Monografía

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Freud: padre de la horda

Mito fundacional de la cultura psicoanalítica

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Mónica Schvartzapel Irene Sapoznicoff

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Introducción

En este trabajo intentaremos abordar a Freud, en tanto padre de la horda, y a la creación del psicoanálisis como mito fundacional de la cultura psicoanalítica. De aquí en más consideraremos su influencia en la historia del movimiento psicoanalítico y en sus correspondientes organizaciones sociales: las instituciones psicoanalíticas, representantes de la cultura psicoanalítica. ¿Qué significa esto? Un factor a tomar en cuenta es que son herederas del pensamiento y las ideas de Freud. Dependerá de cómo éstos sean tomados para que estas organizaciones se constituyan como autónomas, exogámicas o se cristalicen en una "sacralización" de su legado, que hará de la endogamia un "baluarte". Sabemos que considerar a Freud como "padre de la horda" es una proposición dura y osada. Intentaremos dar cuenta de esta aseveración. Hubo en los comienzos un hombre que poseía toda la sabiduría y todos los secretos del psicoanálisis. Son muchos, entonces, los que se acercan

* Presentada en el Seminario "Padre del sujeto - Padre de la cultura", dictado durante el 2do. cuatrimestre de 1997. Profesor titular: doctor Gabriel Dobner. Colaboradoras: doctora OIga Belmonte Lara de Nieves y doctora Susana Boz. Profesor invitado: doctor Humberto Gurman. ** Dirección: Zapiola 380, (1426) Ciudad de Buenos Aires, R. Argentina. *** Dirección: Gurruchaga 1349, (1414) Ciudad de Buenos Aires, R. Argentina.

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interesados en saber, conocer, experimentar. Y, también, para acercarle a Freud ideas, comentarios valiosos, de modo que el maestro los escuche y reconozca. Para ser sus hijos predilectos. Afirma Freud, contraponiéndose a Trotter, que el ser humano es un animal de horda y no un animal gregario. ¿Por qué de horda? En Tótem y tabú, la horda es caracterizada por poseer un padre todopoderoso y sometedor. En los inicios del psicoanálisis, en la primera Sociedad vienesa, los miembros del grupo psicoanalítico competían entre ellos por obtener la admiración de Freud. Sus discípulos, mientras le brindaban toda su devoción, volcaron sus hostilidades hacia el mundo externo. Y si Freud reinaba como un dios, sus discípulos convertían su palabra en ley. Actualmente, se puede observar que en las instituciones donde se toma la teoría psicoanalítica como la verdad absoluta otros esquemas referenciales son desechados de plano. Se apela a la aprobación de este dios -padre de la horda- Freud para avalar un pensamiento propio o una idea: "Dice Freud tal cosa ..." o "Freud dijo tal otra ...". En El malestar en la cultura, Freud reemplaza el concepto del "padre de la horda", por la idea de Dios. Se pasa de un plano real a un plano imaginario-simbólico. Lo que persiste es la idea de "algo superior", también presente en Psicología de las masas y análisis del yo. Las masas responden a un líder y cuando el líder desaparece las masas entran en pánico. Entonces: padre de la horda, tótem, dios, líder ... Posicionamientos todos referidos a una función paterna dadora de órdenes, normas, preceptos, leyes, una moral y una ética. "Los hermanos se habían coligado para el parricidio, animado cada uno de ellos por el deseo de devenir el igual del padre y habían dado expresión a este deseo en el banquete totémico mediante la incorporación de parte de su sustituto, pero ese deseo tuvo que permanecer incumplido a consecuencia de la presión que los lazos del clan fraterno ejercían sobre sus miembros individuales. Nadie podía obtener ya ni tenía derecho a hacerlo aquella perfección del poder del padre que empero todos querían alcanzar" (Freud, 1913; pág. 150). Tausk fue el primero en dar conferencias sobre psicoanálisis a un público no profesional; podía repetir las conferencias de Freud palabra por palabra, pero cuanto más obligado se sentía a imitar al maestro, tanto mayor resultaba la pérdida de su propio pensamiento. Freud necesitaba a su grupo para convalidar y preservar su corpus teórico. De esta manera ejercía sobre ellos un poder que pivoteaba entre la autoridad y el paternalismo. Autoridad que a veces se deslizaba

