COSTUMBRES Y TRADICCIONES: MATERIAL COMPLEMENTARIO. CULTURA CANARIA

COSTUMBRES Y TRADICCIONES: MATERIAL COMPLEMENTARIO. CULTURA CANARIA Para hacer una aproximación a lo que se ha denominado «cultura canaria» valdría l...
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COSTUMBRES Y TRADICCIONES: MATERIAL COMPLEMENTARIO.

CULTURA CANARIA Para hacer una aproximación a lo que se ha denominado «cultura canaria» valdría la pena hacer un acercamiento histórico de las disciplinas científicas que se han ocupado de ella, sin olvidarse necesariamente de la importancia que han tenido los estudios de folklore en las Islas. A lo largo de la historia de las islas Canarias, los cronistas y viajeros han dejado considerables manifestaciones escritas sobre usos, costumbres y formas de vida de loa antiguos habitantes de las Islas: guanches y canarios, lo que dio lugar a que éstas fueran conocidas en Europa desde hace algunos siglos, y supusiera un gran atractivo para los etnólogos europeos. Desde el siglo XVIII con la Ilustración, existe la preocupación por el conocimiento de los aborígenes canarios, dicho interés se encuentra vinculado al desarrollo de la Prehistoria y la Antropología Física. Posteriormente, y generado por las investigaciones de estas disciplinas se comienzan los estudios de la cultura tradicional. Si bien pudiera parecer que dichos estudios son consecuencia de la Antropología, lo cierto es que éstas tienen evoluciones diferentes y proceden de corrientes de pensamiento distintas: así la Antropología tiene sus orígenes en el Evolucionismo, mientras que los trabajos sobre cultura tradicional lo tienen en el Romanticismo. La presencia de la Antropología Física en Canarias se debe, entre otras cosas, a que la Etnología, ciencia que tenía por objeto el estudio de lo que denomina «los otros», «culturas exóticas», de culturas externas al mundo civilizado, entendiendo por éstas, todas aquellas que se encontraban fuera de Europa, hizo que los 1

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etnólogos europeos en su búsqueda de tales culturas, no las encontraran en Canarias, ya que la sociedad que existía en esa época no difería en absoluto de lo que podían encontrar próximo a ellos. La estructura de la sociedad y la cultura canaria no mostraban a los ojos de los investigadores extranjeros que fueran básicamente diferentes al resto de las culturas europeas, a los campesinos europeos. Por lo tanto, si las islas tenían algún interés en ser estudiadas, sería en base al conocimiento de los aborígenes canarios desde el punto de vista de la Antropología Física, debido a la gran cantidad de información arqueológica que se ofrecía. Sin embargo, el Folklore definido como la ciencia de la cultura tradicional, de las supervivencias de modos de vida anteriores, o el estudio de los otros europeos, permitía en ese caso conocer los usos y costumbres de la población campesina canaria. Por lo tanto, mientras que la Antropología Física se encargaba de estudiar el pasado, el presente tan solo tenía un interés circunstancial para establecer una continuidad biológica y cultural entre la población aborigen y la canaria, teniendo por objeto el estudio de la raza. El Folklore por su parte establecía su objeto de estudio en la cultura tradicional, en este sentido entonces se entendía que ambas ciencias se encontraban en tiempos y en espacios socioculturales diferentes: entre lo aborigen y lo tradicional no existía puntos de convergencia que les permitieran apoyarse mutuamente. De esta forma se desarrollan dos líneas de estudios sobre la cultura canaria. Existen dos líneas de estudio sobre la cultura canaria. Por una parte, el Folklore que hace una recopilación de materiales de los usos y costumbres del pasado sin establecer el contexto 2

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en que éstos se han recogido, donde influye de manera sobresaliente las apreciaciones subjetivas, poéticas y literarias; la información se recaba sin un sistema y sin un contexto histórico, por lo general corresponde a listados con un fin de divulgación, por eso entre los elementos que más destacan entre sus recopilaciones se encuentran los relacionadas con la música popular, las costumbres populares sobre alimentación, vestimenta, vivienda tradicional y otras. Para la divulgación de tales trabajos y como vehículo de mayor difusión se suele utilizar la prensa local. Y por otra, la Antropología Social y Cultural que establece sus diferencias con respecto al Folklore, en que su objeto de estudio se realiza en sociedades vivas, analizándolas en su contexto histórico, tal como se presentan, funcionan, se reproducen y se transforman. En este sentido, «el presente no es una reliquia del pasado y su objeto no se reduce a una operación de rescate». (Galván Tudela, A., 1987). Para ello se apoya en otras disciplinas tales como la historia, la arqueología, las fuentes documentales, las crónicas, los archivos parroquiales..., para estudiar cómo evolucionan y se transforman dichas sociedades, estableciendo un método de trabajo que se basa en dos líneas de actuación: el dominio de técnicas cualitativas en general y el trabajo de campo en particular. Es decir, establece la cuantificación y el diseño de la investigación (la validez, contraste, intersubjetividad y precisión de los datos), y el trabajo de campo (estancias prolongadas, la observación y participación in situ durante la investigación). La Antropología Social y Cultural da prioridad a los trabajos particulares de la sociedad, estudia aspectos concretos de ellas (organización social, rituales, técnicas, cultura material, etc.) y no descuida el sentido total de ese 3

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colectivo (historia, arqueología, geografía, economía, ecología...). Así, estudiando sociedades locales, comportamientos, costumbres, técnicas... sin perder de vista su marco de referencia antes mencionado, puede establecer la situación en la que se encuentran dichas sociedades vivas, cómo y en qué evolucionan. Mientras que el Folklore hace un estudio de la cultura del pasado, es diacrónico, la Antropología Social y Cultural lo hace del presente, es sincrónico.

Tradición en los estudios antropológicos en Canarias Las islas Canarias, a lo largo de la historia, han sido un punto de curiosidad para muchos y viajeros que pasaron por ellas. De esta forma, sus crónicas, apuntes y, en algunos casos, sus estudios e investigaciones, son un punto importante de referencia en la investigación antropológica por las descripciones que han dejado reflejadas sobre formas de vida, organización social y política, religión, economía... La dificultad a la hora de reconstruir la historia de la Antropología en Canarias estriba en que, a pesar del volumen de información bibliográfica que existe, la Antropología no se ha establecido sobre teorías, enfoques o estrategias de investigación, sino que ha dependido de los temas que cada autor ha considerado de interés, por lo que no se puede hablar de una historia de la Antropología de una época histórica o de una corriente de pensamiento. Viera y Clavijo Se podría establecer como antecedentes de la Antropología en Canarias el proceso de la Ilustración en el siglo XVIII, donde la obra de Viera y Clavijo, Noticias de la Historia General de las 4

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Islas Canarias, escrita en 1772, dedica un amplio espacio a los guanches en la formación de la identidad canaria. Pero es a partir de las afirmaciones que hace para establecer el resultado de la Conquista de las Islas, de que los aborígenes ya no forman nación, lo que suscita en el pensamiento del siglo XIX, la negación de la desaparición de los aborígenes y la afirmación de la pervivencia de éstos entre los canarios actuales. Sabino Berthelot Con la llegada a Canarias de Sabino Berthelot (1794-1880) en 1820, se inician los estudios de Antropología Física. En su trabajo de 1842 Etnografía y Anales de la Conquista de Canarias (1978) avanza sobre la primera tipología racial de los aborígenes canarios y la pervivencia de sus caracteres en la población actual de las Islas. La importancia de Berthelot en este tipo de estudios, radica en la aplicación por primera vez de las tesis raciológicas lo que, posteriormente, dará lugar al inicio de los estudios de Antropología como disciplina científica. En este sentido se puede considerar que Berthelot inicia la antropología canaria y, en particular, la Antropología Física en las Islas. Segunda mitad del siglo XIX A partir de la segunda mitad del siglo XIX, serán los investigadores canarios los que continuarán con este trabajo. Hasta los años setenta del presente siglo ha existido una enorme influencia de los estudios de la Antropología Física, que se concreta en el estudio de las tipologías de los aborígenes canarios, debido a un enorme recurso: los restos humanos de la antigua población insular. Este hecho repercutió en un menor interés en los estudios sobre la cultura viva en Canarias. Estudios sobre cultura canaria

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A partir del finales del siglo XIX, podemos hablar de tres etapas y cuatro modelos diferenciados de los estudios de cultura canaria que corresponden a procesos de investigación diferente, si bien dos de ellos se producen simultáneos en el tiempo y entre la segunda y tercera etapa existirán unos nexos de unión establecidos por algunos estudiosos. Las dos primeras etapas se van a caracterizar por los cuestionarios realizados en las islas Canarias a instancias de instituciones científicas, de El Folklore Español, Sevilla (1884), cuyos resultados se darán a conocer en 1885, y el Ateneo de Madrid, Sección de Ciencias Morales y Políticas (1901). A excepción de los trabajos que sigue El Museo Canario, estos cuestionarios corresponden a lo que hemos denominado primera etapa. Posteriormente, lo que definimos segunda etapa: la Encuesta realizada por el Instituto de Estudios Canarios en Tenerife (1935), compuesta de dos cuestionarios: uno que se inspiraba en la Encuesta de 1901 y el otro improvisado, que no se conocerán los resultados hasta 1944 (Revista Tagoro). Nos encontramos ante dos corrientes de pensamiento antropológico diferentes, el primero corresponde a un pensamiento darwinista romántico, que intenta presentar la pervivencia de rasgos físicos y culturales de los aborígenes en la sociedad canaria a finales del siglo XIX y principios del XX. El segundo, a un planteamiento difusionista de la cultura e intenta criticar el concepto de pervivencia cultural y establece que las manifestaciones culturales de las Islas, corresponden a la unión de elementos de otras culturas con la aborigen. La cultura canaria es producto del cruce de culturas. Por último, la tercera etapa se encuentra en fase de desarrollo y expansión. En ésta han influido diversas corrientes de pensamiento como el marxismo, el estructuralismo, el materialismo cultural, la ecología cultural... 6

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Primera Etapa El Gabinete Científico de Tenerife En 1877 D. Juan Bethencourt Alfonso creó el Gabinete Científico en Santa Cruz de Tenerife, donde desarrollará y organizará los trabajos de Antropología y Arqueología prehistórica de Canarias. Juan Bethencourt Alfonso Al Dr. D. Juan Bethencourt Alfonso (1847-1913) se le considera como el fundador del folklore canario. Su importancia e interés radica en las investigaciones y estudios que llevó a cabo, aunque gran parte de su obra ha permanecido inédita hasta nuestros días. Sus estudios se realizan intentando señalar las pervivencias culturales en las sociedades campesinas de las Islas. Su preocupación iba dirigida no sólo a establecer la situación o existencia de yacimientos arqueológicos, sino a constatar la pervivencia de rasgos culturales y físicos de los aborígenes en la sociedad de su época, a través del saber popular y de la consideración que los habitantes de las Islas tenían sobre sus costumbres. Mantiene una actitud abierta ante los fenómenos populares, actitud que será fundamental en el desarrollo de sus investigaciones, dando preferencia en muchas ocasiones a estos fenómenos, sin establecer una relación sistemática de los mismos, sino contemplándolos como manifestaciones del conocimiento popular trasmitido de generación en generación. En 1881 en Sevilla, se forma la sociedad El Folklore Español, de la que Bethencourt Alfonso será representante en Canarias. De esta forma se realiza la primera investigación sobre costumbres populares en Canarias, de la que publicó en 1885 el Proyecto de Cuestionario del folklore canario. Se considera éste como el

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primer trabajo con pretensiones científicas sobre la cultura de las Islas. Pero tal vez el más importante será el que se realice en 1901, por los resultados que arroja y porque fue el más completo:

Costumbres populares canarias de nacimiento, matrimonio y muerte, Tenerife, 1985. Su obra capital, que no se llegó a editar en su época por diversos motivos del momento, es Historia del pueblo guanche, dividida en tres tomos: en el primero destaca el marco geográfico del Archipiélago y los temas relacionados con la lengua de los guanches; en el segundo, la etnografía y la organización socio-política de la sociedad; y en el tercero, la historia de la conquista de las Islas. El Museo Canario de Las Palmas La creación de los museos en las Islas coincide con los desarrollos experimentados por la Antropología Física en el último tercio del siglo XIX. La fundación del Museo Canario y su primera brillante etapa de investigaciones y colecciones museísticas corresponde a Gregorio Chil y Naranjo. Gregorio Chil y Naranjo Gregorio Chil y Naranjo(1831-1901), que con sus Estudios

históricos, patológicos y climatológicos de las Islas Canarias (1876) fue quien más contribuyó a consolidar la antropología y prehistoria Canarias y darla a conocer en Europa. En este sentido, el Museo Canario se convierte en un centro de suma importancia en el estudio de los aborígenes canarios y como una forma de preservar la identidad propia. Su preocupación no giraba sólo en torno al mundo aborigen, sino al mundo natural de las Islas, las artes y las letras. Víctor Grau-Bassas 8

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La figura de Víctor Grau-Bassas (1847-1913) destaca porque en las exploraciones que realiza levanta croquis y dibujos de los yacimientos, haciendo descripciones detalladas de ellos. Esta actitud suya inspira al Reglamento del Museo que se procure «... dibujar los tipos de habitantes de la localidad y animales más comunes en la zona explorada y sus cercanías». (Galván, 1987: 15) De esta forma, no sólo participa de la actividad exploratoria sino que realiza descripciones de costumbres populares de la isla. Su obra Usos y costumbres de la población campesina de Gran Canaria escrita entre 1885 y 1889, es una muestra de la descripción etnográfica de la vida campesina en el siglo XIX. En esta obra no sólo describe sino que además hace evaluación crítica sobre determinadas situaciones que sufre la población estudiada. A diferencia de lo que ocurre con Bethencourt Alfonso, su visión del campo no es romántica sino descriptiva y positivista. Establece la vida del campo canario en un contexto de cambio cultural y económico, observa detalladamente cómo ha evolucionado el traje de la sociedad rural a la sociedad urbana ante la influencia extranjera, y también cómo se produce un cambio en los cultivos tradicionales del momento, por ejemplo: la introducción del plátano. Su unidad de estudio es toda la isla de Gran Canaria estableciendo coordenadas de norte y sur, así como si es del interior o de costa. Segunda Etapa El Instituto de Estudios Canarios Se funda en 1932, bajo la dirección del profesor Elías Serra Ráfols. Dos son los grandes campos de actuación de esta institución: la etnografía y la historiografía de Canarias. 9

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En 1935 el Instituto realiza una encuesta con dos cuestionarios, uno que se inspira en la encuesta de 1901 y el otro improvisado. Por su condición de historiador, el profesor Serra Ráfols exige un carácter científico en el análisis del origen de las tradiciones y costumbres canarias. Por primera vez en los estudios sobre cultura en Canarias, sus resultados tienen un carácter científico y se realizan de modo más sistemático. Por razones políticas de la época, se produce un salto en la realización de la encuesta: en la etapa de realización en 1935, se combinaba una posición universalista de la cultura con lo autóctono, lo canario, mientras que en la etapa de sus conclusiones publicada en la revista Tagoro en 1944, por imperativos del momento se enfatiza más en el hecho integrador que en el hecho diferencial canario. Elías Serra Ráfols Para el profesor Serra Ráfols (1898-1971) es necesario estudiar las aportaciones culturales que viniendo del exterior se asientan en Canarias: de los pueblos de la Península, de la tradición cultural europea y americana, lo que unido a la cultura aborigen establece lo que conocemos como cultura canaria. La metodología que se sigue en dicha encuesta se podría resumir en: cuestionarios, informantes y la isla como unidad de observación, ya que Canarias para el Doctor Serra no se establece como una unidad cultural, porque un mismo hecho cultural podía manifestarse de distinta forma en cada isla, en función de las aportaciones culturales que hubiese recibido de distintas partes de la Península o de Europa. Nexos de unión entre la Segunda y Tercera Etapa José Pérez Vidal

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D. José Pérez Vidal (1907-1990) es miembro del Instituto de Estudios Canarios y su obra se caracteriza entre otras cosas por considerar a Canarias como un encuentro de diferentes tradiciones culturales, entendiendo a las Islas como reserva del pasado, donde se producen dos fenómenos simultáneos: la idea conservadora de la cultura pero a la vez, las islas como espacios abiertos por los que penetran otras influencias culturales. Su idea se puede resumir en que las islas reciben desde fuera y adaptan las tradiciones a su condiciones geográficas. En este sentido, es de señalar la importancia que da a la influencia de la cultura portuguesa en la cultura tradicional canaria. En el campo del folklore, presta atención a tres aspectos de la cultura tradicional: la arquitectura popular, ecología y economía, aunque también aborda aspectos relacionados con los ritos, fiestas y creencias y otros. Luis Diego Cuscoy Don Luis Diego Cuscoy (1907-1987), también miembro del Instituto de Estudios Canarios, podríamos decir que es el nexo de unión entre los estudios sobre la arqueología y cultura tradicional canaria y la actual Antropología Social y Cultural. Tiene una preocupación importante respecto a los estudios sobre la cultura canaria: el estudio y rescate del patrimonio arqueológico y etnográfico. El núcleo central de sus investigaciones irá encaminado al campo de la arqueología, realizando importantes excavaciones en la isla de Tenerife. Podríamos destacar dos etapas de su investigación: una en la que la arqueología va unida a la difusión de los rasgos etnográficos y folklóricos, la otra por una relación ser humano/ medio y el estudio de la vida social. En ellas se manifiesta una preocupación por las fuentes escritas para el conocimiento de la prehistoria canaria. 11

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Para Cuscoy la unidad de investigación es la isla, y de esta forma hace una crítica a la idea de unidad cultural en el Archipiélago. No existe unidad idéntica cultural en todo el Archipiélago, cada isla tiene sus procesos de desarrollo diferenciado y de adaptación cultural. Considera necesario el estudio del folklore canario o algunas manifestaciones de este, desde caminos diferentes. En su labor investigadora compaginó la actividad propia de gabinete con la de trabajo de campo, haciendo aportaciones a la investigación etnográfica en Canarias, muestra de ello son diversos trabajos sobre los pastores de las Islas. Tercera Etapa En esta etapa habría que tener en cuenta las investigaciones que en torno a la cultura canaria han venido desarrollando algunos investigadores desde la Etnografía, el Folklore y la Antropología, agrupados en algunos casos a centros de investigación y difusión. Es el caso de los trabajos que se han realizado durante años en la Escuela Universitaria de Magisterio, actualmente adscrito al Centro Superior de Educación de la Universidad de La Laguna, así mismo la Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria (FEDAC), con sede en Las Palmas de Gran Canaria y el Museo de Antropología de Tenerife. La Antropología Social y Cultural en Canarias

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Se entiende como una ciencia que analiza los fenómenos sociales y culturales contemporáneos, no como hechos estáticos y definitivos sino en un proceso de cambio, de esta forma se observan las transformaciones que se vienen produciendo en la sociedad y en la cultura actual, lo que permite explicar y comprender la sociedad canaria y en alguna medida ofrecer alternativas para su transformación. En este sentido, al estudiar los procesos de cambio que venimos sufriendo en los diferentes aspectos de nuestra compleja sociedad -estructura social, económica y político-ideológicapodemos comprender mejor la situación en la que nos encontramos hoy y en algunos casos explicar nuestras transformaciones históricas. Para ello, la investigación antropológica sociocultural hoy en Canarias pone de relieve dos pilares que para la investigación antropológica son importantes: la interdisciplinariedad de las diferentes ciencias, sociología, economía, geografía humana e historia, y el aspecto histórico. El antropólogo puede aportar a los estudios históricos la observación y análisis microlocales de los paisajes de hoy, la tradición oral, la toponimia. Hay que señalar que la Antropología Social y Cultural como tal ciencia en Canarias comienza a partir de los años setenta con el trabajo del profesor Alberto Galván Tudela y su tesis doctoral sobre Taganana: un estudio antropológico social. (Tenerife, 1980). En la actualidad, podemos decir que los estudios sobre la cultura canaria desde la Antropología Social y Cultural se encuentran en una fase de expansión y desarrollo, abarcando campos de investigación en torno a dos problemas: los estudios sobre etnicidad canaria y los que se derivan de una sociedad en transición, y en general estudios sobre Antropología Económica y Ecológica. 13

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Dentro de los trabajos sobre etnicidad, que han supuesto el acercamiento a una teorización de los componentes ideólogicos de la cultura canaria, se han estudiado problemas sobre la identidad tinerfeña, herreña y palmera. Se han realizado investigaciones relacionadas con los rituales simbólicos sobre fiestas en distintas islas; de religiosidad popular, destacando los estudios en torno a la historia del pensamiento antropológico en Canarias. En la actualidad se participa en la elaboración de la Carta Etnográfica (inventario de inmuebles de valor etnográfico).

EL ARTE CANARIO El arte canario no siempre fue realizado por canarios. Desde la Conquista hasta el siglo XVII (tanto la civil como la religiosa) se nutrió de talleres foráneos, ya fuesen de la Baja Andalucía, de Flandes, de Génova, incluso de Méjico. Así pues, puede decirse que hasta finales del siglo XVII no había una producción artística canaria capaz de responder a la demanda de imágenes, pinturas, ornamentos religiosos, orfebrería, etc. El primer cliente era la iglesia, siendo de destacar el mecenazgo del Cabildo Catedral de Las Palmas y de las grandes Órdenes Religiosas (franciscanos, dominicos, agustinos, etc.). La 14

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aristocracia también desempeñó un papel importante, pero menor que el de la iglesia. Hay que citar, sin embargo, el protagonismo de las familias flamencas afincadas en la isla de La Palma y dedicadas a la producción y comercio de la caña de azúcar, las cuales hicieron importantes encargos de tallas y pinturas a los talleres flamencos. Hoy en día estas obras de importación se han integrado en el patrimonio cultural de las islas. [1. Virgen del Rosario, Escultura de madera policromada, 74 cm., Flandes, 1.ª mitad del siglo XVI, Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, Barlovento, La Palma.] Canarias Prehispánicas, siglos XIII y XIV Antes de la llegada de los conquistadores castellanos a las islas, otros europeos arribaron a sus costas: primero los genoveses, a fines del siglo XIII, y luego los catalanes y los mallorquines; estos últimos fundaron el obispado de Telde (1331-1391). Pero casi nada queda de estos primeros colonizadores del Archipiélago. Se cree que acaso sea mallorquina la imagen de San Nicolás de Tolentino que se conserva en la parroquia de la localidad del mismo nombre, en la isla de Gran Canaria. Lo mismo puede decirse de los conquistadores normandos que llegaron en el siglo XIV, de quienes sólo se conservan las ruinas góticas de San Marcial del Rubicón, en Lanzarote, y algunos elementos arquitectónicos de estilo gótico en Betancuria (Fuerteventura). La imagen de la Virgen de la Peña, patrona de esta isla, pudo haber sido traída por los normandos en el primer tercio del siglo XV. Es una hermosa escultura de alabastro, labrada en algún taller del norte de Francia. Arte de los conquistadores (siglo XV) Los conquistadores castellanos también portaban consigo imágenes sacras de campaña, como la Virgen de la Consolación, que acompañaba al Adelantado Alonso Fernández de Lugo, y que 15

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hoy se conserva en la iglesia de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife. Se cree que la Virgen de las Nieves de La Palma, que es de procedencia sevillana, también pudo haber sido traída por dicho conquistador. Sevillana es también la Virgen del Pino, patrona de Gran Canaria, realizada en barro cocido por Jorge Fernández. La primera imagen de la Virgen arribó a la isla seguramente con las misiones franciscanas en la mitad del siglo XV; perdida en el aluvión de 1826, hoy sólo la conocemos a través de copias. La del Cristo de La Laguna llegó con el Adelantado Alonso Fernández de Lugo. Es una pieza de excepcional valor artístico, tallada en madera de roble de Flandes, de estilo gótico. Antes de que el Duque de Medina Sidonia se la obsequiara al adelantado era venerada en la ermita de la Vera Cruz en Sanlúcar de Barrameda. En 1520 el conquistador la donó a su vez al convento franciscano de San Miguel de las Victorias, en cuya iglesia aún se conserva. El siglo XVI y su arte En las columnas y bóvedas de la catedral de Las Palmas -el monumento más importante de la arquitectura canaria- nos encontramos con una manifestación grandiosa del estilo góticomanuelino. El estilo gótico también está presente en muchas portadas de palacios del barrio histórico de Vegueta, barrio que se desarrolló en torno a la fábrica de la catedral de Las Palmas.

