1. Prólogo Los prólogos son para evitarlos. Es costumbre generalizada. Como asiduo lector, normalmente, los leo después de leer parte o el todo de un libro. Quiero saber que es lo que el autor prefirió elegir como obra, ya que el prólogo se escribe finalizada y corregida la obra. Tanto sea si el prólogo es del autor, como si fuese escrito por un presentador. Como el que avisa no es traidor, estos relatos los escribí a partir de junio de 2009. Tratan sobre lo que viví y sentí 27 años antes en las Islas Malvinas durante el Conflicto de Malvinas entre el Reino Unido y Argentina. Son casi en crudo, prácticamente sin correcciones. Es lo que me acuerdo de lo vivido, o con mayor honestidad, lo que quiero recordar. Hasta ahora, 22 de julio de 2009, he escrito en forma casi lineal, los distintos hechos que recuerdo. Es mi visión personal, es lo que queda después de estos 27 años transcurridos. Surgirán más relatos, no serán cronológicamente ordenados, aunque su numeración los ordenará con los ya escritos. Gracias. Pancho

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02. Buenos Aires, Marzo de 1982

Marzo de 1982, Escuela Nacional de Náutica "Manuel Belgrano", nos recibimos de oficiales mercantes. Mi especialidad, radiocomunicaciones. Había hecho la práctica embarcado en ELMA, como el 80% de mis compañeros de promoción. No había trabajo en ELMA, bueno a esperar en la lista del Centro de Radios, a ver de donde me pueden llamar para embarcar y trabajar. Alrededor del 20 de marzo, media mañana, suena el teléfono, yo apoliyando a pata suelta. Mi Vieja atiende, el Jefe de Oficiales de Personal Embarcado, López, para que me presente urgente. ¡¿Qué pasa?! Que no moleste López, si ya me dejó afuera. Voy con tranquilidad hasta el puerto a las oficinas de la Gerencia de Operaciones de ELMA. Me preguntar si quiero navegar con ellos, si por supuesto. Andá a hacerte la revisación médica y después venite para terminar los papeles: OK. ¿Se habrán jubilado muchos? ¿Hay más barcos? ¿Qué corno pasa? Silencio de Radio. Vuelvo del sanatorio de ELMA, listo. Bueno, Pancho. Andá a la estación costera que vas a estar en comisión hasta que haya buque. Caminando hacia el fondo, debajo del tanque de agua, que ya no existe más, estaba la planta receptora de Boca Radio LSA, la estación costera de radiotelegrafía de ELMA. Nadie sabe que pasa, teníamos que hacer refuerzo de guardia, tiernitos como estábamos los recién recibidos. ¿Alguna novedad? Ninguna. ¡Qué raro! 1 de abril a la noche, viene el Dr. Norberto Bermúdez, profesor de la ENN de todos nosotros, Jefe de la Estación costera y abogado. Nuestro padre profesional y gran amigo. Con un clip abierto entre las manos y en la boca, como siempre, nos junta en la sala de recepción. "Miren muchachos, vamos a tener que mandar un mensaje cifrado a la hora de la lista de tráfico,

después de la emisión de la síntesis informativa por Morse. Todo confidencial y secreto, no se debía comentar nada. ¿Qué carajo pasa? 2 de abril, 7 de la mañana, abro la puerta de casa, el diario, se dilucidó el hecho: estábamos en Malvinas.

03. Salvedad y embarque En realidad les estoy contando una historia, mis vivencias, no como soldado o militar, sino desde la condición de civil en la que fui a la guerra. Creo que es un enfoque distinto al que el resto de mis hermanos VGM (Veteranos de Guerra de Malvinas), pueden contar. Los marinos mercantes, mercantes a secas, somos una mezcla de gente proveniente de distintos orígenes. La maestranza y la marinería se forman en escuelas de la Prefectura Naval Argentina, la policía de las aguas (PNA), donde en un curso de unos meses, se les imparte la instrucción básica necesaria para poder embarcar. Deberán aprobar el examen para poder obtener la Libreta de Embarco, documento que les permite trabajar, justamente, embarcados. Cabos y suboficiales de ARA y PNA, pueden también obtener la libreta y venían a navegar a la Mercante. Los Oficiales provenimos, básicamente de la Escuela de Náutica Manuel Belgrano, fundada por este gran hombre en 1799, durante su paso por el Real Consulado de Buenos Aires. Actualmente hay solo dos especialidades, Cubierta y Máquinas, hasta hace unos 30 años eran 4. Radiocomunicaciones y Administración, también se estudiaban en la ENN (también llamada jocosamente Escuela Nacional de Náufragos). La Escuela depende de la Armada, y hay una formación profesional con algunos rasgos de la militar pero muy leve. Son 3 años en la Escuela y un año

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embarcado como Pilotín, un pasante, en algún buque mercante. También muchos oficiales y suboficiales maquinistas y electricistas de la Armada, que pidieron la baja o el retiro, venían a navegar con los mercantes, y pese a las diferentes formaciones, se han armado amistades y tripulaciones muy buenas, donde esas diferencias se achatan y realimentan la convivencia. Los mercantes pueden estar navegando meses y meses sin ver a la familia y compartiendo la vida con un montón de gente que podrán ser conocidos algunos, si sos tripulante habitual de un buque o empresa, o circunstanciales si estás haciendo un relevo (suplencia). La disciplina a bordo, es la de cualquier trabajo, con respeto, pero no se parece a la disciplina militar, es mucho más relajada. Hecha la salvedad, para ubicarlos en nuestro entorno continúo con el relato. Hasta el 1º de abril, los Radios recién egresados y recién incorporados a ELMA como Oficiales, antes habíamos sido Pilotines, es decir pasantes, hacíamos guardia de operadores en las frecuencias tranquilas de LSA Boca Radio. A partir del 2 de abril, en nuestra condición de Oficiales Mercantes (civiles) también hacíamos de estafetas entre LSA Boca Radio, frente a lo que era el Policlínico Ferroviario y el Servicio de Comunicaciones Navales en el Edificio Libertad. Esto implicaba una larga caminata de un lado a otro cuando llegaban mensajes de nuestros buques (los de ELMA) para la ARA. Pasado el 2 de abril hay que empezar a aprovisionar las islas, así que hay estamos nosotros, los mercantes. Se inician los viajes con destino al Sur, algunos hacia el continente, muy pocos hacia las islas. El primero en ir a las Islas es el Río Cincel, el Jefe de Radio era el Negro Mansilla y tenía como Pilotín a Marcia

Marchesotti. La noche que salieron de las Islas estuve toda la guardia atento a una de sus frecuencias de trabajo exclusivamente a la orden por cualquier necesidad hasta que nos informaron que habían dejado la zona de exclusión. En la semana tengo un intento fallido de embarque en el Río Neuquén, al final se fue el Polaco Veluscek, compañero de promoción, como Jefe. A los dos o tres días me avisan, “Panchito, embarcás en el Río Carcarañá como 1er radio. Tomá la boleta, andá presentate en el buque, está en Dique 4. En esa época, donde ahora está el Yacht Club Puerto Madero, estaban los barcos medio desactivados o por desactivar antes del desguace. El Río Carcarañá ya estaba par el desguace, veremos adonde vamos. Así fue como me encontré con el Gordo Raúl Bechi, como Jefe de Radio, lamentablemente ya fallecido. Raúl no había hecho la Escuela, había obtenido su título dando los exámenes como libre. Todo un mérito. Entrerriano, campechano, ponía cara de malo. Un poco más grande que yo, no mucho. Una mañana tenemos que presentarnos en el Edificio Libertad para recibir instrucciones. Mientras íbamos caminando por la plazoleta que existía anteriormente por la Av. Presidente Castillo, el Gordo (yo no soy flaco, pero soy Pancho) me dice muy serio: “Mirá pibe, te aviso que para trabajar yo soy un hijo de puta”. “Qué bien”, le contesto, “porque entonces vamos a ser dos.” Muchos años después Raúl me confesó que ese fue un punto de inflexión en la relación entre los dos porque no me dejé correr. Por supuesto que fuimos grandes compañeros y amigos, no de los que se veían habitualmente, pero si de aquellos que se conocen profundamente por tantas cosas

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compartidas. Cuando llegamos al Edificio Libertad, nos empiezan a dar planes eventuales de comunicación frecuencias, etc. Los miramos y le decimos: Todo bien, pero nosotros podemos transmitir en 4 frecuencias fijas por cada banda. Recibir, donde quieran. ¿Tienen idea adonde vamos? No, contestan. ¿El buque que línea hace? Ninguna estaba para desguazar. La expresión de la cara de esos hombres no nos presentó un panorama muy alentador. Su silencio, menos. Al final quedamos que cualquier mensaje lo pasaran por LSA, Boca Radio, la estación costera de ELMA con quienes teníamos absoluta capacidad de enlace. Mientras volvíamos caminando a ELMA, nos miramos y al mismo tiempo pusimos cara de" que sea lo que Dios quiera". Los buques mercantes tiene como única defensa la velocidad y la suerte, si las tienen. Sabés que sos punto, nunca banca. Lo que podés hacer en un conflicto armado es entregar la carga y rajar, no hay otra alternativa. Allá volvimos al buque, tuvimos que armar toda la instalación de baterías para usar con los equipos de emergencia, una sala con tres pisos de baterías para poder mantener la estación funcionando durante muchas horas. Cargarlas, verificarlas. Revisar las antenas de transmisión, los equipos transmisores, instalar un receptor de banda corrida. Ver el estado de los radares, sonda ecoica, handys, etc. La ventaja era que éramos dos. Tuve la suerte de haber tenido muy buenos Jefes durante mi Pilotinaje y no estaba tan verde, así que pude ayudarlo a Raúl y laburamos como locos. No se sabía cuando zarpábamos, ni nos comunicaban adonde. Las pilchas y los efectos personales, ya los teníamos a bordo porque no sabíamos si teníamos tiempo para ir a buscarlos.

En la Mercante cada uno se lleva lo suyo, no hay provisión ni bolsa de equipo, ni nada parecido. Me llevé borceguíes, camperas de frío, dos, sweaters gruesos, gorro de lana, cuchillos de hoja fija y Victorinox. Un bolso con herramientas, libros, radiograbador y música en cassettes. A medida que pasaban los días, nos cruzábamos con los otros tripulantes y nos íbamos presentando paulatinamente. Al buque lo empezaron a cargar en una de las dársenas, carga general. Dos bodegas llenas de tambores de 200 lts. con gasoil, nafta súper y JP1. Containers de combustible en cubierta de 10' pegados al casillaje. Una batería antiaérea completa, con sus camiones cargados de munición y su armamento, cocinas de campaña, jeeps, alimentos frescos y congelados. Un camión de 20 ton, proyecto de CITEFA, el Yarará con lanzador de cohetes, 72 por lanzamiento, si no me equivoco, y 144 cohetes, equivalente a dos lanzamientos. Con el camión vinieron el Capitán Marcelo Novoa y el Sargento Ayudante Benzo, ambos de Ejército Una vez en navegación, nos anuncian que nuestro destino era Puerto Argentino. Hay que oscurecer el buque, se le pega papel madera a todos los ojos de buey y se pinta el papel de negro, las luces por la mitad o menos. Como había que cubrir guardia permanente y éramos 2, el Gordo organiza y me dice hacemos 4 y 4 y 8 y 8. Esto significaba que yo hacía la guardia de 0400 a 1200, Raúl de 1200 a 1600, nuevamente yo de 1600 a 2000 y Raúl de 2000 a 0400. De ese modo, dormíamos casi 8 horas seguidas sin problema. O trataríamos. Escuchábamos 4 frecuencias al mismo tiempo. Los transmisores bien apagados. Empezaba otra aventura marítima, no

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teníamos idea cuanto de cierto tenía esa expresión

04. Navegación, cruce y llegada Ya en navegación. Bien pegado a la costa continental hasta la latitud de Cabo Belgrano y de ahí, rumbo 090 a toda máquina para pegarse a las Islas, navegando hacia Puerto Argentino desde el Sur. Llegamos a Puerto Argentino, el 26/27 de abril, de noche. Nos encontramos con uno de los guardacostas de la PNA, que nos pasa el trazado del campo minado frente a Puerto Argentino, respirando más tranquilos. Salimos en todos los diarios, "habíamos quebrado el bloqueo". Por suerte, me enteré mucho tiempo después, en algún lugar lo leí, les ruego que si alguien tiene información, tanto para corroborar para refutar le agradezco muchísimo que la exponga, que estuvimos "acompañados" por el submarino nuclear británico Conqueror, que nos quería hundir frente a Puerto Argentino como demostración. El Gral. Vernon Walters, decía la publicación, convenció a los ingleses de no hacerlo para no cortar las negociaciones en ese momento. Eso lo confirmó el Alte. Anaya en el juicio que le hicieron por la Guerra. Los seguimos, guiados por la luz de popa de la lancha, fondeamos cerca del aeropuerto, del otro lado de la boca que da a Puerto Argentino. Ahí empezamos a ver como hacíamos para entregar la carga que llevábamos. Tarea difícil porque no había instalaciones que tuvieran el tamaño suficiente para que pudiéramos amarrar y descargar. Ya había llegado el B/M Formosa, que estaba fondeado dentro de la bahía de P. Argentino y próximo al aeropuerto. ¿Qué profundidad hay en muelle? ¿Quiénes van a hacer la descarga? ¿Qué órdenes tenemos? Todo un misterio, con Raúl, seguíamos cubriendo las guardias permanentes. En

un momento se nos avería un radar, no teníamos muchos repuestos y empezamos a revisarlos. Se acerca el ARA Isla de los Estados, con quienes tuvimos mucho contacto durante el conflicto hasta que los hundieron, hablo con el Radio y me dicen que en tierra no había nada y es un quilombo. Nos miramos con Raúl, veremos que inventamos y desarmamos un equipo de música para sacar unos elementos, resistores grandes y pusimos en marcha, precaria, el radar averiado. No hay agua en el muelle para que podamos entrar, así que empezamos el alije al Forrest, un buquecito de la FIC, tripulado por personal de ARA al comando del entonces Teniente de Navío Molini Molina. Pintado de rojo con casillaje blanco, su nombre clave era "Perdiguera". Los soldados conscriptos que venían para descargar el buque no tenían posibilidad de hacerlo, así que el Capitán del buque ordena que los manden a la cubierta de pasaje y que les den de comer. La tripulación empezó a poner colchones en los camarotes y el Tano Canzano, el Jefe de cocina, empezó a cocinar unos de sus legendarios guisos. Mientras tanto la tripulación del buque empezó a trabajar de estibadores con la carga. Ya no me acuerdo que fecha fue, pero una noche, con muy poca luz en cubierta, en el medio de la niebla, traían rodando desde proa hacia el centro, barranca abajo, tambores de combustible hasta el lugar donde se podía cargar al Forrest. La maniobra es complicada porque la cubierta es de acero, si hay manchas de hidrocarburo, reite del chorizo en fuente de loza, con el frío y el peso del tambor tenés que tener mucho cuidado para que no se te desboque. Así se descargan decenas y decenas de tambores, muy artesanalmente. Toda la tripulación desde el Capitán, los militares embarcados con nosotros,

