CIEN RELATOS DE MIRAFLORES

PRESENTACION: LOS CIEN RELATOS PROLOGO: LA HISTORIA MATRIA DE MIRAFLORES 1. LOS SIRINGUEROS 2. MANO DE CUCA 3. EL DORADO LOGDE 4. MONSEÑOR BELARMINO 5. LAS BONANZAS 6. UN ARMA POR SEMILLAS 7. EL TIGRILLEO 8. MEDIA VIDA 9. LUIS MUELAS 10. CUENTOS DE DOÑA PACHA 11. SUEÑOS DE FUTBOLISTA 12. EL POBRE PESCADOR 13. LA CAJA AGRARIA 14. AQUELLOS AÑOS 15. CONTAMINADOS POR EL MIEDO 16. REGAÑOS DE MAMÁ 17. LA CASA FORD 18. LA TORRE DE BABEL 19. EL DEMONIO DE NARE 20. UN PUEBLO BONITO 21. LOS CABUCOS 22. UNA MAÑANA DE MARTES 23. MAMÁ CARIJONA

5 7 10 12 14 16 19 21 23 25 27 29 30 32 34 36 38 42 44 45 46 47 49 50 51

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RUSIA EN BUENOS AIRES UN FUNDADOR EL HOSPITAL EL JUEZ NO ME ARREPIENTO CASTIGOS UNA DE TANTAS VERSION OFICIAL A MI ME TOCÓ DAYANA EL BOMBERO FELIZ MAURO EL PRIMERO LA TORTUGA LA MATANZA LOS PRIMEROS COLONOS QUE SEÑOR TAN BRAVO LAS BANDAS EL TESORO DEL PIRATA LOS CIVICOS EL MACACUEBAS ¿QUIEN ES EL BRUTO? MI TIERRA NATAL EL MEDICO LA NIÑA DE BOGOTA LA COMISION DABUCURY LOS ARTISTAS JAIMACURU PINEDITA SODOMA

53 55 57 58 60 62 63 64 67 69 71 73 75 77 79 81 82 84 85 86 87 89 91 95 97 100 102 104 105 107 109

55. 56. 57. 58. 59. 60. 61. 62. 63. 64. 65. 66. 67. 68. 69. 70. 71. 72. 73. 74. 75. 76. 77. 78. 79. 80. 81. 82. 83. 84. 85.

LA GRANADA EL MESTIZAJE PLATANITO Y PIÑA LOS ESPANTOS DE LA FINCA COSTUMBRES DE MI PUEBLO EL PARO ESO FUE A LAS MALAS EL ACUERDO LOS IMPUESTOS EL RAJALEÑA LAS QUIEBRAPATAS EL GUSANO EL FIN DEL LATEX LOS CUERPOS DE PAZ COMANDANTE JAVIER EL MILAGRO DE DOÑA MARIA EL BAILE DEL CACHIRI LOS ANTEPASADOS LA TOMA EL SECUESTRO LA TERRORISTA LOS POLITICOS LA CALAVERA EL CHUPASANGRE LA MADREMONTE LAS CORRERIAS LOS AVIONES EL CILINDRAZO LOS MUERTOS VOLVIERON LOS MILITARES SI ESTAS CALLES HABLARAN

111 113 114 116 118 120 122 123 126 128 129 130 131 132 134 137 139 140 142 145 146 148 150 151 153 154 155 156 157 159 161

86. EL PARAISO FISCAL 87. UN CURITA ALEGRE 88. UNA BONANZA CHIQUITA 89. NO SEÑOR SECRETARIO 90. LOS MISIONEROS 91. EL DIABLO TRAGÓN 92. LA GUERRA 93. LOS BRASILEROS 94. EL COMISARIO 95. EL ENDEUDE 96. LOS ABUELOS 97. POR GROSERO 98. EL RASPACHIN 99. EL PADRE ESCOLTADO 100. EL ULTIMO PAYE MANIFESTACIONES DE UNA CULTURA EPILOGO: EL FUTURO AGRADECIMIENTOS

163 165 167 169 171 173 175 177 178 180 182 184 186 188 190 192 203 205

LOS CIEN RELATOS

Con recursos del Ministerio de Cultura, en el marco del Convenio suscrito entre la Gobernación del Guaviare – Secretaría de Cultura y el Municipio de Miraflores – Guaviare, se logró la conclusión de este libro que contiene los 100 relatos de la historia del municipio, como una aproximación académica a las vivencias de los habitantes de este importante pero apartado lugar de la geografía nacional. Este proyecto que fue ejecutado por la Corporación Forjar Colombia – CORFOCOL, se desarrolló en el municipio mediante la identificación y convocatoria de los protagonistas anónimos de la historia que formaron este pueblo enmarcado en la exuberancia de la selva amazónica y en la variedad cultural de las etnias indígenas y en los colonos provenientes de los más apartados confines del país. Conocer a Miraflores, es conocer la realidad de esa Colombia pujante y verraca, pero marginada y explotada, que pese a las limitaciones intenta sacar adelante sus proyectos de vida; son personajes desconocidos, la inmensa mayoría de ellos, pero con una riqueza humana a toda costa, que se abrieron paso en un medio hostil y desconocido, el cual finalmente los arropó como la madre que recibe a sus hijos después de un largo viaje. Este libro pasa por las diferentes etapas de la colonización, desde los tiempos pretéritos de las misiones evangelizadoras, hasta las sucesivas bonanzas como la del caucho, las pieles y la de la coca, los mitos y leyendas de los pobladores indígenas, los relatos de la violencia que ha acudido de

manera permanente en la gestación del municipio y toda una serie de historias contadas por personas del común que llegaron para quedarse, a pesar de la pobreza en medio de la riqueza, comenzando a adobar esa identidad de miraflorense. Capitulo aparte en este documento son: “Las Manifestaciones de una Cultura”, texto que recoge veinte historias breves sobre las formas en que los pobladores del municipio celebran diferentes momentos de sus vidas, como los nacimientos, los matrimonios, los funerales, entre otros. Este proyecto contó con el especial impulso del gobernador del departamento José Octaviano Rivera Moncada, de su Secretaria de Cultura Sofía Liz Lasso, del alcalde del municipio Julio Cesar González Sepúlveda, de su Secretario de Gobierno José “Pepe” Beltrán y de la profesional de la Secretaria de Cultura Departamental Nubia Holguín López; servidores públicos que más allá de sus funciones, aportaron desde sus experiencias y conocimientos de la realidad miraflorense, a la conclusión de este libro. Un agradecimiento especial al maestro Alberto Baquero Nariño, viejo amigo del Guaviare, quien en su calidad de escritor, historiador y presidente de la Academia de Historia del Meta, no solo escribió el prologo de este libro, también realizó una revisión minuciosa de los relatos. La organización de los 100 relatos en el libro: Miraflores, Cien Relatos Cuentan su Historia no tienen un orden cronológico, cada uno de ellos es una historia en si misma, cada una aporta a la construcción de la historia; aunque el conjunto de todos los relatos conduce al lector desprevenido a formarse su propio concepto de este pedazo de patria.

PRÓLOGO LA HISTORIA MATRIA DE MIRAFLORES1

La verdad de los pueblos se refunde en un mar de mentiras, cuando la escriben los patriarcas, porque ellos se refieren a las conveniencias del grupo de poder que representan y exaltan como hechos heroicos, las masacres, los desplazamientos y la miseria, horrores a los que revisten con manto de heroísmo. El holocausto de millones de indígenas de América a manos de la Inquisición, fue escrita por los Cronistas de Indias como hecho sublime de evangelización. Pero cuando emerge el relato espontáneo de quienes habitan, en uno u otro momento el mismo lugar, contado de manera simple, directa y sin adornos literarios, esa versión si se agrega a otras, forman un conjunto coherente de historia matria, es decir, la que es parida sin maquillaje en la matriz del pueblo. Allí, se palpa el dolor, la angustia, la desesperanza, el olvido, la marginalidad, el anonimato, y en medio de ello, también surge la exaltación al paisaje, a las cosas bellas, que cada relato mira como si fuera el cielo. Y en el trasfondo, se palpa un humor que linda con la tragedia humana. Son dos las épocas que definen el proceso histórico de las economías extractivas en Miraflores, Guaviare y el drama de morir, huir o sobrevivir en ellas, que conforman el núcleo de los relatos de este libro: La economía del caucho y la economía de la coca, ambas con sus bonanzas en expresión 1

Alberto Baquero Nariño, escritor e historiador. Presidente de la Academia de Historia del Meta.

máxima de excesos y crímenes. Ambas, al ser extractivas, han forjado grandes capitales que no alimentan a la economía ni a la sociedad de Miraflores ni del Guaviare. Ambas terminan en manos de grupos heterodoxos de poder, que dominan para sus intereses esos mercados. Las dos son destructoras de la selva y masacradoras de las etnias. La economía del caucho es descrita en estos relatos, en la forma cruda como actúa la brutal esclavitud de los indígenas, avanzada la mitad del siglo XX. Cada relato de los cien de este libro, revive en la memoria colectiva lo que cada quien tiene que contar. Yo, contaré mi cuento, el 101… “Cuando fuimos a Miraflores en la Misión de la Organización de Estados Iberoamericanos OEI del Plan de Desarrollo del Gobernador Nebio Echeverry, el Director del Departamento Administrativo de Planeación del Guaviare era Omar Fernández Arias –el popular Makú-, allí, mandaban las FARC. El DC-4 proveniente de Villavicencio, al aterrizar, debía permitir el acceso de inspectores de ese movimiento que pedían la cédula, en la puerta del avión. “Todo movimiento era monitoreado por sus cuadros de control y el poder era ejercido por ellos, los administradores locales debían responder a su autoridad. En ese entonces, la coca era el pan de cada día y el producto apetecido en el mercado. Lagos del Dorado, uno de los sitios más hermosos de la tierra, era epicentro de un sólido comercio de semillas, de insumos, de recuas y de personas. En Miraflores pudimos ir a las discotecas y admirar a bellas mujeres en pasarela y conocer el derroche que se podía mirar. Allí no se cosechaba ni el cilantro. Todo se traía en avión y por ello, una cerveza valía 8 o 9 mil pesos y una gaseosa, 5 o 6 mil pesos. Un corrientazo 12 mil. “La reunión del Plan que se programó en el salón grande de la Casa de la Cultura, comenzó en medio de mutuas prevenciones, y con cierto temor

escénico de nuestra parte, algunos asistentes, sin duda alguna, eran milicianos de las FARC. Esa era la realidad política. La primera observación que plantearon cinco de los 45 asistentes, luego de presentarnos y exponer el objeto de la reunión, fue la total desconfianza en lo que pudiera plantear o hacer el Gobierno, sea nacional o departamental. Sin embargo, abrieron una ventana, diciendo que éramos la primera delegación que tenía los cojones de ir por esos lares, así que estaban dispuestos a escucharnos. Entonces, me tocó bailar con la más fea... pero me monté en ese potro cerrero. Tocaba ganarnos de entrada su confianza y les dije: “Sabemos que en la posesión de Bush –el bruto- en la presidencia de Estados Unidos, los republicanos consumieron 5 toneladas de cocaína, 4 y medio de ellas producidas acá, en Miraflores. Pero, no eran de la calidad excelsa. ¿Qué les pasó compañeros? ¿Cómo dañan el mercado con esa marca de medio pelo? Los rostros adustos de los asistentes empezaron a cambiar hacia rictus de sonrisa, hasta llegar a la abierta carcajada y el aplauso. Habíamos logrado abrir esa pesada puerta. Ya podíamos tocar el tema del Plan. Lo hicimos y terminamos bailando. A mi me tocó una hermosa concejal. Era una discoteca circular, con un magnífico equipo de sonido y la mejor música posible. De aquello, nanai cucas, porque podía ser más peligroso que cogerle el culo a Pambelé. Supe después que el ejército retomó a Miraflores y se acabó el delirio de la cocaína. Los ojos del llamado desarrollo, lo miran como territorio abandonado. Hoy, este enorme territorio cruzado por el Vaupés, retorna a su silencio de selva y de paraíso que siempre ha sido.

LOS SIRINGUEROS

Yo soy de Miraflores, Boyacá. Llegué el 20 de julio de 1957. Mi papá se vino un año antes a trabajar caucho, y luego él nos mandó a traer; cuando nosotros llegamos aquí habían solamente cuatro casas, donde vivía el finado patón y vivía un señor Marco Tulio Castañeda y, otra casita donde vive Clodomiro Quiroz. En esa época eran pocos los indígenas, los únicos que llegaron aquí por voluntad de ellos mismos fueron los carijonas del Caquetá, y vinieron a fundarse aquí en Puerto Nare, de resto no porque a nosotros nos tocaba viajar por el río Vaupés a la frontera de Brasil con Colombia y en Mitú uno pedía un permiso a monseñor Belarmino Correa, para poder traer indígenas pues sin ese permiso no se los dejaban traer, no los dejaban entrar a traer los indígenas. Ellos venían a trabajar caucho, al año tocaba volver y llevarlos otra vez; entonces ya con los años se fueron quedando entre ellos están don Valentín Nariño, don Clodomiro Contreras, también lo trajimos nosotros, de resto ya todos han fallecido; en esa época en los barracones o fincas habían 4 blancos y 20 indígenas, por eso es que hay mayoría de indígenas aquí por la cantidad que se traían, y entonces ya ellos se fueron quedando, aunque de los que trajimos ya quedan muy poquitos y el resto son hijos de ellos. Todo era muy bueno, uno sembraba su misma alimentación; de eso vivía uno y casi no se compraba nada; el avión cuando venía cada 2 o 3 meses

uno compraba cositas, pero poquitas. Entonces ellos traían por ahí, empaques para escopetas, aceite y panela, el resto, se cultivaba. Uno en el día sacaba como unos cinco kilos, en esa época el caucho uno tenía que laminarlo y quedaba delgadito como el papel periódico y secarlo al aire para que quedara bien negro, porque si no quedaba de ese color la Caja Agraria no lo compraba. La Caja Agraria nos hacía préstamos de $3.000 y teníamos que ir hasta Villavicencio a reclamarlos. Teníamos que pagar el pasaje para reclamarlos, el pasaje de ese entonces valía $60. Yo duré trabajando en el caucho desde 1958 hasta 1965. En esa época los mismos caucheros vinieron y hacían cada uno su ranchito, porque no tenían a donde llegar; con el tiempo se hizo una casa al lado del río y fue llamada la casa de los caucheros, allí llegaban todos los caucheros de la zona, que no tuvieran donde llegar. Aunque habían unos que venían de entrada por salida. Acá primero llego una empresa de peruanos llamada la Casa Arana, otra de gringos la Rubber y otra empresa a llevarse el caucho; ellos duraron aquí años, luego ellos se fueron y quedamos nosotros; nace así Miraflores, Vaupés, porque esto se llamaba el Gran Vaupés. El caucho se fue terminando hacia el año 1966, años más o menos; por ello, la gente se ponía era a matar tigrillos para sacar las pieles, como aquí se pagaba un impuesto y le daban permiso para eso. Cuando se acabó el caucho ya había muchas casas. En el 79 apareció la coca y se terminó por completo el caucho. Empezaron a haber muchos vuelos, y se llegaron a parquear hasta 18 aviones pues llegaba mucha carga, ya la gente se dedicó solamente a sembrar coca y no a sembrar comida. Como le parece que de Villavo traían yuca y plátano para vender aquí.

MANO DE CUCA

En los años 50 llegó a Miraflores un paisa, a quien pronto el pueblo bautizo con el remoquete de Mano de Cuca, por tener torcidos o inmovilizados los dedos centrales de la mano derecha, a causa de una herida con arma blanca, producto de una riña de tragos en sus años jóvenes, en su tierra natal. Mano de Cuca se dedicaba a todo: cuando el caucho estaba en boga recogía lavaza para los marranos; después fue comerciante minorista, maestro en juegos de azar, vendedor de cachivaches, cambalachero y marañero avezado, capaz de sobrevivir a cualquier época mala. Cuando comenzó la bonanza de la coca, se dedicó de tiempo completo al comercio, haciendo el recorrido desde Miraflores hasta el Yuruparí y los afluentes más poblados del río Vaupés, cambiando sus productos por gallinas, cerdos, pescado, entre otros productos de los colonos. Con la coca, el hombre progresó rápidamente: de comisionista de compradores, adquirió finca, voladora, pistola, abandonó a la mujer indígena que lo había acompañado en sus años difíciles. Así se convirtió en uno de los más importantes productores de base de coca de las bocas de Lagos del Dorado. El nuevo magnate comenzó a recibir dólares y pesos literalmente por costaladas que depositaba debajo de su cama tallada en fina madera exclusivamente para él. La indiecita que lo había acompañado en épocas de pobreza fue debidamente despachada para donde su tribu, eso sí, muy

provista de ropa nueva, calzado, radio y reloj de pulso. El remplazo fue una hermosa prostituta rubia de las del burdel de “Omiso” en Miraflores, llevada a su finca como una reina. Se iba de Miraflores a almorzar a Villavicencio en avioneta, porque en el pueblo no encontraba los platillos de su predilección; cogía los billetes de $2.000, los de mayor denominación de esa época, para fumar; prendía el billete y con ese billete ahí si prendía el cigarrillo, botaba la plata en la pista para que la gente la recogiera, entre otras algunas de sus excentricidades. En sus noches de orgías, jarto de whisky y entre las nebulosas del bazuco, Mano de Cuca, retó a Dios: “Dios mío ¿Por qué no me da cinco minutos de pobreza para conocerla?”. Ese Dios que todo lo oye y todo lo da, fue muy generoso con él y le concedió su deseo, para el resto de sus años de vida; le sobrevino la desgracia, sus negocios se vinieron al piso y quedó en la más completa ruina. Mano de Cuca murió una madrugada en una banca del parque principal de San José del Guaviare, abandonado de todos, en la pobreza absoluta, y con la conciencia de haber sido rico por unos pocos minutos de su vida. Murió casi de hambre y fue enterrado de caridad.

EL DORADO LOGDE

Con los comienzos de la bonanza coquera, el señor Miguel Navarro construyó una Finca de Recreo conocida como EL DORADO LOGDE; un complejo turístico, con cabañas unipersonales, piscina, biblioteca, servicio de radioteléfono, bar – discoteca, servicio de energía con dos plantas diesel y pista para el aterrizaje de avionetas bimotor, con una longitud de 680 metros, con el correspondiente permiso oficial de la Aerocivil, servicio de transporte fluvial en lanchas techadas con paja, movidas por motores fuera de borda, marca Evinrude, de diferentes caballos de fuerza. Igualmente contaba con lo último en tecnología e implementos de uso casero: manuales y eléctricos. El complejo se construyó con madera fina de la región; sus paredes fueron cubiertas con artesanías en Guaruma, realizados por el indígena Cubeo: Gonzalo Álvarez, que contenían diseños y figuras de las diferentes etnias; persianas tejidas con fibra de palma de Carana, traídas del bajo Vaupés, el sendero de acceso fue cubierto con lajas de ladrillos quemado, conduciendo al visitante al área de la Piscina, y a la infraestructura de dos niveles, con vista al Lago en su extensión más larga, muy rico en peces, especialmente los pescados de oro; muy apetecidos por los estadounidenses, quienes practicaban la pesca deportiva. Los diferentes grupos de Turistas realizaban grandes recorridos por los ríos Vaupés y Apaporis, pescando en todas sus lagunas, estudiando las plantas,

los animales, las aves y explorando las serranías y los accidentes geográficos que constituyen la gran riqueza de esta zona. Los estadounidenses Willy y Hetelvina administraban la finca, en calidad de arriendo, ellos eran miembros del Instituto Lingüístico de Verano, fundando una escuela de primaria, antes de la llegada del Vicariato Apostólico de Monseñor Belarmino. La presencia de los Gringos se mantuvo hasta 1981, cuando por razones de comodidad y necesidad de silencio se hicieron excavaciones para la instalación de las plantas diesel que suministraban energía al complejo turístico, de manera que se amortiguara el ruido. Pero los señores Joel Marín y José Betancourt, líderes de la incipiente izquierda miraflorense, acusaron a estos gringos de extraer las riquezas del suelo, como el oro y otros minerales, que se especulaba estaban en el fondo del lago, elevaron una solicitud al gobierno central para impedir la permanencia de los gringos en la región, por lo que les quedo prohibido volver al complejo turístico. Sin embargo, otra versión, asegura que los extranjeros si buscaron oro, con hombres ranas, en la parte más honda de los tres lagos, dijeron que se veía un gran resplandor, pero no encontraron nada; las plantas y las pirañas no permitieron acercarse, pero prometieron que algún día volverían y que iban a traer aparatos mejores para bajar hasta allá y encontrar por fin el famoso Dorado.

MONSEÑOR BELARMINO

Soy Belarmino Correa Yepes, sacerdote y obispo desde 1957 desde esa época, estuve al frente de una inmensa diócesis que comprendía los territorios de Vaupés, Guaviare y Guainía, en un solo territorio nacional conocido como el Gran Vaupés. Miraflores es muy interesante y digno de ser estudiado; no tiene una historia muy larga, data por allá del año 1940, los tiempos que duró la segunda guerra mundial. Anteriormente esas selvas y todas esas zonas de allá, estaban pobladas por muy poquitos indígenas y a medida que iban entrando blancos, aparecieron muchos mestizos; entonces la población de esa región es prácticamente de los indígenas que emigraron desde confines del Vaupés colombiano. Me toco viajar mucho por ahí por esos lados, tuve sacerdotes allá que vivían muertos del miedo en semejante situación, en la toma de Miraflores tenía dos sacerdotes y fue tan cruel eso, que esos dos padres que estaban en la casa cural, cuando empezó la toma se quedaron 24 horas en un refugio bajo dos colchones para evitar las balas. Era muy común subir uno de Mitú en barco hacia Miraflores y encontrar cadáveres que bajaban por el río, de gentes que mataban desde Miraflores, cuando eso empezó por allá, en el tiempo de caucho, hubo una matanza enorme que parece que fue debido a líos políticos, cuando esa guerra era de liberales y conservadores. Me contaba mi antecesor, que la matazón de gente había sido tremenda.

Por allá en esa zona tuve yo la “dicha” de ser secuestrado: yo manejaba la educación de toda esa zona, por delegación del Gobierno, tenía seis internados en el río Vaupés, muy florecientes y muy bien presentados; cualquier día un comandante de por allá me dijo que debía subir a entrevistarme con él a una vereda que se llamaba Lagos del Dorado, que si no subía me secuestraba a los directores de los internados; entonces yo subí, aterrice en una pista que había, iba con un sacerdote de compañero y me encontré dos guerrilleros que me recibieron muy feroces, me dijeron que no podía llevar compañero y que no llevara nada, ni máquina de fotografía, nada; tenían unas botas ahí y me las dieron porque íbamos era a caminar, bueno me cambiaron el nombre, me pusieron Vicente, usted de ahora en adelante se va a llamar Vicente, me echaron a andar por un caño que va desde los Lagos, hasta un caño llamada Yavilla, que desemboca en el Apaporis, caminamos como desde las 2 de la tarde hasta las 10 de la noche; allá nos hospedamos en una casa y cenamos. Al día siguiente continuamos la marcha, a las 5 de la tarde ubicaron al comandante, y comenzó la tragedia, le pregunté sobre lo que querían y me dijo que les prestara un avión; en ese tiempo la diócesis hacia parte de una compañía de aviones llamada Selva; ellos lo necesitaban para traer un cargamento de armas desde Venezuela hasta Miraflores; esto me llenó de ira y de coraje; le dije mil cosas, le dije si me quieren matar háganlo, pero yo no doy un paso en ese sentido, usted verá que hace, el tipo ahí ya se calmó después me pidió otras cosas manejables, no esa cosa tan grave y al tercer día le dije yo, o llegamos a Miraflores para yo hablar por radioteléfono con el gobierno de Mitú o aquí llega el ejército y esto se vuelve una tragedia; se asustaron y entonces me devolvieron; caminamos toda la noche y al tercer día a las 6 de la mañana llegamos a los Lagos; ahí había una guerrillera con una voladora que me subió inmediatamente a Miraflores, cuando ya me bajé del bote me dice la guerrillera: “Don Vicente, misión cumplida”.

Lo común de ese Miraflores, sobretodo en la época de la coca, era mucha gente, muchísima plata, todos los vicios reunidos, toda la violencia que usted quiera imaginarse, la esclavitud más espantosa de todos los que no éramos guerrilleros, éramos esclavos de la guerrilla, hacíamos lo que ellos nos mandaban, despilfarro increíble de dinero hasta llegar a desembocar en el pueblo abandonado en medio de la manigua del día de hoy. Termino diciendo que yo participé en esa vida desde 1957 hasta el 2005, primero como sacerdote 10 años, y después como obispo desde 1967 hasta el 2005, primero como obispo del Gran Vaupés y desde 1989 como obispo del Guaviare; me tocó una época paradisíaca desde el 57 al 70; eso era un paraíso, donde no había servicios de ninguna clase, pero vivía uno con los indios que son gente transparente y en una naturaleza soberbia, maravillosa, bonita. El calvario empezó por ahí en el 75, cuando comenzó la coca y detrás de la coca se corrompió la policía y detrás de la policía entro la guerrilla y después de la guerrilla entraron los paramilitares, y se corrompió el ejército. Es decir estamos vivos por obra y gracias de Dios, y el pueblo, toda esa región maravillosa, se fregó porque todo mundo se dedicó a trabajar con la coca, creyendo que esa era la solución; abandonaron la poca ganadería que había, los cultivos, y apenas ahora, después del gobierno de Uribe que trancó fuertemente, la gente se dio cuenta que por ahí no era. Ahora ha desaparecido mucho la coca, de verdad esta es una región bonita que vale la pena visitar, no para leer por ahí historia, sino para olerla, oler la historia de ese pueblo tan interesante metido en la selva que tiene un pasado muy difícil y feroz.

LAS BONANZAS

Miraflores surgió en la selva del Vaupés por allá durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los países en conflicto necesitaban el caucho Hevea. De esta manera nació un pueblito al estilo europeo con pista aérea. Esta fue la primera bonanza que vivió Miraflores, el caucho era rentable, porque los indios eran explotables, los explotaron hasta el máximo, los esclavizaron y los apartaron de sus regiones de origen. Esta esclavitud duro hasta el año de 1967, tiempo en que la iglesia emprendió una campaña grande, en contra de la esclavitud. Después de esa bonanza cauchera ese pueblo quedo prácticamente como un pueblo de espantos, un pueblo fantasma. Vino entonces la bonanza de pieles, y ya los que sufrieron no fueron los indios, los que sufrieron fueron los animales de la selva, exterminándose especies como la nutria, el tigre, entre otras; eso duro de unos 10 a 12 años, hasta que ya no había que explotar, los animales se acabaron y esto quedó muy pobre de animales de la selva, y llego nuevamente la ruina. Hasta que apareció la coca, que puso su capital en Miraflores, entonces el pueblo creció enormemente; pasó de 4.000 a 19.000 habitantes. Miraflores y sus alrededores, creció en abundancia de plata, cuando un kilo de coca que se producía con mucha facilidad valía $2.500.000, hubo dinero para todo para matar, para beber, para prostituir a población, para derrochar en todas las formas.

Hubo días, o épocas en que era tan movido ese pueblo de Miraflores que aterrizaban hasta 30 vuelos diarios. Con ese boom de la coca hubo muertos en cantidades porque ahí se juntaron la guerrilla, los paramilitares, y los militares, que también se iban corrompiendo… no había con quien contar. Después por allá en el año de 1988, hubo una crisis de coca, como de cuatro años, en virtud de la disminución de los precios y el control del gobierno; el kilo que superaba los dos millones de pesos, llegó a estar en ochenta mil pesos, nuevamente la crisis y el poblado disminuyó a menos de cinco mil habitantes. En 1992, la coca resurgió, ya más lentamente, no con tanto valor, pero si como un elemento de sostenimiento para el pueblo, el cual se volvió a poblar, creció la ganadería, la educación se aumentó y las entidades del Estado hicieron presencia, hasta que llegó el gobierno de Álvaro Uribe, en el 2002, el cual emprendió una lucha a muerte contra la guerrilla y por consiguiente contra la coca, y el poblado volvió a decaer, ya era la cuarta bonanza y la cuarta crisis, volvió a desaparecer el pueblo de 19.000 habitantes que había hasta ese momento. Existirá una quinta bonanza para Miraflores o parodiando las últimas líneas de la obra nobel colombiano… “¿será que los pueblos condenados a cien años de soledad no tienen otra oportunidad sobre la tierra?”.

UN ARMA POR SEMILLAS

Yo llegué aquí el 12 de octubre de 1973, cuando esto casi no existía, la única casa de material que había era la Caja Agraria, que quedaba allá donde es la plaza ahorita, al igual que el hospital, el cual en un hostigamiento de la guerrilla le metieron candela. Acá todos los días eran domingo, porque esto era lleno de gente, todo el mundo guarapeando, tomando su cerveza, otros mercando, otros saliendo para la finca. En ese entonces yo tenía una finca por aquí al lado de arriba, para el lado de un sitio que se llama ahora Guarumal, que en ese tiempo le decíamos Caño Las Flores Para llegar a la finca tocaba caminar más de cuatro horas, porque en ese tiempo no existían bestias ni mucho menos cualquier vehículo, uno cargaba a las espaldas los productos que compraba en el pueblo, los cuales eran muy pocos, como por ejemplo lo único con lo que uno se alimentaba era arroz, alverjas, lentejas, pastas, entre otras, esa era la comida de aquí, era muy escasa, además de lo que uno comerciaba con los indígenas, o lo poco que se sembraba en la finca y la carne de monte. En esa época existía mucha violencia, existían unos combos muy bien armados como los Cortez y los Rivera. A las seis de la tarde le tocaba a uno estar encerrado en su rancho, así no tuviera problema, era mejor estar en casa porque esto parecía tostando maíz: eso echaban plomo como un verraco.

Llegaba uno a un negocio, y si alguno de esos señores no le caía uno bien le decía: ¡bueno váyase!, si uno decía que no, de una vez sacaban y lo raspaban a uno y ahí lo mataban. Como por deporte mataban a la gente. Yo me venía con mi mujer de la finca como a las 5 de la mañana, ella ya es finadita, me la mató el paludismo, y llegábamos acá por Miraflores como a las 8:30, desayunábamos y de una vez remesábamos, y por ahí a las 2 de la tarde estábamos listos para emprender el viaje de regreso. El viaje era con el cupo listo, se cargaba a la espalda, yo me echaba unas tres arrobas de remesa y ella me ayudaba por ahí con los varios, con el mecatico, por ahí una media arroba, y hágale, es que esto era muy peligroso, por la plata que se movía, es que en verdad esto era pero mucha plata la que se veía. Todo el mundo andaba armado, y yo un día dije… no puedo ser el menos y decidí comprarme un escopeta viejita para la cacería, la cual dejaba guardada en la finca, y un revólver calibre 38, el cual cargaba para todo lado, hasta para andar en la misma finca; con esa arma duré como unos dos meses; hasta que un día me puse a reflexionar con mi vieja: el que porta un arma es porque debe algo y es para usarla, y como yo no le debía nada a nadie y tampoco era capaz de dispararle a ningún cristiano; decidí quedarme con la escopeta para mariscar y el 38 lo cambié por semillas para tener comida en la finca.

EL TIGRILLEO

Después de la bonanza del caucho llegó la bonanza de las pieles, ya que en esta selva habían muchos animales con unas pieles que pagaban muy bien; para ello uno tenía que tener una escopeta y un buen perro tigrillero, el cual costaba como unos mil pesos de la época, aunque también se cazaba con carnada, con carne de mico, pero lo mejor era con el perro. Antes que el tigre se cazaban lobos o perros de agua. Se armaban grupos con los vecinos, con la gente del pueblo o de las fincas y se salía a cazar, es que todo el pueblo dependía del tigrilleo. Se cargaban como unos sesenta kilos de fariña, que era la comida y por ahí unas cinco arrobas de sal, para salar las pieles, las cuales se salaban y se secaban al sol, una piel tratada de esa manera podía durar unos dos meses. De las rutas preferidas era por el Apaporis. La tigrillada de carnada se hacía amarrando la carne a unas picas para que el tigre comiera y luego al otro día se iba a ver si había comido, y si había comido sabía uno que el volvía, entonces se volvía a poner carnada y se hacía una camareta para esperar al animal. Se mataba un mico o un churuco, entonces lo arrastraban unos cien o doscientos metros y daban la vuelta por ahí y se les dejaba la carnada, eso eran varias carnadas las que se colocaban, eran unas diez o quince al mismo tiempo; al otro día uno iba miraba para ver si ya había comido o ver que había pasado para poder caerle por la noche otra vez, entonces donde comía el tigre o el tigrillo, ya se sabía cómo era: el tigre rasgaba la carne de la

presa, en cambio el tigrillo siempre dejaba y masticaba. Entonces los que tenían perros pues marisqueaban y el que no tenía le tocaba esperar que atardeciera para poder ir a postearlo, eso era como en socia si uno no mataba pues el otro si y se lo repartían. Se mataba el animalito y se le sacaba la piel, el resto se botaba en el monte, no se aprovechaba para nada, ni siquiera para comer, claro que algunos si se comían como el cachirre o una lapa, pero en ese entonces se prefería la fariña con pescado. Las pieles se fueron agotando y aparecieron los controles del gobierno, el Inderena prohibía ese comercio, pero como todo en Miraflores la gente comenzó a cazar clandestinamente, porque además frente a los controles los precios fueron en aumento. Las pieles se vendían a dos mil pesos, y a cuatro mil pesos, cuando era un tigre de primera, eso era mucha plata, se le vendían a Jorge Sánchez o José Guamales, en Miraflores se pagaba el impuesto, y luego se mandaban para Villavicencio o Bogotá.

MEDIA VIDA

Yo llegué a Miraflores porque me ofrecieron una vida mejor, mejor futuro, entonces me fui a hacer mi vida, conseguí mi mujer, mi esposa, mis hijos y tuve mis negocios, y debido a la violencia tuve que salir, dejar los negocios abandonados, perdí mis dos hijos y en estos momentos me encuentro en la ciudad de San José, atravesando una mala situación económica. Miraflores, en tiempo de la coca, era muy bueno, uno creía que tocaba el cielo con las manos, si la persona sabía trabajar, en muy poco tiempo conseguía una buena situación. En ese tiempo se tenía mucho apogeo, se conseguía trabajo, se tenía uno forma de cómo vivir, pues en ese tiempo estaba la bonanza de la coca y de eso vivíamos en ese tiempo Llegué a trabajar coca en una finca, pero viendo de que no era lo mío, me vine hacia Miraflores, y ahí me dediqué a trabajar, a vender chance; ya de ahí me puse a manejar un carrito, y así poco a poco me hice el negocio en Buenos Aires, que fueron los negocios que perdí, y tuve que salir desplazado por la violencia de esa vereda. Tenía una discoteca, un bar, una heladería y un quiosco, tenía cuatro negocitos, además de dos casas y todo eso me tocó dejarlo abandonado; por la violencia perdí todo lo que tenía; perdí mis cuatro negocios, mis dos casas y mis dos hijos, tuve que salir sin un peso a San José.

El día menos pensado llegó la guerrilla y me mató a uno de mis hijos; me lo mataron, y no me dieron explicación; solamente dijeron que tenía que salir, dejar esas cuatro tablas con gorgojo que tenía, y abrirme antes de que me mataran a los otros hijos. En septiembre de 2005, salí de Buenos Aires, como dice la historia con una mano adelante y otra atrás, después de veinte años, me tocó comenzar de nuevo, ahora vivo en San José del rebusque cotidiano, pensando si lo que viví en Miraflores fue verdad o solo una ilusión. Pero fue verdad, allá están las tumbas de dos de mis hijos, las cuales no puedo visitar, en ese pueblo quedaron mis sueños de un mejor futuro, en esa tierra comprendí que más vale la tranquilidad que cualquier otra cosa. En una propaganda de televisión, escuché alguna vez, que la coca no paga, que eso es una mata maldita, en ese entonces cuando era joven y uno no pensaba, yo creía que todo era posible, sin pensar en los demás, de verdad esa coca y el comercio que se tejía a su alrededor no eran buenos. Hoy, casi treinta años, de haber pisado por primera vez la tierra de Miraflores, me doy cuenta que a esa región, llegó mucha gente mala, pero también mucha gente buena, tal vez, más la buena; pero que no entendimos que la coca nos acabó, que como me dicen a mí la coca nos quitó media vida.

LUIS MUELAS

Yo pasé de ser funcionario de la Caja Agraria, a ser profesor del Colegio Gerardo Valencia Cano, que es lo que hoy en día es el preescolar, contiguo a la iglesia, esos eran los salones que inauguramos en el año 1976, con su rector y profesores. Los alumnos eran casi de la misma edad de uno; yo cuando eso tenía 22 años. Nosotros dependíamos de Mitú, para la cuestión de los pagos, aunque no nos tocaba ir a Mitú a cobrar, porque cuando eso existía el Aerobanco, que era una avioneta que iba por todos los corregimientos pagando la nómina. Ya después quedamos dependiendo del Guaviare, claro que San JoséMiraflores no tenía la comunicación que tiene hoy en día, era más que todo con Villavicencio, tocaba volar a Villavo y de allí a San José, porque por la carretera para llegar a San José se duraba aproximadamente 2 o 3 días para llegar y lo vuelos no iban directo desde aquí a San José. En esa época comenzó el apogeo de la coca, la gente empezó a sacar a los alumnos para llevárselos a las fincas, a tumbar monte y poder buscar la forma de sembrar la matica de coca. Este colegio funcionó como hasta el 80, y ya en el 81 estaba cerrado por falta de alumnos, y así permaneció como cuatro años: cerrado por falta de alumnos. En el año de 1980, vino una comisión del DAS, llegaron como a las seis o siete de la mañana, y empezaron a hacer allanamientos a las casas, detuvieron como unas ochenta personas; me acuerdo que era un sábado.

