El sujeto “arbitrario” en forma de uno/tú en español

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El sujeto «arbitrario» en forma de uno/tú en español HERNANZ, M. Lluïsa, Universidad Autónoma de Barcelona

NOTA Este texto es una reescritura de la entrevista del mismo titulo con la Prof. María Lluïsa Hernanz para el Curso MOOC de Corrección y estilo en Español, II, de 2015. Ante cualquier duda sobre alguna referencia de este texto, prevalece, como es obvio, la versión oral original del entrevistado.

Cita de la entrevista correspondiente HERNANZ, M. Lluïsa, «El sujeto “arbitrario” en forma de uno/tú en español», en Alcoba, S. (2015), Corrección y estilo en español II; http://bit.ly/correccionyestiloenespañol, curso MOOC de la Universidad Autónoma de Barcelona en la plataforma COURSERA. De 6 semanas y 72 horas de ocupación, desde el 13/04/2015 al 22/05/2015. [consultado el --/--/20--]

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Entrevista a Maria Lluïsa Hernanz [PRESENTACIÓN DEL INVITADO] Maria Lluïsa Hernanz es catedrática de lengua española en el departamento de Filología española de la Universidad Autónoma de Barcelona, y es profesora investigadora del Centro de lingüística teórica de la UAB. Fue presidenta de la Comisión de profesorado lector y profesorado colaborador de la Agència per la Qualitat del Sistema Universitari de Cataluña, y entre sus publicaciones destaca su participación en varios libros y sus numerosos artículos especializados en revistas de investigación y lingüística.

[ENTREVISTA] S. ALCOBA: Profesora Hernanz, una de las características de la lengua del joven protagonista, Holden Caulfield, de la obra capital de Salinger, El guardián entre el centeno o El cazador oculto, es el uso de las estrategias expresivas de uno/tú con sentido impersonal o genérico, que usted bautizó como de sentido arbitrario, y que aparece en numerosos ejemplos y numerosas manifestaciones en las versiones españolas de El guardián entre el centeno. Ejemplos como para volverle a uno loco de deseo se encuentran en la versión del 1978, de Carmen Criado, o para volverte loco de deseo, en la versión de 2006. O bien cuando uno pensaba mucho en él, empezaba a preguntarse, en la versión del 1978, o bien, en la versión de 2006, de la misma Carmen Criado, si pensabas demasiado en él, empezabas a preguntarte, etc. Pues bien. Sobre este asunto, profesora Hernanz, usted publicó en 1990 un trabajo importante que se titula, «En torno a los sujetos arbitrarios de segunda persona del singular», y que es esencial en la bibliografía sobre el tema. Por tanto, sus consideraciones al respecto, que agradecemos, van a ser muy autorizadas y pueden ser de gran interés para nuestro curso MOOC sobre Corrección y estilo en español, donde, entre otros asuntos, se toca este uso de las dos estrategias de uno/tú impersonales en las versiones españolas de El cazador oculto o El guardián entre el centeno. Dicho este pequeño prólogo, obligado para situarnos, nos gustaría saber cómo surgió su interés por el estudio sobre los usos de las formas uno/tú con sentido impersonal. ¿Qué nos puede decir de su atracción, y de la relevancia de este asunto?

