cuerpo ausente desde una perspectiva comunicacional

Mesa: Tecnologías del cuerpo, arte y performance. La encrucijada cuerpo presente/cuerpo ausente desde una perspectiva comunicacional. Autora: Leticia,...
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Mesa: Tecnologías del cuerpo, arte y performance. La encrucijada cuerpo presente/cuerpo ausente desde una perspectiva comunicacional. Autora: Leticia, Le Bihan. Lic. En Psicología UNC [email protected] Fragmentos de entrevistas realizadas a mujeres asistentes de un taller de flexibilidad. Se desprenden entonces dos mensajes contrapuestos sobre el cuerpo uno borrado y otro transparenciado que dejan al sujeto en una situación de confusión llamada de doble vínculo. Así, en el presente trabajo ambos mensajes son pensados a la luz de una teoría de la esquizofrenia comunicacional y como resultado de su tiempo y de su espacio.

“ (...)yo por ahí tengo muy internalizada la mirada de los otros, yo por ahí no me veo también, como fuera de línea, como falta de gimnasia, por ahí no me llega hacer sentir mal, pero pienso que no es demasiado saludable no hacer actividad física, pero bueno no me gusta mucho”. G. “(...) en el trajín del día no, por ahí sí lo siento cuando siento cansancio, por las idas y vueltas”. G. (Sobre cuándo se siente el cuerpo). “Hay momentos en los que soy más cabeza que cuerpo, es el momento en que uno se deja guiar más o llevar más por lo que la mente te dice que lo que el cuerpo te está mostrando”. C. “El cuerpo también te dice, te habla, pero hay momentos en los que no escuchamos lo que nos dice el cuerpo, o nos olvidamos”. C. “En mi vida trabajo con mi mente, mi mente es mi herramienta de trabajo, entonces muchas veces, no es que sea más fácil sino que es más común que escuche más a la mente. Que interprete las cosas más que sentirlas, vivirlas”. C. “(…) entendiendo cómo uno se lesiona, con qué actividades uno se lesiona intentando no lastimar el cuerpo y… interpretando cuales son buenas posturas, cuáles no, cuándo te haces daño, cuando no”. F. (Sobre cómo se aprende el cuerpo)

“En las clases de flexibilidad, cuando alguna parte me duele, cuando las piernas me duelen, cuando estoy haciendo actividad física lo siento, cuando estoy parada también lo siento para descansar la columna”. F. (Sobre cuándo se siente el cuerpo) Fragmentos de entrevistas realizadas en torno al cuerpo a mujeres que asistían a un taller de flexibilidad.

El ser-en-el-mundo del hombre sucede en y desde el cuerpo, su existencia misma es corporal, el sujeto mismo es carne. Las expectativas y figuras corporales recíprocas y compartidas condicionan los intercambios sociales reflejados como espejo del otro. La comunicación se hace posible compartiendo ritos y sentidos de sociabilidad en una sociedad, es decir, experiencias corporales definidas según contexto, momento, clase y género (Le Breton, 2006). Compartiendo la visión le bretoniana del cuerpo desde una perspectiva antropológica, parto de la idea de que toda sociedad posee cierta concepción de cuerpo, desde donde así lo esboza, lo simboliza, lo ritualiza en consonancia con su visión de mundo, sus valores y sentidos. A través del cuerpo, como modo de ser en el mundo y no como herramienta, el sujeto simboliza. El cuerpo se encuentra significativamente presente en el tono de las relaciones con el mundo (Le Breton, 2006). Entiendo entonces, que las sociedades occidentales hemos construido nuestra propia manera de vivir y simbolizar el cuerpo en el marco de intercambios capitalistas, centradas en un individualismo que esgrime una ruptura del sujeto con los otros, que conlleva a la atomización de los sujetos, es decir a una estructuración individualista de la trama social. El cuerpo como frontera discriminable del otro que ha sido utilizada a su vez como instrumento de distanciamiento de lo comunitario, colectivo e incluso solidario. En el marco de este tipo de relaciones, el cuerpo se vuelve una posesión, interpelándonos a verlo como una mercancía, deseable, transaccional y también desechable. Poseer un cuerpo en lugar de ser un cuerpo. Hemos construido un cuerpo anatómico y fisiológicamente descriptible según la biología y el saber médico-hegemónico occidental. En estas sociedades hemos vivenciado un borramiento del cuerpo, donde la socialización de sus manifestaciones ha estado caracterizada por la represión y el distanciamiento. En las sociedades llamadas modernas el cuerpo ha sido

