Carteles de publicaciones Ocho carteles diferentes: del número 208 al 215

Memoria de la seducción: carteles del siglo XIX en la Biblioteca Nacional Del 11 de septiembre al 3 de noviembre de 2002 Exposición organizada por: Biblioteca Nacional de España Comisario: Raúl Eguizábal Maza

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Otro icono distintivo de la novela popular de la época es el de un personaje de la clase media, frecuentemente femenino, que representa tanto al protagonista de la aventura como a su lector característico (cartel Martirio!, 213). Un último tipo de icono lo constituye la “mujer elegante” sujeto de los carteles de publicaciones de moda y fruto de la creciente preocupación por la apariencia que asiste a la burguesía ya en las últimas décadas del siglo X I X .

8 . - C A RT E L E S D E P U B L I C AC I O N E S Ocho carteles diferentes: del número 208 al 215

Estilo

Elementos constitutivos Aunque su número no es muy grande, forma uno de los grupos más amenos en cuanto a la variedad de recursos empleados. Como rasgos comunes podemos señalar la ubicación destacada del título de la obra a promocionar, autor (si se trata de una ficción), características de la publicación y detalles de adquisición (precio, periodicidad, etc.). Todos ellos van ilustrados, con empleo tanto de la xilografía como de la litografía, e incluso combinando ambas técnicas (cartel La Última Moda). Las revistas o periódicos emplean imágenes de la propia publicación, utilizando en ellas sobre todo la xilografía a contrafibra o a la testa de mayor calidad. Uso de tintas de color, sobre todo del rojo, excepto en el 209 y el 211. El empleo en este sector de la xilografía a la testa o contrafibra (tres de los ocho carteles) tiene un razón de ser: se trataba de la técnica favorita para las imágenes de las publicaciones periódicas. Tanto el grabado en metal como la litografía necesitaban de una doble estampación para incorporar el texto tipográfico, lo que encarecía el resultado. La xilografía a la testa permitía grandes tiradas con una sola matriz (frente a la xilografía al hilo) y su estampación al mismo tiempo que la tipografía en una misma pasada.

Iconografía Encontramos tres clases de figuras. Unas corresponden a los personajes célebres, bien históricos (Cristóbal Colón), bien contemporáneos al cartel (Isabel II). El romanticisimo había impuesto el gusto por la novela histórica (Walter Scott, Alejando Dumas) que tenía su intérprete nacional en la figura del especialista Fernández y González autor de multitud de novelas por entregas de éste corte, y así mismo de las “leyendas árabes” que se anuncian en el cartel 208.

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Tan sólo el cartel Martirio!, en lo que puede apreciarse de él, posee una concepción moderna de la ilustración sirviéndose de la litografía a dos colores. El resto maneja imágenes característicamente decimonónicas pero, en general de una factura superior a la media de los carteles de la época. No aparecen en ellas los típicos rasgos costumbristas y satíricos, pero sí otros exóticos (Leyendas árabes). De una gran finura es la perteneciente al cartel La Alhambra. Leyendas árabes, como corresponde a la edición de una obra de gran lujo que irá acompañada de láminas litográficas a color de regalo (según se detalla en el texto) pero sin que en ningún momento se informe del autor de las mismas, lo que indica la escasa atención que se prestaba a los ilustradores. Anónimas, aunque así mismo de cierta altura artística, se presentan las de la Crónica Universal. También de alguna calidad es la de la Biografía Universal, con su galería de personajes históricos, que lleva la conocida firma de Urrabieta. Más que al estilo de dibujo publicitario, estos carteles destinados a la venta de distintas publicaciones reproducen el tipo de ilustración que incluían éstas. Las láminas constituían en muchos casos un regalo promocional que se adjuntaba a la obra (por ejemplo los retratos “grabados al acero” del cartel 209 144, o la “magnífica lámina litografiada… representando las escenas más notables” que se regalará “cada dos entregas” según queda anunciado en el cartel 208) o, de cualquier manera, siempre eran un atractivo que se convertía en argumento de venta, en una etapa de florecimiento del libro y la revista ilustrada. No obstante, y aún siendo cierto que hay aquí mayor ambición artística y calidad técnica de la que es común en otros carteles, vistos con el paso de los años resultan quizá también sus imáge-

144.– Frente al grabado lito o xilográfico más popular y moderno, el grabado sobre metal representaba al más elitista y académico, destinado sobre todo a la reproducción de grandes obras de arte más que a la expresión artística. El regalo de grabados en metal suponía, por tanto, un prestigio de clase.

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nes más pretenciosas, menos espontáneas y directas, y de un menor encanto que las ilustraciones de circo u otros géneros.