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insensiblemente hacia el autoritarismo. Les exigía a sus discípulos que se identificaran con él y esto, en ocasiones, generó que algunos hombres se rebelaran, porque en última instancia, para poder ser realmente como Freud había que ser original. Pero, ésta es la paradoja, una vez que eran originales ya no le resultaban útiles. De todos modos, creemos que en Freud el ejercicio de ese poder estuvo ligado a una ética. Él mismo lo expresa de este modo:

"L ..] pero aun durante el Reinado de Cristo estaban fuera de este lazo quienes no pertenecían a la comunidad de creyentes, quienes no lo amaban y no eran amados por Él; por eso una religión, aunque se llame la religión del amor, no puede dejar de ser dura y sin amor hacia quienes no pertenecen a ella" (Freud, 1921, pág. 94). Gay (1989) frente a las críticas dirigidas al psicoanálisis en cuanto a que Freud había fundado una religión secular, en tono irónico dice: "Freud, desde luego, no era el Papa de la nueva secta, sino un personaje aún más alto, al que todos debían obediencia, sus escritos eran el texto sagrado en el que debían creer obligatoriamente los supuestos fieles que habían experimentado necesaria conversión, y no faltaban los heréticos expulsados de la Iglesia". Nos surge, entonces, el interrogante de por qué Freud necesitó convertir a algunos de sus amigos en enemigos. Primero Breuer, después Fliess, a continuación Adler y Stekel, Jung, Ferenczi, entre otras rupturas más. En 1912, Freud le escribe a Abraham: "l...] todos los días aprendo a ser un poco más tolerante". Sin duda, Freud tenía de sí mismo una mirada más conciliadora de lo que él, en realidad, era. Volviendo a las consideraciones acerca de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, Freud debió enfrentarse con discípulos que no se adecuaban perfectamente a su forma de pensar. A Adler ni siquiera le reconoció que algunas de sus ideas fueran aportaciones valiosas al pensamiento psicoanalítico. Y por ello, en 1911, Adler abandonó su cargo de presidente de la Sociedad y Stekel siguió su ejemplo. Dijo Freud al respecto: "La rebelión de un individuo anormal enloquecido por la ambición" (Gay, 1989). Se había convencido de que Adler padecía delirios de persecución. De este modo, utilizó el presuntivo diagnóstico psicológico como una forma de agresión. ¿Acaso todavía hoy no se siguen usando los diagnósticos psicológicos como armas para defenestrar a alguien en las relaciones entre colegas y durante el devenir de las diferencias teóricas y las discusiones cien-