relegado a las sombras, en gran parte por ritos de evitamiento y distancia. Sucede que en este encuentro del cuerpo como espejo del otro, el cuerpo de la vida cotidiana desaparece, se borra de la consciencia apareciendo ocultamente en rituales automáticos diarios (Le Breton, 2006). El silencio y el borramiento se vuelven entonces lo deseable, lo salubre. La salud se encuentra del lado del silencio, la represión o la misma inconsciencia del propio cuerpo. Cuerpo que toma voz ante el dolor, la enfermedad, sólo ante la inhabilitación o limitación circunstanciales se vuelve consciente (Canguilhem en Le Breton, 2006). Si bien soporte material y operador de prácticas e intercambios sociales, el cuerpo en la modernidad ha sido discrecionado, ocultado; pero como señala Norbert Elias (en Le Breton, 2006), ello no siempre ha sido así. Paradójica aunque no inocentemente, en occidente el cuerpo debe ser olvidado, silenciado, no sentido, permitiendo a lo sumo una mínima consciencia residual, generalmente circunscrita a espacios y prácticas específicamente diagramadas. A diferencia de lo que ocurre en la cotidianidad, en lo publicitario, bajo un rótulo “libertario” el cuerpo se vuelve transparente y ostentoso privilegiando la mirada de un cuerpo deseado, vigoroso y necesariamente joven (Le Breton, 2006). Se produce entonces la ambigüedad de este cuerpo occidental por momentos transparente ante los medios, pero oculto y borrado en lo cotidiano. Un cuerpo que en lo ordinario se vuelve consciente sólo ante la limitación en el accionar del sujeto (Canguilhem & Leriche en Le Breton, 2006): “El cuerpo es el presente-ausente, al mismo tiempo pivote de la inserción del hombre en el tejido del mundo y soporte sine qua non de todas las prácticas sociales; sólo existe, para la conciencia del sujeto, en los momentos en que deja de cumplir con sus funciones habituales, cuando desaparece la rutina de la vida cotidiana o cuando se rompe -el silencio de los órganos-” (Le Breton, 2006, p.124).

El cuerpo del que se hace alarde, del que se habla públicamente, el que se muestra y que es en apariencia libre es en realidad un solo cuerpo, un molde, aquel cuerpo joven, sano, bronceado y moldeado. En cambio el cuerpo del día a día, el cuerpo vivido se vuelve un obstáculo, un soporte que molesta, objeto de discursos que atrofian y adormecen, que borran, que ocultan (Le Breton, 2006).

Ante estos dos cuerpos contrapuestos en los mensajes, en las expectativas y las prácticas, el cuerpo mismo se convierte en un misterio difícil de abordar. La ambigüedad genera un profundo malestar, disparando inquietudes y, de este modo, confundiendo al sujeto (Le Breton, 2006).

Desde una perspectiva de la comunicación. Por otra parte, para la psicología de las comunicaciones, la discontinuidad o fractura en las comunicaciones -especialmente entre madre e hijo-, los resquebrajamientos producen patología o al menos algún grado de malestar o sufrimiento (Bateson, Jackson, Haley & Weakland, 1956). Desde este enfoque -que nos permite pensar en este modo de comunicación-, la psicopatología es definida en términos de trastornos comunicacionales, señalando que de algún modo se encuentra distorsionada. Al llevarla mirada más allá del individuo y ampliar el enfoque a redes de comunicación más extensas, cobra nitidez la entrada y salida de mensajes que parten de una fuente hacia un destino en un tiempo y un espacio. Esto quiere decir, que el origen y destino de los mensajes pueden incluso encontrarse dentro de un mismo sujeto, es decir una red intrapersonal; o bien originarse en una persona y ser percibidos por otra, red interpersonal. Por tanto, para comprender los sistemas de comunicación y los trastornos a ellos referidos, ha de centrarse la atención en la situación social, en la interacción de la gente e incluso como es señalado por especialistas, en la influencia de la comunicación de masas sobre el individuo (Ruesch & Bateson, 1965). De esta manera, el esquizofrénico se caracterizaría por una función yoica débil, en términos de procesos de discriminar modos comunicacionales dentro de sí, como entre éste y los otros. Presentaría dificultades a la hora de atribuir modos comunicacionales que recibe de los otros así como los que él mismo expresa. Una manera característica de respuesta sería metafórica pero metáforas no rotuladas como tales, es decir que no las utilizaría como herramienta del pensamiento y la expresión, sin poder discriminarlas. Tales hábitos comunicacionales se deberían no sólo a un vínculo madre-hijo, sino que podrían derivarse también de la presencia externa del sujeto a tal situación, incidiendo luego en conflictos internos (Bateson, Jackson, Haley & Weakland, 1956).