En las portadas de las mansiones de Vegueta también se conservan del estilo renacentista algunos elementos arquitectónicos clasicistas. En cuanto a las artes plásticas de esta época, siglo XVI, 16

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cabe citar la importación de algunas tallas flamencas renacentistas, datadas en el primer tercio de esta centuria, como el tríptico de Taganana, atribuido a un pintor de la escuela de Brujas, o el de la ermita de Las Nieves, en Agaete, atribuido a Joos Van Cleve. Barroco En Canarias, la cultura artística del Barroco abarca desde mediados del siglo XVII hasta finales del siglo XVIII. Es el primer estilo que arraiga plenamente en las Islas. Ya no cabe hablar de una implantación relativa; se manifestó en todas las artes, contando con una aportación importante de los creadores canarios, pues fue entonces cuando se formaron en los núcleos urbanos de las islas los primeros talleres que abastecían de cuadros e imágenes a las iglesias, conventos y mansiones señoriales. Lo cual no quiere decir que se dejasen de importar obras de los talleres genoveses y sevillanos; aunque se interrumpiera la importación de tallas flamencas, ya que la presencia de éstas en las islas, especialmente en La Palma, tenía que ver con un fenómeno comercial, el de la caña de azúcar, y cuando dicho monocultivo fue reemplazado por el del vino, todo el tráfico comercial de las islas se desvió a Inglaterra. La segunda mitad del siglo XVII en Canarias estuvo marcada por las secuelas de una gran crisis económica, de la que se hacía eco Viera y Clavijo, señalando el hecho de que todos los grandes conventos fuesen fundados antes de 1640. Sin embargo los talleres canarios desde entonces hasta finales del siglo XVIII no dejaron de producir piezas de arte sacro para los conventos, ermitas y parroquias de las islas.

Durante el siglo XVII se configura el modelo de la arquitectura tradicional canario, tanto en la tipología civil (la casa) como en la 17

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religiosa (la iglesia, la ermita y el convento). El uso de la madera en las ventanas exteriores, en las balaustradas de los patios interiores y en los artesonados de los salones y en los suelos infunde personalidad a estas creaciones anónimas de nuestra arquitectura. La tradición artesanal de la carpintería proclama su origen mudéjar, proveniente de la Baja Andalucía, en tanto que ciertas soluciones arquitectónicas apuntan a un origen portugués. En la pintura surgen los primeros maestros canarios, como el orotavense Gaspar de Quevedo, nacido en 1616. Entre los siglos XVII y XVIII trabajaron Cristóbal Hernández de Quintana (1651-1725), en Tenerife, y Bernardo Manuel de Silva (16551721), en La Palma, quien también cultivó la imaginería religiosa. Y a finales de dicha centuria hay que destacar la labor del grancanario Juan de Miranda (1723-1805). En el estilo barroco también se expresó el más grande escultor que ha dado Canarias durante el Antiguo Régimen, el imaginero José Luján Pérez (1756-1815), creador en sus imágenes marianas de un modelo de rotunda y deslumbrante belleza, véase la Dolorosa de la Catedral de Las Palmas, que la devoción popular asocia con la fisonomía de la mujer canaria. Las obras que proyectó como arquitecto evidencian su filiación a la estética neoclásica, por ejemplo, sus intervenciones en la catedral de Las Palmas. Durante los siglos XVII y XVIII florecieron también las labores de orfebrería. La plata traída de América se repujaba en los talleres canarios, sobresaliendo la calidad de las piezas elaboradas por los orfebres laguneros. Asimismo floreció el arte del retablo: esas portentosas fábricas de madera dorada que decoran suntuosamente los interiores de los templos de las islas.

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Los mejores frutos artísticos llegaron en la segunda mitad del siglo XVIII. El modelo de vivienda aristocrática alcanzó entonces su máximo esplendor (véase la denominada Casa de los Balcones, de la Orotava). Esta tipología se caracteriza por el brillante desarrollo de las fachadas -de tres plantas, con un balcón corrido en el granero-, y por la amplitud y nobleza de los patios interiores -con corredores sustentados por columnas, que podían ser de piedra o de madera, y balaustradas de madera talladas con maestría y primor- De uno de los costados del patio partía la escalera de madera que conducía al salón noble de la casa, cuyas ventanas, dotadas de asientos, daban a la fachada principal del edificio. En las últimas décadas del siglo XVIII, la penetración de las ideas ilustradas procedentes de Europa supuso una modernización «externa» de la casa tradicional canaria, que perdió algo de su aire señorial y rústico para vestirse con la apariencia decorosa de la edificación urbana. Las referencias neoclásicas, que se manifiestan en la regularización de los vanos, en el uso discreto de frontones y, sobre todo, en la tendencia a tapar los aleros de los tejados, constituyen modificaciones estilísticas que no afectan a la estructura interna de la vivienda. Es tan sólo un cambio de piel. Arte del siglo XIX El nuevo espíritu cívico, que la ilustración canaria promovió a finales del siglo XVIII, fue el desencadenamiento ideológico que hizo posible durante la centuria siguiente el desarrollo urbano de las dos capitales canarias, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria, ciudades que crecerían impulsadas por la actividad comercial de sus respectivos puertos. La arquitectura y el urbanismo serán un reflejo de estas profundas transformaciones que se estaban operando en la sociedad canaria. 19

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Los principales arquitectos ejercieron también de urbanistas: Manuel de Oraá (1822-1889), en Tenerife, que proyectó el Teatro Guimerá; y Manuel Ponce de León y Falcón (1812-1880), que también practicó la pintura, a quien se debe el diseño de la plaza del Espíritu Santo, en Las Palmas de Gran Canaria. En el terreno de las artes figurativas esta nueva mentalidad determina el nacimiento del retrato burgués. Como las rentas de la iglesia disminuyeron sensiblemente y la religiosidad se fue enfriando, un nuevo tipo de mecenazgo acabaría por imponerse: el de la burguesía y el de las instituciones públicas (ayuntamientos, cabildos, etc.). Salvo excepciones, no hay pintura mitológica, ni pintura de ruinas, ni versiones morales de la historia romana. Los artistas se convierten en profesionales burgueses: Luján Pérez fue consejero del Cabildo de Las Palmas, Fernando Estévez, concejal del Ayuntamiento de la Orotava, y Luis de la Cruz, alcalde del Puerto de la Cruz.

Los dos artistas neoclásicos más importantes que dio Canarias fueron el pintor Luis de la Cruz y Ríos (1776-1853) y el imaginero Fernando Estévez (1788-1854). El primero fue un magnífico retratista y miniaturista, para quien posó la aristocracia isleña, antes de que Fernando VII lo nombrara pintor de Corte, debiendo trasladarse a Madrid, donde siguió cultivando la miniatura y el retrato al óleo. De Fernando Estévez, cabe decir que fue discípulo de Luján Pérez. Su estilo es más sosegado y clásico que el de su maestro. La serenidad, como se sabe es un atributo estético del arte neoclásico. Plasmó en sus vírgenes un modelo de belleza femenina cuya expresión dulce y melancólica induce a pensar en la influencia que pudo haber recibido de la estatuaria genovesa de la época, cuyas piezas se siguieron importando en Canarias a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Véase su Magdalena de la Catedral de La Laguna, o el Nazareno 20

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de la iglesia de Santo Domingo, en Santa Cruz de La Palma. 1846, atraído por el auge comercial de su puerto, se instaló Santa Cruz, donde abrió un taller, y fue nombrado profesor dibujo y modelado en la recién creada Academia Provincial Bellas Artes.

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En el siglo XIX el pintor canario descubre la naturaleza. Al principio sus visiones eran idealizadas y románticas, por ejemplo, en los paisajes de Cirilo Truilhé (1813-1904); pero después, la visión naturalista es implantada por una generación de pintores canarios que estudiaron en Madrid con el maestro Carlos Haes entre los cuales el más dotado fue, sin lugar a dudas, Valentín Sanz y Carta (1849-1898). Nadie antes que él supo representar los paisajes de las cumbres de las islas, atravesados por profundos barrancos y cubiertos por la frondosa vegetación de la laurisilva y el pino canariensis. Gracias a la recomendación de su amigo el político grancanario Fernando de León y Castillo, que era un admirador de su pintura, se enroló como dibujante en una expedición científica que zarpaba rumbo a las Antillas. Al llegar al puerto de La Habana, nuestro pintor se quedó prendado de la ciudad, donde muy pronto se granjeó fama de hábil retratista y paisajista consumado. Sorprendido por el éxito alcanzado entre la sociedad criolla, decidió presentarse a una oposición para cubrir la cátedra de Paisaje en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, de La Habana. No tuvo dificultad en ganarla, y se quedó en dicha capital, donde pintó evocadoras imágenes del interior y de las costas. A los 49 años, hallándose en la plenitud de sus facultades creativas, falleció en La Habana, a causa de unas fiebres contraídas en una visita que realizó con su esposa a la región de los lagos (State Islands), en Estados Unidos. Si Luis de la Cruz emigró a Madrid y Valentín Sanz a La Habana, el palmero Manuel González Méndez (1843-1909) lo hizo a París. Allí adquirió una sólida 21

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formación académica, estudiando con el afamado maestro Gérome. Despuntó, sobre todo, en el arte del retrato.

Umbral del siglo XX En el umbral del siglo XX hay que citar la figura del pintor y decorador grancanario Néstor Martín Fernández de la Torre (1887-1938); quien nos ha dejado dos grandes series pictóricas que reflejan su adscripción a la estética del simbolismo modernista: el Poema del Mar y el Poema de la Tierra, quedando ésta última inconclusa. Estas series sólo son una parte del ambicioso Poema de los Elementos, que, como homenaje a la naturaleza canaria había proyectado realizar, y que su temprana muerte truncó. Antes de él ningún artista canario se había atrevido a realizar tan vastas decoraciones murales. Sirva de ejemplo las que ejecutó para el Teatro Pérez Galdós de Las Palmas o para el Casino de Santa Cruz de Tenerife. El muralismo fue también cultivado por José Aguiar (1895-1976), nacido en Cuba, aunque de origen gomero sus padres eran de Agulo-. A comienzos de la década de los 30, mientras Néstor realizaba su decoración del Casino de Santa Cruz, Aguiar ejecutaba en el mismo edificio otro gran mural, el Friso Isleño. Se formó en Italia, en contacto con los artistas del grupo Novecento, próximos a la ideología del Fascio. A su vuelta, y una vez terminada la Guerra Civil, se propuso reflejar en imágenes la ideología de los vencedores. Con el paso del tiempo, su temperamento apasionado le llevó a practicar una pintura barroca y expresionista, de colores intensos y composiciones abigarradas, como se puede contemplar en los grandes murales que realizó para el Cabildo de Santa Cruz de Tenerife (1951-60) y para la Basílica de Candelaria, que hubo de concluir su hijo. 22

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En el primer tercio del siglo XX, hay que citar también la producción paisajística de dos pintores en cuyas obras se refleja la influencia de la escuela impresionista: el tinerfeño Botas Ghirlanda (1882-1917), que pasó una temporada en Nápoles, pintando su bahía, y el grancanario Nicolás Massieu y Matos (1874-1954), de quien cabe mencionar sus visiones de las cumbres de Gran Canaria. Dentro del impresionismo se encuadra la producción de los acuarelistas canarios, cuya estética deriva de las acuarelas que realizaron los viajeros ingleses que visitaron las islas en el siglo XIX, como Alfred Diston. El más dotado de todos los acuarelistas canarios fue Francisco Bonnín (18741963). Sus visiones tópicas y amables del campo de las islas responden a los planteamientos estéticos e ideológicos del regionalismo, que contó con otros cultivadores representativos, como José Aguiar, al que ya nos hemos referido, y el costumbrista Pedro de Guezala (1896-1960), que se especializó en la fijación de una iconografía tópica del campesinado canario, haciéndose populares sus cuadros de magos y magas. En cuanto a la arquitectura, hay que decir que, desde mediados del siglo XIX hasta principios del siglo XX, predominan los neoestilos y el eclecticismo. Luego, a principios del siglo XX, se impone el estilo decorativo del modernismo, que se expande en amplias zonas de la calle Triana, en Las Palmas, así como en el Barrio de los Hoteles, en Santa Cruz de Tenerife. Los principales arquitectos modernistas canarios fueron Estanga, Pintor, Pisaca, etc. Como reacción al decorativismo modernista surge el racionalismo arquitectónico, defendido por la revista de vanguardia Gaceta de Arte, cuyo director Eduardo Westerdahl fue un encendido defensor de la nueva arquitectura funcional. Los principales arquitectos que proyectaron en este estilo 23

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fueron en Gran Canaria, Miguel Martín Fernández de la Torre, hermano del pintor Néstor, y en Tenerife, Marrero Regalado. Ambos se pasaron a una estética regionalista, llamada neocanario, que se desarrolló en los años cuarenta y cincuenta. En las artes plásticas, los años treinta vieron el auge del arte de vanguardia: por una parte, el surrealismo de Óscar Domínguez y Juan Ismael, por otra parte, el indigenismo, que fue promovido por la Escuela Luján Pérez en Las Palmas. Pintores como Felo Monzón y Jorge Oramas o escultores como Plácido Fleitas y Eduardo Gregorio, se propusieron reflejar en imágenes los rasgos de identidad del paisaje y del hombre de las islas. Mientras que en París, el tinerfeño Óscar Domínguez, el más internacional de los artistas que han dado las islas, pintaba evocaciones oníricas del paisaje insular. La Guerra Civil cercenó este renacimiento cultural. Hubo que empezar de nuevo. En los años cincuenta se formó en la ciudad de Las Palmas, el grupo «LADAC», en el que inició su andadura artística Manolo Millares, quien luego jugaría un papel trascendental en el desarrollo del arte abstracto español, como fundador del grupo «El Paso», (1967), del que también formó parte el escultor grancanario Martín Chirino. El arte dramático de Millares se valió de la ruda y raída arpillera para dar cuenta de la situación de angustia que se vivía en España en los años de la dictadura franquista; pero también este humilde material expresaba simbólicamente el amor que este artista sentía por la cultura aborigen canaria: sus homúnculos evocan los cueros retorcidos y acartonados que amortajaban las momias guanches conservadas tras las vitrinas del Museo Canario de Las Palmas. La obra escultórica de Chirino está exenta de connotaciones dramáticas. El planteamiento formal de sus piezas se sustenta en el efecto de expansión/concentración potenciado por el desarrollo de líneas de fuerza estructurales. Sus esculturas, realizadas en hierro, bronce y acero cortén, son 24

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representaciones simbólicas de la vida originaria, como lo proclama la perfección orgánica y eurrítmica de sus espirales. La alusión a los petroglifos de la cultura aborigen les confiere a estas espirales el valor de emblemas de la entidad canaria. Mientras Millares y Chirino participaban en Madrid en la aventura de «El Paso», otro artista canario, César Manrique (1920-1992), establecido como aquéllos en la capital de España realizaba una pintura abstracta cuya textura matérica constituía una alusión simbólica, metonímica, al territorio volcánico de su isla natal, Lanzarote. Tras unos años de fructífera estancia en Nueva York (1964-68), tomó la decisión de volver a Canarias, cumpliendo en la isla de Lanzarote su vocación de artista total: pintor, escultor (véanse sus imaginativos móviles), arquitecto paisajista, diseñador, etc. Desde la Conquista ¾ cuando todas las piezas artísticas eran importadas¾ hasta hoy, el hombre canario ha ido proponiendo distintos modelos de interpretación del mundo y ha encontrado en el arte una forma de afirmación de su identidad.

HISTORIA DE CANARIAS Hacer un recorrido por toda la Historia de Canarias, señalando los elementos que han caracterizado los distintos períodos de dicha historia, no resulta una tarea sencilla. Sin embargo, intentaremos aprovechar el espacio de que disponemos para, en la medida de lo posible, dar una visión panorámica del devenir histórico del Archipiélago resaltando, sobre todo, aquellos aspectos que, en mayor medida, contribuyen a explicar el presente de las islas. 25

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Comenzaremos por acercarnos a las culturas aborígenes que habitaron las Islas en el período prehispánico, pasando, a continuación, a tratar del proceso de su conquista e incorporación al Reino de Castilla. En tercer lugar, abordaremos el Antiguo Régimen (siglos XVI, XVII y XVIII) en Canarias y las circunstancias que tipificaron esos trescientos años. Por último, trataremos de la evolución contemporánea canaria señalando el origen reciente del conjunto de elementos socioeconómicos y políticos que conforman la realidad actual de la Comunidad Canaria. Población prehispánica de las Islas En los últimos años el desarrollo de la investigación arqueológica ha ido aportando la suficiente información sobre la población prehispánica de las Islas como para ir desbancando a las crónicas o a los mitos como principales fuentes históricas para conocer este período. Abordar la prehistoria de Canarias significa conocer tanto el origen de la población prehispánica como las características de su asentamiento y adaptación al medio natural que conforma el espacio geográfico de las distintas islas. Actualmente consideramos que la población aborigen canaria tuvo su origen entre los pueblos bereberes del Norte de África que se van desplazando hacia el sur movidos por dos tipos de circunstancias: - En primer lugar, el progresivo proceso de desertización norteafricano que empuja a los pueblos del sur de la cordillera del Atlas a buscar nuevas tierras de cultivo y pastos para sus ganados. - En segundo lugar, los restos humanos y de hábitat más antiguos hallados por los arqueólogos en las Islas, se corresponden con un 26

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período comprendido entre los siglos I antes de Cristo y I después de Cristo, lo que lleva a los historiadores a pensar en la expansión del «limes» o frontera del Imperio Romano en el Norte de África hacia la cordillera del Atlas sahariano y el rechazo por parte de algunos sectores de la población de la zona a integrarse en dicho Imperio, como causa del desplazamiento de estos pueblos por la costa atlántica norteafricana y su posterior paso a las distintas islas del Archipiélago Canario, pretendiendo encontrar en ellas los medios de vida y sustento que no hallaban en su lugar de origen. Probablemente, el poblamiento de las Islas se realizaría en diferentes oleadas migratorias, aportando cada una de ellas grupos de pobladores que, con un mismo origen, conformarían diferentes estratos culturales. El bagaje cultural que cada uno de estos grupos de población trae consigo desde África por un lado, junto a la necesidad de generar medios que les permitan adaptarse a las características del nuevo espacio geográfico que presenta cada una de las islas en las que recalan, por otro, van a conformar distintas formas de vida, de organización social y de aprovechamiento de los recursos económicos de los que puedan disponer. De esta forma, los asentamientos aborígenes se producirán, en general, junto a fuentes y manantiales que les aseguren el abastecimiento constante de agua. Dichos asentamientos tomarán la forma de poblados constituidos por edificaciones con una primitiva estructura arquitectónica (por lo general, de planta circular, paredes de piedra y techo vegetal), aunque también nos encontraremos, sobre todo en lugares altos y de difícil relieve, con un hábitat en cuevas tanto naturales como excavadas.

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La economía practicada por estos pueblos variará de una isla a otra en función de las posibilidades del medio. Así, la de La Palma y Fuerteventura será esencialmente ganadera, la de Gran Canaria fundamentalmente agrícola y, combinando indistintamente la agricultura y el pastoreo, la de Tenerife, La Gomera, El Hierro y Lanzarote. Es pues una economía muy básica, y dirigida al autoconsumo de cada grupo humano, desarrollada con unos medios muy rudimentarios y sujeta de forma constante a las inclemencias climáticas u otros condicionamientos naturales (sequía, agotamiento y limitaciones del suelo agrícola y de pastos, etc.). La cultura material, por otro lado, será muy rudimentaria, siendo la piedra, el barro, la piel de los animales o la madera las principales materias primas. En lo que a organización social se refiere, en general, nos encontramos con sociedades más o menos complejas, divididas en estratos o grupos sociales, que se distinguen entre sí por su diferente nivel de riqueza y grado de apropiación de los medios de producción (fundamentalmente la tierra y el ganado). Así pues, constatamos la existencia de una nobleza aborigen tanto en Gran Canaria como en Tenerife, erigida en grupo social dominante, junto a los sectores mayoritarios de la población compuesta por grupos económicamente dependientes de los poseedores de los recursos económicos. En general, parece que existieron formas de jerarquización política según estructuras o formas de gobierno basadas en la monarquía (menceyes en Tenerife, guanartemes en Gran Canaria, o distintos jefes de tribu en las islas más pequeñas). Dichos monarcas ejercen su poder sobre una parte de la isla 28

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o bien sobre una isla entera. Así, nos encontraremos un solo jefe de tribu para toda la isla de Lanzarote y lo mismo en El Hierro; Fuerteventura aparecerá dividida en dos reinos, La Gomera en cuatro, La Palma en doce, Gran Canaria en dos y Tenerife en nueve demarcaciones territoriales. Junto a estos monarcas o jefes de tribu estarán los nobles de cada reino, conformando castas privilegiadas tanto a nivel político como religioso, que suelen asesorar a su jefe y, a veces, en determinadas circunstancias, participar en la toma de decisiones de gobierno. En general, la religión de estos pueblos se basaba en el culto a elementos naturales, principalmente al Sol, que favorecían o perjudicaban las condiciones de vida. Poder político y religioso van siempre íntimamente unidos a toda la población (jefes o monarcas incluidos) en disposición de acatar los designios divinos para obtener el favor permanente de los dioses y no provocar su ira atrayendo la desgracia (hambre, enfermedades, etc.) sobre la población. Este va a ser el panorama que se van a encontrar los exploradores, navegantes y conquistadores europeos que a partir de la Baja Edad Media llegan a las costas canarias iniciándose un proceso histórico que culminará con la integración del Archipiélago en el reino de Castilla a finales del siglo XV. Conquista de Canarias La conquista de Canarias hay que situarla en el contexto de la expansión atlántica de los distintos estados europeos en su afán por abrir rutas y vías de comunicación con las Indias, circunnavegando el continente africano para proveerse de las especias, sedas, esclavos o metales preciosos. En este sentido, el Archipiélago ofrecerá una base de escala y avituallamiento muy importante, para los barcos que naveguen por estas rutas, o 29

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también, aprovechando sus posibilidades humanas y materiales, para obtener recursos demandados en los mercados europeos tales como esclavos, o la orchilla y la barrilla de las que se lograban colorantes para una floreciente industria textil. El proceso conquistador es lento (durará casi todo el siglo XV) y se realizará, en líneas generales, en dos fases cuyas características condicionarán la evolución histórica posterior de cada isla. La fase inicial es la identificada como fase señorial, ya que durante la misma las islas que se conquistan (Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro) van a serlo por parte de nobles europeos (franceses como Jean de Béthencourt o castellanos como Hernán Peraza o Diego de Herrera) que poniéndose al servicio de los monarcas de Castilla emprenden la conquista como una empresa particular, obteniendo de ello derechos señoriales o feudales sobre las tierras y los pueblos conquistados. Derechos que tendrán un carácter hereditario y condicionarán las formas de explotación económica y el control social y político de las islas mencionadas hasta bien entrado el siglo XIX. La segunda fase en el proceso de conquista de Canarias viene dada por la conquista realenga, llamada así porque en la misma los reyes de Castilla se implican de forma directa, colocando a las islas en esta época conquistadas (Gran Canaria, La Palma y Tenerife), bajo su directo control señorial y político. Aquí habrá que distinguir tres agentes que intervienen en el proceso: los monarcas que disponen y ordenan la conquista, los comerciantes y banqueros (fundamentalmente genoveses) que la financian a cambio de concesiones económicas importantes sobre las islas conquistadas y, por último, los conquistadores, que organizan las huestes militares, someten a la población aborigen y se verán 30