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M. L. HERNANZ: Bien. Esta investigación arranca de mi interés, que yo creo que ya está perdido en la noche de los tiempos, por los infinitivos, que constituyeron el tema de mi tesis doctoral, y en particular por la interpretación no definida, o impersonal, o interpretación arbitraria de los sujetos de ciertos infinitivos, por ejemplo: en querer es poder, es difícil escalar el Everest… no se sabe quién quiere, quién puede, quién escala el Everest. Vamos a decir que la investigación mía fue derivando, como todas las investigaciones, y también a lo largo del tiempo los problemas cambiaron. De manera que finalmente me situé ante una pregunta que es el desencadenante de este grupo de trabajos que hice. Y la pregunta de investigación era: ¿Cómo puede ser que una forma pronominal tan radicalmente deíctica, es decir señaladora (si nos vamos al origen de la palabra deixis) como el tú (señala la segunda persona del singular) pierda esa literalidad, lo que es el significado de ‘segunda persona’, para situarse en las antípodas, para significar algo así como ‘alguien’, ‘la gente’? Es decir, ¿cómo adquiere una forma deíctica, señaladora, valor general? Esa era la pregunta de investigación. Y a partir de ahí vamos a decir que anduve tiempo arrastrando como en mi «mochila de problemas de investigación» esta cuestión. Estuve también (esto es anecdótico, pero bueno, ya que usted me pregunta) en Estados Unidos, y tengo que agradecer (y está bien de vez en cuando poder hacer estas cosas) a un lingüista que se llama Richard Larson, que está en Stony Brook, que se interesara por mi problema en aquel momento y me situara en la buena dirección. Fue él quien me dijo una serie de cosas (algunas de ellas supongo que saldrán aquí de una manera más o menos simple) que me situaron en la buena dirección. Y, bueno, digamos que luego, a lo largo del tiempo, también esto me ha interesado desde una segunda perspectiva, que es la docencia, porque en una asignatura que es «Comentario lingüístico de textos» me he encontrado con el problema de explicar las voces del texto desde una perspectiva lingüística, y evidentemente, esas formas sirven como maneras de encubrir los yos, las diferentes voces que tiene el texto, y de ahí también ha surgido más recientemente un interés ya colateral, más secundario, y he vuelto sobre esto. En cuanto a la relevancia, yo diría que… para situar la cuestión, se entiende esto mejor si ubicamos el uno y el tú de sentido impersonal, genérico, arbitrario, dentro de un paradigma más amplio, porque el español tiene diferentes construcciones con las cuales puede expresar una interpretación genérica, arbitraria, indefinida, etcétera. Las gramáticas tratan esto, vamos a decir que de forma «dispersa», pero aquí lo vamos a agrupar muy rápidamente. Tendríamos las impersonales reflejas: Ayer se habló de política en la facultad. No se sabe quién, ¿verdad? Aquí se come muy bien. Este sería un caso. Luego tendríamos la tercera persona del plural: Han dado la noticia a las seis. ¿Quién ha dado la noticia? Bueno… alguien, quien sea. Me han robado el bolso, pero no sé quién ha sido: un alguien. Aquí tengo la tentación de citar un ejemplo para las terceras personas del plural, de Bello (a veces en clase lo he usado porque es muy ilustrativo de este uso), que es una fábula de Samaniego: «¡Que me matan! ¡Favor! Así clamaba una liebre infeliz que se miraba en las garras de una águila sangrienta».

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Evidentemente, la liebre, pobrecilla, estaba en las garras de un águila sangrienta. Sin embargo, la liebre dice: «¡Que me matan!», en plural, y sabemos todos que ese plural es un singular. Por lo tanto esto es un uso claramente sintáctico de, en este caso, circunscribir el sujeto a un existencial alguien: ‘¡alguien me mata, favor!’… Un tercer caso, mis infinitivos: Es peligroso nadar en el Cantábrico (que quien sea nade en el Cantábrico). Urge resolver el problema del paro, etcétera. Y, finalmente, las construcciones por las que usted me pregunta: el uno y el tú. Si dices las verdades pierdes las amistades: si dice alguien las verdades… Si uno dice las verdades pierde las amistades (si quien sea dice las verdades…). En el caso del tú hay que matizar que es una forma que no solamente es un tú. Es una segunda persona del singular. Hablamos de tú para simplificar, pero en realidad, si te engañan… aquí tenemos un te, que es exactamente el mismo fenómeno. Si hablan mal de ti: aquí tenemos un ti que es exactamente el mismo fenómeno. O si tus amigos hablan: un posesivo. Etcétera. Por lo tanto, aunque hablemos aquí de tú, estamos refiriéndonos a…

S. ALCOBA: Claro, como si fuese una etiqueta. Y sobre la distinción entre, exactamente, los usos de uno y de tú, ¿qué diferencias, qué relaciones, y hasta qué punto son intercambiables o no, y qué posibilidades diferentes ofrecen al hablante y al autor?

M. L. HERNANZ: Bueno, para lo que queda de conversación aquí, me parece importante destacar que algunas de las formas impersonales, llamémoslas así, que hemos citado tienen una interpretación existencial equivalente a alguien. Me han robado el bolso: es un alguien. Cuando digo me han robado el bolso no digo que ‘todo el mundo me ha robado el bolso’. Y otras tienen una interpretación genérica universal: Si dices las verdades, ‘si cualquiera dice las verdades’. Por lo tanto, esto sería una distinción que nos va a ir muy bien para todo lo que es luego el tratamiento en la obra a la que usted se ha referido de las formas tú y uno. Centrándome ya más en la pregunta, las estrategias expresivas… Yo vería aquí como tres perspectivas: una perspectiva estrictamente sintáctica, que es la que yo he investigado, sobre todo…

S. ALCOBA: La de los datos.

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M. L. HERNANZ: El funcionamiento sistemático de esta construcción es lo que respondería a la pregunta. Yo diría que hay como tres preguntas: el cómo, el cuándo y el por qué. Sintácticamente es el cómo, sociolingüística y pragmáticamente es el cuándo, en qué circunstancias se usa, y estilísticamente es el por qué. ¿Qué efectos retóricos se derivan de la elección entre…?

