D. Antonio Barroso Fundador de ANADIR

Madrid, 27 de junio de 2011

Con el patrocinio de

Don Antonio Barroso, Fundador de ANADIR En 2008 un hombre agoniza en Vilanova i La Geltrú. Es el padre de mi buen amigo Juan Luis Moreno, al que me une una gran amistad forjada desde la infancia, cuando nuestros padres, amigos también, se reunían los domingos para comer, para ir al campo o incluso para pasar unos días de vacaciones. El hombre no quiere llevarse a la tumba el peso insufrible de un secreto espantoso. En ese último minuto le confiesa a su hijo que le había estado mintiendo toda la vida, que no era su hijo biológico, como le habían hecho creer y como figuraba en su documentación, que era un niño comprado. Aunque no le dio muchos detalles, tuvo la valentía de contarle que también su amigo Antonio Barroso, había comprado a su hijo. Que aquellos viajes que cada verano hacíamos a Zaragoza, de los que teníamos tantos y tan maravillosos recuerdos no eran sino la visita a nuestro vendedor para saldar la deuda anual. Nos habían comprado a plazos porque ni los padres de Juan Luis ni los míos eran personas de una alta capacidad económica. Ese momento fue un punto de inflexión para los dos y nuestras vidas nunca volverían a ser las mismas. Juan Luis me llamó por teléfono. “Antonio!, –me dijo- mi padre se está muriendo y me ha confesado que a ti y a mí nos compraron a un cura y a una monja de Zaragoza!”. Sólo alguien que haya pasado su infancia como yo pasé la mía puede entender lo que sentí en aquel momento... Cuando era muy pequeño, algunos compañeros de colegio me decían vengativamente: “Tu madre no es tu madre”. Recuerdo perfectamente la tristeza que me producía la crueldad de los niños y lo mucho que esas frase me hacían pensar. La duda que se instaló en mi vida, me convirtió en un niño muy diferente y casi sin ilusión por nada. Lloraba mucho y en mi interior crecía día a día un gran vacío del que no sabía absolutamente nada. Un auténtico laberinto sin salida. Muchos adoptados entenderán que además no me atreviera a preguntar abiertamente. Algo entre el miedo a perder los únicos padres que conocía, el temor a enfadarles e incluso el riesgo de parecer un desagradecido. Cuando eres un niño tampoco tienes recursos para averiguarlo fehacientemente. Los padres son la única referencia. Ellos son nuestra verdad. Con 13 años me armé del valor que no se tiene con esa edad y le pregunté a mi madre si yo era adoptado. Ella lo negó todo rotundamente y se echó a llorar. Recuerdo que se llevó un gran disgusto. En secreto busqué el libro de familia y le eché un vistazo. Todo era normal. Cuando alcancé la mayoría de edad creí llegado el momento de salir de dudas. Fui al juzgado del Vendrell en Tarragona y solicité mi partida de nacimiento al juzgado de Zaragoza, el lugar donde estoy inscrito. Cuando llegó el documento me llevé una pequeña decepción: resultó que yo era legalmente hijo biológico de mis padres. El funcionario me aseguró que aquel papel era legal y que todo era fruto de una obsesión mía. Fue entonces cuando decidí cerrar aquel capítulo para siempre. Ya había sufrido bastante.

