Abastecimiento y hambre en la conquista de Cartagena de Indias

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Abastecimiento y hambre en la conquista de Cartagena de Indias María Salud Elvás Iniesta

1.- Cartagena, tierra de rescates. Las primeras expediciones al territorio. Cartagena de Indias fue, antes de su conquista definitiva y durante gran parte de la misma, tierra de rescate, al igual que el resto de la zona caribeña. Como bien dijo Hermes Tovar: “el rescate como modelo de extracción de riquezas fue propio del Caribe”1. Una forma de intercambio, el rescate, que alteraría el tradicional sistema de trueque con que comerciaban los indígenas de Cartagena y de todo el continente2. Este carácter de tierra de rescate que Cartagena tuvo durante tantos años impidió que se tuviera, hasta muy avanzado el siglo, un conocimiento real y fiable de las posibilidades económicas que la región ofrecía, salvo la extracción de oro y la captura de indios. Las expediciones a la zona, lejos de buscar un asentamiento estable y de la explotación económica del territorio, tenían como único objetivo la búsqueda de oro, alimentos, perlas e indios para vender luego como esclavos, en virtud de una provisión dada por la reina Isabel el 30 de octubre de 1503, por la cual se autorizaba a capturar y esclavizar a los indios de “las islas de San Bernardo e Isla Fuerte y en los puertos de Cartagena y en las islas de Bara3, donde estaba una gente que se dice caníbales”4. En ocasiones, la negativa de los indios a aceptar los intercambios con los españoles sirvió de excusa para proceder a su captura y esclavización. De este modo, de todas las expediciones

1  Hermes Tovar Pinzón, La estación del miedo o la desolación dispersa. El Caribe colombiano en el siglo XVI, Santa Fe de Bogotá, Ariel, 1997: 52. Otras obras reseñables son también: Mario Góngora, Los grupos de Conquistadores en Tierra Firme, 1509-1530: Fisonomía histórico social de un tipo de conquista,. Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1963; Guillermo Céspedes, “Oro y hambre: estímulos y frenos en el doblamiento español de América”, en Homenaje académico a D. Emilio García Gómez”, Madrid, Real Academia de la Historia, 1993; José Durand, La transformación social del Conquistador, México, Porrúa y Obregón, 1953; Demetrio Ramos Pérez, Audacia, negocios y política en los viajes españoles de descubrimiento y rescate, Valladolid, Casa-Museo de Colón y Seminario Americanista de la Universidad de Valladolid, 1981 2  Carmen Gómez Pérez. Apuntes sobre la sociedad y la vida cotidiana en Cartagena de Indias, 1533 – 1580 (en prensa). Agradezco a la Dra. Gómez me haya permitido consultar el borrador de este nuevo libro para completar el presente trabajo. 3  Barú 4  Real Provisión para que los indios caribes se puedan tomar por esclavos. 30 de octubre de 1503. AGI, Indiferente General, 418, Libro 3, fol.211v. Recogido por Richard Konetzke, Colección de Documentos para la Historia de la Formación Social de Hispanoamérica, 1493 – 1810, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1953: 31 – 33.

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que se organizaron para recorrer la zona ninguna pretendía establecer un asentamiento sólido y menos aún buscar un aprovechamiento económico que permitiera evolucionar desde esa economía de rescate hasta un modelo económico más estable. Todas ellas, además, se encontraron con un gran inconveniente, que se convertiría en una constante: la falta de alimentos y, en consecuencia, la aparición del hambre que en algunas ocasiones puso a los españoles en más de un apuro. De las expediciones anteriores a la definitiva de Pedro de Heredia5, se tienen pocos datos referidos a los productos llevados en los barcos. En líneas generales, los barcos iban cargados de vino, bizcocho, aceite, carne salada, pescados varios, quesos, legumbres, huevos, así como algunos animales vivos para ser sacrificados durante la travesía con el fin de contar con carne fresca para los tripulantes y alguna fruta, empleados tanto para la alimentación del pasaje como para el sustento de los hombres una vez desembarcados y para el comercio con las incipientes ciudades americanas6. De entre los pocos datos que conocemos sobre el abastecimiento de estas primeras expediciones, se sabe, por ejemplo, que en la primera expedición de Alonso de Ojeda, los españoles hicieron una primera escala en la isla de Lanzarote, con la intención de aprovisionarse de bastimentos en casa de Doña Inés Peraza, aunque la hallaron cerrada. Aún así entraron en la casa y tomaron aquellas cosas que consideraron necesarias: pipas, calderas, pez y sebo, jarcias, madera y cebada, entre otras7. El viaje de Rodrigo de Bastidas a la región, que partió de España el 15 de junio de 1500 y llegó a Cartagena al año siguiente, se aprovisionó en La Gomera de determinados bastimentos como leña, carne, agua, quesos y otros alimentos8. Durante el recorrido, Bastidas rescató todas las mercadurías posibles, para vender luego en las islas y regresó a La Española. Hasta el año 1508 no se tienen nuevas noticias fiables sobre la llegada de españoles a la costa colombiana. El 9 de junio de ese año, la Corona capitulaba con Alonso de Ojeda y con Diego de Nicuesa la colonización de Tierra Firme. A Ojeda le concedía la zona desde el Golfo de Urabá hacia el Cabo de la Vela, la cual incluía Cartagena, dándole el nombre de Nueva Andalucía, mientras que para Nicuesa quedaba la gobernación de Castilla del Oro, desde el Golfo de Urabá hacia el occidente, ambas divididas por el río Darién. Los capitulantes obtuvieron por parte de la

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Corona libertad para tomar indios esclavos del puerto de Cartagena y de las islas de Barú, San Bernardo e isla Fuerte para llevarlos a La Española9. Sin embargo, ambas expediciones resultaron un auténtico fracaso debido a los enfrentamientos que mantuvieron no sólo contra los indios, sino también contra el hambre y las enfermedades que acabaron con un buen número de hombres. Tras un duro enfrentamiento con los indios de Turbaco, que le costó la vida entre otros a Juan de la Cosa, Ojeda marchó hacia el oriente con el fin de afianzar los límites de su gobernación y llegado al Golfo de Urabá en 151010 fundó la primera ciudad de San Sebastián, donde estuvo varios meses en los que pasó mucha necesidad. Los indios además se mostraron muy reacios a la presencia de los españoles y tuvieron muchos enfrentamientos. Todos los días, Ojeda y sus hombres organizaban expediciones para saquear los pueblos cercanos y tomar alimentos con los que poder mantenerse. Sin embargo, algunas derrotas sufridas ante los indios los obligaban a retirarse y esconderse por varios días, dando lugar así a la aparición del hambre y las enfermedades, que fueron de algún modo aliviadas con la llegada de un barco cargado de bastimentos desde La Española, pero que pronto fueron consumidos11. A esta belicosidad indígena se

5  Como expediciones confirmadas y tenidas por ciertas por los especialistas, se encuentran las de Alonso de Ojeda entre 1499 y 1500, la de Rodrigo de Bastidas en 1500 y la de Ojeda y Diego de Nicuesa en 1508. 6  Entre los principales estudios sobre el avituallamiento de los barcos destacan: Pablo Emilio Pérez-Mallaína, Los hombres del Océano, Sevilla, Diputación de Sevilla, 1992 y Mª del Carmen Mena García, Sevilla y las Flotas de Indias. La Gran Armada de Castilla del Oro (1513 – 1514), Sevilla, Universidad de Sevilla y Fundación El Monte, 1998. 7  Ramos, op. cit: 42. 8  Francisco Morales Padrón, Historia del Descubrimiento y Conquista de América, Madrid, Gredos, 1990: 149 9  Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y Natural de Las indias, Madrid, Atlas, 1959, Libro XVIII, capítulo III (tomo 3: 137) 10  Morales Padrón, op. cit: 186 11  Joaquín de Acosta, Compendio Histórico del Descubrimiento y Conquista de la Nueva Granada [en línea]. Publicación digital en la página web de la Biblioteca Luís Ángel Arango del Banco de la República: http://lablaa.org/blaavirtual/historia/descol/indice.htm [Fecha de consulta: 2 de febrero de 2006]