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beneficiados por el reparto posterior de las tierras conquistadas; reparto que se realizará teniendo en cuenta el distinto lugar que en la jerarquía militar y política ocupe cada uno de ellos. Hacia el año 1496, con la culminación de la conquista de Tenerife, la última en ser sometida, se integra el Archipiélago Canario en la Corona de Castilla. En general, el proceso conquistador no siempre siguió las mismas pautas, dependiendo éstas en cada momento de las pretensiones de los conquistadores y de las actitudes de los aborígenes. Así pues, podemos encontrar desde situaciones de conquista más o menos pacífica (Jean de Bethencourt en Lanzarote), a operaciones de auténtico genocidio (Diego de Herrera en La Gomera). La actitud de los aborígenes también ofrecerá diferencias, de tal manera que junto al colaboracionismo de Fernando Guanarteme en Gran Canaria, o los llamados «bandos de paces» o menceyatos que se someten pacíficamente en Tenerife, nos encontraremos la resistencia a ultranza de los demás (Doramas en Gran Canaria, los «bandos de guerra» en Tenerife, Tanausú y los suyos en La Palma, etc.). Incluso, nos hallaremos a cuerpos de tropas aborígenes que colaboran con los conquistadores para acabar con los focos de resistencia. En este sentido, habría que señalar el papel jugado por guerreros gomeros reclutados por los castellanos en la conquista de Gran Canaria y, posteriormente, en la de Tenerife. El final de la conquista supone el fin de la cultura y las formas de vida aborigen, algunos de cuyos rasgos persistirán durante algunos años, para sucumbir, con el paso del tiempo, ante la marginación o la persecución que sufrirían aquellos que se empeñaran en mantenerlas. Canarias a partir del siglo XVI

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La historia del Archipiélago Canario a partir del siglo XVI vendrá condicionada por la colonización del mismo por parte de grupos diversos de pobladores que se asientan en él atraídos por las posibilidades de progreso económico que se le ofrecen: tierras de cultivo, la participación en los circuitos comerciales atlánticos entre las Indias y Europa, el abastecimiento de manufacturas a las islas, etc. La mayor parte de los pobladores serán españoles (gallegos, castellanos, andaluces, aragoneses, etc.) que se dedicarán a la agricultura, bien en sus propias tierras, bien como trabajadores al servicio de otros propietarios. También llegarán portugueses, genoveses y flamencos, a desarrollar la explotación y comercialización del azúcar, primer cultivo de exportación canario, generador de grandes fortunas y a través del que se integra la economía canaria en los mercados internacionales. Asimismo, encontraremos a grupos de población morisca y negros africanos, que llegan a las islas después de ser capturados para utilizarlos como esclavos en las plantaciones de caña de azúcar, en los ingenios, o en el servicio doméstico. Por último, llegarán ingleses e irlandeses atraídos por la producción y exportación del vino, producto, éste último, que a partir de la segunda mitad del siglo XVI, sustituirá progresivamente en importancia económica a la caña de azúcar. Los distintos grupos de población reseñados se integrarán rápidamente, conformando un entramado social que aportará a la población canaria una idiosincrasia propia y un peculiar carácter cosmopolita y abierto a las influencias externas. La economía canaria durante esta época va a girar en torno a la producción y comercio de determinados cultivos de exportación demandados por los mercados internacionales (sobre todo europeos). Dichos productos se daban bien en las Islas gracias a su clima y solían, además, reportar grandes beneficios a quienes controlaban su comercio. 32

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Durante el siglo XVI, los principales productos de exportación fueron el azúcar de caña y, en menor medida, la barrilla. Desde finales del siglo XVI, todo el siglo XVII y gran parte del XVIII serán los vinos canarios el producto más demandado en el exterior. La producción de cultivos de exportación no afectó por igual a todas las Islas. Unas desempeñaron un papel más relevante que otras. Así, la producción de caña de azúcar se dio fundamentalmente en la isla de Gran Canaria, mientras que el vino se localizó sobre todo en Tenerife, lo que convierte a esta isla en el centro económico y político de Canarias durante estos siglos. Con el capital que aporta la comercialización de estos productos se traen a las islas productos manufacturados, que desde Gran Canaria o Tenerife, a su vez, son distribuidos por el resto del Archipiélago. Al mismo tiempo, en las islas en que no se dan productos de exportación se desarrollará una agricultura dirigida al abastecimiento interno, al mercado interior canario, es decir, se comercializan en aquellas islas que por su mayor número de habitantes o por dedicar parte de sus tierras a cultivos de exportación no producen lo suficiente para su autoconsumo. El mecanismo económico descrito no siempre funcionó eficazmente. En determinados momentos de la Historia de Canarias, los productos mencionados dejaron de exportarse, bien de forma coyuntural, bien definitivamente, por las guerras o por la competencia que con esos mismos productos podían ofrecer otros países (por ejemplo, la caña de azúcar de Canarias no pudo superar la competencia de la producida en las colonias americanas). Como consecuencia 33

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de ello, dejaba de llegar capital a las islas, se reducían las importaciones, y se vivían momentos de escasez y empobrecimiento. Gran parte de la población padecía entonces hambre y miseria, lo que obligaba a mucha gente a optar por la emigración en busca de medios para vivir. La sociedad de las islas durante el Antiguo Régimen será compleja y estará muy dividida, conformándose cada grupo social en función del grado de apropiación de las tierras de cultivo y de su participación en los circuitos comerciales canarios. De forma genérica podemos hablar de: - La nobleza y el clero que serán grandes terratenientes, propietarios de la mayor parte de la tierra y del agua. Tendrán una posición social privilegiada y desempeñarán importantes cargos políticos en los cabildos o ayuntamientos de la época, las milicias, la inquisición, etc. - Los grandes comerciantes, en su mayor parte de origen extranjero, que llegan a Canarias para comerciar con la caña de azúcar o el vino, además de otros negocios: trata de esclavos, importación de manufacturas, tabaco, café, etc. Acumulan grandes riquezas, y muchos de ellos accederán al status nobiliario debido al matrimonio con miembros de la aristocracia o a la compra de títulos. - Los labradores, medianos y pequeños propietarios de tierra y de agua, que obtienen de sus propiedades lo necesario para vivir aunque no lo suficiente para enriquecerse. Incluso a veces deberán trabajar para otros propietarios cuando sus propias cosechas no sean buenas.

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- Los pequeños comerciantes y los artesanos. Son un grupo poco numeroso. Vivirán en las ciudades. Tendrán un nivel de vida semejante al de los labradores. - Los campesinos sin tierras trabajaban para los grandes propietarios como arrendatarios, aparceros o, también, jornaleros. Suelen vivir malamente y constituirán la mayor parte de la emigración cuando lleguen los malos tiempos. - Por último, nos encontramos con los mendigos y esclavos que componen el espectro más bajo de la sociedad, formando un grupo verdaderamente marginado. Canarias durante esta época formará parte del reino de Castilla, y estará gobernada por un virrey, representante de la autoridad real. Su sede estará en Tenerife. Al mismo tiempo, cada isla formará un único municipio administrado por un Cabildo. Finalmente, el poder judicial estará desarrollado por la Audiencia, cuya sede estará en Gran Canaria. Durante más de trescientos años la imagen del Archipiélago vendrá determinada por el conjunto de circunstancias descritas, y será a partir de la segunda mitad del siglo XIX cuando comiencen a producirse los cambios que dan lugar a la inserción de Canarias en la época contemporánea. Historia Contemporánea La Historia Contemporánea de las islas se caracterizará: - En primer lugar, la desarticulación del modelo económico anterior, pues aunque se mantenga, por una parte, la existencia de productos de exportación (la cochinilla durante el segundo tercio del siglo XIX, y luego el plátano, el tomate y las papas) a los que actualmente hay que unir la industria 35

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turística como principal medio de atracción de capitales; sin embargo, por otro lado, se romperá el equilibrio entre cultivos de exportación y los dirigidos al consumo interno, atendiéndose éste, cada vez en mayor medida, con la importación, lo que aumenta el grado de dependencia exterior de la economía canaria. - En segundo lugar, Canarias se aprovechará del proceso de internacionalización del sistema capitalista a partir del fenómeno imperialista y colonial de finales del siglo XIX. A partir de la consecución de los Puertos Francos en 1852, los puertos canarios y sobre todo, el Puerto de La Luz en Gran Canaria, aprovecharán su situación como punto de escala obligada en la navegación de barcos europeos hacia las colonias africanas y asiáticas, así como hacia los mercados latinoamericanos, generándose al amparo del puerto numerosos negocios y actividades económicas que dan lugar a la formación de grandes fortunas y a la demanda de numerosa mano de obra. Esto último provocará un intenso movimiento migratorio hacia las principales ciudades (Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife) desde los campos o desde las islas periféricas.

- La sociedad canaria irá desarrollándose a partir de la posición que ocupará cada grupo en el proceso económico descrito. En líneas generales, nos encontraremos con una burguesía, que controlará la exportación del plátano, los tomates y las papas, a lo que actualmente se suma la actividad turística, y junto a ello, la importación de mercancías y el abastecimiento interno. Al control de esta burguesía sobre los recursos económicos canarios hay que añadir la presencia del capital extranjero invertido en las actividades antes mencionadas, elemento más o menos permanente en la economía isleña desde finales del siglo XIX. 36

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Al amparo del desarrollo económico contemporáneo canario, vendrá la configuración de una clase trabajadora urbana desde finales del siglo XIX, en un proceso más tardío que el europeo, lo que a su vez da lugar a la formación, también tardía, de sindicatos u otras organizaciones sociales y políticas obreras. El proceso de urbanización se produce a costa del progresivo y sin contrapartidas despoblamiento rural, proceso agudizado a partir de 1960/1970 con el desarrollo turístico. - Por último, el desarrollo contemporáneo canario viene condicionado por los cambios políticos que se producen desde el siglo XIX en España motivados por el proceso de implantación del Estado Liberal, en el que la participación ciudadana se canaliza a través de los partidos políticos. Dicho proceso en Canarias estará fuertemente mediatizado por la existencia del llamado Pleito Insular entre Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife, a través del cual los grupos sociales dominantes de las dos capitales competirán por atraerse el favor del poder central en aras de conseguir el control político y económico de las Islas. Dicho proceso se materializará en la práctica en la adopción permanente de posturas antagónicas al abordar la resolución de los problemas del Archipiélago, e impedirá la articulación de una conciencia regional canaria, a semejanza de otros territorios del Estado Español.. La lucha por conseguir la capitalidad de la provincia única canaria a principios del siglo XIX primero, o por la división provincial después (que se hará efectiva en 1927 durante la Dictadura de Primo de Rivera), serán ejemplos 37

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destacados de un Pleito Insular que ni aun la ley de creación de los Cabildos Insulares en 1912 logra atenuar. Por otra parte, la formación de partidos políticos y su consolidación a nivel regional vendrá también condicionada por el posicionamiento de éstos ante el Pleito; de ahí la dificultad de articular organizaciones políticas cohesionadas en todo el Archipiélago. Actualmente, las posibilidades de desarrollo de Canarias como Comunidad Autónoma dentro del Estado Español, en el marco de la Constitución de 1978, dependen en gran parte de la superación de la pugna interinsular y de la adquisición de una auténtica conciencia social y política de construcción regional canaria.

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EL HABLA EN CANARIAS La modalidad lingüística hablada en el Archipiélago Canario se inscribe en el llamado español atlántico o meridional. Por tanto, nuestra variedad forma grupo común con el andaluz, especialmente con el occidental, y con el español de América. Las razones históricas que han determinado esto son conocidas: el castellano se implanta en Canarias a lo largo del siglo XV y primeros años del siglo XVI, una vez se consuman la conquista y colonización de dicho territorio por parte de la Corona de Castilla. De modo que ha sido la virtual identidad de los procesos de anexión lo que explica las muchas analogías que presenta el español de las Islas con el de Ultramar. Esas analogías, de forma más concreta, se deben a los siguientes hechos: 1º) La práctica coincidencia en las fechas de la conquista y colonización respectivas 2º) La misma procedencia geográfica de los colonos de uno y otro lado del Atlántico 3º) La relación secular y sostenida entre Canarias y América -y el Caribe en particular-, en virtud del fenómeno de la emigración Los aspectos lingüísticos en los que se dejan sentir más claramente esas analogías son el fónico y el gramatical. El léxico, por su propia naturaleza, es el que representa un mayor distanciamiento, aunque tampoco son raras las similitudes. En todo caso, y antes de señalar, sacrificando inevitablemente 39

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algunas cosas, las peculiaridades isleñas de cada una de las vertientes del idioma, conviene aclarar que el español canario presenta una notable diversidad o polimorfismo, como corresponde a una región físicamente fragmentada y como corresponde también a unos condicionantes naturales y culturales no siempre homogéneos en el transcurso de su joven historia. Ésa es la razón por la que los especialistas, aun reconociendo una base de coincidencia incuestionable entre los distintos espacios insulares, prefieren la etiqueta de hablas canarias. No sería extraño, por tanto, que algunas de las particularidades que comentaremos a continuación suscitaran la extrañeza del lector, al no resultarle del todo familiares. Por lo que se refiere al aspecto fónico, las peculiaridades canarias se centran en los siguientes fenómenos. En cuanto al sistema vocálico, no hay mayores observaciones que hacer. La simplicidad de las vocales castellanas le otorga al cuadro constituido por los conocidos cinco elementos una estabilidad a la que no es ajeno el español insular. Las únicas indicaciones posibles, como sucede para el resto de las modalidades de nuestro común solar idiomático, tendrían que ver con alguna fluctuación de las vocales inacentuadas y con las diptongaciones de ciertos agrupamientos vocálicos en hiato, y para ello habríamos de remitirnos privativamente a los hablantes del nivel popular. Lo que de verdad interesa comentar en este apartado se circunscribe a las consonantes. Veámoslo: 1.º) Seseo generalizado. En efecto, este rasgo se da con carácter genérico en Canarias, tanto geográfica como socioculturalmente. Además, la ausencia del fonema zeta -que en eso consiste el seseo- ha determinado una pronunciación particular de la /s-/, la cual tiene carácter predorsodental (frente a la apicoalveolar del español estándar de la Península). 40

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Esta pronunciación de la /s-/ no es la única existente en Canarias, pero sí la mayoritaria. 2.º) Aspiración de la /-s/ en posición implosiva (final de sílaba). Este rasgo, que se inscribe en la relajación consonántica que caracteriza la modalidad insular, es prácticamente general, con excepción de lo que sucede en la isla de El Hierro, donde aún se conserva como tal la /-s/, sobre todo en posición final de palabra y en las generaciones de media y avanzada edad. En la isla de Gran Canaria, cuando el fonema /-s/ va seguido de alguna consonante de la serie /b, d, y, g/, se produce una pérdida de dicho elemento implosivo y una fuerte tensión y ensordecimiento de dichas consonantes sonoras [laggayinah] ‘las gallinas’, [loddadoh] ‘los dados’, etc. Es éste un rasgo muy especial y llamativo, que no goza de buena consideración popular en las restantes islas, a pesar de poseer un carácter sociolectalmente genérico (acaso propiciado por la escasa conciencia que se tiene del mismo) en dicho territorio insular. 3.º) Pronunciación relajada (o aspirada) del fonema jota (j o g -cuando esta última va seguida de e, i- en la escritura ortográfica). Este rasgo, definido por los fonetistas como un leve soplo faríngeo, es general en Canarias y coincide con lo que sucede en amplias zonas andaluzas y en toda América. Como se sabe, el mismo contrasta con la articulación netamente velar de la jota castellana estándar. 4.º) Presencia del yeísmo. La reducción de la oposición de fonemas ll/y a favor de /y/ se ha cumplido en amplias zonas del Archipiélago, singularmente en los ámbitos urbanos. Sin embargo, aún se encuentran áreas importantes de diferenciación, en particular las marcadas por su conservadurismo, situadas en la provincia occidental (Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro) y en zonas rurales de Lanzarote y de Fuerteventura. En todo caso, dicha distinción fonemática se observa sobre todo entre los hablantes adultos y mayores. 41

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5.º) Pronunciación sonorizada y adherente de la /ch/. Ocasionalmente esta peculiaridad, presente en todas las islas y en todos los niveles, hace el efecto acústico de una /y/ ([muyayo] por [muchacho]) a los oídos de los hablantes peninsulares, en cuyo sistema ambos sonidos están más inequívocamente diferenciados. Los rasgos hasta aquí considerados se registran en todo el espectro sociocultural de hablantes. Hay, sin embargo, algunas otras particularidades que se reducen a grupos sociológicos más específicos. Así, por ejemplo, la confusión -r/-l implosivas se da sólo en usuarios del nivel popular, a veces a favor de /-r/ [barkón] y a veces a favor de /-l/ [saldina]. La preferencia por uno u otro elemento del par se suele encontrar bien determinada geográficamente. Otro tanto sucede con la pronunciación aspirada de la /-r/ ante /-n/ y /-l/ [cahne], [buhla], [ponehlo], más común, como también ocurre con el rasgo anterior, en la provincia oriental (Gran Canaria, Fuerteventura, Lanzarote) que en la occidental (excepción hecha de la isla de La Gomera). La caída de la /-d-/ intervocálica es también una característica fónica de las zonas rurales canarias, con excepción del norte de Tenerife. Los hablantes urbanos, en cambio, suelen mantener dicho elementoconsonántico. Aunque no son pocas las particularidades gramaticales de nuestras hablas que afectan a otras categorías, la mayor parte de las mismas se limita al pronombre y al verbo. Vayamos con ellas. Sistema pronominal: 1.º) Ausencia de vosotros y formas adjuntas. Se produce aquí una sustitución de este pronombre por ustedes (con sus formas pronominales y verbales asociadas), que es el único empleado para la segunda persona del plural. De esta manera, ustedes es tanto 42

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plural de tú como de usted. El paralelismo con América vuelve a ser aquí evidente. No obstante, conviene aclarar que el pronombre vosotros y sus implicaciones morfológicas y sintácticas (aunque con alguna pervivencia antigua, como el uso de vos por os o el de alguna forma verbal) constituyen un rasgo tradicional de algunas zonas del Archipiélago. En concreto, en la isla de La Gomera y, más precariamente y entre personas de edad avanzada, en puntos de Tenerife y La Palma, el fenómeno presenta todavía una apreciable vitalidad. Este rasgo minoritario empieza a mostrar signos claros de resquebrajamiento, incluso en zonas como La Gomera, sin duda por el influjo de la norma canaria general y porque el mismo crea, al ser interpretado mecánica y erróneamente por muchos como una deslealtad hacia lo "canario", una enojosa asimilación con los hablantes peninsulares. 2.º) Ausencia de leísmo, laísmo y loísmo. Frente a lo que ocurre en la Península y más concretamente en Castilla, en Canarias, como también sucede genéricamente en América, los pronombres personales átonos implicados en estos fenómenos se emplean a la manera etimológica: lo, los, la, las como complementos directos y le, les como complementos indirectos. No obstante, en las Islas ya se documenta algún caso de leísmo, singularmente cuando el pronombre le reproduce el tónico usted. Por eso, algunos autores han hablado en este caso de "leísmo de cortesía" ("¿ya le atienden?" -a usted-), sin que se pueda saber fácilmente si este rasgo de reciente adopción obedece a la influencia peninsular, a la evolución natural del sistema pronominal, o a ambas causas convergentemente. Este leísmo de cortesía parece de momento circunscrito a los ámbitos urbanos y a los niveles medios y cultos. 3.º) Uso peculiar de los pronombres posesivos. Otro de los rasgos típicos de nuestro castellano insular, que lo emparienta una vez más con América, tiene que ver con el uso de los pronombres posesivos. Una de las particularidades más llamativas 43

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en este sentido estriba en el especial empleo de su/suyo, elementos que en Canarias han venido teniendo el valor unívoco de ‘de usted’ ("su hija me dijo que lo llamara" = ‘la hija de usted me dijo que lo llamara’). Como es sabido, en el español peninsular estas formas de tercera persona poseen una referencia multívoca (‘de él’, ‘de ella’, ‘de ello’, ‘de ellos’, ‘de ellas’, ‘de usted’, ‘de ustedes’). Por eso las gramáticas hablan aquí de ambigüedad y señalan las construcciones, en cierta forma pleonásticas, que suelen emplearse para conjurarla ("su mujer de usted", etc.). Sobra decir que para las restantes referencias de esta persona se utilizan en el Archipiélago las formas analíticas - e inequívocas - correspondientes: de él, de ella, etc. Estas últimas se usan sobre todo en los contextos más predicativos ("Desde aquí hasta el barranco es de ellos", "Pedro no ha vuelto a pisar la casa de ella", etc.). En frases no predicativas o escasamente predicativas se emplea sencillamente el artículo ("iba con la hermana cuando lo atracaron", "lo vi ayer con el coche", etc.). Como es conocido, estos últimos usos son los que han llevado a hablar a algunos teóricos, por razones más pragmáticas que lingüísticas, de "artículo con valor posesivo". Analizados algunos fenómenos que afectan al sistema pronominal, veamos ahora algún rasgo isleño del sistema verbal.

Sistema verbal: 1.º) Empleo preferente del pretérito indefinido. Es sabido que en la gramática española se establece una estrecha competencia entre el pasado simple y el pasado compuesto. Esa competencia se ha resuelto en el español peninsular general a favor del pasado 44

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compuesto. En Canarias, en cambio, el tiempo verbal triunfante ha sido el pretérito simple o indefinido. Veamos: el pretérito también llamado perfecto no se usa aquí, como en castellano, para expresar la anterioridad inmediata, ya que para tal referencia se emplea en Canarias el pretérito simple, el cual expresa tanto acciones ocurridas en un pasado remoto como las que han tenido lugar en un momento inmediatamente anterior al presente ("Aquí en el ‘36 movilizaron a poca gente", "hace un momento que llegué"). El pretérito perfecto, en cambio, se utiliza para expresar acciones reiteradas o durativas e imperfectas que, iniciadas en el pasado, se prolongan (o prolongan sus efectos) hasta el presente ("Este año no ha llovido nada", "yo he estado varias veces en Madrid"). Por esta razón, la entidad estadística del pretérito perfecto es en Canarias escasa, inversamente a lo que sucede en la Península con carácter general (salvado el caso de Galicia y Asturias, donde, con la práctica desaparición del pasado compuesto, el sistema se comporta de otra manera). Esta singularidad gramatical, amén de ser compartida por bastantes modalidades americanas, es un arcaísmo y procede del español preclásico. 2.º) Sustitución de las formas propias del imperativo. En el imperativo, además de la no presencia de las formas de segunda persona del plural, es muy común - pero no exclusiva - la sustitución de las formas propias por las del presente de indicativo, en lo que parece ser un caso de captatio benevolentiae, muy en la línea isleña de evitar exabruptos lingüísticos ("me compras el periódico", "me traen los trabajos en un sobre cerrado"). Los restantes fenómenos verbales destacables de nuestro archipiélago no suelen afectar a todos los hablantes, sino a los usuarios del nivel popular. Entre ellos sobresalen algunos casos de asociación analógica (como usar lleguemos por llegamos o póngamos por pongamos). Tales peculiaridades, catalogadas 45

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expeditivamente en muchos manuales como vulgarismos gramaticales, no son, como es sabido, privativas de esta o aquella modalidad hispánica. De los aspectos del lenguaje, suele ser el léxico el más definitorio de una región o zona dialectal. Su propia esencia sociocultural hace que sea ésta la vertiente más vinculada a la experiencia, al mundo, por lo que el vocabulario - una sección importante de él - suele ser tan distinto como diferentes sean los aspectos naturales y culturales del espacio geográfico de que se trate. Piénsese que, en nuestro caso, una buena parte de las peculiaridades léxicas dialectales (bufadero, caldera, malpaís, etc.) no son más que adaptaciones o desarrollos (siguiendo los consabidos caminos de la metáfora, la metonimia, la derivación o la composición) del léxico general de la lengua histórica común. Dicho esto, son también dignos de mención aquellos capítulos del vocabulario canario que se explican por razones sociohistóricas. Se trata en la mayoría de las ocasiones de préstamos de otras lenguas armónicamente integrados en la estructura semántica de nuestra variedad lingüística. En este sentido, y dejando sentado que el léxico que manejamos en Canarias coincide en esencia con el empleado en cualquier otra latitud hispanoparlante, las parcelas que desde una óptica contrastiva suelen señalarse son las siguientes: 1.ª) Portuguesismos. El importante asentamiento de colonos portugueses en nuestras islas (que no se interrumpe hasta mediado el siglo XVII), particularmente vinculado a determinados oficios (marineros, maestros azucareros, agricultores, etc.), propició la incorporación al español insular de un nutrido contigente de voces de procedencia lusa (enchumbar, magua, liña, leito, emborrallarse, maresía, engodar, perlujo, etc.). Los lusismos léxicos, como también son conocidos, representan dentro de esta clasificación la aportación más importante tanto cuantitativa como cualitativamente. No se olvide que los 46

