CASOS DE MUJERES Y MADRES EN LA OBRA DE SIGMUND FREUD

CASOS DE MUJERES Y MADRES EN LA OBRA DE SIGMUND FREUD LA MUJER DE LA PROFECÍA CORRESPONDENCIA DE SIGMUND FREUD Edición de Nicolás Caparrós Ed. Biblio...
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CASOS DE MUJERES Y MADRES EN LA OBRA DE SIGMUND FREUD

LA MUJER DE LA PROFECÍA CORRESPONDENCIA DE SIGMUND FREUD Edición de Nicolás Caparrós Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1997.

a FERENCZI 3-I-1911 Querido amigo, Como regalo de Navidad, la profecía siguiente para su colección, la mejor pieza hasta ahora en lo conozco de su material. Mujer de 37 años que sufre de neurosis obsesiva desde que su marido le dijo a la edad de 27 años que si no tenía hijos era a causa de una azoospermia. Todo comienza en el 27 aniversario con síntomas de angustia. Un año más tarde (28 años), se hace una predicción en un quiromante: tendrá grandes éxitos, grandes combates y dos hijos a los 32 años. Esto la consoló durante un cierto tiempo, pero hoy la predicción se ha atrasado 5 años. Análisis: Los combates se esclarecen a partir de la situación. Siempre había deseado tener hijos, era la primogénita de cinco hermanos. En tiempos se preguntó si no debía abandonar a su marido. De todas formas resulta extraño que el quiromante le haya predicho eso, es decir su deseo de hijos sin proponer otras cuestiones. Pregunta mía: ¿Qué edad tenía su madre cuando nació? Respuesta: Tenía 30 años al casarse (se corrige de inmediato; tenía 30 años cuando vine al mundo). Pregunta: ¿Cuál es la diferencia de edad entre usted y su siguiente hermana? Respuesta: Año y medio. Yo: Así que a los 28 años su madre aún no tenía hijos. Se consoló diciéndose seré como mi madre y a los 32 tendré ya dos hijos. Su madre no contaba aún como algo a combatir. Ella: No.

Yo: ¿Qué significa entonces esa fantasía? Separarse del marido o bien que muera, ya que a pesar del año de duelo no estaría atrasada en relación a su madre. Ella: Siempre ha tenido mucho miedo a que le ocurra algo. Quería marcharse ayer y he hecho mal en convencerle en que tome el tren esta mañana. ¿Y si le ocurre algo precisamente en el tren que le he recomendado?1 Saludos cordiales.

LES PREMIERS PSYCHANALYSTES. MINUTES DE LA SOCIETÉ PSYCHANALYTIQUE DE VIENNE. Tomo IV et dernier. 1912-1918. Ed. Gallimard.1983

Sesión del 30 de octubre de 1912 Conferencia “Comunicación clínica acompañada de algunas observaciones polémicas”. Orador: Profesor Freud. Se trata de una paciente de 23 años, casada, de niña todo fue bien pero después de casarse comenzó a sufrir estados de excitación y de cólera, acompañados de confusión y finalmente de amnesia. (En el punto culminante de estos estados impulsiones al suicidio). Tras el nacimiento de un hijo, estos accesos dejaron lugar a estados de lasitud y depresiones. Siempre había tenido muy buena relación con su padre y una mala con su madre; las relaciones con su hermano no ofrecían nada de extraordinario. El material infantil sólo produjo que entre los seis y los siete años tenía la costumbre de espiar, con su hermano, lo que sus padres hacían por la noche; por otra parte, apareció que una niñera tuvo un romance con un médico y tuvo un niño. Tras cuatro meses de tratamiento aportó un sueño que explicaba lo esencial de su infancia y de su neurosis – con la condición de no interpretar únicamente en el plano simbólico, sino recurriendo también a las asociaciones. Apareció que había habido seducción por parte del hermano y también que, en su infancia, había querido ser chico y que ahora quería ser un hombre. Parecería pues un caso de protesta masculina pero se nos presentaba de otro modo. En las chicas el complejo de castración juega también un papel, en la medida en que ellas están por así decir ya castradas cuando vienen al mundo. De este modo se desarrolla en la chica la envidia del pene en lugar del miedo a perderlo (en el chico) y es característico que esas nociones estén siempre unidas a actividades sexuales. El hecho de que haya casos en los que se encuentran huellas de la envidia del pene pone en duda particularmente la concepción de Adler de la universalidad de la protesta masculina. Es el caso de otra paciente, que tiene cuatro hermanos, cae enferma cuando se da cuenta de que no puede tener hijos; quería un niño de su padre. Se trata de un caso de envidia (puramente femenina) que apunta a la capacidad de tener niños y dirigida contra la madre. Las relaciones de estas nociones en el complejo de Edipo parecen ser de tal manera que estas condiciones existan probablemente siempre, pero no se hacen patógenas más que cuando se añaden al complejo central. En el chico, la hostilidad hacia el padre toma entonces el pretexto de la amenaza de castración (independientemente de que haya sido pronunciado o simplemente fantaseada). En la chica, el odio hacia la madre sacia su justificación en la envidia del pene: la madre es la culpable del hecho de que el hijo haya venido al mundo como chica. La concepción de Adler no es válida, incluso en su propio terreno más que para la mujer. En el hombre tras su complejo de castración, yace casi siempre el deseo de ser una mujer.

Es preciso también preguntarse qué uso hace el niño de su complejo de castración. El chico se vuelve tímido y recalcitrante; la chica se siente injustamente tratada y entra en cólera. Las fuerzas pulsionales de Adler derivan del complejo de castración, que está situado más profundamente. La teoría de la inferioridad se refiere también al pene: la chica siente su clítoris como inferior y el chico siente su pene como demasiado pequeño en relación al de los adultos. De ahí puede nacer un sentimiento general de inferioridad. Para protegerse, el niño tiene su sobrestimación narcisista, que le impide sentir lo que es infantil como inferior. El sentimiento de inferioridad en el neurótico se forma más tarde; se trata de una conclusión complicada sacada de percepciones generales. La duda neurótica no viene de una duda primaria, sino que es la reacción a la percepción de la ambivalencia, tal como el sentimiento de inferioridad es la reacción al sentimiento de inhibiciones interiores. En las neurosis de las mujeres que se quejan de sus maridos pueden distinguirse dos capas: la relación con la madre y la relación con el marido. Si han elegido a su marido según el modelo del padre o del hermano, o incluso de su propia persona, desplazan sobre su marido, una vez que se han enredado con él, los sentimientos que en el origen se dirigían a su madre. Discusión (...) Federn tiende a atribuir el origen de la envidia del pene en las chicas no a un complejo de castración heredado, sino a la identificación (...) Robenstein plantea la pregunta de saber porqué nace la envidia del pene. No representa una envidia sexual para el individuo, sino que tiene su origen, en último término, en la pulsión del yo (...) Weis piensa que la envidia del pene podría ser explicada de la manera siguiente: la idea de que el hermano se parece más al padre precede a la envidia del pene. FREUD subraya que las relaciones del complejo de castración con la neurosis y con la formación reactiva deben todavía ser examinadas. La chica desea el pene, cuando ve a otro ser humano dotado de un órgano potente cuya posesión le parece revestir valor. La envidia sexual tiene sus secuelas más tarde, cuando la chica envidia a la madre sus formas llenas. La envidia sexual es un fenómeno narcisista, en consecuencia, la distinción entre las pulsiones del yo y las pulsiones sexuales no tiene lugar.

DOS MENTIRAS INFANTILES (1913) Sigmund Freud. Obras Completas. Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1973

(…) II Una señora, gravemente enferma hoy a consecuencia de una dura frustración de la vida real, era de niña singularmente trabajadora, juiciosa y amante de la verdad, convirtiéndose luego en mujer de fina sensibilidad y muy cariñosa para con su marido. Pero en una época aún más temprana, en los primeros años de su vida, había sido una criatura terca y descontentadiza, y durante el periodo de su transformación a una bondad y una escrupulosidad exagerada cometió algunas faltas, que luego, en los tiempos de su enfermedad, se reprochaba severamente, considerándolas como signos de una perversión fundamental. Sus recuerdos la acusaban de haberse hecho culpable por entonces de frecuentes mentiras. Una vez, camino del colegio, se vanaglorió una de sus condiscípulas de haber tenido aquel día hielo (Eeis-hielo-helado) en el almuerzo, contestando ella: “En casa lo tenemos todos los días.” En realidad, no comprendía siquiera lo que podía significar tener hielo en el almuerzo, ni conocía el hielo más que en los largos bloques en que es repartido por los coches de la fábrica; pero suponía que las palabras de su compañera aludían a algo muy distinguido, y no quería ser menos.

Teniendo diez años le encargaron en la clase de dibujo que trazara a pulso una circunferencia. Pero ella hizo uso del compás, y de este modo trazó en seguida una curva perfecta, que enseñó, triunfante, a su vecina de clase. El profesor, que la oyó vanagloriarse, examinó el dibujo, y al descubrir en él huellas del compás, la incitó a que confesara su engaño. La niña negó tenazmente, sin dejarse convencer por prueba alguna, y acabó encerrándose en un hosco mutismo. El profesor puso el hecho en conocimiento del padre; pero la buena conducta general de la muchacha los determinó a no dar al suceso consecuencia alguna. Las dos mentiras de la niña procedían del mismo complejo. Siendo la mayor de cinco hermanas, había desarrollado desde muy temprano una adhesión extraordinariamente intensa a su padre, que luego, en años ulteriores, había de hacerla desdichada para toda su vida. Sin embargo, no pudo tardar en descubrir que su amado progenitor no poseía aquella grandeza que tan dispuesta estaba a atribuirle. Tenía que luchar con dificultades económicas y no era tan poderoso ni tan noble como ella había creído. Pero la sujeto no podía aceptar tal disminución de su ideal. Acumulando, según hábito femenino, toda su ambición en la persona del hombre amado, puso toda su alma en apoyar a su padre contra el mundo entero. De este modo mentía vanidosamente ante sus compañeras, para no disminuir a su padre. Cuando, más tarde, aprendió a identificar la palabra Eeis (hielo) con la palabra Glade (helado), quedó abierto el camino por el cual el reproche dependiente de estas reminiscencias pudo convertirse en un temor angustioso a los fragmentos de vidrio (Glace = helado; Glas = vidrio). El padre era un excelente dibujante y había despertado muchas veces el encanto y la admiración de sus hijos con muestras de su talento. Identificándose con él, dibujó la niña en el colegio aquella circunferencia cuya perfección sólo podía lograr por medios engañosos. Fue como si quisiera dar a entender orgullosamente: “Fijaos las cosas que mi padre sabe hacer.” El sentimiento de culpabilidad concomitante a su intensa inclinación hacia su padre halló una expresión en el engaño intentado, cuya confesión resultaba imposible por el mismo motivo del caso anterior, pues hubiera equivalido a la del amor incestuoso. (…)

PSICOANÁLISIS Y TELEPATÍA (1921) Sigmund Freud. Obras Completas Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1973.

(...) II En la ciudad de F. Vive una niña, la mayor de cinco hermanas, sin que haya ningún varón en la familia. Diez años las separan de la menor; en cierta ocasión, siendo ésta todavía un bebé, la deja caer de sus brazos; más tarde insiste en llamarla “su nena”. La hermana que le sigue en edad no podría ser más coetánea, pues ambas nacieron en el mismo año. La madre, mayor que el padre, es una mujer poco amable; el padre no sólo es más joven, sino que también se dedica mucho a las pequeñas, quienes lo admiran por sus habilidades manuales. Desgraciadamente, nada tiene de admirable por lo demás, pues como comerciante fracasado que es, no logra mantener a la familia si no con la ayuda de sus parientes. La hija mayor no tarda en convertirse en confidente de todas las preocupaciones emergentes de su incapacidad económica. Una vez superado el carácter infantil rígido, tozudo y apasionado, se convierte la niña en un verdadero espejo de virtudes, aunándose en ella un elevado sentido moral con una inteligencia estrechamente limitada. Llega a ser maestra normal y es muy respetada por sus colegas. Los tímidos homenajes de un joven pariente que es su maestro de música no le hacen mella; ningún otro hombre ha podido despertar hasta entonces su interés. Cierto día aparece un pariente de la madre, mucho mayor que nuestra joven, pero como ella misma sólo cuenta diecinueve años, aquél es todavía un hombre joven. Es extranjero; vive en Rusia como director de una gran empresa comercial, y ha llegado a adquirir gran fortuna, al punto que

sólo una guerra mundial y la caída del más grande despotismo llegarán a empobrecerlo. Se enamora al punto de su joven y severa prima, y quiere convertirla en su esposa. Los padres no tratan de convencerla, pero ella comprende muy bien sus deseos. Tras todos sus ideales éticos vislumbra el cumplimiento de la fantasía desiderativa de ayudar al padre y salvarlo de la miseria. Calcula que el pretendiente lo apoyará financieramente mientras siga con sus negocios, lo jubilará cuando se retire, proveerá a sus hermanas de dote y ajuar para que puedan casarse a su vez. Así, se enamora de él, se casa al poco tiempo y lo sigue a Rusia. Salvo algunos pequeños sucesos apenas comprensibles, que sólo retrospectivamente adquirirán significado, todo marcha a las mil maravillas en este matrimonio. La joven se convierte en una esposa tierna y amante, sensualmente satisfecha, que encarna a la providencia para su propia familia. Sólo algo le falta: no llega a tener hijos. Cuenta ahora veintisiete años, hace ya ocho que está casada, reside en Alemania, y después de superar todos sus escrúpulos, ha consultado allí a un ginecólogo. Este, con la habitual ligereza del especialista, le promete el éxito siempre que se someta a una pequeña operación. Ella se muestra dispuesta, y la noche anterior a la fecha fijada para efectuarla se lo comunica al marido. Es la hora del crepúsculo; ella se levante para encender la luz, pero el marido le ruega que no lo haga, pues debe decirle algo para lo cual prefiere estar a oscuras. Ha de cancelar la operación, pues la culpa de la infecundidad sería exclusivamente suya. En el curso de un congreso médico, dos años antes, se había enterado de que determinadas enfermedades pueden tornar estéril al hombre, y un examen ulterior habría demostrado que tal era su caso. Después de esta confesión, la mujer renuncia, naturalmente, a la operación; a operarse y sufre un descalabro momentáneo que no logra disimular. Logró sólo enamorarse de su marido como sustituto del padre; ahora se entera de que nunca podrá llegar a ser padre. Tres caminos se le abren, todos inaccesibles por igual: la infidelidad, la renuncia al hijo, la separación del marido. Esto último no lo puede hacer por poderosos motivos prácticos; el segundo camino le queda cerrado por los más fuertes anhelos inconscientes, que es fácil adivinar. Toda su infancia estuvo dominada por el deseo, tres veces frustrado, de tener un hijo con el padre. Así, sólo le queda una salida, precisamente la que torna a esta persona tan interesante para nosotros: cae en grave neurosis. Durante un tiempo se defiende contra distintas tentaciones por medio de una histeria de angustia; pero luego recurre a graves actos obsesivos. En internada, y por fin, después de diez años de enfermedad, llega a mis manos. Su síntoma más llamativo consistía en que al acostarse en la cama debía prender (anstecken) sus sábanas a las mantas con alfileres de gancho; traducía así el secreto del contagio (Ansteckung) del marido, que la había condenado a no tener hijos. En cierta ocasión, cuando contaba cerca de cuarenta años, mi paciente me contó un sucedido de la época de su incipiente depresión, aún antes de haberse desencadenado la neurosis obsesiva. Con el fin de distraerla, su marido la llevó consigo en un viaje de negocios a París. El matrimonio hallábase sentado con un amigo del marido en el vestíbulo del hotel, cuando de pronto advirtióse en éste cierto movimiento y agitación. La mujer preguntó a un empleado por el motivo del alboroto, enterándose de que acababa de llegar Monsieur le Professeur para atender consultas en su gabinete, próximo a la entrada del hotel. Monsieur le Professeur sería un famoso adivino que nunca preguntaba nada, sino que hacía plantar a sus visitantes la mano en una fuente llena de arena, y acto seguido profetizaba el futuro estudiando simplemente la huella de la mano en la arena. La mujer manifestó que también ella también quería hacerse predecir el futuro, pero el marido objetó que todo eso sería absurdo. No obstante, una vez que éste se hubo marchado con su amigo, la esposa quitóse la alianza y entró en el gabinete del adivino. Este observó largamente la impresión de la mano, y le dijo luego lo siguiente: “En el próximo tiempo tendrá que soportar usted graves conflictos, pero todo saldrá bien; usted se casará, y a los treinta y dos años tendrá dos hijos”. Mi paciente narraba esta historia con evidente admiración y sin atinar a comprenderla. Mi observación de que sería lamentable que el término de la profecía ya hubiese vencido ocho años atrás, no le causó la menor impresión. Sólo me quedó el recurso de pensar que la mujer admiraba la confiada osadía de esta predicción, el Kück des Rebben2. Mi memoria, que por lo común es fidedigna, desgraciadamente no me permite decir si la primera parte de la profecía era: “Todo saldrá bien, usted se casará”, o bien en cambio: “Usted será feliz”. Mi atención se concentró exclusivamente en la parte final, que me quedó claramente grabada, con

todos sus notables detalles. En realidad, las primeras palabras acerca de los conflictos que terminarán bien corresponden a esas expresiones indeterminadas que se encuentran en todas las profecías, aún en las que se pueden comprar ya impresas. Tanto más llamativamente se destacan los dos números preciosos de la parte final. Con todo, evidentemente habría tenido sumo interés determinar si el Professeur realmente se refirió a su casamiento. Es cierto que la mujer se había quitado la alianza y que con sus veintisiete años parecía aún tan joven, que fácilmente podía ser tomada por una muchacha; pero, por otro lado, no se requiere excesiva perspicacia para descubrir la huella de un anillo en el dedo. Limitémonos, pues, al problema del pasaje final, en el que se le promete que tendrá dos hijos a la edad de treinta y dos años. Estos detalles parecen totalmente arbitrarios e inexplicables, y ni la persona más crédula se atrevería a derivarlos de una interpretación quiromántica. Habrían tenido evidente justificación de ser confirmados por la realidad; pero éste no fue el caso: la mujer contaba ya cuarenta años y no tenía hijo alguno. ¿Cuál era, pues, el origen y significación de dichos números?. La propia paciente no tenía la menor noción al respecto. Por tanto, lo más simple hubiera sido descartar esta cuestión y el suceso en sí por ocioso y absurdo, considerándolo como una más de las múltiples comunicaciones sin sentido, pretendidamente ocultistas. Con esta solución simplicísima y definitiva todo quedaría resuelto si – casi diría por desgracia – no hubiese sido precisamente el análisis el que pudo ofrecer la explicación de estas dos cifras, y nada menos que una explicación plenamente satisfactoria, al punto de ser casi la única evidente para esta situación. Las dos cifras, en efecto, se adaptan con justeza a la vida de la madre de mi paciente. Aquélla se había casado sólo después de los treinta años; precisamente a los treinta y dos, a diferencia de lo normal en la mayoría de las mujeres, y como si quisiera recuperar su tardanza, tuvo dos hijos en un mismo año. Por tanto, la profecía es susceptible de traducirse fácilmente así: “No te aflijas por tu actual infecundidad; eso no quiere decir nada, pues todavía puede ocurrirte lo mismo que a tu madre, que a tu edad ni siquiera estaba casada y, sin embargo, tuvo dos hijos a los treinta y dos”. La profecía venía a ofrecerle, pues, aquella identificación materna que había sido el secreto de su niñez, formulada por boca de un agorero ignorante de todas estas circunstancias personales y absorto en la impresión de una mano en la arena. Tenemos la libertad de incluir, como premisa de esta realización de deseo totalmente inconsciente, una aspiración más: “La muerte te librará de tu inútil marido, o bien hallarás la fuerza para separarte de él”. El primer expediente estaría más de acuerdo con la índole de la neurosis obsesiva; pero la segunda posibilidad se traduce por los conflictos victoriosamente superados a los cuales alude la profecía. Se advertirá que el papel de la interpretación analítica es en este caso aún más importante que en el anterior, al punto que casi podría decirse que el hecho oculto acaba de ser creado por aquélla. De acuerdo con ello, deberíamos considerar este ejemplo como una prueba casi incontrovertible para la posibilidad de la transferencia de un intenso deseo inconsciente y de los pensamientos y conocimientos que de él dependen. Sólo veo un camino para eludir el carácter imperioso de este caso, y por cierto que me apresuraré a exponerlo. Es posible que en los doce o trece años que mediaron entre la profecía y su narración durante el tratamiento la paciente haya creado una ilusión de la memoria, es decir, que el Professeur sólo le haya formulado algún consuelo general e indeterminado – en lo cual no habría motivo alguno para despertar nuestro asombro – y que ella incluyera paulatinamente las cifras significativas, tomándolas de su inconsciente. En tal caso quedarían eliminadas las circunstancias que nos imponen una conclusión tan trascendente. Estamos dispuestos a identificarnos con el escéptico que sólo admitirá una comunicación de esta especie si es formulada inmediatamente después de la experiencia, y aún así, quizá no sin sentir ciertos escrúpulos. Recuerdo que después de haber sido nombrado profesor tuve una audiencia de agradecimiento con el ministro de Educación. Al retirarme de su despacho me sorprendí tratando de falsear las palabras que habíamos cambiado, y nunca más pude recordar exactamente la conversación que realmente tuvo lugar. Con todo, debo dejar al arbitrio del lector si prefiere aceptar esta explicación. Por mi parte, me es igualmente imposible refutarla como demostrarla. Así, esta segunda observación, aunque mucho más demostrativa que la primera, no se halla tan sustraída como ésta al reparo de la duda.

ALGUNAS NOTAS ADICIONALES A LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS EN SU CONJUNTO (1925) Caso de Psicoanálisis y Telepatía Sigmund Freud. Obras Completas Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1973.

Así, por ejemplo, cierto quiromante dijo a una señora de veintisiete años, pero de apariencia mucho más joven y desprovista de su anillo de matrimonio, que aún se casaría y que a los treinta y dos años tendría dos hijos. La señora tenía cuarenta y tres años cuando, habiendo enfermado gravemente y encontrándose en análisis, me contó este sucedido; aún no había tenido hijos. Conociendo su historia íntima, seguramente ignorada por el professeur que encontró en el vestíbulo de un hotel parisiense, se podía comprender ambas cifras mencionadas en la profecía. La joven había casado después de una fijación paterna extraordinariamente intensa y había anhelado tener hijos para poder colocar a su marido en lugar del padre. Luego de varios años de defraudación y encontrándose ya a las puertas de la neurosis, se procuró el presagio que le prometía... ¡compartir el destino de su madre!. En efecto, ésta había tenido realmente dos hijos a la edad de treinta y dos años. Así fue posible interpretar racionalmente, con ayuda del psicoanálisis, las particularidades de un mensaje aparentemente emanado del exterior. Aceptando tal interpretación empero, la mejor forma de aclarar toda la situación, tan inequívocamente establecida, consistía en aceptar que un fuerte deseo de la paciente – en realidad, el deseo inconsciente más poderoso de su vida afectiva y el motor de su neurosis incipiente – se habría manifestado por transmisión directa al adivino ocupado con ciertas maniobras que distraían su atención.

NUEVAS LECCIONES INTRODUCTORIAS AL PSICOANÁLISIS (1933) Sigmund Freud. Obras Completas Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1973.

La sujeto era la mayor de una serie de hermanas y había profesado siempre a su padre un cariño particularmente intenso; se había casado joven y había encontrado plena satisfacción en el matrimonio. Sólo una cosa empañaba su felicidad: no había logrado hijos y, por tanto, no podía situar por completo a su marido, al que amaba tiernamente, en el lugar de su padre. Cuando después de largos años de decepciones se decidió a someterse a una operación ginecológica, el marido le confesó que la culpa de la falta de progenie era solamente de él, pues una enfermedad anterior a su matrimonio le había incapacitado para la procreación. La sujeto soportó mal esta nueva decepción, contrajo una neurosis y empezó a padecer de miedo a las tentaciones. Para distraerla, su marido la llevó a París. Hallándose un día en el hall del hotel, la mujer se extrañó ante las idas y venidas de la servidumbre. Preguntó que pasaba y le dijeron que Monsieur le professeur acababa de llegar y recibía en consulta en su gabinete contiguo. Entonces expresó su deseo de consultarle también ella. Su marido se opuso, pero la sujeto aprovechó poco después su ausencia y se presentó en la consulta del adivino. Nuestra heroína tenía entonces veintisiete años, representaba mucho menos y se había quitado el anillo de casada. Monsieur le professeur le hizo apoyar la mano en una bandeja llena de ceniza, estudió cuidadosamente la impronta, le habló profusamente de grandes luchas que la esperaban y concluyó con la consoladora afirmación de que aún se casaría y tendría hijos al cumplir los treinta y dos años. Cuando la sujeto me relataba la historia, tenía cuarenta y tres años, estaba seriamente enferma y no podía abrigar la menor esperanza de lograr descendencia. Así, pues, la profecía no se había cumplido; pero la paciente no hablaba de ella con amargura, sino con una inconfundible expresión de contento, como si recordara un acontecimiento gozoso. Se veía fácilmente que no tenía la menor sospecha de lo que podían significar las dos cifras contenidas en la profecía, ni siquiera que esas dos cifras pudieran significar algo. Me diréis que esta historia necia y sin sentido y me preguntaréis para qué os la he contado. También yo compartiría vuestra opinión si no se diera la circunstancia decisiva de que el análisis nos facilita una interpretación de la profecía del adivino que, precisamente por explicar los detalles,

parece irrebatible. En efecto, las dos cifras que la profecía contiene tuvieron significación importantísima en la vida de la madre de nuestra paciente. Dicha señora se casó muy tarde, después de los treinta, y en la familia se había comentado frecuentemente la prisa que se había dado en recuperar el tiempo perdido, ya que sus dos primeros retoños – de los cuales nuestra paciente fue el primero – nacieron con el mínimo intervalo posible dentro del mismo año natural, de modo que al cumplir los treinta y dos tenía ya realmente dos hijos. Lo que Monsier le professeur hubo de decir a la sujeto fue, pues, lo siguiente: “No se apure usted. Todavía es muy joven. Aún puede usted tener el mismo destino que su madre, que tardó mucho en casarse y lograr descendencia, y tener dos hijos a los treinta y dos años". Pero precisamente tener el mismo destino que su madre, ponerse en su lugar, ocupar su puesto al lado del padre, había sido el deseo más vehemente de su juventud, el deseo cuyo incumplimiento empezaba a hacerla enfermar. La profecía le prometía que todavía habría de cumplirse. ¿Cómo no había de serle grata? Pero, creéis posible que Monsieur le professeur conociera las fechas de la historia familiar íntima de su casual cliente?. Desde luego, no. ¿De dónde, entonces, procedían los conocimientos que le capacitaron para expresar el deseo más vehemente y secreto de la paciente incorporando a su profecía las dos cifras citadas? Sólo veo dos explicaciones posibles. O bien las cosas no pasaron verdaderamente tal como me fueron contadas, habiendo sido muy distinto su desarrollo, o bien ha de reconocerse la existencia de una transmisión del pensamiento como fenómeno real. Desde luego, cabe también la hipótesis de que en el intervalo de los dieciséis años transcurridos entre la visita al adivino y el relato que de ella me hizo la paciente, introdujera ésta en la profecía, tomándolas de su inconsciente, las dos cifras de referencia. Carezco de todo punto de apoyo en que sustentar esta sospecha, pero no puedo excluirla, y me figuro que, por vuestra parte, estaréis mas dispuestos a aceptar esta explicación que a creer en la realidad de una transmisión del pensamiento. Pero si os decidís en este último sentido, no olvidéis que ha sido el análisis, lo que ha creado el hecho oculto y lo ha descubierto, estando, como estaba, deformado hasta resultar irreconocible. 1

2

Publicó este caso en dos ocasiones. (N.C.)

“La vista del rabino”, en idish en el original.

ELFRIEDE HIRSCHFELD (FRAU GI) CORRESPONDENCIA SIGMUND FREUD Y CARL G. JUNG. Edición de William Mc Guire y Wolfgang Samerlander Ed. Taurus, Madrid, 1978.

8 de noviembre de 1908 (...) La Sra. C... me ha venido a ver hace catorce días, es un caso obsesivo terriblemente grave, que tan sólo se podrá modificar muy lentamente. El motivo de preferirme a mí que fue Thomsen1 la desaconsejó precisamente venir a visitarme, diciéndole que seguramente contraería una enfermedad peor. Pero esto se ajustaba precisamente a los propósitos de castigo de ella. (...) 29 de noviembre de 1908 (...) La señora C... resulta dura de pelar. Sus motivos son naturalmente fáciles de entender, pero la otra parte de la tarea, hacérselos comprender y admitir, resulta dura. Un ejemplo: desde que durante un viaje estuvo a punto de atropellar a un niño (o bien lo dedujo así a partir de un grito), se siente muy desgraciada cuando viaja en coche, estando constantemente tentada de hacer volver al coche tras cada breve trayecto, para cerciorarse de que no ha sucedido nada y desearía renunciar por completo a viajar en coche. Cuando hay aglomeración siente miedo

de chocar con alguien. Todo ello es muy sencillo: en su fantasía, ella es un hombre que va de un lado a otro y al hacer así genera un hijo (mata)2; los golpes o empujones corresponden también aquí, ella empujaría de firme. El hecho de que ella misma sea el hombre procede de que necesita un hombre así y no le quiere buscar, le sustituye por tanto mediante la identificación. Enfermó precisamente cuando se enteró de que su marido se había tornado estéril a causa de una epididimitis. Y así va todo. ¡El resultado terapéutico es sencillamente para echarse a llorar! ¡Por la noche se pincha con agujas para hacer inviables sus genitales!; imagínese usted lo abordable que es intelectualmente. (...)

CORRESPONDENCIA 1906-1914 SIGMUND FREUD C. JUNG Edité per William Mc Guire, traduit de la llamand et de l´anglais par Ruth Fivaz-Silvermann. Ed. Gallimard, 1992

(...) Mm. C. – est véritablement un gros morceau. Ses choses sont naturallement faciles à percer à jour, mais l´autre partie de la tâche, les lui faire saisir et accepter, cela promet d‘être dur. Un exemple: depuis que lors d´une excursion elle a presque écrasé un enfant (ou conclu cela d´un cri), elle est très malheuresuse quand elle conduit, constamment tentée de faire marche arrière après chaque court trajet, pour se persuader qu´il n‘est rien arrivé, et aimerait abandonner entièrement la conduite. Dans la mêlée, elle a peur de heurter quelqu´un. Tout cela est très simple: dans ses fantasmes elle est un homme, qui va en avant et en arrière, et conçoit (tue)3 par là un enfant; les heurts appartiennent au même contexte: elle pousserait vigoureusement dans ce cas. Qu´elle soit ellemême l´homme, cela provient de ce queé lle a besoin d´un tel homme et ne veut pas le chercher; elle le remplace par une identification. Elle est en effect tombée malade lorsqu´elle a appris que son mari était devenu stérile à la suite d´une épididymite. C´est ainsi que tout marche. C´est simple à crier, mias le succès thérapeutique! Elle se ferme la nuit avec des épingles pour rendre ses organes génitaux inaccessibles; représentez-vouz son accessibilité intellectuelle. (...)

CORRESPONDENCIA SIGMUND FREUD Y CARL G. JUNG. Edición de William Mc Guire y Wolfgang Samerlander Ed. Taurus, MADRID, 1978.

17 de enero de 1909 (...) La C... es sumamente interesante y resulta ya bastante transparente. Espero que pronto tengamos ocasión de ocuparnos de ella un par de horas. (...) 22 de abril de 1910 (...) Por fortuna, la Sra. C. se encuentra aún con su madre, que está mortalmente enferma, pues de lo contrario sería demasiado. (...) 18 de mayo de 1911 (...) Sus noticias sobre la Sra. C. me han interesado mucho. En casos tan tenaces existe, me parece, una terquedad y resistencia increíbles.(...) 17 de diciembre de 1911 (...) La Sra. C., a la que tengo el propósito de pasar a Pfister, ha desaparecido desde hace catorce días, en el tercero se despidió de Pfister. Tiene desde luego razón, pues se encuentra más allá de toda

posibilidad terapéutica, pero está obligada a sacrificarse a la ciencia; cuando vuelva les podré ceder otros pacientes a los jóvenes.

CORRESPONDENCIA DE SIGMUND FREUD Volumen III. Edición de Nicolás Caparrós. Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1997.

a JUNG 28 de diciembre de 1911 (…) Frau C. ha vuelto a visitarme. De nuevo, y a la fuerza, soy tolerante y paciente. La cuestión con Pfister está resuelta; su interpretación no estaba justificada, no podían salir adelante sin esperar mi consejo (…)

CORRESPONDENCIA SIGMUND FREUD Y CARL G. JUNG. Edición de William Mc Guire y Wolfgang Samerlander Ed. Taurus, Madrid, 1978..