Itinerario de la expedición de Rodrigo de Bastidas, 1500 (Ramos, pp.160-161)

unió, como ya se ha visto, el hambre, pues se esperaba el arribo de un barco con mantenimientos capitaneado por Fernández de Enciso, pero como éste no llegaba, Ojeda embarcó rumbo a La Española, dejando en Urabá a Francisco Pizarro y a otros pobladores con órdenes expresas de que, si no regresaba, fletaran dos naos y marcharan a La Española. Una vez en Santo Domingo, Ojeda no pudo encontrar el barco de Enciso, porque ya había partido y decidió permanecer allí, donde murió a causa de una herida de la pierna12. Mientras, los españoles que habían quedado en Urabá con Pizarro pasaron muy malos momentos debido a los enfrentamientos con los indios y el hambre, problemas ambos que obligaron a los espa-

ñoles a recoger hierbas y raíces que encontraban en los parajes cercanos para no morir de inanición. Sin embargo, algunos encontraban igualmente la muerte por tomar algunos productos que resultaron venenosos13, de manera que decidieron fletar dos barcos y regresar a Santo Domingo. Por el camino, encontraron los restos de la nao de Enciso encallada en unos bajos, lo recogieron a él y a sus hombres y fueron camino al

12  Fernández de Oviedo, op. cit., Libro XXVII, capítulo IV (tomo 3: 142) 13  Pedro Cieza de León, La Crónica del Perú, Buenos Aires, Espasa – Calpe, 1945: 58

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Darién para intentar obtener oro y alimentos, abandonando así el primer asentamiento español de Urabá. En el Darién, se encontraron con los supervivientes de la expedición de Nicuesa, que también habían sufrido los fieros ataques del hambre durante su recorrido por las costas de Veragua, Portobelo y Nombre de Dios14 y el auxilio que necesitaban pues los indios que habitaban la zona eran agricultores, fundando la ciudad de Santa María de la Antigua en 1510, sobre un antiguo poblado indígena15. Como puede verse, el fenómeno de la crisis alimentaria no fue exclusivo de Cartagena y todas las primeras expediciones hacia las tierras americanas lo sufrieron en mayor o menor medida. El nuevo gobernador de la zona, Pedrarias Dávila16, organizó varias expediciones a la antigua gobernación de Ojeda, sin conseguir éxito en ninguna de ellas, y obteniendo, como único resultado, la muerte de muchos hombres y ningún rastro de riquezas17.

14  Gómez, op. cit. 15  Carmen Mena García, “La frontera del hambre: construyendo el espacio histórico del Darién”, en Revista Mesoamérica, nº 45, enero – diciembre de 2003: 48 16  Fernández de Oviedo, op. cit., Libro XXVII, capítulo IV (tomo 3: 143) 17  Carmen Gómez Pérez, Pedro de Heredia y Cartagena de Indias, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1984: 7 18  Probanza hecha contra Rodrigo de Bastidas. Santa Marta, 7 de junio de 1527. AGI, Justicia, 1123, L.1, fol.6. Recogido por Juan Friede, Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Colombia, tomo 1, Bogotá, Academia Colombiana de la Historia, 1955 – 1960, p.230. Fernández de Oviedo, op. cit., Libro XXVI, capítulo III (tomo 3, p. 67). El cronista explica en su obra que este episodio fue el causante de que perdiera su condición de Gobernador de Cartagena, a pesar, como él mismo dice, que nunca llegó a estar en ella. 19  Agradezco a la Dra. Justina Sarabia, Profesora Titular del departamento de Historia de América de la Universidad de Sevilla, la aportación de este dato sobre los actos de Nuño de Guzmán en Panuco. 20  Gómez, Pedro de Heredia…: 9 21  Capitulación con Pedro de Heredia. Medina del Campo, 5 de agosto de 1532. AGI, Indiferente General, 415, fols. 65 a 68. 22  Carta del Consejo de Indias al Rey. Medina del Campo, 3 de diciembre de 1531. AGI, Indiferente General, 737. Recogido por Friede. op. cit., tomo 2: 243 23  Justo L. del Río Moreno, Los inicios de la agricultura europea en el Nuevo Mundo, 1492-1542, Sevilla, ASAJA-Sevilla, Caja Rural de Huelva y Caja Rural de Sevilla, 1991: 325

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Pero como ya se ha comentado, Cartagena no fue sólo tierra de rescates, sino también centro de captura de los indios, que posteriormente eran vendidos en las Antillas para trabajar en los trapiches e ingenios de azúcar o en el servicio doméstico. Tal vez el episodio más importante que confirma este hecho fue la entrada que Rodrigo de Bastidas, convertido ya en gobernador de Santa Marta, efectuó a las tierras cartageneras en 1525, saqueando la isla de Carex y tomando como prisioneros a más de 500 indios que fueron vendidos como esclavos en las islas18. No fue éste el único caso en que los españoles, ya avanzado el siglo XVI, se enriquecieron con la venta de esclavos indios. En 1538, el Licenciado Juan de Santa Cruz investigó una acusación vertida contra Juan de Vadillo, por haber vendido masivamente indios como esclavos. Y en la década de 1520, Nuño Beltrán de Guzmán había llegado a cambiar indios del Panuco (México) por caballos19. Las sucesivas expediciones, que tuvieron lugar entre 1526 y 1527, con salida de La Española hacia Santa Marta y Cartagena, siguieron teniendo como único objetivo obtener riquezas y capturar esclavos y no la colonización del territorio20.

2.- El problema de la alimentación en la Conquista de Cartagena El 5 de agosto de 1532 se firmaba en Medina del Campo la primera Capitulación con Pedro de Heredia21. Entre las numerosas cláusulas que dicha capitulación contenía, las más relevantes para este trabajo son aquellas que buscaban promocionar el desarrollo agrícola y ganadero de la nueva gobernación. Destacamos la concesión de la facultad para efectuar un repartimiento de tierras, y las prerrogativas concedidas para la construcción del primer ingenio de azúcar en la gobernación. En este sentido, la Capitulación firmada con Pedro de Heredia no difería mucho de otras dadas con anterioridad, como la establecida con Antonio de Sedeño para la isla Trinidad, la cual tuvo como referencia22, y parece que sirvió de base para otras posteriores, como las de Jerónimo de Aguayo para el Amazonas y el Orinoco en 1552, o la de Juan de Irala en 1556, puesto que en ellas se recogían las mismas premisas y mandatos de la Corona sobre el establecimiento de ingenios y granjerías23. En las capitulaciones de Sedeño y Heredia el texto referente al reparto de tierras y a la

construcción de ingenios es idéntico: … Habido respeto a los gastos que en lo susodicho se ofrecieren e a la voluntad de nos servir con que a aquellos os movéis es nuestra merced e voluntad que habiendo disposición en la dicha ysla24, tengáis en ella todas las granjerías así de ganados y labranzas y todas las otras cosas que tienen en la dicha ysla Española e San Juan… e ocupar todas las tierras que para esto fuera menester. E así mismo al primero ingenio de azúcar que hiciésedes en la dicha ysla25 sea libre por vuestra vida y la de un heredero de todos los pechos e derechos. E que así mismo para el dicho ingenio podáis llevar de estos reinos e de las Yndias todas las herramientas de hierro que sean necesarias sin pagar derechos de Almojarifazgo no otros derechos e de todo lo demás necesario al dicho ingenio hasta estar acabado para moler de herramientas e otros materiales e que los otros ingenios que se hiciesen en la dicha ysla tengan la libertad que tienen los de la ysla Española26…