S. ALCOBA: Claro. Resumido en tres preguntas de etiqueta. Muy bien.

M. L. HERNANZ: Entonces, en términos sintácticos, muy rápidamente, lo que necesitamos para nuestros tú/uno (porque nos vamos a centrar en la pregunta que usted me hace) es un activador de genericidad, un marco temporal genérico. Esto sería como el resumen, quintaesenciado, del ingrediente sintáctico que necesitamos para que nos funcione un tú, que es una forma, como he dicho, radicalmente señaladora y deíctica, como una persona general, para usar la terminología de Salvador Fernández Ramírez. Esto es fundamental. En términos retórico-estilísticos, esta otra perspectiva que yo he desarrollado más en clase, resulta llamativo, efectivamente, que una forma general sirva como una estrategia para encubrir el “yo”. Esto también lo comenta Salvador Fernández Ramírez. Es decir, el yo se ampara en lo general para no tener protagonismo. Es un uso retórico clarísimo, estilístico, del tú. Es algo… ya digo, que señaló Salvador Fernández Ramírez y que es formidable, ¿no?, que la lengua tenga esas fórmulas en donde vamos de un extremo al otro.

S. ALCOBA: La misma María Moliner lo apuntaba en una definición breve que ella utiliza. Ya apunta ella esa función encubridora del lenguaje.

M. L. HERNANZ: Exacto, sí, sí. Esta no es ninguna originalidad mía. Yo simplemente destaco.

S. ALCOBA: Y usted destaca muy bien.

M. L. HERNANZ: Entonces… es como una fórmula que evita la incomodidad de un yo explícito sin que ello suponga renunciar al yo implícito. Es decir: no salgo en primera línea, pero estoy como «agazapado». Bueno… yo tengo ejemplos que me encantan, y que, si me permite usted…

S. ALCOBA: Un buen ejemplo es, probablemente, la ilustración o la enseñanza más definitiva de cualquier concepto.

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M. L. HERNANZ: Sí. Bueno, es para ver cómo el hablante pasa del yo al tú con una absoluta tranquilidad: A mi edad te importa cada vez menos lo que piensen los demás. Empiezo hablando de mi edad, pero cuando digo te importa, este te… este te, obviamente, es ‘todo el mundo’. O sea, este te no es una segunda persona (eso sería absolutamente una colisión, ¿no?). Por lo tanto, solamente se interpreta bien si este te es una generalización, lo que es perfectamente compatible con empezar de la manera más radicalmente (vuelvo al término radical) personalizadora como es con un a mi edad. Luego, otro ejemplo que empieza también curiosamente con mi edad. Este era de La Vanguardia del otro día. El que sigue es de Jaime Salinas, el hijo del poeta, publicado en EL País el año 2006. A mi edad te acostumbras a que los amigos no estén porque te das cuenta de que estás solo. O sea, empiezas con un a mi edad, pero luego te das cuenta de que no puedes seguir con la primera persona y continúas con la segunda persona. Bueno… tengo infinitos. Si quiere… si quiere usted le doy un ejemplo del Rey. Sí. Este es de La Vanguardia del año 87. El Rey estaba en algún país donde hubo un terremoto. Y le preguntaron si se había asustado. Respuesta: «No, no me asusté, al producirse el terremoto. ¿Qué puedes hacer cuando estás en el piso 30 de un hotel?» O sea: empieza con el no me asusté, pero luego podía haber continuado con «¿qué podía hacer yo?». Pero no continúa con el yo, ¿no?

S. ALCOBA: Se encubre aristocráticamente en ese tú, diríamos, bajo la capa del tú. Muy bien. Precisamente, si me permite, yo ahora entraría en más detalle. Sí, sí, entrando en detalles, como pelando las sucesivas capas de la cebolla. Usted en ese trabajo y en trabajos posteriores lo que hace es apuntar una serie de indicadores sintácticos que son los manifestadores, o los desencadenantes, o los copartícipes necesarios en esa estrategia del uno y del tú. Y concretamente usted señala exponentes en forma de circunstancias de lugar, de tiempo, etc.; verbos modales, o lo que podríamos llamar «delimitaciones enunciativas» de sentido condicional, temporal, de manera… entre otros exponentes. ¿Cómo explica esa dependencia entre lo que hemos podido llamar, o que se llama en algunas publicaciones «exponentes sintácticos» y el uso de uno o tú con ese sentido genérico o arbitrario?

