DIOS HABLA EN LOS CONCILIOS

DIOS HABLA EN LOS CONCILIOS El concilio de Éfeso, fresco de Ión y Sofronia (1595-1596). Arco de la bóveda oriental del monasterio Suchevita de Suceav...
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DIOS HABLA EN LOS CONCILIOS

El concilio de Éfeso, fresco de Ión y Sofronia (1595-1596). Arco de la bóveda oriental del monasterio Suchevita de Suceava, Rumania

Fascículo 3 Tercer Concilio Universal Éfeso – Junio de 431 1580º aniversario Parroquia Inmaculada Concepción Monte Grande - 2011

Un problema teológico por resolver Los dos primeros concilios ecuménicos condenaron dos doctrinas opuestas sobre Cristo. Nicea, al arrianismo, el cual sostenía el error que el Verbo no era consustancial al Padre. Constantinopla, a los apolinaristas, quienes cayeron en el error de considerar que no hay dos naturalezas completas en Cristo. En adelante, para ser católico, habrá que admitir plenamente un Hombre-Dios, mas queda una duda por resolver: ¿Cómo y dónde se realiza esa unión plena de las dos naturalezas?… Jesús ¿es un hombre elevado por sus méritos a la divinidad?...; o ¿es un Dios, rebajado a la humanidad?... Dos grandes escuelas teológicas trataban de conciliar la razón y la fe, explicando el misterio. Alejandría, gusta partir en sus conceptos de la idea de Dios. Antioquía, se inclina a considerar al Salvador desde el punto de vista humano. Una, baja de Dios al hombre; otra sube de Dios al hombre. Ambas, dentro de la ortodoxia, han dado a la Iglesia muchos doctores y santos.

La herejía nestoriana Buscando sus raíces nos hallaremos con Diodoro de Tarso (394). Éste, celoso en mantener la integridad de las dos naturalezas en Cristo contra los apolinaristas, distinguió enérgicamente en el Salvador el Hijo de Dios del Hijo de David, llegando a la afirmación blasfema de que el Verbo encarnado no es el Hijo de María. Sin embargo, el verdadero maestro del nestorianismo es Teodoro de Mopsuestia, quien decía: “Es una locura el pretender que Dios haya nacido de una Virgen”. El error, de gravísimas consecuencias para la fe, rodaba discretamente por las escuelas, pero desgraciadamente halló una voz pública que lo propagara. Nestorio En diciembre de 427 ha quedado vacante la Sede de Constantinopla por muerte del obispo Sisinio. Hay muchos candidatos, pero se deciden por un forastero. Es Nestorio, obispo de Cesarea de Germánica, de donde es oriundo; educado en Antioquía y desde niño inclinado a la piedad, hasta hacerse monje en un monasterio de las cercanías. Preocupado por las acciones humanas de Jesús, considera su divinidad como un término moral, consumado por su muerte. Tiene cualidades atractivas de multitud: semblante austero, modestia en el actuar, retirado de las reuniones y amigo del estudio. Lo consagran el 10 de abril de 428. Los consagrantes comunican el acto al Papa Celestino I, a Cirilo de Alejandría y otros obispos de Oriente, haciendo grandes elogios del electo. Pero el primordial motivo de su exaltación, su celo contra los herejes, le hace más nervioso y violento en cuanto se ve tan encumbrado. Ya en su primer sermón dice al emperador Teodosio II: “Exterminad conmigo a los herejes y yo exterminaré con vos a los persas”. Su persecución se extendió tanto hacia los arrianos, macedonianos1 y cuartodecimanos2. Se salvaron los novacianos3 por tener amigos en la corte. A los católicos extrañó mucho su protección decidida a los pelagianos4, en tal forma que les amparaba, comunicaba con ellos en las iglesias y hasta actuó como intercesor ante el Papa Celestino I, quien no contestó a su absurdo ruego, ya que los pelagianos estaban condenados por diversos concilios y sufrían sus obispos, por ley imperial, la pena de destierro.

Doctrina herética iniciada por Macedonio, quien propuso la negación de la divinidad del Espíritu Santo y consideraba a éste como una criatura que sólo difería de los ángeles en grado, subordinada al Padre y al Hijo. 2 Los cuartodecimanos se negaban a aceptar la norma del Concilio de Nicea sobre el cálculo del día de la pascua. 3 Novaciano sostenía que la apostasía era un pecado irremisible y que los apóstatas nunca podían ser readmitidos a la comunión de la Iglesia, ni siquiera a la hora de la muerte. Afirmaba, además, que la Iglesia debía formarse sólo por los enteramente puros y negaba, como los montanistas, que la idolatría, el adulterio y el homicidio pudieran perdonarse. 4 El pelagianismo recibe su nombre de Pelagio, quien negaba el pecado original y la gracia de Cristo. 1