Este punto de la Capitulación nos demuestra que las intenciones de la Corona iban más allá de la mera obtención de riquezas, como había ocurrido en otras ocasiones, premiando al conquistador el intento de establecer una colonización más o menos permanente en el territorio. El modelo elegido para esta ocupación estable de las nuevas tierras fue el de la Isla Española, es decir, un asentamiento español sobre las bases económicas de los ingenios de azúcar, además de la cría de ganado y otras actividades. Pedro de Heredia poseía un trapiche de azúcar en la villa de Azua, en la isla de La Española, y otros muchos capitulantes eran señores de ingenios en las islas. En este sentido, el deseo de la Corona fue trasplantar este sistema económico, que generaba ingresos para ella, asegurando también un modo de subsistencia para los nuevos pobladores. Sin embargo, durante los primeros años del asentamiento español en Cartagena, las intenciones de la Corona tuvieron poca repercusión, pues sin duda alguna resultaba mucho más rentable continuar con las inversiones en Santo Domingo como hizo, según Justo del Río, Heredia con su trapiche en Azua, sin que haya constancia documental de que explotara ingenio alguno en Cartagena y se dedicó sobre todo al rescate casi de manera compulsiva27. Por este motivo, la Corona remitió dos reales cédulas el 7 de diciembre de 1537 y

el 26 de septiembre de 1539, respectivamente, al Licenciado Juan de Santa Cruz, por entonces gobernador de Cartagena, autorizándole a llevar cañas de azúcar a la gobernación y plantarlas allí28, y ordenándole al Obispo de Cartagena que proveyera todo lo necesario, incluida la concesión de tierras, para la creación de un ingenio de azúcar en Turbaco29. La expedición de Pedro de Heredia, que zarpó de Sanlúcar de Barrameda el 29 de septiembre de 153230, llegó a la isla de La Gomera el 11 de octubre, donde permaneció varios días tratando de conseguir víveres en dicha isla y en la vecina La Palma. De allí fueron rumbo a Puerto Rico, donde se produjo una primera incorporación de hombres a la hueste, hombres que habían quedado en la isla tras la fracasada expedición de Sebastián Caboto al Río de la Plata. La siguiente escala fue Azua, en Santo Domingo donde, como ya se ha comentado, Heredia poseía un ingenio de azúcar en sociedad con Damián de Peralta, y donde se produjo un nuevo aumento del contingente humano, procedente al parecer de las huestes de Diego de Ordaz y Sedeño31. Las escalas de este viaje fueron igualmente aprovechadas para reponer alimentos y bastimentos, sobre todo caballos, cuyos gastos fueron sufragados con la venta de esclavos indios32. Desde el mismo momento en que los españoles desembarcaron en Cartagena, se encontraron con un enorme problema: la falta de agua. Un problema del que el propio Heredia fue consciente al atracar en Caramari, por lo cual decidió reconocer las zonas próximas

24  En la Capitulación de Heredia dice “en la dicha tierra” 25  En la Capitulación de Heredia dice “en la dicha provincia” 26  Asiento y Capitulación con Antonio Sedeño. Madrid, 12 de julio de 1530. AGI, Patronato, 18, N.9, R.1 27  Del Río Moreno, Los inicios de la agricultura…, p. 327. 28  Cédula al Licenciado Santa Cruz. Valladolid, 7 de diciembre de 1537. AGI, Santa Fe, 987, Libro 2, fol.26v. Recogido por Friede, op. cit., tomo 4: 272 29  Cédula al Obispo de Cartagena. 26 de septiembre de 1539. AGI, Santa fe, 987, Libro 2, fol.87. Ibíd., tomo 5: 246 30  Gómez, Pedro de Heredia: 31 31  Ibid.: 32 32  Justo del Río Moreno, Guerreros y ganaderos. Caballos y équidos españoles en la conquista y colonización de América, Sevilla, ASAJA- Sevilla, 1992: 129

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en busca del lugar más adecuado para el establecimiento de la ciudad principal “porque en toda esta bahía no se ha podido hallar agua que corra”33, a pesar de que finalmente la ciudad se emplazaría en el primer lugar establecido. La falta de agua sería un problema que perseguiría a la ciudad durante todo el siglo XVI. En 1536, Juan de Vadillo informaba de la necesidad de cambiar la ubicación de la ciudad a un lugar “sin tanta falta de agua”. De igual modo se expresaron algunos de los vecinos principales de la ciudad en 1537, que presentaron dos alternativas: cambiar la ciudad de emplazamiento o bien construir un canal que sirviese para llevar agua a la ciudad que ya estaba establecida. El primer intento de trasladar agua a la ciudad desde el arroyo Matute fracasó porque el Consejo de Indias no respondió ni afirmativa ni negativamente a esta solicitud y la ciudad tuvo que subsistir con el agua almacenada en pozos y aljibes, llamados jagüeyes. Y más avanzado el siglo, en 1565, el tema del agua seguía creando polémica. Ese año se dio aprobación para la construcción de un canal que trasladara agua a la ciudad y así parecía que se iba a hacer, pues un año más tarde se estableció un impuesto especial, o sisa, sobre determinadas mercancías que llegaban a la ciudad, que ayudara a sufragar dicho traslado desde Turbaco. Sin embargo, surgieron muchas voces discordantes, pues según los comerciantes de Santa Fe el impuesto no iba a parar directamente a las obras del canal, sino a los bolsillos de algunos vecinos, acusación que siempre fue rechazada desde Cartagena. A pesar de todo el impuesto volvió a subir en 1583 a razón de dos pesos por cada negro de servicio o esclavo que llegara a la ciudad, medio peso por cada pipa de vino y un uno por ciento del valor de cada una de las demás mercancías, “a excepción de la carne, cuyo precio en la ciudad ya era suficientemente alto”34. Las constantes subidas de los impuestos no agradaban a todos y un grupo de vecinos se quejaba en 1585 de que las obras del canal de Turbaco no acabarían nunca y sólo servían para enriquecer a unos cuantos vecinos influyentes. Finalmente, el canal nunca se terminó. Durante la colonia, el proyecto del mismo se quedó en una gran cantidad de disputas, bien con la Audiencia de Santa Fe, bien entre los propios pobladores, muchos de los cuales aumentaron sus riquezas con el dinero recaudado de los impuestos. Y la ciudad continuó abasteciéndose de agua como la había estado haciendo desde que llegara a ella Pedro de Heredia en 1532.

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Sin embargo, la falta de agua no fue sino de uno más de los problemas que la hueste de Don Pedro encontró a su llegada a la bahía de Cartagena. Tras desembarcar, Heredia organizó una expedición de reconocimiento del terreno en busca del lugar más apropiado para asentarse y fue entonces cuando comenzaron los problemas derivados de la falta de alimentos. En busca de zonas ricas en oro, Heredia y sus hombres anduvieron una buena parte de la gobernación en busca de rescates con los indígenas, pero en muchas ocasiones, y a falta del ansiado metal, no tuvieron más remedio que aceptar el rescate de alimentos. En el pueblo de Canapote, Heredia no permitió que sus hombres tomaran de dicho pueblo nada que no fuera comida que, en palabras del cronista Fernández de Oviedo, era cosa que no se podía excusar35. Sin duda, la sombra del hambre ya había hecho aparición. Posteriormente siguieron reconociendo el terreno, pero debido a las malas condiciones de la tierra, plagada de ciénagas, estancos y atolladeros, se encaminaron hacia Turbaco, donde tuvieron el primer encuentro armado con los naturales. Una vez repuestos de este enfrentamiento, Pedro de Heredia y sus hombres continuaron su camino, pasando por Tegoa donde encontraron maíz, pescados, gallinas y otros alimentos, así como mucha agua, y por Chagoapo, donde los indios les obsequiaron con más alimentos. El cronista Oviedo describe que en el camino hacia Zamba, llegaron a un lugar en el que encontraron agua potable, algo “que no fue poco placer para su gente, y socorro grande de su sed, y a la de sus caballos, porque desde Calamar hasta allí no la había hallado ni habían bebido”36. Posteriormente, pasaron por Zamba, lugar que Heredia no consideró apto para asentarse de manera estable, “porque el puerto es bajo a la entrada que no tiene más de braza y media, y aunque es la más

