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lidadcon que me habia favorecido, así como el dolor que me embargaba y la esperanza que tenia de volverle á ver. Pero estaba harto conmovido para hablar elocuentemente, y de nada me valió mi alegría ficticia. De consiguiente nos separamos silenciosos: sin embargo, estoy seguro que aquel caballero juzga mis sentimientos por los suyos y que considera mí mutismo cual sí mis labios se hubiesen,,desbordado vertiendo un torrente de palabras afectupsas, A una spflal mía leváronse las anclas y se izaron las velas latinas, tomando en seguida nuestras naves el rumbo de occidente en brazos de la Fortuna. Muchos pañuelos y sombreros vi ondear, muchas manos blancas agitarse y muchos ojos fijos hacia nosotros: luego recuerdo una impresión vaga de grupos abigarrados que nos daban el postrer adiós,.y después... que la nocturna brisa nos empujó mar adentro, acercándonos más y más á las suspiradas playas que intentábamos recorrer. ¡Adiós!. ¡Adiós, aiíiig'os,! Tal vez tardaremos en vernos muchos años, ó puede suceder que no nos veamos más. El sol desciende aceleradamente hacia poniente, y las imponentes y tristes,sómljras de la noche van ganando terrenOvpénsasnübes envuelven la lejana tierra y el sílencio^ip mar, oprimiendo el adolorido y pesaroso corazón, mientras que á la luz del aspirante crepúsculo nuestras ns.ves se encaminan hacia el Continente Misterioso. • ' Traducido del inglés por MAHIANO B L A N C H .

(CaiitinKarii).

• E G I P T O ¿ N IMÁSetsI Y E N

PAl_ABRA,

JORGE EBEES. Eli CAIRO. NACIMIENTO DE ESTA ClOOAO.

(OONTINDACIOH).

Con mucha razón se llama la mesquita de Amr la mezquita principal del Cairo. El conquistador de Egipto la .mandó levantar en el mismo sitio en el cual el mercader Kuteiba habia construido una barraca cuando el sitio de Babilonia. El nuevo .edificio sólo tenia 50 codos de-largo y 30 de ancho. El atril que se levantó para leer el Coran, según disposición del mismo Amr, hubo de arrinconarse por mandato expreso ijel califfi, porque no le parecía decoroso sin sacar un solo instante los brazos de debajo de la capa, sin hacer con la cabeza el más insignificante m o vimiento, sin alterar un solo punto la habitual monotonía de su voz grave y delicada. Trató de las necesidades de su Iniperio, de comercio, de industria, de tratados, descendiendo á particulares insignificantes con mucho orden y claridad y con gran sencillez de expresión. Hizo varias preguntas, escuchó las contestaciones con la mayor atención y concluyó diciendo, con acento de tristeza: —Cierto; pero nos vemos obligados á procedéis lentamente.— Palabras e x t r a ñ a s y verdaderamente d i g nas de admiración en boca de un emperador de Marruecos. Tiendo que ni aun en los i n tervalos de silencio, daba indicio de poner término á la entrevista , el embajador se ci-eyó en el deber de levantarse.-Aguardad un poco, dijo con ing - e n u i d a d el Sultán; me place hablar con vos.—Cuando al retirarse el embajador, inclinóse por vez ¡¡ostrera, al encontrarse ya en el dintel de la puerta, el Sultán bajó imp e r c e p t i b l e m e n t e la calveza, y continuó inmóvil, como un ídolo en su templo desierto.

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en tiempo del emperador Solimán que, compadecido de gozan gran autoridad y prestigio en todo el imperio de ellos y habiendo Marruecos. d e c r e t a d o que Aquellas popudieran a n d a r bres mujeres nos calzados, amotipusieron de manóse el pueblo y nifiesto algunos fueron tantos los gruesos brazaleque p e r e c i e r o n tes de plata cindegollados en las celada , sortijas calles de Fez, que con piedras preellos mismos, paciosas y pendienra librarse de la tes de oro, que general matanza guardaban oculsolicitaron la retos en el seno. vocación del deLes preguntamos creto. Y sin emporqué los esconbargo permanedían. cen en el país, en —Nos dan mieprimer lugar pordo los moros, que se enriquecontestaron en cen sirviendo de castellano y en intermediarios voz baja, miranpara el comercio do en derredor entre la Europa con aire de desy el África, y confianza. después, porque Hasta de los solcomprendiendo dados de la Legael g o b i e r n o la ción recelaban. importancia que Habia, comohe tienen en la prosdicho, varias niperidad del Esñas y é.stas vest a d o , opónese tían con idéntica casi sistemáticapompa que las mente á su emidemás mujeres. gración, prohiLna de aquebiendo á todas las llas permanecía j u d í a s el que junto á su madre, puedan salir del Almuerzo en casa ilci ministro de la Guerra. mostrando cierto Imperio. Viven, como puede comprenderse,reducidos á la aire de timidez. El embajador preguntó á la madre cuál más baja de _ era su edad, lelilí ' " ^ y contestó lascondicio- | .^...•••••liHHii;! ' {i¡ que tenia dones, sumidos ce años. en el polvo del servilis—Es ya camo; mas no sadera, repuhaya miedo so el embaque exista jador. uno sólo que —Al conpara adquirir trario, obserla dignidad vó aquella, de hombre y ya es demala libertad siado vieja de ciudadapara enconno, sea capaz trar marido. de sacrificar Presumiel montón mos que se de monedas estaba chande oro que ceando. guardaen los — Hablo escondrijos formalmende sus lóbrete, continuó gas habitala madre casi ciones. sorprendida Los q u e de n u e s t r a hay en Fez incredulidad. son al pié de ¿Ven ustedes ocho mil, diesta otra? diLos oficiales del ministro de la Guerra almorzando. vididos en jo índicándovarias sinagogas bajo la dirección de los rabinos, que | nos una muchacha sin duda alguna más joven. Dentro

EL MUNDO ILÜ8TRA.D0.

medio año cumplirá diez y hace ya más de uno que está casada. La chiquilla bajó la cabeza. Á pesar de esto no le dimos crédito. —Puesto que no prestan ustedes crédito á mis palabras, continuó la madre, hag-an ustedes el favor de honrar mi casa un sábado cualquiera á fin de que podamos recibirles cual merecen, y conocerán el marido y la fe de matrimonio. —¿Y qué edad tenia su marido? pregunté.