Cuando la capacidad para discriminar cesa, cuando el sujeto participa en una relación intensa donde resulta importante discriminar, se ve atrapado ante mensajes que desorientan y se vuelve incapaz de discriminar claramente el modo sobre el que debe responder. Se habla así de una situación de doble vínculo. No es necesario según los teóricos, buscar alguna experiencia traumática específica, sino patrones secuenciales característicos que no sólo se dan entre el preesquizofrénico y su madre, sino que también existen en relaciones “normales”, patrones que son recibidos continuamente en nuestras sociedades occidentales modernas (Bateson, Jackson, Haley & Weakland, 1956). Es precisamente esta ampliación en la mirada la que nos permitiría pensar este cuerpo occidental a la vez presente-ausente en términos comunicacionales de tipo patologizante o en su hipótesis más lábil causante de malestar o sufrimiento no sólo subjetivo sino también social. Podemos no necesariamente pensar en consecuencias esquizofrénicas, pero sí en respuestas defensivas no acordes o poco adaptadas en términos de plasticidad o sufrimiento. Al encontrarse atrapado en una situación de este tipo,

donde se enfrenta a mensajes

contradictorios sobre los que no puede metacomunicarse, es decir no puede hablar sobre el hecho mismo de la contradicción y debe sin embargo responder, el sujeto tiende a responder defensivamente de modo similar a un esquizofrénico al sentirse desorientado (Bateson, Jackson, Haley & Weakland, 1956). Si bien en un primer momento la teoría del doble vínculo fue pensada en términos madre-hijo, la perspectiva de las comunicaciones nos habilita a ir un poco más allá de un sólo sujeto o sus vínculos primarios. Podemos pensar entonces sobre el hecho de que se le pide al sujeto que oculte su cuerpo, pero que al mismo tiempo transparencie un cuerpo que no le corresponde. Se ve en la encrucijada paradójica de borrar un cuerpo sin el cual no hay propia existencia y resaltar otro que no es el de su vida cotidiana. Si la ambigüedad lo confunde, lo desorienta, el sujeto se ve atrapado en mensajes encontrados. Podríamos pensarlo entonces como una situación de doble vínculo. El sujeto es dejado así sin posibilidades de apropiarse de su cuerpo y sin poder hablar sobre ello. Podríamos hipotetizar entonces que ante la fractura lógica de los mensajes -mensajes que pueden ser de corte social-, el sujeto se encuentra en una situación llamada de doble vínculo. Esto es, una encrucijada, una situación paradojal de la que no puede zafarse y a la que necesariamente debe responder porque aquí se juega parte de su subjetividad en términos de aceptación/rechazo, lo que a su vez traería malestar o sufrimiento. La exposición reiterada a este tipo lógico

comunicacional podría pensarse que tendría efectos más profundos. Las respuestas defensivas instrumentadas por el sujeto podrían volverse patrones habituales en su modo comunicacional llegando incluso a naturalizarlas. Naturalización que ya habría sido hecha en el modo comunicacional de nuestras sociedades occidentales fuertemente marcadas por el individualismo y lo visual. La teoría de la esquizofrenia, desde una perspectiva comunicacional, al hablar de la situación de doble vínculo discrimina seis elementos necesarios (Bateson, Jackson, Haley & Weakland, 1956): 1. Dos o más personas. en la situación social dicho elemento se cumple en su totalidad. 2. Experiencia repetida. En nuestras sociedades somos constantemente bombardeados por mensajes dobles que llegan a convertirse en lo que señalan como una expectativa habitual. 3. Una instrucción negativa primaria. Refiere al contexto de aprendizaje en base a la evitación de la punición, esto puede ser también castigo en términos de rechazo o retiro del amor. 4. Una instrucción secundaria que contradice a la primera en un nivel más abstracto y, como la primaria está reforzada por castigos o señales que ponen en peligro la supervivencia. Factible de ser comunicada a nivel no verbal e incide sobre cualquiera de los elementos de la prohibición primaria. Puede pensarse ante el mensaje sobre silenciar el cuerpo luego se produce un mensaje que postula un cuerpo exhibible y ostentoso, es decir transparente. se le pide al sujeto que no sea el cuerpo desde el cual existe y que sea otro con el que no puede ser-en-el-mundo. 5. Una instrucción negativa terciaria que prohíbe a la víctima escapar del campo. Tiene relación a la amenaza por la supervivencia o amenaza al castigo. la situación se impone porque es la subjetividad del sujeto la que se juega. 6. Los elementos dejan de ser necesarios cuando el sujeto ha aprendido a percibir el universo en patrones de doble vínculo. se convierte en un modo habitual, como la normalización que nuestras sociedades modernas tan marcadas por la visual, por el cuerpo del deseo que es buscado en el afán de evitar castigos. La búsqueda que lo constriñe a un deber responder y hacerlo acorde a las expectativas socialmente aceptadas, es decir que le impiden escaparse de la encrucijada. Lo que se juega aquí