El domingo apareció en la primera página del periódico El Tiempo, un titular grande que decía “Descubierto mar de coca en el Vaupés”, y esto generó un efecto contrario porque provocó que la gente se viniera para acá por montones. Entre ese mar de gente que llegó, volvió un señor llamado Luis Muelas, quien era un personaje que vivió en la época de los caucheros y era muy apreciado por los antiguos, en esa época administraba cantinas, bares, billares y toda esta cuestión. El Muelas cuando volvió se hizo querer de todos nuevamente, recorría las fincas donde cultivaban la coca, aunque los cultivos eran pequeños como de media hectárea, una hectárea o máximo dos hectáreas, y como era una persona muy servicial le colaboraba a la gente llevándoles encargos y haciéndoles mandados. Un día vino otra comisión del DAS, y él venía ahí con ellos, resultó que él era el informante, él que decía quién era, quien no era, en fin no dejó títere con cabeza. La comisión duró tres días, pero para la gente eso fue una eternidad. En esa comisión se dice que se cometieron muchos atropellos con la comunidad: robo de marranos, gallinas, detenciones arbitrarias y hasta la violación de una menor indígena. Y cuando los funcionarios se marcharon la gente le tiraban a Muelas tomates, huevos, piedras, casi lo linchan. En esa época Miraflores tenía un juzgado, el juez era un señor de apellido Laverde, quien decidió enviar a Muelas a la cárcel por los hechos sucedidos en la comisión, sin embargo a los pocos días fue liberado, pero a la mañana siguiente de salir del cadalso, en una calle del pueblo se encontró el cuerpo sin vida de Luis Muelas.

CUENTOS DE DOÑA PACHA

A mí me contó la señora Francisca Lima, conocida como doña Pacha, quien era la mujer de don Humberto Barreto; ella me comentaba algunas cosas del tiempo de la violencia, que ellos vivieron esos años. Cuenta doña Pacha, que en una ocasión los liberales le robaron las mujeres a los conservadores, y se las llevaron para el lado de Barranquillita, donde las tuvieron prácticamente secuestradas durante seis a ocho meses. Tiempo en el cual algunas de esas damas se enamoraron de sus captores, y cuando fueron liberadas o rescatadas, no es claro cuál fue el operativo, ya ellas llevaban varios meses de embarazo y decidieron no volver a sus hogares originales, o simplemente los maridos conservadores ofendidos decidieron no recibirlas. Se formó entonces una especie de comisión de diálogo, para encontrarle una solución al problema, el cual para muchos era más grave que las matanzas partidistas. ¿Sería que el problema se podía solucionar?, y si esa solución existiese, ¿Cuál podría ser? Tal vez ni el Rey Salomón con toda su sabiduría pudo haber encontrado una solución mejor, la decisión que se tomó entre los virulentos enemigos, fue el cambio de sus mujeres; los ofendidos recibirían en compensación las esposas de los ofensores, y si por casualidad eran solteros, como pasaba con algunos, se contraía la obligación de buscarle nuevas y abnegadas cónyuges a los conservadores, con lo que se evitó que esta guerra concluyera como la mayoría de ellas, incluso las que se libran por amor, con víctimas fatales.

SUEÑOS DE FUTBOLISTA

Cuando yo llegué a Miraflores, ese mismo día me dieron ganas de devolverme; yo venía de la ciudad donde existían comodidades que aquí ni siquiera se conocían, cuando yo llegue acá, no había ni un metro de pavimento, sobre la pista había puras caseticas de ventas de fruta, de pescado, de pollo, de todo, es decir todo lo relacionado con el comercio agrícola y cerveza, todos esos negocitos así, pero de mala muerte. Me senté en una caseta me acuerdo mucho, a mí me daban ganas de llorar porque eran por ahí unos 20 0 25 aviones parqueados, un polvo por lado y lado, un verano tremendo y pues yo agaché la cabeza y dije: pues ya que estoy aquí me toca quedarme, porque cuando yo llegué aquí el pasaje costaba 25 mil pesos en avión, y acá la producción económica era grande por el apogeo era la coca, había mucho dinero. Yo llegué a Miraflores como maestro de construcción, llegué a buscarme 300 mil pesos que necesitaba para irme para afuera a montar un negocio, porque 300 mil pesos en ese tiempo era una plata enorme, pues resulta y sucede que yo inmediatamente vine y me contrataron para hacer unas casitas y en una semana me gane como 600 o 700 mil pesos. La plata era muy fácil conseguirla, y yo dije voy a gastarme esto y dentro de ocho días me consigo otros 500, 600 o 700 mil pesos y me voy. Resulta y sucede que paso un año, paso el tiempo, y nunca me fui, me amañé definitivamente en Miraflores y nunca me llegué a ir, hasta el sol de hoy estoy aquí muy amañado.

Después de la construcción realicé muchos oficios, aprendí a fabricar amoniaco y monté una fábrica, yo vendía un tambor o tambor y medio diario, y pasé a ganarme un millón o un millón doscientos mil pesos diarios, eso era muchísima plata, imagínese yo ganándome 30 o 40 millones mensuales haciendo amoniaco. Aprendí a “quimiquiar”, como químico me fue muy bien, pues trabajaba muy transparentemente, nunca tuve problemas con los patrones que tuve y me mantenía muy bien económicamente, pero me gastaba casi todo, es que yo llegué muy joven, tenía 23 años cuando llegué a este pueblo. En esa época las cosas eran sanas: no habían problemas, no habían ladrones, no habían viciosos, todo era muy bueno; por ejemplo acá llegaba un chagrero con su maletín lleno de dinero, se ponía a tomar trago como un verraco, dos o tres días y dormía ahí al lado del dinero y nunca se le perdía un peso. Después las cosas se dañaron. Sin embargo, a pesar de las dificultades, a pesar de todas las adversidades todos los peligros, todos los problemas, todas las cosas malas que han pasado; yo he vivido con tranquilidad, porque nunca me he metido en la vida de otras personas y gracias a eso nunca he tenido problemas. Tengo 45 años, me siento tranquilo muy amañado, aunque extraño mi ciudad, extraño mi tierra natal, mis amigos, mis amigas. Vea que yo antes de venir jugué en el Deportes Quindío, en la segunda división, yo jugaba mucho fútbol, ese era mi sueño; pero la falta de plata no me permitió seguir en eso, quien sabe qué habría pasado, tal vez, si no hubiera venido a esta tierra, me habría convertido en un gran deportista.

EL POBRE PESCADOR

El Caño Bacati estaba poblado por una cantidad de personas dedicadas a la explotación de caucho, entre ellos mi padre, quien estaba en los últimos barrancones, en límites con el Vaupés. En todas esas caucherías estaba una persona dedicada a traer la comida: la carne de monte y el pescado. Una noche cualquiera, por allá en el verano del año 1961, escuchamos como a las siete de la noche, el llanto de una señora y un niño por los lados del embarcadero, la sorpresa de quien estábamos en el rancho fue muy grande porque no se sabía quiénes eran o que estaba sucediendo, alguien bajó al río, y se dio cuenta que era la esposa del pescador, la cual al ser interrogada, por lo que le sucedía, de su boca no salía palabra alguna. Solo cuando subió del puerto a los ranchos, le relató a mis padres que un guio había matado a su marido, esto conmocionó a mis padres, a la gente que estaba alrededor, a nosotros que éramos unos niños: tres hermanos. La señora comentó que el indígena, estaba en el caño, cuando el animal lo jaló de la cintura tirándolo al agua, el gritaba pidiendo auxilio, y ella en su afán, en su desespero, cogió un machete, y le dio muchos machetazos a la piel del güio, sin causarle la menor herida; ella cambió de arma y con un hacha le profirió otra sarta de infructuosos golpes, al final el güio atrajo completamente al hombre, y se escuchó como el partir de unas ramas secas, y lo arrastró al fondo del caño, hasta que se perdió de la vista de la señora. Sin pérdida de tiempo se decidió él envió de una comisión para buscar a ese pobre hombre. Sin embargo solo hasta el tercer día se pudo partir, porque el

personal en la cauchería estaba regado, partieron mi padre, dos indígenas, dos blancos y la esposa del pescador, después de casi un día de recorrido encontraron a la orilla de un caño el cuerpo sin vida del desdichado, por el estado de descomposición fue necesario cavar un hueco en ese sitio, enterrar el cadáver y ponerle una cruz de palo. Dé la impresión ninguno de los expedicionarios elevó alguna plegaria. Cumplido el fugaz velorio, se inició la búsqueda del animal, uno de los indígenas le decía a mi padre con insistencia: “Compadre él no se ha ido, él tiene que estar por aquí cerquita, él tiene que comerse a ese señor”. Lo buscaron, decía mi padre, más de cinco horas; cuando ya iban a partir de regreso, el indígena, que tanto insistió, observó un palo caído a lo largo del caño, y perpendicular a él se encontraba el ofidio, con la cabeza apenas sobresaliendo del caño; con premura mi padre le hizo un disparo con su escopeta calibre doce, el animal se retorció en su desenlace fatal, muriendo casi inmediatamente. Fue necesario el esfuerzo de los cinco hombres para sacar el güio de la quebrada hasta la orilla, el otro indígena lo abrió y se le encontró en el buche el perro de marisca que acompañaba al pescador en todas sus faenas; el indígena sentenció que debido a eso el animal no se había devorado a su paisano. A las nueve noches del insuceso, todos los habitantes del campamento, cuando salían a sus labores cotidianas, escuchaban al finado que los llamaba desde el lado del caño, en especial mi padre era quien escuchaba con más insistencia los llamados. Solo un mes después se pudo viajar hasta Carurú a pagarle una misa y rezar el novenario, con lo cual, yo creo, esa alma descansó en paz y dejo de asustar a las personas. Esa fue la historia de la muerte de Amancio, así se llamaba, un indígena tucano, por allá en el verano de 1961.

LA CAJA AGRARIA

Yo llegué a Miraflores el día sábado 8 de diciembre de 1975, en un DC-3 de la empresa Urraca, procedente de Villavicencio. Cuando yo llegué le pregunté a la gente que en donde se cogían los carros para ir al pueblo, me dijeron, no, éste es el pueblo y yo pensé que era el aeropuerto. Yo llegué aquí como empleado de la Caja Agraria, venía trasladado de Puerto Inírida, y allá el aeropuerto quedaba distante, y había carreteras entonces yo me imaginaba que era lo mismo acá en Miraflores. La Caja manejaba todos los movimientos bancarios como cuentas de ahorro, corrientes y créditos. Los créditos se daban para fomento del cacao y el caucho, además existía un almacén agrícola que vendía toda clase de productos para los cultivos y compraba las cosechas del caucho. El valor de los préstamos, en ese entonces, era entre mil y dos mil pesos, los requisitos no eran tan exigentes: se solicitaba un documento de la finca, como una especie de escrito que consignaba las mejoras en el predio, el cual expedía el corregidor de ese entonces. En algunas ocasiones, cuando el cliente era nuevo o poco conocido, un visitador viajaba al barrancón, a observar la situación del caucho y la organización del campamento, decía la gente que si el patrón tenía algo de comer: papa, yuca, avena, toda esas cosas, es decir una cocina organizada, y con un buen sector con caucho se le autorizaba el préstamo.

Sin embargo, en la mayoría de los casos, los créditos eran expeditos, en virtud a que los caucheros era gente conocida; ellos llegaban a venderle a la Caja sus dos o tres toneladas de caucho, lo que reflejaba directamente si trabajaban o no. Las láminas venían en bultos de 50 kilos, en el almacén de la Caja se pesaban, y se sunchaban, todo bien organizadito en bolsas plásticas que contenían los mismos 50 kilos, aunque se les hacia una rebaja al precio, porque en ese procedimiento, el peso del caucho menguaba. Me acuerdo que en esos años el gerente del banco se llamaba Encarnación de Jesús Rodríguez Vargas, me acuerdo que cuando me dijeron el nombre yo pensé que se trataba de una mujer. Él duró mucho tiempo acá, él fue un señor que se hizo querer mucho del pueblo, lo invitaban a muchas comidas de gallina. Para esos años solo existía en Miraflores una escuela de primaria, donde hoy día se encuentra el internado, entonces cuando los colonos traían su caucho y lo vendían, salían con su producido ya en efectivo a hacer sus compras para el año de estudio de sus hijos, muchos, se iban a buscar internados en Madrid, Mosquera o Funza, a esos pueblitos en Cundinamarca, donde tenían conocidos. Además compraban la remesa y todo lo que necesitaban para su próxima producción, porque su regreso al caserío podía demorar muchos meses, porque las dificultades de transporte y las distancias eran inmensas; ese era el comercio más o menos acá. La vida era difícil, pero a la vez muy bueno, la gente se conocía entre sí y existía mucho respeto y tolerancia, el valor de la palabra empeñada era sagrada, yo podría decir, para concluir, que la cartera de la Caja Agraria, se mantenía en un alto porcentaje al día.

AQUELLOS AÑOS

En el año de 1977, esta región se separó de la Comisaría del Vaupés, al crearse la Comisaria del Guaviare y Miraflores se elevó a la categoría de corregimiento del Guaviare; me acuerdo que en ese tiempo se expidió una ley que indicaba cuáles eran los municipios, y sus corregimientos en el país, y como hecho curioso, en esa ley había un artículo, donde el Estado se comprometía a pavimentar la carretera de San Martín de los Llanos hasta Concordia, y de Concordia a San José del Guaviare y a Miraflores. Yo me acuerdo de Tío Barbas, que queda a una hora del Yuruparí, más arriba estaba Juan Otero, Carrillo y un señor Manuel Belalcázar, ya casi llegando a Carurú; me acuerdo en el Bacati vivía Barreneche, unos paisanos brasileros: los Rodríguez, y más arriba Cándido Ramírez y los López; en el Guaracú estaba pablo Espitia y Héctor Rey, en la vuelta de Tucandí, en esa época lo nombraban así, vivía un tal Caraballo, eso eran los patrones, en aquello años. En los Lagos del Dorado estaba don Miguel Navarro, quien era el dueño de todo esto, él estaba fundado en los Lagos del Dorado, además estaban otros colonos como don Roberto Bonilla, don Jorge Sánchez, estaba don Luis Peña, doña Josefina Gaitán, Erick Rojas, Jorge Cacharro, José Barreto que todavía vive por aquí, don Ciro Quiroz, el papá de Clodomiro Quiroz, don Arsenio Ortiz, don Tello que también fue fundador de la vereda Buenos Aires, don Luis Soto, don Rodrigo Pizarro, era mucha gente que habitaba por acá, venían de muchas partes del Tolima, de Santander, de Bogotá, de los Llanos, entre otras regiones.

Muchos llegaron buscando mejor suerte, buscando fortuna, venían huyendo de las guerras entre liberales y conservadores, los conservadores los ubicaron en El Retorno y los liberales para donde quisieran coger, muchos de ellos llegaron a Miraflores; como será que hasta gente de izquierda llegó por estas tierras como don José Betancourt: “un comunista bueno”, decía la gente. Esto era un pueblo, que en medio de las dificultades y limitaciones, se vivía muy bueno, como se dice popularmente se “mamaba gallo”, me acuerdo de mi suegro don Luis Peña, pues este señor era muy típico, muy popular, él en medio de sus costumbres se levantaba por ahí como a las cinco de la mañana, y a cualquiera parroquiano que pasaba lo invitaba a tomar tinto, cogía el periódico y se acostaba en el piso a leerlo, y como él no sabía leer, se inventaba cosas, por ejemplo colocaba el periódico al revés y decía: “caramba, este carro se volcó”. En una ocasión las hijas de don Luis que estudiaban afuera y venían de vacaciones, él dijo, mañana me llega un equipo de acueducto: motobomba y manguera, entonces la gente del pueblo estaba pendiente de la llegada del vuelo, pues en ese entonces nadie tenía de eso, todo el mundo cargaba el agua a sus casas desde el rio, entonces llegaba la gente a decirle que le dejara ver la motobomba para ver si encargaban una, él llamaba a una de las jóvenes para que fuera a cargar agua al rio; esa era la motobomba que él tenía, como se dice, ese señor era muy pato. En aquello años se vivía muy bueno, a veces pasaban hechos violentos, existían limitaciones, todo era selva y la gente se enfermaba de muchos males, pero definitivamente, esto era como un paraíso terrenal, una tierra que apenas se estaba descubriendo; tal vez todo aquello era lo bueno de aquellos años.

CONTAMINADOS POR EL MIEDO

Por Blanca Ligia Suarez Ochoa Gerente Fondo Mixto de Cultura del Guaviare

Si mi capitán, para informarle que la explosión de anoche solamente afectó dos individuos y están muertos… Fue lo único que pudo escuchar del parte que entregaba a su jefe inmediato el suboficial, en la mañana muy temprano, cuando acudí para preguntar sobre lo sucedido la noche anterior, por los estallidos de las bombas que no dejaron dormir. Siempre había querido conocer ese pueblo y más aún, encontraba sugestivo el viaje en aviones de carga DC3, que aterrizan en la calle principal, asfaltada por greda amarilla. Uno o dos vuelos, como máximo por semana, se convierten hoy en el único espectáculo para los pobladores del lugar. Cuentan que en la época de la bonanza de la coca llegaban diariamente hasta veinte aviones transportando alimentos y pasajeros. La presencia de sillas apiladas en locales, cuyas rejas cerradas y amarradas por fuera con cadenas y candado, me transmitieron el bullicio de lo que pudieron ser cantinas, restaurantes y lugares atestados de clientes. El diseño del pueblo permite saber de inmediato que fue trazado como lugar de paso. A lado y lado de la estrecha calle que bordea el río aguas abajo, se intercalan entre los escombros de las tiendas, casitas de madera de fabricación

improvisada, con balcones descolgados por el peso de la soledad y vigas inclinadas por las materas de tarros oxidados, donde a cambio de siemprevivas florece la maleza, que transmite el vacío dejado por sus dueños. Por lo tradicional, hospédese aquí, me dijo Raúl descargando mi maleta al frente del letrero “Hotel Las Brisas”. Aunque haya pocas residencias, todas tienen cupo, pero le recomiendo esta, y con gesto de familiaridad saludo al hombre que se agachaba a recibir mi equipaje. La tarde transcurrió tranquila, en medio de un sofocante calor y de los comentarios de quienes me acompañaban: Aquí cayó el último cilindro, hace dos noches, dijo Eduardo cuando atravesábamos el atrio de la iglesia. Pero ese tampoco estalló, mi Diosito está de nuestro lado, replico Sandra. El primer cilindro nos sorprendió, todos amanecimos en trincheras, dijo Arsenio rascándose la cabeza. Pero eso no es nadita, replicó Sabina la artesana y se emocionó relatándonos entre lengua nativa y castellana el suceso donde su marido pisó una mina mientras buscaba bejucos en la selva para tejer canastos. Llorando terminó de relatarnos la muerte de su esposo. ¿Cuántos cilindros han estallado por estos días?, pregunta torpe que se me ocurrió hacer y que de manera inmediata contestó Juan Ignacio. Calle la boca, si uno solo de estos cilindros hubiera estallado no le estaríamos contando el cuento, sin dejarlo terminar le arrebató la palabra Dioselina: Sumercecita linda, estos aparatos están llenos de puntillas, de púas que recortan del alambre, vidrios y mucha pólvora explosiva. También me explicaron que vienen de la otra orilla del río, de la que esta arropada por la selva y sembrada por las minas. Qué desde hace mucho tiempo allá no se puede entrar ni se puede cazar.

Todos los espacios y sus habitantes contaminados por el miedo, todos hablaban de sus temores, todos expectantes y nerviosos. Aun así, no lograron impresionarme. La cena, seguida de un par de cervezas: Eso sí, debe estar en su habitación antes de la diez de la noche, porque hay toque de queda, a esa hora se va la luz, me dijo doña Luisa, la señora del restaurante Luna Roja. Puntual cortaron la energía y a partir de entonces, el silencio y la oscuridad invadieron el lugar. Recé bajo el toldillo y busqué el sueño, pero aún sin conciliarlo irrumpió el mutismo un fuerte bombazo que retumbó y estremeció la tierra. Me petrificó de tal forma que no pude levantarme del lugar, ni coordinar ideas. ¿Qué debo hacer?, nadie me dijo cómo actuar, tampoco pregunté. Intenté movilizarme pero no tenía fuerza y no quise probar la voz, porque me habían advertido que un grito podría generar la crisis o una luz convertirse en blanco de disparos. Se profundizó el silencio. Los zancudos pararon su vuelo. De pies a cabeza me corría sudor helado y el corazón parecía salírseme del pecho. Un miedo inmenso invadió la estancia y la mente se me puso en blanco. No sé cuánto tiempo transcurrió, pero solo volví a ser consciente cuando un segundo bombazo rompió la tensa calma. Me dejó sorda y por unos momentos desubicada. Minutos más tarde pude reaccionar y comprobé que no me había sucedido nada, ni a mi habitación, al parecer al hotel tampoco. ¿Quién sabe dónde cayó esta vez el cilindro?, dije, y me sentí una más de los pobladores de aquel lugar. Presa del terror, ansié la luz del día. Quería que amaneciera, pero recordé que apenas me había acostado, que aún no había dormido. Fui consciente de que faltaba que pasara toda la noche. Repasé el recorrido que había hecho desde la recepción del hotel hasta mi

habitación, ubicada al fondo de la construcción, después de un patio lleno de escombros y un laberinto de cuartuchos. Aquí queda aislada y más independiente, nadie la molestará, me dijo el dueño, cuando me entregó las llaves. Por la puerta del patio, no se preocupe. Cuando usted haya entrado, le pongo un candado por fuera, comentario al que no le presté atención, pero que ahora me producía incertidumbre y miedo por no tener clara la salida. Desperté distinta, aterrorizada e inquieta por saber lo que había ocurrido la noche anterior. En la recepción del hotel, mientras compartíamos el tinto, se rumoró que los cilindros cayeron pero no estallaron, que uno se había devuelto y que habían explotado dentro de la maraña verde, pero al parecer eran especulaciones. Por eso preferí dirigirme al comando de la fuerza pública donde escuché el reporte del suboficial y la explicación: “…Los bombazos obedecieron al estallido de minas antipersonal activadas en la selva por unos armadillos”.

REGAÑOS DE MAMÁ

Miraflores fue un pueblo donde la plata se conseguía muy fácil, a usted cualquiera le pagaba hasta por beber: “fresco chino yo le prestó, tome le regalo ropa, mujeres y trago todo el que se tome”; porque Miraflores fue un pueblo donde el alcohol que se ha tomado, yo creo que no se han tomado ni en ciudades mucho más grandes, es más, siempre he creído que las grandes empresas legales tienen que ver en el narcotráfico porque yo aquí he visto como pagan con un gramo o dos gramos de coca, una cerveza, no lo están haciendo directa pero indirectamente se están beneficiando del narcotráfico en Colombia. Esta es una situación que debe cambiar, mirar realmente, buscar la solución del problema, porque tenemos un gran conflicto en Colombia que es el desplazamiento y nosotros, hoy en día en Miraflores, por acabar con la coca, va haber un desplazamiento económico. Nosotros ya lo tenemos, las ciudades están muy llenas y en el campo, no tenemos a donde ir. Es buscar realmente con este recuento histórico que se hace de Miraflores, la forma de cómo podemos cambiar y mirar a este pueblo de una manera diferente, para que Colombia lo mire mejor, porque siempre hablan de Miraflores como un pueblo donde hay guerrilla y narcotráfico pero también hay gente que quiere otras cosas, que quiere cambiar, que se han quedado porque quieren un cambio, quieren vivir diferente.

La tranquilidad con la que he vivido los últimos años, a pesar de los tiempos turbulentos que se vivieron en Miraflores, en donde se mataba tanta gente, porque si yo me pongo a recordar, creo que no hay esquina donde no hayan matado a alguna persona. Es que esta región era un carnaval, donde llegaron a haber más de mil prostitutas, registradas en el hospital; esta tierra era un contraste de gente de todos lados, aquí resultamos diciendo dichos de paisas, de costeños, de boyacos, de llaneros, de todo porque vivimos una mezcolanza. Mi mamá conoció a Miraflores desde cuando mi papá empezó a viajar acá, ella venía a estarse algún tiempo, desde principios de los ochenta, y ella se fue hace como unos 18 años, no volvió, tuvo un accidente en avión y no volvió a montar y ella me decía: “no mijo, siempre lo mismo, sálgase usted de allá, eso es horrible. Hace dos años y medio, mi hermano la trajo; mi mamá ya es una anciana de 70 años, vino por el río, estando acá me dijo: “mijo yo venía porque quería mirar su motivo para amañarse tanto en este pueblo; de verdad Miraflores es un paraíso, la tranquilidad con la que se vive no se ve en ningún otro lado”. Miraflores fue capital mundial de la coca, lo leí en el periódico, y así fue, en dos décadas sostuvo la economía del país, porque mira, me atrevo a decir que así fue, porque en los ochenta, la roya acabó con el café, que era el otro renglón económico y sin embargo el narcotráfico, la coca del Guaviare, era mucho, en Miraflores se producían toneladas, gente que cogía cinco, diez, hasta quince mil arrobas, eso es un poconón de kilos. Pero la verdad la gente va queriendo un cambio; con los años uno va pensando diferente; sí hace falta plata para conseguir la papa, pero la pura realidad es que la tranquilidad de este pueblo no la cambiamos por nada.

LA CASA FORD

En el año 1951 don Carlos Balcázar llegó a Miraflores a organizar la contabilidad de la empresa de aviación AIDA en Miraflores, viajó en un avión catalina desde Villavicencio y encontró un poblado de siete casas, construidas por la compañía norteamericana Rubber, quien las había abandonado al final de la segunda guerra mundial, y don Marcos Mora, un comerciante boyacense, las ocupó para montar sus negocios de siringa. Don Marcos había sido guerrillero liberal, en la región del Ariari, lugarteniente de Dúmar Aljure, del cual recibió la orden de desterrar al Tuerto Giraldo, de Bocademonte – otro campamento de la Rubber, hoy Granada. Pero la operación falló y Don Marcos en su huida terminó refugiado en Miraflores. Por esos años manejaba esa plaza don Miguel Navarro, en dos años don Marcos, por medio de argucias, lo arruinó, convirtiéndose en el nuevo patrón. Sin embargo, Mora como delegado de la empresa, manejaba a su libre albedrío las cuentas y a ponerles orden llegó don Carlos. Misión que fracasó, ante las intrigas del comerciante y cuando don Carlos al acudir a la única autoridad de la región, quien oficiaba como corregidor y policía era socio y compadre de don Marcos.

LA TORRE DE BABEL

Los obreros que iban con esos patrones tenían que hacer un contrato, un documento firmado, si no cumplían ese contrato le cobraban doble o lo metían a la cárcel, pero gracias a Dios a nosotros nunca nos llegó a suceder eso; si un obrero se volaba, lo perseguían, tenía que cumplir los contratos, porque si no, el castigo de ellos era trabajar dos meses más o tres meses, así era la ley en ese tiempo. Yo rayé cuatro años, me levantaba a la una de la mañana, uno encontraba los árboles de siringa a dos o tres horas de camino, entonces rayaba hasta las 10 o 11 de la mañana, dependiendo del ritmo y del cauchero, se sacaban cuatro láminas, si le rendía más sacaba más, si no tampoco, había gente que sacaba dos láminas como dos kilos, tres láminas tres kilos, cuatro láminas cuatro kilos. Habían buenos patrones, pero también malos, como la gente de Jorge Sánchez o el finado veintiún uñas, ellos daban plan, amarraban, lo amarraba a uno con la misma leche, si traía menos de dos láminas lo torturaban, eso era tenaz. Los paisanos sufrimos mucho desde esa época, éramos muy inocentes, además no hablamos castellano, cada paisano tenía su dialecto, cada grupo: Si yo soy Desano, hablo con el dialecto mío, si soy tucano hablo Tucano, si soy tiracapi hablo Tiracapi, si soy cubeo hablo Cubeo, y así sucesivamente, y entre nosotros mismos no nos podíamos comunicar, de eso se aprovecharon los blancos para esta esclavitud.

EL DEMONIO DE NARE

Cuando yo llegué a Miraflores en 1965 empecé a trabajar con don Marcos Mora en Puerto Nare. A mí me trajo mi cuñado Reinaldo, desde Mitú, a trabajar como rayador de caucho. Un día cualquiera, por allá en esa época, íbamos para Nare con una sobrina, transportando unas sales que venían en bulto, como a la una de la tarde, Reinaldo me dijo baje usted en ese potrillo. En el guachinacan de don Rogelio entramos y nos perdimos como yo no conocía entonces nos devolvimos y dimos la vuelta, ya había oscurecido, esa vuelta era larga. Los antiguos le contaban a uno de muchos espantos como: la patasola, la madremonte, el diablo, entonces le decían a uno: “si escucha algún llamado en el monte no conteste”. Como las cinco de la tarde yo iba por el centro del caño y sentí el llamado, jamás supe por qué, pero de una vez tuve la certeza que era el demonio, haciendo caso omiso a las advertencias, yo dije: “que hijuemadre voy a contestarle, para ver quien es”, sin embargo no recibí respuesta alguna, aunque el llamado se mantenía. Me fui acercando cada vez mas, hasta que llegué a la orilla del río y ahí si fue que me dio miedo, es que cuando estaba lejos se escuchaba como una persona gritando, pero a medida que nos acercábamos era como un trueno, como tocar un tambor. Yo llevaba un machete y pensé si me ataca con esto me defiendo, llegamos a un rebalse y por ese lado me fui metiendo hasta que el llamado se hizo distante hasta desaparecer. La verdad nunca lo vi, pero puedo asegurar que todo fue cierto, sino pregúntenle al de arriba cuantos avemarías y padrenuestros recé y eso que yo no era cristiano.

UN PUEBLO BONITO

Yo llegué más o menos en el 64, Miraflores era muy bonito, había muy poquitas personas, las casitas eran en puras hojas y no se veía sino la yaripa para el piso y para las divisiones de las piezas, la yaripa se sacaba de la corteza de una palma, se cogía la palma y la golpeaban con el hacha y le sacaban el tripaje que lleva por dentro y eso quedaba una palma muy fina, entonces con eso hacían las divisiones de las piezas y el techo era cubierto con moriche, una mata que también la tejen los indígenas. Todo el mundo se conocía, se sabía quiénes eran la otra familia, que de por si eran poquitas familias, en esa época estaba viviendo don Miguel Navarro, estaba doña Eugenia Mogollón, estaba viviendo doña Alfonsina Gaitán, don Carlos Ramírez, los Peñuelas, entre otros, es que se me escapan ahorita otros nombres. En las décadas de 1930, 1940 y 1950 llegaron los primeros colonos por la bonanza de la balata, un árbol que se cortaba y de allí se sacaba el látex o goma, también explotaron el caucho, en ese entonces también le decíamos siringa, al que también le extraían el látex y formaban láminas de caucho, la diferencia con la balata era que se sacaba en unas cubetas y se dejaba la goma entera, como una bola, en cambio el caucho lo colgaban, lo laminaban y después de que estuviera bien seca se numeraba. Cada cauchero tenía una marca y un número, entonces la Caja Agraria lo compraba y sabía de quien era, y, se sabía quién debía y quien no debía y ahí era donde sacaban los préstamos para ir a seguir trabajando en la época

de fabrico que le decían, que era la temporada las épocas donde no había lluvia o verano. Es que en épocas de invierno, cuando llegaban las lluvias, se levantaban los trabajos, porque no había forma de recoger la goma o la siringa. Para el año 1968 fueron explotadas también las pieles de tigres y otros animales o el tigrilleo que llamaban, aunque tampoco en esos años se veía el dinero; es que en esos años nunca se vio el dinero, aquí todo era cambio o trueque. Todos los trueques eran por trabajo: trabajo por sal, trabajo por una escopeta, trabajo por comida, trabajo por cualquier cosa, por dar un ejemplo, en esa época se utilizaban mucho las chaquiras que eran unos collares largos que traían acá, además de espejos, arcillas, bisutería de todo tipo; de tal manera que los indígenas se enamoraban mucho de eso, y a trabajar se dijo para conseguir esas “Joyas”. También se trabajaba por las pieles de tigre, tigrillo, perro de agua, nutria, cachirre y güio, eso también lo sacaban y los vendían uno no sabía a qué precio, pero lo cierto es que aquí aparecían muchos en esa época y se metían al monte con perros, con escopetas y sacaban muchas pieles, en ese entonces molestaban mucho el Inderena por esas pieles y muchas veces se las decomisaban pero ellos se valían de sus trucos y salían con eso a venderlos a Villavicencio, a cualquier parte, porque nosotros no sabíamos ni dónde iban a parar esas pieles. Sin embargo, a pesar de tanto trabajo, para nosotros esto era un pueblo bonito, las gentes eran sanas, se vivía con muchas dificultades y limitaciones, pero se estaba formando un pueblo, una sociedad y ya el mundo comenzaba a conocer ese rincón de la selva llamado Miraflores.

LOS CABUCOS

Los indígenas se radicaban, en su mayoría en las riberas de los ríos: Vaupés, Apaporis, Papunagua, Unilla, y muchos más, además de toda esa intrincada red de caños y lagunas. Eran muchas familias o etnias como tucanos, guananos, cubeos, carijonas, piratapuyos, desanos, entre muchas otras tribus. La alimentación era: pescados, quiñapira, casabe, fariña, mariscos, lapa, cachirre, chacure, venado, micos, hormigas, frutas hacían parte de la dieta diaria. El encuentro del blanco y el indio fue muy frustrante, fue muy frustrante porque pues hubo mucho temor de parte de los indígenas, corrían, se asustaban de muchas cosas siempre tenían la imagen que el blanco era malo, que los iba a tratar mal y verdad que no fue mentira, ya que el blanco buscó al indio solo para trabajos forzados y obligados. Además los colonos, que llegaban solos, buscaron a las indígenas y se dio el mestizaje, yo soy una muestra de ello: mi madre es cubea y mi padre de Campoalegre (Huila), entonces yo soy una mestiza, una cabuca, eso soy yo. La medicina indígena tenía y tiene muy buena acogida, porque desde esos años hasta esta época todavía se maneja eso, ellos curan no más con un solo rezo, con un vaso de agua le quitan a usted cualquier dolor y aún existe eso. Aunque muchos usan esa sabiduría para el mal, eso es nuevo, porque antes todos eran muy buenos y muy serviciales, esa maldad la aprendieron de los blancos, porque en los pueblos indígenas no existían esos malos sentimientos.

UNA MAÑANA DE MARTES

Me acuerdo que fue una mañana de martes, de un verano ardiente, por allá del año de 1980, cuando el pueblo aún se reponía de la fiesta del día anterior, es que en esos años Miraflores era una rumba cotidiana, eran los años inciertos donde la coca y el dinero fácil que se generaba de su hijo ilícito: la cocaína, eran los amos y señores de la plaza. E1 médico del turno de urgencias de la noche del lunes, entregaba su fatal informe: cuatro heridos y un muerto, producto de riñas varias; el Dios dinero había convertido al pueblo en un lugar invivible, pero esas cifras macabras, no eran los únicos problemas: de tiempo atrás la región no era solo exportadora de vicio, sino también potencial consumidora, muchos jóvenes y otros no tanto, habían llegado con la intención de tomar el producto casi desde la misma mata. Por esta y otras razones, en esa mañana de martes, ocurrió lo que tenía que ocurrir, a las nueve de la mañana, los lugareños fueron citados por los guerrilleros a una reunión obligatoria; cuando estaban reunidos los pobladores, el comandante de los alzados en armas, tomó la palabra y explico el motivo de la citación: le solicito a los presentes que identificaran a los viciosos, el silencio no se hizo esperar, llegó un segundo llamado y hasta un tercero perentorio, finalmente solo tres personas pasaron al frente y reconocieron su adicción; nuevamente el comandante, tomó la palabra, los tres condenados temblaban de pavor, el hombre dijo: “de hoy en adelante los tres son los únicos autorizados para consumir su vicio, cualquier otro presente que lo haga será fusilado de manera inmediata”.

MAMÁ CARIJONA

Yo soy nacida acá en el Municipio de Miraflores, mi mama me cuenta que nos trajo del resguardo cuando yo tenía dos años, desde ahí hemos vivido acá en el municipio, antes íbamos y veníamos, porque venían a estudiar mis hermanos que estaban mas grandes, ellos venían a estudiar y en vacaciones nos íbamos a vivir donde mi abuela. Durante las vacaciones era hacer fariña, limpiar las chagras y preparar las provisiones para el año siguiente, vivíamos en el resguardo, en una casita, hecha de techo de platanillo, las paredes eran en yaripa y los pisos siempre eran altos, por aquello de los tigres, y era súper fresquita, esas viviendas eran muy frescas, además nosotros la pasábamos mucho en el caño, pues como todo paisano aprendemos a nadar desde muy chicos. Cuando yo llegue a mi edad escolar nos asentamos en el municipio y eso fue terrible para mi familia: mi mamá es de la etnia carijona, al igual que mi papá, ella solamente sabia los oficios de los paisanos: hacer la fariña, el casabe y de vez en cuando cocinarle a los trabajadores de los barrancones el arroz y las lentejas. Casi tan pronto como llegamos al pueblo, mis padres se separaron, tal vez esa fue una de las razones de mi mamá de venirse para acá, mi papá dejo a mi mamá por una hermana menor de ella. Sufrimos muchísimo, me acuerdo que tuvimos que pasar hambre, necesidades, de todo, pero con el paso de los días, con mucho esfuerzo de mi madre, las cosas fueron mejorando, ella aprendió y se fue superando.

Acá en el pueblo le tocó aprender hacer otros oficios y sufrimos mucho al principio porque mi mamá no sabía hablar castellano, sino solamente en lengua, además nunca se preocupó por enseñarnos la lengua a nosotros entonces ella no tenia con quien hablar y se fue perdiendo así la lengua materna. Ella se hizo amiga de una señora que le enseñó los trabajos de los blancos, a planchar, a lavar la ropa, a preparar otras comidas; la señora se llamaba Leonor, esposa de un señor que se llamaba Carlos Ortiz. Mi mama le tocaba lavar desde la seis de la mañana a las seis de la tarde y luego en la noche ponerse a planchar todo ese mundo de ropa, para conseguir el sustento de nosotros. Muchos años después de lavar y planchar ropa, se fue a trabajar a un restaurante, apoyada por una señora que era vecina de nosotros llamada Carmen Tique, una señora tolimense de bastante edad y con un corazón muy grande, ella nos apoyó siempre, aconsejaba a mi madre, porque ella sufría mucho por mi papá. Eso años fueron muy duros, pero mis hermanos y yo nos convertimos en bachilleres, acá en el colegio de Miraflores; todo gracias al esfuerzo de mi madre, ella nos formó como personas de bien, en su inmensa sabiduría nos enseño el valor de las cosas, sobre todo aquellas que se consiguen con esfuerzo. Alguna vez un señor de afuera, creó que un funcionario de la capital, dijo en un periódico que todos los habitantes de Miraflores eran delincuentes y que este pueblo debía desaparecer. Yo pensé: cuando uno no conoce no debería hablar, como me hubiera gustado haberle presentado a ese señor a mi madre, una indígena carijona que nunca aprendió a hablar español.