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portuguesismos, en contra de lo que sucede por lo común con los préstamos, figuran en Canarias en todas las categorías gramaticales, incluido el adverbio. 2.ª) Americanismos. Los contactos históricos con América han supuesto, como en otras parcelas de la cultura, una influencia en las dos direcciones. Justamente por eso es a veces difícil saber si determinado hecho lingüístico compartido, por ejemplo, por la América caribeña y Canarias partió de una orilla o de la otra del Atlántico. Con todo, son discretamente numerosos, en especial en determinadas islas (La Palma es tal vez el caso más claro), los americanismos léxicos de nuestro archipiélago (papa, guagua, guataca, guanajo, gandola, bemba, machango, sambumbiar, etc.). 3.ª) Guanchismos. La acción conquistadora y colonizadora, como ocurre por norma en estos casos, eliminó una parte importantísima de los bienes culturales de los pobladores prehispánicos de Canarias. Sin embargo, asociado a determinadas parcelas, particularmente a la ganadería caprina y a la botánica, ha quedado, excepción hecha, claro es, de los nombres propios toponímicos, un puñado estimable de voces de este origen (baifo, tafor, tajorase, tajinaste o taginaste, tagasaste, tabaiba, tedera, gofio, tagora, etc.). Como sucede a menudo, estas palabras se suelen corresponder con entidades inexistentes en el ámbito vital de los conquistadores, sin que haya por tanto posibilidad de correlación lingüística. Su supervivencia se debe, por ello mismo, más a esta circunstancia que a la magnanimidad improbable de quienes resultaron victoriosos. 4.ª) Arcaísmos. El hecho de constituir Canarias un área marginal a la que, por consiguiente, las irradiaciones innovadoras procedentes de las zonas centrales llegan con retraso, ha significado que se haya mantenido en las Islas una serie de voces y acepciones ya desaparecidas o muy languidecientes en la 47

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Península. Recordemos que esta misma característica se ha atribuido tópicamente al español de ultramar, invocando parecidas razones. Sin entrar en los errores de planteamiento que tal hecho comporta (como ha hecho ver el profesor Lope Blanch para América), podemos admitir que, en efecto, muchos vocablos genuinamente castellanos conservan entre nosotros un vigor indiscutible, que contrasta con su agónica presencia peninsular. Es el caso de voces como bravo ‘furioso’, curioso ‘cuidadoso, higiénico’, demorarse ‘tardar, retrasarse’, liviano ‘ligero’, empalambrarse ‘inflamarse’, luego ‘pronto’, pescudar ‘sonsacar arteramente´, etc. Básicamente, son éstos los apartados más notables que configuran nuestro "léxico diferencial o contrastivo". Es verdad que podríamos añadir algunas otras secciones, como las formadas por los andalucismos (sardinel, empoyatarse, embelesarse, barcina, etc.) o por los occidentalismos (peje, carozo, etc.), pero las circunstancias nos obligan a ser sintéticos. Hasta aquí nuestras consideraciones sobre el español de Canarias. No queremos, sin embargo, concluir sin indicar que muchas de estas particularidades, en especial las gramaticales y las léxicas, están experimentando en los últimos tiempos una considerable regresión. Los modernos medios de comunicación y el abandono de muchas tareas y oficios tradicionales por parte de nuestra gente conspiran para que triunfe una nivelación cada vez más notoria. El primer agente influye sobre todo en la gramática y en el léxico familiar, mientras que el segundo muestra su incidencia en el vocabulario más designativo o etnográfico. En el aspecto fónico, en cambio, las cosas transcurren según sus propios fueros. No deseamos tampoco rematar estas líneas sin subrayar la absoluta legitimidad del acervo lingüístico canario (hecho con el que debemos ser consecuentes en nuestras actuaciones didácticas, que deben tener siempre como modelo a los hablantes 48

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cultos). Esa legitimidad de los usos idiomáticos isleños se deriva tanto de su funcionalidad incuestionable, la razón fundamental, como de su esencial coincidencia, como hemos apuntado reiteradamente, con la norma mayoritaria del español: el español americano. Por si ello no fuera suficiente, aún podría añadirse una última reflexión: más allá de su condición instrumental básica, los valores lingüísticos, por modestos que sean, forman parte de la identidad de los pueblos y constituyen un importante factor de integración social. Esto, lejos de ser una actitud doctrinaria, representa la simple constatación de una verdad científica. Por consiguiente, es más que deseable que los canarios nos mostremos leales con nuestras peculiaridades lingüísticas y que las defendamos de la única manera eficaz que se conoce: usándolas LITERATURA CANARIA Las líneas que siguen pretenden sintetizar los derroteros de la literatura canaria desde el siglo XV hasta la actualidad. Por las características especiales de este trabajo sólo nos ocuparemos de aquellos aspectos relevantes de la literatura del Archipiélago que representan una aportación más a la literatura hispánica. En los últimos años, la literatura de las Islas ha suscitado el interés de diversos investigadores hasta el punto de que algunos, como Andrés Sánchez Robayna, ya hablan de una «microtradición literaria insular», con elementos más o menos constantes desde el siglo XV hasta hoy. Indudablemente esas constantes están ligadas a aspectos psicogeográficos (el paisaje, la insularidad, etc.) e históricos (absorción de elementos culturales hispánicos, como puente entre España y América, etc.). Así ha resumido algunos de los elementos que conforman esa tradición la investigadora M.ª Rosa Alonso [«La literatura de Canarias (del siglo XVI al XIX)», Historia General de las Islas Canarias, tomo IV, 1977]: 49

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La singularidad de las Islas, con su evidencia geográfica predominante, determina que los elementos naturales, al definirlas, impongan sus temas desde los escritores de la Edad de Oro: la mirada al interior isleño, potenciada inicialmente en el tema de la selva (Cairasco, Viera); la geometría del Teide, que sensibiliza a casi todos los poetas (Cairasco, Viana, Cristóbal del Hoyo, Graciliano Afonso) y la inquietante presencia del mar (dogal o gargantilla, según el poeta que lo trate), un mar al que el isleño acabará por darle una interpretación simbólica o metafísica, como se verá en los autores de los siglos siguientes. La lectura de esa tradición y la asunción de tales características y aun otras propias de la tradicición occidental, como veremos en el apartado correspondiente, ha fraguado para todo el siglo XX los signos peculiares de una literatura encaminada a la modernidad.

Hasta el momento, la muestra literaria más antigua surgida en Canarias es un bello texto de carácter fúnebre (las Endechas a Guillén Peraza) compuesto tras la muerte, en 1447, del joven militar Guillén Peraza al intentar conquistar la isla de La Palma. Aunque desconocemos su autoría y su fecha exacta de composición, ya en este poema podemos encontrar alguna de las constantes de la literatura canaria. Lo que sí parece cierto es que en Canarias se cantaban endechas (cantos fúnebres o tristes), según los cronistas, desde tiempos de los aborígenes. El ingeniero Torriani recogió dos en lengua aborigen y las tradujo al castellano. Quizá esta costumbre, cuyo origen todavía se desconoce para el caso de Canarias, se practicó durante mucho tiempo y es lo que llegó, en ejemplos depurados, a la Corte Real de la España renacentista. Las «endechas de Canarias», encontradas hace algunas décadas por Margit Frenk 50

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Alatorre, ya se refieren a la insularidad, al paisaje (el mar), y muestran una admirable contención expresiva. Una dice así: Desde que me vi la mar afuera alcé mis ojos, miré a mi tierra pensando no volver más a ella (s. XVI). Parece lógico hablar de literatura de tradición oral como la más arraigada en remotos orígenes. Desde que el conquistador español desembarcó en las Islas, lo acompañaron romances, coplas y cantares, dichos, etc. Estas piezas aclimataron pronto en el Archipiélago de tal forma que se han conservado en muchos casos con total pureza argumental. Pero hay que decir que, incluso en esos casos, se produjo una pequeña adaptación a la geografía y el sentir del intérprete insular. Una de esas características más específicas lo constituyen los «responderes», pareados que servían para iniciar el romance y para ser repetidos por un coro. Al parecer, estas partes se perdieron en otras zonas, y en Canarias los compusieron de acuerdo a los mismos temas que venimos comentando: Hice una raya en la arena por ver la mar donde allega ¡Qué delgado viene el aire cuando de la cumbre sale! Hoy los romances están ampliamente recogidos en libro, los tradicionales y los de nueva factura, gracias a los esfuerzos iniciales de Agustín Espinosa y José Pérez Vidal, y los actuales de los profesores Maximiano Trapero (en la labor recopiladora, principalmente) y M.ª Teresa Cáceres Lorenzo (en cuestiones lingüístico-estilísticas). Menos recogida está la lírica popular y totalmente por recopilar las narraciones orales (cuentos, leyendas, etc.).

3. Desde los poetas fundacionales (Cairasco y Viana) hasta la asimilación de la estética barroca. 51

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Apenas un siglo después de terminar la conquista del Archipiélago y en una sociedad en continuo trasiego cultural, un poeta nacido en Canarias y de ascendencia italiana, llamado Bartolomé Cairasco de Figueroa (1538-1610), capitanea el primer círculo intelectual de las Islas. Cairasco se erige, por su talante y por su obra, en el verdadero padre de las letras canarias. Su obra más importante es Templo Militante, extensa composición sobre vidas de santos, publicada en cuatro volúmenes entre 1602 y 1614, en la que se aprecia todo su saber humanista. Se hizo célebre entre sus coetáneos por los versos contenidos en su obra Esdrujúlea, alabados incluso por Cervantes, Lope de Vega y el propio Góngora. Su espíritu inquieto, dentro del talante renacentista europeo, le hace traducir la Jerusalén Libertada, de Torcuato Tasso y es ahí donde el poeta delata su personalidad literaria: sorprendentemente inserta en su traducción un canto entero dedicado a ensalzar el pasado precolonial, la conquista y la naturaleza canaria. En la Comedia del Recibimiento (1582) formula uno de los mitos más recurrentes de la literatura canaria, el de la «Selva de Doramas», en referencia a la formación boscosa existente en esa época en los montes de Gran Canaria. Cairasco se expresa en esa obra del siguiente modo: Este es el bosque umbrífero que de Doramas tiene el nombre célebre, y aquestos son los árboles que frisan ya con los del monte Líbano y las palmas altísimas mucho más que de Egipto las pirámides que los sabrosos dátiles producen a su tiempo y dulces támaras. La realidad que Cairasco designa en estas zonas de su obra cuenta con un interesante paralelismo en algunas obras del Nuevo Mundo. Tal es el caso del también canario Silvestre de Balboa (Canarias, 1563, Cuba, 1644?), probable conocedor de Cairasco, y considerado como el fundador de la poesía cubana con su Espejo de paciencia (La Habana, h. 1608), obra en la que se da el mismo

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sincretismo cultural que en la producción de Cairasco, en aquel caso en referencia al paisaje insular cubano. La otra figura capital de esta época es Antonio de Viana (15781650), conocedor y admirador de la obra de Cairasco, de quien tomó algunos de sus temas y los llevó a dimensión épica. Su obra más importante es Antigüedades de las Islas Afortunadas (1604), obra distribuida en dieciséis cantos en los que se narran, principalmente, los hechos de la conquista de la Isla de Tenerife. Como ha señalado María Rosa Alonso [en obra citada], las descripciones de los héroes locales que acompañan a la narración bélica están dedicadas, como en el caso de La Araucana de Ercilla, a los héroes locales. Aunque el poema sea de desigual calidad, su importancia estriba, entre otros aspectos, en que es el poema épico canario por excelencia, en el que continuará la mitificación iniciada por Cairasco de la historia precolonial. Pero la obra de Viana va mucho más allá en la indagación de la realidad por medio del lenguaje. El poeta gusta de nombrar lo que está viendo y se aparta así de los estereotipos convencionales de la época, como lo demuestra la gran cantidad de términos que inserta referidos a la realidad insular: Producen sus espesos y altos montes [...] lentiscos, barbusanos, palos blancos, viñátigos y tiles, hayas, brezos, acebuches, tabaibas y cardones... También es importante en la obra de Viena la formulación de otro de los mitos de la literatura canaria: «el mito de Dácil», que gira en torno a los amores de la heroína indígena Dácil con el capitán español Castillo. En este sentido, Dácil se convierte en símbolo de diversas lecturas que han sido recogidas por la tradición literaria posterior bien para enaltecer el pasado idílico del mundo prehispánico, bien para exaltar la condición mestiza y abocada al exterior del ser insular.

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*** En la segunda mitad del XVII se produce un interesante florecimiento cultural en La Palma, donde surgen dos escritores barrocos: Juan Bautista Poggio (1632-1707) y Pedro Álvarez de Lugo (1628-1706). El primero, de ascendencia genovesa, además de cultivar la poesía heroica ?Sonetos a los héroes ilustres de Hungría (1688)? destaca por sus textos de carácter amoroso, en los que exhibe un elegante estilo marcado por una fina técnica conceptista. -Pedro Álvarez de Lugo tiene hoy mayor interés gracias a sus obras en prosa, entre las que destacan Convalecencia del alma (1689), y el texto recientemente descubierto por Andrés Sánchez Robayna, Ilustración al Sueño, único comentario literario que se conoce de esa época sobre la obra Primero Sueño de la mayor poetisa barroca de Hispanoamérica, sor Juana Inés de la Cruz. Dentro de la estética barroca debemos considerar también la obra del tinerfeño fray Andrés de Abreu (1647-1725), considerado uno de los mejores poetas de ese estilo en Canarias y autor de un poema extenso en el más puro estilo conceptista: Vida de San Francisco de Asís (1692). En los siglos XVI y XVII las obras de los cronistas e historiadores también cumplen un papel estrictamente literario, como correspondía a un género de este tipo. Junto a pretendidos datos verídicos y a descripciones más o menos certeras, los cronistas de este periodo, siguiendo los pasos de los más antiguos, se dejaron llevar por el subjetivismo de tal modo que su obra ha contribuido a configurar no pocos mitos que luego la poesía, por ejemplo, ha asumido con naturalidad. En el siglo XVI destaca la obra de Alonso de Espinosa (Del origen y milagros de N.S. de Candelaria, 1594), el ingeniero italiano Leonardo Torriani (Descripción de las Islas Canarias, h. 1592) y el andaluz fray Juan de Abreu Galindo (Historia de la Conquista de las siete islas de Canaria, redactada entre 1593 y 1602). En el XVII destacan 54

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Tomás Marín y Cubas (Historia de las siete islas de Canaria, 1694) y Núñez de la Peña (Libro de las Antigüedades y Conquista de las Islas de Canaria, 1679).

4. La prosa neoclásica. Viera y Clavijo La singular apertura de Canarias hacia el exterior a través del comercio en el siglo XVIII, hace que arraiguen fuertemente en las Islas las ideas ilustradas. Como producto del resurgir económico y cultural, Canarias tendrá figuras capitales en el terreno literario. Unos, como Cristóbal del Hoyo y Viera y Clavijo, fuertemente influidos por las ideas de Feijóo, propagan sus ideas desde Canarias; otros como Clavijo y Fajardo y los hermanos Iriarte lo hacen desde Madrid. La primera mitad del siglo aparece llena por la personalidad inabarcable del Vizconde de Buen Paso, Cristóbal del Hoyo (16771762). Viajero infatigable, de personalidad inquieta y de vasto saber, el vizconde es un versificador todavía a la manera barroca en pleno siglo XVIII (Soledad escrita en la Isla de Madera), y prosista de ideas críticas e ilustradas en su célebre Carta de la Corte de Madrid, texto que supone, según sugiere el investigador Alejandro Cioranescu, un documento de primer orden para conocer el cambio de mentalidad de la burguesía de Madrid. Su «Soneto al Teide» configura otro de los mitos de la literatura canaria, el «mito del Teide» o «del volcán», de gran continuidad en la literatura posterior. Sin embargo, el más célebre escritor canario del XVIII (2.ª mitad) es José de Viera y Clavijo (1731-1813), que fue historiador, traductor, poeta, botánico y profundo humanista. A él se debe la monumental Noticias de la Historia General de las Islas Canarias, o su Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias. Como poeta destaca por la continuidad del mito de la selva de Doramas en su poesía. Si Cairasco enalteció mitológicamente el tópico de la Selva, y Viana lo reasumió de un 55

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modo más realista, Viera y Clavijo, como botánico, fue testigo del comienzo de un desastre natural (la tala del bosque, consumada el siglo siguiente) y así lo cantó: Montaña de Doramas deliciosa, Quién robó la espesura de tus sienes? ¿Qué hiciste de tu noble barbusano? Tu paloblanco ¿qué gusano aleve lo consumió? Yo vi el honor y gloria de tus tilos caer sobre tus fuentes... Otra obra suya destacable es Los vasconautas (1766), editada por vez primera por Miguel Pérez Corrales [Universidad de La Laguna, 1983]. Se trata de un poema irónico en cuatro cantos, dotado de una peculiar intertextualidad con respecto a la Divina Comedia de Dante, pues el protagonista desciende a los infiernos de la mano del caudillo aborigen Doramas, y cuyo interés radica en la especial fusión de elementos históricos y mítico-fantásticos sin apartarse del talante ilustrado de la época. La poesía didáctica está representada por curiosos títulos como Las bodas de las plantas, Los aires fijos, Al globo aerostático, Las cuatro partes del día, etc. Escribió, además, una tragedia de corte neoclásico, La vida de Santa Genoveva, una novela, La vida del noticioso Jorge Sargo, y tradujo a Racine y a La Harpe, entre otros.

José Clavijo y Fajardo (1726-1806), formado inicialmente en Las Palmas (Leyes, Humanidades y Teología), se traslada a Ceuta y luego, a la edad de veinte años, a Madrid, ciudad en la que empieza a destacar por la defensa de las ideas ilustradas más liberales. Lo más relevante de su obra es la publicación, desde 1762, del periódico El Pensador, verdadera plataforma para lanzar sus críticas a las costumbres de los españoles del siglo XVIII. Sucesos azarosos de su vida, por otra parte, quedaron inmortalizados en varias piezas teatrales de la época, entre las que destaca el Clavijo de Goethe. 56

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Tomás de Iriarte (1750-1791), educado en Tenerife, y miembro de una saga de intelectuales, se trasladó pronto a Madrid. Además de poemas didácticos, y piezas teatrales muy celebradas en su época, este autor destaca por sus Fábulas literarias (1782), colección de más de sesenta textos cuyos protagonistas son generalmente animales y donde se mezcla el didactismo, la sátira y la preceptiva literaria.

5. El siglo XIX Contrariamente a lo que se ha pensado, el siglo XIX en Canarias es clave para entender la literatura del XX al constituirse en el eslabón fundamental que asegura la continuidad de los mitos y constantes que hemos venido señalando. La continuación del espíritu ilustrado hasta muy avanzado el siglo, el afianzamiento de la burguesía comercial y las pugnas entre liberales y conservadores, el espejo de América entre la revolución y la independencia, y el auge del sentimiento nacionalista en todo el mundo, son indicativo de ello. Hay en Canarias un variado caldo de cultivo en el terreno estético, con tendencias que ven desdibujados sus límites: postclasicistas, prerrománticos y románticos, costumbristas, etc. De cualquier forma pervive el afán por conocer lo del exterior y aumenta considerablemente el interés de diversos intelectuales extranjeros por la cultura insular y la naturaleza canaria, como lo demuestran los estudios históricos, geológicos, antropológicos y botánicos aparecidos en aquellas fechas y continuadores del interés expedicionario que las Islas habían suscitado el siglo anterior. Buena muestra de ello será la visita realizada por Alejandro Humboldt en 1799, que dio lugar a la inclusión del Archipiélago en el primer capítulo de su célebre Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente. Es también una época de auge del género periodístico, bien de signo combativo en la más pura tendencia romántica, como en El Atlante (1837-1839) y La Aurora (1847-1848), o de orientación positivista, como en La revista de Canarias (1878-1882), que 57

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mantenía colaboraciones extranjeras y hasta algún corresponsal en París, y La Ilustración de Canarias (1882-1884), que se propuso una labor de divulgación cultural (sobre todo artística) sin precedentes. En este clima, en la primera mitad del siglo, cuando irrumpen en Canarias las ideas románticas de la mano de José Plácido Sansón y Ricardo Murphy, otro intelectual de primera magnitud se destaca por situarse a caballo entre el pensamiento ilustrado y la estética prerromántica: Graciliano Afonso (1775-1861). Además de su obra de erudición (tradujo, por ejemplo, La Eneida de Virgilio, El Paraíso perdido, de Milton, o Antígona, de Sófocles, trabajos en los que más que la traducción destacan los comentarios a los textos), este autor es importante por su Oda al Teide, por su poema histórico El juicio de Dios o la Reina Ico y por su Oda al mar, textos en los que se revela como el gran revitalizador de las temáticas predominantes durante todo el siglo XIX en Canarias: el «mito del Teide», la exaltación del mundo aborigen, y el tema del mar, respectivamente. Entre los poetas afines a la estética romántica destacan Ventura Aguilar, José Benito Lentini e Ignacio de Negrín. Sus temas son los clásicos del Romanticismo, el amor, la muerte, la soledad, la libertad, pero ninguno de ellos escapa al signo de una escritura zarandeada por la búsqueda de una identidad. En la visión de Negrín, por ejemplo, asistimos a la interiorización del tema del mar en su obra La poesía del mar (1860), precursor en no pocos aspectos del tratamiento que se ha dado a ese tema en el siglo XX: Tú tienes tu lenguaje, tu música, tus ruidos, que expresan misteriosos tu insólito anhelar; si ruges, en los montes retumban tus bramidos si lloras, en las playas rubricas tu pesar.

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En las últimas décadas del siglo se desarrolla la labor de la llamada «escuela regionalista», formada por escritores que recogen los frutos de las promociones anteriores y exaltan el pasado indígena y las virtudes de la tierra. De entre ellos sobresale el que es considerado fundador de esta tendencia, Nicolás Estévanez (1838-1915), intelectual y político de ideas avanzadas, que en su más famoso poema Canarias, escribe: Mi patria es una isla mi patria es una roca mi espíritu es isleño como los riscos donde vi la aurora. Un poeta verdaderamente interesante de esta etapa es José Tabares Bartlett (1850-1921), que en su libro La caza (publicado ya en 1908) nos ofrece una visión del paisaje distinta a la hasta ahora ofrecida: frente a la naturaleza exuberante, el paraje árido y desnudo que predominará en la poética del siglo XX.

La prosa narrativa empieza su lenta andadura en el último cuarto de siglo, pero no da alguno de sus más notables frutos hasta el s. XX, como veremos. La figura más importante del siglo XIX es Benito Pérez Galdós, el más universal de los escritores decimonónicos en lengua castellana, que, pese a asentarse a la temprana edad de diecinueve años en Madrid, siempre mantendrá contacto con su tierra natal, como se puede apreciar en algunas de sus obras y en la admiración ejercida entre sus paisanos canarios que se dedicaban al oficio de narrar. De cualquier forma, la obra de Pérez Galdós se estudia ampliamente en los contenidos de la literatura española del siglo XIX. Con una obra entrada ya en el XX, algunos narradores de esa época, a caballo entre el realismo, el naturalismo y el costumbrismo, escriben textos de notable interés, en especial dentro de los límites del relato corto. Entre ellos destacan los hermanos Millares Cubas, autores de los cuentos De la tierra 59

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canaria (1894), y Ángel Guerra, pseudónimo (tomado de un personaje de Galdós) de José Betancort, cuya obra más famosa es La lapa (1908).

