ARTURO ÚSLAR PIETRI Y LA LITERATURA. Alexis Márquez Rodríguez

ARTURO ÚSLAR PIETRI Y LA LITERATURA Alexis Márquez Rodríguez Lo primero que salta a la vista en Arturo Úslar Pietri es su carácter polifacético. Desde...
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ARTURO ÚSLAR PIETRI Y LA LITERATURA Alexis Márquez Rodríguez Lo primero que salta a la vista en Arturo Úslar Pietri es su carácter polifacético. Desde muy joven reveló una vocación humanística, en el sentido de “descubrimiento del hombre en cuanto hombre y consiguientemente la reafirmación de todo lo humano”, como definiera al humanismo Jacobo Burckhardt. Concepto que, a su vez, tiene sus raíces muchos siglos antes, en la frase del latino Terencio: “Nada de lo que es humano me es ajeno”. El temprano humanismo de Úslar lo lleva a interesarse en todo lo que se vincule con el hombre, entendido doblemente, como concepto y como realidad tangible. Lo cual se desdobla también en dos vertientes complementarias e interactivas, la del hombre universal, ser racional que puebla la Tierra, y la del hombre venezolano, nacido y actuante en una pequeña parcela del Planeta llamada Venezuela. El humanismo de Úslar no se limita a la teoría, con interés primordial en la conceptualización del hombre como ser universal. Es de los que, sin dejar de expresarse en ese aspecto teórico que abarca lo filosófico y lo antropológico, se ocupa también del hombre –en este caso el venezolano, y por extensión el hispanoamericano– como hecho concreto, como ser que vive, que se alimenta, que tiene que vestirse y curarse de sus males corporales, que piensa y siente, que crea, que debe educarse… De ahí que no haya limitado su actividad sólo a pensar y escribir especulativamente, sino que se haya interesado también en disciplinas vinculadas a la búsqueda del bienestar y del progreso individual y social, y aun descendido a la actividad y la lucha concretas por ese bienestar y ese progreso ideal, propósito que justifica la presencia del ser humano en la Tierra.

-2En el terreno del saber y el pensamiento, lo polifacético de Úslar Pietri se manifiesta en disciplinas como la meditación filosófica y antropológica, la historia, la teoría política, las ciencias económicas, la comunicación, la docencia y, por supuesto, la literatura. Úslar reivindica el viejo concepto de polígrafo. En el terreno de la praxis, su participación en la política prueba su interés en no limitar su preocupación humanística al pensamiento y la escritura. Lo mismo puede decirse de su afición a una ciencia tan cercana a la praxis social, como la Economía, y aun de su empleo, excepcionalmente inteligente y dilatado, de los medios de comunicación masiva para llevar a amplios sectores de la población, eso que tan elusiva como demagógicamente llaman el “pueblo”, su pensamiento y sus enseñazas, sus valiosas orientaciones en la búsqueda de un camino para la construcción de una nueva sociedad, más justa y próspera. Úslar Pietri ha sido hasta hoy el escritor y periodista venezolano que más prolongadamente ha mantenido una columna periodística, que cada semana se publicó por cincuenta años en El Nacional de Caracas y en decenas de periódicos en diversos países de habla castellana. Y él fue, además, el primer escritor de nuestro país que utilizó la televisión como cátedra de enseñanza humanística, lo cual hizo de excelente manera durante muchísimos años. El hombre de letras No obstante esa condición de polifacético, de humanista, de polígrafo, y la gran variedad de disciplinas que practicó, en todas con una actuación muy destacada, difícilmente se puede pensar en un Úslar fuera de la literatura. Esta fue la primera área donde se manifestó su vocación, y en ella ha de permanecer por el resto de sus días. Su primer libro fue Barrabás y otros relatos, un volumen de cuentos publicado el año emblemático de 1928, cuando el autor tenía 22 años de edad. El dato es relevante, entre otras razones porque la

