CITAS DE LA SAGRADA ESCRITURA

52. Eucaristía 1. Cuando llego la hora se puso a la mesa; y los apóstoles con Él. Y díjoles: Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros a...
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52. Eucaristía 1. Cuando llego la hora se puso a la mesa; y los apóstoles con Él. Y díjoles: Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer, porque os digo que no la comeré más hasta que sea cumplida en el reino de Dios. Tomando el cáliz, dio gracias y dijo: Tomadlo y distribuidlo entre vosotros; porque os digo que desde ahora no beberé del fruto de la vid hasta que llegue el reino de Dios. Tomando el pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: Este es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en memoria mía. Asimismo el cáliz, después de haber cenado, diciendo: Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros (Lc 22, 14-20). El ritual judío permite que, incluso después de comer el cordero, sigan los comensales comiendo y hablando. Así debió ocurrir también en esta Ultima Cena de Jesús. Los discípulos esperan la señal de levantarse y entonar las oraciones finales. Y es ahora, mientras estaban cenando (Mt y Mc) todavía, muy probablemente al final, cuando Jesús se recoge en su interior, toma esa actitud trascendente que los Apóstoles conocen bien, guarda silencio unos momentos y realiza la institución de la Sagrada Eucaristía. Es difícil situarnos en el clima de intimidad y de amor en el que se efectúa este inefable prodigio. «Todos los modos de decir resultan pobres, si pretenden explicar, aunque sea de lejos, el misterio del Jueves Santo. Pero no es difícil imaginar en parte los sentimientos del Corazón de Jesucristo en aquella tarde, la última que pasaba con los suyos, antes del sacrificio del Calvario. »Considerad la experiencia, tan humana, de la despedida de dos personas que se quieren. Desearían estar siempre juntas, pero el deber--el que sea--les obliga a alejarse. Su afán sería continuar sin separarse, y no pueden. El amor del hombre, que por grande que sea es limitado, recurre a un símbolo: los que se despiden se cambian un recuerdo [...]. »Lo que nosotros no podemos, lo puede el Señor. Jesucristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, no deja un símbolo, sino la realidad: se queda Él mismo. Irá al Padre, pero permanecerá con los hombres. No nos legará un simple regalo que nos haga evocar su memoria, una imagen que tienda a desdibujarse con el tiempo [...]. Bajo las especies del pan y del vino está Él, realmente presente: con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad» (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 83). Se nos da para fortalecer nuestra esperanza, para despertar nuestro recuerdo, para acompañar nuestra soledad, para socorrer nuestras necesidades, y como testimonio de nuestra salvación y de las promesas contenidas en el Nuevo Testamento. «Amorosamente preocupado por el futuro de su Iglesia, y ya a las puertas de su pasión y de su muerte, no hacía otra cosa sino encomendar y ordenar las cosas de modo que no faltase nunca ese pan hasta el fin del mundo» (L. DE LA PALMA, La Pasión del Señor, p. 27). Porque Jesús no se limitó en su cena última a consagrar el pan y el vino, sino que dio a sus discípulos potestad para repetir el portento con sus propias manos, con su propia boca, hasta la consumación de los siglos. Haced esto en memoria mía (Lc 22, 19; 1 Cor 2, 24). Junto con la Eucaristía, que ha de durar hasta que el Señor venga (1 Cor 2, 26), instituye el sacerdocio. Jesús se da a Sí mismo, se entrega sin límites a los hombres: Este es mi cuerpo, que es entregado por vosotros. Toda Su vida ha sido una donación continuada, porque el Hijo del hombre no vino sino para dar su vida (cfr. Mt 20, 28) y ahora ha llegado la hora de la consumación. San Pablo describirá muchas veces su muerte en la Cruz con estas simples palabras: Se dio a sí mismo, se entregó (cfr. Gal 1, 4; 2, 20; Ef 5, 2; 1 Tim 2, 6; Tit 2, 14). 1

2. La Sagrada Eucaristía contiene al mismo Cristo que nació, vivió, murió y resucitó. Los demás sacramentos sólo existen como tales mientras se administran, en la Eucaristía está presente Cristo mientras duran las especies sacramentales; mientras los restantes sacramentos son directamente eficaces para las personas que los reciben, de la Eucaristía se beneficia toda la Iglesia. La necesidad de este sacramento la expresó el Señor en el discurso de Cafarnaún: En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros. El que come m i carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré en el último día (Jn 6, 53-55). 3. Jesús se queda con nosotros para siempre en la Sagrada Eucaristía con una presencia personal y sustancial. Jesús es el mismo en el Cenáculo y en el Sagrario. En aquella noche los discípulos habían gozado de la presencia palpable de Jesús, que se había entregado a ellos en la intimidad del Cenáculo: había estado a su disposición solicito y emotivo para todos. Su presencia en aquellos momentos era de un valor excepcional para ellos: la del Amigo que se despide para siempre de sus íntimos. Pero Jesús se queda. En el Cenáculo y en el Sagrario está igualmente presente. En la Sagrada Eucaristía se contiene verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre, juntamente con el alma y la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y, por consiguiente, Cristo entero. Se dice, además, que es presencia real permanente el modo de presencia del Señor en la Sagrada Eucaristía porque, acabada la Santa Misa, queda el Señor en cada una de las formas y partículas consagradas no consumidas. La afirmación contraria es herética (Dz 886). Vamos ante el Sagrario y nos encontramos de nuevo con Él, y nos ve y nos reconoce. Podemos hablarle, como hacían sus discípulos, y contarle lo que nos ilusiona y nos preocupa. Y siempre encontraremos a Jesús atentísimo hacia lo nuestro. Jamás encontraremos un oyente tan atento, tan bien dispuesto para lo que le contamos o pedirnos.