6. La modernidad en Canarias El siglo XX representa en Canarias la culminación literaria. Significa una madurez ante el lenguaje y ante la realidad que designa. La intensa búsqueda del siglo anterior da como resultado en el XX una agitación intelectual, una lectura de la propia tradición en sana tensión con la occidental. No sólo la poesía alcanza notables hitos; también la narrativa, la prosa periodística y el ensayo. En un primer momento tenemos la eclosión modernista, a la que seguirá y scon la que convivirán las tendencias vanguardistas. Como precedente de la modernidad literaria insular debemos considerar a Domingo Rivero (1852-1929), paradigma de escritor canario durante años sujeto a un silencioso trabajo de escritura abocado a la ineditez, cuya obra sólo ha podido ser reunida en fechas recientes de la mano de Jorge Rodríguez Padrón y Eugenio Padorno. Su poema más famoso, «Yo a mi cuerpo» basta para considerarlo como un poeta de primera magnitud. Se ha aceptado convencionalmente el año 1908 como el momento de madurez del modernismo canario, fecha de la publicación de Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar, de Tomás Morales (1885-1921). Morales renueva el lenguaje y lo acerca al ideario simbolista francés y al quehacer de los modernistas americanos. Revoluciona el tratamiento del verso y pule la temática. Su obra cumbre, Las Rosas de Hércules, y en especial el poema «Oda al Atlántico», eleva definitivamente a la categoría de símbolo el tema del mar. Así empieza la «Oda»: El mar: el gran amigo de mis sueños, el fuerte

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Titán de hombros cerúleos e imponderable encanto: En esta hora, la hora más noble de mi suerte Vuelve a henchir mis pulmones y a enardecer. El otro genuino representante del modernismo insular es «Alonso Quesada» (1886-1925). Fue Quesada un oficinista de vida solitaria, con una visión moderna e irónica de la realidad. En 1915 publica El lino de los sueños, libro de poemas profundamente sentido. Su obra no se conocerá bien hasta mucho después de su muerte. Libros de poemas suyos son Los caminos dispersos y Poema truncado de Madrid, en el que ya se muestra precursor del vanguardismo. La desnudez de su obra, y el trágico sentido de la insularidad, se aprecian en el siguiente fragmento: Montes de fuego, donde ayer sentía mi adolescencia el ansia de otros lares... Soledad, aislamiento, pesadumbre... El corazón siempre en un punto misterioso y el alma sobre el mar ¡blanca!... ¡El velero que no pasa jamás del horizonte!... Quesada se revela también como un prosista excepcional en su novela corta Las inquietudes del hall y en la colección de cuentos Smoking Room, textos en los que con fino humor retrata a la sociedad inglesa afincada en Las Palmas a principios de siglo. Saulo Torón (1885-1974) es la otra gran figura del modernismo insular, buscador de un lenguaje personal, y cantor del mar y del amor sobre todo en El Caracol encantado. Como señala Jorge Rodríguez Padrón, «el exponente más destacado de la prosa modernista insular lo encontraremos en el periodismo» [«Ochenta años de literatura», en Canarias siglo XX, 61

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Las Palmas de Gran Canaria, Edirca, 1983]. Los publicaciones periódicas más destacadas de la época, por la difusión de las nuevas corriente intelectuales, serán la emblemática Castalia (1916), y Ecos (1915-1919), de cuya redacción llegó a ser director el propio Quesada. *** Hacia los años 20 empiezan a sentirse en Canarias las ideas renovadoras de las vanguardias europeas. En un contacto directo con los centros culturales de Europa (sobre todo con París) surgen las primeras revistas que dan a conocer lo canario en el exterior, a la vez que introducen lo novedoso producido en otros lugares. Destacan La Rosa de los vientos (1927-28), Cartones (1930) y, sobre todo, Gaceta de Arte (1932-1936), en torno a la cual giran colaboradores de diverso signo (como los pintores Óscar Domínguez y Juan Ismael), pero imbuidos de un talante totalmente renovador. En ellas escriben los mejores representantes de la vanguardia insular: Pedro García Cabrera, poeta; Agustín Espinosa, poeta y prosista; Juan Manuel Trujillo, ensayista; E. Gutiérrez Albelo, poeta; Domingo López Torres, poeta y ensayista; y Domingo Pérez Minik, ensayista, quien dará cuenta de las tentativas surrealizantes de la época en su libro Facción española surrealista de Tenerife (1975) De ellos, el de más amplia obra en prosa es Juan Manuel Trujillo (1907-1976), intelectual lúcido y coherente. Agustín Espinosa (1897-1934) está considerado como uno de los mejores representantes del surrealismo en Canarias, cuya obra Crimen constituye la cima de la prosa en dicho estilo. El poeta de más amplia trayectoria es Pedro García Cabrera (1905-1981), testigo de numerosas tendencias. Entre sus primeras obras sobresale Transparencias fugadas (1934), con presencia de imágenes surrealistas. Así se expresa en uno de los poema de ese libro:

Un delirio de órbitas y fusas 62

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te amotina el huir de los cabellos. Te alborota los labios desangrados. Te descuelga los hombros. Te deshace los yesos de los huesos. Te deslinda los cuencos de las manos. Te violenta tus anchas teorías de columpios, como si por tus pliegues transitase un alud boreal de porcelana. A estos nombres hay que añadir los de otros vinculados al quehacer del grupo del 27: Pedro Perdomo Acedo, con una obra de gran atrevimiento verbal, y Josefina de la Torre, actriz y escritora de versos de excepcional calidad. Pero una panorámica de esta etapa no quedaría completa sin la mención de otros dos autores con una obra de singular proyección, como es el caso de Claudio de la Torre (1895-1973) y Agustín Millares Carlo (1893-1980). El primero destacó como cineasta, dramaturgo, poeta y novelista, y formará parte integrante del grupo de escritores de la Revista de Occidente. Destaca por su innovación dramática en Tic-tac (1925) y por novelas como En la vida del señor Alegre (1924). Agustín Millares Carlo es el gran polígrafo canario del siglo XX, latinista, historiador y paleógrafo, estuvo vinculado a la Universidad de México y fundó la Facultad de Humanidades de la Universidad venezolana de Zulia. Su aportación a la bibliografía canaria es fundamental, gracias a su Ensayo de una bio-bibliografía de escritores naturales de las Islas Canarias, ampliado recientemente, libro de consulta obligada para quien desee adentrarse en la literatura de las Islas. 63

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7. La literatura en el periodo 1939-1969 Con la Guerra Civil Española se trunca el proceso vanguardista y hay un giro radical en la creación literaria. Permanece, no obstante, la figura de Juan Manuel Trujillo, quien se erige nuevamente en defensor de las letras canarias. Funda en Las Palmas en 1943 la Colección para 30 bibliófilos, y en 1946 Cuadernos de poesía y crítica. Ahí se darán a conocer poetas como Agustín Millares Sall y Pedro Lezcano. En Tenerife, aglutinados en principio en torno a la revista Mensaje, (1944) surgen Carlos Pinto Grote, Julio Tovar y otros. La poesía de entonces se debate entre el realismo social y las variaciones existenciales y metafísicas. Uno de los hitos más importantes de esta época será la publicación de Antología Cercada (1947), en la que participaron Agustín y José M.ª Millares Sall, Pedro Lezcano, Ángel Johan y Ventura Doreste, quienes, junto a Juan Mederos, inician de algún modo una poesía marcada por el signo del compromiso social. Agustín Millares Sall (1917-1989) es quien escribe una poesía más abiertamente comprometida en lo social, padre en este sentido de varias generaciones. Pedro Lezcano (1920), que además de poeta es narrador y dramaturgo, ha desarrollado una poética que pasa por lo metafísico y por la poesía comprometida además de otras facetas. En la vertiente reflexiva destaca Carlos Pinto Grote (1923) que también cuenta con una ingente obra narrativa y poética, cercana esta última a lo filosófico. Un grupo de escritores, en torno a los años 50, intenta una tímida renovación del lenguaje. Unos a través de la recuperación del diálogo con la tradición literaria insular, como Manuel Padorno (1933) a partir de su libro de poemas A la sombra del mar. Otros, como Luis Feria (1927), mediante la adopción de un lenguaje altamente depurado. 64

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En lo concerniente a la poesía, los años 60 representan un auge espectacular de la cultura. Suplementos culturales de la prensa como «Gaceta semanal de las artes» (La Tarde, Tenerife, 19541965) y «Cartel de las letras y las artes» (Diario de Las Palmas (Las Palmas de Gran Canaria, primera etapa 1963-1973), contribuyeron a crear ese clima favorable para la creación literaria. El acontecimiento más importante del momento es la publicación, en 1966, de otra antología, Poesía canaria última, que aglutina a los poetas que siguen persiguiendo un cambio en la escritura y en la visión de la realidad y que representa, de algún modo, el cierre de una etapa iniciada con Antología Cercada veinte años antes. Es una nueva generación de intelectuales cuya obra de madurez se desarrolla en la actualidad. De entre los allí incluidos podemos destacar a Lázaro Santana y Eugenio Padorno, y fuera de la antología, pero con un contacto estrecho hacia aquel grupo, Justo Jorge Padrón y Ángel Sánchez. La novela, a diferencia de la poesía, tendrá que esperar a los años setenta para despegar. En el periodo que tratamos, no obstante, hay que destacar algunos casos aislados de novelistas cuya obra narrativa empieza a darse a conocer en torno a los años cincuenta. Tal es el caso de Isaac de Vega (1920), cuyos primeros trabajos publicados son Fetasa (1957) y Antes del amanecer (1965); Rafael Arozarena (1923), que comienza a publicar sus primeros relatos en el periódico La Tarde hacia los años 50, y cuya novela más conocida, Mararía, fue publicada tardíamente en 1973; y Alfonso García Ramos (1930-1980), autor de Las islas van mar afuera (1957) y Teneyda (1959).

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LA PROTECCIÓN DE LOS ESPACIOS NATURALES En Julio de 1992, España firmaba el Convenio de Biodiversidad, uno de los objetivos de la célebre Cumbre de la Tierra, organizada en Río de Janeiro. Enmarcados dentro del concepto global de desarrollo sostenible, los compromisos a que su firma obliga incluyen, entre otros, la necesidad de promover la protección de ecosistemas y hábitats naturales así como el mantenimiento de poblaciones viables de especies de flora y fauna en entornos naturales. Se consideran ecosistemas y hábitats de obligada protección aquellos que «contengan una gran diversidad, un gran número de especies endémicas o en peligro; sean necesarios para las especies migratorias, tengan importancia social, económica, cultural o científica, o sean representativos o singulares o estén vinculados a procesos de evolución u otros procesos biológicos de importancia esencial». Asimismo, deben preservarse aquellas «especies o comunidades que estén amenazadas, sean especies silvestres emparentadas con especies domesticadas o cultivadas, tengan valor medicinal o agrícola o valor económico de otra índole, tengan importancia para las investigaciones sobre la conservación y la utilización sostenible de la biodiversidad». La conservación de la biodiversidad como ha quedado definida exige, entre otros objetivos, el establecimiento de un sistema de áreas protegidas que alberguen ecosistemas, hábitats o

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poblaciones de especies de flora y fauna que cumplan los requisitos citados. Justificación de la protección El medio natural de las Islas Canarias se caracteriza por una gran diversidad de paisajes y ecosistemas, vinculada a unas características climáticas y geomorfológicas que hacen posible una multiplicidad ambiental con poco parangón en nuestro entorno más cercano. Tan sólo en comunidades vegetales, Canarias alberga una multiplicidad de asociaciones diferentes distribuidas desde el mar hasta las cumbres, que recogen las comunidades litorales propias; las formaciones de cardonal-tabaibal, características del piso basal; los bosques termófilos caracterizados por acebuches y sabinas de las zonas medias cálidas; la relicta vegetación de laurisilva y fayal-brezal; los pinares endémicos y los matorrales de las cumbres y la alta montaña canaria. Existen además otras comunidades azonales como las rupícolas, caracterizadas por bejeques y veroles, o las de cauce de barranco como las saucedas que enriquecen sobremanera el territorio. Además, las condiciones de aislamiento insular y su cercanía al continente africano favorecen el desarrollo de procesos evolutivos peculiares en su flora y fauna, lo que ha permitido la diferenciación de múltiples formas y variedades en las poblaciones de cada especie, y en su proceso de adaptación a la diversidad de nichos ecológicos de cada isla. Tan sólo en relación con la riqueza florística endémica del Archipiélago (alrededor de 550 especies), más del 50 % de la misma se encuentra amenazada de extinción en algunas de las categorías planteadas por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza. Estos factores de variabilidad biológica y ambiental, junto con la fragilidad de las mismas ante el 67

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impacto que sobre el medio provoca el desarrollo socioeconómico de las sociedades insulares, justifican sobradamente la necesidad y urgencia de una red de espacios naturales protegidos en las regiones. Antecedentes de la protección de espacios en Canarias Si bien en España la técnica jurídica de la protección de espacios naturales se ha consolidado recientemente, existen precedentes históricos vinculados a la gestión de ciertos recursos naturales como los montes y la caza que, de un modo indirecto, han permitido la conservación de ecosistemas, hábitats y especies. En concreto, la gestión forestal en el Archipiélago a partir de los años 40, sobre todo en el dominio potencial de los pinares, favoreció los criterios de conservación y recreativos de los montes frente a los meramente productivos, permitiendo que más del 15 % de la superficie regional,(Montes del Estado, Montes de Utilidad Pública, fincas en consorcio, etc.), quedaran preservados de la deforestación y ampliados mediante tareas de repoblación. Sin embargo, el reconocimiento internacional de las peculiaridades de nuestra naturaleza queda reflejado, a partir de 1954, por la creación del Parque Nacional del Teide en Tenerife, y el de la Caldera de Taburiente en La Palma, posteriormente ampliados con la creación del Parque Nacional de Timanfaya (1974) en Lanzarote y el de Garajonay (1981) en La Gomera.

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La categoría de Parque Nacional es una de las más notables en el campo de la Protección de la Naturaleza, al albergar muestras representativas de ecosistemas en buen estado de conservación, con poca intervención del ser humano, teniendo Canarias actualmente 4 de los 8 que componen la Red Española de Parques Nacionales, ocupando el 3,4 % de la superficie total del Archipiélago. En ellos coinciden un gran número de valores naturales, tanto biológicos como ecológicos, siendo representativos de diversos ecosistemas insulares endémicos: alta montaña (Teide), pinar (Taburiente), laurisilva (Garajonay) y el del volcanismo reciente, en Timanfaya. Sin embargo, la enorme biodiversidad del Archipiélago hace que todavía se sigan proponiendo nuevos territorios candidatos a Parque Nacional, como ocurre con Los Islotes y Famara en Lanzarote, Jandía en Fuerteventura o El Nublo en Gran Canaria. Entre los Parques Nacionales Canarios merece resaltarse el del Garajonay en La Gomera que, a partir de 1986, fue declarado Bien Natural del Patrimonio Mundial por la UNESCO, por su carácter de excelente muestra de laurisilva relicta del Período Terciario. En la década de los ochenta, se procede a clasificar ciertos espacios naturales con otras categorías jurídicas diferentes a la del Parque Nacional. Así, se declara el Parque Natural de las Dunas de Corralejo en Fuerteventura, amparándose en la Ley de Espacios Naturales Protegidos de 1975, y se propone una protección provisional para las Dunas de Maspalomas en Gran Canaria. 69

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Ambos corresponden a muestras de ecosistemas dunares, de alto valor geomorfológico, con vegetación psammofila muy peculiar y hábitats de especies de avifauna e insectos exclusivos. Espacios naturales canarios en la actualidad Sin embargo, es a raíz de la asunción por parte de la Comunidad Autónoma Canaria de las competencias sobre declaración de Espacios Naturales Protegidos, cuando se da un gran salto cualitativo y cuantitativo con la promulgación en 1987 de la Ley de Declaración de Espacios Naturales de Canarias. Categorías Resultado de dicha Ley fue la protección del 36,6 % del territorio regional, delimitando 104 espacios en dos categorías: los Parques Naturales (34) y los Parajes Naturales de Interés Nacional (70). A partir de la aprobación de la Ley estatal 4/89, de Conservación de los Espacios Naturales, de la flora y la fauna silvestres, se inicia el proceso de reclasificación de los espacios naturales canarios aprobándose en diciembre de 1994 en el Parlamento Canario la Ley 12/1994 de Espacios Naturales de Canarias en la que se reconocen las siguientes categorías de espacios: Parque Natural (11), Parque Rural (7), Reserva Natural Integral (10), Reserva Natural Especial(16), Monumento Natural (51), Paisaje Protegido(27) y Sitio de Interés Científico (19). Como resultado, esta ley reclasifica los anteriores Parques Naturales y Parajes Naturales en 141 espacios protegidos (a los que habría que añadir los 4 Parques Nacionales) de acuerdo a las nuevas categorías alcanzándose la protección del 40,4 % del territorio de Canarias. En cuanto a su distribución regional, destaca el alto 70

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porcentaje de territorio protegido en El Hierro, con un 58,1 % de su territorio. En esta isla quedan protegidas las principales manifestaciones de los pinares, laurisilva, fayal-brezal y sabinares, así como los principales hábitats de especies amenazadas como el del lagarto gigante del Hierro, incluido en la Reserva Natural Especial de Tibataje, sitio donde se ubica la única población conocida de esta especie. En Lanzarote se reconocen, además del Parque Nacional de Timanfaya, dos Parques Naturales, resaltando el de Los Volcanes, que une a su peculiar geomorfología un alto valor cultural y etnográfico, debido especialmente al tradicional sistema de aprovechamiento de los enarenados para el cultivo de la vid. Otro Parque Natural, candidato a su declaración como Parque Nacional, es el del Archipiélago Chinijo que incluye la Reserva Natural Integral de los Islotes que suma a su gran valor ornitológico (alberga entre otras una excelente población de águilas pescadoras, halcones de Eleonor, pardelas, paiños, etc.), la riqueza de su entorno marino.

Una de las islas con menor territorio protegido es La Gomera (33,3 %). En ella destacan, entre todos sus espacios naturales, el Parque Rural de Valle Gran Rey, donde se da una completa integración entre la explotación y usos tradicionales y la conservación de los recursos naturales propios, resaltando el modo en que se extraen de las palmeras canarias la savia con que fabricar miel, guarapo, etc. Entre los Monumentos Naturales se recogen algunas de las morfologías volcánicas más significativas de la isla como Los 71

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Órganos y los Roques Cano y Blanco, domos fonolíticos de espectacular belleza. Fuerteventura es una de las islas con menor territorio protegido, con tan sólo el 28,8 % de su superficie. En ésta se declaran entre otros tres Parques Naturales y seis Monumentos Naturales. Entre los primeros destacan el de Jandía, que recoge en sus cumbres (Pico de la Zarza) la mayor concentración de flora endémica de la isla, y en sus franjas más llanas una excelente muestra de «jable», ecosistema arenoso donde habita y se reproduce la escasísima hubara canaria. Entre los Monumentos Naturales, merece nombrarse el de Tindaya por su impronta paisajística y su peculiaridad geomorfológica. En Gran Canaria, de los 32 espacios que se reconocen, la mayor parte se concentran en la mitad suroccidental de la isla, destacando por sus valores geobotánicos (pinares canarios muy bien conservados) y faunísticos el Parque Natural de Tamadaba y la Reserva Natural Integral de Inagua, este último Refugio Nacional de Caza, donde perviven las únicas poblaciones conocidas del amenazado pinzón azul de Gran Canaria y del pájaro picapinos. La espectacularidad paisajística del Parque Rural del Nublo, unido a sus valores geomorfológicos, ha hecho que, juntamente con los anteriores espacios naturales, se haya propuesto para su designación como Parque Nacional.

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Entre las Reservas Naturales Especiales, resaltan el de Las Dunas de Maspalomas donde se recoge un complejo dunar único en el Archipiélago, con dunas móviles de gran belleza, así como un ecosistema lacustre, el de La Charca de Maspalomas, refugio de avifauna tanto sedentaria como migratoria. Otros espacios recogen las últimas poblaciones de especies de flora endémica como es el caso del Sitio de Interés Científico de Jinámar, única localidad conocida de Lotus kunkelii. Tenerife tiene protegido un alto porcentaje de su superficie, el 48,6 % de su territorio. En esta isla resaltan los Parques Rurales de Anaga y Teno, ubicados en los dos extremos de la isla, donde se recogen muestras de la vegetación relicta del Terciario, la laurisilva, así como manifestaciones de otras comunidades vegetales como las del cardonal-tabaibal. Asimismo, especialmente en el de Anaga, se concentran asentamientos humanos con actividades de explotación tradicional de los recursos, de gran valor etnográfico y que hacen especialmente conflictivas la integración de los objetivos de conservación con las necesidades de desarrollo socioeconómico. En La Palma, con el 35,3 % de su superficie protegida, además del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, se ubican dos Parques Naturales y cuatro Paisajes Protegidos. Entre los primeros, destaca el Parque Natural de Las Nieves, que presenta una excelente muestra de laurisilva y otra mixta con pinar, donde se refugian interesantes poblaciones de la paloma de la laurisilva, especie endémica en peligro de extinción. Regulación de usos en espacios naturales 73

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Los objetivos de preservación de ecosistemas, hábitats y especies que se persiguen con la Red Canaria de Espacios Naturales Protegidos exige la regulación de las actividades y usos del suelo y de los recursos que en ellos se realizan, tratando de eliminar aquellos incompatibles con la conservación, y regular aquellos compatibles con la misma. Además, se delimitan aquellos sectores del espacio donde se pueden ubicar las diferentes actividades, especialmente aquellas que afectan a equipamientos de uso didáctico-recreativo para los visitantes y escolares, así como las que afectan al desarrollo socioeconómico de las poblaciones que viven en ellos o en su entorno. El documento en el que se recogen tales determinaciones es el instrumento de planeamiento del espacio natural: El Plan Rector de Uso y Gestión en el caso de Parques Naturales y Rurales. El Plan Director en el caso de las Reservas Naturales. Las Normas de Conservación en el caso de los Monumentos Naturales y Sitios de Interés Científico. El Plan Especial de Protección Paisajística en el caso de los Paisajes Protegidos. En estos documentos también se define el modo en que se realizará la gestión y los equipos e instituciones que se encargan de su ejecución y de velar por el cumplimiento de lo allí reglado. Actualmente, todos los Parques Nacionales Canarios cuentan con sus equipos de gestión así como sus patronatos correspondientes que se encargan de hacer cumplir el Plan Rector cuyas determinaciones se actualizan cada cuatro años.

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Entre los otros espacios, el Parque Rural de Anaga en Tenerife ya cuenta con su Plan Rector de Uso y Gestión encontrándose en tramitación otro gran número de ellos. Posibilidades didácticas de los espacios naturales Entre los objetivos básicos de los espacios naturales se encuentra la formación de la población escolar en materia de conservación de la naturaleza mediante la realización de proyectos educativos y científicos, con la finalidad de fomentar el conocimiento de la naturaleza y la necesidad de su conservación. Es por ello por lo que en muchos espacios se localizan equipamientos (centros de interpretación, senderos guiados, aulas en la naturaleza, etc.), con el fin de facilitar tales actividades, siempre con las limitaciones precisas para garantizar la protección de sus valores y recursos característicos. En Canarias, todos los parques nacionales cuentan con algunas de estas infraestructuras, las cuales permiten la realización de itinerarios dentro de su ámbito, contando algunos con el apoyo de monitores, y en todos los casos con material didáctico y divulgativo en el que se suministra información sobre los recursos más significativos del Parque así como las recomendaciones de uso que deben seguirse en el trayecto. Entre los espacios incluidos en la Red Canaria de Espacios Naturales Protegidos que cuentan con equipamientos didácticos tenemos: Gran Canaria: - Reserva Natural Integral de Inagua (Aula en la Naturaleza y senderos guiados), el Parque Rural de Doramas (Aula en la Naturaleza de Osorio), el Paisaje Protegido de Cumbres (Campamentos del Garañon y 75

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Cortijo de Huertas) y la Reserva Natural Especial de Las Dunas de Maspalomas (Centro de Interpretación) [Foto 9. C-5. Pie: Excursión didáctica a través de la Reserva Natural Especial de Las Dunas de Maspalomas, Gran Canaria. Tenerife: - Parque Natural de La Corona Forestal (Aula en la Naturaleza de Barranco La Arena), el Parque Rural de Anaga (Centro de Interpretación) La Palma: - Parque Natural de Las Nieves Interpretación de El Canal y Los Tiles)

(Centro

de

Fuerteventura: - Parque Rural de Betancuria (Aula en la Naturaleza de Parra Medina) Lanzarote: - Monumento Natural del Malpaís de La Corona (Aula en la Naturaleza de Maguez) El Hierro: - Parque Rural de Frontera (Aula en la Naturaleza del Pinar) Tales equipamientos, especialmente las Aulas en la Naturaleza, ubicados generalmente en el interior de los espacios o en los lugares de acceso a los mismos, cuentan con material didáctico y audiovisual así como el apoyo de personal especializado (monitores ambientales) que asesoran y apoyan la labor del profesorado con los grupos escolares. Estas instalaciones 76

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cuentan con dependencias que permiten estancias de 3 a 7 días, lo que facilita además la realización de actividades complementarias de dinámica de grupos y de convivencia.