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—Diez años cumplidos, señor. Viéndonos inclinados á creerla, las demás mujeres nos confirmaron su dicho, añadiendo que son contadas las muchachas que contraen matrimonio cumplidos los doce años; que la mayor parte son esposas á los diez , muchas á los ocho y no pocas á los siete, teniendo sus maridos lamisma edad á corta diferencia; que como es natural, mientras son tan pequeños continúan viviendo con los padres, los cuales siguen tratándolos como muchachos, y les sustentan, los visten, les

EGIPTO. — Uvan ó santuario de la mezquita de Amr.—(Véase la página 7).

regañan y les zurran sin consideración alguna á su dignidad marital; y que viven siempre reunidos y sometida la mujer al marido. Parecíanos que oíamos hablar de otro mundo, y escuchábamos con la boca abierta, sin sabernos determinar entre ceder á los impulsos de la risa, á los de la compasión ó al desden. Mas... preguntó indeciso el embajador, ¿permanecen reunidos constantemente... de la mañana ala noche? Naturalmente, contestó la madre, puesto que son marido y mujer. —¿Pero no comprendéis, continuó aquel con aire de reconvención, que esto está mal hecho; que es contrario

á las leyes de la naturaleza; que es igualmente perjudicial al alma y al cuerpo; que de esta suerte en lugar de educar á la infancia, física y moralmente, la profanáis, la envenenáis, la consumís? —Nada menos que esto, señor embajador, contestó la madre con la más graciosa desenvoltura. De todo esto nada absolutamente resulta de lo que vuecencia imagina. Son niños.—Aquí, bajando la voz, acercóse á nosotros y dijo:—Son niños, nada saben, nada discurren, nada imaginan, ríen, juegan y corretean , y después cuando están cansados, inclinan así la cabeza y se duermen como angelitos. Nada de malo, señor embajador, nada de malo.

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Éste intentó de nuevo persuadirla, poniéndole de manifiesto los inconvenientes que de ello podían resultar; pero la buena mujer continuó diciendo: —Nada malo, nada malo... poquito á poco, poquito á poco,—persistiendo en su opinión. Entretanto la mujercilla de nueve años, enviababesos al perro de caza del señor Patxot, atado a u n ángulo del patio. ¡Pobres criaturas! Causáronnos verdadera compasión al verlas, después de haberse despedido, quitándose las babuchas y las joyas, poniéndose aquellas debajo del brazo y guardando las segundas en el seno, y de esta suerte, hermosas y ricamente ataviadas, regresar á pié desnudo á sus casas, al través de calles llenas de guijarros é inmundicias, mirando en derredor con expresión suplicante y humilde, para conjurar los insultos y las agresiones de los transeúntes.

Un almuerzo en casa del ministro de la Guerra. Apenas llegados, fuimos recibidos en un patio, cerrado por sus cuatro costados por muros elevadísimos, y oscuro como un pozo. En uno dé los dos lados veíase una puertecilla de poco inás de un metro de elevación; en otro una gran abertura sin puertas, que daba ingreso á una-sala cuyo mueblaje se reduela á un colchón extendido sobre el suelo, y á algunos pliegos de papel, ensartados por un bramante que pendin de un clavo fijado en la pared. Dichos papeles cúnstituian, según tengo entendido, la correspondencia qüo recibiera aquel dia el señor ministro. Llámase Sid-Abd-Alá Ben Hnmed, es herniado mayor de Bid-Mussa, tiene sesenta añof, es negro, menudito, flaco, trémulo, sus pifernas ¿penas pueden sostenerle, y en suma, se halla reducido, como suele decirse, á la última expresión; mas con todo esto su conjunto es simpático. Habla poco, cierra frecuentemente los ojos y sonríe cortésmente inclinando la cabeza que oculta casi del todo un turbante formidable. Cambíadá'S algunas frases, ftiimosinvitaidós á pasar á la sala comedor. El embajador primero, y después todos los restantes, doblándonos casi en ángulo recto,- fuimos penetrando uno en pos de otro al través de la menguada puertecilla, y nos encontramos en otro patio espacioso, rodeado de elegantes arcadas y cubierto de mosaicos tan ricos como variados. Eá un palacio regalado por el emperador áSid^A%d-Alá, Ségan nos manifestó el favoreei3o, iQclínandQ la cabeza y cerrando los ojos en ademan de religiosa veneración. En uno de los ángulos del patio'veíase un grupo de oficiales con turbante y capa blanca; en el opuesto un ejército de criados, entre los cuales se distinguía un muchacho de arrogante figura y talla gigantesca, vestido completamente dé azul, á lo zuavo, con una larga pistola en el cinto. En todas las ventanas y ajimeces de las cuatro paredes, veíanse aparecer y desaparecer cabezas de mujeres y niñas de todos colores, y por todas partes se oían voces y vagidos de pequeñuelos. Nos sentamos alrededor de una mesa muy pequeña, puesta en un aposento que nada tenia de grande, cuya mayor parte ocupaban dos camas inmensas. El ministro se situó junto al embajador, algo ipás atrás, y durante todo el tiempo que duró el almuerzo, se estuvo manoseando el pié que desnudo tenia puesto sobre la otra rodilla, de suerte que los respetables dedos negros del ministro sobresalían bastante del borde de la mesa, á cosa de medio palmo del plato del comandante. Servíannos soldados de la Legación; A un paso de la mesa,