RUSIA EN BUENOS AIRES

Eso fue en el verano del año de 1992, cuando en una reunión amenizada por licor, los dueños de cuatro fincas tomaron la decisión de crear Buenos Aires, antes conocido como El Porvenir, esos alegres compadres eran: Jairo Flórez, Francisco Giraldo, Omar Castañeda y Albeiro León. El nombre surgió del hecho, que en ese como en todos los veranos, sopla un fuerte viento, en virtud que el caserío se halla en un alto de banqueta; los cuatro fundadores comenzaron a regalar lotes para iniciar el asentamiento y llegaron muchas personas a fundarse en el poblado. No existía un carreteable en buenas condiciones y por lo tanto tocaba traer la remesa a la espalda desde Miraflores, se duraba todo un día en ese transito, el pueblo tampoco tenia acueducto y tocaba cargar el agua hasta las casas, esa labor la realizaba un señor al que le decíamos “paisa chuzo”, porque también se rebuscaba vendiendo chuzos en las tardes. La energía era a la luz de la vela, la comunicación era con un radio, pero todo fue mejorando, gracias a la colaboración de las personas, el gobierno se veía muy poco por acá, por ejemplo el aula educativa se hizo a punta de convites, en un terreno que dono Pacho Giraldo, el puesto de salud también fue el resultado de esa labor de las personas, todos aportábamos lo mucho o lo poco que tuviéramos Con los años y la esperanza de un mejor futuro, llegaron cada día mas familias a la región, con esos nuevos habitantes la vieja escuela se

transformó en colegio, entonces, me acuerdo, un día nos reunimos para darle un nombre con todas las de la ley, surgieron varias propuestas, pero un vecino, con ínfulas de historiador, dijo que él había leído alguna vez que por los años de la independencia uno de esos próceres había dicho: “colombianos si las armas os han dado la independencia, las leyes os darán la libertad”, y algún mamagallista sentenció: “Ese es el hombre, como este ha sido un pueblo sin ley, es menester ponerle el nombre de ese ilustre patriota. De esta manera y agotada la discusión, se procedió a votar y se eligió, casi por mayoría, el nombre para el colegio: Francisco de Paula Santander. En el año de 1997, Buenos Aires, se convirtió en Inspección de Policía, y se nombró como primer inspector al señor Javier Daza Pitalúa, quien como dije fue el primero pero también el único, después de el ya no vinieron mas, aunque yo creó que todavía seguimos siendo Inspección. Ante el hecho de convertirnos en Inspección, nuevamente nos reunimos los vecinos y se decidió la compra de la planta actual, ella se consiguió a punta de bazares, como se ha hecho todo en este pueblo con el concurso de la gente y con la ausencia del gobierno. Como hecho particular, me acuerdo que el diseño de Buenos Aires, no fue al azar como la mayoría de los asentamientos, acá participó una arquitecta, quien elaboró los planos y dispuso la distribución de los lotes, ella era esposa de un primo que había estudiado en Rusia, ella era de por allá y habían decidido venir por acá a probar fortuna, se llamaba Nataskly, y era medio loca como todo europeo, como será que se bañaba desnuda en público, pero eso sí era buena arquitecta y ella fue la que diseño a nuestro Buenos Aires.

UN FUNDADOR

Gracias papá

Nacido el 12 de septiembre de 1912, en el departamento del Tolima, a muy temprana edad 12 años, viaja al departamento del Guaviare con su padre, el cual es funcionario del Correo Nacional que operaba en San Martín Meta, dicho correo se debía entregar desde Calamar hasta Mitú en el Vaupés, el recorrido iniciaba en San Martín Meta, pasaba por Calamar, Miraflores, Carurú y Mitú, en el cual trabajaba aproximadamente dos meses bajando y tres meses subiendo en el mecanismo del transporte eran en unas embarcaciones llamadas batelones impulsadas al remo, con una tripulación aproximada de 12 personas, en este oficio le colaboró varios años a su padre. Posteriormente se independizó, se casó con Tarcila Braga Gonzales y se ubico en san José del Guaviare, pero debido a las proliferación de mosquitos y la gran cantidad de caimanes que habitaban el río Guaviare, lo cual impedía la navegación y otros oficios como lavar ropa, que era una labor bastante peligrosa porque se corría el riesgo de ser atacados por los caimanes, decide desplazarse hacia el bajo del Vaupés, donde se radica y construye la primera vivienda en el caserío que hoy conocemos como Miraflores Guaviare, pero debido a que en esa época empezó a explotarse el caucho con propósitos comerciales, decide continuar su camino y funda el caserío llamado Lagos del Dorado, porque lo conforman cuatro lagos llamados Lago espejo, Lago Cándido, Lago Negro y El Dorado.

Dos años después llega a la región don Miguel Navarro, con un proyecto hotelero con fines turísticos y tres años después luego de terminada la construcción de este hotel, llegan los primeros turistas procedentes de Estado Unidos de América, Alemania, Canadá, Argentina y otros países, colabora en el diseño y ejecución de 35 canoas pequeñas, dos lanchas grandes llamadas, el Rey y la Reina, las embarcaciones pequeñas eran utilizadas para la pesca deportiva de los turistas, y las dos lanchas grandes para el transporte de los mismos. Don Cesar se radica definitivamente en los Lagos del Dorado, donde nacen sus once hijos, fue jefe de 14 Grupos de trabajadores en la elaboración de caminos caucheros y posterior explotación del cauco, trabajo para la Rubber hasta la terminación de la bonanza cauchera, posteriormente se dedicó a la agricultura en cultivos de plátano, yuca, maíz, al inicio de la llamada bonanza cocalera se opuso radicalmente a este cultivo, fue la única finca en la región que no tuvo cultivos de coca con fines comerciales, murió el 17 de junio de 1993 en la ciudad de Villavicencio Meta.

EL HOSPITAL

El 7 de agosto de 1995 quemaron el hospital, eso fue durante una toma de la guerrilla, eso fue en la mañana, era muy temprano, como las siete, esa mañana se acabó el hospital, la guerrilla desalojó a los pocos pacientes que estaban y le metió candela, yo me acuerdo de la gentecita con los sueros en la mano, con cobijas, con colchonetas, una señora, la mama del médico, casi le da un infarto del susto. Ya después comenzaron la construcción del hospital nuevo, pero eso fue como en el 2000, muy bonito, en material, allá arriba donde comenzaron a parquearse los aviones, aunque para mí ese hospital es un puesto de salud, que todavía le faltan muchas cosas, eso es como la primera parte, la cuota inicial de un sanatorio, es decir por fuera se ve bonito pero por dentro no tiene nada, eso es puro cascaron. El hospital viejo era muy bueno, a pesar de que era en madera, bien dotado; por ejemplo, imagínese que a mi mujer le hicieron una cesárea en el 80, como a las tres de la mañana, con unos médicos muy competentes, creo que le hicieron, como se llama eso, una citología y la niña nació alentada, sin ningún problema. El servicio era excelente, a pesar de que era en madera, por dentro estaba todo enchapado, y todo bien organizado. Yo no se porque ahora todos son remisiones, por cualquier cosa; en esa época todo se hacia acá, era muy extraño que a uno lo remitieran, definitivamente el servicio era mejor.

EL JUEZ Basado en el Proceso 15.633 Corte Suprema de Justicia

Hacia las 9:45 de la noche del 28 de abril de 1990, en el vecindario del corregimiento de Miraflores, Guaviare, se escuchó la detonación de varios disparos producidos por arma de fuego, ante lo cual una patrulla del Ejército Nacional, adscrita a la compañía del Comando Contraguerrilla, allí acantonada, hizo una ligera inspección sin advertir novedad alguna. Sin embargo, al amanecer del siguiente día fue hallado el cuerpo sin vida del universitario Luis Eduardo Cadena Galvis, quien para entonces fungía como Juez Promiscuo Territorial de esa misma localidad, el cual presentaba varios orificios ocasionados con proyectil de arma de fuego. Desde el inicio de la investigación fue planteada la hipótesis de que la muerte del juez Cadena Galvis fue determinada por el entonces subteniente del Ejército Nacional Alfredo Rubiano Caicedo, quien a la sazón se desempeñaba como Comandante de una Compañía de Contraguerrilla con base en ese lugar, y que la misma había sido ejecutada por los soldados bajo su mando Reynel Beltrán López y Jairo Rubiel Páez, y motivada por las desavenencias suscitadas a raíz de una presunta investigación que el funcionario judicial pretendía iniciar por ciertos procedimientos irregulares del oficial. Ahora bien, cierto es que en sus intervenciones públicas el extinto Luis Eduardo Cadena Galvis expresó solidaridad con las instituciones legítimamente constituidas y rechazó la hipótesis de que las fuerzas del

orden hubiesen simulado un hostigamiento de la subversión, días antes de su inmolación. De ello dan fe las constancias dejadas en las actas de las sesiones del Consejo de Seguridad en que él participó y las declaraciones rendidas por el Teniente Carlos Holman Gómez, el Mayor Luis Humberto Cabiedes, el Capitán Sergio Vargas Colmenares y el Secretario Administrativo de la entonces Comisaría del Guaviare, Néstor Solano Toro, entre otros. Sin embargo, no puede perderse de vista que en realidad sí había descontento de algún sector de la comunidad por el comportamiento de la Fuerza Pública instalada en el lugar, porque tal hecho ciertamente fue debatido en dicho organismo de participación popular, como consta en las actas respectivas, y que sobre ese particular el señor Cadena Galvis expresó a Solano Toro su disposición a recepcionar las quejas de la población y su inconformidad por la carencia de medios para hacerlo, por manera que sí hubo Interés de su parte en no hacer “mutis por el foro”. Y si a ello se añade la circunstancia de que durante su corta instancia en el lugar, el juez “tomaba mucho”, como lo declara Nancy Cruz López, Secretaria del Corregidor Local, queriendo significar que abusaba del consumo de licor, pues no resulta descabellado que en efecto, en uno de tales momentos hubiese expresado intención de canalizar el comentado descontento, como asevera haberlo escuchado decir quien el 31 de julio de 1991, depone con reserva de identidad. El 26 de septiembre de 2002, la Corte Suprema de Justicia confirmó la sentencia de segundo grado del 26 de agosto de 1988, proferida por el extinto Tribunal Nacional, por medio del cual se confirmó el fallo dictado por un Juzgado Regional de Bogotá, que condeno a Alfredo Rubiano Caicedo y Jairo Rubiel Páez a penas de 22 y 20 años respectivamente, como coautores del delito de homicidio.

NO ME ARREPIENTO

Recuerdo que eran las nueve de la mañana, me acuerdo mucho porque mi esposo estaba desayunando, cuando eso vivíamos a la orilla del rio, de repente escuchamos un estallido, volteamos a mirar, pensamos que de pronto era un cilindro de gas que había estallado, como había una lancha amarrada con varios de ellos, de inmediato salimos, todo era un desorden: la gente corría y gritaba, los policías se atrincheraban y disparaban pensado que era la guerrilla. La historia fue diferente: una pareja de campesinos fueron al Vaivén a recoger una verdura para llevar a la finca, en el sitio estaba una grabadora que días antes un caballero había dejador a guardar, como la curiosidad es propia de los seres humanos, la señora se le dio por revisar el aparato de sonido, para ver si funcionaba y cuando ella la fue a prender, esa cosa explotó, eso nos contó el señor. Mi marido salió corriendo a mirar que era lo que había pasado, tras él salí yo y fuimos los primeros en llegar al sitio del desastre, prontamente mi compañero socorrió al hombre, me acuerdo que su nombre era Alfonso, eso botaba sangre por todas partes, sin embargo, y a pesar de sus heridas, el no dejaba de gritar por su esposa: “Yaneth, por favor señor ayude a mi esposa, ella todavía esta viva, por amor de Dios”. En esos momento el lugar ardía en llamas, mi esposo me miró, como preguntando: ¿Qué hago? y antes de que yo tuviera oportunidad de decir palabra, él ya había entrado en el lugar, comenzó a llamar a la infortunada

por su nombre y a los pocos pasos la encontró, estiró su mano en medio del fuego y la agarró del bracito, él se quedo con la piel en la mano y ella volvió y se le zafó, entonces, el optó por quitarse el buzo, lo mojó y se lo puso encima, metiéndose de lleno a lo profundo de la candela, como el no miraba nada, la llamaba y le decía que le hablara para el encontrarla, con sus últimos alientos la mujer le obedeció, hasta que finalmente él la tanteó, la cogió y la sacó en brazos. Con esa fuerza sobrenatural, que unge a una persona cuando siente el riesgo inminente de la muerte, mi esposo logró sacar a la señora a la puerta del negocio, que segundos después caía en pedazos; sin perdida de tiempo, la subieron a la ambulancia, la llevaron al hospital y la remitieron. Unos dicen que murió en el trayecto a San José, otros dicen que de Villavo a Bogotá, no se sabe cómo fue, pero en todo caso yo creo que ella murió en el avión. Tan pronto subieron a la señora a la ambulancia, mire a mi esposo y fue cuando yo me dé cuenta que también se había quemado, resulta que la finadita tenía ropa de seda y un cabello muy largo, y yo creo que con el cabello lo quemó, el quedó afectado en toda la parte derecha del cuerpo, un brazo y parte de su cara. Después de eso vino un proceso muy largo: primero lo operaron, eso fue muchos días acá en el hospital internado, la cara no le cicatrizaba, el brazo le quedo como mas cortico que el otro y ya después de eso el no pudo volver a hacer fuerza, me acuerdo que nos colaboraron con unas inyecciones y eso fue como lo que medio le ayudó. La gente del pueblo nos dio la mano, sobretodo el padrecito Cadavid, nos ayudó para darle de comer a los chinos, mientras él podía trabajar, a mi me tocó descargar envases para ayudar, esos días fueron muy duros… Nunca nos dieron nada, por esa acción heroica que el hizo, pero como dice mi marido: “negra, a pesar de todo, yo no me arrepiento, yo vuelvo y me le meto a la candela”.

CASTIGOS

En la época de la bonanza coquera, este pueblo era muy violento, me acuerdo el año de 1987: todo mundo andaba armado, todo mundo tenia plata, el alcohol eran mares eternos, entonces con esa mezcla explosiva, la violencia era cotidiana, cada mañana se encontraban muertos en las esquinas, claro que no todos esos finados eran en el pueblo, eso era en todos lados: caseríos, caños, bodegas, la gente se ponían a pelear y se mataban a machete, a tiros, con lo que fuera, así eran esos tiempos. En el año de 1993 me tocó viajar a Villavicencio, para unas compras de un negocito que había montado, y en la pista estaban 27 cadáveres listos para ser transportados a varias ciudades del interior del país. Nosotros salimos con un amigo y la gente en Villavo, nos interrogaba con asombro: ¿de donde vienen? de Miraflores y decían a ustedes no les da miedo vivir allá. Hasta que ya empezó a tomar control la guerrilla, al que mataba también lo mataban, o le ponían castigos sobrehumanos, y ya la gente se fue calmando con ese tema de las muertes. Una vez en mi vereda un muchacho que mató a otro lo pusieron a cargar 1500 bultos de gravilla, lavarla, y llevarla como a dos kilómetros, a hombro, eso lo pusieron hacer; a otra muchacha, que había matado a su esposo de un golpe en la cabeza, también le colocaron mil bultos para cargar. Al muchacho le faltaban como 300 bultos, lo mataron de un tiro de escopeta, eso fue en mi vereda: La Esperanza.

UNA DE TANTAS

De pronto fue una de tantas tomas que hemos presenciado en este pueblo, pero yo creó que fue la primera. La guerrilla llegó en el 83, a finales de ese año, eso fue como a las seis de la noche, ellos llegaron y se repartieron por todo el pueblo, como dicen los militares tomaron posiciones estratégicas y comenzó la balacera más verraca. La estación de policía era donde hoy día queda el polideportivo, en ese tiempo eran pocos agentes, yo me acuerdo que eran como diecisiete hombres, todos unos muchachos muy jovencitos, tal vez sin experiencia, estaban como al mando de un teniente. Por el parlante comenzaron a decirle los guerrilleros a los policías que se entregaran, que les iban a respetar la vida. Finalmente como a las siete de la mañana esos muchachos se entregaron, yo creo que se les acabó la munición. Cuando los cogieron, los amarraron, los dejaron en calzoncillos, les quitaron el armamento y así fue, porque a todos los dejaron, no los mataron porque no quisieron. Enseguida se fueron para la Caja Agraria y reventaron todo, me imagino que se llevaron la platica que había, abrieron el almacén y comenzaron a llamar por el micrófono a la gente del pueblo, para que fueran por lo que ellos quisieran, decían háganle que todo lo que hay en la Caja es para ustedes (salvo el billete, digo yo) y ahí fue cuando los mas irresponsables llegaron y saquearon todo: unos salían con tazas de baño, tejas de zinc, insumos, eso mejor dicho de todo, hasta que a las horas llegaron refuerzos, me parece que fue la tropa y esa fue la historia de una de las tantas tomas de este pueblo, una de tantas que creo fue la primera.

VERSION OFICIAL

Tomado del reporte del accidente Aeronáutica Civil

El día 25 de mayo de 1995, el HK-3213, adscrito a la empresa LACOL, despegó de Vanguardia con destino a Miraflores al mando del capitán Héctor Jiménez, como copiloto se desempeñaba el capitán Fernando Prieto y como técnico Víctor Agudelo. Según informe de testigos sobrevivientes, el vuelo transcurrió normalmente hasta unos minutos antes de llegar la aeronave a su destino, cuando el motor izquierdo empezó a producir explosiones dejando una estela de humo. La aeronave comenzó un descenso hacia el aeropuerto de Miraflores en condiciones de mal tiempo. Durante este descenso la aeronave colisionó con arboles de la zona selvática circundante al aeropuerto siendo consumida y destrozada en su mayoría por la acción del fuego y del impacto. Como resultado de este accidente murieron el piloto y el copiloto así como tres (3) de los nueve (9) pasajeros que se encontraban a bordo de la aeronave dentro de los cuales se incluía un estibador. La aeronave dejo huellas de pre-impacto que sugieren o indican un alto ángulo de caída con baja velocidad horizontal. El área de impacto es una zona relativamente pequeña y sin huellas de post-impacto consistente esta descripción con la pérdida de sustentación. La aeronave fue consumida por el fuego post-impacto. Todos los cortes de estructura son consistentes con fuerzas de impacto de compresión y de formación plástica.

No hay en la investigación records que puedan ser utilizadas para efectuar un estudio de la condición médico-patológica de los pilotos. No hay tampoco records sobre la validez del Certificado Medico de cada uno. Tampoco hay records de autopsias practicadas a la tripulación. Aunque Miraflores no posee estación meteorológica, por declaraciones de pilotos que se encontraban en la zona, se estableció que al momento del accidente el tiempo era marginal con techo de aproximadamente 300 pies, lluvia y nubes bajas. La única radio ayuda al aeropuerto de Miraflores es un radio-faro. El avión estaba equipado con VOR y ADF. No existe torre de control en dicho aeropuerto por ser un aeródromo no controlado. No se efectuaron análisis estructurales ni de equipos anteriores del avión que condujeran a analizar la capacidad de supervivencia del diseño del equipo y su mejoramiento por haber quedado la aeronave completamente destruida. No se efectuó análisis de ninguno de los componentes del avión, tampoco hay records de análisis de las plantas motrices. La tripulación no tiene records de la investigación inicial sobre su calificación inicial en el equipo, tampoco hay información que contenga evidencia sobre los chequeos de ruta y programa general de entrenamiento de pilotos. No hay records de horas en el equipo ni de experiencia. La validez de los certificados médicos tampoco se estableció en la investigación inicial la condición psicofísica de la tripulación. No se estableció tampoco en el informe inicial pues no hay records que indique su condición en este sentido. La aeronave tenia certificado de aeronavegabilidad vigente. Aunque aparecen algunos records de mantenimiento estos no son suficientes para determinar si todos los programas fueron cumplidos. El peso y balance del avión efectuado por la compañía a través del despachador de vuelo, indica

que aunque el avión estaba por debajo del peso bruto máximo de operación, el peso de gravedad le figura en el 30% siendo el límite máximo de 20%. En otras palabras el avión decolo fuera del límite trasero de centro de gravedad. Por otra parte el piloto y copiloto no estaban manteniendo plan de vuelo por instrumentos con las alturas requeridas para la operación. En las comunicaciones no hay records de llamadas de la tripulación declarando una emergencia o condición anormal de vuelo. La causa probable de este accidente es la perdida de sustentación, inducida por explosiones e incendio en el motor izquierdo, problemas que el piloto no supo sortear debido a que se encontraba volando en condiciones VFR y no en condiciones IMC. Se concluye que la empresa debe probar que tiene y posee los record de calificación y entrenamiento de los pilotos accidentados así como de las demás tripulaciones, a fin de establecer si tiene o no un programa adecuado de entrenamiento en sus pilotos. Además de mostrar todos lo records de mantenimiento de la aeronave, a fin de demostrar que, esta cumplía con todos los programas de mantenimiento exigidos por la Aeronáutica Civil y finalmente se insta a la empresa a no trasportar pasajeros en vuelos de carga y despachar los aviones tipo DC-3 dentro de los límites establecidos de centro de gravedad, estipulados por el fabricante. A la Aeronáutica Civil se le recomienda un seguimiento de las anteriores recomendaciones.

A MI ME TOCÓ

El vuelo estaba programado para la mañana, pero se demoró porque estaban reparando el avión, nos toco esperar un buen rato en el aeropuerto, como será que yo me subí al restaurante del segundo piso a almorzar y casi me quedo, yo estaba en plena sopa cuando llegó un cuadrillero y me dijo: “hágale hermano que el avión ya va a despegar”. Nos montamos nueve pasajeros, más tres tripulantes, aglomerados en ese avión, porque, en la parte normal, echaron el ganado, abrieron un corral de aluminio, y a todos nos tocó adelante en la cabina, como será que los tripulantes no tenían donde sentase, vinieron de pie casi todo el vuelo, en la parte de atrás solo venían dos personas, el dueño del ganado y un muchacho que venía con el, cuando el avión despegó se notaba que estaba muy pesado. Yo soy muy curioso, por lo tanto venía pendiente del viaje, de esa manera me di cuenta que estamos muy cerca de Miracho, como a unos diez minutos, cuando, de repente, empezó el avión a estrujarse, se apagó un motor y empezó a botar borbotadas de candela. Los pilotos hicieron hasta lo imposible por controlar el avión, lo sostuvieron tres o cuatro minutos, como desde Villa Otilia, hasta Piñalito, que fue donde el avión cayó. El Capitán intento girar para coger la pista, pero le tocó girar sobre el motor izquierdo, que era el que se había apagado, entonces pierde altura, comienza a rozar la copa de los arboles y finalmente cae. Como pude yo me asegure me agarre de una silla de adelante, lo más fuerte que pude, pero en segundos tenía la cabeza para abajo, porque yo venía al

lado derecho, y el avión estaba ladeado para el lado izquierdo, la gente que venia del lado izquierdo venían recostados, con los pies para arriba, fue las personas que más se lesionaron, porque no tuvieron tiempo de agarrarse ni nada sino que el golpe los cogió por ese lado. Del golpe el avión se partió en dos pedazos, de ese mismo impacto yo creo que salí disparado del interior de la aeronave, me dejo medio cuerpo afuera, cuando yo reaccione estaba regándose combustible, un montón de cables echando chispa, entonces lo primero que se me vino a la cabeza: esto se va a quemar, pero yo no podía ni levantarme, como pude me esforcé, liberándome las piernas que me quedaron aprisionadas en una hierros retorcidos, pero fue tal la fuerza que me desmayé, cuando volví a reaccionar, estaba en el suelo abrasado de una barra, como pude logré ponerme de pie y salir lo más pronto posible. Eso no tardo ni diez minutos, cuando la gente empezó a llegar en botes, eso habían más de treinta embarcaciones, ellos se guiaron por la columna de humo; yo me tire a nadar por el rebalse, me subí en un bote de esos, intentaron prenderlo y no prendía, entonces me subí a otro, lo prendieron y de una me trajeron al pueblo, me bajaron en el negocio de don Pablo y de ahí al hospital. Yo me raje la cara, en la cabeza se me hundió el hueso que sostiene el cerebro y se me alcanzó a correr un disco de la espina dorsal, mejor dicho quede vivo de milagro, después de mi empezaron a llegar los otros heridos, yo creo que fui el menos grave, porque a mi me echaron en el último vuelo para Villavicencio. En Villavo la empresa del avión me respondió por las lesiones, dure como un mes hospitalizado, hasta que me dieron de alta, y me vine para Miraflores, yo me acuerdo que el pasaje de regreso me tocó de mi bolsillo. Si usted me preguntan a mi nunca me llamaron, ni mucho menos me dieron un peso por ese accidente.

DAYANA

Era una noche fría, iban a hacer como las nueve, cuando ella llegó al negocio, cierre que eso ya no viene más gente, mejor camine y vamos un rato al bingo y probamos suerte, me dijo la muchacha. Me acuerdo que inicialmente me negué, le dije no mija, yo no quiero ir por allá; eso ya esta tarde y además esta haciendo mucho frio; pero pudo más su insistencia, era una buena pelada y yo decidí acompañarla. Me acuerdo que jugamos como dos o tres veces, ella fue la que pagó los cartones, ese día no había conseguido ni un peso, finalmente no ganamos nada, entonces yo le dije: mejor vámonos que ya esta muy tarde, mañana toca madrugar; esta vez ella me hizo caso, salimos del lugar y camino a casa pasamos por una venta de chuzos, ella me dijo: ¿quiere comerse un chuzo?, yo asentí y nos sentamos en el lugar. A los pocos minutos yo mire que venían dos encapuchados, ¡Virgen Santísima que sucede!, me pregunté, ellos llegaron hasta un bar y charlaron con el cantinero, dieron la vuelta hacia la venta ambulante y con tranquilidad uno de ellos sacó un arma y le disparo a la muchacha por la espalda. Las gentes comenzaron a huir despavoridas, y yo, ¡Señor Bendito!, quede como atornillado a la banca, como pude me pare, no quedaban en la escena sino el señor de la cantina y un mesero, la china estaba en el suelo, todavía con el chuzito en la mano. Eso fue muy duro, yo estaba sentado al ladito de ella y ahí la mataron. Sin ser consciente de mis pasos tome camino al rancho, de lo único que me

acuerdo, es que ese trayecto para mi fue una eternidad, sentía que los encapuchados me perseguían para matarme; sin embargo llegue a la casa, en la puerta del negocio estaba doña Inés, ella me dijo: ¿Pero don Ignacio que le pasó?, viene pálido, parece un alma en pena. Con un nudo en la garganta le relate lo sucedido. Con la señora decidimos volver al lugar, a ver si podíamos hacer algo, por lo menos rezar un padrenuestro, decía doña Inés; no fue mucho lo que pudimos hacer, ya la muchacha había pasado a mejor vida. En ese lugar dejaron su cuerpo toda la noche, solo hasta las ocho de la mañana hicieron el levantamiento. Nuevamente doña Inés, considerando que la muchacha era solita acá en el pueblo, que la veláramos en el negocio. A la joven la perseguía un cabo de la policía, ella le decía mire no me persiga, yo lo estimo como un amigo, pero usted sabe que nosotros no nos metemos con ustedes; aquí lo matan a uno solo por saludarlos, yo a usted lo estimo pero yo no lo quiero para novio, no lo quiero para nada. Yo fui testigo de ese acoso. El agente, era también un muchacho, se veía que andaba enamoradísimo de ella; me acuerdo que el venia y le golpeaba la puerta, incluso muchas veces tomado, pero ella nunca le abría, antes le reiteraba que no la molestara, que mirara que de aquí se habían ido muchas mujeres, desterradas por la guerrilla, llegaba la orden y tenían que irse, o sino las mataban, seamos solamente amigos, pero por favor, no me moleste más. Finalmente, en esa noche fría, mataron a esa muchacha, la asesinaron sin tener ningún pecado, una china joven, bonita y muy servicial. A nosotros nos dolió su partida, hoy más de veinte años de ese hecho, todavía cierro los ojos y recuerdo claramente esa noche, la noche donde mataron a Dayana, una niña que apenas había cumplido los dieciséis años.

EL BOMBERO FELIZ

En el año de 1976 se presento un trabajo como motonivelador en el corregimiento de Miraflores, me fui para allá a las órdenes del señor Horacio forero, quien era el corregidor. En la sede del corregimiento descubrimos que habían unos instrumentos de banda y se estaba dañando, yo había sido uno de los pioneros de la bandas en san José del Guaviare, tenía una pequeña formación, había estudiado música, tocábamos en la banda, entonces al ver los instrumentos se me hizo gracia sacarlos limpiarlos, acomodarlos, y me puse a ejecutarlos, de tal manera que se propuso que les enseñara música que los pusiera a funcionar, tenia 25 alumnos, entre ellos policías el mismo sacerdote, el padre Efraín Jiménez, entonces ya con ese grupo de estudiantes, había unos que pertenecían al cuerpo de bomberos, entonces se me propuso que les diera instrucción, y se me propuso que fuera el encargado del comando, entonces hicieron algunas averiguaciones, sobre cuál era mi rango, cuál era mi formación y me nombraron comandante del cuerpo de bomberos, y eso lo fui durante 9 años. Se dice que hice el himno del Guaviare con el padre Efraín y los alumnos del colegio Gerardo valencia cano, la verdad es que si lo comenzó un alumno del colegio, luego con el padre ya se había comprometido máximo Martínez a terminarlo, pero él en realidad no lo hizo, entonces con el padre nos pegábamos las desveladas, unas noches, nos acompañaba Valentín Nariño, él es testigo de eso, formamos el himno y desafortunadamente nosotros los que más trabajamos, no aparecemos ni siquiera en la caratula.

Los bomberos había sido azotados por la violencia, habían matado dos comandantes, entonces recibí el comando, el personal me recibió muy bien, la primera maquina de bomberos era un dahiatsu, una vez en una reunión de comandantes en Bogotá, cada uno hablaba de los equipos que tenían, de pronto me llegó el turno y todos soltaron la risa, resulta que el instructor, era un bombero de Texas, me hizo salir que lo dibujara, tenía algunas fotos, le mostré como estaba formado y ubicado el carro para ser maquina de bomberos, tenía dos tambores y estaba ubicado un motobomba de 2 y ½ pulgada de salida de caudal y con eso se le echaba jabón fab y formábamos un espumero, teníamos 60 metros de manguera de pulgada, reforzada en caucho. Luego le hicimos un tráiler, con un tanque de 800 galones de agua, se enganchaba rapidito y lo arrimaba donde estuviera el incendio, se conectaba el carro a una motobomba y se apagaban los incendios, en la reunión nos ganamos una felicitación por la forma tan recursiva en la que estábamos trabajando. Después de una toma llego el ejercito, me encerró en el cuerpo de bomberos porque hicieron campamento, resulta que en días anteriores de la toma el ejército recogió una cantidad de granadas que no reventaron y las amontonaron en un parque que había cerca de la policía debajo de una mata de bambú, un capitán iba con sus escoltas y una granada abiertica del grupo del montón, le dio por empujarla con el pie, dando la casualidad de que estallo todo eso y los mato, entonces debido a eso, cuando extendieron cantidad de material bombas granadas, bazucas, yo les dije que era peligroso, no me hicieron mucho caso, entonces a le comenté al personero, él tomó unas fotos y se vino a san José y contó lo que estaba pasando, lo cual llego a oídos del militar y se puso muy bravo, me tocó venirme porque él decía que yo lo había demandado, que lo había sacado, pero que si hubiera sido la guerrilla si la hubiera dejado, entonces me dijo guerrillero y me toco venirme para San José en 1988.

MAURO

En la forma más cobarde, cuando en su residencia cenaba en compañía de su esposa y de un amigo, fue asesinado el alcalde del municipio de Miraflores (Guaviare) Mauro Restrepo Oliveira. A su casa entraron sujetos encapuchados que lo sacaron de la misma y procedieron a dispararle en el cráneo, ocasionándole la muerte en forma inmediata. Se ha registrado así un nuevo y abominable crimen que no solo suscita la encendida protesta de la comunidad sino que reclama inmediata y severa justicia. El alcalde Restrepo Oliveros era un decidido propulsor del Plan Nacional de Desarrollo Alternativo Plante y ponía siempre el mayor interés en su aplicación. Se ha creído por ello que el crimen pudo haber sido perpetrado por agentes inmediatos de la narcoguerrilla, que en aquellas regiones ha venido actuando con la bandera corsaria del asesinato en alto. La conmoción en la región es comprensible porque estos crímenes son los precursores de nuevas oleadas de violencia, así que la ciudadanía en todo el Guaviare debe prepararse para contener las nuevas incitaciones o hechos punibles. Porque bastante han golpeado el crimen y la subversión a una región tan cara al afecto colombiano. El alcalde Restrepo Oliveros era un ciudadano ejemplar y por eso lo entendemos y acompañamos a todos aquellos compatriotas que hoy lamentan la desaparición de quien rigió con honestidad y carácter los destinos de la comunidad.

Las anteriores líneas aparecieron publicadas en el periódico El Tiempo, el día 13 de enero de 1996, como una reseña del asesinato del primer alcalde electo por voto popular en el municipio de Miraflores, para el período 1995 a 1997, en hechos sucedidos en esa localidad la noche del 8 de enero. Corría el año de 1941, cuando un paisa aventurero como muchos, se enamoró de una bella indígena brasilera, por allá en un alejado rincón de la geografía nacional, conocido como Mitú, una pequeña población en medio de la selva amazónica que se gestaba alrededor de la explotación del caucho y de otras riquezas de la manigua; producto de esa unión nació en esa aciaga fecha un niño bautizado bajo el nombre de Mauro Restrepo Oliveira. A muy corta edad, Mauro comenzó a demostrar un espíritu indómito y un inquebrantable deseo de conocer ese mar infinito que nacía cotidianamente a sus ojos; esa curiosidad innata lo llevó a trasegar por muchos lugares desde las selvas de Brasil, hasta las sabanas orinocences cercana a Villavicencio. Mauro recorrió estas regiones y donde llegaba siempre encontró esa mano amiga, propia de la solidaridad infinita de los habitantes de esta región. A finales de los años setenta, Mauro se radica en Miraflores, eran tiempos inciertos de bonanzas ilícitas, desde sus primeros días se destacó por una infranqueable voluntad de servicio, con indígenas y colonos por igual, producto de ello fue llamado, años después, a iniciar una carrera en el incipiente servicio público: fue corregidor y primer alcalde elegido por voto popular. Esa noche del 9 de enero, casi un año después de su posesión, por su cabeza fluía una idea que lo trasnochaba: nuestro destino, no puede estar amarrado a la coca, para un mejor futuro se debe pensar en una económica licita y real que beneficie a todos los habitantes; para unos pocos, esas ideas no podían ser y decidieron que una figura de su talante no podía seguir alumbrando el horizonte de esta selva.

EL PRIMERO

Cuentan los antiguos que hace muchos años, cuando en estas tierras todo era inmensidad, cuando no había limites, cuando no se sabia quienes eran brasileros y quienes eran colombianos, mucho menos quienes eran vaupesanos o quienes eran guaviarenses; la madre tierra era de todos, los indígenas vivían en comunión, todo era nuevo, el odio no existía y los hombres compartían entre sí. Fue en esos tiempos cuando nació el Dabucury, que no era otra cosa diferente a como nuestros paisanos celebraban el amor entre los semejantes. La primera reina fue Gloria Inés Betancourt, ella fue la soberana del primer Dabucury que hubo acá, ese fue el más bonito, el más grande, como quien dice fue la fiesta más buena. En ese tiempo habían más candidatas, los premios eran más grandes, mas cosas y los trajes que usaban eran más hermosos, ahorita ya no es como era antes, ha cambiado mucho. Mi abuela me cuenta que el Dabucuri es un encuentro de varias etnias indígenas, donde las mujeres les hacen un Dabucuri a los hombres de chicha y los hombres le devuelven haciendo otra Dabucuri a las mujeres de pescado; entre vecinos se dan regalos, nadie se queda con las manos vacías, esa es la esencia de esa celebración. Cuando se institucionalizó el Dabucury, me acuerdo que el primero se realizó acá en la maloca, pero como digo yo sé está perdiendo la cultura, ahora son en el polideportivo, y son diferentes, ya no se presentan los bailes,

ni las muestras culturales de los paisanos, ahora es pura música foránea, yo creo que se ha perdido la esencia de esa celebración. Cada comunidad traía sus bailes, allá en sus tierras los inventaban, los ensayaban, los preparaban bien y luego los venían a mostrar acá, eso era un espectáculo muy bello, porque con ellos se representaban los orígenes de cada etnia, de sus ancestros, de su visión del mundo, la gente les gustaban mucho esas presentaciones, no solo a los indígenas a todos los presentes veían las presentaciones con mucha atención, sobretodo a los más chicos. También se daban otras competencias como el mejor traje tradicional, pues lo que se calificaba era que no se usara nada de afuera, por ejemplo, para el reinado se utilizaba una falda y una blusa confeccionadas con elementos de la naturaleza: palmas, fibras y resinas, además de una corona con plumas de animales, y el maquillaje de las niñas era con achiote. Las comitivas que acompañaban a las candidatas traían muestras de bolsos, manillas, trajes y comidas, entre muchas otras cosas; algunos de esos productos eran para comerciar con los colonos y con los turistas, pero la mayoría eran para intercambiar con otras comunidades, como una representación de la antigua esencia del Dabucury. En esos días me acordaba de las palabras de un anciano de la comunidad, el recordaba que cuando ellos llegaron a Miraflores, desde el Brasil, cuando todavía esta tierra no tenía ningún nombre, cuando él era muy niño, acá no habían casas, las casas eran carpas y que la historia no es como han dicho quien fundó esto fueron los indígenas, esto era una comunidad y mucho tiempo después fue cuando empezaron a llegar los blancos.