MEDIO NATURAL CANARIO El medio natural de las Islas Canarias se caracteriza, de forma general, por ser un claro exponente de las secuencias y consecuencias determinadas por su origen, la localización espacio-temporal del mismo, y los procesos de especiación geográfica y adaptativa de la flora y fauna que las colonizó y evolucionó en ellas. Estos procesos, similares a otros en el planeta, han generado, sin embargo, en nuestro caso, una riqueza y variedad de ecosistemas y formaciones geológicas que determinan la importancia, singularidad y especial fragilidad de las Islas. Así, el Archipiélago presenta unas especificidades únicas tanto en su conjunto como de forma individual frente a otras áreas de su entorno, junto a las que constituye la región macaronésica (Cabo Verde, Azores, Madeira e Islas Salvajes). Por todo ello, el mismo se configura en un área especialmente 77

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particular dentro del panorama biogeográfico mundial, con singular importancia desde el punto de vista zoológico y botánico tanto por su diversidad, como por el elevado número de endemismos y la pervivencia de especímenes de flora Terciaria, virtualmente desaparecidos en el resto del planeta. Asimismo, y dado su volcanismo activo, rico y reciente, abundan especialmente elementos y formaciones de esta naturaleza que constituyen el sustrato esencial de sus paisajes y estructuras geomorfológicas. Un acercamiento al medio natural canario ha de comprender, pues, los diferentes aspectos antes citados que caracterizan de extraordinaria manera estas Islas. Es necesario un somero acercamiento a la historia natural de las Islas, a sus parámetros biogeográficos para posteriormente describirlas como entorno natural y paisajístico condicionado, en gran medida y en los últimos tiempos, por la acción humana.

Origen y evolución de las Islas Hemos de empezar señalando que las Canarias, como islas oceánicas, emergieron del mar debido a la actividad magmática que se generó, a mediados del Terciario, en esta zona del fondo atlántico. La tensión zonal a la que estaba sometida la corteza oceánica por la expansión del fondo atlántico y el choque de África con Europa, se resolvió con la fractura de la corteza oceánica en bloques, el desplazamiento ascensional de éstos, y la formación y salida de masas de magma entre los mismos. 78

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El magma, junto a los bloques levantados, conformó la base de los edificios insulares a través de la cual se abrieron paso las posteriores emisiones magmáticas. Proceso de formación El proceso se inicia en el Mioceno, aunque el volumen principal de las islas emergidas se formó, en algunos casos, hacia el Plioceno, incluso en el Cuaternario. Sin embargo, las Islas no presentan la misma edad, dado que su formación no fue simultánea, sino que las dataciones efectuadas sobre las rocas superficiales aportan unas edades de entre 20 y 10 millones de años para las islas más antiguas (Lanzarote, Fuerteventura, Gran Canaria y La Gomera) y entre 10 y 0,5 millones de años para las más jóvenes (Tenerife, La Palma y El Hierro). De igual modo, hay que señalar, que cada isla es el resultado no de un único episodio eruptivo, sino que se ha formado por etapas o ciclos eruptivos relativamente cortos, separados por largos períodos de inactividad volcánica en los que actuó, tras la emersión del edificio insular, la erosión. En cada ciclo, la superposición de nuevos materiales extendía y elevaba los edificios insulares.

Construcción del edificio insular Estos ciclos, dos o tres según la isla, fueron construyendo el edificio insular en torno a unos ejes que determinaron la forma de cada isla; las islas con dorsales definidas y de mayor actividad reciente (La Palma, Tenerife, El Hierro, y Fuerteventura) de forma triangular o alargada, y las islas con manifestaciones centrales (Gomera, Gran Canaria) circulares y cupuliformes. 79

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No obstante, la actividad constructiva no ha tenido continuidad en todas por igual, hecho que ha caracterizado de forma diferencial el crecimiento y el relieve de cada una de ellas. Durante, pero principalmente después de cada ciclo constructivo, han actuado los agentes erosivos, desmantelando y excavando los perfiles de las islas, que volvían en muchos casos a ser suavizados por posteriores aportes volcánicos seguidamente reerosionados. Los sucesivos aportes volcánicos se superponían sobre materiales volcánicos y sedimentarios preexistentes en capas y estratos que hoy descubre la erosión, llegando incluso a aflorar, en algunas islas, el complejo basal, formado por materiales producto de emisiones submarinas (Gomera, Fuerteventura y La Palma). Materiales volcánicos Estos materiales volcánicos, coladas lávicas y depósitos de piroclastos, recubren amplias zonas de las Islas, creando campos de picón y cenizas volcánicas, así como campos lávicos de suave y plegadas superficies o malpaíses de superficie agreste e intransitable. Asimismo, aparecen distribuidas, desde la cumbre hasta la costa, elevaciones del terreno, que corresponden a conos volcánicos, reunidos o aislados y que son las montañas de nuestro paisaje.

Otros materiales se enfriaron bajo la superficie, y han sido descubiertos por la erosión, como diques, pitones, domos, etc., relacionados con la solidificación de la lava en grietas, fisuras y chimeneas volcánicas y visibles en todas las Islas, como roques, 80

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cuchillos, fortalezas etc. En muchos casos, las coladas lávicas, al fluir lentamente y solidificar su exterior, dejaban a su paso unos tubos volcánicos huecos de gran longitud y amplitud que dan origen a los jameos y cuevas, en cuyo interior aparecen especies animales únicas. Asimismo, otro elemento especialmente significativo en nuestro paisaje es el que constituyen las calderas volcánicas, de mayor o menor amplitud y múltiple origen (erosión, hundimiento o explosión), que de mayor o menor tamaño se localizan en todas las islas (Taburiente en La Palma, Cañadas del Teide en Tenerife, Bandama y Tejeda en Gran Canaria, etc.). Por todo ello es un relieve eminentemente montañoso y abrupto, al menos en las islas más altas (occidentales y centrales), con cumbres o dorsales con fuerte pendiente en sus laderas y desde las que nacen profundos barrancos, que bajan hacia la costa creando a su paso valles más o menos amplios con perfiles que varían con la edad y con los fenómenos de relleno y reexcavación de sus cauces. Estos barrancos determinan en sus cabeceras y en su recorrido zonas con grandes lomos y rampas, divisorias, cuchillos y degolladas. Mientras, en su zona más baja aparecen piedemontes y otros depósitos sedimentarios, que dan lugar a lomos y terrazas de gran amplitud, sobre las que se superponen materiales procedentes de otras erupciones y de procesos sedimentarios posteriores. Por otro lado, en las proximidades de la costa, las cuencas de los barrancos se extienden en llanuras, en general escasas en las islas occidentales, donde su extensión la determinan la orientación de la cuenca y la altura y superficie de la isla en cuestión. Sin embargo, en las dos islas más orientales (Lanzarote y Fuerteventura), las montañas son de menor altura y sus pendientes son suaves, dando lugar, al llegar al mar, a grandes 81

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playas, y hacia el interior, a amplios llanos con jables y dunas. En este mismo sentido, las coladas lávicas han creado, en muchos casos, al llegar al mar, una extensión de la superficie insular conocida como isla baja. La conformación del litoral viene determinada además de por la acción erosiva del mar y la naturaleza de la costa, por la componente norte mayoritaria de sus embates y por las dinámicas especificas de sedimentación en el sur de las islas y en el interior de sus bahías y calas. Diferentes procesos (construcción-destrucción) Estos dos procesos constructivos y destructivos se han visto acompañados por movimientos isostáticos (elevaciónhundimiento) de los edificios insulares que, junto a los movimientos eustáticos del mar (cambios del nivel del océano), han contribuido a la formación de plataformas costeras y playas levantadas. La acción modeladora de la erosión es determinada por la naturaleza volcánica de los materiales y los parámetros climáticos derivados de la situación y características orográficas de las Islas. Así, debido a su origen volcánico, los materiales rocosos sobre los que actúan son esencialmente rocas volcánicas, formadas bien por la consolidación de las lavas como el basalto, traquitas y fonolitas, o bien por compactación de cenizas volcánicas, como las ignimbritas. El clima Por su localización, el clima templado de las Islas está sometido a la acción de efectos muy variados como los anticiclones atlánticos y, en especial, al régimen de los alisios. Estos vientos presentan dos componentes: una capa inferior húmeda, de dirección nordeste, y otra superior con aire seco y cálido de dirección noroeste, que al interactuar generan una zona de inversión térmica con efectos visibles como el mar de nubes. 82

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Estos vientos fluyen hacia las Islas de forma permanente en verano, mientras que en invierno se alternan con entradas de aire polar. Junto a ello, se hace sentir la influencia del continente africano, cuya proximidad permite la intrusión, en verano sobre todo, de masas de aire caliente sahariano. A su vez, el contacto con la corriente marina fría de Canarias atempera y suaviza las temperaturas, que oscilan entre los quince y los veinte grados centígrados por término medio, y cuyas máximas y mínimas se sobrepasan con las intrusiones de masas de aire polares o saharianas antes mencionadas. Otro aspecto climático determinante viene representado por las precipitaciones, relacionadas con los vientos dominantes, y limitadas en las islas altas por el efecto barrera de los macizos de sus dorsales y cumbres. Esto genera, junto al efecto de lluvia horizontal de los alisios, una región nororiental húmeda o Alisocanaria y otra suroccidental seca o Xerocanaria. Estas condiciones, el relieve de las islas y en especial sus respectivas alturas y la exposición al alisio, producen hechos diferenciales que generan una gran variedad microclimática en el interior de las Islas. Este efecto se manifiesta en la compartimentación barlovento-sotavento patente en todas las Islas y en sus costas y medianías especialmente. En general, podemos afirmar que en las Islas pueden presentarse combinaciones climáticas que las dividen en zonas áridas, semiáridas, subhúmedas y húmedas, atendiendo a las temperaturas y precipitaciones medias anuales de sus diferentes comarcas, aunque esta variedad sólo está presente, al completo, en las islas altas. Territorios insulares A partir de lo descrito anteriormente, las diferentes Islas presentan, cada una de ellas, un territorio insular específico cuyo relieve y la exposición a los factores climáticos más 83

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sobresalientes de su clima, en especial el casi constante régimen de los Alisios, generan en la orografía insular unas condiciones que posibilitan la gran variedad de ecosistemas presentes. Comarcas naturales Según el relieve, la altura y la vertiente de que se trate, podremos encontrarnos comarcas naturales que pueden abarcar espacios de cumbre, medianías o de costa, e incluso áreas continuas que incluyen varios de estos espacios o zonas. De esta manera, en las Islas con cierto relieve y altura, las comarcas naturales abarcan espacios que van, en muchos casos, desde la cumbre a la costa, siendo esta pendiente la que configura la gran variedad de microclimas, originando, dentro de la misma comarca, una gran variedad de paisajes. En islas como La Gomera y Gran Canaria esto se traduce en comarcas radiales debido a los barrancos que mayoritariamente caracterizan sus peculiares relieves. En Tenerife y La Palma, dos islas altas con cumbres en forma de dorsales, aunque una perpendicular y otra paralela a la dirección del alisio, se producen comarcas naturales a ambos lados de las dorsales, además de las de sus cumbres y que abarcan áreas que van desde estas cumbres hasta la costa. El Hierro muestra un modelo parecido, aunque menos variado por su condición de isla joven y de construcción rápida. Lanzarote y Fuerteventura presentan una menor diversidad de comarcas así como una mayor amplitud de éstas debida lógicamente a su suave topografía y escasa altura. En cuanto a la morfología de sus costas, la acción marina ha determinado su conformación, en general escarpadas a barlovento,

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y con llanos costeros y playas a sotavento. Los acantilados y calas en las desembocaduras de barrancos y valles de la zona norte y en las islas jóvenes contrastan con los llanos costeros, playas, jables y campos de dunas costeras formadas por materiales de origen orgánico marino, que en muchos casos se superponen o intercalan a materiales volcánicos, sobre todo en las áreas del sur de algunas de las islas, pero con mayor intensidad en las orientales. Por lo que respecta al litoral, este se continúa bajo el mar sobre unas plataformas insulares de escasas dimensiones y fuerte pendiente. Esto da lugar, junto a las condiciones de las aguas, de baja productividad, y a la naturaleza de sus fondos, arenosos o rocosos, a una gran diversidad de especies, pero con pocos individuos, lo que genera unos ecosistemas litorales bastante diversificados, con lagunas litorales, túneles y tubos volcánicos, zonas intermareales rocosas y fondos submareales rocosos o arenosos, todos ellos extremadamente frágiles desde el punto de vista ecológico.

Es importante destacar que el tamaño y los límites de las comarcas lo determinan la orografía y la geología de nuestro Archipiélago de volcanismo rico y reciente, así como otros factores biológicos y ambientales en el caso de la superficie emergida y la pendiente, el tipo de fondo, las corrientes, la luz, y la temperatura en la plataforma insular. Por ello, además de grandes unidades naturales, aparecen también, pequeños hábitats donde se localizan en muchos casos ecosistemas únicos y extremadamente inestables así como endemismos locales de gran importancia biológica. Fauna, flora y comunidades naturales La variabilidad climática concordante con la geográfica y sumada a todo un singular número de factores constituye el sustrato esencial que, desde su origen, colonizaron especies de flora y 85

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fauna, marina y terrestre, que procedentes de la zonas próximas o relacionadas arribaron a las islas y sus costas. Las especies colonizadoras, llegadas bien por fenómenos de dispersión activa (volando, nadando, etc.) o pasiva (flotando, suspendidas, etc.), sufrieron procesos de especiación geográfica y adaptativa que han generado, hasta el presente, un valor genético en endemismos que sitúa a las Islas entre las regiones más importantes del mundo en cuanto a flora. Así, teniendo en cuenta la edad de las Islas y su cercanía a los continentes africano y europeo, su flora y su fauna terrestres proceden originariamente de estas zonas. Sin embargo, gran parte de estas especies son hoy el resultado de la especiación que sufrieron por el aislamiento geográfico y genético del Archipiélago respecto de los continentes próximos y de sus islas entre sí. De idéntica forma (aislamiento geográfico y genético) y la relativa estabilidad climática de la zona permitió la pervivencia de especies y formaciones arcaicas desaparecidas en el resto del planeta, como es el caso de la flora terciaria.

Esto ha originado un elevado índice de endemismos, tanto archipielágicos como insulares, en algunos casos representados por un escaso número de individuos, en biotopos excesivamente reducidos y en continuo peligro de extinción. Por lo que respecta a la flora y fauna marinas, estas presentan la influencia de los aportes biológicos de las corrientes marinas procedentes de la zona caribeña, mediterránea y africano-atlántica. Además,

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hay que señalar que dada la continuidad de estos aportes, la endemización se produce en tasas mucho más bajas que en los ecosistemas terrestres. La fauna de las islas está representada por varios miles de animales, entre los que existen algunos grupos cuya baja capacidad de dispersión posibilitó la evolución hacia endemismos insulares, como muchos de los reptiles e invertebrados terrestres, endemismos canarios y macaronésicos en aves y a casi ningún endemismo en mamíferos o muy pocos entre la fauna marina. No obstante, la presencia de los diferentes grupos en cada isla viene determinada por las condiciones de ésta, existiendo especies exclusivas de una o varias islas o islotes pero representativas del valor natural de la zona. La fauna terrestre está representada por una gran variedad de invertebrados (más de cinco mil especies) que ocupan todos los hábitats de las Islas y en los que existe un alto índice de endemicidad. La fauna vertebrada, no tan numerosa, está compuesta de mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces, éstos últimos introducidos en presas y embalses recientemente. Las dos especies de anfibios presentes y probablemente introducidas son la rana meridional y la común, que habitan zonas húmedas y entornos acuáticos. Los reptiles terrestres, lagartos, perenquenes, salamanquesas y lisas, son casi todos endémicos, con frecuentes endemismos insulares, y en ocasiones en peligro de extinción como el lagarto gigante de El Hierro.

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En cuanto a los mamíferos, salvo las dos musarañas endémicas, la canaria en Lanzarote, Fuerteventura e islotes, y la de Osorio en Gran Canaria, así como las siete especies de murciélagos, el resto son animales introducidos, como conejos, erizos, ratas, ratones, muflones, arrruis, ardillas, etc., a los que se suman las especies domésticas asilvestradas, como gatos, cabras, perros, etc. Las aves son el grupo de vertebrados con mayor diversidad, con cerca de setenta especies nidificantes y unas doscientas cincuenta no nidificantes. Aunque hay especies para todos los hábitats, ni éstos ni aquéllas están presentes en todas las Islas, por lo que muchas de las especies son exclusivas de una o varias islas e islotes, e incluso de áreas determinadas dentro de las mismas. Así, de las setenta especies nidificantes, existen cuatro endemismos canarios: la paloma turqué y la rabiche ligadas a los bosques de laurisilva en La Palma, La Gomera y Tenerife, el pinzón azul de los pinares de Gran Canaria y Tenerife y la caldereta o tarabilla canaria endémica de Fuerteventura. A éstas se añaden otras muchas especies endémicas de la Macaronesia, como el canario, el bisbita caminero y el vencejo unicolor, que junto a otras con características de subespecies propias, conforman un mosaico zoológico de pardelas, petreles, guinchos, guirres, halcones, hubaras, alcaravanes, corredores, abubillas, picapinos, herrerillos, jilgueros, cuervos, etc. Sin embargo, sus poblaciones están sometidas en la mayoría de los casos a factores que las reducen y limitan a zonas, islas e islotes, con el consiguiente peligro de desaparición de las mismas. Las especies no nidificantes se caracterizan, en general, por ocupar de forma temporal lagunas y embalses, saladares, marismas y otras zonas 88

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de costa. Abundan las garzas y garcetas en estanques de agua dulce junto al ánade real y la cerceta común, mientras que en las costas podemos observar chorlitejos, vuelvepiedras, zarapitos y otra gran cantidad de especies de aves limnícolas. Por su parte, la fauna marina, que presenta grandes semejanzas a las de las costas atlánticas de uno y otro lado del océano, se mezcla con la mediterránea, generando un panorama de gran diversidad de especies pero de poblaciones con pocos individuos. Así, aparecen cinco especies de tortugas que arriban a nuestras costas y que posiblemente nidificaron en ellas en algún momento, como la tortuga laúd, y otras habituales de sus aguas, como la tortuga boba y la carey. Los peces con algo menos de seiscientas especies distintas son, junto a los invertebrados marinos, uno de los grupos más numerosos. Sin embargo, en ambos se muestra un bajo índice de endemismos, con raras excepciones como el cangrejo ciego de los jameos en Lanzarote. Por lo que respecta a los mamíferos marinos, si bien existieron ejemplares de foca monje viviendo en el Archipiélago (isla de Lobos), los mamíferos más habituales que nadan en las aguas interiores y las costas isleñas son el delfín mular y el común, el cachalote común, los calderones y el zifio común, aunque están descritas casi veinte especies de cetáceos. Las comunidades naturales ligadas a los ecosistemas marinos de las Islas aparecen divididas, atendiendo al tipo de fondos que constituyen la zona intermareal y submareal. En cada una de estas zonas y fondos se asientan gran variedad de algas, al igual que una ingente diversidad de crustáceos, moluscos, esponjas, equinodermos y peces, ligados al fondo (bentónicos), o con posibilidad de nadar libremente por sus aguas (pelágicos). La riqueza de fondos y las dimensiones de la plataforma costera determinan preferentemente varios tipos de zonas: la intermareal, con playas arenosas, rocosas o mixtas, y la 89

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submareal, con los mismos tipos de sustrato y con sebadales característicos. Los fondos arenosos aparecen como sistemas pobres y limpios de vegetación, mientras que en el rocoso se produce una exaltación de la diversidad ecológica.

La flora de las Islas presenta más de dos mil especies con casi setecientos endemismos propios y otros compartidos con los otros archipiélagos próximos y la zona mediterránea-africana, siendo el resto especies mayoritariamente introducidas. Esta flora se distribuye en una serie de pisos bioclimáticos, sobre los que se localizan ecosistemas basados en la altitud y exposición al alisio, y una serie de pequeños hábitats sobre los que se ubican especies que dependen especialmente del sustrato. No obstante, es necesario aclarar que la intervención humana en los últimos siglos ha transformado y variado la distribución potencial de muchas especies, introduciendo nuevas y cambiando la estructura de los suelos para uso agrícola o urbanístico. Así, las Islas presentan además de las dos grandes vertientes, nororiental y suroccidental, desde su litoral hasta sus cumbres, más o menos elevadas, una serie de comunidades caracterizadas especialmente por sus elementos vegetales. El área inferior corresponde al piso basal o matorral costero, que alcanza desde el borde superior del intermareal hasta los 300-400 mts. en la vertiente de barlovento y hasta los 800 a sotavento. Sus precipitaciones son escasas, menos de 250 mm. anuales, su temperatura media es alta, unos 20º C, y sufre gran insolación. En esta área podemos distinguir una zona litoral rocosa o de acantilados costeros, caracterizados por la salinidad que aporta la brisa marina y donde predominan las plantas 90

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halofitas como las siemprevivas y otras que soportan bien este estrés hídrico y salino. Hacia el interior aparecen formaciones suculentas de tabaibas y cardones (Cardonal-Tabaibal) y en menor medida aulagas, incienso, vinagreras, pitas y tuneras, todas ellas especies especialmente adaptadas a este medio. Esta zona, existente en todas las Islas, presenta además una gran variedad de pequeños biotopos y hábitats ocupados por saladares, playas y jables con plantas como la mostaza de mar, uva de mar y otras especies como la barrilla y los salados, dunas en la franja costera y modificaciones curiosas en desembocaduras de barranco con tarajales y palmerales. El Cardonal Tabaibal es como formación vegetal un conjunto de plantas arbustivas donde se intercalan balos, berodes, bejeques y magarzas. En esta zona se presenta una fauna rica e interesante con gran parte de la avifauna migratoria y parte de la nidificante. Los lagartos y otros reptiles, conejos erizos y mamíferos mas comunes y, por supuesto, una gran variedad de insectos ligados a las comunidades vegetales, no presentan especificidades y se distribuyen, salvo algunos insectos, con carácter general por toda la isla. Por encima del área inferior aparece la formación denominada bosque termófilo o piso de transición, con mayores recursos hídricos y temperaturas moderadas; en el mismo se localizan sabinares, palmerales, dragonales y bosques de almácigos, lentiscos y acebuches. Estas formaciones están ausentes en los islotes pero aparecen en las islas mayores, con formaciones ligadas a cuencas de barrancos, como sauzales y cañaverales. Es una zona relíctica muy deteriorada, que se localizaba entre los matorrales de suculentas de la zona inferior y los bosques de medianías superiores, entre los 300 y los 500 metros, en los que se 91

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produce una gran ocupación agrícola y urbana junto a la franja costera. En esta área se presentan gran número de especies de aves, sobre todo pájaros, ligadas a zonas de cultivo, abandonadas o productivas y a las formaciones vegetales potenciales de la zona. El piso superior o montano presenta en su vertiente de barlovento el monteverde, entre los 600 y los 1200 metros, ocupado por dos formaciones características; la laurisilva, con laureles, barbusanos, viñatigos, acebiños, tilos, palo blanco, etc., en su límite inferior, y el bosque de fayas y brezos (fayal-brezal) por encima. Estas formaciones no están presentes en Lanzarote y Fuerteventura dado que su altura las hace inviables, mientras que en el resto ocupa una franja, con temperaturas medias de quince grados, y precipitaciones cercanas a los 1000 mm. anuales. Es un bosque perennifolio, con abundancia de helechos, musgos y líquenes, relicto de la flora terciaria mediterránea (15 a 40 millones de años), que recibe el aporte de la lluvia horizontal de los alisios y con singular riqueza en endemismos vegetales animales. Actualmente perdura en pocas zonas ya que de ellos se obtenía la madera necesaria para combustible y construcción, y se localizaban zonas agrícolas, con la consiguiente deforestación y pérdida de masa boscosa, que supuso y supone pérdidas de suelo importantes. Sin embargo, estas zonas cultivadas regeneran la vegetación potencial al ser abandonadas en secuencias, donde las cerrajas, vinagreras y otras especies comienzan la tarea de recuperacion natural. El piso climático siguiente o zona de montaña tiene al pinar como formación predominante, que se distribuye a sotavento en la franja correspondiente al monteverde y por encima de este hasta los 2300 metros en barlovento, a excepción de La Gomera, Fuerteventura y Lanzarote donde no está presente. Junto a las masas de pino canario endémico aparecen asociados escobones, jaras, amagantes, codesos y otras especies arbustivas, entre las 92

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que viven especies de avifauna como el pinzón azul, el picopicapinos y el herrerillo. Las cumbres por encima de los 2000 metros presentan una vegetación de alta montaña (retamal-codesal)susceptible de ser apreciada claramente en Tenerife y La Palma, y en menor medida en Gran Canaria. Destacan los matorrales de retamas y de codesos, y en algunos caso el fastuoso tajinaste. Por encima de estas formaciones sólo existen especies adaptadas a la gran altura del pico Teide, soportando un gran estrés térmico y hídrico: son los casos de la violeta del Teide y formaciones de líquenes. Asimismo, hay que señalar que dependiendo de las características del sustrato suelen aparecer pequeños enclaves, en riscos, sobre coladas recientes, etc., comunidades o incluso escasos individuos adaptados a estas situaciones particulares, bejeques, berodes y otra vegetación rupícola.