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tíficas? Al modo de Freud, se continúa haciendo uso y abuso de nuestro "supuesto saber". Tal vez, en Tótem y tabú, Freud sólo quiso materializar, con su relato mítico descarnado del padre de la horda, el asesinato y la comida totémica, la violencia que todo padre ejerce sobre su hijo y la violencia que todo hijo ejerce sobre su padre. El primero, para promover la constitución de un sujeto; el segundo, para continuar con su propia creación. No es posible pensar en el padre de un sujeto que no esté, a su vez, sujeto a un modelo cultural de padre instituido e instituyente de los padres singulares. Freud plantea que entre el padre irrestricto de la horda y la constitución de la familia patriarcal se crea un "abismo" (Freud, 1913; págs. 150-151). Este "abismo" es fundamento del surgimiento de las religiones, en tanto añoranza del padre. En dicho espacio se instalan tanto el superyó como el ideal del yo. En este "progreso de la espiritualidad" (Freud, 1939; pág. 108) se pasa de un Tótem a un Dios. Esto ya constituye un pasaje a una mayor simbolización respecto de la añoranza del padre, e incluso mucho tiempo después, en la historia de las religiones, la hostia reemplaza la comida totémica, pero continúa manteniendo vigente el rito de la incorporación oral del cuerpo del padre. La familia patriarcal es una reafirmación del padre y, simultáneamente, marca la falta del padre todopoderoso. La indefensión del ser humano es la condición necesaria para enaltecer y deificar a ese padre faltante (padre de la horda). La matanza del padre de la horda realmente es un fracaso, en tanto ninguno de los hijos individualmente puede cumplir con su deseo de ocupar el lugar del padre y es así que esta matanza culmina en un arrepentimiento y su consecuente conciencia de culpabilidad. La conciencia de culpabilidad desemboca en la posterior deificación del padre y el establecimiento de los preceptos morales (tabúes), entre los cuales se subrayan dos: el "No matarás" y el "No tendrás contacto sexual endogámico" (parricidio e incesto). La hostilidad de los hijos, que culminó en el parricidio, hubo de estar precedida de amor e idealización hacia aquel padre todopoderoso. Sólo que este padre gozador impedía el acceso al ser y al tener. Por lo tanto, es posible que todo ese amor se convirtiera en odio hasta llegar al asesinato. La muerte, primero, y la posterior deificación marcan la ambivalencia de la relación con el padre. Ambivalencia que se repite una y otra vez, con cada padre y con cada hijo singular, así como en el mito se trató del padre de la cultura.

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A partir del clan fraterno se instaló, para siempre, un malestar inherente a la frustración del deseo de ocupar el lugar del padre y la culpa agregada por su matanza; amor filial siempre despierto e insatisfecho. Este malestar será una marca indeleble en la cultura y en la constitución de los lazos sociales. "La sociedad reposa entonces sobre la responsabilidad común del crimen colectivo; la religión, sobre la conciencia de la culpabilidad; y el remordimiento y la moral, sobre las necesidades de la nueva sociedad y sobre la expiación exigida por la conciencia de la culpabilidad" (Freud, 1913; pág. 148). El superyó como producto de la culturalización operaría en tres registros, de acuerdo con Lacan: imaginario (figura obscena y feroz), simbólico (ley necesaria), real (objeto que presiona continuamente, de carácter angustiante). "Pudo nacer un ideal cuyo contenido era la plenitud de poder y la ilimitación del padre primordial antaño combatido, así como el apronte a sometérsele" (Freud, 1913; pág. 150). Consideramos que el ideal, al ser previo al parricidio y producto de una identificación primaria, produce el apronte para sometérsele por efecto de la necesidad de castigo frente a la culpa del parricidio. La lucha entre ese ideal, que nunca cesa de insistir y siempre queda insatisfecho, y el sentimiento de culpabilidad posterior daría por resultado un malestar estructural. Esta secuencia, padre idealizado-padre asesinado-culpa-padre endiosado, se pone en juego en cada familia, creando un padre y un hijo singulares. Pero, también, es una secuencia que se juega en las instituciones, y allí encontraremos a un padre de la cultura.

Instituciones psicoanalíticas Ya trabajamos sobre Freud como padre de la horda. Veamos ahora a las instituciones como "masas artificiales". ¿Por qué pensamos a la institución psicoanalítica como masa artificial? Entendemos a la institución psicoanalítica como una masa organizada, duradera, homogénea y compuesta, supuestamente, por individuos de la misma clase. Es una masa con conductor, que tiene una doble ligazón libidinosa: con el conductor (la teoría psicoanalítica y Freud) y con los pares.