Estalla el error El sacerdote Atanasio, que Nestorio había llevado consigo a Constantinopla, predicando en la Catedral dice atrevidamente: “Que nadie llame a María Madre de Dios; era una mujer, y es imposible que Dios nazca de una mujer”. El pueblo, acostumbrado a adorar a Jesucristo como Dios, y a venerar a María como Madre de Dios, quedó pasmado. Corrieron, apenas terminados los oficios, al palacio episcopal, personas de toda condición a protestar con vehemencia. Les despidió malhumorado el Patriarca Nestorio, y en la Navidad del 428, con todo el fulgor de sus vestiduras cuajadas de piedras preciosas, desde el púlpito profanó la espléndida basílica, asegurando que “el llamar a la Virgen Madre de Dios —Theótokos— sería justificar la locura de los paganos que daban madres a sus dioses. Que el Verbo no había nacido de María, sino que estuvo inseparablemente unido al Hijo de María”. El abogado Eusebio, que más tarde sería obispo de Dorilea, usando el derecho oriental de interpelar a los oradores, se levantó para responder: “que el Verbo nacido del Padre antes de todos los siglos, había nacido en el tiempo, según la carne de la Virgen María”. Nestorio contestó, llenándole de injurias, entre las protestas de sus fieles. Lejos de rectificar su error, el Patriarca Nestorio lo manifiesta en varias ocasiones. Algunos monjes que pensaban que estas doctrinas eran imposibles en el patriarca de un pueblo que tanto veneraba a la Madre de Dios, fueron, presididos por el abad Basilio, a interpelar respetuosamente al prelado. Nestorio, lleno de furor, les hizo encarcelar en su mismo palacio. Luego los dejó en libertad, diciendo hipócritamente que había sido un malentendido. Mas llegó la ruptura definitiva cuando otro obispo amigo de Nestorio, Doroteo de Marcianópolis, predicando en la Catedral, proclamó esta blasfemia: “Si alguno dijere que María es Madre de Dios, sea anatema”. Nestorio guarda un silencio de complicidad, y su pueblo entristecido abandona a su falso pastor, jurando no volver al templo mientras la herejía lo contaminara. Intervención de san Cirilo Cirilo de Alejandría, Patriarca desde el 412, se enteró que el error había llegado hasta sus dominios. Su carta pascual del año 429 estudia la encarnación y la dirige a sus monjes, orientándolos en la materia: “¿Es lícito —se pregunta—, llamar a María Theótokos? No se puede dudar, pues ella a dado a luz al Dios Verbo hecho hombre”. San Cirilo honraba a la Virgen con el título de Madre de Dios, como todos los alejandrinos. Conociendo Cirilo cómo Nestorio mueve sus influencias en la corte, dirige sendas cartas no sólo al emperador, sino a las ilustres emperatrices y princesas de Bizancio, en un tono más cuidadoso y elegante que el empleado con sus monjes. La corte conoció las cartas de Cirilo a los monasterios, pues circulaban copias por la ciudad, y Nestorio reacciona enviándole una carta poco cortés, acusándole de causar escándalo. Entonces, Nestorio desata una campaña de calumnias contra el Patriarca de Alejandría. Constantinopla está mal, el pueblo murmura que ya no tiene pastor, y por ello Cirilo apremia al Papa, Celestino I, a intervenir: “Los fieles están muy escandalizados… Te ruego consientas en que se dé a María el título de Theótokos, pues no es una apelación nueva”. El Papa se asombra de que tales blasfemias sean de un obispo, de quien informaron era tan cabal. El Pontífice convoca un sínodo en Roma, y tras la deliberación, envía una carta a Nestorio, en la cual rectifica punto por punto los errores del heresiarca. Asimismo lo insta a retractarse de sus dichos en un lapso de diez días, caso contrario sería separado de la comunión con la Iglesia Católica. Para dar cumplimiento a esta resolución, es comisionado Cirilo de Alejandría para obrar en su nombre. Cirilo, con la plena autoridad pontificia, convoca a un sínodo en Alejandría y éste dirige una carta a Nestorio comunicando lo resuelto por el Papa. Asimismo, dicta una memoria sobre la doctrina de la Encarnación del Verbo y formula doce anatemas que originarán controversias. Una delegación entregó a Nestorio la carta sinodal y la del Pontífice. No los recibió y contestó que volviesen otro día. Su contestación fue declamar en el púlpito contra el egipcio —en alusión a san Cirilo—. Ya un poco más serenado, responde con doce antianatemas a Cirilo de Alejandría, y así la controversia no acaba de definirse. Ambos bandos desean un concilio universal. El emperador Teodosio II lo convoca el 19 de noviembre de 430, para la fiesta de Pentecostés, en el siguiente año.

