COMPRENDER LA HUELGA DE HAMBRE

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EQUIPO BELGA DE JUSTICIA Y PAZ

COMPRENDER LA HUELGA DE HAMBRE Los responsables de comunidades e instituciones de iglesia han debido afrontar en estos últimos tiempos el hecho de la huelga de hambre. Se les han solicitado u ocupado locales y en muchas ocasiones cristianos que aducían motivaciones evangélicas han apelado a su solidaridad Por otra parte las cuestiones morales que plantea una acción de este tipo no son fáciles de valorar: ¿es una forma de chantaje? ¿un suicidio lento?, ¿no existe riesgo de banalización? ¿cómo valorar las motivaciones? La nota que ha redactado la Comisión «Justicia y Paz» belga intenta esclarecer en qué medida y en qué condiciones una huelga de hambre puede ser legítima e incluso portadora de valores evangélicos, previa una descripción global del fenómeno y una rigurosa precisión terminológica. Comprende la grève de la fair. Le Supplément, n. 158 ( 1986) 135-155

I. Concepto de huelga de hambre El pasado lejano ofrece escasos ejemplos. En la Alta Edad Media el derecho irlandés autorizaba al acreedor a utilizar este modo de presión contra el deudor moroso. Más tarde (s. XII) se cuenta que san Malaquías, obispo de Armagh, recurrió a ella para obtener del rey la libertad de un noble injustamente encarcelado. En el s. XVIII algunos ciudadanos americanos practicaron la huelga de hambre en el marco de las luchas por la independencia. Desde finales del siglo pasado se hace cada vez más frecuente. Son conocidas las de las sufragistas británicas en 1909 y la que llevó a la muerte al alcalde de Cork en 1920 en un contexto de reivindicación nacionalista.

Algunos ejemplos Repasemos algunos ejemplos recientes que permitan apreciar en qué ambientes se produce y qué resultados alcanza la huelga de hambre. Es inevitable evocar al inicio la figura admirable de Gandhi y sus 17 ayunos "hasta la muerte" entre 1918 y 1948. El contexto social y la personalidad del Mahatma explican sus indiscutibles éxitos políticos. En 1962, Louis Lecoin de 74 años, consiguió un estatuto para los objetores de conciencia, con una huelga de hambre que culminó cuatro años de intentos infructuosos. En 1970 un centenar de alumnos de la universidad católica de Lovaina efectuaron una huelga de hambre de 12 días para la retirada de medidas lesivas de los estudiantes extranjeros por parte del Ministerio del Interior. No cabe duda que, incluso sin obtener la revocación, causaron un fuerte impacto en la opinión pública.

EQUIPO BELGA DE JUSTICIA Y PAZ Algunos miembros de la fracción "Ejército Rojo de la Alemania Federal en 19731a efectuaron en protesta por las condiciones carcelarias. Alimentados a la fuerza o falleciendo en el intento no consiguieron ninguna mejora. El mismo año en Barcelona Lluis Xirinacs ayunó 42 días para obtener la libertad de 113 detenidos con ocasión de la reunión de la Asamblea de Catalunya. Ya en 1970-71 había ayunado para obtener verdaderas elecciones en Catalunya. En 1974 un pequeño grupo de emigrantes, amenazados de expulsión, se refugiaron para su huelga de hambre en la iglesia de los santos Juan y Nicolás en Schaerbeeck (Bruselas). A pesar de tener que abandonar Bélgica, el drama de la emigración clandestina llegó poderosamente a la opinión pública. El obispo griego católico de Jerusalén Hilarion Capucci fue arrestado por tráfico de armas en 1977. Acusando a la justicia israelita de afrentar a la nación árabe y a la iglesia efectuó una huelga de hambre. Consiguió la libertad. En mayo de 1981 un grupo de detenidos del IRA pretendieron por este mismo medio obtener el estatuto de detenidos políticos. A pesar de la duración de la huelga y del fallecimiento de 12 de ellos no obtuvieron ningún resultado. Meses antes delegados sindicales la emprendieron para salvar la empresa belga Fabelta. Después de tres semanas consiguieron algunas de las reivindicaciones. En abril de 1982 Christian Delorme, sacerdote de Lyon, Jean Costil, pastor de la iglesia reformada de Francia y el joven argelino Hamid Boukhrouma utilizaron el mismo método para impedir que los jóvenes extranjeros nacidos en Francia fueran expulsados. El momento electoral contribuyó probablemente al éxito obtenido. El año siguiente, pescadores, religiosas y religiosos, con el apoyo de sus superiores, inician en Kérala (India) una huelga de hambre para reivindicar una legislación favorable a los pequeños pescadores frente a las apetencias de las multinacionales pesqueras. Los obispos la desautorizaron y consiguieron yugular el movimiento. El 7 de julio de 1985, Miguel d'Escoto, ministro de Relaciones Exteriores de Nicaragua, inició en una iglesia de Managua una huelga de hambre por la paz, la defensa de la vida y contra el terrorismo de estado practicado por el gobierno estadounidense contra su país. Expresaron su solidaridad millares de personas en todo el mundo y entre ellas el obispo Casaldáliga. Una eucaristía concelebrada el b de agosto coronó la amplia movilización.