33  Carmen Gómez Pérez, “La ciudad sin agua. Los poderes públicos y el canal de Turbaco a fines del siglo XVI”, en Revista Historia y Cultura, nº 4. Cartagena de Indias, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad de Cartagena, , diciembre de 1996: 290 – 292 34  Ibid., p.306 35  Fernández de Oviedo, op. cit., Libro XXVII, capítulo V (tomo 3, p.145) 36  Ibid., Libro XVII, capítulo VI (Tomo 3: 149 – 150)

fértil tierra que hay en el mundo y más poblada, no hay buena disposición para hacer un pueblo”37. Desde allí el gobernador envió a sus hombres por las zonas próximas en busca de alimentos y de alianzas con los indios. En algunos pueblos fueron acogidos pacíficamente, recibiendo de los indios oro y comidas con que sustentarse. Éste fue el caso de Mangoa, primer pueblo en el que según Fernández de Oviedo los españoles recibieron oro y fueron agasajados con aves, pescados, pan, vino y yuca. Similares situaciones se dieron en otros asentamientos indígenas: Calapa, donde les dieron oro y comida, Milto, Migagar, Carnapacoa, Timiriguaco…38. Un momento realmente importante fue el vivido por los españoles cuando el cacique de Zipacua les envió, una vez firmada la paz, hasta 400 “viejas” cargadas con maíz, carne de monte y otras comidas39. Posiblemente fue durante las expediciones al Cenú y la extracción del oro de sus sepulturas cuando los españoles sufrieron con más fuerza el aguijón del hambre. Bien abundantes son las referencias documentales sobre las penalidades que los conquistadores sufrieron pasaron en aquella tierra. En una probanza presentada por Pedro de Heredia en 1534, el gobernador se mostró particularmente comunicativo en lo referente a la primera entrada al cementerio del Cenú “para yr en descubrimiento y busca de las provincias del Perú”. Heredia relata que pasaron muchas penalidades y se les murieron algunos caballos y dos negros de los diez que llevaba40, hecho corroborado por varios de los testigos presentados por el gobernador, entre ellos, Gómez Becerra, Juan de Villoria, Alonso López de Ayala, Alonso de Montemayor y Alonso de Saavedra. Sin duda alguna, el testimonio más esclarecedor fue presentado por Francisco de Logroño: … que fue este testigo a la dicha entrada e que sabe que ningunos cristianos hasta hoy padecieron tantos e tan grandes trabajos como ellos de hambre e de sed e frío e sierras e que este testigo vio quedar helados en una sierra más de diez personas e muchos caballos despeñados… e que no eran caídos los caballos cuando eran comidos de los cristianos que cosa ninguna se dejaba de comer hasta las tripas…41

Otros testimonios elocuentes proceden de las jornadas a las sierras de Abreba, donde “se pasó mucho trabajo de hambre de manera que se perdieron más de

sesenta cristianos”42. Esto, unido a la dificultad del terreno y a las abundantes lluvias, hizo al gobernador desistir de su propósito y tomar la decisión de retornar al Cenú43. Sin embargo, la vuelta al Cenú no hizo sino aumentar el cada vez más creciente descontento de los hombres hacia el gobernador. Una vez allí, Pedro de Heredia se negó al requerimiento de algunos españoles de fundar una población en el Cenú, argumentando la escasez de alimentos de la tierra44. Con esta misma excusa, además, mandó desde el Cenú a algunos hombres a buscar alimentos por las zonas cercanas, pues la situación no era precisamente favorable, hasta el punto que, debido a la falta de comida, los españoles a veces llegaban a cambiar por un puñado de maíz todo el oro extraído durante varios días. Se da la circunstancia de que este hecho fue promovido por el propio gobernador, a quien se acusó de favorecer a los indios, a los que recomendó que no diesen mantenimiento ninguno a los españoles si éstos no se lo pagaban, de manera que obligaba a los conquistadores a renunciar al botín que legalmente les pertenecía si no querían morir de hambre45. Algunos de los hombres que Heredia envió a recorrer las zonas cercanas, capitaneados por Alonso de Heredia, tuvieron que regresar al Cenú desde las sabanas de Ayapel, de donde llegaron “rotos, flacos y amarillos”, tras un duro viaje en el que para sobrevivir se alimentaban de guazumas, una fruta seca y de mal sabor, que a veces los hacía vomitar, y en el que tuvie-

37  Carta de Pedro de Heredia al Rey. S/F. AGI, Santa Fe, 37, R.1, N.3 38  Fernández de Oviedo, op. cit., Libro XVII, capítulo VII (Tomo 3: 155 – 158) 39  Juan de Castellanos, Historia de Cartagena, Bogotá, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1942: 51 40  Expediente de Pedro de Heredia para la solicitud de salario. Probanza de Pedro de Heredia. Cartagena, 10 de diciembre de 1534. AGI, Santa Fe, 37, R.1, N.1 41  Ibid. Declaración de Francisco de Logroño. 42  Carta de Pedro de Heredia al rey. Cartagena, 25 de enero de 1535. AGI, Santa Fe, 187, fols.8 a 10 43  Castellanos, op. cit., p.68 44  Ibid., p.72 45  Primer Juicio de residencia de Pedro de Heredia. Relación de los hechos probados contra Pedro de Heredia. 31 de marzo de 1536. AGI, Justicia, 523, fol.527

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Expediciones en Cartagena durante el Primer Gobierno de Pedro de Heredia, 1533-1536 (Gómez, Pedro de Heredia…, p.47)

ron que matar algunos caballos que, en muchos casos, eran el único alimento de que disponían, sin desechar ninguna parte de los mismos, de forma que, según Juan de Castellanos, la desesperación de los españoles llegó a un punto en el que “al repartir las partes del caballo en él no se hallaba cosa fea sin desecharse pie, tripa, ni callo, ni cuero ni juntura de manera que cuecen en ollas el genital tallo”46. No obstante, parece que no sólo fueron los indios los más beneficiados por el gobernador ya que una de las más graves acusaciones que se le imputaron a Heredia fue el reparto de los alimentos obtenidos por los miembros de su hueste, a raíz de los crecientes apuros económicos. Heredia, obviando el hambre y la necesidad de sus hombres, repartió descaradamente los alimentos entre sus negros de confianza, que se encontraban extrayendo oro de las sepulturas. En los interrogatorios del primer juicio de residencia al gobernador, las declaraciones de muchos de los testigos

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fueron bien explícitas al respecto. Gonzalo Sánchez, por ejemplo, declaró que los españoles habían recogido más de 700 fanegas de maíz para llevarlas al Cenú, y una vez en el cementerio, el gobernador y su hermano se apropiaron de ellas y las guardaron en un bohío, repartiéndolas entre sus negros: hasta 6 bollos de maíz a cada uno para comer y para cenar, mientras que a los conquistadores sólo les daba un bollo o bollo y medio, y eso, si estaban enfermos; a los sanos, ni siquiera eso47. En los mismos términos se expresaban otros vecinos como Pedro Ordóñez de Peñalosa, Alonso de Cáceres, Juan Velázquez, Juan Estrada y Antón Gallego, muchos de los cuales llegaron a denunciar que los negros les vendían a los españoles las sobras de las comidas que el gobernador les daba. De hecho, gran parte de los interrogatorios de los dos primeros juicios de residencia de Pedro de Heredia estaban relacionados con la hambruna generalizada de la hueste y con la directa responsabilidad del gobernador. A todo ello habría que sumar una nueva incorporación masiva de gente, el grupo de Rodrigo Durán, en noviembre de 1534. La superpoblación a la que se vio sometida la gobernación agravó, sin duda, el ya difícil sostenimiento de los españoles. El gobernador, en un intento por solucionar esta situación, organizó varias expediciones a recorrer la zona en busca de alimentos. En una de ellas, la dirigida por Alonso de Heredia, se llegó hasta Urabá, donde se fundó la ciudad de San Sebastián de Buena Vista48, en una zona rica y fértil, que sería, según los oficiales reales, de gran beneficio a la gobernación, por ser “tierra de buena disposición y haber