JUEGOS Y DEPORTES CANARIOS La cultura canaria es una muestra de la confluencia de culturas. Esta circunstancia se puede comprobar en sus juegos, que tienen dos puntos de referencia más acusados: la cultura aborigen y el conjunto de las culturas peninsulares; la primera como sustrato, y la segunda como aportación de la expresión del juego de la Península Ibérica en nuestras islas. Entenderemos por juegos las diferentes actividades recreativas organizadas que son una muestra más de las ideas, comportamientos y organizaciones propias del ser humano, de sus grupos y sociedades. Distinguiremos entre juegos aborígenes y 93

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juegos tradicionales para indicar su valor histórico, frente al valor de lo tradicional de otros juegos que se fueron incorporando paralelamente. Emplearemos genéricamente la denominación de juegos tradicionales canarios, pero con la intención de incluir en este concepto el conjunto de los juegos aborígenes y los juegos posteriores a la Conquista; además, debemos distinguir también los juegos tradicionales infantiles, aunque no serán tratados en esta ocasión. Los juegos tradicionales canarios se han configurado, al igual que en otras culturas, a partir de algunos parámetros antropológicos, que han supuesto los elementos necesarios para su conceptualización. Los parámetros ideacionales como el símbolo, el mito, los valores, el ritual y la fiesta, así como los estructurales como el rango, el reparto de bienes, apuestas y premios, son motores de nuestros juegos tradicionales. Dentro de los juegos tradicionales canarios encontraremos algunos ya existentes en tiempos remotos y pertenecientes a una cultura muy alejada de las culturas europeas, pero también juegos que, gracias a la geografía isleña, se anclaron en el tiempo de la conquista de Canarias, hace ya cinco siglos; estos últimos nos demuestran también la fuerza de difusión de uno de los motores de la cultura más idóneo de transmisión: el ludismo. Se recopilan, brevemente, 16 juegos que constituyen todo el conjunto de los juegos tradicionales canarios de adultos, y algunos de jóvenes, y que tienen, a su vez, como denominador común la actividad física. Los juegos aborígenes canarios Antes de la llegada de los conquistadores, la cultura aborigen canaria poseía, con alguna excepción, unos juegos estrechamente vinculados a aspectos funcionales. Siempre se trata de juegos simples, ya que no se conocen juegos de organización colectiva. 94

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Es importante situar la cultura aborigen canaria en su contexto cultural y en un nivel de evolución que nos permita comprender el porqué de sus juegos. En primer lugar, hemos de apuntar que la cultura aborigen canaria se relaciona con una cultura norteafricana de tipo bereber, que no se asocia a un momento histórico único sino a diversas oleadas que supusieron una recepción tardía de manifestaciones mediterráneas y atlánticas. Se puede sugerir la hipótesis de que los aborígenes poseyeron juegos propios en este período histórico poco influidos por juegos pertenecientes a otras culturas. Téngase en cuenta que no tenemos información acerca del aspecto lúdico de las actividades realizadas por los aborígenes, por lo que hemos de comprender el carácter universal del juego en las culturas; o lo que es lo mismo: todas las culturas juegan. En cuanto a la difusión de juegos foráneos, consideramos que se hubiera necesitado no sólo el contacto cultural, del que ya existe conocimiento en la Antigüedad y en la Baja Edad Media, sino también el asentamiento de otros grupos en nuestras islas, lo cual no sucedió hasta comienzos del siglo XV. La complejidad del mapa de nuestros juegos aumenta con la llegada en 1402 de Jean de Bethencourt, barón normando al servicio de Juan de Castilla. Con él se inicia la conquista de las Islas, que concluyó en 1496. Este hecho supone el comienzo de la entrada paulatina de otros pobladores, primero de los normandos e inmediatamente de los castellanos. El flujo de pobladores peninsulares fue una constante, frenada solamente por el descubrimiento de América. Los juegos que practicaba la cultura aborigen han llegado a nosotros a través de diversas fuentes, muchas veces presentadas en forma de breves referencias que, en la mayoría de los casos, nos ofrecen una información muy limitada. 95

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Desde el punto de vista del concepto «juego», es necesario precisar que barajamos una idea genérica de juego, en la que incluiremos tanto las «actividades físicas», imposibles de desligar en los primeros grados de evolución cultural de muchas prácticas funcionales, como las prácticas lúdicas en sí mismas. Los juegos de los aborígenes canarios eran de participación individual y de enfrentamiento con un oponente. Es un punto de gran interés comprobar que no existieron juegos de carácter colectivo, lo que podemos explicar porque los juegos motores de estrategia se relacionan más con culturas de mayor complejidad en su organización social. El grupo de juegos que consideraremos en este apartado son los siguientes: lucha, juego del palo, lanzamiento y esquiva de piedras, pulseo de piedra, salto del pastor, y salto de vara. No incluiremos en esta ocasión otras actividades físicas, de las que no existe evidencia de que hubieran podido ser juegos, como ocurre con los casos de la ascensión de maderos y troncos a riscos, el nado, y la carrera. [1. Mural alegórico Juegos Aborígenes Canarios: Lucha Canaria, Juego del Palo, Salto del Pastor y Levantamiento de Piedra.Lateral carreta CP. Teófilo Pérez, Tegueste, Abril de 1997]

Lucha Canaria Este es uno de los juegos más reflejados en las fuentes documentales; podemos decir que su práctica entre los aborígenes canarios era algo común en las fiestas; sin embargo, 96

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esto no quiere decir que la estructura actual de la lucha se asemeje a lo que debió ser la lucha del aborigen, que nos es desconocida. En la Crónica Real de Juan II de Castilla (1420), de Alvar García de Santa María, se narra una embajada del obispo Fray Mendo, a cargo de Diego Fernández, en solicitud de ayuda para Lanzarote. En dicha embajada viajaron dos canarios de la isla de Gran Canaria convertidos al cristianismo. «(...) que eran cristianos el uno era el gran luchador; Maguer que era de quarenta años no había en la corte quien luchase con él». Fray Alonso de Espinosa en su obra Historia de Nuestra Señora de Candelaria (1594) nos cuenta, a propósito de las costumbres de los aborígenes canarios, cómo la lucha era una manifestación de sus fiestas: « ... y aquí mostraba cada cual su valor, (...) con mucha ligereza y mudanzas, luchar, (...)». En el año 1527, con motivo del nacimiento de Felipe II, se celebraron en La Laguna unos juegos, en los que se incluye la lucha, y en la que ya se aprecia un aspecto elemental de la estructura actual de la lucha canaria: dar dos caídas o vencer dos veces. «Habrá luchas, y el luchador que venciere a tres, dando a cada uno dos idas sin recibir ninguna, ganará dos varas de la misma seda. El día del Corpus se duplicarán los festejos (...)». Hasta el final del primer tercio de este siglo la organización de los enfrentamientos correspondía a un modelo evolutivo natural, consistente en la competición de unos pueblos o bandos (nortesur) contra otros, o de unas islas frente a otras. Curiosamente, la lucha vio nacer su primer reglamento en Matanzas (Cuba), en 1872. Y ha sido más recientemente, en el 97

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año 1960, con el Reglamento General Orgánico, cuando se consensuó un reglamento común para todas las islas. La lucha canaria es un deporte de oposición que se fundamenta en el enfrentamiento de dos adversarios, los cuales desde una posición inicial de bipedestación y agarrre a la boca-manga del pantalón, procuran, durante un tiempo no superior al minuto y medio, sin salirse de un terrero circular, desequilibrar para hacer tocar al contrario con cualquier parte del cuerpo que no sea la planta de los pies y utilizan para ello una serie de «mañas» o técnicas, tanto de manos como de pies o combinadas y en las que está prohibido el golpeo. Existen varios sistemas de lucha: por equipos, ya sea a tres agarradas, lucha corrida, o todos contra todos; enfrentamientos individuales, por pesos, categorías o desafíos. La forma más habitual se desarrolla entre dos equipos, por lo general de doce luchadores cada bando, enfrentándose individualmente. . Juego del palo o palo canario El conjunto de prácticas que podemos agrupar bajo la denominación de palo canario, se basa en una esgrima entre dos jugadores con un palo en las manos. En cualquier caso, los juegos de palo y garrote o lata son dos actividades que debemos a los aborígenes canarios y que fueron consecuencia de la evolución de actividades bélicas. La diferencia entre las modalidades de juego existentes viene determinada por el tamaño del palo, distinguiéndose tres modalidades: palo chico, palo mediano y garrote o palo grande. La primera noticia sobre el uso de palos, por parte de los aborígenes, la encontramos en la crónica bethencouriana (1402), y hace referencia a los bimbaches, o pobladores de la isla de El Hierro «(...) y los hombres llevan grandes lanzas sin hierro, (...)». 98

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Existen dos referencias, de las cuales podemos deducir el carácter lúdico del juego del palo; la primera se debe a Antonio Cedeño, soldado a las órdenes de Juan Rejón, y que escribió una controvertida crónica en 1478; «El día que celebraban la boda, (...), la llevaba a su casa la mujer i hacian grandes comidas y juegos: (...); hacian un general torneo de palillos o varillas pintadas de colorado con sangre de drago; (...)». La segunda se debe a Leonardo Torriani, ingeniero cremonés que escribió una Historia de las Islas en 1590 y que dejó un documento valiosísimo: un dibujo de dos canarios en una plazoleta en una especie de ritual con varas de mediano tamaño. «Cuando dos canarios se desafiaban a duelo, iban al lugar señalado para ello, que era una plazoleta alta, que en cada extremo tenía una piedra llana, grande tan sólo cuanto podía mantenerse encima de ella un hombre de pie. Primeramente cada uno de ellos se ponía encima de su piedra, (...) con el bastón llamado magodo y amodeghe. (...) Después bajaban en tierra y se enfrentaban con los magodos, esgrimiendo y buscando cada uno su ventaja (...)». Otro de los factores que distinguimos para justificar el ludismo en el juego del palo aborigen es su incorporación a las fiestas, de lo cual tenemos referencias en bodas y en la fiesta del Beñesmen. Del resto del uso del palo con un carácter lúdico poco conocemos, y menos aún lo que significó la transculturización de esta actividad. El palo siempre ha ido asociado a unas funciones determinadas, que podemos resumir en defensa, manejo de animales y apoyo para deambular por los caminos y barrancos.

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Las diferencias que encontramos en los juegos que tienen en común un palo vienen determinadas por el tamaño de este y por la forma de entenderlo y enseñarlo. Respecto al tamaño, se distinguen tres tipos: palo chico, corto o macana; palo mediano o vara; y palo grande, lata, astia, lanza o garrote. En lo que concierne a la forma de entender el palo, se ha transmitido a través de escuelas, que han conservado también sus propias técnicas. El juego del palo es, en definitiva, una esgrima, cuyo espacio está definido por los jugadores, compuesto por un conjunto de técnicas rápidas que lo hacen muy vistoso, y que no posee una forma explícita de terminación, viniendo ésta determinada por el control del hombre de respeto u hombre bueno, o bien por resultar evidente para los practicantes quién es superior. Las dimensiones y características del palo varían según sea chico, vara o garrote. Para Ossorio el palo corto es el que va desde el suelo hasta la mano, o bien el que puede ser escondido. El palo mediano o vara es aquel que va desde el suelo hasta el corazón, o como máximo hasta la barbilla del jugador. El palo grande, garrote, lata, astia, asta o lanza, siempre supera la altura del individuo, oscilando entre dos y cuatro metros. Las maderas con las que se preparan los palos han de ser enteras, y pueden ser de los siguientes árboles: la sabina, paloblanco, acebuche, mocanero, tarajal, eucalipto aceviño, almendrero amargo, etc., pero sobre todo el membrillero (...) los más aceptados por su resistencia y ligereza. La forma de los palos también difiere: el palo chico es grueso como el palo grande, terminando a veces en una acentuación de su grosor; el palo mediano consta de dos partes: trozo (de donde se agarra) y punta, que es el más estrecho; el 100

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palo grande es uniforme, alcanzando un grosor equivalente a dos dedos de la mano. Los buenos jugadores de palo suelen ser aquellos que no se desplazan, o lo hacen poco, y utilizan técnicas efectivas y no movimientos preestablecidos, rayando más en la danza, que es la ejecución del jugador inexperto. En el palo mediano o vara es muy espectacular oír silbar el palo cuando se desplaza. El juego del palo es una práctica vertiginosa, que hace introducirse poco a poco a los contendientes y necesita la presencia del hombre bueno. Esta figura no está institucionalizada, pero es conveniente su presencia, ¿cuándo?, esto lo sabe el maestro, o los asistentes ocasionales. Como hemos tenido ocasión de escuchar a Ossorio, el hombre de respeto es para cuando los palos se calientan... En pura esencia, debemos afirmar que es juego porque los jugadores intentan marcar y no golpear; en este control reside el componente lúdico. Hay muchas técnicas, pero dejaremos constancia solamente de las más significativas. Para el palo chico: palo sentado, palo al cogote, palo a los dedos, palo al codo. Para el palo mediano: atajados, recogidos, golpes laterales a cabeza o cuerpo. Para el palo grande: enganches, golpes diversos, levantada, revoleadas. Lanzamiento y Esquiva de piedras El lanzamiento y esquiva de piedras es otro de los juegos aborígenes estrechamente ligados a una actividad funcional de carácter bélico. Existen muchas referencias respecto a la enorme habilidad que poseían los aborígenes canarios para el empleo de piedras como arma arrojadiza incluso labrando las piedras que utilizaban para este fin. Cuenta Fr. Alonso de Espinosa, en 1594: «(...) usaban de unas pelotas de piedras rollizas que tiraban con mucha fuerza».

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Las referencia de esta actividad como juego es clara. Por una parte, encontramos alusiones a la pugna: «Pues su ligereza era tanta, que a diez pasos esperaban que les tirase quien quisiese una piedra o lanza, y no había acertarles, porque hurtaban el cuerpo con mucha destreza». (Espinosa, 1594) También conocemos cómo hubo ocasión de servirse de esta habilidad para lanzar y esquivar piedras con el fin de sacar beneficio. «Antonio de Nebrija, en sus Décadas, cuenta de un canario que, sin mudar los pies de un lugar, aguardaba que le tirasen a la cabeza a doce pasos, sin que le hiciesen mal, diez y doce piedras, y que esto hacía todas las veces que le daban un cuarto; y dícelo como admirado. Y canario hubo, que daba a tres hombres doce naranjas a cada uno, y él tomaba otras doce, y tiraba a cada uno de ellos y las empleaba todas, sin que ninguno de los otros que a él le tiraba, emplease en él ninguna, si no fuese en las manos con que las recogía, y habían de estar apartados diez pasos. Y todas las veces que querían, hacían estas apuestas». (Abreu, 1602). Una de las referencias más interesantes, no sólo para esta actividad sino para el conjunto de los juegos aborígenes, es la que nos muestra el carácter instructivo en la esquiva de pelotas de barro, con las cuales se iniciaba a los niños en esta en la isla de La Gomera. «Eran los gomeros gente de mediana estatura, animosos, ligeros y diestros en ofender y defenderse, grandes tiradores de piedras (...) Acostumbraban los naturales de esta isla, para hacer diestros y ligeros sus hijos, ponerse los padres a una parte, y con pelotas de barro les tiraban, porque se guardasen; y como iban creciendo, les tiraban piedras, y después varas botas y después con puntas (...) Y éranlo tanto, que en el aire tomaban las piedras 102

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y dardos y las flechas que les tiraban con las manos» (Abreu, 1602). Este juego desapareció, probablemente tras la conquista de las islas, pues no se ha encontrado ninguna referencia acerca de su práctica posterior. Levantamiento o pulseo de piedras El manejo de grandes piedras siempre ha sido una actividad habitual en el medio rural, la cual derivó a una manera peculiar de cubrir el ocio por quienes deseaban probar sus fuerzas levantando aquéllas. El levantamiento o pulseo de piedra es una prueba de fuerza, con la que se medían los aborígenes canarios. Se denomina pulseo, cuando debe levantarse la piedra sobre la cabeza sin tocar el cuerpo, mientras que levantar la piedra permite el contacto con éste. La primera y única referencia que aparece en los cronistas se debe a Fray Alonso de Espinosa (1594); la descripción se refiere a los pobladores de Tenerife: «Eran hombres de tanta ligereza que se cuentan algunas cosas de ellos casi increíbles. Una piedra guijarro está en esta isla, en el término de Arico, maciza, mayor que una grande perulera, la cual vide yo y es común plática entre los naturales que con aquella piedra iban sus antepasados a probar sus fuerzas, y que la levanttaban con las manos y la echaban sobre la cabeza a las espaldas con facilidad; y ahora no hay hombre, por membruno que sea, que la pueda levantar ni dar viento».

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El levantamiento o pulseo de piedra se realiza con la piedra tal y como se encuentra en la naturaleza, de ahí la gran importancia del agarre y poseer manos grandes y fuertes. El pulseo se considera la forma más limpia de levantar la piedra y concluye con la extensión de los brazos; también se puede realizar en dos tiempos, el primero a la altura del pecho. En cualquier caso, siempre se buscaba quien la pulseaba el mayor número de veces. En cuanto al levantamiento de piedra, su técnica consiste en buscar un apoyo del cuerpo con el que servirse para alzar el peso. A veces, había piedras que eran destacadas por ser muy difíciles de pulsear, como la piedra de los valientes (Arico) y la piedra de los mocanes, en Frontera (El Hierro). En la actualidad, son pocos los practicantes de esta modalidad, limitándose a demostraciones en eventos y exhibiciones. Salto del Pastor La denominación de salto del pastor proviene de la relación de esta práctica con la tareas propias del pastor cuando acompaña a su ganado. Aparentemente, el palo para realizar saltos es muy semejante al garrote empleado para el juego del palo grande; la diferencia reside en la incorporación castellana del regatón, o pieza de hierro, a modo de capuchón, que se sitúa en el extremo que se apoya en el suelo, asegurándose así el mejor agarre. Espinosa, en 1594, aporta la primera referencia acerca de esta práctica aborigen en Tenerife: «Otras mil gentilezas hacen, como es arrojarse peña abajo con una lanza muchos estados, que, como son a todos notorias, no quiero gastar tiempo en escribirlas». 104

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El viajero portugués Gaspar de Fructuoso, a finales del siglo XVI, en la isla de La Palma, describe la actividad con cierto lujo de detalles. Esta referencia, junto a la de Verneau (1891), son las más definitorias de esta habilidad: «Arrójanse con la lanza, llevada a lo largo del cuerpo del hombre, terciada de manera que ponen un tercio primero en la tierra o piedra donde dan con una contera de acero que trae la lanza, de un palmo de larga con su cubo, sin que pueda desviarse de donde da, y aunque sea tres lanzas de alto se tiran abajo y vienen a ponerse en el suelo con tanta facilidad, que parecen aves». (Gaspar de Frutuoso, 1590). Se conocen distintas formas de medirse los pastores a modo de juego, en las que se cuentan proezas, como a saltar cada vez a mayor altura, o un salto desde lo alto del campanario de la iglesia consiguiendo agujerear una moneda puesta en el suelo; o a otras formas menos frecuentes, como saltar pequeñas alturas con el palo sujeto a la espalda. El salto del pastor es una actividad de deambulación por medio de una palo grande, lanza o garrote, con el fin de salvar los desniveles y accidentes del terreno. Su práctica se conoce en todas las islas. Existen diversos tipos de saltos y técnicas para realizarlos. Los tipos más comunes de saltos son a apoyar y deslizarse por la lanza, cuando la altura que se salva es menor que la altura de la lanza; a regatón muerto, cuando se salta al vacío. La técnica más empleada es la de apuntar con el regatón a un lugar, apoyar y deslizarse con las manos, manteniendo éstas una con la palma de la mano hacia arriba, el brazo extendido y cerca de los muslos, y la otra sosteniendo el palo en 105

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su extremo superior con el brazo flexionado; se busca que el cuerpo rápidamente se adose al palo, de manera que mantenga durante toda su ejecución el equilibrio, por ello se recomienda que las puntas de los pies deben caer muy cerca del regatón (caer a plomo). También se conocen otros juegos derivados del uso de la lanza, que demuestran el dominio de esta herramienta por parte de los pastores. Salto de vara El salto de vara es un juego aborigen desaparecido sobre el que se conoce muy poco. La única referencia que ha llegado hasta nosotros se debe a Abreu Galindo(1602) cuando nos cuenta las costumbres de los pobladores de Lanzarote y Fuerteventura: «Eran muy ligeros en saltar, y era su principal ejercicio. Tomaban dos hombres una vara larga, uno por un cabo y otro por el otro cabo, y alzaban los brazos con la vara, lo más alto que podían; y el que lo saltaba, tenían por más ligero. Y así dos y tres en hilera, y había hombre que los saltaba en tres saltos, sin parar». Es muy posible que esta práctica se realizase en otras islas, siempre unida a la fiesta, tal y como mencionan ambiguamente Scory y Espinosa, a finales del siglo XVI. Respecto al tipo de salto, parece ser una especialidad reservada a unos pocos. Juegos tradicionales difundidos Las Islas Canarias, por su geografía, han sido un reducto para algunos juegos que han perdurado en el tiempo y nos muestran todavía actividades que se realizaban en el medievo, como los casos de la pelotamano y la 106

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pina; por contra, otros juegos son relativamente recientes, como el arrastre de ganado y el levantamiento del arado. En general, este grupo de juegos canarios se derivan del fenómeno de difusión cultural europeo, con algunas excepciones.

