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V Centenario de la muerte de

Andrea Mantegna El pintor de las ilusiones ópticas Hablar de Mantegna supone adentrarse en el mundo pictórico de un artista renacentista que aúna las novedades florentinas y el naturalismo descriptivo de la pintura flamenca, consiguiendo un estilo personal caracterizado por el predominio del dibujo y la creación de espacios bidimensionales que transportan más allá del muro, en un hábil juego de ilusionismo que confunde al espectador. 82

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Texto: Victoria Eugenia Arenal ndrea Mantegna nace en 1431 en Isolda di Carturo, una pequeña localidad en las cercanías de Padua, que en la época formaba parte de Vicenza. “Y fue gran ventura la suya, pues, habiendo nacido en el campo en el seno de una estirpe muy humilde y dedicándose a guardar rebaños, logró alzarse con el valor de la suerte y de la virtud hasta merecerse el rango de caballero”, nos recuerda Vasari en Las vidas (1550). Hacia 1442 se traslada a Padua y entra en el taller de Francesco Squarcione, coleccionista de esculturas antiguas y copias en yeso, ávido de las novedades florentinas y toscanas, poseedor de obras y dibujos de artistas toscanos contemporáneos, que ofreció al joven Mantegna la posibilidad de medir su estilo con los pintores de la época y adentrarse en la filosofía humanista. En 1448 se independiza del maestro, promueve una acción judicial en la que le pide una compensación monetaria por las obras realizadas por cuenta del taller y realiza su primera obra como pintor independiente: el retablo de la iglesia de Santa Sofía, hoy desaparecido. Ese mismo año pinta un San Marcos y un San Jerónimo y es llamado, junto a Pizzolo, Antonio Vivarini y Giovanni d’Alemagna, a participar en la más importante empresa artística de la época en Padua: la decoración de la capilla Ovetari en la iglesia de los Eremitani, que

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durará casi una década, sacando a la luz el progresivo refinamiento del lenguaje de Mantegna, que idea el esquema decorativo de todo el ciclo basado en un sistema de marcos arquitectónicos que confieren al conjunto un aspecto unitario, iniciándose en el estudio sobre la representación ilusionista del espacio pintado, característica de su obra. El artista es llamado en 1449 a la corte ferraresa de Lionello d’Este, donde pudo ver las pinturas flamencas que coleccionaba el noble y que dotarán a sus obras de un mayor naturalismo en la representación de la realidad, como ocurre en La adoración de los pastores, de 1451, realizada para Borso d’Este; pues una de las características de la cultura del humanismo y del Renacimiento es la incesante circulación de ideas que deriva en lenguajes artísticos muy personales, favorecidos por los desplazamientos de los artistas que trabajan al servicio de comitentes que aprecian su maestría. En estos años, Mantegna continúa con los frescos de la capilla Ovetari, que concluirá en 1457. Desgraciadamente, sólo se conservan la Asunción de la Virgen y el Martirio de San Cristóbal, donde el arte ilusionista del maestro, gracias al uso de un punto de vista muy bajo coincidente con el del espectador en la capilla y al retrato descriptivo de los personajes, le granjea fama entre sus contemporáneos.

Contemporáneos de Mantegna

Martirio de San Cristobal.

No debemos olvidar que Venecia y Padua eran las ciudades de Italia septentrional más receptivas hacia los nuevos ideales. Artistas como Paolo Uccello, Filippo Lippi, Andrea del Castagno y Donatello estuvieron activos en Padua hacia 1440. Este último trasladó allí su taller desde 1443 hasta 1453, realizando El Gattamelata y el Altar de San Antonio, obras que influirán decisivamente en la obra de Mantegna, sobre todo en el aspecto escultórico que adquieren sus personajes. JANO 16-22 JUNIO 2006. N.º 1.613

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En la corte de los Gonzaga En 1460 se establece en Mantua, en la corte de los Gonzaga, donde el marqués, Ludovico Gonzaga, le concede el honor de un blasón heráldico con el lema “par un désir”. Realiza una serie de retratos y la decoración de una capilla en el castillo de San Giorgio, de la que se conservan La muerte de la Virgen (Museo Nacional del Prado), La adoración de los Magos, La Ascensión y La Circuncisión. Pero la obra más importante será la Camera Picta o “cámara de los esposos”, realizada entre 1465 y 1474 en la planta noble del castillo de San Giorgio. Una pintura al fresco cuya decoración se pliega a los fines de un ilusionismo pictórico, dilatando la sala más allá de los límites de las paredes: cortinajes de brocado desvelan las escenas familiares, con Federico Gonzaga a la cabeza, que parecen desarrollarse más allá de la habitación; un fingido techo rebajado con casetones, decorado con medallones que contienen retratos de emperadores romanos, dilata la superficie hasta llegar a la balaustrada central, que se convierte en una falsa ventana circular, que rompe el espacio hacia el cielo con un verismo inusitado en la época. Lo confirman las palabras que nos dejó Vasari: “Hay una cámara con una bóveda trabajada al fresco, donde hay muchas figuras en escorzo de sotto in su, muy admiradas y bien trazadas por él. Y aunque su modo de tratar los ropajes sea algo crudo y sutil, y su estilo algo seco, hay sin embargo obras suyas dotadas de una gran calidad artística, bien trabajadas y ejecutadas. Las obras que hizo en Mantua, y sobre todo esta sala, le hicieron ganar tal fama en Italia que en Italia no se oía otra cosa más que el nombre de Mantegna”. La relación entre espectador y obra de arte, entre espacio real arquitectónico y superficie pintada, traspasa el límite fijado por la perspectiva lineal.