-3publicación de ese libro en 1928 nos permite acercarnos a la idea de que el nombre de la llamada Generación del 28 –muchos de cuyos integrantes fueron amigos y compañeros del joven Úslar, estudiante, como ellos, de la Universidad de Caracas– ha sido por demasiado tiempo secuestrado por la política, lo que ha hecho olvidar un poco que su carácter fue también literario. Lo cual se justifica por el enorme significado histórico que la insurgencia estudiantil contra la dictadura gomecista tuvo en su momento, prolongada hasta el presente. Pero ya es tiempo de reconocer que la Generación del 28 fue también literaria, y que en este aspecto su figura más eminente fue sin duda Úslar Pietri. Que fue también importante en su vertiente literaria lo prueba, no sólo el hecho de haberse publicado ese año aquel primer libro de Úslar Pietri, sino también la aparición, en el umbral de ese mismo año, de la revista Válvula, dirigida por él mismo, y cuyo valor no decrece porque haya salido un solo número. La importancia de esta revista está en que con ella se introduce en Venezuela, de un modo en cierta manera oficial o institucional, la estética vanguardista, que de hecho ya había asomado sobre todo en la poesía de otros de los integrantes de la Generación del 28, –de la vertiente política y de la literaria– como Antonio Arráiz –aunque un poco mayor que sus compañeros– y Pablo Rojas Guardia, inducidos por Alfredo Arvelo Larriva, quien, auque fue el más importante poeta modernista venezolano,

varias veces

ensayó en

su poesía la

estética

vanguardista, en la cual se empeñó en introducir a los poetas jóvenes de su tiempo. La importancia del primer libro de Úslar no reside sólo en el hecho de su publicación y de que esta haya sido en 1928. Desde luego, cobra valor por haber sido el primer libro de un escritor que más adelante va a alcanzar una posición muy prominente

en las

letras venezolanas y continentales, y aun, sin tener que estirar la cuerda de las exageraciones, en las de lengua castellana. Pero más

-4allá de aquel hecho, que pudiera ser fortuito, se impone como el principal valor de Barrabás y otros relatos su carácter renovador de la narrativa venezolana, a tono con la línea igualmente renovadora que en Venezuela proponían Teresa de la Parra y Julio Garmendia, amén de lo que hacían en otros países los argentinos Leopoldo Lugones y Roberto Arlt, el uruguayo Horacio Quiroga, el guatemalteco Rafael Arévalo Martínez, entre otros. Se trata del primer impulso renovador de la narrativa hispanoamericana en el siglo XX, llamado a superar lo que fue la renovación impulsada por el Modernismo, que nos venía del siglo XIX. A Barrabás y otros relatos siguen en la obra de Úslar otros libros de cuentos, todos importantes: Red (1936), Treinta hombres y sus sombras (1949), Pasos y pasajeros (1966), Camino de cuentos (1975), Los ganadores (1980) y otros. Esta parte de su obra ha permitido valorar literariamente a Úslar más que todo como cuentista. Muchos críticos y lectores coinciden en señalarlo como un notable cuentista que escribió también novelas. Pero con demasiada insistencia, no de manera justa ni acertada, se suele anteponer su obra cuentística a la novelística, casi dándole como novelista un valor más que todo de aficionado, pese a la calificación de Las lanzas coloradas como obra estelar, renovadora de la novela histórica hispanoamericana, aunque Carlos Fuentes prefiere llamar a Úslar el “fundador de la moderna novela histórica latinoamericana”. Úslar Pietri fue, ciertamente, un cuentista

excepcional, y su

cuentística es muy representativa en el panorama de la narrativa continental y de lengua castellana. Sin embargo, a mi juicio su máximo valor como figura literaria está en las novelas, sin que esta apreciación demerite su importancia como cuentista. Esa obra cuentística ha sido, como ya dije, valorada por importantes críticos venezolanos y extranjeros. Una muestra de esa valoración crítica es la del chileno, catedrático de la Universidad de Memphis (Estados

-5Unidos), Fernando Burgos, el mejor conocedor y más agudo crítico en nuestro Continente del cuento hispanoamericano: La cuentística de Úslar Pietri es siempre una magnífica tela de fuertes tonos. La pintura llevada a la palabra: el lenguaje cargado de un potente dinamismo visual. Al leer los cuentos de Úslar Pietri percibimos la gracia artística con que se trasciende el nivel de lo real y la delicadeza con que los planos de observación devienen una carga de motivadores y fuertes expresividades1.

