1. Los diarios de papel

Relatoría del taller para nuevos editores dictado por Miguel Ángel Bastenier en la Fundación Nuevo Periodismo. Cartagena. 29 de marzo a 2 de abril de ...
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Relatoría del taller para nuevos editores dictado por Miguel Ángel Bastenier en la Fundación Nuevo Periodismo. Cartagena. 29 de marzo a 2 de abril de 2004. Relator: Mauricio Gaviria. [email protected] Reconociéndose acusado de ser tremendista, Miguel Ángel Bastenier enciende el primero de los 60 cigarrillos que inundarán durante cinco días las sesiones del taller para nuevos editores, y empieza afirmando que este es el peor momento en la historia del periodismo de papel: “Hace 25 años éramos los príncipes de la información, lo que no se publicaba en los diarios simplemente no existía”.

1. Los diarios de papel. “Con tal de vender, la información nos persigue hasta debajo de la cama” M.A.B

El periodismo de papel enfrenta hoy una amenaza distinta a la que superó en los años 20 con la radio y en los 50 con la televisión: Los PC’s e Internet están ocasionando que se pierda el hábito de comprar y leer diarios; el acto suntuario de entregar unas monedas y recibir a cambio un fajo de papel que nos informa sobre nuestro entornoestá desapareciendo. En los años veinte se creyó que la radio era un golpe mortal contra el periodismo pues no requería una inversión grande de tiempo como la de los diarios para preparar una edición y la transmisión de información era más rápida. Pero eso no sucedió, al contrario, la radio contribuyó al desarrollo de la prensa. Treinta años después, con la aparición de la televisión y el aplastante peso de sus imágenes, se ponía de nuevo en peligro el futuro de los periódicos. Esta vez el periodismo de papel tampoco tuvo que temer. El periodismo, el bueno, fue y es perfectamente capaz de sobrevivir a la televisión: la prensa es aquella que se toma el tiempo para la difícil tarea de explicar el mundo al mundo. El 13 de septiembre de 1993 se firmó en los jardines de la Casa Blanca el presunto acuerdo de paz entre palestinos e israelíes. La re transmisión mostraba con zoom y primeros planos los abrazos y apretones de manos de los dirigentes; parecía no haber forma de superar informativamente el cubrimiento de ese hecho. Pero se hizo una encuesta a los televidentes preguntándoles por lo que habían visto. El resultado: nadie había entendido nada de lo que estaba sucediendo.

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Un periódico capaz de responder preguntas, de enterar a la gente de las cuestiones mínimas que le atañen a su vida, de decir cosas como cuánto cuesta y para qué sirve algo, es un periódico que puede sobrevivir al reto de la televisión instantánea. Pero la amenaza de los PC’s e Internet es distinta. Desde la década de los ochenta el mundo tiene la posibilidad de comunicarse con el mundo en tiempo real y hoy los periódicos están siendo víctimas de una explosión informativa; los avances tecnológicos han permitido que la información nos persiga a todas partes. Son muchas las formas en que en todo momento se nos presenta información constantemente y la capacidad de las personas para absorberla por medio de la lectura de los diarios está siendo desplazada. Desde 1995 no aumenta el número de diarios en activo en Europa y Estados Unidos. La cifra del número de ejemplares vendidos se encuentra estancada (Asia es el único continente en donde aumenta). Cada año se venden menos diarios, cada vez nacen menos diarios, cada vez son menos necesarios. Cualquiera se puede comunicar fácilmente al margen de la prensa. Nos encontramos ante una realidad que acecha: no somos imprescindibles, tal como se publican hoy, los diarios podrían dejar de existir. Todo muestra que ya no somos necesarios. Entonces ¿Qué hacer para sobrevivir en un mundo que no nos necesita para sobrevivir? Para los diarios de América Latina, donde la democracia, la educación y el desarrollo es menor que en Europa, hay que hacerse unas preguntas más: ¿Tendrá tiempo la prensa de desarrollarse para oponer resistencia al fenómeno de globalización? ¿está en condiciones de hacer un periodismo que pueda sobrevivir? La prensa de nuestros países tiene poca capacidad de atracción social y su credibilidad es mínima: influida por los poderes locales, no tiene autonomía. Los diarios de América Latina no han podido generar un mercado propio y ese es su gran problema, que no tienen lectores. Un periódico debe tener un mercado firme que lo sostenga y le de credibilidad. Son pocos los diarios latinoamericanos que se pueden señalar como el gran órgano de información representativo de su país, es decir, un diario capaz de explicarle su país al mundo y el mundo a su país. El número de ejemplares de prensa vendidos por cada mil habitantes, valor que habla de su penetración en la sociedad, es muy bajo. Incluso antes de la crisis, Argentina, uno de los más desarrollados, vendía como mucho 80. Miguel Ángel Bastenier habla de lo dudosas que son las cifras en este continente y da la cifra de que, siendo generosos en el cálculo, en Colombia tan solo 20 de cada mil habitantes compran un diario. El panorama de ventas de diarios en el resto del continente es también muy bajo. Lo anterior en contraste con países como Inglaterra, con 270 periódicos vendidos por cada mil habitantes o Escandinavia, con 500, lo que significa que en cada familia tienen de a dos o tres diarios. No por casualidad se dice que Internet es la autopista de la información. Autopista que además parece haber sido construida sobre el terreno que había sido destinado al periódico de papel. Los lectores se han volcado a las pantallas; la negra realidad que