4. Ya que se quedó con nosotros, hemos de aprender a tratarle, especialmente en la Sagrada Comunión. «No asista, pues, ningún Judas. Si alguno no es discípulo, retírese: no se admite a los tales a la sagrada mesa. Con mis discípulos--dice--celebro la pascua (Mt 26, 18). Esta es la misma mesa que aquélla. Porque no es que Cristo prepara aquélla y el hombre ésta, sino entrambas Cristo. Este es aquel Cenáculo en que entonces estaban y de donde salieron al monte de los Olivos. Ningún inhumano se acerque, ningún cruel y sin compasión, ninguno en absoluto que esté manchado. »Esto os lo digo a vosotros, los que comulgáis, y a vosotros, los que administráis la comunión. Porque es preciso hablaros también a vosotros para que distribuyáis estos dones con mucha diligencia. No es os reserva pequeño castigo si, sabedores de la maldad de alguno, le permitís participar en esta mesa. ¡Aunque sea jefe militar, aunque sea prefecto, aunque sea el mismo que se ciñe la diadema, si se acerca indignamente, apártale; mayor potestad tienes que él!» (SAN JUAN CRISOSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 82).

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El mismo santo autor exhortaba a los primeros cristianos a recibir la Sagrada Eucaristía con las debidas disposiciones, recordándoles las fuertes palabras de San Pablo: «Porque quien come —dice—y bebe indignamente del Señor, su condenación se come y se bebe (1 Cor 11, 29). Si, pues, los que manchan la púrpura imperial son castigados lo mismo que los que la rasgan, ¿qué hay de extraño en que los que reciben el cuerpo de Cristo con impura conciencia sufran el mismo suplicio que los que le desgarraron con los clavos?» (Hom. sobre S. Juan, 46). Y concretamente la Iglesia ha enseñado siempre con claridad que «nadie debe acercarse a la Sagrada Eucaristía con conciencia de pecado mortal, por muy contrito que le parezca estar, sin preceder la Confesión sacramental» (CONC. DE TRENTO Ses. XIII, cap. 7, c. 11: Dz 880, 8937). Y luego, una esmerada preparación interior: «El que se acerca a este sacramento ha de estar también movido por la oración, pues nadie debe llegar a él con un corazón tibio...» (SAN BUENAVENTURA, De Sanctissimo Corpore Christi), pues el Señor espera de nosotros recogimiento, actos de fe (creo, firmemente, que estás ahí...), de humildad (Señor, yo no soy digno...), de amor (Señor, tú sabes todas las cosas, tú sabes que te amo: Jn 21, 17) y alegría interior porque vamos a estar con Jesús. Junto a estas disposiciones interiores, y como manifestación externa, están las del cuerpo: el ayuno prescrito por la Iglesia, las posturas, el modo de vestir... 5. Igualmente hemos de cuidar con esmero todas las manifestaciones de piedad eucarística con que la Iglesia, a lo largo de los siglos, nos ha enseñado a tratar a Jesucristo en este Sacramento: visitas al Santísimo, genuflexiones llenas de fe y de amor, procesiones, exposiciones... Da pena pensar en el abandono en que los hombres dejamos a veces al Señor, a pesar de que Él quiso quedarse en la Sagrada Eucaristía precisamente porque le necesitamos. Por eso le adoramos, le agradecemos que se haya quedado entre nosotros, le pedimos perdón por nuestras infidelidades y olvidos, y queremos desagraviarle por nuestros pecados y por tantos que le ofenden o que no le conocen. Por quienes pasan por delante de una iglesia sin acordarse de que muy cerca está Cristo.

