De inmediato bordeamos el área y entre Carlos, Diego y Elmer, y por Troleo: Manuel Solís, el director y un servidor, comenzamos una fiesta de capturas

Al llegar a Río Lagartos el visitante se topa con un pueblo pequeño y alegre, anclado a sus costumbres y orgulloso de las tradiciones que desde sus in...
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Al llegar a Río Lagartos el visitante se topa con un pueblo pequeño y alegre, anclado a sus costumbres y orgulloso de las tradiciones que desde sus inicios, se enraizaron en torno al mar.

Reconocido como el criadero por excelencia del flamenco rosado, se erige hoy en la costa más productiva para la pesca del Estado de Yucatán abrazando una de las rías más importantes de la península, un pueblo pequeño y pintoresco que los nativos mayas llamaban “Hol koben” y que los colonizadores, al adentrarse en su canales en busca de agua dulce, comida y constatar la gran presencia de cocodrilos en las orillas, nombraron Río de Lagartos. Villa de estilo tradicional con casas de madera que advierte de sus costas con un atípico faro cuadrado anclado en el malecón. Población de casi tres mil habitantes de gente amigable y franca, donde un 90% vive del mar desde sus comienzos, entregando sus esfuerzos a la cosecha del pulpo, el mero y la langosta, rubros que exportan a varios países sustentando la economía del lugar. “Río lagartos Adventure” es la empresa sin duda más competente del lugar en servicios al turismo y la pesca alternativa y que propició el encuentro con este excelente destino turístico.

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Un malecón no muy extenso, coloreado con esa presencia ingenua de una historia que hace mucho debió escribirse, forma el pintoresco ambiente que desde antaño, caracteriza a este destino donde la gentileza de los pescadores invita a disfrutar de una bella estampa ribereña. Quizás las expectativas de esta invitación a pescar con los amigos de “Río Lagarto Adventures”, incitó para adelantar el amanecer, cuando nos sorprendimos en el balcón del hotel Tabasco Río disfrutando desde nuestra habitación de una vista envidiable: el tradicional reloj de la plaza marcando las cinco y veinticinco de la mañana y el poblado comenzando a despertarse. No reunimos en el malecón en el restaurante “La Torreja” a escasos metros de la embarcación que desde temprano alistaban para nuestra salida. Unas suculentas tortas de carne en pan crujiente y un buen tarro de café de olla fueron los testigos del encuentro con nuestros anfitriones Diego Núñez y Elmer Canul, responsables de Río lagartos Adventures, y en espera de Carlos Loeza, amigo de este staff, empresario de Tizimín y que amablemente había ofrecido su embarcación para disponer nuestro primer día en Río Lagartos. Salimos antes de las 7 a.m. sorteando las olas de algunas lanchas que perseguían el horizonte. El mar tranquilo, con ese olor característico que incita y relaja, que huele a contienda y que apenas saliendo, nos regaló nuestro primer encuentro en la misma bocana del canal central de navegación. Una activa “jureliza” junto a cormoranes y fragatas no daban tregua a una buena escuela de sardinas que nos quedaba casi a “tiro de caña”.

De inmediato bordeamos el área y entre Carlos, Diego y Elmer, y por Troleo: Manuel Solís, el director y un servidor, comenzamos una fiesta de capturas, que en varias ocasiones cortejó nuestra adrenalina con varios dobletes, en un frenesí por acabarse hasta la última sardina. Se sucedían las capturas lo mismo troleando que atacando la mancha con cucharas, plumillas y señuelos de paleta. Los ataques no distinguían columnas de agua, parecía que la diferencia de señuelos no era tal diferencia y el extenuante trabajo era felizmente recompensado. Con razón nos alertaron de cualquier sorpresa en estas aguas y que de los destinos de la península, el litoral de Río Lagartos hasta El Cuyo, es el más productivo por cantidad y variedad de capturas. Después de casi cuarenta minutos se despejaba el área y decidimos salir a trolear y pescar de fondo. Aunque el mar y el viento estaban a pedir de boca se radiaba que un mal tiempo se acercaría a la costa en menos de 36 horas. Navegamos sin buscar referencias a una zona cercana a los 50 pies donde las cañas de troleo empezaron a doblarse y el ataque de varias sierras y barriletes advertían de una zona productiva. La decisión de Diego de quedarnos en el área troleando a baja velocidad y buscar a fondo había sido acertada pues en menos de 15 minutos varias barracudas atacaban lo mismo carnadas que señuelos sin haber cesado el ataque de las sierras que junto a algunos pargos y jureles, empezaban a asegurar una envidiable cena al regreso. A fondo estábamos usando sardina fresca y casteando con Rapalas Xrap12, Count Down, cucharas etc. Uno de mis señuelos y color preferido, un Barra Magnun de Rapala color CG que traía troleando con BG90 de Daiwa, caña Penn Mariner y línea de mono de 25 libras, fue inhabilitado por una inmensa barracuda con una buena dentellada, que después de subirla nos percatamos que en la pelea, la fuerza del animal dobló el alma o alambre central que sostienen los anzuelos triples. Se sucedieron capturas de varias especies lo mismo casteando que troleando para complacer a cualquier visitante amante de este deporte. Una tarde excelente compartiendo la pesca y las atenciones con estos servidores que no pudo ser mejor. Unas deliciosas tiras empanizadas de sierra, postas de barracudas, arroz recién hecho y verduras servían de marco para deleitar las pláticas con los “Adventure” en su centro operativo de “La Torreja”, después de agasajarnos con un ceviche como pocos y las ocurrencias de “El pecas”, otro de los guías, que se ocupa de las opciones de snorquel y baño maya, además de compartir en todo momento su jocosidad y buen carácter alegrando el encuentro. “La Torreja”, atendido de manera muy eficiente por la familia de Diego es un tradicional restaurante de comida típica mexicana en el centro del malecón y frente al muelle, que funciona como sede de este pequeño staff de prestadores de servicio donde el visitante puede constatar cualquiera de sus ofertas, entre las que podemos disfrutar: pesca deportiva off shore de varias especies, pesca recreativa con toda la familia, la posibilidad de cenarse sus propias capturas al regreso, hasta disfrutar de pescas más especializadas como la del sábalo con fly u otra modalidad, que habita toda la costa atestada de humedales y comparte, según las fechas, sus espacios con el robalo, la palometa, el pargo, la curvina, el jurel, la barracuda.