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amenaza al periodismo de papel -y no distingue entre periódicos europeos, latinoamericanos o estadounidenses- son los diarios en Internet. Estar en Internet es un mal necesario que da pérdidas a los periódicos. Es simple, es mercado, es competencia: mientras el ABC de Madrid esté en Internet, tendrá que hacer lo mismo El País. La paradoja del Internet gratuito es que se muere de éxito: cuanto más se tenga, más dinero se pierde. Cuanto más se tengan que ampliar los servicios electrónicos, más plata se pierde. De manera que nos estamos comiendo a nosotros mismos y sin embargo sabemos que no podemos librarnos de Internet. A pesar de eso, los diarios digitales tienen unas características desfavorables que todavía nos permiten defendernos. Por ejemplo, parece suficientemente comprobado que se lee mejor en papel que en una pantalla. La pantalla cansa la vista y el cuerpo, en cambio un periódico permite ser leído sentados de cualquier manera o, si se quiere, acostados. El diario es un objeto físico que podemos doblar y leer como queramos. Dos folios de literatura política de calidad en un diario de papel se leen de corrido, en cambio la pantalla nos agota sin hacer mayor esfuerzo. Y después de todo esto, más preguntas: ¿qué hacer para sobrevivir en un mundo que no nos necesita para sobrevivir?, ¿tendrá tiempo la prensa de desarrollarse para oponer resistencia al fenómeno de globalización?, ¿está en condiciones de hacer un periodismo que pueda sobrevivir? La respuesta está en la utilidad: los periódicos deben hacerse tan necesarios como un electrodoméstico. Hacer parte del día a día, de la cotidianidad, que sigan estando en el desayuno, en el carro, en el lugar de trabajo antes de iniciar la jornada, en fin, que sean de una utilidad mecánica y esencial. Hay dos posibles modelos que sobrevivirán: los diarios perspectivistas y los diarios de proximidad. Los primeros son aquellos que tienen el propósito de contar el mundo al mundo. Ejemplos son Le Monde y New York Times, que tienden a dejar de lado la actualidad y la noticia y se concentran en hacer análisis, en explicar con profundidad y contexto las cosas que suceden. Se han adaptado a ese espacio, es algo que se reconoce desde sus titulares, que no siempre son noticiosos. Los perspectivistas son diarios que necesitan muchos más periodistas en la redacción. Para los de proximidad, el mundo prácticamente no existe porque su razón de ser es informar acerca de todo aquello que no se sale de las fronteras de la ciudad o el lugar donde son publicados. Deben estar tan especializados como para lograr encarnar su propia localidad en forma de diario. Esto en respuesta a que la globalización ejerce una presión sobre la prensa y la conduce a mirar sólo su inmediato alrededor; si el crecimiento de los periódicos se ha estancado, si las ventas ya no suben, los diarios deben darle a la gente información cercana a su realidad y que le ayude a vivir mejor. Los diarios de proximidad tienen que diferenciarse de los demás, tienen que derrotar la competencia o cubrir un espacio que no ha sido alcanzado antes por otro medio. Para Bastenier, El Espectador fracasó por que “era El Tiempo bis”. Tubo un intento por convertirse en el periódico de proximidad de Bogotá pero no funcionó.

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Ya sea para dibujar el paisaje del mundo para el mundo (perspectivista), o para advertir con lupa lo que importa a los vecinos del barrio (proximidad), cada diario tiene que diferenciarse de los otros, apropiarse de un nicho del mercado y hacer mejor que nadie lo que se propone. Y sobre todo, tiene que volver a ser necesario.