LA TORTUGA

Contaban los antiguos que camino para el Bacati, existía una maloca encantada que se hundió, era una comunidad numerosa conformada por varias familias, donde se pescaba de manera indiscriminada, se utilizaba esa trampa tejida, aquella que comienza ancha y termina cortica; cuentan que una mañana un señor fue a ver el matipi a ver qué pescados habían caído, porque en esos días se aproximaba una fiesta que ellos siempre celebraban. En el camino se encontró una tortuga, el animal le habla y le dice que no vaya a tomar el pescado que va a encontrar, él se queda asombrado, pero le asegura que no si, se aleja del sitio y cuando estaba a prudente distancia, voltea a mirar y ve a un niño sentado encima del matapi, decide acercarse nuevamente para advertirle al muchacho que no tome el pez, cuando se aproxima es un bebe que se convierte en un valentón, él se asusta y parte presuroso hacia la maloca. Cuando llega al lugar, es interrogado por los otros miembros acerca del resultado de la pesca, él les dice que no había caído ningún pescado, los compañeros incrédulos deciden ir a ver con sus propios ojos, encontrando un hermoso valentón, ellos lo cogen, pero el muchacho que había decidido acompañarlos les decía que no comieran, pero no le hacían caso, lo llevan, lo matan y se lo comen, solamente la familia de él joven son los únicos que no comen de ese pescado, porque la tortuga lo había advertido. Llega la fiesta, todos los comensales departen alegremente, toman chicha y comen pescado, de manera abundante, menos la familia de él, cuando a

media noche él se levanta y observa que se está hundiendo ese lugar poco a poco y pues como él fue el único que no comió pescado él es el único que se salva, coge su familia y se monta en un potrillo y se va, mientras que los otros dormidos no se dan cuenta. Dicen que cuando uno va a pasar por ese lugar, lo debe hacer por las orillas, porque donde pase por toda la mitad el agua los chupa, hace remolino y es peligroso, por eso siempre se debe transitar por las orillas del caño. Las señoras que viven en cercanías del lugar, que todas las mañanas se reunían a lavar en la orilla del caño, relatan que una vez cuando estaba crecido el caño, se pusieron a charlar y observaron como un animal asomó la cabeza, en el centro del charco, era un guio gigante de escamas negras de esas que reflejan verde, que comenzó a nadar por encima del agua; días después cuando otros se fueron a bañar., lo vieron nuevamente, menos mal que estaban en la orilla, y el animal salía nuevamente del centro del caño, así se ha visto ese bicho varias veces por diferentes personas. En la región amazónica, a pesar de su exuberancia y riqueza, los ecosistemas son frágiles, con mucha facilidad el equilibrio natural se rompe, es por esos que los sistemas productivos que se han querido importar a la región han generado un desastre ambiental. Los colonos por provenir de otras regiones han desconocido esa realidad y no han aprendido de la sabiduría de las comunidades en esta materia. La presencia de un ofidio de las características mencionadas en la anterior leyenda, genera un equilibrio en un caño o laguna, en virtud del control que ejerce en el ciclo alimenticio de esas fuentes de agua; los científicos duraron muchos años en aprender, lo que los indígenas dominaban con su conocimiento ancestral.

LA MATANZA

Quien recuerda a Carlos, Eduardo y Martin Narváez, a los dos hermanos Mora, al popular Huesitos, y a otros ocho indígenas carijonas mas. Muy seguramente esos nombres no le significan nada a la mayoría de los moradores de este pueblo; sin embargo, ellos hacen parte de la historia no relatada del municipio. Esta es su historia. Todo sucedió por allá a principios de la década del ochenta, en la población de Puerto Nare, un antiguo enclave cauchero, tan antiguo o más que el mismo Miraflores. Desde esos años de la siringa, cuando los tiempos del colono Marcos Mora, este asentamiento se caracterizó por tener una a alta presencia de población indígena, especialmente de la etnia carijona. Los carijonas por ser una de las primeras familias indígenas que poblaron esta región, estaban bastante articulados con los colonos; en la comunidad existía una convivencia armónica, las gentes trabajaban articuladamente y no existían quejas por explotaciones o abusos, como si sucedía en los tiempos recientes de la cauchería. Corrían esos años donde se comenzaba a establecer la primera bonanza coquera, era una mañana de invierno, cuando las aguas fluían en perfecta sincronía y todo hacia presagiar un excelente día; nadie se imaginaba lo que llegaría a suceder. Un grupo de soldados, al mando no se de quien, creo que eso nunca se pudo establecer, arribó al poblado y reunió a los moradores en un descampado;

los militares al parecer intentaban ubicar a un grupo de guerrilleros que merodeaba la zona, las mujeres y niños fueron devueltos a sus hogares y en el sitio permanecieron catorce hombres de diferentes edades, todos ellos pertenecientes a la familia carijona. Ante la ausencia de pistas sobre e1 paradero de los alzados en armas, cuentan que la tropa se disgustó, un espíritu maligno, de aquellos que a veces dominan a los hombres, se apoderó de los soldados, les hizo sacar su estado más inferior y tomaron una fatal decisión. Los militares, tal vez forzados a entregar resultados positivos a sus superiores, decidieron asesinar sin formula de juicio a los presentes, operación que hicieron de forma autómata e inmediata. El procedimiento se hizo con celeridad, los indígenas fueron ultimados por disparos de fusil, en diferentes partes del cuerpo, posteriormente fueron vestidos con algunas prendas militares, amarrados los cadáveres a objetos pesados y arrojados a lo profundo del río Vaupés. Quiso tal vez la divina providencia que los despojos mortales de los carijonas, emergieran de las aguas oscuras del río, a pesar de las piedras y otros objetos a los que habían sido sujetados; solo así se pudo saber la verdad de lo sucedido, pareciera como sí el río, compañero inseparable de esta comunidad hubiera decidido devolver a estos hombres para que sus familias lloraron su dolor. Cuentan las personas que pudieron conocer estos hechos, que fueron catorce personas las asesinadas, también cuentan que hasta la fecha de hoy nunca se supo que pasó con los militares, si alguna vez se realizó una investigación o muchos menos si alguno fue condenado; la verdad fue es que pasaron muchos años para que un carijona no se escondiera ante la presencia de cualquier hombre armado o uniformado.

LOS PRIMEROS COLONOS La historia relata que los primero colonos que habitaron la región que posteriormente se conoció como Miraflores, fueron personas del interior del país que llegaron desde 1930 en los inicios de la explotación cauchera; sin embargo, es importante mencionar como desde épocas pretéritas los pueblos indígenas “colonizaron” estas tierras. En el texto Pueblos Indígenas de Colombia, el antropólogo Jacobo Izquierdo se refiere a los carijonas de la siguiente manera: “Es un pueblo indígena, que habitó hasta el siglo XIX en el bajo Yarí (Caquetá), en las inmediaciones de la Serranía del Iguaje (cuenca del río Mesay, ríos Cuñaré y Amú y laguna Tunaima). Actualmente sobreviven una comunidad en el resguardo indígena de Puerto Nare, Municipio de Miraflores (Guaviare) y algunas familias a lo largo del río Caquetá en las localidades de La Pedrera, Puerto Córdoba y Puerto Santander, en el departamento de Amazonas”. Su lengua es la tsahá, hace parte de la familia Caribe. Se supone que los Carijona (carífona), penetraron al Yarí desde el oriente, por el río Caquetá (Japurá). De acuerdo con la tradición oral de los Miraña, los Carijonas dominaron el río Caquetá debido a su poderío guerrero. En 1849 eran 9 mil personas pero la explotación del caucho y los traslados ligados a ella, causaron el descenso drástico de la población, que se agudizó por las guerras con los witoto y por el mestizaje con los patronos caucheros, como Salvador Perea. Se sabe que los carijona resistieron a la cauchería y atacaron las instalaciones de la compañía "Calderón Hermanos" en el Cuñaré y al poblado de Calamar (Guaviare) en1904. Parte de los carijona sobrevivientes se han unido en matrimonios con parejas tucano o de otras etnias indígenas.

QUE SEÑOR TAN BRAVO

En la vuelta del Alivio, en los tiempos de la segunda bonanza coquera, habitaba en una finca un señor muy conocido por su agrio temperamento, el viejo era propietario de una plantación de dos hectáreas de coca, pero ante su mal genio, le era difícil conseguir mano de obra en los días de “raspa”, los obreros o raspachines conocedores de su carácter rehuían a trabajar en sus predios. Los vecinos del señor no le dirigían las palabra, ni siquiera para un saludo, porque siempre respondía con improperios cualquier formalidad; era de aquellos personajes con los que los padres asustaban a los infantes cuando no consumían juiciosamente sus alimentos. Con esas buenas relaciones de vecindad, no era extraño que el señor, para cualquier trato comercial, desde la simple compra de una remesa o la contratación de mano de obra, debiera acudir a los sitios más alejados de la vereda. Cuenta la historia que en una ocasión necesito mano de obra para recoger la coca de su predio, contrató a un grupo de trabajadores, que al parecer eran inexpertos en la labor, con tan mala suerte le arrancaron de raíz muchas matas. El señor estalló en cólera, tomó los cogollos de las plantas alucinógenas y les preparó un bebedizo a los infortunados obreros; no sobra decir que muchos de ellos casi fallecen después de la ingesta del brebaje. Uno de ellos ante el desproporcionado castigo decidió poner en conocimiento de la única autoridad de la región el infame castigo.

La autodenominada justicia revolucionaria no se hizo esperar, el señor fue capturado prontamente y se reunió a la comunidad, para que los vecinos y afectados rindieran cargos y descargos, el memorial de agravios que lideraba el acusado no se limitaba a la aromática maldita, todos y cada uno de los presentes tenían que contar acciones donde el señor los había ofendido, agredido o vilipendiado. El fallo fue rápido, el comandante de la guerrilla emitió su condena, la cual no admitía ningún recurso de apelación: la pena de muerte. Como era costumbre en esas condenas, el verdugo le ordenaba a su victima que el mismo cavara su tumba, donde posteriormente iba a ser enterrado, después del respectivo tiro de gracia. Para el comandante, veterano de mil fusilamientos, le pareció muy particular que al condenado no se inmutaba en esa tarea, en su años de labores no había visto nada semejante, por el contrario era testigo de como los hombres más feroces, lloraban e imploraban por sus vidas, pero a este señor, salvo algunas gotas de sudor, no se le observaba ninguna característica o sentimiento humano. Fue solo cuando el hombre terminó su labor que les solicito a los hombres que lo custodiaban, una dispensa, para cruzar unas palabras con el comandante. El jefe motivado por la curiosidad permitió la charla, el señor fue breve: “Comandante yo sé que todas los condenados a muerte tienen derecho a un ultimo deseo, por lo tanto yo quiero que usted me permita mi ultima voluntad, la cual es muy sencilla que me entierren con la cara mirando hacia el caserío”; ante la cara de incertidumbre de la autoridad, el condenado riposto: “Eso es para poder ver de frente, durante toda la eternidad, a la manada de hijueputas de este pueblo…”

LAS BANDAS

En ese tiempo no estaba la guerrilla, la fuerza pública tenía un control limitado del orden, entonces, la ley que existía, era la ley del mas fuerte, esto era terrorífico, era como mirar una de esas películas del salvaje oeste, esas donde mandaban los bandidos y el sheriff no podía hacer nada para evitarlo. Habían bandas, generalmente asociadas a familias, como los Cortez o los Valverde, entre otros; también había una banda llamada los Nachos, a ellos los mataron a todos, estaba una banda de boyacos, los Novoas, unos duros para el plomo. Entre los pistoleros más nombrados estaba Luis Terror, aunque también estaba Sarampión, Chocolate, Cubarral y un poco de manes de esos. Ese apogeo de la pistola se dio en los primeros años de la bonanza coquera, cuando comenzaron a llegar grandes capitales asociados al negocio, aparecieron cristalizaderos y la región comenzó a exportar altos volúmenes de cocaína. En ese marco se gestan estas bandas como una expresión de la necesidad de controlar el negocio, no eran sicarios aislados, por el contrario su estrategia de terror, obedecía a una lógica macabra de acumulación de riquezas y subordinación de los campesinos – coqueros, a un modelo de producción que estaba naciendo, se quería cerrar las filas alrededor de la más grande empresa criminal de los albores del siglo XX en el mundo, y a fe que en Miraflores lo lograron.

EL TESORO DEL PIRATA

Cuentan que en una ocasión en los años donde en Miraflores imperaban las bandas armadas, legó en una ocasión una comisión del DAS, que supuestamente venia con la firme intención de no dejar títere con cabeza, de arrancar de raíz toda esa criminalidad asociada a narcotráfico. Esa loable intención del organismo de seguridad del estado, tenía su talón de Aquiles; en Miraflores, como en muchos pueblos de este país, las cosas sucedían como el libro de García Márquez: Crónica de una Muerte Anunciada, es decir antes de la llegada de los funcionarios, era de conocimiento público su arribó y los motivos de su gentil visita, en las esquinas y charladeros del pueblo se comentaban los pormenores, inclusive se especulaba donde iba a suceder los primeros allanamientos. La banda de los Cortez ante el inminente operativo decidió licenciar por unos días a sus miembros, mientras pasaba la tempestad, sin embargo quedaba pendiente una tarea: ¿Qué hacer con las armas?, la respuesta fue inmediata: enterrarlas en un sitio alejado de la acción de la justicia. Así lo hicieron, las armas fueron embaladas en un baúl y enterradas en un sector rural de difícil acceso; solo algunos de los miembros de la banda, el dueño de la finca y uno de sus hijos menores, quien a hurtadillas observó la operación. Dos años después cuando la guerrilla había desterrado las bandas de la región, un grupo de niños que jugaba a corsarios y piratas encontró un baúl, el cual con la prolífica imaginación de los menores, era para ellos el tesoro de un pirata.

LOS CIVICOS

Cuando la guerrilla comenzó a entrar por estas tierras lo hicieron lentamente, avanzaban por las trochas o senderos, la verdad yo jamás creí que la guerrilla fuera a venir hasta por acá, pero así lo hicieron, entraron suavecito y se posesionaron de todos estos caseríos. Después empezaron las “limpiezas” como ellos mismos las denominaban: una serie de hechos violentos de parte de ellos, donde en el mejor de los casos desterraban a las personas, o en el peor de los casas las desaparecían o asesinaban, supuestamente con el interés de eliminar personajes indeseables como sicarios, ladrones, drogadictos, tramposos, entre otros; claro que fueron muchos los casos de personas inocentes que cayeron asesinadas por sus balas. Finalmente se entronizaron en la región, o por decirlo de una forma más coloquial se convirtieron en parte del paisaje. De esta manera establecieron una especie de manual de convivencia, un régimen disciplinario, con unas reglas claras obligatorias, y a partir de ahí reinó el terror y el silencio. Se inventaron una urbanidad obligatoria, representada en los lunes cívicos, donde las personas debían organizar las casas, las calles, o cualquier obra que consideraran de beneficio público; para ellos eso era una forma de gobierno; muy seguramente se hicieron cosas buenas, se logró una calma chicha, pero finalmente la respuesta era una sola, ellos también tenían sus intenciones maquiavélicas, o como dicen las abuelas: “de eso tan bueno no dan tanto”.

EL MACACUEBAS

Cuenta la historia que en una ocasión estaban una pareja de esposos, sus dos hijos y el abuelo, la pareja se fueron a trabajar a la chagra, pero antes el viejo le dice a la señora que le hiciera bastante fariña y casabe, pero del sequito, ese de almidón, es que nosotros lo hacemos diferente a las otras etnias, queda como si fuera un pan con queso, así como calientico, se estira, así como un chicle, entonces claro, pues es bastante apetecido. Cuando finalmente salen los padres a trabajar, los niños le insisten al abuelo que aprovechen la ausencia de sus papás para ir a pescar, ante el clamor de los menores el abuelo accede. El viejo y los infantes salen a pescar, llegan a un caño, se suben a una canoa y se ponen a pescar; pasa un largo tiempo y ningún animal pica los anzuelos, entonces el viejo deja a los niños en el potrillo, les dice que va a buscar patabá, que es una palma parecida al seje que bota una leche que sirve como alimento y para la sed; pero eso es mentira, el abuelo se va a organizar un ranchito donde preparar los alimentos, además del rancho organiza una hoguera y una camareta para colocar el moquiao. Pasa un tiempo largo y ante la demora de los niños con los pescados, decide regresar al caño, se encuentra con que todavía no han pescado nada, convida a uno de los niños y deja al otro niño en el caño. Llegan a la casita, donde el viejo le dice al niño que esta que se muere de hambre, pero que él es muy flojo para pescar o cazar y no había terminado de decir estas palabras cuando mata al menor y se lo come.

El niño que estaba pescando, ante la demora, se preocupa y decide ir por donde se había ido el abuelo, sin embargo el niño sospechó que algo malo sucedía, se acordó que su abuelo tenía los ojos azules, por lo cual no podía mirar para arriba por el sol, así el niño astutamente decide subirse a un árbol para que el abuelo no lo viera y desde ese sitio mirar lo que estaba sucediendo, pero le causaba intriga que de su hermano no había ningún rastro, solo se veían las ropas al lado del viejo. De pronto el anciano despertó de la siesta que estaba tomando, se despereza, se sienta y comienza a mirarse los brazos, las piernas y dice: “caramba mis piernas están bien gordas, están buenas para comer”… Entonces saca un cuchillo afilado, se corta un pedazo de pierna, toma un pedazo de casabe y empieza a tragar su propia extremidad, hasta que se digiere la totalidad de su pierna. Cuando termina su platillo, se da cuenta que todavía tiene hambre, y sin ningún aspaviento se corto la otro pierna, pero tampoco este nuevo manjar lo sació, y se fue cortando cada uno de los brazos, hasta que los devoró por completo. Cuando de pronto se iba a parar, porque le dieron ganas de orinar, pero ante la ausencia de sus extremidades le es imposible moverse, se queda tirado en el piso, empieza a gritar, a pedir auxilio con desespero; el niño que lo estaba mirando se desespera, se baja rápido del árbol y sale corriendo a llamar a sus padres, sin embargo la distancia a la chagra era larga y mientras llega y regresa al sitio donde estaba su abuelo se demoró casi todo el día. Al final los padres llegan donde esta el anciano, se encuentran al viejo en sus ultimas, ven las ropas del niño y sacan la conclusión de lo que había sucedido. Esa es la leyenda del Macacuebas, a mi ya se me olvido como se dice en lengua, pero es el nombre de un bicho que se come a los niños, es una historia que nos contaban cuando estamos pequeños y tenía como moraleja que el niño siempre debía estar con sus padres.

¿QUIEN ES EL BRUTO?

Nosotros los blancos o los colonos hemos debido haber aprendido más de los indígenas, nos faltó prestarles más atención, porque nosotros somos por así decirlo más brutos que el indio, ¿sabe porque? Porque nosotros somos esclavos de las cosas, el nativo para vivir no necesita absolutamente nada, mientras que nosotros necesitamos de todo. Yo estuve en la selva conviviendo con los puros indios, con este viejito Juan Brasilero, en la maloca de él, durante más de cuatro años y no tuve la precaución de aprender nada de él, debí aprender muchas, muchas cosas; especialmente la botánica, también lo que llaman las formas de supervivencia, mire un indígena no necesita sal, no necesita ropa, no necesita zapatos, no necesita tijeras, no necesita loción, no necesita nada; para que viva alentado, fortachón y vigoroso. Don Brasilero sacaba la sal de una yerba que llaman carurú, la quemaba y ya estaba, para la ropa buscan un palo en el monte le sacan la cascara y de ahí sacan sus cosas, sacan una hamaca, no van a Coltejer, sacan un cumare. Los indígenas tienen lo natural mientras nosotros no. La comida ni se diga, yo me acuerdo de muchos platos: la fariña, la quiñapira, el pescado moqueao, la manicuera, que es el jugo de la yuca brava, las pepas de patabá, el aceite de seje y una cantidad de pepas, de raíces y de frutas, que se dan en la selva, y que son muy comestibles, como será que cuando yo volví donde los blancos me hacia falta la comida de los indígenas.

Otra cosa importante era la medicina, mire que yo venía de tierra fría y de entrada el calor y la humedad me afectaron mucho, comencé a sufrir unos dolores de cabeza insoportables, que no había medicina que me aliviara; pero cuando llegue a donde Brasilero, un indígena me rezó y a los pocos días no supe que era un dolor; eso de rezar era muy bueno, rezaban para todos los males y era una fuerza mental muy poderosa porque la gente se aliviaba casi siempre. Otro tema importante eran los idiomas, muchos eran los dialectos que hablaban los indios acá en Miraflores, y entre ellos muchos hablaban varios y después aprendían a hablar español con facilidad, se convirtieron en poliglotas, en cambio para un colono era imposible hablar un idioma de esos, yo creo que si a un indígena le enseñan a hablar ingles, francés, cualquier idioma, lo aprende con facilidad. Con los años los colonos blancos comenzaron a caer en los encantos de las mujeres indígenas, es que ellas son muy bonitas, tal vez por sus orígenes brasileros; de ese amor comenzaron a nacer los mestizos o cabucos, una nueva raza que representa lo que somos la gente de Miraflores, por ejemplo, mi mujer es una indígena tucana y mis hijos son personas maravillosas, yo creo que con lo mejor de las dos razas. El mestizo, por así decirlo es una persona que vale por dos, es muy inteligente, muy fuerte en todo sentido, especialmente el de las enfermedades, un mestizo para que se ponga viejo tiene que tener los años de Matusalén.

MI TIERRA NATAL

Julio Cesar Borrero Braga Septiembre de 1996, Lagos del Dorado

Lo que les voy a contar Es la pura verdad Lo que le ha sucedido a mi tierra natal Desde que era un infante y logre recordar... La historia se remonta a unos años atrás, Donde lo único que existía era el caucho pa rayar. La coca: Eran cuatro matas especialmente pa’ mambiar. “Vino luego el trafico de pieles”. ¡Que hombres que obraron en forma irracional! Acabaron con la fauna sin haberles causado mal. Los micos con su gracia saltaban de rama en rama cuando un tigrillero con su escopeta veían andar, Sabían que por ellos iban detrás. Y que en boca del feroz tigre sus cuerpecillos iban a dar. ¡Pobres lapas y chacures! También corrieron suerte tal; Porque los perros rastreadores a sus guaridas fueron a parar. El pobre armadillo también lo vio mal. Por mas que de su cueva tierra escarbó, Siempre el cazador lo pudo matar. No se escuchaba el ¡Miiiaaauuu! De un tigrillo ni el rugido de un león,

Porque de las garras del feroz hombre tan solo una pareja se pudo salvar. Hoy en día ya se escuchan, Nuevamente los tigres sonar, Es que se han reproducido de los dos que lograron escapar… Vino en estas selvas un silencio sepulcral… Los carracudos masca-chicles, Pieles ni caucho querían comprar… Y razón tenían, porque se iban a sus cultivos explotar. ¡Se había robado la semilla de nuestro caucho natural! Y sus grandes cultivos lograron implantar. Dando gracias a Dios, El hombre otro medio de subsistencia pudo encontrar. ¡Bien para la fauna! Porque pudo descansar, Muy mal para el mismo hombre Porque esto si que ha causado mal… Hablo de la coca que mi padre cultivo exclusivamente pa’ mambiar. Bastante dinero ha circulado Y muchos que vivían con el bolsillo pelado De repente estos han llenado Y por su arrogancia a mi Dios han implorado Un minuto de pobreza pa’ saber que es estar vaciado. Vinieron luego hombres con el fin de la coca cultivar, De las cuatro maticas que el indígena tenia para su consumo personal, Las multiplicaron y sus grandes cultivos lograron sembrar; No sin antes la flora sufrir suerte mal, De mi hermosa Amazonia miles de arboles hicieron derribar Para sus cocales radicar. ¡Ay! Mi querida tierra natal. Aquí si que padeció terrible mal. Vino una época que me estremeció recordar… Cuando el mismo hombre a su prójimo hubo de matar,

Simplemente por robarles algunos ramos del polvillo infernal… Los ríos fueron testigos de tal hazaña brutal, Por sus aguas muchos cadáveres se vieron flotar Y en sus profundidades sus huesos quedar… Estos tiempos fueron largos… Casi que nunca acabar… Porque la ley la imponía el mas fuerte por sus armas que por su forma de pensar. De esos tiempos a hoy poco o nada ha podido mejorar, Porque aun se siguen viendo muertos en mi querida tierra natal… Seguirá el hombre acabándose como ser irracional Porque este es un problema que nadie podrá solucionar. Sigo viendo desde aquí con mucha preocupación Lo que le sucede a mi querida tierra natal y a toda mi nación. Es que los carracudos masca-chicles, La semilla de coca no ha podido robar, Y siguen mandando dólares Para que les envíen el polvillo infernal, Ya que sin las dosis viven muy mal. Ya para despedirme yo les quiero recordar, Que hasta las más altas esfera sociales este mal ha podido penetrar. Es que ni Samper ha logrado escapar, De haber utilizado billetes en su campaña electoral Provenientes del polvillo infernal. Para su error querer enmendar dice que la coca va a acabar. …Y como el rigor de la justicia recae sobre el de menos poder, Los pobres lo hemos podido ver… ¿Qué harán los raspachines? ¿Cuántos años de prisión el gobierno les irá a decretar simplemente por raspar la hoja de coca para el sustento familiar? ¿Dónde irán a robar o mendigar?

A estos y otros interrogantes solución no puedo dar, Habrá que esperar a que el Santísimo lo ilumine y cambie su forma de pensar, Para que no aporte más muertos a mí querida tierra natal.

EL MEDICO

Siempre fui muy alto para mi edad, desde pequeño en la escuela cuando la profesora nos ponía a formar, a mi me tocaba en el último lugar, igual en el salón de clases mi puesto era atrás para permitir que todos vieran lo que se explicaba; mi mamá me contaba que a pesar de que ella y mi padre eran bajitos mi familia era alta y que por lo tanto yo había heredado una buena estatura y una figura esbelta y atlética. En los deportes era el mejor, cuando se armaban los equipos de futbol en los descansos de las clases, mis compañeros se peleaban porque reforzara sus conjuntos, aunque lo mio era la natación, si por mi fuera me hubiera mantenido todo el día en el agua. Sin embargo a pesar de mi condición natural para los deportes, lo mio era el estudio; en ese momento no era consciente de donde estaba, de cual era la situación de mi familia y de lo imposible que era alcanzar mis sueños. ¿Qué cual era mi sueño? Yo no se si reírme o llorar contándole a usted mis sueños, yo tenía nueve años, cuando en una ocasión mi madre enfermó de unas fiebres muy altas, que no hubo manera de curar con los remedios tradicionales de las vecinas de la finca, por el contrario cada día su salud desmejoraba, razón por la cual mi padre decidió llevarla al puesto de salud de Miraflores, como yo era el menor de cuatro hermanos decidieron que yo debía acompañarlos. Miraflores era por esos años un hervidero humano, eran los años de la coca, cuando todo el mundo nadaba en las mieles de la bonanza y ese pueblo era

una fiesta eterna. Después de día y medio de viaje llegamos al puerto y sin perdida de tiempo nos dirigimos al sanatorio, prontamente fuimos atendidos por un joven medico, que pese a sus corta edad, actuaba como un experimentado en la materia, revisó a mi madre con profesionalidad y prontamente emitió su diagnóstico, sobra decir que a los pocos días mi progenitora recuperó su salud. Para mi ese día fue un descubrimiento, ver la labor del profesional de la salud fue todo un acontecimiento, cuando regresamos a la finca aproveche un almuerzo que preparó una hermana de mi padre para celebrar la mejoría de su cuñada y nuestro pronto retorno, para darles la buena nueva a mi familia, al finalizar los alimentos, con la mayor formalidad les dije a los presentes que había definido mi futuro, había decidido estudiar medicina. Vamos por partes, mis padres oriundos de Cubarral Meta, eran jornaleros que trabajaban por días en fincas de acaudalados propietarios, sus estudios no superaran la primaria y sus limitados recursos los obligaban a realizar toda clase de esfuerzos, para garantizar una mínima alimentación a mis hermanos y a mi. Era el año de 1982 cuando mi viejo escucho en una tienda del pueblo, hablar de una tierra hasta ese día desconocida para el: Miraflores, un lugar en las selvas del Guaviare, donde mucha gente como él se estaba desplazando a conseguir fortuna, le dijeron que esa era la tierra de las oportunidades. Como pudimos logramos llegar a ese pueblo, rápidamente mi padre encontró trabajo en las tierras de un amigo de antaño, parecía que nuestra condición económica mejoraba; sin embargo, una mañana, la víspera de mi cumpleaños numero quince, tres guerrilleros armados llegaron a nuestro rancho, le dijeron a mis padres ese muchacho suyo esta apenas para que se venga con nosotros pal monte; en ese mismo momento me di cuenta que mi sueño de niño de ser un médico jamás se cumpliría.

LA NIÑA DE BOGOTA

Dicen que Bogotá, por ser la capital del país, es la ciudad que brinda mayores oportunidades en Colombia, es una metrópoli que concentra casi la mitad de la industria nacional, puede que estas afirmaciones, pero en mi caso nunca fueron así. Yo nací hace 32 años en esta ciudad, cualquiera diría que soy una persona joven, pero con las experiencias que he vivido, yo les aseguro que ya no lo soy, muchas personas me preguntan del porqué de mi cara adusta y de mis actuaciones que no se compadecen con mi edad; para relatarles parte de mi vida comienzo por el final: soy una persona con dos vidas, en el día soy la amorosa madre de un adolescente de trece años, el único motivo de mi alegrías y en las noches soy una de las muchas trabajadoras sexuales del sector de Santafé de esta ciudad. Vamos al principio, mi familia era muy bonita, yo soy la menor de cinco hermanos, mis padres son campesinos santandereanos que llegaron a esta ciudad, como tantos otros, desplazados por la violencia, muy pronto ellos con mis tres hermanos mayores se ubicaron en el naciente sector de Ciudad Bolívar, acá nacimos mi hermana Claudia y yo; el viejo siempre fue muy camellador y pronto consiguió trabajo en la construcción, aunque vivíamos con limitaciones, yo puede decir que mis primero años fueron felices. Pero en la vida no hay dicha completa, cuando yo estaba por cumplir los 16 años, mi padre fue atropellado por un carro fantasma cuando salía de trabajar, eso fue muy tenaz, mi papá quedó cuadripléjico de ese accidente y

ya no pudo volver a trabajar, además mis tres hermanos mayores tenían sus propios hogares y a duras penas lo que conseguían eran para mantener sus nuevas familias, abandone el colegio y en esos días conocí lo que era pasar hambre. Era el año de 1995, cuando me tocó asumir, a tan corta edad el peso de una familia, sin embargo por más que me esforzará no conseguía un trabajo estable o que por lo menos alcanzará para mantener a los míos. Me acuerdo de un día el 9 de septiembre, ese día le hacia un remplazo a una amiga en un restaurante del centro, cuando un cliente asiduo del establecimiento me abordo y me dijo: “Niña usted es muy bonita, acá esta perdiendo tiempo, yo le tengo una propuesta”. Para resumir la propuesta el señor me convidó a un pueblo cuyo nombre hasta ese día escuche: Miraflores, la capital de la coca. La pobreza es mala consejera y a la vuelta de pocos días acepte la invitación; con un adelanto que me dio el señor le hice un mercadito a mis padres y partí con la promesa cierta de enviar algún dinero lo más pronto posible. Para poder viajar, me tocó endeudarme, eso por allá es muy lejos y el pasaje muy costoso, además por ser menor de edad tuve que sacar una cédula chimba, que conseguí con un tramitador en Chapinero. Esas platas las pague prontamente en una residencia de mala muerte del centro, con el señor de Miracho. El 10 de octubre, me acuerdo que era un martes caluroso, nunca se me va a olvidar, llegamos a ese pueblo, eso era como ver una película de oeste, ni a más ni menos, tan pronto bajamos del avión el señor me llevó a una casa de madera que operaba como discoteca y residencia al mismo tiempo, allí fui hospedada en la misma habitación con otra muchacha ya veterana en el oficio.

En Miraflores duré un año, de allí me traslade a otros poblados de la región, estuve en los Lagos, en Barranquillita, en Puerto Córdoba, en Calamar y finalmente en San José del Guaviare; fueron años duros donde aprendí del alcohol y otros vicios, a trabajar de noche y a dormir todo el día, a desconfiar de las personas y a entender que esta vida que me tocó nunca volvería a ser feliz. En la capital mundial de la coca, como la llamaban, conocí muchos hombres, primero los patrones del pueblo, después cualquier persona: campesinos, soldados, guerrilleros, todo aquel que pagará o me gastará algo era un potencial cliente. Uno aprende a conocer la maldad de los hombres, salvo mi padre y hoy a mi hijo, yo no meto la mano por ningún espécimen masculino. Me acuerdo una vez que me llevaron, con otras cuatro amigas, a una vereda alejada del pueblo, dizque para atender a un duro y a sus amigos, nos dijeron que nos íbamos a ganar una buena plata; cuando llegamos después de casi un día de camino, ya estaba entrando la noche en el momento que llegamos al sitio, me di cuenta que el sitio era un campamento guerrillero, esa noche y las siguientes cuatro, llegamos a atender más de 15 hombres cada una por noche, y sabe que fue lo mejor nos devolvieron a Miraflores sin un solo peso y con una enfermedad venérea. En San José, conocí al padre de mi hijo, un cabo del ejercito, aunque él nunca supo del nacimiento de mi bebe, yo no le dije nada, que le iba a creer a la palabra de una prostituta, pero era un buen muchacho, mi hijo se parece mucho a él. Pero sabe una cosa, para no cansarlo más con mi historia, tres años después de haber llegado al Guaviare sin un solo peso, me devolví para Bogotá, y para el viaje de retorno una amiga me tuvo que prestar para el pasaje.

LA COMISIÓN

En el año 2.000 se celebraron las elecciones para la gobernación del Guaviare para el período 2001 - 2003, donde resultó electo Nebio Echeverri Cadavid del Partido Conservador, por esos años Miraflores aun no se reponía de la toma del 98, el pueblo estaba destruido y la guerrilla tenía el mando en el municipio, era por así decirlo un territorio de la subversión. En esa campaña el futuro mandatario había prometido que si resultaba electo, una de sus primeras acciones de gobierno era desplazarse a Miraflores con su equipo de gobierno, para conocer de primera mano los problemas de la comunidad y entrar a resolverlos de manera inmediata. De esta manera, en el mes de enero del 2001, a escasos veinte días de su posesión el nuevo funcionario partió al municipio de Miraflores, con parte de su grupo de asesores, esa comisión estaba integrada por: Cesar Jaramillo, Secretario de Salud; Julio Cañadas, Secretario de Educación, Omar Fernández, Director de Planeación y Fabio Granados, Director de la Red de Solidaridad Social. El interés del grupo expedicionario era permanecer una semana en el municipio, desplazarse a los principales centros poblados, escuchar las inquietudes de los habitantes y conocer la situación de la región. Así, en un DC-3 fletado para la ocasión arribó el primer mandatario y su equipo a Miraflores, fueron recibidos por el alcalde Jorge Roa y una comisión de líderes representativos de la región.

Ese mismo día en la Casa de la Cultura se celebra una reunión, donde los representantes de cada sector, le presentan al gobernador sus problemas y proyectos. De esta manera, se cumple la primera jornada, con éxitos se recogen insumos para el Plan Departamental de Desarrollo y se establecen compromisos políticos de inversiones en el inmediato futuro. En la noche se planea, conjuntamente con el alcalde, cual iba a ser el recorrido que se haría durante esa semana, comenzando el día siguiente con un recorrido por los principales lugares del pueblo y en los días subsiguientes los desplazamientos a los principales centros poblados. La mañana siguiente cuando el gobernador y su equipo visitaban las instalaciones del colegio, les llegó la noticia, el comandante de la guerrilla, el comandante gafas, el mismo que años después fuera capturado en la Operación Jaque, no había dado la autorización para el desplazamiento del grupo a las veredas. El estupor del gobernador no se hizo esperar, pero la orden no admitía discusión, el alzado en armas informaba que debía esperar órdenes del secretariado, para permitir el viaje, y que además el gobernador no podía abandonar el municipio; lo que significaba, en la práctica, que el mandatario y sus secretarios debían permanecer con el pueblo como “cárcel”. Pasaron los días y no fue posible la salida a las veredas, solamente al trascurrir la comisión se permitió el retorno a San José, el objetivo de la visita no se cumplió y se puede aseverar que Nebio Echeverri y sus colaboradores estuvieron prácticamente secuestrados durante esos días. Sin embargo como resultado de esa visita se estableció en el Plan de Desarrollo del Guaviare lo siguiente: “Dedicar una quinta parte del presupuesto departamental al municipio de Miraflores, como una estrategia para tejer la unidad del territorio departamental”.

DABUCURY “Gracias en nombre del pueblo de Miraflores a todas aquellas personas Que hicieron posible este Festival”.

En 1996 se terminaba una labor que se había hecho en todo el Guaviare, con mucho esfuerzo y dedicación, la formulación del Plan Decenal de Cultura 1996 -2006, el cual contenía los principales derroteros del sector para cada uno de los municipios, al interior de las cuales se había priorizado la necesidad de institucionalizar jornadas culturales anuales que lograran definir la identidad de esos territorios. Dicen los entendidos que la cultura une a los pueblos, que cuando todo falla la cultura identifica y logra que un conglomerado humano salga adelante. Estas reflexiones parecían reflejar lo que era Miraflores en el año 1999, un año antes había sucedido, conjuntamente con la de Mitú, tal vez la más cruenta toma guerrillera de todo el país, la población física y moralmente había quedado muy golpeada, la desesperanza rondaba las calles de la localidad; era prioritario levantar de sus cenizas a este municipio. ¿Qué hacer?, era la pregunta, se requerían inversiones prioritarias, era inpajaritable la presencia de la administración; pero algunos visionarios observaron, que más allá de la reconstrucción de edificaciones y la realización de obras públicas, se debía avanzar en el rescate del alma del pueblo.

De esta manera, a iniciativa del alcalde José Beltrán y de la directora de la Casa de la Cultura Amaris Llorente, y un grueso número de personas y artistas de la localidad, se comenzó a dar forma a la realización de un evento cultural, que trascendiera los limites del municipio y que se insertará en el imaginario colectivo como una nueva imagen donde se reconociera a la población no solamente por la coca o por la violencia. Me acuerdo, dice el alcalde de la época, hoy secretario de gobierno, que discutíamos que era lo representativo de Miraflores, que era aquello que nos unía y nos identificaba, finalmente después de largas jornadas la conclusión fue una sola: el mayor valor de esta región son sus habitantes y la solidaridad, con que entre todos le ponen el pecho a las vicisitudes. Así nació el Festival de la Solidaridad de Miraflores, como una expresión de los valores más importantes de una región tan agobiada; sin embargo ese nombre que representaba uno de los mayores sentimientos del pueblo miraflorense estaba incompleto, algo le hacia falta, algo que involucrara a una parte significativa de la población, sobre la cual se sentaron las bases de la fundación y la colonización de este terruño. Las ideas llovieron hasta que alguien recordó la expresión de la solidaridad y la fiesta en los pueblos indígenas de la región: El Dabucury, con ese nombre se bautizaba oficialmente el Festival; a partir de allí lo que vino fue tocar puertas, lograr que entidades públicas y algunas privadas aportaran a la fiesta, lo que finalmente se logró y se celebró el evento, como la mayor expresión de una comarca tan sufrida, pero a la vez también tan hermosa: El Primer Festival de la Solidaridad Dabucury del Municipio de Miraflores, Guaviare.

