dragones de San Carlos. Este regimiento estaba adscrito a la Décima Brigada que comandaba Félix María Calleja, en San Luis Potosí. Es decir, aunque Leyton era parte de la milicia y no soldado de línea, es probable que haya sido de los pocos que se dedicaron de tiempo completo al servicio de las armas, en este caso al servicio de la corona española. Fue tal el prestigio que alcanzó Rafael de Iriarte que algunos de sus parientes lo señalaron como el hombre ideal para ocupar la Comandancia General de las Provincias Internas, en noviembre de 1810 fray Antonio Iriarte lo felicita por sus “distinguidos servicios a la patria” y le comenta que debe ocupar dicho cargo en virtud de que le proporcionará “los mejores temperamentos para la salud, buenas carnes, abundancia de semillas y toda suerte de víveres para la comodidad de la vida”.171

171

Archivo General del Estado de Nuevo León, Fondo Archivo de José Rafael de Iriarte, Carta de José Antonio Iriarte a José Rafael de Iriarte, Guadalupe, Zacatecas, 30 de noviembre de 1810.

La trayectoria de Leyton en el movimiento insurgente inició desde octubre de 1810 cuando entró a la ciudad de León. Lo más probable es que Hidalgo lo haya comisionado para esta misión, pues Iriarte procedió a sacar los presos de la cárcel, buscar a los españoles que se habían escondido, confiscar los bienes de los más prominentes y reproducir el movimiento insurgente enviando comisionados hacia puntos circunvecinos con la encomienda de reclutar más adeptos a la causa. Más adelante se trasladó a San Luis Potosí, capital a la que ingresó en noviembre de 1811 y es ahí donde aparece un documento muy revelador de las tropas insurgentes que acompañaban al cabo Leyton y que explica mucho del origen social de dichas fuerzas. Se explica que el cabo Leyton “al frente de un pelotón de indios sin orden ni disciplina alguna, armados en su mayor parte de lanzas y flechas que las arrojaban al aire, haciendo raras evoluciones y danzando al estilo del desierto”.172 Las tropas de Leyton se dedicaron al saqueo de las cajas reales, las particulares, el estanco del tabaco y los productos de las haciendas. Al abandonar la ciudad rumbo a Guanajuato para auxiliar a Allende se llevó cerca de cien europeos como rehenes. En opinión de María Isabel Monroy “la violencia del ataque de los insurgentes provocó que la opinión pública se inclinara a favor de Calleja y la causa realista”.173 Más adelante, una vez que se produjo la derrota de Hidalgo en Puente de Calderón, éste se dirigió huyendo hacia Aguascalientes donde se encontró con el cabo Leyton, ambos salieron juntos siendo alcanzados en Pabellón por Allende y otros insurgentes. Fue aquí cuando despojaron del mando a Hidalgo y Allende asumió el mando de las tropas insurgentes. Del punto citado como Pabellón los jefes insurgentes siguieron caminando rumbo a Zacatecas para luego llegar a Venado, Charcas, Matehuala y finalmente Saltillo, donde ya los esperaba Mariano Jiménez quien había realizado gestiones para que las cuatro Provincias Internas de Oriente (Coahuila, Nuevo León, Nueva Santander y Texas) se pasaran a la insurgencia, aspecto que logró obteniendo el reconocimiento de Manuel María de Llano. Los jefes insurgentes decidieron continuar su huída rumbo a los Estados Unidos dejando como jefe de las tropas en Saltillo a Ignacio López Rayón. En las inmediaciones de Monclova, Coahuila, específicamente en Acatita de Baján fueron capturados los jefes insurgentes, solo el cabo Leyton 172

Vizcaya, Op. cit., p. 18. María Isabel Monroy Castillo y Tomás Calvillo Unno. Breve historia de San Luis Potosí, México, D.F., Fondo de Cultura Económica, 1995, p. 148. 173

alcanzó a escapar rumbo a Saltillo. Cuando llegó a esta ciudad fue capturado y se le integró con Consejo de Guerra, siendo fusilado inmediatamente.

Aparentemente siguiendo instrucciones de

Allende quien había dejado órdenes categóricas en el sentido de que si Hidalgo o el cabo Leyton se apartaban del ejército fueran ejecutados.174 La muerte del cabo Leyton sólo puede explicarse dentro del marco de excesiva crueldad y violencia que había adquirido el movimiento insurgente. En los archivos militares del periodo destacan el saqueo, la rapiña y el reclutamiento forzoso tanto por el bando insurgente como por el realista.

Otra versión sobre el rol que jugaron las tropas milicianas durante la guerra de independencia es la versión de Nemesio Salcedo. En las instrucciones que dejó a su sucesor en la Comandancia de las Provincias Internas explicó que “aunque la fuerza veterana es la misma que había antes de la insurrección en las provincias orientales, se ha aumentado provisionalmente con milicias de voluntarios de caballería, lanceros o patriotas, enterados estos de que sus empleos y servicio militar finalizan con las actuales circunstancias”.175

Nemesio Salcedo fue comandante general de las Provincias Internas entre 1802 y 1813 y le correspondió reprimir el movimiento insurgente y coordinar el traslado de los insurgentes capturados en Baján para su juicio en Chihuahua. En su informe detalla también que las compañías milicianas existentes en las provincias “se hayan sobre las armas y son parte de la fuerza empleada en la actual guerra… su fuerza se aumentó en algunas con proporción al número de tropas dependientes de las mismas compañías que estaba empleada en los presidios… esta tropa útil, como que se ha procurado

174

Isidro Vizcaya Canales. El archivo del insurgente José Rafael de Iriarte, Monterrey, N.L., Archivo General del Estado de Nuevo León, 1985, p. 21. 175 Instrucción reservada de don Nemesio Salcedo y Salcedo, comandante general de Provincias Internas a su sucesor. Introducción y notas de Isidro Vizcaya, Chihuahua, Gobierno del Estado de Chihuahua, 1990, p. 32.

conste de gente robusta y también acostumbrada a la guerra por su constitución y ejercicio en los casos de incursiones de enemigos”.176

Creemos que todavía hace falta dimensionar mejor el papel que desempeñaron las milicias del Nuevo Reino de León, durante el proceso de independencia, pero debieron ser lo suficientemente eficaces para sobrevivir al proceso y a su lucha por sobrevivir, frente al presidio y a la comandancia militar.

En torno a su sobrevivencia va a jugar un papel fundamental, la influencia del pensamiento ilustrado pues va a permitir dar un giro importante a estos cuerpos y los va a convertir en instrumentos de lucha contra la herencia del antiguo régimen, al otorgarles el título de “milicia cívica”, es decir poseedora de los nuevos derechos que poseen los “ciudadanos”. Andújar, señala que durante el siglo XIX los cuerpos de milicias funcionaron como fuerzas defensivas de carácter popular que tenían como principal misión suplir las deficiencias del ejército permanente ocupándose de la defensa interior de cada país.177

Ya en el México independiente, por lo menos durante la vigencia de la primera república federal, se reforzó la idea de contar con las milicias cívicas como fuerzas auxiliares del ejército regular. La idea de contar con una milicia fuerte resultaba como una atractiva alternativa económica en lugar de contar con un ejército caro y numeroso; en la perspectiva de muchos liberales el crecimiento de la milicia debilitaría el poder y los privilegios del ejército manteniendo a sus oficiales al margen de la actividad política. Así durante el México independiente surgieron cuando menos dos tipos de milicia: la activa y la local.

176 177

Ibid., p. 33 y 34. Francisco Andújar Castillo. Ejércitos y militares en la Europa moderna. Madrid, España, Editorial Síntesis, 1999, p. 78.

Según las disposiciones de 1826 estando en servicio, los activos gozarían de las mismas compensaciones, privilegios que disfrutaban los integrantes del ejército regular, de acuerdo a la Constitución de 1824 se trataba de fuerzas locales que no podían operar fuera de los límites de sus respectivos estados o territorios; es decir, la facultad de regir las milicias locales residía individualmente en los estados los cuales debían establecer las normas bajo las que se organizarían. En México, como en España, proliferaron estos cuerpos que a juicio de Juan Sicinio Pérez se caracterizaron por configurarse como

“corporaciones armadas por excelencia del periodo de edificación de la sociedad burguesa. Organizadas espontáneamente como cuerpo ciudadano voluntario contra Napoleón, las Cortes de Cádiz le dieron estructura orgánica. Además, en el territorio español bonapartista se organizaba la guardia cívica, con caracteres similares de fuerza de choque liberal contra las resistencias feudales”.178

Para el caso mexicano quienes han empezado a estudiar el tema, son Manuel Chust y José Antonio Serrano, ambos coinciden en términos generales con las tesis de Pérez Garzón. Serrano afirma que a partir de 1824 se consolidaron las dos principales fuerzas militares del México emergente, por una parte las milicias cívicas coordinadas por las nuevas entidades federativas, es decir, los estados, y creadas para salvaguardar el sistema federal, la libertad y soberanía local y por otra parte el ejército

178

Juan Sissinio Pérez Garsón. “La nación en armas: el caso español, 1808-1843” en Fuerzas militares en Iberoamérica Siglos XVIII y XIX, coord. Juan Ortiz Escamilla, México, D.F., Coedición del Colegio de México, El Colegio de Michoacán y la Universidad Veracruzana, 2005, p. 213.

permanente controlado por el gobierno central y que tenía como objetivo asegurar la integridad del territorio y el orden social interno.179

Serrano, narra el nacimiento de las milicias cívicas en 1824 hasta su disolución ocurrida entre 1833 y 1835, subrayando la oposición del presidente Santa Anna hacia 1835 a la existencia de estos cuerpos militares. Documenta por ejemplo que la milicia estatal más numerosa y mejor armada del país fue la del estado de Zacatecas hasta que fue suprimida. El historiador español Manuel Chust Calero por su parte, estudia las milicias en México con énfasis en Veracruz entre 1812 y 1835 documentando las enormes dificultades que implicaba mantener armados, capacitados y adiestrados a estos cuerpos militares que no eran parte de los cuerpos permanentes.180

Por ello, teniendo en cuenta estos estudios y según hemos verificado en los documentos existentes en los archivos de las entidades norteñas del período, —Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila— varía considerablemente el nombre con el que se conoce a estos cuerpos en diversas entidades de la república, eventualmente aparecen como milicias locales, también como cívicas, rurales o simplemente milicia nacional. En Tamaulipas por ejemplo, se integraron Cuerpos de Milicia Cívica, en Nuevo León se llamaron primero Milicia Cívica y luego Cuerpos Auxiliares y en CoahuilaTexas operaron bajo el nombre de Milicias Locales.

A manera de conclusión preliminar, vemos como a nivel local, esta fuerza militar lejos de desaparecer se refuncionalizó y emergió con nuevo vigor. Pero tampoco debemos sobredimensionar el asunto de las milicias como fuerza militar. Aunque la existencia de estos numerosos cuerpos proyecta 179

José Antonio Serrano Ortega. “Los estados armados: milicias cívicas y sistema federal en México, 1824-1835” en La guerra y la paz. Tradiciones y costumbres, Morelia, Michoacán, Alberto Carrillo Cazares (ed.), Edición del Colegio de Michoacán, 2002, p. 445-456. 180 Manuel Chust Calero. “Milicia, milicias y milicianos: nacionales y cívicos en la formación del estado nación mexicana, 1812-1835” en Juan Ortiz Escamilla (coord.), Fuerzas militares en Iberoamérica, siglos XVIII y XIX. México, D.F., Coedición del Colegio de México, el Colegio de Michoacán y la Universidad Veracruzana, 2005, p. 179-197.

la idea de una absoluta “militarización de la vida social”, aspecto que incluso a despistado a algunos historiadores, analizando con detenimiento su integración y armamento disponible, emerge otra realidad.

Se trata de una “militarización artificial”; las amplias listas de ciudadanos fueron percibidas por éstos como uno de tantos requisitos que les exigían las autoridades en tiempo de guerra. Cuando realmente se exigió su reclutamiento para combatir en Monterrey, plantearon infinidad de pretextos para evadir la milicia. La evidencia documental que hemos localizado en los archivos nuevoleoneses nos permite conjeturar que se trata de un juego de estrategias de dominación y resistencia entre la elite militar y los vecinos, que boicotean el proyecto de “ciudadanizar el ejército”.181

1. Las tropas presidiales

Un segundo semillero de militares participantes del proceso de independencia fueron los presidios. Soldados presidiales fueron reclutados por Santa María para combatir la insurgencia en Nuevo León y posteriormente Joaquín de Arredondo, comandante de las Provincias Internas de Oriente integró los restos de los presidios texanos para garantizar el predominio realista en la región a partir de 1814.

Es preciso revisar la funcionabilidad de este dispositivo institucional. Recordemos que se trata de un mecanismo organizativo militar de caballería ligera orientado tácticamente a la defensa. Por ello, su funcionamiento esta vinculado al desarrollo de los sistemas de fortificación que deviene del antiguo régimen, pero que arriba con matices a nuestro ámbito de estudio. El primer presidio que se estableció

181

César Morado Macías. La batalla de Monterrey, 1846. Sistemas de reclutamiento e invención de heroínas en la guerra México-Estados Unidos, ponencia presentada en el III Congreso Internacional Fuerzas Militares en Iberoamérica, siglos XVIII-XIX. Organizado por la Universidad de Sevilla y la Universidad Pablo de Olavide, celebrado en Sevilla, España del 14 al 16 de noviembre del 2005, p. 14.

en Monterrey fue en 1662 y estuvo a cargo de Hernando Huarte de la Concha.182 Su fundación, — intuimos— formó parte de la política española del siglo XVII de proporcionar protección militar a las misiones aledañas a la capital del Nuevo Reino de León. Sin embargo, para el siglo siguiente, el XVIII, el sistema misional ya mostraba signos de agotamiento y era preciso buscar un modelo, que fuera garantía de un poblamiento eficaz.

Por ello, en el siglo XVIII la pacificación indígena tuvo nuevos componentes, en opinión de Faulk “los oficiales españoles descansaban más en los presidios que en las misiones como instrumentos de control indígena”.183 Es por ello que durante este siglo los presidios tuvieron cambios muy importantes. En primer lugar, debemos reconocer que los pocos existentes hasta ese momento en la zona estudiada, habían surgido de manera muy improvisada, en función de necesidades locales, pero sin un plan general que articulara su operación o regulara su funcionamiento. Recordemos que funcionaban independientes del ejército y que los pagaba la Real Hacienda, es decir el ramo de guerra.184

El desorden prevaleciente en el funcionamiento presidial motivó a la corona española a realizar un diagnóstico sobre las condiciones imperantes en los presidios fronterizos novohispanos. a) Correspondió al brigadier Pedro de Rivera llevar a cabo esta inspección que le ocupó desde noviembre de 1724 hasta junio de 1728. En base a este diagnóstico el virrey Juan de Acuña expidió un reglamento

182

Israel Cavazos Garza. Breve historia de Nuevo León, México, D.F., El Colegio de México, Fondo de Cultura Económica, 1994, p. 79. 183 Odie Faulk. The presidio. Fortress or farce?. Journal of the West, v. III, n. 1, Enero, 1969, p. 55. 184 Herbert Eugene Bolton. “La misión como institución de frontera en el septentrión de Nueva España” en David Weber (comp.) El México perdido. Ensayos sobre el antiguo norte de México, (1540-1821), México, D. F., Fondo de Cultura Económica, p 42.

y ordenanza para su mejora, pero en la práctica no implicó cambios sustantivos en opinión de María del Carmen Velázquez.185

b) A finales del XVIII hubo otra inspección, esta a cargo del notable marqués de Rubí, señalando los presidios que deberían desaparecer, los que habría que reforzar e incluso donde había de fundar nuevos. Ello lo señalo en 1768, pero fueron varios años después cuando su diagnóstico se tradujo en política pública.

En 1772 y retomando muchas de sus observaciones se expidió un reglamento para la operación de los presidios. Sin embargo, c) fue Hugo O’Connor el que hacia 1777 pudo establecer una línea de presidios y mantener en la medida de lo posible la protección de la frontera. Siguiendo el modelo español se trataba de pequeñas unidades de caballería ligera que debían proteger a los pueblos norteños de las incursiones de los indios, del bandolerismo y de las ofensivas comerciales de otros países.186

Evidentemente el presidio estaba basado en la tradición defensiva española, pero ¿funcionaría un modelo español en las áridas tierras del norte? ¿Cómo lo harían para desplazar eficazmente fuerzas militares en persecución de indios bárbaros que combatían con un patrón de guerra muy distinto al occidental que ellos conocían? ¿Cómo integrar tropas presidiales a ejércitos regulares que combatirían en la independencia?

