ASTURIAS, VIEJAS Y NUEVAS POLAS

ASTURIAS, VIEJAS Y NUEVAS POLAS DESARROLLO TERRITORIAL-12 1ª edición: marzo 2014 © Fermín Rodríguez, Rafael Menéndez Fotografías: CeCodet Fotografí...
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ASTURIAS, VIEJAS Y NUEVAS POLAS

DESARROLLO TERRITORIAL-12

1ª edición: marzo 2014 © Fermín Rodríguez, Rafael Menéndez Fotografías: CeCodet Fotografía de portada: Lastres, autor: Fermín Rodríguez Gráficos: CeCodet © 2014 CeCodet Universidad de Oviedo Edificio de Investigación, Campus de Mieres, 33600 Mieres [email protected] Telf.: 0034 985 458 214 Imprime: Hifer Artes Gráficas ISBN: 978-84-942262-0-5 Depósito Legal: AS-3972-2013

Fermín Rodríguez Gutiérrez / Rafael Menéndez Fernández

ASTURIAS, VIEJAS Y NUEVAS POLAS

CeCodet de la Universidad de Oviedo

ASTURIAS, VIEJAS Y NUEVAS POLAS

INTRODUCCIÓN Villas de Asturias para el siglo XXI Asturias es un viejo país. Muy viejo. Y siempre muy poblado. De continuo. Desde hace más de dos mil años se mantiene la continuidad del poblamiento. Como observaba Prieto Bances (1976) se puede seguir una línea y una forma de ocupación del espacio astur a lo largo de los siglos, desde la gens prerromana, pasando por la villa romana, alcanzando la feligresía medieval y los concejos modernos. Concejos de parroquias, como acertadamente los llamaba Benjamín Álvarez en 1963. Las parroquias, esos microcosmos tan determinados por la geografía y que eran los auténticos talleres desde los cuales se organizaba la producción y la lucha por la vida campesina; siempre en contra de la omnipresente necesidad. Que las parroquias tienen un significado eclesiástico es evidente, pero nunca fue el único, ni funcionalmente el más importante. Ante todo, eran las unidades básicas de ordenación del territorio en el sistema agrario tradicional. En ellas se organizaba la producción con criterios de sostenibilidad; es decir, garantizaban la reproducción de la comunidad en ciclos largos y atendían los requerimientos del sistema social, repartido entre las comunidades campesinas, de simples, y los poderosos. Ambos grupos compartían derechos sobre la tierra, que no el trabajo de la misma. Una parroquia fue desde siempre una unidad integral de producción, con sus viviendas permanentes y temporales, con sus aguas, su terrazgo y cotos de pradería, con sus pastos colecivos de entrerrayas y de altura. La parroquia daba la organización para hacer producir a la montaña en todos sus escalones bioclimáticos. La montaña está surcada por ríos. Sus cuencas enlazan redes hídricas más o menos densas. En los puntos de confluencia de dos ríos y, de acuerdo con su importancia, surge un cruce de aguas y de caminos, un lugar de paso. Cuando dos redes de aguas y de caminos jerarquizados se unen, esa parroquia se convierte en una localidad fácilmente accesible, sobre la que convergen los campesinos de las comunidades que están aguas arriba para comerciar, para litigar, para interaccionar. Surge así la pola, entidad prestadora de servicios a las comunidades parroquiales del área rural circundante. Con la accesibilidad y el mercado se van instalando servicios y comerciantes, y propietarios, y luego funcionarios. Un cuento campesino refiere que «la chobá ta na Pola». También las fiestas, con ocasión de las grandes ferias, en las que se exportaba la producción del concejo a lo largo de un ciclo solar, ya fueran «lechuzos», vacas, bueyes o cualquiera de los otros ramos cultivados en el concejo-comarca o concejo de parroquias. Así que campesinos en las aldeas y acomodados en las villas. Lugares de la civilización sofisticada, con su casino, casa consistorial y juzgado, y cafés, y casas de banca y de comidas, y

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tiendas generales y mercado semanal y memorables ferias. Un mundo simple que se mantuvo largo tiempo, sirviendo como organización territorial para ocupar, densa y extensamente, todo el agreste país, para hacerlo producir en una civilización agraria cuya superestructura cultural era la religiosa. No había grandes ciudades, la población se repartía más homogéneamente sobre el territorio. Una parroquia rural con tres o cuatro núcleos podía tener casi tanta población como su pola a mediados del siglo XIX. Desde el XVII los grandes propietarios se trasladan a Oviedo, la capital, que, junto a Avilés y Gijón, destaca por su empaque capitalino. Pero la diferencia no era un asunto de cantidad, sino, como hemos visto, de calidad del servicio y cualidad de la composición social. La villa era el puerto de conexión con el mundo, fue y sigue siendo la bisagra que pone en contacto lo rural y lo metropolitano. Las polas han evolucionado. Unas, reforzadas por las circunstancias, progresan hacia villas, entidades de regular y relativo tamaño, joyas urbanas que favorecen la vida tranquila, bien dotadas de servicios y de buen pasar. Otras polas no han dado el salto, se han estancado o retrocedieron en su impulso. En cualquier caso, aunque unas más que otras, son bisagras territoriales, imprescindibles para la buena salud del país. Para ocuparlo dinámicamente, la villa constituye un elemento esencial. También conforma la identidad de Asturias, pues es una de las cuatro maneras que los asturianos tienen de poblar su país (aldeas, poblados, villas y ciudades metropolitanas). Como si fueran individuos biológicos, las villas tienen su cara labrada por las vicisitudes de muchos siglos. Hoy su cualidad urbana las define, derivada de sus dotaciones y de su espíritu, más que de la cantidad de sus habitantes. En ella se encarna el concepto de slow city, villa tranquila, donde el tiempo fluye de otro modo, pausado, lento, no con el vértigo de la metrópoli. También es rasgo general, y las fotos aéreas oblicuas que acompañan los textos así lo prueban, la integración con su medio, la composición y proporciones de su caserío, en el que destacan piezas de singular valor que rompen la uniformidad, la monotonía y, a veces, el mal gusto de las sucesivas y efímeras modernidades que, en cualquier caso, han dejado también su poso. Como individuos territoriales, estas entidades de población tienen sus ciclos de vida. Comprender su fase evolutiva, dentro de uno de esos ciclos, exige escuchar a la gente y leer el territorio. Con estos materiales se hace la mejor Geografía. El libro que con ellas componemos contiene una parte del proyecto que durante un par de años (2010-2011) abordamos con Marcos Palicio en La Nueva España; él dando la palabra a los participantes en la construcción de la localidad, a los que con su afán diario le dan vida y personalidad, y nosotros interpretando el papel de la pola correspondiente en la organización geográfica del país e intentando encontrar su originalidad, la diferencia que justifica su nombre. Desde luego, ambos pretensiones son imprescindibles componentes desde siempre de la buena Geografía. Esperamos seguir la tradición. Si no lo conseguimos será fallo nuestro, si lo logramos será que hemos aprovechado el esfuerzo, las enseñanzas y la confianza de quienes nos ayudaron. A ellos muchas gracias.