31 de diciembre de 1911 (...) La C. me ha referido toda clase de cosas acerca de usted y de Pfister, si es que se puede llamar “referir” a tales insinuaciones, de lo cual deduzco que ustedes dos no han adquirido aún la frialdad necesaria para la consulta, que participan aún demasiado y ponen mucho de personal, a fin de exigir una correspondencia por ello. ¿Es que yo, el honorable y anciano maestro puedo advertir que por lo regular se equivoca uno con esta técnica, que más bien se ha de permanecer impenetrable y en una actitud receptiva? El trabajo sobre Contratransferencia, que me parece necesario, no se debería imprimir, de todos modos, sino que ha de circular entre nosotros en copias. Si existe en ustedes realmente malhumor contra mí, la C no ha de constituir el pretexto para expresarlo. Le ruego por tanto que si ella la exige que me informe usted acerca de aquella conversación de ella, no se deje usted influir o ser encargado de ella, sino que espere tranquilamente mi próxima fechoría para encararse entonces conmigo. (...) 2 de enero de 1912 Querido señor profesor: (...) He esperado ya mucho tiempo hasta que la Sra. C le ha comunicado a usted nuestra delicada circunstancia, tal como habíamos convenido. Hacía ya tiempo que se me estaba indigestando el asunto. No sé en qué términos le habrá hablado ella a usted4. La cuestión ha sido la siguiente: vino a consultarme acerca de su hermana. Luego me planteó la cuestión de la conciencia. Olfateando una trampa, la evité tanto como me fue posible. Pero me pareció como si ella no fuese capaz de volver a Viena. Para facilitarla la cosa la dije cuán desagradable me resultaba verme mezclado en ello. A continuación la hice observar que con arreglo a lo que me decía, me parecía como si esperase de usted un cierto matiz de aceptación que aparecía como un sacrificio personal por parte de usted. La dije también que yo no pretendía en modo alguno que mi punto de vista fuese el correcto, puesto que no conocía el caso, y que si la entendía bien, lo que ella exigía era una cierta simpatía y participación, que quizás usted la negaba por motivos conscientes y bien fundamentados. Tal participación aliviaría, desde luego, de momento, pero que me parecía al menos dudoso, sin embargo, que aportase finalmente éxito. Yo, la dije, no

me comportaba de un modo tan abstracto, con frecuencia a pesar mío, ya que la mayoría de las veces no podía evitar la participación y cuando ésta se había establecido ya, hacía este sacrificio por el paciente, diciéndome que el paciente, como persona, tiene derecho a asumir en cuanto al aprecio y participación personal del médico, el puesto que le corresponde. La dije, además que a mí me parecía así; salvo error, porque mi experiencia no podía equipararse en modo alguno con la de usted. A continuación me resultó terriblemente molesto haberme dejado arrastrar a esta discusión, que habría evitado gustosamente, de no haber sido porque la compasión por su miserable estado me inclinó a ofrecerla algo, aun con el riesgo de ponerla una mosca tras de la oreja. Me consolé pensando que una vez que ella estuviese con usted, volvería muy pronto al puesto que la correspondía. Lo que me importaba, sobre todo, era hacerla retornar a Viena pronto, lo cual, de hecho, se ha logrado. Tal fin puede justificar los medios. (...) 9 de enero de 1912 (...) El “honorable anciano maestro” no ha de temer ningún malhumor por mi parte y mucho menos cuando tiene razón. No estoy en modo alguno de mal humor, ni me quejo de falta de cariño, como Ferenczi. Más bien podría quejarse usted de mí desde este punto de vista. Soy tan sólo algo “rebelde” en cuanto a la cuestión de la contratransferencia y me entrego en este sentido a algunas fantasías especiales, con las cuales experimento. El punto de vista de Pfister en este sentido no es en modo alguno el mío. Estoy completamente convencido de que el paciente ha de ser la parte que sufre y que el médico no tiene por qué “exprimir” nunca nada mediante contratransferencia. (Con arreglo al fundamental principio cristiano: esto hice por ti, ¿qué haces tú por mí?). Me planteo a mí mismo la exigencia de que el propio analista ha de poseer la libertad que el paciente ha de conquistarse, de lo contrario, el médico habrá de “hacerse el muerto” o bien, como usted dice, le volverán también “loco”. Creo que en esto se trata mucho más de una diversidad en cuanto a nuestro modo de vida que de una esencial falta de acuerdo. Por ello, no reclamo en modo alguno, a priori, validez general para mis opiniones, y así, pues, no existe fundamento alguno para cualquier “malhumor”. (...) 10 de enero de 19125 Querido amigo, En primer lugar, me he estado rompiendo la cabeza pensando por qué no recibía ninguna respuesta suya – la Sra. C. no podía desde luego constituir el motivo - , luego, con alegre sorpresa, encontré en un sobre de Engandin la respuesta de usted, durante tanto tiempo esperada y hoy me dice Pfister que si yo no sabía que usted había sido mordido por un perro y había sufrido mucho en consecuencia. (...) Lo que ha escrito usted acerca de las circunstancias de la Sra. C., casi me han dolido. No debe hacerse usted reproche alguno con respecto a mí, sino modificar más bien la técnica en el sentido de una mayor reserva frente a la paciente. Lo que la pobre busca, sobre todo, es un flirt intelectual, con el que olvidar durante cierto tiempo el hecho de estar enferma. Yo acostumbro a advertirla duramente al respecto. (...) 29 de febrero de 1912 (...) No he prestado atención a sus anteriores señales de falta de disposición. Pero esta vez me pareció, finalmente, que la cosa era más seria; su negativa a informarme cómo se encontraba tras haberle mordido un perro y el episodio con C., me dejaron perplejo. Así, pues, me rehice y suprimí rápidamente tal exceso de libido. (...)

CORRESPONDENCIA DE SIGMUND FREUD. Volumen III. Edición de Nicolás Caparrós. Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1997.

a PFISTER 1 de enero de 1913 (...) La actitud de Jung en el caso de nuestra señora H. fue muy equívoca. Pero deliberadamente no hice un casus belli de ningún detalle de la misma. Él hubiera podido evitarse el grave conflicto del que usted escribe, si no se hubiera imaginado que poseía el secreto para curarla cito et jucunda. Creo, más bien, que nunca ha tenido la oportunidad de tratar un caso tan grave y que no tiene idea de las dificultades del mismo. (...)

LA DISPOSICIÓN A LA NEUROSIS OBSESIVA Una aportación al problema de la elección de la neurosis. (1913) Sigmund Freud.Obras Completas, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1973

(...) Durante un largo período de tiempo ha estudiado a una enferma cuya neurosis había seguido una trayectoria desacostumbrada. Comenzó después de un suceso traumático, como una franca histeria de angustia, y conservó este carácter a través de algunos años. Pero un día se transformó de pronto en una neurosis obsesiva de las más graves. Tal caso había de ser muy significativo en más de una aspecto. Por un lado, podía aspirar al valor de un documento bilingüe y mostrar cómo un mismo contenido era expresado por cada una de ambas neurosis en disposición por inhibición del desarrollo, si no queríamos decidirnos a aceptar que una persona podía traer consigo a la vida más de un único punto débil en la evolución de la libido. No creía yo que hubiera motivo alguno para rechazar esta última posibilidad; pero, de todos modos, esperaba con extraordinario interés la solución del caso patológico planteado. Al llegar a ella en el curso del análisis hube de reconocer que el proceso patógeno se apartaba mucho de la trayectoria por mi supuesta. La neurosis obsesiva no era una nueva reacción al mismo trauma que había provocado primera la histeria de angustia, sino a un segundo suceso que había quitado al primero toda su importancia. (Tratábase, pues, de una excepción – discutible aún, de todos modos – de aquel principio, antes expuesto, en el que afirmamos que la elección de neurosis era totalmente independiente de los sucesos vividos por el sujeto). Desgraciadamente, no me es posible exponer – por motivos evidentes – el historial clínico de este caso con todo el detalle que quisiera. Me limitaré, pues, a las indicaciones que siguen. La paciente había sido, hasta su enfermedad, una mujer feliz, casi por completo satisfecha. Abrigaba un ardiente deseo de tener hijos – motivado por la fijación de un deseo infantil - , y enfermó al averiguar que su marido, al que quería mucho, no podía proporcionarle descendencia. La histeria de angustia con la que reaccionó a esta privación correspondía, como la misma paciente aprendió pronto a comprender, a la repulsa de las fantasías de tentación, en las que emergía su deseo de tener un hijo. Hizo todo lo posible por no dejar adivinar a su marido que su enfermedad era una consecuencia de la privación a él imputable. Pero no hemos afirmado sin buenas razones que todo hombre posee en su propio inconsciente un instrumento con el que puede interpretar las manifestaciones de lo inconsciente en los demás; el marido comprendió, sin necesidad de confesión ni explicación algunas, lo que significaba la angustia de su mujer; sufrió, sin demostrarlo tampoco, una gran pesadumbre, y reaccionó, a su vez, en forma neurótica, fallándole por primera vez en su matrimonio la potencia genital al intentar el coito. Inmediatamente emprendió un viaje. La mujer

creyó que el marido había contraído una impotencia duradera, y la víspera de su retorno produjo los primeros síntomas obsesivos. El contenido de su neurosis consistía en una penosa obsesión de limpieza y en enérgicas medidas preventivas contra los daños con que su propia imaginaria maldad amenazaba a los demás, o sea en productos de una reacción contra impulsos erótico – anales y sádicos. Estas fueron las formas en que hubo de manifestarse su necesidad sexual al quedar totalmente desvalorizada su vida genital por la impotencia del marido, único hombre posible para ella. A este punto se enlaza nuestro pequeño avance teórico, que sólo en apariencia se basa sobre esta única observación, pues en realidad reúne una gran cantidad de impresiones anteriores, de las cuales sólo después de esta última pudo deducirse un conocimiento. Resulta, pues, que nuestro esquema del desarrollo de la función libidinosa precisa de una nueva interpolación. Al principio distinguimos tan sólo la fase del autoerotismo, en la cual cada uno de los instintos parciales busca, independientemente de los demás, su satisfacción en el propio cuerpo del sujeto, y luego, la síntesis de todos los instintos parciales, para la elección de objeto, bajo la primacía de los genitales y en servicio de la reproducción. El análisis de las parafrenias nos obligó, como es sabido, a interpolar entre aquellos elementos un estadio de narcisismo, en el cual ha sido ya efectuada la elección de objeto, pero el objeto coincide todavía con el propio yo. Ahora vemos la necesidad de aceptar, aun antes de la estructuración definitiva, un nuevo estadio, en el cual los instintos parciales aparecen ya reunidos para la elección de objeto; y éste es distinto de la propia persona; pero la primacía de las zonas genitales no se halla aún establecida. Los instintos parciales que dominan esta organización pregenital de la vida sexual son más bien los erótico – anales y los sádicos. Sé muy bien que toda afirmación de este orden despierta en un principio desconfianza y extrañeza. Sólo después de descubrir sus relaciones con nuestros conocimientos anteriores, llegamos a familiarizarnos con ella y muchas veces acaba por no aparecernos sino una insignificante innovación, sospechada desde muy atrás. Iniciaremos, pues, con igual esperanza, la discusión de la “organización sexual pregenital”. El importantísimo papel que los impulsos de odio y erotismo anal desempeñan en la sintomatología de la neurosis obsesiva ha sido observado ya por muchos investigadores, habiendo sido objeto últimamente de un penetrante estudio por parte de E. Jones, 1913. Así resulta también de nuestra afirmación en cuanto tales instintos parciales son lo que han vuelto a arrogarse en la neurosis la representación de los instintos genitales, a los que precedieron en la evolución. En este punto viene a insertarse una parte del historial patológico de nuestro caso, a la que aún no nos hemos referido. La vida sexual de la paciente comenzó en la más tierna edad infantil con fantasías sádicas de flagelación. Después de la represión de estas fantasías se inició un período de latencia que se prolongó más de lo corriente y en el cual alcanzó la muchacha un alto desarrollo moral, sin que despertase en ella la sensibilidad sexual femenina. Con su temprano matrimonio se inició para ella un período de actividad sexual normal, felizmente prolongado a través de una serie de años, hasta que la primera gran privación (el conocimiento de que su marido no podría darle hijos) trajo consigo la neurosis histérica. La subsiguiente desvalorización de su vida genital provocó la regresión de su vida sexual a la fase infantil del sadismo. No es difícil determinar el carácter en que este caso de neurosis obsesiva se diferencia de aquellos otros, mucho más frecuentes, que comienzan en años más tempranos y transcurren luego en forma crónica, con exacerbaciones más o menos visibles. En estos otros casos, una vez establecida la organización sexual que contiene la disposición a la neurosis obsesiva, no es ya superada jamás; en nuestro caso ha sido restituida por la fase evolutiva superior y la vuelta a activar, por regresión, desde esta última.(...)

CORRESPONDENCIA DE SIGMUND FREUD Volumen IV, Edición de Nicolás Caparrós Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1997.

a BINSWANGER 24 de abril de 1915 (...) Respondo a su carta a vuelta de correo6. De buen grado le ilustraré sobre Frau Gi. Pero, ¿en qué sentido?. Hay que decir mucho a propósito de esa paciente. Es una neurosis obsesiva de la especie más grave, casi analizada hasta el fondo y se vuelve incurable; ha resistido a todos los esfuerzos gracias a condiciones reales particularmente desfavorables; ella pretende depender aún de mí; en realidad, me huyó después que yo le puede decir la última palabra del secreto de la enfermedad (se agitaba con impulsos de venganza y de muerte contra el marido). Analíticamente, inutilizable por quién sabe qué. Se aferra a la cabeza de Pfister. Tiene necesidad de relacionarse con personas que me son afectas. Ha tomado partido en el diferendo de Zurich en el que era una de las protagonistas hacia la que Jung se condujo de forma incorrecta. Es probable que sea usted quien reemplace a Pfister. Carácter como el de ella hay pocos; personalidad amable, de una distinción refinada, lleno de atenciones en exceso. (Ella parece haber cambiado mucho en el curso del año durante el cual casi no la he visto). Sus exigencias en cuanto a servicio y a lo que a la institución concierne, son muy complicadas y creo que ni la guerra las ha atenuado. Ha sido durante años el personaje principal de la clínica Nassau 7 (Poestgen – Muthmann); su tendencia al cambio se precisa cada vez más (Muthmann – Pfister – Binswanger) en la serie juvenil ahora su afección descansa en la serie paterna (Poestgen – Freud)8. Aspira a la integración en una familia. Ignora los recientes acontecimientos, parece haber cambiado mucho en el curso de este año en que apenas la ha visto. El marido es la piedra de toque, muy paciente y tierno con ella. Ahora parece enfermo ¿sospecha de sífilis o arterioesclerosis? Ella espera, naturalmente, su fin, pero no lo confesará jamás. De todas formas véala. No sé qué espera de usted, pero no veo la razón de por qué no aceptarla. En mis trabajos ha sido importante: La predisposición a la neurosis obsesiva. Es también una chica que quiere ayudar a su padre como Juana de Arco. En suma, no se terminará de hablar de ella. (...) a BINSWANGER 7 de mayo de 1916 Con cordiales agradecimientos a los amigos del lago Constanza9. a BINSWANGER 3 de noviembre de 1921 (...) Se encuentra ahora en su bello establecimiento – además de la que fue mi antigua paciente Gi. (...) a BINSWANGER 24 de noviembre de 1921 (...) Se podía prever que Frau Gi. no llegaría a andar por su “propia energía”. (...)

a PFISTER 6 de abril de 1922 (...) Es difícil avanzar en el asunto de H. Sucede con frecuencia que personas brillantes y sensatas tengan que torturarse mutuamente, porque no pueden expresar plenamente su afecto de otra forma. No hay que tomarlo demasiado trágicamente. (...) a BINSWANGER 27 de abril de 1922 Querido doctor: Para expresar mi opinión sobre el caso de la señora G. solamente por la unión del análisis y la prohibición (constreñimiento contrariante) por lo que se podría, acaso, llegar aún a alguna cosa con ella. Lamento mucho que en el época, no dispusiera más que de la primera mitad; lo segundo no puede, sin duda, ser aplicado más en un establecimiento10. (...) Con mis saludos cordiales a usted, a su esposa, a la tropa infantil, así como a la señora G. a BINSWANGER 8 de mayo de 1922 (…) Por la presente agradezco al grupo de Kreuzlingen11 el telegrama por si sesenta y seis aniversario, que se expanda y prospere, que sus miembros femeninos se distingan por rápidas mejorías. (...) La misiva para Frau Gi parece ser esta: Saludos cordiales del lago de Ginebra y los mejores deseos para la esponja y el jabón. ¿Toma el aire? Mi esposa la saluda. Cordialmente su doctor y maestro nadador. a PFISTER 25 de julio de 1922 (...) Seguramente encontraré un rato para hablar con usted y Binswanger sobre la pobre señora H. Pero ¿servirá de algo? La pobre perdió su proceso vital, creo que en todas las instancias. Hice oportunamente esfuerzos extraordinarios por modificar la sentencia. (...)

INHIBICION SINTOMA Y ANGUSTIA (1925) Sigmund Freud. Obras Completas Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1973

(…) La neurosis obsesiva es quizá el tema más interesante y agradecido de la investigación analítica; pero el problema que plantea no ha sido aún resuelto. Si queremos penetrar más hondamente en su esencia, ha de ser apoyándonos en hipótesis y conjeturas faltas de fundamento suficiente. La situación inicial de la neurosis obsesiva no es quizá sino la misma de la histeria, o sea, la necesaria defensa contra las exigencias libinosas del complejo de Edipo. Además, en toda neurosis obsesiva parece existir un último estrato compuesto por síntomas histéricos muy tempranamente formados. Pero la estructura ulterior de la enfermedad queda modificada decisivamente por un factor constitucional. La organización genital de la libido resulta ser débil y muy poco resistente; así, cuando el yo inicia su defensa, alcanza, como primer resultado, la regresión total o parcial de la

organización genital (de la fase fálica) a la fase sádico-anal, más temprana, regresión que determina todo el curso ulterior del proceso. Cabe también suponer que la regresión no es consecuencia de un factor constitucional, sino de un factor temporal, y en este caso no se debería a una debilidad de la organización genital de la libido, sino al hecho de haber iniciado el yo su resistencia muy tempranamente; esto es, en pleno desarrollo de la fase sádica. Pero tampoco sobre esta cuestión podemos sentar una afirmación definitiva. Sin embargo, haremos constar que la observación analítica no se muestra nada favorable a la última de las hipótesis expuestas. Por el contrario, parece demostrar que en el punto en que el proceso patológico se orienta hacia la neurosis obsesiva ha sido alcanzada ya la fase fálica. Además, la edad propicia para la explosión de esta neurosis es posterior a la correspondiente a la histeria (el segundo periodo de la infancia, terminado ya el periodo de lactancia). Por último, en un caso de una paciente con un desarrollo muy tardío de neurosis obsesiva, nos ha sido posible comprobar que la condición necesaria de la regresión y de la génesis de la enfermedad se debía a una experiencia real de la vida genital, hasta entonces intacta, por la cual esta última queda desvalorizada. La explicación metapsicológica de la regresión está, a nuestro juicio, en una “defusión de los instintos”, en la separación de los componentes eróticos, que al principio de la fase genital, se habían agregado a la carga psíquica destructora de la fase sádica. (…) Probablemente Robert Thomsem (1858-1914), director psiquiátrico del sanatorio privado de Hertz en Bonn. 1

2

Original: el vocablo “mata” = está subrayado con puntos.

3

Dans l´original: “umbringt” souligné par des points.

4

En el original: “Sie”=Vd., corregido por “sie”=ella.

5

Fechada equivocadamente como del año 1913

Responde a las preguntas que le hace Binswanger sobre una antigua paciente que había analizado durante cuatro años y ahora deseaba volver – Freud habla de ella en “Predisposición a la Neurosis Obsesiva” (N.C) 6

Clínica que había sido fundada en 1856 por el Dr. Emil Haupt, se dedicaba a la hidroterapia. Fue dirigida por Eugen Poesgen, uno de sus ayudantes y director en aquel tiempo fue Arthur Mothmann. 7

La lista no acaba aquí ya que fue atendida por Jung y Pierre Janet, así como ocasionalmente por Bleuler. 8

9

Quizás la Paciente Gi. Se cuenta entre los que le felicitan por su sesenta aniversario.

10

Binswanger decía que, en este sentido, Freud era más flexible que muchos de sus discípulos.

11

Freud dirige esta tarjeta a Binswanger y a su común paciente Frau Gi.

LOE KANN CORRESPONDENCIA SIGMUND FREUD Y CARL G. JUNG. Edición de William Mc Guire y Wolfgang Samerlander Ed. Taurus, Madrid, 1978.

de JUNG a FREUD 19 de abril de 1911 (...) Brill y Jones no pueden ponerse de acuerdo; según las cartas de Jones, Brill parece ser que ofrece resistencias. Probablemente luchan ambos entre sí por el predominio. Creo que un gran éxito le iría bien a Jones. Pero es él mismo el que se obstaculiza siempre demasiado el camino, su matrimonio fue ya algo completamente absurdo1. (...)

CORRESPONDENCIA DE SIGMUND FREUD. Volumen III. Edición de Nicolás Caparrós Ed..Biblioteca Nueva, Madrid, 1997.

a FERENCZI 23 de junio de 1912 (...) Jones me ha traído a su mujer2 para que la haga un tratamiento preliminar, al fin obtuvo su consentimiento, se quedará aquí con ella durante las tres semanas. Se trata de una judía de inteligencia clara, muy neurótica, cuya historia es fácil leer. Será una satisfacción para mí poder gastar con ella una buena porción de libido. (...) a BINSWANGER 4 de julio de 1912 (...) Jones está aquí. Preparo desde hace semanas a su esposa, muy inteligente y muy enferma, para un tratamiento analítico posterior. (...) a JONES 8 de noviembre de 1912 (...) En lo que respecta a su mujer estamos en una buena época. Hemos bajado la morfina a la mitad (3+3). Sé que se esfuerza ante mí de manera que la veo mejor de lo que usted la encontrará. De todas formas estoy seguro de no haberme equivocado. El análisis progresa de forma satisfactoria; puedo diseñar las líneas generales de su interesante vida y hacerle entender algunos de sus puntos clave. La represión es completa y no plantea dificultades para hacerle entender su significado, me ayudan todas sus grandes cualidades y la libertad de su pensamiento. La única dificultad estriba, en mi opinión, en que no opone resistencia y se asienta de manera confortable. Cuando anteayer (6/7 de la noche) hizo su aparición un acceso de dolor con los concomitantes pensamientos tristes, pensé que era un progreso y penetrábamos en una fase del tratamiento más promisoria. Sin embargo, existe un inconveniente para la gloria. No esperaba el ataque. No puedo negar la posibilidad de que fuese orgánico, únicamente exagerado por la neurosis. En tal circunstancia; he de adaptar mi promesa a las vicisitudes del caso. Me dijo que Lina había encontrado sangre en la orina,

hubiera deseado examinarla. Desgraciadamente ¿o será un buen signo?, había desaparecido y he de esperar otra oportunidad para hacer el pronóstico y la diagnosis. Se sentía muy frustrada ya que sus expectativas era un sí o un no, no se ajusta bien con las necesidades de la vida y el agradecimiento por una mejoría cuando la restitución resulta imposible. Pero espero confiadamente un persuadirla de que la tarea del tratamiento no se ve afectada por una necesidad orgánica hacia el dolor, que tanto se puede conseguir en un caso como en otro y que el resultado será espléndido. (...) a JONES 14 de noviembre de 1912 Querido Jones, De nuevo una carta corta – tengo demasiados asuntos – ya que estará ansioso por su esposa. No lo precisa, estoy totalmente seguro de que fue un ataque histérico, vino de pronto y terminó cuando acabó de escribir la última y famosa carta a usted. Desde entonces se encuentra espléndida y encantadora. La carta contenía, estoy seguro, todo lo que hubiera querido decirme sin haberlo logrado aún. Se comportará mejor la próxima vez y extraeremos mejor beneficio de un ataque del que obtuvimos de la primera prueba. Conseguí orina ayer y sólo contenía una ligera traza de albúmina (pus). (...) a JONES 15 de noviembre de 1912 Querido Jones, Debo contestar pronto a su carta y lo hago con gusto. Toda casa como esperaba. El ataque de su esposa representa exactamente el reverso de su ternura, recordará que se recuperó por completo tras aquella carta de “abreacción”. En lo que se refiere a los contenidos de aquellas quejas lo más vistoso y el punto menos justificado, es no creerla y desconfiar de sus afirmaciones. Mis dudas se expresan diciéndole si sus dolores son del riñón o del alma. Pero ha de tomar en cuenta que ayer confesó que era muy mentirosa cuando niña. Estoy seguro de que el beneficio del primer ataque habría sido mayor si hubiera podido descartar la explicación orgánica con tanta decisión como lo hice la siguiente vez. Así que todo va bien y su resistencia puede ser dirigida al servicio del tratamiento, que es el mayor objetivo de nuestra técnica. (...) a JONES 8 de diciembre de 1912 (...) Ahora el primer asunto. Su esposa está espléndida, sin rastros del dolor renal desde el primer ataque y no hay duda de que aquél estuvo fabricado con signos somáticos (no sangre). La morfina baja a 2+2 (un tercio) estoy incluso más contento porque no está tan maníaca, se muestra tranquila e incluso se detiene en retazos de trabajo analítico sin interés. De manera que la oportunidad parece buena y el cambio puede durar, pero para estar seguros habremos de ver el punto principal: si se puede superar la anestesia sexual. (...) a JONES 26 de diciembre de 1912 (...) En lo que respecta a su esposa me satisface proporcionarle información completa antes de que venga, aunque puede que la encuentre en otro estado distinto al de las últimas semanas. Tengo la impresión de que no se da cuenta cabalmente de lo bien que está. No han sucedido otros ataques “renales” desde aquel que terminó en esa dramática manera que relaté en esa larga carta. La contrapartida de aquello se mostró cuando no fue capaz de escribirle durante casi tres semanas, hasta que consiguió manejar la carta perdida para asegurarse de algún error inconsciente en la dirección o algo así. Hemos bajado hasta casi ¼ de morfina sin sacrificios, sin embargo hay que estar preparados para cuando se retire la última dosis. No aceleraré el ritmo, cuanto más

aguardemos más vinculada estará y no quiero estropearle la semana que pasará con ella y con nosotros. No hay duda de que se le ha hecho mucho bien, la mayor parte será duradero. Es imposible aventurar hasta dónde podremos llegar, dependerá de su resistencia contra las relaciones sexuales normales, lugar en que espero una férrea resistencia. Quizás este ansiosa por tener relaciones sexuales y se quede frustrada al no ver superada su anestesia, como será el caso. El resto de morfina se lo reservo para su consuelo. Está disfrutando mucho de su estancia en Viena. No la puedo acoger en mi familia en ciertos momentos, el martes por la noche debido a los complejos necesitó satisfacción con los trabajos A., prefiere elevarse que sumergirse en las profundidades, pero parece valerse por sí misma, es de naturaleza independiente y por lo general sólo necesita un empujón. (...) a JONES 1 de enero de 1913 Querido Jones, Sólo una línea para desearle un feliz año nuevo y algunas observaciones sobre su esposa hasta que nos encontremos de nuevo. Continúa bien. Lina tuvo un segundo acceso de dolores, la está atendiendo. El más bello caso de “Übertragung” [transferencia] que jamás he visto. La muchacha atrae sobre sí los cálculos renales. La morfina ha bajado a 1/5. Su dificultad para escribir cartas está, quizás, relacionada con la resistencia al tratamiento pero también a su secreta aversión contra usted (el reverso de aquella gloriosa medalla del amor) que el tratamiento sacará a la luz tan pronto haya terminado con la morfina. (...) a JONES 17 de noviembre de 1913 (...) Ahora Loe. No debería esperar que la reservase dos horas, tengo muy poco tiempo y sabía que no vendría, no escribe. De cualquier forma las tendrá cuando se interese y exista un hueco, que probablemente venga pronto. Si no quiere no la presionaré. Le espera, en cualquier caso, una reproducción del tótem de Roma. (...) a JONES 4 de diciembre de 1913 (...) Algo que desea le llegará en los próximos días aunque habría preferido otra cosa. He visto a Loe. Estaba más amable en persona que a distancia. No la encontré inaccesible a la razón y la reflexión y le di dos horas a la semana para ayudarle a clarificar la oscuridad de los sucesos de Londres y para librarla de nuevo de la morfina. Sé que la anterior dulzura de nuestras relaciones se va a borrar, no estoy seguro que “el nuevo curso” la ayude. (...) a JONES 14 de diciembre de 1913 (...) Ya he visto a Loe y la encuentro en un estado deplorable, lo que me entristece. Está casi inaccesible, no sabe sacar beneficio de sus dolores y no entiende qué es lo que queremos de ella. Me inclino fuertemente a la opinión de que no se casará con Herbert Jones, sino que caerá enferma antes y no se liberará de la morfina. Es una pena que sea tan patológica y tan refractaria a la ayuda. Sin embargo, no lo doy todo por perdido. (...)

THE COMPLETE CORRESPONDANCE OF SIGMUND FREUD AND ERNEST JONES 19081939 Edited by R. Andrew Paskauskas The Belknap Press of Harvard University Press Cambridge, Massachusetts London, England, 1993

de JONES a FREUD 18 de agosto de 1913 Querido Profesor Freud, Le agradezco profundamente sus observaciones y ánimos. Respecto a Leo, me alegra decir que últimamente está mejor. Cuando estuve en Gales la semana pasada y ella estaba sola tuvo un ataque al riñón y tomó morfina. Sólo sintió dolor una vez. Tiene algo de dolor físico en el pie, debido a la presión de la bota sobre una vena, pero por lo demás físicamente está bien. Herbert, que está con ella tres veces al día, está más desesperadamente enamorado de ella que nunca, y no tiene ninguna duda sobre sus [de él] intenciones. Ella se tortura altruísticamente con "arruinar una vida joven" preocupada por su edad y su salud, y esto parece ser su único conflicto mental. De todos modos se lo pasa bien con él. Yo tomo la actitud benevolente de bendecir dos felices, jóvenes, amantes, que han sufrido tanto, deberían ahora sacar algo positivo de la vida. Supongo que les irá bien, porque ella puede hacer cualquier cosa cuando ama. Al mismo tiempo, me alegra pensar que nos estamos separando, ya que, a pesar de su magnífico carácter y muchos encantos, tiene una personalidad devoradora y absorbente, con lo que la vida con ella es, puestos en lo mejor, un desempeño enérgico, y puestos en lo peor, para quien ella no ame, una dolorosa experiencia desagradable y tormentosa. Espero arreglarlo para alquilar un piso en los próximos días, y probablemente estaré totalmente instalado a finales de septiembre. Loe se ha ofrecido generosamente a pagar mis gastos los primeros tres años, hasta que esté en suelo seguro, pero probablemente no será necesario (...) 17 de diciembre de 1913 Querido Profesor Freud, Estoy apenado por sus malas noticias sobre Loe aunque naturalmente me muestra su peor parte, siempre temí que Ud. tenía demasiadas esperanzas, y estoy muy preocupado por su futuro. Puede ser una criatura tan maravillosa a veces, que es terriblemente triste. Sin embargo, no envidio a Herbert Jones si se casa con ella. Iba a quedarme en el Regina pero la pasada noche recibí un telegrama de Loe, en el que me decía que había reservado una habitación en la pensión, así que estaré allí el domingo por la mañana. Tengo muchas ganas de esta visita. Suyo siempre sinceramente. Jones.

CORRESPONDENCIA DE SIGMUND FREUD. Volumen III, Edición de Nicolás Caparrós Ed.. Biblioteca Nueva, Madrid, 1997.

a JONES 3 de enero de 1914 (...) Loe ha llegado y empezará un tratamiento diario si es que no se interrumpe por la llegada de Herbert. No hace progresos en la lucha contra la morfina. (...)

a JONES 16 de enero de 1914 (...) Siento tener que decir que Loe está vacilando y luchando de nuevo, muy irrazonable, aunque en buena condición física. El nuevo suceso que espero es la llegada de H. Jones el 21 de enero. (...) a JONES 8 de febrero de 1914 (...) Noticias de Loe. Se ha hecho más razonable y accesible al A. desde la llegada de Davy. Puede estar ya convenida la boda. Al mismo tiempo el problema de su caso se ha aclarado. Kaufmann encontró en su orina una gran cantidad de pus y diagnosticó pielitis izquierda. A veces tiene fiebre. Así se convierte en un caso mixto, consolada por la enfermedad orgánica no niega ahora la histeria añadida. Como está en una mala fase, no hace progreso en el abandono de la morfina. Se irá a París con él durante dos semanas a encontrarse con su hermano menor de Chicago. Cuando vuelva comenzará el tratamiento renal, si ello es posible. Como caso nervioso es muy interesante y se explica sobre todo a partir de su relación con la madre. (...) a JONES 21 de febrero de 1914 (...) Loe le ha escrito desde nuestra última carta, de manera que nada tengo que comunicarle de nuevo, pero pronto le diré algo cuando la examine el urólogo. La conducta de la joven pareja es muy agradable. Creo que el comportamiento del riñón será decisivo para las decisiones futuras. Se verá la próxima semana3. (...) a JONES 19 de marzo de 1914 (...) En lo que respecta a Loe estamos en excelentes términos, comienzo a entender más de su historia, lo que resulta interesante. Me confieso un gran admirador de su fortaleza mental y de su energía, parte de la cual aún está dirigida a metas irracionales. Es, como sabe, un caso mixto. Herbert Jones se porta muy bien, el destino ha extraído algo bueno de él. (...) a JONES 25 de marzo de 1914 (...) Su carta llegó a salvo el día siguiente de haber enviado la mía. La misma mañana pude leer su inteligente respuesta a la proposición de Abraham y por la tarde supe de las particularidades de su enfermedad de un relato de Lina a Loe. Me alegra mucho que se haya recuperado tan pronto y que no haya sido sin la ayuda de los amigos. Prométame no hacerlo de nuevo. Su última carta me probó que estaba equivocado en creer que le había informado de los resultados del examen de Loe. Como supongo que nada le interesará más, debo comenzar esta carta (que intento sea más larga de lo usual, ya que me duele la cabeza, tengo indigestión, etc.) informándole de lo que he omitido. El examen mostró un cierto grado de pielitis (no importante) en ambos lados, una inesperada cistitis (sin síntomas), buen funcionamiento del riñón (doloroso) izquierdo, mal funcionamiento del derecho, lo que no proporciona explicación del dolor constante izquierdo (¿torsión, tejido cicatricial o histeria?). No tengo claro el estado del uréter izquierdo, que se supone está dilatado y en condiciones de albergar concreciones. La imagen Roentgen muestra un material negro en un punto [punto basto4] que se corresponde con la presumible parte del uréter, aunque ciertamente no se puede dilucidar nada en la fotografía. No está bien desde el examen, mi impresión es que se sume en la neurosis, lo que puede ser de provecho para posponer la boda.