Descripción de los elementos A través de estos ejemplos parece posible detectar algunas constantes peculiares de la huelga de hambre: - Un medio extremo. La huelga de hambre es una respuesta extrema, ya que pone en juego la propia vida, ante una situación límite de injusticia o de intolerable inhumanidad. Cuando todo ha fracasado se pone uno mismo en la balanza.

EQUIPO BELGA DE JUSTICIA Y PAZ - Una decisión meditada. Tanto los autores como los adeptos solidarios acostumbran a reflexionar mucho antes de emprenderla, incluso con la oración y el discernimiento espiritual en ocasiones. Lo exige el compromiso personal y el mismo hecho de situarse la acción en el marco de una estrategia. - Las motivaciones. Casi siempre se ordenan a defender derechos político-sociales o económicos de gran alcance. - Los actores. Acostumbran a ser individuos o grupos socialistas restringidos. - El efecto buscado. Se pretende presionar a la autoridad mediante la conmoción y la adhesión de la opinión pública. - Condiciones para el éxito. Es preciso en primer lugar que la sociedad, en que la huelga se efectúa, sea sensible respecto al valor de los derechos humanos. En segundo lugar debe ser posible una movilización de la opinión por los medios de comunicación, lo cual supone un mínimo de libertad de expresión. Y finalmente es preciso que la sociedad en cuestión valore pero no absolutice la vida humana. Si no la valora el gesto parecerá intrascendente y si se absolutiza ni siquiera será concebible. - ¿Por qué a menudo en una iglesia? Es uno de los pocos lugares públicos posibles y se adapta al deseado papel de caja de resonancia. Es un lugar que en muchos países, de hecho o jurídicamente, plantea dificultades a la acción policial. Es un lugar sagrado que de alguna manera transmite a la acción esta categoría y ante la opinión pública al menos posee el prestigio de "lugar de asilo". La vinculación simbólica con la iglesia y las comunidades cristianas presta a la acción una especie de caución moral positiva. Y finalmente para muchos se da una cierta afinidad entre las causas que promueven una huelga de hambre y las opciones evangélicas.

La huelga de hambre, una acción controvertida en el episcopado En la iglesia católica no se ha llegado a un consenso respecto a la legitimidad ética de la huelga de hambre. Así los obispos irlandeses, sin condenarla formalmente como tal, desautorizaron la huelga de hambre de los miembros del IRA por el contexto de acciones violentas que la encuadraban. Mucho más taxativos fueron los obispos de Kérala (India) que la rechazaron en absoluto. En sentido contrario se manifestaron el obispo de Agen y el arzobispo de Lyon con motivo de la huelga de Christian Delorme, al expresar su comprensión y solidaridad respecto al fin perseguido y a la apelación a la opinión y a los poderes públicos. Igualmente el cardenal Arns testimoniaba su solidaridad a Miguel d'Escoto subrayando que su ayuno era un gesto profético que, en paralelo con el de Jesús., potenciaba la liberación humana amenazada por las tentativas de destrucción de las semillas de vida nueva sembradas por la revolución sandinista. Le suplicaba finalmente que la abandonara antes de poner su vida en peligro.