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todos, salvo nosotros dos Radios, descargaron el buque. Para muchos era debut en esa tarea, otros tenían algo de idea de ver hacer las tareas por otros. La tripulación mercante, como los chóferes de los camiones, llevan el buque o el camión, la carga y descarga, la hacen otros. Pero tripas corazón y a descargar. Pasan los días. A los mercantes, estar fondeados nos pone mal, estar fondeados en zona de guerra con el buque cargado hasta el upite (como diría un cordobés) de explosivos e inflamables, te pone muchísimo más nervioso. Antes de que me despertara o me levantara para tomar la guardia, Raúl me patea la puerta y me dice: Gordo, levantate que tenemos que desembarcar. No entendía nada, habían bombardeado el aeropuerto y la idea era que desembarcáramos en los botes a tierra por que si nos pegaban, volábamos a la mierda. Empezar a vestirse, juntar lo necesario. Esperar a que avisaran a los puestos de guardia para que no pensaran que fuese un desembarco inglés. Apagar el buque no es una broma. Empezamos con todo, ya prontos a efectuar la maniobra. Contraorden, nos quedamos. Ya nos habían pedido esa noche que tuviéramos todas las luces de cubierta prendidas, mientras oscurecían la población. El Formosa, fondeado más cerca del aeropuerto parecía el hipódromo de San Isidro una noche de reunión. Nosotros, apenas uno que otro reflector, débil. Mucha gracia no nos hacía el pedido. Arriba del buque no hay pozo de zorro. Ahí estamos velando, cuando llega el amanecer, estaba haciendo escucha en la frecuencia de llamada y socorro de RTF, 2182 kHz, y si no me equivoco, a las 0730 u 0830 (treinta minutos antes del ataque), escucho un mensaje del Almirante Woodward en español solicitando la rendición del contingente argentino, que el Gobernador y los jefes de las tres fuerzas en las islas se dirigieran en un helicóptero a su buque

insignia, ¿el Hermes? para negociar la capitulación. Repite a los 10 min., a los 5 min., le digo al Gordo, preparate porque se arma. A las 0800 o 0900 se empiezan a sentir los disparos de los AA, se ven las trazantes luminosas que explotan por encima de las nubes, ¿Están tirando? ¿Será munición verdadera? Nosotros en una nube de p2, desde el alerón del buque mirando el show en la más profunda de las estupideces, inocencia o inconsciencia hasta que... de la capa de nube aparecen los Harriers y uno que se dirige hacia nosotros tirando con su cañón, ametralladoras, gomera, lo que fuese. Salimos corriendo todos y nos metimos en el hall de inicio de la escalera todos juntos, de ahí a nuestros puestos de trabajo. La orden era zarpar y salir de ahí. El Flaco Zenobi, Jefe de Máquinas, siempre con su gorra de conductor de locomotora yanqui y el petiso Lombardi, primer oficial de máquinas, amigo del Flaco, genios con los fierros, se miraron al oír la orden pensando como carajo hacían para poner el buque en marcha nuevamente. Si apagarlo no es joda, arrancarlo, muchísimo menos. El motor principal se arranca con aire comprimido como burro de arranque, había presión, pero tampoco... mucha. Hicieron todas las maniobras necesarias, ajustaron todo, se fueron hasta la consola, se persignaron, rezaron, se abrazaron y empezaron el arranque y arrancó. Santiago Tettamanzi, el Comisario veía por el ojo de buey de su camarote los piques en el agua de la ráfaga del Harrier que se interrumpieron justo antes de llegar al buque. Salíamos con el Formosa, pero, ¿Para dónde? Pedíamos órdenes y no sabían que decir, al final nos fuimos por donde entramos, hasta llegar a Ensenada del Toro. Con las islas bajas un buque como el Río Carcarañá es más difícil de esconder que un elefante en un hormiguero. Lo atacan al Formosa, que seguía para el continente, vamos en su auxilio,

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navegamos toda la noche y nos fondeamos en Bahía Fox, la mañana del 2 de mayo estábamos fondeados en el sur de Gran Malvina. No teníamos idea de todo lo que faltaba. P.D. Seguro que me estoy equivocando en un montón de cosas pero es el relato espontáneo de lo que me acuerdo haber vivido. Acepto correcciones, consultas y ver que puedo aclarar mejor. Gracias 05. 2 de mayo y sucesivos Noche larga, miedo, incertidumbre, el famoso "¿Qué corno hago acá si podría estar en casa tranquilo? No se confundan entre la posibilidad de poder responder a un ataque, a la de no tener ninguna posibilidad de respuesta. Es total y completamente, diferente, aunque no lo parezca. Fondeados frente a Bahía Fox, estuvimos un par de días descargando tambores de combustible al Forrest, al Isla de los Estados y al Monsunen. En el Isla de los Estados estaba el Flaco Cuevas, Alejandro, maquinista naval, compañero de promoción. Otro tipo increíble. Una anécdota que lo pinta fue cuando éramos cadetes. Época de exámenes, el régimen de la Escuela hace que te sientas aún en el secundario, aunque haya muchos otros signos que deberían ser suficientes para darte cuenta que no es así. Cazadores furtivos hay en todas partes y ni que hablar en la Escuela Nacional de "Náufragos"/Náutica. Uno de estos días de exámenes, alguno de los cazadores furtivos se encontró "inexplicablemente" con el cuestionario de uno de los posibles exámenes, o eso suponemos, porque al sospechar un Oficial de alguna tramoya en danza, alguien le pasa el papel al Flaco Cuevas. "Cuevas, ¿qué tiene en la mano?" "Nada, señor", le responde mientras hábilmente acerca su mano a la boca, mastica y traga rápidamente el

objeto en cuestión. A falta de pruebas, no hubo delito. Bien sigamos, el Flaco venía siempre al buque, en realidad, de algún modo el Carcarañá hacía de refugio y spa de todo aquel que pudiera venir, Santiago administraba maravillosamente la comida y la habitabilidad en una situación más que traumática, dando alivio a todos. Sencillo, callado pero muy efectivo, una maravilla navegar con él. Así que las tripulaciones de los otros barcos se quedaban a comer con nosotros, se bañaban tranquilos, ya que las comodidades que teníamos eran muy superiores a las propias. En uno de esos alijes, el flaco me confiesa que estaba cansado, medio desanimado," ni siquiera hice la bolsa de supervivencia". No jodas, Ale, hacela. No le hubiese servido de mucho, lamentablemente. Llega la orden de desplazarnos a otro lugar, así que había que meterse en el Estrecho de San Carlos a "escondernos" o por lo menos salir de Fox que era un punto sino caliente, ene ese momento, por lo menos era algo más que tibio. La navegación en aguas restringidas es complicada, más si no tenés cartas adecuadas para tal hecho. Tampoco tenés certeza de los sondajes (profundidades), ni localización exacta de posibles piedras que te pueden abrir el fondo como si fuera un bisturí. El Capi (no siempre les gusta que los llamemos así, pero fueron, son y serán siempre para la masa, el Capi) se puso a ampliar la carta al tamaño de escala para trabajar con navegación costera como si fuera un cuarterón. El Capitán Dell'Elicine, náuticamente, era muy bueno. Se dibujó el cuarterón, lo referenció y allá nos fuimos a fondear a Puerto Rey, meta marcaciones, rumbos, nerviosismo, gente en proa lista a fondear y todos expectantes para que

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el Capi nos llevara a buen puerto y así fue. El pronóstico vino de culo, pesto y fuerte, el inconveniente que existe con el buque fondeado en una situación tal es que el ancla garreé (garrear, acción en la que el ancla del buque debería quedarse quieta agarrada en el fondo, pero no se percata de tal hecho y recorre el fondo del mar arándolo con la posibilidad cierta de quedarte agarrado con el buque arriba de una piedra. Mal pronóstico, temporal, máquina a 5 minutos. Eso significa que los maquinistas necesitan solo 5 minutos para salir navegando. Terrible temporal, el Capi se pasó toda la noche en el puente con la máquina funcionando, "navegando" en el mismo sitio para que el viento no nos tirase contra la costa. Era como estar navegando pero siempre en el mismo lugar. La guardia en la radio de 0400 a 1200 es larga, la radio con el mínimo de luz necesario, por suerte siempre venía alguno a hacer compañía a la estación de radio, el TF Verón, el negro, el Capitán de Ejército Marcelo Novoa, Sargento Ayudante Benzo. Durante el día es más fácil, pero la noche es larga. Seguimos con los alijes, viene Perdiguera (Forrest), el Monsunen con el Teniente de Navío Gopcevich, el Isla de los Estados con el Colorado Payarola, traen noticias, charlamos, comentamos, compartimos. Les damos alojamiento para bañarse, comparten la mesa con nosotros, se va generando camaradería. 06. Perdiguera se viste de referee. El Forrest era un barco chico de la FIC, casco rojo, superestructura blanca. Rojo y blanco es una de las combinaciones de colores de mayor visibilidad, junto con el negro y amarillo. Razonable para un buque de cabotaje en las islas, en tiempo de paz, no en tiempo de guerra. Su comandante durante el conflicto fue el entonces TN Molini.

Escucha en alguna frecuencia: El nombre en clave de la estación de radio de la ARA en Puerto Argentino, llamémoslo, Pirulo. -Atento, Pirulo, aquí Perdiguera. La voz de Molini fuerte y clara. - Adelante, Perdiguera. -Para informar que Perdiguera deja la camiseta de Independiente para vestirse de referee. -Perdiguera aquí Pirulo, repita mensaje. - Repito, Pirulo. Perdiguera deja la camiseta de Independiente para vestirse de referee. - No entiendo Perdiguera, repita. -Repito, repito (levantando presión), Perdiguera, Perdiguera, deja la camiseta de Independiente para ponerse la de referee. - Negativo, Perdiguera, no entiendo. - ¡QUE LO PINTAMOS DE NEGRO, PINTAMOS DE NEGRO EL CASCO! (A los gritos, e imaginando todo el rosario de improperios que podría estar profiriendo, sabiamente, el Teniente de Navío Molini.

07. Agradecimiento Mal que mal, éramos argentinos por nacimiento y por residencia, la tripulación era variopinta, pero civiles al fin. En uno de los alijes*, viene un Mayor de Ejército con los soldados para la descarga de víveres para los correntinos que estaban en Yapeyú, Puerto Howard, sobre la costa de Gran Malvina. Si mal no recuerdo el Mayor Sturm. Flaco, alto, serio, pero muy buen talante, un gusto compartir con él. Los soldados estaban comiendo en la cubierta de pasaje y la tripulación descargando al Forrest o al Monsunen. El 1º de cubierta de guinchero, el Capitán de Corbeta Robelo de gango, el que dirige al guinchero cuando este no ve donde está la carga, el Capi en bodega, junto con otros tripulantes, armando los chinguillos con la mercadería para aprovisionar a nuestra gente.