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I. LAS VILLAS EN EL POBLAMIENTO URBANO DE ASTURIAS 1. EL MODO DE POBLAR ASTURIAS: LO URBANO Y LO RURAL El recorrido que realizamos en los capítulos siguientes pretende caracterizar en originalidad, como individuo geográfico, a cada de una de las villas asturianas. Entendiendo por ellas a los núcleos de población que cuentan con más de 500 residentes con caracteres y funciones urbanas. También incluimos localidades que no alcanzan ese nivel de población, pero son capitales de concejo y, por tanto, sede de la administración local. Y, por último, algunos núcleos de personalidad diferenciada dentro del poblamiento rural. En algunos casos hemos incluido algunas localidades de caracteres similares en un mismo capítulo o hemos unido núcleos de población que están próximos entre sí o que forman, en buena medida, un solo núcleo desde el punto de vista funcional. Es el caso, entre otros, de Raíces Nuevo, incluido en el comentario de Salinas, de Santa Eulalia/Soto de Llanera, comentado en el correspondiente a La Fresneda, de Martimporra y Santuyano en el concejo de Bimenes, de Santa Cruz en Ujo y Figaredo, dentro de la Ciudad Lineal del Caudal, o de Trubia y San Claudio y Tudela Veguín/Olloniego, en el de Oviedo. Hemos organizado el recorrido siguiendo un mapa «comarcal», que agrupa concejos según las prácticas de cooperación intermunicipal inducida por los programas de desarrollo rural, y no a partir de la organización realizada por la administración autonómica, que no ha desarrollado la ley de comarcas. Para entendernos, hemos llamado comarcas a estas unidades supralocales de cooperación entre concejos que han ido consolidándose administrativamente a lo largo de las tres últimas décadas con distintos nombres (mancomunidades, consorcios, consejos comarcales,…) y finalidades (coordinación de la difusión turística, gestión de servicios públicos,…) Solo hemos introducido un cambio, teniendo en cuenta que a falta de norma administrativa los límites comarcales son imprecisos y hay concejos que podrían encuadrarse tanto en un ámbito comarcal como en el vecino. Es el caso de concejos como Piloña, Allande, Colunga, Candamo o Las Regueras. Así, la capital de este último, Santullano, la hemos incluido en la comarca del Nora y no en la del Camín Real de La Mesa. Siguiendo este mapa propio, hemos comenzado por las comarcas rurales y más alejadas del centro metropolitano, y hemos incluido a sus villas mayores y menores, localizadas, por tanto, en el exterior del área metropolitana. Hemos dejado para el final el comentario de las villas situadas en el área metropolitana, localidades en rápido proceso de transformación. Aquí se incluyen tanto villas mayores y menores como las ciudades propiamente dichas. Los concejos de Gijón y Oviedo

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ocupan los capítulos finales. Se recoge tanto la denominación oficial y tradicional de las villas en castellano, como la toponimia oficial en asturiano, teniendo en cuenta que su proceso de oficialización no está concluido aún. En cualquier caso, se han mantenido las tradicionales denominaciones en castellano, en aquellos casos en que la nueva toponimia oficial las elimina, sustituidas por una única denominación en asturiano. Entendemos que, con ello, facilitamos la lectura y comprensión de los textos. Se valora el enriquecimiento cultural que supone la recuperación de los topónimos tradicionales en lengua asturiana, pero obviamos la pérdida que supone la eliminación de topónimos utilizados durante siglos. El proceso en curso de oficialización creemos que necesita aún de reflexiones más profundas sobre en qué casos se debe mantener la doble denominación oficial en asturiano y castellano y una diferenciación más clara entre la denominación de las localidades en lengua asturiana y en el habla coloquial.

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El sistema de organización del poblamiento territorial asturiano sitúa a las villas como pequeñas ciudades que localizan las actividades comerciales y de servicios, así como los equipamientos y dotaciones, particularmente los de carácter público, para la atención de la población residente en ellas y en sus áreas de influencia, en general de pequeño tamaño y muy determinadas por la geografía. Los territorios rurales situados a oriente y occidente del mundo metropolitano no son muy extensos, pero el relieve montañoso asturiano los vuelve mucho más complejos y dificulta las relaciones entre ellos. Ello explica que exista un numeroso grupo de villas, con una escasa entidad territorial de sus ámbitos comarcales de influencia. El tamaño de éstos, a su vez, condiciona la dimensión demográfica de las villas, en las que residen solo unos pocos miles de habitantes. Ninguna, salvo las recrecidas por las funciones metropolitanas (Pola de Siero, Pola de Laviana, Pola de Lena, Piedras Blancas), alcanza los 10.000 habitantes.

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La mayoría cuenta entre 2.000 y 5.000 habitantes y las metropolitanas apenas superan los 10.000. El tamaño de las áreas de influencia y la política de asignación de equipamientos supramunicipales por la administración regional han contribuido a aumentar un tanto las diferencias entre ellas. Algunas han tenido un crecimiento mayor que otras en función del papel que les asignan las políticas territoriales regionales, siendo determinante para la mejora de sus equipamientos e infraestructuras. Las villas más próximas al mundo metropolitano están en proceso de integración en él, tienen una mayor entidad y muestran tendencias demográficas, sociales y económicas de mayo dinamismo. Las villas situadas fuera del ámbito metropolitano, 19 localidades, constituyen nodos urbanos complementarios, especializados en las actividades terciarias, que organizan el poblamiento rural asturiano en pequeñas áreas de influencia. Lo intrincado del relieve asturiano, la tendencia contemporánea a la concentración de población sobre el eje costero y el surco interior centro-oriental, así como la gran extensión de algunos concejos permiten la existencia y el crecimiento de núcleos de población con algunos caracteres urbanos propios de las villas, aunque con población menor que, sólo en algunos casos, supera los mil habitantes. Son 34 localidades y tienen una limitada influencia sobre su entorno rural. El resto de capitales municipales son, tipológicamente, pequeños núcleos rurales que ejercen las funciones administrativas para una muy escasa población, en concejos de menos de mil habitantes, por lo general, y con dependencia funcional respecto a otras villas y núcleos urbanos. En algunos casos estas capitales de menos de 200 habitantes, 22 localidades, ni siquiera constituyen el núcleo más poblado de su concejo. Asturias se organiza territorialmente en torno a una aglomeración central de población y actividad, que supera los 850.000 habitantes, a la que denominamos Área Metropolitana de Asturias o Ciudad Astur, de carácter policéntrico y organizada en distintos distritos o comarcas, formados a partir de un centro urbano y su respectiva expansión metropolitana: los marítimoportuarios de Gijón y Avilés, el de Oviedo, que se extiende sobre los concejos de la comarca del Nora y, por último, los de estructura lineal, en los fondos de valle de los ríos Nalón y Caudal. El poblamiento asturiano se estructura, por tanto, en tres subsistemas: el metropolitano, el de las pequeñas ciudades o villas y el rural. El poblamiento específicamente rural, aunque acoge a porcentajes cada vez menores de la población regional (menos del 10% en 2010) y tiene por ello un peso menor, presenta una gran complejidad, a la vez que una gran trascendencia territorial. Se organiza en más de cinco mil pequeñísimos núcleos, aldeas que no suelen alcanzar los doscientos habitantes. La mayor parte tiene hoy menos de cincuenta residentes y están sufriendo un fuerte descenso demográfico, apoyado en un elevadísimo nivel de envejecimiento, una vez culminado el proceso de emigración rural de la etapa industrial tradicional, en la década de 1980.