EQUIPO BELGA DE JUSTICIA Y PAZ Aparte de estas tomas de posición puntuales únicamente conocemos un trabajo global sobre la moralidad de la huelga de hambre. Se trata de la cont ribución de Mons. Matagrin a una mesa redonda en la facultad de medicina de Marsella en 1983, que ha sido fuente de inspiración de buen número de estas páginas.

Precisiones terminológicas La dificultad de un enjuiciamiento ético de la huelga de hambre deriva en gran parte de la carencia de un adecuado utillaje conceptual que evite las confusiones. Deberemos obtenerlo para distinguir claramente la huelga de hambre de las restantes abstenciones de alimento como el ayuno o la dieta. La "dieta" consiste en una abstención total o parcial de alimento. Normalmente obedece a consideraciones de salud, sin excluir en ocasiones factores estéticos, ideologías médicas o tendencias narcisistas. En este sentido se hablará en ocasiones de "régimen". El "ayuno" es una abstención total o parcial de alimentos por tiempo determinado, obedeciendo a razones religiosas, morales o de carácter simbólico. No hay que excluir a priori preocupaciones dietéticas o narcisistas. Entre las motivaciones del ayuno cabe señalar las siguientes: expresar la adscripción a una tradición religiosa que lo aconseja o impone en ciertas ocasiones; afirmar la primacía de Dios y el deseo de abrirse a El y manifestar por el hambre la carencia existencial que nos habita; la mortificación expiatoria de un vicio o una falta, buscar una purificación ritual; expresar y acompañar corporalmente una intención de conversión o arrepentimiento; sujetar las necesidades a una escala de valores; compartir con los hambrientos; expresar la solidaridad con los que pasan hambre; expresar aflicción ante la desgracia personal o colectiva; criticar la sociedad de consumo y el derroche de recursos humanos; explorar los efectos de la falta de comida sobre el carácter por curiosidad o con afán de realizar una hazaña; afirmar la fuerza de voluntad. La "huelga de hambre" es algo absolutamente distinto, tanto en sentido lato como estricto. En sentido estricto consiste en la abstención total de alimentos hasta el fin para conseguir el cese de una injusticia intolerante y escandalosa. Se acepta la posibilidad de fallecimiento con la esperanza de que antes se obtendrán las medidas que eviten tan trágico desenlace. En sentido lato es la abstención total de alimentos por un período fijado o no de antemano a fin de presionar moralmente para corregir una situación que compromete la vida de seres humanos o del mismo que practica la huelga. En este sentido lato la expresión "huelga de hambre" es ambigua. En el lenguaje corriente se le llamaría "ayuno". Pero el término sería también inadecuado ya que en el sentido usual subraya más los elementos religiosos, morales o simbólicos que los sociales de las huelgas de hambre en sentido amplio. Por ello proponemos calificar a estas huelgas de "huelgas por el ayuno".

EQUIPO BELGA DE JUSTICIA Y PAZ Estas se distinguen de la "huelga de ha mbre en sentido estricto" en que no asumen posibles riesgos irreversibles de la salud o incluso la misma muerte. Y no se debe excluir que el deterioro de la situación social pueda en ocasiones derivarlas en auténticas huelgas de hambre. En adelante reservaremos la expresión "huelga de hambre" a las huelgas en sentido estricto. Por otra parte si ambas son una práctica de lucha social, se distinguen profundamente de cualquier huelga, en cuanto comprometen la vida mucho más profunda y simbólicamente. Sitúan las razones para vivir por encima de cualquier elemento económico y se vinculan a un simbolismo de "pérdida del apetito": hay situaciones tan intolerables que quitan las "ganas de comer".