CITAS DE LA SAGRADA ESCRITURA Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Quien comiere de este pan, vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi misma carne para la vida del mundo. Jn 6, 51-52. Mi carne verdaderamente es comida, y mi sangre verdaderamente es bebida. Quien come mi carne y bebe mi sangre en mí mora y yo en e1 Jn 16, 56-57. Estando cenando, tomó Jesús el pan, y lo bendijo, y partió y diósele a sus discípulos, diciendo: Tomad y comed, éste es mi cuerpo. Y tomando el cáliz dio gracias, y se lo dio diciendo: Bebed todos de él, porque ésta es mi sangre del Nuevo Testamento. Mt 26, 26-28; Mc 14, 22-24; Lc 22, 19-20; 1 Cor 11, 24-26. Quien comiere este pan o bebiere e1 cáliz del Señor indignamente, reo será del cuerpo y de la sangre del Señor [...], porque quien le come y bebe indignamente se traga y bebe su propia condenación. 1 Cor 11, 27-29. Si no comiereis la carne del Hijo del hombre y no bebiereis Su sangre no tendréis vida en vosotros. Jn 6, 54. Trabajad para tener no tanto el manjar que se consume, sino el que dura hasta la vida eterna, el cual os dará el Hijo del hombre. Jn 6, 27. 3

He venido para que tengan vida y la tengan en más abundancia. Jn 10, 10.

SELECCION DE TEXTOS Sacrificio y Sacramento 2093 Jesús quiso que la inmensidad de este amor quedase grabada en lo más profundo del corazón de los creyentes. Por eso, en la última Cena, después de celebrar la Pascua con sus discípulos y a punto de pasar de este mundo al Padre, instituyó este sacramento como memorial perpetuo de su Pasión, como realización de las antiguas figuras, como el mayor milagro que había hecho y el mayor consuelo para aquellos que dejaría tristes con su ausencia (SANTO TOMAS, Sermón para la fiesta del Cuerpo de Cristo). 2094 La Iglesia católica rinde este culto latréutico al Sacramento Eucarístico, no sólo durante la Misa, sino también fuera de su celebración, conservando con la máxima diligencia las hostias consagradas, presentándolas a la solemne veneración de los fieles cristianos, llevándolas en procesión con alegría de la multitud del pueblo cristiano (PABLO VI, Mysterium Fidei, 3l-10-1965). 2095 Y con la Sagrada Eucaristía, sacramento--si podemos expresarnos así--del derroche divino, nos concede su gracia, y se nos entrega Dios mismo: Jesucristo, que está realmente presente siempre --y no sólo durante la Santa Misa--con su Cuerpo, con su Alma, con su Sangre y con su Divinidad (J. ESCRIVA DE BALAGUER Es Cristo que pasa, 80). 2096 Tenemos con nosotros el «pan de los peregrinos», el sacramento del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, que se nos ofrece como fuente inagotable, para sacar de ella fuerza, serenidad, confianza en cada momento de la existencia (JUAN PABLO II, Hom. Roma, 11-2-1981). Presencia real y substancial de Jesucristo en la Sagrada Eucaristía 2097 Si alguno negare que en el santísimo sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real y substancialmente el cuerpo y la sangre, juntamente con el alma y la divinidad, de nuestro Señor Jesucristo y, por tanto, Cristo entero, sino que dijere que sólo están en él como en signo o en figura, o por su eficacia, sea anatema (CONC. DE TRENTO, Cánones sobre la S. Eucaristía, Sesión XIII, cap. 8; Dz 1651). 2098 Tal presencia se llama real, no por exclusión, como si las otras no fueran reales, sino por antonomasia, porque es también corporal y substancial, pues por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro (PABLO VI, Mysterium Fidei, 3I-10-1965). 2099 Lo que nosotros no podemos, lo puede el Señor. Jesucristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, no deja un símbolo, sino la realidad: se queda Él mismo. Irá al Padre, pero permanecerá con los hombres. No nos legará un simple regalo que nos haga evocar su memoria, una imagen que tienda a desdibujarse con el tiempo, como la fotografía que pronto aparece desvaída, amarillenta y sin sentido para los que no fueron protagonistas de aquel amoroso momento. Bajo las especies del pan y del vino está Él, realmente presente: con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 83).