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2. LAS VILLAS EXTERIORES AL ÁREA METROPOLITANA Las áreas situadas en el exterior del Area Metropolitana de Asturias parten de unas características rurales tradicionales y se hallan inmersas en un proceso relativamente rápido de transformación, donde a las actividades tradicionales unen nuevas funciones y procesos de desarrollo rural de desigual ritmo y éxito. Son territorios relativamente extensos, particularmente en el occidente regional, percepción agrandada por su carácter montañoso. Las villas no alcanzan, en ningún caso, los diez mil habitantes fuera del ámbito metropolitano. Escasa entidad demográfica que las acerca más a núcleos rurales que a pequeñas ciudades; pero componen núcleos urbanos por su tradicional especialización histórica en la función comercial y, en general, en las actividades terciarias. Son núcleos que organizan el mundo rural, como centros comarcales que completan la red urbana, ejerciendo una función terciaria sobre pequeños territorios, lo que explica la aparente contradicción entre su escaso peso demográfico y una apreciable función terciaria. El tamaño de las áreas de influencia y las políticas territoriales de las tres últimas décadas, tras la constitución de la Comunidad Autónoma del Principado de Asturias, han introducido una mayor diversidad de tendencias evolutivas en unas localidades que, en el modelo industrial tradicional, se habían caracterizado por atraer pequeños flujos de población desde sus áreas rurales, lo que les permitió mantener un crecimiento continuado entre mediados del siglo XX y la década de 1980. En el occidente costero, las tendencias positivas son raras en las últimas décadas, salvo en el caso de Navia, frente a tendencias declinantes como las de Luarca o Vegadeo. Las villas principales del occidente interior están sufriendo las dificultades del territorio asturiano más desfavorecido y peor comunicado, y el declive reciente de la minería: Tineo y Cangas del Narcea. Las villas más próximas al mundo metropolitano muestran un tamaño apreciable y mejores tendencias demográficas y económicas: Pravia, Grado, Villaviciosa y Nava. Al oriente, las villas crecen al amparo del cambio territorial y del empuje del turismo y la función residencial, de la mejora de sus equipamientos y servicios públicos y del desarrollo urbano: Arriondas, Cangas de Onís, Llanes y Ribadesella. La localización de Infiesto en un eje hoy secundario, la enfrenta a una situación más difícil, aunque mantiene su entidad y su posición sobre un concejo extenso. Peor evolución han tenido las villas de influencia limitada a su propio municipio, de pequeñas dimensiones. Es el caso de Cudillero, Colunga o Lastres, con unas funciones urbanas más limitadas y un crecimiento más difuso hacia su entorno, un fenómeno también apreciable en Ribadesella, Luarca o Tapia. Estas villas son núcleos extrametropolitanos, con orientación funcional terciaria y comercial, cuyo ámbito de influencia se extiende al entorno rural de su más o menos extenso municipio y, en la mayor parte de los casos, sobre los concejos vecinos, alcanzando una dimensión comarcal, aunque no muy extensa. En general, superan los 2.000 habitantes, salvo Colunga y Lastres/Llastres (que sobrepasan este umbral si se consideran conjuntamente), Cudillero (lo supera si consideramos el poblamiento de la rasa inmediata) y Salas (en declive, comparte la influencia sobre su concejo con Cornellana y La Espina).

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FIG.1. Villas exteriores al Área Metropolitana. Localización, tipología y evolución demográfica reciente (2001-2010)

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FIG.2. Población de las villas exteriores al Área Metropolitana en 1960, 1981, 2001 y 2009 Fuente: INE, Nomenclátor de las Entidades de población

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FIG.3. Población de las villas y núcleos adyacentes de expansión en 2001 y 2009

FIG.4. Evolución (%) de la población de las villas y núcleos adyacentes de expansión exteriores al Área Metropolitana, entre 2001 y 2009. Fuente: INE, Nomenclátor de las entidades de población

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3. LAS VILLAS METROPOLITANAS El conjunto metropolitano que llamamos Ciudad Astur incluye en su trama una serie de núcleos de carácter urbano que constituyen villas por su historia, categoría estadística, morfología, características e influencia sobre un entorno predominantemente rural, en muchos casos en los límites de la aglomeración y complementando a ésta. Hacia el sur de Oviedo, como prolongación meridional de la ciudad lineal de tradición minero-industrial de Mieres y en contacto con el extremo montañoso de la misma, Pola de Lena aprovecha su emplazamiento, en el corredor de comunicaciones con la meseta y en la base del sistema montañoso de las Ubiñas, para mantener actividades terciarias, equipamientos y dotaciones y ejercer una importante función residencial, extendiendo su área de influencia hacia Mieres y Aller y hacia los valles del Huerna y Pajares. Es un poblamiento estrechamente ligado a la historia minera, con profusión de pozos e industrias, poblados, villas y poblamiento rural, amalgamados en estructuras urbanas lineales. El sistema urbano lineal se extiende por el valle del Aller y se suelda con el valle de Lena en Sovilla. Las localidades de Moreda, Caborana y la capital allerana, Cabañaquinta, formaron durante el apogeo de la minería una urbanización semicontinua que, en la actualidad, hereda la morfología y problemas de la actividad minera. Mientras Moreda y Caborana declinan, Cabañaquinta muestra un pequeño crecimiento, aprovechando las oportunidades para el desarrollo de la actividad terciaria. Otro sistema de origen minero, el del valle de Turón, se localiza en un valle transversal del concejo de Mieres, de estructura más compleja que los casos anteriores. Los problemas heredados del desmantelamiento de la minería permanecen enquistados con más fuerza. En el mismo concejo, Figaredo, Ujo y Santa Cruz se ensamblan a la ciudad lineal, a la que ya está físicamente incorporado Santuyano. En la transición entre la ciudad de origen minero y la capital regional, las urbanizaciones de La Vega-L’Ará (Riosa), La Foz y Santolaya (Morcín) se complementan y configuran un entramado ligado tradicionalmente a la residencia minera y hoy a la pulsión metropolitana. En el valle del Nalón, Pola de Laviana muestra similitudes con Pola de Lena. Es un núcleo urbano que culmina la Ciudad Lineal del Nalón hacia el sur, como enclave de actividades comerciales y terciarias tradicionales, reforzadas a lo largo de siglo y medio por las mineras y la función residencial, con un área de influencia que se extiende por el Alto Nalón, hoy convertido en parque natural de Redes. Al noreste de Oviedo, el crecimiento urbano de La Corredoria y Colloto conecta con la expansión del poblamiento urbano tradicional de Posada y Lugo de Llanera, Pola de Siero, Noreña y El Berrón, en pleno centro metropolitano. Son localidades que viven un crecimiento sostenido