II. La huelga de hambre y la ética 1. Una sociedad que pone vidas en juego La huelga de hambre pone en peligro la salud y la misma vida del que la practica. En adelante supondremos siempre que se trata de un riesgo libre y lúcidamente asumido para defender un bien amenazado en una sociedad determinada. La pregunta más seria, especialmente desde una ética cristiana, consiste precisamente en cuestionarse "si hay derecho a poner en juego la propia vida". La respuesta a esta cuestión debe encuadrarse en el marco del riesgo en nuestras sociedades y especialmente en el riesgo de enfermedad o accidente y en el riesgo de muerte. Siempre los hombres se han arriesgado. Por supuesto en la guerra, pero también en las antiguas travesías marinas y en las múltiples maternidades de las mujeres. La sociedad industrial moderna ha multiplicado estos riesgos: trabajos peligrosos en las minas, obras públicas... en los que con frecuencia se burlan las mínimas condiciones de seguridad. Existen también los riesgos de las competiciones del motor y de los deportes. Aumentan las medidas de seguridad, pero se admite, sin excesivos reparos, que se arriesgue la vida. Unas veces lo justifica el bien común, otras el placer del deporte o la necesidad misma de ganarse la vida. Es obvio que se trata de riesgos distintos y que hay una gran diferencia entre el riesgo elegido y el que impone la sociedad. En ambos supuestos, a diferencia de la huelga de hambre, el riesgo está sujeto en mayor o menor grado al accidente o el azar. Pero se da una cierta analogía con el riesgo de vida en una actividad peligrosa. Por ejemplo el marino a vela corría grandes riesgos de perderse. Pero aceptaba este riesgo en parte por una necesidad social y en parte por la pasión de la aventura, y no parece que haya existido demasiada preocupación por averiguar si eran razones suficientes para el sacrificio de tantas vidas humanas. También muchos arriesgan su vida para salvar otras

EQUIPO BELGA DE JUSTICIA Y PAZ e incluso bienes materiales; cuando se produce, en tal caso, la muerte, se la califica de "heroica" por tratarse de una elección y un servicio al bien común y a la vida. Quien arriesga su vida en la huelga de hambre lo hace por un bien todavía más elevado: la vida y la dignidad o la sobrevivencia de un número muy grande de personas. No se puede, pues, tratar de la moralidad de la huelga de hambre, como un acto aislado del contexto de una sociedad en que ciertas personas arriesgan su vida por el bien común, que la misma sociedad pone en peligro. La conciencia social parece aceptar este riesgo si no hay más remedio y a veces lo presume con excesiva desenvoltura. Quien practica la huelga de hambre juzga asimismo que no hay más remedio fuera de la violencia o la resignación. El hecho de comprometer maduramente su libertad en su decisión ¿puede dañar o disminuir la moralidad del acto?.

2. Una acción moralmente buena, pero ¿en qué condiciones? Para decidir de la moralidad de una huelga de hambre habrá que atender a las normas del doble efecto y del mal menor. En esta perspectiva es tolerable un mal indirecto al efectuar algo bueno con tal que se pretenda y haya posibilidades de obtener mayor bien que mal. El ejemplo clásico es el de la legítima defensa. Esta norma del doble efecto puede aplicarse a las situaciones en que se arriesga la vida y asimismo análogamente a la huelga de hambre. En efecto, la muerte del que la practica es sólo una consecuencia "posible" de su acto. Por otra parte este desenlace no depende de factores puramente aleatorios, sino de elementos como el poder político, sobre los que se pueden presionar. Habrá que atender además, como en el caso de una guerra justa, a que antes de la huelga justa se hayan agotado todos los recursos y que el mal asumido no sea mayor que el que se quiere evitar, etc. En este marco se puede afirmar qué para que una huelga de hambre sea moralmente justificable deberían cumplirse las siguientes "condiciones": 1. - El objetivo perseguido debe ser moralmente bueno. Jamás se legitimaría una huelga de hambre para mantener privilegios discriminatorios. 2. - La razón de la huelga debe ser de tal gravedad que justifique arriesgar la salud e incluso la vida. El ejemplo clásico es el de nadador poco experimentado que intenta salvar a quien se ahoga. Es opinión admitida que este grado se alcanza en caso de peligro de muerte física, de muerte espiritual propia o ajena y en ciertos casos ante daños materiales y sociales decisivos. Pero en la huelga de hambre es distinto. Primero porque el riesgo de muerte es menos directo, al depender de la voluntad de otro. Y en segundo lugar, por esta razón la proporción de la causa deberá evaluarse de modo distinto: la muerte natural o moral puede revestir formas colectivas o simbólicas de suficiente entidad como para que algunos comprometan la salud y la vida para obtener un cambio en la situación. Un ejemplo sería exponerse a la muerte antes que tolerar la esclavitud.

