CABO HATTERAS. La "MECA" de LOS GIGANTES

CABO HATTERAS La "MECA" de LOS GIGANTES El 26 de Marzo se celebra la gala anual de los Oscars de Hollywood (Los Angeles). Ese lugar siempre lleva asoc...
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CABO HATTERAS La "MECA" de LOS GIGANTES El 26 de Marzo se celebra la gala anual de los Oscars de Hollywood (Los Angeles). Ese lugar siempre lleva asociado un lema: "La Meca del cine". En el mundo de la pesca de altura del atún hace años que también existe ese lugar y se llama "Cabo Hatteras". Se encuentra en Estados Unidos, concretamente en el estado de Carolina del Norte en la costa este, a grandes rasgos a medio camino entre Miami y Nueva York. Hacía más de dos años que quería organizar este viaje, pero los resultados que tenían eran escasos, lejos de las grandes hazañas de pesca que se habían escrito durante muchos años. De todos modos parecía claro que los efectos del "niño" habían cambiado temporalmente el clima de las aguas de esa zona. A finales del ‘99 tuve una corazonada y decidí organizar un grupo para pescar el atún de aleta azul, el mismo que pescamos en España. Se apuntaron seis pescadores y tres acompañantes, además de mí, que como siempre era el guía. Todos estaban avisados que era el primer viaje a este lugar y que se trataba de una pequeña aventura. La mejor temporada de pesca es de enero a marzo, cosa que me extrañó, ya que no es normal pescar atún en una zona que podríamos catalogar de fría. Busqué documentación y todo lo que leía me llevaba al mismo punto de partida, la corriente del Golfo. Esta corriente es de aguas cálidas ya que nace en el mar de las Antillas y se dirige en forma oblicua hacia la parte septentrional del continente africano y Europa, existiendo unos brazos que se dirigen a Suecia, Islandia y la península del Labrador. Este último sigue el siguiente recorrido: Sale del Caribe a través del canal de la isla de Cozumel y se abre paso entre Los Cayos de Florida y Cuba, más tarde se canaliza entre la península de Florida y las Islas Bahamas y sigue la costa de Estados unidos para perderse en el Atlántico. Al pasar frente a las costas de Carolina del Norte es decir frente a Cabo Hatteras, pasa aproximadamente a unas veinte millas de la costa. Esas aguas son conocidas por los grandes bancos de arena y los bajos sumamente peligrosos para la navegación de grandes buques. La virulencia de sus temporales de invierno y los huracanes que azotan esas aguas en verano y otoño, hace que cientos de pecios se encuentren marcados en las cartas náuticas de la zona, considerada mundialmente como el mayor cementerio naval de los últimos siglos. A esa franja de costa de aproximadamente unos trescientos kilómetros se la conoce como los "Outer Banks", que traducido literalmente significa: "Los bancos más exteriores". Una impresionante duna de arena con una longitud de unos 500 kilómetros alberga varios pueblos, aunque en ocasiones su ancho únicamente de 100 m. Protege la costa del estado de Carolina del Norte y es muy semejante a una descomunal "Manga del mar Menor". Al igual que la nuestra, encierra un mar interior, eso sí inmenso. Tres grandes pasos dejan que las embarcaciones puedan salir de la gran barrera de arena. A una hora de navegación a 20 nudos en dirección sur o sudeste

unos bajos de arena con profundidades de cuarenta a ochenta metros son el lugar donde las aguas cálidas y superficiales de la corriente del Golfo se mezclan con otras aguas de procedencia más profunda y cargadas de plancton, el resultado es una mezcla de aguas que dan sustento a grandes bancos de pequeños peces, creando la cadena alimenticia que nos llevará a nuestro buscado atún. La única forma de llegar a ese rincón de USA es conduciendo 6 horas desde el aeropuerto de Raleigh, lo cual hicimos con nuestro pequeño grupo el pasado mes de febrero. El tiempo estaba lluvioso, pero como no teníamos prisa y nuestra obligación era llegar, nos lo tomamos con calma. Hacía frío pero estabamos preparados contra la climatología, todas las previsiones hablaban de una mejora del tiempo, la única prisa era llegar para entrar en ambiente y ver los barcos y la marina. A las cuatro horas de conducir llegamos a Manteo, ciudad que alberga la famosa marina de Pirates Cove. La carretera pasa por un puente que pasa por al lado de la marina y mientras te elevas por él puedes ver la maravilla de embarcaciones que allí atracan. Entramos en los Outer Banks y la carretera se hizo más lenta, nuestra dirección era norte-sur y a nuestra izquierda estaba el Atlántico, mientras a nuestra derecha se