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2100 Es preciso adorar devotamente a este Dios escondido: es el mismo Jesucristo que nació de María Virgen; el mismo que padeció, que fue inmolado en la Cruz; el mismo de cuyo costado traspasado manó agua y sangre (J. ESCRIVA DE BALAGUER Es Cristo que pasa, 84). 2101 Se mantienen alejados de la Eucaristía y de la oración (los docetas), por no confesar que la Eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo, la que padeció por nuestros pecados, la que el Padre en su bondad ha resucitado (SAN IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a los de Esmirna, 7). 2102 ¿Por qué tratas tú irrespetuosamente al sacramento tremendo (venerando)? ¿No sabes que en el momento en que el sacramento viene al altar se abren arriba los cielos y Cristo desciende y llega, que los coros angélicos vuelan del cielo a la tierra y rodean el altar donde está el santo sacramento del Señor y todos son llenos del Espíritu Santo? [...]. Por eso vosotros, sacerdotes, vosotros los ministros y los dispensadores del santo sacramento, acercaos con temor, custodiadlo con ansia, administradlo santamente y servidle con esmero (JUAN MANDAKUNI, Homilías, 1. c., pp. 224-225). 2103 Este cuerpo que consagramos procede y es de la Virgen [...]; verdadera carne de Cristo era la que fue crucificada, la que fue sepultada: por consiguiente, verdaderamente es el sacramento de aquella carne (SAN AMBROSIO. Sobre los misterios, 53). 2104 Esto que hay en el cáliz es aquello que manó del costado, y de ello participamos (SAN JUAN CRISOSTOMO, Hom. 24 sobre la lª Epístola a los Corintios). 2105 El Cristo eucarístico se identifica con el Cristo de la historia de la eternidad. No hay dos Cristos, sino uno solo. Nosotros poseemos, en la Hostia, al Cristo de todos los misterios de la Redención: al Cristo de la Magdalena, del hijo pródigo y de la Samaritana, al Cristo del Tabor y de Getsemaní, al Cristo resucitado de entre los muertos, sentado a la diestra del Padre [...]. Esta maravillosa presencia de Cristo en medio de nosotros debería revolucionar nuestra vida [...]; está aquí con nosotros: en cada ciudad, en cada pueblo [...] (M. M. PHILIPON, Los sacramentos en la vida cristiana, p. 116). 2106 Confesión de fe que la Iglesia pidió a Berengario en el siglo XI: «Yo, Berengario, creo en mi corazón y mis labios confiesan: que el pan y el vino que se ponen en el altar, por el misterio de la declaración sagrada y de las palabras de nuestro Redentor, se convierten sustancialmente en la carne verdadera, propia y vivificante y en la sangre de Jesucristo, Nuestro Señor; que después de la consagración está el verdadero cuerpo de Cristo, que nació de la Virgen y que fue colgado de la Cruz, ofrecido por la salvación del mundo, que está sentado a la derecha del Padre, así como la verdadera sangre de Cristo que salió de su costado; que todo eso se hace no sólo en símbolo y en virtud espiritual del Sacramento, sino en la realidad propia de la naturaleza de las cosas, y en la verdad de su sustancia, como está escrito en esta nota, como os he leído y como lo comprendéis. En eso creo, y no daré ninguna enseñanza más contra esta creencia. A eso me ayuden Dios y los santos Evangelios de Dios» (Dz, 335). La transubstanciación 2107 Antes, pues, que se realice la consagración, el pan es pan; pero cuando sobre él descienden las palabras de Jesucristo, que dice: «Esto es mi cuerpo», el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo (S Agustín. Trat. Evang. S. Juan, 27).

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2108 Después de la consagración del pan y del vino, se contiene verdadera, real y substancialmente nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y hombre, bajo la apariencia (especie) de aquellas cosas sensibles. Porque no son cosas que repugnen entre sí que el mismo Salvador nuestro esté siempre sentado en el cielo a la diestra de Dios Padre, según su modo natural de existir, y en muchos otros lugares esté sacramentalmente presente en su substancia, según un modo de existir que si bien apenas podemos expresar con palabras, sin embargo con pensamiento ilustrado por la fe podemos alcanzar que es posible a Dios, y debemos creerlo siempre y de modo constante (CONCILIO DE TRENTO, Denz. Schon., 1636). 2109 El cuerpo está verdaderamente unido a la divinidad, el cuerpo nacido de la Santísima Virgen: no porque el mismo cuerpo encarnado descienda del Cielo, sino porque el mismo pan y vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo (SAN JUAN DAMASCENO, Sobre la fe ortodoxa, 4, 14). 2110 Cristo no se hace presente en este Sacramento sino por la conversión de toda la substancia del pan en su cuerpo y de toda la substancia del vino en su sangre; conversión admirable y singular, que la Iglesia católica justamente y con propiedad llama transubstanciación (PABLO VI, Mysterium Fidei, 3l-10-1965). 2111. Adoctrinados y llenos de esta fe certísima, debemos creer que aquello que parece pan no es pan, aunque su sabor sea de pan, sino el cuerpo de Cristo; y que lo que parece vino no es vino, aunque así le parezca a nuestro paladar, sino la sangre de Cristo (SAN CIRILO DE JERUSALÉN, Catequesis, 22, 1). 2112 Una vez terminadas las grandes y admirables preces, el pan se hace cuerpo y el cáliz sangre de Nuestro Señor Jesucristo (SAN ATANASIO, Sermón a los bautizados). 2113 Y dijo en modo demostrativo: Este es mi cuerpo y ésta es mi sangre, para que no pienses que las cosas que aparecen son una figura (tipo), sino que por algo inefable del Dios Omnipotente las oblaciones son realmente transformadas en el cuerpo y en la sangre de Cristo; y nosotros, al participar de ellos, recibimos la fuerza vivificadora y santificadora de Cristo (SAN CIRILO DE ALEJANDRIA Coment. sobre S. Mateo). 2114 El pan, antes de la consagración, es un pan ordinario; pero cuando se le consagra, se convierte y se llama Cuerpo de Cristo (SAN GREGORIO DE NISA, Sermón sobre el Bautismo). 2115 Este es mi cuerpo, dice (el sacerdote). Esta palabra transforma las cosas ofrecidas (SAN JUAN CRISOSTOMO, Hom. sobre el Bautismo del Señor). 2116 El pan al principio es ordinario, pero una vez que el misterio lo consagra, se dice y se hace cuerpo de Cristo (SAN GREGORIO DE NISA Hom. sobre el Bautismo del Señor). 2117 (Referido a la Consagración). Es mayor la fuerza de la bendición que la de la naturaleza, porque por la bendición incluso la misma naturaleza se cambia (SAN AMBROSIO, Sobre los misterios, 50). 2118 Este pan, antes de las palabras de la consagración es pan común; pero cuando se le consagra, el pan se convierte en carne de Cristo (SAN AMBROSIO Sobre los Sacramentos, 4, 4). La Sagrada Eucaristía y la Redención 2119 No existe verdaderamente nada más útil para nuestra salvación que este sacramento en que se purifican los pecados, aumentan las virtudes y se encuentra la abundancia de todos los carismas espirituales. Se ofrece en la