2. Ser periodista. “El periodista es un baúl permanente de cosas que no sirven para nada, hasta que un día lo hacen” M.A.B

El periodista es una suma de todo aquello que no es. Es un poco historiador, un poco sociólogo, un poco antropólogo, un poco novelista, un poco político. Acude a las hemerotecas y a todo tipo de archivos para rescatar datos y reconstruir la historia, pero no es un historiador; tiene algo de sociólogo porque todo el material en bruto con que trabaja no tiene otra naturaleza que las problemáticas sociales; es antropólogo cuando recorre las calles y se fija en las caras, en las formas de hablar, en los acentos, en los estilos, todo eso sirve a los periodistas y los buenos lo absorben y le otorgan la importancia necesaria a la hora de escribir una noticia. El periodista también es un novelista: utiliza elementos de técnica narrativa, cuenta las historias con la aproximación que corresponde, muestra escenarios, personajes, protagonistas, y relata la evolución de los acontecimientos. Tiene bastante de político cuando se funde en ese ambiente próximo al poder, cuando va y viene por sus corredores. Si resulta que es todo eso sin serlo, entonces ¿Qué es el periodista? El verdadero periodista es quien logra pensar una maquinaria de representación de la realidad llamada periódico. Periodista es quien, a través de ello, se convierte en un agente social importante, en el estadio en que la sociedad encuentra facilidades para hablar consigo misma. Pero después de hacer una minuciosa evaluación de cada uno de los periódicos latinoamericanos se encontró que la mayoría están desarticulados y no tienen coherencia interna. Erradamente se impone la concepción de que para ser periodista basta con publicar periódicamente una columna en cierto espacio del periódico. La complicada labor del periodista consiste en hacerle saber a la sociedad qué y quién es. Decírselo, sin buscar agradarle, sin estar de un lado o de otro, es periodismo de calidad. Adelantemos decir que la escritura periodística prescinde de inyecciones de bondad; ante una situación de guerra, el periodista no se puede proponer hacer la paz, él no da de beber al sediento ni reemplaza al ministerio de obras públicas. La palabra escrita es el instrumento que periodista tiene para contar la sociedad a la sociedad. Lo único que puede hacer es representar la realidad, jamás reproducirla. Nadie puede decir “yo he contado las cosas como pasaron”. Lo anterior porque los hechos existen desde el momento en que se escriben. Pensemos en un asesinato con arma blanca: ¿Cuándo comienza ese hecho? ¿En el momento en que le clavan el cuchillo a la 4

víctima? ¿en el momento en que el asesino brilla la hoja del cuchillo planeando escrupulosamente el asesinato? ¿en el momento en que la víctima hace contacto visual con su homicida? ¿cuando el cuchillo se ensucia de sangre? El periodista decide donde comienza y donde termina un hecho. Hablar de representación de los hechos conduce siempre a una discusión bizantina sobre la objetividad. De una vez tengámoslo claro: no existe la objetividad, existe el fair play. La representación de los hechos y el trabajo periodístico en general siempre tiene una dosis de subjetividad inevitable, los mensajes cambian incluso dependiendo de algo tan elemental como la foto que los acompaña o la sección en que son publicados. Teniendo esto en cuenta, lo que queda por hacer es un trabajo con subjetividad controlada y con buena fe. Un periodista trabaja apasionadamente pero sin preferir nada. Si su cometido es representar los hechos sin asomar calificaciones de bueno o malo, lo mejor por hacer es ser honrado, por que tampoco existe una ética específica para periodistas. Trabajar éticamente es lo mismo que trabajar profesionalmente. Si hay valores para ser buen periodista, son los mismos de cualquier buena persona comprometida con su trabajo. Reconocer los errores y hacerlo público en el periódico, por ejemplo rectificando una información que afecta el buen nombre de alguien, habla de profesionalismo. Y profesionalismo acompañando cada decisión, no sólo la de establecer el inicio y el final de un hecho. Volviendo a la idea de ser necesarios, antes de escribir, el periodista tiene que entender en su totalidad lo que va a contar, y antes de publicarlo, además de dar fe de su veracidad, debe estar seguro de que hacerlo es de utilidad para el lector. Es que antes un periodista salía como con una cestita a recolectar información para publicar una noticia al día siguiente y le tomaba buen tiempo y dedicación hacerlo, en cambio hoy tiene que ser meticuloso: casi no tiene que salir del periódico porque abundan las personas que se pelean por llenarle la agenda con la información que les interesa sea publicada. Lo más cómodo sería publicar lo primero que nos envíen, pero el buen periodista recicla sólo que es de utilidad para el lector.