M. L. HERNANZ: Bueno, yo lo que intentaba era buscar un denominador común para explicar ese uso general del tú, y en principio podría resumir diciendo que lo fundamental, la condición sine qua non para que haya tú general es una temporalidad genérica. Es decir, es desproveer a la temporalidad de una oración del valor deíctico o señalador puntual del presente, del ‘aquí y ahora’ de la enunciación. Esto es lo primero. Y entonces existen maneras, más allá de la temporalidad en presente o en imperfecto, durativa, etcétera, para conseguir este efecto de inmovilización de la temporalidad, y son los exponentes a los que usted se refiere. Pero antes comento una pequeña cosa para que se entienda lo más claramente posible esta construcción.

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Yo comparo con los enunciados genéricos. O sea: lo que pasa en un enunciado genérico es básicamente lo que pasa con un tú general. Si decimos en español los rinocerontes comen hierba, aquí nadie se mueve a ver si hay un rinoceronte. Pero si yo digo los rinocerontes están comiendo hierba, miramos a ver si tenemos un rinoceronte… ¿no? Claro. Por lo tanto, ¿qué pasa? Cuando digo los rinocerontes comen hierba, este comen está bloqueando la capacidad deíctica o señaladora del artículo, con lo cual, el los se hace ‘todos’. Y nos quedamos tan tranquilos porque aquí no hay rinocerontes. Ahora, si yo digo están comiendo, esto es puntual, y automáticamente repercute en el los, que deja de ser general, equivalente a todos, y pasa a equivaler a estos, demostrativo. Bueno, pues es exactamente lo mismo lo que pasa con el tú. Si yo digo trabajaste aquí, esta oración equivale a tú trabajaste aquí. Pero si yo digo aquí siempre trabajas, aquí trabajas mucho, en Alemania trabajas mucho… ya no estamos mirando a nadie. Por lo tanto tenemos el mismo fenómeno. Es decir: aquellos elementos que en la oración bloquean la temporalidad la hacen genérica y, como consecuencia, bloquean también la referencia del tú. Es decir, la referencia temporal y la referencia nominal van a la par, esa es la idea. Y con eso se explica el tú y se explica el uno. Así es como lo veo yo. Y esos exponentes de que usted habla son elementos coadyuvantes para conseguir esa temporalidad genérica. Si yo digo si comes mucho engordarás, se entiende que es alguien en concreto. Pero si digo si comes mucho engordas, la oración pasa a ser genérica. Con la temporalidad genérica, anulo la consecutio propia de una condicional (presente-futuro), obtengo una temporalidad “plana” y consigo este efecto.

S. ALCOBA: El tiempo se neutraliza, es cualquier tiempo.

M. L. HERNANZ: Claro, es fundamental.

S. ALCOBA: Y ese tiempo es el que permite que se entienda lo otro como un pro-, un prorreferente.

M. L. HERNANZ: Claro, claro. O sea, la anulación de la marcación temporal, de la referencia temporal, anula la referencia al sujeto. Esta es la idea.

S. ALCOBA: Todos estos elementos que permiten, por eso la precisión, el señalamiento de lo que llama usted «exponentes» para marcar o para convertir esos tus deícticos señaladores en tus etiquetas de prorreferente.

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M. L. HERNANZ: Si me permite simplemente una pequeña cosa para aclarar... Vamos a ver, esto es lo básico. Quiero decir que, quedándonos con esta idea, nos quedamos con lo básico. Pero luego tenemos elementos coadyuvantes (los verbos modales, los adjuntos…). Si tenemos ejemplos como uno duerme, aquí nadie entiende que esto es genérico, pero si digo uno tiene que dormir, ya he ganado con este verbo modal... o bien trabajas, que es un tú, frente a con este profesor trabajas. Es decir, estos elementos sobre los que usted me pregunta son elementos que propiciarían una temporalidad general.