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Iglesia en provecho de todos, vivos y muertos, porque fue instituido para la salvación de todos los hombres (SANTO TOMAS, Sermón para la fiesta del Cuerpo de Cristo). 2120 Este sacramento contiene todo el misterio de nuestra salvación; por eso se celebra con mayor solemnidad que los demás (SANTO TOMAS, Suma Teológica, 3, q. 83, a. 4). 2121 Es el sacramento de la pasión del Señor y de nuestra redención (TERTULIANO, Epístola 63). 2122 La presencia de Jesús vivo en la Hostia Santa es la garantía, la raíz y la consumación de su presencia en el mundo (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 102). Efectos de este Sacramento 2123 Jesús en el Sacramento es esta fuente abierta a todos, donde siempre que queramos podemos lavar nuestras almas de todas las manchas de los pecados que cada día cometemos (SAN ALFONSO Ma DE LIGORIO, Visitas al Santísimo Sacramento, 20). 2124 En la santísima Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, a saber, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan vivo por su carne, que da la vida a los hombres, vivificada y vivificante por el Espíritu Santo (CONC. VAT. II, Decr. Presbyterarum Ordinis, 5). 2125 El efecto que este sacramento produce en el alma de quien lo recibe debidamente es la unión del hombre con Cristo. Y puesto que por la gracia el hombre es incorporado a Cristo y unido a sus miembros, es lógico que por este sacramento se aumente la gracia de quienes lo reciben dignamente. Todos los efectos que el alimento y la bebida materiales producen sobre la vida del cuerpo: sustento, crecimiento, reparación y placer, este sacramento los produce para la vida espiritual (CONC. DE FLORENCIA, Decr. Pro Armeniis). 2126 Quiere Él, para el bien de las criaturas, que su cuerpo, su alma y su divinidad se hallen en todos los rincones del mundo, a fin de que podamos hallarle cuantas veces lo deseemos, y así en Él hallemos toda suerte de dicha Y felicidad. Si sufrimos penas y disgustos, Él nos alivia y nos consuela. Si caemos enfermos, o bien será nuestro remedio, o bien nos dará fuerzas para sufrir, a fin de que merezcamos el cielo. Si nos hacen la guerra el demonio y las pasiones, nos dará armas para luchar, para resistir y para alcanzar victoria. Si somos pobres, nos enriquecerá con toda suerte de bienes en el tiempo y en la eternidad (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el Jueves Santo). 2127 Es medicina de inmortalidad, antídoto para no morir, remedio para vivir en Jesucristo para siempre (SAN IGNACIO DE ANTIOQUIA, Epístola a los Efesios, 90). Jesucristo se contiene en cada una de las sagradas especies 2128 Debe saberse, sin embargo, que todo Jesucristo se contiene en cada una de las especies; bajo la especie de pan se contiene también la sangre con el cuerpo, y bajo la especie de vino se contiene el cuerpo con la sangre (SANTO TOMÁS, en Catena Aurea, vol. III, p. 291). 2129 El sacerdote realiza este sacramento hablando en nombre de Cristo. En virtud de las palabras, la sustancia del pan se cambia en el cuerpo de Cristo y la sustancia del vino en su sangre. De tal modo, no obstante, que Cristo entero se halla bajo la especie del pan y entero bajo la especie de vino; Cristo está contenido en toda porción de hostia y de vino consagrados, después de la separación de las especies (CONC DE FLORENCIA, Decr. Pro Armeniis).