Autores Aunque domina el carácter anónimo, algunas de las ilustraciones de las revistas incluyen la firma de sus colaboradores, así E. Gurjot (?) en la imagen central del cartel París-Moda; el monograma SM, la firma Afoa y la del ya reseñado M. Salvi pueden distinguirse en la Última Moda. Pero es, sin duda, la de Urrabieta la mejor conocida de todas (cartel Biografía Universal) y en la que merece fijarse con algún detenimiento. Fue Vicente Urrabieta Ortiz (1823-1879) correcto dibujante y mejor grabador, padre del excelente dibujante Daniel Urrabieta Vierge, conocido como Daniel Vierge, que triunfó en París con sus ilustraciones 145. Urrabieta residió también una época en la capital francesa, donde acudió a perfeccionar su arte. Su mujer, Juana Vierge de la Vega, era hija de un soldado de Napoleón que se casó y afincó en Madrid, ordenanza del general Hugo (padre, a su vez, del famoso escritor). Es en 1869 cuando Urrabieta marcha a París y se instala allí un tiempo con su familia, su hijo Daniel contaba 18 años. Más tarde, con la amenaza del cerco de París por las tropas alemanas, la familia decide regresar a España, ya sin Daniel resuelto a triunfar en la capital francesa. Urrabieta colaboró con las revistas de su época, como El siglo Pintoresco o las de corte satírico Fray Tinieblas o Fray Supino Claridades, pero sobre todo en la fundada por Mesonero Romanos, El Semanario Pintoresco. Su arte, aunque mejoró con el tiempo, perdiendo la inicial rigidez, se encuentra por debajo de otros contemporáneos suyos como Alenza o Miranda146. Al decir de V. Bozal fue “artista de cierto prestigio que además de colaborar en las publicaciones de ‘La Sociedad Literaria’, lo hizo también en ‘El Semanario Pintoresco’ (siendo director Angel Fernández de los Ríos) y en bastantes libros, entre ellos la primera edición de 145.– Daniel Vierge, nacido en Madrid en 1851 y muerto en Boulogne-sur-Seine en 1904; su obra es muy superior a la del padre. Vierge residió en París desde 1869 y se convirtió en uno de los mejores ilustradores de su tiempo. Ilustró obras de Heredia, Chateaubriand, Cervantes y, sobre todo, las de Michelet (Historia de Francia e Historia de la Revolución). Véase Dionisio Pérez, Daniel Vierge. El renovador y el príncipe de la ilustración moderna. C.IA.P. Madrid, 1929. 146.– “Urrabieta, aunque fue autor de intencionadas estampas, no alcanzó la gracia de la composición y el sabor costumbrista y humorístico de Alenza” (A. del Hoyo. Notas a Davillier, Viaje por España, p. 1.304)

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‘Ayer, Hoy y Mañana’, de Antonio Flores. A lo largo de todas estas actividades es posible distinguir una evolución positiva que le llevará hasta los dibujos de 1848, en el curso de la cual irá abandonando el anquilosamiento, cierta dureza narrativa y formal que poseía en principio…” 147. Es cierto que la implicación de Urrabieta con el cartel resulta tangencial, consecuencia de su labor de ilustrador de libros, pero, al fin y al cabo, es la misma que la que tuvieron Gavarni o Daumier en Francia, siendo estos considerados pioneros de este arte. Es, además, la imprenta en la que está confeccionado este cartel de Urrabieta una de las más importantes de la época: “la más celebre de todas —señala Antonio Gallego sobre las litográficas madrileñas— fue la Litografía de Donon… En ella se introdujeron los adelantos de la cromolitografía en color y allí fue donde se estampó la parte litográfica de los Monumentos arquitectónicos. Allí colaboraron los principales litógrafos y sus imágenes son valioso testimonio de la historia española, no teniendo más competencia que la Litografía de Mateu, con quien llega casi hasta fin de siglo” 148.

Comentario El cartel editorial constituye en realidad una de las más tradicionales formas del cartel. El cartel de William Caxton, considerado el primer cartel comercial de la historia, anuncia en realidad una obra religiosa149. Caxton fue un importante impresor de la época, editor de los Cuentos de Canterbury, y lo que hizo con aquel cartel impreso por él mismo fue naturalmente anunciar una de sus obras 150. Es razonable que aquellos que tenían las facilidades para imprimir, y una mercancía que vender (sus propias publicaciones) fuesen los primeros usuarios del cartel. También en Alemania hay ejemplos muy tempranos de pequeños carteles u hojas volanderas conteniendo referencias de libros puestos a la venta. En el siglo X I X , esto no hizo sino aumentar con la proliferación de los libros ilustrados, y así el nacimiento del cartel artístico se produce también en el campo

147.– V. Bozal, La ilustración gráfica del siglo

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en España, p. 43.