Los documentos revisados explican que hubo que adaptar desde la indumentaria hasta la edificación de los presidios y las formas de combate. Un caso destacado en el norte es el caso de 185

María del Carmen Velázquez. Tres estudios sobre las Provincias Internas de la Nueva España, México, D.F., El Colegio de México, 1979, p. 58. 186 La línea de presidios que dejó funcionando Hugo O’Connor hacia el año de 1777 se integró de 15 fortificaciones situadas entre Sonora y Texas. Cada presidio debería integrarse por un capitán, teniente, alférez, capellán y 43 soldados además de indios exploradores. En teoría la distancia entre los presidios permitiría la cooperación entre ellos en caso de ataque.

Lampazos, representativo porque sintetiza los procesos de muchos otros puntos de la geografía local, Lampazos fue una misión franciscana fundada en 1698 que por su ubicación sobre el Río Salado le hizo el centro de población más al norte de Nuevo León y por lo tanto el mas asediado por los indios. Cuando fracasó la misión antes de llegar a la mitad del siglo XVIII el gobierno español desplegó una segunda carta para asegurar el doblamiento, una Villa española fundada en 1752, que no sin problemas sobrevivió unos años pero resultó ineficaz contra la ofensiva creciente de los indios, por lo que hubo que fundar el Presidio en 1778.

A partir de entonces siempre hubo fuerzas militares destacamentadas en Lampazos, y fue en la experiencia de este presidio que se forjaron los militares que habrían de comandar la vida de Nuevo León años adelante. Juan Ignacio y Buenaventura Ramón fueron casos representativos. Juan Ignacio era el comandante del presidio de Lampazos y acompañó a Santa María a combatir a los insurgentes para luego cambiarse de bando y adherírseles. Estos destacados presidiales acompañaron a Hidalgo en Acatita de Baján, para luego morir fusilados en Chihuahua.

Ya en el México independiente, tanto en Lampazos como el resto de la geografía norteña y contra todos los pronósticos se mantuvo esta línea de presidios pero disminuyó considerablemente su apoyo ya que se pensó que ahora correspondía a los “nuevos ciudadanos” transformarse también en soldados y contribuir a la defensa de la patria, en casi todos los estados de la emergente república se constituyeron milicias cívicas o locales en detrimento del fortalecimiento del ejército y de los presidios.

El gobierno mexicano, sostuvo que los presidios resultaban demasiado caros para la república y poco efectivos para contener los embates de los indios “bárbaros”, en virtud de que estos lograban esquivar con facilidad a esta línea de fortines fijos y dispersos que más bien funcionaban como línea de refugio que como puntos de lanzamiento de ofensivas militares contra los nómadas escurridizos, es

decir, el problema central estaba al momento de la batalla, en la táctica que utilizaban los nómadas frente a la que desplegaban los presidiales. Por ello van a proponer el establecimiento de las milicias cívicas o locales, según detallamos más adelante, en este mismo capítulo. Sin embargo, a pesar de que la época de auge en cuanto al apoyo para los presidios ya había quedado atrás, estos siguieron subsistiendo, por lo menos en la zona que venimos estudiando, aunque desde luego no exentos de problemas en cuanto a financiación, reclutamiento y operación.187

De alguna manera, el recuento de algunos logros obtenidos por la línea presidial influyó para que en el México independiente se autorizara conservar el sistema de presidios y para 1826 el gobierno central autorizó el establecimiento de nuevas guarniciones y el reforzamiento de las existentes. La norma de 1826 previó el nombramiento de tres jefes, uno para supervisar a Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila-Texas; otro para revisar Chihuahua y Nuevo México y finalmente un tercero para supervisar a los presidios de Sonora y Sinaloa. Para la región estudiada, el cuartel general se situó en la villa de Palafox, al norte del actual Laredo, Texas, solo que a pocos años de su establecimiento fue arrasada por los indios que asolaban ese punto. La norma de 1826 prácticamente reprodujo el modelo del sistema presidial español, que se mantuvo vigente desde esa fecha hasta la guerra con los Estados Unidos. Las tácticas militares, los mecanismos disciplinarios y hasta los uniformes siguieron influidos por la tradición española, incluso el gobierno mexicano reimprimió en 1834 las Ordenanzas Militares Españolas vigentes desde 1772 para que siguieran inspirando la formación de los presidiales mexicanos.188

Al igual que ocurrió en Europa, en el México independiente se aumentó considerablemente el presupuesto al ejército, de tal manera que no hubiera excusas para su profesionalización, no ocurrió lo 187

David J. Weber. La frontera norte de México, 1821-1846. El sudoeste norteamericano en su época mexicana, Madrid, España, Editorial Mapfre, 1992, p. 196. 188 El soldado mexicano, 1837-1847. Organización, vestuario y equipo, México, D.F., Editorial de J. Hefter, 1958, p. 50.

mismo con el apoyo a los presidios que paulatinamente fueron decayendo, al tiempo que aumentaba la ofensiva de los indios “bárbaros”. Tanto a los presidiales como a los regulares se les vestía, pagaba y equipaba mal, al grado de que la deserción era frecuente y los oficiales no tenían más remedio que recurrir a la conscripción

forzosa para integrar los cuerpos presidiales. Aunque no existen estudios

suficientes que analicen la composición social de estos cuerpos militares lo que reflejan los documentos que hemos estudiado es que sólo los pobres, vagabundos, delincuentes y campesinos eran los que se veían obligados a prestar el servicio, según veremos enseguida.189

En 1830, el destacado botánico y agudo investigador francés Jean Louis Berlandier, al recorrer la frontera norte de México como parte de una encomienda militar que se conoció como “La Comisión de Límites” describió que el rol de los presidios era básicamente el de “perseguir a los nativos una vez que en algún lugar se rompen las hostilidades”.190 Berlandier justificó el hecho de que los presidiales no cumpliesen cabalmente con el papel de combatir eficazmente a los indios, ya que según testifica escaseaba la comida, la ropa y se pagaba con mucho retraso a los soldados.

Según la documentación que hemos revisado, la descripción de Berlandier, correspondía con lo ocurrido en el estado de Nuevo León. En abril de 1846, Santiago Vidaurri, secretario de gobierno y figura clave de la política regional en las dos décadas posteriores, expuso a José María Ortega, comandante militar del Departamento, las razones por las que consideró improcedente recurrir al sorteo para llenar las 160 plazas vacantes en la Compañía Presidial de Lampazos.

Fundamentó su dictamen en los siguientes puntos: a) “No es la falta de patriotismo, sino la mucha necesidad la que ahuyenta a los soldados del servicio”, dejando claro que los habitantes,

189 190

Francisco Andújar Castillo. Ejércitos y militares en la Europa moderna, Madrid, España, Editorial Síntesis, 1999. Jean Louis Berlandier. The Indians of Texas in 1830, Washington, EUA, John C. Ewers (ed.), 1969, p. 30.

aunque tuvieran intención de participar en el llamado, tenían como prioridad el alimento de ellos y sus familias, cosa que detalló enseguida señalando que la mayoría de los habitantes subsistían de la agricultura, “de la cría de bienes u otros trabajos, quedándose sin el sueldo que ello les acuerda,”en caso de ser incorporados al Ejército, y adicionalmente señaló que c) “los sorteos sólo ahuyentan a los ciudadanos de los pueblos”.191

Vidaurri, quien conocía perfectamente el carácter de los soldados norteños, pues su padre — Pedro Vidaurri— había formado parte de dicha compañía presidial y él mismo, durante su infancia transcurrida en Lampazos, vivido muy de cerca el problema del combate a los indios, mostró mayor sensibilidad y comprensión del problema. Como experimentado secretario de gobierno, ponía en la palestra un aspecto clave de los pobladores norteños: “entre el patriotismo y la mucha necesidad”. También tenía muy claro hacia que lado se inclinarían sus coterráneos lampacences.192 Aunque su trayectoria militar le permitía realizar conscripción obligatoria, sin sentirse culpable, Vidaurri sabía que un reclutamiento forzoso causaría deserción. Además, debido a las pequeñas dimensiones del pueblo, la mayoría de los vecinos eran sus conocidos y/o parientes.

Uno de los estudios más conocidos en inglés sobre la funcionalidad del presidio es el de Odie Faulk193 quien concluye que funcionó como estrategia defensiva pero como ofensiva fue una verdadera “farsa”, ya que los indios casi siempre escapaban. Ante ello hay que recordar que tácticamente esa era su finalidad desde su origen: la defensa de los ataques para mantener la ocupación del territorio. Para efecto de esta tesis no nos interesa el presidio en términos de eficacia de su combate al indio, sino en

191

Carta de Santiago Vidaurri, Secretario de Gobierno del Estado de Nuevo León a José María Ortega, Monterrey, 4 de abril de 1846. Lampazos, el más norteño de los municipios nuevoleoneses era también el presidio más importante porque desde ahí protegía al resto del estado de las incursiones de los indios. AGENL, Fondo: Militares, caja 43. 192 Jesús Ávila Ávila, et-al. Apuntes para la historia de Lampazos de Naranjo, Nuevo León, 1698-1920, v. I-II, Monterrey, N.L., Edición de la Universidad Autónoma de Nuevo León, 2003. 193 Odie Faulk. The presidio. Fortress or farce?, Journal of the West, v. III, n.1, Enero, 1969, p. 22-28.

términos de presencia, como elemento generador de nuevas prácticas por parte de los vecinos en este caso de resistencia y oposición a los mecanismos de reclutamiento.

Ante estas condiciones, gradualmente, conforme las guarniciones presidiales de la frontera se diluían en el olvido del gobierno central —como anteriormente se había agotado el sistema misional—, la responsabilidad de la defensa de la frontera recayó en los propios vecinos que se vieron forzados a organizar por su cuenta la defensa de sus familias y posesiones, convirtiéndose prácticamente en ciudadanos y soldados, una característica que habían tenido que desarrollar desde el momento del inicio del poblamiento del Nuevo Reino de León. Para el periodo de la independencia, en la medida en que se estudie la integración social de las tropas, sabremos más sobre la participación de los presidiales, por lo pronto el contenido en la memoria de Nemesio Salcedo resulta significativa, porque describe el despliegue de fuerzas que se produjo para reprimir la insurgencia y como las instituciones locales agotaron todos los mecanismos de conscripción a su alcance con tal de lograr el objetivo de recuperar para el bando realista a el control militar de la región.

2. Las tropas de la Comandancia Militar

Una tercera fuerza militar con presencia en la región durante el proceso de independencia fue la Comandancia General de las Provincias Internas de Oriente, se creó el año de 1776 a propuesta del visitador José de Gálvez, para garantizar el gobierno y la protección efectiva a las regiones norteñas de la Nueva España. El comandante general de las provincias poseía facultades políticas y militares semejantes a las de un virrey, a fin de que pudiera asegurar para la corona española la ocupación y el control eficaz del territorio. A lo largo de este artículo veremos como estuvo encabezada por miembros prominentes del ejercito y que desde luego desempeñaron un papel importante. El mismo Calleja fue

nombrado comandante de ella en 1812, pero nunca tomo posesión pues se convirtió el virrey enseguida.

A lo largo de su existencia la comandancia no mantuvo una estructura única sino que ésta se fue adecuando en función de las coyunturas políticas prevalecientes. En general, mantuvo cinco diferentes estructuras: a) la primera desde su creación en 1776 fue la de una comandancia única e independiente del virrey; b) la segunda inició en 1785 y funcionó como una comandancia triple dependiente del virrey novohispano; c) la tercera inició en 1787 como parte de una comandancia doble adscrita al virrey dividida en Provincias Internas de Oriente y de Occidente; d) existió un cuarto momento a partir de 1792 cuando volvió a funcionar como una comandancia única e independiente y finalmente; e) hubo una quinta etapa, desde 1810 en que funcionó la comandancia dividida en dos, la Comandancia General de las Provincias Internas de Occidente que comprendía Sinaloa, Sonora, California, Nueva Vizcaya y Nuevo México y la Comandancia General de las Provincias Internas de Oriente donde quedó comprendido Coahuila, Texas, Nueva Santander —Tamaulipas— y Nuevo León.194

El primer personaje en ocupar la máxima responsabilidad en cuanto a la administración de las Provincias Internas fue Teodoro de Croix y rápidamente enfocó sus preocupaciones a reorientar la actividad

de los presidios y de la acción militar contra los indios. Una de sus primeras

recomendaciones fue insistir en los presidios como entidades de caballería ligera y prescindir de indumentaria, hombres y pertrechos con tal de ganar en movilidad para perseguir eficazmente a los enemigos.195.

194

Israel Cavazos Garza. Breve historia de Nuevo León, México, D.F., El Colegio de México, Fondo de Cultura Económica, 1994, p. 86. En su tercera etapa, es decir, a partir de 1786 al ser establecido el sistema de intendencias las provincias de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Texas quedaron incorporadas a la de San Luis Potosí. Bajo este sistema administrativo desaparecieron las alcaldías mayores. 195 David J. Weber, La frontera norte de México, 1821-1846. El sudoeste norteamericano en su época mexicana, Madrid, España, Editorial Mapfre, 1992, p. 321.

El año de 1786, Bernardo de Gálvez, como nuevo virrey de la Nueva España, conciente del problema que significaba el descuido de la frontera para la integridad territorial del ámbito novohispano, dictó nuevas disposiciones para la protección de la Provincias Internas donde enfatizaba la necesidad de hacer la guerra sin cuartel a los indios que no estuvieran en paz y provocar la división entre ellos para poder vencerlos.

Lo importante es que en general, se logró mantener una relativa estabilidad entre las tribus indias y los pobladores españoles prácticamente hasta la etapa de la independencia, donde se produjo un giro importante. Para esta época, la sede de la Comandancia Militar de las Provincias Internas de Oriente —que un tiempo estuvo en disputa con Saltillo y Múzquiz— estaba establecida en Monterrey de manera definitiva y ejerció un sólido control militar en la zona entre 1810 y 1835. Su estafeta sería recogida por el Ejército del Norte, cuyo funcionamiento revisaremos entre 1836 y 1846. Fueron estas dos entidades las que articularon la acción político militar del ejército en la región y en ello jugaron un rol fundamental Joaquín de Arredondo y Mariano Arista.

a) El primer rasgo que nos interesa destacar de este cuerpo militar de la comandancia, es que es portadora de un nuevo modelo de ejército, ya no se trata de la pervivencia del presidio, como institución de antiguo régimen, sino ahora se pretende configurar una nueva estructura y administración de los cuerpos militares acordes con la racionalidad moderna. Para este momento de establecimiento de la comandancia, el ejército como institución ha experimentado muchos de las transformaciones de la revolución militar moderna. Se ha configurado un tipo ideal de guerra donde el adiestramiento, la disciplina, las tácticas y la ciencia al servicio de las armas son predominantes. Se dejó de lado el sistema de tercios y se asumió desde el último tercio del siglo XVIII el modelo prusiano como el prototipo de este cuerpo disciplinado y adiestrado para el combate, su modelo en general fue adoptado por España y posteriormente traído al ámbito novohispano.

En forma contundente, Federico II, rey de Prusia, había dispuesto que sus ejércitos debían funcionar con una “exactitud similar a la del reloj”, para ello debían recibir un adiestramiento basado en la disciplina, ya que “la más ligera pérdida de disciplina conducía a la barbarie”.196 El historiador español Andújar Castillo señala que en estos cuerpos militares:

“... la disciplina se cimentaba sobre un cuidadoso sistema de instrucción en el que los movimientos se realizaban con tal precisión que permitiría alcanzar luego en el campo de batalla una gran movilidad táctica y concebir el combate como una cuestión en la que el método era lo esencial”.197

Es un período histórico en el que se establecen las formaciones militares para los regimientos, predominando la de orden cerrado, donde los integrantes de la tropa se agrupan codo a codo y en filas sucesivas disparan y se dejan matar disciplinadamente, ejemplificando en su crudeza el prototipo occidental de hacer la guerra.198 Fue aquí cuando España no quiso permanecer al margen de los adelantos del ejército prusiano y abolió los tradicionales tercios para adoptar la formación en regimientos.

Aunque la monarquía española había iniciado el siglo XVIII reformando el ejército en base al modelo francés, durante el reinado de Carlos III, se decidió reorientar los cambios hacia el modelo prusiano, como lo reflejan las Ordenanzas Militares de 1768 donde prácticamente se sigue este

196

Francisco Andújar Castillo. Ejércitos y militares en la Europa moderna, Madrid, España, Editorial Síntesis, 1999, p. 65. Ibid. 198 Martínez Teixidó, Antonio. Enciclopedia del arte de la guerra, Madrid, España, Editorial Planeta, 2003. Tras las guerras napoleónicas gradualmente la discusión entre los partidarios de la línea y de la columna como formaciones básicas se había ido inclinando a favor de estos últimos, pues Napoleón había evidenciado la potencia de choque que podía tener la columna frente a la artillería. 197

prototipo al pié de la letra.199 La asunción del prototipo militar prusiano en el ámbito hispano y novohispano se tradujo también en el carácter aristocrático de la oficialidad que dirigía los ejércitos. De ello dan cuenta tanto Andújar Castillo para España como Christon Archer, respectivamente. Textualmente señala el primero:

“El ejército se transformaría en el decurso del siglo XVIII en una institución de carácter nobiliaria, cerrada sobre sí misma e infranqueable para todo aquel individuo ajeno al estamento noble. La política borbónica de ennoblecimiento de la milicia obtuvo como resultado no ya la plena incorporación de la nobleza sino lo que es más, la formación de un auténtico estamento militar identificado con el estamento nobiliario”.200

Para el ámbito novohispano, el historiador Archer señala que a fines de la década de 1780 y a raíz de las reformas borbónicas y particularmente con la introducción del sistema de intendencias hacia 1786 se recibió a un nuevo grupo de administradores peninsulares poderosos que debían imponer “su propia autoridad personal y establecer una nueva estructura gubernamental... muchos de estos funcionarios provenían directamente del ejército español, le impondrían un carácter particularmente disciplinado a sus nuevas tareas”.201

199

Francisco Andújar Castillo. Los militares en la España del siglo XVIII. Un estudio social, Madrid, España, Universidad de Granada, 1991, p. 59. 200 Ibíd., p. 157. 201 Christon Archer. El ejército en el México borbónico, 1760-1810, México, D.F., Fondo de Cultura Económica, 1983, p. 141.