Ahora muestra un interés teórico en el A. lo que la permite analizar mejor, aunque firmemente convencida (lo que significa resuelta) a que eso no cambie nada. Sé, aunque ella no, que intentaba dar a su padre un hijo [...5] acumulando para este fin los alimentos en el canal alimenticio, y desplegó una gran rabia hacia la madre que hizo su desgracia destruyendo aquel niño en formación mediante enemas diarios. La revulsión vino tras tomar marido (le conoce) que cumplía dos importante condiciones paternas (“ayudar al padre” era una, “mostrar el pene al niño” era otra), se cambió en su madre y desde entonces y ella y la madre combaten dentro. (...) a JONES 19 de abril de 1914 Querido Jones, Gracias por su carta. Le creo ansioso por saber noticias de Loe. Progresa y disminuye la morfina. Lo que ha construido acerca de su odio a usted es verdad pero no toda la verdad. Le comunicaré lo esencial del caso cuando el tratamiento esté terminado. Espero que se dé cuenta de que a pesar de ese “odio” no tiene amiga más sincera que ella, se conduce siempre muy bien en asuntos reales, por lo tanto debo sospechar que el origen de la aversión hacia usted es el mismo que el de su apego. La familia de Jones se está comportando de una forma descortés y burda contra ella. Se ha hablado demasiado de accidentes íntimos de su vida común, será mejor de aquí en adelante mostrarse menos franco con los extraños. (...) a JONES 2 de junio de 1914 Querido Jones, Vine ayer por la noche de Budapest donde nosotros Rank, yo y Ferenczi como intérprete, hemos ayudado a Loe a convertirse en Mrs. Herbert Jones. Estoy seguro de que será duro para usted y también lo es para mí cuando recuerdo la serie de acontecimientos desde aquella noche de la cafetería de Weimar cuando me ofreció su tratamiento hasta el momento en que asistí a la boda con otro. Es una extraordinaria cadena de cambios entre personas y sentimientos y lo que me parece más extraordinario es que nuestras relaciones no se hayan deteriorado y que incluso me haya llegado a gustar el otro. En lo que a ella respecta, aprecio totalmente aquella descripción que me hizo. Es encantadora, una joya como la llamó en aquella noble carta y también extraordinariamente anormal para la felicidad. Debe ser juzgada por sí misma, medida con un rasero que sólo a ella pertenece. Herbert Jones, aunque joven en apariencia, es un hombre cuajado y creo que disfrutarán de tanta felicidad como a ella le permita su venidera salud. La pareja pasará unos días en Semmering y luego volverán a Viena, para quedarse hasta que yo parta. No tengo esperanzas de que se libere de la morfina por entonces, pero creo que es más sensato no pedirle lo que no puede dar y deseo no perder mi interés hacia ella. Tómelo todo en conjunto, es capaz de desarmar las críticas y es posible hacerse amigo de ella. (...) a JONES 7 de julio de 1914 (...) En lo que a Loe respecta ha fracasado la campaña de la morfina, en la prueba para superarla se desempeñó con tal misterio que fue imposible seguirla en el corto tiempo que estuvo con nosotros. Ha empezado demasiado tarde, se proporciona conscientemente mucho sufrimiento, pero la resistencia interna es aún demasiado grande. En lo que concierne al éxito de los últimos años es fácil comprender que lo consiguió por no estar ansiosa. Ahora lo estaba y tengo que saber la índole de sus dificultades. No creo – que yo sepa- que nos haya engañado más que una vez durante el tratamiento y pienso que todavía es más fiable que su acusador. Creo que en lo sucesivo recurrirá a dosis más pequeñas. La incertidumbre acerca de la naturaleza de sus trastornos es un gran obstáculo

para un tratamiento consecuente. Tras estudiar sus últimas reacciones me inclino debidamente a pensar que la mayor parte de ellas eran histéricas. (...) a JONES 10 de julio de 1914 (...) Me despediré mañana de Loe. Se recuperó al instante al tomar más morfina y no veo la forma de suprimírsela por el momento. No cree aún en el A. pero es encantadora con todos sus defectos que quedan compensados por sus excelentes cualidades. Hay luz en la sombra. (...)

CONNAISSANCE DE L’INCONSCIENT. SIGMUND FREUD Correspondance 1873-1939 Nouvelle Edition Augmentée Ed. Gallimard, París, 1979.

a HERBERT Y LOE JONES año 1914.Carta sin fecha6 Mis queridos amigos, Todavía no he tenido la ocasión, en estos tiempos infelices y durante esta guerra que nos empobrece tanto espiritualmente como materialmente, de agradecerles la manera tan cortés como oportuna en que me han devuelto a mi hija pequeña7 y de la gran amistad que con ello han demostrado. Mi hija está bien, pero sospecho que tiene a veces nostalgia del país de nuestros enemigos. He sabido con gran placer, por la vía que pueden sospechar, que todo va bien en su casa y que están a punto de cambiarse a una nueva casa que querría bendecir con los más calurosos votos de felicidad para ustedes dos. Hasta pronto, ¡sólo Dios sabe cuando!

CORRESPONDENCIA DE SIGMUND FREUD. Volumen III, Edición de Nicolás Caparrós Ed.Biblioteca Nueva, Madrid, 1979.

a LOE KANN ¿1-I-1917? Sabemos de esta carta por una mención de Anna Freud del 6-III-1917 a Jones. a JONES 10 de noviembre de 19188 (...) Me gustaría saber cómo están Loe y Herbert, pero tal vez no esté ya en contacto con ellos. (...) a LOE KAN Junio 1919 Ver a Jones 19-VI-1919

CORRESPONDENCIA FREUD Y KARL ABRAHAM. Traducción de ramón Alcalde. Gedisa, Barcelona, 1979.

(...) Después del Congreso, o me quedaré en La Haya para encontrarme con una amiga londinense (Loe Jones, ahora la señora de Herbert Jones)(...)

FREE ASSOCIATIONS MEMOIRS OF A PSYCHOANALIST ERNEST JONES Basic books, inc., publishers, New York, 1959

(...) Lo más serio de todo era el estado de salud de Loe. Además del empeoramiento de una condición física peligrosa, su neuritis también había empeorado, y desde la partida de mi hermana apenas había abandonado la cama. Ambas situaciones necesitaban tratamiento que no se podía obtener en América. Así que en 1912 ella decidió ir a Viena y ponerse a sí misma en manos del Profesor Freud. Debo añadir que como resultado del tratamiento decidimos separarnos, tras lo cual los dos nos casamos felizmente. En junio de ese año transportamos nuestras pertenencias, incluyendo mi gran biblioteca, una vez más al otro lado del Atlántico. Mi intención en ese momento era pasar parte de cada año en Inglaterra y parte en Canadá, ya que podía terminar el trabajo de la universidad en cuatro o cinco meses. Pero esto resultó imposible en la práctica y un año después, tras un regreso más a Toronto, renuncié a mi plaza allí. Nos instalamos en un pequeño piso en Viena, dónde me quedé unas semanas (...) A la vuelta de sus vacaciones en septiembre de 1912, Freud expresó la opinión de que era mejor que no me quedara en Viena durante el análisis de Loe(...) En Free Associations (págs. 139-197) habla francamente Jones de sus relaciones con “Loe” (Kann), 1905-1912; aún cuando no estaba casada con él, Loe adoptó el nombre de Jones; en sus cartas a Putnan, Jones la llama siempre “mi mujer” (Putmann and Psychoanalysis, págs. 220-249, etc.) 1

2

Se trata de su compañera Loe Kann aquejada de adicción a la morfina. (N.C.)

3

No deja de ser un comentario “excesivamente profesional” por parte de Freud. (N.C)

4

Tachado en el original.

5

Tachadura ilegible.

Esta carta sin fecha ni firma fue enviada a través de un país neutro durante el curso de las primeras semanas de la Primera Guerra mundial. 6

La declaración de la guerra había sorprendido a Anna en Inglaterra. Volvió a Viena con el embajador de Austria. 7

8

Un día antes del armisticio entre Alemania y la Entente. (N.C.)

GISELA Y ELMA PALOS CORRESPONDENCIA DE SIGMUND FREUD. Edición de Nicolás Caparrós. Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1997

a JUNG 2-XII-1909 (...) Una pequeña variación me la aportó la consulta de Budapest, en la que pude volver a ver a Ferenczi y aprender algunas cosas a su respecto. Me ha alegrado ver lo bien que se orienta en un caso difícil, la cantidad cobrada fue muy ventajosa para el complejo sobre el cual, por motivos de infancia, menos poder ejerzo y no menos bien me sentó la ocasión de corregir un juicio y una preocupación a él referidos. Me ha presentado a su esposa1 y ya no tengo necesidad de compadecerle. Es una mujer fina, que apenas ha comenzado a descender desde la cúspide de la belleza femenina, de claro entendimiento y de la más deliciosa cordialidad. No creo necesario hacer constar que conoce plenamente el psicoanálisis del cual es partidaria2. (...) a FERENCZI 8-II-1911 (...) La visita de Frau Gi ha sido muy agradable, su conversación es particularmente deliciosa. La hija está hecha de material más basto, participó poco y tenía la mayor parte del tiempo una expresión vacía. Aparte de esto, queda bien entendido que no presenta anomalías. La cicatriz es verdaderamente invisible y deja buenas ocasiones para su indisimulada coquetería. En lo que concierne al peligro que pone en evidencia, tiene razón, se deriva efectivamente de la transferencia. El estremecimiento ante el nombre de una enfermedad es otro peligro del mismo orden. La histeria es moneda corriente entre nosotros, la demencia precoz no lo es aún. Sobre la importancia clínica el diagnóstico nada dice. Así que esperemos que suceda la mejor. a FERENCZI 20 – VII – 1911 (...) Le saludo cordialmente, así como a Frau Gisella y le deseo muchos éxitos de orden práctico en su nueva empresa con la señorita Elma, pero temo que irá bien hasta cierto punto y nada más3. No sacrifique demasiados secretos por exceso de bondad.(...) a FERENCZI 17-XI-1911 Querido hijo, Estoy familiarizado, por supuesto, con sus “complejos” y debo confesar que preferiría tener un amigo que tuviera confianza en sí mismo. Pero ya que se presenta con tantas dificultades tengo que tratarlo como a un hijo4.(...)

a FERENCZI 5-XII-1911 (...) Comience por interrumpir el tratamiento, venga unos días a Viena (un miércoles por la noche hasta el domingo, un día de permiso en medio bastará) no decida nada aún. Saludos a Frau G.(...) a FERENCZI 17-XII-1911 (...) Le agradezco su exhaustiva información y por mi parte respetaré el trato y no diré nada a nadie. Frau G. me ha pedido una explicación que en razón al secreto no he podido darle sin que pase por usted.(...) a GISELA PALOS 17-XII-1911 Querida señora5: Lo que hoy escribo quedará entre nosotros, es totalmente sincero, sin hipocresías, tal como corresponde a mi gran estima por usted. Nuestro amigo me ha causado gran preocupación y me ha impelido a darle consejos en los que los afectos no deben entrar. Cuando ya hace años supe por primera vez la relación en la que estaba encerrado, le di a entender con claridad que deseaba otra cosa para él. Cuando después la conocí muy pronto le cobré estima, en comparación con otros maridos y amantes, puede reconocer que poseía infinitamente más que a lo que había renunciado. Desde entonces no ha habido ni una sola palabra, ni un gesto de mi parte que haya podido atentar a su relación con usted. Su esfuerzo por separarse de su persona se ha producido y desarrollado de forma espontánea y he visto, con profundo malestar, que no podía ser detenido. Comprendo la tragedia del envejecimiento porque es precisamente la mía. La dura verdad se enuncia así: el amor es para la juventud, es preciso renunciar, es necesario en cuanto mujer estar presta a ver los sacrificios recompensados con la ingratitud, por los reproches, una fatalidad natural, como la historia de Edipo6. Añadamos en lo que concierne a él, que su homosexualidad le exige imperativamente un hijo y que lleva dentro de sí la venganza contra la madre marcada por fuertes experiencias infantiles. Pero todo eso lo sabe usted, nada le digo de nuevo salvo esto quizás: estoy seguro que la mujer le comprenderá, sabrá soportarlo y hacer las cosas más fáciles. El A. debe acelerar esta evolución implacable. Ahora la otra parte, donde mi comportamiento le parece menos comprensible. Se desplaza de la madre a la hija y espera de mí que reconozca este cambio como prometedor de dicha. Mientras que para la mujer herida se abrirá el bello consuelo de poderse retirar en el papel de madre feliz. Es aquí donde comienzan mis dudas, que conciernen también a su lucidez. Me ha mostrado a su hija. No puedo encontrar nada que pueda sostener la comparación con la madre y me acuerdo de pequeñas alusiones en la que he creído confirmar mis aprensiones. Si las cosas hubiesen sucedido de tal manera que la hija se enamorase del juvenil amigo de su madre, que se hubiera consumido en ese sentimiento y que sufriese por ello hasta que los otros dos descubrieran el secreto, ello habría dado lugar a una bella novela, cuya clave sería una emotiva solución, como a menudo sucede en la realidad. Pero la neurosis no ha debido desempeñar papel alguno7. Resulta claro que su propia elección aparece devaluada al constatar que oscila de forma automática de la madre a la hija, como antaño en su época de juventud. La joven no habría debido mostrar tan claramente que desea, como en los años de infancia, reprimir a la madre. Debería haber conseguido triunfar de la prueba que, en la condiciones por otra parte favorables, le imponía esperar amorosamente al hombre unos años, sin traicionar su incapacidad psíquica para resistir, ni su narcisismo profundamente

susceptible (ver los efectos de la deformación impresa por el temor en su rostro)8. La sospecha sugiere necesariamente que no se convierte para el hombre en un mal sustituto de la madre y que soporta mal el golpe que depara la difícil situación. El obstáculo principal reside en esto: ¿podrá construir un pacto de silencio permanente sobre la circunstancia de que el hombre ha sido, en el más pleno de los sentidos, el amante de la madre?. ¿Se puede estar seguro de que lo soportará y sabrá superarlo? Es preciso para ello un alto grado de libertad psíquica y nada de residuos infantiles, en resumen se debería parecer a la madre y no haber traicionado esta tendencia inquietante con la huida de la enfermedad. En un período tan penoso de incertidumbre me he decidido a ser, en cuanto amigo, tan sincero y despiadado como sea posible para reducir en la medida de lo posible mi responsabilidad. Nada le he dicho a él de nuevo, le he expresado sólo los consejos que bien conoce. Se debe dejar a la pobre madre con su doble sufrimiento. No tendría ningún sentido precipitarse, contemplándola, en tomar una decisión que podría conducir el sufrimiento crónico para todos. Por el contrario se puede someter a la joven a la prueba de saber si se muestra mejorada por su nuevo estado amoroso, más autónoma, más capaz de soportar la abstinencia y con más seguridad ante sus propias sensaciones. Haciendo esto se puede saber si hay algo similar a una elección de objeto, una vez que se haya eliminado el desplazamiento de la madre a la hermana. Si todo sucede felizmente se podrá construir una nueva realidad basada en viejos fantasmas. Si no, es mejor renunciar, es mejor alejarse de todo, buscar en cualquier otro lugar la dicha, si es que aún puede ser hallada, en lugar de seguir ciegamente los demonios tentadores. Tales fueron mis consejos y que realmente él ha echado mano de lo mejor de sí mismo. Mi dureza de corazón proviene de la piedad y la compasión. Separarse de mis consejos no es difícil, pero sus pensamientos siguen el mismo camino. Ahora ayudemos y cuídese. Podrá, sin duda, controlar a la amante pero dome también a la madre tierna. A usted se le puede pedir9. Le saludo cordialmente y espero que nuestra relación subsista para superar la tempestad. Suyo. Freud a FERENCZI 26-XII-1911 Querido amigo, Puede que se asombre de que en estas circunstancias no le escriba más a menudo. Es a propósito. No tengo más que decir y no quiero amasar torpemente el porvenir de usted. Expresaré, de todo corazón, mis felicitaciones cuando me indique que ha llegado el momento. No puede negar que existe algo bueno en la decisión que tiene intención de adoptar. Mantiene así la relación con Frau G. que, de otra forma, estaría perdida. Le encargo que transmita mi agradecimiento a Frau G. por su segunda carta que ha debido pasar por sus manos – y pedirle perdón por todo lo gris y lo negro que he creído mi deber decirle y también mostrarle mi reconocimiento por la acogida que reservó a Ernst. Por esa misma razón de nuevo me siento deudor suyo. El chico se encuentra bien en su casa.(...) a FERERNCZI 2-I-1912 Querido amigo, Qué amargo es el sentimiento de poseer clarividencia, de hacerse menos ilusiones que los otros y al final estar en lo cierto. Cuando me llegó su carta pensé que contenía el anuncio de sus esponsales, y repasé mi resolución de no mostrar ahora susceptibilidad si despreciaba al viejo amigo gruñón a favor de la espléndida joven y esperaba que ambos olvidasen lo que les había desaconsejado. Después leí su carta y no sé si debo estar satisfecho. Refiere un brusco viraje dentro de sí, como si le hubiese abierto los ojos. No estoy de acuerdo y preferiría haberme equivocado groseramente.

En lo que concierne al tratamiento. Si no me pregunta cuáles son mis previsiones y preferencias sino que exige de mí que lo emprenda, he de aceptar. De hecho no tengo ninguna hora libre – una paciente que el 31 de diciembre se ha dejado empujar por su marido a abandonar la cura, quiere volver a partir de mañana y esa era mi única sesión libre- . La podría reservar hasta que se decidiesen, no creo que la primera resolución sea la definitiva. Piensen que los auspicios bajo los que he de comenzar son poco favorables. Una vez eliminado el incentivo que le puede llevar a curarse, sabiendo que soy contrario a sus intenciones y con el sordo .... vengarse de usted, que la envía al tratamiento. ¿Ha cortejado así alguna vez a una mujer? Además si esto no marcha quedará el secreto malentendido entre nosotros o al menos entre nosotros y esa noble mujer, la inutilidad de que haya escrutado de manera tan profunda en sus asuntos más privados sin haber alcanzado lo que se pretendía. ¿Vale la pena?10. Le dejo la decisión, pero telegrafíe si se vuelve atrás. Me resulta doloroso no estar con usted en este momento. En estos últimos tiempos me he sentido triste y me he aturdido, escribiendo, escribiendo, escribiendo.(...) a FERENCZI 13-I-1912 Querido amigo, Imagino la ansiedad con la que aguarda mis nuevas. Sin embargo, poco puedo aportar. Hasta ahora nada hay que justifique conclusiones pesimistas y nada tampoco absolutamente optimista. Está bastante inhibida, quiere ser la bondadosa pequeña presta a recibir ternura y teme perder el amor si confiesa algo. Conscientemente se comporta bien, pero los componentes inconscientes apenas se manifiestan. Me apresto a realizar un apoyo paterno hace tiempo perdido. Pertenece a ese tipo de niños que han sido mimados por el padre en los primeros años y que después experimentan como retroceso la inevitable disminución de la intimidad. Parece que todas sus disposiciones y deseos proceden de ese factor, así como el deseo de mostrarse desnuda, la curiosidad sexual de ver cualquier cosa masculina. La supresión del onanismo de los primeros años está asegurada; el sentimiento de culpa se enlaza con el conocimiento de los órganos sexuales masculinos, adquirido de forma ilícita. De ahí su necesidad de disimular, de representar un papel, etc. ¿En qué medida es consecuencia de su fijación al padre su actitud narcisista y su impulso hacia la virilidad? No puedo tener aún una visión de conjunto. Hasta ahora no encuentro nada que no pueda desaparecer ante una realidad feliz. Es verdad que su amor hacia usted descansa en sus inclinaciones hacia el padre y en la rivalidad con la madre11. Al anuncio de sus relaciones con la madre no mostró reacción alguna y el matrimonio podría ser perfectamente una venganza en nombre del padre. Es interesante ver que posee tendencia al olvido y confusión en las palabras Este, Oeste, salvo en húngaro. Su segunda lengua ha sido el francés; le lever et le coucher du soleil12. El sol es, naturalmente, el padre a quien ha visto en su cama por la mañana, después levantarse ante ella, un padre con el cual desearía irse a la cama por la noche. Se enamora de forma compulsiva de los médicos, es decir de las personas que la ven desnuda, físicamente y ahora psíquicamente. Esperemos, aunque no sin esperanza. a FERENCZI 23-I-1912 (...) En lo que concierne a E.[lma] estoy resuelto a no apartarme de la verdad en mi relato por ninguna amenaza de influencias. En la medida en que se me alcanza no será posible ninguna amenaza de influencias. En la medida en que se me alcanza no hemos alcanzado gran cosa (quince días). Lleva siempre puesta la máscara del niño sagaz, que acepta cuanto se le dice, pero que al mismo tiempo carece de intereses propios y nada puede realizar. De cualquier forma la resistencia empieza a despuntar. A saber: huir de la cura mientras sea posible. También podría casarse antes de que los sentimientos se hiciesen demasiado evidentes y a pesar de todo ser feliz a continuación. Ella se refiere a este respecto a su prima de aquí. Esta parece ser la transferencia de la situación que le ha servido de motor vital hasta la fecha: la huida ante el padre, al cual se encuentra fijada, hacia todo

tipo de jóvenes escogidos de modo que no se les pueda desposar, de esta forma permanece en casa esperando que el padre renueve la seducción fantaseada en la infancia. La superestructura afectiva e intelectual sobre ese entramado de complejos parece harto pobre, pero no se puede formular un juicio hasta no haber hecho más progresos. (...) a FERENCZI 28-I-1912 Querido amigo: Le escribo otra vez porque puedo imaginar el vivo interés por una parte de mi trabajo. Avanza alegremente en un análisis, las máscaras caen poco a poco, la envidia hacia su hermana más favorecida, hacia la que experimentó deseos de muerte se intrinca en el contexto, las ideas vienen con menos dificultad. Le haré un nuevo relato cuando aparezca algo decisivo. (...) a FERENCZI 1-II-1912 (...) Lo que me cuenta acerca de sus modificaciones en la relación con Frau G. no me sorprende. Dudaba si al principio iba a ser de un modo y luego de otro, nada hay de que avergonzarse, incluso si no es justo. Con Elma suceden cosas. Avanzamos. Es posible abrir un camino y romper la identificación con el padre, que bajo el aspecto de gazmoñería es el principal obstáculo para el trabajo, e interviene también en una gran parte en el narcisismo manifiesto. Hoy ha podido constatarse el primer signo de una participación autónoma del pensamiento, como una señalada intuición. Si continuamos progresando, si se libra de su infantilismo (ese es finalmente el diagnóstico justificado), se creará una situación nueva que no tendrá por qué estar ligada de forma obligatoria con la situación anterior. Usted también habrá de tomar nuevas decisiones y contar con un elemento más. No tengo una elevada opinión del amor que le profesa hasta ahora, no sé si resistirá al análisis. (...) a FERENCZI 13-II-1912 (...) En lo que se refiere a E. [lma], avanzo de forma decisiva y tras luchas intensas contra la gazmoñería del padre reconozco los familiares rasgos femeninos. Justamente ahora insiste especialmente en su amor por usted, pero mantengo que es preciso que todo eso pase antes por el tamiz de la cura y ella consiente. Precisamente hoy hemos llegado a cosas importantes y lo que saldrá puede resultar decisivo para el desenlace. Poco a poco me acostumbro a la idea de que pueda emprender su viaje de verano con ella, en lugar de hacerlo conmigo, aunque si a eso se llega seguramente no será a mí a quien se lo deba. Por el contrario interpongo toda clase de dificultades por el camino. Se acordará de que relaciono su fijación al padre a los esfuerzos de éste por deshabituarla de su enuresis. He aquí cómo en estos días me ha presentado la fantasía de Brunehilde13 tras un sueño. Ello confirma mi hipótesis. Deseo hacer una observación a propósito de su indecisión. Los movimientos masoquistas desembocan frecuentemente en una elección conyugal desfavorable. Después viene la desdicha. Dios le ha castigado y no se tiene necesidad de más zozobras. Fíjese bien que en modo alguno tomo partido por E.[lma], es suficiente que yo piense eso sobre ella para que posea un motivo masoquista más en su pesquisa de móviles. (...) a FERENCZI 20-II-1912 (...)

Yo no le he dicho nada a Elma de su viaje, de haber sido así, usted debería ir a su casa, ¿no es eso? Es cierto que en lo que a ella concierne no estoy seguro aún del resultado. Después del último tramo hemos llegado a la reisitencia capital, la sed de venganza transmitida por el padre y eso es duro. Hoy he estado cortante, cuando partió su semblante estaba triste. Estoy al corriente de la carta que le ha escrito. Está dictada por esa misma sed de venganza en la que aún se apoya, naturalmente existe un espeso velo como en todo lo que le sucede. Hago esfuerzos en retirarlo. (...) a FERENCZI 3-III-1912 (...) En cualquier caso no le será indiferente saber que Elma ha cumplido un buen avance. Todas las trazas obsesivas de su carácter ligadas a la decepción causada por el padre, su identificación con él tras la sed de venganza de éste, su deseo de infligir a los demás los sufrimientos que padece por su causa, todo ha sido reconocido por ella con una gran convicción. Desde entonces se comporta de otro modo. Ahora es preciso ocuparse del origen de la corriente de superficie que ha puesto en marcha la represión sin realizar nada conveniente. Es posible que esa época que data de la pubertad y se refiere al modelo materno sea auténticamente femenina. El esquema se podría enunciar de la forma siguiente: Padre

Madre

Narcisismo homos.

1. Amor objetal femenino contra el padre Decepción, después

hostil

narcisista

con la pubertad femenina Represión

Disposición masculina

a FERENCZI 13-III-1912 (...) Lo de Elma es un progreso auténtico. Lo muestra a través de un comportamiento diferente y por medio de ideas muy ponderadas de las que no la habría creído capaz en absoluto. Consuele a la madre, de todas formas encontrará el cambio ventajoso. Desearía devolverla a casa por Pascua. Sin embargo, han surgido dificultades por completo diferentes. Estamos realmente en la corriente narcisista en la que se comporta de forma independiente y en la que, a decir verdad, rehúsa toda ayuda. Ya no desempeña el papel de la paciente gentil, de hecho no actúa en ningún papel. Ahora es ella misma y siento curiosidad de hasta dónde la podrá llevar durante estas cuatro semanas. Pienso que esto ha ido tan bien porque me era tan utterly indifferent. Ahora siento más estimación por ella, pero vigilaré de cerca el peligro que representa. En lo que concierne a los dos será necesario que se miren de manera diferente cuando vuelva y considerar extinto el pasado. (...) a FERENCZI 18-III-1912 (...) Con Elma las cosas están completamente bloqueadas, creo saber que en el narcisismo. Es seguro que lo que antes se adquirió no se pierde, sino que se regla de diferente forma como lo testimonia su comportamiento distinto. Con esta nueva complicación cada día puede traer el desenlace o ... La Pascua está próxima y no quiero retenerla más allá. Por otro lado, tengo tres nuevos candidatos. (...)

a FERENCZI 24-III-1912 (...) En lo tocante a Elma todo progresa en la negrura. Produce ideas asombrosamente inteligentes pero no quiere abordar sus vivencias con usted, me parece que no quiere terminar, es decir, que a causa de la transferencia desea prolongar su estancia más allá de Pascua, lo que no quiero. Me he vuelto, por lo tanto mucho más frío. (...) a FERENCZI 8-VIII-1912 (...) Antes de nada, reciba mi agradecimiento por su telegrama de felicitación14 y hágalo extensivo a la dama que también tiene usted en alta estima15, que tiene la costumbre de hacerme imposible una respuesta directa y que ha sabido escribirme, esta vez, de forma especialmente conmovedora. (...) a FERENCZI 3-XI-1912 Querido amigo: Por supuesto que Elma puede venir y esté seguro de que recibirá una amistosa acogida. Lun., mier., vier. De 3 a 4. (...) a FERENCZI 30-XII-1912 (...) Frau G. no quiere renunciar a su proyecto preferido16, opina que es la mejor salida. Le he respondido que no era de ese parecer. Desgraciadamente se ha quedado poco tiempo en casa. (...) a FERENCZI 12-X-1913 (...) Frau G. hace mal viniéndome a visitar a mi consulta. ¿No sería mucho más agradable si me, o nos, regalase una velada?17 (...) a GISELA PALOS 31-VII-1916 Querida señora: Salgo hoy de una fiebre de dos días a causa de la gripe, pero no quiero que espere más mi respuesta18. No se asombre si mi escritura resulta vacilante. Temería aconsejarla, pero no, me pide sólo que responda a una pregunta: ¿resulta justo por su parte esperar la vuelta de su hija? Puedo agregar algo: no se trata de saber si es justo o no, sino de interpretar qué quiere decir. Quizás tenga razón, pero parece indudable que esa proposición quiere decir no. ¿Piensa esperar seis o nueve meses más después de haber esperado tantos años, y esperar a qué?. Esa misma hija que ya se interpuso una vez entre los dos y que lo volverá a hacer inmediatamente, tanto por voluntad propia como por su consentimiento. ¿Se trata de otra cosa que de ocultar el no tras un relato que conducirá tal vez a una nueva motivación para el no?. No desconozco el hecho de que continúa desempeñando el papel que la otra parte ha jugado contra usted para su dolor, y que una revancha así está plenamente justificada desde el punto de

vista psicológico. Verdaderamente si las dos están aún tan próximas al no, no sé si el rechazo es la actitud más justa de su parte. Debe saber ante todo que es un rechazo. Después de haberme abstenido durante largos años, me aventuraré por fin a darle un consejo a nuestro amigo, porque entre tanto me he forjado la convicción de no es posible de otro modo y porque de una manera general he llegado a creer en el final próximo de toda cosa – entre otros el de juventud - . Ahora, estoy aterrado y quisiera no haber aconsejado nada de nada. Y no por cobardía, a causa de la responsabilidad, sino porque me siento dubitativo y, naturalmente, demasiado comprometido como para juzgar con total certeza la mejor solución. El destino ha hecho, con Elma, un nudo que le costará deshacer a una persona exterior. Pero su sentimiento debe tener mayor valor que nuestras especulaciones. Así que, perdóneme mi indecisión. a FERENCZI Viena, 16-XI-19 Querido amigo, Sabe que considero su tentativa de análisis como interrumpida; interrumpida, que no terminada, pero interrumpida por las circunstancias desfavorables. Si hace depender su decisión de la prosecución del análisis pone a éste al servicio de una moratoria, lo que debe ser19. Creo haber reconquistado la libertad para decirle que lo que habría escuchado antes si no hubiese venido a analizarse, a saber que no pienso nada bueno de todo este asunto y que tomo sus vacilaciones como prueba de que nada saldrá (último punto de referencia en el tiempo Reichenau quince de mayo 1915). Es decir el hecho de que reaccione al rechazo de Frau G. Pálos, G poniéndose enfermo me confirma la idea de que esta historia está mal tratada desde hace tiempo y no puede ser reconducida. Quiero decirle que no debe empeñarse en probar que lo quiere a pesar de todo. No le creería y Frau G. actúa, según mi opinión, de manera sabia cuando deduce de todo ello que no debe implorar. Naturalmente, no he dado el menor paso para influirla20, simplemente he previsto que actuaría así. a FERENCZI Viena, 26-XI-1916 (...) No quiero dejar demasiado tiempo sin respuesta a su carta. Me parece que ahora se sirve del análisis para embrollar sus asuntos, como hasta el presente los ha utilizado para alargarlos. Su conducta se resume con las palabras del poeta: Si se rehúsa Es vano hablar De todo lo que se dice Es otro sólo retiene el nombre21. Que Frau Gisela comparta plenamente mi convicción proviene de su rechazo, que ciertamente es neurótico. Es deber suyo recuperar la salud y la capacidad de trabajo, en estas circunstancias no cabe esperar placer amoroso alguno. No comprendo cómo la liberación del apremio de desposar a Frau G. ha podido actuar sobre usted de forma tan benéfica. No se percibe ninguna urgencia de este género ni de un lado ni del otro. Quizás se refiera al apremio del coito. Parece que ha hecho demasiado con su Basedow.

a GISELA PALOS Viena, 23-I-1917 Querida señora, Le devuelvo la carta de Elma cuyo contenido me conmovió, naturalmente, mucho y le agradezco la amabilidad. En la actualidad me llegan pocas noticias de su amigo. Espero también que su estancia en las Tatras le vaya bien. Yo mismo he tenido mucho que aguantar de su parte. Desde que le conozco y estoy al corriente de sus relaciones he deseado ardientemente saberles unidos. No es hombre que pueda vivir y trabajar sin una relación íntima con otro. ¿Y dónde encontraría a una persona más excelente que usted? Aunque a mí también me dio la impresión de que el mejor momento había sido desperdiciado. Obré para que se realizase este deseo con los medios más variados: directa e indirectamente, en la relación amistosa y en el análisis, con prudencia para que mis exhortaciones no suscitasen oposición a él y con pesar e insistencia para hacer valer mi influencia. Le empujé a liberarse de usted para que pusiese a prueba su capacidad de forjarse algo diferente, luego le orienté hacia usted cuando se vio que no podía hacerlo y reemplazarla. De verdad que lo intenté todo y sin ningún éxito. Al final le tuve que declarar con brutalidad que no quería hacer nada decisivo y que hacía mal uso del mismo análisis para camuflar su rechazo. Por otra parte, no se trata de un rechazo, sólo quiere una cosa: no cambiar nada, no hacer nada, esperar con pasividad que surja algo que le ayude. Y después vino esta afección estúpida, insignificante, pero indiscutiblemente orgánica, la enfermedad de Basedow, que le permitió librarse de las trampas con las que yo esperaba atraparle. Que no logre obtener de usted y de la vida más de lo que ha conseguido hasta ahora me afecta profundamente. Pero no se puede hacer nada. En estos turbios tiempos recibo agradeciendo cordialmente con respetuosa simpatía, su cálida promesa de no abandonarme. a GISELA PALOS Viena, 11-II-1917 Querida señora, Nuestro amigo ha recibido aquí, del Prof[fessor] Pineles una información que coincide por entero con mi punto de vista. Presenta un caso discreto de Morbus Basedowii, sin ninguna complicación peligrosa, con toda posibilidad de restablecerse en gran parte en dos o tres meses y no tiene por qué darle a la enfermedad un lugar y un papel particulares en la economía de su vida, claro que un trabajo tan intenso como el que proporcionó últimamente en Budapest no es nada bueno para él, como tampoco lo son emociones incesantes. O sea, ¡que se quede tranquilo! La última carta que le mandé era para usted sola, pues era demasiado sincera para él. Por otra parte, tampoco me ha dicho que la hubiese leído. Las complicaciones con América22 son inoportunas, indeseables para todos pero espero que no interrumpirán la correspondencia de su hija. Le agradezco cordialmente la simpatía con que se ocupa de los pequeños acontecimientos de mi casa. Mi hijita no parece gravemente enferma, pero no consigue desembarazarse de su catarro y tiene mala cara. A ella también la tendríamos que mandar a Semmering, pero no encontramos sitio en el Sanatorio, ni en una pensión, y como no es bueno que espere tantas semanas, nos hemos decidido a orientarla hacia la Sulz, en Kaltenleutgeben23 a donde debe llegar mañana. Su escuela sólo le da dos semanas de permiso; quizás no precise más. Ninguno de nosotros se hace ilusiones con los meses difíciles que nos quedan por pasar antes de volver a tomar aliento. Quizás no estaría mal que nuestro amigo pudiese pasar parte de ellos en una agradable reclusión.