Por eso, cuando a los 38 años recibí la llamada de Juan Luis, le respondí: "Pero, ¿qué dices? si yo miré mi partida de nacimiento?". Pero mi amigo ya tenía una buena respuesta para esa duda: nuestras partidas de nacimiento fueron falsificadas. Volví al infierno de la duda: sabía menos de mí mismo de lo que pensaba. Yo, todavía hoy no sé dónde nací, ni tampoco cuándo. Aquel fue el punto de partida para nuestra investigación. Primero en los hospitales en los que supuestamente nacimos y donde no encontramos constancia de los supuestos partos. Ambos decidimos emprender una batalla judicial para averiguar nuestros orígenes. Creíamos ser los únicos españoles que recién nacidos fuimos vendidos por una monja sin escrúpulos en una maternidad. Nos hicimos las pruebas de ADN con nuestras respectivas madres, y pudimos confirmar fehacientemente que esas mujeres no fueron las que nos dieron la luz. Además, si pagaron por nosotros, ¿podíamos estar seguros de que nuestras madres biológicas se habían desprendido voluntariamente de nosotros? Denunciamos suposición de embarazo, apropiación ilegal de un menor y falsificación de documento público. Adjuntamos todas aquellas pruebas y esperamos que la justicia nos ayudara a encontrar nuestros orígenes, que se investigara y que los culpables pagaran su delito. Pero la justicia nos dio la espalda. Y nuestra causa se archivó rápidamente. Era la segunda injusticia grave que se cometía con nosotros: primero nos vendieron y luego nos querían impedir lo que ya la ley permitía a todos las personas nacidas en este país: el derecho a saber. Con la decisión de la justicia muchos medios de comunicación empezaron a interesarse por nuestro caso. La aparición en la prensa y en la televisión tuvo un efecto llamada inmediato. De pronto otras muchas personas se ponían en contacto con nosotros para contarnos situaciones muy similares a la nuestra. Gente que creía haber pasado por la misma historia y decenas de madres que con nuestra historia, recordaban la suya, la de un embarazo que terminó sin su hijo. Y esas llamadas crecían. Con cada entrevista más personas se ponían en contacto con nosotros. Ya no podíamos mirar para otro lado. Decidimos organizarnos. El 11 de febrero de 2010 quedó oficialmente constituída la Asociación Nacional de Adopciones Irregulares, ANADIR, que presido desde entonces. Desde ese día no ha pasado ni uno sólo sin que alguien me llame para preguntarme si es posible que su hijo siga vivo, si creo si se puede encontrar a la madre que alguna vez parió una criatura. Llevo dos años escuchando historias terribles. Y me gustaría compartir con ustedes algunas. No son especiales porque en todas hay el dolor profundo de una madre y un padre y la vida de un hijo, pero en su día me causaron una honda impresión y quiero relatarles. Les hablaré en primer lugar de Salvador. Un vecino de Terrasa que con 22 años llevó a su mujer a parir a un pequeño hospital de su localidad. Salvador tuvo la inmensa fortuna de ver nacer a

su hija. Cuenta que era una niña preciosa. La mujer empezó a sentirse mal y los médicos, ante su gravedad, decidieron trasladarla al Vall d’Hebrón, en Barcelona. Salvador se fue con ella, tranquilo su hija estaba bien y en buenas manos. Desgraciadamente la mujer de Salvador falleció. Cuando velaba el cuerpo de su mujer, su cuñado le dió otra noticia dramática. Viene del hospital de Terrasa donde le han comunicado que también la niña había muerto. Salvador, enloquecido, enterró a su mujer y regresó para enterrar a su hija. En la documentación para el entierro dice que la niña había nacido muerta!!!. Cuando fue a reclamar le dicen que la pena no le deja ver con claridad lo que ha ocurrido. El hombre, vencido, entierra una caja sellada con clavos. No le dejaron ver el cuerpo. Hará un año exhumó los restos. Había un cadáver, pero el análisis de ADN reveló que no era su hijo y que eran restos de un varón El caso de Begoña es diferente. Era soltera y estaba sola con su primera hija en Castellón, cuando su segundo embarazo tocaba a su fin. La niña nació perfectamente y ella la vió viva. Pero una monja le comunicó que había muerto. Salió de allí y olvidó su pena. Hace tres meses, mientras veía un programa especial de televisión sobre niños robados, pensó que quizá el suyo era un caso de tantos y decidió investigarlo. Sólo tres días después una voz femenina sonó en su móvil. Era su hija. No había muerto. Había sido criada por una familia con todo el cariño del mundo y cuando esos padres murieron inició la búsqueda de sus orígenes. Han pasado una semana juntas y ahora son inseparables. A los padres adoptivos de su hija les hicieron creer que esa criatura era una niña abandonada. Les pidieron dinero para los gastos del embarazo y el parto. Pagaron, no creían estar comprando, pagaron supuestamente los gastos. Pero unos malnacidos se enriquecieron un poco más con aquel negocio repugnante de trata de seres humanos. La hermana de Angeles Tejero murió en el parto con sólo 21 años. Estaban en el depósito, velando su cuerpo, cuando una monjita les bajó un paquete envuelto de aparente forma humana, pero sin que se viera ni siquiera la cara. Les dijo que era la niña que también había muerto. La abuela de esa criatura creyó enloquecer de dolor y la amable monja le afeó la conducta: no es para tanto, les dijo!. Cuando aún no se habían repuesto del golpe, un celador les llevó otro paquete envuelto, exactamente igual al anterior. Este es el cadáver de la niña, les dijo. Y lo depositó junto al otro paquete. Oiga le dijeron, llévese a esa niña con su madre. Bueno, contestó, no importa. Entierren a todos juntos... Cuando, años más tarde, la madre de Angeles desenterró a su hija para llevarse el cadáver al pueblo, junto con el resto de la familia, en aquel féretro no había ningún cuerpo de bebé. Nada. Ni uno, ni dos. Ninguno. El caso de Paloma es espeluznante. Durante días la tienen sedada en la maternidad. Cuando despierta y recupera la consciencia le comunican que su hija ha fallecido y que ya está enterrada. A la madre de Paloma le dice una enfermera que había tenido una nieta preciosa. Fue muy conmovedor escuchar a esta mujer que a los 50 años me llamó para explicarme su caso. Cuando acabó su historia me dijo algo que me han dicho muchas madres muchas veces: “¡Antonio quiero encontrar a mi hija, quiero decirle que yo no la di, que quería tenerla. Antonio, me gustaría poder abrazarla y entonces, ya me podría morir satisfecha”.