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Sturm viene a comer a la cámara de oficiales y pregunta si alguien tiene algún libro, porque necesitaba leer algo. Lo llevo para mi camarote donde siempre tenía una biblioteca conmigo. Se lleva Juanamanuela Mucha mujer. Muy agradecido, va recorre el buque y al rato vuelve a la cámara. Nos mira y nos dice: "Quiero agradecerles a Uds. por el trabajo que están haciendo, la guerra no es el trabajo de Uds., son civiles y están aquí ayudándonos. No tienen idea el valor que tiene para nosotros lo que están haciendo. Quiero agradecerles en nombre de mi gente y el mío, personal." La verdad que fue uno de los pocos agradecimientos que recibí en mucho tiempo por lo que hicimos. Nos hizo mucho bien. Me gustaría encontrarme con Sturm, ¿alguien sabrá algo de él? Un abrazo. Pancho 08. 10 de mayo, día triste Unos días antes nos dan como nombre clave, Pilote. Mala fariña, si nos pusieron Pilote, por más que terminemos de descargar, de acá nos mueve ni Mambrú, y como se fue a la guerra... sonamos. Nosotros, mercantes, en movimiento, navegando o en casa. El Isla de los Estados se lleva lo último que nos queda, es un poco una despedida, quien sabe para donde irán ellos y nosotros. En realidad, estábamos expectantes para volver al continente, aunque el tema de Pilote, en mi fuero interno cortaba muchas esperanzas. En la última carga se alijó el Yarará, 24 ton, más de 20 ton, seguro. Maniobra complicada, hay que hacerla lentamente con cuidado. Eso de colgar semejante peso de algo que flota por más grande que sea, tiene sus complicaciones. Vehículos de FAA, se van los pasajeros que vinieron con la

carga, el Cabo Varas de FAA, el Cap EA Novoa y Sgto. Ay EA Benzo. Después de cena, zarpan y se van hacia el norte por el Estrecho de San Carlos. Me voy a descansar, a las 0400 hay que tomar guardia, y se hace larga la noche que se transforma en día. Entre sueños, escucho idas y venidas ruidos, bolonqui. Me quedo en la cama, si me necesitan, me llaman y si no me necesitan, veré que pasó luego. Puede sonar duro, pero para eso nos turnamos, más siendo dos, necesitamos descansar en la medida que se pueda, así el otro puede descansar en su momento. Me levanto a las 0400, camino los tres metros desde mi camarote hasta la radio, de estribor, a la derecha mirando la proa, a babor, la otra banda (costado), la de la izquierda. Buen día, Raúl, ¿qué pasó? ¿No sentiste?, si sentí pero si no me llamabas es porque no me necesitabas. “A las 2300 atacaron al Isla de los Estados. Por el VHF, lo escuchamos al Colorado Payarola gritando, Díganle a los nuestros que somos nosotros, díganle a los nuestros que somos nosotros". Después de eso nada más. Nadie supo nada más del Isla de los Estados, el Forrest salió a buscarlos por las islas del Estrecho. No sabíamos que había pasado. FAA: Fuerza Aérea EA: Ejército Argentino Cap: Capitán Sgto Ay: Sgto Ayudante 09. Duraznos con dulce de leche Domingo 16 de mayo. A bordo, muchos tripulantes de los buques argentinos, sabían que día de la semana era gracias al menú. ELMA, Empresa Líneas Marítimas Argentinas, sociedad del Estado, heredera de la vieja tradición de los buques de pasaje, mantenía las costumbres administrativas de las viejas Flota Mercante del Estado (FME) siempre conocida como Flota y de la Flota de Navegación de Ultramar, de

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Alberto Dodero, luego nacionalizada, conocida como FANU. ELMA se forma a principios de la década del '60, y en los años 80 quedaban muchos tripulantes, en especial oficiales que provenían de una u otra. Marcaba diferencias, sobre todo en los relatos de sobremesa, que si había alguno con chispa, eran muy reconfortantes y divertidos. Bueno, el caso es que martes y jueves, pastas; viernes, pizza; sábado en navegación franca lejos de la costa, asado a la noche; domingo al mediodía, pasta pero casera, amasada en el momento. El domingo, como día festivo, los buenos Comisarios procuraban que hubiese algún postre y no la habitual fruta. Santiago Tettamanzi es de esos Comisarios. Durante la mañana, oigo un ruido muy fuerte de aviones, enjaulado en la radio, no sabía que había pasado. Pregunto, dos o tres aviones pasaron encima nuestro, ¿propios o de ellos? Nadie sabía o nadie dijo. A las 1200 me releva Raúl, me voy a almorzar, como algo rico, los cocineros eran muy buenos. Postre, duraznos en almíbar con dulce de leche. El dulce de leche era un producto que se negociaba en el mercado negro de a bordo. Corta sobremesa, y a dormir un rato. Aclaro que soy famoso por dormirme en cualquier situación y esto significa, un viernes a la noche, sentado a la mesa con 6 matrimonios de origen italiano a los grito; en un sofá cerca de la mesa, en una reunión de Gerencia, escondiéndome del Gerente principal; en la oficina, sentado metiendo la cabeza entre la ropa del perchero, en el coche de acompañante, en fin, en cualquier momento que así lo justifique. Unos 10-15 min. y adelante, tiro lo que resta de la noche. Estoy en la cama, abro los ojos y me tiro por la escalera, mientras me cruzo con un montón de gente rajando del

puente y yendo todos al inicio de la escalera. Dos o tres Harriers, supongo que dos, nos atacan. El ruido de los impactos de los proyectiles contra la chapa naval, el ruido de los aviones, las bombas que explotan. Los esfínteres que empiezan a evacuar gases instintivamente, apilados, los 40 tripulantes en ese lugar, el miedo presente en el rostro de cada uno, dándonos cuenta de lo terrible del ataque y, siempre, con esa certeza de que no podés hacer nada para defenderte. Pasa el ataque, ninguno estaba herido y empezamos a ver los daños, los proyectiles todavía estaban humeantes en el piso, algunos todavía dando vueltas. El olor de la pólvora, la desesperación de ver todo destruido, ver que pasa. Se relevan los daños, todos los elementos de salvaguardia léase lancha, bote y balsas de la banda del sol, estribor, destruidos. Solo nos queda la mitad de los elementos sobre babor. Es mejor abandonar, ir hasta la costa y ver después como hacemos. Mi cama partida al medio, la puerta del baño destrozada, en el placard la ropa colgada, rota. Me lo contaron, no me animé a verlo, miedo, terror, no sé como describirlo.

Voy primero al bote (por el miedo) bajo en él para destrabar las trincas de la pluma mientras lo mantenemos amarrado. Empezamos a acomodar todo lo que se podía. El caso es que nos vamos para tierra, a unas dos millas. Las fotos las sacó el gordo Balín, (están en imágenes los links). Mientras estamos en navegación vuelven dos aviones, los saludamos, distinguí al piloto con su caso y mascarilla, venían bien rasantes. ¿Nos atacarán? Por suerte, no. Cuando recordé las marcas de los aviones, por suerte después, me percaté que habían sido ingleses.

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Llegamos a la costa, medio rocosa, casi como un muelle, con kelpers, los verdaderos, las algas. Desembarcamos, hacemos un pasamanos, nos sacamos los salvavidas, los amontonamos en otro lugar. Antes de abandonar, nos comunicamos con Perdiguera, vestido de referee. Estaban enfrente de nosotros en isla Swan, habían encontrado náufragos del Isla de los Estados. Nos vienen a buscar, les decimos que mejor mañana. "Mañana no sé dónde ni como vamos a estar, me dieron la orden de llevarlos a Fox, Señor.", dijo Molini. Vuelta a juntar todo, la lancha y el bote salvavidas a remolque, creo que la balsa, en cubierta. No había lugar para todos adentro. Así que nos turnábamos para estar afuera y un rato adentro. Ya era de noche. Miedo, frío, incertidumbre, maldita incertidumbre. Empezaba otra etapa de la guerra.

10. Fotos del Río Carcarañá luego del ataque

Este es el camarote del 3er oficial de máquinas, Mauricio Balín, quien tomó las fotos.

En un momento, el Flaco Zenobi, el Jefe de Máquinas, lo mira a Santiago y le dice: -Che, Santiago. _ ¿Si? - Suerte que de postre fueron duraznos con dulce de leche, que si servías frutillas con crema nos matan a todos. Gracias a Dios, siempre hay alguien con buen ánimo.

Este era mi camarote, el del 1er oficial de Radio, en la cubierta del puente de mando del Río Carcarañá.

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11. Desembarco en Puerto Rey, Isla Soledad

Haciendo el pasamanos descargando los botes.

Acá desembarcados, antes de que el Forrest nos llevara a Bahía Fox.

El Río Carcarañá fondeado luego del ataque de los Harriers

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Mario Appendino, 1er oficial de cubierta, Duarte, mozo; Sergio Dorrego, 2do oficial de cubierta, el resto no distingo.

12. Malas noticias El día 16 de mayo, mientras nos atacaban, el "Forrest" rescataba a dos náufragos del Isla de los Estados. Ve el ataque, informa a Puerto Argentino y nos vienen a buscar. Una vez embarcados, nos encontramos con el Colorado Payarola, Capitán de Corbeta, Comandante militar del buque. Se había salvado junto con un marinero, López, gallego, para variar. Cuando me toca el turno de estar adentro, escucho su relato. Espero que la memoria no me falle y no me equivoque en algo. Nos cuenta: Una vez que los dejamos, nos dirigimos hacia el Norte, buque oscurecido totalmente, sin radar, ni nada. Sentimos cañonazos y luego nos impactan, 5 proyectiles, la andanada completa. Ahí es cuando se escucha por el VHF" Díganle a los nuestros que somos nosotros". Se encontraba en el puente con Panigadis, Bottaro y López. Aturdido, se recupera, los levanta a los otros tres, ya con el buque tumbado hacia una banda, mientras se hunde entre el

fuego del combustible y sus explosiones. Terminan caminando por la banda del buque, se encuentran con el Mayordomo del buque, quien se dirige hacia la cubierta del buque, mientras que ellos se van hacia el fondo del casco. Ve un par de balsas salvavidas ya infladas y se tira al agua para acercarlas, toma una, la acerca y sube a los otros tres náufragos a la misma. No lo ven más al Mayordomo. Ve que se desinfla, se tira nuevamente al agua, recuerden que eso fue a eso de las 23 horas., nada hasta la otra balsa, acerca ambas balsas y los traspasa a la otra balsa que está sana. Mientras la corriente se los lleva hacia el sur con velocidad, estaban al Norte de la Isla Swan, y empiezan a acercarse a ella, lejos de su costa. Empiezan a evaluar que se tienen que tirar a nadar para poder llegar a la isla, de otro modo, la corriente los va a llevar hacia mar abierto, con escasas posibilidades de rescate y supervivencia. Panigadis se tira antes de tiempo, no lo pueden impedir, los otros tres, Payarola, Bottaro y López, después. López, escasamente sabía flotar, entre Bottaro y Payarola lo van alentando y llevando hacia la costa. Estiman haber nadado no menos de una hora. Cuando hacen pie en la playa, Bottaro sufre un infarto y muere. Los dos sobrevivientes, toman el cadáver y lo llevan con ellos. Encuentran un refugio de los que suelen existir en las islas, armados por los kelpers, para contingencias de temporal. En él encuentran, alimentos, turba, abrigo, fósforos. Hicieron señales, hacia donde estaba el Carcarañá, pero no los vimos. Los encuentra el Forrest, 6 días después de su hundimiento, además, encontraron el torso del mayordomo. Otro duro golpe en ese domingo 16. Muchos amigos se fueron, Novoa, Benzo, el Flaco Cuevas, el Cabo Varas. A Bottaro lo enterramos en Fox.

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13. Fox Bay East

16 de mayo, día largo, muy largo. De los duraznos con dulce de leche del mediodía en la cámara, a náufragos shockeados por la noche. Ya de noche, muy de noche, llegamos a Fox. Del Forrest pasamos al Buen Suceso, en la más profunda oscuridad. Del Suceso a un muelle de madera que no da ni para una lancha colectiva. Frío, incertidumbre, desconocimiento, desamparo. Esa sensación de angustia de lo ignorado. Mientras bajamos a tierra, dan alarma gris, bombardeo naval. Correr hacia donde nos indican para meternos en un galpón. Galpón semicilíndrico, cuyas chapas no llegan hasta el suelo sino que deja unos 40 cm para que ventile. Montañas de pasto, gente del Buen Suceso viviendo ahí. No entendíamos donde estábamos. Nos vamos acomodando por grupos, tratando de ver como hacemos. No podíamos parar el viento. Algunos se meten debajo de un tractor. Tratamos de hacer el menor ruido posible. La oscuridad amplifica por cinco cualquier dificultad. No conocés, no estás acostumbrado a moverte sin luz, por eso no sabés como moverte, ni ubicarte. Las frazadas están mojadas por la condensación del atardecer en navegación. De alguna manera nos acomodamos, Raúl y yo, cerca de 0,1

tones. Cada uno. Dos frazadas, pantalón de gimnasia, pantalón de fajina, camiseta, camisa, sweater, dos camperas, gorro, borceguíes, dos pares de medias. Así y todo, hacía frío, el miedo enfría. Lo vemos al flaco Appendino, 1er Of. de Cubierta, flaco, muerto congelado por el frío. Lo pusimos entre medio de los dos. Flaco vos metete entre los dos porque te vas a congelar. No dormimos, habremos dormitado, no se. Noche larga, sobre todo porque en otoño amanece más tarde. ¿Dónde estamos? ¿Cómo nos organizamos? La vida del marino es distinta a la del combatiente en tierra. Pasamos de la comodidad a la intemperie. De la abundancia a la escasez. Recuerden que éramos civiles en nuestra burbuja, en el teatro de operaciones, pero civiles al fin. Repentinamente, entramos en plena guerra. ¿Y ahora? ¿Cómo sigue? 14. 17 de mayo y algo más A eso de las 0830/0900 empezamos a tomar referencias de donde estamos, sigo perdido y medio desorientado, con respecto a la situación. Frío, viento, llovizna, a bordo eso no lo sentía. Veo el galpón va a ser difícil protegerse ahí. Vemos de armarnos un pozo de zorro, dan la voz de alarma, alerta roja, ataque aéreo. Corremos a escondernos, no sabemos donde, hay una separación de potreros en un espinillo feroz. Nos metemos con las espinas, pinchando nuestra ropa sin saber de que lado podrán venir los Harriers. Tenemos que conseguir comida, de todos modos el miedo, me quita el hambre. No terminamos de organizarnos. Ni me acuerdo como pasé esa noche, pero la sensación de inutilidad en ese momento es muy fuerte y depresiva. Todo se sobrelleva, salvo la incertidumbre. No saber para que lado rumbear, es malo, pernicioso. Al otro día, viene el pelado Robelo, CC, nos llama a los dos radios. Nos pregunta si conocemos de equipos de

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radioaficionados, "Algo", contestamos. ¿Quieren dar una mano a la gente de Ejército? Si, ¿por qué no? El pelado estaba armado con un Lee Enfield, cubriéndose el bocho con su boina de submarinista, había pasado toda la noche con los integrantes de EA que estaban a la espera de una ataque inglés. Allá nos fuimos con él hasta el puesto comando de la Ca Ing. 9, que estaba en una de las casas abandonadas por los kelpers. Ahí estaba el Jefe de la Ca y su 2do, el Mayor Oscar Minorini Lima y el Capitán Aníbal Medina. Querían instalar un equipo de HF aficionado para ver si nos podíamos comunicar con Puerto Argentino y el continente. Acá empieza otra parte de la historia.