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por la nueva atracción residencial, la industria y las actividades logísticas y terciarias. A su alrededor surgen urbanizaciones de nuevo cuño (La Fresneda, Soto de Llanera…) y un importante crecimiento que se desparrama entre núcleos pre-existentes En el ámbito costero, Candás, Luanco, Piedras Blancas y Salinas se erigen en centros residenciales, turísticos y terciarios, bajo la influencia de los centros urbanos principales (Gijón, Avilés). Los núcleos urbanos metropolitanos surgen, en muchos casos, a partir de villas tradicionales (Mieres, Sama de Langreo, Pola de Lena, Pola de Laviana, Piedras Blancas, Candás, Luanco, Pola de Siero), pero tras un dilatado periodo de integración, hoy constituyen nodos urbanos secundarios plenamente vertebrados en un área de carácter policéntrico y discontinuo, orientados a la diversificación y a una mayor complejidad de funciones y actividades, sobre todo del sector terciario. Se incluyen, además, otras localidades metropolitanas secundarias, de función residencial complementaria, vinculadas a la historia minera e industrial o localizadas en las proximidades de las ciudades.

FIG.5. Tipología y evolución demográfica (2001-2010) del poblamiento urbano y de las villas en el Área Metropolitana de Asturias.

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4. LAS VILLAS MENORES La complejidad del relieve y la concentración de población sobre ejes alargados, en la costa y en el surco interior centro-oriental, así como la extensión de algunos concejos, dan lugar a la existencia de núcleos de población con algunos caracteres y funciones urbanos característicos de las villas, pero con un volumen de población menor, que solo en unos pocos casos (Puerto de Vega, La Caridad, San Juan de la Arena) supera los mil habitantes. Son pequeñas localidades que ejercen una limitada influencia sobre su entorno rural. En los casos de evolución reciente más positiva y tendencia a la conformación futura de villas destacan poblaciones como La Caridad/A Caridá, Colombres y Arenas de Cabrales. Otras localidades, sobre todo en el interior, presentan una tendencia menos dinámica: Grandas de Salime, Boal, Pola de Allande, Belmonte, San Martín, Castropol, Figueras, Panes…En el borde metropolitano crecen poblaciones intermedias, cada vez más afectadas por la función residencial y la difusión de funciones urbanas: Soto del Barco, La Arena, Muros de Nalón, San Esteban, Lieres. En este grupo de poblaciones, que cuentan entre 300 (Santuyano-Martimporra, en Bimenes) y 1.400 habitantes (La Caridad/A Caridá), nos encontramos con núcleos de especialización creciente terciaria-turística y residencial de temporada (Colombres, Puerto de Vega, Arenas de Cabrales, Cadavedo, Soto del Barco, La Arena, Muros), de localización empresarial y actividades logísticas, industriales y de distribución (Villamayor, Sebares, La Espina, Lieres, Posada de Llanes, Jarrio, Campomanes), de especialización minera (Cerredo), industrial (Figueras), pesquera tradicional (Ortiguera) o de gran riqueza patrimonial (Castropol). También con pequeños centros de servicios y comercio al por menor para áreas rurales muy exiguas (Trevías, Navelgas, Cornellana, Nueva, Grandas, Boal, Pola de Allande, Belmonte) y núcleos en desarrollo vinculados a espacios protegidos y aspectos ambientales (Rioseco, Campo de Caso, Proaza). Suman un total de 33 localidades, de las que algo menos de un tercio mantiene un crecimiento apreciable (La Caridad/A Caridá, Puerto de Vega, Cornellana, La Espina, Rioseco, Posada de Llanes, Nueva, Colombres, Arenas de Cabrales), mientras el resto pierde población de forma acompasada al vaciamiento y envejecimiento de sus áreas rurales de influencia. Las restantes capitales municipales son pequeños núcleos rurales de menos de 200 habitantes, de funciones administrativas para pequeñas áreas municipales de influencia, con una escasa población, en concejos que no suelen alcanzar los mil residentes. Se integran en las áreas de influencia de otras villas mayores. La evolución demográfica de estas 22 localidades es muy variable, beneficiándose, en algunos casos, de la atracción de población desde sus áreas rurales, de la proximidad a villas mayores, del impulso de la actividad turística o de la diversificación de actividades (Pola de Somiedo, El Llano, capitales de los Oscos…). Aparte de las capitales municipales, otros núcleos rurales, poco numerosos, llegan a alcanzar los 300 habitantes, aunque la mayoría de ellos se localizan en las cercanías de alguna villa y acogen su expansión urbana (Almuña, Villamar, San Pedro de Lleces, Castañera). En otros casos son pueblos costeros, afectados por el impulso turístico-residencial, en particular en los concejos de Villaviciosa, Ribadesella, Llanes y Valdés.

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El modo poblamiento de Asturias presenta notables singularidades y una de las más relevantes es la existencia de un abundante número de núcleos urbanos estructurantes del territorio, de pequeño tamaño y, sin embargo, funciones fundamentales para garantizar la ocupación dinámica del territorio, un objetivo estratégico de futuro. Son estos objetivos generales, la clara determinación geográfica que presenta el país montano, la capacidad funcional de estos núcleos y su carácter de micro-urbes-bisagra, las que permiten apreciar su virtualidad histórica y la necesidad de su sostenimiento para la buena salud del país, elementos todos más significativos que su pequeño tamaño demográfico.