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2130 Esta costumbre (la de comulgar bajo una sola especie) con razón fue introducida para evitar algunos peligros y escándalos. Aunque en la Iglesia primitiva los fieles recibían la comunión bajo las dos especies, más tarde ha sido recibida bajo las dos especies por los que celebran, y bajo una sola por los laicos. Hay que creer con toda firmeza y no se puede dudar de ninguna manera que el cuerpo y la sangre de Cristo en su integridad están realmente presentes tanto bajo la especie de pan como bajo la de vino (CONC DE CONSTANZA Decr. Sobre la Comunión bajo una sola especie). La Sagrada Eucaristía, una especial manifestación del amor de Dios hacia los hombres 2131 Siendo el pan una comida que nos sirve de alimento y se conserva guardándole, Jesucristo quiso quedarse en la tierra bajo las especies de pan, no sólo para servir de alimento a las almas que lo reciben en la sagrada Comunión, sino también para ser conservado en el sagrario y hacerse presente a nosotros, manifestándonos por este eficacísimo medio el amor que nos tiene (SAN ALFONSO M a DE LIGORIO, Visitas al Santísimo Sacramento, 2). 2132 El amor de la Trinidad a los hombres hace que, de la presencia de Cristo en la Eucaristía, nazcan para la Iglesia y para la humanidad todas las gracias (J ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 86). Está muy cerca de nosotros 2133 Aquí es Cristo en persona quien acoge al hombre, maltratado por las asperezas del camino, y lo conforta con el calor de su comprensión y de su amor. En la Eucaristía hallan su plena actuación las dulcísimas palabras: Venid a Mí, todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré (Mt 1 1, 28). Ese alivio personal y profundo, que constituye la razón última de toda nuestra fatiga por los caminos del mundo, lo podemos encontrar—al menos como participación y pregustación—en ese Pan divino que Cristo nos ofrece en la mesa eucarística (JUAN PABLO II, Homilía 9-7-1980). 2134 No sé qué trabajos, por grandes que fuesen, se habían de tener, a trueque de tan gran bien para la cristiandad, que aunque muchos no lo advertimos estar Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, como está en el Santísimo Sacramento en muchas partes, gran consuelo nos había de ser (SANTA TERESA, Fundaciones, 18, 5). 2135 Así como Jesucristo está vivo en el cielo rogando siempre por nosotros, así también en el Santísimo Sacramento del altar, continuamente de día y de noche está haciendo este piadoso oficio de abogado nuestro, ofreciéndose al Eterno Padre como víctima, para alcanzarnos innumerables gracias y misericordias (SAN ALFONSO Ma DE LIGORIO, Visitas al Santísimo Sacramento, 31). 2136 Más afortunados que aquellos que vivieron mientras estuvo en este mundo, cuando no habitaba más que en un lugar, cuando debían andarse algunas horas para tener la dicha de verle; hoy le tenemos nosotros en todos los lugares de la tierra, y así ocurrirá, según nos está prometido, hasta el fin del mundo (SANTO CURA DE ARS Sermón sobre el Jueves Santo). 2137 Más a ésta habíale el Señor dado tan viva fe, que cuando oía decir a algunas personas que quisieran ser en el tiempo que andaba Cristo nuestro bien en el mundo, veía entre sí, pareciéndole que teniéndole tan verdaderamente en el Santísimo Sacramento como entonces, qué más se les daba (SANTA TERESA, Camino de perfección, 34, 6).