Emocionantes salidas nocturnas para ver a los cocodrilos en el mangle desde la embarcación, paseos en kayak por los esteros, recorridos por la salinera y sus aguas rosadas donde anidan los flamencos, pueden coordinarse con este grupo, y por supuesto disfrutar del internacionalmente famoso “baño maya”. Este baño se hace con un tipo de barro mineralizado de la zona, que también era usado por los mayas para disminuir los castigos del sol a modo de bloqueador. Es una de las ofertas más solicitadas por el turismo internacional y formaba parte del culto a la belleza que según la historia, los mayas imponían a su sociedad. Esta práctica se origina del cuidado que antaño recibían las doncellas mayas cuando les exfoliaban la piel con barro para alistarlas, antes de someterse a los sacrificios que ejecutaban, según la tradición aborigen. Nos retiramos temprano, nos esperaba nuestro segundo día de pesca esta vez por sábalos en el manglar y que sin dudas nos llenaba de expectativa la noche.

SEGUNDO DIA Estábamos esperando el amanecer saludando a los pescadores que salían a sus labores con el cielo oscuro aún, compartiendo nuestra salida en dos cómodas pangas del servicio de pesca en los flats para ir por los sábalos. Disfrutar el amanecer dejaba poco al asombro, cuando decenas de aves nos regalaban una travesía llena de colores y sonidos de pájaros, entre los que se dejaban ver garzas blancas, gaviotas, garza azul, pelícanos grises y pardo, la garza tigre, los llamados copos de nieve, cormoranes y por supuesto un cielo cursado desde varias direcciones por los coloridos flamencos mientras en la orilla, una garza disfrutaba de un enorme bagre exponiendo la diversidad y conjunción de la naturaleza en estos parajes. A minutos de haber salido y acercarnos al manglar solo tuvimos tiempo para observar dos majestuosos pelícanos blancos levantando el vuelo, especies muy difíciles de ver ya que viajan solamente en esa época desde Canadá huyendo del frío. Ya estábamos sobre la zona de pesca, donde los guías comenzaban a identificar a los “baby tarpoon”disponiendo de pequeños bancos de lisetas y sardinas, que apenas lograban llegar a las raíces para sobrevivir al ataque de los sábalos.

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De inmediato Diego, que llevaba “al pecas” como guía, comenzaba el asedio dejando caer sus moscas enganchando un bello ejemplar, en lo que nos acercábamos o girábamos en torno a su embarcación evitando espantar a los demás sábalos. Atacaban de forma estrepitosa como es costumbre, entrábamos y salíamos por estrechos canales tratando de seguir la embarcación de Diego y “el pecas”; el deleite era sin duda el valor agregado del programa mientras nuestros anfitriones no cesaban de moverse de un lado a otro y entre fotos, bromas y capturas se sucedió la mañana con más de once enganches y nueve capturas que disfrutamos junto a estos avezados hombres de mar.

Después de una merienda a bordo y alegre charla, decidimos vadear toda la orilla del estero, que dejaba ver aún las huellas del último ciclón que dejó un daño considerable a la ría y que gracias al prodigio de la naturaleza se veía reverdeciendo y ocupando de nuevo sus espacios. El silencio y la calma, dejaban escuchar todos los sonidos pertenecientes a la fauna del lugar, disfrutando la virginidad de sus parajes, mientras Diego sorteaba sus lances entre ramales donde los sábalos se dejaban ver.

Al regreso intentamos pelear sin luz los últimos sábalos, resultando dos enganches más. Decidimos la retirada y finalizar nuestra jornada; nos esperaba el regreso a Mérida complacidos por tantas atenciones, conociendo de nuevas posibilidades y ofertas a precios asequibles para pasar buenos momentos con la familia y los amigos. Disfrutamos de un hermoso entorno y unas jornadas de pesca excelentes que a menos de dos horas de la capital yucateca obligan sin lugar a duda, a no olvidar el camino.