FIG.6. Evolución de la población de las villas menores entre 2001 y 2009 (%) Fuente: INE. Nomenclátor de las entidades de población

FIG.7. Evolución de la población de las capitales de concejo menores de 300 habitantes y principales núcleos rurales (más de 300 habitantes), entre 2001 y 2009 (%) Fuente: INE. Nomenclátor de las entidades de población

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5. CIUDAD, VILLA Y MUNDO RURAL Hemos organizado el recorrido por las villas asturianas atendiendo a la conformación de espacios comarcales. No son comarcas administrativas acogidas a la legislación autonómica. Tampoco las definidas por la administración regional para la localización de equipamientos y servicios públicos. Son espacios de cooperación intermunicipal, más o menos consolidados por la participación y puesta en marcha de proyectos de desarrollo rural a lo largo de los últimos 25 años. También, en algunos casos, conformados por mancomunidades de objetivos variables y otras fórmulas de cooperación, como las de difusión turística, amparada por el Gobierno del Principado de Asturias. En el territorio asturiano de dominante rural nos encontramos con ocho espacios comarcales en proceso de consolidación. Cada uno de ellos cuenta con varias subunidades internas, cada uno con su villa o villas. Entre los ámbitos comarcales de mayor arraigo y experiencia en la gestión de proyectos de desarrollo se encuentra el de Los Oscos y la ría del Eo, formado por siete concejos. Se organiza en torno a la cabecera de Vegadeo. Ha sufrido la competencia de la villa lucense de Ribadeo, mejor situada respecto a las modernas comunicaciones de la marina asturgalaica. Extiende su influencia hacia la marina occidental y alcanza a varios municipios interiores de relieve montañoso, en las tierras altas de Los Oscos y en el valle del Eo. Otros núcleos semiurbanos como Castropol o Figueras muestran una entidad menor y un estancamiento prolongado, a pesar de la importancia de sus actividades industriales y turísticas. Ribadeo (Lugo) ha centralizado casi todo el crecimiento residencial de este ámbito comarcal. Los valles del Navia y del Porcía agrupan nueve concejos que presentan un menor grado de consolidación. Si la cabecera natural de la comarca es la villa de Navia, la lejanía de ésta respecto de las áreas del sur, permite en Grandas de Salime una cabecera secundaria con limitadas funciones comerciales y terciarias. Navia destaca como una de las localidades que más crece en población y en actividad. La rasa costera deja lugar para otros núcleos con caracteres de villa, particularmente en el caso de Tapia de Casariego. La Caridad/A Caridá (El Franco) está asumiendo funciones de villa, al tiempo que crece su oferta residencial, comercial y de ocio, mientras que otros núcleos menores se vinculan con una tradicional actividad pesquera reforzada en la actualidad con la turística y de segunda residencia. Son núcleos vinculados a otras villas mayores: Ortiguera y Puerto de Vega con Navia, Viavélez con La Caridad. La denominada comarca Vaqueira aúna extensos concejos-comarca que se organizan en torno a sus capitales, la mayor parte de ellas de tipología y funciones urbanas de centros comarcales: Luarca y Tineo, principalmente; Salas y Cudillero, en segundo plano. Además, Pola de Allande, Trevías, Navelgas, La Espina o Cornellana muestran una dimensión de villas menores. En el suroccidente, la villa de Cangas del Narcea, especializada en el comercio y los servicios y hasta hace poco tiempo también en la minería, ejerce su influencia sobre extensas áreas de

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montaña, si bien la dificultad de las comunicaciones con los vecinos concejos de Degaña e Ibias, impiden la consolidación plena de este ámbito comarcal. En segundo plano quedan San Antolín de Ibias y el núcleo de residencia minera de Cerredo (Degaña). La montaña del borde suroccidental del ámbito metropolitano configura la comarca del Camín Real de la Mesa, que engloba los valles de los ríos Pigüeña y Trubia, y una decena de concejos. Su cabecera, la villa de Grado, se encuentra muy cerca del ámbito urbano central y extiende su influencia hacia el sur y oeste, un territorio extenso y heterogéneo, de más difícil consolidación que otros, en el que se configuran numerosas subunidades. Núcleos secundarios son Belmonte, San Martín (Teverga), Bárzana (Quirós) y Proaza. El valle bajo del Nalón se sitúa bajo la influencia cada vez más directa de la aglomeración urbana central. Pravia, villa de cabecera, ejerce una influencia cada vez mayor, en pleno proceso de integración metropolitana. Destaca el potencial urbano futuro urbano de núcleos como San Juan de La Arena, Soto, San Esteban y Muros. Al este de la ciudad central se encuentran dos unidades comarcales bien definidas. La comarca de la Sidra cuenta con varias cabeceras de influencia local, si bien el núcleo principal es Villaviciosa. En el eje interior, Nava crece a medida que aumenta su relación con la metrópoli. Colunga y Lastres/Llastres ejercen una función conjunta de centro urbano de influencia municipal. La comarca del Oriente y Picos de Europa abarca trece concejos. Por su extensión y heterogeneidad, cuenta con una doble cabecera para el eje interior y los Picos de Europa (Cangas de Onís y Arriondas) y otra (Llanes) para la marina. Ribadesella complementa el entramado marítimo e Infiesto (Piloña) asume la función de engarce con el área central. Otros núcleos menores aprovechan la distancia entre villas en los dos ejes lineales de poblamiento: Colombres (Ribadedeva), Posada y Nueva (Llanes), Panes (Peñamellera Alta), Arenas de Cabrales, Sebares y Villamayor (Piloña)… La mayoría de los espacios comarcales que conforman Asturias disponen de varias subunidades internas con sus respectivas cabeceras, de manera que cada comarca presenta, en la mayoría de los casos, varios centros urbanos o semiurbanos de muy pequeño tamaño.

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II. EL ORIENTE DE ASTURIAS Y LOS PICOS DE EUROPA

6. PANES El curso de la villa fluvial Panes es crucero de caminos y mixtura de aguas. Ambas confluencias determinaron la vieja pola. Surgida en el ribazo que margina la amplia vega fertilizada por las aguas esmeralda que traen Cares y Deva y con las que ambos atraen al salmón atlántico. Fue también encuentro de dos importantes corredores camineros, el que de Tinamayor llevaba al microcosmos de Liébana, atravesando el desfiladero de La Hermida, y el que, desde Cangas de Onís, seguía el surco labrado entre el Cuera y los Picos de Europa, aprovechado históricamente como camino interior desde Oviedo a Torrelavega. Panes es vieja pola, siempre de comercio y servicios y ahora también de actividades turísticas, las que han hecho de su concejo uno de los pioneros del turismo rural en España. Villa vieja y que hoy milita en el grupo de las de menor tamaño, 500 habitantes, un centenar más en Siejo, al otro lado del puente sobre el Deva. Históricamente creció a partir de la plaza, a la que se asoman iglesia, colegios, parque, centro de salud y Museo de los Bolos de Asturias. Alrededor, pequeñas agrupaciones de casas constituyen barrios, que completan una trama urbana irregular: Padruno, La Milera, La Bolera, La Quintana, El Trechoriu, Balcao. El crecimiento moderno se organiza, en cambio, siguiendo la carretera general Santander-León, hoy eje secundario como vía interregional, pero de gran importancia como canal del flujo turístico que atraen los Picos de Europa. A pesar de ser éste un eje turístico principal, en el parque nacional más visitado de la península ibérica, la villa no crece en residentes y su concejo sigue perdiendo población. La emigración, al igual que en otras partes, hace tiempo que dejó paso a los escasos nacimientos como factor de declive demográfico y de envejecimiento de los residentes. Desde el impresionante mirador de Alevia, la villa de Panes parece, como otras villas del Oriente, un entorno idílico, soporte urbano para la vida tranquila que lentamente parece deslizarse por el amplio y hermoso valle bajo de Peñamellera, cuyas feraces vegas, antaño llevadoras de pan, ofrecieron el nombre a la villa y hoy acogen praderías de alta producción y fantásticos bosques