En gran medida, este modelo de ejército, fue imitado a escala regional. En opinión de Octavio Herrera entre 1810 y 1821 Joaquín de Arredondo202 garantizó el predominio realista en las Provincias Internas de Oriente y aseguró una década de férreo control militar en la región.203

Un ejemplo significativo de la eficacia con que Joaquín Arredondo eliminó la amenaza insurgente en Nuevo León fue la persecución al indio insurgente Juan Candelario de la Cruz. Se trató de un caudillo indígena quien encabezó a indios ayaguas y garzas en el norte del estado, específicamente en Vallecillo, donde reunió centenares de indígenas e incluso participó con José de Herrera en el ataque a Monterrey el 3 de julio de 1813, causando alarma en la población. A la llegada de Arredondo comisionó a varios subalternos para que lo persiguieran siendo aprehendido, juzgado y fusilado en Monterrey en noviembre de 1814.204

Con una comandancia ampliamente vinculada al realismo y con todos los desplantes que Arredondo, el virrey del norte había hecho sufrir a los liberales regiomontanos, ¿Cómo iba a sobrevivir a la independencia la figura de la comandancia? Aun con todo el recelo que podrían tenerle, sabían que era necesaria la presencia militar, solo que iban a luchar gradualmente para que respondiera ya no a los intereses el centro, sino a los de emergente elite regional. Pero vayamos con calma, ya que esto no iba a ser fácil. Con la salida de Arredondo, la responsabilidad de cubrir su papel político correspondió a Gaspar López uno de los hombres de confianza de Agustín de Iturbide a quien correspondió liderar la región durante los dos años siguientes. 202

Joaquín de Arredondo era oriundo de Barcelona (1778) e hijo del prominente militar español y caballero de Calatrava y teniente general de los Reales Ejércitos don Nicolás de Arredondo y Pellegrín. Fungió como Comandante de las Provincias Internas de Oriente y debido al férreo control militar que ejerció fue conocido popularmente como “el Virrey del Norte”. Ante la consumación de la independencia huyó a la Habana, Cuba, en 1822, donde permaneció hasta su muerte ocurrida en 1837. 203 Octavio Herrera Pérez. “Joaquín de Arredondo y el predominio realista en las Provincias Internas de Oriente, 18101821”, en Memorias de la Academia Mexicana de la Historia, t. XXXV, México, D.F., Academia Mexicana de Historia, 1992, p. 43-78. 204 Mario Treviño Villarreal. San Carlos de Vallecillo. Real de Minas, 1766-1821. Monterrey, N.L., Archivo General de Nuevo León, 1987, p. 67.

Le sucedió Felipe de la Garza en cuyo período el Congreso de la República determinó que la sede de la comandancia estuviera “donde resida el comandante” garantía en merced de la cual terminaba el conflicto por la sede fija de la misma asumiendo ésta una categoría itinerante hasta 1826 en que el gobierno general dispuso la sede en la villa de Palafox, al norte del actual Laredo, en Texas.

b) Aquí aparece un segundo rasgo que debemos destacar de la comandancia y tiene que ver con el financiamiento, aspecto desde luego imprescindible para garantizar la eficacia de los cuerpos militares destacamentados en la frontera. Correspondió a Felipe de la Garza instrumentar el primer esquema de financiamiento de la comandancia con los recursos económicos provenientes de los puertos recién habilitados en el litoral de Tamaulipas: Soto La Marina, Matamoros y Tampico. Aquí lo interesante es que aparece un nuevo mecanismo de financiación de las tropas de la comandancia. Ya no se trata de soldados presidiales a cargo de la Real Hacienda, sino que ahora en plena época de la apertura comercial de la región a través de sus puertos, estos a través de sus aduanas, se convierten en los mecanismos que van a financiar los ejércitos.

Este nuevo especto, el de la financiación del ejército no fue un asunto menor. Resulta evidente que de forma gradual estas tropas ya no responderían a los intereses de las autoridades del centro sino a quien mantuviera el control de las aduanas. Por ello a partir de ese momento el control de las aduanas fronterizas estuvo vinculado al control militar de la zona, dando un margen de maniobra política para los actores locales que buscaron su control. Sin embargo el nuevo mecanismo de financiamiento no resultó eficiente de manera inmediata. A de la Garza, le sucedió en el cargo José Bernardo Gutiérrez de Lara quien ocupó la comandancia de los Estados Internos de Oriente a mediados de 1825, período en que enfrentó numerosas dificultades para poder financiar sus operaciones teniendo prácticamente como única fuente de financiamiento a la aduana de Matamoros.

Otro militar de primer orden le sucedió en el cargo, se trató de Anastacio Bustamante quien arribó a la región hacia 1826 e instaló su cuartel general en Laredo, Texas. Bustamante trató de corregir el desorden aduanal prevaleciente en la aduana de Matamoros cuyos escándalos de corrupción llegaban hasta la ciudad de México. Sin embargo, las turbulencias de la política nacional le obligaron a entregar la comandancia al militar tamaulipeco Felipe de la Garza al que luego sucedería Manuel de Mier y Terán. Éste entraría en conflicto con Felipe de la Garza por el control de Tamaulipas y por que este último apoyaba a Francisco Vital Fernández, influyente político tamaulipeco que había organizado en esta entidad las milicias cívicas.

Sin embargo, fue Mier y Terán205 el que diseñó el esquema más acabado de fuerzas militares en el noreste de México, se componía de un general en jefe, al frente de la comandancia general, de dos ayudantes de inspectores, un comandante general inspector, dos ayudantes inspectores, dos batallones de infantería, un regimiento de caballería y una compañía de artilleros. Adicionalmente, contaba con dos compañías volantes de caballería permanente en Tamaulipas, una compañía presidial de caballería permanente en Nuevo León, cuatro más en Coahuila y tres en Texas. Además, estaban tres compañías activas repartidas en Nuevo León y Coahuila según datos de Vicente Filisola.206

Herrera Pérez coincide en que se trata del máximo despliegue de tropas ocurrido en el noreste durante el período analizado.207 c) El tercer rasgo que queremos destacar de este cuerpo militar es el que tiene que ver con un cambio en los esquemas de administración del ejército, se trata de la aparición 205

Manuel de Mier y Terán fue un ingeniero nacido en la ciudad de México en 1789. Había estudiado en el Colegio de Minería. Se distinguió en varias acciones de armas a favor de la independencia de México. Fue nombrado ministro de guerra en 1824 y director de la Comisión de Límites entre México y los Estados Unidos en 1827. Desilusionado de los fracasos para controlar militarmente la frontera y por problemas personales se suicidó en Padilla, Tamaulipas, en 1832. En su honor, la villa nuevoleonesa de La Mota se erigió como General Terán en 1851. 206 Vicente Filisola. Historia de la guerra de Texas, v. I, México, D.F., Editora Nacional, 1969, p. 468-477. 207 Octavio Herrera Pérez. “Estructura y funcionalidad del Ejército Mexicano en la línea del Río Bravo, 182l-l846”, en Memorias de la Academia de la Historia, correspondiente a la Real de Madrid, México D.F., 1993, p. 80.

de la figura de los “inspectores” que aparece reiteradamente en la oficialidad de la comandancia dando idea del rol de vigilancia y supervisión que los jefes ejercían sobre la tropa. Este no es un cambio menor, sino que nos habla de las transformaciones que se están produciendo en el ámbito militar con la idea de consolidar una administración centralizada del ejército. Los inspectores eran los responsables de “revistar” en forma periódica el estado en todos los órdenes de los regimientos, es decir el control de las tropas, de soldados y de oficiales, ver sus condiciones de salud, el estado del armamento y evitar la deserción.208

Este nivel de militarización del espacio estudiado para fines del XVIII y principios del XIX parece inaugurar un periodo en que la guerra gradualmente se estatiza, es decir genera la formación de todo un cuerpo militar controlado y vigilado por el Estado, es sobre este horizonte donde intentamos caracterizar el accionar y la funcionalidad de la Comandancia de las Provincias Internas de Oriente asentada en Monterrey.

Sin embargo los proyectos de estatización de la guerra y la forma en que esta influía en la organización del espacio y la disposición de los cuerpos no siempre resultaba tan efectiva. Las autoridades locales y desde luego los vecinos, que tenían una experiencia acumulada de por lo menos doscientos años de lidiar con liderazgos militares que constantemente les exigían cuotas y cooperación, no siempre voluntaria van a jugar un rol fundamental en el agotamiento de la comandancia, aunado desde luego al hecho de que “el asunto de Texas” estaba tomando dimensiones insospechadas.

En el caso de la comandancia oriental que venimos estudiando, no siempre fueron militares de primer nivel los que la encabezaron, para 1832 a consecuencia del suicidio de Mier y Terán recayó el mando en el general Ignacio Mora, hombre desconocido en la región y de escasa iniciativa militar. 208

Francisco Andújar Castillo. Ejércitos y militares en la Europa moderna, Madrid, España, Editorial Síntesis, 1999, p. 93.

Fue relevado por Vicente Filisola, general de origen italiano que había integrado el ejército realista y secundado el Plan de Iguala. Filisola enfrentó numerosos desafíos económicos y políticos para mantener en pie la comandancia de los Estados de Oriente y finalmente pidió un salvoconducto y se retiró a Monterrey aludiendo problemas de salud. Para este tiempo, el presidente Santa Anna decidió encabezar la Primer Campaña de Texas (1835-1836) integrando para ello el denominado Ejército de Operaciones sobre Texas, entidad en que quedaron fusionados los jefes y la tropa que era parte de la comandancia, quedando ésta completamente integrada a este cuerpo militar expedicionario.

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SALVADOR TREVIÑO, S. J. -El padre Salvador Treviño es originario de la ciudad de Chihuahua donde nació en el año de 1939. - Los estudios primarios, de secundaria y de bachillerato los cursó en el Instituto Regional de los Padres Jesuitas de esa ciudad. - Ingresó a la Compañía de Jesús donde se ordenó de sacerdote. - Es licenciado en antropología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. -Actualmente pertenece al Seminario de Vida Cotidiana del Colegio de México en la ciudad de México. -Es investigador del Archivo Histórico de la Compañía de Jesús en México. CHIHUAHUA-PASO DEL NORTE-SANTA FE NUEVO MÉXICO. UNA SOCIEDAD CASTRENSE Y SU ENTORNO. 1810-1840. Con el deseo de ilustrar un poco más, a manera de crónica, el Camino Real de Tierra Adentro, tema tan apreciado por investigadores de la frontera norte de México y del sur de la Unión Americana, me ha parecido bien abordar lo anterior a tres décadas, de 1810 a 1820, de 1820 a 1830, y de 1830 a 1840, haciendo referencia al principio a los antecedentes de 1800 a 1810 y al fin clausurando esta crónica con los fastos acontecimientos entre 1840 y 1845, en total cuarenta y cinco años, prestando relevancia particular a la presencia de una sociedad y de un ambiente castrense que en parte explica, me parece, el talante de aquella vida cotidiana, lo cual se va a completar teniendo en cuenta el entorno socioeconómico y político de aquella época. Es preciso añadir que el eje de toda esta información parte de los eventos que se registraron en la Villa de Chihuahua donde estaban presentes, de manera destacada, gente ya del Presidio del Paso del Norte como de la Provincia del Nuevo México. Fuentes para esta crónica castrense son: el Protocolo Notarial de la Cd. de Chihuahua, el Archivo Histórico de la Presidencia Municipal de esa ciudad, los registros matrimoniales de la entonces Parroquia de la Villa de Chihuahua, de todo lo cual se dará más por menor al final de este estudio. Además consulté las obras tan conocidas de don Francisco R. Almada como son sus Gobernadores del Estado de Chihuahua, su Diccionario de Historia, etc. finalmente, también me serví de los Southwestern Journals de Adolph Bandelier (1880-1882 y 1885-1888) editados y anotados por Charles H. Lange y Carroll L. Riley. Publicación hecha por The University of New Mexico, Press, 1966.

ANTECEDENTES 1800-1810 Desde 1776 Carlos III había expedido una Real Cedula erigiendo las llamadas Provincias Internas de Nueva España independientes del virreinato novohispano; esta nueva demarcación comprendía la Nueva Vizcaya, el Nuevo México, Coahuila, Texas, las Californias, Sonora y Sinaloa. Su primer titular y comandante fue don Teodoro de Croix. Ya desde entonces se van a crear tres cuerpos de milicia que después tendrán mucha presencia e influencia y que empezarán a conformar el ambiente castrense de nuestro estudio, ellos fueron: los Dragones Provinciales del Príncipe, con asiento en la Villa de Chihuahua, -los Dragones Provinciales de San Carlos, con asiento en Parral, -los Dragones Provinciales de Santa Rosa con asiento en Cusihuiriáchic. El cometido que fue encargado a don Teodoro de Croix se puede decir que fue el que siempre estuvo presente a través de aquellos años en el actuar de los Comandantes Generales, a saber: -mejorar las milicias locales, -fundar pueblos nuevos en lugares estratégicos y unificar las operaciones de las tropas de los presidios. Dentro de la Nueva Vizcaya, ámbito territorial de nuestro interés se localizaban precisamente los presidios siguientes: Janos, San Buenaventura, el del Norte, el Carrizal, San Eleazario, el del Príncipe y San Carlos. Adentrándose ya en este periodo antecedente de nuestra crónica aparece el Sr. Mariscal de Campo don Pedro de Nava como titular ahora de las Provincias Internas, quien termina su gestión en noviembre de 1802. Le sucede el Sr. Brigadier don Nemesio Salcedo, quien aparte de su gestión como militar alertó a sus superiores sobre los deseos de los angloamericanos de invadir Texas, preludio de lo que va a suceder en 1835. Además y dentro ya del entorno social de esos años don Nemesio Salcedo promovió la vacuna contra la viruela y se apoyó en los trabajos del doctor Jaime Gurza director del Hospital Militar de la Villa de Chihuahua. En el aspecto político y de gobierno este señor Brigadier removió como Gobernador del Nuevo México a don Joaquín del Real y Alencastre, decisión que toca de lleno a nuestro tema del Camino Real de Tierra Adentro. Todo lo cual se completa con la fundación que hizo Salcedo de una Academia Militar para la preparación de cadetes de las Compañías Presidenciales. Otra condición que ilumina y perfila más este periodo antecedente es el movimiento poblacional que se daba entre la Nueva Vizcaya y el Nuevo México donde participaban familias que emigraban de un lugar a otro. Tal es el caso de la familia Horcasitas que pasa del Presidio de San Elizario a la Villa de Chihuahua. Don Ramón Horcasitas, casado con doña Margarita Santa Cruz y Soledad Horcasitas son personas que aparecen en los libros parroquiales del curato de Chihuahua, ya en los registros de bautizo como en los de matrimonio y también de defunción a través de la primera década del Siglo XIX. Hago referencia al matrimonio de la última, Soledad Horcasitas cuando casa con el señor Armero del Rey

Juan Ignacio Hernández-también de San Elizario- el año de 1809. Ella decía ser hija de don Francisco Horcasitas y doña Rita Bernal. Parte importante de aquel ambiente castrense que relatamos lo constituían las llamadas Compañías Volantes “de la expedición de estas fronteras”, como se decía entonces, la primera tenía como sede el Presidio de Guejuquilla del que era capitán Antonio Ronquillo, la segunda Compañía Volante estaba destacada en el Presidio de Namiquipa del que eran soldados efectivos Juan Nepomuceno Herrera y José de Avalos, la tercera se localizaba en el Presidio de San Francisco de Conchos en donde eran soldados carabineros Juan José Hernández y Albino Armendáriz y donde había también una Compañía de Lanceros, finalmente una cuarta compañía se asentaba en el Presidio de San Pablo (Meoqui) donde prestaban su servicio los soldados Rafael Márquez y Ramón Campa. Otras Compañías Volantes estaban situadas en lugares más lejanos por ejemplo en el Presidio del Carrizal- al sur de la actual Villa Ahumada donde moraban al capitán Valentín Moreno y su esposa Isidra de Arnero. Para estos primeros años del Siglo XIX y como ejemplo tanto de movimiento poblacional como de vecindad militar nos queda el registro matrimonial –en la Villa de Chihuahua- de don Vicente García, vecino del Presidio de Santa Fe Nuevo México, hijo del capitán don Antonio García y de doña Inés Sandoval, para casar con Aniceta de Castro, en diciembre de 1801. Con lo anterior cerramos los fastos antecedentes a la primera década que nos hemos propuesto reseñar en relación al Camino Real de Tierra Adentro. PRIMERA DÉCADA 1810-1820. CRÓNICA. Estos años fueron marcados por el evento del Grito de Independencia y la muerte de Hidalgo y compañeros en la Villa de Chihuahua. todo lo cual llevó anejo el que el norte de la Nueva España quedara, en parte, un poco más a su suerte. El Brigadier Nemesio Salcedo sigue al frente del gobierno y va a resignar su puesto en julio de 1813 en la persona del señor Mariscal Bernardo de Bonavía y Zapata. Para octubre de ese mismo año el gobierno de la Nueva Vizcaya recaía en el Mariscal de Campo Don Alejo García Conde. Relatados estos sucesos, insoslayables, volvemos a la historia regional de esta década en relación al Camino Real de Tierra Adentro. Entre otros sucesos que cambiaron el rumbo de la historia de México, destaca, para estos años el que la Constitución de Cádiz –marzo de 1812- abolía el pago de tributos y el repartimiento de indios, medidas que serán implantadas después y que afectaron en buen medida la vida cotidiana de entonces.