S. ALCOBA: Por eso la predicción de esos exponentes.

M. L. HERNANZ: Exacto.

S. ALCOBA: Muy bien, muy bien. Pegamos un salto. Pasamos a lo que podríamos llamar el territorio de «los actos de habla», y sobre los actos de habla, y en función de los actos de habla, algunos autores han propuesto sobre los usos de uno, como usted apuntaba al principio, distintos territorios o escenarios de explicación del asunto: el territorio de la referencia y el del tiempo, el territorio de la sintaxis, el territorio de la retórica y el territorio de la estilística. Bien, pues en el territorio de los actos de habla estas estrategias de genericidad se usan en actos de reflexión, de información, de apelación o de evaluación crítica, de comentarios más o menos críticos. ¿Cómo podríamos hacer una referencia al respecto, una precisión?

M. L. HERNANZ: Bueno, yo le agradezco esta pregunta porque, efectivamente, esa ya sería una vertiente más… como usted mismo ha dicho, más pragmática, más estilística, sobre la que he pensado últimamente en relación con el análisis de textos. Y yo creo que, para decirlo de una manera un poco periodística y rápida, habría como «dos ingredientes». Yo a veces les digo a mis alumnos que esto de la sintaxis es un poco como la cocina: tienen que aprender a condimentar el plato y saber lo que hay dentro del plato. Uno de los ingredientes que yo creo que es básico en esta construcción, aparte de lo que hemos hablado ya, que es la genericidad, la temporalidad, etcétera, es un poquito misterioso según cómo, pero quizás no tanto: es la inclusión del emisor. El tú incluye al emisor. Esto también es otro milagro del lenguaje: por qué un tú incluye a un yo, pues, si hay una antítesis, es el yo que habla frente al tú que escucha.

S. ALCOBA: La distinción clásica de los famosos semióticos, que a partir de ahí montan toda la Semiótica.

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M. L. HERNANZ: Claro, claro... Si yo digo en esta casa comes a las cinco, lo siento muchísimo, comes será una segunda persona, pero “yo” estoy aquí detrás. “Yo” también como a las cinco. Pero si yo digo, por ejemplo, en esta casa comen a las cinco (aquel plural de antes, de me han robado el bolso), este plural es totalmente exclusivo, “yo” no estoy en esta casa, comen ellos a las cinco, quien sea, una sola persona o una legión, pero “yo” estoy fuera. Por lo tanto, este ingrediente es muy importante: la inclusión del emisor. Yo digo (ahora esto es puramente especulativo) que para mí sería como una especie de «secuela» del valor deíctico señalador que tiene el tú, es decir: el tú, aunque se haga general, no puede dimitir de todo lo que sería su valor enunciativo. Y de alguna manera queda algo allí que va a ser crucial, yo creo, para entender la diferencia estilística que existe, como usted me pregunta, entre usar una fórmula generalizadora como un cuantificador y un tú general. Por ejemplo, en esta casa todo el mundo come a las cinco. Si yo digo en el lenguaje todo el mundo, literalmente eso no tendría que excluir a nadie, pero yo puedo decir en esta casa todo mundo come a las cinco menos yo, eso es perfecto. Es una trampa curiosa, ¿no? ¿Cómo puede ser que yo me quede fuera cuando digo todo el mundo? Sin embargo, en esta casa comes a las cinco menos yo… esto es horrible, no funciona. Por lo tanto, el valor general del tú siempre encubre en un rinconcito a un yo que está ahí agazapado y que no acaba de ser expulsado de lo que es la construcción genérica, frente a lo que sucede con el todo el mundo, según vemos en este contraste. Esto, para acabar y responder su pregunta, excluye, a mi manera de ver, el tú y el uno de los textos científicos, por mucho que sean formas generalizadoras. Yo no puedo decir en las cuevas de Altamira pasabas frío, en Atapuerca pasabas hambre. Bueno, vamos a ver… en principio yo no empatizo con los habitantes de Atapuerca, o de las cuevas de Altamira de hace no sé cuántos miles de años, o cientos de miles en el caso de Atapuerca. Pero bueno, en todo caso, alguien podría decir «sí, sí. Yo puedo decir en las cuevas de Altamira pasas frío»… claro, si soy el guía de las cuevas de Altamira. Pero si estoy hablando de un libro de historia, hablo de la prehistoria, hablo de las pinturas. Obviamente no puedo decirlo. Por lo tanto, yo creo que eso sería la explicación: el tú tiene un yo que le impide ser equivalente a un cuantificador universal, a un se, que son formas mucho más asépticas como formas de generalización.