inmóvil como una estatua, hallábase el gigante vestido de azul, con una mano apoyada en la pistola. Sid-Abd-Alá estuvo amabilísimo con el embajador. —Me sois muy simpático, hízole decir por Morteo sin más preámbulo. El embajador le contestó que igual sentimiento experimentaba respecto de él. —En cuanto os vi, continuó el ministro, fué vuestro mi corazón. El embíijador correspondió al cumplido. —Al corazón, concluyó Sid-Abd-Alá, es imposible resistirle, y cuando nos manda amar á una persona, se la ama sin saber porqué. . / . El embajador le tendió lá mano y aquel la estrechó contra su corazón. . Diez y ocho platos nos.fueron servidos. No quiero hablar de ellos: baste saber que estoy segurísimo de que me será tenido en cuenta el dia que sea juzgado. Por añadidura, el agua era almizclada, de colores distintos las servilletas y las sillas se bamboleaban. Sin embargo, tales calamidades, lejos de ponernos de mal talante, excitaron de tal modo nuestro buen humor, que pocas veces hemos estado más alegres y animados que aquella mañana. Como hubiese podido entendernos Sid-Abd-Alá... pero Sid-Abd-Alá estaba hecho todo él ojos y oídos, para contemplar y escuchar al embajador. Hubo un momento en que el señor Morteo llegó á asustarnos, diciéndonos en voz baja que el gigante azul podía comprender alguna palabra del italiano, siendo de Túnez como parecía; mas observá,ndole atentamente á cada nuevo chiste y viéndole inmutable é impasible coino una estatua, depusimos nuestros temores y continuamos bromeando sin acordarnos de él. Las ocurrencias, las comparaciones, los chistes que nos sugirieron aquellos guisotes y aquellas salsaís, no son para dichos. Terminado é! almuerzo dirigímonos todos al patio en el cual el ministro presentó al embajador uno de los más elevados oficiales del ejército. Era él jefe superior, como si dijéramos el director general del arma de artillería, un viejecillo, seco, avellanado, encorvado como u"ná C,con una treiüeiida nariz aguileña y dos ojillos diabólicos; en suma, una ave de rapiña, cargado, más bien que cubierto, de un desmesurado turbante amarillo de forma semi-esférica, y vestido casi á lo zuavo, todo de azul, con una enorme capa blanca sobre la espalda. Llevaba una larga gumía, y en el cinto un magnífico puñal con mango de plata. El embajador le hizo preguntar á qué grado de la jerarquía militar europea correspondía el que tenia él en el-ejército marroquí. Al parecer aquella pregunta le puso en la mayor confusión, pues estuvo meditando largo rato, después del cual dijo balbuceando :~A1 de general. Luego volvió á meditar y añadió: No, coronel, coronel, y quedó un poco confundido. Dijo también que era natural de Argel, y llegué á presumir que fuese un renegado. ¡ Quién sabe porqué serie de extraños eventos se halla al, presente coronel en Marruecos! Entretanto los demás oficiales estaban almorzando en una habitación baja que abría al patio, sentados en círculo en el suelo, con platos en el centro. Viéndoles comer comprendí perfectamente que los moros puedan prescindir en absoluto del cuchillo y del tenedor. En efecto, es imposible dar una idea de la gracia, la destreza y la precisión con que hacen pedazos los pollos, el carnero asado, las aves, el pescado y todos los manjares. Con escasos y rapidísimos movimientos, ejecutados con ambas manos, sin descomponerse lo más mínimo, cada ctial tomaba exactamente la porción que quería. Habríase dicho que estaban provistos de uñas cortantes como

ÉL MUNDO ILtJSTÍlADO. navajas de afeitar. Introducían los dedos en la salsa, haciaa bolas de alcuzcuz, comían á pellizcos la ensalada, y ni una hoja de ésta ni una gota de aquella caia nunca fuera del plato; tanto que cuando se levantaron terminada la comida, pudimos observar que sus trajes blancos estaban limpios de toda mancha como antes de comer. De cuando en cuando un criado daba una vuelta al círculo, llevando en la mano una jofaina con agua y una toalla en el brazo; lavábanse, y después todos al par introducían en otro plato los cinco mandamientos. Nin guno hablaba, ninguno levantaba los ojos, ninguno daba indicio de advertir que les estábamos contemplando. . ¿Qué clase de oficiales serian? ¿Jefes de estado mayor? ¿Ayudantes de campo? ¿Jefes de división en el ministerio de la Guerra? ¿Quién es capaz de averiguar en Marruecos cosa alguna,, particularmente si tiene que ver con el ejército, que es el más misterioso de todos los misterios? Se dice, por ejemplo, que en caso de una guerra santa y proclamada la ley ÍDjehad, en virtud de la cual están obligados á empuñar las armas todos los hombres útiles, el emperador puede contar con un ejército de doscientos mil soldados; peío si ni aproximadamente se conoce la población del Imperio, ¿en qué base se apoya dicha cifra? Y en cuanto al ejército permanente, ¿de qué fuerzas se compone? ¿Y cómo averiguar, algo concreto y positivo, no sólo respecto del número , sino también de la organización, si, excepción heéha de los jefes principales, nadie sabe cosa alguna, ó si la sabe no quiere manifestarlo, ó si lo manifiesta no dice verdad, ó no logra hacerse comprender? Sid-Abd-Alá, nuestro huésped, llevando hasta el extremo la cortesía, quiso guardar escritos nuestros nombres en su cartera, y se despidió de nosotros estrechíindo nuestras manos sobre su .corazón. Estábamos ya junto á la puerta cuando se llegó á nosotros el gigante azul. Detuvímonos; mirónos sonriendo burlescamente, y luego nos dijo en voz baja en el más perfecto italiano, bien que con pronunciación árabe: —¡ Señores, ustedes lo pasen bien! Viniéronsenos á la. memoria, como se puede comprender, las bromas que nos habíamos permitido durante la comida, y quedamos petrificados. — ¡Ah, perro! exclamó Ussi. Pero el perro ya habla desaparecido. Traducido del italiano por CAYETANO VIDAL DE VALENCIANO iCantinicard).

NpVBLA ORIGiTÍAL

ANTONIO. DE PÁDÜA.

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Llegó el señor Ribera de muchacho á Barcelona procedente de un pueblo de la montaña, sin más instrucción que saber mal leer y escribir su nombre, pero con Ptras condiciones naturales más á propósito para la lucha de la bruta ignorancia con la material fortuna;