En lo que respecta a nuestra crónica, desde el año de 1811 aparece el capitán Simón Elías González como Teniente de Gobernador de la Provincia del Nuevo México. Había un comercio activo en esta provincia gracias al interés del Teniente Coronel Don Pedro Armendáriz quien auspiciaba esta actividad. En lo que se refiere al movimiento poblacional de toda esta zona queda como testimonio inapreciable un registro matrimonial en la Villa de Chihuahua; corresponde al enlace de don Juan García Ruiz “del Presidio de Santa Fe Nuevo México” para casar con doña Faustina Trespalacios; aparece como padrino don José Félix, hermano de ella, el 25 de marzo de 1810. Este registro matrimonial tiene además el siguiente interés, el padrino, José Félix Trespalacios va a realizar pocos años después – en 1814- el más serio de los movimientos a favor de la independencia en la Villa de Chihuahua en unión de Juan Pablo Caballero y del Teniente Gaspar de Ochoa, cosa que no llegó a su fin por una delación inesperada. Quedan también registrados otros movimientos de población entre Santa Fe Nuevo México y la Villa de Chihuahua en diversas actas matrimoniales del curato de esta villa. Paso a relatar esto. Don José Mariano Calles, de Santa Fe, hijo de don José Andrés y de doña Josefa Cálves, casa con doña Anacleta Fraire, 26 de julio de 1815. Don José María Arce, Teniente de la Segunda Compañía Presidial, de Santa Fe, casa con doña Justa Pastor de Uranga, de la Provincia de Texas, el 24 de febrero de 1818; registro que involucra a vecinos de Texas y que amplía el ámbito de relación de aquellas personas. Finalmente el matrimonio de José Rafael Sandoval, de Santa Fe, hijo de don Antonio Sandoval y de doña María García de Noriega para casar con doña Francisca Trillo, 10 de mayo de 1818. Este registro tiene el interés de mencionar a la familia García de Noriega presente ya en los fastos del Nuevo México desde los años de 1680 cuando don Diego de Vargas Zapata Luján se titulaba Conquistador del Nuevo México. Decimos que con la revuelta y lucha insurgente estos territorios del norte de la Nueva España había quedado más a su suerte, lo cual se reflejó ante todo en un ver por la propia subsistencia y el asegurarse que la Real Alhóndiga estuviera bien provista; además tuvo lugar una promoción de ciertas industrias, por ejemplo hubo un aumento en el número de telares de la Casa del Obraje en la Villa de Chihuahua, a la vez que se impulsó la fabricación de algunos artefactos de cobre como serían las puntas de lanza utilizadas en la lucha contra los indios. Dentro también de este desarrollo material pudiéramos mencionar el que da inicio y se funda la Casa de Moneda en enero de 1811, con don Ramón Peimbert como jefe ensayador. De las listas de familias que moraban en los diversos barrios de la Villa de Chihuahua mencionamos la de don Mariano Islas y la de don Antonio de Castro Mascarenas quienes aparecían como “artesanos en la moneda”.

Todo lo anterior benefició tanto a la Nueva Vizcaya como al Nuevo México, ya que entre este año de 1811 y el de 1814 se acuñaron casi cuatro millones de pesos, el señor comandante de armas Teniente Coronel Don Antonio García Tejada era el encargado de asegurar los convoyes de pesos acuñados que salían de la villa, siempre apoyado por el Gobernador Intendente que ahora lo era el Mariscal Don Alejo García Conde. Esta primera década que historiamos, de 1810 a 1820 quedó marcada pues por la efervescencia de la insurgencia la cual coadyuvó a una mayor interrelación entre los moradores de los diversos presidios. Muestra y prueba de lo anterior son también las Informaciones Matrimoniales que se conservan del archivo parroquial en la época de varios vecinos del Presidio del Paso del Norte que llegaban a la Villa de Chihuahua y ahí contraían matrimonio. Paso a relatar algunas de ellas. Salvador Durán, de allá, hijo de Juan Durán y de Rosa Muñoz que casa con María Rosa Quiróz, 26 de septiembre de 1815. Don Antonio del Real y Alencastre para casar con doña Antonia Calles, 19 de enero de 1818. Acta esta que tiene el interés que el pretenso era de la familia del ex Gobernador del Nuevo México don Joaquín del Real Alencastre quien había sido removido de su puesto por el Comandante don Nemesio Salcedo como habíamos visto. Finalmente el matrimonio de don Gregorio de Anchondo con doña Josefa Uranga y Aguirre –de aquel presidio- del 24 de febrero de 1818. Terminamos este movimiento poblacional entre los diversos presidios y la Villa de Chihuahua haciendo referencia al Presidio de San Elizario y al de San Francisco de Conchos. El registro matrimonial eclesiástico del capitán José Higinio Muñoz, hijo de don Anastasio M. y de doña Juana Rita Montes de Oca, asienta que esta familia procedía de San Elizario; él va a casa con doña Nieves Arregui el 8 de abril de 1813, andando el tiempo procederán de ellos don Laureano y don José Eligio Muñoz que fueron gobernadores del Estado de Chihuahua, y tuvieron actuación destacada en la historia local. Respecto a los soldados y vecinos y vecinos del Presidio de Conchos sabemos que Albino Armendáriz, carabinero de la Compañía de Lanceros va a casar con doña María de Jesús Puebla el 15 de agosto de 1816. Antonio Rivera casa con Guadalupe Hernández Perea el 19 de noviembre de 1816 y finalmente José Antonio Gardea contrae matrimonio con Ignacia Martínez el día 24 de enero de 1817. Ponemos fin a esta primera década y su crónica asentando que empieza a aparecer nuevos nombres y nuevos rostros en la sociedad de la Villa de Chihuahua que después participarán activamente en la vida cotidiana de toda esa zona territorial. Principiamos con la familia Doporto representada por don Ventura y don Toribio, padre e hijo; despues aparece la familia Cuarón, integrada por don Francisco y doña Agustina Suárez; también está presente con mucha nota la familia Hinojos formada por don Mariano Hinojos y su hermana doña Manuela; este señor era Primer Oficial de la

Comandancia de Provincias Internas y su hermana estaba casada con el Teniente Coronel Don José Antonio de Arce padres del Gobernador Arce de los primeros que tuvo el Estado de Chihuahua. Otra familia de mucha actividad para estos años fue la de los Zubirán integrada por don Alejandro y don Pablo, todos ellos en buena relación con el franciscano fray Joaquín de Arenas quien figuraba por aquellos años como Capellán del Hospital Militar en la villa. SEGUNDA DÉCADA 1820-1830. CRÓNICA. Esta segunda década va a quedar señalada y caracterizada casi desde sus inicios por dos acontecimientos que cambiaron de raíz la historia de México, el primero, la consumación de la independencia por Agustín de Iturbide en septiembre de 1821, y el segundo el inicio de México como República Federal Independiente en 1824. Brevemente apunto y recuerdo los siguientes fastos; - en julio de 1823 el Congreso Nacional en la ciudad de México emite un decreto a través del cual la Nueva Vizcaya quedaba dividida en dos Provincias, la de Durango y la de Chihuahua, en las cuales habría una Diputación Provincial; - el día 11 de agosto de ese mismo año es nombrado don Mariano Horcasitas primer Jefe Político de la nueva Provincia de Chihuahua; el día 31 de enero de 1824 el mismo Congreso Nacional en la ciudad de México expide el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana. Ahora México es una República Representativa Federal, dividida Estados de la Federación. – El día 6 de julio de ese mismo año Chihuahua es creado Estado de esa Federación y su primer gobernador será don José de Urquidi desde el día 8 de septiembre. Cambios tan de raíz y tan profundos poco a poco fueron asimilados por los moradores de los antiguos Presidios y localidades del Camino Real de Tierra Adentro; por lo pronto empiezan a aparecer en la Villa de Chihuahua y con influjo en otras demarcaciones desde los principios de esta década nuevas personalidades que pocos años después van a tomar parte activa en la vida cotidiana, política y social de esta zona y región. Proporciono como ejemplo a los dos siguientes personajes, don Rudecindo González Rey y don José Ma. Sánchez Pareja. Don Rudecindo era Alférez de la Primera Caballería del Mezquital, se había avecindado en la Villa de Chihuahua y contraído matrimonio con ella con doña Francisca del Valle hija de don Francisco Jerónimo del Valle Capitán de Dragones Provinciales del Príncipe, en septiembre de 1820. Pocos años después don Rudecindo González Rey aparecía como Vicegobernador del Estado de Chihuahua. Por su parte don José Ma. Sánchez Pareja provenía de la antigua Nueva Galicia y era Teniente de la Compañía de Granaderos del Batallón de Zacatecas, el cual va a casar con doña Josefa Maceyra

el 22 de julio de 1822. Ya para ese año él era un activo comerciante entre esos dos lugares, Chihuahua y Zacatecas. Don José Ma. Llegará a ser después Gobernador del Estado de Chihuahua. La presencia de estos personajes y la de otros que después referiremos sugiere un movimiento poblacional más amplio y general de otras zonas de la Nueva España con la Nueva Vizcaya y el Nuevo México. Mientras el amplio foro de la Nueva España se resquebrajaba y era afectado por los acontecimientos descritos y el moviendo poblacional se incrementaba y diversificaba, las latitudes del norte seguían su ritmo vital y EL Camino Real de Tierra Adentro continuaba sus actividad aunque ya con presagios de nuevas circunstancias y nuevas situaciones. La historia regional del norte conserva los siguientes fastos que iluminan el aspecto de interacción social de la vida de entonces. Son José Ma. Porras contrae matrimonio don doña Josefa de la Riva – del Presidio de San Elizario- hija del capitán Manuel y de doña Rosa Casanova, Chihuahua, 14 de diciembre de 1821. Don Simón de Ochoa,- quien había sido Alférez Real de la Villa de Chihuahua,- viudo de doña Petra Santa Cruz, casa con doña Paz García de Tejada hija del señor comandante don Antonio de de doña Trinidad de la Concha, Chihuahua, 25 de marzo de 1825. Juan Arroyos, del Presidio de San Elizario, hijo de Antonio y de Casilda Escageda, casa con Dolores de Arce, expuesta en casa del Sr. Teniente Coronel José Antonio Arce, 14 de marzo de 1827. Francisco Colombo, cabo del Paso del Norte, hijo de don Luis y de doña Josefa Alvidrez casa con Concepción Armendáriz, Chihuahua, 30 octubre de 1827. El señor licenciado don Victoriano Guerra Asesor General del Estado casa con doña Rosa Uranga y Aguirre, 25 de febrero de 1827. este licenciado tenía la particularidad de proceder del antiguo reino de la Nueva Galicia y representa el ambiente de los nuevos tiempos sobre todo ahora que el nuevo Estado de Chihuahua había quedado independiente en lo judicial de Guadalajara pues había creado un Juzgado de Segunda Instancia en él. Tanto la creación del nuevo Estado de Chihuahua – 6 de julio de 1824- como la situación del Territorio del Nuevo México con su Jefe Político Interino Manuel de Armijo- en 1828- tendrán una nueva condición política y social donde los nuevos gobernadores marcarán la pauta en la vida civil para aquellas demarcaciones; y como el Camino Real de Tierra Adentro cruzaba esos ámbitos geográficos, por fuerza salía afectado con todo lo que iba aconteciendo. Para más claridad e información vamos a recordar la lista de los Gobernadores del Estado de Chihuahua desde 1824 hasta 1830, mencionando aun los Interinos, ellos fueron: José de Urquidi, José Antonio Arce, Simón Elías González, José Antonio Ruiz de Bustamante, José Isidro Madero, José Ma. Sánchez Pareja, Mariano Horcasitas y Pedro Olivares. Sorprende el número de ellos en tan poco tiempo, lo cual se debía a las situaciones de emergencia ya de cambio político ya en relación con los amagos de los indios.

Respecto al ambiente castrense que destacamos en estas décadas hay que asentar que todo esto siguió delante pero con diversas modalidades; por ejemplo en 1825 son suprimidas las Compañías Volantes por la Secretaría de Guerra en la ciudad de México, en cambio fueron creadas las Comandancias Generales de las cuales su primer titular en la ciudad de Chihuahua va a ser el coronel Gaspar de Ochoa. Con esta ocasión le va a tocar el Gobernador Elías González el reorganizar las Milicias Cívicas el año de 1826. Dos años después en 1828 aparecía como nuevo Comandante el Coronel Don José Santa Cruz. Terminamos de reseñar esta segunda década haciendo mención de los cambios socio-culturales que ocurrieron sobre todo en la ciudad de Chihuahua pero con amplia irrigación en otras zonas. Dentro de un ambiente de más libertad y cultura aparecen dos eventos dignos de mención, el primero, que el año de 1826 Rafael Núñez introduce la primera imprenta, y el segundo que el Gobernador Arce declara la abolición de la esclavitud en el Estado. Poco después acontece la expulsión de los españoles con el consiguiente trastorno económico. Al respecto es interesante el comunicado que hacía Manuel de Armijo, entonces Jefe Político Interino del Territorio del Nuevo México, al Sr. Ministro de Relaciones Exteriores en la ciudad de México sobre la presencia de aquel territorio de ciertos y su expulsión; menciona a dos frailes franciscanos, fray Teodoro de Alcina y fray José de Castro, y a los vecinos Antonio Jiménez y Antonio Pérez. Digo que esto es interesante pues retrata la mentalidad de la época del interrogatorio que se hace a los prisioneros, del cual extracto lo siguiente: Si reconocen a la Nación Mexicana como independiente de otra nación extranjera, la cual es libre y soberana en sí misma; si reconocen que su sistema de gobierno es popular y representativo y federal, etc., papeles que están fechados en la ciudad de Santa Fe Nuevo México el día 5 de febrero de 1828. (1) Dentro todavía de este mismo tema de la expulsión de los españoles pero más en relación con los trastornos económicos que generó, menciono –como paliativo- la asociación que hizo don Mariano Horcasitas con su cuñado don Bernardino Gómez del Campo para iniciar un giro económico y comercial que tuvo influencia no solo en la ciudad de Chihuahua sino también en otras partes del Estado. Otro evento de tipo cultural que tiene lugar en esos años va a ser el que la escuela oficial para varones va a recibir nuevo impulso gracias a su director el Sr. Pbro. Don Antonio Cipriano de Irigoyen que andando el tiempo será el Instituto Científico y Literario de Chihuahua. Otro fasto digno de mención en esos años va a ser que da inicio el auge minero de lo que despues será conocido como Guadalupe y Calvo. En la ciudad de Chihuahua aparecía como encargado de la Casa de Ensaye don (1) Archivo General de la Nación, México. Gobernación, Siglo XIX. Expulsión de españoles, Vol. 19, exp. 6º. Fol. 181.