46  Castellanos, op. cit., pp.84 – 87 47  Primer Juicio de Residencia de Pedro de Heredia. Declaraciones de los testigos de la acusación. AGI, Justicia, 521, fol.75 48  Pedro Simón, Noticias Historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales, Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 1981, tomo 5: 149 – 150. El cronista Juan de Castellanos afirma que en ese viaje, Alonso de Heredia y sus hombres llegaron a un lugar llamado Las Balsillas, fundando un pueblo de españoles que desde entonces se llamó Santiago de Tolú. Sin embargo, se sabe por la relación de méritos y servicios de Cebrián de Moreta, que la fundación oficial de Tolú tuvo lugar a fines del año 1537, en tiempos del gobernador Juan de Vadillo. Esta es una de las muchas afirmaciones que demuestran que las declaraciones de los cronistas son, cuando menos, dudosas. Relación de méritos y servicios de Cebrián de Moreta. 1579. AGI, Patronato, 123, R.14

en ella manera para criar ganados vacunos y ovejunos y puercos y hacer los cristianos españoles estancias para tener sus labranzas”49. A pesar del éxito de esta expedición, algunos de los testigos dudaron de las “buenas” intenciones del gobernador. En el interrogatorio de cargo, celebrado el día 9 de mayo de 1537, Gabriel Pajes, vecino y conquistador afirmó que Heredia había mandado a la gente a Urabá con el fin de quedarse solo en el Cenú y de que los españoles no se comieran el maíz que allí había50. Sin duda, una muestra más de la inestabilidad de la región y de las graves carencias económicas, favorecidas además por la improvisación de la conquista y por el interés desmesurado por los rescates del Cenú. La obsesión de la ganancia fácil y rápida impedía una organización del territorio, que seguramente hubiera paliado estos episodios de hambre y, en consecuencia, el descontento masivo del grupo conquistador. Mientras, las cosas en la ciudad de Cartagena no iban mucho mejor que en el Cenú. Era realmente difícil que las ínfimas fortunas de los españoles pudieran hacer frente al encarecimiento de los productos básicos para la subsistencia. Fueron muchas las informaciones que sobre el costo de la vida se enviaban a España. Por medio de ellas se puede conocer aproximadamente el precio de los alimentos en el mercado cartagenero y el notable incremento de los mismos cuando eran vendidos en el resto de la gobernación. En la ciudad, concretamente, una pipa de harina costaba treinta castellanos, alcanzando más de cuarenta si era de vino. Pues bien, ninguno de estos productos podía comprarse en el Cenú por menos de cincuenta castellanos de oro. Y lo mismo ocurría con otros alimentos, como la carne salada de cerdo, de la que si una arroba costaba entre cinco y seis pesos en Cartagena, en el Cenú su precio aumentaba hasta diez, o la carne fresca que costaba un peso en el Cenú y entre cuatro y cinco reales en Cartagena. Por su parte, un quintal de bizcocho costaba entre once y trece pesos en Cartagena y hasta veintiocho en el Cenú; los huevos se vendían por unidades a medio real la unidad, los pollos por un ducado la pieza y cada gallina que se compraba costaba dos pesos51. Pero además, todos los productos necesarios para la subsistencia de los habitantes de la nueva gobernación, a excepción de los propios de la tierra, maíz, yuca, algunos frutales, etc., tenían que ser importados desde La Española y Puerto Rico. Lógicamente los comerciantes de las islas convirtieron estas ventas en

lucrativos negocios, elevando los precios hasta cotas que pocos en Cartagena podían permitirse. De hecho, los oficiales reales, en una carta a la Corona en mayo de 1535, hacían una extensa relación de las penurias que la gente había pasado en el Cenú hasta el punto de que muchos estaban muriendo de hambre y de sed. Al mismo tiempo solicitaban un aumento de su salario, pues el que tenían no era suficiente para sobrevivir en tales circunstancias52. Sin duda, la masiva llegada de gente, los problemas para acceder a una alimentación adecuada, el progresivo endeudamiento de los habitantes y los abusos del gobernador, provocaron una rápida despoblación de la gobernación. En 1535, el propio Heredia decía que “todos están endeudados en caballos y bastimentos en muchos pesos de oro… muchos se han ido por no poder pagar las dichas deudas”53. De nuevo, las acusaciones vertidas contra el gobernador en su juicio de residencia y los cargos a él imputados apuntan a este hecho. Durante la pesquisa secreta, hombres de importancia como Gonzalo Sánchez, el alcalde Pedro Ordóñez de Peñalosa, el capitán Alonso de Cáceres o el veedor Juan Velázquez culparon a Heredia de la despoblación que la gobernación estaba sufriendo, porque los españoles no tenían con qué mantenerse (ni oro ni alimentos), llegando a tal estado de desesperación que algunos de ellos se alzaron, tomaron dos navíos del puerto de Cartagena y abandonaron la tierra54. Igualmente, algunos miembros de la hueste de Pedro de Heredia

49  Carta de los oficiales reales de Cartagena al rey. Cartagena, 5 de abril de 1536. AGI, Santa Fe, 187, fols. 23 – 24 50  Primer Juicio de Residencia de Pedro de Heredia. Declaraciones de los testigos de cargo. AGI, Justicia, 522, fol.64 51  Los datos de los precios de los productos en la Gobernación de Cartagena han sido recogidos de varias informaciones dadas por los oficiales reales, el gobernador y el Obispo: Información de Alonso de Saavedra. 1537. AGI, Santa Fe, 122, N.6. El Obispo de Cartagena al Rey. 31 de mayo de 1535. AGI, Justicia, 1123. Carta de Pedro de Heredia al Rey. 25 de noviembre de 1535. AGI, Santa Fe, 37, N.2. 52  Carta de los oficiales reales al Rey. Cartagena, 27 de mayo de 1535. AGI, Santa Fe, 187, fols. 4 – 6 53  Probanza de Pedro de Heredia ante Alonso de Bejines. Cartagena, 24 de noviembre de 1535. AGI, Patronato, 50, N.6, R.4 54  Primer Juicio de Residencia de Pedro de Heredia. Declaraciones de los testigos. AGI, Justicia, 521.