También hemos tenido noticias de casos tan espeluznantes como el de Miriam. Su madre parió un hijo, al parecer muy pequeño. Tres días después de nacer, les comunicaron que el crío no había sobrevivido. Se fueron del hospital rotos por la pena. Cuando habían pasado tres meses, fíjense, tres meses, y cuando ya habían superado el luto, una amable monjita llamó a la puerta de su casa. ¿Es que ustedes no quieren a su hijo?... la mujer se quedó impresionada. Se cambió rápidamente y se fue con esa monja a recoger a su hijo. Ella y su marido no sabían qué hacer, ¿sería realmente su hijo?... nadie les dió explicaciones. El padre del niño dijo, si está bien, no importa si es nuestro o no, nos lo llevamos y se acabó!... Se llevaron aquel niño a su casa y pronto descubrieron porqué se lo habían devuelto. El niño sufría parálisis cerebral. Hoy casi 30 años después sigue vivo y es como un vegetal al que han cuidado con mucho mimo. Se acaban de hacer las pruebas de ADN para salir de dudas y es realmente su hijo. No es difícil imaginar que alguien que pagó por tener un hijo adoptivo, prefirió cambiarlo por uno sano y los mafiosos que vendían criaturas, pero no estaban dispuestos a cuidarlas, se la llevaron a los padres para que se hicieran cargo de aquella "mercancía defectuosa". Agustina, que hoy es octogenaria no quiere morirse sin pasar su escaso patrimonio familiar a su hija. Lleva toda la vida luchando para que se la devuelvan. Su caso es bastante diferente al de otras mujeres a las que les quitaron sus hijos nada más parirlos en una maternidad. Ella estaba soltera y sola en Madrid. Cuando se quedó embarazada y su novio se quitó del medio, decidió tener a su hijo, criarlo y cuidarlo, aunque estuviera sola. Cuando ya no pudo seguir en la casa en la que servía, se fue a una casa cuna atendida por monjas en la que esperó el parto. Su hija nació por cesárea y poco después, les dieron el alta. Las monjas le insistieron para que diera a su hija en adopción, pero ella se negó. Su hija se iba con ella. Le ofrecieron entonces trabajar en la inclusa que regentaba la misma congregación. Su trabajo, los primeros meses no podía ser muy duro puesto que le habían practicado una cesárea de emergencia y la recuperación sería lenta. Al día siguiente de recibir el alta tuvo que subirse a escaleras y limpiar cristales. Pero estaba con su hija. La niña tenía dos meses cuando se cayó mientras limpiaba. Se le abrieron los puntos y se le formó una terrible infección que le obligó a ser hospitalizada. La niña se quedó en la inclusa al cuidado de las monjas. Cuando salió del hospital, ya recuperada y volvió a la inclusa, no le abrieron la puerta. Le dijeron que se fuera que allí no había ninguna niña. Luego le dirían que había muerto, pero en la partida de nacimiento de su hija nunca se inscribió su defunción. ¿Dónde está esa mujer? Cuando Agustina, a punto de casarse, volvió con su futuro marido para pedir que le devolvieran a su hija, las monjas llamaron a la Guardia Civil que detuvo a la joven pareja. Les tuvieron tres días en un calabozo. Ni un sólo segundo ha dudado de que le robaron a su hija en cuanto ella se ausentó. Y nadie nunca se había interesado ni por su historia, ni por su dolor. No puedo terminar esta parte de mi relato sin mencionar la especial sangría que se realizó con gemelos y mellizos. Son cientos los casos que fueron separados brutalmente. Uno de esos casos se resolvió recientemente gracias a la prensa digital. Así son los socios de ANADIR. Pero la historia más habitual entre los 1.800 casos que se han sumado a nuestra asociación es la de aquellos que parieron en una maternidad y les dijeron que sus hijos habían muerto sin que pudieran siquiera comprobarlo. Los ladrones de vidas se valían de sus privilegiadas situaciones de poder para campar a sus anchas, actuaban tranquilamente, sin temor a la ley. Muchos de ellos se creían dioses capacitados para decidir el