EQUIPO BELGA DE JUSTICIA Y PAZ 3. - La huelga de hambre tiene que ser un recurso extremo cuando se hayan agotado todos los medios de persuasión o de presión. 4. - La huelga de hambre ha de conmocionar poderosamente a la opinión pública sobre derechos colectivos vulnerados ya que en esa sensibilización reside básicamente su fuerza. Habrá que discernir seriamente sobre las posibilidades de este impacto. Prescindimos por tanto del caso del individuo que asume la decisión personal de ayunar hasta la muerte antes de soportar condiciones que reputa inhumanas o indignas. 5. - Requerirá una esperanza plausible de obtener el resultado esperado. Será preciso graduar muy exactamente el riesgo, pues de ello depende en sumo grado la fuerza de la presión moral. En otras palabras: a mayor apuesta de riesgo, mayores son las posibilidades de éxito. Esta evaluación resulta más complicada que en el ejemplo del nadador antes citado. Porque ahora juegan múltiples factores difíciles de ponderar: la notoriedad y la determinación de quien arriesga; la sensibilización de la opinión pública; las posibles solidaridades y el eco en los medios de comunicación; la disposición de la autoridad y el mismo contexto cultural general. Por ello habrá que valorar muy atentamente la erosión y desgaste de una multiplicación de tal tipo de acciones, así como los éxitos y fracasos especialmente próximos en el tiempo. Y finalmente convendrá que el objetivo a conseguir sea preciso, limitado y posible en los plazos elegidos. Aun reconociendo el riesgo posible de subjetivismo e ilusión, no se puede negar a priori una posibilidad de valoración objetiva y ponderada de estos elementos. Hay que comprender además que la misma incertidumbre refuerza la presión ejercida. 6. - No puede darse incoherencia entre el pacifismo de la acción entablada y el estilo de otros comportamientos. Si estos son violentos vincularán a la huelga de hambre a la estrategia de combate y la teñirán irremisiblemente del carácter de violencia y de desprecio de la vida humana. 7 - Ya que la huelga de hambre tiene un fuerte componente social, tanto por el marco de las acciones en que se inscribe, como en general por no tratarse de un gesto individual, convendrá que se decida después de un proceso colectivo de discernimiento que respete la libertad de los que va n a emprenderla. Digamos, de paso, que estos criterios son también válidos para la moralidad de la huelga por el ayuno.

3. Algunas objeciones específicas El análisis anterior nos permitirá tratar más en concreto de algunas objeciones específicas a la huelga de hambre. Primera objeción. La huelga de hambre se opone a una ética no violenta en cuanto que se trata de una violencia que la persona ejerce contra si misma.

EQUIPO BELGA DE JUSTICIA Y PAZ A ello cabe responder que el perjuicio alcanza a la persona a través siempre de la mediación de la voluntad de otra. Revelará en todo caso, más que causará, la violencia soportada. Armoniza pues perfectamente con una ética no violenta porque excluye la violencia resistente como respuesta a la violencia soportada. Será una forma de "ofrecer la otra mejilla". Segunda objeción. La huelga de hambre es una forma de suicidio. A esta afirmación se puede oponer que la voluntad motiva no es de muerte sino de vida y que pretender la reparación de una injusticia no es buscar la muerte. Si alguien "arriesga" su vida lo hace por una razón proporcionada y no por considerarse dueño de su propia vida que es lo característico del suicidio. Tercera objeción. La huelga de hambre victoriosa favorece una creciente e intolerable atmósfera de desprecio a la ley. No se puede negar, obviamente, el aspecto "a-jurídico" que comporta, ya que el huelguista no atiende a la legalidad de su acción. Pero de ahí no se sigue que tal actitud sea siempre moralmente condenable. No se puede olvidar que hay valores superiores al respeto a la legalidad. El mismo apóstol Pedro recordaba que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Y una conducta de este tipo puede desencadenar un avance hacia una organización social más justa. Además, por la huelga de hambre, las víctimas de la injus ticia se atreven a colocarse al nivel de compañeros con sus verdugos. Y apelando a la dignidad humana rompen la espiral de violencia favorecida en ocasiones por la pasividad de las víctimas. Al oponer una fuerza moral a la injusticia, incluso al precio de sus vidas, pueden abrir una nueva plataforma de diálogo.