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solicitaron al rey una mejora de su situación económica, pues habían tenido que gastar mucho dinero en comprar caballos y otras vituallas para las entradas que se hicieron en el territorio55. Para completar este nefasto panorama, a medida que el tiempo iba pasando, las evidencias de que la tierra, en muchas zonas, no era la adecuada para su población eran cada vez más evidentes, como lo denunció Martín de Guzmán en 153556. No sólo las expectativas se habían difuminado en el Cenú, sino que, además, la tierra no parecía tener mucho futuro. Por ello, no fue raro que muchos de los hombres llegados con Durán o posteriormente con Juan del Junco, alentados por la fama de riqueza de la zona, abandonaran la tierra al poco tiempo de llegar a ella, motivo por el cual su rastro se pierde en la documentación consultada57. La situación era tan crítica y las quejas tan abundantes, “de Cartagena tenemos nueva de que ha perecido mucha gente de la venida de Castilla, de hambres y enfermedades”58, que la Audiencia de Santo Domingo decidió enviar a Cartagena al Licenciado Dorantes para que tomara residencia a Pedro de Heredia porque “los españoles se habían empezado a amotinar contra Heredia por su mala gobernación”, pero el barco en que el Licenciado viajaba a Cartagena naufragó a unas quinientas leguas de la bahía, por lo cual la Audiencia decidió enviar al oidor Juan de Vadillo, viejo conocido del gobernador Heredia, para que tomara la residencia59. Lo primero que el oidor hizo fue enviar a varios hombres a Urabá con la orden de prender al gobernador y su hermano y trasladarlos a Cartagena, donde los encarceló y confiscó todos sus bienes60. Desde el mismo momento en que Juan de Vadillo se hizo cargo del gobierno de Cartagena, su principal obsesión fue encontrar nuevas tierras ricas en oro y alimentos que les permitieran sustentarse. Entre esas nuevas tierras se encontraban las minas de Buriticá, objeto de varias expediciones, capitaneadas por Juan Romero y por Francisco César. Ésta última estaba compuesta por ocho hombres de a caballo, cuarenta de a pie y hasta cincuenta caballos, de los cuales murieron siete por comerse unos bejucos venenosos61. Parece que los resultados no fueron excesivamente positivos en lo económico, pero sí en la ampliación de las fronteras del territorio explorado por los conquistadores que bien podían haber ofrecido alternativas a la superpoblación que la gobernación estaba viviendo.

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El gobierno de Vadillo estuvo marcado por las mismas circunstancias que el de Pedro de Heredia: superpoblación, falta de alimentos y, en consecuencia, masiva huida de las tierras. La expedición al Río San Jorge, cuyo punto de partida fue el Cenú, resultó un nuevo fracaso ya que el hambre y las hostilidades de los indios obligaron a los españoles a retroceder, después de un mes “sin tener nada que comer por haberse acabado los bastimentos y comido los caballos e padecieron mucha hambre e tanto que estuvieron a punto de muerte”62. Además, Vadillo decidió enviar a Urabá un barco con alimentos y otros mantenimientos, porque allí no tenían que comer, y muchos habían abandonado la provincia atraídos por las noticias que llegaban del Perú. Argumentaba el juez que, al no haber una fundición de oro, los mercaderes no iban a aquella tierra y esa era la causa de aquella falta de mantenimientos. De Urabá, sin embargo, el visitador alababa su buena disposición, una zona llana cerca del mar, un lugar tan sano “que ninguno adolecía e con no comer sino palmitos tenían tan buena color como los que venían de Castilla”, y la comparaba con Cartagena donde no se podía criar ganado tan bien como en Urabá. Además, hizo plantar allí naranjos, limas, plátanos, granados y hortalizas que si hubieran sido plantados desde el principio habrían

55  Testimonio de Juan de Elorriaga en Panamá. Panamá, 14 de enero de 1537. AGI, Panamá, 61 56  Carta de Martín de Guzmán al Rey. Cartagena, 1535. AGI, Santa Fe, 122, R.1 57  Agradezco nuevamente a la Dra. Carmen Gómez que me haya facilitado este dato. 58  Carta de los oficiales de Santo Domingo al rey. Santo Domingo, 24 de julio de 1535. AGI, Santo Domingo, 49, R.6, N.40 59  Carta de los oficiales de Santo Domingo al Rey. 31 de diciembre de 1538. Recogido en la Colección de Documentos Inéditos relativos al Descubrimiento. Conquista y Organización de las antiguas posesiones españolas en América y Oceanía, sacados en su mayor parte del Real Archivo de Indias. Bajo la dirección de los Sres. D. Joaquín Pacheco, D. Luís Cárdenas y D. Luis Torres de Mendoza, Madrid, Imprenta Manuel B. de Quirós, 1864-1884, tomo 1: 555 – 556. 60  Simón, op. cit., tomo 5, p.154 61  Carta del licenciado Vadillo al rey. Cartagena, 11 de febrero de 1537. AGI, Santo Domingo, 49, R.8, N.54 62  Relación de méritos y servicios de Cebrián de Moreta. 1579. AGI, Patronato, 123, R.14

dado de comer a la gente y la situación no habría llegado a se tan desesperada63. No obstante, la gobernación seguía sin tener capacidad de autoabastecerse de ciertos alimentos. En una carta de Vadillo, se hacía referencia a una merced concedida por la Corona, que había ordenado a los oficiales de Jamaica que enviaran quinientas vacas a Cartagena, para el mantenimiento de los pobladores. Sin embargo, el oidor informaba que el flete de cada animal costaría no menos de veinte pesos, por lo que el traslado de todos subiría hasta los 10.000 pesos. Vadillo solicitaba que esa cantidad fuera remitida en oro, pues además la dificultad de la tierra hacía muy difícil la cría de ganado, a no ser que éste se enviara a Cenú o Urabá lo cual incrementaría enormemente los costos64. Por otro lado, Vadillo recorrió parte de la gobernación con un importante plan de mejoras. En el Cenú ordenó edificar una iglesia, repartir solares para la construcción de casas y el trazado de calles, y llevar sesenta puercas con sus berracos para criarlos y abastecer de carne al propio Cenú y a Cartagena, que en esos momentos padecía una gran necesidad de la misma. Se temían, además, tiempos de más carestía por la afluencia continua de españoles que, en su mayor parte, utilizaban la ciudad como destino intermedio o de paso hacia otras regiones más ricas. Al parecer, sólo se contaba con el maíz indígena. Así daba muestra de ello Vadillo a Carlos V: “si no hubiera sido por el maíz de los indios, no se podía haber sostenido la tierra”65. Urabá fue el punto de partida de una nueva expedición hacia las minas de Buriticá, capitaneada por el propio Juan de Vadillo. El viaje comenzó el 24 de enero de 1538, recorriendo la provincia de Abibe, donde permanecieron quince o veinte días dada la abundancia de alimentos. A lo largo de todo el recorrido, los hombres de la hueste de Vadillo fueron estableciendo alianzas con algunos señores, como Tuatoque, cacique del pueblo del río Guaca, que ofreció a los españoles muchas joyas y hasta cien indios cargados con comida. Una vez en la tierra de las minas, Vadillo y sus hombres se dedicaron a recorrer la zona, pasando por la provincia de Iraca, donde encontraron muchos alimentos y permanecieron dos meses, llegando a Naratupe, desde donde Vadillo envió a diez de los negros que llevaban a buscar comida, pero fueron atacados por los indios, muriendo uno de ellos devorado por los indígenas. Al llegar a Caramanta los ánimos de muchos hombres

habían decaído tanto que llegaron a solicitar a Vadillo, por medio del comendador Sosa, que regresaran a Cartagena, pues el hambre, las fatigas del camino y las bajas sufridas lo hacían necesario. La experiencia vivida por estos hombres durante la expedición no había sido grata en modo alguno, pues durante gran parte del viaje se habían alimentado de los caballos que se iban despeñando por las sierras unas veces, de raíces de juncos otras, y, en muchas ocasiones, pasaron varios días sin un alimento que llevarse a la boca66. Sin embargo, Vadillo dijo a sus hombres que él no regresaría y que si era necesario llegaría incluso a continuar su camino sólo, ante lo cual sus hombres decidieron acompañarle, llegando a la provincia de Anserma. Cieza de León cuenta que por el camino habían pasado mucha hambre “carne hacía más de un año que no la comíamos” y que al llegar al pueblo, que había sido abandonado por los indios, hallaron una olla llena de carne cocida y los españoles se lanzaron a comer de ella sin darse cuenta que aquella carne era humana: “un cristiano sacó de una olla una mano con sus dedos y uñas… pedazos de pies, dos o tres cuatros de hombre”67. Si se creen las palabras del cronista, se trataría de un caso de canibalismo por parte de los españoles, aunque en este caso habría que hablar de un canibalismo “involuntario”. Pero éste no fue el único caso conocido de las escasas y desesperadas prácticas antropofágicas de los españoles. En la expedición de Ambrosio Dalfinger a Maracaibo, tres hombres y un chico joven se separaron de la hueste y se internaron en un camino por su cuenta. Al cabo de unos días el chico regresó sólo y dijo que los tres hombres, uno de los cuales era su padre, habían matado a una mujer india y se la habían comido y para demostrarlo les enseñó un trozo de carne que habían guardado para el camino. No se