Antonio Macharrás el año de 1830. Desgraciadamente empiezan a ser expoliados de sus tierras los pueblos de indios en beneficio de particulares, cosa que sin duda animó a aquellos a responder y defenderse y empezar las represalias; por ejemplo loas hostilidades de los comanches contra Paso del Norte. Así termina esta década con un sombrío presagio de lo que va a suceder en los años siguientes. TERCERA DÉCADA 1830-1840. CRÓNICA. Estos años están presididos por cuatro acontecimientos que influyeron en gran medida la historia y la crónica que relatamos, los dos primeros son de carácter más general y nacional, la adopción del Centralismo como forma de gobierno y la pérdida de Texas; los otros dos acontecimientos tuvieron repercusión local y en su medida cimbraron la estabilidad del Camino Real de Tierra Adentro: el asesinato del Gobernador de Nuevo México Coronel Albino Pérez y la insurrección general de apaches y comanches en casi todo el Estado de Chihuahua. Otro suceso que empieza a pervadir toda la República Mexicana es el inicio de los dos grandes partidos políticos de México de mediados y fines –casi-del Siglo XIX, los Conservadores y los Liberales. Dentro ya de nuestra década e historia más particular hago mención al inicio de este relato de los Gobernadores del Estado de Chihuahua que tuvieron inferencia más particular en todo esto: Simón Elías González, José Andrés Luján, José Rafael Revilla, José Ma. Sánchez Pareja y José Joaquín Calvo. El movimiento poblacional y de relación con Paso del Norte y con Santa Fe Nuevo México seguía en actividad, así lo muestran los siguientes registros matrimoniales en la ciudad de Chihuahua. Primero veremos lo del Paso del Norte. Don Julián Bernal, diputado de allá, viudo de doña Francisca Provencio, casa con doña Margarita Valenzuela, 9 de septiembre de 1833. Casa don Eusebio Cuarón, viudo de doña María Provencio, de allá, hijo de don José Cuarón, con doña Santos Ramírez, padrino, Mariano Cuarón, 19 de julio de 1836. Don Manuel Landa y Villa casa con doña María Guereque, de allá, hija de Juan José Guereque, 3 de junio de 1838. Sigue ahora la relación con Santa Fe. Casa Martín de Irigoyen, de allá, hijo del homónimo, que se titulaba Armero del Rey, y de doña María de la O, con Encarnación Alarcón, 13 de enero de 1834. Máximo Labrada casa con Dominga de Ibave, de allá, hija natural de Clara Archuleta, 7 de abril de 1834. Si vemos ahora el ambiente castrense de nuestro interés, nos enteramos que en el año de 1831 aparecía como Comandante General en la ciudad de Chihuahua y el territorio de Nuevo México el entonces capitán José Joaquín Calvo. Por su parte el militar Mauricio de Ugarte ese mismo año de 1831 era Teniente de la Compañía Activa de Chihuahua, y el año siguiente era ya Jede de la Compañía

Presidial del Paso del Norte; después de cortas instancias en otros lugares regresa a esa demarcación del Paso y el año de 1835 es su Jefe Político, cargo que tendrá hasta el año de 1837. Dicho ambiente castrense se va a ver exacerbado a través de casi toda esta década con la insurrección general apache. Los mencionados Gobernadores del Estado tomaron parte aun más activa ante esta situación, así, el año de 1834 don José Ma. Sánchez Pareja siendo Vicegobernador obligó a los sirvientes y peones de haciendas y ranchos a ir personalmente contra los indios; por su parte don Rafael Revilla estableció recompensas económicas para las familias que hubieran perdido alguno de sus miembros en esa lucha. El año de 1836 el Gobernador José Andrés Luján creó e impulsó una nueva milicia de civiles armados para ir contra las incursiones de comanches que se atrevían a presentarse y llegar aun a las inmediaciones de poblaciones más nutridas y avecindadas. Finalmente se asienta que en año de 1837 el Coronel Simón Elías González atacó y persiguió a los indios mimbreños auxiliados por el Teniente Coronel Ronquillo. Desolador ambiente que afectó de raíz al Camino Real de Tierra Adentro y que ocasionó que un la sociedad civil se pusiera en pie de guerra ante tal emergencia. Ya habíamos hecho referencia a otro acontecimiento que afectó de manera considerable a dicho Camino Real, que fue la muerte del Sr. Gobernador del Nuevo México Coronel Albino Pérez. El editor de los Southwestern Journals de Adolph F. Bandelier trae una lista de información biográfica de los principales personajes que aparecen en esos diarios y uno es precisamente este Gobernador; de ahí tomo la siguiente información. Fue coronel del ejército mexicano y es enviado al Nuevo México desde el año de 1835. Llegó para promover una constitución de tipo departamental más que territorial. Tenido por persona honesta procuró fortalecer y apoyar las leyes sobre los impuestos. La elección de Ramón Abreu como Prefecto de Distrito trajo la rebelión de 1837 en el pueblo de Santa Cruz. El Gobernador Coronel Albino Pérez acudió a enfrentar a los rebeldes pero fue atacado por sorpresa y derrotado, huye a Santa Fe, no es recibido y le dan muerte los rebeldes apoyados por algunos indios el 8 de agosto de ese año de 1837. Estos acontecimientos ocasionaron que el Comandante General de las armas de Chihuahua y el Nuevo México José Joaquín Calvo enviara para aquella zona el Coronel Cayetano Justiniani con soldados de tropa quienes apoyaron a Manuel Armijo apuesto a los rebeldes. El Nuevo México retorna a la obediencia nacional y el año de 1839 aparecía como mando militar aparte del Comandante que residía en Chihuahua. Terminamos este relato de esta década turbulenta volviendo la vista y la atención a la sociedad civil de entonces que procuraba seguir su ritmo de vida particular

y privado ya a través de

movimientos poblacionales ya a través de los fastos del acontecer cultural y social. Respecto a lo poblacional se registran los siguientes enlaces matrimoniales en la ciudad de Chihuahua. El Sr. Coronel

Cayetano Justiniani –que procedía de la ciudad de México- casa con doña Refugio Elías González, padrino el Sr. Alférez Pedro Elías González, hermano de la desposada, 5 de mayo de 1831. Contrae matrimonio el Sr. Teniente de Caballería Tomás Zuloaga- originario de Alamos Sonora- con doña Mariana Loza y Lizardi, 29 de diciembre de 1832; notoriedad manifiesta tuvo esta familia Zuloaga, tres hermanos de él destacaron en aquella época, el General Don Félix, que llegó a ser Presidente de la República y don Luis y don José Ma. Zuloaga que llegaron a ser gobernadores del Estado de Chihuahua. Don Miguel Álvarez y Góngora, del Presidio de San Elizario, casa con doña Juana Calvo y Muro, 27 de julio de 1833. El Sr. Capitán de Caballería Juan José Ruíz de Bustamante casa con doña Jesús Puchi y Cuarón el 12 de mayo de 1834. El desposado era hermano del que fue gobernador del estado don José Antonio de igual apellido. Finalmente asentamos el matrimonio de Juan de Dios Vázquez, soldado de la Compañía de Chihuahua, de Conchos, con María Luisa Quezada, primero de septiembre de 1835. Casi todos estos desposados tenían algún parentesco entre sí. En el aspecto de lo cultural y educativo se tiene que a través de los años de 1833, 1834 y 1835 aparecen tanto la escuela Lancasteriana como el plantel para niñas dirigido por el Sr. Juan José Capoulade. Dentro de otros ambientes de la misma ciudad de Chihuahua destaca la presencia de dos personajes que atrajeron el interés de otros habitantes de diversas zonas del Estado, ellos son el doctor Francisco Hauffen, dentista, y don Pedro Olivares que tuvo la representación del Banco de Avío y que después fue Gobernador del Estado. (Departamento). Respecto al ramo de la minería, da principio la explotación de la zona de Corralitos impulsada por don Luis Flotte; en la ciudad de Chihuahua aparecía por esos años como jefe de ensayo minero Domingo Larraguíbel. He querido llegar al fin de esta tercera y última década de esta exposición para hacer referencia a los señores presbíteros –sacerdotes católicos- y religiosos franciscanos que estuvieron presentes al menos durante algún tiempo en diversos lugares de nuestro Camino Real de Tierra Adentro. Nuestra historia colonial no se entiende sin la presencia de la Iglesia Católica; además, algunos sacerdotes ostentaban el cargo de Capellanes Castrenses en diversas localidades. Brevemente asentaré los siguientes fastos del ámbito donde sacerdotes del Clero Secular y religiosos de la benemérita Orden de San Francisco llevaron adelante su actuación. Desde mayo de 1796 aparecía como titular del amplísimo Obispado de Durango el Ilmo. Sr. Don Francisco Gabriel de Olivares y Benito el cual va a permanecer en ese cargo hasta el año de 1812 en que muere. El año de 1801 llega como Visitador Episcopal a la Villa de Chihuahua el Sr. Pbro. Don Pedro Millán quien ratifica como Capellán Castrense del Hospital Militar de la villa al Sr. Pbro. Don Juan Francisco García. El siguiente Visitador Episcopal Pbro. Don José Mariano Urrutia quien llega en marzo de 1800 confirmará como Cura Propio de la Villa de Chihuahua al Sr. Lic. Don Mateo Sánchez

Álvarez, de larga trayectoria ante quien pasaron muchas licencias matrimoniales de personas estantes en la villa procedentes ya del Presidio de Paso del Norte como del Nuevo México. Siendo ya Obispo de Durango el Ilmo. Sr. Don Juan Francisco de Castañiza aparece como Capellán Castrense del dicho Hospital Militar de la Villa de Chihuahua fray Joaquín de Arenas OFM – franciscano- corre el año de 1818. Siete años después, en 1825 encontramos al Sr. Presbítero don Juan Rafael Rascón como Cura y Vicario en Paso del Norte. Ese mismo año va a morir el Sr. Obispo Castañiza. Siguen unos años de Sede Vacante en el Obispado de Durango y en uno de ellos, el de 1828 aparece el Sr. Cura don José Ma. Horcasitas como Vicario y Juez Eclesiástico en el Nuevo México. Esta Sede Vacante va a durar hasta el año de 1831 cuando es preconizado Obispo de Durango el Ilmo. Sr. Don José Antonio de Zubiría y Escalante originario de Arizpe Sonora. En la ciudad de Chihuahua se suceden dos Vicarios In Capite – personas encargadas ante la Mitra de Durango de todo lo referente a la vida eclesiástica-, el año de 1833 el Sr. Pbro. José Francisco Terrazas y en 1834 el ya citado Pbro. Juan Rafael Rascón antiguo Vicario de Paso del Norte. Después de varias décadas sin visita episcopal, el año de 1834 dicho Sr. Obispo Escalante llega hasta el Nuevo México, y tres años después lo encontramos en la Villa de Chihuahua, en 1837, y con el mismo cometido. Pocos años después, en 1842 y ya casi al fin de nuestra crónica aparecía como Vicario In Capite en la Villa de Chihuahua el Sr. Pbro. José Ma. Carballo. Finalmente asentamos que el año de 1844 el Sr. Pbro. José Mara Terrazas fungía como Sacristán Mayor de la Parroquia de Chihuahua. Termina así esta breve reseña eclesiástica que hizo referencia al Camino Real de Tierra Adentro. EPÍLOGO 1840-1845. CRÓNICA. Da inicio este postrer lustro de nuestra crónica castrense con un evento que afectó todavía más la seguridad de aquel Camino Real de Tierra Adentro. Me refiero a la invasión por parte de los texanos del Departamento del Nuevo México el año de 1841 cuando era Comandante General de Chihuahua don Francisco García Conde. Este comandante envió al Coronel Andrés de Archuleta con un destacamento para responder la agresión; los texanos son derrotados en Laguna Colorada en octubre de ese año; Archuleta permanece en aquella demarcación. Para el año siguiente de 1842 tanto el General Mariano Martínez de Lejarza como el Coronel José Mariano Monteverde aparecían como gobernadores de Chihuahua. Ambos veían y se daban cuenta cómo el Departamento del Nuevo México continuaba las hostilidades de parte de los texanos al grado de que don Manuel de Armijo su titular flaqueaba y aun pensaba retirarse; ante tal crisis

Monteverde se traslada al Nuevo México el año siguiente de 1843 auxiliado por el Coronel Mauricio de Ugarte y por el Capitán Gabino Cuilty quienes apoyarán y auxiliarán al ahora Comandante Militar Coronel Juan Andrés de Archuleta; ante tal coalición los texanos se retiran. Hemos hecho mención del Sr. Coronel Mauricio de Ugarte personaje destacado de la vida de aquellos años; él era originario del Presidio de San Antonio Béjar en Texas y para ese año de 1842 figuraba como Jefe de la Comandancia Militar de Paso del Norte. Su ayuda fue además muy efectiva en lo que se refiere a la inspección de los presidios de entonces. Para terminar estos avatares de esos años tan alterados se consigna que tanto don Mariano Martínez de Lejarza como don José Mariano Monteverde consiguieron también hacer tratos de paz con los indios levantiscos, el primero con los apaches y el segundo con los indios gileños y mezcaleros. Terminamos así con este ambiente castrense de nuestro estudio; en lo que respecta al movimiento poblacional de este postrer lustro y a la comunicación a través de convoyes de carga que completa la vida cotidiana de entonces, se tiene lo siguiente. Dicho movimiento poblacional registra los siguientes enlaces en la parroquia de Chihuahua; casa el Sr. Intendente Honorario del Ejército, Jefe de Hacienda y Tesorero de Durango Don Bonifacio Gutiérrez con doña Guadalupe Palacios. Padrino el Sr. Gobernador de este Departamento General de Brigada don Francisco García Conde. Primero de agosto de 1842. Este registro matrimonial muestra unas relaciones civiles más amplias y en conexión todavía con lo que había sido la Nueva Vizcaya; quizá en algunos aspectos la ciudad de Durango conservará aún ciertas prominencias en lo que al ambiente del norte se refiere. Sobre lo que se lleva relatado de estos dos últimos lustros se ha utilizado el término Estado de Chihuahua, siendo así que todavía se hablaba de Departamento como consta del título que se le da a don Francisco García Conde. El Sr. Lic. Antonio Jacques – del Paso del Norte- hijo de don Anastasio y de doña Guadalupe Bermúdez va a casar con doña Carlota Maceyra, hija de Jerónimo y de doña Eligia Ortiz; padrinos Sebastián Bermúdez y doña Josefa Álvarez, 16 de julio de 1844. Enlace este que reúne linajes de Paso del Norte con familias de la Provincia de Sonora ya que la madre de la novia doña Eligia procedía de Bavispe, hija de don Liborio Ortiz y de doña María Gil de Samaniego. Cabe hacer notar que la primera mujer de don Jerónimo Maceyra –gallego- era también de aquella provincia, doña Encarnación Serrano. Casa el Sr. Lic. José del Avellano, del Valle de Allende, hijo de don Agustín y de doña Juana Madariaga con Felicitas Ugarte –del Presidio del Carrizal- hija del Coronel Mauricio y de doña Jesús Moreno; padrinos don Luis Zuloaga y doña Manuela Madariaga. 5 de diciembre de 1845. Esta unión matrimonial representa los lazos tan cercanos que había entre la sociedad castrense –los Ugarte- y la

alta sociedad civil de los Avellano y Zuloaga. Don Luis era ese año Gobernador de Chihuahua. Finalmente el enlace del Sr. Subteniente de tropas Martín Cordero –de Guajuquilla- con doña María de Jesús Luján el 4 de junio de 1845 introduce en la escena política y económica de buena parte del Departamento de Chihuahua a la familia Cordero que llegó a ser si no la más poderosa sí una de las más pudientes en lo económico sobre todo con su genearca don José Ma. Cordero. Aspecto complementario de lo castrense y de lo poblacional – como ya habíamos dicho- es el de las comunicaciones a través de los convoyes de carga y de las llamadas Diligencias a lo largo de este Camino Real de Tierra Adentro. Los datos que brevemente expongo a continuación los he tomado de tres artículos escritos por Nancy Hamilton sobre la actividad que llevó adelante el Sr. Alejandro Daguerre –francés- precisamente con el negocio de carros de carga. Dichos artículos aparecieron en el diario El Paso Herald Post los días 9,10, y 11 de enero de 1974. La autora expone cómo el Sr. Daguerre ya estaba asentado en Paso del Norte para el año de 1831 y que dedicado al trasporte de carga brindaba servicio al Nuevo México y lugares de Texas. Se nos relata además cómo el Sr. Daguerre fue casado con doña Josefa Delgado y hermana del Dr. Don Mariano Samaniego que fue gobernador de Chihuahua. Igualmente era hermana de doña Concepción Samaniego casada con don Inocente Ochoa el cual tuvo negocios con su concuño Daguerre. Otro tipo de eventos como lo relatado hasta aquí se puede consultar en la conocida publicación de la época: Personal Narrative cuyo autor es John Rusell Bartlett. Ponemos punto final a esta Crónica que trató de proporcionar lo más relevante de aquellos años en materia castrense y en relación con los movimientos de población todo lo cual acontecía a lo largo del Camino Real de Tierra Adentro.