destino de aquellos seres. En los medios de comunicación y grabados con cámara oculta se les ha podido escuchar que no tienen que dar cuentas a los hombres. Y lo más grave es que aún hoy muchos de aquellos iluminados siguen campando a sus anchas sin que la justicia se haya ocupado de sus crímenes. Sencillamente, todo aquello nunca tendría que haber ocurrido. Durante años a todos nosotros nos tomaron por locos, por desequilibrados. Muchas de las familias que hoy forman parte de ANADIR tuvieron que guardar silencio a pesar de la inmensa pena de haber perdido un hijo. Mujeres a las que les querían hacer creer que el dolor por la muerte de sus recién nacidos les impedía ver con claridad y asumir su perdida. Pobres! se las trataba como a histéricas chaladas que sólo se recuperaban cuando tenían otros hijos. Así aprendieron a callar, a mirar para otro lado, a no contar sus historias e incluso a olvidar. Muchas olvidaron hasta la fecha del parto. Si querían seguir viviendo con normalidad, tenían que esconder su rabia, sus sentimientos, sus sospechas. A veces incluso los familiares más cercanos se compadecían de ellas y disculpaban sus quejas como desvaríos de mujeres que no aceptaban la muerte de sus bebés. ¿Cómo se puede aceptar la desaparición de un hijo sin más?, ¿cómo mantener en silencio tanta indignación?. Esas madres son auténticas heroínas a las que la sociedad casi les exigió ocultar su desgarro y lo hicieron y callaron e incluso algunas llegaron a olvidar para no enloquecer. Como ya les he contado al principio de mi intervención también los hijos robados pasamos nuestro propio Via Crucis. Ahora todos nosotros, hemos decidido alzar la voz y contar lo que nos hicieron. Ya lo hemos contado en los medios de comunicación. Desde principios de año, la prensa, la radio y la televisión se ha ocupado ampliamente de la causa de los niños robados en miles de artículos, programas y entrevistas. ANADIR ha tratado de dar a este asunto la mayor cobertura mediática de la que ha sido capaz para que todos los españoles sepan lo que pasó en este país y puedan dar un paso adelante si creen que ellos también fueron vítimas de las redes de tráfico de recién nacidos. Pero además, nuestra voz se ha oído más allá de las fronteras españolas. Cadenas de televisión y otros medios de comunicaicón de Japón, Italia, Francia, Alemania, Brasil, Australia, Reino Unido o Arabia, entre otras, se han interesado por nuestra causa y hemos participado activamente en todos los documentales que se han realizado y se realizan. El mundo entero se asombra al conocer lo que pasó aquí. Se calcula que en Argentina fueron 300 los hijos de desaparecidos que fueron adoptados ilegalmente. En nuestro país, las primeras estimaciones se cifran en 300.000. El dato, cuando menos, debe invitar a un profunda reflexión. Y no sólo en los medios de comunicación se nos escucha. También estamos contando nuestra pesada carga en sede judicial. El pasado 27 de enero ANADIR presentó ante la Fiscalía General del Estado una demanda colectiva con 261 casos y en meses sucesivos hemos presentado dos grupos más de demandas con 280 y 220 casos más respectivamente. En las distintas fiscalías provinciales españolas se investigan en estos momentos cerca de mil supuestos robos de niños. Nuestra demanda fue admitida a trámite. El Ministerio Público está investigando ya más