En Venezuela ha sido Domingo Miliani el más y mejor estudioso de la cuentística de Úslar, de la cual dejó dicho, entre otras cosas, lo siguiente: Con su cuarto volumen [de cuentos], escrito en una prosa austera, Úslar entraba al nivel de un narrador clásico, por el dominio de sus recursos y por la helada maestría con que va sumergiendo a los lectores en un mundo de tensiones instantáneas, administradas con sabiduría de prestidigitador2.

Las lanzas coloradas La primera novela de Úslar Pietri es Las lanzas coloradas (1931), que obtuvo un resonante éxito de difusión y de crítica dentro y fuera de Venezuela. Éxito que se ha prolongado hasta hoy, cuando, a setenta y cinco años de su publicación, sigue siendo para la mayoría de lectores y críticos la opera magna de su autor. Esta última calificación es discutible, por razones que después diré. Pero es indudable que Las lanzas coloradas es una gran novela, que ha permitido a Carlos Fuentes, según ya vimos, considerar que con ella Úslar deviene en el fundador de la moderna novela histórica hispanoamericana.

Esta

observación

requiere

una

explicación

detallada, más allá de su solo y escueto enunciado. Mas hay en ella mucho de cierto. La novela histórica en Hispanoamérica había tenido hasta entonces un desarrollo no muy prolífico. Tuvimos, sin embargo, 1

Fernando Burgos: “Arturo Úslar Pietri”. En Antología del cuento hispanoamericano. Edit. Porrúa. México; 1991. p. 363. 2

Domingo Miliani: “Arturo Úslar Pietr, una escritura para el cuento”. En: Arturo Úslar Pietri: Las lanzas coloradas y cuentos selectos. Biblioteca Ayacucho. Caracas; 1979. p. LXVI.

-6buenas, aunque no muy abundantes, novelas históricas desde las primeras décadas del siglo XIX, como Xicoténcatl, sobre las luchas entre aztecas y tlascaltecas durante la conquista de México, publicada en forma anónima en Filadelfia en 1826. Por muchos años se ignoró su autor, hasta que recientemente se ha comprobado

que fue el

cubano José María de Heredia. Esta novela tiene el mérito de ser la primera novela histórica hispanoamericana, y la segunda de lengua castellana, pero sobre todo el de ser una de las dos primeras que, en el mundo, rompieron con el esquema estructural de la novela histórica impuesto por Walter Scott. Con la particularidad de que estas dos novelas se publican el mismo año de 1826, y es probable que sus autores no se conocieran entre sí. La otra es Cinq Mars, del francés Alfred de Vigny, y ambas se caracterizan porque, a la inversa de las de Walter Scott y sus seguidores, colocan en primer plano los hechos históricos narrados, y sólo como telón de fondo, y a veces hasta como relleno, los ficticios. Xicoténcatl permite afirmar que la novela histórica hispanoamericana nació ya moderna. Más tarde el dominicano Manuel de Jesús Galván usa el novedoso esquema en Enriquillo (1879/1882), sobre la conquista de su país por los españoles, y cuyos personajes son veraces, con Cristóbal Colón a la cabeza, todos mencionados con sus propios nombres. Pero el ejemplo de Xicoténcatl y Enriquillo no cunde entre nosotros, y otra de las grandes novelas históricas de Hispanoamérica, primera del siglo XX, La gloria de don Ramiro (1908), del argentino Enrique Larreta, vuelve sumisamente al modelo de Scott, lo cual, aunque de hecho es un retroceso, no le resta méritos. Las lanzas coloradas se aparta, aunque no del todo, del modelo de Scott. La diferencia principal es que mantiene un difícil equilibrio entre los hechos históricos veraces y los ficticios, aportados por la imaginación del novelista. De modo que el lector, salvo el que