extendía un inmenso mar interior el "Pamlico Sound". Nos quedaban ciento setenta kilómetros que recorrimos en aproximadamente hora y media. Tras atravesar varias pequeñas poblaciones, llegamos a Hatteras Village. La verdad es que se trataba del fin del mundo, pero aún quedaba algún que otro restaurante abierto. Nos alojamos en el hotel y rápidamente fuimos a visitar las marinas, encontramos la marina donde estaba el barco que teníamos reservado, el "Obsession". Su capitán Jeff Ros estaba ausente, por lo que nos tuvimos que conformar con ver los barcos desde el muelle. ¡Que maravilla! Todos tenían como mínimo cincuenta pies, y alguno que otro pasaba de los sesenta. Al día siguiente pudimos comprobar que El Obsession es un "Carolina Style" de 55 pies, un barco pensado para el charter de pesca, sin lujos, pero bien pertrechado electrónicamente. Un gran salón muy espacioso contaba con nevera, televisión, vídeo y otros complementos. Bajando tres peldaños encontramos una zona muy espaciosa con armarios para material de pesca, dos camas y el lavabo, todo tipo de cañas y carretes de buena calidad están estibadas en el techo. A proa el camarote del capitán. Visto desde fuera, tiene una proa lanzada con una impresionante "V" que asemeja a un gigante cuchillo con alas de gaviota, capaz de cortar la ola más descomunal. Un solo motor de 1000 HP mueve ese casco por encima de los 20 nudos de crucero, con una estabilidad envidiable. Ese primer día antes de cenar, preguntamos en una tienda de pesca sobre como iba la temporada de atún y nos dijeron que este año estaba magnifica, nos preguntaron por el nombre del barco y cuando les dijimos que se trataba del Obsession, nos felicitaron por haber reservado la pesca en ese barco, ya que su capitán Jeff está considerado como uno de los mejores de la zona de Hatteras. Al llegar al hotel nos encontramos una nota en la que Jeff nos citaba para el día siguiente a las 06.30 h. en el muelle. Por problemas de seguros el máximo de pasajeros que se aceptan por barco es de seis y en nuestro caso sobraba uno (que sin lugar a dudas era yo), así que me quedé con las acompañantes y visitamos la zona. Durante todo el día tuve los nervios a flor de piel, ya que lo peor de todo es no tener noticias, no saber si pescan o no, ni si se divierten o si se aburren ya que en el mundo de la pesca de altura puede pasar de todo. A las cuatro de la tarde estabamos en el muelle esperando

a los pescadores, todos los barcos van entrando en la marina y por fin asoma el Obsession, por su ancha bañera se asoman Miguel Ruiz, Manuel Godoy, Roberto Pau, Joan Crespí, Joan Pascual y José María Aguilar. Todos lucían una sonrisa de oreja a oreja, todos hablaban a la vez, contaban que el mar hervía, que la niebla salía del mar, que el barco navegaba de maravilla, que estaba lleno de atunes, que estos se peleaban por comer el brumeo, que habían pescado quince atunes, que habían perdido varios, que algunos pesaban más de cien kilos, que si tiran mucho que si tiran poco, la verdad es que era imposible escucharles a todos y necesité un buen rato de calma para entender aquella orgía de pesca que habían vivido. Para el día siguiente le pedimos a Jeff dos barcos, porque estabamos de acuerdo en que esta locura de pesca es irrepetible en otro lugar y que si estabamos aquí teníamos que aprovecharlo. La cena fue de aquellas inolvidables para un pescador, estábamos todos entusiasmados y solo se habló de pesca. Volvimos a madrugar y el "Obssesion" se hizo a la mar, navegamos por mar tranquilo, hasta que llegamos a la salida a mar abierto. Unas grandes olas se formaban en la barra, reducimos velocidad hasta esperarlas y las cortamos como mantequilla. Vi como la otra embarcación, que salía tras el "Obssesion", también las pasaba sin problemas. Este tipo de barcos están pensados para este mar, sacrifican espacio al tener menos manga pero la verdad es que es casi imposible dar un pantocazo, cortan las olas una tras otra y su navegación es formidable. El mar iba en aumento y las olas se hacían cada vez mayores, Jeff nos había avisado, saldremos con mar de popa fuerza 4 – 5 y a las dos horas bajará hasta casi calmar para rolar 180º, lo que nos permitirá volver por la tarde también con el mar de popa. Seamos sinceros esta previsión meteorológica en España sería un sueño, pero reconozco que no me lo acabé de creer, sin embargo hora a hora se fue cumpliendo el pronóstico y la verdad es que solo podemos decir lo que dicen los franceses cuando se descubren ante una evidencia:¡ "Chapeau"! Llegamos a la zona escogida por Jeff , nos