ESTEVAN RAEL-GÁLVEZ 02 ruta sin nombre Santa Fe, Nuevo México 84505 [email protected] ESTUDIOS: Doctorado en culturas americanas, Universidad de Michigan, Ann Arbor (agosto del 2002); tesis: identificando la cautividad y capturando la identidad: Narraciones del esclavismo indo americano en Nuevo México y Colorado 1776-1934. Campos: estudios indoamericanos, estudios chicanos, estudios coloniales, estudios de la cultura suroeste/fronteriza americana, estudios americanos y estudios del esclavismo. Maestría: Culturas americanas, Universidad de Michigan, Ann Arbor (1996). Estudios indoamericanos y leyes. Licenciatura: Departamento de Ingles y estudios étnicos, Universidad de California, Berkeley (diciembre de 1991). Suma Clum Laude; Phi Beta Kappa. HONORES ACADÉMICOS, BECAS Y LOGROS (EN FORMA BREVE): • Beca para tesis de la Fundación Ford. Fundación Ford, las academias nacionales, concedida, 2000-2001. • Beca para tesis del Centro de Estudios Regionales. Universidad de Nuevo México, concedida, 2000-2001 • Beca de residencial Katrin H. Lamon. Escuela de investigación americana, Santa Fe, N.M., concedida, 1999-2000. • Beca para tesis del doctorado. Biblioteca y archivo Huntington, San Marino, CA. Concedida, verano de 1999. • Beca para tesis pre doctoral de la Escuela de Licenciatura Rackham de la Universidad de Michigan: concedida, 1998-1999; Beca Merit; concedida, 1992-1997; Beca SAMI por

Excelencia Académica, concedida: 1995-1997; Premio a la Excelencia Académica Docente como Decano, 1994; beca de Leyes Juan Luis Tienda: concedida: 1992. • Beca de Voces Indias en la Academia. Centro D’Arcy McNicle para la Historia De los Indoamericanos, Biblioteca Newberry, Chicago, IL. Concedida, junio y julio de 1996. • Interpretando las culturas latinas: miembro de la investigación y museos. Institución Smithsonian. Oficina de Programas de Museo, concedido, verano de 1996. Beca de Investigación de Verano. Biblioteca Peabody, Universidad de Yale, New Heaven, CT, concedida, 1995. EXPERIENCIA PROFESIONAL (EN FORMA BREVE) Historiador de estado, Nuevo México (Junio de 2001 – hasta la fecha) oficina del historiador de estado, Comisión de registros públicos, Santa Fe, Nuevo México, la misión de la oficina del historiador de estado es la liderar el avance de la comprensión y apreciación de la historia y cultura de Nuevo México a través de la investigación interpretativa, los programas, presentaciones y publicaciones de proyectos educativos. Conferencista visitante (otoño de 2003) identidad en Nuevo México y el suroeste: gente, lugar y perspectiva. Departamento de Estudios Americanos, Universidad de Nuevo México. Seminario de licenciatura, diez estudiantes. Encargado y especialista (verano de 1998) “Recordando Memoria,” exhibición cultural e histórica, Artesanos de Questa, condado Taos. Organizo e implemento una comunidad basada en la exhibición para pueblos al norte del condado Taos. Profesor de licenciatura (invierno de 1994 y semestre del otoño de 1996) “Narraciones de eventos latinos: “Introducción a los estudios latinos:” programa en culturas americanas, Universidad de Michigan, Ann Arbor. Fui el encargado de diseñar y enseñar esta clase, lo cual incluyo preparar el plan de estudio y las clases, además de calificar. Director asistente (1993-1995) programa de estudios indoamericanos, Universidad de Michigan, Ann Arbor. Encargado del programa de desarrollo, asesoramiento de licenciatura y programa de encuentro comunitario de las tribus de Michigan. Moderador de seminario (verano de 1995/6) Oficina de Iniciativas Académicas Multiculturales, Universidad de Michigan. Encargado de preparar el seminario anual de dos semanas para la minoría de estudiantes de preparatoria interesados en hacer estudios o carrera profesional en leyes. Esto incluyo reunir el plan de

estudios y el manual del curso acerca de los Estudios de la Carrera Crucial, el encuentro comunitario y la organización de las agendas diarias. Profesor de historia y leyes. (Verano y otoño de 1994) Servicios Legales del Norte de Santa Fe, Nuevo México. Encargado de recolectar, transcribir, traducir e interpretar las entrevistas orales acerca del “uso” del agua y las acequias en 8 pueblos del norte de Nuevo México. La meta a largo plazo era establecer un historial del uso del agua para casos sobre los derechos del agua que están en curso. Profesor de licenciatura (semestre de otoño de 1994) “Introducción a los Estudios Indoamericanos” Programa de Culturas Americanas, Universidad de Michigan, Ann Arbor. Encargado de diseñar y enseñar la clase, la cual incluyo preparar el plan de estudios, lecturas, y clases, además de calificar ensayos y exámenes. CONFERENCIAS Y PRESENTACIONES (EN FORMA BREVE) • Narrativa y lugar” serie de conferencias de terreno desconocido, Instituto de Arte de Santa Fe, 25 de Agosto de 2003. • “Asociación de Ganado Cooperativista Rio Costilla: Una Celebración de Comunidad, Cooperación y Conocimiento,” Keynote, Taos, NM., Diciembre de 2002. • “identificando el fenómeno mestizo: Representación y Protesta del punto de apoyo del mestizaje: la interpretación y representación de las culturas latinas: Investigación y Museos.” Institución Smithsonian, Noviembre de 2002. • “Identidad, Institución y una supuesta comunidad: Una Biografía de el Camino Real del Tierra Adentro.” VIII conferencia del Coloquio del Camino Real, Albuquerque, NM., Octubre de 2002. • “¿Como (¡!) es el “antiguo indio” Luis un esclavo en América?: identificando el tema. Historias del esclavismo en Nuevo México y Colorado,” Escuela de Investigación Americana, Septiembre de 2002. • “Historia y Cultura Pueblo India,” Foro de las Humanidades Históricas de la Oficina del Estado, Museo de la Cultura y Arte Indoamericano, Septiembre de 2002 y “historia de la Mujer en NM,” Centro Cultural del Sur de Broadway, Albuquerque, NM, 13 de Mayo de 2003. • “Recordando Memoria: NMEH instituto del Maestro de Verano, Las Cruces. NM., Junio de 2002. • Agua Corriente y Tradiciones en Desarrollo: Conferencia Históricamente Hablando, El Museo Cultural, Santa Fe, NM. 6 de Abril de 2002. “En los Intersticios de los Imperios: Definiendo el Esclavismo en el Norte de Nuevo México en 186,” NACCS, Ciudad de México, México, Junio de 1998. INVESTIGACIONES Y PRÓXIMAS PUBLICACIONES -

Identificando la cautividad y capturando la identidad: Narraciones del esclavismo indoamericano (manuscrito). - “Haciendo una Investigación Indígena: Leyendo y Recordando

el Esclavismo Indio desde las Representación hasta la Recuperación” Metodología e Investigación Indígena (los títulos no son definitivos) prensa SAR, próximamente. PUBLICACIONES (DE FORMA BREVE) * “Juez Francisco Torres: Un Hijo de Algo,” La Crónica de Nuevo México, Sociedad Histórica de NM, 2002. * “Hijos de Nuestras Madres: Revolucionando el Conocimiento Masculino con Visión y Vulnerabilidad, “Crónicas y Leyendas de Nuevo México (Santa Fe: Academia SER, 2000) * “Intersecciones Criticas,” ensayo introductorio, Estudios de la Carrera Crucial, Angela Harris y Frank Valdez, eds. (Prensa de la Universidad de Yale, 1998)

CONMEMORANDO EL GRITO EN SANTA FE, N. M. CELEBRACIÓN DE LA INDEPENDENCIA MEXICANA. Mi nombre es Estevan Rael-Gálvez y soy historiador del Estado de Nuevo México. Me enorgullece estar aquí, conmemorando un año más de la Independencia de México. Agradezco a la Universidad de Chihuahua su invitación. Gozando de la responsabilidad de mi puesto y en las palabras del famoso autor Eduardo Galeano me atrevo a decir: “no soy historiador, pero si educador y escritor dedicado al rescate de las historias y memorias robadas, quebradas de mi tierra y de mi gente”. Tengo hambre para las memorias y una sed para la justicia. Soy humilde al pensar en el increíble momento en que se tocaron las campanas de la iglesia de Dolores en Guanajuato, la madrugada del domingo 16 de septiembre de 1810. Ahí fue donde el cura Miguel Hidalgo y Costilla reunió a su gente y les recordó las injusticias que sufrían por un gobierno abusivo. Animados a luchar por la independencia y la libertad, se arrancó un movimiento de gente humilde y batallas sangrientas finalmente logró su meta el 27 de septiembre de 1821. Hay varios puntos que acentúe brevemente y que requieren mayor exploración a causa del tiempo. Por respeto es necesario decir de donde vengo y a que gente pertenezco. Nací en La Jara, Colorado, denominado así por la abundancia de las jaras que crecen al lado del río Grande. Sin embargo me crié en dos comunidades de Nuevo México. La primera de ellas en un

ranchito en la base del río de Costillas junto a mis padres, denominado así por la curva del río y dentro de la sombra de la montaña de las Yutas (comunidad indígena que vivió allí). También fui criado a lado del camino denominado Kiowa Apache Trail, ahora recordado sólo por la memoria, en el antiguo hogar de mis abuelos en Questa, una aldea llamada San Antonio Río Colorado. En 1847, un viajero de Inglaterra observó que este pueblo era el último punto al norte de todo México. Aunque no era la frontera política, en un tiempo la población del Río Colorado fue la frontera de México y en 1848 la frontera se movió cientos de millas al sur. Mi tío Arcenio al nacer mi padre dijo: “él nació con botas de irrigación puestas” refiriéndose al hecho de que mi padre había gastado su vida con la pala en su mano, moviendo aguas. Este hombre, ahora de ochenta años, siempre me animó a encontrar palabras e historias como una salida. Y también mi madre que pasó décadas educando niños en su aldea, me enseñó como usar las palabras y las historias como una entrada. Fue en mi querida abuela quien inspiro mi imaginación y fortaleció mi gran apetito por la memoria. Una vez, mientras sostenía mi mano, ella recorrió las antiguas paredes de su pueblo indígena, revelando que yo también nací de generaciones de personas que pertenecieron a esas tapias, a esa montaña y a ese río. No siempre nos parecemos a los lugares al cual pertenecemos, pero esta es la comunidad a la que yo me inclino y que siempre querré volver, en donde me encuentre. De mi abuela y de mi bisabuela, aprendí que mis antepasados fueron indios cautivos y esclavos. Un tejido que cuelga sobre mi escritorio testifica el trabajo de unos de mis antepasados. Nanacella, la navajosa. Este tejido es un testamento a su labor. Esas historias y la herencia de esos indígenas cautivos y esclavos que me criaron, llegó a ser el objeto de mi trabajo académico y de mi próximo libro. Mi abuela además me enseñó que estas historias son un regalo. Pero los regalos llevan una gran responsabilidad al guardarlos, cargarlos y reconocer cuando ha que utilizarlos para sostener la comunidad y para elevar su conocimiento. Hablando de memoria, historia y conocimiento volvemos al tema que nos interesa. Pensando en la Independencia Mexicana, me hice la siguiente pregunta ¿Qué conocimiento tiene la gente de Nuevo México sobre la Independencia Mexicana? Crecí leyendo libros de texto escritos e impresos en los Estados Unidos que señalan las historias, como la de la Independencia de los Estados Unidos como herencia de todos los ciudadanos. Anoche cuando yo me senté para escribir acerca de la Independencia Mexicana, pensé en la Independencia de los Estados Unidos.

Como saben, en los Estados Unidos estamos en medio de una elección presidencial. El denominado candidato demócrata es Barack Obama. Algunos meses atrás el Senador Obama abrió y extendió una conversación nacional acerca del tema de la raza y entregó un discurso profundamente valiente llamado “Una Unión Más Perfecta”. El asunto crítico presentado por el Senador Obama es que la declaración de independencia quedó manchada por el pecado original de la esclavitud. Aunque él no lo dijo, también fue manchado por exterminaciones indígenas, así como internamientos y ocupaciones, todo al corazón de la construcción de un Imperio Americano. Añadiendo a lo que dijo el Senador Obama hay que recordar no olvidar. Esa declaración como el Senador Obama anotó, no ha estado constante. No es ni ha sido su propósito ser una pieza de museo que se sienta quieto bajo un pedazo de vitrina. Fue, y es un documento viviente, así como la gente. El Senador Obama recordaba el hecho de que doscientos veintiún años atrás un grupo de hombres se reunieron y se lanzaron a los Estados Unidos de América, un improbable experimento en la democracia. Granjeros y eruditos, políticos y patriotas los cuales viajaron a través del mar para escapar a la tiranía y a la persecución, y que finalmente realizaron la declaración de independencia en Philadelphia en la primavera de 1787. Intente recordar una experiencia de mi juventud, leyendo un libro de texto de la historia de la Independencia de EEUU. Aunque ya no lo pude recordar muy bien fue como leer una novela una ficción. Talvez esa es la experiencia de muchos estudiantes que leen acerca del pasado. Para mí siempre hubo una distancia entre Philadelphia y mi pueblo de San Miguel de Costilla, Nuevo México. Para mí siempre había alguna disyunción entre los nombres de esos individuos que firmaron esa declaración y los nombres de las personas en mi familia y mi comunidad. Siempre había una disyunción entre las historias dichas en mi familia acerca de nuestro pasado y estas historias lejanas. Esa disyunción me tomaría años para comprender y al fin sentirme conectado. Volviendo brevemente a la anotación de Obama la cual supone que la declaración de independencia fue manchada por algunos pecados; diría que 76 años después de que se firmó, también fue manchada por la guerra de la agresión en contra de México y la ocupación de sus comunidades del norte. Muchas personas del suroeste han sido ciudadanos de los Estados Unidos de América desde 1848, cuando la tierra y la gente llegaron a ser parte de los EEUU. En 1848 los nuevos mexicanos no pusieron sus memorias ni sus historias a parte, ni empezaron con una pizarra en blanco; ellos pasaron esas memorias a cada generación sucesiva y esas memorias también pertenecen a esta nación. Esto es la historia, como ellos dicen; no hay regreso, sin embargo,

ahora nosotros somos también una parte de las personas anotadas en la bien citada Declaración de Independencia - “nosotras las personas”. Sin embargo, yo digo que los nuevos mexicanos fueron como niños adoptivos de esta nación y hay siempre una diferencia entre formar parte de la familia y ser como la familia. Así, cuando estos niños adoptivos miran hacia atrás a la Independencia de EEUU, es muy difícil para muchos en Nuevo México, ver su reflejo en el espejo del pasado. Después de todo, en 1787, los nuevos mexicanos todavía pertenecieron a la Nueva España. Las reformas del Bourbon, las relaciones del Comanche, el Camino Real de Tierra Adentro fueron las realidades nacionales e internacionales para los nuevos mexicanos. Las negociaciones fomentadas por el Gobernador de Nuevo México Juan Bautista de Anza a mediados de 1780 llevó finalmente a la alianza Comanche-Español en 1786 y puso la base para las negociaciones para la paz, inclusive la alianza Ute-Español que seguiría. Así aún más allá de Anza, mientras las guerras de las colonias con Navajos y Apaches marcaron las últimas décadas de la regla española, el Comanche y las alianzas Ute trajeron, según el historiador Charles Kenner, “el grado más grande de la paz y la prosperidad que Nuevo México había sabido jamás” Mientras algunos historiadores han acentuado las conexiones esenciales entre Nueva España (inclusive Nuevo México) y la Independencia de Estados Unidos, la realidad fue, que los nuevos mexicanos nunca se imaginaron que sus descendientes algún día pertenecerían a esta nación, en ese momento declarándose independiente de Inglaterra. Ciento setenta años han pasado desde que Nuevo México fue adjuntado por Estados Unidos , y no estoy seguro si ese tiempo es suficiente para esas personas se sientan realmente en casa, y que el documento que se firmó en la declaración de la Independencia también pertenezca a ellos. Esto me trae a la Independencia Mexicana. ¿Si la Independencia de EEUU no resuena en su memoria o en su conocimiento, entonces pertenece la Independencia Mexicana a ellos? En mi experiencia no me acuerdo cuando aprendí de la Independencia de México, fue ya en la edad adulta. No estoy seguro si este acontecimiento resuena más con nuevos mexicanos como ocurrió en Philadelphia. Una lejana novela y una memoria que hace tiempo se destiñó. Algunos documentos no se olvidan fácilmente; y hace pocos días yo entré a la cámara de nuestros archivos. Allí me di cuenta que la Independencia de México no fue una realidad en Nuevo México, pero fue conmemorado allí. La primera evidencia de la celebración de la Independencia de México en Nuevo México aparece en un documento el año siguiente a la Independencia. De este documento sabemos que en la tarde del 10 de diciembre de 1822, llamaron las campanas, hubo fogatas, saludos de artillería y música acompañaron el plantar de un mástil de bandera en el centro de la plaza,

