CONFESIONES DE MUERTE

CONFESIONES DE MUERTE La única luz de la estancia provenía del exterior, se filtraba tenuemente por las ranuras de la persiana. Con un vaso de Whiskey...
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CONFESIONES DE MUERTE La única luz de la estancia provenía del exterior, se filtraba tenuemente por las ranuras de la persiana. Con un vaso de Whiskey puro en las manos, temblando por el dolor en el alma, cerré los ojos para tratar de evitar los agrios pensamientos que tenía en aquel momento. Fue inútil. Simplemente las imágenes de aquellos a quienes había amado y perdido en los últimos meses, se materializaban en la oscuridad que producían mis párpados. Abrí los ojos nuevamente, seguro de lo que tenía que hacer, solo que no sabía el cómo debía hacerlo. ¿Cómo era que mi esposa, Dana, había tenido las agallas para terminar con su vida, y yo, que siempre me consideré inferior a ella no lograba llegar a aquel momento? La cobardía se abatía sobre mí, se aferraba a mi alma y no me permitía dar el paso final de la vida: morir. Fue en ese instante cuando me di cuenta. Me quedé quieto, con los cientos de pelos minúsculos sobre mi piel erectándose en aquel instante, permitiendo que la sangre que era conducida a raudales desde mi corazón se enfriara un poco, aumentando la sudoración que empapaba la camisa blanca y haciendo que se pegara a mi espalda. Mis pupilas se dilataron tanto, que llegue a sentir dolor, o una sensación similar, o… ya ni recuerdo bien. Lo estaba imaginando, eso era, solo imaginaba cosas por la locura producida a causa de la muerte de mi familia. Pero allí seguía, en las sombras, en la esquina más alejada de la luz que entraba por la ventana. Tras la mesa de comedor, lograba percibir la silueta de un ser y en mi cabeza sabía exactamente que se trataba de él, o de ella, no se con seguridad como decirle. Sonrío, aunque sus facciones no eran perceptibles para mis ojos mortales, pero sé que lo hizo. Dio uno o dos pasos, para luego sentarse en la silla más cercana. No recuerdo verlo realizar un movimiento para sentarse, simplemente en un instante lo vi de pie, cerré mis párpados y en el mismo instante en que los abrí, en aquella pequeña fracción de segundo, ya estaba sentado. Yo seguía sudando a raudales, temblaba aún más, pero no podía hacer nada, ni siquiera pensaba, estaba atónito, simplemente me encontraba en shock.

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¿Acaso no vas a ofrecerme un trago?

Habla, hablaba… o aún lo hace, no lo sé, todo fue tan real, pero ahora que trato de plasmarlo en palabras, es como un cuento, como una historia contada por cualquiera, de la cual pensarías que se trata de un mito o una leyenda. -

Vamos, puedes confiar en mí. Sé que no te han comido la lengua los ratones. Relájate un poco y ven a disfrutar de tu bebida mientras charlamos.

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¿Quién eres? – Aunque ya tenía la respuesta me negaba a aceptarlo. La había invocado, o lo había invocado, es confuso describirlo cuando ni siquiera sé si tiene género.

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¿Cuándo llegará el día en que alguno de ustedes me dé una bienvenida agradable? Es lo menos que puedo pedir después de todo el trabajo que tengo que hacer. Es solo que…

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Solo que en tu pequeña cabeza no puede caber otra realidad, una de la cual te has hecho creyente desde hace mucho tiempo. Cuando perdiste tu inocencia, cuando te negaste a aceptar que hay un final para los vivos, que la muerte llega sin dar aviso y que no se puede estar preparado para el momento. Tú decidiste creer en eso, creer en un paraíso terrenal después de tu muerte, pero ¿qué tanto podrías ganarte ese paraíso que se han inventado después de todo lo que has hecho?

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¿Lo que he hecho? – No sabía a qué se refería, ¿acaso la muerte te da una charla acerca de tus malos actos, sobre todo lo que debiste hacer y no hiciste?

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Sí, ya sé que eres una buena persona, que siempre estuviste pendiente de tu familia, que jamás robaste o mataste, que eres un hombre honorable y tratas de ser lo más justo posible. Todo eso está muy bien en tu cabeza, pero no en la realidad.