63  Carta del licenciado Vadillo al rey. Cartagena, 15 de octubre de 1537. AGI, Santo Domingo, 49, R.8, N.57 64  Carta del licenciado Vadillo al rey. Cartagena, 11 de febrero de 1537. AGI, Santo Domingo, 49, R.8, N.54 65  Carta del licenciado Vadillo al rey. Cartagena, 15 de octubre de 1537. AGI, Santo Domingo, 49, R.8, N.57 66  Fernández de Oviedo, op. cit., Libro XXVII, caps. X y XI (Tomo 3: 166 – 169) 67  Cieza, op. cit: 70

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sabe hasta qué punto era verdadera la historia de este muchacho, pero lo cierto es que los tres hombres no regresaron nunca. Otro caso más se dio en esta misma expedición cuando, habiendo quedado en el camino cuatro hombres heridos y un sirviente, tuvieron que calmar su hambre con la carne de dos indios68. En 1538, Juan de Santa Cruz llegó a la gobernación de Cartagena, enviado por la Audiencia de Santo Domingo, ante las numerosas quejas que en ella se recibieron contra Vadillo, entre las que destacan las masivas ventas de indios como esclavos y los abusos en las ventas de maíz y vino en el Cenú. Además, se le encargó su intervención en el proceso contra Heredia y su hermano. Junto a las instrucciones a Juan de Santa Cruz, se le concedieron varias mercedes: por ejemplo, se le permitió que pudiera llevar a Cartagena cañas de azúcar y allí las plantara y criara, en un intento más de la Corona por establecer en la gobernación plantaciones de azúcar que ayudaran al sostenimiento de la misma69. No se puede decir que en Cartagena, la situación hubiera mejorado mucho a la llegada de Santa Cruz. La carestía de alimentos era una constante en toda la gobernación, pero mucho más acentuada en la ciudad y no sólo afectaba a la población española, sino también a la aborigen. Esta afirmación se deduce de las palabras que el propio visitador plasmó en dos cartas. En una de ellas explicaba que en las entradas que se habían hecho no se había llevado ganado, por no haber pastos para alimentarlos, que había comenzado a construir un camino hasta una sabana para poder trasladar animales y que los indios tenían mucha necesidad, porque había habido una gran sequía y se habían perdido sus maizales70. En la otra, fechada un mes más tarde, decía: … he visto que los indios por no tener providencias para saber guardar sus mayzes de unos tiempos para otros y por no tener buen gobierno para hacer sus labranzas andan aquí entre los cristianos muchos de ellos perdidos muertos de hambre e por los pueblos que están desviados de esta ciudad y de pueblos de cristianos mueren de hambre que como son gente tan bestias no saben buscallo ni hazer providencias ninguna, que si estuviesen encomendados las personas que los tuviesen tenían cuidado de poneles recaubdo de manera que se muriesen por asi de esto como de sarampión se han muerto más de tres mil yndios…71. 

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En similares términos se expresaban los oficiales reales que, por las mismas fechas, presentaban su queja argumentando que “estamos más de quinientos y no tenemos un pan que comer… ha ocho meses que no llueve, no han crecido maizales”72. Los miembros del cabildo secular cartagenero tampoco eran ajenos a la penuria que estaban pasando de manera que, también en 1539, solicitaron al rey que pudieran establecerse encomiendas en la gobernación, argumentando que, sin ellas, no podrían crearse estancias para criar ganado ni labranzas de tierra, con lo que se agudizaría el problema. A esta solicitud acompañaba otra que pretendía la concesión de una prórroga en la exención del almojarifazgo pues “lo que viene se vende tan a excesivos precios que los vecinos y pobladores de esta provincia padecen necesidad”73. La respuesta de la Corona a estas y otras súplicas llegó a Cartagena en forma de reales cédulas dirigidas a sus gobernantes. En la línea, ya comentada anteriormente, destinada a favorecer el establecimiento de ingenios azucareros en la gobernación, se ordenaba al Obispo que proveyera todo aquello que considerara necesario, incluso la concesión de tierras, para que pudiera crearse un ingenio en la zona de Turbaco74. Igualmente, se avisaba al propio Santa Cruz, que se le aprobaba su proyecto de construir un camino para el trasporte de ganado y un puente hasta la ciudad75.

68  John Hemming, En busca de El Dorado, Barcelona, Reseña, 1995: 52 – 54 69  Cédula al licenciado Santa Cruz. Valladolid, 7 de diciembre de 1537. AGI, Santa Fe, 987, L.2, fol.26V. Recogido por Friede, op. cit., tomo 4: 272 70  Carta del licenciado Santa Cruz al rey. Cartagena, 20 de marzo de 1539. AGI, Santa Fe, 80. Recogido por Friede, op. cit., tomo 5: 126 71  Carta del licenciado Santa Cruz al rey. Cartagena, 21 de abril de 1539. AGI, Santa Fe, 80, N.14 72  Carta de los oficiales reales al rey. Cartagena, 20 de abril de 1539. AGI, Santa Fe, 72, N.3 73  Carta del Cabildo Secular de Cartagena. Cartagena, 10 de julio de 1539. AGI, Santa Fe, 62, N.2 74  Cédula al Obispo de Cartagena. 26 de septiembre de 1539. AGI, Santa Fe, 987, L.2, fol.87. Recogido por Friede, op. cit., tomo 5: 246 75  Cédula al licenciado Santa Cruz. 3 de octubre de 1539. AGI, Santa Fe, 987, L.2, fol.90. Recogido por Friede, op. cit., tomo 5: 251

En este estado de cosas, a mediados de 1541 se produjo el retorno de Pedro de Heredia a Cartagena, restituido como gobernador. No se ha encontrado referencia alguna al tema de la alimentación en esta segunda etapa de gobierno de Heredia y son escasas las que se tienen de aquí en adelante, pero al parecer las cosas poco habían cambiado. Se sabe, por ejemplo, que cuando el gobernador regresó a la provincia, los vecinos del Cenú se habían trasladado a Catarapa en busca de un lugar donde poder sustentarse76. En 1546 los oficiales de Cartagena escribieron a Madrid solicitando un nuevo reparto de encomiendas con base en las ya antiguas quejas sobre la miseria que se padecía en la tierra, donde únicamente podían abastecerse de aves y maíz77. Algunos años más tarde, Fray José de Robles expresaba la conveniencia de establecer en la gobernación rozas y granjerías para que la tierra se perpetuase y pudiese salir adelante, pero consideraba necesario que los indios ayudasen a los españoles a sembrar como condición importantísima para que la ciudad se mantuviese78. Y el 13 de octubre de 1551, el rey recibió una carta de Pedro de Heredia, que ya estaba en su tercer período de gobierno, en la que suplicaba un aumento del salario que tenía establecido su cargo de gobernador por no poder mantenerse y pedía que, para poder sustentarse, se le concediese la merced de recibir una cierta cantidad anual de maíz de los pueblos encomendados a la corona79. De la misma fecha es otra carta del Deán Pérez Materano, en la que critica la actitud del gobernador ante las necesidades de la tierra: … aquí habían hecho los vecinos de este pueblo y los de toda la gobernación estancias por donde se sustentaban todos los vecinos y los que van y vienen y se habían dado tanto a ellas y que habían puesto árboles ansi de Castilla como de la tierra y que ya daban fruta, mandó don Pedro de Heredia govenador de esta tierra que no se traxesen yndios de los pueblos a las beneficiar, y es muy gran lástima ver perder tantos árboles criados padeciendo nosotros gran necesidad y los que van y vienen. Solían valer las gallinas a peso y valen a dos reales por causa de las estancias que estaban pobladas donde se criaban muchas. Han salido los vecinos a algunos partidos con el gobernador diciendo que lo que siembran en los pueblos sembrasen en las estancias la mitad y la otra mitad allá o como mejor le pareciese y