3. El editor y el periódico “Si su señora está contenta en casa, es que el editor no lo está haciendo bien en el periódico”. M.A.B

Cada periódico es independiente y se plantea a sí mismo como quiere: establece su lugar en la sociedad, su punto de vista, los límites de interpretación y de pensamiento que va admitir a sus redactores, su concepción de los géneros de escritura periodística. Un periódico, cualquiera que sea, es algo pensado. No importa cómo ha sido concebida esa política editorial que el editor está llamado a hacer cumplir, lo importante es que sea coherente con su propio proyecto. Y como responsable de los contenidos publicados, el editor debe garantizar que se cumpla con todo aquello que el periódico ha establecido como su política editorial.

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El colectivo de editores piensa permanentemente el periódico, los editores de cada sección forman un bloque que atraviesa todas las salas de redacción, cada uno conoce los temas de las diferentes secciones pero sobre todo conoce su materia como nadie. Un editor sabe más de los temas de su sección que todos sus redactores juntos y el ideal imposible es que domine la totalidad de su esfera de información. El periódico, interiormente, funciona como una asamblea de debates en donde se llega a un consenso luego de persuadir tanto a editores como a redactores. El editor funciona como un mediador entre los superiores y los redactores: logra que el periódico deposite confianza en estos últimos proponiéndoles temas y buenos enfoques para que se luzcan con buenas historias ante los directores y el resto del equipo periodístico. Ser este mediador y persuasor requiere de una autoridad legítima que sólo se obtiene con experiencia profesional. El editor es un individuo que no puede trabajar solo, requiere un alto grado de interdisciplinariedad porque siempre está buscando más posibilidades de iluminar lo que sabe: toma ventaja de su variada agenda telefónica, de los teletipos de las agencias de noticias, de las ruedas de prensa, de lo que escucha en las conversaciones con sus colegas y con personajes públicos. El editor es un gran seleccionador, ya su olfato le dirá si vale la pena enviar gente a algún lugar para conseguir información propia Agenda propia y obligada En América Latina el 90 % de la agenda es obligada, sólo el 10 por ciento es propia. Los medios temen dejar de publicar esas noticias que se supone todos deben publicar. Agenda obligada es, por ejemplo, una conferencia de prensa del Presidente de la República, eso es algo importante, todos los medios tienen que informar sobre aquello, pero también hay que encontrar lo propio; la labor de los editores es pro activa. Un editor requiere iniciativa, tiene que salir a la calle y dirigirse a las fuentes para encontrar más ideas y datos para abordar mejor los temas. Las ruedas de prensa son un vicio de los periódicos latinoamericanos: la mayoría de estas no ofrecen nada, no se convocan para dar noticias y quienes las convocan tienen intereses de por medio. Vivir de las ruedas de prensa reduce el potencial de agenda, hace que todos los periódicos sean iguales y se convierte en un pacto de comodidad y complicidad poco profesional entre los poderes y el periodista. Algo parecido puede ocurrir con las noticias de agencias: un diario con agenda propia no las usa para publicarlas inmediatamente sino como una forma para saber qué ha pasado y para tener información de orientación. Así construye una buena agenda propia que diferencia su periódico de la competencia. Todo va en procura de una agenda propia que elimine progresivamente lo que se puede quitar de una obligada. Sólo así le puede decir al lector: yo tengo algo que a usted le importa y no va a encontrar en ningún otro diario. El editor usa todo lo que esté a su alcance pero no se casa con ninguna de sus posibilidades. Debe tener una agenda informativa propia y otra obligada, y saber diferenciarlas.