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Oculus de la “cámara de los esposos”.

La “ventana abierta” en la “cámara de los esposos” Los personajes que se asoman al oculus de la “cámara de los esposos” observan al espectador, quien repara en ellos tras haber contemplado los frescos de la pared, de tal modo que le sitúan en el centro de la composición global que es la habitación, en un doble juego de materia ontológica entre representación y realidad: por un momento el espectador siente que al tiempo que ha contemplado los frescos la realidad representada le ha estado observando a él; visto así, el perpetuo regocijo en la expresión de las mujeres que se asoman al parapeto del oculus parece sobradamente

justificado. La “ventana abierta” teorizada por Alberti se dilata virtualmente hasta revelarnos un fragmento de cielo. Esta espectacular solución, inspirada tal vez en la arquitectura del Panteón, sienta las bases de la evolución en la decoración de los techos en el Cinqueccento, como la sala de los Gigantes en el palacio del Te en Mantua, realizada por Giulio Romano, o la cúpula del Duomo de Parma de Correggio. El artista está tan orgulloso de su obra que se retrata confundido entre las hojas de un grutesco decorativo, observando la estancia camuflado entre la decoración.

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La corte de los Gonzaga y detalles (abajo) de la “camara de los esposos”.

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La melancolía de un genio A partir de aquí la fama del maestro es vox populi. Sus obras de madurez corroboran su afán experimental. En Lamento sobre Cristo muerto (1478), la tela sustituye al muro como soporte y un poderoso escorzo de un cuerpo humano tumbado nos llena de estupor. En 1485 el nuevo marqués Francesco Gonzaga le encarga la realización de los Triunfos de César, 9 obras realizadas sobre tela, separadas con columnas para dar la impresión de una procesión continua detrás de una logia. En 1488 Andrea viaja a Roma a las órdenes del papa Inocencio VIII, donde permanece pocos años, pues añora el bienestar de la corte de los Gonzaga. Sus composiciones siguen sorprendiendo, como ocurre en la Madona Trivulzio (1497), donde la Virgen aparece suspendida en el aire en una mandorla de querubines, como una aparición, flanqueada en primer plano por el potente escorzo de San Jerónimo portando una maqueta de iglesia vista desde abajo. De aquí en adelante asistimos a los últimos años del artista, convertido en un genio melancólico en busca de la perfección y la belleza, marcados por la aparición en la corte de Mantua de Isabella d´Este, casada en 1490 con Francesco Gonzaga. Mujer culta y refinada, hace erigir un studiolo que pueda rivalizar con los ambientes principescos de los Este o los Montefeltro, quienes se retiraban a estas estancias para dedicarse al estudio y a sus intereses privados. Isabella será la primera mujer que posee un estudio de estas características. Andrea pinta dos obras para esta sala: El Parnaso, donde Venus (Isabella) y Marte (Francesco) favorecen el florecimiento de las artes, simbolizadas por Apolo y las Musas, y El triunfo de la Virtud.

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Cristo muerto.

Figuras con efecto de monumentalidad Es notable su maestría en la perspectiva llamada di sotto in su, en la que, por la localización del punto de fuga en un punto inferior al centro horizontal de la composición, las figuras aparecen en una posición superior, como vistas

desde debajo, lo que produce un efecto de monumentalidad en las figuras, grandiosidad escultórica en las representaciones humanas y majestuosidad arquitectónica en las construcciones, como es el caso del malogrado Santiago conducido al martirio, en la Iglesia de los Eremitani de Padua. No debemos olvidar que las investigaciones relativas a la representación del espacio son de vital importancia en las mentes de los artistas del Quattroccento. Medir el espacio físico con reglas matemáticas es la base de la perspectiva lineal que se remonta a Brunelleschi.

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El Parnaso.

Las grisallas Pero las obras más personales de Mantegna en sus últimos años son las grisallas, que reflejan el pensamiento y los estados de ánimo del maestro, que siente no ser tan apreciado como en otro tiempo. Son reflexiones acerca de la ignorancia y la locura de los hombres que atentan contra la virtud, expresadas en las obras del studiolo y en las obras de carácter sacro y profano de las pinturas monocromas, donde predomina el carácter escultórico de los cuerpos, convirtiendo la pintura en escultura pintada, con un carácter marmóreo, debido quizá a las dificultades económicas y a la visión melancólica de su posición como artista, hostigado por pintores de la nueva generación que interpretan el clasicismo de forma delicada y cautivadora. La muerte sorprende a Mantegna el 13 de septiembre de 1506, a la edad de 75 años. Alberto Durero queda profundamente impresionado por la desaparición del venerable maestro: “Es el mayor dolor de mi vida”.J

Bibliografía general Bellonci M, Garavaglia N. Mantegna. Barcelona: Noguer y Caralt Ed., 1973. Camarasa, A. Andrea Mantegna. Madrid: Historia 16, 1993. De Nicoló Salmazo, A. Mantegna. Madrid: Sociedad Editorial Electa España. Col. Los maestros, 1977. Nieto Alcaide, V. Andrea Mantegna: el tránsito de la Virgen. Madrid: Ed. La Muralla. Col. Mundo-imagen, 1975. Pauli, T. Mantegna. El sueño de lo antiguo, el oro de la corte. Madrid: Ed. Electa Bolsillo, 2001. Vasari, G. Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos. Madrid: Ed. Cátedra, 2004. Zava Boccazzi, F. Mantegna. Barcelona: Toray, 1972.

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Sansón y Dalila.

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