S. ALCOBA: Pero entonces, precisamente por eso, porque en el fondo ese tú se convierte en una especie de «cueva» donde, como en las imágenes de Platón, está un yo latente, parece muy oportuno para los textos de reflexión. Como en la falsa modestia, donde no se manifiesta el yo pero se hace una reflexión en forma de tú no ocultando el yo, como en la apelación, pero no tan violenta, porque no es de estilo directo (no es un yo que interpela) o en la evaluación crítica, en una crítica un poco más enmascarada, porque en ese sentido, quizás está muy bien lo de la hipótesis de por qué ese uno/tú son tan oportunos para este tipo de actos de habla. Pego un salto, si me permite. En nuestro curso ha aparecido este asunto por el uso que se hace de estas estrategias expresivas de ‘sujeto arbitrario’ en las distintas versiones de The Catcher in the rye de Salinger que existen en español.

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Concretamente existe la primera versión, de 1961, de Méndez de Andes, donde se usa exclusivamente el uno para expresar ese sentido impersonal, genérico o arbitrario. En la siguiente versión, de 1978, de Carmen Criado, en España, se usa, exclusivamente también, como la Argentina del 1961, el uno como estrategia expresiva para este tipo de expresiones. En cambio, en la versión argentina de Pedro Rey, de 1998, aparece el tú como estrategia alternativa al uno en expresiones equivalentes. Y Carmen Criado, de pronto, en la edición del 2006, corrige y transforma absolutamente la versión anterior de 1978, porque sistematiza ese uso del tú con sentido genérico. ¿Podría apuntar algunas consideraciones sobre este proceso, sobre este hallazgo de Pedro Rey y la explotación al máximo del procedimiento, que hace Carmen Criado en 2006? ¿Qué le parece?

M. L. HERNANZ: Bueno, a mí me parece absolutamente interesante este descubrimiento. Yo le felicito por esa historia con la que me introdujo en su interés por el tema, Por lo tanto no solo me parece muy interesante, sino que, por otra parte, también me parece que es, como bien dicen los americanos, welcome ¿no?, o sea, es un resultado bienvenido. Desde una perspectiva estrictamente teórica o sintáctica a mí me parece, y lo digo así, que es explicable que se haya producido este cambio. Ahora luego podemos hablar de consideraciones estilísticas, pragmáticas, retóricas, etcétera, pero como dice mi buena amiga y seguro que buena amiga suya Victoria Escandell, que es una especialista en pragmática (por lo tanto, nada sospechosa de “barrer” para la sintaxis), lo que no permite la sintaxis no lo va a permitir la pragmática.

S. ALCOBA: Una adaptación de la frase de Salamanca.

M. L. HERNANZ: Lo de Salamanca, exacto, ya lo he pensado. Exacto. Por lo tanto, vamos a ver: ¿por qué digo que es un resultado bienvenido? Por lo que antes comentábamos. Porque el uno y el tú son personas generales. Hemos hablado más del tú porque usted me ha preguntado… pero con uno es lo mismo. Por lo tanto, lo que sí es cierto… es que ambas formas se enmarcan en una configuración de genericidad si se dan las condiciones sintácticas de entrada para que esto sea posible. Y esto es tan posible como que, sincrónicamente, en un mismo texto (y aquí tengo unos ejemplos para ilustrarlo), constantemente tenemos la coaparición, la cohabitación del uno con el tú. Ejemplo de Maruja Torres: “Nunca se pierde uno en los lugares donde todo te es ajeno porque nada es humano. Nunca puedes amarlos.” “Nunca se pierde uno en los lugares donde todo te es ajeno…” en la misma oración. Ya no hablamos de sintaxis discursiva, sino de sintaxis oracional. Por lo tanto, eso ¿qué nos está diciendo? Nos está diciendo que [en el ejemplo previo] se dan las condiciones sintácticas para que estas formas puedan coaparecer. Tengo un texto precioso de Manuel Vicent, «Fortaleza», que los seguidores del curso pueden encontrar en El País digital. Es un texto maravilloso para ver la coaparición del uno con el tú: «Podría quedarse uno todo el día en la cama y formar con el embozo de las sábanas en la barbilla la última

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barricada». Me salto cosas: «Cuando ya dominas ese arte, sientes cada mañana a la hora de levantarse un extenso crujido por todos los huesos: la mitad más cruel de ti mismo, la más impura y activa pugna por salir de tu cuerpo. Si uno lo desea absolutamente con la mente fundida esa mitad de la persona se desliza por la carne, te abandona y se mete en el cuarto de baño». Bueno… es fantástico.