LOS ARTISTAS

En el año de 1998 se celebró en la capital del país el Encuentro Nacional de Artistas Populares, en el marco del Programa CREA del Instituto Colombiano de Cultura - COLCULTURA; en ese evento se recogían esos actores anónimos de toda la nación que se habían seleccionado en convocatorias municipales, departamentales y regionales. Para el caso del Guaviare en este proceso participaron delegados de Calamar, El Retorno y San José, por motivos de costos fue imposible la representación del municipio más al sur del departamento. Se acercaba la fecha de este evento y existía la preocupación por la ausencia de Miraflores, cuando Blanca Ligia Suarez, Gerente del Fondo Mixto de Cultura del Guaviare, asumió las banderas del municipio como propias, logrando la financiación necesaria para la presencia de 20 artistas populares de esta región en Bogotá. El evento se agendó para finales de julio, la delegación miraflorense, hospedada en el Hotel del Parque, participó con lujo de detalles; y cuando estaban en la víspera de su retorno, sucedió lo impensado: La Toma de Miraflores, por parte de las FARC. La incertidumbre y la zozobra se apoderaron de los presentes, al no tener noticias de sus familiares, los artistas de otras regiones y los funcionarios de Colcultura asumieron un papel de apoyo. El grupo debió permanecer en Bogotá más de veinte días hasta que pudieron retornar a su tierra y encontrar el dantesco panorama. Fueron días difíciles, que solo se superaron con la certidumbre de estar representando, desde la cultura, a una región tan especial.

JAIMACURU

Yo he escuchado el cuento de la patasola, ella anda por ahí por el monte llevándose a la gente, por ejemplo un niño que no este bautizado se lo lleva, porque es como un espíritu; esta también el duende que se lleva a los niños, por ejemplo en el Arara se perdieron dos niños, los papás habían salido a barbastiar, a matar sardinas y dejaron los niños en el rancho, uno tenía cuatro años y la niña siete, la niña estaba bautizada y el niño no, la niña apareció donde un vecino pero el niño no, ella le dijo al papá que había llegado el y se había llevado a su hermano, el duenda había cogido el aspecto del hombre para llevárselo, se los cargaba, los mataba, les chupaba la sangre, por allá en el Lago de Jamaicuru. Ese lago es misterioso, cuando llega una persona forastera, la laguna se pone brava, levanta unas olas bien altas; en una ocasión entraron unos comerciantes, y se hizo una ola por allá en el guayabetal, toda la tierra se movía, se escuchaban ruidos extraños y les jalaban la embarcación hacia el centro del agua. En semana santa se escucha como cuando están pisando coca, como si tuvieran un pilón con yuca, se escucha gente bailando, riéndose, cantando en la mitad de la laguna, a pesar que era verano y esta bien seca, por eso no se puede pescar en esos días. Una tarde un hijo fue a pescar y vio un viejito sentadito en la orilla, otro día vio otro señor sentado como en un rebalse; entonces el muchacho no volvió a pescar, cogió miedo, ya tenía que ir acompañado. Es que esa laguna es

muy misteriosa, a pesar de que es muy rica en peces, son unos criaderos bonitos, ese es el Resguardo de Jamaicuru. Eso parece como un parque natural, además llega mucho animalito a refrescarse, a tomar agüita, por ejemplo la danta, el chigüiro, la garza, eso era muy bonito cuando nosotros llegamos ahí, cuando me llevo mi finado padre había mucha garza y esa laguna hervía del pescado que salía, sobretodo sardinas, llegaban las garzas a sacarlas, todo el día haga ruido y peleando por los peces, unas garzas de colores. Pero eso con el tiempo lo fueron acabando, porque llegó un corregidor al Arara, que le pagaban por sacarles las plumas, entonces las mataba, como que se las vendían a los brasileros. El rio Vaupés tiene muchos remansos, por ejemplo hay un remanso arriba del Caño Bacati, que dicen que antiguamente era una comunidad, ahí vivieron varias familias, esa comunidad fue castigada por sus pecados, por eso es un remanso grandísimo, una vez venia mi papá subiendo con un trabajador, como a las doce de la noche, y la canoa quedo con el motor prendido pero no avanzaba, a pesar de que había buena corriente, claro ellos se asustaron mucho, veían como un cosa que alumbraba en la mitad del remanso, entonces como el muchacho sabia un poquito de rezo, hizo unas oraciones y la canoa salió, eso son remansos que asustan. Por esos remansos no se puede transitar tarde en la noche, lo pueden asustar, le cogen la canoa, toca pasar temprano y por la orillita, eso es peligroso; al parecer eso se da porque una comunidad quedo enterrada allí, por eso esa laguna se volvió un remanso, la gente quedo en el, son los habitantes de debajo del agua.

PINEDITA

Eran las cinco de la mañana, cuando comenzaba a vislumbrarse las primeras luces del alba, se veía que el día iba a ser muy soleado por la neblina que se observaba en la distancia; Carlos se despertó de la resaca de la noche anterior, ese sábado recordaba que había bebido hasta perder el sentido, se levantó de la hamaca, pero su cuerpo no le respondía, sentía como si lo hubieran molido a palos, ¡que guayabo tan macho¡, pensó, se dirigió al baño para ducharse y al desnudarse noto que no llevaba consigo su ropa interior. Carlos se había convertido en la sexta victima conocida de Pinedita, un macho como él era objeto de una violación, y lo peor es que no sabía como fue la vaina, ni tampoco que hacer; a pesar de la rabia infinita que le producía el hecho, él no era hombre de venganzas, por el contrario era una persona de paz, un hombre de bien, como decía el chapulín se habían aprovechado de su inocencia. Pineda era un personaje muy particular, físicamente era un llanero alto, de contextura gruesa, de andar suelto y hablar firme; había llegado al pueblo en tiempos de la primera bonanza coquera y se dedicaba a la compra y venta de la base de coca, su actuar público no levantaba sospecha, pero en las penumbras de la noche, y al calor de cualquier guarapo, sorprendía a sus victimas, quienes nunca sospechaban de los gustos de su contertulio, definitivamente un cacorro consumado. Carlos no sabía que hacer, había llegado al pueblo dos años atrás, como tantas personas a rebuscarse la vida, trabajaba en lo que fuera, vendía

cachivaches de día, empanaditas en las noches y algunas veces había estado en algunas fincas de raspachín; era un muchacho juicioso, muy pocas veces tomaba y precisó pensó: “Me emborracho y me come este hijueputa”; y después remataba sus divagaciones: “algo tengo que hacer”. A las dos semanas del infortunado insuceso se le presentó la ocasión para cobrar venganza, durante los días anteriores realizó una investigación exhaustiva de quienes fueron las anteriores victimas, con la intención de hacer un frente común; era mucho lo que se comentaba en el pueblo, pero a la hora de la verdad, por la vergüenza nadie se atrevía a decir: ¡A mi me violaron! Finalmente después de todas sus indagaciones, había logrado identificar y conversar con tres victimas, quienes como el sufrían en silencio la perdida de su virginidad en manos de otro hombre, las circunstancias de tiempo, modo y lugar, como dicen los fiscales, eran exactamente las mismas, el acechador invitaba a sus presas a tomar, hasta perder el sentido, y cuando se encontraban en estado de total indefensión aprovechaba para abusar de ellas. Ese día que era propició para juzgar al verdugo, se presentó cuando llegó la guerrilla al poblado, a uno de sus tantos días cívicos; Carlos quien era conocido del comandante, por haber nacido en el mismo pueblo, aprovechó y le solicitó una audiencia privada, le comentó con pelos y señales lo sucedido a él y a los otros ofendidos, el hombre le prometió justicia. Dos horas después se reunió el pueblo y el líder subversivo presentó el caso, llamó al presunto responsable al frente, le informó que si era encontrado culpable sería fusilado de inmediato, le habló de la moral y las buenas costumbres, un burro hablando de orejas, pero bueno, llegó el momento decisivo la autoridad le pidió a los ofendidos que pasaran al frente, y como era apenas obvio nadie se movió de su lugar. De esta manera sin pruebas y sin testigos a Pinedita lo declararon inocente.

SODOMA “Entonces Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos; y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra. Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal”. Libro del Génesis Sagrada Biblia En la época más brava de la coca, este pueblo siempre fue un carnaval permanente, acá no existían lunes o martes, todos los días eran como un eterno fin de semana, la fiesta no tenia principio ni fin y las personas gastaban plata a manos llenas, eso fue mucho el dinero que se despilfarro en esta región. Recuerdo que eran diversos los sitios de rumba y esparcimiento, como La Roncona, La Talanquera, El Bohío, por mencionar algunos, pero eso nos podemos echar toda una tarde para sacar un listadito, Fueron muchos los sitios de la fiesta local, me acuerdo que cuando llegaba un turista decía que Miraflores tenía mejores discotecas que San José, inclusive al nivel de Villavicencio. Recuerdo, por ejemplo, a la más famosa de todas, una discoteca que se decía había costado más de mil millones de pesos, que era enchapada en mármol, tenía jacuzzi, una pista de baile que emergía con un sistema hidráulico y un sonido de ultima generación que solo tenían las discotecas de Bogotá. Se

llamaba ‘Sodoma, el templo del placer’, la gente decía que hasta Manuel Marulanda “Tirofijo” había estado un día tomando whisky. El curita del pueblo se llamaba el padre Manuel Mancera, el cada ocho días en el sermón de los domingos, hablaba de la perdición de Miraflores, del alcohol, de la prostitución, del despilfarro, me acuerdo que una vez habló de los siete pecados capitales y dijo que acá los teníamos todos y antes nos faltaban. Ese sacerdote bautizó el negocio como la maldición del paraíso y el antro del demonio, porque a pesar de lo malo él decía que esto era un paraíso terrenal, pero que no queríamos salir del pecado. Se decía que los clientes llegaban a pagar hasta $200.000 por ver actos sexuales en vivo, eso era un dineral en aquellos tiempos, eso eran muchas las leyendas que se tejieron alrededor de ese lugar. Hasta que un día asesinaron a cuatro empleados y volvió el Ejército, pero eso tampoco demoró mucho y después siguió el caos. “He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no tendió la mano al afligido y al mendigo. Y se llenaron de soberbia y abominaron de mi Ley”. Libro de Ezequiel Sagrada Biblia

LA GRANADA

Yo tuve un accidente con una granada que me fregó las piernas, el accidente fue en el 98, antes de la última toma, a mi me balearon el 3 de agosto y la toma fue el 6 de agosto; yo trabajaba de chef donde Hernán, ese día hice mi turno normal hasta las nueve de la noche, entonces me dijo Hernán hágame un turno que vienen unos pilotos a comer carne, necesito diez platillos a la carta, mire yo le pago por aparte, le dije no, es que ya está oscuro y para irme a esta hora, uno tiene que estar precavido. Finalmente el me convenció, me dijo si quiere se queda acá, yo le dije no para yo mañaniarme a cambiar de ropa, me dijo no tranquilo si no puede venir a trabajar temprano, nosotros lo esperamos a la hora que usted llegue. Yo me puse a ayudarle, prepare la comida, él me dijo váyase que yo arreglo la cocina, para que mañana no le toque moler; así yo me vine atravesando la pista, en el camino me encontré con una señora que trabajaba en La Llanerita, nos veníamos haciendo compañía, cuando de repente se forma la balacera más verraca, y dije yo virgen santísima, nos botamos en el suelo, hasta que medio paro la vaina, nos paramos y a correr, cuando estábamos cerca de la Caja Agraria, nuevamente se formó el tiroteo, otra vez al suelo, en esa se tiraron una granada al puesto de policía. Mire que yo no sentí dolor, de pronto los nervios, sí sentí un calor en el cuerpo, pero pensé que era por el susto, así como había comenzado el hostigamiento terminó, nos paramos a caminar cada uno para su casa, yo sentía como un desaliento, las zapatillas me hacían: chic, chic, me chasqueaban como cuando uno se mete en un barrial, llegue a la casa, entre

a la pieza, prendí el bombillo y me mire, eso fue el susto más grande: estaba lavadito en sangre, yo no hice si no bajarme y mirarme, llame a la señora Inés y le dije que estaba herido, ella llamó a don Ignacio, don Bernardo y otros señores que no me acuerdo, ellos fueron testigos de mi accidente. De inmediato alguien dijo no a este señor toca echarlo pal hospital, prendamos linternas, prendamos alguna cosa, pero llevémoslo si no se nos muere acá; me acomodaron en una hamaca y me sacaron en esa oscuridad tan tenebrosa, a lo lejos o cerquita, en esa confusión no me acuerdo, todavía se escuchaban algunos disparos. Finalmente esa procesión llegó al hospital, para mi esos minutos fueron una eternidad, fueron los más largos de mi vida, aun le agradezco a la señora Inés y a esos amigos que arriesgaron sus vidas para llevarme al hospital, armados de dos linternas, de su valor y su sentido de la solidaridad. Cuando llegamos al puesto de salud, no querían abrir, tocamos con insistencia y nada, hasta que uno de los señores dijo abran que es un policía que viene herido; así fue que respondieron, me acuerdo que los enfermos y el personal del hospital estaban tirados en el piso, refugiándose de las balas. A mi me tiraron en una camilla, en el suelo, un medico me atendió de rodillas, yo vi que el me miraba con preocupación, era un muchacho muy joven, me imagine que un rural, de esos que todavía están aprendiendo, el me auscultaba todo calladito, hasta que por fin después de un rato larguísimo me acuerdo que me dijo, toca esperar que sea de día porque a usted toca sacarlo de Miraflores. A la mañana siguiente me sacaron en un helicóptero, yo sé que estoy vivo de milagro, uno se pregunta porque en este país se presentan tantas victimas inocentes, uno no cree que le va a tocar pero en cualquier momento le sucede, vuelvo y le digo yo estoy vivo gracias a mi Diosito y a la solidaridad de la gente de mi Miraflores.

EL MESTIZAJE

En el año de 1985, en plena efervescencia de la coca, llegamos a Miraflores, yo tenía tan solo siete años y veníamos con mi familia desde Bogotá, acá en el pueblo no demoramos sino un par de días, porque mi padre se iba a trabajar a Caño Giriza. Mi familia era muy citadina, solo conocíamos el campo en fotos, y muchos menos la selva. Para nosotros eso era como descubrir un nuevo mundo, imagínese que uno viene de la comodidad de la ciudad, a una tierra donde no existen ni siquiera los servicios públicos, eso para mi familia fue muy duro, para mi, tal vez porque era tan pequeño, de pronto fue más fácil. En Caño Giriza casi toda la población era indígena, por lo tanto no habían escuelas de colonos, la maestra enseñaba en la comunidad indígena, en una maloca que allí existía, mi padre fue a esa escuela y me internó, eso fue otro golpe para mí, mientras me adaptaba a las costumbres de mis compañeros, sobre todo a la alimentación, ellos comían pescado moquiado, quiñapira, casabe, ranas moquiadas, churucos, de todo un universo de cosas nuevas para mi. Sin embargo con el tiempo aprendí de la cultura indígena, ahora me siento feliz por esos años, posteriormente formé mi hogar, obviamente con una indígena y mis hijos son mestizos, orgullosos de sus raíces, después de mas de veinticinco años seguimos en la misma comunidad, buscando un mejor progreso para ella, yo ya no cambio mi vereda por ningún lugar del mundo.

PLATANITO Y PIÑA

Mi relato empieza a la edad de nueve años cuando yo llegue a Miraflores, mi papá tenía una finca un barrancón como le decían, yo llegue exactamente en el año 92, en el auge del cultivo de la coca, la finca estaba dedicada a la producción cocalera y necesitando mano de obra mi papá nos trajo a trabajar junto a mi mamá llegamos, mi hermano Fabio, el menor que aún estaba de brazos y yo. Cuando yo llegue esto ya era municipio, pues yo estaba muy chino y no se me olvida que cuando llegamos había un barrial por lado y lado, el avión casi no aterriza, porque había una tempestad grandísima y duramos como una hora en el aire, en medio de esa tempestad, el avión de vueltas y vueltas sobre Miraflores y cuando menos pensé fue que salió la gente de la cabina porque nos íbamos a caer yo venía en la mitad del avión encima de unos colchones que traía, cuando la gente paso muy asustada empezaron a botar carga y la gente a persignarse y asustada y que el avión se iba a caer, pero como yo estaba muy chino no era mucho lo que entendía, alcanzaron a botar carga cuando se normalizó la turbulencia que había y finalmente un lapso de tal vez de unos cinco a diez minutos aterrizo el avión en medio de una aguacero, recuerdo que había mucha gente en la pista esperándonos, pensaron que de pronto el avión no podía aterrizar o que de pronto se iba a caer pero finalmente llegamos y mi papá nos recibió y nos llevó a una casa en el Barrio Divino Niño. En la casa de nosotros habían muchas frutas, borojó, arazá, mango, aguacate y nosotros bajamos al pueblo a vender no solamente la coca sino también los productos como el plátano, en gran cantidad y poco a poco la coca no nos dio resultado, eso fue digamos una época del año 95 al 96, porque la

coca empezaba como a bajar de precio y los materiales a subir de costo y ya no nos daba resultado a nosotros comprar materiales a pesar de que nosotros mismo trabajábamos, entonces nosotros decidimos dejar la coca y fue cuando empezamos a meterle duro a lo que fue el plátano y la piña, nosotros tuvimos un cultivo de plátano de prácticamente 10 hectáreas y con eso surtíamos a Miraflores, bajábamos cada ocho días en el “quincecito” una canoa de tonelada y media bajábamos con 80 o 100 racimos de plátanos y se volvió nuestro sustento. En esa época los racimos de plátanos se vendían al ojo, según el tamaño podía valer cinco mil pesos, según el grandor del plátano, según el grandor de las piñas, así mismo se le pedía a la gente, ya se tenían contratas con los restaurantes, igualmente de esas plataneras sale mucho plátano que no sirve para el comercio, por lo que se inició la crianza de cerdos con el plátano que no se vendía, lo que hacíamos era picárselos a los marranos y llegamos a tener 46 marranos en la finca, criados a punta de plátano y bore. De ahí empezamos fue a negociar con los cerdos, vendíamos y vivíamos era de la carne y digamos cada ocho o quince días matábamos un marrano y la gentes llegaba ahí a comprar los kilos de carne o llegaba la gente por ejemplo cuando acababa por allá en los barracones grandes que acababa la campaña, iban y nos compraban un marrano para digamos como para clausurar el trabajo que ya habían hecho, entonces de una u otra manera nosotros ahí teníamos el sustento además de eso nosotros cultivábamos los productos de pancoger, lo que era el arroz, un frijol pequeñito, el maíz y prácticamente nos ayudamos mucho con lo que cultivábamos en la finca, porque los suelos de Miraflores eran los mejores, de lo que sembrábamos la tierra producía, entonces no era mucha la necesidad de la comida, lo necesario básicamente era el aceite, la sal, porque hasta panela teníamos, porque sembramos caña y luego la molíamos la caña, sacábamos miel, hasta para vender tuvimos y eso nos facilitaba mucho la vida.

LOS ESPANTOS DE LA FINCA

Recordando de nuestras vivencias en la finca, me sucedieron dos casos muy raros, en estas tierras inhóspitas, uno fue que nosotros teníamos la costumbre de cada que había crecidas del caño, se rebota y había mucha subienda, salía un pescado que es el misingo, entonces nosotros nos íbamos a misinguiar de noche, lo que hacíamos era coger lombrices en la mañana, o en la tarde y en la noche nos íbamos a misinguiar. Una vez como de costumbre llevábamos la peinilla, nos subimos al potrillo y guindamos los anzuelos, como cuarenta o cincuenta anzuelos por todo el caño, nos estábamos un rato allá, digamos dos horas revisando los anzuelos; esa tarde yo recuerdo que estábamos ahí guindando un anzuelo, cuando con mi papá oímos que venía un motor, él nunca ha creído en esos cuentos, pero yo si lo escuche, yo escuche un motor a los lejos, no supe si era porque el caño estaba crecido o de pronto por el rebalse pero yo si escuche un motor que venía a la parte de abajo y llegaba más cera, más cerca, cuando de un momento a otro no lo volví a escuchar, entonces le dije a mi papá ¿que sería ese sonido? pero el no puso atención y seguimos guindamos anzuelos, de pronto empezamos a andar por el rio abajo y cuando escuchamos fue el ruido nuevamente pero al lado de arriba, donde nosotros estábamos, entonces ahí si mi papá dijo que raro, cuando llegamos a la casa le contamos a mi mamá que si cree en supersticiones y dijo que era el motor fantasma. El otro caso ocurrió un día, que mi papá como quedaba tan lejos la finca y no había suficiente agua en el caño para bajar en la canoa, se tuvo que venir a pie hacia el pueblo, nosotros esa noche lo esperábamos y eran como las

siete de la noche, allá normalmente uno a las seis o seis y media de la tarde ya está durmiendo, nosotros ya estábamos acostados, la casita tenía dos cuartos uno donde mi mamá dormía con mi hermano menor, que tenía como cinco años y otra donde dormíamos mi hermana la que es profesora, mi otra hermana que está en San José y yo, los tres dormíamos ahí en la pieza, entonces cuando nosotros así a lo lejos en el silencio de la noche escuchamos que venía una persona como en botas encharcadas así sonaba, como cuando se mete algo en agua y vuelve y sale así en un recipiente muy pequeño, como en un chapaleo que se hace en cada caminada, entonces nosotros dijimos ahí viene mi papá, nosotros estábamos muy pendientes de la llegada de él, porque siempre nos llevaba cualquier cosa un dulce, un pan, por lo que nosotros manteníamos muy pendiente de su llegada, nosotros le teníamos lista preparadita o la comida; sentimos que él seguía acercándose, oímos cuando él subió las escaleras de la casa, subió dos escalones y entró hacia el corredor, se quito la botas, me acuerdo que en el corredor había dos varitas donde el guindaba la botas, entonces escuchamos cuando llego, y se quito las botas y las pusieron en la vara y cuando estábamos seguros que ya había entrado a la casa, mi mamá salió junto con todos mis hermanos y yo gritando felices: ¡Papá, Papá¡, pero cuando salimos no había nadie y a nosotros nos dio mucho susto porque ya nos habían contado que por estas tierras había un espíritu que le dicen el embotado, que remedaba a cualquiera de los integrantes de casa y que se sentía andar y que nunca se dejaba ver. Casualmente mi papá no llego esa noche, por lo que toda la noche estuvimos desvelados por el susto que nos pegamos, hasta la mañana que llegó mi padre, pasadas las diez. Esos fueron los dos eventos que nos pasaron por allá en la finca de mis padres, hoy día, que ya soy adulto, nunca más volví a ser asustado, ni tampoco mis hermanos, pero le aseguro que eso que pasó fue la pura verdad.

COSTUMBRES DE MI PUEBLO

En aquellas épocas y con las lejanías de estas tierras, las comunicaciones hacia el exterior se hacían por cartas que eran enviadas por avión, mensajes simples y esperar a que fueran contestadas y enviadas nuevamente por avión, después ya vino la comunicación a través de los radioteléfonos, aquí fue un radio que se llamó el 211 que fue muy usado en Miraflores, el uso prácticamente era el de avisar que uno enviaba alguna carta tal día para que estuvieran pendientes o las encomiendas que nos mandaban, si alguien lo llamaba pues lo buscaban a uno y le informaban por unos parlantes, por decir fulano de tal es solicitado en la radio 211; entonces la persona llegaba y le daban la razón, me acuerdo que esos mensajes eran costosos. Después se fundó un Telecom en el polideportivo como con seis cabinas, un servicio muy bueno de parte del gobierno, era buena la comunicación y económica, porque el minuto valía como quinientos pesos, por lo que se dejó de utilizar los radios, que igualmente eran los que traían o enviaban los giros, de vez en cuando un saludito para mi señora allá y digamos usted estaba en Bogotá le girábamos esta plática, entonces uno colocaba la plática acá, y el avión llevaba a él envió hasta Villavo y allá consignaban para darle la plata en la capital. Un día normal en Miraflores empezaba bien temprano en la mañana, uno se levantaba y se iba al Esquinazo a tomar jugo de guayaba o de naranja con miel y huevo de codorniz, ese era un sitio muy querido en el pueblo, iba mucha gente, sobre todo para pasar las enguayabadas.

Nosotros los campesinos nos reuníamos en la mañana a tomarnos un jugo o un tinto y pasábamos un rato agradable, como a las siete de la mañana era hora buena para desayunar, habían buenos sitios como el restaurante de doña Lola, el de la señora Inés Moreno, el de la señora Aurora, entre otros, existían muchos más pero estos eran los más apetecidos, muchas veces tocaba esperar a que hubiese un sitio para sentarnos. También se veían muchos bares, este pueblo tenía mucho ambiente nocturno todos los días y en toda parte habían muchachas, uno salía a comer y por la noche se iba a bailar a la zona de las discotecas, entre ellas La Indígena, El Codo del Indígena, Melaos y Candela; aunque para mi el mejor sitio en esa época se llamaba Los Mangos, allá presentaban artistas, llevaban orquestas, era el sitio donde todo el pueblo iba, al igual que otro negocio que se llamaba La Matecaña, que yo me acuerde aquí estuvo Oscar Agudelo, Rómulo Caicedo, un cantante vallenato Miguel Morales, cantantes llaneros como Tirso Delgado, Farfán, las Hermanas Calle, entre otros, como se veía tanto dinero en esa época, no importaba cuanto cobraran aquí se les traía en avión y se buscaba era el artista que la gente quisiera oír. Ya después las cosas desmejoraron, se acabaron esos espectáculos y yo creo que Miraflores no volvió a ser el mismo, mucho gente se ha ido, ya usted no encuentran ninguno de esos sitios; para enviar giros toca por el chance, pero con que plata, para comunicarse están los celulares, pero quien tiene para un minuto y para rumbear ya ni eso se da en esta pueblo, aunque de vez en cuando nos echamos nuestros guarapos, porque para eso sí quedan unos pesitos, es que no todas las costumbres se pueden perder.

EL PARO

En 1994 las fumigaciones aumentaron, la Policía Antinarcóticos, con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos, iniciaron una campaña indiscriminada de aspersiones aéreas en contra de los cultivos de coca, pero a los ojos de nosotros los campesinos el veneno no se limitó a lo ilícito sino que llegó sin miramientos a todo: la fuentes de agua, los cultivos de pancoger, a los animales, definitivamente a todo. A la pista de Miraflores comenzaron a aterrizar las avionetas que cargaban el veneno y la genta las miraba con rabia por el daño que les producía, cuentan que ese día una de ellas iba a despegar, cuando un grupo de pobladores se metieron a la pista impidiendo que levantara vuelo; los policías asumieron una actitud de choque e intentaron sacar a la gente a las malas, lo que generó un efecto contrario, porque se comenzaron a sumar personas a la protesta. Empezó la protesta en forma, se canto el himno nacional, y en menos de media hora la pista estaba llena de cosas, los pobladores que vivían cerca de Miraflores también fueron llegando, por los radios se avisaron a las gentes de las veredas del paro y que se necesitaba de su ayuda. Nos mandaron comida y se fueron sumando al movimiento. El gobierno departamental se hizo presente, al pueblo llegó el gobernador: Carlos Alberto Zapata, con la intención de solucionar el problema, sin embargo el problema, para los representantes de la comunidad, superaba su

capacidad, esto era un problema nacional y el gobernador era poco o nada lo que podía hacer. Sin embargo con su intermediación se pactó un encuentro de los líderes cocaleros con el presidente Ernesto Samper. De esta manera se despejó la pista y en una de las avionetas que la población había inmovilizado se fueron los negociadores a dialogar con el mandatario. El Presidente no los recibió pero se reunieron con el Ministro de Gobierno, Horacio Serpa. El ministro los remitió donde la ministra del Medio Ambiente, Cecilia López, pero ella no los recibió, envió a una de sus asistentes, la funcionaria los trató despóticamente, les dijo que el glifosato no producía ningún daño en el medio ambiente y mucho menos en la salud de las personas. Dicen los negociadores que cuando salieron le dijeron que eso era tan bueno que cuando volvieran al pueblo lo iban a echar en la leche de los hijos. Lo más verraco fue que los medios de comunicación no hablaron tanto de la razón que los había llevado a Bogotá sino de su condición de desposeídos, con la ropa de calentano y los zapatos sucios. A la gente en Bogotá el problema de los campesinos cocaleros no le importaba, eso era tema de por allá unas gentes, por no decir delincuentes, metidos en la mitad de la selva. La visita no arrojó resultados concretos, se intentó que a Miraflores lo incluyeran en el Plan Nacional de Desarrollo Alternativo (PLANTE), sin embargo eso no se logró; aunque se consiguió que el país comenzará a mirar hacia Miraflores, que supieran que la gente de este pueblo eran agricultores, y no delincuentes. Cuando se levantó la protesta, las personas retornaron a sus fincas, sin embargo quedó un acuerdo, no solo en Miraflores sino de todo el Guaviare, que sí el gobierno nacional no atendía la protesta de los campesinos todos se metían a San José y como el Estado incumplió a finales de ese año los campesinos de todo el departamento sitiaron a San José.

ESO FUE A LAS MALAS

Estábamos trabajando en mi finca cuando llego un señor que dijo alístense que nos tenemos que ir para Miraflores, pues vamos a crear un paro. Yo estaba muy pobre, no teníamos plata, pero uno sabia que eso era una orden que no permitía discusión, nos echaron en una lancha en Lagos del Dorado, nos llevaron para Miraflores y nos remitieron para la pista. En ese momento fue que se nos agrandaron los problemas, comenzamos a pasar necesidades, pues yo estaba con mi mujer y ella estaba embarazada, nos tocaba dormir en una hamaca y a veces al sereno, con comida bien mala y con todas las inclemencias del invierno cruel que hacía. Un señor me consiguió una piecita en una residencia y allá nos pudimos acomodar con la señora iba mejor; pero eso fue muy tenaz, a cada rato se presentaban disturbios en las calles, se formaban peleas, disparos, era un caos total. No había por donde caminar, eso era un reguero de estiércol y de vísceras de animales muertos, las enfermedades estaban en el aire. Se veían niños con hambre, mujeres cocinando en las calles cualquier cosa, me acuerdo que una mañana un señor muy atento llego con una cantidad impresionante de carne y la regalo a la gente, eso fue un asado muy bueno, pero un vecino lo sapeo, él se dio cuenta que al hombre se le había muerto un macho de una extraña enfermedad, cuando la gente se dio cuenta eso se armó la vomitadera más verraca y casi linchan a ese sinvergüenza. Finalmente todo terminó como había comenzado y ya nos dejaron volver a nuestras tierras.

EL ACUERDO Oiga periodista usted me pide un relato sobre Miraflores, a mi me gustaría que mencionaran este documento que yo tengo acá guardado, este fue el acuerdo entre el gobierno y los campesinos en San José, allá estuvimos muchos lideres de acá de este pueblo; el gobierno no cumplió y a partir de ahí la historia de esta tierra no volvió a ser la misma. Acá le dejo el documento por si lo quieren publicar, le recuerdo fuimos muchos los de Miraflores que participamos en ese paro. Acuerdo suscrito entre los representantes de las comunidades campesinas del Guaviare participantes en el movimiento cívico y los representantes del gobierno nacional y departamental: 1. Los representantes de las comunidades campesinas declaran que coinciden con el gobierno en la necesidad de la erradicación de los cultivos ilícitos y en particular del cultivo de la coca. 2. Los representantes de los campesinos se comprometen a iniciar el proceso gradual de sustitución de los pequeños cultivos de coca y a no volver a sembrar este ilícito. 3. Por su parte el gobierno se compromete a suspender la fumigación de los pequeños cultivos de coca existentes a la fecha del presente acuerdo; entendiéndose como tales, aquellos inferiores a tres hectáreas de extensión.

4. El gobierno continuará con la fumigación de los llamados cultivos comerciales de coca, con el lleno de todos los requisitos legales vigentes sobre la materia, los cuales serán constatados por una comisión integrada por los representantes de las entidades de gobierno; los de las comunidades campesinas firmantes de este acuerdo y representantes de la Procuraduría y de la Defensoría del Pueblo. Parágrafo: El Ministerio del Medio Ambiente participará exclusivamente con funciones de seguimiento y control del anterior proceso. 5. El gobierno nacional y departamental se comprometen a desarrollar los programas de infraestructura y desarrollo social previstos en el plan de desarrollo departamental para lo cual incluirá en el presupuesto nacional los recursos suficientes. Destinará en 1995 para los programas de sustitución de cultivo de coca en la región una suma no inferior a mil millones de peso, e impulsará programas de titulación de tierras dentro de este mismo propósito. La formulación de los programas y proyectos y la distribución de los recursos se harán en forma concertada con las diferentes comunidades y zonas representadas por los firmantes del presente acuerdo, para que verdaderamente colmen sus expectativas y suplan sus necesidades prioritarias. 6. El gobierno nacional se compromete a crear la Consejería Presidencial para el Departamento del Guaviare; previa aprobación del Consejo Nacional de Política Económica y Social. Los representantes de los campesinos se comprometen, al firmar el presente acuerdo, a disolver la movilización de las comunidades actualmente concentradas en San José del Guaviare.

El gobierno no tomará ningún tipo de represalia contra los representantes y participantes en el movimiento cívico. El presente acuerdo ha sido suscrito entre las siguientes personas abajo firmantes, en la ciudad de San José del Guaviare a los 10 días del mes de diciembre de 1994. Representantes de las comunidades campesinas: Juan Carlos Londoño, Francisco Correa, Diego F. Donoso, Orlando Campo, Halbey López, Jairo Martínez y Omaira Morales Representantes del gobierno: Jorge Carrillo, Carlos Rangel, Yaneth Mantilla, Hugo Aristizábal, Jorge Alberto Zapata, Julio Alvarado, Óscar López, Tomás Devia, Arcadio Benítez y Julio César González.

LOS IMPUESTOS

La Policía viajaba al campo constantemente, el DAS también, pero no iban a capturar a nadie, iban mas bien era como a extorsionar la gente: “me dan tanto, me reúnen tanta plata y tranquilos no los empapelamos”. Eso se dio en Miraflores, se llego a corromper tanto el Estado, que se llegó a ver a la Policía organizando una fila para la venta de la coca, la coca allá fue prácticamente legal, eso se lo dije un día a un coronel y él decía eso es imposible. Quienes llegaban a Miraflores como autoridad armada, se enriquecían rápido, porque empezaban a sacar la mercancía y los agentes tenían que pagar y quien cobraba era el comandante de esa institución, eso rapidito hacían mucha plata, yo creo que hasta pagaban para que los trasladaran acá. En 1983 llegó la guerrilla, ellos comenzaron a ganarse a la gente, comenzaron a controlar la delincuencia, a los viciosos, a los patrones que abusaban de los obreros, entonces la gente les tomó confianza porque su justicia era inmediata y efectiva, solo ellos lograron calmar a este pueblo en aquellos años. Cuando fui presidente de una junta de acción comunal en una vereda llamada Yarumal, nos reuníamos constantemente con la guerrilla. Un día analizando la problemática del pueblo nos dimos cuenta que no se recibía ningún beneficio de la coca, el pueblo vivía del poquito comercio, se vivía de la tasa aeroportuaria, eso llegaban más de 20 vuelos diarios, esa era la principal renta del pueblo, así nos craneamos una idea de como aportarle al

municipio, le propusimos a la guerrilla cobrarle un impuesto a los comerciantes de la coca, que ellos vinieran y pagaran un impuesto al municipio, para arreglar las vías, para arreglar el pueblo, esa idea fue muy bien acogida, y hasta se creó un grupo de personas que iban a administrar los dineros de ese impuesto. Esa idea quedo truncada, porque esa comisión de personas nunca cobró la plata, la guerrilla la comenzó a recaudar directamente, porque los comerciantes de la coca venían era a hablar con ellos, ellos aceptaron la propuesta e inicialmente se empezó a cobrar un impuesto de diez mil pesos por cada kilo de coca que se vendiera y empezaron a incrementar el impuesto: primero que a veinte mil pesos, después que a ochenta mil pesos, que a cien mil, que a quinientos mil, eso llegó a esta hasta un millón de pesos por cada kilo que comprará un comerciante. La guerrilla viendo esa cantidad tan impresionante de plata la volteo para la guerra, para la compra de armas, para enriquecer a sus cabecillas, y ahí cambiaron la ideología que tenían inicialmente de ayudar al pueblo y transformaron esa sigla que decía: “Ejercito del Pueblo”, por una nueva denominación: “Enemigos del Pueblo. Sí hubieran sido gente pensante, que de verdad quisieran al pueblo, hubieran organizado a Miraflores como una tasita de plata y resulta que en ese momento empezaron fue a extorsionar mas al pueblo, a humillar a la gente, a matar. Entonces prácticamente el pueblo se les volteo, el pueblo de Miraflores estoy seguro que no quiere a la guerrilla.

EL RAJALEÑA

Dicen los indígenas que cuando estas tierras eran solo selva, cuando aun no habían llegado los colonos a explotar el caucho, todo era armonía, los pocos habitantes que transitaban por estos lares tenían comida en abundancia, la madre tierra les prodigaba sus frutos; en la tradición oral de sus antepasados era claro una enseñanza: “En el momento en que los hombres comenzaran a tumbar la selva, el hambre llegaría a la tierra”. Hace muchos años, cuando los primeros colonos llegaron a fundar la vereda Caño Yavilla se contaba que todas las noches llegaba un espanto, descargaba el palo de leña en el rajadero, asustaba a la gente que dormian colgados en las hamacas debajo de un plástico negro, todos se despertaban con el golpe pero salían a mirar con la luz de sus linternas y no encontraban ni el palo ni quien lo traía, volvían a acostarse y luego empezaban a darle hacha, algunos sabían que era el cargaleña y no le ponían cuidado, a los otros los desvelaba, pero al fin todos resistían pues sabían que era un espíritu vagante de la selva, y que no les haria mas nada solo el ruido, pero nadie lo miraba. Al espíritu se le bautizó como “El Cargaleña” o “El Rajaleña”, quien a pesar de los sustos que provocaba, pronto los aserradores se dieron cuenta que era inofensivo y muy pronto le perdieron el respeto. Sin embargo, solo los más viejos de la comunidad, sabían la verdad él era un enviado de los padres de sus padres para intentar hacer entrar en razón a los hombres. La historia fue otra después de tanto tumbar selva nadie lo volvió a sentir y el hambre se comenzó a padecer en estas tierras.