-7conozca minuciosamente la historia de nuestra independencia, difícilmente percibe con precisión qué acontecimientos y personajes existieron realmente, y cuáles fueron inventados por el novelista. Es decir, Úslar logra entreverar lo veraz y lo ficticio de modo que se equilibren perfectamente lo histórico y lo literario. Muestra de esto la hallamos en la presencia del Libertador en la novela. Esta comienza con una referencia a él en boca de un personaje que cuenta algunas de sus hazañas, y termina con otra referencia, en que Presentación Campos, el protagonista, moribundo y preso en un calabozo, espera el anunciado paso de Bolívar, a quien ansía ver desde la ventana del calabozo, lo cual no ocurre porque Presentación muere antes. A lo largo de la novela las referencias y el nombre de Bolívar se repiten varias veces, pero de una forma fantasmal, pues el Libertador no aparece ni una sola vez. Sin embargo, aquella presencia fantasmal es tan viva, que un personaje llega a describir hasta la fuerza de su mirada, sin haberlo visto nunca. En cuanto al lenguaje, Las lanzas coloradas muestra la afición, aunque atenuada, de Úslar por la estética vanguardista. En realidad, el vanguardismo de Úslar fue siempre muy equilibrado, en concordancia con su personalidad apolínea, y aunque fue un decidido defensor del movimiento

vanguardista, su práctica de este nunca

estuvo cerca de las estridencias que en parte caracterizaron ese movimiento. En Las lanzas coloradas hay señas de esa afición, especialmente en figuras literarias muy características. El comienzo de la novela es un buen ejemplo: ¡Noche oscura! Venía chorreando el agua, chorreando, chorreando, como si ordeñaran el cielo. La luz era de lechuza y la gente del mentado Matías venía enchumbada hasta el cogollo y temblando arriba de las bestias. Los caballos planeaban, ¡zuaj!, y se iban de boca por el pantanero. El frío puyaba la carne, y a cada rato se prendía un relámpago amarillo, como el pecho de un Cristofué. ¡Y tambor y tambor y el agua que chorreaba! El mentado Matías era un indio grande, mal encarado, gordo, que andaba alzado por los lados del Pao y tenía pacto con el Diablo, y por ese pacto nadie se la podía ganar. Mandinga le sujetaba la lanza. ¡Pacto con Mandinga!.

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El camino de El Dorado Con El Camino de El Dorado (1947), la segunda

novela de

Úslar, ocurrió lo que comúnmente ocurre cuando un autor, todavía muy joven, publica una obra maestra. Esta parece marcar la obra posterior, y los lectores exigirán que las sucesivas sean superiores, o al menos de igual calidad que la obra maestra. Los lectores son como los aficionados a los toros: cuando un torero, sobre todo si es uno de sus favoritos, hace una gran faena, exigirán que cada vez lo haga mejor, con el agravante de que en este caso lo “mejor” equivale a lo más peligroso. Son muchas las tragedias ocurridas a toreros, incluyendo la muerte, por tratar de complacer el implacable reclamo de los aficionados. Algo parecido ocurre con los escritores. Si un escritor, a los veinte y tantos años, escribe una obra maestra, en lo adelante cada nueva obra se medirá con ella, pretendiendo que la iguale o la supere. Y no siempre es posible. Cervantes escribió muchas novelas, pero una sola vez el Quijote, y sería una insensatez comparar valorativamente las novelas ejemplares con las aventuras de Alonso Quijano. El Camino del Dorado siempre se ha querido comparar con Las lanzas coloradas, y ello ha llevado a muchos lectores y críticos a calificarla como obra menor. Y no es que no lo sea, pero ello no autoriza a descalificarla, como muchos han pretendido. El camino del Dorado es, sin duda, una excelente novela, en que la figura de Lope de Aguirre se ilumina con luces que mucho ayudan a comprenderla. En esta novela Úslar se aleja aún más del modelo tradicional de la novela histórica. En ella lo histórico predomina por sobre lo ficticio, que es realmente muy poco. Úslar utiliza en esta novela la fuente histórica de los cronistas de Indias correspondientes a la época de la Conquista, que dan bastantes detalles de la trágica aventura de Lope de Aguirre.