148.– Antonio Gallego, Historia del grabado en España, p. 353. 149.– Y no como se ha dicho otras veces, las aguas medicinales de Salisbury. 150.– En esta época todavía no estaban muy bien diferenciadas las funciones de impresor, editor y librero.

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editorial. El propio ilustrador era habitualmente el autor de un cartel de pequeño tamaño concebido para ser colocado en el interior de un establecimiento y con frecuencia conteniendo el lema “De venta aquí”. Daumier, Gavarni y Manet se encuentran en Francia, como ya ha sido mencionado, entre los pioneros de este proceder que dio alguna que otra obra maestra y sentó las bases para el gran arte del cartel. Estos de aquí, sin poseer las dimensiones titánicas de los de circo y teatro, muestran un respetable tamaño, lo que nos lleva a pensar que eran carteles callejeros y no carteles de interior o de escaparate como los franceses. Según las sociedades se volvían más seglares, aumentaba el prestigio de la vanidad mundana, proliferaban los folletones, las revistas de moda y los anuncios de belleza. En el cartel La canalla. Novela de costumbres aristocráticas nos encontramos con el anuncio de una de estas publicaciones. Los folletones, novelas por entregas con argumentos cargados de aquellos elementos que podían atraer a sus lectoras de la clase media: el amor, los crímenes pasionales, intrigas palaciegas, misterios, etc.; constituían un medio de evasión para aquellas mujeres liberadas en alguna medida de las tareas domésticas y con tiempo libre para dedicarlo a las ensoñaciones románticas o a los cotilleos cortesanos. La imagen del cartel representa un baile palaciego con la figura inequívoca de Isabel II (1830-1904), y los títulos de los capítulos de la obra mantienen una indudable conexión con la realidad española. Tanto Isabel II como su madre María Cristina tuvieron unas vidas privadas rodeadas de escándalos que llegaban a los oídos del pueblo. María Cristina se enamoró durante su período de regencia de Fernando Muñoz, un guardia hijo de un estanquero convertido con los años en duque y con el que llegó a tener siete hijos. A pesar de los intentos iniciales de ocultar su situación, los periódicos de la época se encargaron de ridiculizar a “la prostituta real y al lacayo”. Mientras que Isabel II, casada por imposiciones con su primo Francisco José descubría la noche de bodas que su marido vestía con ropa interior femenina, y ambos mantuvieron una vida independiente de aventuras sexuales, todo esto aderezado con intrigas políticas, alianzas bajo cuerda de maridos y parientes, en tanto que el pueblo vivía en la incertidumbre y la penuria. Así que los títulos de las entregas como “De cocinero a marqués”, “El garito de los caballeros”, “El rey se divierte, o las vírgenes del señor”, “La sangre azul o el dinero y la nobleza”, “Los mismos perros con distintos collares”, “Las mujeres perdidas y las damas halladas”, etc. debían resultar reveladores para el lector de la época y provistos de irresistible interés.

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Muchas otras veces, las protagonistas de estos anuncios eran mujeres de la clase media (como sus lectoras) que sufrían una vida de avatares, a veces espeluznantes pero cuyo relato ponía un punto de emoción a las rutinarias existencias de las damas burguesas. El cartel Martirio!, serial de la revista Última Moda, parece ubicarse a esta otra categoría. Las editoriales publicaban estas novelas por entregas, en cuadernos independientes o formando parte del contenido de revistas y periódicos. Con frecuencia los lectores compraban la publicación más interesados en el discurrir del serial que en los contenidos informativos. Y los carteles buscaban motivos atrayentes que captasen a un público amplio, pues aunque no todo el mundo tenía acceso económico a estas publicaciones, los cuadernillos circulaban de mano en mano convirtiéndose así también en un instrumento de socialización y creación de opinión pública. También los temas históricos, que mezclaban el sentido de la aventura tan afecto al espíritu romántico con el recuerdo de las hazañas pasadas, en una época de franca decadencia de España en el concierto mundial, suscitaban el interés de los lectores como demuestra el cartel Cristobal Colón. Historia popular. Los folletones contribuían así a alimentar las leyendas o a crearlas. Fernández y González, autor anunciado en otro de estos mensajes, gozó de una fama increíble, ganó una fortuna con sus novelas por entregas de trasfondo histórico (El cocinero de Su Majestad, El doncel de Don Pedro de Castilla y así hasta más de trescientas), vivió una vida digna de sus personajes y murió completamente arruinado y olvidado en una oscura buhardilla. La crítica le detestaba, mientras el público devoraba sus novelas. Prueba suficiente de su éxito es el dato de la tirada de una de sus obras: 200.000 ejemplares de Luisa o el ángel de la redención en pocos meses 151. Su vida y su obra fueron un ejemplo de temperamento romántico. Este bello cartel expresa muy bien el carácter escapista de su literatura. El anuncio de Crónica Universal Ilustrada parece querer mostrarnos un tipo de publicación “seria”, que sin perder de vista las noticias de la elegancia se fija en mayor medida en otra clase de informaciones. La ortogonalidad con la que está

151.– F. Hernández Girbal, Una vida pintoresca: Manuel Fernández y González, p. 120 y ss. Citado por Antonio Gallego, op. cit., p. 335.