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Las secciones En la conmemoración del 50 aniversario de Le Monde un redactor emérito dijo que un periódico es como una ciudad artificial creada para que el lector pueda recorrerla sin tener que abrir los ojos. Así como un ciudadano sabe dónde termina su ciudad y dónde está todo lo que necesita, el lector debe saber donde quedan en el periódico las plazas públicas, los escenarios de cultura, los campos de fútbol, los centros comerciales, los bancos, los negocios, los políticos, los servicios de salud. El lector, como el ciudadano, debe tener la facilidad de reconocer claramente dónde empieza y dónde termina la sección judicial, la cultural, la económica, etc. Lo primero que tiene que hacer un cuerpo de editores es resolver cómo va a dividir la realidad. Es vital definir qué información va en qué lugar del periódico para que este sepa siempre con qué se va a encontrar, de tal manera que pueda por ejemplo hacerle seguimiento a una noticia. Si tiene que hacer esfuerzo para ubicar información, pierde fidelidad y el periódico mercado y, por tanto, independencia. El lector es fiel cuando conoce esa ciudad que lee en miniatura; las secciones deben tener un corte limpio para saber hasta donde puede ir cada tema. No se puede permitir que la información deambule de sección en sección, si se hace seguimiento de una noticia debe ser siempre a lo largo de la misma sección. A ese lector-ciudadano no se le puede cambiar el horario del cine porque sí, ni se le puede cambiar el banco, la iglesia y el gimnasio de lugar de la noche a la mañana. Puede que la estructura de un periódico cambie, ya se ha dicho que cada periódico tiene independencia para definirlo según sus características, lo que no se puede admitir es una noticia en una sección y al día siguiente en otra. Es mejor equivocarse todos los días de la misma manera que acertar todos los día de manera distinta. A parte de las secciones, el periódico debe tener una política de publicidad estricta para que nunca se impongan los intereses de los anunciantes sobre los espacios que ha establecido para anuncios. Páginas tan importantes como la primera y la tercera no pueden estar invadidas de publicidad, eso es una falta de respeto contra el lector. El mercado define la autonomía de un periódico. El carácter comercial de los periódicos no debe avergonzarnos pues generar ganancia es nuestra garantía real de independencia. Sin mercado no hay lectores y sin lectores no hay nada que defienda la autonomía del periódico de la publicidad y los poderes políticos. Un periódico vende en arreglo a los espacios que él mismo define, nunca de manera distinta.

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4. Géneros. “Los géneros son nuestro mapa de navegación” M.A.B

Así como el periódico debe tener bien definidas sus secciones, su política editorial y de publicidad, también debe tener un mapa distintivo en cuanto a los géneros de periodismo informativo. Existen tres géneros básicos para informar: la nota seca, la crónica, y el reportaje. Esencialmente, el periodismo es una tarea informativa, aunque algunas veces será más interpretativa, explicativa, analítica, o investigativa que otras. Aunque aquí se da una aproximación a cada uno de ellos, la escritura del periodista es híbrida. No existe un consenso sobre lo que es cada género, en todas partes los conciben y los llaman de maneras distintas. La propuesta que se expone a continuación es acorde con la concepción de géneros de la Escuela de Periodismo de El País. El mapa de los géneros se establece de acuerdo a la distancia y el grado de personalización de la información que tiene el periodista a la hora de escribir. La distancia que toma el periodista del objeto define los elementos esenciales para que la información logre representar siempre una totalidad, sin importar qué tan distante al objeto se esté. El mínimo grado de intervención del autor en el texto es la nota seca, y el grado máximo de apropiación de la información y de personalización es el reportaje. Existe un nivel intermedio que es el de la crónica. Del reportaje se desprenden dos subgéneros: la entrevista y el perfil. Y de la crónica, otro: el análisis. La nota seca Pensemos en un astronauta que observa la Tierra a miles de kilómetros de distancia. ¿Qué puede ver? Una superficie más o menos redonda, un movimiento de traslación y otro de rotación; distingue un color azul, el del mar; y otro marrón, el de los continentes. La nota seca sobre el Planeta Tierra no puede contener más que la totalidad de esos elementos que se alcanzan a distinguir desde tal distancia. La nota seca tiene la mayor distancia del hecho, por eso tiene el grado mínimo de interpretación posible por parte del autor. Tiene los elementos suficientes para que el lector tenga una idea clara de lo que está sucediendo. La materia prima de la nota seca son el teletipo, las circulares, los boletines, las notas de prensa. A partir de ello se construye una información en la que el autor no tiene derecho a interpretar nada porque no ha visto nada ni ha estado en el lugar de los hechos, cualquier intención de cambiar la información es antiético. No se puede tocar ni influir un material del que no se ha participado y por eso la nota seca no se firma. La crónica Es la prosa de los diarios, el género por excelencia del corresponsal. Este se nutre de diversas informaciones que va recopilando sobre lo que va a escribir, toma hilos de información de diversas fuentes: ve noticieros, escucha radio, lee los diarios, hace llamadas telefónicas, relaciona informaciones que ya conocía con el tema que está tratando. No toda la información se ha conseguido de primera mano, tampoco se ha estado necesariamente en el lugar de los hechos.