15. Puesto Comando Así fue que, con el Gordo Bechi, nos ponemos a ver el equipamiento. Eran equipos de radio aficionados requisados a los kelpers, había de todo. Empezamos a ver lo que teníamos disponible, creo que un Yaesu HF, mientras miraba como armar unos dipolos además de una long wire, junto con Raúl, nos atacan un par de Harriers, que tomaban como blanco principal al Bahía Buen Suceso. El caso es que, la trayectoria de ataque al buque pasaba justo por encima del puesto comando que tenía la Ca Ing 9, en ese momento, y que suponemos era un alojamiento para trabajadores de temporada, esquiladores, cocina, comedor enorme, habitaciones con varias camas en la planta superior, lugar para el puesto en si. En el momento del ataque, se escucha la voz del Jefe, Civiles y colimbas al pozo. El resto conmigo, y ahí nomás salieron y salimos todos, algunos soldados nos mostraban donde nos convenía tirarnos en estos ataques y era en la barranca que daba a la bahía.

Minorini tiraron con armas de infantería, trataron de disparar uno de los SAM, que tenía FAA con el Alférez Ugarte (ahora Brigadier) pero no salió. Una vez pasado el ataque, vuelve Minorini con Medina y sus suboficiales y deciden trasladar el puesto comando porque al Buen Suceso no lo iba a mover nadie. Nos encara: "Vamos a trasladar el puesto comando, ¿Uds. se pueden hacer cargo de cambiar las radios? Si, por supuesto, fue nuestra respuesta. ¿A dónde? A esa otra casa. Bien, le respondemos. Esa otra casa resultó que era donde, anteriormente, estaba la estación costera Fox Bay East. Fuimos a verla y aprovechamos lo, que de alguna manera era lo dispuesto para una estación de radio. ¿Habrá más equipos? Si, ahí mismo, nos dice Medina. Vengan. Ahí fuimos los dos "peso pesado" de las radiocomunicaciones, 0,1ton c/u. Había de todo. "Necesitan algo", nos dice Medina. "Si, alguien que se pueda trepar a los techos" Se da vuelta, mira. ¡Chaco! Dar una mano a los señores en lo que te pidan para armar la radio. La agilidad y disposición de este sargento, ya saben originario de donde, era espectacular. Nos complementamos fantástico porque lo que le pedíamos y explicábamos, lo entendía y lo conseguía. Fue un gusto compartir con él, esos momentos. Interiormente, participar en algo productivo para la obtención del objetivo deseado era muy bueno. Daba sentido a nuestra estadía ahí. Así, empezamos, instalamos los distintos equipos de radio, conseguimos baterías, cargador, densímetro, un CP del Buen Suceso, también él radio. Tramos de cable coaxil, conectores, soldador. Chaco se consiguió unos buenos caños, algunas antenas de VHF y fuimos instalando las antenas, lo más alejado posible de donde estábamos operando. Una prevención que resultó muy importante.

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Con lo que había, armamos la nueva estación de radio antes de desarmar la reemplazada. De ese modo, no nos quedábamos sin comunicación, sobre todo con las secciones desplegadas. Una vez verificado el funcionamiento, desarmamos la anterior estación, arranchamos todo el material para tener listo para reemplazos o armado de nuevos puestos. Les cuento que las mochilas radio no funcionaban y no teníamos un solo manual para satisfacer nuestra ignorancia. Así que la red de comunicación estaba integrada por los teléfonos alámbricos de los kelpers y los equipos de radioaficionados requisados. "Listo, señor. ¿Nos podrá acompañar alguien hasta nuestro galpón? "Miren muchachos, si tengo algún lío con la radio, tardo por lo menos media hora en ir a buscarlos y en que vengan, ¿por qué no se quedan acá con nosotros? Es lo mismo allá que acá. (por el riesgo) Nos dan una mano." No había argumento en contra. Nos miramos con Raúl. Era obvio y así nos quedamos en un todo de acuerdo. Le avisamos a Robelo, que estaba por ahí para que le avisara al Capitán Dell'Ellicine, ya que él iba y venía hasta el galpón donde estaba la tripulación. Otro punto de inflexión en la historia. 16. La emboscada Una mañana, estaba de guardia en la radio del puesto comando de la Ca Ing 9. De repente, entra el Jefe de la Ca, Mayor Minorini Lima: Pancho, llamá enfrente (al Regimiento Infantería 8, RI8) y preguntá si esa patrulla que se ve en la colina y viene del Este, es de ellos. Llamo por el VHF y espero su respuesta. Por lo visto, tienen que averiguar. Tardan. Negativo, no tenemos conocimiento de patrulla alguna. A dar la alarma y prepararnos para el combate. Mientras tanto, se escuchan helicópteros desde la dirección

contraria, nadie sabía nada. Todo el mundo a sus posiciones, corriendo de un lado a otro. No voy a decir que el día era espléndido, pero tengo toda la sensación que así lo era. Salgo del puesto de radio a buscar una cobertura más sensata, sin armamento es una sensación de desamparo terrible. Una sensación de mierda. (No sería yo, si no lo expresara de tal modo). Cuando veo de donde viene la patrulla, los pozos que teníamos en la barranca de la costa quedan desprotegidos, ya que los bombardeos navales siempre van a venir del lado contrario. No sirven, ¿dónde mierda me meto? Me junto con un soldado con FAL y nos miramos ¿dónde carajo nos guarecemos?, observamos y no había nada. Los helicópteros se venían encima, derechito hacia donde estábamos, lo que nos cubría de la patrulla, nos desguarecía de los helicópteros y viceversa. No nos queda más que la posible cobertura visual de una pila de turba amontonada, seca de donde nos aprovisionábamos para las estufas y cocinas. Tirado junto al soldado, vi con certeza cristalina la muerte. Mi muerte. Me boletearon, la puta madre. Si le dan primero al soldado, agarro el FAL y sigo. No queda otra. Listo a esperar el tiroteo, rodeado por tropa terrestre y aérea, se oye un grito "¡... tropa! ¿Qué? Propia tropa, propia tropa, alto el fuego, propia tropa" Los helicópteros venían de Puerto Argentino con un grupo de tropas especiales de Fuerza Aérea, la patrulla era del RI8. La falta de coordinación y comunicación nos tendió una emboscada. CC Capitán de Corbeta, jerarquía de oficial de la Armada equivalente a Mayor de Ejército.

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17. Ronda nocturna Así entre alarmas rojas, grises y amarillas, sobrellevábamos la incertidumbre en la que vivíamos. Una noche, una de las secciones no tenía comunicación, era la más alejada. Todavía no habíamos sufrido los bombardeos navales, así que fue antes del 25 de Mayo, fecha de la primera función del "british night show de las fragatas inglesas". No nos podíamos comunicar por radio, no me acuerdo si el sistema alámbrico no llegaba hasta ahí o si se había roto antes. Lo más probable era que se hubiesen quedado sin batería, ya que debíamos recargarlas en el poblado. Le paso la novedad a Medina, 2do de la Ca. Uno en estas circunstancias, no de guerra, si no de vida, hasta diría de casado, hace la pregunta que sabemos tiene una respuesta obvia y que, lógicamente, no es exactamente lo que más ganas de hacer, en ese preciso momento, tenemos. Ej: Viene uno de tus hijos mayores pero no tanto y te dice: "Pepe (el bebé) ensució el pañal". Los hombres, probablemente preguntemos "¿Hay que cambiarlo?" y el pibe te mira con cara de "Si te aviso es porque se cagó hasta la nuca. Si, viejo, dejate de joder y cambialo porque mamá no está" Todo en una mirada. Acá el bebé no había ensuciado el pañal, pero era evidente que teníamos que ir hasta la posición a ver y reemplazar lo que se había jorobado. Agarramos un VHF y una batería, que era de las grandes y nos fuimos en un Mercedes Benz Jeep de los que eran último modelo en esos años. De noche, sin conocer el lugar, iba de acompañante, mientras el Cap Medina, manejaba y un cabo nos acompañaba, sentado atrás. Mientras íbamos se escucha una pregunta, para mí, absolutamente retórica. "Uhh, acá estaba la turbera, ¿A la derecha o a la izquierda? Creo que mi cara de desconcierto se veía en

la escasa luz de la noche. "A la derecha" dijo y hacia ese lado volanteó Medina. Murphy existe y su ley está omnipresente. Huelga decir que con el MB nos enterramos de tal manera que casi no podíamos abrir las puertas del vehículo. ¿Y ahura? La batería era una de camión, no era para llevarla a pulmón y menos con la calidad de terreno de las islas. ¿Entonces? "Uds. dos detrás mío a cada costado. Yo sé quien está en cada posición y donde están. Volvemos al pueblo a buscar un camión. No era lejos, pero sin puntos de referencia, en la oscuridad de la salvaje tierra malvinera, parecía el cruce de los Andes (poéticamente hablando, no se lo tomen en serio). El cabo me dice: "Pancho, si hay tiros, yo a la izquierda y"... "Si," le digo, "yo a la derecha, ya lo había pensado." Por agilidad, el más rápido iba a ser él, no yo. Su riesgo era que además de poder morirse de un balazo de propia tropa, muriese aplastado debajo de mí. Tampoco yo quería sobresalir más de lo inevitable en un caso como ese. Así fue que gracias al buen conocimiento del terreno por parte del Cap Medina, también de noche, llegamos a buen puerto con los pies hinchados porque era como caminar en una calle adoquinada a la que le faltan algunos adoquines y otros no, sin luz. Agarramos camión, algún personal más, nos fuimos hasta el jeep, del lado correcto, cargamos la batería y el equipo y hasta la posición nos fuimos. No me acuerdo si reemplacé algo, si pudimos dejar comunicado todo o que, pero empezamos a eso de las 2100 y terminamos como a las 0200, de vuelta en el puesto comando, a seguir la guardia.

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18. Operación Peceto

19. Visitas nocturnas

(La historia es cierta, el diálogo no apostaría mucho, pero si algo) Minorini Lima, desde mi punto de vista absolutamente personal, tiene dotes de líder. Buen administrador, flexible e inteligente. Como bien dijo el Tte. Jaureguiberry, veníamos para 40 días de ocupación y ya llevamos 60 de guerra. La logística no es la misma para un caso que para el otro. El Jefe había llegado a un acuerdo con el Mayordomo de la Estancia en el que se podía carnear ovejas, 2 o 3 por día que las había en abundancia, pero no vacas. Eso permitía que pudiésemos comer, por lo menos una vez al día carne. Argentinos que somos, propensos a saborear carne vacuna antes que otras, ver unas vacas caminando por ahí, entre medio de tanta vicisitud, lo llama a Satanás, o por lo menos al diablo encargado del gusto y el estómago, suponiendo que sea uno solo para ambas tareas. Una tarde de mayo, el 2do está de recorrida con el Jefe, y por ahí caminaba un novillito pastando por un potrero. "Linda vaquita, mi Mayor" "¿Cuál?" "Esa por allá, mírela" mientras le alcanza los prismáticos. Toma el Jefe los prismáticos y mira ese ejemplar de la raza vacuna en un lugar tan desolado y frío. "No joda" "Jefe, esta noche, ¿Operación Peceto?" "Quedé con el Inglés que vacas no" "Con tanto campo minado, mi Mayor, la vaca se puede meter sin saber..." Así fue como cada sección recibió su parte equitativa de carne vacuna y el inglés, al otro día, a un compungido oficial del EA mostrándole el cuero destrozado de la pobre vaca que pisó una mina.