Ahora que conozco su dirección, ya no le queda seguridad de no tener la sorpresa de una carta mía. Le saluda muy cálidamente su muy devoto, Freud. a FERENCZI Viena, 16-II-1917 (...) Disfrute de todo el bienestar que le depara su situación, la huida a la enfermedad es, en este caso, beneficiosa, en la medida en que se escapa de una realidad miserable. Restablézcase lo suficiente para que al final de la guerra aparezca como un trabajador en plena posesión de sus facultades. a FERENCZI Viena, 25-III-1917 Querido amigo, ¡Hágase su voluntad! Le escribiré a Frau G. y le pediré que no disimule con miramientos hacia Elma los motivos de su decisión, pero no le puedo garantizar el resultado. Si responde que dado su estado hay que ahorrarle a usted toda la suma de emociones que acompañan inevitablemente su gestión, tendrá que encontrar otras motivaciones.(...) a GISELA PALOS Viena, 25-III-1917 Querida señora: Sabía que un día la situación me obligaría a proseguir nuestra correspondencia. Lo que me facilita la tarea es la certeza de que usted está convencida de mi sinceridad y mi solicitud como yo lo estoy en lo referente a usted. Nuestro amigo me ha escrito que ya ha terminado con su habitual incertidumbre neurótica y que siente una necesidad inequívoca de establecer una unión permanente que reemplace sus relaciones precedentes, difíciles e insatisfactorias; le ruega, por mediación mía, que consienta renunciando a los miramientos hacia su hija, que ya no puede representar ningún papel con él. Me encargo de esta misión de confianza porque tampoco veo ninguna solución mejor para los dos. No sería natural que se sacrificase por su hija, que no sacaría ninguna ventaja del mismo. El retraso ya ha destruido más de lo que podrá ser reparado. Lo que ahora parece es probable que no se diferencie mucho de lo que siempre se pudo ver en él. Pero mientras se sentía joven y saludable, siguió jugando con sus fantasías, no quiso renunciar a ninguna posibilidad de placer gozando con todas las alternativas. Su estado, que sin embargo exige ciertos cuidados y miramientos duraderos, le ha podido indicar que había llegado el momento de hacer valer lo único que cuenta. Se podría objetar que precisamente ahora no está en condiciones de afrontar las emociones vinculadas a una gestión de este tipo por parte suya. Pero espero que cuando se decida de verdad, sepa usted hacer lo necesario y, en la medida de lo posible, sin ruido ni embarazo. Esto me recuerda la historia de los tres libros sibilinos de los que el tercero, tras la destrucción de los primeros, se había vuelto, claro está, más caro que el conjunto, guardando al mismo tiempo suficientemente su propio valor24. No me sorprendería que le respondiese directamente a nuestro amigo. Con mi cordial devoción a FERENCZI 9-IV-1917 (...)

Por el momento no hay nada que hacer con Frau G., mientras no ceda a sus asiduas solicitaciones. Mi comparación con los libros sibilinos, además de tener una relación secreta con la edad, debía contener una alusión directa. Han desperdiciado con sus dudas una parte tan grande de su vida, que lo que queda cobra un valor particular. (...) a GISELA PALOS 30-IV-1917 Querida señora: El acto fallido de nuestro amigo era unilateral. No he recibido una carta suya sino dos y he visto con satisfacción como están sus asuntos. Pueden llegar por fin a la meta deseada. A veces tengo accesos de disgusto de la vida y siento alivio con la idea de que esta dura existencia llegará algún día a su fin. En estos momentos se me impone la idea de lo mucho que nuestro amigo necesita ser cuidado25.(...) a FERENCZI 6-VII-1917 (...) Frau G. nos ha traído a domicilio un salami y algunas cosas más; si no se hubiese acostumbrado a transformar en regalos las vituallas, en vez de adjuntar las facturas me atrevería a pedirle a usted también, que nos mandase un poco de panceta, mantequilla y cosas similares (queso) para hacer provisión en la habitación. (...) Vayamos ahora a lo que le debe interesar más. Frau G. pasó aquí el tiempo desde el domingo anterior a nuestra llegada y volvió el miércoles a mediodía. Habíamos concertado una cita en TatraFüred para esta tarde. Pero lo acaba de anular a causa de la lluvia dejándolo para mañana. Nos alegramos mucho de verla y pude mantener con ella una amplia conversación. Pero la encontré alicaída y envejecida. Conversar con ella es un placer. Me enteré de que había dado el paso decisivo con su marido. Todo lo demás parece inseguro, pero estoy completamente convencido de que cederá en todo. En el trasfondo está Elma, de la que leí parte de las cartas. Mi impresión es la siguiente: con su infidelidad hacia Elma le ha infligido una profunda herida y, con una demoníaca habilidad, ha oscurecido las posibilidades del porvenir. Sin embargo, no se podía hacer otra cosa; si vuelve Elma, tiene usted que olvidar que puede ser para ella algo distinto de un padre. Lo repito, la tercera y última parte de los libros sibilinos vale siempre su peso en oro. (...) a GISELA PALOS 21-VIII-1917 Muy querida señora: ¡Mis mejores deseos! Ahora aleje cualquier duda, reliquias de tiempos difíciles y vaya pronto a las cosas serias, disponga para usted y para él una vida definitivamente feliz. Estoy extraordinariamente contento de este sencillo desenlace. No hemos salido de Lonicz, ya que hemos obtenido aquí otra habitación también con galería. Anna salió para Kotaj antes de ayer y nos ha hecho saber por telegrama que se encuentra bien. Desde un cierto punto de vista nos decepciona que no esté usted ya en Tatras ya que tenemos la intención de devorar todos los víveres y pasar la frontera sin nada. No se aceptarán nuevos envíos. Finalmente puedo añadir que los melones fueron un regalo. Le escribo a la dirección de Ferenczi porque no tengo la suya. Déjeme esperar que las dos direcciones coindican pronto. Su más que nunca devoto amigo,

a FERENCZI 10-IX-1917 Querido amigo: Adjunto dos fotos tomadas en presencia suya y con su participación. La más sonriente está dedicada a Frau G. (...) a FERENCZI 20-XI-1917 Querido amigo: Su carta me ha confirmado en todas mis convicciones, para empezar no hay otra salida para usted que desposar a Frau G., usted no conseguirá cesar de producir evitaciones mas que ante el hecho consumado. ¡Ojalá hubieran pasado ya los malhadados seis meses! No le quedará otra cosa que recibir un buen regalo de bodas. Insiste en la repugnancia que le ha causado los signos de envejecimiento de Frau G. Son innegables, pero los considera desde una falsa perspectiva. Quizás piense que habiendo envejecido yo también haya dispuesto para usted una vieja. No, no creo eso de su parte. Era joven y bella y ha envejecido con usted y no tiene derecho por ese motivo a repudiarla tras tantos años. Ahora no se trata de otra cosa que de transformar un matrimonio incómodo en una agradable vida en común. Por otra parte, tiene con todos los defectos de la edad –puramente somáticos- mucho más valor que la mayoría de las mujeres de piel fresca y de formas perfectas a las que se suele desposar. En fin, usted lo sabe. Lo que se le escapa le servirá de justo castigo y como tal cumplirá de nuevo una necesidad interior. (...) 1

Gisela Palos (1863-1949) nacida Althol, casada desde 1919 con Ferenczi.

2 Gisela Palos (1863-1949), nacida ..... Althol, casada en 1919 en segundas nupcias con Ferenczi. Al conocerla ya tenía dos hijas, una de ellas, Elma, ocupará nuestra atención más adelante (N.C.) 3

Se inicia el tratamiento de Elma ante el que Freud expresa sus reticencias (N.C.)

Ferenczi pretende afirmarse frente a Freud y Gisela. Al mismo tiempo se siente sobrepasado por la angustia que Elma muestra ante el suicidio, en octubre, de uno de sus pretendientes. Ferenczi fracasa en su intento de prestarle un apoyo paternal, algo que Freud intenta más tarde en su análisis de Elma (Ver Freud-Fer. 13-I-1912). (N.C.) 4

Gisela Palos forma parte, junto con Ida Fliess, Minna Bernays, Sabina Spielrein, Loe Kahn, Lou Andreas Salomé, Marie Bonaparte y Anna Freud, todas ellas por motivos bien precisos y diferentes, de la constelación de mujeres más significativas de la historia del psicoanálisis de la primera época. (N.C.) 5

Hemos visto una reflexión similar en la carta que le dirige a Jung el 30-XI-1911 en un comentario sobre la familia Stegmann. Gisela tenía entonces 46 años. Ver también a Martha (15-XI1883). J. Riviere relata haber escuchado a Freud en los años 30 a propósito de un joven sabio que se interesaba por el psicoanálisis: “no le puede considerar normal, ha desposado a una mujer con la suficiente edad como para ser su madre”. Citado por J. Forrester “L´inceste psychanaltique et l´ideal de l´amour libre: Freud, Ferenczi, Gizella et Elma”. In Études Freudiennes, nº 34, 1993. (N.C.) 6

Unos años antes Freud hace una reflexión semejante en “A propósito de un tipo especial de elección de objeto en el hombre”. (N.C.) 7

Parece que es necesario esperar, lo que requiere una solidez personal a toda prueba y ello por parte de los tres. Ferenczi pronto hará saber que el matrimonio con Elma es cosa decidida, falta la 8

bendición del padre. De ese padre que, según el posterior análisis de Freud, presencia, acechante, desde los recuerdos infantiles de Elma, desde sus deseos insatisfechos, la venganza que llega. El padre no pone demasiadas objeciones, a no ser el recuerdo de otras promesas nupciales rotas, esta observación la hace flaquear y Ferenczi reconoce que ahora no se trata de casamientos sino de atender a una enferma. Entre el lenguaje de la ternura y el lenguaje de la pasión se decide por el primero y de forma impulsiva le encomienda a Freud (N.C.) La carta que Freud dirige a Gisela es muy diferentes a aquella otra que escribió a Sabina Spielrein. Ahora surgen la franqueza y desde el principio no duda en tomar partido, aletea aún el “querido hijo” con el cual encabezó poco ha dos cartas a Ferenczi. Llama la atención que salvo unas pocas líneas, y no muy halagüeñas por cierto, hacia Elma el peso de la carta se reparte entre ella y Sandor. Ni una sola mención al posible complejo de Edipo de Elma. 9

10

Shakespeare. Ricardo III. Acto I. Escena 2.

En este momento sí aparecen las observaciones sobre Elma que estaban ausentes de la carta a la madre. (N.C.) 11

12

En francés en el original.

13

Juego de palabras entre Brunehilde, la figura mítica, Brunnen = fuente y brunzen = orinar.

14

A propósito del compromiso de Sophie Freud. No se ha encontrado.

15

Gisela Palos.

16

Llama la atención que después de ver a Elma y a Loe se niegue a ver a Gisela. (N.C.)

17

Se desconoce cuál pudo ser el escrito de Gisela.

Una vez más queda claro que Freud no subordina las decisiones vitales al curso del análisis. (N.C.) 18

19

No es del todo cierto. Véase la carta a Gisela de 31-VII-1916 (N.C.)

20

Goethe. Ifigenia y Tauride (1787) I, 3.

21

Inminente estado de guerra con América. Pueblo al sudoeste de Viena.

22

Los libros sibilinos habían sido propuestos a la venta por la sibila al rey Tarquino el Viejo, quinto de los siete reyes de Roma. Cuando rehusó pagar al principio el precio, quemó seis de los nueve libros y le vendió al final los tres restantes al precio de los nueve. 23

CORRESPONDENCE 1908-1914 SIGMUND FREUD - SANDOR FERENCZI Ed. Calmann-Lévy, 1992

de Ferenczi a Freud (todas ellas) 9 de julio de 1910 (...) También en otros puntos de vista, soy más optimista que usted. Creo en la posibilidad de poner en práctica la honestidad psicoanalítica no solo entre amigos, sino también entre personas del sexo opuesto que vivan juntas. La comunidad analítica con madame G. -aún teniendo que sobreponerse

a veces a resistencias muy fuertes - hace progresos resueltamente. Igual que el "ménage à trois" del George Washington ha llegado a ser para mí una experiencia significativa y ha dado lugar a la liberación de complejos infantiles, también para Madame G. la visita de una hermana de Italia se ha revelado como un fermento que ha reactivado los movimientos de celos, odio, etc... hasta entonces inconfesados. Dos personas se entienden fácilmente; son necesarias tres para formar una pequeña sociedad con todas las pasiones positivas y negativas de ésta. La familia: padre, madre, niño, o bien el padre y dos hermanos es el arquetipo de una sociedad, un "microcosmos", al mismo tiempo que escuela de la vida social ulterior. Será necesario un cierto tiempo para que Madame G. supere su emoción; pero su amor es más fuerte que el displacer suscitado en ella por el análisis, y soporta este exceso de carga. (...) 16 de noviembre de 1910 (...) Probablemente iré a Viena en el mes de diciembre para el asunto de la hija de Madame G. (...) 3 de enero de 1911 Querido Señor Profesor: Tiene usted razón, es preciso, de vez en cuando, entrecortar la relación epistolar con una relación personal, sino se pierde muy fácilmente el contacto (...) Tampoco yo quiero retardar mucho mi viaje, espero simplemente a que Madame G. haya proyectado lo que tiene que hacer en Viena; ella sale, hacia el 20 de este mes, con su hija, para corregir la cicatriz formada como consecuencia de una periosteítis de origen dentaria (en su hija). Quiero darle mi ayuda en este asunto. Si usted nos ofrece la posibilidad, aprovecharemos también nuestra presencia para solicitar su consejo en un asunto bien difícil (matrimonio y asuntos del corazón de esta misma hija). Esta historia da muchos problemas a la pobre Madame G. y yo estoy demasiado interesado para poder juzgar y actuar con total frialdad. (...) 7 de febrero de 1912 (...) .- a propósito de Elma ha tenido, ciertamente un efecto depresivo pero, après coup, he podido constatar que dos cosas sobre todo eran responsables de esta depresión. Primero el efecto injustificado que me ha hecho las palabras ”Demencia precoz”, a consecuencia de un lazo asociativo con los casos graves de ese tipo. En segundo lugar, me he dejado sorprender por su diagnóstico, lo que ha debido recordarme que – a mí que estoy totalmente agarrado a las neurosis – que debo dejar pasar de lado bastantes cosas psiquiátricas. (...) 21 de marzo de 1911 (...) Las tormentas del equinoccio han atizado en mí el erotismo no sublimado, con una impetuosidad completamente juvenil. Tras haber durante bastante tiempo fantaseado con objetos sexuales juveniles, me he contentado con un intento (no sin alguna inhibición) con una mujer divorciada, de 30 años (no una paciente). El resultado fue la firme convicción de que estoy indisolublemente fijado a Madame G. Y que debo en el porvenir evitar tales experiencias. Pero todo esto ha ocurrido sin culpabilidad excesiva; ciertamente una señal del confort de una relativa normalidad. (...) 3 de mayo de 1911 Querido Señor Profesor: Progreso en el camino de la inducción. 1) Ayer, Madame G. Piensa en las palabras Mákos nudli1. Yo asocio: Papaver, papa – ver (= papa Bat), pavots-entremets au pavot [si no ¡nada¡] Inmediatamente después nuevo intento: Yo: Paliativo, preservativo, profilaxis, Péczely [= un médico que establece su diagnóstico por los ojos, y prescribe el onanismo como medicina]. Una sueca (Ingeborg Kuncze) que me ha prestado un “mapa para el diagnóstico ocular” Palugai, Palos (pantano). Potrohos (Barrigudo). Pók (araña)

[Añadido: Madame G. Tiene una “fobia de los ojos” y, un poco, miedo de las arañas (de esto, no me ha hablado más que después de la experiencia). Como os he dicho, lo atribuyo, los dos, a un sadismo reprimido. Antes de la experiencia he mirado a Madame G. a los ojos. (...) 11 de mayo de 1911 (...) Madame G. le agradece vuestro saludo. Le pide una información confidencial. Un hombre joven llamado Lorschy ha ido a verle recientemente (¿en marzo?) a su consulta, un filólogo, que quizás usted pueda identificar por su hablar vacilante muy particular y por el hecho de que usted lo ha enviado a Nepallek. Es el “primer caso” de la hija de G. –Elma. Madame G. Querría saber qué impresión le ha hecho. Esto no tiene más que una importancia teórica, pues Elma se mantiene ahora, inquebrantablemente, con el “segundo caso”, el joven periodista. 14 de julio de 1911 (...) Madame G. le agradece vuestro saludo y se lo devuelve de todo corazón. Imagínese que me he decidido a tomar a su hija (Elma) en tratamiento psicoanalítico; las crisis se han vuelto totalmente insoportables. Por el momento, el asunto funciona, y los efectos son favorables. Claro está, tiene que hablar de mí mucho más que otros pacientes, pero verifico que esto no es un obstáculo absoluto. Conscientemente, es alguien que sobrecompensa (en el sentido de Adler): detrás, busco y encuentro, seguro, las pulsiones reprimidas más naturales.(...) 24 de julio de 1911 (...) Aquí aún, Madame G. se ha demostrado una fiel compañera; le agradece vuestros amistosos saludos. (...) 18 de octubre de 1911 (...) El análisis de la hija de Madame G. (Elma) había progresado mucho cuando uno de los jóvenes en los que se interesaba (neuróticamente) (de hecho, el único que valía algo), se ha matado de un tiro, por ella, la última semana. Me pregunto hacia dónde van a ir ahora las cosas. (...) 14 de noviembre de 1911 (...) Y como un proceso paralelo, una aparente separación libidinal de Mme G. se produce en mi. La ocasión ha aparecido por la cura de su hija, que está en tratamiento conmigo y se encuentra en la fase de transferencia. Pensaba seriamente que, en lo sucesivo, no sería fiel a Mme G. más que por piedad, y tenía fantasías de matrimonio con Elma (Recidiva de un estado parecido en la primavera). La explicación de hoy con Mme G. (con lágrimas por mi parte), me ha demostrado que me había sobrestimado enormemente, creyéndome capaz de desanudar los sólidos lazos que me atan a ella; en mi vivo interés, estos últimos meses, hacia jóvenes y bonitas criaturas, he reconocido un dispositivo destinado a esconder esta fijación. (Claro, había también en ello algo auténtico) (...) 18 de diciembre de 1911 (...) El Paciente ha pasado el día de ayer con un cierto sobresalto. Ha tenido una explicación conmovedora con Mme G., lo que ha hecho desaparecer la apatía volando. Al mismo tiempo que comienza el duelo por la pérdida de Mme G. (es decir el fin de la relación), vista más clara de las intenciones propias. El matrimonio con Elma parece una cosa decidida para él. Lo que falta, todavía, es la bendición paterna. Mme G. (la otra paciente, aún más gravemente enferma) sufre mucho. Acortar su sufrimiento, con medidas más enérgicas, estaría indicado.

30 de diciembre de 1911 Querido Señor Profesor, Es ya tarde por la noche – además el relato detallado de todo lo que pasa y ha pasado sería muy complicado. Pero, antes de Año Nuevo, no quería privarle de mis buenos deseos; al enviárselos a usted y a los suyos, le hago saber que la decisión –seguramente positiva – en cuanto al matrimonio con Elma, no se hará esperar mucho. Esta decisión ha sido posible solo por la bondad y el amor incomparable de Mme G., que se ha rehecho del duro golpe y se ha dedicado con alegría al servicio de nuestra felicidad. (...) 1 de enero de 1912 Querido señor Profesor, No puedo esperar a la respuesta de mi carta de año Nuevo y debo, a toda prisa, informarle de grandes cambios. Todo parece arreglado para Elma y para mí, cada cual de acuerdo consigo mismo y con el otro; mi intento de hacer una pausa fracasó por el hecho de la insistencia de Elma y de Mme G., así como mi débil resistencia. En el último momento, mientras que, el proyecto ya parado, lo presentamos al padre de Elma, éste puso algunas leves objeciones, haciendo alusión a los compromisos que Elma había roto algunos años antes. Para mi sorpresa esto suscitó dudas en Elma. Quedé desconcertado, a pesar de saber y haber aprendido de ella (lo que, por otra parte, habría debido aprender en el análisis), que cada vez que desea algo con fuerza, siente, interiormente, un sentimiento de incapacidad de experimentar deseos sin retención (lo mismo que odio). Es esto lo que la hace tan infeliz. Busca enseguida amortiguar el efecto producido, y tengo que reconocer que puede mostrar, para conmigo, un grado de abandono y de ternura de la que ni nosotros, ni ella misma, la hubiéramos creído capaz hasta ahora. Sin embargo he abierto los ojos y, aunque su presencia, incluso tras esta escena, no ha dejado de despertar mi ternura, debo reconocer que ya no se trata de matrimonio, ¡sino del tratamiento de una enferma!. Evidentemente no puedo continuar la cura yo mismo. Después de muchas amargas lágrimas (vertidas, sin embargo, en buena parte, por su destino), acepta ir a Viena y emprender el tratamiento con usted. Mme G. Y yo no podríamos resolvernos a confiarla a nadie más. La familia está al corriente de los honorarios. Si – como deseo muy, muy vivamente – recibo de usted una respuesta positiva, partiré para Viena el sábado por la tarde, ella partirá un día antes, y podría confiárosla el domingo. – La salida de este asunto me deja en un mar de dudas – he intentado preparar a Elma a la eventualidad de una ruptura del compromiso. Bien entendido, estaré a su lado hasta su partida. Puede usted imaginar como está Mme G. (...) 3 de enero de 1912 Querido amigo, Le agradezco su carta de todo corazón. Durante los tormentos y confusiones de los últimos días, el recuerdo de las horas serenas y sin pasión, de la amistosa relación con usted, ha sido mi única alegría sin mancha. Con Mme G., la alegría estaba teñida de melancolía, y con Elma, de preocupación y remordimiento. No puedo ahorrarle la pena y el desagrado de tomar a Elma en tratamiento. No hay otra salida. Ella desea que lo haga yo –evidentemente eso está excluido; si la dejamos librada a sí misma, ponemos en peligro su equilibrio. Según todo indica, no se puede esperar un gran éxito, tenemos eso en cuenta. Expresamente no le he retirado la prima (el matrimonio); pero interiormente siento y creo que la ausencia de Elma, en lo que a mí concierne, y el tratamiento, en lo que la concierne, resolverán la relación transferencial. Podría y debería decirle más de ello, de viva voz. Iré el domingo, a la hora habitual. Me he lanzado con una exuberancia juvenil en esta aventura, la última que me ha hecho acercarme a la novela familiar. Ahora me he convertido en un hombre modesto. He humillado mortalmente a la querida Mme G., reprimido cantidad de otros escrúpulos. Así cargado, me he presentado a Elma, como pretendiente. Pero, cuando en ese momento, en lugar de la alegría pura de la enamorada, me ha mostrado el dolor de su corazón herido, la carga se ha hecho demasiado fuerte.

Por el momento, no me siento demasiado deprimido. Únicamente una pena dolorosa cuando veo a Mme G. y a Elma – si no, una especie de alivio. (...) 15 de enero de 1912 Querido Señor Profesor, Le agradezco sus informaciones, a las que no puedo responder ahora, pues quiero justo darle, deprisa, una sola noticia. El padre de Elma es un hombre muy extraño, muy contento de sí mismo; tiene la intención de escribirle una carta, está un poco irritado por ciertos detalles del análisis – del que no entiende absolutamente nada – que Elma le ha comunicado, me pregunto por qué. No dice qué clase de carta. Le ruego, que no se deje influir por nada del mundo por sus observaciones. Pienso que no quiere otra cosa que demostrarle que él también, está ahí, y creo que quedará feliz si usted le responde y le envía eventualmente una observación elogiosa sobre su ingenio o su manera de escribir. Más detalles próximamente. Aún muchas gracias. 18 de enero de 1912 (...) La última tarde en Viena me ha deprimido terriblemente. Cada palabra, cada reacción de Elma la he interpretado en el sentido de una incapacidad de amar (demencia precoz), y veía el porvenir bajo el día más sombrío. Para mí era casi un asunto acabado que no saldría nada de ese matrimonio y empezaba a consolarme de la pérdida de la felicidad familiar, pensando que encontraría suficiente compensación en la relación comprensiva y tierna con Mme G. y en la relación científica con usted. Han sido precisos casi ocho días para que mi convicción comience a debilitarse. La carta de Elma y su informe, no desfavorable han dulcificado mi humor; la impresión de lo patológico en la persona de Elma ha comenzado a borrarse, recuerdos de escenas que parecían probarme su capacidad de amar han surgido con más frecuencia, y me he puesto a considerar la posibilidad de una solución positiva. Entretanto, visitaba cada día a Mme G.; ella me consolaba, a pesar de su triste situación. Tal capacidad de amor y de sacrificio. Tantas aptitudes intelectuales y afectivas, me recuerdan sin embargo una y otra vez con dolor lo que podría esperarme con Elma. Y sin embargo, debo verdaderamente reconocer que en presencia de Mme G. , a pesar de todas estas observaciones, y todas las constataciones conscientes en cuanto a su encanto, su ingenio, su sensibilidad, no siento este entusiasmo, este impulso despreocupado, alegre y natural que Elma ha liberado en mí. ¡El amor es irracional! Puedo resumir mi estado de ánimo y mis intenciones diciendo que me siento bastante fuerte para sobrellevar lo irracional en mí, y que me siento más bien inclinado a renunciar a esta posibilidad de felicidad que a exponerme y a exponer a Elma a los peligros de un matrimonio que implica demasiados riesgos. Entre los peligros que me amenazan, pienso también que la eventualidad de una venganza a posteriori, a cargo del padre, no es despreciable. (Para que se haga una idea de la ambitendencia que reina en mí, añado aquí que en el mismo momento que escribía las palabras “me siento bastante fuerte para”, se han elevado en mí dudas en cuanto a esta fuerza.) Por otra parte, trabajo en algo difícil de realizar: asegurarme del amor de Mme G. en caso de matrimonio con Elma. Verla infeliz me tortura, y deseo, evidentemente, que ella se goce con nosotros de nuestro amor. Ahora se trata de esperar tranquilamente y de hacer depender todo del resultado del análisis. Como Elma tiene tendencia a esconder ciertas cosas, o más bien a ponerlas en evidencia en otra parte, quiero, en interés de su análisis, comunicarle el contenido de su carta de hoy: “La carta de mamá habría bastado, era inútil que Sandor escriba enseguida a Freud. El Profesor Freud ha declarado, a mi pesar, que preferiría que no cuente a nadie mis análisis.” [Promete ser obediente en este punto también, y hacer avanzar la cura; dice que está muy impaciente – tanto más cuando la última sesión ha sido “mala” y que no ha podido hablar en absoluto]. Quiere saber absolutamente lo que usted ha escrito de ella, y si está satisfecho de sus progresos. [Mme G. le ha respondido tranquilizándola.]

“Dile a Sandor que pienso casi todo el tiempo en él. Deseo de tal manera verle feliz, y yo con él. Es verdad que espero muy, muy fuerte que todo acabe bien – pero hoy el futuro me da miedo. Mi carácter está tan poco equilibrado, reina en mí un caos tan espantoso, que sería un riesgo para cualquiera tomarme por esposa. Incluso si el análisis aclara la situación, seré como antes, y la infelicidad puede recomenzar a la menor ocasión. La única posibilidad que me queda de vivir es evitar tales ocasiones. Sandor no puede tener ni las ganas ni la paciencia de darme la mano a cada paso [al pié de la letra “guiarme a cada paso”]. - ...”Temo no causar más que problemas a cualquiera que quisiera tomarme...” [Siguen algunas líneas sobre la esperanza de que todo acabe bien, pese a todo.] Sigue: “Querida mamá, no escribes nada de ti misma. Si tú y Sandor estáis de acuerdo en que no podéis vivir el uno sin el otro, escribídmelo sinceramente. En tanto que tu te sientas tan profundamente afectada por la pérdida de Sandor, él no podrá separarse interiormente de ti, y por mi parte, no podré aceptar su amor sin remordimientos. Nos damos cuenta de tu sufrimiento, aunque quieras esconderlo; sería mucho mejor que fuéramos sinceros. Tus sentimientos inalterables merecen ser preservados más que los míos. Mi futuro, de un modo u otro, será una sucesión de dificultades; un poco más o un poco menos de frustración no cuenta mucho para mí.” [Para acabar una fantasía: yo iré a buscarla y me haré cargo de todas laS dificultades.] “Esto, con razón, no puedo pedirlo.” Me ha venido, de paso, a la cabeza una explicación de una particularidad que he observado en Elma y en otras personas narcisistas. A menudo he notado que los sujetos narcisistas – a pesar de sus fantasías de grandeza – prefieren las personas pretenciosas a las personas verdaderamente importantes o a las personas modestas. [La admiración de Elma se dirige siempre a la gente pretenciosa, ¡sabiendo que son tales!] La explicación es la siguiente… 1) los pretenciosos hacen mejor el papel de “grande” que las personas verdaderamente importantes, pero dotadas de autocrítica; 2) es más fácil sentirse superior a alguien pretencioso. (El primer factor es el más importante) 3) En estas personas, es a ella misma a quien ama. (...) 20 de enero 1912 Querido Señor Profesor, El informe concerniente a Elma, en el fondo, no me sorprende. Tengo el sentimiento que casi todo lo que me cuenta de ella, por una parte lo he visto, y por otra, oscuramente, lo he sospechado, sin querérmelo confesar bajo un modo claro y analítico, ni hacérselo reconocer (verosímilmente para poder guardármela). A menudo le he planteado preguntas directas sobre lo que usted llama pecadillos, sin recibir respuesta correcta. Entre otras, me ha traído un sueño, en el curso del cual ese dentista la tomaba en sus brazos, y en el que ella hacía como que estaba indignada, cuando no lo estaba. Las asociaciones a partir de ese fragmento de sueño nos han llevado al tema de la virginidad simulada, y ella ha añadido a eso la idea de que había leído una novela lasciva de Willy que evocaba la primera relación sexual de una joven con un joven. –Estaba escrito: “ella no gritó”, lo que pretende no haber comprendido sino más tarde. En el mismo sueño, había alusiones a la hemorragia en el curso de la desfloración (rosas rojas). Mi plan de tratamiento para Elma era oponer un cortés no es de recibo a su manía de gustar, y obligarla de ese modo a sacar sus afectos auténticos. En ese punto de la cura me ha alcanzado la desgracia de perder las riendas de mí mismo. Que Elma no se comporte como una novia, en el fondo no me sorprende, ahora. Sé bien que la mayor parte de su amor por mí era transferencia paterna, transferencia que fácilmente toma a cualquiera por objeto. Usted no se extrañará mucho de que en esas circunstancias, ya no me sienta como un novio, yo tampoco. Creo que Elma sacará gran provecho de su estancia junto a usted; es una verdadera suerte para ella haber podido llegar hasta usted; espero, que con usted, sobrellevará una parte de sus infantilismos – y entre estos, también, la fantasía de convertirse en mi mujer. Así es como veo en este momento el porvenir. En lo que me concierne, las cosas no tienen un aire tan desesperado como parecía al principio. Deberé pues renunciar, definitivamente, a la novela familiar. Mi amigo, mi amiga y la ciencia sin embargo permanecen, y debo decir que me siento muy rico de poseer todo esto. (...)