4. ¿Chantaje o ética de la negociación? La acusación de chantaje formulada contra la huelga de hambre merece especial cuidado. No sólo porque conviene darle respuesta adecuada sino porque nos permitirá utilizar un modelo de reflexión ética distinto a la consideración moral utilizada en el examen precedente. Después de precisar el sentido en que pueda calificarse de "chantaje" a una huelga de hambre, analizaremos fenomenológicamente, prescindiendo de consideraciones éticas, la dinámica de varios comportamientos para determinar a cuál se asimila la huelga de hambre. Finalmente los valoraremos moralmente para discernir en qué condiciones podría hablarse de chantaje y calificar de esta forma en concreto a la huelga de hambre. a) Estado de la cuestión Cuando se acusa a la huelga de hambre de ser un chantaje, no se hace en el sentido estricto de exigencia de dinero o ventaja bajo la amenaza de una imputación difamatoria o de la revelación de un escándalo, sino en el sentido amplio de obtener algo bajo la amenaza de causar, en caso contrario, molestos inconvenientes. Amenaza, como vimos, al poder público con una protesta de la opinión y sólo indirectamente con la muerte que está dispuesto a arrostrar.

EQUIPO BELGA DE JUSTICIA Y PAZ b) Descripción fenomenológica El término "chantaje" tiene el inconveniente de no ceñirse a la descripción neutral de un comportamiento sino de calificarlo moralmente en forma negativa. Por ello es preferible describir los mecanismos de ciertos tipos de comportamiento a los que se puede asimilar la huelga de hambre, prescindiendo de toda calificación ética. En una confrontación una parte puede advertir a la otra de las consecuencias lamentables que se derivarían de ciertas decisiones. Cuando el apercibimiento sea indeterminado podrá hablarse de "toque de atención" y cuando sea más concreto de "advertencia". Así p. ej. la amenaza de embargo en caso de impago de los impuestos o las previstas en los cánones 696-697 contra el religioso culpable de determinadas faltas graves. Normalmente precederán varias admoniciones antes de ejecutar la amenaza. El ultimatum consiste en la postrera advertencia previa a la actuación de quien libremente la decidió. "Si haces esto, yo responderé de esta forma"; es el caso del agente del fisco o del superior religioso antes citados. Pero en ocasiones las consecuencias anunciadas no dependen de la estricta decisión de quien las anuncia. Por ejemplo: "si todo continúa así, voy a empezar a llorar", o "si no se inician reformas sociales, van a estallar serios disturbios". En tales casos no se puede hablar propiamente de ultimatum. En un buen número de situaciones resultará difícil precisar la frontera entre las consecuencias que dependen de una decisión de las que no dependen. Si en una pareja uno de los miembros dice: "te abandonaré, si no dejas de beber", a primera vista parece comunicar que decidirá libremente el momento de abandonar al compañero. Pero en muchos casos no significará otra cosa que la convicción de que fatalmente va a acontecer este desenlace, aunque en un momento determinado, va a tomar la resolución de hacer las maletas. Después de estas precisiones es obvio que la huelga de hambre reviste las características del ultimátum. Es la última de una serie de acciones y advertencias a la autoridad de que se está dispuesto a prescindir del alimento hasta el fallecimiento si no se efectúan ciertos cambios y por tanto a entablar una prueba de fuerza apoyándose en el valor de la opinión pública. c) Calificación ética Valoremos a continuación éticamente estos comportamientos para precisar hasta qué punto se les puede calificar de "chantaje". Hay que distinguir en primer lugar las advertencias moralmente. justificables de las que no lo son. Sólo estas últimas pueden ser denominadas como "chantaje". Al no disponer de un calificativo paralelo propio de las justificables, deberemos limitarnos a describirlas y otorgarles una valoración moral positiva. Una vez formulada esta precisión previa veamos las condiciones que legitiman moralmente los ultimatums y las advertencias. La principal parece ser que tales acciones tiendan a crear una plataforma de diálogo y negociación donde, sin ellas, sólo cabría el