en el que voló una bandera blanca inscrita con símbolos de la Independencia Mexicana. Deseo que podamos encontrar esa bandera hoy, y yo mismo la plantaré allí en la plaza como un signo para los mexicanos que viven allí, y que diga “aquí se coloca donde una vez fue México.” La colocación de esta bandera en la ciudad del capitolio de Santa Fe anunció tres días de las ceremonias que celebraron la instalación de Agustín de Iturbide como Emperador de México, en que los funcionarios de Nuevo México tomaron un juramento público de la lealtad a su nuevo líder. El informe de la celebración concluyó orgullosamente, “no había el menor desorden en cualquiera de los entretenimientos, todos estuvieron muy felices con la exaltación del Emperador al trono”. Las actividades documentadas incluyeron los desfiles de funcionarios y dignatarios locales, montaron en caballos, hubo marcha de soldados, músicos, y dos compañías de matachines, presentaciones teatrales y bailes de comunidades indígenas. La historia es siempre global, nacional, pero también local. Cuando leí en este documento que estos bailes sucedían, me pregunté si fue trasmitido a estas comunidades indígenas que el Plan de Iguala alteraría los derechos soberanos anteriormente bajo la regla española. Esta celebración de 1822, estaba enfocada a la Independencia Mexicana, pero no conmemoraba necesariamente el 16 de septiembre. Aunque, los Archivos Mexicanos de Nuevo México revelan que cinco años después esta fecha particular pudo haber sido observada localmente. El documento al que me refiero, es de Chihuahua, fechado el 11 de agosto de 1827 y lleva como título “preparativos y ceremonias que deben ser hechos para celebrar las funciones cívicas y religiosas en los días 16 y 17 del mes de septiembre venidero, recomendado por la comisión especial denominada para ese propósito...” Este documento describe varios acontecimientos que funcionarios locales planearon para celebrar “el grito glorioso”. Los planes para la celebración indicaron una misa en honor a los individuos que habían dado su vida por la causa, seguido por los discursos de costumbre, por los saludos de artillería, y por otros acontecimientos “propios a la dignidad de la ocasión”. No está claro si este documento fue para detallar lo que fue planeado para la ciudad de Chihuahua o si la intención era para servir como una guía para las actividades en Santa Fe. La evidencia de estos planes para celebrar el día 16 de septiembre en Nuevo México viene específicamente de un 25 de agosto de 1835, documento en que un comité fue el encargado de realizar los acontecimientos para que Santa Fe se celebrara “el aniversario glorioso” de la Independencia Mexicana. Se abrió la celebración a la media noche de 15 con un saludo de fusil, que estaba planeado concluir al amanecer. Con el disparo del cañón, las campanas sonaron por una hora. Los oficiales del ayuntamiento, junto a los funcionarios de gobierno y las tropas se congregaron frente al palacio, acompañados por músicos y una procesión alrededor de la plaza. La procesión paraba para escuchar un

discurso patriótico. Todo seguido por diversas actividades como el baile de la lonja. Concluyendo las actividades la tarde del 17, con una corrida de toros en la plaza. Lo más grande de las celebraciones de la Independencia en Nuevo México sucedió en 1844. Según los archivos se crea una comisión conmemorativa, con subcomisiones. El plan recomendado por el comité de entrenamiento fue el más detallado y decía: “cada actividad debe ser digna ya que el objetivo es grande” refiriéndose a la celebración. Las actividades que el comité detalló y que deberían empezar la noche del 15 de septiembre fueron las siguientes: 1. La tarde del 15 se empezará con una serenata. A las nueve, tanto el interior como el exterior de los edificios del gobierno serán iluminados. Se dará un discurso presentado por el alcalde, don Tomás Ortiz. A las once, las campanas empezarán a hacer el llamado, una salva de artillería sería despedida, además de un conjunto de juegos artificiales. Estas actividades serán “como un recuerdo gozoso del momento en que Hidalgo proclamó nuestra Independencia Nacional en el pueblo de Dolores. 2. Al amanecer del día 16, los músicos abrirán las festividades con una diana delante del palacio, seguido por un saludo de artillería. En ese momento, el Pabellón Nacional sería desplegado en todos los edificios públicos, acompañado de un llamado general de campanas. A las siete, una misa de gracias será celebrada en todas las capillas de la ciudad. A las nueve, el gobernador acompañado de todos los funcionarios civiles y militares, acudirán a la Iglesia Parroquial donde el Vicario celebrará otra misa. Después, el gobernador y el presidente de la Asamblea Territorial se dirigirán a la plaza junto con todos los dignatarios y la procesión con el fin de instalar la piedra angular de un monumento que fue erigido para conmemorar la Independencia Mexicana. De allí ellos continuarán al palacio para recibir los saludos, después se formará una procesión que el gobernador dirigirá por la calle mayor a la Alameda, donde el gobernador presentará un discurso. 3. La tarde del día 16, la banda militar tocará en la Alameda. Esa misma noche los fuegos artificiales serán detonados, al menos que el tiempo interviniera; si fuese así estos serán aplazados hasta la noche del 27 de septiembre. Después de los fuegos artificiales, habrá bailes para terminar las celebraciones. Uno de los bailes se llevará a cabo en la sala del palacio y en otros sitios que fueron designados por el ayuntamiento. 4. Para el día 17, habrá una misa solemne conmemorativa para honrar a todos los que habían muerto por la patria, habrá corrida de toros por varios días. Esto fue aceptado por el gobernador, el presidente y el secretario de la comisión.

El informe final de esta comisión fue sometida por el gobernador el 13 de octubre de 1844. Sin embargo, hubo muchos detalles que esta audiencia no contempló, ya que existió más complejidad en todas las actividades en aspectos que implicaban a los indígenas. Sin embargo, la realidad es que en Nuevo México fue la última conmemoración del grito. Todo lo que nos queda son huellas que quedaron en estos documentos. Además de dichos documentos no existe ninguna prueba material, ni ningún monumento a la Independencia de México. Y desafortunadamente no existen memorias de esos tiempos y donde no hay memoria, no hay conocimiento. Esta disyunción es más trágica para mí, que la de la Independencia de los EEUU; ya que forma parte de la historia de Nuevo México y ahora está olvidada. Además que hubo acontecimientos que allí se conmemoraron y queda como historia oculta. Esta pérdida de memoria es una pérdida de Nuevo México cuando estaba conectado al resto del país. La sabiduría se sienta en el tiempo y en los acontecimientos como lo hacen en todos los lugares y la Independencia Mexicana no es la excepción. Pero uno no se debe sentir sabio al mirar solo la superficie de los acontecimientos. La sabiduría solo se puede lograr viendo al pasado. En el año de 1848 hubo una fuerte división entre la gente y el territorio que causó una torcida de la historia y también causó un gran olvido. La verdad es que los nuevos mexicanos son herederos de un pasado intrincado, indígenas y mexicanos, cuya profundidad y anchura apenas se va explorando. La historia de Nuevo México es también historia de México y estoy dedicado al rescate de estas historias y a crear enlaces con México. Recordar el pasado es como abrir un regalo. Pero como todo regalo se merece guardar, el recordar requiere cierta responsabilidad. Debemos aprender de nuestros antepasados y enseñarles a nuestros hijos a valorar y a comprender la historia. Porque el presente y el futuro depende de las huellas del pasado. El recordar nos convierte en participantes en esta fuerza y también despierta la conciencia de la justicia. Gracias por su atención y es un honor festejar con ustedes.

JOHN PORTER BLOOM 5620 Real del Norte, Las Cruces, NM 88012-7268 Teléfono: 505-382-0722; e-mail: [email protected] ACONTECIMIENTOS DESTACADOS Y PUBLICACIONES Secretario, Sociedad Histórica de Nuevo México; Editor, Tratado de Guadalupe Hidalgo (Sociedad Histórica del Condado Doña Ana, 1999); Editor, Informes Territoriales de los EEUU y Especialista Principal en Historia del Oeste (Archivos Nacionales, Washington, D.C., 1964-80) Editor, El Historiador Pacifico, 1981-1983; Profesor- Profesor Asistente, Colegio del Oeste de Texas (ahora UTEP), 1956-1960. Primer Presidente, Asociación de Historia del Oeste y Oeste Internacional. BA, UNM, 1947; Doctorado., Universidad Emory, 1956. TÍTULOS DISPONIBLES ACTUALMENTE 1. Johnny Gringo en Nuevo México: Kearny, Doniphan, y demás, 1846-1848. 2. Nuevo México y la Guerra Mexicana, 1846-1848. OBSERVACIONES DEL SOLDADO AMERICANO DE EL CAMINO REAL DE TIERRA ADENTRO EN NUEVO MÉXICO Y CHIHUAHUA, 1845-1848 JOHN PORTER BLOOM (Traducción al español de Lic. Jaime Salmón Aguilera Coordinador del Centro de Lenguas. Facultad de Filosofía y Letras). LAS CRUCES, NM, USA. Mi interés en este tema se remonta a cuando me gradúe y trabajé con un historiador que estudió las experiencias de guerra de los soldados en la guerra civil americana de 1861-1865. Me enseñó el desafío de conocer y entender las mentes, sentimientos y reacciones de personas que se encontraban en una situación crítica desde hace mucho tiempo. Éste es un esfuerzo en el cual uno nunca triunfara por completo, pero es necesario para mejorar nuestro entendimiento de porque dichos eventos ocurrieron de esta manera, en el pasado.

Además, es útil como un antídoto para la perspectiva errónea de los escritores de hoy que describen los acontecimientos históricos y condenan a las personas de antaño que no actuaron de acuerdo con la mentalidad científica y psicológica del siglo 21, a este fracaso por lo regular se le llama historicismo. Esto no es nada nuevo, exceptuando a los historiadores que desde tiempo inmemorial han enfocado su atención en la gente magnánima de la sociedad, es especial hombres. Llenaron nuestros libreros con libros de reyes, emperadores, generales, exploradores, filósofos, inventores y lideres de muchos campos. Esto era hacer la historia de arriba hacia abajo, por así decirlo. Es fascinante e imprescindible, sin embargo solo les ofrece a los lectores una historia parcial de la sociedad. Lo que mi mentor me enseño fue la historia de abajo hacia arriba. Los soldados americanos de 1846 – 1848 en los cuales estamos interesados son los soldados comunes, los hombres reclutados con el rango mas bajo, detalles de sus movimientos etc. El ejército de los estados unidos en este periodo consistía de permanentes y temporales. Los ya mencionados eran pocos, entregados a muchos años de servicio, comandados y entrenados más o menos rigurosamente por oficiales profesionales. Muchos de los permanentes en los rangos eran inmigrantes recientes, el ejército siendo una institución servia para “americanizarlos” en números considerables. La mayoría de los soldados que marcharon a través de El Camino Real eran voluntarios de los estados de Illinois y Missouri. Como todos los voluntarios de este periodo, eran un grupo muy variado. Eran granjeros o residentes de pequeños pueblos, casi todos sin educación y en especial con poco o nada de entrenamiento militar. Algunos tenían experiencia militar, pero esto no era suficiente preparación para las largas marchas en los lejanos desiertos y praderas y mucho menos para el cumplimiento del deber en comunidades extranjeras. Estor periodos de servicio, eran por lo regular cortos, de un año o incluso menos. Este pequeño grupo de voluntarios llego con un entrenamiento militar importante, incluso algunos de la academia militar de EE.UU. y naturalmente a veces alcanzaban las posiciones más altas de mando. Este punto se trata acerca de lo que pudiera ser la diferencia más grande entre permanentes y voluntarios: los voluntarios elegían a sus oficiales. Debido a esto había una gran diferencia entre las compañías, tropas, batallones y regimientos voluntarios. Algunos eran dirigidos de manera exitosa y otros no. Tal vez seria justo decir que algunas de las unidades militares se confundían sin distinción alguna.

Las fases en la ocupación militar americana de Nuevo México se pueden identificar según su relación con los comandantes militares de los rangos más altos. Primero fue el distinguido y experimentado General de Brigada Stephen Watts Kearny, comandante del ejército del oeste que estaba conformado por algunos permanentes y por el primer regimiento de voluntarios de Missouri. El coronel Alexander Doniphan comandaba este regimiento y a su notable carrera se le conoce como “la expedición de Doniphan” Sterling Price era el coronel voluntario del segundo regimiento montado de voluntarios de Missouri, después fue general de brigada, quien tomo el cargo en Nuevo México avanzando de prisa de Santa fe a California con casi todas las tropas de permanentes en septiembre de 1846. El primer año de su regimiento se cumplió, Price marcho con sus tropas de regreso a Missouri en 1847, dejando al Coronel Edward W. B. Newby del primer regimiento de voluntarios de Illinois a cargo. Price regresa entonces cuando el tiempo de Newby termina en el invierno de 1847.Price dirigió la tercera montada de voluntarios y algunos permanentes de Missouri, hacia el norte de México en 1848, infringiendo las ordenes especificadas y atacando Santa Cruz de Rosales (ahora Camargo) después de la firma del tratado de Guadalupe Hidalgo. Esto es suficiente como trasfondo. ¿Sobre que escribieron los soldados americanos mientras entraban a Nuevo México por el sendero de Santa Fe, y la mayoría, marcharon aun más lejos en el Camino Real de Tierra Adentro o el sendero de Chihuahua como solía llamársele a su lado norte? Las Vegas fue la primera población de un tamaño cualquiera que encontró el ejército del oeste mientras entraban a Nuevo México. Era una pequeña villa, donde las mujeres barren las calles cuidadosamente cada mañana, de acuerdo con el soldado Daniel H. Hastings. Benjamin L. Wiley, un voluntario de Illinois que no estaba muy impresionado con la limpieza de los 300 habitantes, pero enfatizo en la belleza y claridad del arroyo que ahí se encontraba y el agradable valle en el cual Las Vegas se sitúa. Dos rigurosos días más de marcha hacia la mítica Santa Fe. Todo el mundo había escuchado sobre ella desde que se podía llegar hasta ahí desde los Estados Unidos en 1821, pero realmente poco se sabia de la misma. Había un aura de misterio y tal vez un poco de romance, y las expectativas de las tropas eran altas. La mayoría se decepcionó. Hastings escribió: En efecto el contraste entre la hermosa y magnifica ciudad que mi imaginación pinto y el sucio e inferior lugar que luego contemple, era grande. Desprecio era lo que sentía principalmente mientras contemplaba Santa Fe por primera vez.

Las Vegas no estaba muy poblada para llamar la atención de los soldados, sin embargo Santa Fe era el centro mas poblado de Nuevo México, que se jactaba de tener algunos miles de habitantes. Debemos recordar que esta fue la época antes de la fotografía. Las familias comunes en América tenían algunos o ningún libro excepto la Biblia, ni revistas, ni periódicos que pudieron contener fotografías de estructuras de adobe. Por esta razón las tropas de Missouri y otras áreas no sabían que hacer con Santa Fe al estar solamente familiarizados con las estructuras de ladrillo, piedra y madera. Muchos escribieron que lucia como una gran ladrillera, tenia la apariencia de un gran patio de ladrillos, escribió un oficial subalterno de Missouri. ¿Que hay de los habitantes de estas estructuras tan poco atractivas (para los soldados)? Los invasores vieron lo que esperaban ver, la mayoría no esperaba encontrar aspectos positivos en la apariencia y personalidades de los nativos de Nuevo México. Esto se demuestra en el manuscrito del soldado Marcellus B. Edwards quien llego con el ejército del oeste. Ahora bien, es un lugar mugriento construido totalmente de barro y casas de tejado plano. Se extiende de manera considerable a lo largo del territorio excepto por los campos de maíz. La ciudad por supuesto tiene un aspecto mugriento, desde lo ancho de las calles que son muy angostas y cercadas con bardas de barro. De hecho, Las casas (algunas de ellas) están muy limpias por dentro. El hambre asedio a las tropas en Santa Fe y por consecuencia en otras partes de Nuevo México, debido a que la economía de la región que apenas alcanzaba para sobrevivir y que estaba muy tensa por la llegada de hombres voraces y animales en 1846 a 1848. La perspectiva crítica del soldado Hastings acerca de Santa Fe puede ser que estuviera influenciada por la primera comida que tuvo ahí. Que consistía únicamente de algo de maíz la cual ablande con agua y después de dejarla secar al sol fue mi desayuno, cena y almuerzo todo al mismo tiempo. Los soldados que tenían dinero podían sobrellevarlo mejor, sin embargo, era difícil conseguir dinero. Los días de pago no eran muy comunes. Cuando el tesorero llegaba del este en noviembre, contaba con los fondos suficientes para pagarles a los oficiales y para aceptar algunos cheques de los comerciantes, pero a los soldados de los rangos se les terminaba el dinero. Los soldados recurrieron a los trueques, pero sus recursos eran limitados. Las insignias militares eran muy populares entre los habitantes de Nuevo México, por lo tanto, al poco tiempo era común ver a los habitantes de Nuevo México usar las insignias militares mientras que los soldados usaban ramas o espinas en sus ropas.