La noche del 25 de mayo, a eso de las 2000 horas, más o menos, uno de los puestos de avanzada de la Ca Ing 9 informa que hay dos buques ingleses frente a Fox. ¿A qué distancia? Unos 12 mil metros, mi mayor. Fuera del alcance de los cañones sin retroceso que teníamos." Bien, a recibir y no poder devolver... Una horita después más o menos, los muchachos empezaron a mandar "encomiendas", en especial de acero, a buena velocidad, y con consecuentes sacudidas en el piso. Los paquetes venían de a cinco. Se siente cuando salen, se escuchan si pasan por arriba y mucho más, cuando impactan. ¡Ay mamita querida! y ahora, ¿qué hacemos? Todo el mundo evacuando hacia una parte de la bahía, que quedaba protegida desde el mar y que tenía una barranca, chica pero barranca al fin. Con el Jefe de Radio, Raúl Bechi, otro "peso pesado", lamentablemente ya fallecido, ya que los dos no éramos precisamente delgados, estábamos haciendo guardia de radio en el puesto comando de Ejército en una casa del poblado, que estaba abandonada por los kelpers y que habíamos ocupado porque estaba, protegida cerca de la barranca mencionada. El primer ataque fue al voleo, tiraron adonde suponían que podía haber tropa y donde detectaban movimiento. Así fue que sacudieron a una pingüinera a lo pavote, ya que los pingüinos, cuando sintieron las primeras pepas, sensatamente, rajaron al agua. Comento que ahora lo escribo un tanto jocoso, pero que, disculpen el término pero miedo no me parece lo suficientemente descriptivo, el cagazo padre que tenía hacía que temblara como una hoja, grande, pero una hoja al fin. Alguien, que no fue mi coequiper Raúl, emitió un corto mensaje a Puerto Argentino: "Polenta en Uranio" Esto quería decir bombardeo naval (polenta)

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en Uranio (Bahía Fox). Hagan la prueba, díganlo rápido: Polenta en Uranio. Si quieren díganlo dos veces, rápido, claro pero rápido. Bien, no es mucho tiempo lo que se tarda. ¿Adivinen adonde cayeron las siguientes andanadas? Alcanzó para que las fragatas nos triangularan. Con el otro Gordo, habíamos trasladado el puesto comando anterior al actual. La antena quedó a unos 15 metros de la radio. Un enorme pozo marcaba su posición aproximada. No fue hecho con pala, tampoco tardaron mucho en hacerlo. Como el paquete era de 5 entraron a caer fragmentos, se veían luces naranjas por todos lados. Después me di cuenta, mucho después, que era el acero de las esquirlas de la fragmentaria cuando explota. Yo estaba en la casa, no en el puesto mismo, sino en un cuarto aledaño. Éramos como 10 a la espera de ver que pasaba. Cuando empiezan a caer las pepas sobre la antena y sus alrededores, salimos todos rajando. Había dos puertas enfrentadas, una a mi derecha y otra a mi izquierda, miro a la derecha, que era la que usábamos habitualmente para salir hacia afuera y había como 7 grandotes pasando juntos y al mismo tiempo por ella. Entre mí, pensé: "En la puta vida salgo de acá por ahí." Me tiré para el otro lado, craso error. Yo estaba con un Winchester 22 que quería usar para cazar algo distinto a un cordero. Recordando viejas épocas de colimba, el arma nunca se abandona, y ahí rajaba yo con el Winchester. Salgo agachado y siento un terrible sacudón en la mano, algo que me quema, suelto el arma y rajo para la puerta que da hacia afuera. El pomo de la puerta era redondo. Como soy zurdo, trato de abrir la puerta con esa mano. No puedo, agarro el pomo, siento mojado y no tengo fuerza. ¿Qué pasaba? "A falta de pan, buenas son tortas", pruebo con la derecha, que siempre fue muy pero muy torpe. Aprieto el pomo, y tampoco puedo abrirla, porque no tenía pinza con la mano. La desesperación, ¿qué hago ahora? Me puse de costado, y

agarre el pomo mojado con el dedo anular y el meñique de la mano derecha. La abrí y salí, ahí veo el agujero que reemplazaba la antena, el humo espeso de la explosión. Llego hasta la barranca, mientras seguía el bombardeo. En un momento, para variar, aparece Abel, el médico neuquino. "¿Hay alguien herido?" "Creo que yo", todavía no me dolía, ni tenía mucha conciencia. Vino, dijo "Ajá, tenela lejos de la tierra para que no se infecte. Después te curo. Ahora no tengo suficiente." Siguió su camino entre los proyectiles que caían viendo si había otros heridos. Las fragatas paraban un rato y luego seguían, a veces caían los proyectiles muy cerca. En un pequeño intervalo, en un silencio profundo, de esos claritos como cuando uno dice una huevada en una reunión y justo todo el mundo se calla, quedando como eso, como un huevón, se escucha una voz: "¡Ay, Virgencita Santa! Si me salvo de ésta, ¡nunca más le pego a mi mujer!". Las carcajadas de todos los que estábamos por ahí se escucharon mientras los ingleses volvían a sacudirnos. 20. Pie de trinchera Afección que sufren las tropas cuando se encuentran en condiciones de frío, poca higiene y poca circulación en los pies. En la Ca Ing 9, no hubo pie de trinchera. En realidad, pese a los ataques aéreos y bombardeos navales que sufrimos juntos, hubieron 2 heridos de la Ca y yo. Uno de ellos, minando se voló un pie y el otro protegiéndolo durante un bombardeo a su compañero herido fue alcanzado por un pedazo de madera desprendido del piso, durante el mismo ataque en el que me hieren. ¿Cómo fue que se evitó? El Jefe de la Compañía hizo ocupar una casa, de las abandonadas por los kelpers, por cada sección de la Ca. Puso un soldado de semana, cuya función

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era mantener la casa limpia, la cocina económica prendida y con turba a mano y el agua caliente. Todos los días iban dos soldados por sección a bañarse, lavar y secar su ropa y dormir una noche en la casa. Además juntó a todos los responsables de sección y les dijo: "Lo que el médico diga de higiene es como si lo ordenara yo". El médico, Abel Vallejo, recorría continuamente las posiciones Así fue que no hubo pie de trinchera en Fox Bay East. 21. Vallejos Hace varios días que pienso como y que escribir para transmitir lo que este magnífico ser humano nos dio en nuestra forzosa y compartida estadía en Bahía Fox Este. Vallejos, Abel es médico, nacido en Neuquén, tiene un poco menos que mi edad entre 50 y 52 años, hoy año del Señor 2009. Uno de muchos hermanos de una familia de Centenario, a unos kms de Neuquén Capital. Familia de trabajadores, protestantes, evangelistas. Abel es un hombre de profunda fe que no le hace asco a ninguna tarea, ni misión, con el increíble agregado de una sempiterna, cálida y fraternal sonrisa aún en las situaciones más estresantes como fue la guerra. De pensamiento claro y esperanzado en su Fe en Cristo y en su trabajo diario. Estudió en La Plata; como la familia no lo podía mantener hizo su carrera universitaria changueando como albañil y en una austeridad extrema que jamás le melló el buen humor. Según su propio relato, tenía una bicicleta, en extremo deteriorada, despintada, descuajeringada, tenía nombre la bicicleta. No me acuerdo cual era, pongamos que se llamaba "La Juana". "Tan destruida estaba La Juana que ni cadena para atarla tenía. Era una bicicleta pobre, no podía quererla nadie y por eso la dejaba sin atar." contaba

Abel, en noches de vela. "Iba a todos lados con la bicicleta porque me ahorraba el colectivo o iba de un lado a otro sin problema. Una vez, una noche, voy a buscar La Juana y no estaba. La Juana, no estaba. Se la llevaron. ¿Quién pudo llevarse a La Juana? Alguien. El hecho que empecé a caminar y a usar colectivo, cuando podía. Meses así, sin posibilidad de reemplazo. Hasta que otra noche, caminando por La Plata, ¿qué me encuentro? A mi amiga, a mi compañera inolvidable: a La Juana y ahí seguimos juntos. No recuerdo si la ató, de ahí en más, pero sí me acuerdo que no se volvieron a separar Recorría las posiciones todos los días, atendía a los enfermos y heridos, cavaba pozos de zorro, como el que hizo al lado de la enfermería para los heridos, enfermos y personal que estaba con él. Lo hizo junto a un cabo enfermero del Buen Suceso y los que podían ayudar. Atendió a los heridos, junto con otro médico del RIM 8, nuestros vecinos de enfrente, tuvo que hacer una amputación de pié al soldado que se lo voló minando. "Son pruebas que nos pone el Señor, Pancho. Esto demuestra que somos capaces de seguir adelante, dale no te caigas." Esto me lo decía mientras estaba junto con él, a su cuidado, luego de que me hiriera una esquirla en la mano. Buscaba turba, nos turnábamos para hacer una imaginaria en la enfermería atentos a un posible bombardeo naval, manteniendo la estufa alimentada con turba para mantenernos calientes en esas noches de frío. Las noches que pasábamos ahí, porque hubo muchas de esas noches que las pasábamos en los pozos hechos por la gente del Carcarañá a la orilla de la Bahía cuando las fragatas inglesas nos visitaban.

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lamento no recordar sus nombres. Vallejos ahí siempre atento en el intervalo entre un ataque y otro recorría las posiciones por si había heridos. En los bombardeos, por lo menos tres hombres estaban siempre afuera, Minorini Lima, Medina y Vallejos. ¿Dónde andarás, Abel? 22. Los muchachos de Fuerza Aérea en Fox Estábamos todos, Ejército, Armada, Fuerza Aérea y Civiles, cura de Gendarmería. Faltaban dos fuerzas de seguridad y era un muestrario completo, pero para ser un poblado perdido en el sur del Atlántico Sur, como lo que es Bahía Fox, había una aceptable cantidad de instituciones representadas en ese suelo argentino. Ejército ocupaba su lugar natural, la Armada con el aporte del Bahía Buen Suceso era acorde al ámbito insular. La Fuerza Aérea estaba representada por dos grupos chicos pero de gran presencia en mi vida en Fox. Por un lado, el Alférez Ugarte, hoy Brigadier con un asistente con unos misiles rusos que, según comentaron teníamos gracias a nuestros hermanos peruanos. El otro lo conformaban los "pasajeros" del vuelo del helicóptero del relato de la emboscada. Este grupo al mando del Primer Teniente Yuse, tenía como misión señalizar los campos para el lanzamiento de carga o paracaidistas de los Hércules C-130. Ellos venían básicamente para el lanzamiento de carga, a suceder unos días después. De los 5 o 6 hombres que conformaban el grupo, recuerdo a cuatro: el mencionado Yuse, otro Primer Teniente Alzamora, negro, grandote, le decían 9 dedos porque había perdido en un accidente deportivo, el Suboficial Barros y el Cabo Principal Messuti. Había otros dos integrantes del grupo pero,

Grandes personas, generosas, me cuidaron y me llevaban con uno de mis ángeles guardianes, Raúl Bechi, que me cuidaba como a un hermano, al pozo que habían construido. Noches largas, las del invierno austral en las Islas, muy largas, interminables con ese frío húmedo, que te cala los huesos. Donde para orinar, lo pensás una y mil veces. Así transcurrimos algunas noches de vigilia en el pozo a la espera y sufriendo los ataques de los cañones ingleses. Alguna noche nos preguntamos: Si ganamos, ¿quién carajo va a venir a quedarse acá desde el continente? El clima es duro para un argentino, no para un escocés o un inglés, pero si para nosotros que estamos acostumbrados al sol y a los días claros. Barros estaba siempre con ganas de jaranear, Messuti contó, en una sola noche 800 impactos de proyectiles de cañón sobre nosotros, Yuse y Alzamora callados, siempre calmos y confiados. Marcaron la zona de lanzamiento para el C-130, que pasó una tarde y largó su carga en vuelo rasante sobre la zona indicada. Compartí varias noches con ellos, a Messuti lo vi una vez después de la rendición, luego nunca más como al resto. Espero, de todo corazón que estén bien, que es lo menos que se merecen. 23. Jaime Ugarte Ugarte era el otro contingente de FAA en Fox, para la defensa antiaérea, lo habían traído con un helicóptero con su asistente, y una carga de los misiles rusos de hombro tierra-aire. Alto, flaco, medio rubión, vino con el mínimo equipo necesario, otro camarada de vigilias y largas noches. Mucho en común, hablamos mucho. Después del 25 de mayo, los venían a buscar para emplazarlos temporariamente en el sur de la Isla

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Soledad, para defender la zona de los Harriers. Le presté un par de medias de lana, no se si guantes. Así como estaban se los llevaron para la Isla Soledad. Allá los llevaron, allá los dejaron. Nunca más los volvieron a buscar. Se quedaron un par de días en zona, y luego se fueron caminando para el Sur, con la intención de poder hacer alguna señal que nos permitiera ir a rescatarlo con la Penélope. Caminaron de noche, ocultándose durante el día. Después caminaban de día porque el frío durante la noche era insoportable. Los helicópteros ingleses sobrevolaban el área mientras ellos se cubrían. Hasta que finalmente un helicóptero inglés los sorprende y se desembarcan varios gurkhas, que se encargaron concienzudamente de “ablandarlos” a golpes y patadas, creo que luego lo llevaron prisioneros a Darwin. Esto lo supe de propia boca de Ugarte en 2009.Si no me equivoco, Carballo contó su historia. Con Jaime, hablamos un par de veces, pero no pudimos encontrarnos. Prometo que este año lo voy a hacer contra viento y marea.

24. Y la noche se hacía día Recuerdo una noche que el TF Médico Acosta, el Negro, se despierta y dice: Un Sea Lynx, un Sea Lynx inglés, dale mirá, salí. Ahí abro la puerta de la enfermería y la luz de una bengala inglesa hizo día la noche. "Al pozo, al pozo", todos agazapados, corriendo nos fuimos metiendo bien amontonados en el pozo que Vallejos había hecho y donde junto con Acosta entraron últimos. Se oye la andanada desde la fragata, 5 disparos por salva del 105 mm, el silbido cuando pasaban por arriba cerca, el impacto cada vez más cerca. La tierra que se sacude y tiembla junto con uno. La próxima entra, la próxima entra. No, termina la salva, cambia el azimut la fragata y sacude a otro sector.

Si las noches de vigilia eran largas, las de mucho frío, interminables, éstas eran eternas. No tuve peor sensación que estar bajo fuego naval. Ya fuese por la incapacidad de respuesta por parte nuestra. (Están ahí y se quedan hasta cuando quieren), ya fuese por la duración de los ataques que eran horas y horas. El ataque de los aviones es súbito, violentísimo, pero dura minutos y se acaba. El bombardeo naval era prolongado, espaciado y tremendamente destructor, tanto física como psíquicamente. Desde mi punto de vista, lo peor, en estos casos, es no poder capitalizar la experiencia acumulada con una mente preparada para deducir los signos del combate. Tenía instrucción militar gracias a un Oficial de Ejército que fue mi Jefe en el Comando de Remonta y Veterinaria, Esteban Rafael, él nos enseñó un montón de cosas mientras nos dió la instrucción militar, junto con un cabo primero enfermero veterinario, Acosta, sobre cuidados en los puestos de guardia, ver como se distingue la luz de un cigarrillo en la noche, situaciones de combate de infantería, no frente al fuego artillero. Me lo encontré después del conflicto y se lo agradecí. Son muchas cosas de sentido común y otras de sufrirlas en la práctica, muchas de ellas resurgieron dese la profunda memoria gracias al instinto de supervivencia. De toda experiencia siempre se saca algo bueno por terrible que pueda parecer en el momento de sufrirla. También en estos casos se dimensiona, lo relativo de las circunstancias vividas y lo importante de saber vivir cada momento.