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La crónica admite un cierto grado de interpretación, se cuenta lo que sucede y explica por qué pasan las cosas que pasan, pero nunca llega a opinar, es decir, a calificar algo de bueno o malo. Aunque todavía es un estadio de información indirecta, tiene ese grado de interpretación que no tiene la nota seca: la crónica ya ilumina hechos, contextualiza. Debido al nivel de interpretación que tiene, la crónica debe ir firmada siempre. Siguiendo con el ejemplo, la distancia para escribir una crónica sobre el Planeta Tierra no es tanto de astronauta, sino más bien de pasajero de avión: el periodista se da cuenta de más cosas, puede ver relieves, variedad de tierras, lagos, ríos, ciudades y, aunque del tamaños de una hormiga, ve personas. El reportaje Es cuando el periodista está de tú a tú con los hechos. El reportaje no lo escribe un astronauta ni un pasajero de avión, lo escribe un reportero que tiene los pies puestos en el mismo suelo de los protagonistas de la historia. Busca lograr la mayor cercanía a los hechos. El reportero está siendo testigo, habla con la gente, capta todo con todos los sentidos. En el reportaje se abandona el campo de lo indirecto, no hay nada más directo que ver, tocar y oír la realidad en movimiento. Si en la crónica obtenemos la información por diversos medios externos, aquí la apropiación la hace directamente el periodista. Se necesita tiempo antes de escribirlos, los temas de los reportajes son amplios y merecen toda la extensión que el tema demande; es mucha y muy variada la información que se debe recopilar, se requiere consultar más materiales (de hemeroteca por ejemplo). La narración en este género es más desarrollada y hay inclusión de personajes, el autor tiene más libertad en los títulos, puede asomar un poco de ironía. Hay dos tipos de reportaje: el de escenario, que se construye a partir de lo que se ve directamente, y el virtual, construido a partir de fuentes, tantas como para lograr incluso reconstruir escenas. Siempre debe ir firmado, la firma es una forma de responder y de autentificar que lo dicho es cierto. La entrevista Es un subgénero del reportaje. El entrevistador debe llegar con la idea de que va a ejecutar al entrevistado; durante la entrevista se inquieta al personaje, se le crean dificultades, el entrevistador no debe tener ni un momento de debilidad. La entrevista se trata de provocar la conversación en que todas las preguntas del periodista, incluso las no formuladas directamente, se respondan. Se trata de crear la situación ideal para que el personaje hable y entregue oro. En el periódico el lector debe reconocer visualmente que se trata de una entrevista, por eso debe ir acompañada con una foto del entrevistado. Debe tener una introducción corta, el título puede ser una frase significativa que reúna lo más importante que ha dicho el entrevistado. Debe darse el nombre y el cargo del personaje en el antetítulo.

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-Entrevista temática. Se pregunta por temas al entrevistado y se presenta la información en el periódico de la misma manera. Es una manera de construcción práctica pero se torna fría y distante. -Pregunta-Respuesta. Aparentemente es la más objetiva pero en realidad es totalmente construida por el autor. Lo que se publica en realidad no ha ocurrido nunca porque todo lo hablado, para que sea entendido en un texto sobre papel, necesita reescritura, corte y confección. El periodista agrupa las preguntas y las respuestas según los temas y lo dicho por el entrevistado. Las preguntas se hacen después de las respuestas, las preguntas no existen, durante la entrevista se han estimulado declaraciones y después se decide qué pregunta corresponde a lo que se dijo. En este tipo de entrevista, el periodista decide qué sale y qué no sale, que se diga algo no quiere decir que se tenga que publicar. Claro que debe ir firmada. -Romanceada: Un 95% es producto de lo que escribe el periodista fruto de la información que recopiló durante la entrevista y un 5% son entrecomillados del entrevistado. Hay mucha intervención del periodista, que da su propia versión de las cosas y de su encuentro con el personaje. También debe ir firmada. El análisis Es un subgénero de la crónica. Ahonda en un hecho, lo contextualiza, le da una explicación suficiente para que el lector entienda muy bien lo que tiene que ver con ese tema. Es aposteriori a una información de la que el lector ya tiene cierto conocimiento. Basta con retomar un mínimo de información a manera de recordación para que éste sepa lo que se está explicando. Retrato Es otro subgénero, está a medio camino entre la crónica y el reportaje que se hace sobre una persona. Para hacerlo hay que conocer mucho de la persona, conocer su carrera, su trayectoria. Requiere hablar con sus amigos y con sus contrarios. 5. Edición y escritura “Si el último párrafo no es bueno, para qué leer el resto.” M.A.B