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Bueno yo… se que en algunas ocasiones sentí envidia, pereza, lujuria, pero somos seres humanos, si tuviéramos que seguir todos los mandamientos y dejar de hacer todo lo que supuestamente está mal, simplemente seriamos entes – Dije, decidido a aprender de esta experiencia antes que llegara el momento.

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No se trata de eso. Tienes un apartamento, un auto y artículos para el hogar dignos del millonario que eres. Tanto dinero malgastado en cada juego electrónico que tus hijos querían, en la ropa de marca, donde te cobran por un nombre y los materiales solo son un mínima parte del valor. Todas las joyas que ahora están guardadas en la cómoda de tu esposa. ¿Para qué te sirve todo eso?

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¡Pero nunca dejé de compartir con ellos, jamás deje de amarlos! – Grité indignado, no era posible que después de tanto sufrimiento, la muerte viniera a mortificarme aún más antes de darme el beso de despedida.

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Tampoco se trata de eso – Me di cuenta del tono de dolor que había en su voz, pero me costaba creer que pudiera sentir algo.

Suspiró despacio y profundo. Frotaba las yemas de sus dedos contra las palmas de las manos. Tenía la cabeza agachada y notaba la tensión en su cuerpo. El ambiente se sentía pesado a nuestro alrededor, era como si el aire aumentara su peso y fuera más complicado de respirar. La incomodidad se apoderó de mis músculos, pero tenía miedo de moverme,

temía que se enfureciera e hiciera más amargo y extenso el momento. Solo quería que tuviera piedad de mí y se llevara mi alma de una vez por todas. -

Esperaba que tuvieras la suficiente cantidad de materia gris para darte cuenta de lo que hablo. Está muy bien que quisieras mantener a tu familia a salvo y contenta, feliz en un mundo donde la infelicidad y la desgracia abundan, como abundan los granos de arena en la playa. Pero precisamente les faltó ver la realidad y tú te negaste a enseñárselo.

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Y acaso… ¿debía vender mis cosas y llevarlos a vivir en un tugurio? – Aún no entendía a que se refería.

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No. Solo habría sido necesario algo de compasión, mostrarle a tus hijos que si el dinero te sobra puedes realizar donaciones y ayudar a otros que necesitan de esa riqueza más que tú. Lo tenían casi todo, solo les faltaba la compasión, el ponerse en los zapatos de otros. Podrías haber comprado alimentos y enviarlos a la gente que sufría bajo el yugo de catástrofes naturales o guerras. Tal vez haber adoptado a un huérfano les hubiera mostrado el amor incondicional a los más débiles.

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Pero si ellos jamás se preocuparon por levantarse de donde estaban, ¿por qué tendría que ser yo el que curara sus males? Además, un solo plato de sopa no cambiaría su destino.

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¡Por supuesto que no! Pero haría más ameno un mínimo momento de sus vidas – Otro suspiro más – Sigues siendo tan egoísta. Piensas que eres el único ser humano que sería capaz de hacerlo. Pues déjame decirte que con todo el dinero que se malgasta en el mundo, se resolvería la hambruna. Si los multimillonarios no se encargaran de esclavizar a sus empleados y remuneraran su trabajo de manera adecuada, menos gente moriría diariamente en el mundo.

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No te entiendo, porque te van a preocupar los muertos si ese es tu trabajo.

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Mi trabajo es cosechar lo que puede aportarle energía al universo. Cada alma tiene un potencial de energía, si es la cantidad adecuada formará parte de la existencia nuevamente, aunque pueda ser en otras formas.

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Dana y mis hijos…

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Lo siento, pero no. Ellos son parte de los millones de seres que no tienen dónde ir, se quedan en lo que ustedes llaman “el limbo”.

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¿Están sufriendo? – Mi corazón latía tan fuerte y rápido que pensé que había llegado mi hora.

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No. No saben nada, no sienten nada, no sufren, ni son felices, ni son parte de algo, no aprenden, algo importante para un ser.

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¿Entonces esa es la misma suerte que me toca?