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de ribera. A poca distancia otras localidades completan el rico patrimonio local de palacios, iglesias, casonas, cuevas prehistóricas y bosques, en Abándames (la antigua capital del Real Valle de Peñamellera), Cimiano, El Mazo y Colosía. Sin embargo, esta riqueza paisajística y patrimonial no logra traducirse en crecimiento. Panes está lejos de los ejes principales de comunicación y de los grandes nodos urbanos de actividad. La diferencia entre situarse en un eje principal de comunicaciones o en uno secundario parece hoy fundamental para explicar la tendencia expansiva o declinante de una localidad. Con la excepción de las villas principales del eje interior (Cangas de Onís y Arriondas), la evolución de Panes, Alles, Arenas o Benia contrasta negativamente con las de la rasa costera: Colombres, Llanes, Posada o Nueva. Falta saber cómo el atractivo residencial, urbano y paisajístico de las villas puede aumentar su valor en el marco del actual sistema económico, de forma que puedan generar actividad económica y asentar residentes jóvenes que incrementen los nacimientos. Tal vez con pequeños proyectos innovadores. Entre otros, parece posible impulsar un producto turístico-residencial que aúne los valores de las distintas villas, como elementos singulares y atractivos del poblamiento. Para ello habría que trabajar en el campo de la demanda, como se hace en otros países europeos, definiendo el gusto por la calidad, la tranquilidad, la interpretación y el disfrute del paisaje. La mejor evolución relativa de la demanda del turismo rural en España, en período de crisis, parece que apunta en esta dirección, pero hay que poner más ahínco en ello y mejorar los sistemas de relación con la red de nodos urbanos peninsulares. Esto sólo se puede conseguir con la utilización turística del aeropuerto, con la conexión del país a la red de ferrocarril de Alta Velocidad y con la mejora de los sistemas de transporte público, para mantener un flujo turístico sostenido que alimente productos turísticos regionales con los que superar las rígidas limitaciones técnicas y temporales actuales. Pero la iniciativa local y comarcal es elemento determinante, los centros de decisión regional están lejos, aunque más en lo mental que en lo físico. Parece que siendo pioneros en la valorización turística de villas y aldeas, actualmente el territorio no encuentra un nuevo proyecto, retorciendo el ya treintañero para extraer las escasas gotas de creatividad que después de una fecunda vida aún le quedan, como si esto fuera un proceso terminal sin más posibilidades de desarrollo. Villas como Panes indican claramente lo contrario. Hay que seguir trabajando, innovando, proyectando e invirtiendo para sostener el territorio, ofreciendo los equipamientos y servicios que aseguren la calidad residencial que atraiga población y revitalice el poblamiento fuera del ámbito metropolitano. Hay paisaje, hay atractivos, hay posibilidades de actividad, hay aun población y capacidad residencial. Es necesario poner todo esto en movimiento, evitando la sensación de espacios anclados en el pasado que se dejan consumir con un ritmo lento y apacible.

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Si la nueva economía se caracteriza por la posibilidad de realizar actividades económicas sin fijarse a un puesto, Panes podría apostar por desarrollar nuevas actividades en este marco. La competencia es dura entre villas que ofrecen cosas parecidas. Es necesario desarrollar ideas nuevas, ver de otra forma al territorio que habitamos y a sus posibilidades, sin esperar a que el cine o la televisión nos lo descubran. Y, para empezar, aprovechar en mayor medida las ventajas de la vinculación del concejo al parque nacional, antes de la Montaña de Covadonga y hoy de los Picos de Europa, que nunca debió perder su nombre original. Una pola vieja con muchos recursos para activar Panes es pola vieja, formada en el cruce de caminos y ríos. Centro de un paisaje singular y atractivo. En ella se conectan varios pequeños mundos, el de Liébana con la marina y el surco prelitoral. Panes tiene mucho que ofrecer y recursos que poner en actividad, sacudiéndose la quietud y el ritmo lento y apacible, del que ve pasar la vida por delante. Iniciativa, darse a conocer y vincularse a los vecinos, con los que comparte un gran parque nacional, para hacer cosas en común. Todas estas aparecen como vías de futuro para una villa pequeña que necesita poner fin a su declive.

7. ALLES Un mirador para el futuro La capital del Valle Altu de Peñamellera es una pequeña localidad de gran encanto paisajístico y magnífico mirador de los altos picos. Como otras del concejo busca el sol en los pequeños valles, collados y rellanos que rompen la pendiente meridional de la formidable barrera caliza que forma el Cuera, arañada por los arroyos que bajan las aguas de la sierra hasta el angosto desfiladero del Cares, como el Santa María y el Jano. No es tipológicamente una villa al uso, pero tampoco un núcleo rural, guardando en su paisaje la impronta de la capitalidad del cuetu altu. Así que en un rellano, a media ladera, y bien orientado, se encuentra Alles. Estas tres condiciones explican geográficamente buena parte de los asentamientos tradicionales del país. El rellano, que aprovecha una hombrera, una terraza o una cubeta excavada por un río o reguera; a media ladera, para no estar por debajo de la inversión térmica en los duros días del invierno, comidos por la humedad del río y la helada, y, además, disfrutando de la luz del sol desde primeras horas de la mañana. Por debajo, el Cares, entre formidables derribaeros y, de vez en cuando, una