S. ALCOBA: Profesora Hernanz, este ejemplo tan brillante, tan brillante, yo creo que desmonta, hasta cierto punto, la hipótesis de que el tú de la última versión de Carmen Criado, con el uso exclusivo y sistemático del tú, sea una marca, otra marca, de las características de coloquialidad, del idiolecto del narrador, del protagonista. Puede ser de coloquialidad en El guardián, pero ya vemos que de coloquial no tiene nada en ese texto que acaba usted de citar, de un maestro de la prosa y del columnismo literario. Eso es pensamiento, eso es el lenguaje más culto que se puede imaginar. Por lo tanto, quisiera oír su punto de vista sobre lo de ‘coloquial’ o no, que se apuntó… y que el mismo Salvador Fernández Ramírez, cuando dedica unas páginas que usted cita, advierte, cuando señala que el uso del tú frente al uno estaría mucho más marcado por tonos de ‘coloquial’, de… ordinario, de familiar, etc., etc. ¿no?, en contraposición a esto que usted acaba de señalar, precisamente.

M. L. HERNANZ: Claro, en este caso que comentábamos antes hay un detonante sintáctico que, una vez se da, legitima, hace posible tanto el uno como el tú con un valor genérico. Dicho esto, ¿qué diferencia habría entre el uno y el tú? Desde una perspectiva más estilística, más sociolingüística, etcétera… Sabemos que la forma genérica tú es una forma que hasta tiempos recientes ha estado relativamente estigmatizada, más que la forma uno, que se consideraba más culta. Por lo tanto, yo entendería que, sin ser naturalmente especialista en literatura americana, ni conociendo esta novela más que de una manera superficial (aunque ahora ya tengo mucho más interés por ella), y recordando lo que decía la profesora Usandizaga en la entrevista que usted le hizo... pues si verdaderamente este adolescente, protagonista de esta novela, se tiene que autoafirmar y una manera de autoafirmarse es el lenguaje, construir un lenguaje más transgresor pasaría también por un uso más coloquial. Esto sería un aspecto que se podría considerar para responder a esa pregunta.

S. ALCOBA: Sí. Bueno, vamos terminando, y agradecemos su aceptación de la invitación del curso para esta intervención tan aclaradora. Destaco una hipótesis que usted me señalaba el otro día, preparando esta conversación, que me pareció particularmente brillante y que me pareció totalmente distinta, y además que se aclara muy bien con los datos, y no con especulaciones. Es la distinción que usted apuntaba y que me parece exclusivamente original y que nadie de la bibliografía, en ninguno de los títulos que hemos podido leer para preparar esta conversación, que nadie apunta y que es la

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distinción que usted hace de cómo la estrategia del uno supone una elección con limitaciones expresivas. Porque el uno tiene unas posibilidades más rígidas, más cerradas, más limitadas, y en cambio la estrategia del tú, con la misma función, con el mismo sentido, intercambiable, (la prueba del nueve, de la intercambiabilidad entre el uno y el tú) es el ejercicio que hace Carmen Criado de sistematizar la invención de Pedro Rey y convertir todos los unos de las ediciones primeras de El guardián y de El cazador en… en tus. Y, así, la extremada riqueza de posibilidades expresivas que presenta el tú frente al uno. Por la abundancia de posibilidades del paradigma del tú, si me permite, ¿no? Entonces, vamos a ver: ¿cómo nos podría precisar esa hipótesis, esa distinción, y, por lo tanto, esa explicación con datos sintácticos, los materiales tangibles de esa aportación o de ese ejercicio de estilo, que ha hecho Carmen Criado, de sistematizar en tú todas las expresiones que se hacían originariamente en las versiones anteriores con el uno?