Al reflexionar sobre la regla de la milicia en Nuevo México, Santa fe se convirtió en un lugar desordenado. El alcohol era fácil de conseguir y las casas de apuestas eran concurridas. Felizmente, las tropas de Missouri abrieron el primer teatro en Ingles de Nuevo México, presentando obras en una habitación del Palacio de Gobierno en Noviembre y Diciembre de 1846. El Sargento William C. Kennerly, un colaborador, recordó despues que la primera actuación fue una obra seguida por un show de trovadores que hizo cimbrar la casa, especialmente al contingente mexicano, quienes pudieron entenderlo mejor que la obra. El fuerte Marcy se estableció en Santa Fe inmediatamente y las tropas se fijaron ahí durante la guerra. El ganado era mas un problema de subsistencia que las raciones para las tropas y se estableció un puesto fronterizo inmediatamente, en agosto de 1846, en la cuenca de Galisteo, a unas 30 millas al sur. En una ceremonia de honores a la bandera, el General Kearny hizo marchar a una gran parte del ejercito del oeste hacia el sur a lo largo de El Camino Real hacia Rió Abajo hasta la comunidad central de Tomé. Los lideres hispanos y Pueblo indios de muchos asentamientos tuvieron la oportunidad de conocer y supuestamente, de impresionarse si no es que de sentirse intimidados, por el alarde de la fuerza militar de los invasores. Existieron por lo menos tres destacamentos centrales que fueron mandados en contra de los indios Navajos en un esfuerzo, como los nuevos guardianes de la paz en Nuevo México, de disuadirlos de continuar con sus frecuentes atracos a asentamientos granjeros y ganaderos. Una maldición de la gente agraria de Nuevo México por muchos años. El esfuerzo fue inútil, pero se llevo a cabo correctamente y fue agotador para los soldados. Una revuelta armada se centro en Taos Pueblo que se termino con un derramamiento de sangre. Puesto fronterizos militares se mantuvieron en los lugares incluyendo Albuquerque y Tomé a lo largo de El Camino real, y en otros muchos asentamientos tales como Tais, Abiquiú y Cebolleta. Los soldados de esos puestos fronterizos llegaron a entender las exquisitas características de los nativos de Nuevo México y sus escritos se distinguían debido al contraste con lo casual y criticismos ignorantes de las tropas que eran nuevas en el área, o que solamente estaban de paso. Los hogares de Nuevo México eran lugares donde frecuentemente se refugiaban los invasores enfermos. Un voluntario de Illinois en albuquerque, por ejemplo, registro una experiencia única: Durante la noche sentí fuertes síntomas de fiebre que se elevaban rápidamente. Y que aparecieron en la mañana junto con mis peores temores. Llegue a la casa de un mexicano al que le compre “mais” (maíz) para las mulas y el ganado, donde me recibieron muy amablemente y me

hicieron una suave cama y un calido fuego que me hicieron caer rendido. El doctor Perry me visito y con una oportuna prescripción termino con la enfermedad. Me quede ahí todo el día y toda la noche. Un hermano o una hermana no podrían haber demostrado tanta solidaridad o ternura de lo que estas personas tan amables demostraron. Cada pequeño manjar con el que su despensa contaba, se me ofrecía amablemente. Cuando iba a retirarme con dificultad logre imponerme ante ellos para que recibieran una nimiedad por su amabilidad hacia mí. Mucho fue escrito por los soldados que marcharon por el sendero de Santa Fe hasta Santa Fe, pero relativamente poco concerniente a marchas posteriores. Cuando salieron de Nuevo México, las tropas estaban descansadas y sabían que existía un gran interés en casa acerca de ese sendero y la ciudad de Santa Fe y era muy probable que las cartas que mandaban a sus amigos en casa les llegaran con seguridad. Estas tres consideraciones eran degradadas significativamente cuando de viajar por El Camino Real se trataba. La necesidad de escribir cada vez era menor, los materiales eran cada vez más difíciles de obtener y era muy difícil localizar a sus amigos en casa para comunicarse con ellos. Algunas cartas se escribían y se enviaban, pese a todo, y los diarios se guardaban y las recolecciones se registraban despues. Dentro de Nuevo México, el pasaje a través de Jornada del Muerto llamo más la atención de la que se le dio a cualquier otra sección de El Camino Real. Esta marcha de noventa millas en la que casi no había agua fue difícil no por la escasez de recursos de agua sino porque el forraje para los animales era muy pobre y era muy posible que los atacaran los indios Apache. Aparte de los individuos y los asentamientos pequeños, acompañados regularmente por vagones de comerciantes experimentados, solo dos fuerzas militares, atravesaron la Jornada de 1846 a 1948. Primero fue la expedición de Doniphan mencionada arriba. En diciembre de 1846. Despues fue el comando del General Price también mencionada antes, el cual se movió hacia el sur en etapas de Santa Fe y despues regreso al norte para tener dos travesías a lo largo de Jordana. Los soldados en la marcha en Nuevo México y a donde sea que fueren en el norte de México con ese propósito, aprendieron lo necesario para sobrevivir. Por ejemplo con la escasez de madera para hacer fogatas, aprendieron a recoger la que encontraban, incluso muy temprano, para cocinar y en el tiempo de frío calentarse para la noche. Los parajes resultaron bien establecidos, durantes los siglos anteriores, a lo largo de El Camino Real donde habían mas servicios en mayor o menor abundancia. Fray Cristóbal, al norte de la Jornada, era más que un paraje era un área temporal para los viajeros que se dirigían hacia el sur. La escena ahí, en el año de 1846, de como la gente de Missouri de Doniphan’s se reunían con un grupo considerable de comerciantes ambulantes, se describió por algunos escritores.

George Rutledge Gibson era un hombre educado, en su vida civil era fiscal y editor de un periódico, fue voluntario de Doniphan y fue electo segundo teniente. Escribió sobre su breve estadía en Fray Cristóbal: Todo es ajetreo al prepararse para la larga marcha a través de la Jornada del Muerto, se les ordeno a los hombres cocinar provisiones para tres días, porque ahí no hay agua ni madera. Cerca de las cuatro en punto, en cuanto llegamos al campamento, los (comerciantes) negociantes arribaban y entraban a este sombrío baldío, una línea de vagones que se extendían por lo menos por una milla. El día ha sido agradable, con madera, agua y abundante pasto y nuestro campamento se sitúa en un lugar hermoso, con montañas en todas direcciones. Dentro de los más dramáticos informes sobre la marcha de los soldados a lo largo de la Jornada se encuentra la de John T. Huges, que fue visitada por muchos de los escritores en este episodio. Huges sirvió como soldado en la compañía C, la primera montada de voluntarios de Missouri, pero se dio a conocer como el historiador no oficial de la expedición de Doniphan. estudio en la universidad, obtuvo el rango de Brigadier General durante la guerra civil, escribió: Cuando pasamos por este desierto atroz, el cual es tajantemente el “Viaje de los Muertos”, los hombres sufrieron mucho; debido a que el clima se estaba tornando en extremo frío y no había ni agua para beber ni madera para hacer fogatas. Los soldados (estaban) fatigados debido a la marcha, débiles de tanta hambre y embotados por los desgarradores vientos, se rezagaban a lo largo del camino por la noche, (ya que no había muchos lugares para reposar) preparando fogatas con los arbustos secos y con los tallos de plantas, o palmilla, que ardía como pólvora. Y se extinguía de igual manera, dejando a los hombres titiritando de frío. Por millas el camino era mas brillante iluminado por los repentinos destellos de luz, que duraban solo un instante, y luego volvía la oscuridad. Al caer la medianoche el frente de la columna se detenía para descansar un poco. Los grupos rezagados continuaban llegando durante toda la noche. Las guardias se mantenían informadas. Los hombres sin su cena se recostaban en la tierra y descansaban. Los ferrocarrileros trabajaban de forma incesante día y noche con sus trenes para seguirle el paso a la marcha del ejército. Tal fue la marcha de más de tres días por la Jornada del Muerto.

Continuando con la contienda regularmente llamada por los americanos la batalla de Brazito, ahora Las Cruces, Nuevo México, el día de navidad del año 1846, los invasores ocuparon el valle debajo del Paso del Norte por varios meses lo que en general era muy grato para los americanos. El Paso del Norte, ahora ciudad Juárez, contaba con una población de entre cinco a ocho mil almas y otros asentamientos se situaban rió abajo en Rió Grande, que se remonta casi al siglo 17. el soldado Hastings escribió sobre su primera impresión en febrero de 1847, típica de otros espectadores americanos de ese tiempo: Me sorprendió mucho el encontrar una ciudad tan agradable y grande. La pulcritud del arroyo y la regularidad de las calles, que las mujeres barren a diario, los paseos, adornados de manera hermosa por las largas filas de árboles que muestran su follaje verde al pie de lo que fueran pequeños arroyos de agua pura, creados por la irrigación, la suavidad y serenidad del clima, las dulces y refrescantes melodías de los pájaros felices, todo estaba mas allá de mis expectativas y a pesar de nuestros pesares, me encontré casi feliz. Este debate se registro en extensos periodos geográficos por más de dos épocas de guerra en Nuevo México. Continuando por El Camino Real a chihuahua, con refuerzos y también, como de costumbre, un gran contingente de comerciantes, no hubo acontecimientos durante el viaje con excepción, por supuesto, de la batalla de Sacramento. La primera impresión de la ciudad de Chihuahua fue invariablemente favorable: “una ciudad hermosa, le gana a cualquier cosa que haya visto jamás” escribió el Cabo Edgar L. Hinton. El soldado Edwards índico que la población era de unos treinta mil habitantes, convirtiéndola una de las ciudades más grande en México. Elogio la espléndida arquitectura de la catedral e ingenuamente llamo a la fuente de la plaza principal una curiosidad. “El agua es vertida de las bocas de cuatro estatuas a un gran cuenco”. El acueducto, junto con la catedral y otras estructuras monumentales, llamaron mucho la atención y admiración. ¿Qué puede decirse, entonces, de la mentalidad y opinión de los soldados americanos, representando a la gente común de los Estados Unidos, en este periodo? Escribiendo estas cortas líneas, se me hizo evidente que existe un volumen importante de registros pertinentes que apenas si mencionamos aquí. Se necesitarían cientos de páginas para hablar de manera justa sobre este tema tan amplio. Alguien más inteligente y más inclinado a la tecnología que yo, puede formular términos de análisis que, aplicados a estos antiguos manuscritos con la magia de la computación, podría presentar aspectos del pensamiento, creencia y opinión de especial interés.

Puede ser que se haya dicho lo suficiente para sugerir, que en cualquiera de los hechos, no había nada de extraordinario acerca de estos americanos. Sus motivos más fuertes son la curiosidad y el deseo de aventura. A medida que se manifiesta el patriotismo Yankee, se refleja una inclinación a confiar en los líderes políticos nacionales, para repetir frases transmitidas desde arriba con relación al destino nacional y la enmendación de los alegatos de insulto al orgullo nacional americano. Ingenuamente y sin educación, los “soldados comunes” de este periodo estaban listos para ser rechazados por al contacto con los habitantes de Nuevo México y Chihuahua. Sin embargo, encontraron mucho que admirarles y respetarles, si abrían su mente al acercarse y al aprender a conocer a estos extraños. Tal vez siempre sea el caso. John Porter Bloom. Vicepresidente. Asociación del sendero de El Camino Real de Tierra Adentro. Junio de 2008. [1] Bell Irwin Wiley, la vida de Johnny Reb, el Soldado Común de la Confederación (Nueva York: Bobbs-Merrill, 1943) La Vida de Billy Yank, el Soldado Común de la Unión (Nueva York: BobbsMerrill, 1952), ambos aun imprimiéndose, y muchos otros títulos. [2] Mark L. Gardner, “Nuevo México: Ocupación EEUU.” en ed. Donald S. Frazer., Los Estados Unidos y México en Guerra, siglo 19 Expansionismo y Conflicto. (Nueva York: Macmillan, c1998, pp. 291-292). [3] Este tema es más comprensible que mi tesis del doctorado (Universidad de Emory, 1956) es Richard Bruce Winders, el ejercito del señor Polk, la experiencia de la milicia americana en la guerra mexicana (Collage Station: Texas A&M prensa universitaria, c1997), capítulos 4-5. [4]Price experimento una presencia física imponente, puede ser que el carisma y tenia un seguidor leal entre toda la gente de Missouri. Fue despues gobernador del estado, y general de los Estados Confederados de América. Sobre su desempeño en Nuevo México un biógrafo escribió: “en esta ocupación demostró laxitud al hacer cumplir la disciplina, una tendencia a discutir con otros oficiales y una inclinación a actuar en una manera muy independiente, casi insubordinada. “Albert Castel, General Sterling Price y lo Civil en Sterling Price, retrato de un sureño (Colombia: prensa de la Universidad de

Missouri, c1972, pp. 71-74) lucha por darle buena cara a su tema en esta acción. El aprecio irrefutable de Price por Santa Cruz de Rosales se encuentra en “The Cowpen Slaughter; was there a Massacre of Mexican soldiers At the Battle of Santa Cruz de Rosales?” de William Gorenfeld en el archivo histórico de Nuevo México (otoño de 2006, 81:4, 413-440). El Coronel John Ralls comando el tercer Missouri, bajo el mando de Price quien era por sobre todo el comandante militar de Nuevo México. [5] Soldado Daniel H. Hastings, “Experiencia Personal”, 15 al 18 de agosto de 1846, J. H. Smiths Papers, vol. XV, Biblioteca de la Universidad de Texas. [6]Benjamin L. Wiley, “Diario”, 7 de septiembre de 1847, Biblioteca de la Universidad Sureña. [7] Hastings, “Experiencia Personal”, 20 de agosto de 1846. [8] técnicamente, uno podría decir que la fotografía emergió de su cuna. Los daguerrotipos no se conocían pero si las largas e innecesarias exposiciones que se llevaban a cabo principalmente en estudios, de la cara o de la cabeza y los hombros. Las fotografías en “acción” se les tomaban al General John Wool y a su equipo a caballo en las calles de Saltillo, en 1847, y se consideran la primera representación de la vida del personal militar en la época de guerra. [9] Teniente Benjamin E. Lackland a Tany Lackland, 8 de Noviembre de 1846, James C. Lackland Papers, sociedad histórica de Missouri, St. Louis, MO. [10] Marcelas B. Edwards a su hermano, 23 de agosto de 1846, “Mexican War Envelope” Sociedad Histórica de Missouri, St. Lousi, MO. [11] Hastings, “Experiencia Personal”, 20 de Agosto de 1846,. [12] Soldado William H. Richardson, Diario de la Expedición de Doniphan (Baltimore, 1847), reimpreso (Columbia, MO, 1928) pp. 41, 45. [13] W. C. Kennerly, “Recolecciones” manuscrito, Guerra mexicana, Sociedad Histórica de Missouri, St. Louis, MO.

[14] Wiley, “Diario”. 7 de Noviembre de 1847. [15] un comentario sobre las fuentes: todas las cartas, diarios y periódicos, recolecciones o remembranzas califican como fuentes originales las cuales son evaluadas por los historiadores en orden descendiente. A las cartas se les da la misma prioridad que a las fuentes debido a su proximidad, sin embargo se debe tener en cuenta que los autores de estas cartas podría haber disfrazado la verdad para crear un mayor efecto en los lectores a quienes iban dirigidas, los cuales pudiéramos conocer o no. Los diarios y periódicos por lo regular tienen la virtud de la proximidad, pero corren el riesgo de ser satanizados y “reescritos” para crear un mayor efecto, especialmente cuando son transcritos. Se pueden encontrar cartas invaluables en los periódicos contemporáneos, pero, de nuevo, deben de ser evaluadas debido a la posibilidad de que contengan errores de trascripción, aunque haya sido para darle un efecto mayor o no. En estos casos, en especial, las posibles aspiraciones políticas de los autores de las cartas deberían de tomarse en cuenta. No había, por supuesto, periodistas en los tiempos de guerra mandados por los periódicos de Nuevo México o Chihuahua, así como los que conocemos en estos tiempos. [16] 18 de diciembre de 1846. Ralph P. Bieber, editorial., Diario de un soldado bajo el mando de Kearny y Doniphan, 1846-1847, por George Rutledge Gibson (la Serie histórica del suroeste, Vol. III. Glendale, CA: Arthur H. Clark Co., (1935, pp. 294-295). Fray Cristóbal estaba cerca de Valverde y, más importante, La villa de Socorro y otros asentamientos donde se podían obtener provisiones. Es importante decir que el vagón que cargaba civiles partía cuando caía la tarde, para viajar durante la fría noche, incluso en invierno. Este era un procedimiento militar muy común. [17] John T. Huges, La Expedición de Doniphan; la cual contiene un relato sobre la conquista de Nuevo México. (Cincinnati: U.P. James, c 1847), en reimpresión por William Elsey Connelly, guerra con México, 1846-1847, La expedición de Doniphan y la conquista de Nuevo México y California (Topeka, KS, s. p., 1907), pp. 368-369. [18] Hastings, Experiencia Personal, 2 de Febrero de 1847. [19] E. L. Hinton a su padre, 8 de Marzo de 1847; manuscrito; M. B. Edwards a su hermano, 13 de marzo de 1847; ambos durante la guerra mexicana, Sociedad Histórica de Missouri, St. Louis, MO.