31 de enero de 1912 Fluctuaciones emocionales muy fuertes me han retenido, hasta hoy, de fijar por escrito, en una carta, mis pensamientos sobre el caso de Elma. Su carta de hoy ha relajado un poco la tensión. El papel que juega usted en este importante episodio de mi vida, me obliga a llevar mi sinceridad hasta el extremo, y a hacerle partícipe de cosas que me conciernen, de las que usted habría preferido que le ahorrase la confidencia. Quiero hablar de mi relación con Mme G. cuando creía que Elma estaba casi perdida para mí (y esta perspectiva no se ha desvanecido del todo)- mis esfuerzos han tendido a asegurarme de Mme G. para el porvenir, a fin de escapar a la intolerable soledad que me esperaba de otra manera. Ella quería permanecer absolutamente en el terreno de la sublimación – pero yo (para huir de Elma, evidentemente), insistía en renovar las antiguas relaciones. Esto no ha ido bien. Se hacía más y más evidente que no había renunciado a Elma todavía, y que al menos una parte de mis deseos sexuales no eran auténticos. El intento de aproximación ha acabado en duelo y depresión, de una parte y de la otra. (Es interesante, desde el punto de vista científico, notar que, por dos veces, he tomado conciencia de mi indigencia sentimental real, tras haber bebido alcohol: una prueba segura de la justeza de mi presunción según la cual las manifestaciones inauténticas de sentimientos (Demencia precoz) desaparecen bajo el efecto del alcohol. Debería tratarse a los dementes agitados con alcohol.) Mme G. se porta de manera noble, amable y generosa. Soy inextinguible cuando se trata de reconocer conscientemente sus cualidades; su amor por mí es inagotable – aunque sepa lo que pasa. Si las cosas no van con Elma (lo que, en mi opinión, es lo más probable, porque no quiero meterme en una empresa arriesgada), encontraré en ella sostén, durante toda mi vida; siempre podría contar con su comprensión y su amor. Pienso también que cuando mis esperanzas respecto a Elma se hayan disipado completamente, la antigua intimidad sin reserva con Mme G. podría volver a ser posible. Pero no oculto que estoy totalmente dominado por las noticias que usted me da de Elma y que, por ejemplo, su carta de hoy, de tono un poco más favorable, me ha alcanzado favorablemente. (...) 7 de febrero de 1912 (...) Sus informaciones sobre Elma me provocan siempre reacciones correspondientes; así, últimamente, su señalamiento según el cual usted no apuesta mucho por su amor por mí. Ya lo sabía, incluso os lo había dicho en alguna de mis cartas, pero parece que no lo hubiera creído en absoluto. A pesar de todo, no puedo tomar todavía una resolución definitiva, debo dejar la decisión para más tarde. Estoy asustado, en las cartas de Elma, por el tono agresivo que utiliza para hablar de su tío Ludwig (que le da hospitalidad); este tío ya le era antipático antes – sin duda porque no se ocupaba bastante de ella. Creo que debo llamar su atención sobre esto. Una pequeña muestra de mi balance personal: en este momento, no duermo muy bien, y por la mañana no estoy descansado.- ayer tarde, Madame G. (que tiene habitualmente una increíble facultad de comprensión y de perdón) ha estado un poco fría y distante conmigo, lo que me ha dolido. Pero a la noche siguiente he dormido bien, como hacía tiempo que no me ocurría. ¡Es evidente que no me siento bien cuando un castigo merecido me es ahorrado! 18 de febrero de 1912 (...) Ahora he aquí como están mis asuntos: no he renovado los intentos fallidos de restablecer mi antigua relación con Mme G. Actualmente la visito todos los días, hablamos de temas científicos, de Elma y su estado, etc., pero resisto a la tentación de querer consolarla con gestos de ternura. Ella es noble, gentil y buena, como siempre. Desde que se ha dado cuenta de que, a pesar de toda su abnegación, no podía satisfacer mi libido, la desesperación de antes ha dejado lugar a una tristeza más melancólica y dulce – pero es evidente que está herida también en su feminidad por mi comportamiento, y ha retirado de mí una gran parte de libido. No quiere “ninguna limosna” – tal es su divisa. Cuando estoy con ella y considero sus cualidades de alma incomparables, entonces me parece imposible no amar plenamente y totalmente a esta mujer de elite, la mejor y la más noble que haya

conocido nunca. Y sin embargo, las circunstancias lo confirman. Desde que he renunciado a los esfuerzos desesperados por renovar la antigua relación, me siento mejor físicamente, duermo mejor, puedo trabajar de nuevo. (He terminado de escribir el artículo sobre “la formación pasajera de síntomas durante el análisis”). En cuanto a lo que voy a hacer con esta libertad reconquistada, no sé absolutamente nada. No puedo afirmar nada en lo que concierne a mis intereses con Elma. Con ella también, me siento más libre y ahora soy más accesible a sabios consejos, mucho más que antes, cuando, además de la atracción que Elma ejercía, estaba dominado por veleidades de libertad. Todavía no doy por perdido, la eventualidad de contentarme con una comunidad más tranquila, más espiritual con Madame G., después de haber renunciado completamente a Elma. Si usted no tiene nada en contra, iré el próximo domingo a Viena – lo demás, me pongo para esto bajo su juicio. (...) Elma me ha escrito dos cartas. Creo de utilidad traducirle algunos pasajes de la segunda carta (recibida hoy). Usted tiene razón en lo que concierne al masoquismo como uno de los resortes que empujan a una elección conyugal desfavorable – sobre todo en comparación con las cualidades de Mme G. (El miedo a que Elma me engañe, si se siente herida o decepcionada por mí, podría también encerrar elementos masoquistas). Pero – como le he dicho -, me siento ahora bastante fuerte para vencer las tendencias irracionales en mí: Debo pues rogarle que me comunique abiertamente su objetivo punto de vista, sin adornos, y esto también para el futuro. Lo repito una vez más: el deseo de volver a ver a Elma, de estar con ella, surge en mí muy raramente y, incluso entonces, sin gran intensidad (conscientemente). La decepción que me ha causado puede tener que ver con ello Es verdad que nada me solicita sexualmente por otra parte, y no podría decir si no sería de otra manera para mí si Elma fuese normal y tuviese buena salud, y si no dudara de su capacidad de amar. Perdóneme no escribirle hoy otra cosa más importante que mis asuntos personales. Soy consciente de imponerle así preocupaciones que yo debería, de hecho, solucionar sólo. Pero -¡usted lo sabe! – sigo siempre siendo el hijo – un hijo a decir verdad empeñado en un doloroso combate por su autonomía. (...) Extracto de la carta de Elma de hoy: “Sé que no deseas para mí sino lo mejor” ... “y que de buena gana me darías la ternura que necesito”. [Añade aquí que, por error, ha querido escribir “debilidad” en lugar de la palabra “ternura”, que en húngaro está formada con la raíz “débil”. (Saco la conclusión de que quería sobre todo verme débil y ganarme.) “Temo no aprender nunca a soportar sacrificios ni renuncias sin amargura”. (Esta perspectiva no es seguramente seductora.) Tras haber hecho una alabanza de su persona y del análisis, dice no esperar que el análisis pueda explorar en ella las capas más profundas, lo que atribuye a la debilidad de sus capacidades intelectuales. Me escribe a continuación (como si quisiera acusarle) que usted no le dice nada más, del análisis, de lo que es necesario en su propio caso. Creo que tras ello se esconde el deseo de ser tratada por usted como lo había sido por mí, en su momento. Y también, fantasías de igualdad con usted (deseo de ser un hombre, un sabio). “De la ciencia del análisis, no aprendo más que lo que me concierne, y por muy interesante que sea, no me abre nuevas perspectivas.” “Tengo la impresión de que damos vueltas en redondo y que, ahora, ya no avanzamos.” “No hablo por insatisfacción, quiero únicamente expresar mis sentimientos siendo fiel a la verdad.”

“Es verdad que muchas sensaciones mías aún no tienen explicación, pero también que yo no tengo el coraje necesario para la verdad.” (Es evidente que continúa escondiendo una parte de las ideas que le vienen.) ”Ya no estoy ‘enferma’ pero vivo todavía demasiado en la fantasía y las exageraciones, no puedo pues volver a casa.” Al final: “Te beso, así como a mamá, con mucho amor”, y esta nota: “He debido reflexionar mucho esta última frase, para saber cómo se escribía correctamente en húngaro.” (En esta duda gramatical se expresa ciertamente la duda sobre la veracidad de “mucho amor”.) 29 de febrero de 1912 (...) Para mí, personalmente, este viaje ha sido importante, en la medida en que mis dudas en cuanto a la solución a dar a mis asuntos matrimoniales se han apaciguado. Desde ahora, además de los motivos lógicos, mi voz interior habla igualmente contra un matrimonio con Elma, si bien afectivamente también estoy convencido actualmente que es preciso abandonar el proyecto. (...) 8 de marzo de 1912 (...) El domingo pasado con usted ha supuesto un cambio para mí. (Pero los numerosos errores en esta frase muestran la inseguridad que parece seguir reinar en mí, en cuanto a este tema). Es un hecho, las informaciones que ha aportado el análisis de Elma, han rebajado considerablemente su valor a mis ojos, y mi mirada ha vuelto a encontrar, para los méritos de Madame G. (a la que había dado la espalda hasta el presente con una especie de determinación testaruda), una agudeza tal que la comparación debe de nuevo indudablemente volver a las ventajas de Madame G. Al mismo tiempo ha desaparecido la inhibición casi total que dominaba mi vida sexual desde hace meses, y el statu quo ante (atracción por Madame G. pero también por otras personas femeninas) parece haberse restablecido. A continuación llegó su carta, con noticias más favorables de Elma. No ha cambiado, tampoco, la disposición psíquica que acabo de describir. – Sin embargo ha suscitado en mí una cierta agitación que debo interpretar de la siguiente manera: (sin estar enamorado de Elma) no he renunciado todavía, interiormente, a la idea de fundar una familia. Se trata de otra cosa, en cualquier caso, que la forma activa, apasionada, con la que quería realizar ese matrimonio en enero. Desde ahora se trata para mí, evidentemente, de renunciar a la ocasión (ciertamente la última) de llegar a ser padre, no sin angustia y a la fuerza. Pero esta exigencia teórica ya no está ligada a la persona de Elma tan íntimamente que no pueda, esta vez, renunciar a ella. Leyendo su carta, la primera idea que me ha venido ha sido preguntarme si su punto de vista sobre el valor que Elma tiene para mí, no habría cambiado estos últimos días. Tras madura reflexión, sin embargo, esta hipótesis me ha parecido improbable, pues estoy bien obligado a pensar que la cura puede, cuando menos, dar capacidades de existir, pero no aumentar considerablemente las capacidades de actuar. Sea como sea aspiro, parece, ser aclarado por usted en este tema, a fin de que el renunciar a ese proyecto se haga menos doloroso. Un sueño que he tenido justamente en esta conflictiva disposición de espíritu (suscitado por el proyecto de nuestro viaje de Pascua), me ha mostrado que quería escapar de las dos mujeres mediante la fuga, apoyándome en usted y en la ciencia. Pero esto seguramente no ha sido más que un producto de la situación obligada actual, pues sé bien que no puedo existir sin los favores de una mujer. Los últimos meses, he tenido relaciones más frecuentes que nunca con Madame G. y, de hecho, he tenido la ocasión de aprender a conocer su grandeza de alma y su capacidad de sacrificio, su nobleza y su amor simple y natural; por otra parte, su talento poco común para compartir mis ambiciones científicas me impresiona de nuevo mucho. - Tiene usted razón de señalarme, en el curso de mi primer viaje a Viena, en el que yo le revelé mis intenciones matrimoniales, que había notado en mi rostro la misma expresión de desafío que había tenido en Palermo, al rechazar trabajar con usted.

En el caso de que rompiera definitivamente mi compromiso con Elma, sería preciso, también, seguramente, que tomara precauciones a fin de que este rechazo la hiera lo menos posible. Le había prometido, antes, que después de su cura “informaríamos de las relaciones”; pero creo que será más indicado que se aleje de aquí durante algún tiempo (podría ser en Italia, en casa de una de sus tías). Antes será preciso evidentemente que le comunique mis intenciones. (...) Quiero añadir que los efectos depresivos de los últimos acontecimientos se manifiestan también en Madame G., y que no ha podido, hasta ahora, reparar sin daño las averías. No creo, sin embargo, que nuestras relaciones – momentáneamente reducidas a la amistad y a los intereses científicos – no puedan restaurarse. (...) el mal humor de Madame G. tiene raíces más profundas de lo que yo creía, pero esto no cambia nada la nobleza de su comportamiento. 28 de marzo de 1912 (...) Elma escribió ayer a su madre que le gustaría hablarme aún antes de mi partida. No creo que esté indicado, le ruego pues que le dé una sesión a Elma el viernes. (...) 27 de mayo de 1912 Querido Señor Profesor, No es preciso que me avergüence por mi obstinado silencio. En el tormentoso combate que debo tener contra tres adversarios a la vez: contra Elma, Madame G. y yo mismo, solo algunos momentos de calma se prestan a la formalización y a la reseña. En este momento, por ejemplo, existe ese estado de equilibrio, y mi primer pensamiento ha sido naturalmente para usted y para darle noticias como es debido. (No quiere decir que entre tanto no me haya venido la idea de este deber, en innumerables ocasiones.) Cada vez veo más claramente que, en las complicadas confusiones psíquicas, no debe contarse más que con un único guía digno de confianza: el análisis, y no quiero ocultarle cuánto le estoy reconocido por ese mentor. Es verdad que no me ha sido fácil resistir a la presión de las pasiones y encontrar la frialdad de la razón; La verdad es que no sé cuánto va a durar este sentimiento de dominio. Pero creo, por el momento, estar en el buen camino en el que la decisión deberá encontrar por sí sola su camino. Es verdad que un suceso, del que Elma ha debido hablarme hace dos semanas, ha contribuido esencialmente a aclararme. Fue abordada en la calle por uno de sus jóvenes adoradores (el parisino Lorschy). Ella le ha rechazado, se ha refugiado en un coche de punto, pero el joven ha subido detrás de ella al coche. Ella se ha asustado mucho, pero le ha hecho bajar – bastante enérgicamente – del coche. Sin embargo, por la manera en que me ha contado el incidente, me he dado cuenta de que no podía confesarme, ni confesarse a sí misma, todo lo que sentía. Habiendo tomado rápidamente mi resolución, se la he anunciado al día siguiente; le he dicho claramente que no podía ser cuestión de compromiso mientras no se decidiera a hablar abiertamente (en el análisis). Si no era capaz, dejaría de intentarlo y consideraría el asunto cerrado. Tras una breve depresión y algunas lágrimas, ha declarado que estaba dispuesta a ello, pero nada esencial ha cambiado en su táctica: no quería ceder nada que pudiera perjudicar la realización del matrimonio, y quería utilizar las viejas armas (las manifestaciones de ternura). - Pero he seguido firme, a pesar de los combates interiores, muy, muy duros que debía afrontar.- Y ahora su rencor retenido tanto tiempo ha encontrado por fin el medio de expresarse, con todo lo negativo que siente por mí y por el matrimonio, mediante síntomas, asociaciones de ideas -–e incluso mediante afectos conscientes. ¡Todo esto, sería preciso que lo viviera en la realidad, en el curso del matrimonio proyectado mediante comportamientos y actos de venganza! Así, que soy (por el momento) dueño de la situación, y quiero continuar sin impaciencia el análisis que debería, a continuación, aportarnos, a ella y a mí, una clarificación de la situación, necesaria para la decisión. Es posible que ella pierda la paciencia y abandone la cura, incluidos los proyectos de noviazgo. Si se llega a eso, me consolaré con la conciencia de que la ruptura es preferible a una unión que anuncia infelicidad.

Sin embargo, es posible que el après coup de este análisis provoque la aparición de material nuevo del inconsciente – como ya comienzo a notarlo; desde que se atreve a mostrar sus afectos antisociales reprimidos, rasgos auténticamente femeninos aparecen enseguida, invisibles hasta entonces en razón de sus inhibiciones en todas direcciones. Comienza a quejarse de su madre y, al mismo tiempo, aparecen las fuentes infantiles de su atracción sexual por su madre (homosexualidad). Si llegara a educarla en una sinceridad sin reserva, hacia mí y hacia ella misma, si tuviera una cierta garantía de que sería digna de confianza en el matrimonio, y no el juguete de oscuras pasiones, alguna cosa podría aún llegar a ser de todo este asunto, suponiendo que ella lo quisiera aún, cuando llegara a ser plenamente independiente en sus decisiones. Si una sola de estas condiciones no se cumple, renunciaré al proyecto. Entre tanto, el autoanálisis me demuestra cada día que no podría pasar sin la comunión intelectual con Madame G., incluso ni después de un eventual matrimonio con Elma, pero que, por otra parte, no puedo encontrar con ella la satisfacción desde el punto de vista erótico (sobre todo en el momento del acto). Si el proyecto de matrimonio con Elma fracasa, debería sustituirla por alguien que no molestara mi vida común, tierna e intelectual con Madame G. La querida, la buena Madame G., sin embargo, ama y sufre de manera indecible. A veces se impacienta, puede ser que igualmente ella haya retirado una parte de su libido en su yo, dejándola regresar hacia objetos de amor anteriores (hermanos y hermanas), pero ella se da cuenta muy bien de hasta qué punto está unida a mí, y se plegará a lo inevitable, para no perderme del todo. (...) 10 de junio de 1912 (...) El análisis con Elma avanza muy, muy lentamente; ella se esfuerza en ello aparentemente, y utiliza (la mayor parte del tiempo inconscientemente) todas las ocasiones para obstruirlo. Los últimos días se ha puesto a hablar, de repente de “remordimientos” (hacia su madre); claro, he sabido enseguida que estaba cansada de todo este asunto, y que el matrimonio representaba mucho para ella, pero de todos modos no tanto para que el análisis le valiera la pena. La fantasía de un abandono por mi parte ha venido a confirmar mi hipótesis. En consecuencia, tomo interiormente medidas (que inconscientemente ya había tomado antes) para organizarme sin ella y sin matrimonio.- La relación tierna hacia Madame G. vuelve parcialmente a tener valor, el interés científico aumenta. – En el curso de la sesión de hoy, Elma estaba completamente enferma, no decía una palabra; pienso que interiormente se debatía, pero que no tenía el coraje de decidirse. Es evidente que preferiría que fuese yo quien la dejase, pero no lo haré, aunque no sea más que en su propio interés. Que saque al menos de este asunto el beneficio de una decisión independiente; si no, le quedase un “sentimiento de inferioridad”. Pero, incluso ahora, no está excluido totalmente que se produzca un cambio en ella, en el último momento; si así fuera, continuaría reflexionando naturalmente para saber si debo construir mi casa sobre un terreno tan movedizo. Para mí, personalmente, este año de pruebas no ha sido sin provecho duradero; me he dado cuenta de hasta qué punto se es capaz de utilizar para sí mismo un saber teórico sobre los procesos psíquicos, así como la experiencia práctica con una tercera persona, si uno no se analiza a sí mismo metódicamente. 14 de junio Me ha parecido que esta carta traducía el estado del alma de un momento y no una situación interior global, por eso no la he enviado. Mientras he aquí lo que se ha producido: madame G., que soporta difícilmente el sufrimiento de su hija en el análisis, le ha aconsejado que haga caso a la invitación de una dama conocida, que quiere llevarla con ella a Inglaterra. Elma ha dicho que no, pero parece que quiere que su decisión dependa de mí. Evidentemente yo he rehusado tomar la decisión, y le he dicho que debía poder hacerlo ella misma. Al mismo tiempo, le he hablado de mi viaje a Berlín, y (porque el análisis avanza muy lentamente y habrá que proseguirlo en otoño) del viaje de otoño que quiero hacer con usted [lo que es efectivamente mi intención, en la medida en que usted esté de acuerdo]. He guardado la apariencia de frialdad de mis sentimientos a un gran precio, ante la explosión de desesperación que esto ha provocado. Si me hubiera dejado doblegar la escena del compromiso hubiera podido repetirse. Pero he permanecido firme, aunque he tenido que darme cuenta que me es muy difícil

renunciar a ella y al matrimonio. Después, sin embargo, estoy feliz de haber actuado así. Sabremos pronto (¿) si Elma puede, ahora, resolverse a trabajar convenientemente en su análisis, o si va a renunciar a él completamente. Si se mantiene firme en su política de obstrucción, al final, seré yo de todos modos quien se verá obligado a poner fin a este asunto. (...) Sin fecha, probablemente verano de 1912. (...) En principio debo confirmar su hipótesis según la cual mi crueldad y mi dureza hacia Madame G. podría ser una venganza infantil hacia mi madre. Hasta la muerte de mi padre, mi madre fue severa y a menudo injusta, según sentía yo entonces, pero también en mi juicio actual. Tengo recuerdos conscientes, de los 7-8 años, de “fantasías de abandono” y de fantasías de venganza llenas de amargura. Madame G. debe pagar por todo, la pobre. –Conscientemente rindo homenaje, a su comportamiento noble, digno y presto al sacrificio, en las horas más difíciles de su vida – pero la emoción interior está ausente, o bien no se muestra más que miserablemente. Me ocurre lo mismo de lo que se quejan algunas personas: no poder llorar por la muerte de su padre o de su madre. Estoy contento cuando consigo con gran esfuerzo arrancarme una lágrima, o bien cuando el sentimiento de duelo, o de una pesada pérdida se manifiesta en mí – como con la lectura de la carta de despedida, particularmente conmovedora, de Madame G. – además de esta sed de venganza infantil, el hecho siguiente ha podido contribuir a mi comportamiento: durante los últimos cuatro años, desde que me he sometido a la prueba analítica, he llevado, en realidad, un incesante combate de liberación contra la fijación materna. Durante todo este tiempo, he buscado sin descanso habituarme a la dolorosa percepción de la edad de Madame G. y a las relaciones sexuales incompletamente satisfactorias con ella. El dolor que ahora me falta, no me lo he pues ahorrado, simplemente lo he repartido durante un tiempo mayor. Hasta el momento, he puesto en obra escrupulosamente el plan que se gestó en Türkenschanzpark. El lunes por la noche he dado una conferencia, Madame G. y Elma estaban presentes. Cuando le he dicho que no viniera el martes a mi casa, sino que esperara mi visita, Elma ha quedado muy afectada, se esperaba lo peor. El martes, ha habido una apasionada escena de adiós; he devuelto a Elma su libertad, le he dicho, sin embargo, que posiblemente volviera en unos meses. El miércoles, he recibido una carta de ella con este contenido: [Traduzco toda la carta para que usted conozca mejor a Elma.] “El martes, por la noche. Te prometo, Sandor, no escribirte más, incluso los domingos [alusión], nunca. Pero quiero simplemente hablarte todavía hoy. Comprendo que debía de ser así. Te escribo hoy porque siento que nunca más volveré a estar tan próxima a ti, y deseo decirte lo que siento con esta proximidad. Lo que significan mis sentimientos, lo ignoro. Sin duda tu lo sabes mejor que yo, y es por esto que has querido que nos separemos. Sé, con total certeza, que no vendrás a buscarme. Y a pesar de ello, me da un miedo terrible. Esta soledad, que será lo que me toque ahora, será más fuerte que yo; Casi lo siento, que todo en mí va a helarse. Seré razonable, pero voy a tener tanto frío, me voy a helar de tal modo, que el último recurso, la razón, voy a odiarla. Esto es lo que pienso: si estuvieras seguro de ti y de mí, no habrías actuado como lo has hecho. Quieres pues que algo cambie en ti y en mí. ¿No es verdad?. Entonces no está bien, tal como está. Quieres esperar a que algo cambie en nosotros. Puede ser que incluso prefieras que te olvide (incluso aunque me ames); prefieres sufrir un poco antes que habituarte a que estemos juntos. ¡Tienes razón! Sería una pena para tu vida y tu porvenir si no se realizaran todas tus esperanzas. Es porque me conoces y sabes que no se puede confiar en mí. –Incluso pienso que no te molestaría mucho si me vuelvo un poco extranjera para ti, en el alma; sería una especie de alivio. ¿me equivoco? Puede que puedas olvidarme sin remordimientos – desde el momento en que yo no sufra?! ¿O es que has impuesto la separación porque amas todavía a mi madre, y más que un poco – y que no puedes renunciar a ella tan repentinamente? Creo que si no se tratase más que de mí, y no también de ti y de mi madre, no podría soportarlo. Te he dicho qué impaciente estaba y como ardía de deseo. Me gusta mucho, mucho estar contigo; no creo que pueda existir nada mejor. Incluso si tú admitieras de mi parte que yo pudiera vivir para ti, incluso entonces, no estaría a la altura de mostrarte todo lo que yo querría ser para ti. También por esto tengo mucho miedo. Te amo como nunca he amado a nadie. Me siento un poco tu hija, de tal modo deseo que guíes. Únicamente podría sentirme tu mujer cuando tuviéramos nuestro hijo. Lo llamo el tiempo de mis deseos, pero no creo que llegue nunca. Ahora que tú me dejas, no creo en ello. Pues me prueba que tu quieres

cambiar algo de lo que somos ahora. No puedo más que ofrecerte ser para ti, en cuerpo y alma. Sé bien que debería pensar de forma independiente, y poder juzgar nuestra situación. Puede que, lejos de ti, adquiera la independencia que he perdido completamente frente a ti, pero que en absoluto me falta. ¿Puedes pensar que sería bueno que arregle ahora conscientemente mis cuentas por cada pequeño detalle, y que al mismo tiempo la mayor parte de mi dedicación a ti se desmorone – que es en cualquier caso lo esencial? ¿O es que las dos tendencias pueden ponerse de acuerdo? ¿Por qué me has dejado ahora? Tenía miedo de ello, y sin embargo no creía que pudiese llegar. Pensaba que me conocías que veías a través de mí, hasta el punto de saber que sola no puedo vivir. Si estoy sola dejo de existir. Si se produjese ahora otra vez, y también contigo, la más grande infelicidad me golpearía por dentro. Pensaba: sabes todo esto y no me abandonarás, para que no ocurra. Si no ocurriese: nadie sería más feliz que yo, y te esperaría todo el tiempo que tú quisieras – ni siquiera me daría cuenta de que era un tiempo de espera. Pero si después de algunas semanas me encuentro con las manos vacías, el alma vacía – no podré sobrevivir. Y sin embargo sé que todo esto es lo que tú quieres saber: se producirá o no, y haces depender de ello nuestro destino. ¿O es que me equivoco? ¿Por qué exponerme al peligro de una prueba por encima de mis fuerzas? ¿Es lo que deseas? ¿O es que tú también tienes miedo? Por una vez, habla de ti, hasta ahora no has hablado más que de mí” [Sigue el relato de una explicación que Elma ha tenido con su madre. Su conciencia se despierta y me invita a dejarla, y a volver con su madre a la que no se puede condenar a quedar toda su vida junto al padre.] “”Ves, Sandor no merezco que se haga eso por mí. Iré a Roma [a casa de mis tías] o a Lieboutal [a casa del anterior pretendiente] – o no importa a qué otro sitio; te casarás con mi madre, olvidarás este episodio de tu vida, viviréis unidos y sin remordimientos. No creo a mi madre cuando me dice que tú ya no la amas. Escríbeme una vez, con franqueza, como se habla a una persona adulta, y dime lo que sientes verdaderamente. Lo harás ¿no es así? Entonces yo podría vivir mucho más tranquilamente. Quiero quedarme siempre junto a mi madre. Debe desaparecer cualquier inhibición entre nosotros. Por ella, quiero aprender a hablar – es verdad que ella no tiene a nadie más que a mí. Desgraciadamente, con la palabra, no se puede ablandar más que los sentimientos, no los hechos. No querría hacer frases para acabar. Quiero únicamente decirte que tengo pena por ti, cuando sufres. Sufres por ser abandonado, sufres a causa de mi madre ¿no es así? – y no por mi causa. Dime: ¿crees, tú, que puedo darte felicidad? Es tan terrible separarme ahora de ti. No te escribiré más, sé que no lo deseas. Respóndeme todavía hoy. Habla de ti. Te doy las gracias por todo; a menudo no puedo hablar, únicamente porque tengo el sentimiento de que vivo en ti, que todo lo que soy está perdido para ti.” He respondido a Elma con ternura, pero me he mantenido firmemente en mi decisión, le he hablado de contra-transferencia, y de la necesidad de esperar para ver si mi amor por ella (lo espero) saldrá victorioso de la lejanía en el tiempo y en el espacio, pues sólo en esas condiciones podrá construirse nuestro futuro. Entre tanto han pasado tres días. Me siento tranquilo – en absoluto apasionado. A mí mismo me ha extrañado y pensaba: ¿no sería el inconsciente que tenía necesidad de todo este dispositivo, con el único fin de desembarazarme “convenientemente” de Madame G.? Las cosas, sin embargo, no parecen ser tan simples. El tiempo de las exploraciones está caduco, y me sorprendo cada vez con más frecuencia soñando con casarme con Elma. Madame G. empuja siempre a hacerlo rápido, pero es, como de costumbre, amable, a pesar de su gran dolor. (...) 12 de julio de 1912 Querido Señor Profesor, ¡No hay nada que hacer! Tengo que aceptar que 1911/12 es un año crítico, y debo renunciar, por ahora, a consagrar mi tiempo a otras ocupaciones que no sea resolver mis embrollados asuntos

personales. – Los últimos acontecimientos son los siguientes: debería haber tenido malos presentimientos, desde que recibí la carta de Madame G. de la que le hablé en Viena, en la que me decía, entre otras cosas, que aunque me hubiera perdido, seguiría eternamente fiel a la causa y a usted. Pero hasta anteayer las cosas no se me han aparecido claramente, durante una larga entrevista que tuve con Madame G. – Le he pedido demasiado, condenándola (sin decirlo) a esperar tranquilamente el resultado del análisis de Elma haciendo depender de él el destino de las dos mujeres. Acaba de decírmelo, ella misma, que había sobrestimado sus fuerzas al pensar que podría acomodarse al hecho de que en el futuro, eventualmente, sólo mantendría conmigo una comunidad tierna e intelectual; me ha dicho que decididamente preferiría renunciar a todo y abandonar el lugar. Es evidente que el proyecto ha madurado en ella desde hace tiempo, hasta haberlo dicho, anteayer.La consecuencia inmediata ha sido una escena conmocionante entre nosotros dos, que ha terminado con la decisión de que volvería mañana por la mañana (sábado). Nos hemos dado cuenta bastante claramente de que los lazos que nos unen al uno con el otro son demasiado fuertes para ser rotos con una decisión voluntaria consciente. Creo – y no se puede quererlo – que Madame G. ha mostrado demasiada generosidad frente a los golpes y a la humillación infligida, hace tiempo, y que, si ahora pierde la paciencia, se debe a la represión de aquello; mientras que yo estaba, y estoy, en el buen camino para no dejarme llevar por actos irreflexivos, sino al contrario, juzgar el caso de Elma con una frialdad médica, lo que ha mejorado las probabilidades de una vuelta definitiva con Madame G. Simultáneamente, en el análisis de Elma también, aparece cada vez más claramente que Madame G. a menudo deja entender, sobre todo en mi ausencia, que Elma debería dejar el análisis, puesto que de cualquier manera yo no le amo como ella desearía. Estoy firmemente convencido de que Madame G., en esto, no actúa por motivos egoístas conscientes, y que lo que tiene como finalidad es el bien de su hija. Sin embargo, debería haber pensado que, yo también, tengo siempre presente su bien (el bien de su hija), y debería actuar de acuerdo conmigo. La relación entre la madre y la hija es tensa, en razón de estas alusiones: Elma no se atreve a hablar de mí delante de su madre, y esto conlleva, naturalmente, una inhibición general entre ellas dos. – Durante este tiempo, el análisis avanza (más exactamente: avanzaba) con bastante normalidad; Elma empezaba a hablarme más sinceramente de sus fantasías sexuales y de sus sueños, sin aportar, es verdad, gran cosa de nuevo. Frente a ella, he conservado la posición médica correcta; esperaba profundizar poco a poco el análisis que había progresado tan favorablemente en Viena, y entre tanto, tomar también decisiones para el porvenir. El intermedio con Madame G. complica un poco la situación. Sin embargo, espero tener éxito para obtener de ella no solo que renuncie a su intención de romper conmigo, sino a que coopere en el análisis de Elma, como antes. Durante todo este tiempo debo prestarme mucha atención, a fin de no dejarme molestar, por despecho o impaciencia, a alguna acción irreflexiva. La decisión prematura de desposar a Elma podría llegar a ser tan nefasta para mí como la ruptura, que en la actualidad no sería sincera, de la relación con ella o ¡incluso con las dos mujeres! Mire usted, las cosas han empeorado y ahora se trata de velar para evitar todos los escollos. El nerviosismo y las emociones acumuladas estos últimos días han provocado en mí un aumento casi insoportable de libido sexual. Tras largas dudas, me he decidido a procurarme un alivio por la vía normal de la prostitución. He tenido éxito para sobrepasar mis inhibiciones en ese tema y a pesar de todo el disgusto al que he tenido que acomodarme – debo decir que, después, pienso y actúo más fríamente y con menos pasión. (...) 18 de julio de 1912 (...) La entrevista con Madame G. ha tenido por resultado mostrar que la indicaciones de Elma sobre las declaraciones desfavorables de su madre en relación con su análisis estaban seriamente exageradas, y puestas al servicio de su propia resistencia al análisis. Es evidente que ella (Elma) no quiere el análisis: preferiría no ser ella, sino Madame G. o yo los responsables de la interrupción de la cura. – Se lo he reprochado, y al final ha reconocido que ella (Elma) empezaba a perder la paciencia; le he dicho que no podía cambiarse el método; hay que tomarlo o dejarlo. Al mismo tiempo le he demostrado que, desde su vuelta de Viena, no había trabajado convenientemente, sino que había buscado utilizar sus viejos artificios de seducción y que ella no quería llevar a buen