M. L. HERNANZ: Bueno, yo digo (muchas gracias por todo este preámbulo)… Yo digo una cosa, muy pequeñita, que me parece, vamos a decir, bastante evidente, y es la forma tú… ¿por qué es más ágil y más versátil que la forma uno? Dicho así, ágil y versátil, es como recreativo, ¿no? Pero si nos vamos a la sintaxis, lo que vemos es que yo puedo prescindir del tú y me quedo con la función verbal, y mantengo la interpretación general. Si yo digo a veces tú piensas en las cosas que podrían pasar…, esto es una interpretación general con el tú explícito… Pero también puedo decir a veces piensas, y quitando el tú la oración sigue siendo general. Si yo trabajo con el uno, eso no puedo hacerlo, porque si prescindo del uno automáticamente la flexión en tercera persona… es ambigua. Si yo digo a veces uno piensa en los problemas de la vida, esto es general. Pero si digo a veces piensa en los problemas de la vida, se acabó el valor genérico. Porque sin el uno, el piensa tercera persona del singular refiere a una tercera persona del singular definida. Y solamente puedo bloquear ese uso definido de tercera persona del singular de la flexión verbal si tengo el uno. Y eso, claro, tiene unas consecuencias en cadena. Si yo cojo, por ejemplo, vamos a poner, el título de una novela de Marsé, Si te dicen que caí, vamos a ver: si Marsé no hubiera optado por el tú (el te, en este caso), ¿qué hubiera tenido que decir?: Si le dicen a uno que caí... ¡Dios mío, qué título de novela, Si le dicen a uno que caí! Claro, ¿qué pasa? Que si simplemente cambiamos el te, segunda persona, por la tercera persona, le (si le dicen)... necesito uno. Y esto es multiplicador. Otro ejemplo: cuando tus amigos te critican, te sientes mal. Tus, te. Tus, posesivo; te, pronombre átono. O sea, tengo tus, te, te y sientes; cuatro. Si esto lo convertimos al uno, ¿qué nos sale?: cuando los amigos de uno le critican a uno, uno se siente mal. Eso no hay quien lo soporte, es que es infumable. Bueno… podría citar más ejemplos. O sea, para mí esto es estilístico y no tanto sintáctico, porque la sintaxis autoriza las dos formas, como he dicho. Yo también tenía sobre esto un pequeño pensamiento… Ni que venga dentro de 100 años un traductor y quiera hacer una genialidad con esta obra, pues no podrá convertir el tú en una tercera persona del plural. Se puede decir uno se siente, tú te sientes, pero… se sienten… no,

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no. Se sienten, eso ya no es una generalización, por lo que decíamos que la tercera persona del plural tiene valor existencial y no universal. Por lo tanto, el resumen es este: la sintaxis autoriza las dos formas, pero la estilística derivada del comportamiento sintáctico del uno y el tú, como acabamos de ver, en relación con la flexión verbal, etcétera provoca una pesadez en el uso del uno que explicaría la genialidad o la originalidad de la traductora Carmen Criado en hacer esa conversión.

S. ALCOBA: Y Pedro Rey, introduciéndola, como partiendo de esa posibilidad.

M. L. HERNANZ: Y de Pedro Rey, exacto. No me imagino hoy en día un adolescente… nuestros estudiantes, en la universidad, yo no me los imagino usando el uno, en fin, en sus intercambios, ¿no?

S. ALCOBA: Eso es. Totalmente rígido, inflexible.

M. L. HERNANZ: Sí, sí. Para mí sí.

S. ALCOBA: Y además, monolítico. Bueno, para concluir, con mi agradecimiento y el de los seguidores de este curso… ¿quisiera usted añadir alguna cosa, destacar algún detalle sobre el asunto este o sobre sus reflexiones o investigaciones actuales, específicas o colaterales? También puede ser muy interesante para nuestros seguidores saber en dónde se está moviendo, qué le está preocupando últimamente.

M. L. HERNANZ: En fin, ahora me están preocupando otras cosas, que no tienen que ver con esto; me estoy dedicando a temas de modalidad y polaridad... Todo lo que se llama técnicamente «la periferia izquierda» oracional del español y de las lenguas románicas, de modo que estoy un poquito lejos de esto. Pero sí que le agradezco, profesor y colega y amigo de muchos años, Santiago Alcoba, pues que me haya permitido volver a pensar sobre este tema. Porque siempre que uno vuelve al «lugar del crimen», entre comillas, no sé si eso… en el ámbito de la realidad es una ventaja, pero en el ámbito de la investigación siempre, cuando uno vuelve a los viejos temas, descubre otras cosas.

S. ALCOBA: Si me permite yo creo que hemos conseguido algo, al modo socrático, al hacer cristalizar, con motivo de estas reflexiones y del aguijoneo al que nos hemos sometido y la hemos sometido con su permiso, pues, realmente, me ha dado la impresión de que hemos

El sujeto “arbitrario” en forma de uno/tú en español

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podido cristalizar un par de ideas muy claras que van a ser realmente muy interesantes y aleccionadoras para los seguidores de este curso. Gracias, profesora Hernanz.

M. L. HERNANZ: Muchas gracias a usted.