LAS QUIEBRAPATAS

Yo nací en Buenaventura hace casi cuarenta años, desde muy niño siempre me destaque para el futbol y para el baile, eso todas las tardes después de ir a la escuela mi rutina era ir a patear balón con los vecinos, siempre fui un goleador innato; de igual forma, ya más veterano, no había fiesta o bazar que me perdiera lo mio era el baile, aunque nunca fui un tomador. Pasaron los años y me tocó rebuscarme la vida termine a los 22 años en Miraflores donde llegue a convertirme en un raspachín. Me acuerdo que en esos días los patrones lo peleaban a uno para ir a raspar a sus fincas, el trabajo era abundante, y a pesar de que tocaba trabajar de sol a sol, uno se ganaba sus buenos pesos, además como yo siempre fui juicioso en menos de un año le había mandado varios giros a mi familia, con mis cuentas yo consideraba que en menos de cinco años, iba a tener lo suficiente para construir una casita en mi tierra natal. Pero la fatalidad me tenía guardada otra vida, una tarde después de trabajar me dirigía al campamento una explosión me levantó por los aires, gracias a Dios no perdí la vida, pero perdí mis dos piernas, solo días después me di cuenta que no podría cumplir mis sueños y hoy estoy acá en la capital viviendo casi de la caridad y vendiendo estos dulces porque uno de hambre no se puede morir. Las víctimas de las minas antipersonales en los últimos tres años han sido 504 civiles, en su mayoría campesinos, quienes resultaron muertos o heridos por estos artefactos. "La mayoría no accede a los servicios de salud para la rehabilitación, asegura Johana Huertas, coordinadora del Programa de Víctimas de Minas Antipersona de la ONG Hándicap.

EL GUSANO

En años pasados se celebraban grandes fiestas de cachiri, donde llegaban toda clase de muchachas lindas y hermosas y jóvenes varones preciosos, en esa época los animales se convertían en personas, en una de esas fiestas llegó un agraciado joven, el cual fue el encanto de todas las muchachas, además de ser un excelente bailarín de carrizo y otras danzas. El joven atractivo tenía un término para desaparecer de la fiesta, hasta cuando comenzaron a despuntar las primeras luces del alba, porque retomaría su cuerpo original: el de un gusano; así el muchacho, totalmente embriagado, se dio cuenta que ya iba a amanecer, salió corriendo y desapareció detrás de una mata de plátano. Una joven enamorada del muchacho salió a buscarlo, al ver que se hacía detrás de una mata de plátano, partió raudamente a su encuentro, pero no encontró nada, entonces comenzó a llorar y a buscar desesperadamente, cuando de repente observa como de una hoja de esa mata caían gotas de chicha. Cuando observa con detenimiento se da cuenta que era un horrible gusano, del cual salían las gotas de la bebida, el insecto le hable y le dice que la ama, ella le dice que jamás se podría enamorar de un animal tan feo, entonces con su pie lo destripa y en su agonía el gusano retoma el cuerpo del joven; cuando la mujer se da cuenta que ha matado el amor de su vida, es grande el llanto, se lamenta sin compasión porque era el amor de su vida.

EL FIN DEL LATEX

La época de la tigrillada se da cuando el caucho entra en crisis por la impureza del caucho, debido a que los patrones presionaban al trabajador para que sacara caucho, y cuando la persona por algún motivo no podía rayar el camino completo y no llevaba la cantidad de leche que esperaban los regaños, y muchas veces, los castigos físicos. Los rayadores ante este panorama, empezaron a rendir la leche, le echaban gomas de otros árboles e incluso se llegó a echarle harina a la leche para aumentar el caucho, entonces todo esto dio que el caucho de la región disminuyera su calidad y por ende su precio y por el contrario, los costos de producción si aumentaban. Ya en esos días el caucho que se recogía en la región era muy poco el que se exportaba, el mayor volumen se destinaba al mercado nacional; de esta manera los caucheros le solicitaron al gobierno un reajuste al precio del caucho, el gobierno llamó a la incipiente industria nacional, que demandaban el caucho para discutir el precio y esta termina cuando se decide, en virtud de unos menores costos, permitirle a los empresarios la importación. De esta manera la bonanza cauchera terminó no solo a causa de la disminución de la calidad, de los altos costos de la explotación o del aprovechamiento inhumano de la mano de obra, sino también como resultado de la competencia generada por la aparición del caucho asiático, el caucho sintético y la deforestación de la selva.

LOS CUERPOS DE PAZ

Llegamos primero a los límites con el Vaupés. Sembrábamos comida pero al nacer los hijos, vimos que era mejor irnos más cerca de Miraflores, la segunda población del Departamento. En realidad vivimos bastante tranquilos hasta que empezó a llegar gente invitando a los campesinos a sembrar coca. Algunas veces eran colombianos, otras extranjeros. El compromiso era ir a recoger la semilla a Lagos del Dorado, allí donde estaba un campamento de los Cuerpos de Paz. El compromiso se hacía de palabra: ellos nos daban un vale por la semilla y los materiales que entregaban, luego venían y recogían la pasta de coca. Se llevaban hasta el trapo en que se colaba. Todo lo cobraban: por la semilla, por los materiales y por lo que enseñaban. Vigilaban todo el proceso hasta el último momento. Pero su negocio era redondo, porque al mismo tiempo nos vendían los productos de la remesa. La verdad es que nos manteníamos endeudados porque hasta la remesa la vendían cara. Luego decidimos bajar al pueblo a comprar la remesa pero ahí la Policía estaba pendiente de ver quién bajaba y por qué. Nos amenazaban: yo sé cuánto vale usted´, decían. La cosa fue creciendo, los cultivos eran más grandes y llegaron grandes inversionistas a comprar tierra. Al mismo tiempo la gente empezó a desaparecer y por el río aparecían muertas por los problemas con los negociantes. A mí me pasó una vez: trabajé en una cocina de grandes

cultivadores, en campañas que duraban hasta tres meses. Al final no pagaban y decían: ¿quiere que le pague con esto?, mostrando el rifle. Los campesinos fueron aprendiendo cómo trabajar, qué productos usar, qué químicos servían. Las autoridades no decían nada, pues hasta el alcalde tenía su chagra y la Policía le cobraba un porcentaje a quienes venían a comprar con sus famosas cajas de FAB llenas de dinero; a ellos no les importaban los desparecidos, sólo cobraban. De todos modos los campesinos siempre quedábamos endeudados: si se dañaba la cosecha, si fallaban los químicos. Por eso al principio se tumbaba una hectárea de selva, pero luego los campesinos habríamos más y más monte, para ayudarnos y poder cumplir. Exactamente eso fue lo que me pasó: a raíz de que no nos pagaron el trabajo y de que estábamos endeudados por unos químicos que salieron malos la chagra no produjo lo que esperábamos y tuvimos que empezar a buscar qué hacer. Así fue como pensamos en vender el fundo e irnos para Miraflores. Eso hicimos con mi esposo y los hijos.

COMANDANTE JAVIER

En esa época a la guerrilla le dio por formar un grupo que se llamaba la Organización de Mujeres Demócratas, OMD. Prácticamente estábamos obligadas a meternos, para estar pendiente de las cantinas, de si el tipo se iba borracho y no pagaba, cosas así, horribles. Era como una Policía nocturna. Además, teníamos que carnetizarnos, dar el nombre y los datos de toda la familia fuera de Miraflores. Yo no quería hacerlo y además estaba en los últimos meses del embarazo de mi hijo menor. Dije que no, que yo no podía. Eso me dio muchos problemas con Javier, el comandante que las FARC tenían en el pueblo. Así como estaba los guerrilleros me llevaron un día en una lancha. ¡Qué susto! Creí que me iban a matar. Cuando llegamos a donde el Comandante le dije que yo no era vigilante. -“Mire –le expliqué-. Primero que todo, porque la persona que toma los datos no me parece de fiar. A mi ese señor no me inspira confianza. En segundo lugar, nunca vigilé ni cuidé a mi marido, que ese sí era bien mujeriego, para venir a cuidárselo a las otras. Y tercero, porque míreme la barriga. Él contestó que las órdenes se cumplían o la milicia se acababa y me preguntó si sabía qué le pasaba a la gente que no cumplía. - Sí, ustedes los matan o los ponen a cavar el hoyo y luego le perdonan la Vida.

- ¿Usted qué cree que se merece?, me preguntó - ¿Sabe? -le contesté-, si me mata me hace un favor. Sólo le pido que a los niños que quedaron en Miraflores me los haga llegar a Villavicencio, porque allá tengo familia. Lo máximo que me puede hacer es matarme, pero le estoy hablando con la verdad; no puedo confiar en ese señor. - Bueno. Entonces sea la Presidenta y organice como usted quiera. - ¡Menos! Yo no voy a trabajar con ustedes en eso. - Entonces qué, ¿la mato?” y desajustó el fusil. Cerré los ojos. El tipo soltó la carcajada. Ya eran como las seis de la tarde y empezó a llover. -Váyase tranquila al pueblo; no haga nada si no quiere. Espere traigo una lancha para que la lleve cerca. Pero cuando dijo eso yo no esperé y me fui corriendo. Llegué bien de noche a Miraflores, empapada, sucia. La gente me preguntaba qué había pasado, pues no sabían que me habían llevado. “Nada, nada, que me dejó la voladora”. No me atreví a contar lo que había pasado. De pronto, un día, llegó un operativo del Ejército. Nos sacaron nuevamente a la pista del aeropuerto. De pronto, del puesto de Policía fueron saliendo los soldados y los comandantes. ¡Cuál no sería nuestra sorpresa cuando al primero que vimos fue a Javier, el Comandante de las FARC! Era un teniente infiltrado en la guerrilla. Cuando lo vi me iba enloqueciendo del susto. Y eso que yo nunca había tenido nexos con él. Pero fue un horror para todo el mundo. Y claro, él empezó a señalar gente. Cuando llegó al lado mío lo que me dijo fue: “se salvó, tiene buen olfato”. No pude contestar, quedé muda. Pues obviamente el problema después fue por qué yo había desconfiado de él. A los pocos días, llegó la guerrilla a mi casa y de nuevo “¡camine!”.

-No puedo... -¡Cómo no puedo, camine… ¡ Otra vez me llevaron. Por fortuna, era el mismo comandante Luis. “Ve -le dije yo no confiaba en ese señor”. Menos mal que era el mismo pues me dejó libre.

EL MILAGRO DE DOÑA MARIA

Cuando comenzó la toma todos estábamos reunidos en la Iglesia asustados, rogándole al altísimo su misericordia, yo me acuerdo que eso se escuchaban bombas, balas y gritos por todos lados, el susto fue muy grande, pero gracias a Dios las cosas no pasaron a mayores. Me acuerdo que en el grupo estaba una señora: Doña María, ella era una persona muy católica, leía las sagradas escrituras y lloraba pidiéndole a Dios que le cuidara a su hijo, al que la guerrilla ordenó trajera dos tambores de gasolina para con una motobomba bombearlas al túnel que tenía la policía para protegerse y en el que se encontraban un mayor y diez patrulleros. La intención era quemarlos, porque ellos no querían entregarse, ella no hacía sino arrodillarse y pedirle a la virgen que protegiera a los policías y a su hijo, leía versículos de la biblia y nuevamente decía ¡Dios mío! que no les prenda la motobomba ¡Dios poderoso!, porque van a quemar a esos inocentes. La guerrilla mato a uno que intento salirse por un hueco del túnel era una situación aterradora, oír toda la población llorar y gritar, los niños lloraban desesperados abrazados a sus madres y uno sin poder hacer nada esperando en que iba a terminar ese capítulo de la vida de todos tan horrible. En un momento ella se salió del templo y se dirigió a las gradas del polideportivo, se arrodilló, tomó la Biblia, miró un capitulo y gritaba diciendo óigame Señor bendito mis suplicas ¡Diosito Santo! envíanos

refuerzos, cuídanos, que no les prenda la motobomba; nosotros veíamos como lloraba y con cuanta fe le ponía ella a sus oraciones sin soltar la biblia de la mano y fue un milagro de Dios porque por más que intentaron prender el motor no les arrancó, hasta que se cansaron de intentar el plan. Al rato se escucha que van llegando helicópteros cargados de soldados, el estruendo en la pista y corrían a toda esa guerrilla pueblo arriba y pueblo abajo, yo por eso digo que la biblia es un libro milagroso y muy querido, que cuando uno está en peligro lo protege. Después de que hizo el arribo toda esa tropa, este pueblo se volvió un éxodo no sabíamos para donde coger, corríamos, gritábamos, se escuchaba la balacera y doña María seguía pegada a su biblia, orando; hasta que finalmente llegó el ejército y los soldados nos avisaron que podíamos salir de la iglesia y lo mismo hicieron con los policías que estaban en el túnel. El túnel ya no existe solo quedo el recuerdo y la fama de esa trinchera que tenía la policía para defenderse. Ese día fue el peor de todos los que habíamos sufrido por estas tierras, todos pensábamos en que nos íbamos a morir, era una confusión total, unos éramos acusados de guerrilleros, otros de informantes y veíamos como muchos que si eran de ese grupo eran protegidos como población, en ese momento no sabíamos ni quienes éramos, solo veíamos como entraba el ejército por cantidades y aterrizaban en esa pista, por lo que no sabíamos si era mejor o peor para nosotros y todas nuestras familias, no pensábamos sino en proteger nuestras vidas.

EL BAILE DEL CACHIRÍ

El baile del cachirí es muy hermoso, todos los hombres comienzan a tocar los carrizos en forma lenta para que todos los danzantes puedan coger el compás luego el ritmo va creciendo en movimiento. El baile lo inician dando zapateos rítmicos en el suelo, tres veces hacia delante con fuerza y con suavidad caminan tres pasos hacia atrás, para tomar luego el mismo impulso. Los hombres inician el baile solos, mientras las mujeres permanecen sentadas observando a los danzantes, una vez que cada una de las mujeres ha observado a un caballero que le interese o la pareja con la que desea bailar, deja que éste pase al frente y en el preciso instante se intercala al círculo. Éste sigue moviéndose como quien sube en un carrusel en movimiento. Cada hombre lleva el carrizo a la altura de la boca con la mano derecha, y con la izquierda sobre la cadera de la compañera de baile, esta danza se puede repetir por horas. Los indígenas tienen la costumbres de la celebración del Cachiri, que es una fiesta que hacen entre ellos, son muy sociables, pero como consejo uno debe comer lo que le ofrecen porque si uno no acepta, es un desprecio y la próxima vez que usted llegue con hambre no le dan ni agua, como amigos son muy buenos, que uno necesita cualquier favor se lo hacen; pero vaya usted y se comporte mal con ellos y vera que perderá un amigo sincero.

LOS ANTEPASADOS

Yo soy de la etnia Guanano, pertenezco a la comunidad Miraflores Centro el cual es un resguardo, antes, yo me acuerdo, era muy organizado, pero ahora le hacen falta muchas cosas, estamos olvidando nuestra cultura. Anteriormente era muy diferente, porque en ese tiempo los abuelos, los tatarabuelos, contaban muchas cosas, ellos se reunían por la tarde, les hablaban a los menores, entonces uno iba aprendiendo las cosas que se están perdiendo hoy en día. En esos tiempos la maloca era una sola, toda la familia vivía allí, digamos lo que es primos, tíos, hermanos, todo eso; cuando conseguían mujeres vivían en la misma casa, ellos no tenían rancho aparte, eso era lo que se llamaba una maloca; es que la maloca es donde se reunían para todo, para hacer la fiesta, de ahí salían ellos a trabajar y regresaban otra vez, eso ya era un punto de encuentro central de los tribus, cada tribu tenía su maloca, cada maloca sus propias costumbres. Se acostumbraba a realizar danzas, hacer Dabucuri, que era donde una comunidad invitaba a otras personas, a otras comunidades, a otras tribus, para que llegaran y compartir todo lo que tuvieran en la chagra, la fariña, la quiñapira, el pescado, la chicha, todo se compartía; hoy eso no existe, ya los paisanos no comparten, ya para ellos existe la propiedad privada de las cosas, antes todo era de todos. Cuando nacía un niño, lo primero que hacían los ancianos era rezarlos, para que él bebe no tuviera enfermedades y creciera sin ningún problema,

después cuando ya cumplía siete u ocho años, nuevamente los rezaban y en ese rezo les aparecía el nombre que se le iba a colocar a el niño. Y mire que en esa época los niños eran muy sanos, no se enfermaban de nada, no como ahora. Después de todo eso, los paisanos comenzaron a conocer las costumbres de los hombres blancos, ya a los más jóvenes copiaron esas maneras de actuar y despreciaron las tradiciones de sus familias, de sus tribus; cada uno que conseguía familia se fue de la maloca y empezó a construir sus propias casas y ya para muchos dejó de ser importante la cultura. Claro que en eso tuvo mucho que ver la educación, me cuentan los viejos que acá primero llegaron unos misioneros, ellos fueron quienes comenzaron con la formación de los menores, pero al lado de esa formación les inculcaron la religión, nos hicieron renegar de nuestra religiosidad y nos comenzaron a cambiar las costumbres. Cuando yo nací, ya las cosas eran diferentes, ya existía ese Dios, nosotros ya nacimos así bautizados, ya los de mi generación, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, nacieron en la religión católica; nosotros no tuvimos la oportunidad de conocer otra religión. Después de ello llegaron los caucheros, los tigrilleros, los mafiosos, la guerrilla y el gobierno, y todo fue peor, porque cada uno de los que llegaba traía sus propias costumbres, que para los jóvenes eran mejores que las tradiciones propias. Los antepasados comenzaron a desaparecer, fueron muriendo con el paso de los años y nosotros los más jóvenes, no fuimos precavidos, no aprendimos de ellos, no escuchamos sus enseñanzas, porque antes todo se hacia de oídas y entonces toda nuestra historia cambió.

LA TOMA

Faltaban cuatro días para la posesión de Andrés Pastrana Arango, en la presidencia de Colombia, cuando sucedió la peor tragedia en este pueblo: el Bloque Oriental de las FARC lanzó uno de los más violentos y crueles ataques en su historia, como una especie de despedida al gobierno de Ernesto Samper. La Operación se denominó: “Comandante Jacobo Arenas estamos cumpliendo", dirigida por dos de los más importantes comandantes de esa organización subversiva el Monojojoy y Romaña. Los preparativos de la acción habían comenzado cuatro meses atrás, con las labores de inteligencia que les permitió a los guerrilleros contar con toda la información necesaria como: túneles, armamento, trincheras y ubicación estratégica de los uniformados, de las dificultades para el arribo de refuerzos, entre otros elementos de la estrategia militar. Faltando quince días para la toma, empezó la movilización para el ataque, unos 1000 hombres llegaron a las goteras del poblado, el momento había llegado. Cerca de 220 guerrilleros se desplazaron sin ser detectados por las orillas del rio Vaupés, entrando a las siete de la noche del lunes 3 de agosto de 1998 en el municipio de Miraflores en el departamento del Guaviare. Los primeros destacamentos, sorprendieron y desarmaron fácilmente a una patrulla mixta de 25 hombres del ejército y la policía que se movía por los alrededores del pueblo, haciéndolos prisioneros y sin que pudieran activar las alarmas.

Los primeros comandos avanzaron hacia la base, pero a mitad de camino se encontraron con los primeros cinturones de seguridad militar. En medio de los combates, otras columnas insurgentes, dispuestas de forma envolvente, iniciaron el bombardeo desde la selva contra las fortificaciones del Ejército y de la Policía Antinarcóticos, la suerte estaba echada. A las diez de la noche se inició el asalto masivo sobre las bases, bombardeando con toda clase de armamento pesado como rockets, granadas, morteros y pipetas de gas. El combate fue intenso, pero era claro, que los guerrilleros, que se identificaban por tener una bandera de Colombia atravesada en el pecho o en su brazo izquierdo, lo cual era la única forma de diferenciarse de militares y policías en la noche lluviosa, tenían las de ganar por superar con creces a la fuerza pública en numero de combatientes. En medio de la dura contienda la Fuerza Aérea, con aviones y helicópteros artillados intentaba socorrer a los militares, sin embargo la oscuridad de la noche y la imposibilidad de bombardear el pueblo por la presencia de civiles, significó que sus vuelos fueran infructuosos. El combate cuerpo a cuerpo era inminente. En la mañana del día siguiente, después de más de 15 horas de enfrentamientos, la abismal diferencia de las fuerzas en contienda consiguió superar las barreras de defensa de la base antinarcóticos; las minas antipersonales volaron con los cilindros y las serpentinas de alambre de terminaron por ceder. Algunas tropas que se transportaban en helicópteros Black Hawk lograron aterrizar en las cercanías de Miraflores, y a pesar que lograron ganar algunas posiciones, fueron repelidas por los anillos de seguridad que la guerrilla había dispuesto alrededor del pueblo y por lo tanto tuvieron que embarcar nuevamente en las aeronaves.

Finalmente cuando las municiones de los militares y policías se agotaron, después de más de 26 horas de combate, a las 4:45 de la tarde, la guerrilla copó las posiciones de las últimas unidades de la fuerza pública que aun luchaban. Unos pocos militares lograron huir a la selva, evitando su captura, pero el grueso de la tropa cayó en manos enemigas, entre ellos el comandante de los policías, el Teniente William Donato Gómez, que fue secuestrado a pesar de hallarse herido, en cambio el Capitán William Rubio, que también fue herido, logró salvarse del secuestro quitándose el bigote y sus insignias y no ser reconocido. Las cifras no pudieron ser más catastróficas para la Fuerza Pública: la base militar y la base de la Policía Antinarcóticos quedaron totalmente destruidas, mas de 176 fusiles y 12 ametralladoras fueron robadas, 16 militares y policías y tres civiles fueron asesinados, además de 27 heridos y finalmente 73 militares y 56 policías fueron secuestrados; lo que significó el mayor número de prisioneros tomados en toda la historia de la guerrilla. Tendrían que pasar algunos años para que nuevamente los habitantes de Miraflores volvieran a ver por sus calles a militares y policías.

EL SECUESTRO

Me acuerdo que eran como las ocho de la noche cuando una explosión rompió el silencio de esa noche, yo estaba patrullando en una patrulla conjunta con algunos policías en los alrededores del pueblo. Después del estruendo se inició una balacera desde todos los lados, yo quede aturdido, sin saber donde estaba el enemigo, me tire al piso y comencé a disparar hacia donde yo creía que provenían las balas de los terroristas. De pronto comencé a observar que en medio de la refriega estaba solo, no sabía que hacer, mis pensamientos corrían mas rápido que los latidos de mi corazón, cuando un golpe en mi vientre me sacó de mi ensimismamiento, volteo a mirar y un guerrillero le apuntaba con un arma, de inmediato le ordenó ponerse de pie, con dificultad le obedecí. El guerrillero me llevó hasta una fila en la que estaban varios de los compañeros ya retenidos, alcance a pensar que los terroristas nos querían reunir a todos los prisioneros para fusilarnos delante de todo el pueblo, me acuerdo que por las calles se veían los cuerpos de los soldados asesinados mutilados, tirados sin compasión, no se me olvidaría que ninguno de ellos tenía más de 23 años. Esa madrugada llegamos a un río, nos subieron a una lancha, donde navegamos más de un día, hasta llegar a una selva oscura y húmeda, caminamos más de tres días hasta llegar al campamento guerrillero, allí nos encerraron en el ‘cambuche’ de madera cercado con alambre de púas, los primeros de muchos días de una experiencia que me marcó para siempre.

LA TERRORISTA

El momento mas duro para mi fue cuando me trajeron detenida, me sacaron de mi casa, no me dijeron porque me traían, pero como yo no le debía nada a nadie, estaba tranquila yo sabia que no tenia problemas con la ley; salí para el comando común y corriente, cuando llegue me lleve la sorpresa que no solamente estaba yo, sino mas amistades del pueblo, trabajadoras como me tocaba a mi, eso fue muy duro llegar y encontrar a todos amarrados a una silla con esposas y yo pensaba que me llevaban para las oficinas a un tema diferente. De pronto un sargento negro me dijo: no señora usted no viene para acá, siéntese allá en esa otra silla, yo le dije: “pero porqué”, y el me respondió: porque usted va para San José detenida, como así que para San José y mis hijos que, yo no me puedo ir de aquí, a mi me tienen que decir que es lo que esta pasando, me dijeron es que usted esta acá por rebelión, y le dije que es eso porque yo no sabia que era eso. Enseguida mande a llamar a Miriam Peñuela, la esposa de Carlos Castro, ellos son fundadores porque son netos de allá, y desgraciadamente no la dejaron entrar porque nosotros estamos incomunicados por ser guerrilleros. Imagínese si yo hubiera sido guerrillera me hubiera quedado aquí para que ustedes me cogieran, hubiera hecho lo mismo que hizo la guerrilla, había salido corriendo, les decía, o me hubiera puesto a tener todos los hijos que tengo, no señor eso no lo hace cualquier guerrillera, se quedaba sin hijos.

Como no los dejaron entrar a ellos, yo mande a llamar al padre Gilberto Cadavid, a él tampoco lo iban a dejar entrar, él se puso bravo, dijo yo también soy autoridad aquí y vengo a ver para que me necesita la señora y saber porque se la van a llevar. Cuando el entro yo me puse a llorar y le dije padre le encargo a mis hijos, tenga en cuenta que tengo un niño de cinco años y quedan a la de Dios, ellos no me tienen sino a mi, no me los va a dejar morir de hambre, porque no se porque caso es que me van a llevar a San José, supuestamente por rebelión, no sé que será eso, el padre me dijo si mi Pina yo le cuido a sus hijos. Así entre don Carlos, doña Miriam y el padre, me acogieron a mis hijos; me llevaron a San José y yo de ver que pasaban los días y no salía de la cárcel, llame a la doctora Pastora Cancino, que era la directora del Bienestar Familiar y le dije doctora tengo a mis hijos en Miraflores, a la de Dios, ya llevo dos meses y medio acá, y nada que nos solucionan nada, tengo mis hijas, no quiero que me la vaya a pasar nada, ella me dijo tranquila que mañana mismo viajo para Miraflores y le recojo a sus hijos. Ella me los trajo para San José, donde una madre sustituta, mientras que me arreglaban mi situación, día por medio me los llevaban a la cárcel, eso me partía el alma tener que por las tardes mis hijos desprenderse de mi. Yo dure cuatro meses y medio, supuestamente ellos decían que la señora que nos acusó a nosotros, como a diez personas en el pueblo, dijo que nosotros éramos guerrilleros y que supuestamente en mi casa era donde se escondían a los secuestrados, que mi casa era una casa toda llena de lujos; vaya y la mira como era mi casita encerrada en tabla, piso de tabla, fogón de leña, porque así era mi casa y eso dizque yo vivía como si me hubiera ganado el baloto, imagínese a usted. Todo eso me pasó, hasta que como a los seis meses me soltaron, porque no tuvieron pruebas contra mi, yo decidí quedarme acá en San José y acá estoy sufriendo, es que a mi la vida me ha tocado muy duro.

LOS POLITICOS

Yo llegue en el año de 1985 como muchos de los que llegamos a ese municipio atraídos por el boom de la economía subterránea, allí me ubique e hice parte de esa comunidad como comerciante, primero con el trasporte de combustible, luego con una taberna llamada Texas, después una panadería denominada Panes y Jugos; además de una integración constante en el quehacer del deporte. En ese entonces como Miraflores era un corregimiento departamental, se realizaron elecciones para junta administradora local, por invitación de un amigo Edilberto Rodríguez, el popular paleto, armamos una lista encabezada por el y yo como su suplente, el resulta elegido pero al poco tiempo se retira y así comencé mi carrera política como edil. Era mucho lo que había que hacer por Miraflores, en esos años la presencia del Estado era casi nula, entonces comenzamos a destacarnos como ediles y el pueblo empezó a notar el liderazgo, porque logramos muchas obras e inversiones para el pueblo. Producto de las actuaciones como edil, se decide que ya era momento que esa región contará por lo menos con un diputado, se reunieron las fuerzas policías y mi nombre salió al ruedo, de esta manera me convertí en diputado, para defender los intereses de Miraflores y hasta la fecha fui el único diputado que fue elegido por Miraflores.

De pronto en ese momento no estamos maduros políticamente en el municipio, porque a pesar de que se consiguieron algunas cosas importantes, faltó aprovechar momentos clave que se Vivian en el país y en el departamento, y tal vez otro hubiera sido el destino de Miraflores, faltó que la clase política mirara mas seriamente el problema de esa región. Miraflores era y es muy hermoso, pero era un problema constante vivir en medio de las balas, me acuerdo de la toma de 1995 donde hubo un incendio que afectó unas tres manzanas, además del hospital y la alcaldía, donde el pueblo quedó muy afectado. En ese año, cuando ya Miraflores era municipio, yo me encontraba en San José en la Asamblea Departamental intentando defender los intereses de ese municipio. Gracias a Dios estoy contando el cuento, yo fui objetivo militar en un principio la guerrilla y posteriormente de las autodefensas, incluso tuve que huir un tiempo cuando estuve en la Asamblea, porque por defender los derechos del municipio tuve muchas amenazas incluso podía decir que eran mayoritariamente grupos de derecha porque creían que todos en Miraflores éramos guerrilleros, pero afortunadamente estamos por acá contando el cuento. Políticamente nací en Miraflores, me considero un hijo de ese pueblo, a él le debo mucho y ojala que mi Dios ilumine a los mandatarios de hoy día están, para que puedan sacarlo adelante, volverlo el municipio verde de Colombia que todos queremos, allá hay una comunidad muy linda que merece muchas cosas, porque yo pienso que es un municipio que no va a desaparecer, a pesar de los momentos difíciles, es como el ave fénix que resucita de sus cenizas, yo creo que Miraflores va a hacer un municipio muy importante para el país, por ese entorno verde en el corazón de la selva.

LA CALAVERA

En la época de la balata y el caucho, hace mucho tiempo, entre los años de 1920 a 1930, los colonos reclutaban casi a la fuerza a los nativos para la explotación; el sistema de trabajo era el endeude: los paisanos quedaban empeñados por muchas necesidades de aseo, vestuario y elementos de caza y pesca como escopetas, nailon, anzuelos cartuchos, entre otros, y las deudas aumentaban. Debido a este maltrato, los nativos se fugaban y otros más valientes alcanzaban a dar muerte al patrón, estos acontecimientos sucedieron con los primeros nativos, en los territorios brasileros y colombianos, en especial entre los ríos Amazonas y Vaupés. Un trabajador nativo logró escaparse rompiendo montañas, hasta que en la noche en la selva como pudo se encaramó a un árbol para protegerse de los peligros de animales salvajes como el tigre o una culebra; en ese momento se inició un ventarrón con un aguacero terrible, el hombre escuchó una voz misteriosa que le decía: “Yo también pase por la misma suerte que le está sucediendo escapando de la explotación de un mal patrón”; cuando de pronto en ese momento llega un tigre, con unos estruendosos rugidos, pero la voz le dice: “No se preocupe que yo lo mato”. En ese instante se escuchó un tiro de escopeta y ya la voz calló a pesar de los llamados del hombre en el árbol; a la mañana siguiente cuando por fin puede bajar del árbol y encuentra un panorama muy extraño: el cañón de una escopeta y una calavera que se miraban medio enterrados, el señor recoge la osamenta y la escopeta y las entierra en un mismo hueco y continua su marcha hacia el rencuentro con los suyos.

EL CHUPASANGRE

Yo me acuerdo que ese día estaba en la cabaña de un amigo, él era blanco y su mujer una indígena que se llamaba Gilma, yo los invite a mariscar esa noche, pero ambos declinaron la invitación, entonces yo me fui solo, esa era una tierra muy buena para cazar animales, cogí la linterna, los bombillos, las pilas, los cartuchos y mis tabacos que nunca me han faltado y me fui camino a una cachivera cercana, eso era un raudal inmenso, era un caño muy ancho, pero en esa sitio eran unos pedregales terribles. Me aposte en el sitio donde sabia que podía encontrar buenas presas, empecé a alumbrar, pero nada, a veces pasaba una lapa, un venado, pero la ambición mía era matar un tigre o una danta; llegó la una de la mañana y el sueño y el frio me vencieron, decidí irme a dormir, camine en contra de la corriente buscando un sitio apropiado para descansar, hasta que encontré una cueva, con la linterna alumbre, estaba seca y me pareció segura, así que decidí entrar a dormir en ella. Cuando me desperté, peor que una pasta de jabón cuadrado de estar durmiendo en esa piedra, me levante, me pare, cogí la escopeta de la pared, abrí mi bolso, saque un tabaco lo prendí, estaba amaneciendo, aunque en el monte todavía estaba oscuro, de pronto veo volar una gallineta, se me para al ladito, como a dos metros, le apunté, pero entonces pensé, esta gallineta la trae corriendo es un tigrillo y me le quede ahí quietecito esperando a qué horas iba a venir el tigrillo.

Entonces voltee a mirar para delante, eso es increíble pero cierto, cuando vi a un muchachito como a unos diez metros, un joven pequeño, de color café, peludo por todas partes, como sin ropa, al que solo se le veía la silueta; decidí llamarlo, el muchachito me miró pero no se movía, volví a llamarlo por segunda vez, pero esta vez no me miró, por el contrario se alejó un poco, por tercera vez lo llame y ni se mosqueo; sin pensarlo le dispare y le metí un tiro en la espalda, no es mentira lo que le estoy contando, el muchachito cayó al suelo, yo lo mire donde cayó, al pie de una mata de cumare, yo me le fui, ya para ese momento había aclarado, nuevamente cargue la escopeta por sí acaso y cuando llegue a donde supuestamente había caído no lo encontré por ningún lado, ni un rastro de sangre, ni huellas, ni nada. Decidí retornar a la casa, apenas llegue le conté a mi anfitrión lo sucedido, él no me creyó, por el contrario se burló de mi mala suerte en la marisca; la única que me escuchó con atención fue su mujer, la indígena; logré convencerlo para regresar al sitio, él me dijo que lleváramos los perros para que nos ayudaran a rastrear la supuesta presa. Cuando llegamos le expliqué como fue el escenario de la caza, desde donde apunté y donde cayó, le dije que de pronto era un indígena que se había volado de un campamento, decidimos soltar a los perros para que iniciaran la búsqueda, pero más demoramos en soltar a los animales que ellos empezar a aullar y a buscar refugio entre las piernas de Gilma. En ese momento ella entendió lo sucedido, nos dijo vámonos de acá, su marido y yo obedecimos sin decir nada; ya en la seguridad del rancho, ella habló: usted le disparo fue a un espíritu, no me explico porque si usted lo llamó él no se le acerco, si eso hubiera sucedido, él lo cogía, lo tumbaba, se crece hasta superar su tamaño y le chupa la sangre hasta la muerte, no es la primera vez que eso sucede a los paisanos de nosotros también los han matado porque esos son los espíritus de la selva.

LA MADREMONTE

En los Lagos del Dorado había una vieja que se llamaba Gloria, una mamasota mestiza; pero tenía un pecado: andaba con un muchachito bastante menor que ella, no se le despegaba, sin embargo ella me coqueteaba, un día le reclame, le dije cuando no ande el pelao le caigo. Así pasaban los días y yo no era capaz de sacármela de la cabeza. El trabajo mío era mariscar y el sueldo de mi patrón eran los cartuchos las pilas, la provisión y dos perros, no me pagaba sueldo, pero lo que consiguiera era en socia con el. Un día me fui a mariscar y como no encontraba nada decidí regresar, aprovechando que era bueno para orientarme por el sol, me fui a buscar el camino para el barrancón. Iba pensando en la vieja, cuando de pronto se largó una lloviznita, los perros se me quedaron, hasta que llegue a un cañito, cuando vi a la mujer bañándose en el charco, estaba seguro que era ella, la mire y dije me la va a pagar, me le acerque sigilosamente para que no me escuchara, pero cuando estaba cerca ya no estaba le perdí el rastro, me dije para donde se fue esta hijuemadre, busque y no la encontré. Cuando llegaron los perros empezaron a aullar, a mí me dio susto, me dije esto da miedo, arranque para la casa y finalmente llegué: sin sed, ni hambre, ni cansancio, ni nada; del susto tan verraco. Le conté a un indígena brasilero que estaba en el barrancón, y él me dijo: “chico lo que pasa es que usted no se saca esa mujer de la cabeza, lo que le apareció fue la madremonte, donde no hubiera sido porque llegaron los perros ese bicho se lo traga.

LAS CORRERÍAS

Yo llegue en 1954, venía de Miraflores Boyacá, eran los años de la cauchería donde se obligaba a trabajar al indio, y uno como blanco tenía que velar porque así fuera, porque si el indio no trabajaba yo tampoco ganaba, imagínese usted uno diez meses metido en un barrancón para no ganar nada. Tocaba acosarlos para que trabajaran. Que los mataban, decían; pero eso tampoco era así, ¿me entiende? que yo me acuerde mataron cuatro o cinco y eso por rebeldía. Contrataban diez indígenas acá en el corregimiento para trabajar con la fábrica de caucho, me acuerdo que el sueldo no pasaba de $500 en ese tiempo, obvio que no era en efectivo sino en artículos como pantalones, hamacas, cobijas, camisas y esas cositas así. Si el indio se volaba a los siete meses los patrones daban por perdido lo que el indio se había ganado, entonces haga la cuenta, si el indio ganaba $500 y a los siete meses produjo 600 kg de caucho eran $6000 para él, entonces el hecho de volarse lo hacía perder automáticamente el trabajo; pero luego si uno lo encontraba, lo podía traer y ponerlo a trabajar otra vez, eso no estaba en la ley pero uno de blanco lo podía aplicar como castigo. Tocaba ir de correría por un poco de caños a traer a esa gente, se llegaba a las malocas, con unos guías que eran de ellos mismos, hasta encontrar a los trabajadores, ellos mismos se ofrecían a trabajar, le dábamos ropa o las cosas que necesitaran, los endeudábamos y así se tenían que venir a trabajar. Los contratos se hacía en Carurú, ya que en ese entonces esto no era Guaviare, era la comisaría del Vaupés.