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25. Especialidad médica y lógica militar Noche temprana o tarde oscura en el final del otoño malvinense. Reunidos en la enfermería charlando, enfermos, heridos, médicos y enfermeros. Un momento de relax, charlando de ovejas perdidas, ya que bueyes en las islas, no le hay. Entre nosotros, el Negro Edgardo Acosta, tucumano de buena cepa, con ese ritmo tranquilo de los norteños, que tan bien contribuye en momentos de crisis. No confundir ritmo tranquilo con parálisis, no, nada que ver. Manejo seguro, pausado y sobre todo, firme. Fines de los 70, principios de los 80, muchos médicos conocidos se incorporaron a las filas de las FF.AA. para conseguir un ingreso que, de otro modo, no se conseguía fácilmente. El Negro se había incorporado a la Armada con el grado de Teniente de Fragata. En el medio de la charla, le pregunto al Negro: - Che, Negro y vos, ¿qué especialidad tenés? - Na, no importa. - Dale, Negro, decinos - Bueno, dice "yo soy médico de la Aviación Naval" - Ajá. ¿Entonces? - Hice el curso de medicina aeronáutica en la Armada. - Todo bien, Negro pero después de la Facultad, ¿hiciste residencia? - Siii, hice. - Bien, y ¿en qué? - Na, no importa. - Dale Negro ¿qué sos? - Ginecólogo y obstetra. Hubo que aguantar el estruendo de las carcajadas de los presentes. El Teniente de Fragata Médico Don Edgardo Acosta era el más moderno de guardia en el Hospital Naval de Pto. Belgrano. Le dieron un bolso de equipo y allá fue en el Bahía Buen Suceso a navegar las frías aguas del Atlántico

Sur. Un compañero le llevó el coche a la mujer, al día siguiente con la novedad que su marido estaba navegando 26. Winchester .22 Unos días después de la mala noche del 25 de Mayo, Minorini Lima, viene a visitarme a la enfermería como lo hacía habitualmente. Charlando de bueyes perdidos, empezamos a hablar sobre como había sucedido la herida. Cuando empiezo a describir lo hecho, menciono que había salido con el Winchester. 22 en la mano y que lo había soltado al sentir el impacto. -¿Qué tenías en la mano? - El Winchester. -¿¡El Winchester 22?!! - Si, ¿por? - Mejor, ni te cuento - Contame, Oscar. - Un bombazo cayó en el baño del pasillo, encontramos el Winchester pero no sabíamos que había pasado con él. Está partido a la altura de la recámara con el tubo cañón doblado a 90º, el tubo del cargador explotado. Por lo que me contás el rifle te salvó la vida. Como primera medida, mientras estábamos en vigilia en el cuarto contiguo a la radio, estaba con esa duda habitual, voy o no voy al baño. Al límite de ir. No fui. Luego empezó el ataque. Zafé de una. La pared del tubo cañón de un Winchester 22 es gruesa, muy gruesa, no quise, no quiero, ni querré pensar que hubiera pasado si no llevaba el rifle en la mano. Zafé de otra. La esquirla del cañonazo naval inglés me fracturó el tercer metacarpiano de la mano izquierda, la falangeta del dedo mayor de la misma mano, tuve cortes y quemaduras en el dedo anular izquierdo, la mano llena de esquirlas metálicas y de madera. También me fisuró el 2do metacarpiano de la mano

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derecha, por eso no tenía pinza con esa mano. 27. El pozo costero

No soy claustrofóbico pero meterme en los pozos durante la noche como un topo compartiéndolo con otro compañero, para no perder frío, no es de las situaciones que más me satisfagan. La cena muchas veces era un buen jarro de té bien azucarado. Una noche, me toca con un aprendiz de unos 20 años, primer embarque, alto, grandote. Yo, con las dos manos averiadas, entro en primer lugar, como si fuera en un túnel con el fondo del pozo como un respaldo, medio acostado. Mi compañero, a continuación, apretados para pasar como 8 horas en ese pozo. Se movía, me golpeaba la mano, lo advertía, se volvía a mover, me golpeaba nuevamente. Los que me conocen, saben que en mi juventud, no tenía demasiadas pulgas. Aplicando un viejo axioma militar, aprendido durante la colimba ,"lo que no entra por las orejas, entra por los pies", lo pateaba para que se quedara quieto. Cuando estaba casi dormido, todo un logro, aún para mi, lo escucho: "Quiero hacer pis". Huelgan comentarios de lo que esa noche fue.

28. Larga noche Otra noche larga, con los ingleses visitándonos a toda orquesta y cañón. Esta vez el pozo era el de la enfermería, ahí estábamos acurrucaditos mientras los cañonazos caían y caían, en los habituales grupos de a 5, sacudiendo cuerpo y alma. Al acomodarme, entro en el pozo y para acomodarme, poniendo mi espalda contra la pared del pozo, me apoyo sobre mi mano derecha, siento un crack. Instintivamente, lo miro a Abel y le digo, "algo se quebró" No te preocupes ahora, dejame entrar y después vemos. La fisura de la mano derecha se transformó en fractura y el 2do metacarpiano se soldó, más abajo, el dedo quedó corto, la articulación enorme. Esa noche pensé que no salíamos vivos de ese pozo, nunca pensé que se podía desear la muerte a los 26 años debido a la intensidad del fuego naval. "Ahora entra y se termina, entra y se termina. No entraron.

29. Civiles, del otro lado del mostrador Ya había empezado junio, seguíamos en Fox, bombardeados noche por medio por los ingleses, visitas de los Harriers, caminando en algún momento del día entre la gente del Carcarañá, de Ejército, los amigos de compartir una etapa muy intensa de nuestras vidas. El mayordomo de la estancia, un canadiense, hablando, nos dijo, "15 años buscando un lugar tranquilo en el mundo, lo encuentro y a los 5 años, miren lo que pasa. Seguiré buscando". Compartía su amplia casa con 4 o 5 habitantes de Puerto Argentino, enviados a Fox para que estén más "resguardados". La casa no tenía

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comunicación ni con el pueblo, ni con radio. El sistema telefónico de la isla, era por un sistema telefónico alámbrico. Uno de los "resguardados" no quería aceptar la situación y discutía con los oficiales de Ejército por ese tema. Un día, sale de la casa, con una escalera muy decidido coloca la escalera contra un poste y empieza a subir para conectar el teléfono. Justo andaba alguien por ahí, esperó a que se subiera y con la pistola tiro 3 o 4 tiros, lejos del inglés pero lo suficientemente cerca como para que el retobao en cuestión bajara de la escalera cual flash y encerróse en la casa por el resto de nuestra estadía. A buen entendedor, pocos tiros...

30. Buque hospital

Se sabía algo, pero nada confirmado, el rompehielos Almirante Irízar y el ARA Bahía Paraíso, venían a las islas a evacuar heridos. El 4 de junio confirman la llegada del Buque Hospital Bahía Paraíso a Fox. Tensa espera, tensísima. Empiezo a juntar mis cosas, para dejar todo lo que les sirviera a los muchachos que se quedaban. La sensación es complicada, difícil, me voy y los dejo. La culpa es feroz, pero muchos decían "así podés avisar a los nuestros que estamos bien", otros preguntaban si podría llamar. Todavía

tengo la carpeta con los nombres y los teléfonos de las casas para avisarles a los suyos de los que en las islas se quedaban. Cuchillos, abrigo, linternas, herramientas, Victorinox, se quedaron, el resto de los bagallos en la valija que me habían recuperado en una visita al Carcarañá antes que lo hundieran el 23 de mayo. A la noche llega y se fondea en la bahía todo iluminado, por lo menos esa noche las fragatas no atacaban Fox. Se confirma, heridos y civiles serán evacuados al día siguiente. Tensa noche pese a la calma bélica reinante, empieza la evacuación. En helicóptero Puma de Ejército nos comienzan a trasladar al Bahía Paraíso. Subo, me siento, no sé si en el piso o en un asiento. Llegamos al buque y nos juntan en el hangar. Ahí nos examinan y clasifican según la gravedad de las lesiones. Me marcan pero no me mandan a ninguna curación. Venía tomando el antibiótico, siga con la medicación y lo atenderemos en Bs. As., no vale la pena hacer nada ahora. Las curaciones y cuidados de Abel y su gente habían sido adecuadas. De ahí bajamos a la bodega. Enorme bodega, fantásticamente organizada para esa tarea, con calefacción, camas armadas para los heridos en dos y tres pisos, bien ancladas, sobre las bandas, en el centro de bodega, bien iluminada, era una sala hospitalaria completa. Esa bodega tenía fácil acceso al casillaje de popa del buque. Las escaleras tenían tablas adosadas a los mamparos con bisagras para poder utilizar las escaleras normalmente o deslizar las camillas con los heridos sobre las tablas. Me admiró el trabajo realizado. La bodega de proa, era un parte carga y parte un sollado para poder dormir, parte de la tripulación y los civiles evacuados. Había camarotes para heridos en el casillaje de popa, que habitualmente alojaba a las dotaciones antárticas. Si no me equivoco, tres quirófanos se habían armado en ese

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casillaje y funcionaban continuamente. Me había acomodado en una de las camas del sollado, no lo podía creer. Se podía descansar sin pensar en cañoneos navales, ni ataques aéreos. Había ducha y la posibilidad de usarla tranquilo. Hacía como 30 días que no me bañaba, con una barba espesa que no me cortaba desde el mismo tiempo. Me puse una bolsa sobre el vendaje de la mano izquierda, alguien me ayudo a cerrarlo con cinta adhesiva y me pegué la mejor ducha de toda mi vida. toalla limpia, jabón, un hotel 7 estrellas. Era un Paraíso. Tirado en la cama, viene el Pelado Robelo: Vos tenés camarote, ¿qué hacés ahí? Duermo, ¿qué voy a hacer? No, al camarote. Para ahí fui. 31. Hacia el continente

No lo podía creer, después de la ducha, cama, comida caliente, nos tomamos un vino con un Maquinista del Isla de los Estados, que se quedó en el Buen Suceso que se volvía con nosotros. Hasta el Termidor era un lujo. Luz, en el buque hospital había luz por doquier. Voy al camarote, era para cuatro. ¡Qué lujo de compañeros, por Dios! Verdaderos hombres. Dos subtenientes de Ejército, Peluffo y Aliaga. El tercero, Teniente de Fuerza Aérea, Lucero, cazador, piloto de Skyhawk. Nos presentamos, Lucero y Aliaga en cama, Peluffo, mal herido pero en pié, duro el correntino. Una maravilla de persona y ya van a ver porque. Aliaga no parecía muy alto, tenía una herida que le atravesaba la espalda desde la base del cuello hasta el riñón del otro lado, consecuencia de un ataque con morteros a su puesto comando. Peluffo tenía una herida en la cabeza porque le habían volado parte del temporal y el parietal, todas las noches

le hacían una curación que implicaba quirófano. El tercer compañero de camarote era Lucero, aviador. Los tres venían de ser trasladados desde el buque hospital británico Uganda. Los habían tratado y cuidado muy bien. Lucero fue derribado durante un ataque sobre la flota en San Carlos, tenía luxada las dos piernas. Empezamos a hablar. Me acuerdo todo lo que me contaba y eso que pasaron Le pregunto: - ¿Cómo fue? - Estaba atacando la flota en San Carlos, el 25 de Mayo, paso entre las fragatas, me responden el fuego y cuando entro a ver el instrumental me doy cuenta que el avión va a estallar. Me eyecto y al eyectarme así como venía se me abren las dos piernas y se me luxan las articulaciones de la cadera. - Fragatas, ¿grandes o chicas?, pregunto estúpidamente. - Para mí eran todas grandes porque me tiraban hasta con los ojos de buey. Sigue el relato: - El asiento tiene un sistema para soltarse, pero no accionó y caí al agua con todo ese peso. Estaba tratando de soltarme, medio desesperado, cuando siento un golpe en el casco, en la cabeza. Miro medio para atrás y me encuentro con un soldado inglés parado en una lancha de desembarco con la compuerta baja. Mientras tanto el ataque nuestro, seguía. El inglés me hace señas y yo le hago señas para que cortase con un cuchillo los cinturones de seguridad. Él preguntaba por el arma, hasta que entendí y le mostré la sobaquera donde llevaba mi arma. Me la sacó y recién ahí cortó los cinturones de seguridad. Me levantó como una pluma y me arrastró por la rampa hasta la popa de la lancha. La rampa tiene maderas atravesadas para apoyarse al desembarcar, no sabés lo que me dolió mientras me arrastraba. Todo esto entre medio del fuego de los buques, los aviones, las tropas en tierra.

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Arriesgando su vida por mí. Me llevaron a tierra, y me atendieron en un hospital subterráneo que hicieron en San Carlos. Siempre buen trato y buenos cuidados por ellos. Una noche, nuestros Canberra bombardearon la zona y uno de ellos me dijo "Mucha gente la está pasando muy mal, ahí afuera. Después me trasladaron al Uganda y después de unos días, me trasladaron al Paraíso. Ahí estábamos los cuatro reunidos fortuitamente, relatando a los demás, curiosamente curiosos, sobre lo vivido por otros. Con el otro que pude hablar más fue con Peluffo, estaba en la 2da línea de la defensa de Darwin. El fuego inglés pone en retirada a la primera línea argentina. Peluffo queda en primera línea en un pozo y con un FAP, deteniendo el avance hasta que al final lo hieren en la cabeza. A la mañana se levantó y me dice: Pancho, acompañame a la bodega que vos saber caminar en el barco, así visito mis milicos. Allá íbamos, él con su turbante quirúrgico y yo con mi mano averiada a visitar a sus milicos heridos. En una de esas recorridas, me encuentro con un médico y lo miro, le digo: ¿Camba? Si, me dice, mirándome extrañado. Yo era el cocinero de tropa cuando vos eras el médico de San Jorge en Campo de Mayo. San Jorge era una caballeriza que incluía al Hipódromo de Trote de Hurlingham, dependía del Comando de Remonta y Veterinaria del Ejército. Ambos éramos conscriptos. Nos saludamos y cada uno siguió por su camino.