Me miraba fijamente o al menos eso creo que hacía. Levantó la cabeza muy despacio y cuando la tuvo justo a la altura de mi rostro, sonrío de una manera grotesca, malévola. Era como ver un personaje en una película de terror, a un asesino en el momento culmen de su acto, cuando siente la satisfacción de saber que le arrebatará la vida a otro ser humano. - Todo depende de ti, estoy aquí para negociar. -

No… entiendo – Estaba confundido, o mejor atónito por lo que estaba escuchando. ¿Se nos permitía negociar si queríamos vivir o morir en algún instante?

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Si, si has aprendido algo de lo que te he dicho, podrás cambiar tu suerte y además, la de tu familia. No soy insensible, sé lo que sienten los humanos, alguna vez fui uno y también pasé por lo que pasas ahora. Tal vez mejores tanto que termines tomando mi trabajo – Sus carcajadas eran aterradoras, era imposible que otros residentes del edificio no lo escucharan, pero seguramente no, pues nadie había golpeado en la puerta y el portero no había llamado por el citófono.

Se levantó tan rápido que no noté que estaba tras de mí luego de pronunciar esas palabras. Volteé para buscarlo y vi su arma en la mano derecha, la típica oz de la muerte. Estaba completamente aterrado, mi corazón volvía a acelerarse, la sudoración era aún más profusa y la respiración se me cortaba. No podía ser verdad, me daba la opción y ¡ni siquiera llegué a contestarle! Pero en ese momento sus palabras parecían salir de la profundidad de la tierra: -

¡No te preocupes, yo conozco la respuesta!

No era posible, iba a matarme cuando quería seguir viviendo, quería aprovechar esa segunda oportunidad, por mí, por mi esposa y por mis hijos. La oz subió rápidamente al techo de la estancia y mientras bajaba hacia mí, se oía cuando desgarraba el aire, como el sonido del papel al romperse. Mis reflejos me llevaron a ocultar mi rostro, cerrar los ojos e interponer mi brazo entre el arma y mi cuerpo. Caí hacia atrás y mi cabeza golpeó el borde de la mesa, instantáneamente perdí el conocimiento. Cuando abrí los ojos al recuperar la conciencia, la cantidad de luz en el apartamento me cegó completamente. Las persianas que estaba seguro se encontraban cerradas la noche anterior, ahora estaban completamente abiertas. Tal vez solo me había dormido en el suelo debido a la cantidad de alcohol que había bebido y la desagradable experiencia se trataba de una pesadilla. Al levantarme sentí dolor en cada uno de los músculos de mi cuerpo, la región occipital de mi cabeza no paraba de palpitar. En ese momento descubrí los vasos vacíos sobre la mesa. Estaba sorprendido y asustado, si todo había sido verdad, tal vez se me había dado una oportunidad. Pero si se había tratado de un sueño, podría prestarle atención. Sé que mi escritura ha sido un poco vaga, pero creo que describir aún más la situación no cambiaría la percepción que tienes de mi historia, una simple fantasía. Hasta este momento

nadie sabía de esto, pero hoy ocurrió algo interesante y decidí que debía compartirlo. Hace un año exactamente tuve aquella revelación, un mes después creé una organización encargada de brindar educación, alimento y un techo donde vivir a los niños huérfanos de mi país. Cuando entregábamos algunos obsequios por la terminación del año escolar, una niña de cabello castaño y ojos almendrados se acercó, me jaló de la chaqueta para que me acercara y así hablarme al oído. -

El dice que está haciendo un buen trabajo, le da las gracias por comprender aunque sea una fracción de su dolor y del nuestro – Su rostro se dirigió hacia la puerta de entrada a la estancia a unos 5 metros de donde nos encontrábamos. Allí estaba aquella sombra, no era igual que aquella noche pero comprendí inmediatamente de quién se trataba. Lo sentía en el ambiente.

La niña corrió al extremo opuesto, la miré alejarse y cuando volví la mirada a la puerta, ya no estaba. Me habría gustado darle las gracias, contarle lo feliz que era por su intervención. Pero ahora que escribo este texto he llegado a comprender que los seres humanos no solo somos egoístas entre nosotros, también lo somos con los seres que no percibimos o entendemos completamente, hemos dejado de creer en ellos, su trabajo está ahí, pero nos negamos a aceptar que existen. Somos tan egoístas que negamos su existencia.

FIN

@Peldag