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compuesto el cartel, el sobrio color y la propia delicadeza de las ilustraciones a contrafibra refuerzan el carácter de la publicación. Los dos últimos carteles anuncian revistas de mayor frivolidad. La Última moda se define como “publicación de gran lujo” cuyo contenido está dirigido al público femenino: “novedades en trajes, abrigos, sombreros y adornos de señoras, señoritas y niñas”. El cartel recoge también la costumbre de los regalos promocionales: “un regalo que es un figurín acuarela (es decir impreso en negro y posteriormente coloreado a mano) o una gran hoja de patrones y dibujos, o cuatro páginas del Album de la Bordadora Artística”. La Última Moda fue fundada por Julio Nombela en 1888 y probablemente esa es la fecha real de edición del cartel. Él mismo describe en sus memorias la acogida y las vicisitudes de esta publicación152: “… el primer número de La Última Moda apareció en Madrid al comenzar el año 1888.” “El éxito que alcanzó fue extraordinario y rápido. Las señoras vieron desde el primer momento en el periódico, además de lo que contenían los mejores de su género, algo nuevo que interesaba y agradaba a su espíritu; mostraron hacia él una predilección que tenía mucho de afecto, y en el espacio de cuatro o cinco meses llegó a contar diez mil suscriptoras, que fueron aumentándose en la Península, en las provincias de ultramar y en las repúblicas hispanoamericanas hasta llegar a veinticuatro mil a los seis años de su aparición”

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Estados del Sur y del Centro de América, particularmente en Buenos Aires, Montevideo y también en Méjico, cuenta el periódico con numerosas suscriptoras. Sólo en la República Argentina pasan de cuatro mil.”

En cuanto a París - Moda, se definía al mismo tiempo como “Revista de la moda” y “Periódico de la familia”, y aunque las ilustraciones refuerzan el contenido primero, se especifica la variedad de sus temas en el texto: desde “Crónicas parisienses” a “Artículos de ciencias, artes y literatura” o “Higiene y economía doméstica” determinando una publicación de carácter muy moderno, con una dosis de consejos útiles y otra de vanidad mundana. Tanto en el nombre de la revista como en el contenido se descubre, por cierto, la fascinación que ejercía la ciudad de París. Estos carteles de modas (fuesen de publicaciones o de los grandes establecimientos que en España, empero, no habían todavía calado) eran también una forma de evasión con sus elegantes y adornados trajes, sus tocados y complementos, y demuestran la importancia de la moda y la belleza en la mujer. Ambas contienen figurines y patrones para que las lectoras puedan copiar los vestidos que se muestran, concretando también un sentido utilitario de estas ediciones en una concepción notablemente burguesa de lo que debía ser una publicación

No obstante el desastre del 98 afectó, como a tantas otras empresas, a esta publicación cuyo éxito, en gran parte, se debía a su acogida en ultramar. El propio Nombela se lamenta de este hecho en sus recuerdos con un sentimiento que era común a los españoles de la época: “Después de la impolítica y desastrosa guerra con los Estados Unidos, perdió La Última Moda unos cuantos millares de suscriptoras en Filipinas, Cuba y Puerto Rico, porque los yanquis hicieron y siguen haciendo taimada y activa guerra a los productos de la industria española en las seudo repúblicas en que se convirtieron las mal administradas y también oprimidas provincias ultramarinas. En cambio, en los

152.– Julio Nombela, Impresiones y Recuerdos. Editorial Tebas. Madrid, 1976. Véase en concreto el capítulo “Una revista para el bello sexo”, pp. 1050 y ss.

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208. La Alhambra : leyendas árabes. ca. 1856 129 x 97 cm

209. Biografía eclesiástica completa. ca. 1862 76'5 x 115 cm

210. La canalla : novela de costumbres aristocráticas por Antonio Altadill. 1870 131'5 x 89 cm

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212. Crónica universal ilustrada : periódico político, literario y artístico. entre 1877 y 1879 115 x 158 cm

213. Martirio!. a. 1889 77 x 108 cm

211. Cristobal Colon : historia popular. entre 1858 y 1873 126 x 80'5 cm

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215. La última moda. a. 1889 108 x 76 cm

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214. Paris-Moda : revista de la moda, periódico de la familia. a. 1889 104'5 x 74'5 cm

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