no ha querido salir ninguna cosa…80

Del mismo modo, en 1552, Pedro de Heredia encomendó una expedición a su hijo Antonio para que fuese a repoblar el pueblo de San Sebastián de Buena Vista que, al parecer, se había despoblado en gran medida en tiempos de Miguel Díaz de Armendáriz por la gran escasez de abastecimientos81. En 1556, año de la muerte del Adelantado Pedro de Heredia, la Corona emitió una real cédula por la cual se hacía eco de las quejas, ante ella presentadas, referidas a los abusos de los encomenderos contra los indios, incluidos aquellos encomendados a la propia Corona, a quienes los hacían trabajar excesivamente en sus labranzas y criar puercos que luego ellos vendían como propios. Sin embargo, María del Carmen Borrego anota que esta cédula, expedida en Valladolid, nunca fue cumplida y los gobernadores que la provincia tuvo tras la muerte de Heredia cometieron gran cantidad de abusos82. Pocos años más tarde, la visita de Melchor Pérez de Arteaga a la gobernación de Cartagena, en la década de 1560, tenía entre sus objetivos la fundación de pueblos de indios en lugares sanos y con facilidades para la labranza y cría de animales. En las casas debía destinarse un espacio al corral para criar aves y otro a una huerta en la que sembrar árboles frutales, semillas y hortalizas. Además, en los caminos que conducían a estos pueblos, se establecerían unos bohíos en los que los indios pudieran vender sus productos83. De esta

76  Segundo Juicio de Residencia de Pedro de Heredia. Información en Santa Cruz de Mompox. AGI, Justicia, 536, fol. 206v 77  Carta de los oficiales reales al Secretario del Consejo de Indias. Cartagena, 9 de mayo de 1546. AGI, Santa Fe, 72, N.6 78  Carta de Fray José de Robles. 1 de junio de 1550. AGI, Santa Fe, 233 79  Carta de Pedro de Heredia al rey. Cartagena, 13 de octubre de 1551. AGI, Santa Fe, 187, fols. 45 – 47 80  Carta del Deán Pérez Materano al rey. Cartagena, 13 de octubre de 1551. AGI, Santa Fe, 187, fols. 48 – 49 81  Gómez, Pedro de Heredia: 91 82  María del Carmen Borrego Plá, Cartagena de Indias en el siglo XVI, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1983: 143 83  Ibid.: 164

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visita, Borrego saca como conclusión que la tierra era en extremo pobre y afirma, incluso, que hasta el año 1560, en Cartagena sólo se recolectaba maíz, con el cual alimentaban a puercos y aves. Igualmente, la visita estableció una nueva tasación para las encomiendas: maíz en toda la gobernación, excepto en Cenú, que era tan pobre que tenía que hacerlo en gallinas y sal, y en María, más pobre aún, se haría solamente en gallinas84. La situación no mejoró mucho durante el resto de la segunda mitad del siglo XVI, aunque es verdad que las quejas son cada vez menos numerosas. Sirva como ejemplo un expediente enviado desde la ciudad de Cartagena en 1577 mediante el cual se solicitaba que no se ejecutase la prohibición, tanto a los indios como a los españoles, de cultivar yuca, establecida por el visitador Diego de Narváez. Justificaban esta petición argumentando que nunca ningún otro visitador o juez había prohibido el cultivo de la yuca y el cazabe: …por ser el principal sustento de todos… por no haber en aquella provincia ni trigo ni cebada… y si estuviesen dos o tres años que no se criase la dicha yuca se ve claro que no tenían que comer y se despoblaría la tierra porque la harina que se lleva es muy poca y cara y para gente regalada…

Argumentaban desde Cartagena que si no se cultivara la yuca “ni los bezinos ni las armadas de V. Alteza ni los yndios ni negros no habría de que se poder sustentar”. El origen de esta petición habría que buscarlo en una provisión a Pedro Fernández del Busto, gobernador de Cartagena, en la que Felipe II expresaba que tras la visita de Narváez y las informaciones recibidas que hablaban de los excesos que había por hacer sembrar a los naturales en las labranzas de maíz mucha yuca, se le había solicitado diese una provisión prohibiendo que se consintiera el cultivo de yuca, aunque los españoles dijeran que eran sembradas por los indios por propia voluntad. Ordenaba, igualmente, que el gobernador enviase una persona a visitar las labranzas, rozas y sementeras y que si hallase cultivada yuca la arrancase y que no permitiera que en las labranzas en las que hubiese yuca, aunque fuese plantada por negros, ésta fuera trabajada y recolectada por los indios. Se trataba una provisión para la ciudad de Cartagena y para las villas de Tolú y de María85. Las medidas para fomentar el sustento de los

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pobladores, tuvieron un ejemplo más en el reparto de solares efectuado en 1590 en peonías y caballerías. Las primeras se componían de un solar para casa de cincuenta pies de ancho y cien de largo, cien fanegas de tierra de labor de trigo o cebada86, diez de maíz, dos huebras de tierra para huerta y ocho para plantas de otros árboles, tierra de pasto para diez puercas de vientre, veinte vacas y cinco yeguas, cien ovejas y veinte cabras. Las caballerías, por su parte, contaban con cien pies de ancho y doscientos de largo para la casa y todo lo demás como cinco peonías87.

Conclusión La conquista de Cartagena no fue en absoluto fácil. A la belicosidad indígena, propia de los grupos denominados “caribes”, habría que unir las desesperadas situaciones que se presentaron ante la falta de alimentos y la aparición del hambre. La situación originada en Cartagena en el momento en que llegaron los nuevos pobladores y que ellos mismo relatan -hambrunas, muertes por comer alimentos venenosos, prácticas caníbales, endurecimiento de las condiciones de vida, falta de agua, encarecimiento del costo de la vida-, ofrecen un panorama realmente desolador. Sin embargo, resulta muy extraño que estas situaciones se produjeran en una tierra extremadamente rica en alimentos de origen vegetal y animal, que además contaba con una costa plagada de peces y crustáceos comestibles, y durante años había alimentado a la población aborigen. Como posibles explicaciones a este hecho estarían la falta de conocimientos acerca de la naturaleza cartagenera y el miedo a morir por ingerir productos venenosos, lo que efectivamente ocurrió en algunos casos, o la intención de los españoles de provocar con sus quejas un aumento de sueldo, la concesión de alguna merced o, incluso, el

84  Ibid.: 169 – 170 85  Expediente de la ciudad de Cartagena sobre la prohibición de cultivar yuca. Cartagena, 9 de julio de 1577. AGI, Santa Fe, 62, N.16 86  El cultivo de trigo no tuvo éxito alguno en las tierras cartageneras, pues las condiciones climáticas y orográficas no eran las más adecuadas para el mismo. 87  Borrego. op. cit: 315

permiso para abandonar la tierra en busca de otra que fuera más provechosa, en un movimiento poblacional que generó una casi completa despoblación del territorio, como ya se ha visto. Sea como fuere, Cartagena tuvo unos comienzos difíciles, que llevaron a las autoridades y vecinos a plantear, en varias ocasiones, la reubicación de la ciudad en otro paraje más adecuado. Sin embargo, la ciudad se mantuvo en el mismo lugar en el que fue fundada y allí permanece hoy. Una bella ciudad, condicionada por el medio en el cual se ubicó, que se convirtió en una de las más importantes de América en el período colonial. a

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