de 700 secuestros de recién nacidos que hemos denunciado, se ha nombrado un Fiscal Especial para coordinar a las distintas fiscalías provinciales. Por primera vez muchos de nosotros hemos contado ante un representante de la justicia española nuestras tristes historias. Y hemos sido escuchados. Es nuestro primer éxito como asociación. Ahora la sociedad no puede dejarnos de nuevo en el olvido. Nuestra causa llegó también hace dos meses al Parlamento español. El presidente de la cámara alta, José Bono, invitó a ANADIR para comparecer ante la Comisión de Justicia del Congreso. Nuestros representantes querían escuchar de primera mano nuestra lucha. Más de 4 horas en las que nosotros y otros grupos de afectados, que hoy también están aquí representados, se sentaron delante de nosotros para escucharnos y conocer lo que en la calle ya era un clamor. En aquel encuentro pedimos ayuda para que nuestra causa no vuelva a caer en el olvido. Pedimos también la creación de un banco de ADN en el que todos los afectados pudieran dejar su perfil genético para facilitar los reencuentros familiares y solicitamos la creación de oficinas autonómicas de información con teléfonos gratuitos para la atención a los miles de posibles afectados que no tienen acceso a internet ni a las redes sociales por donde sí está circulando fluidamente la información. Recientemente también hemos sido citados por un asesor del ministerio de Justicia al que también le expusimos nuestras peticiones. Y no queremos dejar pasar la oportunidad que nos brindan para pedirles, también a ustedes, que en la medida de sus posibilidades trasmitan a quienes puedan nuestra inquietud y que luchen con nosotros para que se haga justicia, pase lo que pase y pese a quien le pese. Hoy hablando ante ustedes, constato que se ha cumplido uno de los objetivos que inspiraron la creación de la Asociación ANADIR: poco a poco se va dando a conocer a nuestros conciudadanos la suerte que corrieron miles de niños como yo y el desgraciado sufrimiento de miles de madres. Hemos conseguido que la sociedad nos escuche, que se solidarice con nosotros y que sepa que existimos. Y el reflejo de ese logro es nuestra presencia hoy aquí. Pero no podemos quedarnos aquí. Sabemos que nuestro trabajo como asociación no ha hecho más que empezar. Hemos dado algunos pasos importantes, pero nuestra tarea se apunta ingente. Pronto superaremos los dos mil asociados con otras trágicas historias que contar. Tendremos que documentarlas todas, escuchar a todas las víctimas, investigar hasta donde buenamente podamos, y por supuesto, darles nuestro apoyo psicológico y jurídico. Como ven nuestra labor es inmensa y nuestros medios son tremendamente escasos. Desde hace unos meses, estamos desbordados. Les pedimos además, que cada uno de ustedes, en la medida de sus posibilidades, intercedan por nosotros, que hagan suya nuestra causa, y que nos acompañen en este camino a la verdad. Cualquier apoyo será bien recibido por que necesitamos de todo. La sociedad tiene una deuda moral con las víctimas. Fueron miles los que participaron del negocio y muchos más los que, aún sabiendo lo que ocurría, no hicieron nada por evitarlo y optaron por mirar para otro lado. Sabemos que se denunciaron públicamente algunos hechos

a través de diversos medios de comunicación pero inexplicablemente nadie hizo caso, nadie prestó atención. Ahora creemos que ha llegado el momento de reparar esa gran injusticia. Y queremos que se busque y se señale a los culpables que cometieron estos horribles hechos y se les juzgue por el inmenso daño que hicieron. Nosotros hemos dado algunos pasos para tratar de facilitar los reencuentros. Creemos que es labor del Estado organizar y mantener un banco de ADN en el que, como les decía anteriormente, todos los afectados puedan dejar su perfil genético. Pero el tiempo corre en nuestra contra y necesitábamos arrancar cuanto antes. Por eso creamos un banco propio para las víctimas del secuestro de recién nacidos. En este banco pueden dejar sus muestras quienes crean que pueden ser afectados. No importa la asociación a la que pertenezcan. Se trata, simplemente, de encontrar a nuestros seres queridos. Hemos elegido un laboratorio español acreditado por la empresa Nacional de acreditación y que lleva colaborando muchos años con el servicio de criminalística de la guardia civil. Pero este banco de ADN no es gratuito y debería serlo. Lo están pagando las víctimas de las mafias que se enriquecieron con nuestro dolor. Queremos que sea el estado el que asuma estos gastos. También queremos alertar a toda la sociedad española para que nunca vuelva a producirse algo parecido, aunque fuera sólo una vez. El robo de recién nacidos en las maternidades españolas en la segunda mitad del siglo XX debe avergonzarnos a todos. A los canallas que se enriquecieron robándonos nuestras auténticas vidas, a los que consentían que ocurriera, a los que nunca atendieron las escasas denuncias que se presentaban y a los miles de ciudadanos que sabían lo que estaba pasando y giraban la cabeza para no verlo. La sociedad tiene que saber que la dignidad del ser humano no es una cuestión de grados. Todos tenemos derecho a vivir la vida que queremos. Pero a muchos de nosotros se nos ha quitó incluso la posibilidad de intentarlo. Muchas gracias.