EQUIPO BELGA DE JUSTICIA Y PAZ recurso a la violencia. Consideremos un caso concreto: un matrimonio que "no funciona", próximo a la ruptura. Cabe mantener latente la tensión hasta que estalle. Pero cabe la posibilidad de que uno de los miembros formule un ultimatum, por ejemplo que si el otro no deja de beber, pedirá el divorcio. Tal amenaza sería un "chantaje" si pretendiera crear una dependencia ilegítima en la pareja, pero no si pretende sólo advertir lo que va a ocurrir para que su pareja se plantee seriamente cómo actuar. Lo mismo diríamos si en una situación social tensa se advierte que en caso de seguir igual, estallarán hue lgas. No hay "chantaje" aunque se dé un elemento de confrontación cerrada. De hecho en situaciones sociales difíciles, las advertencias y ultimatums pueden jugar un importante papel en orden a abrir un diálogo ante el temor de lo que va a ocurrir si no se entabla. La calificación de "chantaje" a todo ultimatum puede ser muy negativa al eliminar toda posibilidad de diálogo y negociación. Y puede propiciar la ruptura de hecho antes de haberla siquiera sospechado. Por el contrario, el ultimatum al advertir de la posibilidad de ruptura, hace posible evitarla. El preaviso de huelga tiene esta finalidad. Y, en contra de una opinión extendida, el ultimatum puede hacer posible una situación más justa. En cambio, cuando por un falso ideal de armonía, se renuncia a asumir la confrontación que significa un ultimátum, pueden originarse rupturas o conflictos mucho más lamentables. En ocasiones el ultimatum libera el proceso de ruptura de una dinámica de fatalidad impersonal. La apertura de un conflicto latente puede evitar el estallido que habría ocurrido ineluctablemente, aunque nadie lo hubiera decidido. Desde luego, no será raro que en tales casos una parte acuse de "chantaje" a la que ha dado el ultimatum, aunque sólo haya aflorado a la superficie el problema que ya existía. Pero es evidente que tal acusación forma parte de la estrategia de aquel que se beneficia más fácilmente de la situación establecida. Por otra parte no es raro que los poderes constituidos califiquen de esta forma el cuestionamiento de su autoridad. Con mucha facilidad se inviste de una connotación ética positiva a la advertencia de la autoridad legítima y al contrario se acusa fácilmente de "chantaje" a la que procede de grupos y personas desprovistas de poder.

5. La huelga de hambre, ¿un chantaje? Si aplicamos los criterios comentados a la huelga de hambre, vemos que no se la puede calificar de "chantaje" excepto si buscara una confrontación injusta de los litigantes. Esto sucederá evidentemente en caso de protesta contra injusticias menores, desproporcionadas con el medio elegido para combatirlas. Por otra parte calificarla de ultimatum no zanja la cuestión ética. Pues advertir a la otra parte de las consecuencias de una ausencia de diálogo puede originar una dinámica que culmine en una negociació n válida. No podrá pues ser tachada de "chantaje" excepto en los casos en que sea indefendible de acuerdo con los criterios antes indicados. A modo de recapitulación digamos que no se podrá tachar a la huelga de hambre de "chantaje" si quien la inicia: se compromete con la máxima libertad posible; se apoya en la fuerza moral; no se resigna a una ruptura "fatal"; la vive con la ambición de llegar a

EQUIPO BELGA DE JUSTICIA Y PAZ una negociación; busca propiciar situaciones más justas y la entabla por razones proporcionadas.

III. La huelga de hambre, ¿un camino evangélico? La huelga de hambre puede desbordar el ámbito de los medios de lucha no- violenta, para convertirse en un "comportamiento profético" culminación de una exigencia espiritual interior, como una llamada particular, no necesariamente individual. Desde esta óptica la cuestión se abre a "nuevos criterios", no excluyentes de los antes enunciados.

1. Coherencia global de la huelga de hambre con los valores evangélicos Supone, en efecto: - una conciencia profunda de la dignidad de la persona y de sus derechos por encima de la vida biológica; - una honda reacción, que llega hasta no poder vivir, frente a una vulneración de los derechos humanos más elementales; - la convicción de que la injusticia no obedece a una fatalidad ineluctable sino al pecado humano y por tanto cabe su eliminación; - la esperanza de que antes de la muerte la situación injusta cesará y volverá a tener sentido vivir; - una posición determinada y absoluta a combatir lo intolerable al precio de la propia vida; - el respeto al adversario, a quien se ofrece una salida; - el contenido moderado y realista de las reivindicaciones; - el previo recurso a todos los medios que pudieran conseguir el éxito.