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minúscula vega, como cuenta apenas engarzada en el collar que forma el río, donde se recogen pequeñas aldeas y establecimientos hoteleros de raigambre pescadora. Esta ubicación deja a Alles en una situación de recogimiento, mejor que aislamiento. Próximo a un eje de relación, el del Cares, secundario en su frecuentación, salvo en las temporadas turísticas de la pesca deportiva o del corto verano. El notable caserío se adapta a la accidentada topografía y se organiza en torno a barrios de sonora toponimia: Bellaces, Besnes, El Toju, El Pedrosu, La Aldea, La Cal, La Cuesta, Las Barras, Las Coronas, Las Jilgueras, Llumberu, Pastorias, San Roque, Socampu, Trespalacios. Son pequeñas agrupaciones de caserías sobre las que sobresale la bella estampa de la iglesia, recortada sobre el fondo pindio de la sierra. El conjunto integra un paisaje notable, en cuya composición se alternan la suavidad del valle y los paredones albos de la aserrada mole caliza. A pesar de la sofisticación paisajística, a la que contribuye el cuidado patrimonio edificado, la evolución de las cifras de población no invita al optimismo. Ya menos de 200 residentes empadronados y demasiadas casas cerradas, aunque como en todo el oriente de Asturias la vinculación de los naturales a su localidad es notable, y en temporada todo parece revitalizarse, en esa manera de vivir contemporánea que alterna las estancias, las pertenencias y los viajes, a menudo sin fijar de manera definitiva la residencia, que pertenece más a lo que cada uno lleva en su mente y a los territorios de la infancia que al suelo que se pisa la mayor parte de los días. Alles no participa aún con intensidad y aprovechamiento de los flujos turísticos vinculados al parque nacional de los Picos de Europa. Y ello a pesar de figurar en los impulsos pioneros de la administración regional para poner en marcha el turismo rural en Asturias, concretamente en el barrio de Besnes. Parece que ese primer empujón no ha dado aún los frutos esperados, en espera de una mayor iniciativa local, difícil de alumbrar en concejos tan poco poblados, en los que la baja natalidad y el envejecimiento continúan su lento y agotador proceso de zapa de la vitalidad. Fenómeno extendido que amenaza con hacer un país crónicamente dependiente, mientras miramos para otro lado, con esa singular capacidad de no distinguir lo esencial. Sorprende, sin embargo, la belleza de Alles, a la que mucho contribuye el mantenimiento del patrimonio edificado, con sus orgullosas casonas solariegas, con sus palacetes de indianos, con sus cuidadas casas, que indican que la población, aunque no resida habitualmente allí, mantiene su inversión y su vinculación sentimental y temporal. Éste es un activo a aprovechar para todo tipo de iniciativas. El gran reto es cómo aumentar esta vinculación y generar actividades económicas ante el declive de la ganadería y su oscura reconversión por agotamiento económico y demográfico. El parque nacional está ahí, pero Alles no ha conseguido aún vincular su imagen y sus actividades a esta marca territorial de espacio clasificado por la excelencia de su territorio, al que aporta dos originales tipos de quesos, varios establecimientos hoteleros de toda confianza, fantásticos ríos

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salmoneros y majadas del puerto llenas de tradición ganadera. Sin embargo, a pesar de sus valores y atractivos, la presencia de Alles es demasiado discreta, se adivina el orgullo de poseerlos y se evidencia el recogimiento con el que se contemplan. Productos exquisitos vinculados a marcas territoriales potentes, parque nacional, ganadería de calidad, turismo vinculado al gusto y al refinamiento, a la oferta regional, por medio de empresas sensibles a esta explotación. Todos éstos son hitos o mojones que señalan el camino del futuro de este territorio pequeño en dimensiones, pero grandioso en paisaje. El desafío de sacar rendimiento a la proximidad de los Picos Alles, recogida y aislada. Recostada en la ladera sur del Cuera, presenta su caserío orgulloso al viajero que asciende desde el río Cares. Notable paisaje que mira a los Picos de Europa, sin haber conseguido aún obtener rendimientos a su cercanía y su próxima pertenencia al parque nacional. En la actualidad, la capital del Valle Altu de Peñamellera no consigue atajar la pérdida continuada de residentes, a pesar de su encanto, que sorprende en la belleza y el cuidado de su patrimonio edificado, reflejo del mantenimiento de los lazos con los hijos de la localidad temporalmente residentes, habitantes esporádicos de esta localidad bendecida por la naturaleza.

8. CARREÑA Oportunidades entre peñas La pequeña villa de Carreña es capital del mundo de la alta montaña, la que da identidad territorial a un concejo edificado entre blancas paredes verticales, que compartimentan diminutas vegas y majadas repartidas a distintas alturas. Carreña es capital de un cierto mundo ganadero, el de los pastores, género de vida tradicional dedicado a la cultura del ramo de los ganados menores, la reciella. A los mayores se dedican los vaqueros, y aun entre ellos se hacía distinción entre los que se especializaban en el ganado de pata hendida, la mayoría, de los de pata redonda, ramo también muy rentable para las labores de reja en las pesadas tierras de pan llevar de Castilla. Antes de la llegada del tractor. Estamos hablando, por tanto, de hace uno o dos eones. Y, sin embargo, en Carreña hoy aún se siente ese género de vida de los pastores, claramente determinado por la geografía, pues los pastos nunca dieron para mantener una cabaná de vacunos y el aprovechamiento de los fragmentados y minúsculos huertos, joyos y majadas, repartidos a voleo entre las peñas, más requiere de ligeros treparriscos que de pesados rumiantes incapaces de hincar el diente,

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mejor diríamos el pico, en las paciones de los minúsculos güertos o digerir los leñosos vegetales de las carbas. Ovejas, cabras y sus pastores se desplazan como funambulistas entre desplomes y derribaeros por imposibles trochas, desafiando a la gravedad y acobardando al monte, al que contienen como semovientes naturalmente desbrozadores. Todo eso nos habla de la capacidad humana para obtener provecho y vivir en casi cualquier medio, por hostil que parezca a la mirada urbana. Sin embargo, esta capacidad no se improvisa, es producto de una larguísima experiencia de vida y afanes, de una cultura del azacane, ni un minuto que perder, para vivir y disfrutar la montaña. Un modo de vida que contumazmente, por cierto, se resiste a desaparecer. Para que eso no ocurra son imprescindibles las polas, como la de Carreña, minúsculas capitales de diminutos mundos, eso sí, de alta densidad, pues cargan horizontes de naturaleza, cultura, sabor y salud. Carreña se localiza en las estrecheces del desfiladero abierto por el río Casañu y se alarga hacia el norte siguiendo el «beyu» de La Ría, camino de Llanu Molín. Por tanto, Carreña se sitúa entre peñas. Al oeste, la Pica Cabrón y La Carbonera. Al este, La Corona y el Cuetu La Quemada, mientras que el paredón del monte Beliembre la cierra por el Sur. Es un microcosmos formado por planos inclinados. Apenas un diminuto llano forma la vega, que fue aprovechada para asentar la villa, en la confluencia de las riegas que bajan el agua del Cuera y el Casañu, al que sigue la carretera que viene de Cangas de Onís. Los mínimos rellanos escalonados son aprovechados para exiguos pastizales, «güertos», que ascienden por la vertiente sur del Cuera siguiendo los escuetos cursos fluviales que conducen hasta las majadas meridionales de la sierra. El suelo llano es un recurso escasísimo, lo que condiciona el lento crecimiento de la villa -menos de 400 residentes-, cuyo papel central complementan, sobre vegas más amplias en el encuentro entre el Casañu y el Cares, las localidades de Poo y Arenas. Entre las tres suman 1.400 habitantes de los 2.000 del concejo. La villa es de plano desordenado, tipología rural y distribuida alrededor de un eje principal Norte-Sur, sobre el que se asienta el caserío agrupado en barrios: La Llana, El Pamental, El Quintanal, La Bárcena, La Llosa, ya que la carretera que hace de colector de base ocupa casi completamente el surco en el que se convierte el valle transversal y apenas deja hueco para otra ocupación. Carreña concentra de esta manera la mayor parte de los equipamientos públicos de Cabrales: ayuntamiento, consultorio médico, farmacia, veterinario, casa de Cultura, asistencia social, Consejo Regulador del Queso de Cabrales, Correos, casa cuartel de la Guardia Civil. Esto es, los propios de una capital de concejo, con los que el Estado sirve, ocupa y mantiene su territorio. En la mayor parte de España el municipio es la célula básica de la administración territorial. En Asturias, no. Son las parroquias. Los concejos no son de vecinos, sino de parroquias. Fueron, más que son, una federación de parroquias, cada una con sus pertenencias, montes, majadas y cotos. Y lo son desde hace muchos siglos. Así que, si a la geografía, que determina, se une la historia, que refuerza, empezaremos a comprender la potencia del sentimiento del lugar en Asturias, incluso, y especialmente, dentro de un mismo concejo. Donde dos o más polas se disputan la