La edición es respeto al lector y respeto a la lengua. Un texto de calidad se empieza mucho antes de la revisión de la nota escrita; los buenos textos se conciben desde que se propone el tema. En una sala de redacción el enemigo es la improvisación.Antes de escribir el periodista sabe lo que quiere y conoce mejor que nadie el tema. El editor como el periodista, es empírico. Así como no existe un libro que establezca una única definición de los géneros, no existe uno definitivo que atesore los conocimientos para ser un buen editor, todos son aproximaciones. Existen, eso sí, condiciones para lograrlo. Y en el caso latinoamericano es urgente resaltar una, tal vez la más importante: la lengua castellana. 10

La Real Academia de la Lengua no juzga la manera como se habla en cada país −es válido que cada uno escriba con las palabras de su país− su papel es detectar aquello que pone en peligro la identidad del idioma. Como la lengua castellana es una sola, el editor ha de tener un cuidado sagrado sobre todo con lo que no necesita, es decir, con las palabras de otros idiomas. La información debe presentarse de manera clara y sencilla; adoptar palabras de otros idiomas puede hacer que la lectura pierda fluidez. Como a un amigo en un bar Ser buen narrador de historias es condición de periodistas, corresponsales y reporteros. Hacerlo bien tiene que ver con la manera como contaríamos algo a un amigo en un bar: no lo impacientamos con preámbulos ni damos vueltas antes de contarle lo que queremos. Eso es el lead: le damos al lector de primero lo más importante de manera que podamos captar toda su atención. El lead es lo urgente, la parte de la historia en que no hay circunloquios ni largos exordios. Un buen inicio es como ganar “la batalla de las playas”: si no se gana esta primera, se pierden las demás. En el periódico no hay razón para esperar, no se puede tardar ocho líneas para llegar a la esencia de la noticia. Mientras transcurre el relato, podemos generar expectativa en nuestro interlocutor con cuidado de no dejar cabos sueltos: hay que responder todos los interrogantes que se crean. En secreto lo llevamos, lo transportamos, le hablamos en los términos en los que sabemos entenderá todo de manera sencilla, así no nos pedirá que nos detengamos para aclararle algún detalle confuso. No hablamos como economistas o abogados y si usamos un término muy especializado lo hacemos entendible. En el bar y en el periódico llamamos las cosas por su nombre, no está mal usar un lenguaje popular si conviene a la intención del relato, en el texto escrito podemos incluir con mesura modismos y localismos, pero usando comillas. El periodista decide cómo contar la historia: como una batalla épica o como una obra de teatro, lo importante es lograr un tono acorde a la noticia y lograr mantenerlo hasta el final con párrafos bien articulados, no con una suerte de información a la deriva. La sociedad está viva y tiene colores y matices. La escritura, entonces, debe vibrar igualmente: cargar esa vida de la sociedad, tener hechos, personas, voces. La teoría del marciano Pensemos que el periódico llega a manos de un marciano que sólo entiende el español. No está enterado de nada, no ha hecho seguimiento de ninguna noticia en días pasados. Si toma el periódico, no tiene porqué adivinar nada, nuestra misión es que quede informado. El periodista debe asumir que el lector no está enterado pero no por eso puede pasar a subestimar su capacidad de entendimiento. Uno de los errores más graves en los diarios latinoamericanos es la sobreescritura: un lector no se siente recompensado cuando lee una cosa dos veces innecesariamente, ni cuando le dan tres párrafos en vez de uno bien escrito para enterarse de todo más fácil y mejor. Se admite repetición cuando se quiere lograr cierto efecto.