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2138 Más dichosos que los santos del Antiguo Testamento, no solamente poseemos a Dios por la grandeza de su inmensidad, en virtud de la cual se halla en todas partes, sino que le tenemos con nosotros como estuvo en el seno de María durante nueve meses, como estuvo en la cruz. Más afortunados aún que los primeros cristianos, quienes hacían cincuenta 0 sesenta leguas de camino para tener la dicha de verle; nosotros le poseemos en cada parroquia, cada parroquia puede gozar a su gusto de tan dulce compañía. ¡Oh, pueblo feliz! (SANTO CURA DE ARS Sermón sobre el Corpus Christi). Tenemos necesidad de Él 2139 Como seguidores de Cristo no despreciamos las cosas buenas de la tierra, pues sabemos que éstas han sido creadas por Dios, que es la fuente de todo bien. Tampoco tratamos de ignorar la necesidad de pan, la gran necesidad de alimento que tantos hombres sufren en todo el mundo, incluso en nuestras tierras [...]. Y sin embargo sigue siendo cierto que «no sólo de pan vive el hombre». La persona humana tiene una necesidad que es aún más profunda, un hambre que es mayor que aquella que el pan puede saciar —es el hambre que posee el corazón humano de la inmensidad de Dios—. Es un hambre que sólo puede ser saciada por Aquel que dijo: «Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida» (Jn 6, 53-55) (JUAN PABLO II, Homilía Karachi, 16-2-1981). 2140 Todo lo tenemos en Cristo; todo es Cristo para nosotros. Si quieres curar tus heridas, Él es médico. Si estás ardiendo de fiebre, Él es manantial. Si estás oprimido por la iniquidad, Él es justicia. Si tienes necesidad de ayuda, Él es vigor. Si temes la muerte, Él es la vida. Si deseas el cielo Él es el camino. Si refugio de las tinieblas, Él es la luz. Si buscas manjar, Él es alimento (SAN AMBROSIO, Sobre la virginidad, 16, 99). 2141 Cristo instituyó este sacramento como el memorial perenne de su pasión, como el cumplimiento de las antiguas figuras y la más maravillosa de sus obras; y lo dejó a los suyos como singular consuelo en las tristezas de su ausencia (SANTO TOMÁS, Sermón para la fiesta del Cuerpo de Cristo). 2142 Jesús no es una idea ni un sentimiento ni un recuerdo. Jesús es una «persona» viva siempre y presente entre nosotros. Amad a Jesús presente en la Eucaristía [...]. Viene a nosotros en la santa comunión y queda presente en el sagrario de nuestras iglesias, porque Él es nuestro amigo, amigo de todos, y desea ser especialmente amigo y fortaleza en el camino de vuestra vida de muchachos y jóvenes que tenéis tanta necesidad de confianza y amistad (JUAN PABLO II, Aloc. 8-11-1978). Sagrada Comunión. (Ver numerales 965-1045.) Acción de gracias. (Ver numerales 35-47; 1038-1043; 3507-3512.) Visita al Santísimo. (Ver numerales 5552-5565.) Espera de Jesús en el Sagrario 2143 Viene a mi memoria una encantadora poesía gallega, una de esas Cantigas de Alfonso X el Sabio. La leyenda de un monje que, en su simplicidad, suplicó a Santa María poder contemplar el cielo, aunque fuera por un instante. La Virgen acogió su deseo, y el buen monje fue trasladado al paraíso. Cuando regresó, no reconocía a ninguno de los moradores del monasterio: su oración, que a él le había parecido brevísima, había durado tres 9

siglos. Tres siglos no son nada, para un corazón amante. Así me explico yo esos dos mil años de espera del Señor en la Eucaristía (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER. Es Cristo que pasa, 151). Desagravio y amor a la Sagrada Eucaristía 2144 Más Vos, Padre Eterno, ¿cómo lo consentís? ¿Por qué queréis ver cada día a vuestro Hijo en tan ruines manos? Ya que una vez quisisteis y consentisteis lo estuviese, ya veis cómo le pagaron, ¿cómo puede vuestra piedad verle hacer injurias cada día? Y ¡cuántas deben hoy hacer a este Santísimo Sacramento! ¡En qué manos enemigas le debe ver el Padre! (SANTA TERESA, Camino de perfección, 33, 3). 2145 ¡Oh, amor tierno y generoso de un Dios para con tan viles criaturas como nosotros, que tan indignos somos de su predilección!, ¡ cuánto respeto deberíamos tener a ese grande Sacramento, en el que un Dios hecho hombre se muestra presente cada día en nuestros altares! (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el Jueves Santo). 2146 Jesucristo dice: donde cada uno tiene su tesoro, allí tiene su corazón. Por eso los santos no estiman ni aman otro tesoro que a Jesucristo; todo su corazón y todo su afecto tienen en el Santísimo Sacramento (SAN ALFONSO Ma DE LIGORIO, Visitas al Santísimo Sacramento, 6). Respeto hacia la Sagrada Eucaristía y hacia las cosas destinadas al culto eucarístico 2147 «¡Tratádmelo bien, tratádmelo bien!», decía, entre lágrimas, un anciano Prelado a los nuevos Sacerdotes que acababa de ordenar. —¡Señor! : ¡Quién me diera voces y autoridad para clamar de este modo al oído y al corazón de muchos cristianos, de muchos! (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 531). 2148 Hemos admirado en tu obra su utilidad para todas las Iglesias, para que, enseñados por los testimonios de las Escrituras, aprendan los que lo ignoran con cuánta reverencia deben tomar las cosas santas y ejercer el misterio del altar de Cristo, y que los sagrados cálices y los velos santos, y las demás cosas que pertenecen al culto de la Pasión del Señor no carecen de santidad, como cosas vacías y sin sentido, sino que, por su estrecha relación con el cuerpo y la sangre del Señor, deben ser venerados con semejante honor con que es venerado su cuerpo y su sangre (SAN JERÓNIMO, Carta al obispo Teófilo, 114, 2). 2149 Con cuidado, pues, habiendo tú santificado los ojos por el contacto, recibe el santo cuerpo, cuidando no pierdas algo de él. Porque si algo perdieras, te perjudicas evidentemente en esto como en algo de tu propio organismo. Porque dime: si alguno te diese unas limaduras de oro, ¿no las guardarías con toda diligencia, cuidando no perder nada de ellas, ni sufrir ningún menoscabo? ¿No procurarás pues, con mucha más diligencia, que no se te caiga una migaja de lo que es más precioso que el oro y que las piedras preciosas? (SAN CIRILO DE JERUSALÉN, Catequesis Mistagógicas, 21). 2150 El sacramento de la Eucaristía, confiado por el Señor en el tiempo de la cena, y a todos, lo tomamos también en las reuniones de antes del amanecer, y no de la mano de otros, sino de los que presiden [...]. Sufrimos ansiedad si cae al suelo algo de nuestro cáliz o también de nuestro pan (TERTULIANO, De Corona, 3). 2151 Conocéis vosotros, los que soléis asistir a los divinos misterios, cómo cuando recibís el cuerpo del Señor lo guardáis con toda cautela y veneración, para que no se caiga ni un poco de él, ni desaparezca algo del don consagrado. Pues os creéis reos, y rectamente por cierto, si se pierde algo por negligencia (ORIGENES, Homilía 13, sobre el Exodo).