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Para Freud, el principal fenómeno de la psicología de las masas sería la falta de libertad del individuo dentro de ellas. Tomando como referentes los textos Psicología de las masas y análisis del yo y Tótem y tabú, pensamos la siguiente interrelación: dentro de la institución psicoanalítica encontramos dos tipos de organización social: la familia patriarcal y el clan fraterno. Ambas se corresponderían con las dos ligazones libidinales: tanto con el conductor como con los pares. Familia patriarcal---ligazón con el conductor-ideas-teoría Clan fratern ligazón con los pares-colegas Si en la institución psicoanalítica predomina la familia patriarcal, se produce una tendencia hacia la religiosidad y la consecuente sacralización de las ideas y de la figura de Freud, como producto de una intensa añoranza del padre de la horda. Se anhela, de este modo, que la institución se constituya en garante del padre de la horda y de la relación del clan fraterno (colegas). En las instituciones hay un abrochamiento con la identificación primaria. Si aceptamos que la identificación primaria es la "primera ligazón afectiva con los padres", habrá entre los miembros de la institución y hacia el ideal teórico un aspecto afectivo primario en la modalidad de los vínculos. ¿Existiría un resto de la organización matriarcal que forme parte de las instituciones? Organización que, según Freud, existió entre el padre de la horda y la familia patriarcal. Ahora bien, los sujetos construimos nuestro "ideal del yo" sobre la base de identificaciones con distintas masas (instituciones), y aun así pretendemos tener "autonomía y originalidad" (Freud, 1921; pág. 122). Si dentro del contexto de las instituciones psicoanalíticas predomina la tendencia al reforzamiento del clan fraterno, se logrará mayor autonomía e implicará despegarse de la deificación de Freud y de la dogmatización de la teoría psicoanalítica. Lograr la destitución del padre de la horda implica poder tomar distancia de la culpa primordial por el parricidio de Freud. Entonces, a mayor distancia de la culpa primordial y de la añoranza del padre, habría una mayor libidinización del clan fraterno. Dentro del marco institucional se lograría un trabajo más intenso y productivo entre pares, con menor sometimiento al superyó y una mayor tramitación del resto del padre de la horda. Si bien pueden cuestionamos que el trabajo entre pares es muy fructífero y prolífico, muchas veces se registra en los grupos una reunión de personas que hacen una lectura de las "sagradas escrituras", como repe-

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tidores incondicionales de lo ya escrito, con mucha dificultad para una lectura crítica o para aportar una idea original. Más aún, a mayor originalidad parecería que es mayor el riesgo de exclusión o expulsión. De esta forma, estamos más próximos a un padre que actúa más como resto del padre de la horda que como padre simbólico o como un superyó simbólico en tanto ley necesaria, y ya no como figura feroz u objeto que presiona. Un trabajo del doctor Mauricio Abadi (1959) presenta una postura muy interesante sobre las instituciones psicoanalíticas como sociedades secretas. Para el autor, las sociedades secretas guardan un monto de ansiedad persecutoria característica, que lleva a una necesidad de castigo ubicada en el chivo emisario. Esta dinámica ocultaría la culpa colectiva por la propia herejía, poniendo en los heterodoxos toda la carga del parricidio. Nos preguntamos si habrán sido Bleger y Pichon Riviere, entre otros, algunas de las víctimas de esta situación. En la actualidad, observamos, también, críticas despiadadas hacia colegas que se atreven a cuestionar tanto aspectos de la teoría como de la técnica. Continúa diciendo Abadi: "[...] porque si como psicoanalistas, individualmente parecemos haber superado el hechizo del Tótem y el sagrado horror al Tabú, el patrón de conducta de un grupo psicoanalítico parece por momentos evidenciar un atávico sometimiento al super-yo primitivo" (Abadi, 1959). Las vicisitudes y dificultades del clan fraterno siguen insistiendo. Queremos subrayar que el artículo recién comentado se presentó en un Symposium sobre "la relación entre psicoanalistas", en el año 1959. Actualmente, 1997, se habla insistentemente de "la crisis del psicoanálisis" y/o "crisis de los psicoanalistas". ¿Tendrá esta crisis alguna vinculación con un deseo inconciente de tramitar ese resto del padre de la horda? El parricidio tiene sentido como acto fundacional de la cultura, sólo cuando se resignifica en el pacto fraterno. ¿Qué pacto fraterno circula hoy en las instituciones psicoanalíticas? Se dice y escucha reiteradamente: "La crisis del psicoanálisis se produce por falta de convicción". Convicción: (del latín convictio) convencimiento. Convencimiento: acción y efecto de convencer o convencerse. Convencer: (del latín convincere) obligar a uno con argumentos eficaces a que cambie de opinión o que cambie lo que sostenía. Probarle algo de modo que racionalmente no pueda negarlo (Diccionario Enciclopédico Oriente).