Pelotamano El juego de pelotamano es una de las ramas del viejo jeu de paume que se ha conservado en la isla de Lanzarote hasta la actualidad. Lo más llamativo de esta circunstancia es que la pelotamano ha logrado mantener las antiguas formas de los juegos de pelota. La llegada de la pelotamano a nuestras islas pudo deberse a la influencia normanda del primer momento de la conquista de las islas por Jean de Bethencourt, en 1402. En la Crónica bethencouriana se cuenta cómo a Bethencourt le acompañaron en su segundo viaje 80 hombres de guerra, de los cuales 23 llevaron a sus mujeres. Precisamente, Gadifer, el capitán que contrata Bethencourt para la conquista, fue un buen jugador de pelota, pues se le cita, en 1372, como ganador de una partida de jeu de paume al duque de Borgoña, a quien le ganó 31 francos de la época. No obstante, este juego también era parte de la cultura castellana, lo cual permitió su asentamiento. El primer dato del juego en Canarias lo encontramos en Teguise (Lanzarote) en una escritura de 1616, donde se menciona la venta de unas casas que están junto a un juego de pelota. También se presume que la calle Pelota, del antiguo barrio de Las Palmas, debe su nombre a haberse jugado en ella, apareciendo ya citada esta denominación en el plano de Agustín del Castillo, en 1686. 107

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Se ha conocido la práctica de este juego, además de en Lanzarote y Gran Canaria, en Fuerteventura, La Palma y Tenerife, si bien en esta última isla de manera muy localizada. El juego de pelotamano consiste en devolver la pelota, golpeándola con la mano, antes de su segundo bote, que proviene del otro campo, o en su caso, pararla (atajarla) con la mano o con el pie, para que no siga su curso. Se intenta ganar terreno al otro equipo, marcando con una raya el lugar donde salió la pelota o pudo ser parada. El espacio de juego es alargado, limitado solamente por los laterales. En el fondo del saque existen dos piedras denominadas cabo de bote, una sobre cada línea lateral que describirá una línea imaginaria. Las dimensiones del espacio son de 60-70 pasos de largo, por 8-9 de ancho. El campo de juego se divide en dos partes que separan a los dos equipos por medio de una raya denominada raya de falta; por tanto, limita el campo de saque del campo del resto. En el campo de saque se ubica el bote, que es un artefacto diseñado para efectuar el saque. La forma de puntuación es a faltas o puntos (15, 30, 40...) y a rayas, contabilizándose hasta un máximo de dos. La raya se marca con el dedo en la tierra junto a la raya de falta. Cuando se consiguen todos los puntos de un juego se contabiliza un chico. El conjunto de cinco chicos constituye un pajero. El número más habitual de jugadores es de cinco contra cinco, aunque también pueden jugar cuatro o seis por bando. Pina La pina es una de las ramas de otros juegos constituidos por los actividades de palo o bastón. Sus antecedentes se encuentran en el juego de la crosse, del que ya existen evidencias en miniaturas francesas del siglo XIV y más remotamente en la antigua Grecia. La entrada del juego de la pina en Canarias tuvo que deberse a la difusión del juego de la chueca, que era una manifestación lúdica 108

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común en la España peninsular ya en el siglo XV. Rodrigo Caro recoge una mención de Diego de Guadix, en 1593: «Chueca llaman en algunas partes d'España a cierto troçuelo pedacillo de madera (menos redondo que la bola) con que antiguamente jugaron los árabes en España y juegan oy en día los labradores en Castilla». Las primeras referencias que se conocen de la pina en Canarias son un poco tardías y corresponden al siglo XIX. Fernández Castañeyra menciona el juego de la pina asociado a la fiesta en 1884: «En la plaza, los días de fiesta, luchas y juegos de pelota y pina». La práctica de la pina, hoy desaparecida, se conoce, además de en Fuerteventura, en Tenerife, La Palma y en El Hierro, aunque se presume que su práctica pudo abarcar a todo el Archipiélago. Bethencourt Alfonso (1912) dedica un pequeño relato a la pina en Tenerife: «Un número indeterminado de mozos armados de cayados o estacas, se dividen en dos bandos con fuerzas iguales, para situarse en un llano en dos filas paralelas ocupando en extensión lineal un centenar de varas más o menos. Lucha cada bando porque llegue a estacazos la pina o séase una bola de madera, el uno al extremo izquierdo del recorrido señalado y el otro extremo derecho para ganar la partida». La referencia a la pina de Diego Cuscoy en su obra Folklore infantil (1943) muestra el paso de un juego de adultos a un juego de jóvenes. Hasta donde conocemos, la pina fue un juego de labradores, cuya esencia consistía en llevar la pina, o pelota de madera, a golpes de palo hasta el fondo del campo contrario, mientras el otro 109

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equipo lo impedía y lo intentaba, a su vez, respecto al otro campo; los choques eran constantes y era un juego reservado a los hombres; el inicio y continuación del juego tras cada tanto se hacía desde el centro del terreno, que en el caso de El Paso (La Palma) tenía un pequeño agujero (aturridero); se limitaban los laterales pero desconocemos su trazado, sí en cambio los fondos que eran con líneas; la terminación del juego dependía del momento del día, de la luz... La fabricación de la pelota se realizaba con un trozo de pino, o de raíz de brezo, que se trataba de redondear para el juego; los palos eran ligeros, de unos 50 cms. de longitud, con cierta curvatura en su extremidad opuesta al agarre; el material podía ser de madera de almendrero o de pino. . Vela Latina El origen más remoto de la vela latina se sitúa en el uso del velamen o superficie de vela triangular. La procedencia de este tipo de embarcaciones fue el Mediterráneo, aunque este tipo de vela también se conoce en otros pueblos del Pacífico. La embarcación que podríamos situar como el punto de partida de la vela canaria es el falucho, y sobre todo el laúd, de menores dimensiones, en torno a los siglos XVIII y hasta el s. XIX. Nuestro interés se centra en las pequeñas embarcaciones que cubrían la navegación costera, o de cabotaje, que eran las encargadas de las faenas de la pesca, ya que la vela canaria se caracteriza por un bote pequeño, que oscila entre los 8,55 m. a los 5,5 m. de eslora, rápido, ágil, capaz de maniobrar en un corto espacio gracias al diseño de su vela. La primera referencia a la vela latina, como pugna competitiva, corresponde justo al inicio de este siglo, como cuenta el Diario de Las Palmas:

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«(...) día 24, a las doce, regatas de botes a vela, desde la Puntilla hasta el Muelle de San Cristóbal, donde se adjudicará la victoria la embarcación que llegue primero a este último sitio». A partir de esta fecha se suceden con continuidad las referencias en la prensa. Son legendarios los primeros botes de la saga Tomás Morales, Porteño, Tirma... En Canarias existen dos modalidades del mismo deporte: la que se practica en Gran Canaria, que se conoce como vela latina, y la que se practica en Lanzarote, que se denomina barquillos. Las diferencias entre ambas residen en el tamaño de los botes, que actualmente es de 6,55 m. de eslora (Gran Canaria) y de 8,55 m. y 5,50 m. (Lanzarote); también en el recorrido de las embarcaciones, ceñida (Gran Canaria), en un campo de regatas fijo definido desde la Central Térmica (marfea)-Boyón de la Campana del Puerto de la Luz y de Las Palmas, mientras que en Lanzarote se compite principalmente en un campo de regatas convencional. A la tradición de la vela deportiva en Gran Canaria, que se comprueba por su continuidad contrastada y por la organización de campeonatos que ocupaban diversos momentos del año, se sumó Lanzarote al comienzo de los años ochenta, que así rescataba las antiguas regatas de embarcaciones a vela de San Ginés de 1904; en la actualidad, también Fuerteventura realiza regatas de barquillos. La tripulación puede variar, según la modalidad, llegando hasta diez componentes para el caso de Gran Canaria; recibe cada uno de ellos distintas denominaciones. Bola canaria La bola canaria es una manifestación más del grupo de juegos de la familia de la bocha. Nos encontramos ante uno de los juegos 111

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documentados más antiguos, del que ya se tiene constancia en el antiguo Egipto. Este juego se difundió desde la Península, pero no hay certeza acerca del momento de su entrada en Canarias. Probablemente, este juego tenga, como el juego de pelotamano, ya una raíz francesa y prácticamente a la par también castellana. Para reafirmar la primera hipótesis, diremos que en las Islas son los conejeros, o lanzaroteños, los jugadores más afamados y considerados tradicionalmente de más calidad. Respecto a la segunda hipótesis, diremos que el juego de bolas era una de las manifestaciones lúdicas más populares en la España peninsular del siglo XV. Lanzarote representa el punto de mayor tradición del juego de la bola. Los antiguos jugadores atribuyen el origen del juego a esta isla, manteniendo que el juego siempre se difundió a otras islas de la mano de conejeros. Se practica, y se ha practicado este juego en Tenerife, Fuerteventura, pero posiblemente se jugase también en otras islas. Las mejores bolas se consideraban las de madera de palo blanco, que se utilizaba también para los dientes de molino, y que eran encargadas en La Palma. El juego consiste en lanzar una bola desde el rayo, o marca de partida, con el objetivo de aproximarse lo más posible a una bolita, o boliche, con el mayor número de bolas disponibles del propio equipo. Los jugadores actúan a turno, decidiendo qué componente del equipo debe lanzar.

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La partida es a 12, siendo habitual jugar más de una. El número de bolas es de 12, repartiéndose, en el caso de tres para tres jugadores, dos bolas cada uno. Las bolas de un equipo se diferenciaban de las de otro por la presencia, o no, de una raya; también, en otros casos, de una tacha o pequeño clavo. El sistema de juego es denominado tres las dos mejores, o lo que es lo mismo: gana el equipo que primero llega a dos victorias. Sin embargo, a pesar de que no cambia de manera sustantiva el juego, la principal diferencia con el juego de bolas reside en la calidad o material con que está hecha la bola. En Lanzarote se defiende la madera, en contra de la bola de pasta, que está también muy difundida. Los viejos jugadores defienden la bola de madera porque obliga a un juego más difícil, en el que es más costoso embochar, al ser la bola más ligera y con algo de menor volumen. Carreras de caballos y sortijas Existe una gran afición en Canarias a las carreras de caballos y sortijas, al igual que ocurre en otros lugares de España. Las carreras de caballos despiertan pasión en aquellas localidades donde se organizan. Tradicionalmente, las carreras de caballos se desarrollan por los caminos, sin refinamientos pero con una gran dosis de participación. a) Carrera de Caballos El origen de la carrera de caballos, de forma organizada, lo podemos situar en las costumbres peninsulares del siglo XV usuales en las fiestas, donde participaba la nobleza ante el pueblo. En Canarias, la referencia más antigua que conocemos corresponde a la ordenanza del Cabildo de Tenerife de 1527, con motivo de las fiestas que se organizaron en La Laguna por el nacimiento del rey Felipe II.

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«Habrá un palenque en la plaza de San Miguel de los Angeles, donde se han de sentar el Adelantado, el regimiento y caballeros. Correrá parejas la nobleza, y para socorrer se pondrán trece varas de raso o de damasco, repartidas por el orden siguiente: el primer caballero que llegare al pario ganará seis varas; el segundo, cuatro; el tercero, tres; y todos habrán de correr en caballos y no en yeguas, empezando desde el camino de San Lázaro hasta dicha plaza». Esta práctica se ha mantenido en las islas de La Palma, Tenerife y Gran Canaria. En La Palma, prácticamente se corren carreras de caballos en todas las fiestas de los municipios del norte, se proyectan en los bares vídeos de carreras, se cruzan apuestas... Las carreras se realizan en un recorrido que oscila entre 2.600 y 3.200 metros, en los alrededores de una localidad, y normalmente terminan con la llegada en la calle principal. El jinete monta a pelo, es decir, sin silla, lo cual hace que la monta sea más espectacular. La indumentaria del jinete no es especial, se viste ropa habitual. El recorrido suele ser en pendiente hacia arriba, con el fin de evitar las caídas, aunque éstas son inevitables; se corre sobre asfalto, aunque esto se debe considerar una innovación. En Gran Canaria ocurre algo semejante a La Palma. La mayor parte de las localidades de las medianías de la isla tienen incorporada a sus fiestas esta manifestación. La carrera de caballos es un verdadero espectáculo que implica a participantes y público. La carrera se organiza por parejas, y es única para los dos caballos, no superando las 4 ó 5 parejas; los animales son jóvenes. El recorrido suele ser con ligera pendiente hacia arriba y de esta manera se evita el peligro de caída. Un juez se desplaza en un automóvil delante y a distancia del caballo, abriendo paso a la vez que va anunciando quién viene, así como la marcha de la carrera. El público se sitúa a lo largo del recorrido, de aproximadamente 2 a 3 kms. La salida tiene lugar en las afueras 114

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de la localidad, mientras que la meta se ubica en la entrada al casco principal de la localidad, si bien en algunos pueblos se invierte este orden. La vestimenta del jinete también es la habitual; en Gran Canaria se emplea la silla,en algunos casos lo que es motivo de pugna entre los participantes para ver si se es capaz de montar a pelo. En Tenerife, también se corren carreras de caballos en la zona norte de la Isla, aunque no tienen la vigencia de La Palma y Gran Canaria, organizándose por iniciativa de las comisiones de festejos de las localidades. Se continúa la tradición en La Laguna cuya referencia histórica más importante como siempre son las Fiestas del Cristo. b) carrera de sortijas El origen más remoto de la carrera de sortijas, o de cintas, como también se le conoce, hemos de situarlo, probablemente, en una evolución de los torneos medievales y de los antiguos juegos florales, todo ello tomando como punto de confluencia la fiesta, que resultaría el aglutinante. La primera referencia corresponde a la misma ordenanza de 1527 de La Laguna (Tenerife), por la que se tiene la primera noticia de la carrera de caballos: «(...) Se jugarán cañas. Se correrá sortija y habrá doce varas de damasco o raso, (...)». La continuidad de la carrera de sortijas hemos de darla por supuesta, al menos en las fiestas del Cristo de La Laguna, aunque no disponemos de referencias hasta finales del siglo XIX. En esta época también encontramos la carrera de sortijas en el paseo de los Castillos (Gran Canaria); en Puerto Naos (Lanzarote); y en Puerto de la Cruz (Tenerife). La tradición en la denominación de carrera de cintas proviene de las cintas con que 115

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eran obsequiados los participantes que conseguían ensartar una anilla; estas cintas eran lucidas por los jinetes sobre su cuerpo en posteriores competiciones. En Tenerife se mantienen las carreras de sortijas en diversas localidades del norte. Estas carreras son organizadas en torno a la fiesta. Para correr las sortijas los jinetes lo hacen siguiendo un turno previo establecido por un jurado, debiendo mantener el galope, o el galope corto, para, al pasar bajo un estructura compuesta por dos postes verticales sobre el que descansa otro horizontal, ensartar una anilla o sortija que está suspendida de una cinta de color con un palo corto (20 cms.) de punta afilada. La cinta se encuentra enrollada al poste horizontal por medio de un carrete, con el objeto de que no exista la posibilidad de enganche. Se cuenta el número de sortijas recogidas por cada jinete, deshaciéndose el empate con nuevas carreras, solamente entre aquellos caballos igualados. Las sortijas deben pincharse limpiamente, no siendo válido pinchar la cinta. Cada varias series, o pasadas, se reponen los carretes que lo necesiten. La altura del poste horizontal puede alcanzar de 2,50 a 3 m., aunque dependerá de la altura de los caballos participantes. Arrastre de ganado Esta manifestación corresponde a la difusión de la cultura castellana, dado que el ganado de este tipo no existía en las islas antes de la llegada de estos pobladores. En realidad, la primera referencia que conocemos sobre el arrastre de ganado en Canarias, pero como labor rural, es la que corresponde a Abreu (1602), en la que cuenta el uso en la isla de La Palma de una 116

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corza, o artefacto para el transporte, el cual se mantiene en el actualidad: «(...) no se sirven con carretas de bueyes, sino con un madero de dos gajos, como horqueta, que llevan arrastrando por el suelo, y encima llevan una carga que los bueyes pueden tirar, al cual madero llaman corza en lenguaje portugués, (...)». Los antecedentes del arrastre de ganado corresponden a la pugna por medir las yuntas. Tenemos conocimiento de que a finales del siglo XIX existieron distintas pugnas por trasladar piedras pesadas con las yuntas en San Mateo (Gran Canaria). En Tenerife, en San José de Los Llanos, la forma de pugna se caracterizó por no existir peso límite, comprobar el espacio recorrido y la fijación de un tiempo límite de arrastre. El comienzo del arrastre de ganado en la isla de La Palma fue igualmente producto de la pugna, acordándose una distancia, y aumentando el peso paulatinamente; aunque quizá el hecho más significativo sea el uso de la canga en vez del yugo y el frontil, como artefacto adaptado al cuerpo y cuello de la yunta para ejercer sobre él la fuerza de los animales. El punto de partida del arrastre de ganado con un carácter lúdico, organizado y competitivo aparece por primera vez en 1938, en las Fiestas del Cristo de La Laguna, llegándose, incluso, a redactar un breve reglamento. Una distinción que caracteriza el actual arrastre de ganado, y que le otorga un componente deportivo, es la de no permitirse castigar al animal. El arrastre de ganado es una modalidad deportiva consistente en la cumplimentación de un recorrido de 70 m. en el menor tiempo posible, por parte de unas reses que arrastran un peso muerto sobre una corza, con la ayuda de un boyero que se sirve de una

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vara. El concurso de arrastre de ganado es una competición entre yuntas de bueyes, toros o vacas, separados en tres categorías. En la actualidad, se realizan concursos de arrastre en las islas de Tenerife y Gran Canaria, así como exhibiciones en el resto. Levantamiento de arado Esta práctica procede de la necesidad del traslado de un lugar a otro de las artes del campo y, a su vez, de la tendencia a medirse, unida a la creencia de que la fuerza es algo bueno y beneficioso para el trabajo rural. Esta práctica es una creación, por lo que se puede considerar un juego difundido El origen de esta práctica se debe a D. Matías Hernández, agricultor de la localidad de Telde (Gran Canaria), que a principios de este siglo, en sus momentos de ocio, levantaba su propio arado. Un personaje muy destacado de la lucha canaria de su época, el Faro de Maspalomas, fue el principal difusor de esta manifestación. La difusión de este tipo de levantamiento se realizó a través de las competiciones de lucha a lo largo del Archipiélago. En los años 60, Hermenegildo Ramírez, Brazo de Hierro, también lo practicó asiduamente. Más tarde, en los años 70, el conocimiento del levantamiento del arado se generaliza, siendo practicado por algunos luchadores continuadores de la tradición. El levantamiento del arado es una prueba y demostración de fuerza, consistente en levantar un arado solamente con la intervención de los brazos hasta la vertical, mantenerlo en equilibrio y descenderlo, después, hasta la horizontal, mantenerlo de nuevo durante un tiempo, introduciendo finalmente un giro completo para mostrarlo al público. La maniobra más costosa y difícil es el descenso del arado, debido a que es necesario frenar el largo brazo de palanca que constituye este artefacto. El arado 118

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puede variar, dando lugar a diferentes tipos tanto en medida como en su peso. La medida aceptada es entre 4,25 y 4,75 metros; el peso depende de los accesorios del arado, pero algunos pueden alcanzar los 100 kilos. Se distinguen distintas partes del arado: cabeza, timón, yugo, guigar, frontiles y reja. En la actualidad, el levantamiento del arado forma parte de las fiestas de algunas localidades, sobre todo en la isla de Gran Canaria. Tablas de San Andrés Nos encontramos ante una práctica lúdica muy peculiar que se celebra, a modo de fiesta, todos los años en la localidad tinerfeña de Icod de Los Vinos. Las tablas de San Andrés es un juego de vértigo, consistente en deslizarse calle abajo sentado sobre una tabla. Recibe, en parte, su denominación por la festividad de San Andrés que coincide con esta curiosa práctica. El origen de esta manifestación pudo estar en el transporte de maderos de un aserradero que existió en la parte alta de Icod ya en el siglo XVI. Esta práctica evolucionaría a la fiesta, coincidiendo con la aparición del vino nuevo a finales de noviembre, festividad de San Andrés. También se baraja la hipótesis de la difusión de la corsa que todavía se conserva en Funchal (Madeira) y con la que se echan calle abajo. Como en la mayoría de las fiestas, el día más importante para la corrida de las tablas es la víspera. El vino nuevo es el centro de la fiesta, constituyendo el motivo de reunión y la bodega el punto de charla con los amigos que acuden a festejar el día. En Icod, las calles tradicionales para el arrastre son las de San Antonio, del Salto, el Plano y Hércules.

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La tabla tiene las dimensiones justas para ser ocupadas por el individuo sentado; el tablón es mucho mayor, pudiendo llegar a albergar a 10 ó 12 personas. El tablón puede ser incluso la hoja de una puerta antigua. Las maderas que se emplean son preferentemente de tea de pino, fundamentalmente por su dureza y resistencia. La tabla se prepara adaptándola al apoyo delantero de los pies (traviesa), limando sus aristas delanteras para evitar cualquier roce que suponga freno, cruzando traviesas para fortalecer los bordes o la parte trasera, con el fin de proteger al ocupante de posibles choques de otra tabla. Para que la tabla se deslice mejor se le echan distintas sustancias en la parte inferior, como sebo o grasa de animal, aceite o cera de vela. También se conoce otra modalidad semejante en Fuencaliente (La Palma), en la fiesta de El Pino de la Virgen, que consiste en una carrera de duelas, o tablas con forma convexa, formadas por parte de las maderas que componen un barril o tonel. Esta carrera consiste en deslizarse por una ladera de monte sobre el pinillo o pinocha. Los cacharros Esta manifestación está relacionada estrechamente con las tablas de San Andrés, pues es coincidente con la festividad de este santo y con la zona donde se realiza, Puerto de la Cruz. El origen de esta práctica es muy oscuro. Las explicaciones son fruto de la leyenda. Se cuenta que el objeto de correr cacharros era hacer ruido para ahuyentar a la langosta; también que como San Andrés era cojo, llegó «borracho» y cargado de cacharros días después a su fiesta; o que San Andrés se quedó dormido y hubo que despertarlo con el ruido de los cacharros que los niños habían colgado de sus ropas. O quizá, que para limpiar los toneles con agua salada se hacían rodar por las pendientes hasta la costa y de ahí el ruido. 120

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Esta actividad consiste en tirar de una soga o alambre a cuyo extremo se encuentran atados diferentes objetos, que varían desde latas de refrescos, hasta electrodomésticos, bañeras, chatarra... De esta manera se configura una larga serpiente de hojalata, cuyos objetos arrastrados por niños y adultos producen mucho ruido, que precisamente es lo que lo distingue. El Calabazo El calabazo es una manifestación derivada de la labor de riego de los campos y de la necesidad de salvar los desniveles de las terrazas que forma el terreno. Se denomina calabazo por el artefacto empleado para el riego, que en otro tiempo estuvo constituido por una parte de una gran calabaza que se ajustaba al final de un largo palo. Esta práctica se localiza solamente en el Valle de Aridane (La Palma). La referencia más antigua que se conoce del riego con calabazo data de 1868 en una carta registrada, teniendo constancia de que el canal de aguas donde se utiliza comenzó a construirse en 1555. A pesar de su escasa tradición como juego, no podemos sustraernos al fenómeno sociológico que representa la organización de una actividad deportiva rural surgida de las viejas pugnas circunstanciales entre las parejas de calabaceros. En cuanto al origen del calabazo, como artefacto de labor, parece tener su principal influencia en la cultura portuguesa, que tuvo cierta relevancia en La Palma. En la actualidad, esta práctica se conoce en Portugal, aunque sin carácter lúdico. La primera noticia de la práctica del calabazo con un carácter lúdico organizado es reciente. Anteriormente, se sabe del uso de 121

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la pugna puntual entre las parejas que extraían el agua, que se medían entre sí a ver quién aguantaba más. El paso de actividad de riego a juego, se origina por el celo del propio trabajo; por un lado, se trataba de regar con la mayor cantidad de agua en un tiempo limitado de riego; y, por otro, el hecho de que los calabaceros actuasen por parejas dejaba evidencia de quién no aguantaba el ritmo del otro, suponiendo esto motivo de comentarios. La técnica de ejecución es muy depurada y se divide en cuatro fases: llenado, recorrido del calabazo hasta la regadera, descarga y retroceso. En la actualidad, el calabazo está presente en las fiestas de Argual, en Los Llanos de Aridane. En los certámenes de juegos tradicionales se compite en ver quién realiza mayor número de movimientos sin derramar el calabazo, o también en llenar antes un depósito de 500 litros. La Billarda Este juego de muchachos se practica entre dos parejas, cada una de las cuales tiene un palo de un metro de longitud y cuyo instrumento de juego es la billarda, o trozo de madera de 15 a 20 cms. El espacio de juego está compuesto por dos porterías en forma de herradura de un diámetro aproximado de 80 centímetros y separadas unos 10 pasos. Los antecedentes de este juego se remontan a la Edad Media, donde era un juego estructurado y muy popular, como conocemos por el Libro de Apolonio (anónimo) y las Cántigas a la Virgen (Alfonso X el Sabio), ambas obras del siglo XIII. Por otra parte, en la versión de juego de muchachos, en la actualidad lo encontramos como juego

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tradicional en otras regiones españolas como la chirumba (Salamanca) y la toña (Aragón). Es un juego de equipo, en el cual cada jugador se empareja con un oponente, y se ubica en cada portería. Así, si en una portería se encuentra un defensor con un palo y un adversario con la billarda, en la otra portería el compañero del que posee la billarda sin nada y el adversario con otro palo. Se trata de golpear el palito que es lanzado por el oponente de enfrente y, en caso de golpearlo con la billarda, realizar carreras de ida y vuelta. Las porterías están defendidas cuando el palo se coloca en contacto con el suelo dentro de la herradura de piedras, siendo vulnerable si no existe este contacto y al intentar los poseedores de la billarda introducirla en la de enfrente, teniendo los defensores de las porterías las siguientes opciones: 1.ª Permanecer con el palo en suelo de la portería hasta un máximo de tres veces. 2.ª Golpear la billarda, con dos posibilidades: permanecer en la portería o intercambiar simultáneamente sus posiciones entre las dos porterías cuantas veces puedan, contabilizándose un punto cada vez que pican con la vara o paleta dentro de la portería contraria y propia, hasta que los poseedores de la billarda van a recogerla y consiguen introducirla en la portería lanzándola o depositándola, cambiando a continuación la posesión a la pareja contraria y contabilizándose los puntos. La partida finaliza cuando una pareja llega a doce tantos o un número estipulado de partidas. Si en algún momento la portería queda al descubierto, y el palo no se encuentra en contacto con el suelo y el jugador que posee la billarda la deposita dentro, hay cambio de papeles. 123