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esto es, cabeza dura como la piedra, cuerpo de hierro y estómago de bronce. Entró de mozo en un almacén de frutos coloniales, y á los pocos meses granjeáronle el aprecio y la confianza de sus amos su laboriosidad infatigable, su diligencia y su honradez probada, circunstancias que ponía de r e lieve su carácter humilde, bien mandado y.á todas horas y para todo obediente así á la voz del amo como á las 'órdenes del últinío empleado de la casa. Sus labios no se desplegaban más C[ue para responder á las preguntas que se le dirigían, rarísimas veces para hacerlas; oía atentamente el mandato y lo ejecutaba en seguida con prontitud y precisión. Era, pues. Callado y discreto. Otra circunstancia descubrió luego, que vino á aumentar en gran manera el valor de esas estimables cualidades: su afición á instruirse en la lectura, la escritura y la aritniétíca', lo cual hacia por sí solo, sin maestro, aprovechando los días festivos y robando en los de trabajo horas aLdescanso y al sueño. Seguida esa conducta con la constancia de un carácter tenaz y una constitución robusta, había de producir en breve tangibles resultados. Procuraba el "mozo llevar sus servicios más allá de las faenas ordinarias y penosas de su incumbencia, tomando al mismo tiempo notas, sacando cuentas y llenando en una palabfa el puesto de un dependiente. Era de ver cómo después de haber intervenido en el muelle en la descarga de un buque y tomado precisa nota de los géneros consignados á la casa, guardaba el papel y el lápiz y arremetía con los sacos, las cajas y las pimpas, excitando con el ejemplo y dejando atrás á los cargadores y faquines. Celo tan grande y ahinco tanto, no ya para cumplir con sus deberes, sino por traspasar sus límites en favor de la casa, habían de ser forzosamente considerados por su principal cuyo mismo interés le aconsejó elevar á su mozo á mayor categoría. Ascendió éste, pues, á la de dependiente con mayor salario y la consideración aneja á su ascenso. Mas no por esto sufrió la menor alteración su manera de ser ni en el fondo ni en la forma: continuaba siendo el mismo hasta en el porte exterior de su persona, y fué necesario que su principal, que le daba ya asiento á su inesa le impusiera como una obligación la reforma del vestido según su nueva posición exigía. El mancebo obedeció: él no hacia más que obedecer hasta lo que se referia á espareimientos y comodidades ó gustos personales; los suyos no consistían más que en trabajar mucho y ver y atender mucho hasta imponerse en todos los poróienores del negocio de la casa,. Había oído que ésto y no aquello conducía á la fortuna á. los hombres más pobres; ae le habían mostrado ejemplos en grandes comerciantes de Barcelona que, como él, habían venido de su pueblo miserable á la ciudad, sin más instrucción que la suya ni más capital por base que el ahorro de su escaso salarlo, y en esos espejos quería mirarse apartando la vista de los jóvenes galantes y evitando compañías que pudieran distraer su tiempo y su dinero del objeto único de sus miras. Demás está' decir con esto si arraigarían en él afeólos de amistad y mucho mérios pasiones amorosas. Tenía, no obstante, amigos en la acepcio'n que usualmente se da á la palabra, y tuvo novia, ésta, no ya de Burlas y por mero, pasatiempo, Sino muy de veras, ya que se la proporcionó ía señora misma de su" principal que tuvo la idea de hacer ün matrimoiíio de conveniencia entre su honrado dependiente y una muchacha de modesta clase, asimismo honrada y buena, y con una dote nada despreciable para las.pretensiones que racionalmente pudiera á la sazón abrigar el jiiven. Se dejó éste llevar y se dejó casar considerando que.

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EL MUNDO ILUSTRADO.

tíL MÜNUU ILUtíTK.VDU.

EL BUHO Y LAS AVECILLA.S. iVéase la página 27).

T. n . _ 3

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EL MUNDO ILUSTRADO.

nada en ello perdía, y de este matrimonio nació Anita. Pero el resultado de la operación no correspondió á los cálculos que el inexperto mozo se habia hecho, y presto comprendió que la conveniencia del negocio era nula, ya que los gasto§ más indispensables de la nueva familia consumían, no sólo los productos de la modesta dote de la mujer, sino que también los ahorros que pudiera él haber hecho permaneciendo soltero. Esta idea era noche y dia su tormento, y amargaba cuantos goces pudiera hallar en el seno del hogar doméstico. No obstante, prudente siempre y discreto, no sólo no se quejaba, sino que ni aun dejaba conocer á nadie su disgusto, devorándolo solo y en secreto, y escogitando medios de subsanar el error en que habia caido. La manera estaba en dar otra dirección á su actividad, á fin de hacerla rendir mayores resultados. •En Barcelona era esto difícil, casi imposible, al menos en el breve plazo que su afán y malestar exigían, porque ni habia de hallar otra casa mejor que la en que trabajaba, ni estaba en su mano disponer las circunstancias de modo que le permitieran emanciparse y servirse con mayores ventajas de sus facultades. Entonces fué cuando dirigió su pensamiento á América. Contó desde luego con la recomendación de su principal que tenia buenas y extensas relaciones en la isla de Cuba, y su apoyo le bastó para decidirse. Tenia la conciencia de sus fuerzas y sabia cuánto vale en aquel país aína voluntad decidida para el trabajo. Tal fué la causa de su viaje, al año de casado, cuando contaba apenas veinte de edad. Su mujer y su pequeña hija quedaron en Barcelona aguardando unírsele cuando su posición lo permitiera, plazo que se consideró por todos muy breve y que no llegó nunca para un hombre casado sin amor, que recordaba como una fatalidad su casamiento y que temía constantemente que su familia volviera á interponérsele en el camino de su fortuna. Así se pasaron diez y «cho años, la suerte vertiendo á manos llenas el oro en las del señor Ribera que mucho antes de esa época llegó ya á figurar como persona acaudalada en la Habana, y á ser como tal conocido en el comercio de Barcelona. Pero esta rápida prosperidad apenas se conocía en su esposa y en su hija que habitaban una modesta casa, en armonía cottW porte sencillo y la sencillez de su vida exterior y doméstica, reducidas á una pensión que si bastaba á todas aus necesidades, no así para ostentación de ningún género. Tal vez bastara al señor Ribera una indicación de su esposapara aumentar la suma que le tenia asignada, pero la madre de Anita no necesitaba realmente más en ese concepto, criada sití lujo, poco amiga de superfluidades, y deferente Siempre á las disposiciones de su marido que nunca discuña y guardaba siempre buenamente conformada. Esta era la situación de ía familia Ilibera cuando Narciso Vilafranca, sabedor de que el padre intentaba su regreso de América, y bien enterado de su pingüe fortuna, pidió formalmente ala madre la mano de Anita. Sabeníos que respectivamente estaba,tan enamorada del bello y atentísimo joven la mamá como la hija, aquella trasmitió inmediatamente la demanda al padre", que la recibió todavía antes de embarcarse. Tomó, pues, el señor Ribera el vapor-correo de la Península sabiendo que Anita tenia un pretendiente, cuya familia le era sólo conocida de nombre, pero del cual personalmente no tenia ni podía tener recuerde.

El señor Ribera desembarcó en Cádiz, pasó á Madrid, donde se detuvo breves días para asuntos propios, anunciando desde allí su llegada, y sin otro aviso se presentó después en su casa de Barcelona.

CAPITULO

VI.

Malas impresiones.