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Editar un texto es hacerlo lo más sencillo, claro y exacto posible. De las notas de los periódicos revisados durante el taller, se podían quitar muchas palabras sin perder un gramo ni una sombra de información. La vacuna para el problema de la sobreescritura es releerse con ojos de lector, de marciano. Evitar esas palabras innecesarias, además, libera espacio que en los periódicos debe ser bien medido y cuidado. La obligación del redactor y del editor es acarrear el mayor grado de significado en el menor espacio posible. Las líneas liberadas darán cabida a informaciones relevantes que pueden estar siendo sacrificadas. Sobra todo aquello que, quitándose, no altera el significado de lo que se busca decir. Sobre el periodismo literario Es algo que se hace bien o no se hace. Un periodista sin mucha experiencia no debería incurrir en este terreno. Son muy frecuentes los intentos fallidos, los golpes contra el piso. Es algo delicado, quienes intentan hacerlo lo hacen de manera adornada y sin éxito, cosa que se torna demasiado evidente logrando sólo opacar la calidad de la información, y su propio nombre. El titular Dependiendo del caso puede haber: lineal, fáctico, interpretativo, de opinión, o informativo. Debe llamar la atención pero guardando las dimensiones; el título de una nota seca, por ejemplo, no puede tener asomos de interpretación. Deben ser acordes a la información que se presenta en el cuerpo del texto, hay que evitar los títulos cabezudos: cabeza grande y cuerpo chico. No se engaña al lector. Es una convención bien adoptada escribir los títulos en presente de indicativo, que se refiere a lo que acaba de ocurrir. No está bien titular con condicionales, estos deben dejarse para el sumario cuya extensión permite desarrollados. Por ejemplo: No basta decir “Tres militares irían a prisión”. Es necesario completar: “Tres militares irían a prisión si se comprueba que tienen vínculos con las Autodefensas”. El título debe entenderse por sí solo. Lo mismo sucede con el sumario, la entradilla y el cuerpo del texto. Cada uno debe ser capaz de entenderse como una unidad independiente. Terminología Cada periódico debe definir la terminología que va a utilizar y que corresponde según el caso. “Matar” y “asesinar”; “terrorista” y “asesino”; “refutar” y “replicar” no son lo mismo, en periodismo los sinónimos no son un condimento de cocina, cada palabra tiene un matiz distinto. Si no tenemos la certeza de que alguien es el asesino, se deben usar términos como “sospechoso” o “acusado”. Comillas Usar comillas es renunciar a contarlo uno mismo, para hacerlo debe haber una buena justificación:

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-Vox populi: Cuando la voz es muy viva y no se quiere dejar escapar la fuerza de expresión oral propia de quien la dijo. -Declaración: Cuando lo que nos han dicho tiene gran relevancia y es puntual sobre un tema clave. -Testigo: Cuando no hay palabras para decirlo mejor que un testigo que lo vio. En los diferentes casos debemos presumir que el lector lo quiere leer así y no en nuestras palabras. No se debe empezar un párrafo con un entrecomillado. Antes de oír su voz, el lector debe saber quién es el que habla. Las citas y las fuentes son inseparables. Los entrecomillados no deben ser muy extensos o terminan pareciendo rellenos, por eso hay que citar lo estrictamente necesario, sin que se repita lo ya dicho. La percha Va en primera página. Se usa para contarle al lector el carácter importante y exclusivo de una información. Justifica el porqué de esa noticia allí. Si es exclusiva del diario, la percha lo cuenta dándole crédito al periódico. Fotografía Pieza importantísima de un diario. El objetivo del fotógrafo es describir la realidad y su materia prima para dar información periodística es la imagen. Un buen fotógrafo está informado, sigue la noticia en el periódico, sabe mucho del tema que va a fotografiar. Las fotografías deben tener esmero en el manejo de planos, contraste, y fondo. El editor debe tener sensibilidad fotográfica. Las fotos deben ir firmadas, si son de archivo, el lector debe saberlo. Pies de fotos Son cortos. Relatan la fotografía, no hablan de lo que se ve sino que le dicen al lector algo sobre lo que no ve. Cuadros de información No deben estorbar donde se pongan (visualmente tampoco). Debe funcionar como una unidad paralela de información al resto que se ha dado en el texto central. Despiece Es información que se puede extraer sin afectar la información. Es como un apéndice, podemos vivir sin apéndice. Algunas recomendaciones -No usar sinónimos innecesarios a menos que sea para no repetir una palabra, o evitar una cacofonía.

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-Los conectores no son necesarios. Es muy común ver párrafos que inician con “por otro lado”, “sin embargo”, “por su parte”. Basta quitarlos para darse cuenta de que el párrafo se entiende sin ellos. -El periodista cuenta lo que pasa, no lo que no ha pasado. -No se puede cambiar la secuencia temporal: si hay un ayer, de ahí en adelante todo seguirá refiriéndose a ese ayer, hasta que algo lo cambie. Existe sólo ayer, hoy y mañana. Anteayer, pasado mañana y “hace unos días” se reemplazan por una fecha. -Allí donde haya interpretación siempre habrá firma. -Evitar la vos pasiva, decir “trajo” en vez de “había traído”. -Evitar latiguillos (lugares comunes). Cosas como “al cierre de esta edición” son obsoletas teniendo en cuenta la tecnología con que actualmente se cuenta. -Concisión. Evitar “algunos”, evitar “aproximadamente”. Cifras exactas. -No suprimir los artículos y las preposiciones, eso no es economía del lenguaje. -No es necesario decir “Actualmente”. Se asume que en un periódico todo es actualmente.

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