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primacía, muchas veces es porque una aporta sus credenciales capitalinas y la otra su dinamismo comercial. Cuando las dos facetas se unen, tenemos la villa perfecta. Cuando están separadas, surge una cierta forma de sana competencia, que se conoce como piquilla. Y en Cabrales la hay entre Carreña y Arenas. El entorno de la villa y de los pueblos más próximos muestra la dificultad de la vida en la montaña y la dura tarea de sacar rendimiento a un medio de montaña extrema. Los pueblos buscan los rellanos en altura, más soleados, mientras que Carreña renuncia a la luz para vincularse a la carretera de comunicación con el exterior. Lo que le permite, sin embargo, contar con una decena de establecimientos turísticos, un número notable en relación con el tamaño de la localidad. Carreña se ha unido así, en las últimas décadas, al impulso de creación de establecimientos y empresas de turismo en el medio rural, que atraen flujos variables de visitantes al reclamo, sobre todo, del paisaje de la alta montaña cantábrica. Pero también por el mundo de la pesca deportiva, en torno a los pozos de ríos de aguas enrabietadas y esmeraldas. La villa trasmite un clima de ensimismamiento e introspección que no rompen las actividades tradicionales ni tampoco las nuevas, ni siquiera la presencia de la carretera. Ritmo lento y quietud, salvo en las temporadas marcadas por el calendario vacacional o por las temporadas de caza y pesca. Pero Carreña es capital de un concejo de poderoso patrimonio arqueológico, histórico y cultural. Y de singular cultura local, que mantiene la huella en el paisaje de la lucha del hombre por sobrevivir, para hacer producir un medio difícil, lo que consigue con una cultura que sabe controlar la gravedad, el sol y el agua. Es tanta la sofisticación alcanzada por el sistema de gestión territorial que llega a hacer productos excelentes, únicos. Para que eso fuera y siga siendo, Carreña, como pola capital, es un elemento imprescindible, pues da soporte a la actividad productiva. Y facilita un mayor grado de refinamiento al integrar, al servir de enlace, con mercados más selectivos y lejanos. El patrimonio cultural como vía para diversificar actividad y fijar población Carreña es pola capital de la más pindia montaña, cercada por los beyos de los Picos de Europa y de la sierra del Cuera. La localidad cabraliega se erige en cabeza de un microcosmos fragmentado en múltiples planos inclinados. Es el soporte vital de un sistema ganadero refinado por una dilatada experiencia que hoy aspira a estabilizar incorporando otras actividades relacionadas con el turismo, los productos tradicionales de presentación actualizada y el aprovechamiento de la marca de calidad del propio concejo y del parque nacional de los Picos de Europa. Desde Carreña, el concejo de Cabrales mantiene el reto de aprovechar su rico patrimonio cultural para aumentar la diversidad de actividades y, con ella, las posibilidades de la población joven en el entorno de la alta montaña asturiana. La sana competencia con Las Arenas ayuda a ello.

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9. LAS ARENAS (CABRALES) La puerta que abre los Picos de Europa de par en par La villa de Arenas es la de mayor población del concejo de Cabrales. Como la mayor parte de las polas nació en un cruce de caminos y en la confluencia de dos ríos principales, en este caso el Cares y el Casañu. A estas condiciones de partida añadió la de encontrarse en el centro de un concejo de montaña extrema, sobre un eje este-oeste, compartido con Poo y Carreña, la capital. Eje en el que se concentra más de la mitad de la población del concejo y sobre el que gira Cabrales. Debe su desarrollo como villa a la condición de puerta de acceso a los Picos de Europa, en su vertiente norte. Sobre el angosto valle, que hace de colector de base, surge la pola de Arenas, en la que se enhebran los caminos que salen hacia el beyu del Cares y hacia los macizos central y oriental de los Picos. A través de Bulnes hacia la vega de Urriellu, y por Sotres hacia Pandébano, Áliva, Liébana y Ándara. Arenas se ha beneficiado así de una posición más favorable y con más disponibilidad de suelo que la propia capital municipal, lo que se ha traducido en su mayor crecimiento. Arenas, sin embargo, no presenta la característica estructura lineal de una villa caminera, que por lo general ajustan su eje principal a la carretera; en este caso, la bellísima carretera-parque o de paisaje que relaciona Cangas de Onís y Panes. Al contrario, su planta toma un aspecto relativamente compacto, al aprovechar las vegas producidas por la confluencia fluvial para asentar pequeñas agrupaciones de casas que se distribuyen en torno a la plaza y se apoyan sobre los caminos tradicionales, hacia Arangas, Poncebos y la garganta del Cares. Por ello, se organiza en varios y pequeños núcleos de casas o barrios, como La Palma, Moradiellos, Las Mestas, La Paserina, Molacín, Castañéu, La Papera, El Recuestu, Ríu, Cares y otros. La iglesia parroquial de Santa María de Llas, edificada en un lugar telúrico, llena sus capiteles de los animales que dan nombre al concejo y destaca su bella estampa sobre los barrios de la pola, que dejan las márgenes de la carretera Cangas de Onís-Panes para los numerosos establecimientos hoteleros, hosteleros y comerciales. El río Cares es el referente de la localidad. En ella recibe las aguas del Casañu, que parece surgir de un descomunal tajo abierto en la caliza, de un beyu. Abruptas paredes albas encuadran menguadas vegas para configurar el paisaje ganadero que rodea la villa, que lleva décadas decantándose por el turismo como actividad principal, sobre el que se apoyan otras más o menos relacionadas con aquél. La población de Arenas la componen 830 residentes, y crece lentamente, demasiado lentamente para la veteranía y el volumen de la actividad y de la infraestructura turística y comercial instalada en ella. La villa mira a los Picos, con ellos se relaciona y así obtiene su razón de ser en el sistema territorial asturiano. Recibe numerosos visitantes, para lo que dispone de una notable oferta

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