Precisamente se hallaba de visita Narciso en casa de su novia en el momento de llegar el señor Ribera. La buena esposa abrió los brazos al esposo, de ella ausente y apartado durante tantos años, y la hija se acercó como temerosa á su desconocido padre. Éste estrechó á la una y á la otra contra su pecho y volvió seguidamente la mirada al novio, que á prudente distancia del grupo aguardaba su vez en actitud interesante. El señor Ribera frunció el entrecejo al poner los ojos en el petimetre, y su esposa profirió: —Este joven es Narciso Vilafranca. —Que tiene una satisfacción inmensa en ofrecer á usted su más profundo respeto, dijo Narciso alargando la mano al señor Ribera que, al sentirla tan suave en la suya nervuda y todavía callosa, la retiró prontamente como al contacto de un objeto repulsivo, limitándose á responder: —Muchas gracias. La ocasión no era á propósito para que continuara, por mucho rato su visita la única persona que allí habia extraña á la familia, por más que esperara en breve formar parte de ella, y Narciso se despidió á los pocos minutos prudentemente, repitiendo sus ofrecimientos á su futuro suegro, que esta vez se manifestó algo más complacido, agradeciendo sin duda la oportuna retííada del hermoso joven. Sola ya la familia, habl'aron de varias cosas menos del asunto principal que debia preocuparla, y en realidad la preocupaba, del casamiento de Anita. El padre guardaba silencio acerca de esto, y ni la madre ni la hija se atrevían á- iniciarlo, conociendo que no había hecho el novio el efecto más favorable. Cuando Anita se retiró, el señor Ribera dijo á su esposa: —¿Y cómo ha salido á la niña ese pretendiente? La madre no supo al pronto qué responder á la.pregunta, no tanto porque en realidad era difícil contestarla categóricamente, cuanto por el tono despreciativo con que la hacia su marido, y después de algunos instantes, profirió: —Le ha salidí)... como salen á las niñas los nofios... la vio, se enamoró de ella... —¡Ah! ¿se enamoró de ella? —Natural... No, precisamente eso es lo menos imtural. —Pues DO sé que tenga de raro que iin joven se-enamore de loiestra hija, replicó la madre al^o ofendida. —Tiene de lAiOj repuso el padre bruseam^te, porque ni Aátfet e» feíó®s8'> ni a l o que heítíWQ es elegante como otMS, ®i ^ l e ha dado ^ n » •^ueac^n que kes- . lumbre... —En cam'bio tieije tJtras cualidades que valien mucho más: es hacendosa, con un corazón bellísimo. No lo dudo, y me complazco en creerlo; pero esas circunstancias no son bastantes para cautivar á un pisaverde como ese, que á primera vista descubre aficiones muy distintas de las que puede despertar un a muchacha como Anita.

EL MUNDO ILUSTRADO. —Le has visto solo un momento... —Pues como si le conociera de toda la vida. —Te equivocas; porque si le trataras, verias que es un muchacho lo más juicioso, atento y fino como pocos y modelo de buenas costumbres. —^En reaílidad, mucho me equivoco entonces si es así. —Su conversación descubre su buen entendimiento. —Pues no lo parece, hija; y será lá primera vez que un hombre serio se presente bajo un aspecto afeminado y tan ridículo. Ya no pregunto cómo has permitido tá que las relaciones tomaran incremento: me lo explico por la opinión que manifiestas, y que confieso que desde luego me indica que el novio no es tan tonto cuando ha logrado inspirarte este juicio. Calló la madre de Anita, queriendo evitar una disputa que fuera la primera entre ella y su marido, y éste preguntó luego: —¿Y la niña le guiere? —Sí, le quiere, respondió sin embages la madre. —Es claro; habrá sido tal vez el primero que se le ha dirigido, y viéndole con esa figura de figurín, bello como un Adonis y enamorado como un Cupido... En fin, hablaremos mañana del asunto, porque ahora ya es tarde, concluyó el señor Ribera. Y el asunto quedó en suspenso y aplazado para el otro dia. A primera hora, apenas nacido el dia, el señor Ribera ya estaba en pié, insiguiendo la costumbre de levantarse con el sol. Mascó media pastilla de chocolate, bebió un vaso de agua y salió á la calle, dirigiéndose rectamente al Bor-. ne, donde se hallaba la casa de sus antiguos amos. El mozo abria el almacén, y su antecesor, ahora millonario, se puso á ayudarle, á mover cajas y sacos y á poner las muestras en la puerta, diciéndole: —Yo he hecho lo mismo muchos años en esta casa; déjame que vuelva por un momento á aquellos tiempos. Presentóse entonces el dueño, que aun vivía, lleno de salud conservando todas sus facultades,'y reconociendo á su antiguo mozo soltó una exclamación de viva alegría, a la que siguió un fuerte abrazo y estas palabras dirigidas ^1 sucesr del señor Ribera: "—Ya ves, el señor te ha dicho que ocupó antes tu lugar en esta casa, y ahora todo lo que hay en ella y lo que yo tengo no vale la mitad de lo que él posee. El mozo miraba con respetuosa atención á su excolega. —Ya ves, repitió el atiio, lo que pueden la voluntad y el trabajo. —'Si el trabajo y la voluntad solos bastaran... observó el hombre con cierto tono añigido. .''—Pues esa es la base, replicó el amo. Aquel se limitó ahora á sonreír tristemente, y éste .cogiendo amigablemente el brazo al señor Ribera, le llevó;á4a, habitación, diciéndole: —^an^os á sorprender á, la familia. Al qiíbp de una hora salía el señor Ribera después de haibsrBuinplído con un deber de gratitud sagrado, y bffibieiiiáiOillenado además uíi doble objeto que consistía en s a ^ ' L a fortuna yposícíon de la familia Vilafranca. Jfcfjagjigiafió el primer golpe de vista al señor Ribera, y laSüttoálijias que adquirió confirmaron su sospecha respeefeíi^ilBs propósitos de Narciso y los grados de su amoT'l|&8ia Auíto. ANTONIO DB P&DUA.

{Continuará)

19

ARMONÍAS DEL SONIDO, HISTORIA

OE

LOS

INSTRUMENTOS

MUSICALES,

POB

O". JB-Au 3 ^ S O S S O aiJ-. SEGUNDA

PARTE.

CAPÍTULO V. LA GAMA, LA MELODÍA Y LA A R M O N Í A . Teoría de la gama.—Gama cromática, gama diatómica, gama mayor, gama menor. — Sostenido, bemol, becuadro, coma, temperamento, compásy disonancias.—El diapasón: sus variaciones, según los países y las épocas.—Diapasón normal.—Extensión de la voz humana.—Descubrimiento importante que interesa á la música antigua —Invención y formación de la gama actual. — Diferentes gamas entre las distintas naciones.—¿Hay una gama natural?—La melodía.—Hecho digno de ser notado —La armonía en los tiempos modernos y en la antigüedad.