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Tres novelas menores. Después de un largo paréntesis en el tiempo, en 1962 Úslar publica Un retrato en la geografía, y en 1964 Estación de máscaras. Su idea era escribir una trilogía, bajo el título de El Laberinto de fortuna, que finalmente se quedó en estas dos. El tema de ambas es político, y se percibe claramente el propósito de mostrar el panorama de la política venezolana a través de la sociedad caraqueña, con sus vaivenes y penurias morales, sus zancadillas y sus miserias humanas, en un período posterior a la muerte de Gómez, con diversos elementos autobiográficos. Pero el esfuerzo no fue bien compensado, pues ambas resultaron, no fallidas, pero sí muy menores, quizás porque el novelista, en cierto modo traicionado por el ciudadano y testigo directo, no podía ver el tema desde lejos, sino como parte de su propia vida, con las consiguientes limitaciones. Algo parecido, aunque en menor grado, ocurre con Oficio de difuntos (1976), en la que Úslar intenta reproducir ficcionalmente la larga dictadura de Juan Vicente Gómez, partiendo de su muerte y remontándose retrospectivamente a los tiempos de su antecesor, Cipriano Castro, para luego ir reconstruyendo los pasos del vesánico dictador. Es un esquema novelístico muy bien concebido, a tono con lo fascinante del personaje. Sin embargo, el lector no puede librarse de la angustiante impresión de que en esta novela el novelista está como frenado, como demasiado cauteloso, obligando a leer entre líneas lo que el lector está ávido de leer de manera directa. Tal vez de nuevo al novelista le jugó una mala pasada el actuante de carne y hueso, testigo de excepción, y a veces actor en los hechos novelados. La novela tiene momentos estelares, pero en conjunto, aunque superior a las dos anteriores, es una obra menor. La Isla de Róbinson

- 10 En 1981 Úslar Pietri publica la que, a mi juicio, es su mejor novela: La isla de Róbinson, cuyo tema es la vida y milagros de un personaje fascinante de la historia venezolana, como fue Simón Rodríguez. Estilísticamente, en esta novela el autor se aparta bastante de las anteriores. La isla de Róbinson es una novela cuidadosamente estructurada, trabajada con una técnica mucho más depurada y madura, guardando un delicado equilibrio entre la historia y la ficción. Casi todas las novelas anteriores de Úslar son estructuralmente lineales, en las que los hechos narrados siguen un curso único y progresivo, sin alteraciones significativas. La excepción es Oficio de difuntos, en la que, como ya vimos, se arranca con una escena en presente, cuyo referente es la muerte de Gómez, y se remonta al pasado, para ir reconstruyendo paso a paso, con apariencia de ficción, la vida del dictador en el poder. Pero aun en esta novela la narración sigue una línea progresiva, apenas interrumpida una que otra vez con referencias al presente, como una historia que se recrea desde la actualidad a base de la memoria, pero sin dislocaciones cronológicas. En cambio, La isla de Róbinson está concebida y realizada con una técnica peculiar. Son dos relatos simultáneos, que avanzan al mismo tiempo, pero no en forma paralela, sino convergente, hasta encontrarse y fundirse en un punto

determinado, desde donde el

relato continúa en un solo cauce, hasta el final. En esta novela hay cierta ambigüedad, posiblemente intencional, en cuanto al narrador en los dos relatos. A veces pareciera ser el propio Simón Rodríguez, protagonista absoluto de la novela, quien, como los otros personajes históricos, figura en ella con su propio nombre.