2. El juicio espontáneo de la conciencia cristiana o "sensus fidelium" En efecto, la conciencia cristiana descubre espontáneamente en la huelga de hambre, como en otras conductas en que se arriesgue generosamente la vida, un aliento de espiritualidad, un servicio de caridad y una voluntad de apostolado. Lo descubre en las clarisas que, por afán ascético, aceptan vivir en conventos sin calefacción, lo cual desde luego, es un peligro para la salud y para la misma vida. O en los misioneros de África, de hace unos años, que corrían un elevadísimo riesgo de morir en el plazo de 5 años. O en la aventura de quienes, como el P. Damián, no encontraron

EQUIPO BELGA DE JUSTICIA Y PAZ otro sistema de ayudar a ciertos enfermos que compartir su suerte. La lógica del amor hizo que ninguno de ellos se preguntara si su entrega era un suicidio. En nuestros días hay franciscanos qué comparten la vida de los sin techo, duermen en la calle, o se alimentan de comida en malas condiciones, lo que sin duda representa una agresión a su salud. Asimismo la huelga de hambre causa un impacto moral y espiritual en quien la practica y en los testigos. Incluso si fracasa es un. admirable testimonio en favor de la dignidad de la persona humana y de valores poco apreciados por la sociedad.

3. El grado de afinidad entre este tipo de acción y el corazón del evangelio Muchos encuentran una profunda coherencia entre esta práctica y los valores promovidos por Jesucristo. Al no responder a la injusticia con la violencia, quien se compromete en una huelga de hambre, subraya simbólicamente el carácter mortífero de la injusticia, asumiéndola sobre sus espaldas. Con ello reivindica ante la sociedad entera el olvidado vínculo comunitario, manifestando que la muerte de otro es la destrucción propia. Además cuando la huelga se hace en interés del otro o del grupo del que se forma parte parece que se ofrece aquella solidaridad hasta el don de la vida que el evangelio entiende como culminación suprema del amor: "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos" (Jn 15,13). Finalmente el impacto pretendido se asemeja al sufrimiento del "inocente": que estrecha la solidaridad de las víctimas entre sí y no permite a los responsables ignorar su vinculación con los sufrimientos de los oprimidos en la vida y en la muerte. En efecto, quien se sacrifica representa simbólicamente lo humano: "Aquí tenéis al hombre" (Jn 19,5). Y les remite a sí mismos: "mirarán al que traspasaron" (Jn 19,37) o a la paráfrasis de Lc 23,48: "Y todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho". Y ante los ojos surge la figura del siervo sufriente de Isaías, del que se escribió: "iY con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba!" (Is 53,4).

4. Una huelga de hambre tiene una dimensión espiritual El ejemplo de Gandhi, que merece un respeto universal, pone de relieve toda la perspectiva espiritual y de plegaria que enmarca este comportamiento. La calidad espiritual de este compromiso interpela nuestra conciencia y nos impide un juicio negativo excesivamente apresurado o una asimilación demasiado fácil a conductas infrahumanas o inhumanas. Es evidente que no podrá desvincularse una huelga de hambre de la vida global de quien la inicia. Más en concreto, para el creyente implica una preparación marcada por el discernimiento y la plegaria.

EQUIPO BELGA DE JUSTICIA Y PAZ Resumen final Una aproximación a la huelga de hambre, por su novedad y complicación, exigía previamente una clarificación conceptual y terminológica. Por ello hemos distinguido la "huelga por el ayuno", término que esperamos adquiera carta de ciudadanía, de la "huelga de hambre" propiamente dicha, en que se centra exclusivamente el estudio. Para el juicio de valor hemos utilizado dos vías: una ética y otra espiritual. La primera ha tendido a su objeto por tres caminos distintos: la ha situado en un contexto social en que se arriesga la vida; le ha aplicado los principios de la moral clásica y ha evaluado, finalmente, el poder liberador y dialogante de la huelga en una situación bloqueada. La aproximación espiritual ha escogido un tono más positivo, procurando rebasar las categorías de permitido y prohibido, para reflexionar en términos de llamada y sobre los valores puestos en juego. Al concluir este examen, a pesar del riesgo real de banalización, creemos que en las condiciones enumeradas, la huelga de hambre puede ser un acto moralmente laudable e incluso revestir una significación auténticamente evangélica. Tradujo y condensó: JOSEP M. ª ROCAFIGUERA