es la aceptación del sujeto y su consiguiente impacto en su subjetividad. Asumiendo que inevitablemente el rechazo a modo de punición genera malestar y sufrimiento humano concretos, ya que todos buscamos y deseamos ser en algún punto amados. Esta normalización de la que hablamos genera efectos, se imprime en la carne de estos sujetos que son-en-el-mundo en condiciones dadas. Mensajes que se contraponen le niegan al sujeto su propio cuerpo y así su propia existencia, le piden que sea una carne que no es; generan confusión, paradoja y con ella malestar. Una incomodidad que hemos dado como cierta y aceptada, sin considerar sus alcances. Una atomización estructurante, marcada por el individualismo y el aislamiento que la disyuntiva comunicacional provoca, deja al sujeto en jaque sin poder encontrarse con ese otro. Sin posibilidad de acción o metacomunicación lo reduce quasi inevitablemente al aislamiento. La exposición reiterada y constante de mensajes sobre este cuerpo ostentoso y deseable que se viralizan en el entramado social, pero que están lejos de cohesionarla realmente, la ausencia de respuestas culturales acordes y consiguientes soluciones personales, el quiebre en la integración simbólica y social del sujeto; todo ello ciertamente afecta en algún punto su sentido de pertenencia u otras construcciones de sentido. Un cuerpo que incluso puede ser aislable del sujeto mismo. Un cuerpo que en definitiva se encuentra en íntima soledad. Un sujeto sin cuerpo. Cabe preguntarnos entonces qué imbricación deseamos de este cuerpo en el tejido social, qué fronteras, qué sentidos e intercambios deseamos tener con los demás; y sobre todo hasta dónde estaríamos dispuestos a dejarnos modificar por otros cuerpos. Entre estos mensajes, creo que la cuestión no radica en escuchar aquel del cuerpo opaco o sobre el transparenciado, sino más bien en atrevernos a pensarlos en tensión y críticamente. Cuestionarlos, problematizarlos y entrelazar este proceso en el devenir propio de nuestro ser en el mundo desde cada carne y su relación con otras carnes que experiencian el mundo desde sí. Poder encontrarnos en esos otros cuerpos y pensar si realmente nuestra propia existencia es posible sin ellos. Preguntarnos desde dónde y hasta dónde llega nuestro cuerpo, cuáles las posibilidades e inhabilitaciones que experimenta. Creo además en un cuerpo que va haciéndose en su propio transcurrir y en el encuentro e intercambio con otros cuerpos que tampoco son, sino que están siendo en el mundo.

Hemos de preguntarnos luego qué sinnúmero de posibilidades de cuerpos existen. Más aún hemos de preguntarnos por sus condiciones de existencia. Qué espacio estamos verdaderamente propiciando para estas subjetividades hechas carnes. Qué ámbitos y qué modos hemos de habilitarle a la conciencia del cuerpo. Será que podemos animarnos a sacar al cuerpo de las sombras, de iluminar al cuerpo cotidiano que hace que experimentemos el mundo del modo en que lo hacemos. Estaremos dispuestos a reconocerle el lugar que le ha sido negado. Y cómo impactaría este giro en la cotidianeidad de nuestras vidas. Cómo sería asistir al trabajo, a clases, realizar las acciones diarias del hogar, de la vida misma. Caminar en consciencia de nuestro cuerpo anclado, un cuerpo ya no silenciado. Será que nos atrevemos a darle voz luego de tanto tiempo acallado e ignorado.

Referencias Bibliográficas G. Bateson, D. Jackson, J Haley & J. Weakland (1956). Hacia una teoría de la esquizofrenia. Buenos Aires: Editorial Almagesto. D. Le Breton (2006). Antropología del cuerpo y modernidad -1ª ed. - 3ª reimp.- Buenos Aires: Nueva Visión. J. Ruesch & G. Bateson (1965). Comunicación. La matriz social de la psiquiatría -1ª ed.Buenos Aires: Editorial Paidos.

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