acompañaban otras diez embarcaciones, pusimos unos "balihoos" como carnada e iniciamos el curricán. Pedí permiso al capitán para subir al "fly" y observé como trabajaba, le pregunte sobre su técnica de pesca y me comentó que lo mas importante era la unión entre todos los charters ya que de lo que se trataba era de localizar el gran banco de atunes. Todos tenían que peinar la zona de pesca atentos a la sonda y si alguien tenía picada y comprobaba que se trataba de un banco lo que tenía que hacer era brumear con pescado con tal de aguantar el banco bajo su casco - no se trata de una tarea fácil, pero para eso son profesionales - inmediatamente esa embarcación avisaba a los demás que a toda maquina se ponían popa con popa y ampliaban el brumeo. De esa forma los atunes se volvían locos y se rompían en pequeños bancos bajo los cascos de todas las embarcaciones. Si alguna perdía su banco, este hacía como el mercurio, se fundía al del barco más cercano, por lo que el capitán solo tenía que acercarse a cualquiera que tuviera un atún clavado y con un poco de brumeo partirse la manada que el otro mantenía con brumeo debajo de su embarcación. Al cabo de media hora de curricanear Jeff comenzó a gritar al marinero que tirara brumeo, parecía ido, miraba la sonda, hablaba por la emisora, daba su posición GPS, gritaba "mas brumeo". Por un momento pude ver la pantalla de la sonda y toda ella era de color rojo, la gran manada estaba debajo de nosotros, me dijo que mirara a popa y que siguiera los pedazos de brumeo. De repente como si se tratara de un ataque de pirañas, el agua comenzó a hervir de atunes que se peleaban por coger los

pedazos de brumeo. Mis ojos no daban crédito a lo que veían: todo lo que tirábamos al agua era devorado por atunes cuyo peso oscilaba entre los cincuenta y los ciento veinte kilos de peso, algunos incluso mayores. Os diré que el espectáculo era tal que no nos acordábamos de tirar ninguna caña al agua, todos gritábamos ¡mira, mira! El capitán nos preguntó quien era el primero en pescar y se sentó en la silla José María Aguilar, Joan y Roberto le cedieron el turno ya que era el más veterano. El marinero lo sienta en la silla y le ajusta el arnés y la caña. Mientras tanto Joan Crespí seguía brumeando y el espectáculo ganaba enteros. José María estaba en la silla preparado y el marinero sacó diez metros de línea y ensartó un buen pedazo de brumeo en el anzuelo (un "Owner Circle Hook"), le pregunto "ready?", "¿preparado?", a lo que José María contestó con un gran convencimiento "yes" (si). Como si lo viera ahora en cámara lenta: el marinero lanzo el cebo al agua y soltó la línea, esta quedó destensada sobre el agua por un instante, un precioso atún se adelantó al resto y con su inercia sacó la cabeza del agua en su afán por comer. El trallazo fue seco y la caña de 130 libras se dobló al instante, la línea salía y José María aguantaba como un león, el atún le sacó unos doscientos metros de línea. Una vez paró el primer tirón, José María comenzó a trabajar para no darle cuartel. Mientras tanto el marinero ya tenía preparada y encarnada otra caña, fue Roberto el que se sentó en una de las dos sillas que tienen previstas como reserva. No tuvo ni tiempo de decir el "yes", el marinero había tirado el cebo al agua y otro atún estaba clavado, en esa silla debía de trabajar el atún sin arnés hasta que José María terminara con el suyo y así cederle la silla principal. Joan Crespí conseguía mantener con brumeo a todos los atunes bajo el casco. El marinero le preparó una caña stand up de 50 libras y le puso un pequeño peleador ventral, imaginaros lo que tardó un atún en picar, Joan se convulsionaba pero consiguió mantener el tipo en pie ante semejante tirón. Me dediqué a hacer fotos y a observar los pequeños detalles. Todo lo narrado aconteció ¡en menos de cinco minutos desde el momento de la primera picada! En unos instantes nos vimos rodeados por todas las embarcaciones que llegaban a toda máquina de todos los rumbos. Pude vivir el compañerismo que reina entre los capitanes, todos estaban contentos porque sus clientes iban a disfrutar de la pesca. Saludamos a nuestros compañeros que estaban en la otra embarcación y también en menos de cinco minutos tenían las tres cañas en combate. En un radio de cien metros había unas quince embarcaciones, todos en combate múltiple, pero todos seguíamos tirando brumeo al agua, los atunes seguían saltando por doquier y el espectáculo era cada vez más impresionante. Por un momento recordé aquellos ataques de atunes gigantes que hacen hervir el agua del estrecho de Gibraltar, pero