32. El regreso

Ya era el 6 de junio por la noche, nos encontrábamos frente a Puerto Santa Cruz, nos vienen a buscar los helicópteros. En este caso, un Sea King de Helicópteros Marinos, una compañía privada argentina. Ahí subimos y por ahí, nos llevan. Alguien pregunta si sabíamos algo del Teniente Luna. ¿De quién Luna? Si, les digo está en la costa occidental de Gran Malvina con unos kelpers después que se eyectó. ¿Cómo lo sabés? Hablé con él por radio, les contesté. ¿Cómo? Hablamos por la red de radio de los isleños, una mañana. Una mañana de Mayo, un soldado me viene a buscar porque sonaba algo en una casa y le pareció que podía interesarnos. Fui, era un equipo de Radio (BLU), que no se había sacado. Respondo el llamado y hago que el soldado buscase al Jefe de la Ca. Ahí nos enteramos que Luna, estaba a buen recaudo con los kelpers. Si mal no recuerdo, lo fueron a buscar con un helicóptero desde Puerto Argentino. Cuando llegamos al aeropuerto de Puerto Santa Cruz, me hicieron hablar con unos oficiales de Fuerza Aérea, y después, embarcamos en un Fokker F28 de la Armada, una fila de asientos, el resto libre. Ahí me fui con la muchachada al fondo, amontonados como bosta de cojudo, decían en la colimba. Aparece el Pelado Robelo, con su clásica pregunta ¿Qué hacés ahí? Todavía no tenía ni la confianza, ni el ánimo para dar la respuesta que habitualmente doy en estos casos y que corta rápidamente el interrogatorio. Ellas son: cagadas o boludeces. Son casi mágicas. El Pelado insistió, Estás herido, tenés asiento. Estoy fenómeno acá. Asiento. Ahí fui, la verdad es que en la cola del avión estaban todos los divertidos, igual que en las aulas. Eran como la 0100/0200 y despegamos

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rumbo a Ezeiza, previa escalas en Trelew y Bahía Blanca. Así fue como la mañana del 7 de junio de 1982 llegamos a la Base Aeronaval Ezeiza, ¿alguien conocía de su existencia? Pues ahí está, cerca de donde está la garita antes de entrar en el último tramo de camino al Aeropuerto Internacional. Desembarcamos, tomamos nuestros petates y nos juntaron en un salón para aleccionarlos sobre que podíamos decir y que no era conveniente obviar. Miro, y ahí lo veo a un Oficial que había sido Comandante del Aviso Somellera, cuando la regata Buenos Aires - Río de 1977 y que me habían llevado como representante del Club Organizador. Ahí empecé con la radio que me llevó luego a la ENN. "Buen día, Señor" Me mira con cara extrañada. Elizalde, Regata a Río, Somellera, su representante del club organizador" ¿Qué hace por acá? Vengo de las Islas, del Carcarañá. Uh, suerte, me alegro de verlo. Nos meten arriba de un micro, cuyo destino era, Retiro y Constitución. Salimos a la Riccheri, y uno de los salvajes, que no era unitario, gritó: ¡Mujeres! Era cierto hacía casi 45 días que solo veíamos hombres, no lo podíamos creer estábamos en Buenos Aires, conseguimos que el micro parara en Puente Saavedra. Ahí me bajé, sin plata, vestido de verde, con barba de casi 40 días, 15 kilos menos, con una valija desvencijada en una mano y la otra enrollada en un vendaje cubierto por una bufanda azul. Paro un taxi, le doy el destino, le cuento, no lo podía creer el taxista, le dije que me esperara que buscara plata para pagarle. Justo baja un amigo, Marcelo Lamas, lo encaro: -Marcelo, prestame guita para pagar el taxi que no tengo. -Ehh, ¿qué pasa venís de la guerra?

- Si, boludo, vengo de la guerra, ¿tenés o no tenés? -Tomá. Me dió lo necesario, le agradecí, le dije después bajo a tu casa y te la devuelvo. Él se fue a trabajar y yo a la casa de mis viejos. Toqué el timbre. ¿Quién es? Pancho -Volviste. Si, había vuelto. 33. El tratamiento Una vez llegado a casa, el recibimiento de mis padres, me ven con la mano vendada y les cuento. Tengo que ir al médico. "Llamalo al Capitán Radivoj, (Gerente de Operaciones de ELMA) Los viejos sabían que estábamos volviendo porque les habían avisado a través de un amigo que estaba en Puerto Argentino. Lo llamé a Radivoj, me preguntó como estaba y le dije que un poco averiado en una mano, le conté brevemente. "Vaya al Sanatorio, pregunte por el Dr. Cervio, el director que lo va a estar esperando". Allá fuimos con la Vieja hacia el Sanatorio de ELMA, en la calle Gral. Urquiza entre Independencia y Estados Unidos. Pregunté por el Dr. Cervio y ahí estaba esperándome. Charlamos, me lleva a traumatología con los Dres. Moya y Texier. Ahí nomás, deciden llevarme a quirófano para hacer una toilette quirúrgica. Alfredo Texier me anestesió con una peridural y empezamos a hablar con Moya y con Alfredo, mientras me limpiaban las heridas. Ahí aflojé, lo que no había aflojado en todos los días que había estado ahí. Todavía se me llenan los ojos de lágrimas mientras lo recuerdo y lo escribo. Lloré y lloré con toda la angustia de lo que había pasado mientras Moya me contenía y Texier actuaba sobre mi mano. Me querían

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dejar internado, me negué firmemente, lo último que quería era dormir fuera de casa. Lo entendieron. Regresé a casa y me metí en la cama, descansé entre sábanas limpias, en pijama, en mi hogar. Una sensación deseada, necesaria. Marcelo Lamas vino por la noche, a pedir disculpas porque no sabía que realmente volvía de las Islas. Empezaba otra parte de la historia.

34. El regreso es poco a poco Se vuelve poco a poco, el recuerdo de la guerra, como Dios es omnipresente. Te marca, te marca en una forma invisible para muchos y clara para otros, solo hay que conocer los signos. Hay momentos de expansión, otros de profunda angustia. Otros de creer que se salió con éxito, otras de haber fracasado terriblemente. En otros un deseo de resolver bien, lo que se hizo mal, de tener una máquina del tiempo para que el resultado fuese otro, para tratar de comprender el porque de una reacción y no otra. ¿Cómo se hace? ¿Se duerme? ¿Se habla? ¿Quién entiende de los qué no vivieron una guerra, lo que uno siente? Debe haber gente así, que comprenda, que ayude a salir de eso. Siempre está el inefable tiempo que todo lo soluciona, mal o bien, ¿qué es mal o bien en este caso?, ¿Es esperar qué se pase? Si no se piensa, si no se habla, no se soluciona. A veces se puede hablar, muchas veces no. Hay recuerdos que se reviven a diario, otros que es muy difícil que aparezcan. Es una lucha interior, fuerte, intensa, difícil. Difícil de explicar. Mientra escribo y mientras pienso en los recuerdos, me doy cuenta que esta parte de la supuesta posguerra, es en realidad una continuidad de ella. La guerra no termina cuando salís del campo de batalla y las acciones terminaron. La guerra sigue, sigue con

uno, sigue en los demás que no pueden entender porque cambiaste o que es lo que a uno le pasa, pero en la guerra para poder sobrevivir, internalizás conductas que actúan a nivel medular, casi en forma instintiva y por eso continuás actuando a ese nivel. Me ha pasado de estar caminando, vestido de traje y con portafolio, yendo al puerto desde Retiro y al sentir el paso de un avión civil de origen inglés, el viejo BAC OneEleven, con turbinas similares a las del Harrier, agazaparme y buscar cubierta apenas lo escuchaba. ¿Cómo lo explicás? ¿Cómo se transmite lo que se siente en ese momento? No nos dejaron hacerlo, no nos dieron ninguna ayuda para sobrellevarlo, nos dispersaron, la guerra seguía, y probablemente sigue, en el interior de cada VGM. No teníamos la contención del grupo de pertenencia a esa situación, porque los que están con nosotros y no estuvieron en combate, no saben realmente lo que se siente y vive. Algunos tuvieron suerte y la familia y los amigos les dieron una contención cercana a la necesaria, otros no, y solos, rodeados por el enemigo y sin las características de una "tropa especial infiltrada" en la sociedad, quizás no pudieron superar la nueva experiencia de vivir como antes de y podría ser motivo de terminar con su vida. Lo hablo de los sentimientos y experiencias personales. A lo mejor hay alguno que comparta esta explicación a algo tan doloroso como el suicidio. No nos sentimos derrotados, porque sobrevivimos y vimos los que se hacía bien y lo que se hacía mal, pero no lo podíamos transmitir y si lo hacíamos, no creían lo que contábamos. Otros se regodearon en ver solamente lo malo de la guerra, exacerbándolo. No es que en la guerra haya cosas buenas, no las hay. Si existieron buenos momentos, en su total y completa relatividad del entorno y la circunstancia, que nos permitían llevar, juntos, los pésimos momentos que se sucedían. Eran un oasis, rodeados de malos momentos

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cotidianos, pero si no pudimos elaborar correctamente lo sucedido, lo sufrido y lo aprendido nos quedamos en lo malo, que es mucho más fácil de percibir. Tanto o más doloroso que la guerra en si misma fue la posguerra, donde no podíamos decir que éramos veteranos fuera de ciertos ámbitos de confianza o amistad, eras un loquito perdido que se podía descompensar en cualquier momento, o un pobre chico de la guerra, víctima de unos malvados hombres que, por ser militares de carrera, eran todos malos. Ni una cosa, ni la otra. Me fue mejor que a otros, gracias a mi familia, mi novia y esposa, en especial y mis amigos, pero todavía quedan heridas, 27 años después y no son las del cuerpo, las que más duelen. 35. Recuperación física La mano duele, la curación fue buena, pero el vendaje se cubrió de sangre y se pegó. Al otro día, regreso al Sanatorio, había una enfermera, Cristina, como para olvidarme el nombre, no escuchó mis advertencias sobre el cuidado necesario para las heridas que tenía. Me hizo ver las estrellas, me aguanté de pegarle instintivamente en ese momento. No me creyó, cuando vió la mano, pidió 100.000 disculpas. "Sos mi Harrier privado" le dije. La próxima vez, escuchá al paciente, que puede dejar de serlo. Esperaron a que las heridas cicatrizaran para empezar con la rehabilitación, en la mano izquierda solo movía la última articulación de cada de do. Era un garrote, así fue como entre Moya, Texier, Del Sel, traumatólogos y Alfredo Olazábal, cirujano de mano y sobre todo Alejandra Vallverdú con el apoyo de Capria, kinesiólogos, ambos recuperé casi totalmente la movilidad de mi mano izquierda y la movilidad faltante de la mano derecha.

Alejandra me bancó 4 horas por día de lunes a viernes y lo que nadie pensaba que se podía resolver en 6 meses, lo hicimos en menos de tres. Nunca estaré lo suficientemente agradecido por el trabajo, la dedicación, el cariño y la contención que todos me entregaron sin tapujos. Anécdotas: Primera sesión de kinesioterapia. Previa a la movilización, radiofrecuencia. "Alejandra, perdón" ¿Si? Quema. ¿Cómo quema? ¿Tenés algún clavo? Nooo, esquirlas. Perdóooon. Así fue que me aplicaba solo ultrasonido. Después a fuerza de electroestimulación recuperé fuerza y movilidad del índice de la mano derecha. Otra: Visita al cirujano de mano, Olazábal, había esquirlas que me molestaban, entonces ver para sacarlas. Había un pedazo de acero, como una pequeña aguja, pegada a la uña del dedo mayor. Te la saco. Si, dale, sacala. Alfredo Olazábal, en ese momento, supongo que debe ser igual, que transmitía una paz interior contagiosa. Empieza a sacar y en un momento escucho: ¿Te duele? No. ¿Seguro que no te duele? No, para nada. Una de las asistentes me mira fijo a los ojos, me dice ¿No le duele? La miro, no me duele, pero si los ayuda, si quieren, grito. La esquirla había quebrado una parte de la falangeta o 3er falange y el hueso estaba necrotizado y salio pegado a la esquirla. Mientras charlábamos, una tarde, ya en confianza, me dice: Disculpame, pero no almorcé, eran las 17,00hs, ¿te molesta si meriendo? ¡Cómo me iba a molestar! Llegaba y siempre me atendían. El Sanatorio de ELMA era una prolongación de la familia en muchos aspectos, más si ya te conocían. Una vez recuperada la mano izquierda, lo voy a ver al Negro, Alfredo Texier, un dandy inglés transculturado en Buenos