Otras

veces

se

sugiere

un

narrador

omnisciente

indeterminado. El primer relato se supone basado en la memoria, pues el protagonista va recordando los hechos principales de su vida,

- 11 desde sus días en Caracas. El segundo comienza más adelante, ya el personaje fuera de su país, en la prodigiosa aventura de sus viajes. Pero este segundo relato no se construye con recuerdos, sino que se va narrando en presente, a medida que los hechos van ocurriendo. El primero es, pues, recordado; el segundo es vivido en presente. La convergencia de los dos relatos ocurre porque el primero se va desarrollando conjuntamente con el otro, pero viniendo desde muy atrás, hasta alcanzar al segundo, punto en que, como ya dije, ambos se funden, y continúan integrados en uno solo, como dos ríos que, después de recorrer largos trechos por separado, se unen en un lugar para seguir con las aguas reunidas en un solo caudal. La novela tiene un trasfondo histórico, ya que la vida de Simón Rodríguez es un hecho histórico, vida que se presta a la novelización, pues

el

famoso

pedagogo

y

andariego

fue

un

personaje

verdaderamente novelesco, conspicuo ejemplar de lo que Alejo Carpentier definió como lo real maravilloso, uno de esos seres cuya abrumadora realidad pareciera sacada de la ficción más imaginativa y fantasiosa. No se crea, sin embargo, que novelizar un personaje como ese, aunque se preste para ello, sea fácil. La imagen que a través de los años se ha creado, talvez intencionalmente, de Simón Rodríguez, a base de excentricidades y anécdotas

chistosas, muchas veces

vulgares falsificaciones, obligaron al novelista a un trabajo cuidadoso de reconstrucción del personaje real, para restituirle su autenticidad, más sobre la base de sus ideas avanzadas y creadoras, que en función de sus travesuras y excentricidades, que la historia oficial ha aprovechado para esconder o disimular la verdadera entidad ideológica y moral del famoso maestro. La

novela

se

nutre

de

numerosas

fuentes,

pues

afortunadamente la vida de Simón Rodríguez es bastante conocida. Sin embargo, hay un episodio en

ella, muy importante, en que

- 12 excepcionalmente no hay fuentes escritas, como es su temporada en Londres, donde a la sazón vivía otro gran venezolano, Andrés Bello. No hay un solo documento que pruebe que los dos eminentes caraqueños se encontraron en la capital británica. Pero es de suponer que sí, dado que entre ellos existieron vínculos muy definidos. En Caracas fueron vecinos, por los lados de la iglesia de Las Mercedes. Rodríguez era bastante mayor que Bello, pero admiraba a su joven vecino, a quien a menudo veía por una ventana, siempre leyendo o estudiando, por lo que alguna vez dijo de él que llegaría a ser un sabio. Con hábil técnica de novelista Úslar “inventa”, por así decirlo, largos encuentros y conversaciones de ambos genios en la fría Londres. Pero lo que hablan no es invención del novelista, sino que es sacado del pensamiento de Rodríguez, bien conocido por sus escritos, lo mismo que el de Bello. Deliciosa es la escena en que Rodríguez, con su habitual vehemencia, le explica a Bello, atento y atildado, los principios del socialismo utópico, para los que quiere ganarlo, que él había aprendido

directamente de sus teóricos

franceses, como el Conde de Saint Simon. Estilísticamente La isla de Róbinson tiene

también notables

valores. A título de ejemplo quiero destacar un pasaje en que se pone de manifiesto la integración de las artes, al insertar en el texto narrativo una interpolación pictórica. Don Simón

acude a un café

parisino, donde concurren exiliados españoles recién llegados. Uno de ellos cuenta los sucesos del 2 de Mayo de 1808, en que el pueblo madrileño se alzó contra la invasión napoleónica. En un momento dado narra los sucesos del día siguiente, cuando la represión de las tropas invasoras se ensañó brutalmente con el pueblo de Madrid: El mismo contertulio del mismo día u otro de la semana posterior, casi con la misma cara y con el mismo acento, que llegaba de Bayona o de Perpiñan, añadía: “Recogen a toda la gente sospechosa, a los mozos de cuerda, a los ganapanes de atrio de iglesia y de plaza y los llevan en la noche a fusilar a La Moncloa”. Un farol en la tierra de la cuesta,

- 13 un bosque en sombras, una manada de presos desgarrados y maldicientes y un pelotón de soldados franceses, doblados hacia la boca de sus fusiles, hacia el racimo de manos al aire y de ojos de odio que los enfrentaban, para desplomarse al golpe de la descarga sobre los torcidos cuerpos ya caídos y la sangre fresca de matadero (p. 114).