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2152 En el elogio fúnebre de su padre, estando presente San Basilio, menciona como hechos dignos de alabanza: «El haber honrado en silencio las cosas santas, el no haber dado jamás la espalda a la venerando mesa» (SAN GREGORIO NACIANCENO, Homilía en la muerte de su padre). 2153 También este altar, santo, al que asistimos, es piedra como según su naturaleza, y no se diferencia de las otras piedras con las que se construyen nuestros muros y se adornan los pavimentos. Pero, porque fue consagrado al culto de Dios y recibió la bendición, es mesa santa, altar inmaculado que ya no puede ser tocado por todos, sino sólo por los sacerdotes, y por éstos con veneración (SAN GREGORIO DE NISA Homilía sobre el Bautismo del Señor). 2154 ...Y los sagrados cálices y los santos paños, y lo demás que se refiere al culto de la Pasión del Señor [...], por el contacto con el Cuerpo y Sangre del Señor hay que venerarlos con el mismo respeto que su Cuerpo y su Sangre (SAN JERÓNIMO, Epístola 114). 2155 Las partículas del santo cuerpo que caigan al suelo, búsquense cuidadosamente, y si se hallan, ráspese el sitio en que cayó; si es tierra, mézclese con agua y dese a los fieles como medio de alcanzar gracia. Si no se halla, ráspese igualmente el suelo, como hemos dicho. Hágase de la misma manera si se derrama algo de la sagrada sangre. Si el suelo es de piedra, pónganse carbones encendidos sobre él (RABULAS DE EDESA, Carta a Gumelino). La Sagrada Eucaristía y la vida cristiana 2156 La Sagrada Eucaristía introduce en los hijos de Dios la novedad divina, y debemos responder in novitate sensus (Rom. 12, 2), con una renovación de todo nuestro sentir y de todo nuestro obrar. Se nos ha dado un principio nuevo de energía, una raíz poderosa, injertada en el Señor. No podemos volver a la antigua levadura, nosotros que tenemos el Pan de ahora y de siempre (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 155). 2157 Para animar a los católicos a profesar valientemente su fe y a practicar las virtudes cristianas, ningún medio es más eficaz que el que consiste en alimentar y aumentar la piedad del pueblo hacia aquella admirable prenda de amor, lazo de paz y de unidad, que es el sacramento de la eucaristía (LEÓN XIII, Breve apost. Providentissimus, 2811-1897). 2158 (El sacrificio eucarístico es) fuente y cima de toda la vida cristiana (CONC. VAT. II, Const. Lumen Gentium, 11). 2159 (La Sagrada Eucaristía) es el sacramento de la caridad (SANTO TOMÁS, Suma Teológica, 3, q. 73, a. 3). 2160 Todos los otros sacramentos están ordenados a la Eucaristía como a su fin (SANTO TOMÁS, Suma Teológica, 3, q. 65, a. 3). 2161 Cuanto más pura y más casta sea un alma, tanta más hambre tiene de este Pan, del cual saca la fuerza para resistir a toda seducción impura, para unirse más íntimamente a su Divino Esposo: Quien come mi Carne y bebe mi Sangre, permanece en mí, y yo en él (LEÓN XIII, Enc. Mirae caritatis, 28-5-1902). Los Ángeles que custodian la Sagrada Eucaristía 2162 Llenos de temor, adoran, glorifican, entonan continuamente los misteriosos himnos de alabanza (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Sobre lo incomprensible).

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2163 Sé que te doy una alegría copiándote esta oración a los Santos Ángeles Custodios de nuestros Sagrarios: Oh Espíritus Angélicos que custodiáis nuestros Tabernáculos, donde reposa la prenda adorable de la Sagrada Eucaristía, defendedla de las profanaciones y conservadla a nuestro amor (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, n. 569). 2164 Los ángeles rodean al sacerdote. Todo el santuario y el espacio que circunda al altar están ocupados por las potencias celestes para honrar al que está presente en el altar (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilía 6, sobre el sacerdocio).

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