término su decisión de casarse. Le he dicho que durante todo este tiempo, no había hecho más que obstruir. He confesado abiertamente que yo había cometido graves faltas en el primer análisis (antes de Viena), tomando sus avances por auténticos, neuróticos esencialmente, pero que ahora era totalmente dueño de mí, tanto que debería renunciar definitivamente a “alejarme con la seducción”, por segunda vez, del estricto camino analítico. Todo esto ha tenido sobre ella un efecto abrumador, pero era inevitable. El impacto del primer análisis (técnicamente incorrecto) no podía ser debilitado sino de esta manera un poco cruel, esto es mediante un segundo suceso vivido. Respecto a esto, curiosamente, ha reaccionado confesando que su interés por el psicoanálisis era en parte simulado, y que interiormente estaba siempre dominada por una gran aversión sexual. Ahí se abre un camino hacia otros progresos en el análisis. Pero es dudoso que se consiga; probablemente su obstinación la empujará, y conseguirá sus fines, es decir: cortar pronto con el análisis, de modo rencoroso y con humillación. Me apenará. Preferiría que nos separásemos como buenos amigos; lo que, por otra parte, no está totalmente excluido. En lo que a mí concierne, la situación es esta: No estoy liberado todavía (sobre todo en el Ics) de veleidades libidinales y nostálgicas con Elma, pero domino con rigor esta tendencia; por otra parte no se manifiesta más que de tarde en tarde, sobre todo cuando tengo que hacerle daño, y cuando la hago llorar. Después, me quedo muy contento siempre de haber sido firme. Además, veo cada vez más claro hasta que punto no es razonable querer esposar a Elma, sin reflexionar; veo cada vez más claramente sus debilidades, desde que la sobrestimación sexual ha disminuido unos grados. Las cualidades verdaderamente raras de Madame G. toman mientras tanto más valor para mí, aunque haya aprendido a renunciar a las cosas que no puedo obtener de ella. Signos analíticos muestran qué es lo que me atrae de Elma, no se trata solo de la posibilidad de fundar una familia, sino también del hecho de que su coquetería y su maldad (condicionadas en ella por sus complejos) actúen sobre mí, así como que juega un papel igualmente en mi fantasía el papel de la que trae la muerte, que causa la pérdida. Durante mi pubertad, el pensamiento de la muerte, que había investido fuertemente de libido, me ocupaba durante noches enteras. (...) 26 de julio de 1912 (...) He pasado revista a los sucesos del año corriente, me he dedicado a hacer la lista de pérdidas, y he tenido que constatar que renunciar a mi sueño con Elma (ya casi realizado), y el fiero trabajo analítico por el que tengo que matar esta fantasía en mí mismo, me siguen causando un sensible dolor que en ciertos momentos tengo que recordar a mi conciencia. He visto que el camino que me lleva a Madame G., aunque no está cerrado, no puedo seguirlo con en el mismo ánimo que en el pasado, en razón de las inevitables consecuencias de mi infidelidad y de la dolorosa toma de conciencia de que los sentimientos se han entibiado. Parece que mi paseo de hoy haya sido un acto sintomático. En el camino de vuelta (que puede simbolizar la vuelta sobre las antiguas huellas), he comenzado a considerar los acontecimientos con un poco más de filosofía. He pensado en el daño que he podido ahorrarme renunciando, he pensado en la ciencia que seguramente continuará uniéndome a Madame G., y la ganancia de independencia y de libertad de pensamiento que debo a todas estas experiencias. De todos modos no he encontrado respuesta a mi cuestión de saber si una vida solitaria, sin proyecto de futuro, me dará suficientes motivaciones para el trabajo. Cuanto más muestro a Elma, sin ninguna duda posible, que la trato solo como una paciente, con más abundancia aparecen en ella, cosas que antes retenía cuidadosamente. Las faltas que he cometido en el curso del primer análisis poco a poco se van corrigiendo; a decir verdad – deberían en alguna medida ser supercorregidas, para borrar el impacto; sin duda la prosecución de la cura se vuelve por ello mucho más difícil; la pobre Elma no encuentra en ella ningún placer, y uno puede preguntarse si a la larga la va a mantener. (...)

8 de agosto de 1912 Querido Señor Profesor, Hubiera podido contarle en mi última carta (del 7 VIII) los sucesos que quiero contarle ahora, pero únicamente en forma de post-scriptum. Si no lo he hecho debe tratarse probablemente de una tendencia inconsciente, que desearía que no hubieran ocurrido. – He renunciado al análisis de Elma y de ese modo he cortado el último hilo de la relación entre nosotros. Le he escrito que se había ausentado durante algunos días (tres); estaba en Plattensee, en casa de una conocida, y se ha sentido muy bien allí, sin obligación y con buena salud, y mientras me contaba esto, me ha parecido totalmente claro que no se sometía al análisis más que a la fuerza, únicamente a causa del esperado matrimonio e impacientemente alcanzado, y que, espontáneamente, era conducida a sustraer del análisis todo lo que pudiera estorbar ese proyecto. Se lo he explicado, lo ha admitido y me he presionado a tomar una decisión. Me he remitido a una regla fundamental del psicoanálisis y no he podido hacer otra cosa que declarar que, en esas condiciones, el análisis no tenía perspectivas. Al mismo tiempo, le he hecho comprender que las relaciones sentimentales entre médico y paciente eran habitualmente las víctimas del análisis, así como que las posibilidades de un lazo matrimonial entre nosotros eran mínimas, incluso si proseguíamos el análisis. Le he dicho también, que si venía a mi casa en tanto enferma, quedaría de buena gana a su disposición. He hecho todo esto con una seguridad de sonámbulo, a pesar de mi dolorosa conmoción interior. Elma estaba desesperada; le he acompañado a su casa y la he confiado a su madre. Desde entonces no la he visto; he sabido ayer por Madame G., que no se había repuesto y que protestaba de sus sentimientos inalterados por mí. Quiere alejarse de Budapest este invierno, y no quiere hacer el viaje proyectado al Lido de Venecia con su madre. Me siento tranquilo – dejando aparte una ligera depresión intermitente -, pero esta noche la agitación y un sueño han revelado el hecho de que estos sucesos me han afectado profundamente. Madame G. es amable, como siempre. Su fidelidad y su indulgencia no tienen límites. (...) 2 de octubre de 1912 (...) Es evidente que tras esta nosofobia se esconde la reacción a la ruptura definitiva con Elma que, aparentemente, no se había producido. Las “auto-exploraciones” deben ser manifestaciones camufladas de erotismo de órgano. – Entre mis notas he encontrado un sueño de antes de mi partida al Tirol, en el cual, tras una escena entre Elma, Madame G. y yo , escalaba solo una montaña y en el que constataba en mí mismo la induración sifilítica de un ganglio inguinal. (...) Sin fecha (...) Estaba persuadido, naturalmente, que se trataba de sífilis – tanto más cuando un médico había estado preocupado por ello. El examen de sangre, repetido dos veces, dio resultados negativos, pero a pesar de ello sigo pesimista. Se lo he contado todo a Madame G., para evitar una desgracia. Se ha mostrado infinitamente buena e indulgente. Respecto a eso, tranquilidad. Los ganglios han comenzado a disminuir, y casi han desaparecido ahora (a excepción del ganglio inguinal). – Habría que excluir la sífilis; los médicos dicen: con certeza absoluta. – Han surgido también otras cuestiones hipocondríacas en cuanto a la naturaleza de esta importante tumefacción inguinal. Veo claramente ahora que mi inconsciente, que no acaba de aceptar el renunciar definitivamente a una familia, quiere regresar a escenas infantiles de enfermedades, en las que mi madre me manifestaba mucho amor, ella tan dura en otros momentos. Las manifestaciones somáticas (presentes realmente) dan ocasión para ello. Además, sobredeterminación; quiero enfermar para evitar la diferencia de edad entre Madame G. y yo; si soy un sifilítico reprobable, su amor debe parecerme como la mayor felicidad posible. El caso de Elma no está definitivamente arreglado. He rechazado sus intentos de aproximación, amable pero firmemente. Aunque tengo nostalgia de la juventud y de la belleza, veo claramente qué peligros correría con ella. Tampoco me atrae como persona.

Las cosas son pues lo que son: me conformo con la comunidad de espíritu y de sentimiento con Madame G., con la que siempre puedo contar – lo que queda de libido, usted tendrá que compartirla con la ciencia. (...) 31 de octubre de 1912 (...) Le escribo a fin de prevenirle de que Elma, que parte hoy para Viena, para una estancia bastante larga, quiere visitarle. Le he animado a hacerlo, cuando ha expresado su deseo. Sin duda querrá hablar de su asunto de matrimonio con Gratz, el industrial vienés. Es evidente que en su fuero interno está lista para ello, únicamente quiere tener su autorización; la mía, la tiene ya. Elma no irá como paciente, sino de visita, en el curso de una de sus horas de consulta. (Me ha preguntado si tendría que pagar; le he dicho que no.) 7 de diciembre de 1912 (...) Si hubiera un factor psíquico en causa en la patogenia de mi enfermedad, y si el objetivo fuera acercar a Madame G. a mí nuevamente, entonces mi enfermedad habría cumplido su objetivo. Tanta bondad que parece ir de por sí, comprender todo y perdonar todo desarma completamente y, a fin de cuentas, será preciso que le perdone el haberle causado tanta pena. Por otra parte, los cuidados prodigados al enfermo me han vuelto más receptivo al amor “maternal”. (...) 26 de diciembre de 1912 (...) No puedo creer (¿a causa de resistencias?) que quiera tratar a Madame Gisela tan mal como he tratado antes a mi hermana Gisela; hacia la edad de tres años (puede que incluso antes), me he hecho sorprender con ella por la cocinera (¿me habrá denunciado a mi madre?) tocándonos mutuamente; me ha amenazado con el cuchillo de cocina (amenaza de castración, evidentemente). Pero efectivamente, he tratado muy mal a Madame G. durante la historia con Elma. Su conmovedora fidelidad correspondería a la gata continuamente rechazada pero que siempre vuelve. (Debo subrayar que, desde la evolución de mi enfermedad, puedo sentir de nuevo un gran calor por Madame G., aunque tengo que vivir mi agresividad respecto a ella en sueños y en la neurosis.) así, odio a Madame G. pues, a causa de mi hermana G., he sido amenazado con la castración.(...) Explotar de rabia: Madame G., con toda su bondad, a veces es muy irritable, por ejemplo con las criadas. Seguramente hay intenciones de muerte (de asesinato) detrás del hecho de “dejar explotar” la gata. (...) Verdaderamente nunca he sufrido de impotencia (de avería). Algunas veces, hace un año, cuando llevaba a Elma al análisis a Viena y volvía con Madame G., sin deseo y profundamente deprimido, he querido intentarlo y he fracasado. Durante este coito peligroso, en septiembre de este año, en Viena (en el que temía haber contraído la sífilis), he sido completamente potente – a pesar del displacer y del miedo -. Debe haber una cantidad enorme de libido acumulada en mí, ahora. Desde principios de septiembre de este año, he tenido como mucho cinco relaciones sexuales. El proceso patológico local precisaba cuidados. – antes de septiembre, en verano, fuerte excitación libidinal, mucho interés por las mujeres en la calle, muchas veces relaciones sexuales con puellis. Actualmente (a pesar de la abstinencia), más huellas de todo esto. Toda la libido ha debido convertirse en enfermedad y en angustia. –Es posible que en este momento odie a Madame G., inconscientemente, porque ha impedido (como antes la cocinera y mi madre) el matrimonio con Elma (se trataba, antes, de los tocamientos con mi hermana). Puedo, inconscientemente, haberle atribuido, en la imaginación, la amenaza de emasculación -¡voilà¡ ¡lo que me viene ahora, jugando ella me ha amenazado con eso realmente alguna vez! (...) El capricho que he tenido queriendo casarme con Elma debía ser castigado con la emasculación; por esa razón me he expuesto al riesgo de la sífilis. (...) 3 de mayo de 1913 (...) En cuanto a la higiene psíquica, las cosas están así: he intentado, en muchas ocasiones, satisfacer mis necesidades eróticas “en el exterior”, pero (es posible que por la mediocridad del material) con el único resultado de mi rápida vuelta junto a Madame G. A fin de cuentas, Madame G. trabaja

incansablemente para restablecer las relaciones entre Elma y yo. Hasta ahora, he opuesto una enérgica resistencia. En cuanto a Elma, se comporta de manera sabia y razonable; según ha dicho Madame G., se aburre de mí en secreto, pero se calla y nos “protege” de alguna manera (a mí y Madame G.) (...) 12 de mayo de 1913 (...) Estoy convencido de que mi análisis no podrá más que mejorar las relaciones entre nosotros. Para Jones, las cosas se presentan de otra manera: no es él, es su mujer quien ha sido analizada. Pero yo he superado este periodo en el que usted tenía a Elma en análisis y, después no he podido desposarla; lo he superado, sin alejarme de usted, o del análisis. Espero, a fin de cuentas, que Jones permanecerá fiel. Madame G. prosigue sin descanso sus intentos de ganarme para Elma; por el momento, sigo firme. Es interesante ver como esas dos mujeres “juegan al fútbol” conmigo: ¡cada cual quiere otorgarme a la otra¡ detrás de todo esto supongo la existencia de formaciones reactivas a mutuos deseos de muerte. Es verdad que Madame G. es muy, muy gentil conmigo; después de lo que ha pasado entre nosotros, no le es difícil manifiestamente ofrecerme en sacrificio, y reparar así las reprimidas ideas de venganza (para con Elma). Elma está cargada de pensamientos de muerte neuróticos hacia su madre; ella exagera también la preocupación que tiene de su bienestar y se esfuerza en no molestarnos. (...) 7 de julio de 1913 (...) Era completamente sincero al decirle que me alegraba de ver la historia de Elma arreglarse sin mí; y sin embargo me ha entristecido infinitamente el oír decir –tras mi vuelta de Viena- que el matrimonio con este Americano iba a realizarse verdaderamente. Después, cuando el último día antes de la partida del joven, Elma no le ha dicho que “sí” (cierto, no solo por consideración hacia mí, esto para ella prácticamente no cuenta ya, sino un poco herida por alguna declaración del Americano) y que una vez más el camino estaba libre para mí; me han vuelto todos los viejos escrúpulos y un miedo interior hacia el porvenir que me ha retenido de cualquier aproximación; sí, he encontrado a Elma menos deseable, exactamente como en la época en la que me parecía inaccesible. Esta extraña condición amorosa es ciertamente neurótica. Al mismo tiempo Madame G. ruega incansablemente por la causa de Elma junto a mí; ve en ello la única solución posible y, como dice, favorable para todos; pretende que Elma me ama como antes, pero yo me he convertido en un escéptico en cuanto a su capacidad de amar – ahora igual que antes y este pensamiento me separa de ella cada vez que (en la imaginación) tomo disposiciones para acercarme a ella. (...) 15 de septiembre de 1913 (...) Madame G. me esperaba en la estación. Está bien y le devuelve cordialmente el saludo. – Mi llegada prematura me ha permitido tener dos días libres en Budapest; los he pasado muy agradablemente con Madame G. Las noticias de Elma – que comienza a atender a la idea de casarse con el escritor americano-sueco – han manifiestamente desatado en mí hilos escondidos que todavía me ataban a ella. Me siento feliz, libre y ardiente con el trabajo – mis relaciones con Madame G. son también mucho más naturales y sin inhibición. (...) 16 de octubre de 1913 (...) Tras los dos “años de enfermedad” transcurridos, marcados por una profunda depresión psíquica y somática, parece que me haya caído encima una especie de rejuvenecimiento, en particular desde que el asunto de Elma se ha arreglado. Acrecentamiento de la libido y de la potencia, desaparición de la hipocondría, tendencia a mostrarse sociable y a darse gusto (incluso de un modo primitivo, infantil: teatro, cine, etc.), sentimiento de fuerza física, humor y ganas de bromear: en estos síntomas, es el carácter juvenil tanto tiempo reprimido (que había dado ya por perdido) quien busca imponerse. Mi intento de explicación de estos hechos es la siguiente: al optar

por Elma, me he arrancado con violencia de Madame G., debido a lo cual he tenido que exagerar las cualidades de Elma. (en esa época era pasajeramente impotente con Madame G.) después vino la gran decepción con Elma; el camino hacia Madame G. me estaba entonces vedado (interiormente), no me quedaba más que una salida: estar enfermo (problemas somático-neurasténicos e hipocondría; manifiestamente mis puntos de fijación). Poco a poco (puede que también con la ayuda de la diversión por la enfermedad, es decir el auto-erotismo), la tendencia bastante obstinada de cultivar la idea de volver con Elma ha cedido; al mismo tiempo el amor y la bondad de Madame G. me han permitido reanudar una vez más las relaciones intelectuales y tiernas con ella. Cuando he visto al fin que Elma tampoco se sentía ya ligada, me he liberado interiormente de ella, sin encontrar sin embargo mi antiguo amor incondicional y entusiasta por Madame G; lo que quedaba en mí, era más bien amistad, ternura, comunidad intelectual, no del todo desprovistos de erotismo. Si considero el conjunto de la evolución de las cosas, debo concluir que el efecto (y probablemente final) de todo el asunto Elma era sin duda como sigue: atenuar el rígido lazo de la vieja relación amorosa con Madame G., dictado por la piedad; impedido por la fijación materna, no he sido capaz de realizarlo, consciente y voluntariamente; debía venir en mi ayuda una circunstancia exterior (Elma), para desculpabilizarme de alguna manera. Elma ha servido para racionalizar mis tendencias a la independencia. (...) 10 de diciembre de 1913 (...) Madame G. está actualmente en Viena; su cuñado (Mr. Stross, en cuya casa ha vivido Elma) ha fallecido repentinamente. – Elma parece muy contenta, al final está definitivamente comprometida oficialmente. (...)

Correspondence 1914 – 1919 Sigmund Freud – Sandor Ferenczi. Ed. Calmann – Lévy, 1996

2 de septiembre de 1914 (...) El prometido de Elma ha repentinamente aterrizado aquí quiere concluir en unos días el matrimonio, con una dispensa. En esta ocasión, he tenido que constatar que mi inconsciente le está todavía atado por algunos hilos, y que estos hilos pueden ser más fuertes de lo que quiero admitir. Eso explicaría muchas cosas para las que no encuentro razones lógicas. Espero que el hecho consumado reducirá al silencio los fantasmas inconscientes. (...) 27 de octubre de 1914 (...) En suma, en el momento actual, no estoy ni triste, ni alegre; más bien aburrido. Sé todo lo que pierdo interrumpiendo el análisis, pero que lo lamente no llega a ser un sentimiento consciente. Así: la primera tarde maníaco, la segunda, melancólico, la tercera (hoy), apático; puede que sea un mecanismo circular. – N. B.: mi tendencia sería a no escribirle la carta, pero sé todo la gratitud que le debo. A Madame G. (a quien escribí el primer día una carta llena de fervor) tampoco podría decirle nada, en este momento. 18 de diciembre de 1914 (...) Del resto, lo que se me ocurre ahora, es que la resistencia en cuanto a Madame G. (a quien no he escrito desde hace ya dos semanas) podría tener una relación con el hecho de que Elma viene estos días a Budapest como recién casada, y que esto ha podido despertar en mí toda la cuestión, no resuelta en Viena, de mi relación con ella. (...) 24 de julio de 1915

(...) El giro que toman mis asuntos privados, de los que le informaba en mi anteúltima carta, es muy interesante. Antes de mi viaje a Budapest, he tenido la noticia de que las reglas esperadas no habían venido; al mismo tiempo, fui requerido a hacer lo necesario para restablecer artificialmente las reglas. Naturalmente, he escrito también que no era cuestión de tal cosa; por el contrario, estaba decidido a asumir todas las consecuencias; no era ya cosa de dudar, de titubeo o de indecisión. En Budapest, he sabido que no se trataba más que de un retraso en las reglas. ¡Desde entonces no estoy seguro de qué debo hacer! ¡Vea usted hasta qué punto es importante para mí tener niños! 14 de octubre de 1915 (...) Los motivos para la enfermedad de ahora, he ido a buscarlos 1) en Viena, dónde hemos pasado unos días a causa de la enfermedad de su Mathilde. He aprovechado esta ocasión para ofrecerme la posibilidad de una infección sifilítica; 2) en Nápoles, dónde – acallando mis escrúpulos – he pasado una noche con Madame G. Me las he arreglado para poder llegar a Budapest poco después del periodo de incubación (supuesto). He confesado todo a Madame G. – (creo que para desembarazarme de ella) – ha tenido conmigo una bondad sin límites: estaba de nuevo atado – pero debía caer enfermo. Todo este asunto era la reacción a la historia Elma. Aún más, todo ha comenzado al constatar una disminución de la libido hacia Madame G.; por lo que he decidido hacer una visita a Madame Sarolta (que está actualmente en Budapest), y esta vez sin escrúpulos. Solo el azar ha impedido el encuentro del que yo esperaba que en esta ocasión ella me acercara a Madame G. (la fidelidad con ella me sería más fácil, pensaba yo, si me atreviera a serle infiel.) A pesar de una bastante larga abstinencia previa, la libido hacia Madame G. faltaba, incluso aunque pudiera cumplir el acto. A la noche siguiente he tenido dos sueños de angustia, que me han dado la ocasión para especulaciones sobre la neurosis de angustia. Notemos también que he subrayado que por primera vez, incluso la paciencia infinita de Madame G. amenazaba con romperse. La compadezco infinitamente y veo lo trágico de su destino; rindo homenaje también a todas sus virtudes – pero mi inconsciente permanece frío. No tengo ninguna idea de hacia dónde me va a llevar esto. Una ruptura de esta relación me sigue pareciendo impensable. Por el momento, ¡aprovecho el conflicto para no trabajar nada! 16 de diciembre de 1915 (...) Si voy a emprender algo en mis asuntos personales, y si sí, qué, no sé nada. El doble lazo, Madame G y Elma, sigue sin estar resuelto en la fantasía inconsciente. – Una echadora de cartas me ha “profetizado” ayer, que me casaría dos veces. También me ha dicho que debería haberme casado hace poco, pero que había rechazado a mi prometida. Otra mujer, casada, “me adora”, etc. Me mudaré pronto a una gran ciudad, haré progresos, etc. (los progresos, estaban ya hechos en la época) En Budapest, he ido, con una de mis hermanas y Madame G., a un teatro de variedades en el que nuestro vidente (ahora Profesor Costello o algo parecido) se exhibía con su mujer. Le he hecho venir a mi casa al día siguiente y me he convencido de que era verdaderamente capaz. (...) 17 de enero de 1916 (...) He hecho partícipe a Madame G. de mis proyectos de matrimonio. El humor feliz que ha seguido no ha durado más que 24 horas. El principio del conflicto, inevitable, entre Madame G. y el Sr. Palos ha contribuido al cambio de humor. En un abrir y cerrar de ojos me encontraba de nuevo en la situación psíquica en que había estado durante el tiempo de la división anterior, a causa de Elma; mi libido se ha retirado de Madame G.; después de que la sobrestimación sexual se terminara, vi en ella, con una cruel precisión, los perceptibles cambios debidos a la edad. Pero a diferencia del estado en que me encontraba entonces, no me he puesto enfermo, psíquicamente o somáticamente, como consecuencia del sentimiento de vacío interior. Como mucho podría interpretarse de manera neurótico-sexual el hecho de que, desde hace ocho días, mi tránsito intestinal está un poco perturbado, y que he tenido, durante dos días, un empacho gástrico con un poco de fiebre. En dos ocasiones, particularmente válidas para resaltar la claridad y el alto nivel

intelectual de Madame G., he sentido de nuevo por ella la emoción que asaltaba tan fuerte en el tiempo de Elma. Madame G., seguro, es sensible a estas fluctuaciones – sin hablar de ello – y ha encontrado ella misma el medio de retrasar la decisión; a pesar de esto, continúa fielmente unida a mí. No he llegado muy lejos en mi intento de resolver esto con el análisis; es verdad que, hasta el momento, no he hecho más que dos intentos. 1) el brusco enfriamiento, a continuación de la noticia del conflicto con el señor Palos, es la copia de la ruptura repentina con Elma, cuando fue invitada por su padre a retrasar el compromiso. Es posible que la fijación al padre se haya llevado la victoria, entonces y ahora; no quiero llevar nada a cabo contra la voluntad del padre. Sin duda esta fijación me hace retirar mi libido heterosexual de la mujer, cada vez que llego a un conflicto entre lo hetero y la homosexualidad. 2) Después de una conversación con Madame G. sobre el tema de i fijación homosexual, he tenido un sueño. (...) He pensado: el estuche en el bolsillo interior recuerda la conversación que acababa de tener con Madame G. a quien había dicho, entre otras cosas: “Hay una mujer escondida en mí y detrás de ella se esconde el hombre verdadero, mientras que la apariencia dominante a la poligamia es una formación reactiva contra la homosexualidad” (...) El estuche puede ser también la mujer que quiero tener (inconscientemente), la impura, en oposición con la superioridad de Madame G En la infancia y adolescencia, era la única accesible, la única que puedo abrir (abertura del estuche) sin angustiarme por mi conciencia. Elma es la representante de esta categoría, he ahí la razón de tanta libido (y sin duda también potencia) respecto a ella. Madame G., por el contrario, es la clara, la pura –que es preciso tratar como al estuche de oro no empañado, al que no se puede tocar, como la madre – si no se quiere ser castrado. Luego, una combinación poco favorable entre la sobrestimación de un cierto tipo de mujer y la concepción sádica del coito. (...) 24 de enero de 1916 Querido Señor Profesor, Sé bien que “los argumentos abundan tanto como las moras” (a menudo se lo he escuchado decir), pero sin embargo no he podido impedir tener objeciones racionales contra su consejo (no analizar durante la acción). He pensado: mas bien durante, que después de una acción – puede ser inoportuno. Esto para el “consciente” al que he dejado expresarse sin obedecerle. En la realidad, simplemente he seguido vuestro bien intencionado consejo y he presionado a Madame G. para que tome una decisión en sentido positivo. (Ella querría esperar la vuelta de Elma de América (en el mes de mayo) pues le ha prometido acogerla en su casa, si no se sentía feliz en la suya. He protestado enérgicamente contra esta demora, pero no puedo disimular del todo mi división interna con Madame G.) La última semana una mala indisposición de Madame G. – neuróticamente aumentada, supongo – me ha mostrado probablemente algo de su inconsciente perturbado. – Conscientemente, es buena y gentil como siempre. Madame G. se dirigirá a usted, estos días, por carta. Perdone la pena y la molestia que le infligimos en tanto que imago paterno. (...) 2 de febrero de 1916 Querido Señor Profesor, Dejando de lado las inhibiciones que me entorpecen el camino en forma de los pretextos más variados, quiero darle cuenta, esta vez con detalle, de la noche de hoy, en el curso de la cual he leído su carta a Madame G.; más exactamente de las intuiciones que han despertado mientras en mí. Supongo que he dejado intencionadamente a Madame G. escribir esta carta, para que usted retirase el consejo que me había dado y para poder yo así librarme de la responsabilidad. Por otra parte, es lo que se ha producido, en la medida en que – habiendo confesado abiertamente mis dudas a Madame G. (aprovechando esta ocasión para hacer confesiones que concernían a otros tiempos) – ella ve claro, en lo sucesivo, y sabe que no es cuestión de un fait accompli. Una segunda idea – un poco menos creíble – me ha venido entonces a la cabeza, diciéndome que, a pesar de esto, no tenía ninguna intención de renunciar al matrimonio con Madame G.; quería solamente –pensaba yo – desembarazarme de la obligación que implicaba su consejo. En otras palabras: quería saber si deseaba desposar a Madame G. espontáneamente, incluso sin el consejo. Pensaba también que el consejo – que había introducido una duda sobre la espontaneidad de mis sentimientos – me había igualmente inducido a error sobre la parte real de estos sentimientos, y

espero que una franca discusión mostrará lo bien fundado de esta parte, y que hará que llegue lo que usted aconseja. Una tercera reflexión, sin embargo, llama la atención sobre la fuente infantil neurótica de esta “obediencia ciega” Cs y de la rebelión Ics, es decir de la confianza manifiesta y la desconfianza latente en cuanto al padre. (Es posible que estos movimientos afectivos me hayan dado la materia de la conferencia de Munich que usted no aceptó) A fin de cuentas, supongo que una parte de la duda relativa al amor por la mujer se debe simplemente a la neurosis obsesiva (homosexual-sádica anal-erótica) y, como tal, inextirpable. He dicho todo esto a Madame G., y le he subrayado, como chiste, que podría casarme con ella sin amor, por “conveniencia”, que por eso no sería menos buen partido. Lo curioso del asunto, es que esta conversación ha acrecentado mi amor positivamente. Quiero esperar que el placer sádico de torturar no sea la única causa, sino que se trate también de la liberación de auténticos sentimientos amorosos. 28 de febrero de 1916

(...) El día de ayer ha sido crítico. He dicho a Madame G. que con gran dolor por mi parte no experimentaba libido por ella en este momento. Sobreponiéndose a su depresión, me ha propuesto que nos veamos con menos frecuencia, durante algún tiempo, una vez por semana, por ejemplo. A continuación, hemos pasado el domingo por la tarde juntos – y hoy era el primer día de la separación. – Estoy roto y como en duelo. No hay trazas, por ahora de ningún sentimiento de liberación. A pesar de ello, quiero esperar al final de la semana antes de volver a verla. Entre tanto reflexiono sobre mí mismo. Mis sentimientos se parecen a los experimentados al renunciar a Elma pero, en aquel momento, la depresión tenía más bien forma de apatía y no, como ahora, del dolor y del duelo. – Se podría preguntar si mi resistencia se ejerce verdaderamente en el encuentro con una persona, y no por el encuentro con la institución del matrimonio. (Desarrollo insuficiente de la primacía genital, según expresión suya.) Ciertamente este tiempo de separación contribuirá a aclarar la situación. Tras estar libre, un sueño de angustia: quiero ir al apartamento de Madame G. (con una novedad que tiene prisa – que no puede dejarse para más tarde), pero me fastidia encontrar a su marido. Efectivamente, veo al Sr. Palos en el vestíbulo, está retirando su sombrero de (en lugar de la palabra apropiada me viene) caña de ropa, en ese momento una caña (¿mi caña?) lanza su sombrero a tierra. Me despierto con gran angustia. (...) 9 de marzo de 1916 (...) Siempre he sabido que, en la economía psíquica del placer-displacer, la mayor importancia la tenía el oxígeno; una perturbación seria de la respiración puede conllevar perturbaciones de la libido, sobretodo durante el coito mismo, que produce una mayor necesidad de aire. Parece que es por eso por lo que he comenzado a alejarme de Madame G. Estaba preocupado por la fatiga y el sentimiento de displacer después de las relaciones sexuales con ella, y he pensado que estaba cansado de ella. Los últimos tiempos, la disnea ha aumentado considerablemente, no hacía más que ocuparme de mi querido yo (el Dr. Zwillinger ha constatado que la operación de tabique no había salido bien y que una membrana obstruye las vías nasales). En ese momento, desconfiando todavía, me he separado de Madame G. Cuando ha vuelto el domingo, habiendo asegurado mi respiración por medios artificiales, me he comportado con ella como en los mejores tiempos.(...) Le adjunto un extracto del diario que Elma nos ha enviado de América. Es posible que allí la situación mejore. (Quiero decir, la situación entre Elma y su marido.) (...) 13 de mayo de 1916 (...) Madame G. comprende mi combate – y hoy ha descubierto para mí, en un barrio residencial, una garçonnière que se puede alquilar para los meses de junio a septiembre. (...)