Quien haya visto alguna vez, así sea en una reproducción, la famosa pintura de Goya conocida como “Los fusilamientos del 3 de mayo” reconocerá en el suceso narrado una muy verista y minuciosa descripción del cuadro. La asociación con este al leer el texto es inevitable. La escena está narrada a través de la descripción de la pintura, y en el texto Úslar logra captar con gran destreza el colorido, la iluminación fantasmagórica, las expresiones pintadas por Goya en los rostros de las personas, la

atmósfera trágica, incluso el

movimiento, todo lo que plásticamente se percibe muy bien en el lienzo. Se trata, pues, de lo que en la moderna teoría

literaria se

conoce como intertextualidad, pero con la novedad de que en este caso no es la inserción de un texto ajeno en el texto propio, sino de una famosa pintura en un contexto literario. La visita en el tiempo En octubre de 1990 apareció la última novela de Arturo Úslar Pietri, La visita en el tiempo. En ella se mantiene dentro de la novela histórica, pero por primera vez se aparta de la historia de su país, y se remonta a la española. La publicación de La visita en el tiempo coincidió con el otorgamiento a su autor del Premio “Príncipe de Asturias”, no por esta novela, como se ha dicho, sino por toda su obra. Lo que sí obtuvo con ella fue el Premio “Rómulo Gallegos”. El Jurado del Príncipe de Asturias, en el cual estaba Carlos Fuentes, hizo especial mención, entre los méritos de Úslar, de su labor de novelista sobre temas históricos, e incluso lo llamó “creador de la moderna novela histórica

- 14 latinoamericana”. Más tarde, como ya vimos, el mismo Fuentes, en un ensayo publicado en la revista Claves, reiteró ese juicio: …la novela histórica en Hispanoamérica no es ni una novela más ni una tradición agotable, sino una presencia constante del multirrelato opuesto al metarrelato y que modernamente abarca tanto la fundación del género por Arturo Úslar Pietri en Las lanzas coloradas, de 1931, como la actualidad más directa evocada por Héctor Aguilar Camín con Morir en el golfo, de 19873.

La visita en el tiempo narra la vida tormentosa y fulgurante de don Juan de Austria, el bastardo más famoso de la historia española, en un período en que la historia de España se identifica con la historia universal. El siglo XVI español, y el de toda Europa y América, y aun de parte de los continentes asiático y africano, está dominado por dos de las figuras más atrabiliarias, y al mismo tiempo más importantes y decisivas de la historia, como fueron Carlos V y su hijo Felipe II. La fortuna –¿o la desgracia?– hizo que don Juan de Austria fuese hijo del primero y hermano del segundo. Y la novela de Úslar traza con mano maestra lo que significó ese parentesco, no sólo en la vida del desdichado personaje –que vivió apenas 33 años–, sino también en la historia de España y de Europa en una de sus etapas más cruciales y significativas. Don Juan de Austria fue el comandante de la escuadra que derrotó a los turcos en la batalla de Lepanto,

episodio

fundamental de la novela. De nuevo en ella hallamos valores estilísticos y de contenido, que no puedo analizar aquí extensamente. Sólo quiero referirme al peculiar manejo que hace el autor del elemento histórico y de la dimensión cronológica. En un pasaje de la novela se dice que don Juan de Austria fue amigo del Conde de Orgaz. La sola mención de este nombre hace pensar en el 3

personaje inmortalizado en una famosa pintura del

Carlos Fuentes: “La novela de América. Literatura y sociedad”. Claves. Nº 5. Sept. de 1990. Madrid. Reproducido en Papel Literario. El Nacional. Caracas; 18/11/1990.

