4.

J

Marx,

en

l a actual i dad

La historia ha tomado un rumbo distinto del que Marx había pensado. En el capitalismo, que él analizó, no progre­ só realmente la miseria del proletariado, ni tampoco estalló la revolución que él esperaba. Allí donde, hace cincuenta años, las soluciones comunistas de Lenin entusiasmaron a las masas y en el Este pusieron término a la Primera Guerra Mundial, el reino de la libertad por lo menos se hace esperar. Sin embargo , la comprensión de la · sociedad, sobre todo la occidental, no pasa de ser superficial sin la teoría de Marx. Que en la economía nacional académica no obtenga la im­ portancia que le corresponde resulta tanto ;más sorprendente cuanto que el horizonte de la economía en la época actual, con todas sus diferencias, hace pensar en el decenio que si­ guió al Tratado de Versalles. Sean los que fueren los diagnós­ ticos de los expertos, sus análisis y proposiciones, la vida co­ tidiana en los llamados países progresivos, la naturalidad de las intervenciones estatales, se ve dominado todo ello por la amenazadora crisis económica. Los costos cada vez más altos, la diferencia entre los exiguos ingresos y el dispendio para los logros más recientes, la problemática del ahorro para la seguridad en la vejez, el creciente descontento son sínto­ mas de la descomposición del género de vida burgués, que, en oposición a la idea de revolución, podía parecerles un ob­ jetivo digno a los que nada poseían.

La doctrina marxista, crítica de la economía política, tras­ ciende la denominada concepción clásica de la economía burguesa. Si los grandes economistas ingleses habían intenta­ do estudiar las leyes de la libre competencia, y habían reco­ nocido la regularidad de las crisis, así como la necesidad de las mismas, a principios del siglo XIX, creían que SU supera­ ción, el restablecimiento de la armonía entre la oferta y la demanda podría realizarse a un nivel cada vez más alto me­ diante las fuerzas económicas inmanentes sfu intervención del Estado. En conexión con la gran ilustración, la antigua economía burguesa consideraba que la sociedad correcta era inseparable de la libertap económica de los individuos . « Cuan-

43



do al ciudadano se le impide -leemos en Kant- buscar � u bienestar en la forma que a él le place,. y que sólo puede e'?s­ tir junto con la libertad de los otros, entonces se obst�cuhza la vitalidad de la actividad corriente y con ello ta:r:nbién las energías del todo.» 1 La independencia en el c�merc10 Y en la . industria, como en la educación y en la rehgión, fu� un fa�­ tor del sujeto autónomo. Al proclamar Marx la dif��enc1a entre los poseedores de los instrumentos de producc10n de la riqueza económica y la masa de aquellos que sólo pueden . vender su mano de obra, la oposición de las clases, de los do­ , bur­ minadores y dominados, como esenci