El concilio de la Madre de Dios (Theótokos) La apertura del concilio se produjo el día 22 de junio de 431, en la iglesia principal de Éfeso, dedicada a Nuestra Señora. En la primera sesión se reunieron exactamente 198 obispos. Presidía Cirilo de Alejandría con la delegación del papa Celestino I, la cual arribó en la 2ª sesión. Como único representante de África se encontraba el diácono Vesulato (san Agustín de Hipona, invitado especialmente por el emperador, había muerto el 28 de agosto de 430). Por su parte, Nestorio contaba con diez prelados en su bando, cantidad que pensaba acrecentar. Sesión I Preside, en medio de la Iglesia, el santo Evangelio, abierto sobre un altar. Pedro, sacerdote de Alejandría, el primero de los notarios, propuso la acusación de Nestorio. Éste fue citado en varias oportunidades para que se presentara en el concilio, pero Nestorio respondió colocando una guardia a la entrada de su residencia. Finalmente, la asamblea decide: “Si guarda la casa con soldados, prueba es de que ha cerrado sus oídos a su conciencia. Ya que no podemos salvar al hermano, salvemos el depósito de la fe”. A continuación se lee el Símbolo de Nicea, la carta de san Cirilo, para comparar su doctrina con la del Símbolo y sus consejos a Nestorio. Luego se lee la carta de Nestorio a san Cirilo y veinte tesis extraídas de entre los escritos del acusado. “Es todo lo contrario a la fe de Nicea —exclama Juvenal de Jerusalén—. ¡Anatema a estos errores impíos! ¡Anatema a todo el que defienda esta doctrina!”. “Con razón —dice Acacio de Melinita— tiene miedo de comparecer Nestorio, y hace cercar su casa con soldados. Su primer acusador es su conciencia, pero sofocando sus remordimientos se aparta de las Sagradas Escrituras y de la tradición de los Padres”. Luego se leen la confirmación de Celestino I sobre las herejías de Nestorio y la epístola del sínodo de Alejandría. Cabe destacar que Acacio, tan valiente acusador de Nestorio, era, al igual que Teodoreto de Ancira, amigo del heresiarca, y ambos le habían visitado al llegar a Éfeso. Por ello, los obispos del concilio les solicitaron les dijeran lo que habían oído de boca de Nestorio. Habló Teodoreto por los dos: “Si aprecio a un amigo, amo mucho más los intereses de la Iglesia” y declaró que Nestorio había osado afirmar “Que no era decente anunciar a un Dios nacido de una Virgen y nutrido de su leche”, así como que “uno era el Hijo que había sido crucificado, y otro el Verbo Divino”, y también que “el delito de los verdugos de Cristo no era más que un simple homicidio, por haber sido cometido en un hombre y no en un Dios”. Estudiada la doctrina nestoriana, los Padres conciliares resolvieron privar a Nestorio de la dignidad episcopal, apartándolo de toda sociedad o asamblea eclesiástica. Esta primera sesión ocupó todo el día, hasta entrada la noche. El pueblo esperaba impaciente, a las puertas de la Catedral. Devotísimo de la Madre de Dios, no podía pensar en otra cosa que en la condenación definitiva del ultrajante error de Nestorio. Cuando la población supo la condena, aclamó a los obispos. Al día siguiente los pregoneros proclamaban la sentencia del concilio, la cual fue firmada por los 198 obispos presentes. Sesión II Retrasados por las tormentas, los legados del Pontífice llegan a Éfeso el 10 de julio, y ese mismo día se celebra la segunda sesión. En ella se lee una carta del Pontífice, que expresamente decía cómo el concilio no debía juzgar a Nestorio, sentenciado ya por un sínodo romano, sino simplemente promulgar la sentencia, haciéndola con ello universal. Ahora los legados ordenan se ponga en ejecución lo dispuesto por el santo concilio. Luego de esta sesión, Candidiano, un amigo de Nestorio, pone guardias en los caminos para evitar que la corte imperial conozca los resultados de la asamblea. Al día siguiente obispos seguidores de Juan de Antioquía y partidarios de Nestorio forman un conciliábulo5, en el cual preparan un informe falso para el emperador: en el concilio se notan precipitación, violencia e intrigas; no han admitido a muchos obispos y los que se reúnen están en desacuerdo; han puesto 5

Reunión, generalmente ilegal o ilegítima, para tratar de algo que se desea mantener oculto.