- 15 Greco, conocida como “El entierro del Conde de Orgaz”. Pero este personaje, don Gonzalo Ruiz de Toledo, vivió doscientos años antes que don Juan de Austria. Obviamente, podría pensarse en una incongruencia cronológica intencional, recurso propio del novelista, pero vedado al historiador. El mismo Úslar me aclaró que, efectivamente, un Conde de Orgaz, quizás descendiente del anterior, pero bastante desconocido, vivió en tiempos de don Juan de Austria y había sido su amigo. Pero Úslar juega traviesamente con la ambigüedad, recurso de estilo que es también muy propio de los novelistas. En efecto, al hacer el retrato del Conde amigo de don Juan, el novelista recurre de nuevo a la descripción de una famosa pintura, “El entierro del Conde de Orgaz”, del Greco, ya mencionada, que todo lector que la haya visto, en su ubicación dentro de la iglesia de Santo Tomé, en Toledo, o en alguna reproducción, la identificará fácilmente: “Menudo, pálido, la barba negra, que cruzaba las manos sobre el pecho para oír como ausente” (p. 118). En la pintura del Greco se trata de un cadáver. Sin embargo, la maestría narrativodecriptiva de Úslar hace que el retrato del fallecido Conde de Orgaz cobre vida en el texto novelesco. Y, de paso, se trata una vez más de la integración de las artes, al unir una pintura con un texto literario. Sorprende que un escritor tan apolíneo como Uslar Pietri haya sentido predilección por personajes dionisíacos, como Barrabás, Presentación Campos, Lope de Aguirre, Simón Rodríguez, Juan Vicente Gómez y don Juan de Austria, algunos incluso algo satánicos. Una vez le hice a él mismo esta

observación, y él, con una leve

sonrisa de satisfacción, me respondió: “Es que tal vez yo no soy tan apolíneo como parece…”. Úslar Pietri y la teoría literaria. La obra literaria de Arturo Úslar Pietri no se limitó al cuento y la novela. También abarcó la poesía; el teatro; la teoría, la crítica y la

- 16 historia literarias. Como estas notas ya van demasiado largas, no puedo abordar estas parcelas de su obra con el detenimiento debido. Pero no quiero dejar de mencionar, aunque de paso, uno de sus libros más fascinantes y de indiscutible importancia, como es Letras y hombres de Venezuela, publicado en 1949 en México, del cual hay dos reediciones, la última por Monte Ávila, que tuve la inmensa satisfacción de que saliera cuando fui presidente de esa empresa. En este libro Úslar reunió muy lúcidos ensayos sobre figuras, obras y movimientos literarios venezolanos. Entre ellos uno habla del cuento, a partir de su propia experiencia de cuentista, y con el aval de sus investigaciones y reflexiones sobre el tema. Allí hace atinados aportes al conocimiento de ese importante género en la historia de nuestra literatura. Interesa particularmente que en este ensayo Úslar Pietri emplea, por primera vez en la historia, el término realismo mágico aplicado a un tipo peculiar de narración literaria. A partir de allí el concepto de realismo mágico se va a desarrollar con envidiable fortuna, hasta el punto de llenar, casi por sí solo, todo un período de la narrativa latinoamericana, coincidente con el llamado boom de la narrativa continental. -o-o-o-oEstas notas no han pretendido ir más allá

de una visión

panorámica, más extensa que profunda, de lo que Arturo Úslar Pietri significó, y sigue significando, en la literatura, sin fronteras nacionales ni idiomáticas. Ojalá sirvan al menos para despertar el interés en algunos de ustedes, en releer sus libros los que ya los hayan leído, o en adentrarse más detenidamente, quienes aún no lo hayan hecho, en la obra de este venezolano excepcional, que a cien años de su nacimiento y a cinco de su muerte sigue teniendo una presencia viva en nuestro país, hoy más necesitado que nunca de su verbo y de sus luces. Caracas, 12 de abril de 2006

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(Conferencia leída en la Fundacióon Banco Provincial, en un ciclo en homenaje al Dr. Arturo Úslar Pietri con motivo del centenario de su nacimiento).

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