LOS AVIONES

El señor Miguel Dummit quien era uno de los pioneros del caucho, también fue uno de los pioneros de la aviación en los llanos y la selva colombiana; el fundó en 1947 con otros socios la empresa Asociación Interamericana de Aviación AIDA. Esta aerolínea fue la primera vez en aterrizar en el río Vaupés, en lo que posteriormente se conocería como Miraflores en el año de 1953, con un hidroavión Catalina. La pista la hicieron los indígenas que trabajaron sin pago, eso fue a pura mano que se trabajó, en ese entonces no había maquinaria, entonces tocaba trabajar de sol a sol, yo soy piratapuyo y a mi me trajeron casi un niño a trabajar en la pista, yo venía del Vaupés y nunca nos dieron un peso por hacer la pista. Después con la construcción de la pista empezaron a aterrizar misioneros católicos en avioneticas de dos o tres pasajeros, ese avioncito volaba como un pajarito, ahí llegó el padre Andrés, con un perro grandote, ese avioncito era de madera. Comenzaron a llegar otros vuelos, venían por caucho, por pieles, por pescado, hasta por fariña, yo me acuerdo. Eso llegaron muchas líneas como Avianca, Satena, Selva, Sadelca, muchos nombres; hasta hoy en día que ya llegan esos aviones grandes que cargan a los policías, esos rusos, los antonov, esos son los más grandes que han aterrizado en Miraflores.

EL CILINDRAZO

Yo no me acuerdo de donde salió el nombre, ni mucho menos quien se lo puso, pero si me acuerdo un poco de la historia; en ese entonces este pueblo vivía a mil por hora, todo era un desorden, el comercio de la coca era el rey de la plaza y la gente gastaba plata a manos llenas, en cada esquina se veían los borrachos durmiendo la perra y los espectáculos inmorales estaban a la orden del día. Parecía que la mayoría de los habitantes Vivian felices con ese panorama, pero eso no era cierto, muchos no compartíamos esa situación, muchos éramos padres de familia que no queríamos que nuestros hijos convivieran con el pecado; intentamos en muchas ocasiones pedirle a los dueños y administradores de los negocios, una solución al problema, pero ante un horizonte tan lucrativo ellos se hacían los de la vista gorda. Es que en un solo fin de semana alcanzaron a llegar hasta 1.200 prostitutas al pueblo, y aunque nosotros no nos oponíamos al negocio, si queríamos que no se hiciera a los ojos inocentes de los menores. Esta situación tan caótica nos llevó a pedirles a las Farc que intercedieran para que fueran retirados los prostíbulos del pueblo, porque los niños que iban al colegio debían transitar frente a ellos. La guerrilla acató la sugerencia y sólo quedaron los locales comerciales. Los prostíbulos fueron trasladados hacia la salida del pueblo y así nació la zona de tolerancia que bautizaron después como El Cilindrazo.

LOS MUERTOS

En la primera bonanza coquera, la gente se volvió loca, es que esa cantidad de plata corrompió todo, cada patrón tenia una cuadrilla de malhechores que cuidaban las plantaciones y se encargaban muchas veces de asesinar a los trabajadores de los barrancones, con el único propósito de no pagarles lo adeudado. Yo creó que por allá en lo profundo de la selva, los caños y ríos fueron centenares los cadáveres que desaparecieron. Fueron muchos los asesinados, los que tenían familiares o amigos se llevaban sus restos para sus regiones de origen y los que no, que eran la mayoría, los enterraban acá, aunque no faltaba un alma caritativa, que a pesar de no haberlo conocido en vida, lo acompañaban a su ultima morada. De igual manera fueron muchos de los que nunca se volvió a tener noticia. Esta es la historia de un grupo de ellos. En esos días la mano de obra escaseaba, por lo cual era necesario importar mucha gente del interior del país, cotidianamente llegaban varios vuelos con personas que demoraban lo necesario en el pueblo, porque eran trasladados casi de inmediato a las fincas, eran hombres solos que venían detrás del nuevo Dorado, en la búsqueda de un mejor futuro. Cuenta la gente que por allá en el Caño Bacati, un patrón trajo a un grupo de diez hombres, desde un poblado de Boyacá; eran un grupo de muchachos jóvenes, con mucha voluntad de trabajo.

Sin embargo con las primeras conversaciones el patrón se dio cuenta de su principal defecto para él: no eran brutos, tenían alguna preparación, lo notó tan pronto les hizo cuentas de los gastos de transportes, alimentación y vivienda en los que tendría que incurrir con cada uno de ellos; números con los que había enredado a otros lotes de hombres, pero estos no eran tontos. El mayor del grupo le dijo al señor, con la dicción propia de los hombres del altiplano, que estaba equivocado, que esa no eran las cuentas, que el compromiso con que los había traído a él y a sus compañeros, a estas lejanas tierras era otro; pidió papel y lápiz y prontamente le mostró al patrón en que consistía su error. El viejo miró con desdén el papel, pero con prontitud reconoció su equivocación y les solicito mil disculpas a los muchachos, pensando para sí: “ya habrá otra manera de tumbar a estos cristianos”. Él sabía por experiencia que todo hombre tenía alguna debilidad: el alcohol, las mujeres o ambas y que con cualquiera de esos pecados, lograría su cometido, que no era otro que los muchachos terminaran trabajándole gratis, como en los viejos tiempos del caucho. Los intentos del patrón por endeudar a los muchachos fueron en vano, parecían inmunes a las embestidas del señor; ni el alcohol, ni las mujeres, que hacia traer del pueblo interesaban a los jóvenes. El viejo rabiaba: “O son santos, o son maricas, estos hijueputas” vociferaba; y lo peor era que ya se acercaba la fecha donde tenia que liquidar los contratos y todo parecía indicar que por primera vez, a él le tocaba perder. Finalmente fueron muchas las versiones de lo sucedido la víspera de ese día, lo único claro fue que de ese grupo de veinte muchachos no se volvió a saber nada, la selva se los tragó y nunca nadie los reclamó, ni mucho menos los lloró.

VOLVIERON LOS MILITARES

Unos cinco años después del apocalipsis de Miraflores, retorno nuevamente la fuerza pública al casco urbano del pueblo, en donde aun se encontraba fuertemente posesionado el Frente primero de las FARC conocido como Armando Ríos. En la madrugada de un sábado de 2003 desembarcaron como setecientos hombres del ejército, en paracaídas y en medio de esta operación fueron capturados varios guerrilleros, se encontraron vehículos robados, armas, explosivos y laboratorios de droga los cuales fueron incinerados. Nuevamente se equipo el puesto de policía pero con el triple de hombres que se encontraban el día de la toma de Miraflores, buscando nuevamente hacerle frente a estas guerrillas y recuperar el control del territorio. Cuando entraron a Miraflores encontraron una población sometida a la voluntad de este grupo beligerante, era tanto el atropello a la población que se debía cancelar un impuesto a las FARC, por derecho a vivir en esta ciudad, por construir una vivienda, por tener ganado, por la entrada y salida del pueblo, sin contar que todos los cultivos de coca existente eran controlados por ellos y pagado el gramo del estupefaciente al valor que ellos establecían, quienes directamente se encargaban de despacharla al exterior, no se podía vender un gramo a otra persona que no estuviera autorizada, por que era catalogado como traición y el pago de esta era la muerte. La entrada y salida de este pueblo era una total proeza ya que cuando uno ingresaba las FARC obligaban a que se entregara el documento de identificación y nuevamente al momento de salir tenia uno que tener

autorización, informarles a que se salía, cuanto se demoraba uno en sus diligencias y la fecha exacta de llegada, si por alguna razón no llegaba uno el día exacto era un problema para que le autorizaran a uno nuevamente una salida, sin contar con las muchas encomiendas que se nos pedían sin pagar por ellas, a pesar de toda esta situación muchos pobladores continuaban allí por haber invertido todos sus capitales en las chagras de coca y el pensamiento de recuperarse para poder brindar un mejor futuro a sus familias. La entrada de los nuevos visitantes al Municipio debía contar con el visto bueno de las FARC y si a ellos no les parecía el que llegaba se devolvía en la misma avioneta que los había traído, este Municipio se volvió la Republica independiente de las FARC, era muy tensionante la situación que nos agobiaba y el poco apoyo que el gobierno nos prestaba. Nosotros sabíamos que estábamos en contra de la Ley, que lo que hacíamos era ilícito, pero esto sostenía la economía del municipio, era que no existía nada del comercio que no girara alrededor de la coca; pero no por este hecho dejábamos de ser personas de bien y de familia, que buscábamos un mejor mañana. Este era un pueblo de contrastes mientras las calles eran de barro y una que otra casa de material, usted podía encontrar una casa de cambio de divisas, no importaba si eran dólares o euros, allá se cambiaba todo, las discotecas con lo mas moderno de las rumbas y almacenes lujosísimos con el ultimo movimiento de la moda de las grandes ciudades. Era normal en una tarde de mercado ver como se comercializaba la coca en las calles, la guerrilla traía sus pesas y sus bultos de dinero y compraba todo lo que se les ofrecía, al precio que ellos establecían; a veces se cambiaba la mercancía por comida, jabón, ropa, lo que uno necesitaba se encontraba, eran toneladas del alcaloide que se comerciaba, difícil mencionar una cifra exacta, las FARC tenían el control de toda la producción.

SI LAS CALLES HABLARAN

Un año después de la retoma por parte de la fuerza pública, de las personas que aun habitamos en Miraflores no queda sino el recuerdo de la bonanza cocalera, en sus calles barrientas, solo se ve el pasado sin futuro de los pasos que vivimos y que gozamos porque fue tanto el dinero que se movió en este pueblo, que aun guardamos la esperanza que vuelva a renacer una nueva bonanza. Dinero despilfarrado por muchos en vicios, trago, mujeres, como también muchos otros que aprovecharon la época de las vacas gordas y compraron propiedades en otras partes del país, se hicieron ganaderos, comerciantes y aun viven de lo que la coca les dio. Recuerdos de miles de millones de pesos que se vieron mover en un solo fin de semana, con la venta de la coca, como también se veía pagar una simple gaseosa con un billete de cincuenta mil, aviones que llegaban cada media hora, ahora solo vienen una o dos a la semana, incrementándose el éxodo masivo de la población, el hambre y la miseria, que son el común denominador de nuestro pueblo, después de las fumigaciones de los cultivos los suelos quedaron tan estériles que parece un desierto, aun se respira resignación. De siete mil personas o mas que podían habitar este territorio escasamente quedamos dos mil y eso a fuerza de vivir del recuerdo, esperando que unas mejores épocas vuelvan, la gente de Miraflores vive con la esperanza de que la bonanza volverá.

Es increíble ver una población tan abandonada, cuando hace unos años era tan prospera y floreciente, era como un cuento de duendes de la fortuna que todo lo que se tocaba se volvía oro, sucumbimos nuevamente en el olvido incluso estatal. No existe oferta laboral y mas tratándose de lo difícil de las rutas de acceso a esta región, no hay inversión pero si la cara larga de los niños que sufren de desnutrición, de enfermedades, que en la mayoría de los casos no son tratados por ninguna entidad. El orden público parece que se controló, aunque a lo lejos en lo profundo de la selva todos saben que están los mismos con las mismas, pero acá en el pueblo el ejército y la policía controlan todo, el fantasma de las tomas guerrilleras desapareció, pero no falta la zozobra de posibles hostigamientos o atentados, lo que hace que todos los lugareños nos recojamos temprano en nuestras viviendas, es que después de las siete de la noche esto parece un pueblo fantasma. Caminar las calles de Miraflores, es como soñar despierto, recordar tiempos vividos, como dice el dicho: “si estas calles hablaran, cuantas historias no tendrían para contar”. Es que alrededor de la coca este pueblo y sus habitantes los que quedamos, los que se fueron y los que murieron tienen mucho para narrar. Pero el futuro es incierto y desalentador, no se observa en el horizonte una proyección de mejora en el futuro cercano, todo se torna gris, los pocos que quedamos no sabemos cual va a ser el almuerzo de nuestros hijos mañana; esto es muy duro, no queda sino ahogar el recuerdo en una que otra cerveza, esperar con resignación lo que va a venir, a ver si de pronto una nueva bonanza llega.

EL PARAISO FISCAL

Y como era de esperarse después de tanta calma de un año largo que entrara el ejercito a Miraflores, las FARC se hicieron sentir nuevamente, esta vez, dejaron depositada una carga en una grabadora abandonada en el puerto que sin saber accionó doña Yaneth ocasionando una fuerte explosión y posteriormente un gran incendio, explosión que le produjo la muerte a la señora, que llevaba muchos años viviendo en este municipio, casi una de las fundadoras, ocasionando heridas a otros más. A nosotros los lugareños esto nos ponía a pensar nuevamente en la posibilidad de que volvieran a intentar otra incursión al pueblo, era el primer atentado directo en el casco urbano de Miraflores, que nos tenía nuevamente con el santo en la boca, esperando lo peor; por lo que nuevamente las medidas de control no se hicieron esperar por parte de la policía, ordenando nuevamente toque de queda a la población que iba desde las ocho de la noche. Sin embargo a ratos se oyen disparos del otro lado del rio, pero gracias a Dios solo han sido sustos pasajeros. Aunque como el ave fénix hemos tratado de renacer de nuestras cenizas, nunca será la misma ganancia que nos de un racimo de plátanos comparado a la cogienda de coca y los días de mercado en el pueblo, como se extraña lo que se tuvo a manos llenas y que parecía nunca acabar para hoy estar mendigando hasta las vueltas de una gaseosa, los programas de sustitución de cultivos no se hacen esperar, que debemos sembrar que la bonanza no volverá que debemos volvernos a la legalidad.

Pero aun con unos cuantos kilos encaletados, más de un osado ha logrado poner uno que otro kilo en Villavicencio o en San José del Guaviare y venderlo, logrando un alivio financiero y resistiéndose al olvido de lo que se tuvo y que generó tanto bienestar así fuera ilícito. De todo lo ostentoso que tuvimos en ese pueblo aun se conservan como dos o tres discotecas en regular estado, el comercio desapareció en su mayoría, se encuentra lo básico para la subsistencia de los valientes que nos resistimos a abandonar este pueblo, a precio de pagar con nuestras propias vidas ya que los sistemas hospitalarios son muy regulares y mal abastecidos. Los Miraflorenses somos gente buena, honesta, trabajadora y batalladora, hemos afrontado todo lo que hemos tenido que pasar y aun estamos en pie, aunque muchas veces nos hemos sentido desfallecer por los innumerables problemas que se generan en estos pueblos, nos mantenemos de la esperanza, y aun soportando muchas veces la falta de comida, ya que el transporte aéreo es muy demorado y el fluvial es muy controlado, la mayoría de los colegios que estuvieron bien abastecidos se cerraron por falta de niños. La memoria de muchos mantiene los recuerdos y todas las conversaciones de amigos termina en recordar las épocas en que dejamos de ser unos simples campesinos de tierras inhóspitas para convertirnos en la población más estratégicamente ubicada y más apetecida por la economía nacional que logramos conmocionar, por el incremento apresurado de los ingresos que se generaban, éramos como se llamaba una especie de isla por allá en el Caribe: Un paraíso fiscal.

UN CURITA ALEGRE

Desde hace más de treinta años yo he pertenecido al grupo de personas que han colaborado con la iglesia católica en Miraflores, en ese tiempo fueron muchas las cosas que han pasado en este pueblo, y por ende fueron muchos los momentos cruciales que han vivido los diferentes padres que han pasado por acá; algunos dejaron su huella, otros apenas se sintieron, pero de una u otra manera ellos aportaron su nombre en la historia de este municipio. Me acuerdo del padre Manuel Mancera, un sacerdote alegre y colaborador, él estuvo como siete años por acá, siendo testigo de una de las etapas más difíciles de nuestra historia, donde por efecto de la bonanza de la coca se perdieron muchos valores, todavía no olvido una tarde que lo acompañaba a visitar a unos enfermos y al pasar al frente de un burdel, las prostitutas se levantaron la ropa para exhibirle los senos. Él llegó en remplazo de un párroco que salió corriendo del pueblo después de la primera toma guerrillera. El padre Mancera duró como siete años en este pueblo, siendo testigo de decenas de desapariciones que nunca se contabilizaron en cifras oficiales y dándole cristiana sepultura a por lo menos setecientas víctimas de la guerra, como el mismo mencionaba. Me acuerdo que al mes de estar acá se presentó un combate entre el ejército y la guerrilla, en medio del enfrentamiento el padre Manuel tomó un megáfono y a gritos comenzó a exigir el cese al fuego, que como era posible que estuvieran disparando al templo. A los pocos minutos el hostigamiento terminó.

Cuando la toma de agosto de 1998, el padre estaba en Villavicencio, tan pronto como escuchó las noticias, sin pensarlo dos veces y sin pedirle permiso a Monseñor Belarmino, tomó una avioneta expresa a Barranquillita y de allí una lancha a Miraflores, encontrándose en el camino con los guerrilleros que transportaban a los militares secuestrados. A las seis horas llegó, me acuerdo como con lágrimas en los ojos encontró la iglesia totalmente destruida. En diciembre de 2002, le avisaron una mañana al despacho parroquial que iban a matar a dos muchachos acusados de violadores, la guerrilla los tenía retenidos en una residencia del puerto. El habló con el comandante Enrique, solicitando su indulgencia para con los condenados, el subversivo no le prestó atención a su pedido y esa misma tarde uno de los jóvenes fue fusilado. Al día siguiente sacó el cadáver a las calles del pueblo, por allá al pie del Esquinazo ofició la misa del difunto, y en el sermón comenzó a hablar del respeto a la vida; yo me acuerdo que el silencio fue sepulcral, los de la congregación llegamos a pensar que nos iban a matar al padre; pero el siguió por ahí muy campante, es más si mal no estoy al otro muchacho lo soltaron con la orden de abandonar el pueblo, pero eso fue una victoria del padre, porque había salvado una vida. Ese era el padre Mancera, un curita alegre, que en el primer Dabucury se subió a la tarima y cantó Carmentea, que oficiaba la misa en la calle a falta de parroquia con un megáfono en una mano y el altísimo en la otra. Él nos ayudó mucho a los fieles en esos años difíciles, en su remplazo llegó el padre Gilberto Cadavid, otro gran párroco. Ellos fueron personas muy nobles y caritativas, con la presencia de ellos el oscuro panorama de este municipio fue más llevadero.

UNA BONANZA CHIQUITA

Cuando se terminaron las bonanzas del caucho y de las pieles, llegó a Miraflores, en uno de los tantos vuelos que aterrizaban por esos días, un señor de aspecto extraño, que si bien hablaba español, a simple vista se notaba que era un extranjero, pronto el rumor recorrió todo el villorrio y las gentes se comenzaron a inquietar sobre cual era su cometido. El señor se hospedó en una residencia cercana a la pista y a la hora del almuerzo reveló el motivo de su visita, era un mexicano que venia viajando desde Guatemala, país en el cual había conocido un árbol llamado el Juansoco y cuya látex muy parecido al del caucho, él quería entrar a negociar con los presentes. El forastero cuyo nombre no fue conocido por nadie, fue prontamente bautizado por el pueblo con el remoquete de “Juan El Mexicano”. Al par de días de su arribo sacó un escritorio y una silla que le prestó el dueño de la residencia, como su única oficina, comenzó a recorrer los alrededores del pueblo, entrevistando a paisanos y colonos, con el interés de invitarlos a rayar el nuevo árbol, él les aseguraba que les pagaría de contado y a muy buen precio. Algunos paisanos, que ya estaban curtidos por las malas experiencias de sus años como obreros de las caucherías, comenzaron a investigar por su cuenta, los más viejos les explicaban que ese era un árbol muy alto que se daba en lo profundo de la selva, cuyo fruto era un manjar para los churucos y que su resina era utilizado en algunas tribus para curar el ombligo de los recién

nacidos, pero finalmente a pesar de que el látex que producía podía ser similar al del caucho, no era igual, por lo tanto la duda frente a la verdaderas intenciones del mexicano se mantenían. Solo una mujer que se le metió bajo el mosquitero del extranjero, durante varias noches de tedio, fue la conocedora del interés del hombre, por la leche de aquel árbol: con ese insumo de la naturaleza se podía fabricar el más importante de los alimentos para los gringos, que no era otro distinto que el chicle. Ese era el negocio que el visionario observaba que podía convertir a esta región en un emporio exportador hacia el coloso del norte. Motivados más por la crisis económica reinante, que por la confianza que les producía Juan, unos pocos paisanos se adentraron en la manigua a explotar el juansoco, comenzó el nuevo rayado, ellos ya eran veteranos del caucho, por lo cual el nuevo trabajo era viejo para ellos. Al poco tiempo los primeros regresaron al pueblo con la leche mágica, fueron recibidos con alborozo por el nuevo patrón, quien además les pagó prontamente. La suerte estaba echada, se avizoraba una nueva bonanza para Miraflores, sin embargo los trabajadores que ya habían sufrido las explotaciones de los caucheros, ya no tragaban entero, además de los sentimientos xenofóbicos, razón por la cual comenzaron a emplear el viejo sistema que utilizaron en los estertores del imperio cauchero: rendir la leche del árbol con la de otros especies de la selva. Una mañana cualquiera, casi igual a la que hacia algunos meses había llegado Juan el Mexicano, una avioneta surcó los cielos miraflorenses; más demoró en aterrizar que en decolar nuevamente con un solo pasajero en sus entrañas el extranjero protagonista de la bonanza más chiquita de la historia de estas tierras.

NO SEÑOR SECRETARIO

En el 2008 la Comisión Nacional del Servicio Civil entregó los resultados finales del concurso para docentes y directivos docentes en todo el país, en él se ordenaba a las secretaría de educación que en un plazo máximo de tres mese convocara la audiencias públicas para asignar las plazas vacantes a los profesores ganadores. La Secretaría de Educación del Guaviare cumplió cabalmente ese cometido y se asignó al licenciado Miguel Cuesta, como rector de la Institución Educativa María Auxiliadora del municipio de Miraflores. La noticia se regó como pólvora en Miraflores, el rector hasta ese día era el cura párroco del pueblo Gilberto Cadavid, una persona muy querida por la comunidad, y las personas no entendían porque el gobierno tomaba semejante decisión, sin entender que el padre, a su juicio, era el responsable del buen momento del colegio. El pueblo no comprendía como había sido el concurso, muchos decían no tenemos nada en contra del nuevo rector, de pronto puede ser un gran maestro, pero nosotros ya conocemos al padrecito, y el, ha sido un muy buen rector, además de un excelente pastor espiritual; eran las expresiones casi unísonas de los miraflorenses. De poco sirvieron las razones que hicieron llegar, en esos días, los funcionarios de la Secretaría de Educación, la comunidad no estaba dispuesta a aceptar el cambio.

Finalmente llegó el día en que el nuevo rector debía presentarse en su institución, el profesor Miguel tomó el vuelo en San José y en menos de una hora se encontraba en su nuevo hogar, donde se desempeñaría en algo que para él era más que una profesión una vocación. En la tarde de ese mismo día el secretario de educación departamental: Fabio Granados, el conocido boyaco, atendía las ocupaciones de su despacho en San José cuando un visitante lo dejó de una sola pieza, era el rector de la María Auxiliadora que regresaba a la capital sin haberse podido posesionar. El licenciado le explicó que más demoró en aterrizar en Miraflores que una turba de manifestantes devolverlo en el mismo vuelo. Se decidió un nuevo viaje, en esta ocasión el secretario decidió acompañarlo, para hacer entrar en razón a la comunidad educativa. Cuando el avión aterrizó en la pista de la población unos cuatrocientos padres de familia, estudiantes y curiosos ocupaban la cercanía a la pista, pidiendo que el padre Cadavid continuara de rector. Los manifestantes parecían no ceder un milímetro en sus pretensiones, el afecto por el sacerdote maestro era innegable; sin embargo el secretario usando las artes de la diplomacia, en compañía del alcalde, ante un hecho que ya afectaba la tranquilidad pública, aceptó la conformación de una comisión que se desplazará a la ciudad de Bogotá para tratar el problema con las autoridades del Ministerio de Educación, con quien sea necesario dijo el boyaco. Prontamente los elegidos se desplazaron a la capital del país, donde efectivamente se entrevistaron hasta con la ministra y luego de algunas breves discusiones se llegó a la solución más salomónica posible: aceptar al nuevo directivo y ubicar al padre como coordinador asesorando y apoyándolo para que su obra al frente de la María Auxiliadora no decayera; así se conjuró la protesta ciudadana, se pudo cumplir la ley y se consiguió una solución concertada.

LOS MISIONEROS Yo soy indígena piratapuyo, me acuerdo que en esa época vivíamos en una maloca, sin ropa, sin nada, no conocíamos los inventos de los colonos, pero tampoco existía la malicia de los blancos. Esto era un paraíso: la selva, el rio, la laguna, los animales y todas las cosas indispensables que necesitaban para vivir los antiguos. En 1910 llegaron los primeros misioneros, al mismo tiempo algunos colonos, pero no se sabía de dónde veían, ni los unos ni los otros, los colonos decían que de San Martin, pero ellos tenían miedo porque acá eran puros indígenas; nosotros vivíamos en la maloca y el mas anciano distribuía el trabajo, hoy van hacer esto, mañana esto, y así organizaba a las personas, todo con mucho respeto y armonía. La maloca era inmensa y en ella Vivian todas las personas, a pesar de que no existían habitaciones todo era muy organizado, hacia la entrada dormían los mas jóvenes y más adelante cada paisano que tuviera señora; era como una residencia, pero no habían piezas, pero como le digo todo era muy tranquilo y organizado. Los primeros misioneros entraron a trabajar en 1910, terminaron su trabajo en 1918, ellos hicieron casa, escuela, de todo; llegaron jóvenes y se envejecieron con nosotros; ellos comenzaron a enseñar de su civilización, pero fue muy difícil, porque nuestros abuelos y padres se resistían a perder sus costumbres, entonces formaron otras comunidades con los paisanos con los cuales tenían mayor acogida, y escogieron los capitanes por allá abajo,

en la bocana del Vaupés, como hasta Ciudad Manaos los llevaron, les dieron certificado, cuando nosotros éramos niños. En 1940 entraron mas misioneros por la parte venezolana, me acuerdo de cuatro curas: el padre Andrés, el padre Clemente, el padre Alfonso y el padre Germán; también del Brasil, llegaron otros padres, me acuerdo de algunos: Juan, Antonio, Eduardo, Martin, además de un sacerdote español; ellos llegaron para evangelizar a todos los habitantes de la región. El sostenimiento de ellos, como de los primeros misioneros fue muy difícil, eran los años de la segunda guerra mundial y los alimentos escaseaban, en ese entonces todo llegaba en embarcación de por allá del Brasil, porque por acá no habían caminos, ni aviones, ni nada. Ellos nos dieron a conocer muchas cosas: nos dieron fosforitos para las veredas, porque primero era con piedra o con un palo para sacar la candela, nos daban la sal, después trajeron el jabón y le enseñaron a los abuelos a usar la ropa. Ya aprendimos un poquitico mas, enseñaban religión, matemáticas, como nosotros hablamos nuestros idiomas nativos todavía, entonces esos misioneros eran muy inteligentes, comenzaron a estudiar las lenguas indígenas, y ya así establecían conversaciones con los ancianos, para conocer de nuestra historia y de nuestras tradiciones. Después ya empezaron a predicar en la iglesia en nuestro idioma. Yo no me acuerdo cuando se fueron, yo creo que cuando llegaron los colonos del caucho, o tal vez ellos los trajeron, eso si estuvieron mucho tiempo, ya después fue cuando la historia de esta tierra cambio, los paisanos no volvieron a ser los mismos, muchos de los conocimientos de los antiguos se olvidaron, si usted me pregunta como le llamo yo a esos años, le diría los años en que los indígenas aprendimos a usar la ropa de los blancos.

EL DIABLO TRAGÓN Un día un hombre salió a tomar y le dijo a la mujer: “mija me voy a tomar chicha, unos paisanos me convidaron a la maloca acá cerca, entonces si me coge la noche y me emborracho me madrugó a venir, pero si no llego temprano, usted me va a buscar”. El diablo seguramente estaba por ahí poniendo cuidado, pendiente para hacer sus maldades y cuando el señor se fue se transformó en una persona muy parecida al marido al tomador. Llegó las ocho de la noche y el hombre no regresaba, entonces la mujer asustada por los ruidos de la oscuridad, decidió ir en su búsqueda, tomó a su hijo pequeño para que la acompañará y el mayor se quedo cuidando la casa; llevaba como quince minutos de camino cuando a lo lejos observó la figura de un hombre que se acercaba con una luz que alumbraba, era como candela que encandelillaba, hasta que estuvieron frente a frente ella se dio cuenta que era su marido, entonces ella y el muchacho lo tomaron de cada uno de sus brazos porque de la borrachera no se podía tener por sus propios pies. El hombre abrazó a la señora y se puso a bailar allí en medio de la selva, bailaron toda la noche, mientras el niño se sentaba en una piedra, mirando medio somnoliento la alegría de su padre, hasta los primeros albores del alba, hasta que el muchacho bastante cansado se acercó a sus padres y les dijo que estaba muy cansado que se fueran para la casa. El supuesto papá miró al infante, soltó a la madre parando de bailar, acarició la cabeza del niño y le dijo con una voz gutural que no era la suya: “Como esta mi aguacate”, el menor no alcanzó a moverse cuando el hombre lo

cogió de la cabeza, y ahí mismo lo chupó, dejando el mero esqueleto; la madre que estaba estupefacta por el hecho corrió la misma suerte. Eso quedaron los dos en los huesitos y el cuero, porque todo lo demás se la comió ese demonio. El otro muchacho se despertó con los primeros rayos del sol, dándose cuenta de la ausencia de su familia, prontamente decidió ir en su búsqueda, sin la menor sospecha de lo sucedido; con paso ligero llegó la lugar del insuceso y cuan grande fue su sorpresa cuando observó la dantesca escena, preso del terror corrió hacia la maloca, donde todavía a esa hora su padre departía con sus amigos, llego allá y le dijo a su progenitor: “A mi mama y a mi hermano se los comió el diablo” Era tal el horror que reflejaba el semblante del niño, que su padre y los demás hombres presentes, pese a la embriaguez general, partieron al sitio donde supuestamente habían sucedido los asesinatos, llegando rápidamente al sitio, cuando el padre observó el siniestro de su cuerpo desaparecieron los últimos rastros del licor y se pasó a llorar desconsolado, hasta que uno de los presentes le hizo caer en cuenta a todos de unos ruidos, como una especie de ronquidos, que salían de una cueva distante unos pocos pasos, todos se fueron hasta allá y vieron una cueva, pero que hacia dentro era como una casa, como una maloca, muy bonito y organizada. Sin perdida de tiempo taparon la salida de la cueva, donde el demonio hacia la siesta de su humano desayuno, y el padre ordenó vayan traigan ají moqueado que eso lo mata, llevaron un bolsote de esos bajitos, le prendieron candela y llenaron el sitio de ese humo, se sintieron los aullidos y golpes, hasta que el silencio fue sepulcral, destaparon la entrada y vieron a ese demonio que yacía muerto con un barrigón dos veces mas grande que él.

LA GUERRA

Cuando nosotros llegamos a esta región, acá estaba mi papá, quien había llegado dos años atrás, él era el capitán de la comunidad, porque era el más antiguo de todos los paisanos. En esa época todos llegábamos a trabajar, a pesar que tocaba muy duro, esto era muy tranquilo, nadie se metía con uno y el respeto era la base de todo. Pero unos días, al mes de haber llegado esa calma se interrumpió, esta es la historia. Veníamos un grupo de más de treinta personas, entre hombres, mujeres y niños, llegamos primero donde un cuñado de mi padre, un señor llamado Gabriel Mora; en ese tiempo no existía si no un solo ranchito, este pueblo todavía no se conocía como hoy día, pero ya habían algunos colonos y muy pronto nos toco ponernos a trabajar, incluso a nosotros que éramos unos niños cuando eso. Me acuerdo que Mitú tampoco existía, las gentes llegaban así en grupitos, por allá del lado del Papuri, todos los de las diferentes familias venían por sus propios medios o eran traídos por los colonos para que comenzaran a trabajar en el caucho; aunque yo creo que los blancos no eran más de cuatro o cinco personas. Así se fueron montando los campamentos y alrededor de ellos cada etnia fundó sus malocas. Los primeros que entramos por acá fuimos los carijonas, nosotros veníamos de por allá del lado del Caquetá, pero después cuando los patrones comenzaron a demandar más mano de obra comenzaron a llegar otras

familias, las cuales venían a trabajar en los campamentos que se establecían en las riberas de los caños y del rio. Una de esas tantas tribus que comenzaron a poblar esta región fueron los huitotos, quienes como la mayoría venían de muy lejos, imagínese que sus ancestros eran del Perú, entonces ellos llegaron del Putumayo y del Amazonas y rápidamente crecieron en el número de sus miembros, hasta yo creo que nos superaron. Una de las características de ese pueblo era su carácter guerrero, eran muy violentos, Vivian en constante conflicto con las otras comunidades, incluso comentaba mi padre que eran “comegentes”, que los llamaban: “La tribu piraña”; y pronto la emprendieron contra nosotros porque éramos el grupo mayoritario. Ellos ya conocían el caucho y a los caucheros, eran viejos conocidos de la Casa Arana por allá en su tierra, entonces estaban muy influenciados por las costumbres de los blancos, les gustaba emborracharse y después que estaban bien jartos, se ponían a buscar problema al primero que encontraban; en una ocasión en una noche de tragos mataron a tres paisanos a punta de machete. Entonces mi papa dijo bueno, nos toca defendernos, vamos a hacer una reunión con la gente, porque no podemos permitir que esa gente nos mate a los paisanos; prontamente se conformó un grupo a la tierra de los huitotos y cuando ellos hacían la siesta de una de sus tantas borracheras, entraron y mataron a tres de los más belicosos. Después vinieron otras escaramuzas, hasta que los capitanes y los ancianos dialogaron, llegando a la conclusión que era muy tonto lo que estaba pasando, porque en últimas todos éramos indígenas, que el enemigo no era el paisano sino el colono que nos explotaba y que esa nueva guerra, lo más probable era que no se iba a ganar.

LOS BRASILEROS

El caucho lo vendían a dos pesos con ochenta centavos el kilo, acá en Miraflores, donde un señor llamado Miguel Dumit, quien era un comerciante muy rico, aunque creo que tenía caucheras también, por allá por los lados de La Pedrera. En el pueblo solo estaban cuatro casas de colonos, una del señor Dumit, otra de un señor Elías Gómez, la otra de Alcides Castañeda y otra de un señor Pablo Espitia, este ultimo dejo muchas historias por acá. Él fue uno de los que empezó a comercializar el caucho negro o balata, el cual no se comercializaba acá en Colombia, eso se llevaba todo hacia el Brasil, hacia Manaos; entonces los que explotaban eran los brasileros, porque según entiendo para el gobierno estas tierras ni existían en los mapas; solo hasta los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, cuando se necesito mucho caucho, fue que el país recuperó sus linderos, ahí parece que es cuando ya trazan la frontera por este lado, entonces apareció una compañía americana llamada la Rubber. Ellos vinieron a explotar el caucho, pero cuando enfrentaron el invierno, se dieron cuenta de las dificultades para trabajar, entonces pidieron los permisos al gobierno, quien los autorizó para construir una trocha de San José del Guaviare a Calamar, y luego hasta Miraflores; vía que se convirtió en un enclave para el transporte de las mercancías a lomo de mulas. Pero eso es ya otra historia, cuando los brasileros dejaron de explotar las tierras de Miraflores.

EL COMISARIO

Las épocas del caucho fueron muy duras para los indígenas, la nobleza e inocencia de nuestros ancianos fue a los ojos de los colonos nuestro mayor pecado, la mayoría de los patrones consideraban a los paisanos como una mercancía más, nunca recibieron un trato justo y nunca recibieron un pago que se adecuará al trabajo que les tocaba de sol a sol. Es que desde los mismos tiempos de la colonia a nosotros los indígenas se nos considero como unos animales sin alma, o en el mejor de los casos como una raza inferior. Sin embargo, debido al aislamiento natural de la Amazonia, las etnias de esta región no sufrieron con tanta rigurosidad los embates de los explotadores, que en otras partes del país, prácticamente exterminaron muchas razas. Así por muchos años nuestro antepasados vivieron en el paraíso, hasta que el afán de lucro del blanco llegó a esta tierra, primero llegaron los misioneros con el supuesto de que vivíamos en el pecado y que por lo tanto era necesario evangelizarnos, después llegaron consecutivas oleadas migratorias que perpetuaron un sistema de explotación y por ende de destrucción de las etnias, aunque el abandono más grande, a mi modo de ver, a sido el del Estado, quien siempre se ha hecho el de la vista gorda frente al aniquilamiento de nuestras familias. Como ejemplo, quiere mostrar este aparte del informe de la visita al corregimiento de Miraflores realizada entre el 20 de septiembre y 7 de octubre de 1959, por Alfonso Caicedo, entonces Comisario del Vaupés, el

cual fue presentado al gobierno nacional, donde se describe a la región como un paraíso terrenal, nada mas alejado de la realidad, el comisario escribe: Martes 22 de septiembre, hora 3:30 pm. Atracamos en el puerto del señor Hernando Gómez, natural del Departamento de Boyacá, quien hace poco que entró al Vaupés y se ha dedicado a la explotación de gomas, gracias a la adjudicación que el Ministerio de Agricultura, le hiciera de unos territorios baldíos. Sin lugar a dudas esta es la fundación mejor que tiene el Territorio del Vaupés en esta zona, tiene dos muy buenas edificaciones de dos pisos, que le sirven de habitación una de ellas, la otra está destinada a taller de carpintería, depósitos, para almacenar caucho, café, cacao, etc., y un salón amplio destinado a Escuela para los hijos de los trabajadores blancos e indígenas. La escuela está regentada por una pariente del señor Gómez, la Señorita Dilia María Noza, quien hizo estudios en Bogotá y Tunja, hasta cuarto de Bachillerato, graduada en Comercio. Los programas seguidos en los estudios son de conformidad con los del Ministerio de Educación. La escuela es mixta, lleva el nombre de “Divino Niño Jesús”, está funcionando desde el 10 de marzo del corriente año. El personal que asiste diariamente es de 24 alumnos, 12 niñas y 12 niños, la mayoría indígenas de las Tribus Cubea, Cirianos, Tatuyos, Carapanas, Yurutises y Desanos. Esta escuela es sostenida en un todo, por el Sr. Gómez. La fundación tiene campo de aterrizaje, el cual es costeado y hecho por Gómez; además cultiva y tiene plantaciones de árboles frutales, piñal, caña de azúcar, Cafetales-Cacaotal y siembras de yuca dulce y brava, al mismo tiempo explota Siringa. Los trabajadores indígenas han sido favorecidos dándoles casitas bien construidas para que sean habitadas con sus familiares.