guardianes en las casas de los adversarios. El calumnioso informe es acompañado por una carta firmada por once obispos, en la cual solicitan al emperador seguridad, pues aseguraban que sus vidas corrían peligro. Además, sugieren la reducción de los integrantes del concilio, pidiendo que sólo asistan dos obispos de cada provincia con su metropolitano. Esto último con el objeto de beneficiar a Nestorio en el número de obispos a su favor. Sesión III: 11 de julio El concilio prosigue sus trabajos, a pesar del alboroto en su derredor. Los legados papales, luego de escuchar la lectura del proceso verbal de la primera sesión, aprueban las decisiones por unanimidad. Sesión IV: 16 de julio Se rechazan las decisiones del conciliábulo de Juan de Antioquía y sus partidarios, invitándoles a agregarse al legítimo concilio y explicar su tortuosa conducta. Se excomulga a Juan con sus rebeldes, luego de tres vanas citaciones. Sesión V: 17 de julio Se redacta una epístola al emperador con relación a lo sucedido, pidiéndole licencia para retornar a sus Sedes, pues se ha logrado la finalidad de su convocatoria. Se redacta otra más detallada al Sumo Pontífice. Sesión VI: 22 de julio Se condena el Símbolo atribuido a Teodoro de Mopsuestia que propagan los nestorianos, adjuntando un decreto que prohíbe componer y difundir otro Símbolo que el de Nicea. El concilio II de Constantinopla, que había formulado el Símbolo que aún profesamos, no era aún reconocido como ecuménico. Sesión VII y última: 31 de julio Se realizó, como la primera, en la Basílica de Santa María, mientras las otras cinco se reunieron en el palacio episcopal. El concilio, bajo la presidencia de Cirilo y legados pontificios, recitó su acción de gracias. En esta sesión se adoptaron seis cánones dirigidos contra Nestorio y su facción. En una circular informaron a los obispos ausentes sobre lo resuelto. Pero, ¿se cumplirán sus decisiones? ¿las sostendrá el emperador?

Finalizan las intrigas Cansado de tantos rumores, Teodosio II envió un último informante; mas, para tal medida, si era honrado, el conde Juan resultó inepto. Como magistrado no entendía nada de cánones, e informó que todo estaba tranquilo. Los nestorianos habían logrado interceptar todas las cartas de Cirilo y de la mayoría del concilio al emperador. Pero finalmente un mensajero disfrazado de mendigo pudo pasar de contrabando a la ciudad, escondida en un bastón, una carta de Cirilo a los monjes de Constantinopla hostiles a Nestorio, junto con los documentos conciliares. Éstos acudieron en tropel ante la residencia imperial, pero no consiguieron sino que Teodosio tomara una decisión salomónica, deponiendo tanto a Nestorio como a sus adversarios Cirilo y Memnón, y encarcelando a Juan de Antioquía y a Cirilo de Alejandría mientras se estudiaba el caso. El concilio envía siete delegados, las instrucciones de la asamblea legítima son terminantes: deben permanecer firmes, puesto que son depositarios de un poder, que no es igualado en la tierra. Juan de Antioquia —alguien lo liberó— llega a la corte con ocho obispos. Los cortesanos empujan a Teodosio hacia el bando rebelde. Pero su tía Pulqueria —firme puntal de la ortodoxia—, ahora bien enterada de la cuestión, inclina la balanza y triunfa la verdad. Teodosio ordena: 1. Ratificar la condenación de Nestorio, confinándolo a un monasterio para que haga penitencia. 2. No permitir a los nestorianos tener reuniones y confiscar sus bienes. 3.

Prohibición de copiar, leer o guardar textos de Nestorio. 4. Años después se mandará quemar todo escrito contra Éfeso y su presidente Cirilo. La obra conciliar finaliza con la elección por el clero de Constantinopla —el 25 de octubre— de Máximo, monje piadoso educado en Roma, para la silla vacante de Nestorio.

Reconciliación Un concilio celebrado con el signo de la Virgen Madre de Dios no podía quedar así… en el aire, con una desunión profunda entre los obispos, que podían entenderse en lo principal. Juan de Antioquía y Teodoreto de Ciro eran estimados por la corte y el pueblo a raíz de sus virtudes intachables. Pero éstos no estaban de acuerdo con los doce anatemas redactados por Cirilo de Alejandría, pues algunas expresiones se prestaban a malentender la verdad. Hay pues discusiones, embajadas, encuentros amistosos y sobre todo la voluntad del emperador, que a toda costa desea la paz. San Cirilo, que representa a la ortodoxia, se avendrá a un renunciamiento, porque Sixto III, sucesor de Celestino I, desea un acuerdo de las escuelas teológicas, y aprobando el concilio de Éfeso, sólo pone como condición a los disidentes el condenar a Nestorio, dejando otras cuestiones en la mesa de la discusión fraternal. La mayoría del episcopado oriental aplaude el acuerdo. La paz se ha hecho sobre la base de mutuas concesiones.

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