Por más que la teoría de la ciencia musical no entre de un modo especial en esta obra, no podemos menos que decir aquí algunas palabras sobre la misma. Los sonidos musicates, desde el más grave al más agudo, pueden ser divididos, siendo lícito considerarse la gama como una unidad de medida. Comprende la gama tina serie de siete sonidos que se suceden, desde el grave al agudo, y que están comprendidos en esos dos extremos, de los cuales el segundo está producido, como ya hemos visto, por doble número de vibraciones que el primero. El sonido más grave es el primero de la serie, el más agudo es el octavo, lo cual se expresa diciendo que se encuentra el uno á la octava del otro, siendo el primero la octava grave y el segundo la octava aguda. Es evidente que la gravedad ó acuidad de los sonidos no es más que relativa: tal sonido grave comparado con «tro, puede ser agudo con relación á un tercero. Los sonidos se reproducen en el mismo orden en períodos de siete: cada período está designado con el nombre de gama, y los siete [sonidos ó notas de que se componen se llaman: ut. re, mi,fa, sol, la, si. «En todos los pueblos antiguos que tuvieron una notación musical, dice Fétis, los elementos de la misma fueron sacados del alfabeto del idioma del país: tal fué el punto de partida en las notaciones de la India, de la Persia, de la Grecia, de la Italia y de la China. Diversamente contorneadas, inclinadas á derecha ó izquierda, truncadas, en una palabra, modificada de distinto modo, las letras ó los signos de las palabras han llegado á ser las notas de los varios sistemas de escalas de los sonidos.» Por más que por regla general, en lia práctica, el límite de los sonidos musicales esté comprendido entre 40 0 4,000 vibraciones completas por segundo, lo que corresponde al número redondo de 7 octavas, algunas veces se pasan esos números extremos: la nota más baja de la orquesta es el mi inferior del contrabajo que produce 41 vibraciones por segundo; la más alta es el re superior de la nauta que requiere 4,752. La escala de las vibraciones del piano de 7 octavas vá de 33 á 3,960 vibraciones. En algunos órganos se han construido algunos tubos que sólo tienen 16 vibraciones por segundo, pero esas notas tan bajas, lo mismo que las más altas, sólo producen ruidos poco satisfactorios. Sin embargo, no es este el límite de los sonidos para el oído del hom-

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LA. MADRE. CUADRO DE PABLO M A R T I N . (Véass la página 28j.

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EL MUNDO ILUSTRADO.

•fore, puesto que se ha logrado clasificar los sonidos nor se distinguen en que la tercera es diferente en. esas dos gamas: entonces la tercera se llama mayor ó desde 32 á 73,000 vibraciones sencillas. menor. Supongamos, por ejemplo, la gania en ut, y tendremos ut, re, mi,fa, sol, la, si, ut: la tercera es la. n. tercera nota mi; la quinta es la quinta nota sol. El La gama es, pues, la escala de, las notas dispuestas intervalo de la tercera mayor es la áeutk rrti: el intersegún el orden natural de los tonos: deriva su nombre valo de la tercera menor, algo menor, es de ut á m# de gama, tercera letra del alfabeto g-riego qae en la bemol. antigua notación representaba el sol, de donde partia la Las diversas influencias del tono mayor y del t&mogama normal. menor son notables, ya que marcan casi dos- acciímeisHay varias clases de gamas, determinadas por el contrarias. «El mayor, con sus proporciones regulares^ orden según el cual están dispuestos los sonidos que sus sonidos llenos, agradables, halagando materiallas componen. En la octava pueden distinguirse doce so- mente la sensibilidad, produce un sentimiento de actinidos diferentes, colocados á igual distancia unos de vidad, de alegría indisputable; el tono menor, por el otros, que son los llamados semi-tonos, cuya serie contrario, más oscuro, menos fácil, con sus sonidoscontinua forma la gama cromática. alterados, hace nacer en el ánimo del que le oye una. Esta serie puede simplificarse y reducirse á siete tonos languidez y una tristeza invencibles, y que pueden principales que constituyen la gama diatónica, desig- notarse aun en los animales (1).» nada generalmento con el solo nombre de gama. Una vez fijadas las bases de la gama, reconocióseEn lugar de proceder únicamente por semi-tonos,' la luego fácilmente que entre una y otra nota habla soni— gama diatónica procede por tonos enteros y por semi- dos intermediarios que el oido podia apreciar fáciltonos, produciendo la serie: uí, re, mi, fa, sol, la, si. mente; así por ejemplo, que entre ut y re existia una Puede considerarse la octava como formada por dos tercera nota equidistante de las dos, y para no multifracciones iguales compuesta cada una de ellas de dos plicar las sílabas, supúsose que ese sonido es Blgunas tonos enteros seguidas de un semi-tono. En la primera veces un ut elevado ó un re bajado. Llámase sostenido fracción, de ut á / a , se encuentra en efecto, entre utj el signo que indica que una nota se halla elevada de re, un tono; entre re y mi, otro tono; y entre m t y / a u n este modo, y bemol el que denota que está rebajada. De semi-tono: en la segunda, de solhutae encuéntrala modo que la nota que se encuentra entre ut y el re semisma cantidad: de so¿ á la, un tono, de la á si otro, y llamará ut sostenido ó re bemol. Cuando se quiere desde sikut, un semi-tono. Colocando esas dos series una truir el efecto de un bemol ó de uá sostenido se usa otrodespués de otra, se encuentra además entre fay sol un signo que ¿e nota junto á la nota precedida de alguna tono entero; de suerte que el conjunto de la gama de aquellos. diatónica recompone de dos secciones, de dos tonos y No obstante, por más que parezca que Q\ do sostenidomedio cada una, unidas por un tono entero. y el re bemol deben ser unísonos, no es así, pues según La gama diatónica se divide en mayor y menor: el cálculo de las vibraciones, la diferencia que entrecompónense ambas de seis tonos y doce semi-tonos, pero ellos existe viene á estar en la proporción de 80 á 81 y en orden diferente; distínguense por el lugar que ocupa algunas veces de 125 á 128, diferencia que se conoce con> el primer semi-lono: en la mayor se encuentra situado el nombre de coma. entre el tercero y cuarto grado; en la menor lo enconLa imposibilidad, ó por mejor decir, la inmensa^ tramos entre el segundo y el tercero; lo cual se expresa dificultad de expresar esas diferencias en un instrudiciendo que en la primera la tercera es mayor y en la mento de teclado, tai' como el piano ó el órgano, etc., segunda menor. hace que se pongan al unísono re^partienda en lá serie total de sus sonidos estas diferencias, á fin de que sea.n menos sensibles al oido. Concíbese que por medio de TONO MAYOR. esta operación, llamada temperamento, que. puede ser 1 tono 1 tono ^ tono 1 tono 1 tono 1 tono ^ tono llevada á cabo por los afinadores sin necesidad de queUÍ re mi fa sol la si ut conozcan la teoría musical, sólo puede obtenerse unaafinacion aproximada, que basta empero para satisfacer TONO MENOR. al oido. Itono -^ tono 1 tono Itono ^ tono 1 y-^ tono-^ tono Dos notas próximas vibrando á la vez sin estar al uníla si ut re mi fa son (sosteDido) la sono, dejan oir un ruido molesto al oido, alternancia» dteSBgradables de fuerza y debilidad del sonido, llama- • Una simple mirada nos hace ver como la gama dos trinados, que dan lugar á las disonancias. mayor está compuesta de cinco tonos y dos semi-tonos, y M. Bidault ha hecho muchos'é importantes ej^erimenla menor de cuatro toüos y cuatroi semi-tonos; en suma tos,presentadosálaAcademia de;cien'cias,porM. Desains,. • encuéntranse en cada una seis deilteBprimeroey doce de del Instituto, acerciadiel valor numérico de Ix» interlos segundos. valos melódicos en la; gama cromática cantetda: ha. Debemos notar que la gama mayar normal parte del .estildiiaa9'.ig:ualmjenté, pormedio delaomünettOí,, eiert^^ tono de ut, y la gama menor, del. tono de la; encon- número*de metedlas de nuestra músii[5».msdemi&,reji:,ía&; trándose por lo tanto en cada uaja de ellas los semi- que ha encontrado, segnn dice >, tedias lias npÁÉs íüe lia* tonos en su lugar correspondiente: pero en toda gama escala croiaatéttiGa; pero no otras distiaÉas. ]fetoi to h ^ que comience por otra nota cualquitera, débense resta- llevado á creer que Imc^cenotmd^lagammíaron^ blecer los intervalos de rigor por medio de signos acci- tica cantadií son los élenietttoa ole nkirntra múmm dentales, tales como loís sostenidos, los bemoles y los moífer/ía- Por oiaja.parte, añade, nQ^esimposillefi^^ becuadros. / gama croniática caaiéada, quBíBaatüKtte todíEiB lwvniota& Compónese, pues, la gama de siete tonos principales: de los tonos mayor y menor, contenga también todas las la tónica, la segunda, la tercera, la cuarta, la quinta, notas de otros muchos tonos correspondientes á sistema» la sexta y la sétima, comenzando la octava siguiente musicales antiguos ó extranjeros. la misma serie de intervalos. Los dos tonos mayor y me(1) C Beauquier, FiltsofUi de Ja mútka.