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Entonces, cuando en múltiples reuniones se apela a la "falta de convicción", nosotras pensamos que, en realidad, se está hablando de una obligatoriedad voluntarista y racional de sostener el psicoanálisis. Ambas cuestiones se oponen a lo que el psicoanálisis propone esencialmente como efecto y producto del inconciente y de la circulación del deseo. Inconciente y deseo como puntales de la autonomía del sujeto. Obligar y ser racional (convicción) respondería mucho más a un pensamiento cartesiano/kantiano. Si uno apela a la convicción, no se atraviesa ninguna crisis. La convicción se decreta, no se discute y, por lo tanto, no favorece a una actitud participativa. Vuelve a ubicarse la solución en una petición de principios, en una figura que se acerca más al endiosamiento del padre y, en consecuencia, a un obstáculo en la autonomía individual y colectiva. Dice Castoriadis (1994): "[...] nos hace falta una ética de la autonomía, necesariamente articulada a una política de la autonomía. La autonomía en el plano individual consiste en el establecimiento de una nueva relación entre el sí mismo y el propio inconciente, no eliminarlo sino lograr filtrar lo que se transmite de los deseos a los actos y las palabras. Tal autonomía individual está constitutivamente sometida a graves condiciones. Por lo tanto, necesitamos instituciones de la autonomía [...] esto sólo es posible instaurando un régimen verdaderamente democrático y no sólo de palabra L..] nuestra participación sería plena no a través de 'representantes' sobre cuestiones sobre las cuales se me ha hecho imposible conocer los pormenores, sino con conocimiento de causa, de manera que pueda reconocer en las leyes mis propias leyes, aun cuando no esté de acuerdo con su contenido, justamente por haber gozado de la oportunidad de participar en la formación de la opinión común. Una autonomía de este tipo sea en el plano individual o colectivo no nos garantiza una respuesta automática a todos los asuntos [...] pero como suponemos que no estamos condenados al mal ni tampoco al bien podremos volver atrás, individual y colectivamente, reflexionar sobre nuestros actos, retomarlos, corregirlos, repararlos". A esta autonomía sólo será posible conquistarla mediante la destitución del padre de la horda, del saber absoluto, y alentando la mayor participación y el afianzamiento de los lazos del clan fraterno (relación entre colegas e instituciones).

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Freud: padre de la horda DESCRIPTORES: FREUD, SIGMUND ANALíTICAS / PADRE PRIMITIVO

/ HORDA PRIMITIVA

/ INSTITUCIONES

PSICO-

Bibliografía

Abadi, Mauricio: "El grupo psicoanalítico como sociedad secreta". REV.DEPSICOANÁLISIS, XVI, 4, 1959. Castoriadis, Cornelius: "Miseria de la ética". En Zona erógena, verano de 1994, n° 22. Diccionario Enciclopédico Oriente. 1. Sopena, Buenos Aires, 1975. Freud, Sigmund (1913): Tótem y tabú. A. E., XIII. - (1921): Psicologla de las masas y análisis del yo. A. E., XVIII. - (1939): Moisés y la religión monoteísta. A. E., XXIII. Gay, Peter: Freud, una vida de nuestro tiempo. Paidós, Buenos Aires, 1989. Manili, S. y Schvartzapel, M.: "¿Declinación del psicoanálisis o nueva realidad?". Trabajo presentado en el Congreso IPSO, San Francisco, 1995. Roazen, P.: Hermano animal. La historia de Freud y Tausk. Agalma, Buenos Aires, 1994.