17 de octubre de 1916 Por la noche, 11h 15 (...) He debido olvidar lo más importante: Gisela ha puesto algunas dificultades cuando le he hablado del proyecto de matrimonio. Quiere, como dice, asegurar un hogar a Elma que podría (eventualmente) separarse de su marido y volver a Europa (lo que sin embargo, no es muy probable). Su rechazo me ha tocado en lo vivo y empujado a insistir con más fuerza –pero cuando al final ha cedido, me he enfriado un poco (la famosa historia: cuando no es él, es ella y si no es el rabino quien no quiere). En cualquier caso lo que es chocante, es que encuentre a G. mucho más bonita que antes. La mirada cruel y aguda a todos los pliegues y arrugas que delatan su edad ha dejado lugar a un juicio más clemente. (...) 18 de octubre, miércoles por la noche, 11h 30 (...) Mi interés no está del todo en lo que estoy. Pero entonces ¿dónde está? La experiencia me ha traído la solución: después de las sesiones, encuentro a Gisela y – de repente, estoy de buen humor. Ergo: debido a mi análisis en Viena, mi libido se ha vuelto parcialmente disponible. Los intentos de elegir un nuevo objeto han fracasado (como siempre hasta ahora). En compañía de Gisela, y solo de ella, estoy del mejor humor y al mismo tiempo tengo interés por la ciencia, etc. Es pues de ella de quien me tengo que asegurar definitivamente. Parece que mi capacidad de trabajar depende de mi matrimonio con G. Tomo la resolución de ocuparme de este asunto mañana por fin seriamente. No le escribiré más que si puedo informarle de algo positivo. Me daría vergüenza no haber adquirido la capacidad de decidirme, después de tantos esfuerzos. Continúa en el próximo número. 19 por la noche (a medianoche, antes de acostarme) (...) Hoy he hablado de nuevo seriamente con Gisela. Quería explicarle que no servía a nuestro asunto más que si no manifestaba mucha resistencia, si no, hacía aumentar las huellas de resistencia en mí. Me ha venido a la cabeza que a decir verdad yo había querido desde el principio “saltar en marcha” de mi relación con ella, y que solo su resuelto comportamiento me ha ayudado a sobrepasar el punto crucial neurótico. Sin duda con el matrimonio ocurre lo mismo. Si me cuesta tanto decidirme a actuar, se debe a la naturaleza maternal de su relación conmigo; es ella quien debe ser la más fuerte, debe ser ella la que comience.(...) Domingo 22 de octubre. Por la noche. Por segunda vez con G. El primer coito completamente normal. Una diferencia esencial con lo que pasaba antes: 1)el placer preliminar - casi ausente antes, sobre todo el placer de presionar mi rostro contra el suyo – ha sido muy manifiesto. Hasta tal punto que solo me he decidido a cumplir el acto sexual a regañadientes, mientras que antes estaba siempre presto a él. La satisfacción ha sido completa. Inmediatamente después, persistencia de un gran sentimiento de ternura (como antes del coito). He pensado esto sobre ello: desde hace más de año y medio me ocupo del problema del coito, he querido explicarlo desde el punto de vista biológico (utilizando, es verdad, la experiencia psicoanalítica). Hace poco le he dicho que esto podía ser una reacción a su declaración, según la cual usted no podía explicar la voluptuosidad (dicho de otra manera, quería saber más que usted). Esto no parece demasiado justo. En primer lugar, el problema del coito me había preocupado ya antes – si recuerdo bien. Segundo, tenía también motivos interiores para ello, me parece (dejando de lado la competencia). Lo que me viene ahora a la cabeza, es la oposición entre ternura y sensualidad, que usted ha desvelado como un síntoma de fijación con la madre. Me parece que durante todos estos años pasados, no me he interesado más que a lo que era puramente erótico (genital) en la mujer, y particularmente en Madame G.; se manifestaba (aparte de los sentimientos tiernos) en el hecho de que me ocupaba casi exclusivamente de la biología de la vida sexual, pero descuidaba la parte más delicada, psíquica, de la vida amorosa, más emparentada con la ternura. El interés particular por la cabeza (rostro), que acaba de aparecer, hace par con la represión de lo alto

hacia lo bajo, que funcionaba hasta ahora, incluso hace poco. En el estado de vigilia, también, he debido comportarme como ese soñante incestuoso que no puede gozar de su objeto de amor más que sin cabeza. – Normalmente, en lo esencial, el Cs no percibe durante el coito más que las excitaciones del placer preliminar; el acto mismo no se desarrolla casi inconscientemente. En mi caso, el acto estaba estorbado por una molesta atención a todos los procesos genitales. El segundo coito fue un intento consciente, pero sin éxito; se llegó a un acto que no acababa, en el que ella encontró placer dos veces, pero yo una sola. Por la noche, cenar con Gisela y sus dos hermanas: Charlotte e Ilona, así como la tía Titi; después hemos ido al café. En el momento de dejar el lugar, Gisela ha dejado caer el paraguas que le había traído de Viena la anteúltima vez, de manera que el mango de concha de tortuga se ha partido en dos. – Esto me ha deprimido mucho y, al quedarnos solos, le he explicado la significación de este acto sintomático y le he mostrado claramente que, en este punto, su inconsciente contradecía vigorosamente sus proyectos ya parados (divorcio, matrimonio); hasta la evidencia, iba a hacerme pagar ahora todas las humillaciones y toda la falta de amor de las que yo era culpable según ella – que al menos su amor por mí había sufrido demasiado a lo largo de este tiempo para que pudiera decidirse fácilmente a unirse a mí. La caída del paraguas –le he dicho – mostraba claramente lo que quería expresar poniendo por delante a Elma como obstáculo. No quería enviarle esta carta antes de tomar decisiones definitivas. Pero este incidente me ha demostrado que, para arreglar todo, debía esperar todavía a que las cosas se clarifiquen. En cualquier caso, al menos he obtenido – eso creo – no estar tan pillado por las fuerzas inconscientes y ser más capaz de amor que antes. También estoy decidido a no alargar mucho la situación actual. O bien tenemos éxito para poner nuestros deseos al unísono, o habrá que llegar a una ruptura completa de nuestra relación. Curiosamente, mi capacidad de romper ha aumentado al mismo tiempo que mi capacidad de amar. A decir verdad, no me gusta pensar en esta eventualidad – francamente, me deprime. Espero que no lleguemos a ello. (...) Lunes, 23 de octubre. Por la noche. (...) Luego: el tono resuelto en que hablé ayer a Gisela ha hecho efecto. Parece que está pasando una crisis cuya apuesta es esta: elegir definitivamente entre mí y Elma. Más exactamente: renunciar a mimar neuróticamente a Elma – casi idolatrarla (mientras ésta la engaña en mi compañía) y percibir sus verdaderos intereses personales. Por la noche estuvimos juntos. Los dos muy silenciosos. G. deprimida, también, a causa de que sus reglas comienzan – pero sobre todo en razón de su crisis psíquica. Me he tomado la libertad de decirle que debería abandonar por fin su papel de afligida y mostrarme abiertamente y sinceramente todos los sentimientos escondidos que la agitan desde hace años -, reprocharme todas la humillaciones que le he infligido, pues estas últimas eran la causa de sus dudas y no los cuidados que debía tener con Elma (que no tenían ningún sentido). En lugar de romper los regalos que yo le hacía, haría mejor en manifestar abiertamente todo el resentimiento que había debido “tragar” hasta ahora. Espero que no se trate más que de un ligero acceso neurótico y que esta “abreacción” bastará. Por mi parte, constato una sincera alegría con la idea de nuestra unión. – Todavía debo subrayar una cosa que se me ha escapado y que habría podido notar hace tiempo: no soy el único en causa, Gisela también se ha vuelto mucho más fría en las relaciones sexuales de lo que era antes. Únicamente cuando este síntoma haya desaparecido podré estar seguro de su voluntad sin equívoco de desposarme. (...) 13 de noviembre de 1916 (...) Vista desde fuera, esta es la situación: Gisela ejerce su venganza (inconsciente) sobre mí de la siguiente manera: responde a mis propuestas de matrimonio, desde ahora totalmente sinceras, adelantando el absurdo pretexto de que primero debe estar segura del futuro de Elma en América, y esperar su vuelta a casa. No deja de tener interés que yo he reaccionado, en primer lugar, mediante síntomas y no por la contrariedad – lo que habla a favor de lo justo de sus interpretaciones. Los síntomas son pues ciertamente satisfacciones compensatorias. (¿Identificación a Geza?) Pero, poco a poco, los síntomas no han estado a la altura de esta tarea y Madame G. tendría que esperar por mi parte

salidas salvajes y apasionadas. Reconozco en estas salidas las explosiones de cólera (reprimidas en su tiempo) contra mi madre, amada con un amor sin esperanza. El rechazo de Madame G. al menos tiene esto de bueno, permite profundizar en el análisis. (...) 18 de noviembre de 1916 (...) Hoy me he acostado después de medianoche y me he despertado a las cuatro, con una taquicardia. Sufro de manera creciente desde el rechazo de Gisela. (...) Naturalmente (con la desconfianza de todos los analizados), he pensado que darme una opinión definitiva sobre mi unión con Gisela era un truco por su parte. Quiere liberarme de la influencia sugestiva de su opinión anterior (casarme con G.) para que pueda decidir libremente. (...) ¿En qué sentido piensa usted que mi neurosis es una prueba de no-querer por parte, tras el rechazo de Gisela? ¿Piensa que los síntomas hayan nacido del conflicto entre la fidelidad y la alegría de estar separado? Reconozco que muchas cosas hablan en ese sentido: 1) El cese de la sobrestimación sexual. Me doy cuenta con crueldad de cualquier debilidad exterior, de cualquier signo de decadencia en ella. (...) 1) En el caso de Elma, recuerdo haber sido plenamente consciente del sentimiento de liberación. Solo después del fracaso con Elma he intentado volver con Gisela. (...) Me he levantado para escribirle que nunca podré renunciar a Gisela. (¿Se ha dado cuenta de que, en esta frase, he tenido que cambiar una palabra? [¿Habría querido barrer o cambiar la palabra “nunca” y no la palabra “a”?]) (...) Mi relación con mi madre se ha deteriorado considerablemente los últimos años. Pienso que hay un lazo causal entre este hecho y mi relación con Gisela. Inflijo a mi madre lo que ahorro a Gisela y retorno así a la fuente originaria de mi odio a la mujer. Mi madre no me ha dado ningún motivo para el deterioro de nuestras relaciones. (...) Ayer, Gisela me ha preguntado: ¿”No has recibido carta?” Además se ha dado cuenta de mi depresión y, sobre todo, mi irritabilidad. Interpreta este último signo diciendo que no la quiero. Hasta el momento, he negado que hubiera tenido carta de usted. Temo mostrársela como si, al hacerlo, sellara nuestro destino. Curiosamente, le he callado el único elemento de realidad de mi complejo sintomático: los síntomas basedowianos. He racionalizado así este hecho: 1) no quiero dejarme mimar como un enfermo porque sería neurótico (y no estoy poco orgulloso de mi prudencia). 2) Desearía cuidar de Gisela, no causarle problemas. 3) Temería que, al saberme enfermo, se decida aún menos a casarse. 4) Si es usted quien tiene razón con su interpretación, esto traicionaría el disimulo de un deseo reprimido de que no llegue ese matrimonio. 5) Sospecho algo análogo tras el hecho de haberle ocultado su carta. Parece que he arreglado así la situación. Voy a mostrarle su carta a Gisela (al mismo tiempo, me da pena que Gisela, que tiene por usted gran veneración, deba también sufrir una herida procedente de usted.) Todavía ayer, íbamos codo con codo. ¿Verdaderamente tiene que acabar? No puedo creerlo todavía. (...) A mediodía, cambio repentino: hasta ese momento, tomaba en consideración la posibilidad de romper la relación. Esta ruptura me parecía cada vez más imposible. A la una, me encuentro con Gisela (por casualidad) en casa de mi cuñado enfermo. G., que no dudaba de nada, hizo una alusión

al futuro. (...) Hago proyectos de conciliación: por ejemplo: “lo único que me falta, es la legalización de esta relación. Por eso tenía buena salud hasta que G. me hizo partícipe de su rechazo. Lo prohibido atañe solo a la relación (ilegal) con la madre. Madame G. me es preciosa también en cuanto mujer. Nos casaremos y todo irá bien.” 19 de noviembre, por la mañana en el hospital. (...) Me doy cuenta hasta qué punto mi humor, ayer todavía apasionado, se ha suavizado tras la conversación con Gisela. Por la noche, he cenado con ella. Durante la comida violenta taquicardia; apenas tenía fuerza para darle a leer su carta a Madame G. He tomado aliento diez veces antes de hacerlo. Era como si yo debiera comunicarle su sentencia de muerte. Después la calma ha vuelto a mí poco a poco. Durante el tiempo que he visto en ella manifestaciones de dolor he permanecido frío. Cuando ella ha vuelto a su bondad y me ha hablado con indulgencia y ternura – aunque fuese tristemente – me he descongelado de nuevo. Finalmente ha admitido que había notado el cambio que yo sufría, pero que no quería sacar las consecuencias del mismo. Que por su parte ella me amaba, ahora tanto como antes, y que no me dejaría; pero yo ¿la dejaría? He dicho que no, pero interiormente, no estaba seguro. Me sentía casi alegre al acompañar a Gisela a su casa y la amaba verdaderamente con ternura. Hemos hablado de nuestro encuentro habitual de hoy (domingo). Entonces he sentido que la idea de verla subir a mi habitación me era menos agradable que el encuentro en el hall del hotel; y esto, a pesar del hecho de que la menstruación hubiera vuelto cualquier intimidad imposible. (...) 20 de noviembre de 1916, por la mañana en el hospital. Su carta ha suscitado en mí una reacción increíble. Mi estado físico y mis estados de ánimo varían sin cesar. (...) Desgraciadamente, debo entender esto como una confirmación de lo que me ha dicho, esto es que mis estados mórbidos había que atribuirlos a mi relación forzada con Gisela. Ayer domingo por la tarde, antes de que Madame G. viniera a mi casa, estado de profunda depresión con tendencia insuperable a llorar (las lágrimas corrían sin que fuera posible detenerlas). Este síntoma, que podría calificarse de histérico, debo interpretarlo como un signo de duelo; manifestaciones de sentimientos con ocasión del adiós a Gisela. Gisela me ha rogado que le escriba que ella no me abandona, aunque yo no la ame. Esta desmesura en la bondad y apego me ha tocado extraordinariamente. He sentido que un retorno del antiguo amor tierno se producía en mí entonces. Por la noche, cena juntos. Estaba taciturno y deprimido. Gisela un poco triste, pero tranquila. Los encuentros diarios, por la noche, los mantenemos. Pero tengo el vago sentimiento de que esto no puede durar. En algunos momentos espero que se vayan a restablecer las antiguas relaciones, sobre todo cuando estoy seducido por su bondad llena de abnegación y de espíritu de sacrificio, por su finura y su sabiduría. Al mismo tiempo, sé bien que todas estas cualidades no son las condiciones más importantes del amor – al menos en mí. Esta noche, despierto con sobresalto a las cuatro, con violentos latidos cardiacos. Desde mi vuelta de Viena pierdo visiblemente peso (¿Basedow?) El 21 de noviembre a las 10 horas de la noche. Entre ayer y hoy, qué diferencia tan impresionante. – Ayer por la noche, al fin he hecho “tabla rasa”, como usted escribía. He contado a Gisela mis dudas, mis intentos de fuga compulsivos (Elma, Sarolta, prostitutas), le he recordado que al principio de nuestra relación, había puesto mis dudas por escrito, pero que había destruido esas páginas cuando había constatado su desesperación. Al mismo tiempo se había producido en mí una represión de la duda. La represión no había resistido, bajo el efecto de pruebas de sobrecarga (ataques del maestro de canto, el aborto). Siguieron el intento de fuga con Elma, después las enfermedades. Estas últimas (como verdaderos síntomas histéricos) han servido tanto a las tendencias a la fuga como al castigo, etc.

Gisela ha dado pruebas de una gentileza y de una bondad indescriptibles; la he encontrado bella de nuevo e incomparablemente buena e inteligente. A pesar de ello he conseguido dejarla marchar con la idea de una previsible separación. Gisela ha vuelto a hablar también de su idea favorita: el matrimonio con Elma. A modo de acto sintomático, para probar bien la realidad de la situación, he olvidado pagar el derecho de entrada en su apartamento, lo que tengo la costumbre de hacer de manera bromista. (Esta costumbre parece haber estado al servicio de mi identificación fantasmática con el marido.) (...) Por la noche he experimentado la tristeza de la soledad (parece que, hasta el momento, he vivido verdaderamente en la ilusión de ser el marido de Gisela). Las mujeres extrañas me dejan frío (aunque, incluso con la mayor tristeza, las miro.) (...) Solo ahora me doy cuenta como, durante toda mi vida, he vivido hasta las cosas más pequeñas “sub specie Giselae”. Me he sorprendido veinte veces pensando: “esto, voy a contárselo a Gisela esta noche”. 24 de noviembre de 1916 (...) Prosigo. Ayer, jueves, he superado la crisis. He leído a Gisela la segunda parte de las notas (escritas con tinta). Incluso los fragmentos delicados que había en ellas no han conseguido que me retire su amor; no se ha inquietado más que por mi salud. Cuando, finalmente, ella misma ha hecho la propuesta que yo satisfaga mi sexualidad en otra parte y que conserve su amistad, he sentido una repentina liberación, un alivio. Ha pronunciado la fórmula mágica. Desde ese momento, me siento mucho mejor. He pasado una noche tranquila. Durante toda la mañana la taquicardia ha cesado. Me parece muy plausible que mi relación con Gisela llegue a se más normal ahora que me liberado de la obligación de amarla. Es posible que me declare satisfecho de lo que encuentro – en abundancia – en ella. Sin embargo no quiero anticipar la continuación de los acontecimientos, espero ver como se desarrollan las cosas alrededor de mí y en mí. Evidentemente pienso también en la segunda posibilidad: la separación. (...) 27 de noviembre de 1916 (...) El viernes, veinticuatro, tuvo lugar mi último encuentro con Gisela. Tras unos adioses más que agitados, me he separado de ella para cuatro semanas. Ha estado dulce, delicada y buena, como siempre. –Tras una noche un poco más tranquila, y una mañana soportable aunque apática, han venido unas horas de profunda tristeza. Por la noche, he ido al club, pero he encontrado a todos los hombres y a todas las mujeres aburrios. Resonaba en mí una música profundamente triste. Pasado el domingo con una amigo (pintor) y con Ignotus. He tenido que forzarme para conversar. Veo hasta qué punto cualquier interés por mi parte, tanto humano como intelectual, está concentrado en Gisela. Voy a tener que tomarme el trabajo de restaurar en parte las relaciones con el resto de la humanidad. (...) He conseguido atemperar pasajeramente la violenta perturbación en la gestión de la libido pensando que en cuatro semanas podría ver de nuevo a Gisela. He resistido a la tentación de acortar la demora. – Un hambre y una sed insaciables, un disgusto por las actividades intelectuales constituyen los otros síntomas. La libido genital calla. Debe haber algo obsesivo en el carácter exclusivo de mi lazo con Gisela. Pero dos casos son siempre posibles: o bien se confirma que lo principal era la obligatoriedad tras la cual no había amor verdadero, o bien queda amor suficiente para permitirme vivir una vida junto a esta mujer incomparablemente amable. A fin de cuentas, su opinión sobre nuestra unión – ciertamente justa en el fondo – podría muy bien estar exagerada. (...) [Ferenczi analiza un sueño propio] Es cierto que Agustina, la mejor amiga, casi la madre de Gisela, me va a odiar en caso de separación. Pero me viene la idea de que así, vuelvo contra mí la hostilidad que reina entre Geza y Agustina. (Entonces sigo queriendo ser el esposo de Gisela; puede ser que no la empujara más que porque me había engañado a mí [Geza] con un extraño [r Ferenczi].

Consecuentemente [de lo que dudo por otra parte] lo único que nos hace falta es legitimidad y nada más. (...) La relación hostil con Geza debe haber perturbado particularmente la relación con Gisela. He sobrestimado mi valor (y lo he exagerado compulsivamente), al seducir a Gisela (mientras que yo he sido, en parte, “seducido” por ella) y he mantenido esta relación durante dieciséis años. Puede uno preguntarse si llegaré a tener un sentimiento de legitimidad hacia ella, la mujer quitada, aún en el matrimonio. ¿Es que la piedad por Geza, la identificación con él, continuará sembrando problemas? Me parece que he querido casarme con Gisela para reconciliarme con Geza. (...) 9 de diciembre de 1916 (...) Lo único que puedo añadir, es que todavía continúo absteniéndome firmemente de encontrarme con Gisela, que ciertamente la tristeza que eso me produce va disminuyendo, pero para dejar lugar a una apatía general, y que los síntomas corporales y la incapacidad de producir duran todavía. He racionalizado la interrupción de nuestra correspondencia de la siguiente manera: es preciso que tome una decisión para el futuro, sin estar influido por ningún lado (ni por obligación moral hacia G., ni por sus consejos). 25 de enero de 1917 (...) En cuanto a mis oscilaciones por o contra Gisela, que todavía siguen, la enfermedad les preparará probablemente un fin en el sentido positivo. (...) 21 de febrero de 1917 (...) Madame G. me ha escrito diciendo que usted se había sorprendido al saber que yo había leído la carta que usted le había dirigido, sin mencionarlo. No lo he hecho, porque no tenía nada que decir de ello y porque habría encontrado natural que esa carta me fuese dirigida igualmente. (...) 24 de marzo de 1917 (...) Puesto que abordo el tema, le dirigiré una demanda que le sorprenderá posiblemente. Pienso con displacer que – tan pronto vuelva a Budapest- volveré a encontrar las viejas relaciones (y la vieja unión) y tendré que seguir viviéndolas. La frase sacada de su teoría de las neurosis: mejor perecer en el combate que concluir con la neurosis en un mal compromiso, por fin me ha hecho efecto. Me he decidido a legitimar mi unión con Madame G. pero como ella responderá ciertamente de nuevo a tal propuesta con un aplazamiento, invocando la vuelta de Elma y la posibilidad de que de nuevo me enamore de ella (de Elma), debo rogarle (a usted, la única autoridad en este asunto) que le exponga, aunque sea brevemente, los motivos inconscientes de esa postura, e indicarle que la prolongación de la situación actual está íntimamente ligada al aspecto psíquico de mi neurosis. Creo realmente que mis intenciones están por fin maduras; el desplazamiento del acento sobre el sufrimiento físico para haber tenido por consecuencia que haya podido por fin reconocer y eliminar los fundamentos de mi neurosis que usted siempre ha afirmado la naturaleza psíquica. Tras tantas errancias, vuelvo al punto del que, aparentemente, nunca me he separado interiormente; el hecho de que quiera recibir a Madame G. por mediación de usted parece tener también una significación simbólica. (...) 6 de abril de 1917 Querido Señor Profesor, Todo ha ocurrido como usted había predicho: Madame G. – aunque no cese de insistir tendencia, su profundo deseo, de casarse conmigo – se atiene firmemente a su idea de esperar la vuelta de Elma. Manifiestamente quiere ponernos a prueba – o bien convencerse de que no estorba el camino de su hija. Ha utilizado la vía que usted le había dejado abierta, de escribirme directamente. (...)

Le agradezco la enorme gentileza que me ha testimoniado haciendo de intermediario junto a Madame G. Sé que no ha sido una tarea agradable. (¿Sabe usted, que a fin de cuentas, la comparación con los libros sibilinos disimula también una alusión a los problemas de la edad? Madame G. me ha enviado su carta.) (...) 11 de abril de 1917 (...) Parece que Madame G. ha, anteriormente, escrito a su hija para que venga lo más pronto posible a Budapest, dónde será aún muy feliz. Con eso suponía el matrimonio de Elma conmigo. Ahora parece que ella (Madame G.) se siente ligada a Elma por esta tácita promesa. En lugar de obstinarme en pedirla en matrimonio, he reaccionado a este último desaire con apatía y un poco de depresión. Parece que el papel maternal de Madame G. aparece también en el hecho de que debe ser siempre ella quien tome la iniciativa, mientras que yo me quedo impotente frente a su resistencia y me resigno pronto.- pero probablemente remontaré, esta vez, esta pequeña crisis. (...) 25 de abril de 1917 (...) El comportamiento de Madame G. no del todo comprensible hasta ahora, al fin ha encontrado explicación de la siguiente manera: a mi insistencia repetida, me ha dicho, recientemente, que hace ya un tiempo, había dirigido una carta a Elma en la que le escribía que yo no podía seguir viviendo así, que tenía y que iba a casarme. Pero como, según su convicción, yo no podría ser feliz más que con una de las dos (madre o hija), una de ellas debería convertirse en mi mujer. Le invitaba a volver rápidamente, con vistas a encontrar la mejor solución para los tres. Teniendo en cuenta las condiciones postales que reinan en la actualidad, naturalmente no tuvo respuesta, y yo , por mi parte, mantenía enérgicamente que el proyecto debía ser abandonado, porque estaba ya decidido que no me casaría con Elma sino con ella. Insistía en hacerlo rápido, a fin de no perder ya más tiempo, y evocaba, entre otras cosas, la imposibilidad de hacer depender la decisión del final imprevisible de la guerra. – Finalmente concluimos con el siguiente compromiso: esperaría hasta septiembre. Madame G. pasará los meses de junio y julio en el campo y se esforzará en arrancar a su marido una separación amistosa; su marido no debe saber nada de nuestro proyecto, en otro caso, nos pondrá dificultades. Por otra parte, piensa Gisela, la situación política se clarificará mientras tanto. (...) 25 de abril de 1917 Querido señor Profesor, En el correo de hoy, he enviado a la dirección de Madame Gisela, en Budapest, una carta dirigida a usted. Le he escrito para que se la remita. Era un acto fallido astutamente puesto en escena, que no puede hacer daño. (...) 17 de mayo de 1917 (...) El análisis de sangre de Madame g. ha mostrado una anemia bastante importante, probablemente a consecuencia de las pérdidas de sangre causadas por el tumor (fibroma). El Dr Lévy y el ginecólogo preconizan radioterapia, a fin de acelerar artificialmente la menopausia; después la paciente deberá partir a la montaña. Después de los acontecimientos que usted conoce, me es difícil volver de nuevo a la fecundación imposible por medios artificiales, y sin embargo Madame G. me pide que sea yo quien tome la decisión. ¿Qué nos aconseja usted? Le agradecería que me respondiese rápidamente. (...) Después. Es significativo: el consejo que le pido de hecho está insuficientemente explicitado en mi carta de hoy. La pregunta es la siguiente: ¿No debería Madame G. ir primero a la montaña, e intentar el tratamiento radiológico destructor sólo si esto no resulta? Temo que la respuesta no sea para favorecer el mantenimiento de la función.

13 de junio de 1917 Querido señor Profesor, En mis asuntos personales, los más personales sobretodo, nada ha cambiado desde que estoy aquí. El estado de salud de Madame G. ha temporalmente relegado a segundo plano todos los otros proyectos. Tiene mucha anemia, y sin embargo no ha adelgazado; el análisis de sangre ha dado el resultado que ya le he comunicado; subidas de temperatura por la tarde (37,1º - 37,7º), sin afectación pulmonar. Ha sufrido, a causa de su fibroma uterino, una serie de rayos X, de los que hay que esperar el resultado todavía. Hemos podido encontrar una habitación para ella en TatraLomnitz donde permanecerá del 20 de junio al 1 de agosto. Tendrá así ocasión de hablar con usted. Las subidas de temperatura, la anemia y la tos podrían, todos ellos, atribuirse al fibroma (¿irritación peritoneal?); pero la psíquica, y particularmente la preocupación por su hija en América, tiene ciertamente su parte. Teniendo en cuenta este estado de cosas, no quisiera presionarla demasiado; pero una conversación ayer noche me ha mostrado que su resistencia no había desaparecido, dicho de otra manera no había renunciado a su plan: esperar una reacción al menos epistolar de Elma a nuestro proyecto. Le he invitado enérgicamente a no soñar más con ello, pero como no está bien no quería mostrarme demasiado rudo. – Usted comprenderá que estas circunstancias hacen que de nuevo me parezca menos brillante el proyecto que mi disposición neurótica me ha impedido ejecutar durante tanto tiempo; puede que la neurosis aproveche todavía estas dificultades para expresarse. (...) 21 de junio de 1917 (...) Madame G. parte esta noche en wagon-lit para Tatralomnitz. Su indisposición se ha manifestado los últimos días, entre otras cosas, con desvanecimientos, por lo que, ante mi insistencia, lleva a su doncella con ella. Estos estados tienen manifiestamente su raíz, además de lo psíquico – en su importante anemia. (...) 18 de agosto de 1917 Querido señor Profesor, Puedo, al fin, hacerle partícipe de un cambio favorable en mis asuntos personales. Subjetivamente, sin ningún motivo exterior, he notado la emergencia brutal de sentimientos hasta entonces reprimidos, que me han persuadido de la justeza de su opinión según la cual, en el fondo, había siempre estado fijado en Madame G.; los intentos de infidelidad no eran más que intentos de fuga ante el sentimiento. El cambio en las relaciones exteriores ocurrió ayer. Geza, el marido de Madame G., ha acabado, en efecto, por provocar la ruptura de manera completamente deliberada, al pretender prohibirle recibir a su maternal amiga Agustina (Titineni). En la discusión que ha seguido a esto, ha aparecido que Géza consentía al divorcio y que estaba dispuesto a restituir la dote; desea únicamente que sea Madame G. quien deje el apartamento. El reglamento de este detalle así como de otros ha sido confiado a un abogado. Le agradezco haber insistido en que concluya este asunto en ese sentido, sin tener en cuenta todas mis objeciones, en parte bien construidas. Espero una mejoría bajo todos los puntos de vista, comprendida también mi capacidad de trabajo. (...) 15 de septiembre de 1917 (...) Estas son las novedades de aquí: los obstáculos opuestos al divorcio no parecen ser de naturaleza seria, más bien vejaciones. En revancha, la penuria absoluta de apartamentos en Budapest trae muchas dificultades. Por esta razón Madame G. vive todavía en su antiguo apartamento. Pero de aquí a unos días habrá que hacer el traslado, a falta de otra cosa mejor, a una pensión. (...) Estoy contento de saber que usted ha vuelto a trabajar. Para mí, está excluido en este momento. La mañana en el hospital, la tarde los análisis, las noches en compañía de Madame G. ocupan todo mi tiempo. (...)

23 de septiembre de 1917 (...) Si la inversión de las cartas tiene algún sentido, no puede ser otro que la anticipación del anuncio de mi matrimonio. En esta pequeña carta, daba detalles sobre las circunstancias del divorcio de Madame G. de donde Rank puede fácilmente deducir el resto. Mi manera de vivir es la que usted conoce. La mañana: hospital; la tarde: análisis; la noche: Madame G. –Ésta siempre, pero nunca a solas; por razones de táctica, nos parece indicado renunciar a la libertad de la vida en común anterior. Solo por ocho días; Madame G. y su hermana se trasladarán entonces a un apartamento que acaban de alquilar. Madame G. se repone poco a poco, pero no se habitúa fácilmente al gran cambio en su vida, lo que se refleja, entre otras cosas, en su aspecto y el estado de sus fuerzas. Espero que esto se arreglará pronto. En cuanto a su marido, parece que no hay que temer de él dificultades serias, todo lo más molestias que, sin embargo, no dejan de tener efecto sobre el humor de Madame G. (...) 18 de noviembre de 1917 (...) Bueno, para comenzar al fin: he atravesado, desde nuestro último encuentro en los Tatras (lo ha debido notar por el tono seco de mis cartas) un periodo bien singular que no sabría calificar bien. Considero como un signo favorable sentirme físicamente cada vez mejor y ganar peso de manera notable. Pero, psíquicamente, no estoy completamente satisfecho de mí. Cumplo las tareas que me tocan por mi nueva posición con Madame G. de manera mecánica, sin que me cueste mucho, lo que interpreto también de manera favorable. ¡Pero “no es verdadero amor”¡ Durante nuestros raros encuentro íntimos, lo que tenía de obligatorio llevar a cabo este amor se me hacía a menudo desagradablemente consciente. No se lo he dicho a Madame G. (como hubiera hecho antes, sub titulo “sinceridad”), lo que es un progreso respecto al pasado. Usted tiene razón una vez más. Era difícil obtener algo de mí mediante el análisis, tenía que estar frente a un deber “real”, como ocurre ahora, para que se concretizara un progreso psíquico esencial. Pero todavía no estoy ahí. Prosigo: la inestabilidad de la libido, que en principio quisiera atribuir a perturbaciones externas fortuitas, se agarra con toda su fuerza a los innegables signos de la edad en los rasgos del rostro y las formas de Gisela. Me he puesto a pensar, más exactamente a rumiar, a propósito de la menopausia ya instalada (artificialmente) y en la ausencia de esperanza ligada a una unión sin niños. Naturalmente, no hago más que el trabajo estrictamente necesario (las sesiones, el hospital), como si quisiera manifestar de mi descontento con el destino de esa manera. (...) Me he prometido agradecerle la perseverancia con la que usted se ha mantenido en su opinión inicial en cuanto a la necesidad de ese matrimonio, no dejándose persuadir por mi pesimismo. Creo que he acabado por creer que la apariencia de Gisela, la falta de un hijo, así como la enfermedad psíquica y somática, las he utilizado como visiones de espanto contra el matrimonio, contra el matrimonio con Gisela de la que estoy, manifiestamente, incurablemente y desde hace mucho tiempo, enamorado. Entonces, ahora, voy a intentar dormir de nuevo. –Debo – y quiero – levantarme a las 7 h de la mañana, ir a ver ese apartamento y eventualmente sorprender a Gisela con la noticia de que nuestro nuevo hogar está listo. N.B. Todas mis dudas no han atrasado el asunto del divorcio. Desgraciadamente, en Hungría es jurídicamente inevitable que los esposos que quieren separarse no vivan juntos por lo menos desde seis meses antes. (...) 13 de diciembre de 1917 (...) Poco a poco, mi modo de vida se hace ordenada y pequeño-burguesa. Por la mañana en el hospital, por la tarde, la consulta y los análisis, por la noche en casa de Madame G., como cualquier esposo como es debido. Cuando veo hasta qué punto estas noches me son indispensables, auguro lo mejor para nuestro porvenir. (...)