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Aires. - Bueno, ahora tenemos que empezar con la mano derecha. - Alfredo, el dedo lo muevo, tengo pinza con fuerza. Soy zurdo, ¿qué querés hacer? - Lo que se hace en estos casos, se fractura lo que está mal soldado, se coloca en su lugar y se vuelve a soldar. - ¿Por? - Porque te quedó fea. - Negro y con la cara ¿qué hago? y así fue como evité la intervención de la mano derecha. Creo que cuatro años después, me sacaron un ganglión y me hicieron cirugía plástica en la mano izquierda, pero porque la cicatriz quedaba levantada y cada vez que metía mano en un equipo, me lastimaba. El objetivo en agosto de 1982, era solo uno: Salir a navegar como Jefe en el buque en el que había sido Pilotín (Alumno pasante) por dos viajes. Tenía que hacerlo con amigos, ahí estaba el Capitán Jorge Riganti, Oscar Campetella, gran amigo y compañero, Carlos Larghi y lo convencí a Santiago Tettamanzi, el Comisario del Carcarañá para que hiciera el relevo del Comisario efectivo del buque. Necesitábamos un ambiente amigable para poder reiniciar nuestra vida de mercantes y así fue. 36. El Pelado Robelo Nadie puede tener dudas en la Armada de quien estoy hablando. Hasta ahora las personas de las que hablé, las he visto poco y nada después de la guerra. No es este el caso. Lo conocí abordo, hablamos muchas horas, me acompañaba en largas madrugadas de guardia en la radio. Nos peleamos, nos amigamos, descubrimos muchas cosas en común. Nunca se queda quieto y la búsqueda de la mejora continua es su motor, aunque haya que frenarlo o

directamente, no darle bola. No fue fácil la convivencia, las costumbres y modos en una institución como la Armada y en la Marina Mercante son muy diversas. Esos supuestos, siempre malentendidos son arena en los rodamientos, la falta de comunicación trae inconvenientes que pueden ser graves en la vida de un grupo reducido y bastante aislado como es la tripulación de un buque. Fuimos a las islas con él y volvimos por él, en mi humilde opinión. Le estoy muy agradecido. Nos unimos más aún, cuando volvimos. Su familia en Mar del Plata, esposa y 4 hijos, estaba estudiando en la Escuela de Guerra Naval, lo invitamos a cenar a casa. Ese día, llegó a casa de mis viejos después de una de las tareas más difíciles que puede tener un hombre. Le entregó esa carta que uno nunca quiere tener que entregar a la familia de un compañero muerto en acción. Esa noche fue a la casa del Gral. Novoa, padre del Capitán Novoa, que estuvo 20 días con nosotros y murió en el hundimiento del ARA Isla de los Estados. La carta era para el padre y para la esposa. No se que hablaron Es muy duro, me ha tocado tener que dar noticias de muertes más de lo que quisiera y desde chico, pero nunca vi a nadie, en el estado de abatimiento con el que vino el Pelado a casa. Como habrá sido que lo metimos en mi cama y comimos los cuatro con mis viejos en mi habitación, charlando y animándolo, brindándole solo un poco de esa contención que me brindó durante la guerra. Luego lo alcanzamos hasta su alojamiento y se hizo habitué de casa Ahí se plasmó una fuerte amistad entre familias, de hecho nos vemos seguido y es padrino de mi hijo. No hablamos del tema Malvinas, y si lo hicimos, lo hicimos muy fortuitamente. Gracias, Pelado.

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37. Se movió la estantería y fin de la historia Después del post de El regreso es poco a poco, se me movió la estantería y fuerte, es ahí cuando uno empieza a darse cuenta que hay que buscar la razón por la que los Veteranos de Guerra, no quieren hablar. Por mi experiencia, la guerra al ser una generadora de crisis infernales en los directos protagonistas del conflicto, nos lleva a lo más primitivo y profundo de nuestro instinto de conservación. En esa situación se ven las virtudes de los otros y se palpan extensamente todas las propias miserias. No es agradable y se genera un enorme deseo de tirar el tiempo para atrás y hacer las cosas de otro modo, del que pensamos que es correcto y no el modo en que nos salió. La vergüenza, no es un ratito como dijo un preclaro político argentino, el Concejal Constanzo, te dura demasiado tiempo. Por eso, no hablás y no te podés dar cuenta que a los otros les puede pasar lo mismo, ven virtudes ajenas y miserias propias. A veces pienso que es pudor de mostrarse desnudo ante los demás frente al miedo, a la angustia, a la desesperación de no saber como manejar todo eso que bulle dentro de nosotros. Sobre todo las miserias. Uno tiene la certeza que tiene miedo, que algunos, solo al principio, no sabían manejarlo y otros, que supimos hacerlo en escasos momentos. Para mi, valiente no es aquel que nunca tiene miedo. Ese es un temible temerario que puede llevarse, y llevarte a la muerte sin saber. Valiente, desde mi punto de vista, reitero, es aquel que teniendo miedo, sigue conscientemente adelante para cumplir un objetivo para beneficio de otros y consciente del riego que corre, lo hace sobreponiéndose. A ellos, todo, pero todo mi respeto y gratitud porque lo hacen pensando en cuidar al prójimo.

No es, ni ha sido mi caso. Lo mío fue... que se yo, que fue. Supongo que mi Ángel de la Guarda, trabajó a mil durante todo ese tiempo y le estoy profundamente agradecido porque me trajo de vuelta, porque volví a la Iglesia, porque pude ver y vivir muchísimas cosas, que mejor si las evitás, pero que si no sería estúpido no capitalizarlas. Agradecido por la familia que formamos con mi mujer, a quien conocí a mi regreso, y que desde hace 25 años me viene bancando con todos mis rayes (locuras) y periódicas crisis, cada vez más espaciadas. Por los dos maravillosos hijos que criamos y que son luz para mi vida. Algunos resabios que me quedaron: Después de 6 meses de pasada la guerra, no pude dormir por 4 meses más de dos horas por día, por suerte me recuperé a pleno. No puedo estar en lugares oscuros u oscurecidos. No pude presenciar el parto de mi hija mayor, 5 años después de la guerra, porque no podía entrar ni a un quirófano, ni a una sala de partos. Todo necesita un cierre, y aunque quedan cosas en el tintero, no es este el momento de seguir escribiendo. Ahora viene un periodo de reflexión y si Dios quiere, más hechos, anécdotas y personas surgirán en el recuerdo y serán volcadas. Gracias por leerme, me encanta saber que lo han leído y me encanta saber su opinión, cualquiera fuese. Escriban los comentarios que les surjan, manden mail, los contestaré, pongan sus impresiones. Un abrazo fraternal, los que me conocen personalmente saben que soy así, jodido, ácido pero fraterno. Buenas noches.

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38. Los dos Harriers que nos atacaron en Puerto Rey

39. Bahía Fox como la conocimos en 1982

40. No sería justo

Fotos facilitadas por un veterano inglés.

No sería justo que dejara en el tintero algunas cosas. Mucho menos justo, aún, si no supiera que lo que hicieron salvó muchas vidas, entre ellas las nuestras, por lo que inteligentemente hicieron. Quería reflexionar más, pero el acomodar ciertas cosas en un lugar, nos descubre otras olvidadas. ¡Bien sabré de ello! Lo que no sería justo es no relatar lo que el Jefe de la Ca Ing 9, Mayor Oscar Minorini Lima me contó hace casi 27 años, después de caer prisionero y volver a la Argentina. Trataré de transmitirlo con sus palabras: "Me había dado cuenta que los ingleses no bombardeaban los alrededores del poblado. Después que se fueron Uds. aproveché los pozos que dejaron e hice construir nuevos debajo de las casa de los kelpers. ¿Te acordás el primer puesto comando? Debajo de él había unas bases de hormigón como para un montón de gente. Di la orden e hicimos más pozos debajo de las casas. Entonces cuando

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venían las fragatas, reducía la dotación de cada sección a un suboficial y un estafeta y el resto del personal, a la orden en los pozos debajo de las casas para avanzar sobre las posiciones si existía un desembarco naval o helitransportado.” La gente ya estaba entrenada en tener que evacuar el poblado en caso que hubiera un desembarco helitransportado, ya que una sección de morteros tenía la orden de arrasar el pueblo en un lapso indicado (1 o 2 minutos para poder evacuar). La idea era reducir al máximo la posibilidad de bajas por el bombardeo de ablande para poder rechazar al enemigo si la tropa desembarcaba. No nos olvidemos que Minorini y Medina se pasaban todos los bombardeos afuera atentos a lo que pudiera suceder. Los bombardeos eran horas y horas, por ejemplo cuando nos vino a buscar el Bahía Paraíso, zarpamos desde Fox por el Estrecho de San Carlos hasta Puerto Howard, en el Norte de la Isla. Se evacuó a los heridos y cuando regresábamos para el continente volvimos por la misma derrota (no sé porque los marinos llamamos así al camino que recorremos para llegar de un punto a otro del agua, sea dulce o salada). Al llegar cerca de Fox, había dos fragatas listas para su show, pero “lamentablemente” no saben que despacio puede navegar un buque hospital en estas circunstancias, reduciendo de ese modo el tiempo de ataque de los ingleses a su mínima o nula expresión. Sigue el relato de Minorini Lima, quien habla perfecto inglés: “Cuando es la rendición, desde un buque de la flota viene un helicóptero con un Oficial Inglés a cargo. Llega y me dice: - Primero evacuaremos a todos los heridos graves. - No tengo heridos. - ¿No tiene heridos?

- No, los últimos los evacuó el Buque hospital. - Nosotros estuvimos atacándolos fuerte y seguido, no puede ser. - No los tengo, no hay heridos. - Bueno, quiero que me entreguen todo el armamento pesado que tiene. - Dos cañones sin retroceso y dos MAG (Ametralladoras) - No, no, dice el inglés, quiero los cañones antiaéreos. - ¿Los cañones antiaéreos? Como no, ¿me acompaña? Y para el emplazamiento de los “cañones antiaéreos” se fueron. Acá están los cañones antiaéreos, le dice Minorini Lima mostrándole la combinación de tambores de 200 lts, las chapas acanaladas y los caños de fibrocemento que había debajo de un camuflaje, que regularmente por la noche se movían los caños a una posición distinta, simulando ser el tubo cañón de un antiaéreo que se movía. Todo ello cubierto por tepes (panes de pasto o tierra). - ¿Cuántos hombres tiene Ud.? - Unos 150 hombres. - ¿Cómo dice? - 150 hombres - No Ud. Tiene 3 batallones, acá hay posiciones para tres batallones. (Unos mil hombres aprox.) - Hay posiciones para tres batallones pero somos la Ca, más la gente de ARA y FAA, total 150 hombres (O más o menos) Ahí el inglés se soltó y empezó a reírse. - Lo felicito, le dijo. La primera opción de desembarco era acá, pero como enfrente hay un regimiento y pensábamos que acá había tres batallones pensamos que iba a ser una batalla muy dura, así fue que la opción fue en San Carlos. Así fue, que no hubiera sido justo si no mencionaba la inteligencia de una persona para salvarnos de una batalla muy dura. Soy civil, fui civil pero recuerdo que en "El Arte de la Guerra"

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Sun Tzu, dice que las batallas se ganan antes de emprenderlas. Ojalá lo hubieran sabido otros.

poco todo se puede. Un fraternal abrazo. Pancho

A vos, Oscar, también muchas gracias.

42. ¿Qué se le dice a un Veterano de Guerra el 2 de abril?

Tampoco sería justo si no hablase del, en ese entonces, Subteniente Leandro Villegas, que gracias a ser el oficial más joven, más moderno, usó un chiripá bien patrio, ya que trajo la bandera como tal prenda, preventivamente, debajo de su ropa La bandera de guerra de la Compañía de Ingenieros de Combate 9 descansa en nuestro suelo. A vos también Leandro, gracias.

41. Noticias de Abel Vallejos Las cosas de la vida, la tecnología y la inmensa buena voluntad de la gente. Así fue que Germán Stoessel, de profesión ing. agrónomo, de hobby "cartero", neuquino, consiguió una dirección de e-mail del Dr. Abel Vallejos. Lo dicho, el transcurso de la vida nos llevó a volver a encontrarnos por este medio. Abel es médico y Pastor Evangelista, coherente con su profunda fe, casado con Patricia, dos hijos, grandes, fue misionero en África hasta que la guerra en Guinea los hizo abandonar África hacia Portugal. Está trabajando como médico en el Hospital de Faro. Nos pusimos en contacto, él no recuerda mi cara, yo no sé si lo reconocería con 27 años más, probablemente si. Los rasgos cambian, los gestos son casi inmutables y característicos de cada uno. Gracias, Germán por tu gestión, gracias Abel por contestar. Vos también podés contar, ¿querés sumarte al blog como autor? ¿Quién más de los VGM se anima? De a

El año pasado, un compañero de trabajo me hizo esta pregunta. Esta fue mi respuesta, la comparto con todos Uds., total no son muchos: ¡Qué pregunta! Para algunos es difícil, no saben que hacer. Es muy fácil. Se dice y se hace lo que se siente. Nada más. Puede ser un discurso, un gracias, un abrazo o un apretón de manos en silencio. Hay una sola condición: lo que fuere, que sea sincero, que sea de corazón. Ya nos quisieron vapulear, ya nos quisieron, y nos quieren, ningunear, quisieron que seamos víctimas. Nos dicen a todos héroes. Cada uno sabe si lo es, o si lo que hizo puede ser considerado como heroico, pese a que en su fuero interno, uno bien sabe que pudo haber sido desesperación, inconciencia. resignación a morir, matando o ayudando, o rajando para el lado equivocado y... había que salir del brete, como fuere. Mucho trabajo medular, poco cerebro. Lo que sin duda es satisfactorio, es saber si pudimos manejar el miedo atroz que uno tenía. De ahí surge el honor que nos concedemos a nosotros mismos. Nos gusta que nos consideren. No, que nos halaguen vacuamente, que nos reconozcan pero que no nos ensalcen. Es así de sencillo. Que aunque sea por un ratito, pensemos que todo, no fue tan inútil. Sabemos que, una vez muertos, formaremos parte de la historia. Queremos, mientras estamos vivos, formar parte real de la memoria de la Nación. Gracias.

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6 de Junio Para muchos, esta fecha no significa nada, sin embargo, para mi es una fecha clave. Volvimos al continente, toda la noche volando, toda la tensión. Hoy se revive, se siente por adentro, la actividad interna es distinta, la tensión se relaja al escribir. Parece mentira, fue hace 28 años y lo estoy viviendo como si fuera hoy mismo. ¿Quién dice que la guerra terminó? Me cago.

De puño y letra Cuando nos fuimos, los que se quedaban nos daban sus referencias de puño y letra para que avisáramos.

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