EL MUNDO ILUSTRADO. Además, el presidente de la Academia de bellas artes "ha comunicado al presidente de la Academia de ciencias la siguiente redacción propuesta por algunos de sus miembros, para ser insertada en el diccionario de las bellas artes en la palabra Cromático. «Los músicos y los físicos no andan acordes acerca de :»la medida de los semi-tonos cromáticos y diatónicos de >>que se compone la gama cromática. Los músicos consi»deran el semi-tono cromático mayor que el diatónico, >>al paso que los físicos establecen una opinión contra^>ria, fundados en cálculos basados en el número de las »vibraciones.» Traducido del francés por MANUEL ANUBLON.

(Continuará).

LA MADRE. (Véase él grabado de las páginas 20 y 21).

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La madre es la gran influencia del Universo, porque sobre sus rodillas se forma la sociedad. Las épocas en que más genios han florecido, han sido las épocas en que han brillado mejores madres. La importancia de la madre en nuestra vida moral, y en nuestra vida física, es grande, inconmensurable. No hay misión más elevada para una muje? que la de madre, si la llena cumplidamente. L'a aureola de la maternidad es la mejor diadema. No existe vejez para la buena madre : deja de ser bella sin pesar, al ver que gu hija comienza á serlo 1» abnega.cion de su amor le ofrece más goces por los tsriunfos de su hija que por los suyos. Una mujer coquea deja de serlo al estrechar en sus brazos al ser que Tive de su vida: se desprende de todas las frivolidades íaundanas, y sólo piensa en adornar al ángel que llena completamente su alma. Una buena madre hace más en provecho de la moral que los libros de los filósofos; pues las ideas qjue inocula en la mente de su hijo no las olvida éste jamás. Las lecciones que se reciben en la cun^a, sen para el hombre la imagen de la madre que se lasMió. El porvenir de las naciones está en las manos de la madre. La madre e^ la gran palanca social. La madre no debe fiar á nadie la educacioa de sus hijos; y si renuncia á este derecho, faltará á un sagrado deber: la madre no debe separarse nunca de su tierno niño; él es su salvaguardia ly su escudo, coiao ella su amparo, su protección y sü sosten. Ante el sublime espectáculo de una madre acariciando á su hijo retrocede el más atrevido libertino. ¡Qué dulce paz, qué serenidad de alma refleja el semblante de la cariñosa madre que nos presentftel grabado de las páginas 20 y 21, cuadro de Pablo Martin, perteneciente á la bella galería formada por ejl reputado alemán Hansstangl! En el rostro de la madre á que nos referimos, se ve brillar la satisfacción que todas las madres experimentan al estrechar al hijo de suis entrañas entre sus brazos. ¡ Qué alegre sonrisa asoma á sus labios! ¡ Cuántas r i sueñas esperanzas', cuántas bellas ilusiones debían palpitar en la frente de aquella madre que faé el original de este retrato! No hay ser más ambicioso que una madre: luna cqrona imperial le parece siempre muy poco para su hijo. tíl amor maternal eá el más puro, el más desinteresado, el más espontáneo, el más perfecto y el más constante de todos los amores.

¡Madre! Nombre sublime y bendito, tierno cual el suspiro del aura, dulce como la felicidad. Nombre que llevamos escrito en el &4ma con caracteres indelebles; nombre que no disipa la distancia, que no se pierde en la ventura, que no desapiarece en las fuertes conmociones del dolor ó del placer. ¡Madre! Palabra mágica, que penetra en todos los «orazones, palabra que encierra todo un poema de ternura, sacrificids y amor. Por eso se ha dicho con tanta verdad como elocuencia: «Nada hay en el mundo superior á una mujer como no sea una madre.» La madre es el faro que nos ilumina en las densas nebulosidades de la vida. La m^dre es el eslabón primero de esa interminable «a^ena, llamada sociedad; el ángel que vela nuestros sueños infantiles, la que recoge nuestro primer aliento, la que absorbe nuestro primer suspiro y la que imprime «n nuestros labios el primer beso de amor. La madre es una brillante perla que se alza sobre el inmundo lodazal de esta vida; un néctar delicioso, una «seijcia que nos endulza nuestro cáliz de amargura. La madre cifra toda su ventura en la dicha de sus Tiijos; la madre corre un tupido velo sobre su pasado, y no tiene más porvenir que el de sus hijos, con los cuales rie si gozan, y padece dolores acerbos, si los sufren ellos. La madre ejerce dignamente su augusto sacerdocio; •ella desde el momento en que enseña á su hijo á balbucear el nombre de su padre, procura introducir en su alma la semilla del bien y la virtud. CONCEPCIÓN GIMENO DÜ FLAQUEE. El corazón de la madre es la pira inextinguible del Barcelona, diciembre de 1879. amor, el manantial de los sentimientos elevados, el raudal de la tefnura y el foco de las grandes ideas. [Sacrificio y abnegación! Hé aquí sintetizada la historia de la buena madre. MILTON DICTANDO EL «PARAÍSO PERDIDO» Á1SUS HIJAS La madre expresa el ideal del amor divinó, descendido CUADRO DE M. MÜNCKACSY. al corazón de la mujer. Toda la poesía del hogar está reconcentraba en la madre. (Véase el grabado de las páginas US f16)). ¡Cuan dulces- son los acentos de una madre, cuando •estos sfalende su alma, lira hermosa que parece pulsada JuanMilton, el más célebre poete ingléf, nació en por áiígeleó y serafines! Al lado.d©'.una madre virtuosa se aspira un perfume Londres el dia 9 de diciembre del afio ld08. Su padre, llamado también Juan, era escribano, amigo de las letras t