25 de diciembre de 1917 Querido señor Profesor, No quiero mantenerle más tiempo en la creencia de que la siniestra historia de mi paciente, de la que le he hecho parte, ha ejercido en mí una influencia duradera. La evaluación correcta del caso no me ha venido de manera lógica más que más tarde, y gracias a una discusión sobre el tema con Madame G. El “dialogo de inconscientes”, como lo llamo, ha comenzado así: Madame G. ha reaccionado a mi depresión con un evidente mal humor. Manifiestamente, ha reconocido en ella una alusión a mi insatisfacción y mi deseo por la juventud (Elma). Por mi parte, la reacción ha sido primero una irritación sin motivo (lo que, ciertamente, solo podía significar una cosa: con sus suposiciones, Madame G, estaba en lo cierto). Al final, llegamos a una reconciliación “normal” (como sucede a menudo entre cónyuges) cuyo acuerdo último fue una unión plenamente satisfactoria. (...) Como ve, empiezo a vivir la vida de un marido normal, con sus obligatorios fantasmas de infidelidad y sus reconciliaciones. La relación entre Madame G. y yo se hace también típica, en la medida en que me preocupo de manera un poco demasiado ansiosa de su salud y en la que la atormento con mis reproches sobre ese punto. Pero, por otro lado, presenta verdaderamente una pequeña recidiva de su estado del último verano, adelgaza, come poco, y su temperatura es de 37,1 – 37,2 por la mañana. Parece que haga de nuevo pequeños ensayos a lo Groddeck. Puede ser que no se haga al alimento (y al matrimonio) que imagina que ha hurtado a su hija. Espero que la terapia contra el sentimiento de culpabilidad, descrita antes, la sanará a ella también. (...) 8 de abril de 1918 Querido señor Profesor, Actualmente nuestra principal preocupación es la siguiente: según nuestras leyes, el divorcio es un asunto civil y no religioso, al igual que el matrimonio y el nacimiento. Sin embargo, las leyes húngaras, desgraciadamente, adoptan casi completamente el punto de vista católico y no disuelven el matrimonio mas que 1) si ambas partes están de acuerdo, 2) si hay un “motivo” de divorcio. Como motivo se utiliza generalmente “el abandono por infidelidad” del otro cónyuge. Ese estado de abandono existe cuando un esposo (una esposa) deja a su pareja y permanece separado durante más de seis meses. Para nosotros esos seis meses habrán transcurrido dentro de algunas semanas. Dependerá entonces de la buena voluntad de Palos acordar o no el divorcio con su mujer. Temo que, por venganza, no consienta, o si lo hace con condiciones muy pesadas. Madame G. asume, naturalmente, el oprobio del “abandono por infidelidad” y, por esta razón, las “culpas” en la disolución del matrimonio, así como las consecuencias que se deriven de ellas (renuncia a la pensión alimenticia, etc.); pero Palos va a intentar exigir, como compensación de alguna manera, la dote de Madame G. (aunque él mismo tenga fortuna); posiblemente bajo el pretexto de obtener, es decir de asegurar este dinero (80.000 coronas) para las dos hijas. Pero Madame G no querría, evidentemente, renunciar a este bien. – Otra eventualidad a tener en consideración, teniendo en cuenta su sed de venganza, sería que Palos pidiera el divorcio sobre la base de la “infidelidad” de su mujer (a fin de cuentas, de cualquier manera, es él quien tiene que poner la demanda, Madame G. no tiene ningún motivo legal suficiente para ello). Existe un párrafo del código civil húngaro, en cuyos términos la mujer no tiene el derecho de casarse con aquél con quien ha engañado a su marido (en cualquier caso, la aplicación de este párrafo implica probablemente que se constate legalmente el adulterio). Si Palos no quiere, no se le puede obligar a divorciarse. Mientras tanto, la noticia de mi próximo matrimonio, con todos los detalles esenciales, ha llegado hasta los rincones más recónditos de Hungría, por poco que vivan allí los pacientes. En primer lugar, seguro, a los miembros de mi familia con los que he tenido tan pocas posibilidades de hablar como a los extraños. Tengo que preservar las apariencias hasta el último momento (hasta que se cumpla el divorcio). Únicamente he debido dar alguna explicación a algunos pacientes en curso de tratamiento. Dentro de unos días, nuestro abogado emprenderá las primeras gestiones; conoceremos entonces mejor nuestras perspectivas. En cualquier caso, he tenido que preparar a Madame G. a las dificultades que nos esperan; pero me he declarado listo para establecer con ella una unión libre, si no pudiera ser de otra manera.

Elma está ya al corriente, nos ha escrito de manera muy comprensiva y afectuosa, estando a nuestro favor. Incluso desde lejos, quisiera animar a su padre al divorcio, es decir a una separación amistosa. Su hermana –de una naturaleza mucho más “mundana” – tiembla ante la idea de lo que va a llegar; su marido (mi hermano) ciertamente es también un encarnizado adversario. Hay que temer que ayude a Palos con consejos jurídicos. Desde que está tan próximo el verdadero combate y los dados echados, me siento seguro y mejor psíquicamente y físicamente. Mis relaciones con Madame G. tienen esa especie de ternura que desde el comienzo ha marcado nuestra relación. (...) 4 de mayo de 1918 (...) El asunto de Madame G. parecía vacilante durante cierto tiempo. El Sr. Palos se ha obstinado en decir que “no”. Después ha cedido, con la condición de que el dinero de Madame G. sea para sus hijas. Madame G. ha aceptado, y las negociaciones entre los dos abogados parecen seguir un curso normal. Esperemos que todo haya terminado de aquí a las vacaciones de verano. (...) 18 de mayo de 1918 (...) El proceso de divorcio de Madame G. se desarrolla con enorme lentitud; Palos y su abogado hacen que las cosas se alarguen. Es pues posible que este verano no tenga todavía el derecho de compartir habitación con Madame G. Surge por eso una nueva complicación, de la usted me puede salvar, si me dejara su tercera habitación (en caso de necesidad). Si no puede ser, Madame G. o yo mismo tendríamos que renunciar a Csorba. (...) 22 de octubre de 1918 (...) Nada nuevo que decir de mis asuntos privados. Las formalidades del divorcio requieren demasiado tiempo por el hecho de las objeciones y temores continuos de Palos acerca de la restitución de la dote. Todo debería estar arreglado de aquí a 1 o 2 meses. Madame Palos está constantemente bajo el efecto de la impresión deprimente del infeliz matrimonio de Elma. El azar ha querido que su esposo sea efectivamente un hombre fijado a su madre y a su hermana, poco susceptible de hacer feliz a Elma, que presenta las mismas fijaciones. Deberá volver a casa en cuanto pueda y no volver junto a él. Esta perspectiva evidentemente perturba un poco la paz que esperaba de mi vida conyugal, y de entrada lanza una sombra por aquí o por allá. Pero, aparentemente, me arreglo mucho mejor que antes con esas perturbaciones. (...) 26 de diciembre de 1918 (...) Por otra parte, el año transcurrido ha tenido también su importancia: la del acto jurídico necesario en la vida de Gisela. Dentro de algunas semanas, seremos también oficialmente marido y mujer. 6 de enero (...) Mi problema de alojamiento va a poder resolverse con la ayuda de mi paciente Dubovicz. Pero no quiero que el matrimonio dependa de eso. Esperamos la notificación del juicio por divorcio. La sombra de los problemas con Elma planea desde ahora sobre nosotros. No quiere quedarse con su marido, manifiestamente – pero aquí no podrá permanecer en casa de su padre que ha tomado una gobernanta con él (una pariente). – Va a venir a Budapest en cuanto pueda. Gisela la espera impaciente; pues Elma es y sigue siendo su preocupación principal. (...) 9 de febrero de 1919 (...) El divorcio de Gisela está por fin pronunciado. Nos casaremos lo más brevemente posible. Seguimos sin alojamiento, aunque el gobierno y la ciudad estén ya movilizados. Parece que, por ahora, sigo obligado a consultar en el hotel. (...)

1 de marzo de 1919 Querido señor Profesor Le enviamos nuestro primer saludo, a usted a quien nos hubiera tanto gustado que fuera testigo de nuestro matrimonio. Le interesará saber que el día de nuestra boda ha estado alterado por una trágica coincidencia. El Dr Palos, el marido divorciado de Gisela, ha muerto brutalmente de una crisis cardiaca el mismo día; la noticia nos ha llegado durante la ceremonia. (...) 29 de junio de 1919 (...) Mi mujer está ligeramente sobrecargada y delgada. Es verdad que las preocupaciones de la casa son increíblemente pesadas. Sin embargo, hasta ahora ha logrado, con grandes gastos de dinero y de fatiga, tener la casa decentemente. (Solo el café es del todo el mismo de antes.) Lleva dignamente su alianza. (...)

LES PREMIERS PSYCHANALYSTES. Minutes de la société de vienne. Volumen III 1910-1911. Ediciones Gallimard, 1979 SESION DEL 11-1-1911

CONFERENCIA Sobre los fundamentos del amor materno Orador: (sra) Dr Hilferding La exposición de la oradora contiene dos cosas diferentes: en primer lugar, un material compuesto de hechos que habían sido reunidos con anterioridad; en segundo lugar, un intento de explicar estos hechos basándose en el psicoanálisis. Sucede con frecuencia que madres que estaban encantadas con la idea de que iba a nacer un niño en el momento de su nacimiento se sienten muy decepcionadas y no tienen un verdadero sentimiento de amor materno. Si el sentimiento aparece de todos modos más tarde se tiene la impresión de que no es debido tanto a factores fisiológicos como psicológicos los que juegan un papel decisivo: una cierta compasión (Mitgefühl), las convenciones que exigen que una madre sienta amor por su hijo, etc. se encuentran estos factores psicológicos como sustitutos del amor materno fisiológico sobre todo en las esferas educadas. Por otro lado, se esperaría que el amor materno apareciera inmediatamente tras el nacimiento o incluso antes. Pero, no es lo que ocurre. Al contrario, la ausencia del amor materno se expresa a menudo mediante el rechazo de amamantar al niño o por la intención de no cuidarlo. Sin embargo si se logra poner al niño al seno de la madre, ocurre muy a menudo que no quieran ya separarse de él. La ausencia de amor materno puede revestir otra forma y expresarse mediante actos directamente hostiles hacia el niño; en nuestra vida social, toman la forma del infanticidio por un lado y de malos tratos ejercidos sobre el niño por otro lado. Es chocante ver que el infanticidio no se produce generalmente más que con el primer hijo y lo mas frecuente únicamente en el caso de que la madre experimente una aversión particular hacia el niño (por ejemplo porque el padre la ha abandonado). En tanto que psicoanalistas podemos difícilmente aceptar que estas mujeres estén mentalmente perturbadas, como se supone para salvar a esas infelices. Los malos tratos a los niños

se producen generalmente con niños ilegítimos o adulterinos que no son criados por la madre misma. En general, el primer y el último hijo ocupan un lugar especial: el primero, porque suscita en la madre los afectos hostiles más violentos (es educado más severamente en razón de esto); el menor, es el que suscita los sentimientos positivos más intensos; es el que frecuentemente es más mimado y consentido. Son casos de amor materno y de ansiedad excesivos, si aplicamos al amor materno el concepto de represión y la idea de que las impulsiones hostiles son compensados por su transformación en lo contrario. Estos hechos establecidos por la observación y la experiencia, han sido anteriormente resumidos por la oradora con esta frase: no existe amor materno innato. Pero el saber psicoanalítico nos obliga a hacer una distinción; no podemos aceptar esta fórmula como enteramente válida. Parece ser que es por la interacción física entre la madre y el niño como el amor maternal es suscitado. En efecto, el niño conlleva ciertos cambios en la vida sexual de la madre. En cierto pueblo, la mujer se aleja del hombre hasta que el niño es destetado. Los dolores tras el parto son causados directamente por la succión y aparece cierta frigidez durante el periodo de crianza, hecho del que Ohnet se ha servido en una novela. De estos hechos se puede concluir que el niño representa un objeto sexual natural para la madre durante el periodo que sigue al alumbramiento. Es preciso que exista entre la madre y el niño ciertas relaciones sexuales que deben ser susceptibles de desarrollo. Se supone que los primeros signos de amor materno surgen en la época de los primeros movimientos del feto. Parece que estos movimientos provocan también una cierta sensación de placer, lo que podría ser considerado como un indicio de las relaciones sexuales. Con la salida del niño, el sentimiento se pierde y es posible que allí comience la aversión de la madre. La subida de la leche a los senos se acompaña igualmente de una cierta sensación de placer. En conjunto se podría decir que las sensaciones sexuales del bebé deben tener un correlato en las sensaciones correspondientes de la madre. Y si suponemos un complejo de Edipo en el niño, tiene su origen en la excitación sexual provocada por la madre; esta excitación presupone una sensación igualmente erótica por parte de la madre; este periodo coincide con la necesidad de cuidados por parte del niño. Tras este periodo, el niño debe dejar el lugar al marido o eventualmente al niño siguiente. Volviendo al punto de partida de su estudio, a la cuestión de saber si el amor materno es innato o no, la oradora observa que para el primer niño, parece que este sentimiento no es innato sino que se adquiere por el contacto físico con el niño, por los cuidados el amamantamiento, etc. Por otra parte es preciso observar que el amamantamiento no tiene la importancia que se le atribuye generalmente. Para los hijos siguientes, el amor materno puede que sea innato en el sentido de que nace a través de los recuerdos de los cuidados dados al primer niño. Las mujeres que se ligan a este objeto sexual más tiempo del debido son aquellas que no encuentran satisfacción sexual junto a su marido. En cualquier caso no hay que considerar esto como una perversión, sino como una extensión, una prolongación en el tiempo e un estado natural. Sería también interesante examinar el papel que juega el padre en todo esto, en qué condiciones llega a constituirse como el objeto sexual del niño (actitud homosexual), en qué modalidades se produce la separación del niño de su primer objeto sexual; igualmente valdría la pena estudiar de qué manera el periodo de asexualidad (antes de la pubertad) está ligado a la separación del niño respecto a su madre. Se trata de problemas que la oradora quisiera sólo esbozar, sin poder abordar esta vez su solución.

DISCUSION WINTERSTEIN menciona una hipótesis de Moritz Benedikt1 según la cual existe una relación estrecha entre el amor materno y el sentimiento experimentado durante el coito en el que se produce la concepción. G. GRÜNER de ninguna manera puede contradecir las consideraciones de la oradora; únicamente quisiera añadir algunas consideraciones de detalle. El amor de la madre hacia su hijo es la reproducción de su propia relación de niño hacia sus padres. Este amor no es de la misma manera que una prolongación del que tiene hacia su marido, del que ama la imagen en su hijo. Finalmente, la madre ama en su hijo sus propios órganos genitales. F. S. KRAUS menciona que el pueblo citado por la oradora en el que las mujeres permanecen alejadas del hombre hasta el final del periodo de amamantamiento es el de los indios peruanos; Bruning ha hablado de su vida sexual en el Tomo VI de Anthpophyteia. En otros pueblos existe la creencia de que una mujer no puede concebir durante el periodo de amamantamiento. Los Chrowotes creen por el contrario que el periodo que sigue al nacimiento es el más propicio para las relaciones sexuales. FRIEDJUNG, partiendo de su propia experiencia como padre, menciona como contrapartida de la ausencia de amor materno la ausencia de amor paterno, incluso el predominio de las mociones hostiles en relación con el niño – un hecho que puede confirmar mediante una encuesta realizada en una escala bastante amplia. En cuanto al infanticidio, que se produce también a una edad más tardía (un caso de un niño de dos años), es preciso subrayar los factores sociales. Friedjung mismo no ha visto gran cosa de la pretendida severidad hacia el primer hijo; por el contrario, se cometen con el primer hijo los mismos errores pedagógicos (mimos, etc.) por regla general que hacia los hijos únicos. En cuanto a la abstinencia sexual durante el amamantamiento, no es necesario ir tan lejos: en nuestra ciudad, también se piensa que las mujeres no conciben durante este periodo; esa es la razón de que muchas mujeres amamanten a su hijo más tiempo del preciso. Por otro lado, en nuestras regiones, está muy extendida la idea de que no es sano practicar el coito durante el periodo de amamantamiento. SADGER piensa que habría valido la pena recoger lo que hasta el presente se ha establecido científicamente sobre el amor materno. Por lo que él conoce hay muchas cosas sobre este tema en Havelock Ellis. Este último señala el carácter erógeno específico del pezón, la sensación directamente sexual durante el amamantamiento, que probablemente es el fundamento más profundo del amor materno. Debido a la represión el carácter erógeno de esta zona puede provocar la repulsión y el disgusto y esto es probablemente la razón por la que algunas mujeres experimentan una insoportable aversión a la idea de amamantar a sus hijos. Es posible que una educación excesivamente estricta sea debida también a una tal aversión, bajo otra forma. Por otra parte, Havelock Ellis menciona que muchas mujeres no tienen, durante toda su vida, sensaciones erógenas más que en esta zona y que se hacen succionar los pezones por sus amantes. El amamantamiento procura a la madre una sensación de placer hasta ese momento desconocida y perversa. Por otro lado, Freud ha llamado la atención sobre el hecho de que otra serie de mociones perversas está no sólo permitida con el bebé, sino rodeada de una especie de nimbo; el erotismo anal juega en ello un papel particular. Puede ser que esto explique la existencia de un segundo grupo de madres –aquellas que aman apasionadamente a su hijo aunque no le hayan amamantado. Las mujeres que tienen sentimientos maternales sin nunca haber tenido hijos son las nacidas “tías”, que han sido glorificadas en la literatura en particular por Ibsen.

Sobre la abstinencia sexual durante el periodo de amamantamiento, se encuentran observaciones en Westermark2 e Iván Bloch EL PROFESOR FREUD observa que el único modo de aprender algo sobre el amor maternal es la experiencia estadística y que hasta el presente, estamos únicamente en situación de decir algunos motivos que pueden jugar algún papel. Es muy meritorio por parte de la oradora haber emprendido el estudio psicoanalítico de un tema que está sustraído a la investigación en razón de las convenciones. En la exposición, son los esclarecimientos a que ha llegado antes de ocuparse del psicoanálisis los más valiosos ya que son originales e independientes. Puede decirse desde el comienzo que cualquier intento de analizar el fenómeno bajo un único aspecto está condenado al fracaso; la sobredeterminación es particularmente evidente en este caso. La referencia que Friedjung ha hecho al padre no es válida más que como analogía; esta cuestión, también ella, no puede ser resuelta más que por mediación de un estudio estadístico. En cualquier caso existen padres que desde el principio tienen sentimientos tiernos en relación con su hijo y que no están en absoluto decepcionados; otros se quedan indiferentes, lo que hay que considerar como hostilidad. Es posible que en ciertos padres y en ciertas madres también, deba tomarse en consideración un factor de psicología general. Puede ser que se trate de un sentimiento de decepción debido al contraste entre la imaginación y la realidad y que fácilmente se produce cuando un deseo ha sido alimentado durante mucho tiempo y finalmente se realiza. Posiblemente sea necesario un lapso de tiempo para cambiar la vía por la que debe pasar la corriente de libido. Este será un factor importante para las jóvenes madres que han sufrido la influencia nociva de la literatura moderna y que utilizan el deseo frenético de tener un niño como pretexto a sus deseos sexuales. A menudo se escucha invocar como motivo de la decepción la excusa de que el niño es “tan feo”, lo que efectivamente es verdad de todo recién nacido. En cuanto al infanticidio, los papeles sociales podrían muy bien jugar el papel principal si la cosa no fuera más compleja. En primer lugar, el infanticidio se produce mucho más raramente que lo que dejarían prever las dificultades sociales; en segundo lugar, se lo encuentra también allí donde los problemas sociales no existen (en particular en los animales: se dice, por ejemplo que la jabalina devora a sus pequeños). Un gran número de malos tratos ejercidos sobre los niños pueden ser explicados psicoanalíticamente por el hecho chocante de que los padres dan generalmente como razón las malas costumbres sexuales de los niños (masturbación, incontinencia de orina nocturna). La condición (Gesichspunkt) más general que determina el comportamiento de la madre sería la siguiente: el efecto principal que produce la vista del niño es hacer renacer la sexualidad infantil de la madre. Por un lado, l’envie sexual es despertada; por el otro, la represión sexual que a menudo ha sido impuesta y mantenida con grandes esfuerzos se produce de nuevo. Los impulsos hostiles que se expresan en los malos tratos de niños podrían también estar ligados a este despertar de la sexualidad infantil en la madre. Esta ha manifestado en otro tiempo hacia su hermana o hacia su hermano que acababa de nacer el mismo sentimiento que experimenta en el presente hacia su propio hijo: su primer movimiento sería eliminar a este hermanito o esta hermanita. Si los factores sociales vienen en ayuda de esta impulsión una vez que ella es madre, pueden fácilmente ser llevados hasta la ejecución. La satisfacción de ciertas zonas erógenas (succión, tendencias coprofílicas) que procuran los cuidados dados al niño se acompaña de una “involución” del carácter, de una cierta regresión; esto se expresa a menudo de manera suficientemente clara en el dejarse llevar de muchas madres jóvenes.

ADLER le gustaría llamar la atención sobre otros factores significativos del amor materno y en consecuencia hablar de entrada del “odio materno”, que inevitablemente se revela en cada análisis. Esto coincide con las raíces más profundas de mociones hostiles en el neurótico cuando este lleva su amor hacia alguien. Se trata del sentimiento: ahora, soy un esclavo. Hay que dar la razón a Friedjung cuando dice que los primeros sentimientos son siempre hostiles; los sentimientos afectuosos están determinados por factores posteriores. El deseo de tener un niño no es tan grande cuando la posibilidad de tenerlos es ilimitada; por otro lado, a menudo vemos desarrollarse el deseo de un niño en las familias a las que no ha llegado ninguno. Este deseo se pone al servicio de otras tendencias y es utilizado por los padres como objeto de mutuos reproches. A esto se añade el hecho de que, en nuestra civilización, una pareja sin niños es considerada casi como una vergüenza – un fenómeno ligado a las raíces de la ambición (en el caso del padre, ligado al deseo de ser un hombre; en el caso de la madre, al deseo de ser fecunda). De este modo todos los signos del amor son suscitados en los padres aún antes del nacimiento del niño. El triunfo es susceptible de recubrir sus motivos originalmente hostiles y juega un papel también en la vida de pueblos enteros (Franceses y alemanes: rivalidad). Se trata de mociones que aparecen cada vez que un individuo debe renunciar a alguna satisfacción. El problema del amamantamiento y de la aversión por ella tiene una determinación semejante (el hecho de que ciertas mujeres experimenten placer durante el amamantamiento no cambia nada); esta pretendida incapacidad de amamantar habla también a favor de ciertas mociones hostiles. La idea de que el coito es dañino para el bebé durante el periodo de amamantamiento es defendido con un rigor especial por las nodrizas. El estudio psicoanalítico de un cierto número de casos que implican también una ansiedad excesiva por parte de la madre más que una severidad exagerada en la educación ha mostrado que el motivo principal estaba determinado por la idea de que no había que tener otro niño. Mediante este comportamiento los padres muestran (como ha sido demostrado por un caso publicado en el Zentralblatt) que no hay lugar más que para un solo niño. El artículo en cuestión menciona igualmente la cuestión de la severidad con relación a las malformaciones infantiles [Kinderfehler] y de la masturbación: se trata de madres que han pensado que su sexualidad era muy fuerte y que entonces tratan de protegerse contra ella. Se trata pues del miedo a tener niños y del miedo [de la madre] de que la chica pueda sufrir un día el mismo destino. Frente a estos importantes motivos, la sensación de placer que procuran las zonas erógenas pasa a un segundo plano Igual que los hijos únicos, los niños lisiados y, como lo ha mencionado Freud, los niños que han sido objeto de un intento de aborto son particularmente mimados. Los sentimientos de la madre hacia el niño son ciertamente hostiles al inicio; rápidamente son transformados en su contrario, porque está considerado degradante para una madre no amar a su hijo. KRAUS relata que entre las tribus primitivas se encuentran fenómenos semejantes al comportamiento de los animales que se comen a sus pequeños. Se dice que entre los australianos del Norte, la madre tiene la libertad de comer a su primer niño; entre los esquimales existen costumbres semejantes. A pesar de esto el amor materno debe ser innato, instintivo. Basta con pensar en los pájaros: aunque no existan estímulos externos (como la succión) defienden a su prole sin tener consideración por sus propios intereses vitales. HITSCHMANN opina también que es más útil partir de las condiciones primitivas tal como existen en los animales y examinar después la población obrera y rural. El rechazo inicial de amamantar al hijo a menudo se debe al hecho de que la mujer ignora el placer que procura.. Se dice que las madres aman especialmente a aquellos hijos que han amamantado ellas mismas como Frau v. Stein lo ha dicho de ella misma.3 Aunque las madrastras no sean tan peligrosas en la vida real como en los cuentos de hadas, es evidente de todos modos que los lazos naturales faltan. La ausencia de amor por el niño puede estar

ligado a una falta de amor por el marido. En la neurosis la compulsión a matar un hijo juega un gran papel, frecuentemente porque el hijo entorpece el camino de la madre hacia la sexualidad de la madre. Por otro lado las consecuencias de la muerte de un hijo son a menudo muy graves en la neurosis. RANK menciona que en los cuentos de hadas, las leyendas y los mitos abundan en ejemplos de sentimientos hostiles de madres hacia sus hijos, lo que es una contrapartida perfecta de la hostilidad del padre hacia su hijo, tal como está descrito en “El Mito del nacimiento del héroe”. Como ocurre con el padre, la madre traslada su hostilidad sobre sustitutos (suegra, madrastra). FEDERN se opone a la explicación espiritual que ha dado Adler del amor materno y al hecho que Hilferding niega el amor de la madre hacia su primer hijo. Atribuye el infanticidio autorizado de los esquimales a la penuria de alimentos que sufre ese pueblo y menciona a ese respecto que el cerdo, cuya voracidad está inmensamente acrecentada, devora a sus pequeños. Federn señala por otra parte un trabajo del prof. Mathes en el cual éste ha mostrado que existe un tipo de mujer que, en razón de una formación particularmente favorable del introïtus vaginae y de la pelvis, está predestinado a la maternidad y al amamantamiento. Estas mujeres que no son en absoluto degeneradas están dotadas de fuertes pulsiones orgánicas, dan a luz con facilidad y les gusta mucho amamantar; estas mujeres posiblemente tienen fuertes tendencias maternales instintivas y no tienen necesidad ni de una tendencia de protección ni del despertar de las perversiones para acceder al amor materno. En su libro “Madres degeneradas”, Ferriani ha mostrado que los malos tratos a los niños así como otras transgresiones se producen en madres degeneradas. La vertiente psíquica de este fenómeno, esto es la aversión de la madre hacia el niño, aparece en madres cuyos órganos genitales no están predestinados al amor materno. El amor paterno posiblemente será más aparente en los hombres que tienen rasgos femeninos y se identifican fácilmente a las mujeres (el amor paterno que es característico de la civilización sin duda no es sino una prolongación en el futuro de la idea que tiene el padre de su propia existencia). El odio materno, por otra parte, aparece sobre todo en mujeres de rasgos masculinos. En lo que concierne a la aversión por el niño, es preciso examinar hasta dónde puede extenderse la aversión sexual en el contexto de nuestra civilización: en algunas mujeres, solo alcanza a las relaciones sexuales, en otras, también sobre sus consecuencias, lo que tiene la consecuencia de que ciertas neurosis no se manifiesten más que con el embarazo. La tesis según la cual el amor materno no aparecería más que a consecuencia del amamantamiento es válida para los animales, en el caso de madres con un don maternal inferior. FURTMÜLLER resalta como elemento más interesante y más positivo de la conferencia, la posición de excepción que ha sido subrayada en la relación de la madre con su primer hijo – un hecho que dos casos le han permitido confirmar. Tiende a dar la razón a los que, como el Dr Hilferding, consideran las raíces fisiológicas del amor materno como un factor de desarrollo y acuerdan una importancia igual a los factores sociales. En Francia, los niños son enviados muy pronto fuera de la casa paterna y cuando vuelven sin embargo encuentran el amor materno en toda su plenitud. La aserción de Rank tocante a la hostilidad de la madre es contradicha por el mito de Zeus, en el que la madre es aquella que protege al hijo de la hostilidad del padre. Parece arriesgado querer ver siempre en la madrastra de los cuentos de hadas un sustituto de la madre, puesto que se funda después de todo en experiencias reales que se producen posiblemente de manera más neta en épocas primitivas. OPPENHEIM comparte la opinión de Furtmüller de que se ha tratado demasiado del odio materno. Se trata de saber qué serie de fenómenos consideramos más primitivos; y respecto a eso hay que decir que los fenómenos relativos al amor maternal son al menos tan originales como los otros. Incluso en el reino animal, se ve que el amor maternal es necesario para la conservación de la

especie. Hay que plantearse entonces el problema en los términos siguientes: ¿qué medios emplea la naturaleza para producir en la conciencia individual el instinto de conservación de la especie?. Para examinar esta cuestión, sería preferible mantenerse de entrada en las condiciones primitivas, en las que el amor parental aparece como algo evidente. Efectivamente la preservación de la comunidad social reposa sobre procreación de niños. Los fenómenos del odio maternal no aparecen más que en condiciones sociales difíciles y complicadas y están estrechamente ligados al problema de los niños deseados o no deseados; este factor tampoco aparece más que en un grado de relativa complicación de las circunstancias. En este sentido el problema del odio maternal puede conducirse a la cuestión de saber cómo se forman las diversas actitudes hacia el niño que va a nacer y como los individuos llegan a no querer hijos. De esta manera, podrá responderse también a la cuestión de saber como la pulsión primitiva del amor maternal se transforma de tal manera que pueda convertirse en aversión. ADLER observa que el amor maternal ha sido enormemente agrandado en el curso del desarrollo de nuestra civilización – un hecho que da alguna luz sobre la oscuridad que reina en ciertas cuestiones. Va de sí que un hecho como el amor maternal que sirve para la conservación de la especie debe ser innato e incluye la posibilidad de la formación de su contrario. Pero se descubre el más importante factor relativo al inmenso alcance del amor maternal al considerar el odio maternal. Históricamente los dos son posibles, precisamente desde el punto de vista de la conservación de la especie. El hecho de que en un cierto periodo en Grecia los niños lisiados fueran abandonados, mientras que en nuestros días por el contrario, la mayor parte del amor maternal se dirija hacia esos niños nos muestra que, tanto desde el punto de vista social como individual, el amor maternal es una tendencia de protección, tanto para la posición de la madre como para la supervivencia del niño –una protección contra las mociones de hostilidad constantemente presentes. OPPENHEIM menciona como contrapartida de la hostilidad de la madre en el mito, que ha sido mencionado por Rank, el culto de la gran Madre, uno de los factores más potentes no sólo en las religiones de la Antigüedad, sino en todas las religiones, como lo ha demostrado Albert Dieterich4 en su tratado Mutter Erde. EL PROFESOR FREUD no querría dejar pasar una observación de Furtmüller no contradicha. El tema de la madrastra es un fenómeno que, como ocurre tan a menudo en el caso de la neurosis, admite muchas explicaciones. El hecho de que existan malvadas suegras (madrastras) en la realidad no es más que una magra explicación de este estado de cosas; el mito no está obligado a copiar la realidad. De hecho, estas madrastras pueden a menudo ser desenmascaradas como malas madres. El DR. HILFERDING observa en su conclusión que en cierto sentido ha sido mal comprendida. En la discusión se han subrayado muchas cosas que se referían únicamente al componente psíquico del amor maternal, que ella no había hecho mas que rozar, y no al componente fisiológico, que era su verdadero tema. Las defectuosidades infantiles se producen demasiado a menudo para ser consideradas como la causa de los malos tratos a los niños, en el sentido de Freud; por otra parte se puede objetar que la aversión se dirige a menudo específicamente sobre uno de los niños. La referencia hecha por Freud a la antigua hostilidad hacia un hermanito o una hermanita hace demasiado hincapié en el dominio psíquico para poder explicarnos algo del tema. No es admisible postular una categoría de madres degeneradas, en el sentido de Federn. Se trata probablemente del neurólogo (1835-1920), autor de obras de neurología, de biología y de psicología. 1

Edward Alexander Westermark (1862-1939), antropólogo finlandés, autor del “Origen del matrimonio humano” (1889) y de la “Historia del matrimonio humano” (1889) (rescrito en tres volúmenes en 1921). Sadger se refiere sin duda a su libro “Problemas sexuales” (Leipzig, 1909) 2

3

Charlotte v. Stein (1742-1827), amiga de Goethe, madre de siete hijos.

4

Albert Dieterich (1866-1908), historiador de las religiones alemán.