había una diferencia notable, en Gibraltar no se puede dominar a los atunes, aquí en Cabo Hatteras los consiguen llevar de un lado a otro como si de un rebaño de ovejas se tratara. José María consigue acercar un hermoso atún que superaba los noventa kilos en menos de cuarenta minutos. El marinero coge con mucha delicadeza el bajo de línea y acerca al animal suavemente mientras Jeff mantenía la embarcación avante, una vez le hice las fotos de rigor el marinero dio un jalón seco al bajo de línea y el remache del anzuelo se abrió. El atún estaba liberado y según nos comentaba nuestro capitán, que es biólogo marino, los anzuelos del tipo "Circle Hook" tanto el "Owner" como el clásico "plateado" caen casi al instante de la boca del atún, ya que siempre se les

clavan en la comisura de los labios donde es fácil que den la vuelta y salgan por la anilla. Roberto lucha como un jabato, pero logra liberar un atún de más de ochenta kilos, Joan Crespí tiene problemas con el peleador de stand up, pero su pundonor puede más que las adversidades. Los atunes van siendo acercados a las embarcaciones y liberados. Veo a Joan Pascual que tira del bajo de línea de un atún que está peleando Manolo, lo liberan y lo celebran. Todas las embarcaciones rebosan de alegría, cuando pican todos estamos contentos. El agua sigue hirviendo de atunes, toda carnada que caiga al agua con anzuelo es picada garantizada, así mientras José María descansa me toca a mí aguantar turno con un atún clavado, la picada es seca y la línea sale unos ciento cincuenta metros. Jeff me explica que los atunes al no tener profundidad para escapar lo que hacen es buscar la seguridad de la manada y huyen hasta colocarse entre sus congéneres, lo difícil es sacarlos de la manada, ya que el atún clavado no se ha cansado mas que lo justo y hay que traerlo muy suavemente para que deje la manada, eso sí como todos los atunes cuando ven el barco por primera vez, se asustan y vuelven a dar otro gran tirón que suele ser el definitivo. Los atunes tiran igual aquí que en casa pero su reacción es distinta por lo que aquí al no irse tan lejos como en el Mediterráneo da la sensación de que es mas fácil sacarlos. Por fin Joan Crespí puede sacar su primer atún en stand up de 50 libras ¡una hora le ha costado! El animal pesa unos noventa kilos y no quiere rendirse para darnos la posibilidad de inmortalizarlo con la cámara, lo liberamos y Joan vuelve a lanzar un cebo al agua con la caña de stand up, le ha gustado. Los que lo hemos probado sabemos que la sensación de pesca es mucho mayor. Por mi parte consigo liberar un atún de unos sesenta kilos, no esta nada mal como aperitivo. En cinco minutos más, ya puedo disparar mi cámara para inmortalizar otra picada triple, José María, Roberto y Joan vuelven a estar en combate. Me llama la atención la eficacia de los anzuelos "Circle Hook"; a más de uno le parecerá imposible que "eso" se pueda clavar, pero lo que más os ha de extrañar es que "no se desclave". La sofisticación en la difícil maniobra de captura y suelta del atún aleta azul es impresionante, han conseguido encontrar la combinación perfecta de bajo de línea y remache que permite pelear un atún con línea de 130 libras, consiguiendo que solo se abra a partir del tirón seco que da el marinero cuando tiene el bajo en su mano y el decide el momento de liberar el atún, sin hacerle ningún tipo de herida para sacarle el anzuelo. Durante los tres días de pesca que tuvimos hicimos 5 salidas (al repartirnos el segundo y tercer día en dos barcos), conseguimos soltar 57 atunes, a pesar de que el tercer día solo pescamos entre los dos barcos nueve atunes, ya que estos solo querían comer al curricán, pues comían pescado vivo y andaban desperdigados. Lo habitual es pescar sobre los quince atunes al día, pero una vez aprendida la lección os puedo asegurar que en mi próximo viaje quiero traer mi equipo de pesca stand up de 130 libras y estoy convencido de que un barco puede pescar fácilmente mas de treinta atunes en un día. Jeff me confirmó que para un grupo de pescadores bien avenidos, treinta atunes no debe representar ninguna dificultad y me recordó que este año es uno de los años con más bajo promedio de peso, ya que este está sobre 75 kilos, pero que es fácil que otro año este promedio sea de cien kilos, con lo que la dificultad de

pescar 30 atunes de ese peso en un día será mucho mayor. Los que queráis vivir este reto en el 2001 guardad una semana de vacaciones en el mes de febrero ¡el reto está echado!. Los atunes gigantes de Cabo Hatteras nos esperan. Volver a Página Principal