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la dirección del doctor Gil. El joven Milton reunia á un entendimiento superior el amor al trabajo, pues no Labia modo de apartarle del estudio antes de media noche. Á los diez y siete años pasó al Christ's Colleg'e ó universidad d« Cambridg-e: allí, sobre ser el primero en toda clase de ejercicios académicos, empezó á revelar sus altas dotes de poeta, con la publicación de unas poesías latinas que, si bien pálidas y poco espontáneas, como todas'las imitaciones clásicas, recomendábanse por la pureza de su dicción, la elegancia de sus giros y la armonía de su ritmo. Siguió sus estudios en aquella universidad, hasta que tomado el grado de Maestro en Artes, se retiró á BuCkinghamshire, residencia de su padce, donde pasó cinco años engolfado en el estudio de los clásicos griegos y latinos. A la sazón parece que escribió su exquisita producción La Máscara de Como, en cuya portada se lee que fué representada en 1634 en el castillo de Ludlow, ante el conde de Bridgewater, y también compuso algunos de sus mejores pequeños poemas, entre los que citaremos el Lycidas, composición perteneciente al género bucólico. En 1638, obtenido el consentimiento paterno, Milton abandonó su patria para completar su educación viajando, y recorrió sucesivamente Paris, Niza, Genova, Pisa, Florencia, Roma y Ñapóles, durante cuyo tiempo contrajo valiosas amistades, entre otras la del famoso Grocio y la del ilustre mártir Galileo, á quien visitó en su prisión. En Roma fué muy obsequiado por el cardenal Barberini. Hallábase en Ñapóles, cuando la noticia de los grandes sucesos que prometían cambiar enteramente la faz de las cosas en su país, exaltó sus ideas, naturalmente patrióticas, y le movió á abandonar su proyectada visita á la Sicilia y á la Grecia, por acudir á tomar parte en el movimiento liberal que se operaba en Inglaterra. Asi pues, emprendió la vuelta á su país pasando por Ginebra, habiendo durado su viaje unos quince meses. Esta vez Milton no fué á vivir con su padre. Juzgaría sin duda que le seria gravoso y que llegado á cierta edad el hombre debe ganarse el sustento y crearse una posición independiente; por lo tanto, abrió una escuela para la enseñanza de los idiomas clásicos, escuela que prosperó rápidamente, dando á nuestro poeta lo suficiente para vivir con decencia. En 1641 Milton publicó un libro en favor de los puritanos. Sus cotidianas tareas no distraían, sin embargo, su atención de los asuntos públicos; de suerte que tomó parte en todas las disensiones político-religiosas que á la sazón se agitaban. Pero en 1643 cierto incidente doméstico le alejó un tanto de estas contiendas. Milton contrajo matrimonio con María Powell, hija de Ricardo Powell, hombre rico y muy adicto al partido de Carlos I, Empeñado Powell en hacer un realista furioso de su yerno, republicano acérrimo, como no pudo conseguirlo promovió tales disturbios entre los esposos, que antes de concluir el mes primero de su matrimonio ya estaban separados. Trató el poeta en un principio de reconciliarse con su mujer, mas como no alcanzara nada de ella, desahogó su mal humor escribiendo unas cuantas páginas en defensa del divorcio y galanteando á otra jóvén dama, á la cual irreflexivamente pidió su mano: entabladas las negociaciones matrimoniales, cierto día que iba Milton á entrar en casa de utio de sus amigos, encontró á su mujer, la cual postrándose á sus pies, anegada en llanto y con toda la elocuencia del cariño, le suplicó que pusiese término á aquella separación, á lo que accedió el esposo conmovido. Hay quien pretende que Milton sacó partido de esta lacena de su vida íntima, y que, gracias á ella.

está tan tierna y persuasiva con Adán la Eva de su Paraíso Perdido. La consideración que adquirió en diversas obras sobre las ocurrencias de aquella época, le dio gran crédito en el Estado y parte en el gobierno. Su furibundo, aunque desinteresado republicanismo, y la belleza de sus escrir-,. tos, valiéronle el apreció y la confianza de Cromwell; quien le hizo nombrar secretario intérprete de lengua latina en el Consejo de Estado. En 1645 Milton dio á luz una colección de poemas latinos é ingleses, y habiendo en 1649 el profesor y distinguido literato Salmasius, publicado su famosa Defensio Regís, replicóle Milton con tanta energía y belleza de imágenes que es difícil afirmar cuál estilo es más perfecto. Después Milton vivió algún tiempo al lado de su familia enWhitehall, pero su delicado estado de salud lecompelió á mudarse cerca del parque St. James's, donde,'?; murió su mujer, dejándole tres hijas. Agravándosele con el sentimiento producido por la pérdida de su esposa una afección de gota serena que padecía, quedó co]| pletamente ciego. Luego contrajo matrimonio con la,^ del capitán "Woodcock, de Hackney, llamada Catar de la cual enviudó al cabo de un año. Milton honií memoria en un soneto, el décimo octavo de los que ha dejado. Verificada la restauración monárquica que puso'. ,^ Carlos II en el trono de Inglaterra, ocultóse Milton, hastia' que, merced á sus muchos amigos, logró ser compren*^/ dido en la amnistía general, y abandonando la vida a0- \ tiva de la política, aplicóse con ardor, ciego como estaba, á la composición de su gran poema El Paraíso Perdido, que había empezado en tiempo de la dictadura de Cromwell, cuando trabajaba en el Diccionario Latino y en la Historia de Inglaterra. Á pesar de que por aquel tiempo vivia en la estrechez,