EL ENDEUDE

A esto lo llamaban el Alto Vaupés, que era de Miraflores por el rio hacia y el Bajo Vaupés que era para el otro lado, y era donde se concentraban los caucheros más duros, estaba por ejemplo el Tío Barbas, Juan Bauteno, Carrillo, entre otros; porque ellos sabían que hacia ese lado la cantidad de caucho era mayor y más concentrada. Entonces para allá se les facilitaba porque en un solo barracón le daba para explotar harto caucho y por ende demandaba mucha mano de obra, entonces por eso ellos de aquí para arriba no, de aquí para arriba los más pobre, entonces ellos iban a bajo hasta el Brasil, además que por allá era donde estaban los indígenas, en algunos caños donde vivían una tribu completa. Para ir a traer a los indígenas, había que ir en una embarcación, que transportaba mercancías variadas como: vestuario, herramientas, elementos de aseo, miles de chucherías; se llegaba por allá a la maloca y entonces se les decía que quien quería ir a trabajar caucho. Por lo general se llevaba a un traductor, entonces ellos eran los que hablaban. El traductor les decía que el traía ropa, mercancía, que no sé qué, entonces se les mostraba y ellos empezaban a sacar hamacas, cobijas, pantalones, camisas y entonces ese era el endeude; por eso ellos se venían a trabajar, porque si no era así no se venían, si uno les decía caminen vamos a trabajar y yo le pago, ellos no se subían a la embarcación, para ello el endeude era lo que les gustaba. Eso no era un sistema malo, es que se les pagaba por

adelantado, primero el pago y así sí. El patrón se comprometía al año volverlos a llevar, se dejaban esos y se traían a otros. Los traían así encaramelados, acá llegaban y se les ponía un empleado, que era el que tenía que acosar al trabajador para que produjera la cantidad requerida, era como una especie de capataz, él no tenía sueldo, sino porcentaje sobre el caucho que sacaran, entonces a él le tocaba presionar a la gente para que sacaran harto caucho, para él ganar bien; tal vez por ello muchas veces los maltrataban, aunque yo nunca lo vi, pero para abajo se comentaba que hasta veces los amarraban, les pegaban, pero de aquí para arriba no, acá la gente se maltrato muy poco, los patrones eran más considerados ellos no tenían capataces, porque como era poquita la gente que tenían, no los necesitaban. En mi caso mío yo di con un buen patrón, él se llamaba Manuel Vergara, era una gran persona, como será que cuando yo llegué a la región, venia de la ciudad, le tenia miedo al monte, pero el me daba moral, me ayudaba, me decía mire no se asuste que el tigre no se acerca al campamento, porque el miedo mío era el tigre, con él trabaje por lo menos el primer año y me fue muy bien porque saque un saldo de 496 pesos. Sin embargo como el sistema que imperaba era el endeude no solo entre los indígenas, sino también entre los empleados blancos, acá no circulaba dinero, uno le llevaba el caucho al almacén de don Miguel Dumit y entonces él le daba una notica para ir uno a cobrar a Bogotá, allá si le daban efectivo. Aquí todo era canje, si uno traía una moneda o un peso en el bolsillo, ahí lo conservaba hasta que se volvía a ir.

LOS ABUELOS

Yo nací en Miraflores en 1963, por allá de los Lagos del Dorado para adentro, en una parte que le decían Caño Abeja, mi papá y mi mamá Vivian allá y trabajaban el caucho, mi abuelo vivía con nosotros, y tenía un puesto donde los gringos iban a pescar y a tomar fotos en esa época. Eso se llamaba centro turístico el Dorado Lodge. Ahí me crie, en ese centro turístico, en junta con los gringos. En ese tiempo salíamos a la pista; donde llegaba un avión que era muy parecido al de la policía de hoy en día, y en el llegaban los norteamericanos, luego en una embarcación grande con techo de paja, se los llevaban a los Lagos y duraban de ocho a quince días de paseo. Mi papá antes del centro turístico trabajó el caucho, antes trabajó el cuero del tigrillo y luego el caucho, o no me acuerdo si fue primero el caucho y luego las pieles, en fin. Yo me fui en 1979, cuando esto todavía era corregimiento del Vaupés, y retorne en 1992, cuando ya era el municipio de Miraflores y pertenecía al departamento del Guaviare. Cuando mi abuelo entró, trajo indígenas de todas partes de Colombia, porque los indios que acá son traídos de otras partes, más que todo del Tolima y del Meta. Ellos fueron los que hicieron esta pista, esos indígenas a puro pico y pala. Mi abuela es de 1919, y mi abuelo si es más viejecito, él se robó a mi abuela; ella era de la familia de los Borreros, quienes la tenían estudiando en

Bogotá, en ese tiempo mi abuelo se trajo a mi abuelita porque los papás de ella Vivian en Mitú y cuando mi abuela salió a vacaciones como el único que estaba por allá era mi abuelo, entonces, le pidieron el favor que la trajera, fue cuando se la robó. Mi abuelo en ese recorrido embarazo a mi abuela y nunca llevó a mi abuelita donde los papás. Mi abuelita tuvo gemelos, pero ella nunca supo que paso con sus hijos. Mi abuelo murió primero que mi abuela. Mi abuelo murió en 1984 y mi abuela murió el año pasado nada más, nunca supimos que pasó con los gemelos; si mi abuelito se los quitó, los regaló, se los vendieron; nunca supo mi abuela que pasó con sus hijos. Mi abuelo murió en esta pista, él se trajo a los Mora, a mucha gente de por allá arriba, y de por allá abajo; pero así que me acuerde de ellos. Mi papá se sale del caucho y se enrola a trabajar con los gringos en el centro turístico, cuando por esos años traen la mata de la coca, que ya se explotaba en otras partes del país; me acuerdo que solamente trajeron unas semillitas de la coca haber si aquí funcionaba, y mire como funcionó, creo que fueron unos señores Góngora los que la trajeron. Claro que acá ya había coca, pero era la coca de los indígenas; la que ellos utilizaban para mambear, las que utilizaban para aguantar las jornadas de trabajo, aunque yo nunca supe cómo era ese proceso, no sé cómo es que ellos la utilizaban, lo único era que mantenían con esos dientes verdes, de tanto mambear. En ese tiempo Miraflores era chiquito no eran más de veinte casas y mire lo que llegó a ser por ese manojo de semillas.

POR GROSERO

Yo le dije al Cabo: bueno y porque a mí me mete a la cárcel y al otro señor no si la pelea fue entre los dos, entonces el me responde si usted esta aburrido acá, vaya y pide en la cocina dos ollas y llena ese tambor de agua, a lo que llene se puede ir. Como el agua había que traerla al rio, cojo yo las dos ollas y una vara e inicio el periplo, ya llevaba como diez viajes, toda la mañana hágale y nada, entonces le digo al cabo no será que usted se esta gastando el agua, pero cuando estábamos en esa charla me doy cuenta que el tambor estaba roto en el asiento, me da que rabia tan verraca, y le echo la madre al policía, el me responde que no cargue más agua, que yo no era sino un flojo, que mejor por grosero, me va a mandar para Villavicencio. Así estuve detenido como ocho días. Pasada esa semana me traen donde el corregidor, el hijo de Alfonsina, la dueña del dorado, un señor Jorge Gaitán; él me dice: usted esta envainado, usted es cómplice de yo no sé que, además usted se puso bravo y grosero con la autoridad, eso me formó un desorden en el comando, entonces toca enviarlo a Villavicencio, tan pronto como regrese el avión de Mitú y que él no podía hacer nada. En ese momento si me entró la pensadera sobre lo que me iba a pasar, los policías me llevaron nuevamente al puesto, yo me dije a mi mismo porque mejor no me vuelo. La cárcel era un poco de tablas con un techo de paja, rodeada por un alambre bien tupido y una puerta, un quiosco pero bien encerrado con alambre, como para atajar hormigas, un policía me cuidaba de las 6 de la tarde hasta las 12 de la noche, el otro me cuidaba desde las 12

de la noche hasta las 6 de la mañana, cuando llega el policía llama al otro, él que estaba adentro en el mismo corral, con la puerta con candado, eso no había forma de uno salirse con esos alambritos. A las doce muy puntual llega el policía del turno de la noche, se pone las botas y prende un cigarro, por ahí como a la una de la mañana yo lo llamo: señor agente, que paso, me pregunta, tengo ganas de ir al baño, le respondo; como el baño era un montecito al lado del lugar, a regañadientes me da permiso, me dijo vaya pero cuidado con demorarse, le digo nuevamente pero présteme su linterna, porque de pronto una culebra, él me dijo tenga llévela, cojo la linterna y yo sin ganas de hacer del cuerpo, voy me acurruco allá en el monte, y me dije mientras estaba en esa posición, porque no me voy, ni corto ni perezoso cojo el camino para el rio, apagó la linterna y arrancó hacia el navegable, cuando llegue encontré el potrillo de un viejito que se llamaba Cayetano, un indio, le echo mano y empiezo a remar con las manos porque no encontré el remo; a lo lejos escuchaba cada vez mas distante los llamados del agente. Como a las ocho de la mañana ya cansado de volear brazo, muerto de hambre y con el estomago duro de jartar agua, escucho una embarcación que sube por el rio, que emoción cuando me di cuenta que el navegante era un viejo amigo mío, le grite y el me auxilio, subí a la lancha y él me dijo que hubo vareta que hace, a usted están que lo preguntan y lo buscan en el pueblo, porque usted se voló anoche de la cárcel, yo le dije hombre Cristóbal: que carajos cree que estoy haciendo paseando en este potrillo, mejor no pregunte pendejadas y hágale y me lleva lejos que lo que soy yo a esa cárcel no vuelvo.

EL RASPACHIN

A Carlitos su oficio le fascina, el solo hecho de sentirse el hombre de la casa para él es maravilloso. A sus 14 años cumplidos, aunque su frágil cuerpo refleja una edad menor, el hecho de ser el sustento de su madre y sus tres hermanos menores, es su mayor orgullo. Él es uno de los tantos adolescentes raspachines que recorrieron las veredas de Miraflores en los años inciertos en los que las FARC, reinaron en esta región después de la toma de 1998. Hoy con 26 años cumplidos, ya no se ve menor a su edad, por el contrario su semblante marcado por las largas jornadas al sol y al agua, lo hacen ver como un hombre aun mayor, es que a mi me pico la coca, sentencia. Recuerda que era tan rápido como cualquier raspachín de mayor edad que el, como desde los doce años ya raspaba hasta dos arrobas en una sola jornada. Eso era mucho para un muchacho de esa edad, por lo cual el respeto de los otros trabajadores me lo ganaba en las primeras jornadas y era apetecido por los patrones que reconocían en mí la seriedad, porque era uno de los pocos que no se emborrachaba después de los días de pago. Con mi madre y hermanos vivíamos en una casucha de tablones de madera de dos habitaciones y dos camas en la vereda Puerto Córdoba, pero cuando comencé a raspar me toco viajar por toda la región, cada vez más que mi labor mejoraba con la práctica.

En el campo la jornada arrancaba a las seis, con un café o aguapanela como único desayuno, y no paraba como hasta las once, cuando el sol quemaba las espaldas desnudas. Generalmente a esa hora regresábamos al campamento, para llenar la barriga con un almuerzo abundante, con arroz, pastas y sardinas. A la una ya estaba de nuevo en la chagra, hasta las cuatro o cinco, cuando se retornaba al rancho, me bañaba, comía otro platillo con arroz, colgaba la hamaca y casi siempre caía rendido antes que oscureciera. Aunque había jornadas más duras que otras, muchas veces en alguna finca ni comida tenían, pero lo peor era cuando entraba el invierno, me acuerdo por ejemplo cuando estaba comenzando en ese oficio una noche cayó un tremendo aguacero y la hamaca se me mojó toda. Esa noche el frio me entró hasta los huesos. Uno se levantaba todas las mañanas con la intención de conseguir plata, uno vivía el día a día, el mañana no importaba; a lo único que le temía era a que la coca lo picara, lo que finalmente ocurrió años después, al principio las vejigas iban y venían, pero con los años ya no pudo trabajar más, aunque le agradece a Dios que pudo darles de comer a su familia; su madre ya falleció y sus hermanos ya tienen la edad suficiente para valerse por ellos mismos. Carlitos es un joven de 28 años, pero por su cuerpo parece un hombre cercano a los cincuenta, todavía hoy vive el día a día, que solo le pide a Dios que su hijo que nacerá en dos o tres meses, no tenga que vivir la vida que le toco a él. Todas estas reflexiones las hace en un billar donde paradójicamente suena una canción que parece un himno a su existencia: “Soy un raspachín, de los cocaleros, y vivo mi vida, vivo, vivo bueno. Raspando y raspando, me gano el dinero. Hay que tener cuidado, vivo entre los cuervos…”

EL PADRE ESCOLTADO

El 4 de diciembre de 1996, el padre Gilberto Cadavid fue comisionado como director del internado de Lagos de El Dorado, donde permaneció hasta 1999, cuando Monseñor Belarmino Correa le informó que debía volver a San José, como coordinador del Colegio Juan Pablo II. Para el sacerdote fue muy duro dejar a una comunidad que llevaba en el corazón, pero igual el voto de obediencia era su consigna, sin embargo a los dos años retorno a su Miraflores. En el año 2001 regresó a su internado de Los Lagos, el cual remodeló con la ayuda del departamento y de la comunidad, pero dos años después fue trasladado como cura párroco de la cabecera municipal; labor que convino con la de rector de la Institución Educativa María Auxiliadora, por nombramiento de la Secretaría de Educación. La innegable vocación del clérigo y su conocimiento de la realidad de los pobladores del municipio, lo obligaron a asumir una posición activa en los diferentes problemas que aquejaban a los moradores; razón por la cual en muchas ocasiones tuvo que interceder ante las FARC por algunos de sus fieles, ante abusos e injusticias a los cuales eran sometidos por esta organización ilegal. Esa labor pastoral no fue de buen recibo por los actores en conflicto, una mañana, dos guerrilleros se entregaron a la fuerza pública y antes de ser enviados a San José, solicitaron una entrevista con el padrecito. Ellos le informaron que habían sido comisionados para asesinarlo, pero que ante esa

orden, ellos prefirieron entregarse a las autoridades. Desde ese día, en abril de 2004, a regañadientes el sacerdote fue obligado a contar con una escolta policial permanente. La personalidad activa del padre, una de las razones por las que era querido por el pueblo, lo llevaron a tomar el toro por los cachos, intentó conversar con los comandantes subversivos para que le explicaran de frente de su decisión y de hacerlos entender cual era su labor como pastos de ovejas, sin embargo esa reunión nunca se celebró, lo que no hizo desfallecer al hombre, definitivamente su fe era inquebrantable, recuerda doña María, una asidua feligrés de la localidad. Lo único que lo agobiaba, recuerda don Jesús, otro poblador, era la imposibilidad de subirse a su moto cualquier día y desplazarse a una de las veredas o resguardos del municipio como siempre había sido su costumbre, a realizar su labor pastoral. La orden de los policiales era no dejarlo en ningún momento. El padre decía que le dolía no poder ir a las veredas como lo hacía antes, la gente le hacia mucha falta. Pero después se llenaba de ánimo y decía pero bueno acá estoy y mi deber es quedarme aquí hasta que más se pueda, sirviéndole a la gente, esa es mi misión. Finalmente el tiempo que es el consejero más sabio, y la voluntad del pueblo, que es la voz de Dios, hicieron caer en cuenta a los subversivos de su equivocación; atentar contra una persona tan querida por la comunidad era un despropósito, y el padre Gilberto Cadavid le sirvió a Miraflores, su pueblo, hasta el día en que nuevamente sus superiores eclesiásticos, decidieron trasladarlos a otro municipio del Guaviare.

EL ULTIMO PAYE

Hace mucho tiempo vivía un anciano paye que tenía un solo hijo, al cual quería con todo su corazón, él le daba consejos sobre la vida, le decía hijo la vida es mas corta de lo que uno cree, por tanto usted debe ser juicioso, debe trabajar, debe pescar, honrar a sus mayores, celebrar las fiestas, pero ante todo debe ser una persona buena con sus iguales. Además yo quiero que usted aprenda de mis conocimientos, yo creo que usted seria un buen paye. Sin embargo, aunque el joven seguía con respeto la mayoría de las enseñanzas de su progenitor, en lo que se refería al hecho de constituirse en su remplazo no le prestaba atención. Una noche al padre, en medio de los sueños, se le reveló el futuro de su hijo, a la mañana siguiente lo llamó y le conto lo siguiente: Usted va a conseguir una buena mujer, trate de actuar de esta forma, con ella va tener tres hijos, pero en el parto del ultimo ella va a sufrir mucho, se puede hasta morir; entonces usted la debe curar con estos remedios que yo le voy a explicar como los debe preparar. Sin embargo a pesar del respeto que le profesaba a su padre, para el muchacho ya eso eran locuras del viejo, debido a su avanzada edad, razón por la cual su charla le entró por un oído y le salió por el otro. En efecto a los pocos meses el anciano falleció, y tal como lo había pronosticado al año su hijo consiguió compañera y al año siguiente ella le daba su primogénito. En los próximos nueve años la señora parió por segunda y tercera vez; pero al cuarto día del último parto cayó gravemente enferma.

La señora no podía comer, no podía caminar y cada día que pasaba se debilitaba rápidamente, de nada valió llevarla a donde los médicos de Miraflores e incluso de Villavicencio, donde fue remitida, después de muchos exámenes el dictamen era que eso era uno de tantos males de la selva, que con reposo se podía aliviar. Sin embargo eso no fue cierto, cada noche de la mujer parecía que era la final. El esposo recordaba con lagrimas en los ojos las palabras de su sabio padre, pero por más que se esforzaba no podía recordar el remedio que le había enseñado. En medio de su desespero comenzó a llamar a su padre, a las tres noches en medio de un sueño, el anciano se le apareció, lo reprendió con cariño y nuevamente le explico la formula para la cura de su esposa. Esa mañana salió al monte a buscar las plantas indicadas y en menos de una hora estaba nuevamente en la casa preparando el bebedizo que se le había revelado. A los pocos días su amada esposa recuperó su salud y se integró nuevamente a las labores del hogar. Como al mes de la mejoría total de su esposa, en una fría noche de invierno, el padre acudió nuevamente a los sueños del hijo, le habló de las diferentes épocas que habían vivido sus antepasados, desde la llegada de los misioneros, de los primeros colonos, de las sucesivas bonanzas y de como su pueblo estaba condenado a desaparecer en la medida en que iba perdiendo su cultura. Igualmente le recordó cuantas veces le suplicó que aprendiera de sus conocimientos y él no le prestó atención. Finalmente le dejó una última enseñanza reúna a los viejos de las diferentes comunidades e intente aprender algo de ellos, porque tal vez esa sea la única forma de mantener las esperanzas de existencia de Miraflores y sus moradores.

MANIFESTACIONES CULTURALES

1. LA CONQUISTA Cuando yo llegue a Miraflores, por allá en los años del caucho, uno no encontraba una mujer blanca ni en sueños, imagínese uno en esta selva sin compañía. La pregunta era muy sencilla: ¿que hacer? y la respuesta era también muy sencilla: Enamorar a una mujer indígena. Pero mire que yo era un hombre serio, a mi me habían educado en valores cristianos muy fuertes, por lo tanto yo no quería a una mujer para pasar el rato, como se dice ahora, sino como una esposa, como Dios manda. Yo me enamore de una linda indígena brasilera, pero sabe que me tocó hacer para conquistarla, me tuve que ir a vivir un año a la casa de los suegros, trabajar para ellos todo ese año. Debía pescar, cazar, ayudarles en todo, para que al final de año el padre decidiera si me entregaba la muchacha. ¿Qué como me fue? La respuesta es también muy sencilla, ya son ocho hijos, veinte nietos y tan enamorado como el primer día.

2. EL ENAMORAMIENTO Las mujeres indígenas son unos seres maravillosos, saben escuchar y son abnegadas en las labores del hogar, antes que fueran contaminadas por las costumbre de los blancos eran de una sencillez y una inocencia que enamoraban al más frio de los hombres.

Cuando una indígena se enamoraba de un blanco, era como un juego de niños, cuando se hacían celebraciones en la maloca, las muchachas se reunían en grupos, y si uno le interesaba a alguna de ellas, empezaban a coger terroncitos de tierra y cuando uno se descuidaba se los tiraban a las espaldas, entonces uno señalaba a la supuesta autora y esta negaba con la cabeza, hasta que uno descubría quien era la interesada, ese era la forma de cortejar.

3. LOS ARREGLOS Los indígenas son unas personas muy pragmáticas, ellos siempre piensan en el equilibrio de la naturaleza, en el beneficio de la comunidad antes que en el beneficio personal; inclusive las relaciones son el resultado de pensar en la sociedad, aunque para nosotros los colonos no lo entendamos o no lo compartamos eso era la base de la organización. Por ejemplo para evitar que los hombres se enfrentaran por las mujeres, las uniones se decidían desde que la futura pareja eran solo unos infantes, si a un señor le nacía una niña, y a su vecino un varón, se consultaba con el paye y si él lo permitía, se encargaban a los futuros esposos, quienes cuando tenían la edad suficiente formaban una nueva familia, y mire que esa pareja funcionaba para toda la vida, porque mientras crecían a ambos se les iba formando para amarse y respetarse.

4. ESPERANDO UN BEBE Para los indígenas el estado más importante en una mujer es el embarazo, el hecho de traer otra vida constituye toda una fiesta no solo para la futura familia sino para toda la comunidad. La protección a la mujer se da desde la

misma alimentación, hasta los tipos de trabajo que puede realizar, esto constituye una relación casi religiosa. Durante los nueve meses la señora debe contar con el acompañamiento permanente del paye, quien durante ese período debe realizarle por lo menos un rezo cada mes, cuyos cometidos era garantizar que él bebe nazca sano, además de cuidar de la salud y la protección de la madre; por ejemplo el paye tiene que pintarle la cara con achiote a la mujer, para que no se la coma el tigre.

5. NACIMIENTO INDIGENA El nacimiento de un bebe era uno de los hechos más hermosos en la comunidad, en esa época como no se contaba con médicos ni hospitales, la mujer tenia una preparación previa para el parto, además de los rezos del paye, la abuela del infante o las mujeres mayores de la comunidad la acompañan con sus consejos para el momento del alumbramiento. Cuando llegaba la hora, la mujer se retiraba del seno de su familia, se apartaba de la presencia de cualquier otra persona y sola en el monte daba a luz al niño; entonces ella podía durar varias horas alejada de la comunidad, mientras el paye se pone a rezar para que todo llegue a feliz termino, cuando finalmente nace él bebe, la madre llega nuevamente al seno de la familia con el niño envuelto en un hoja de yarumo, como único vestido.

6. LA DIETA MASCULINA A diferencia de las costumbres de los colonos donde cuando nace un niño la mujer debe llevar una dieta especial y prácticamente no hacer nada durante

un periodo de cuarenta días, en el caso de las comunidades indígenas son los hombres los que deben tener un cuidado especial; en el caso de las señoras los cuidados llegan solamente hasta el momento del parto. Después del parto el padre de la criatura cae a la cama, al chinchorro o la hamaca, es retirado de todo contacto con las demás personas, es la esposa o madre del niño quien debe prodigarle todos los cuidados; él se amarra un trapo en la cabeza para que no le entre un frio que puede afectar al niño y la mujer tienen que seguir trabajando para mantenerlo. Él no puede hacerlo porque si sale a pescar se lo puede comer el guio, si se va a mariscar le sale el tigre, si va a sembrar una mata no le nace, y así una serie de costumbres que se mantienen por un período de veinte o más días de acuerdo a la etnia.

7. EL NOMBRE Y LA EDAD Los nombres de los bebes antiguamente se hacia diferente, no como ahora que se hace igual que el nombre de los niños de los colonos, en esa época se hacia de acuerdo a la época en que nacía, si durante esos días estaba de subienda algún pescado, el nombre era el del pez o de algo relacionado con el animal, si era en días de cacería de igual manera; aunque de todas formas el nombre debía ser previamente consultado con el paye. El calculo de la edad de las personas se hacia de acuerdo a las fases de la luna, uno le preguntaba a la madre o al padre la edad del niño y ellos claramente decían que había nacido el día tercero de la luna llena, y para calcular el año lo hacían también con las lunas porque decían eso fue hace tantos períodos de la luna. Asimismo se relacionaba la edad con algún acontecimiento específico como una subienda de pescado, entonces si decían que había nacido durante la subienda de tal pescado se relacionaba que eso se daba en los meses de enero o febrero por dar una cifra.

8. LAS FIESTAS DE LA LUNA Los indígenas no celebran un cumpleaños, durante los muchos años que conviví con ellos nunca observe que festejara el aniversario de un niño, mucho menos de una muchacha, ni de un muchacho, ni un adulto, ni un anciano, ni de ninguna persona; lo único que vi es que ellos hacían fiesta era a la luna. La fiesta a la luna era muy importante, casi con un contenido religioso, de acuerdo a las fases de la luna, al comienzo de cada una de esas etapas, se reúne toda la comunidad y los hombre se descubre el cuerpo de la cintura para arriba, entonces si uno preguntaba que para qué era eso, ellos decían es para que la mamá nos de fuerza y sabiduría.

9. LA PRIMERA MENSTRUACIÓN La llegada de una niña a la pubertad era un hecho muy importante para las comunidades indígenas, cuando esto sucede la familia ya debe haber previsto este acontecimiento para almacenar la comida necesaria, los rezos del paye o del mayor de la familia, entre otras cosas. Cuando finalmente llega el día, la joven es alejada a una vivienda especial, donde no puede tener contacto con ningún miembro de su familia o de la comunidad, solo puede ser atendida por su madre o una mujer mayor, su alimentación es especial y bastante reducida, como casabe tostado de almidón y pescado, pero todo alimento debe estar antes rezado. Este período se prolonga por máximo diez días, donde además se le lava el estomago con un bejuco especial para que no le dé cólicos.

10.

MUERTE DE UN INDIGENA

Cada indígena al morirse tiene una chagra, un cementerio aparte, eso puede ser de 20 metros, eso era enterrado halla mismo, en lo que era la propiedad de él, se habla de las pertenencias que se las echaba, nunca mire que a un indio le echaran las pocas pertenencias dentro de la sepultura, pero si mire que acababan la sepulturas esta es la chagra de él, o la finca de ahí por decirlo, hay hacían el hueco y hay lo metían, y lo poco que hubiera tenido, nunca mire que lo hubieran echado ahí. Cuando se habla de eso, bueno, eso es a los indios, ellos no lo rezan no los velan, no le cantan, pero si lo lloran, al muerto si lo lloran, fuera de que lo lloran ya empiezan a venir los malos agüeros sobre esa persona que murió, que él se murió, que él dijo que iba a tronar tal día, que él dijo que iba a asustar, bueno hay llega una cantidad de confusiones, que a la larga, entre ellos las hacen efectivas para ellos mismos.

11. LAS ENFERMEDADES La sabiduría de las comunidades recaía en los payes, ellos no solo aconsejaban a las familias sobre cosas cotidianas, también curaban enfermedades por medio de rezos o de la ingesta de bebidas; ellos tenían rituales especiales para todo, sacaban unas piedras especiales y hacia un tratamiento que podía durar de uno mes a tres meses Yo tenía como 18 ó 20 años, y a mi mamá le dieron un veneno, un bebedizo con el cual ella se puso muy enferma: se reventó los oídos, se reventó la nariz, mi mamá quedo vuelta nada, entonces nosotros cogimos para donde el

paye, que vivía muy lejos, la llevamos y le explicamos, entonces el viejito salió le echo agua rezada a mi mamá, le explico: vea estos son tres clases de bebedizo los que le dieron a usted, haga esta curación con estas yerbas que tiene que buscar en tal parte, si usted hace remedio se salva y no muere. Nosotros comenzamos a buscar el remedio y efectivamente mi mamá se alentó, botó sangre por todos lados durante tres días, hasta que la cuarta mañana se levantó totalmente curada.

12.

LOS APRENDICES DE LOS PAYES

El conocimiento de los payes, al igual que las diferentes costumbres de los paisanos, se hacia de forma oral de una generación a otra, nada quedaba por escrito, por lo que tal vez mucha de esa sabiduría se perdió; los jóvenes indígenas no saben hoy día de lo que eran capaces de hacer sus antepasados, para diferentes cosas como la salud, la alimentación, entre otras. Cuando un paye se daba cuenta que se estaba acercando a la muerte, el mismo seleccionaba antes de nacer cual era el niño que debía remplazarlo en su oficio; tan pronto como nacía él lo rezaba e iniciaba ese proceso de enseñanza, que se convertía en una formación secreta entre el maestro y el aprendiz.

13.

EL VELORIO

En mi resguardo La Vuelta del Alivio cuando un paisano muere se le vela al interior de la maloca, toda la comunidad se reúne, hacen unas oraciones de nuestras creencias naturales, para que al finado lo reciban en un buen caño y lo perdonen por sus faltas en la tierra.

Una vez se entierra, se hace una hoguera encima de la tumba, para que el espíritu sea guiado en medio de la oscuridad y encuentre el camino hacia la eternidad; los familiares del difunto se quedan en la tumba por espacio de unos veinte minutos, orando para que llegue más rápido a su lugar de descanso, durante los siguientes ocho días se le lleva agua, porque dicen que tienen mucha sed, le rezan cada vez que van, después ya nadie visita los restos porque está en el más allá.

14.

LA FIESTA DEL CACHIRRI

La fiesta del cachirri es una celebración que hacen los indígenas, donde debe abundar la comida y la bebida, en ella las diferentes comunidades intercambian sus productos y se estrechan los lazos de amistad y hermandad. En esa repartición es importante recibir todo lo que le den comer o beber, porque si una persona no lo hace se considera una ofensa. Así esa persona no se le considera amiga, y si mas adelante uno necesita un favor del ofendido él lo va a negar; es por esto que muchas veces a uno le tocaba recibir comida o bebida sin importar si uno ya estuviera lleno. Me acuerdo que las comidas típicas durante la fiesta era la quiñapira, la moñica, el casabe, el almidón, el cazabe de masa, las chichas, el moqueado.

15.

DIETA EN LOS CUBEOS

Para los cubeos es importante que la madre recién parida tenga una dieta y cuidado especial, no solo ella sino también el infante, ello se hace para que la madre pueda continuar engendrando y que el niño crezca sano sin ningún contratiempo. Esta dieta puede durar por un período de más de treinta días, totalmente aislados.

Tan pronto nace el niño, el binomio es aislado en una habitación especial para tal fin, donde deben guardar una dieta especial y no deben recibir la luz del sol ni de la luna, a los treinta días el paye o algún sabedor, autoriza el baño del bebe y la mama, mediante diferentes rezos, como rezo con caroña, carayuru y tabaco, en esos rezos también, el paye o el sabedor autoriza la alimentación de la madre.

16. MALOCA La maloca no es solamente el lugar de vivienda de la comunidad, es un espacio de vida, es el cordón umbilical del hombre con la naturaleza. Ella se edificaba en madera redonda y se techaba con hoja de patabá, de platanillo, de carana o de yaripa; eran viviendas muy grandes donde convivía toda la comunidad. En ella se hacía una celebración con el objetivo de fortalecer los lazos de la comunidad, se invitaba a toda la gente, e incluso algunos vecinos, se preparaba abundante chicha y comida, entonces comenzaba la fiesta que podía durar hasta cuatro noches con sus días, al final todos se retiraban a descansar. La importancia de este tipo de eventos era su necesidad para fortalecer las relaciones en la sociedad y mire que después de esas celebraciones, si existían problemas de convivencia desaparecían.

17.

LOS QUINCE

Lo mas parecido a la celebración de los quince años, lo hacían algunas etnias de la región, cuando una niña se acercaba a esa edad se debía organizar un evento especial en donde la familia y la comunidad le daba la bienvenida al mundo de los mayores.

Los familiares, especialmente la mamá y el papá, preparan una habitación especial bien encerrado y lo dejan sin que nadie se dé cuenta durante varios días, tiempo en el cual realizan diferentes rezos; después la retiran del cuarto, consiguen un padrino para que le corte el cabello y durante el corte del cabello el padre o la madre le dan consejos y enseñanzas de como debe hacer chicha, casabe, fariña, atender visitas, comportarse en sociedad, entre otras cosas.

18.

LA DENTADURA

En otras comunidades el aislamiento que debían guardar las jóvenes cuando tenían su primera menstruación, se debía hacer en una casa bien alta, separada de cualquier contacto, a ella solamente podía visitarla la mamá, ningún hombre y el padre la rezaba, hasta que se le pasara el periodo que ya ella podía volver, igualmente ella no podía irse a bañar al caño ni nada, la mamá era la que tenía que estar pendiente para que ella se bañara allí y llevarle los alimentos. Como hecho particular debía mantener en la boca una piedra, porque los ancianos decían que con ello garantizaba que la dentadura se mantuviese perfecta durante el resto de la vida; como era obvio era una piedra especial que rezaba el paye y que solo se podía retirar para alimentarse, por lo tanto la niña no podía pronunciar palabra durante ese tiempo.

19.

LOS DUEÑOS

Los antepasados decían que todo lo que estaba en la selva, en la naturaleza, era sagrado, que todo tenia su dueño y por ello si uno se metía al caño sin

estar rezado, entonces el dueño le robaba el alma a uno o que se podía desangrar porque se le metía un bicho adentro, de tal manera que la relación con el medio era muy religiosa y de mucho respeto; para hacer cualquier actividad cotidiana se debía hacer un rezo. Los dioses eran el Sol y la Luna: el Sol porque era el sinónimo de la vida, el brindaba su luz daba para que se pudieran dar las cosechas y la Luna era la fuente del agua. De esta forma en cualquier celebración que se organizaba, siempre se debían destinar los mejores alimentos y bebidas para ofrendar a estos dioses.

20.

EL PAYE

Paye quiere decir desde época pasada, nuestro abuelo propio, era una persona sabia que era la guía de la comunidad, tenia poderes especiales que le otorgaban los dioses y que ellos aprendían oralmente de sus antepasados, su fuerza espiritual era muy grande, ellos podían curar a una persona solo con mirarla o rezarla, conocían de todas las yerbas en la selva y además podían dar consejos prácticos sobre temas rutinarios como las cosechas, el cuidado de los hijos, entre muchas cosas. Yo tuve un tío que fue un paye muy reconocido en toda esta región, acudían personas desde el Brasil en busca de su consejo o alivio, el murió como de cien años, por allá en los años donde comenzó el negocio de la coca y quiere saber usted que conocimiento quedo de la sabiduría de ese señor: Ninguna, ni sus familiares ni ningún miembro de la comunidad fue capaz de aprender de sus enseñanzas.

EPILOGO QUE NOS DEPARA EL FUTURO

Un libro de relatos es a mi modo de ver una historia sin principio ni final, es la sumatoria de una serie de vivencias de una región, los momentos importantes de la formación de un pueblo y otros momentos que gestaron nuestra identidad como miraflorenses Sin embargo en el caso de nuestro municipio ese no fue el concepto, Miraflores ha sido una región particular, que a pesar de todas las vicisitudes que han tenido que enfrentar sus pobladores, estas gentes han salido adelante, la mayoría del tiempo sin el acompañamiento de las instituciones, pero es el momento en que Miraflores necesita que los gobiernos y las comunidades nacionales e internacionales le den la mano. A Miraflores para un futuro yo la miro desde la parte ambiental y que seria como la única solución ya que nosotros somos una zona de reserva, y que tenemos bastante flora y fauna, entonces seria aprovechar esos recursos, pero de manera sostenible, sustentable y sostenible, porque de resto yo no veo alternativas por ningún otro lado, partiendo también que los recursos que llegan al municipio son muy pocos y las necesidades son muchas, y que no tenemos vías de acceso. El Plan Municipal de Desarrollo: “Miraflores, Un Pacto Social, Compromiso de Todos”, apunta a este norte, a la apremiante necesidad de que entre todos dejemos de mirar a esta tierra como un problema y entendamos que aca conviven un conglomerado de personas buenas, con

ganas de salir adelante, con infinidad de dificultades, pero con una férrea voluntad de encontrar un mejor futuro. Este libro cuenta las vivencias de esos personajes de esta tierra, se narra como se ha gestado este pueblo, cuales han sido los hechos históricos más representativos; pero más alla de una escueta descripción cronológica de sucesos, este maravilloso documento nos muestra las historias de vida de nuestros habitantes, de sus esperanzas y desventuras y nos deja una enseñanza final: Solo con el respeto de nuestra identidad de indígenas y colonos y con el compromiso de todos, se podrá rescribir un nuevo capitulo, esta vez más positivo, de la historia de Miraflores.

JULIO CESAR GONZALEZ SEPULVEDA Alcalde de Miraflores Septiembre de 2012

AGRADECIMIENTOS

Este libro se realizó mediante indagaciones de fuentes primarias y secundarias, siendo las primeras las más importantes porque el interés era que los pobladores y otros actores relacionados con el municipio, contaran su versión de la historia. Sin ellos Miraflores: Cien Relatos Cuentan su Historia no hubiese sido posible. A todos los colaboradores nuestro más infinito agradecimiento: Abolorio Cubillos Rodríguez Adail José Paiva Paiva Agustín Méndez Acosta Aida Marín Alcibíades León Aldemar Hernández Alex Acosta Alex Mosquera Alfonso Carnaval Alfonso León Salazar Alfonso Sánchez Amparo López Ana E Murillo Ana Milena Amaya Anastacio Calderón Ángel Octavio Vaca Ángela Patricia Mejía Arboleda Aníbal de Jesús González Franco

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Derivar De Jesús Padisa Álvarez Didier Giraldo Cárdenas Diego Herrera Giraldo Diomar Uribe Domingo Cibo Dorival Padua Edgar Emilio Lozano Edgar Humberto Castro Ladino Edwin Augusto Franco Tolosa Edwin Borrero Braga Edwin Esneider Beltrán Ernesto Rodríguez Ernesto Rodríguez Esneider Álvarez Estelita Sánchez Ezequiel Díaz Fabio Becoche Guacheta Fabio Granados Puerto Fernando Villegas Flor de Liz Rodríguez Flor de Liz Torres Flor María Uribe Flor Marina Martínez Florentino León Salazar Francisco Álvarez Francisco Correa Francisco Espinosa Francisco Orlando Valencia Francisco Sierra Beltrán Freddy Prieto Fredy Nassay Prieto Morales

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